La envidia y su relación con el mal de ojo como un fenoméno psicosomática (página 6)
Enviado por Fernando Romero
Conceptos psicoanalíticos como el de "fantasía inconsciente", "estructura psíquica", "identificación proyectiva", "transferencia-contratransferencia", que son fundamentales para la clínica, han sido altamente beneficiados por la investigación de las formas y significados no-verbales de la experiencia en la vida psíquica, aunque, según Seligman: . (Seligman, 1999)
Los desarrollos en neurobiología, la investigación sobre los afectos y la psicología cognitiva, paralelos a la actual investigación sobre el infante, constituyen una nueva y amplia perspectiva para el concepto del "inconsciente" en muchos sentidos, pero también porque revaloran lo importante de la interacción no-verbal y pre-reflexiva. Por ejemplo, el concepto cognitivo de "conocimiento procedimental" alude a formas de "saber en, por y para la acción" que Piaget (1964) ya había mencionado. Tiene relativamente poco que ver con el lenguaje o la reflexión y se pueden alterar si se perturba su accionar automático y pensamos mucho en su ejecución: dicen que una araña fascinada mirando a un ciempiés, se animó a comentarle que le impactaba su enorme capacidad de coordinación para caminar… acto seguido, el ciempiés tropieza y cae. Alterar, pensando, la "inteligencia" cenestésico-corporal, tiene que ver con el hecho de que la rige el "inconsciente pre-reflexivo", (Stolorow, 1994), no el "originario" sino el "colectivo" remoto, aquel que nos emparenta con los animales. Mirando en Boca del Río, Ver., en alguna ocasión a las gaviotas y los pelícanos mientras estaban pescando, fue agradablemente impresionante verlos cómo se colocan contra el viento, en cierta posición y casi sin movimiento, suspendiéndose en el aire en un mismo sitio hasta que, de repente, se inclinan y se clavan en el agua para atrapar un pez y regresar a su posición original de pescadores. Muy probablemente, si lo "mentalizaran", cometerían errores. "Pensarlo mucho" al andar en bicicleta, cuando ya se sabe, o en "no pasarse una luz roja", también llega a provocar problemas. (Clyman, 1992)
4.8.6. Asimetrías patológicas e identificación proyectiva.
El concepto kleiniano de identificación proyectiva hace posible integrar la concepción que hizo ella misma sobre la fantasía inconsciente, con los modelos intersubjetivos producto de las interacciones entre padres e infantes en situaciones como la de la "transmisión intergeneracional del trauma". Los procesos presentes, dice Seligman, en la transmisión intergeneracional, como los conceptos psicoanalíticos creados a partir de las reconstrucciones basadas en el análisis de adultos, "se demuestran clarifican y enriquecen, cuando se revisan desde la observación directa en el campo inmediato de interacción niños y padres. Lo mismo ocurre con conceptos como el de empatía e internalización. (Seligman, 1991; véase, asimismo, el ejemplo clínico: "Daniel y su padre" en Seligman, 1999)
Daniel, un bebé de tres días de edad y su padre, quien había sido abusado físicamente cuando era niño, y a su vez, había abusado de sus hijos anteriores a Daniel… el padre… se observa muy torpe para sostener a su hijo, lo toma por debajo del cuello y violentamente acerca la cara del bebé a su propia cara, con una mirada que, no obstante, parece transmitir alguna ternura y mucha ansiedad. Por los abusos cometidos, sus hijos mayores le fueron legalmente retirados. Luego trata de forzar a Daniel para que tome el biberón y a Daniel se lo observa desesperadamente –mostrando- que no lo apetece primero no chupando, manteniendo la boca cerrada, luego poniéndose tenso y finalmente flácido. Mientras esto ocurre, el padre rechaza los intentos de su esposa y del terapeuta investigador, por hacerle ver la resistencia de Daniel, ante lo brutal de sus formas, permaneciendo insensible ante las repetidas –señales– de su hijo: le llama –tonto-, inquiriéndole -¿me quieres decir qué pasa contigo?-. Lo levanta como si estuviera peleando con alguien mayor, el niño parece colapsar en un estado de retracción y abatimiento y el padre reclama –basta ya con tus tonterías-. (Confróntese con el ejemplo clínico: Daniel y su padre". Seligman, 1999)
¿En qué medida estamos "preparados" para entender al niño como alguien que "envía señales" comprensibles, incluso a tres días de nacido? Bueno, a Seligman, como a otros psicólogos cognitivos y a algunos psicoanalistas incluso, todavía les va a llevar tiempo percatarse de que, es una "preparación", contenida dentro del "inconsciente –al menos- pre-reflexivo" y particularmente desarrollada en la mujer, sobre todo, en la mujer maternante. Conocimiento que se altera, distorsiona o diluye ante la experiencia personal traumática temprana. Agrega Seligman que resulta perturbador ver al padre de Daniel, pasar por encima de, (¿atropellando? Analogía comparable con la del sueño de la paciente violada), esas señales con sus propias atribuciones malevolentes. Obviamente, no quiere decir que el bebé sea "consciente" o que "planee" sus señales. Como quiera que sea que este tipo de interacciones, en cierta medida, por su repetitividad, devengan en "estilos interpersonales" característicos a partir de la "experiencia", este niño sentirá, según Seligman, que la indefensión-impotencia e ineficacia son modos fundamentales de la experiencia del self.
4.8.7. Identificación proyectiva-asimetrías coercitivas y transmisión intergeneracional del trauma.
En los intercambios de Daniel con su padre se pueden observar detalles específicos del proceso de interacción por medio de los cuales, estados internos llegan a ser verdaderamente expresados y comunicados en el campo intersubjetivo-interpersonal. Ahora podemos abordar en detalle la proyección y la identificación como fenómenos bipersonales en el "tiempo real". (Nachman, 1998)
4.8.8. Proyección e identificación como fenómenos bi-personales.
Para Daniel, el que cada sujeto no tenga más alternativa que "identificarse con aquellos estados emocionales relacionales que fueron característicos del principio, sus identificaciones primarias en relación con la figura paterna, incluirán el sentimiento de indefensión-impotencia que, inconscientemente y "sin preocupación", éste le inocula. [Por desgracia Daniel internalizaría la forma de interacción experienciada] Daniel terminará "incorporando" poco a poco la indefensión como una forma característica de experiencia y relación, probablemente también llegue a sentir, cuando sea como su padre [se refiere a la posible identificación con el agresor], que la única manera de lograr un sentimiento de contacto interpersonal sea venciendo a través de la presión e incluso la violencia, los intentos del otro por controlarlo, como si fuese la única forma de conseguir que sus deseos fueran sentidos por aquel. Asimismo, piensa Seligman, es posible que sea según este proceso que se organiza el "falso self" de Winnicott. Para los psicólogos cognitivos, el niño adopta las "reglas procedimentales" o "modelos internos" de trabajo de su padre, organizando su relación en el nivel inconsciente pre-verbal, "bajo el principio afectivo relacional de que la única forma de estar en el mundo es presionando tan fuerte como se pueda, basándose en la intensidad para sobreponerse al profundo sentimiento [inconsciente] no pensado, de indefensión e impotencia". (Bollas, 1987)
Según la identificación en ambos aspectos del mundo interno del padre, la que se refiere al self y la que se refiere al objeto:
Daniel, como su padre, podrá convertirse en el abusador correspondiente al rol relacional interno diádico de su propio padre como abusador-abusado, pero simultáneamente, podrá también asumir el rol de abusado e indefenso, pues la identificación ocurre [dentro de la dinámica] con: un sistema relacional diádico y no con un rol único: orientación de la propia subjetividad dentro de una díada relacional self-objeto oscilante entre una posición y la otra. Las representaciones internas de objeto, están diádicamente representadas, en analogía o en congruencia a como Klein describía la ubicuidad de la proyección, la introyección y la identificación en el mundo interno objetal. (Seligman, 1999)
4.8.9. Identificación con el agresor y modelo interaccional-intersubjetivo.
La identificación con el agresor abusivo, para Seligman, es más la reproducción de un proceso relacional, que una simple representación de objeto. La identificación con el agresor es una representación compuesta, pues contiene al self victimizado, el cual se coloca proyectivamente en otro: el objeto agredido. Perspectiva alternativa a la planteada por Fairbairn como "saboteador interno" (Fairbairn, 1962) Organización que es producto de una relación bipersonal del tipo abusador-abusado con una perentoria intensidad afectiva, pues se vivenciará, con el paso del tiempo, los dos lados o roles de la interacción bipersonal sentida, como constituyendo el universo o totalidad de posibles patrones relacionales. Ante tal nivel de restricción y sin contar con el pensamiento racional que pudiera proveer alternativas, el rol "controlador" podrá establecerse o potenciarse como defensa contra la inundación del sentimiento de indefensión del que un bebé no puede percatarse. Bion, (1962) escribió del sentimiento de "terror sin nombre". Main (1995) habló acerca del "temor sin pensamiento". Este es uno de los aspectos esenciales de los estados traumáticos. El proceso así descrito es una de los mecanismos centrales en la transmisión intergeneracional del trauma. (Fraiberg y cols. 1975; Moore y Coates, 1997; Silverman y Lieberman, 1999)
