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Vacíos desde el nacimiento hasta la muerte


Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7

  1. La cabeza es obligatoria, pero la gorra, no
  2. Quiero provocar tus celos
  3. El argumento del avestruz
  4. Es pura luz… Pura delicia
  5. La obediencia no requiere ningún arte
  6. La cristiandad es una caja vacía
  7. Deja que se empape dentro de tu corazón
  8. He mantenido vivos mis ojos maravillados
  9. El vacío tiene su propia plenitud
  10. Es en el mundo donde está el trabajo
  11. El terrorismo está en tu inconsciencia
  12. Ponte a un lado, deja pasar la mente
  13. Todo está ocurriendo silenciosamente
  14. El momento más dichoso: cuando no puedes encontrarte a ti mismo
  15. La libertad no escoge; descubre

Amado Osho,

Recuerdo que mientras estabas en la estación de policía, en Creta, hubo dos jóvenes griegas sonrientes, con el típico vestido negro de las cretenses, que vinieron a la ventana, Te tomaron la mano y Te dijeron en en inglés incomprensible: «Osho, te queremos. Somos cretenses, queremos que te quedes aquí.»

Parece que a medida que los ataques que te lanzan los gobiernos son cada vez más estridentes -a pesar de que es obvio que la gente común te quiere-, una de las partes más importantes de Tu trabajo será mostrar que la burocracia, lejos de representar a la gente común, está de hecho completamente en su contra.

Es cierto que recuerdo a aquellas dos mujeres jóvenes que me cogieron la mano e intentaron decirme: «Nosotros, el pueblo de esta isla, queremos que te quedes aquí. Te queremos.»

Lo que planteas en tu pregunta me ha ocurrido muchas veces en la vida, muchísimas. La burocracia no está por el pueblo, está contra él. Usa a la gente, la explota, la manipula; les hace creer que sirve a sus propósitos. Pero en realidad es justamente lo contrario.

Definen la democracia como el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Pero no es ninguna de esas cosas. No es ni del pueblo, ni por el pueblo ni para el pueblo.

Los poderosos a lo largo de los siglos se las han arreglado para persuadir a la gente de que lo que hacen, lo hacen por ellos. Y la gente se lo ha creído porque está acostumbrada a creer; es una conspiración urdida entre la religión y el estado para explotar al ser humano.

La religión predica creencias y destruye la inteligencia inquisitiva de la gente, les convierte en retrasados mentales. Y el estado les explota todo lo que puede -arreglándoselas para seguir contando con su apoyo- porque la gente está acostumbrada a creer, no a cuestionar. Cualquier tipo de gobierno, sea una monarquía, una aristocracia, una democracia, sea del tipo que sea… Sólo cambian los nombres, en lo más profundo la realidad sigue siendo la misma.

En el Japón anterior a la segunda Guerra Mundial se creía que el emperador Hiro Hito era un descendiente directo del Dios Sol, y que todo lo que decía no era humano, sino divino; sus ordenes habían de ser cumplidas. Los japoneses han creído durante siglos que era el descendiente del Dios Sol, y han muerto en cientos de guerras, voluntariamente, alegremente, porque estaban muriendo por Dios mismo. ¿Puede uno aspirar a una muerte más dichosa y bella?

Japón es un país pequeño, pero ningún otro ha podido conquistarlo; ni siquiera grandes países, como China. China es el país más grande en lo que se refiere a números y extensión de tierra, pero el pequeño Japón podía derrotar a China porque la gente tenía la creencia fanática de que Dios estaba con ellos y por eso la victoria sería suya. Y la situación ha sido más o menos parecida en todo el mundo.

El día que aquellas dos mujeres cretenses, tomando mi mano con mucho amor, me dijeron: «No estamos contra ti. Te queremos y queremos que te quedes aquí.» Representaban la verdadera consciencia de la gente. Y en el aeropuerto vi a tres mil personas

-debe haber sido toda la población de San Nicolás- que vinieron a darme su apoyo y a mostrarme que no apoyaban la brutalidad y las acciones nazis de la policía contra mí, que estaban conmigo.

Sí, uno de mis trabajos ha sido despertar a la gente a la situación real: estáis siendo explotados en nombre de distintos intereses. Los explotadores se llaman servidores públicos y dicen que están a vuestro servicio. Han estado «sirviendo» durante miles de años y la gente sigue viviendo en una miseria enorme, en la ignorancia. No tienen nada en la vida; nacen, van viviendo lo mejor que pueden y mueren. No les ocurre nada que se pueda llamar extático, nada que pueda ser llamado una experiencia.