4.8.10 Consecuencias teóricas-clínicas de una Integración.
Desde la perspectiva intersubjetiva, el concepto de identificación proyectiva como una fantasía inconsciente, es reformulado según un formato [influidos por Piaget, principalmente en relación con su concepto de "inteligencia sensorio-motriz": que se registra en la memoria de las acciones] procedimental particular, al nivel más básico de organización de la relación self-objeto; es una manera circunstancial de organización de la intersubjetividad y los sentimientos con rasgos particulares. Fundamentalmente, observa la restricción, incluso la asignación coercitiva a otra persona [el objeto], de los propios estados mentales [del sujeto] intolerables e imposibles de ser pensados. Anterior a la coherencia, vitalidad e integridad que se alcanza con el reconocimiento de las diferencias con respecto a los otros, en tanto que tal reconocimiento está perdido o negado, cuando ocurre tal nivel de coerción. Los más tempranos detalles de la construcción de una realidad psíquica que se origina en la experiencia de interacción niño-padres, potenciada en los padres de manera similar con los suyos propios, o desde antes –en la historia generacional- se convierte en parte del funcionamiento psíquico del niño de una manera estructural tanto desde el contenido como desde el proceso: asimismo, en una forma básica del núcleo de su mundo afectivo-relacional. La observación cuidadosa de los detalles paso por paso, de los modelos asimétricos de influencia en la interacción de las díadas, esclarece como es que tales procesos pueden tener lugar tan tempranamente y fuera de la percatación racional [cuando el bebé todavía "no puede pensar" por sí mismo], según el más básico nivel procedimental, [dinámica de la utilización de esquemas de acción-reacciones circulares], pre-verbal.
También se percata Seligman de la complejidad del concepto, incluso dentro de la comunidad psicoanalítica: "El concepto de identificación proyectiva capta una forma particular de influencia asimétrica, con aspectos tanto estructurales internos como comunicacional-conductuales, mediante los cuales una persona presiona a otra [inconscientemente] como para que experimente como parte de sí misma [propio] algo que la primera persona no puede aceptar [o tolerar] dentro de su propia experiencia". (Seligman, 1999) Parece confuso, lo es. Justamente provoca confusión en el paciente y, en momentos, también en el terapeuta. Dilución de límites del espacio interpersonal entre el self y el objeto y entre sus representaciones. Caos constante y sufrimiento en los procedimientos para organizar y diferenciar qué sentimientos y atributos pertenecen al self y cuales al otro.
Según Seligman, el concepto de "fantasía inconsciente" en un "mundo interno" impulsionado, capta la presión repetitiva y la compulsión junto con la destructividad tan sorprendentemente obvia en las irracionales sobre-imposiciones que el padre de Daniel desarrolla ante las señales de su hijo. También desde la fantasía se pueden captar las dimensiones cruciales del inconsciente: "Transmite la sensación de que se trata de un principio psíquico jerárquicamente centralizado. Ahora se puede releer a Klein y la psicología del mundo objetal interno incluyendo los –sentimientos del self-, descripción del sujeto en las vicisitudes del campo intersubjetivo. Sin embargo, contrario a las más tradicionales descripciones kleinianas, no todos los infantes sufren de ausencia de intersubjetividad vital, de los terrores de la destructividad omnipotente y la privación; -el imaginario desesperado del mundo de los instintos no es universal-". (Seligman, 1999)
Como resultado de experiencias traumáticas debido a vivencias interaccionales en las cuales las señales del neonato, no pudieron ser interpretadas adecuadamente, la identificación proyectiva "controladora" [dentro de un estilo relacional] se hará más dominante en la personalidad del niño y probablemente se transmitirá a la próxima generación de una manera inflexible. Los padres siempre están influenciando a sus infantes y atribuyéndoles significados [para bien y para mal], de esta forma siempre habrá una dinámica de intercambio de proyecciones entre ellos mismos y los atributos propios de sus bebés. Pero otros tipos de identificación en condiciones menos traumáticas que las de Daniel –en el nivel más básico, de organización diádica intrapsíquica inconsciente- serán más centralizados desde el principio del desarrollo, de manera que la identificación proyectiva, modelo perentorio de "liberarse" uno mismo de sentimientos intolerables, no constituirá el modo central de organización psíquica, incluso en la infancia más temprana. (Seligman, 1999)
Esto último, suena extraño, Seligman olvida o desconoce el carácter fundante de estos procesos. Es normal que la dinámica de identificaciones proyectivas e introyectivas entre neonato y objetos parentales sea fundante de estructuras. De no ser así, cómo podría "aprender" a pensar el bebé, si en el principio "aprende" sin pensar, justamente porque la madre "piensa por él". Por otro lado, la idea de "un menor dramatismo en el predominio inicial del mundo instintivo del neonato… que no es un fenómeno universal", también refleja falta de comprensión de la teoría de las posiciones.
4.8.11. Teoría psicoanalítica instintiva y experiencia corporal del infante.
Seligman considera que la descripción clásica de la identificación proyectiva infantil del enfoque kleiniano, hace demasiadas inferencias retrospectivas, subestimando la importancia de experiencias tempranas reales en los niveles más básicos del psiquismo y en los primeros momentos del desarrollo, de esta manera, supone, que pierde su poder potencial. Esta "metáfora del bebé" (Mitchel, 1988) es una metáfora inadecuada, ampliamente criticada como contradictoria por la experiencia de quienes conviven cotidianamente con infantes, clínicos y padres. El enfoque de la observación directa está atento a los procesos interaccionales vívidos y concretos que ocurren en los niveles físicos más básicos: afectos, niveles cenestésicos, propioceptivo, otras experiencias corporales, ritmos sincronías y asincronías, junto a otros detalles de las secuencias interaccionales. "Restructurar la teoría de la fantasía a partir de estos descubrimientos que dan luz, en relación con la finalidad para la cual la fantasía y las múltiples representaciones externas son construidas, clarifica una molesta ambigüedad en los conceptos kleinianos y en la mayoría de los modelos clásicos, al separar los supuestos cuestionables de la teoría instintiva, del objetivo esencial que sería conservar la experiencia corporal en el centro del discurso analítico". (Seligman, 1999 Trad. Bleichmar, 2000) No me parece que sea "descubrir el hilo negro", y si puede resultar reduccionista. Habrá una serie de inscripciones en el inconsciente pre-reflexivo que sean producto de reacciones instintivas al servicio de la supervivencia y no "aprendizajes" por vía exclusivamente interaccional. Pero es un paso adelante como quiera que sea.
Para Spillius (1988): "Klein fue cuidadosa en especificar los medios físicos exactos por los cuales una proyección era efectuada y en qué parte del cuerpo del receptor de la misma: -junto con éstos excrementos peligrosos expulsados, odiadas y escindidas partes del yo (self) son también proyectadas sobre la madre, ó, como yo más bien lo llamaré, dentro (identificación proyectiva) de la madre- (Klein, 1946), los órganos excretores eran los encargados de la ejecución de la proyección". Continúa Spillius diciendo que muchos analistas han "simplificado" y distorsionado el proceso pensándolo como proyección de una "mente" a otra "mente" eludiendo la base corporal del concepto original de "fantasía", pero también el de representación y el de identificación proyectiva, solo factible en situaciones diferentes a las planteadas por Klein: proyección simple. "Las descripciones de experiencias corporales… son muy importantes tanto para el desarrollo como para la teoría y la clínica, [sobre todo psicosomática], y deben enfatizar el sentimiento o emoción… [No es lo mismo echar mano de una identificación proyectiva por odio, envidia o voracidad, que por angustia y deseo de posesión libidinal del objeto] sobre todo, respecto del cuerpo, [cuya representación estructura al self] más que [formadoras] de configuraciones centradas en zonas particulares o estados físicos [y emocionales] arbitrariamente privilegiados, tales como tensión displacentera". (Spillius, 1988, mencionado por Bleichmar, 2001) Por su parte Seligman observa:
Apartarnos de los restos, opina Seligman, que quedan de la caricatura de experiencias corporales que da el modelo pulsional-instintivo abriría un mayor espacio para las descripciones empáticas del rol crucial del cuerpo en la experiencia personal y social, tal como es ilustrado en su grado extremo en el sentimiento global de que el cuerpo de uno mismo sea el objeto del forzamiento por parte del otro, lo cual es muy evidente en la forma en que Daniel es manipulado por su padre.[Como en "N", paciente de la viñeta anterior, por el suyo, de manera igualmente brutal, pero erótica y seductora] La identificación, vista como proceso bipersonal e interaccional- intrapsíquico, alcanza, una mayor validez que las "narrativas sustentadas por metáforas. (Seligman, 1999)
Sin embargo, cuando se tienen o deben pesquisar en la clínica, y no se tuvo la oportunidad de "observarlas" en su génesis, en el contexto de la dinámica transferencia-contratransferencia reaparecerán utilizando las identificaciones proyectivas, constituyendo un alto grado de posibilidad de provocar parasitajes y confusión.