Vacíos desde el nacimiento hasta la muerte, no florece nada, nada prospera… y tienen un enorme potencial para ser una canción de alegría.

Pero las burocracias religiosas y políticas no lo permiten. Temen tanto a la gente alegre. Poco a poco me he ido dando cuenta de que la alegría tiene muchas implicaciones:

Una persona alegre no es retrasada mental.

Una persona alegre es inteligente.

Una persona alegre conoce el arte de vivir; de otro modo no podría estar alegre. Y una persona alegre es peligrosa para todos los intereses creados que van en contra de la humanidad.

Esos intereses quieren que la humanidad viva en el infierno para siempre. Se las han arreglado de todas las formas posibles para mantenerte en la miseria. Destruyen todo lo que te produce alegría y te dan muchas oportunidades de ser desgraciado. Una persona desgraciada no es un peligro para esta sociedad podrida.

Sí, uno de mis trabajos básicos tiene que ser el de hacer que la gente tome consciencia de que los poderosos -religiosos o políticos- no son sus amigos. Son sus enemigos. Y a menos que el común de los mortales se rebele contra todo tipo de burocracias, el ser humano seguirá estancado, sin evolucionar, no alcanzará las alturas que le pertenecen por derecho de nacimiento.

Amado Osho,

¿Hay alguien que haya entendido verdaderamente tu mensaje de amor? Recientemente he descubierto, con gran dolor, que yo no, y me pregunto si no estamos todos, con pequeñas variaciones temáticas, cantando la vieja canción de siempre.

¿Por qué es tan difícil vivir algo tan simple y natural?

Por el hecho de ser tan simple y natural, por eso es tan difícil.

No eres simple y tampoco eres natural.

Y es algo simple y natural.

Mi mensaje de amor es absolutamente simple; no puede haber nada más simple que él. Pero tu mente es muy compleja, muy truculenta. Hace que las cosas simples parezcan complicadas: ese es su trabajo. Y durante siglos ha sido adiestrada para hacer una sola cosa: complicar tanto las cosas que la vida se haga imposible.

Tu mente se ha convertido en una experta en destruirte, porque tu vida está hecha de cosas simples. Toda la existencia es simple, pero la mente humana ha sido cultivada, condicionada, educada, programada para que las cosas más simples se tuerzan. En el momento en que el mensaje llega a tu mente, deja de ser simple. La mente empieza a interpretarlo, encuentra cosas que no están en él e ignora otras que sí están.

¿Y tú piensas que has oído lo que he estado diciendo? No es así. Yo he estado diciendo una cosa y tú has estado oyendo otra, porque no oyes directamente. Existe un mediador, tu mente. En algún sentido es como un censor, impide que muchas cosas entren en ti.

Te sorprendería saber todo lo que impide pasar: un noventa por ciento. Sólo permite que entre el dos por ciento de lo que se te dice y ni siquiera ese dos por ciento entra en toda su pureza. En primer lugar lo ensucia con sus interpretaciones, con sus experiencias pasadas, con sus condicionamientos, y cuando la mente tiene la sensación de haber comprendido, lo que se ha dicho y lo que se ha oído están en polos opuestos.

Gautama Buda solía contar una historia…; es curioso que todos los grandes maestros hayan utilizado historias. Pero obedece a una causa: cuando se cuenta una historia la mente se relaja, cuando sólo se trata de un chiste la mente se relaja. No hace falta estar tenso o nervioso, sólo se está contando una historia, puedes relajarte.

Cuando se explica algo como el amor, la libertad o el silencio, te pones tenso. Por eso los maestros tienen que utilizar historias sencillas. Quizá al final de la historia se las puedan arreglar para que entre en ti un pequeño mensaje por la puerta de atrás mientras permaneces relajado.

Gautama Buda acostumbraba a decir a sus discípulos después de la charla de la noche: «Ahora id y haced esa última cosa antes de dormir.» Esa última cosa era meditar.

Un día ocurrió que le estaba escuchando una prostituta y también había un ladrón entre el público. Cuando Buda dijo: «Es el momento de que vayáis a hacer la última cosa antes de dormir», todos los sannyasins se fueron a meditar. El ladrón simplemente se despertó. «Pero, ¿qué estoy haciendo aquí?». Era el momento de ir a lo suyo.