La re-consideración del papel que juega el cuerpo, según Seligman, "… puede significar un progreso respecto a la posición tradicional que circunscribe la experiencia corporal al registro personal y la experiencia social al registro bipersonal. La atención al desarrollo de los sentimientos en relación con el contacto físico [sentimientos del self] en el curso de las relaciones padres-hijo, en donde las experiencias corporales son relativamente no mediadas por el lenguaje y otras estructuras simbólicas, (ubica) la experiencia dialéctica intrapsíquica e interpersonal que otros autores han descrito: Spezzano, (1993); Aron, (1996); Hollman, (1994)", (Seligman, 1999)
4.8.12. En relación con el pensamiento.
Muchas de las ideas de Bion están siendo retomadas por diversos autores analíticos de orientación intersubjetiva: teóricos del trauma e investigadores de la teoría del apego.
Para Bion la madre "potencia el desarrollo progresivo" mediante su función "continente" y el "rêverie" que "modifica" las primitivas proyecciones del neonato, otorgando un tiempo para la re-introyección de contenidos más manejables y orientados hacia la realidad (Bion, 1959; Ogden, 1994; Grotstein, 1994-1995) La madre "responde" a su bebé "reflexionando" por él, respecto a experiencias que él no puede pensar. En función de la re-introyección, éste desarrolla poco a poco la función, por internalización, de pensar por sí mismo.
Bion observa en este proceso la forma "normal" o "sana" de identificación proyectiva que devendrá "empatía", y diferencia de las formas patológicas de la misma, cuando la madre "fracasa" en el intento, porque significa que no puede responder a modo de transformar los primitivos impulsos destructivos, sino que los "regresa", por decirlo de algún modo, en su misma forma original y peligrosa, odiosa y des-integrante (como pareciera que ocurre en el fenómeno del "mal de ojo") El bebé, sin alternativa, seguirá intentando la manera de desembarazarse de esa mezcla de impulsos-emociones intolerables y temidos. Tener que re-introyectar ante el fracaso, incluso de re-proyecciones, le intensifican sus estados de ansiedad. La repetitividad intento-fracaso auto-perpetuantes, se encuentran en la base de organizaciones psicológicas muy dañadas y "potencialmente malignas e inestables" (Rosenfeld, 1971; Steiner, 1987) En la clínica, son, asimismo, raíz de estancamientos, distorsión y alteración de los procesos transferenciales-contratransferenciales (Bleichmar, 2000), así como de potenciación de reacciones terapéuticas negativas.
4.8.13. Bion y los intersubjetivistas.
Los investigadores contemporáneos del infante, piensan que Bion se equivoca en la concepción de una identificación proyectiva sana, fundamentalmente al enfatizar que el neonato está predispuesto a experimentar partes "malas" de su self y a organizar sus respuestas en la línea de fantasías expulsivas, en tanto que vividas como displacenteras y peligrosas. Para ellos los infantes "están preparados para una variedad de respuestas afectivas y predispuestos a ofrecer señales adaptativas que inician, responden a, y amplifican los, esfuerzos de los cuidadores para ayudarles (perspectiva de predominio de un instinto de autoconservación) a sentirse mejor. En situaciones –suficientemente buenas- los bebés llegan a experienciar la organización bio-psico-social y el sentimiento de autonomía sin tener que ser rescatados de "innatos" estados de ansiedad potencialmente catastróficos. También les cuesta dar crédito a la fantasía inconsciente a través de la cual el bebé "coloca su maldad dentro del cuerpo del otro". (No pueden aceptar la posibilidad de la existencia de una pulsión de muerte) Y creen que Klein, por un lado subestimó y, por otro, exageró las capacidades psíquicas del neonato. (Bleichmar, 2000)
Sin embargo, para Seligman, "… en situaciones como la de Daniel, el concepto de identificación proyectiva patológica, se conserva como muy útil… entendida como… situación psíquica que emerge de la situación dinámica del infante y el ambiente, más que… de que el infante esté atrapado en el estado instintivo original". Se contentan con haber descubierto la patología del padre de Daniel y de la relación con el futuro de éste en términos de posibilidades de enfermar: compulsión de repetir. Asimismo, se percatan de la "coerción", implícita en la identificación proyectiva, que el paciente, inconscientemente, puede intentar ejercer sobre el analista, a través de la transferencia. A partir de las identificaciones inoculadas (proyectivas) por medio de las interacciones muy tempranas, a: "… tres días (de nacido)… privado de la posibilidad de sentir cómo sus propias señales pueden tener efectos y… convertirse en significativas como consecuencia de… respuestas comprensivas, contingentes y valorativas por parte del cuidador". La experiencia de relación enferma de Daniel con su padre, para ellos, impedirá que Daniel desarrolle "… un self subjetivo… sin ninguna percatación auto-reflexiva, un self-como-objeto para su padre, donde el potencial para un intercambio vital del self y el otro ha sido eliminado, incluso aniquilado…". Como si Daniel se fuera a "conservar" igual siempre y su impulso agresivo estuviera negado o no evolucionara.
4.8.14. Puntos en común entre Bion y las innovaciones contemporáneas.
El concepto "pensando", tiene implicancias, dice Bleichmar, similares a las de los nuevos modelos que relacionan el descubrimiento del "espacio intersubjetivo reflexivo" con un emergente sentimiento de seguridad en la continuidad del propio self y sobre la fiabilidad del mundo de los objetos. (Bleichmar, 2000)
Se considera que el trabajo de Bion, converge con muchas corrientes nuevas: en el dominio intersubjetivo, la psicología del self y la psicología relacional, al reconocer que la capacidad de la madre para responder a la percatación de señales del bebé, respecto a sus experiencias subjetivas, es diferente que la relación con el mundo objetivo. Esto incluye el reconocimiento de que otros tienen mente propia: al verse a sí mismos tales como son vistos en la mente de otros, logran sentir vitalidad afectiva, coherencia interna y sentimiento de valía, y que es posible ser uno mismo tal como uno es, entendido por los otros y estando conectado con ellos. Parece también que los intersubjetivistas encuentran una "similaridad" entre el "espacio intersubjetivo" y la noción del "espacio-potencial-transicional" de Winnicott, a quien observan muy influido por Klein: "… fue extraordinariamente poético y teóricamente innovador… con sus descripciones del descubrimiento creativo, por parte del infante,… en el espacio transicional… vio el prototipo de tales procesos en cómo el juego de un niño crea…" (Seligman, 1999) "… un medio por el cual expresar estados internos en un territorio externo, que sin embargo, es el del self". (Bleichmar, 2000)
Seligman interpreta que la re-orientación actual de la teoría del apego es "… hacia lo que solamente puede ser denominada una perspectiva intersubjetiva: Main (1995) ha encontrado que el marcador más fuerte del sentimiento de un self seguro en la vida adulta es la capacidad de reflexionar sobre la propia experiencia, una capacidad cuya importancia eclipsa incluso la cualidad real de la experiencia en sí misma… Fonagy y cols. (1995) han descrito el desarrollo de un "auto-funcionamiento-reflexivo" que incluye la experiencia de reconocimiento por parte de los otros y el simultáneo desarrollo de un sentimiento de que los otros tienen mentes propias; esta capacidad también comprende la habilidad de concebir otras –realidades- que aquella que aparece de manera inmediata. Se han correlacionado los déficits en el funcionamiento auto-reflexivo con la psicopatología en el adulto, especialmente en la patología traumática. (Bleichmar, 2000)
De las vicisitudes del desarrollo y su relación con la capacidad auto-reflexiva, atrae un paralelo interés por la destrucción, en quienes han sido abusados físicamente, de la capacidad para pensar, tanto en el momento traumático como posteriormente (Davies y Frawley, 1994; Herman, 1992); resulta bastante parecido a como lo han reportado Grotstein (1994) y Goldberg (1995) Padres traumatizados, inducirán en sus hijos, a través de identificaciones proyectivas, imágenes internas de su propio self y del de ellos, de manera totalmente inconsciente, por medio de patrones coercitivos de influencia altamente asimétrica en las interacciones. Los niños se identifican con partes del self de sus padres que, evidentemente éstos no son capaces de pensar. Incluso y especialmente cuando los niños son ya menos pequeños, descartan posibles cuestionamientos o demostraciones con el fin de preservar una forma de relación "conocida" que les signifique la salvaguarda de un "bienestar". Ante amenazas de violencia, el niño se ve impedido de reflexionar sobre sus estados mentales o acerca de lo que está pasando, pudiendo llegar a pensar que así es la realidad, como observábamos que pudo haber vivido las seducciones y erotizaciones mi paciente "N", por parte de su padre. Estos patrones internos activos (conjunto de reglas procedimentales) funcionan como en automático, sin reflexión y "aislados" del sentimiento que pudiera estimular el juicio crítico. Son patrones que se ubican en el registro de la inteligencia "sensorio-motriz" en contacto cercano con lo emocional-instintual, sin requerir ser pensados. El tipo de problemas a que da lugar, limita la efectividad técnica típica empleando las interpretaciones clásicas. Estos nódulos de información no representacional, "… concretizada solamente la acción podría, gradualmente, proveerlos de sentimiento –pensable-, que permitiera cuestionar y vislumbrar la posibilidad de que las cosas podrían ser diferentes. La identificación proyectiva patológica, en efecto, hace imposible la reflexión. Ahí no hay represión, sino incapacidad para utilizar la disociación (como Sterba planteaba en 1934) al servicio de la analizabilidad: en un yo que observa, un yo que siente, un yo que actúa, y poder pensar acerca de lo que está ocurriendo en un momento dado.
4.8.15. Consecuencias de ver la identificación proyectiva en adultos, como resultante de experiencias coercitivas en la infancia.