La prostituta miró alrededor y sintió que Buda era muy perceptivo, porque mientras pronunciaba aquella frase, le había estaba mirando a ella. Ella se inclinó agradecida porque se le había recordado: «Vete a hacer tus asuntos antes de dormir.»

Un simple frase y tres personas diferentes oyeron cosas distintas. De hecho, debe haber habido más significados porque para algunos la meditación debe haber sido una alegría, y para otros simplemente algo que había que hacer; entonces el significado difiere. Para todos aquellos meditadores el mensaje era el mismo, pero lo que se oyó no podía ser lo mismo.

En toda mi vida no he enseñado nada complicado a nadie. La vida ya es suficientemente compleja, yo no quiero cargaros más. Pero quizá yo haya sido la persona más malinterpretada de este siglo, por el simple hecho de que digo cosas simples que nadie más dice. Yo hablo de lo obvio que todo el mundo ha olvidado, de lo que se da por hecho. Nadie habla de ello.

Puedes ojear los grandes tratados teológicos de los cristianos, los grandes trabajos religiosos de los hindúes, musulmanes, judíos; son muy eruditos, muy difíciles de entender. Cuanto más difíciles son, más se les respeta. Cuando la gente no puede entender algo, piensa que es grande, misterioso, algo que está muy por encima de su comprensión. Y naturalmente se convierte en algo respetable.

Los hindúes utilizan una lengua para sus tratados religiosos, el sánscrito, que nunca ha sido una lengua viva. Nunca ha sido hablada por la gente en los mercados; ha sido una lengua de los expertos. Y siempre se han resistido a traducir las escrituras hindúes.

Yo me preguntaba, ¿por qué esa resistencia? De hecho deberían sentirse felices de que sus escrituras se traduzcan y su mensaje se extienda a las cuatro esquinas de la tierra. Pero cuando estudié las escrituras, comprendí la razón.

La razón es que esas escrituras no contienen nada. Lo único que tienen es que el lenguaje es tan difícil que la gente no lo entiende, por eso siguen provocando tanto respeto. Una vez traducidas al lenguaje popular, pierden toda su gloria, toda su espiritualidad. Se hacen ordinarias porque dejan de ser difíciles.

Y pasa lo mismo en otras tradiciones, por ejemplo en la judía. Los rabinos siguen prefiriendo el hebreo. No es una lengua viva, ¿por qué empeñarse en usarla? Porque da a la mente la sensación de algo misterioso, impenetrable, sagrado, algo mucho más allá, y todo lo que uno puede hacer es postrarse. Una vez traducido el texto, no tiene nada. Y sobre todo, no tiene nada que te haga falta.

Ninguna de estas escrituras enseña nada sobre el amor, sus implicaciones, sus distintas dimensiones. Ninguna de ellas enseña a ser libre. Ninguna de ellas enseña algo sobre ti, tu vida, y cómo transformarla en una celebración. ¡Hablan de Dios! Nunca me he encontrado con un hombre que tenga un problema con Dios; es tan irrelevante. ¿Es Dios un problema para alguien? ¿Es el Espíritu Santo un problema para alguien? Son cosas absolutamente irrelevantes para la existencia humana.

La mente humana está repleta de equipaje innecesario. En la mente no queda espacio para las realidades que tienes que vivir. Por eso incluso el teólogo más grande es tan estúpido en el amor como tú, no entiende la libertad, nunca ha entrado en la distinción entre personalidad e individualidad.

Yo tenía un profesor de religión. Después de escucharle durante unos días, me puse de pie y le dije: «Creo que estáis hablando de cosas irrelevantes. Yo no veo a nadie aquí para el que Dios sea un problema, y tampoco creo que sea un problema para ti»; vivía justo delante de su casa y sabía que para él, el problema era su esposa.

Le dije: «Tu verdadero problema es tu esposa: eso no puedes negarlo. Dios es absolutamente abstracto. Nunca te he visto pensar en Dios cuando estás en tu casa. Y todo lo que enseñas de Dios no tiene que ver con tu experiencia, con tu búsqueda personal. Estás llenando la mente de gente inocente con ideas inútiles. ¡Habla del amor!».

Él se enfadó mucho y dijo: «Ven conmigo ahora mismo, vamos a ir a ver al director.»

Yo dije: «Podrías llevarme incluso ante el mismo Dios. No puedes amenazarme.»

De camino hacia la oficina del director me dijo: «¿No tienes miedo?».

Yo le contesté: «¿Por qué habría de tenerlo? iTú eres el que debería tener miedo! Conozco a todos los estudiantes; su problema es el amor y el tuyo también. Y voy a decirle al director: "Si no me crees, llama a la esposa de este profesor y entenderás a qué me refiero"».

El me respondió: «Lo estás complicando demasiado.»

A lo que respondí: «Lo estoy haciendo absolutamente simple, pegado a los hechos. Puedo traer a todos los estudiantes a la oficina; todos tienen problemas de amor. El problema de uno es que persigue a una mujer y no la consigue. Otro llega a conseguirla, pero eso también acaba siendo un problema para él

Entonces dijo: «Es mejor que volvamos; no hace falta seguir adelante.»

Yo le dije: «Yo nunca vuelvo atrás. Si no vienes, iré yo solo.» Él insistió: «Estoy diciendo que no hace falta…».

Yo respondí: «Puede que no sea una necesidad para ti, pero para mí sí lo es. Tengo que tomar una decisión porque para mí el amor es un fenómeno religioso, mientras que Dios no lo es. Dios sólo es una hipótesis. No significa nada porque no tiene ningún referente.

Y el amor es un fenómeno religioso. A menos que se comprenda en su totalidad, el hombre acabará sintiéndose desgraciado por algo que podría haber divinizado su vida. La misma cosa que podría haber sido su cielo, se convertirá en su infierno porque no la comprende. Y ciertamente se trata de un arte. ¿A quién le importa Dios? Así que empieza a decir algo que tenga sentido. Hemos venido aquí a comprender la religión, no a oír tonterías.»

«Pero -dijo-, en todo el programa del curso no se menciona el amor, ni la libertad, ni la individualidad, ni el silencio… tenemos que completarlo.»

Las universidades completan sus programas sin preocuparse por la vida real del ser humano, por sus problemas reales.

Como hablo de cosas simples, mucha gente siente que no tienen nada que ver con la religión, que la religión no debe ser así. Tienen la idea de que la religión son hipótesis muy complicadas y abstractas; puedes pensar mucho en ellas pero no van a cambiar tu vida, te vas a quedar igual.

Puedes ser hindú, mahometano o cristiano, eso no importa; tus problemas reales son los mismos. Tus problemas irreales son diferentes, pero esos problemas irreales no son más que una carga para la mente.

Es posible entenderme si dejas la mente y su complicado mecanismo a un lado. No es necesaria porque mi trabajo es de corazón a corazón.

Yo hablo desde el corazón.

No soy un teórico, no hablo desde la mente. Derramo mi corazón en ti, pero si estás escuchándome desde la mente te lo vas a perder.

Si estás dispuesto a abrir otra puerta a tu ser, si estás preparado a escuchar desde el corazón, entonces las cosas que digo son tan simples que no hace falta creer en ellas, porque no hay forma de no creérselas. Son tan simples que no hay forma de dudar de ellas.

Yo estoy en contra de las creencias por la simple razón de que no hace falta creer nada de mi enseñanza. Estoy a favor de la duda, porque mis enseñanzas son tan simples que no puedes dudar de ellas. Todas las religiones del mundo insisten en la importancia de la fe, porque se puede dudar de lo que enseñan. Y todas están en contra de la duda porque la duda destruye todo su edificio.

Yo soy simple y real. No soy metafísico; por eso no hace falta creer en mí. Si me has oído, nacerá en ti una confianza que no es fe, es más parecida al amor; aunque intentes dudar, no podrás. Y cuando no puedes dudar de algo hay una confianza real, sin sombra de duda. Es algo que te transforma simplemente por estar dentro de ti.

En toda la historia del ser humano, sólo Mahavira hizo una distinción notable, que es significativa en este caso. Dijo que hay dos formas de llegar a la verdad. Una es la vía de Shravaka. Shravaka significa el que puede oír, el que es capaz de oír desde el corazón. Después no tiene que hacer nada especial. Simplemente oír es suficiente; saldrá transformado. La otra vía es la del monje, que tendrá que poner todo su empeño en llegar a la verdad.

Mi esfuerzo no ha ido dirigido a crear monjes. Por eso he elegido hablar: porque con sólo oírme, puedes renacer. No hace falta poner nada de tu parte, excepto que estés dispuesto a abrir las puertas de tu corazón. Con sólo dejarme entrar, no volverás a ser el mismo.