Joseph (1988) observó una relación entre la presencia de identificaciones proyectivas y el surgimiento de una forma de transferencia o manifestaciones transferenciales a través de las cuales el paciente se afana en "forzar" ciertos atributos en el analista, asumiéndolos luego, en algún nivel, como siendo "hechos incuestionables". De modo muy parecido a como ocurre con frecuencia en las relaciones matrimoniales, el analista también puede ser "empujado" a experienciarse a sí mismo, según las formas y reglas particulares relacionales que rigen el intersubjetivismo, mundo objetal interno, del paciente. La diferencia en relación, por ejemplo con el paciente "Y" de una de las viñetas presentadas ó Daniel, es que el analista no se encuentra en la misma "indefensión" en que ellos estuvieron en el momento del traumatismo. Los niños forzados por falsas atribuciones, son conducidos a un continuo sentimiento del self que no es el originalmente potencial en ellos, sino que ha sido distorsionado, deformado. Posteriormente, cuando llegan al análisis, llevan un aprendizaje "pre-verbal" o de "inconsciente pre-reflexivo", para "moldear coercitivamente" las situaciones diádicas y de relación. Al reactualizarse estos estilos de relación en la situación terapéutica, en función de la interacción verbal y no-verbal y en la dinámica de la transferencia-contratransferencia, se manifiestan más en el plano de la estructura particular de la interacción, que en los contenidos del discurso. Lo que el analista experimenta al ser –presionado- para –obedecer- "… a selfs internos del paciente y sus objetos, reproduce la experiencia infantil de falsa atribución y de exclusión de la vitalidad intersubjetiva, del espacio potencial e incluyendo a menudo –ó evocando al menos- hostilidad". (Bleichmar, 2000) La transferencia, especialmente la negativa, puede reproducir la presión sufrida en el forzamiento coercitivo de atribuciones parentales, menos susceptibles de ser reflexionadas cuanto más patológicas hubiesen sido vividas tempranamente y más presionantes e inmunes a la reflexión en la transferencia. Ubicar las reacciones de este tipo como fuera del ámbito reflexivo y analizar minuciosamente los detalles interaccionales, puede ayudar en situaciones difíciles dentro de la dinámica transferencial-contratransferencial. Los detalles específicos de la interacción, en la cual se mueve el paciente para intentar "controlar" al analista y transgredir el encuadre, se erigen más importantes que hacer inferencias sobre estados mentales inconscientes que con relativa facilidad, aun cuando sean correctos, pueden "caer en el vacío" y/ ó estimular la transferencia negativa. (Bleichmar, 2000) Seligman piensa que "… la observación cuidadosa de los detalles no… produciría… el surgimiento de transferencias negativas porque interpretaciones precoces… excesivamente generalizadoras sobre estados internos inferidos del paciente –especialmente motivaciones negativas- sin prestar suficiente atención a la interacción bipersonal dentro de la cual ese estado inferido es organizado, pasa por encima de la organización psíquica actual del paciente y la sustituye por una formulación distante de la experiencia vivencial". (Seligman, 1999) De alguna manera sería como "repetirle" el trauma original in-intencionalmente. Asimismo, salvaguardaría al analista de sobrestimar la capacidad autónoma del paciente para crear la coerción y bloquear la posibilidad de hablar del sentimiento desesperado y la incapacidad para articularlo verbalmente, que es, en efecto, el núcleo de la experiencia traumática. Pero, ha resultado inevitable abordar ciertas observaciones de los diferentes autores, incluso, en relación con la técnica, pero no es la tarea que me ocupa. A los interesados se los invita a recurrir a la bibliografía. La identificación proyectiva patológica, para Seligman, es una defensa inestable y no exitosa (habría que preguntar para qué) que conduce a su propia repetición, los pacientes no pueden darse cuenta de lo que están haciendo, ese desconocimiento puede estar parapetado en una gran variedad de procesos y mecanismos defensivos como la escisión, la negación y la disociación. (Seligman, 1999) Desde el fenómeno transferencial, los pacientes siempre están intentando "convertir" a su analista en alguien diferente de quien es, alguien que ellos quisieran que fuera o en alguien temible. Esto es característico en la transferencia y es un importante contenido clínico, "… presente no sólo en pacientes con trastornos graves". (Bleichmar, 2000)
4.8.16. Discusión y comentarios.
Resulta halagador, -a pesar de ciertos cuestionamientos obvios para todo psicoanalista, o algunas observaciones que giran alrededor de la dificultad, en realidad preservada hasta entre psicoanalistas, para captar la base freudiana de la teoría del instinto de muerte- que otras corrientes no psicoanalíticas o recientemente arribadas, estén finalmente despojándose de actitudes rechazantes y prejuiciadas a ultranza, sobre los postulados psicoanalíticos. También nosotros podríamos replicar sobre cuestionamientos y críticas poco fundamentadas. Pero no es esa la tarea que nos ocupa. Observaciones como por ejemplo la de moldeamientos de patrones de reacción o inductores de estilos de relación que se establecen y preservan a lo largo de la vida, independientemente de las experiencias sufrientes que provocan en el sujeto, pueden los intersubjetivistas y los cognoscitivistas llamarlas como quieran (aunque sería bien importante que todos las llamásemos igual), tienen derecho. Lo valioso es que están encontrando fenómenos y perturbaciones coherentes, bastante similares o iguales a causas etiológicas, a las que el Psicoanálisis había llegado desde hace varias décadas, y para las cuales ha desarrollado técnicas de intervención exitosas. Paradójicamente, pareciera que son justamente las dificultades para lograr intervenciones más duraderas sobre padecimientos, también cada vez más graves, lo que finalmente orilló a la psicología norteamericana a buscar en los diferentes modelos psicoanalíticos. La sorpresa que transmiten cuando hablan del caso de Daniel, que a los tres días de nacido, parece estar en intercambio activo-defensivo con un padre bastante enfermo, "defendiéndose" o por lo menos intentándolo, porque allá mismo desarrollaron la teoría de "la mente como sistema representacional" y lo único que reflejan es que allá, como aquí, pareciera que ocurre una especie de "guerra" entre psicólogos y psicoanalistas, en la cual parte de la estrategia es "ignorar" lo que el otro hace y "atacar" a ultranza lo que dice.
Resulta muy interesante observar cuando aseveran que esas interacciones entre Daniel y su padre son resultado de traumatismos tempranos del padre que se repiten y que son fenómenos que ocurren "sin pensamiento", que tienden a preservarse, como algo "normal", a través de lo que conocemos como compulsión de repetición. Es sorprendente, porque están trascendiendo a investigadores psicoanalíticos como Spitz, que no podía concebir los postulados kleinianos y argumentaba una percepción "aprendida", no innata cuando, a lo mejor lo que no pudo ver fue la forma como la percepción cambia y avanza hacia niveles de complejidad creciente en tanto que se va entreverando con procesos de pensamiento, en el contexto de una dinámica vincular sujeto-objeto, o mejor dicho, self-objeto, en la cual el objeto realiza funciones por el sujeto que éste todavía no puede realizar, pero las cuales si puede utilizar desde la complementariedad diádica o "in-diferenciación" con el otro (alter-ego) y haciéndolas propias, por internalización gradual. Las cosas se tornan aún más complejas cuando, además, aparece la capacidad verbal-vocal: el lenguaje, porque, entonces, los símbolos tornan abstracto lo complejo.
Podemos discrepar con los intersubjetivistas como Seligman o con los psicólogos cognitivos, en esa su tendencia reduccionista, en ocasiones, excesiva, cuando afirman que Klein exageró respecto a lo desalentador que puede sentirse el funcionamiento instintivo temprano, inconsciente y fantasmático y su naturaleza universal. Pero eso está sustentado por la clínica del trastorno severo y la teoría del desarrollo temprano. Y, además tiene su asiento en la teoría del instinto de muerte freudiano. Puede haber y, de hecho hay, variaciones en la forma de explicarlo. Y habrá más, en la forma de interpretarlo. Sin embargo, lo importante es, primero darle crédito a las consecuencias que son las que nos motivan a diseñar formas de intervención o a buscar "ajustar" y revolucionar la técnica de la interpretación, la concepción de principios como el de la regla de abstinencia, la neutralidad y el encuadre, de manera que, con la intervención, se pueda liberar energía instintiva, no representacionalizada, con la intención de potenciar ligarla, en tanto que "des-neutralizada", escotomizada y parcialmente encapsulada, pues llega a sobrecargarse y provocar fisuras que son lo que provoca que aparezcan conductas perturbadas y actuación impulsivo-destructiva, desde motivaciones inconscientes muy primitivas, pre-reflexivas ó reprimidas que no es factible que permanezcan simplemente así. Actuaciones que eluden el juicio crítico y las funciones del Superyó en general y, en ocasiones, todo filtro de evaluación yóica de la realidad. Escindidas, en el sentido que Zuckerfeld las sitúa en su propuesta de la "Tercera tópica".