He visto ¿cambiar a miles de personas sin que ellas mismas lo supieran; el cambio ha sido drástico, pero ha ocurrido de manera soterrada. La mente no ha podido participar en él, ha sido de corazón a corazón.

Esta gente no ha necesitado terapias. Esta gente no han necesitado ninguna meditación. Si escuchan de esta forma que os describo, esa es su meditación, esa es su terapia y esa es su revolución.

Amado Osho,

Te he oído ensalzar el «comuna-ismo» como sistema económico óptimo, el compartir igualitario de la abundancia y de la riqueza por parte de la familia humana. Sin embargo, también te he oído decir que los pobres deben ser elevados al nivel de los ricos en lugar de que los ricos se vean arrastrados a un nivel de pobreza, tal como ha ocurrido en todas las sociedades de este tipo que han existido. ¿Cómo pueden los ricos compartir la riqueza ahora, y vivir en el «comuna-ismo», sin verse arrastrados hacia la mediocridad económica?

Lo primero de todo es que la gente rica del mundo debería comenzar a vivir, en comunas. ¡Que haya comunas de gente rica!, así no se verán privados de su nivel de vida, de sus comodidades, de sus lujos. Que haya cientos de comunas de gente rica en todo el mundo, comunas ricas.

Para mí, la riqueza implica cierta creatividad. Si se juntan cinco mil personas ricas que hayan creado su riqueza individualmente, podrán crear una riqueza un millón de veces mayor. Su nivel de vida no bajará; incluso puede que aumente. O tal vez empiecen a compartir. Pueden empezar al invitar a gente que no sea rica pero que aporte otro tipo de creatividad, gente que pueda enriquecer la vida de la comuna aunque sea pobre.

Cinco mil personas ricas juntas, con todo el genio de que disponen

para crear riqueza, son capaces de crear tanta riqueza que pueden invitar a otros miles de personas que no sean tan ricas en el sentido monetario, pero que sean ricas como pintoras, poetas, bailarines o cantantes.

¿Qué vas a hacer con tu riqueza? No puedes usar el dinero como un instrumento musical; no eres un gran bailarín por el hecho de tener mucho dinero en el banco. Las comunas ricas pueden empezar a crecer absorbiendo a más gente creativa cada vez. Estas comunas ricas necesitarán todo tipo de cosas.

Hablando de las comunas ricas me vienen a la memoria la comunidad jaina. Hubo un tiempo, en India, en la historia del jainismo… porque la comunidad jaina es pequeña y está formada por gente rica. En India no puedes encontrar ni un solo jaina mendigo, ni un solo jaina huérfano. Antiguamente, una de las reglas fundamentales: era que si un jaina era pobre, entonces todos los demás jainas hacían pequeñas contribuciones a su patrimonio.

Por ejemplo, si necesitaba una casa, toda la comunidad se la pro- porcionaba. Unos ponían la madera, otros los ladrillos, otros las baldosas, y la comunidad como tal le proporcionaba un poco de dinero para que pudiera echar a andar. Así se transformaba a un hombre pobre en un hombre rico. Nadie estaba obligado a hacerlo, todo surgía de la generosidad. Y después ese hombre haría lo mismo por cualquier recién llegado a la comunidad.

Me estás preguntando qué deberían hacer los ricos. Allí donde sea posible deberían renunciar a su propiedad privada y crear una comuna rica; y esto puede hacerse en cualquier parte, en todas partes. Pueden hacer lugares preciosos en todo el mundo, y lentamente, muy lentamente, cada vez más gente puede ir siendo absorbida.

Por ejemplo, por muy rico que seas necesitarás fontaneros, necesitarás mecánicos, necesitarás zapateros. Invítales, pero no para que sean tus sirvientes, sino para que sean miembros de tu comuna. Enriquecerán la comuna haciendo lo que mejor saben hacer. Y el deber de la comuna es elevarles el nivel de vida general.

Poco a poco podemos transformar todo el mundo, sin derramamiento de sangre y sin dictaduras.

Un comunismo surgido del amor, de la inteligencia, de la generosidad, será real. El comunismo al que uno está obligado es irreal. Y no hay ni una sola persona en todo el mundo, por muy pobre que sea, que no tenga ninguna contribución que hacer.