Porque pensar las cosas sin integrarlas a una perspectiva económica, sin la gratificación narcisística (ó pagando el costo de la infiltración narcisista nirvánica), pensándolas como simple producto de intercambios meramente interaccionales, deja muchos fenómenos fuera, más que el Psicoanálisis clásico y fuera de la posibilidad de comprensión. La perspectiva kleiniana, origen del análisis de los procesos de organización de los afectos en el seno de la dinámica relacional-vincular temprana, merece el derecho de ser colocada como precedente de la organización tríadica Edípica freudiana, más evolucionada; y los modelos cognitivos, interaccionales y representacionales aportan mucho, en efecto, pero sus aportes quedan sin explicación significativa, si no los entreveramos con las teorías psicoanalíticas. Desmerecen y empobrecen la importancia de lo afectivo-emocional-impulsional, que está en la base de la motivación de la conducta en el sentido más amplio, en la misma línea que ocurrió con parte importante del modelo piagetiano, que, no obstante, tiene la disculpa de no ser un modelo de desarrollo de lo emocional-afectivo.
Las investigaciones contemporáneas dejan entrever la posibilidad de poder entender y explicar, fenómenos que ocurren desde procesos inconscientes y de intercambio de contenidos pre-representacional-afectivo-emocionales, como inducidos mágicamente, sin contacto físico, que es lo que intentamos probar a través de este trabajo.
Cuando Seligman aborda los riesgos de que en el analista se vean reactivados contenidos primitivos (contratransferencia) de sus experiencias traumáticas (que no necesariamente tendrían que ser traumáticas, conque sean inconscientes basta), y que, con relativa facilidad demos por sentado que pertenecen al paciente, se acerca mucho a la posibilidad de poder explicar como de esas "capacidades" surge también la posibilidad de que quiénes, con "poder" (por ejemplo, según su rol o porque "conocen" su capacidad para influir en otros o porque se rigen según economías de odio, resentimiento y envidia) pueden ejercer "forzamientos coercitivos" o influencias casi "mágicas", fantasmáticas, sobre otro susceptible de ser influido, ya sea porque es un bebé y "espera" "contención" o porque la naturaleza de la relación demanda un nivel importante de "confianza", pudiéndose, inconscientemente provocar un "daño", a través de, por ejemplo, una mirada "envidiosa" o una actitud corporal determinada, dado que la identificación proyectiva encuentra resonancia en el otro por el tipo de intercambios no verbales afectivo-impulsivo-emocionales que matizan pre-representaciones o representaciones primarias o de modelo único.
Hacen falta, como Seligman sustenta, desde lo interaccional, o en Psicoanálisis desde la dinámica de la transferencia-contratransferencia, dos personas para que pueda potenciarse toda una dinámica de intercambios no verbales, en donde el cuerpo, se convierte en blanco y, en momentos, también en instrumento de ese intercambio, y cuyas manifestaciones pueden llegar a observarse, materializadas entre los involucrados, en tanto que ocurre una sincronía (en la "escenografía" diría Seligman) entre contenidos internos inconscientes, que pueden pertenecer al inconsciente pre-reflexivo, originario o, incluso, colectivo. Es decir, no necesariamente no-reprimido interaccional, sino incluso pre-natal: "proto-fantasías del yo-fetal", como decía Rascovsky (Granel, J. 1995), que alcanza un nivel de resonancia inconsciente en el sujeto o receptor. Todo lo "ominoso" o siniestro, les va a llevar más tiempo a los experimentalistas poder comprobarlo. Pero parece que lo van a lograr, quizá resulte penoso porque algunos psicoanalistas que todavía guardan un culto dogmático a Freud y atacan a ultranza modelos como el de Klein, descuidan los muchos avances potenciales que siguen esperando; perspectivas que Freud señaló, y no desarrolló o quedaron inconclusas.
4.9. Acerca de la psicología cognitiva, las neurociencias y sus aportes.
Parecería oportuno haber empezado este capítulo con los conceptos de "memoria" y "representación", simplemente porque la premisa freudiana original: "hacer consciente lo inconsciente", alude a fenómenos relacionados con la memoria y actualmente, las investigaciones en psicología cognitiva y neurociencias han aportado interesantes resultados que otorgan base experimental a postulados psicoanalíticos. Por su parte, el concepto de "representación" fue utilizado por Freud (1891), en su trabajo "Acerca de la concepción de las afasias" y actualmente ha sido retomado por los psicólogos cognoscitivistas, quienes (Perner, 1988, entre otros), conciben la mente como un "sistema representacional". Lo interesante para efectos de lo que nos ocupa, es que la envidia primaria, es una forma de afecto "natural", cuya manifestación coincide, de manera detectable con la dinámica y la economía del proceso primario y con las primeras experiencias de intercambio afectivo entre el neonato y la madre, en el contexto de una realidad restringida para el bebé, hablando de capacidad de procesamiento intelectual de experiencias intensas, que parecieran orillarlo a una especie de estructuración precoz de contenidos emocionales altamente cargados de agresividad, los cuales, además, se van haciendo crecientemente cada vez más complejas y ponen a prueba el desarrollo "normal" porvenir, de integración de estructuras de tipo representacional semántico que las haga susceptibles de ser verbalizadas posteriormente y que son centrales para él, también posterior, desarrollo de la capacidad simbolizante. También tenemos claro como objetivo técnico, en la interpretación de contenidos que a veces deben deducirse, incluso cuasi-alucinatoriamente como dicen los Botella, porque no aparecen en el discurso: representar lo no representado, como un requisito para poder simbolizar lo no simbolizado.
Esas experiencias tempranas son coherentes con el "principio del placer" que promueve descargas inmediatas y totales en aras de la recuperación del equilibrio que la tensión de necesidad rompe y la forma de pensamiento primitivo que el mismo Freud denominó: "proceso primario". A propósito de este último, Freud concibe la idea de la "gratificación alucinatoria" como uno de los primeros recursos, necesariamente yóico, al servicio de la contención de la respuesta emocional lógica ante el registro de un estado displacentero que induce el hambre o la molestia que despierta al neonato. Díaz-Benjumea (2002) observa que "… la diferenciación que hizo Freud de proceso primario y proceso secundario (que es equiparable a la que existe primero entre representaciones de modelo único y representaciones de modelos múltiples, luego entre metarrepresentaciones y simbolización) está avalada por lo que la psicología cognitiva ha demostrando experimentalmente." Y, no obstante que hoy día el concepto de inconsciente es bastante más amplio que el inicialmente propuesto por Freud, no es factible restarle valor a su descubrimiento: dicen Petocz (1999) y Westen (1999), que el "inconsciente" no debería seguir llamándose así porque el inconsciente freudiano era tal, en su motivación de evitar el displacer. Es decir, el sistema inconsciente podía unificarse por su cualidad dinámica propositiva a ese objetivo. Desde la segunda tópica y a la fecha, ya no "… podemos identificar esas dos antinomias: proceso primario e inconsciente vs., proceso secundario y consciente, por un lado, y deseos reprimidos-primarios vs., deseos aceptados-civilizados, por otro" (Díaz-Benjumea, 2002) Lo inconsciente, en efecto, es mucho más que lo dinámicamente inconsciente. Quizá, sin necesariamente tener que afirmarlo, Jung (1936, 43, 45), con su inconsciente trans-personal, se acerca más a la forma como tenemos que concebirlo para explicar ciertos fenómenos.
En "El Inconsciente Cognitivo" de Froufe (1997), se observa que la actual psicología cognitiva da por sentada la existencia de "procesamiento inconsciente" de información, análogamente a como Freud la observó en el proceso primario. Además, observan diferencias cualitativas, no obstante que ellos no se ocupan de las emociones que señalan a la consciencia propiamente tal como regidora de las acciones, la producción o construcción de conductas propositivas y de control.
Marcel (1980) y Froufe (1997), reportan que la -percepción inconsciente- tiene un carácter exhaustivo frente a la percepción consciente, encontrando que ésta es selectiva; por eso cuando se percibe un estímulo de manera consciente, solo se activa uno de sus posibles significados. Esto obedece precisamente a su modo "selectivo y lineal de operar". Pero si el estímulo se registra desde lo inconsciente, como en los síntomas y en los sueños, por debajo del umbral de la consciencia, se observa acceso a todo los significados posibles para ese estímulo. De ahí la complejidad para la interpretación de los sueños y las fantasías inconscientes en el Psicoanálisis. Desde esta observación cognitiva, se da soporte al mecanismo de condensación (característico del proceso primario): gran cantidad de significados para, digamos, una imagen o un síntoma e, inclusive, el lenguaje psicótico. (Castilla del Pino, 1980)
Asociado a lo anterior, definieron la -Inconsistencia mutua- resultante de la activación de todos los posibles significados. Es decir, no se da una consistencia interna para el procesamiento de los estímulos que se perciben por debajo de la consciencia ("sub-umbrales") como la que ocurre en estado de consciencia. Freud señaló esto cuando habló de ausencia de contradicción en el funcionamiento del proceso primario.
Froufe (1997), afirma que para que ocurra el procesamiento de estímulos percibidos de manera inconsciente, es necesaria una "familiaridad de los estímulos": la "posterioridad" o "nachträglich" freudiana explica que impresiones y trazos de recuerdo son ulteriormente modificados por las nuevas experiencias, ajustándose su sentido y optimizándose su eficacia psíquica. Esto es doblemente importante cuando esos "ajustes" integran contenidos muy tempranos.