Esto me recuerda a Abraham Lincoln… ¡Me encanta esta anécdota! Era su primer discurso presidencial en el Senado. Era hijo de un hombre humilde, su padre era zapatero; en India habría sido un intocable. En América la gente también se sentía irritada porque el hijo de un zapatero, hubiera llegado a presidente; naturalmente los aristócratas, los ricos, los superricos estaban enfadados. El primer día, cuando iba a dirigirse a ellos, había mucha tensión en el ambiente.

Cuando se puso de pie, uno de los aristócratas también se puso de pie y le dijo: «Señor presidente, antes de que empiece a hablar, me gustaría que recordara que su padre solía hacer zapatos para mi familia.

Ahora mismo estoy utilizando los zapatos hechos por su padre, espero que no lo olvide. El hecho de que haya llegado a la presidencia no significa nada. No olvide que es el hijo de un zapatero.»

Se hizo un silencio absoluto, no se oía ni el vuelo de una mosca. Todo el mundo pensaba que Abraham Lincoln se sentiría avergonzado, pero en lugar de sentirse él avergonzado, hizo que todo el Senado se avergonzara.

Dijo: «Está bien, estoy inmensamente agradecido de que me recuerde a mi padre»; sus ojos se llenaron de lágrimas. Y continuó: «¿Cómo podría olvidarlo? Sé que era un zapatero perfecto y yo nunca podré ser un presidente tan perfecto. No puedo ganarle al anciano.

Usted sigue llevando los zapatos que él hizo, muchos de ustedes deben de llevarlos. Si no son de su medida, si les rozan, si les incomodan, no se preocupen. Aunque mi padre haya muerto, me enseñó lo suficiente de su arte como para poder reparar sus zapatos. Pero yo no puedo reemplazarle; era un maestro perfecto. Yo sólo soy un aficionado, pero puedo reparar sus zapatos y siempre recordaré que al menos debo intentar ser tan buen presidente como él zapatero. No puedo esperar ser mejor que él, eso es imposible, le conocí muy bien.»

El hombre más pobre del mundo también tiene algo con lo que contribuir…

Crea comunas ricas y de repente te darás cuenta de que necesitas a mucha gente, no sólo a los ricos. Puede que ellos sean capaces de crear riqueza, pero la riqueza no lo es todo.

La vida es mucho más que la riqueza. Hacen falta tantas cosas que tendrás que invitar a mucha otra gente de manera natural. Las comunas ricas de todo el mundo necesitarán gente; y poco a poco, tu comuna será cada vez mayor. Los ricos no se harán más pobres sino que los pobres se harán más ricos, y respetables, e iguales -de ninguna forma inferiores a los demás-, porque ellos también funcionarán de la misma forma que todos los: demás. Y la destreza que ellos aportan es tan necesaria como la de cualquier otra persona.

Yo lo concibo como una flor que se abre, que crece: todos sus pétalos se abren. Una comuna plenamente desarrollada, completa; a la que no le falte nada, no estará compuesta únicamente por gente rica. Mucha gente pobre se habrá hecho rica. Y ellos también contribuirán; no serán una carga, no serán mendigos. Tendrán su orgullo. No puedes existir sin ellos.

Podemos transformar toda la tierra en una sociedad rica, pero la transformación debe empezar como te estoy diciendo: no con la dictadura del proletariado, sino con comunas de gente rica.

Amado Osho,

Me sentí muy afectado cuando hablaste la otra noche de Rajen, porque soy amigo suyo y siento que Te ama tanto como antes. Siento que dejar el mala y la ropa roja sólo es un intento de vivir algo nuevo.

Sin embargo, debo admitir que después de trabajar con él durante años, en el último grupo en que participé hace unos días noté que la cualidad de su trabajo era diferente: eché de menos la sensación de Tu presencia a través de él. Por favor, comenta.

Tu pregunta misma es la respuesta. Si me amara, mi presencia se

habría hecho más tangible en sus grupos. Si mi presencia ha desaparecido de sus grupos, entonces lo que él llama amor es sólo una palabra vacía. Es algo muy simple.

El hecho de dejar el mala y la ropa roja no es lo que importa, porque yo mismo lo he permitido. Pero lo que está diciendo a sus grupos es: «Yo solía servir a Osho a través de la entrega. Ahora sigo sirviéndole liberándoos de él.»

Todo el mundo está libre de mí. Nadie tiene que trabajar para hacer que la gente se libere de mí. Todo el mundo está ya libre de mí.