Groeger (1984), encontró que -las palabras inconscientemente percibidas- se codifican diferente; en un experimento, muestra que la percepción inconsciente de un estímulo parece "especializada en significados", lo observa en la tendencia de sus sujetos a elegir palabras semánticamente relacionadas con otras percibidas anteriormente, por debajo del umbral consciente, siendo que eligen basándose en una semejanza estructural, cuando la percepción ha sido directamente consciente. Freud siempre consideró "fundamentales los significados inconscientes sobre los conscientes, para acceder a procesos integrativos". (Díaz-Benjumea, 2002)
Debner y Jacoby (1994), muestran que –"… cuando la percepción de los estímulos se produce de forma inconsciente, los sujetos son incapaces de evitar los efectos del procesamiento automático, y su influencia en las tareas en que tendrían que inhibirlos, cosa que si pueden hacer cuando el procesamiento incluye consciencia". Ocurrió lo mismo cuando se estudió la memoria: lo pasado influye automáticamente sobre lo posterior. No está en los sujetos suprimir esa influencia pues no la tienen consciente. Sigue teniendo vigencia, entonces, la premisa para la cura analítica clásica -hacer consciente lo inconsciente- desde la perspectiva de la psicología experimental contemporánea. (Díaz-Benjumea, 2002) Pero, además, encontramos sustento para la hipótesis de la compulsión de repetición: se requiere un esfuerzo y una perspectiva externa (papel del analista) para integrar contenidos y estimular para el cambio de actitudes y forma de reaccionar.
4.9.1. Proceso primario y modelo conexionista de procesamiento de información.
Es evidente que la investigación experimental ha alcanzado una cierta convergencia respecto al funcionamiento del inconsciente desde las perspectivas cognitiva y la psicoanalítica. El cognoscitivismo cuenta con varios modelos para explicar el funcionamiento mental: cuando nació la psicología cognitiva durante los 50 y hasta 1980, pensaban la mente como un ordenador que almacenaba representaciones, computadas unas por otras en procesos seriales siguiendo ciertas reglas. Como si el "ordenador" se encargara del procesamiento que, en Psicoanálisis, está a cargo del proceso secundario. Hacia finales de los 80, aparece el modelo conexionista o de procesamiento en paralelo. Su ventaja principal es que refleja bien "el modo de funcionar de lo inconsciente". A diferencia del modelo anterior que consideraba representaciones discretas almacenadas en la memoria, accesibles cuando llegara el momento oportuno, de una manera lineal con una vía de entrada y otra de salida, el conexionista "representa a la mente" como un sistema, con una serie de nódulos de procesamiento, similares a neuronas, relacionados entre sí por conexiones múltiples, a manera de redes de vasos comunicantes. La información entra por un lado, sale por otro, pero pasando por una serie de nódulos intermedios dispuestos en capas ocultas y a través de los cuales la información fluye, "hasta resultar en unidades de salida". (Díaz-Benjumea, 2002)
En este modelo mental, las representaciones se diferencian unas de otras por el grado de activación e inhibición que se propaga en la red para culminar en un patrón, no se relacionan según reglas formales. La información se representa como un patrón global de activación de una red neural. Una "representación se diferencia de otra por el grado de activación o inhibición que se propaga en la red, dando lugar a un patrón determinado". (Díaz-Benjumea, 2002) "El aprendizaje se produce cuando dos unidades de una red neuronal se excitan simultáneamente, con lo cual se incrementa la fuerza de conexión entre ellas". El modelo incluye "aprender por los errores": cuando cierto patrón llega a la capa de salida, allí hay un patrón (filtro o censor) que se ocupa de comparar la salida ideal con la real, lo cual refuerza retrospectivamente el camino que ha seguido el patrón de activación que más se parece a la salida ideal. Tras repetir muchas veces este sistema de ensayo-error, se produce el aprendizaje. Este modelo "permite afrontar las demandas múltiples y simultáneas, posibilita completar patrones conceptuales y perceptivos sin contar con toda la información que lógicamente necesitaríamos para hacerlo. Ejemplo: "la percepción y codificación del lenguaje". (Díaz-Benjumea, 2002) En los sistemas conexionistas se da la redundancia: un mismo contenido representacional puede estar presente en el sistema como actividad de diferentes nodos o unidades. Las representaciones distribuidas tienen una tendencia a completarse a sí mismas una vez que algunos de sus nodos estén activos, lo que posibilita la memoria direccionable al contenido. "Información que no está efectivamente activa, que no está en uso, está, no obstante, potenciada, no hay una distinción interna al sistema entre recrear viejas representaciones y crear representaciones nuevas en respuesta a una situación". (Jonson-Laird, 1988)
La descripción freudiana de los procesos que siguen las representaciones en los sueños, es bastante parecida al modo de funcionamiento del modelo conexionista:
En los sueños, donde está suspendida parte de la actividad consciente, la diferencia entre realidad y fantasía, pasado y presente, posible o deseable; se pierde.
La técnica de "asociación libre" significativa psicoanalíticamente, es una manifestación de la memoria dirigida por el contenido (comportamiento de totalidad o sistémico)
La necesidad de elaboración y translaboración, además de deberse a factores emocionales, es coherente con la redundancia de la representación de la información.
La condensación que da lugar a formaciones mixtas, neologismos o utilización de palabras en doble sentido, es compatible con el funcionamiento en paralelo. Por otra parte, también cada idea latente tiene su representante en más de un elemento manifiesto, compatible con la redundancia. (Díaz-Benjumea, 2002)
Perspectiva económica del proceso primario. En el "Proyecto", Freud intentaba representar cuantitativa, materialmente, cualidades o fenómenos psíquicos; esa intención lo llevó precisamente a la perspectiva económica. A través de ello pudo explicar en términos físicos, cualidades intencionales o psicológicas: en el proceso primario la energía (en tanto que no-ligada) fluye libremente, de ahí el desplazamiento de intensidad o fuerza de una representación a otra y por condensación, la concentración en un único elemento de la intensidad de toda una serie de procesos mentales.
El conexionismo parece pretender un intento de hablar de la mente como igual que hablar del cerebro, pretenderá evitar, como antaño el conductismo, la introspección y los conceptos mentalistas.
Sin embargo, el sistema conexionista describe una forma de procesamiento "consistente con el procesamiento de lo inconsciente" psicoanalítico, (Jonson-Laird, 1988), y "coincidente con el modelo de psiquismo que Freud tenía en mente cuando descubrió el proceso primario". (Díaz-Benjumea, 2002)
4.9.2. Sobre la memoria.
Actualmente se la concibe en Psicoanálisis como sistemas múltiples y heterogéneos; en donde un sistema es una "interacción entre mecanismos de adquisición, retención y recuperación que se caracteriza por ciertas reglas de funcionamiento". (Sherry y Chárter, citados por Ruiz Vargas, 1994)
Con relación a los sistemas de memoria, Díaz-Benjumea se mueve en el aceptado por Froufe (1997), y Ruiz Vargas (1994) En Psicoanálisis se ha hecho hincapié en la memoria no declarativa-procedimental y asociativa. Y estos autores piensan que "… hay mucho menos de fantasía y de vida mental representacional de lo que pensábamos y mucho menos de memoria de acciones y reacciones". (Díaz-Benjumea, 2002)
4.9.2. A) Los distintos tipos de memoria.
Memorias declarativas: episódica y semántica. La memoria declarativa se refiere a información que es codificada de un modo determinado que la hace susceptible de ser recordada o recuperarla conscientemente, (referente a contenidos que según la primera tópica se ubicarían en el pre-consciente) El término: "declarativa", se refiere a la estructura de la representación: memoria declarativa es, entonces, la representación del contenido de una información susceptible de ser recordado, que se puede o no hacer explícita o consiente dependiendo que se dirija hacia ella la atención, con base en motivaciones y emociones que lo requirieran, dado que también, por lo mismo, puede ser reprimida.
El sistema de memoria declarativa, como se expuso al principio, puede ser episódico ó semántico, (Squire, 1992; Tulving, 1991 y 1993, citados por Ruiz Vargas, 1994), la memoria episódica se ocupa del recuerdo de eventos y vivencias personales y sus contenidos se organizan regulados por espacio y tiempo. Ejemplo: recuerdos de experiencias como podría ser la última vez que se estuvo con un familiar, en donde cierto afecto matiza el recuerdo en función de la significatividad del vínculo y la naturaleza de la vivencia.
La memoria semántica, permite recordar hechos de carácter general y estratificar su contenido: representación del mundo de forma organizada, estructurada, con relaciones jerárquicas de inclusión, pertenencia, causalidad, etc., al menos como desde la capacidad de "operaciones de lógica concreta" de Piaget (1964), y sus contenidos se organizan de manera conceptual. Ejemplo: durante la noche, por lo general, todas las personas dormimos, luego entonces, en tanto que persona, no es muy pertinente llamar a alguien entrada la noche porque, seguramente, estará dormido y puede resultarle molesto como a mí mismo me resultaría.