Pero, ¿por qué se echa de menos mi presencia? Él ha perdido contacto con mi corazón; su corazón ya no late con el mío. Y esto no ocurre únicamente con Rajen. Pasa lo mismo con muchos otros terapeutas. Sólo unos pocos han pasado la prueba de fuego, como Prasad. No sólo ha seguido igual, sino que se ha implicado más profundamente conmigo sobre una nueva base, un nuevo florecimiento de amor. En sus grupos, mi presencia se ha hecho más profunda. Y su trabajo ha cambiado; su terapia se ha hecho diferente, más eficaz.

Pero todas estas personas son inconscientes. Su amor no es el amor al que yo me refiero. Quizá, como mucho, su amor significa que no me odian. Incluso eso estaría muy bien, ya que la mayoría de ellos puede que se sientan enfadados conmigo por la simple razón de que se han acostumbrado a ser solamente seguidores. Toda la responsabilidad era mía. Ahora les he devuelto la responsabilidad; puede que estén enfadados, tienen que estarlo. Pueden seguir repitiendo como loros: «Te quiero», pero sus acciones no lo demuestran.

Ananda Teertha, junto con algunos otros, han abierto una academia de meditación en Italia. Devageet estaba entre ellos. Trabajó duro para encontrar el lugar y ponerlo a punto, pero al final se sintió muy decepcionado porque los demás no querían que mi nombre se asociara con la academia.

Devageet dijo: «He estado trabajando día y noche para que pudiéramos crear una academia para Osho, y ¡no queréis ni mencionar Su nombre en el programa.» Todos habían puesto sus fotografías en el programa y no querían que apareciera la mía.

Devageet tuvo que irse decepcionado. Todos dicen «queremos a Osho», pero no me mencionan en el programa y tampoco me mencionan en los grupos. Y sus grupos están llenos de sannyasins, de sannyasins que acuden por mí. Devageet dejó claro que lo que hacen es pura explotación. «Esta gente viene a vuestros grupos por Osho, no por vosotros. Y ya no estáis trabajando para Osho.»

Devageet vino a verme en Creta, y le dije: «No te alteres. Así es como funciona la humanidad inconsciente. Deja que sigan haciendo lo que hacen. Si es bueno para la gente, la gente continuará acudiendo a ellos; sino no lo es, desaparecerán.»

«Pero -dijo-, me duele porque tú hiciste de ellos grandes terapeutas. Hiciste que fueran famosos en todo el mundo.»

Yo dije: «No entendéis la lógica de la mente inconsciente: ahora están tomándome la revancha. No pueden perdonarme porque yo les hice; sienten cierta inferioridad y les gustaría proclamar su superioridad. Dejad que lo hagan, no os preocupéis. Así es como se mueve el mundo.»

Para mí el hecho de que mi nombre se asocie con su academia no supone ninguna diferencia; hay miles de terapeutas en el mundo que no tienen que ver conmigo y estos pocos pueden estar entre ellos. Quizá se den cuenta, antes o después, de que lo que hacen es feo, no es amoroso, y más hacérselo a la persona que les ha dado fama mundial; de no ser por su asociación conmigo nadie les conocería, nadie habría oído hablar de ellos.

Pero el problema es el siguiente: es muy difícil perdonar a una persona que te ha ayudado, sea de la forma que sea. No puedes pagarme; no hay forma de saldar la cuenta, y te sientes en deuda. Esa inferioridad que sientes por no haberte hecho a ti mismo crea ira, revancha. Pero todo esto irá desapareciendo.

Simplemente mira tu pregunta; Dices que has estado con Rajen y que sientes que: «Te ama tanto como antes.» y sin embargo observas que ya no estoy presente en su trabajo; estoy ausente.

¿Puedes ver la contradicción? Si me ama, yo debería estar más presente y él debería estar más ausente. Si me ama totalmente, entonces sólo yo estaré presente y él no estará presente en absoluto; de otro modo la palabra «amor» es sólo eso, una palabra usada como la usa todo el mundo.

Pero esta gente entenderá pronto. Tardarán algún tiempo porque mientras estaban conmigo y trabajan con gente en terapia grupal, era como si estuvieran alimentados constantemente por mi amor.

Pronto se darán cuenta de que ese alimento ya no está presente porque sus corazones están cerrados y empezarán a sentirse cansados, agotados, porque toda la gente que acuda a sus terapias les quitará energía. Pronto se darán cuenta de que han perdido sus raíces y ya no pueden florecer. Pero tardarán algún tiempo. Si cortas las raíces, las flores pueden mantenerse algunos días más, pero no muchos.