El tipo semántico de memoria puede generar y manejar información, es decir información que se "ajusta" porque no se poseía tal cual, (Ruiz Vargas, 1991), pero que se puede deducir, inferir. Es un instrumento muy importante, "extraordinariamente poderoso". (Díaz-Benjumea, 2002) Es, de alguna manera, análogo a las "matrices inconscientes" de Bleichmar (1986) en tanto que "generan información por sí mismas". Bleichmar propone una forma de inconsciente que no está guiado por el principio del placer, posee cierta información general, incluso abstracciones "autogenerativas"; es descriptivo y "maneja representaciones que operan con la lógica del sistema secundario", es susceptible de hacerse consciente con un esfuerzo activo de atención, aunque también puede ser resistido. (Díaz-Benjumea, 2002) Este tipo de memoria semántica parece muy cercanamente relacionado con la forma de inteligencia verbal, según la concepción de su origen, siguiendo los pasos de Gardner (1983) en su modelo de inteligencias múltiples. Y siguiendo a Bleichmar, en sus "matrices inconscientes" existen creencias generales, abstractas (deducidas), que tienen la particularidad de autogenerarse. Según su significado, van generando nuevas creencias con base en un automatismo del funcionamiento de las representaciones. Bleichmar habla de "matrices generadoras de creencias" (1986), de manera análoga al "aparato de pensar pensamientos" de Bion (1963), pero de nivel más "molecular" en un inconsciente que es capaz de hacer inferencias, tal vez "preconsciente" freudiano, en tanto susceptibles de ser verbalizadas si la atención se dirige a ellas y siempre que no haya "motivos" resistenciales. De alguna manera, evoca también "el espacio potencial" winnicottniano, al cual deberíamos la capacidad creativa a partir de los fenómenos transicionales (1951), cuando el desarrollo es "sano". "El tipo de conocimiento que nos viene a través de la memoria semántica es impersonal (no ontogenético), un "conocimiento de la vida" según la interpretación personal desde el punto de vista del observador, muy distinto del obtenido a través de la memoria episódica (ontogenético) o autobiográfica. (Ruiz Vargas, 1994) La información no accede al sistema semántico a través de la memoria episódica (emocional que requiere del "trabajo" de la función de "ligazón"), sino de los sistemas perceptuales, es decir, de la memoria no declarativa, -la cual no necesariamente deberá presentar dificultades para ser "ligada"-, (Tulving, 1988, 1989, 1991; Ruiz Vargas, 1994); procedimental o asociativa, que es la forma psicoanalítica clásica de concebirla: sistema percepción consciencia". (Freud, 1895) Es bien probable, entonces, que la memoria semántica se encuentre operando al servicio del "yo observador", (Sterba, 1929, 1934, 1940), en el proceso terapéutico, mientras que la memoria episódica se hará cargo de la rememoración de las emociones y aunque "hay quienes consideran que el recuerdo de lo emocional no presenta ningún valor terapéutico", (Spence, 1982; Fonagy, 1999), la verdad es que los recuerdos de lo afectivo (incluyendo los asociados a fantasías originales e inconscientes), pueden por asociación, evocar recuerdos vividos de manera que las posibles distorsiones, "normales", también puedan ser ajustadas a una realidad más lógica o factible que la que supone el concepto de memoria semántica y con ello estimular integraciones que atenúen la "compulsión de repetición", (Freud, 1920), base de la potenciación del "cambio terapéutico", (Bleichmar, 2001) La memoria episódica o de las emociones y hechos no susceptibles de verbalización, constituyen lo que Klein (1925, 1927, 1928, 1934) denominó "mundo interno" a partir del concepto de "objeto interno": fantasía (phantasy en contrapartida con fantasy) inconsciente de un objeto concreto, equiparable a "representaciones cosa" freudianas (1891), constituyen parte de la realidad interna del sujeto y aportan, como dice Strenger (1991), información sobre la "historia de sí mismo y el mundo" como él la pudo construir. No será, entonces, fidedigna ni objetiva, pero si importantísima, porque es personal, repetitiva en cuanto estilo de reacción y relación, y porque se conserva asociada a las emociones originales, las cuales, de no averiguarse, coartan la posibilidad, cierran el paso para el cambio, factible merced a la "interpretación correctiva de nuestra relación terapéutica", (Díaz-Benjumea, 2002), según la dinámica repetición-recuerdo de la transferencia y su resonancia contratransferencial. En Psicoanálisis, difícilmente, si no es que nunca, trabajamos con "sistemas de memoria simples". Abordamos formas complejas de relación en las cuales se repiten formas primarias, es decir que se instalaron desde relaciones con "objetos primarios" y en las cuales uno, como analista, es investido con las cargas emocionales originales y en función de las cuales el paciente "nos trata" o reacciona, con nosotros, en consecuencia, repitiendo. Esto coloca al analista en una situación en la cual "intuye", con base a sus conocimientos teóricos y experienciales de su propio tratamiento, para "calcular" lo que puede ser eficaz o construye hipótesis psicodinámicas tentativas que podrían explicar los hechos e, invariablemente, tiene que ponerlas a consideración, replicable de manera verbal o no verbal, del paciente; por ejemplo, corroborable a partir de cambios o mejoría objetiva, en ocasiones, directamente observable.
Resultan esperanzadores los desarrollos de la psicología cognitiva en términos de avance hacia posibilidades de integración de la Psicología como ciencia unificada; incluso halagadores porque aún el Psicoanálisis va por delante en mucho. Por ejemplo, la memoria no declarativa o procedimental que no es representacional (para Perner sí son representacionales: de "modelo único") y, por lo tanto no se la considera cognitiva (Ruiz Vargas, 1991), coherente con el modelo conexionista y, por lo demás, también con la "inteligencia de las acciones" de Piaget (1964) a partir de "esquemas de acción" y sucesivas y gradualmente cada vez más complejas "reacciones circulares": primarias, secundarias y terciarias, que ocurren paralela y relativamente independientes en sí mismas o de manera accesoria, dando soporte al desarrollo intelectual (como feed-backs), la experiencia que se va almacenando como por resultar "reforzante" o porque instrumenta la recuperación de "equilibrios" que se pierden por necesidades vitales en el sentido fisiológico, (asociaciones causa-efecto), obedece a una especie de circuitos que inducen o facilitan la emergencia de conducta, acción o actividad que un estímulo dispara y que se va encadenando mecánicamente y, sin necesariamente, tener que recurrir a formas más complejas de razonamiento. Ejemplo, uno menos elemental que el de respuesta condicionada clásica: "aprender a conducir una bicicleta o escribir a máquina". (Díaz-Benjumea, 2002) Es una forma de memoria de acción. Pareciera que también coherente con la forma cinético-corporal de inteligencia que propone Gardner (1983) y que, dicho sea de paso, "produce productos" y, por ende, genera dinero, ese es uno de los criterios de Gardner para que un grupo de habilidades se merezcan el derecho de ser consideradas "forma de inteligencia", diferentes de la inteligencia intelectual o lógico-matemática y la verbal (paradójicamente, éstas no son garantía de generar dinero), que se han considerado como las únicas desde finales del siglo XIX y casi todo el siglo XX, si no es que hasta la fecha, por los que no gusten de la propuesta de Gardner: "Estructuras de la Mente" en la cual propone, prácticamente, ocho formas de inteligencia, relativamente independientes. Regresando a la memoria procedimental, esta es considerada como la memoria de habilidades o tareas psico-motrices. Se descubrió a partir de pacientes amnésicos que podían aprender a escribir al revés con la misma facilidad que una persona sana aprende al derecho, pero sin poder recordar nunca los episodios de cómo habían aprendido. O sea el procedimiento. En Psicoanálisis esta forma de habilidades se entiende y se piensa mucho más amplia y trascendente, no únicamente psico-motriz, tiene que ver con las habilidades de relación con otros, (Stern y cols. 1998; Davis, 2001) y con uno mismo (Clyman, 1991), por ejemplo: en el intento por elevar la autoestima y mejorar las relaciones interpersonales, el desarrollo de habilidades físicas y eficacia corporal, casi siempre se conserva en lo inconsciente; si preguntamos a un adolescente hábil para bailar que es exitoso con las chicas a qué debe su éxito, podrá decir muchas cosas antes que dar reconocimiento a su habilidad cinético-corporal, podría pensar que es bien parecido sin serlo; esto, además le gratificaría narcisísticamente de manera defensiva y su autoestima sería lábil, no cohesiva en actividades no corporales. Es decir, es una forma de memoria para la reacción y no para la acción la cual si puede ser planeada, intencional y filtrada por las capacidades cognoscitivas. El chico que descubre que es su habilidad para bailar la razón de su éxito, inmediatamente integra a la misma la actividad de planeación y los propósitos e intenciones pero no es por vía de la memoria procedimental que podría ocurrir. Entonces, Díaz-Benjumea observa que, "la memoria procedimental en sí misma, en efecto, no es representacional [mejor dicho, no es reflexiva], no presenta imágenes mentales [cuestionable, sí presenta imágenes mentales, sólo que deslindadas de reflexiones], ni observa contenidos ideacionales", (Díaz-Benjumea, 2002) Sin embargo, desde la perspectiva psicoanalítica, más amplia, amplitud a la que llevó la experiencia producto de la práctica clínica, observa que un estímulo, interno o externo, conduce a realizar cálculos o cómputos mentales de determinado tipo. Es decir, activa ciertas redes, almacenándose en la memoria o en la psique un modo de procesar representaciones y cada una de esas representaciones, se asocia con otra u otras, conexión que puede inducir una acción o varias y luego re-asociarse con acciones y/ ó estados emocionales que estimulan, a su vez, otra u otras acciones o estados emocionales, haciendo realmente difícil sostener lo que Díaz-Benjumea aseveraba antes. Ella misma propone, incluso: "este tipo de memoria del proceso específico se pone en marcha creando las siguientes posibilidades":
1) Una representación y/ ó una emoción puede hacer que pasemos a la acción. Como cuando escribimos a máquina, y la representación mental de las letras y/ ó su ubicación, "hacen" que se muevan los dedos automáticamente, sin que nos tengamos que representar dónde debemos ponerlos. Esto podemos traducirlo al área de las relaciones interpersonales, y vemos toda la serie de habilidades con que contamos al tratar con los otros y de las que no somos conscientes: "el conocimiento implícito procedimental desarrollado desde la primera relación madre-bebé", (Stern, 1985-1995)
2) Una emoción puede hacer que se despierte un deseo y la acción que lo implementa. Sería el pasaje al acto descrito en Psicoanálisis, el acto compulsivo como comer, comprar o jugar, ante un estado emocional de frustración, como expresión de una defensa compensatoria.
3) El estímulo puede ser una emoción que automáticamente provoque otra emoción: la tristeza en ciertas personas provoca ira, de manera que lo que pasa a la consciencia es directamente la agresividad. Tan rápido es el movimiento psíquico que el sujeto no se percata de ello.
4) Una representación puede acabar en otra representación. De modo que mi representación de mí como "incapaz", o como "agresivo", al momento pasa a ser convertida en la representación del otro como "incapaz" o como agresivo. Así ocurre con la proyección.
5) Un estado emocional puede desencadenar toda una serie de representaciones. Como pasa con pacientes en los cuales, una vez vivido un estado de temor, frustración o pena, reacciona imaginando todo un mundo ideativo de interpretaciones dentro del mismo talante emocional, el cual acaba reforzando su estado, conduciéndolo a sentirse cada vez peor. (Díaz-Benjumea, 2002)
En este sentido, argumenta Díaz-Benjumea, "los mecanismos defensivos están almacenados en la memoria según el modelo conexionista: carecen de representaciones cognitivamente hablando [más preciso decir, se refieren a representaciones primarias ó secundarias pre-reflexivas]; guiados por el objetivo de evitar el displacer, y como habilidades procedimentales, inducen reacciones, incluso, antes que la emoción [angustia por ejemplo] que los estimula, se haga consciente. Sin embargo, también podrían ser modos de procesamiento "aprendidos" a lo largo de la historia del sujeto, como es el caso, por ejemplo, de las identificaciones". (Díaz-Benjumea, 2002) La compulsión de repetición es otro fenómeno que podría ser visto como "Inscrito" procedimentalmente: "búsqueda de sub-metas mal adaptativas que pretenden alcanzar objetivos sí adaptativos" (Clyman, 1991), con lo cual se pretendería cuestionar, principalmente, la teoría de la pulsión de muerte. Clyman, (1999), también considera que la constancia de objeto y del self, son inscripciones procedimentales y que, entonces, no implicarían necesariamente que fueran representaciones. Lo cual también es muy cuestionable. Las recién descubiertas "neuronas espejo" dan cuenta de la invalidación de esa hipótesis.
4.9.2. B) Memoria emocional o asociativa.
Según Davis (2001), la memoria emocional está basada en el aprendizaje asociativo clásico. Explica desde la perspectiva neurológica, cómo se produce el aprendizaje emocional a partir del condicionamiento, específicamente el que se refiere al miedo. Muestra que la asociación emocional puede deslindarse del recuerdo (aislamiento afectivo), porque no son la misma cosa.
El procesamiento emocional de un evento sigue una vía neurológica diferente de la del procesamiento ideativo del mismo. Una es más rápida que la otra. Con este aporte se allana el cuestionamiento que se hacía, desde la lógica, a la represión: ¿cómo defenderse de algo que no se ha percibido? La percepción emocional, función del núcleo amigdalino, precede a la ideativa, función de la corteza. Y, lógicamente, es inconsciente. De ahí que se conserve así, por la función de los mecanismos de defensa inscritos en la memoria no-declarativa, pre-reflexiva. Recordemos en su oportunidad este hecho, es útil para pensar los parasitajes transferenciales y el fenómeno del "mal de ojo" pues son resultado de cargas afectivas inconscientes y que, en el caso del bebé es obvio, escapan al procesamiento reflexivo e ideacional, pero también, en contraposición al planteamiento de Díaz-Benjumea, justamente cuando no pueden generar imágenes son desplazadas hacia el cuerpo. Por lo tanto, pueden encontrar asiento en el cuerpo o inscribirse como "representaciones cosa", muy de acuerdo con Freud, (Freud, 1895) Bleichmar refuerza el recurso para esta hipótesis: "… la representación declarativa [representación, al menos de "modelos múltiples"] puede no ya haberse reprimido, sino no existir" (Bleichmar, 1999) Es decir, no haber sido posible porque no pudo "digerirse" la experiencia o porque hizo resonancia internamente, al "tocar" contenidos afines primitivos y /ó traumáticos que refrendan el traumatismo o se inscriben como tal, paralelamente. En el proceso terapéutico, cuando el analista no se ve parasitado inconscientemente, pesquisable desde su contratransferencia, este tipo de contenidos u "hoyos", "huecos", en el continuo de las representaciones, requieren lo que los Botella (1997) llaman "llenar el hueco con una alucinación figurabilizada", más que a través de una interpretación clásica. O sea, el analista debe "fabricar" una imagen en donde no la hay, para proponerla a su paciente en lugar de intentar interpretarle.
4.9.3. Del sistema de representación perceptual.
Tulving y Schacter (citados por Ruiz Vargas, 1994) propusieron la existencia del SRP (sistema de representación perceptual) cuya función es representar la información de modalidad específica (visual, auditiva, etc.) sobre la forma y la estructura de las palabras pero no sobre el significado (capacidad intelectual), basados en estudios realizados con pacientes disléxicos y agnósticos que muestran un acceso relativamente intacto al conocimiento perceptual-estructural de las palabras, pero con el acceso al conocimiento semántico alterado gravemente. El SRP es un sistema de memoria que funciona independientemente de las memorias procedimental, semántica y episódica. Su función es mejorar la identificación de los objetos perceptuales, incluyendo las palabras. "Se utilizan diferentes sistemas para retener la información de la forma de las palabras oídas, la forma escrita y el significado. Estos sistemas en determinadas patologías se encuentran desconectados" (mencionado por Díaz-Benjumea, 2002) El SRP codifica, retiene y recupera la forma y la estructura de los estímulos percibidos por vías sensoriales diferentes. Por tanto, sus representaciones son resistentes al desvanecimiento en función del tiempo, el uso de drogas y lesiones que dañan otros sistemas de memoria. Su desarrollo se remonta a fases muy tempranas y se conserva casi intacto en la vejez. En Psicoanálisis se relaciona con el tipo de representaciones que conocemos como "huellas concretas": representaciones no verbales y no simbólicas, correspondientes a una de las formas de las representaciones "primarias" de Leslie (1987) o de "modelo único" de Perner (1989), que no hacen referencia a significados verbalizables; operando según el proceso primario, en los sueños tienen una función de acuerdo a su estructura o su forma y su concomitante emocional, no por su contenido o significado.
4.9.4. Discusión y comentarios.
Son muy interesantes todos estos aportes, sin embargo todavía son evidentes ciertas contradicciones entre investigadores. E inclusive entre psicoanalistas, se observa que podemos interpretar diferente un aporte, en el intento por integrarlo con alguna teoría. Hay mucho trabajo por hacer en ese sentido. Particularmente, me parece bien importante que estén ocurriendo tantas investigaciones en relación con el proceso representacional porque su cercanía con lo afectivo-emocional está, de hecho, rindiendo más frutos al modelo psicoanalítico, que el que pudo haberse capitalizado, incluso, con las investigaciones de Piaget, hace casi medio siglo. Dicen que todo ocurre a su tiempo. La necesidad de ampliar nuestros horizontes en materia de tipo de trastornos que están generalizándose y, ajustar la técnica de intervención o encontrar nuevas técnicas, está cuestionando ya insoslayablemente una serie de estrategias y dispositivos tácticos del Psicoanálisis clásico.
La regla de abstinencia, la neutralidad y, como propone Zuckerfeld, el encuadre mismo, están siendo fuertemente cuestionados. En un principio fueron necesarios, pero la naturaleza de los conflictos contemporáneos, los han hecho envejecer. Podemos, en efecto, enriquecernos de la experiencia que nos legaron, pero no podemos cerrarnos a la perspectiva multidisciplinaria.
La apertura ha hecho posible, no sin dificultades, que el Psicoanálisis sea lo que es hoy: un sistema de teorías que giran alrededor de lo inconsciente, y que ha incrementado sus métodos de investigación: de la asociación libre, a lo vincular y lingüístico, para, actualmente estar creando nuevas estrategias y modelos que tienen que ver con lo relacional-interpersonal e intersubjetivo reflejando la necesidad de perspectivas más sociales e integrales para la comprensión, explicación y abordaje de problemas tales como: las perversiones, caracteropatías, adicciones, trastornos psicosomáticos, falta de compromiso y de consciencia moral, etc., que, a su vez, parecen consecuencia de los cambios en las formas de vínculo, también en crisis, tanto desde el rol como desde su funcionamiento: familias, grupos instituciones y comunidades.
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