Dejad que lleguen por sí mismos a comprender que aquí trabajaban con mucha gente -trabajaron con miles de personas- y nunca sentían que se les agotara su energía. No eran conscientes de que era así porque tenían sus raíces dentro de mí.

Pero en nombre de la libertad, han retirado sus raíces. Comenzarán a morir. Sería triste que no lo entendieran.

Capítulo 8

La Cabeza es Obligatoria, pero la Gorra, No

Amado Osho,

Dijiste la otra mañana que al niño se le obliga a ser obediente. Ese niño aún está presente en mi caso: detesto que me digan lo que tengo que hacer. En cierto sentido esto debería ser un problema para la otra persona; sin embargo, insisto en hacer de ello mi problema porque reacciono con ira, con resentimiento y necesito justificarme a mí mismo. Está claro que los que mandan, a su vez, detestan ser mandados. Parece como si todos estuviéramos atrapados en una misma red intrincada, representando papeles diferentes en distintos momentos.

Como adulto, ¿cómo puedo convertir la reacción en respuesta y responsabilidad?

Lo primero que hay que entender muy claramente es a qué me refiero cuando hablo de desobediencia. No es el mismo concepto de desobediencia que encontrarás en el diccionario. Mi idea de desobediencia no es detestar que te digan lo que tienes que hacer o hacer justo lo contrario en reacción.

La obediencia no requiere inteligencia.

Todas las máquinas son obedientes; nadie ha oído nunca hablar de una máquina desobediente. La obediencia también es algo simple. Te descarga de cualquier responsabilidad. No hace falta reaccionar, basta con hacer lo que se te dice. La responsabilidad pertenece a la persona que da la orden. De alguna forma eres muy libre: no puedes ser condenado por tu acto.

Después de la Segunda Guerra Mundial, en los juicios de Nuremberg, muchos de los altos cargos de Hitler simplemente dijeron que ellos no eran los responsables y que no se sentían culpables. Simplemente habían sido obedientes: habían hecho lo que se les dijo, y lo habían hecho con toda la eficacia de que eran capaces.

De hecho, a mí no me parece justo hacerles responsables, condenarles, castigarles y enviados al patíbulo. No fue un acto de justicia, sino de revancha. Si Adolf Hitler hubiera ganado la guerra, entonces la gente de Churchill, la gente de Roosevelt, la gente de Stalin o incluso ellos mismos se habrían encontrado en la misma situación y habrían dicho exactamente lo mismo, que no eran responsables.

Si Stalin hubiera estado en el estrado durante el juicio, habría dicho que estaba cumpliendo órdenes de la comandancia del partido comunista. No era responsabilidad suya, porque él no había tomado la decisión; no había hecho nada por sí mismo. Por eso, si quieres castigar a alguien, castiga al que dio la orden. Pero estás castigando a alguien que simplemente realizó lo que todas las religiones enseñan y lo que todos los líderes del mundo enseñan: obediencia.

Obedecer es simple; desobedecer requiere un nivel de inteligencia un poco más alto. Cualquier idiota puede ser obediente; de hecho, sólo los idiotas pueden serlo. La persona inteligente está obligada a preguntar por qué: «¿Por qué habría de hacerlo?» Y a decir: «A menos que conozca las causas y las consecuencias, no voy a participar en ello.» En este caso se está haciendo responsable.

La responsabilidad no es un juego. Es una de las formas más auténticas de vivir -aunque también de las más peligrosas-; pero no implica desobedecer por desobedecer. Eso sería ser idiota.

Recuerdo una historia de un místico sufí, Mulla Nasruddin. Desde que nació todos pensaban que entendía todo al revés. Daba muchos problemas a sus padres. Si le decían: «Vete a la derecha,» él iba a la izquierda. Finalmente, su padre pensó que en lugar de preocuparse por él, mejor sería decirle lo contrario: si quería que fuera a la izquierda, le ordenaría que fuera a la derecha; seguro que acababa yendo a la izquierda.

Un día estaban cruzando un río. Llevaban sobre el burro un gran saco de azúcar que estaba inclinado hacia la derecha, con lo que había peligro de que se deslizara y cayera al río; el saco tenía que permanecer en equilibrio encima del burro. Pero decir a Nasruddin «Mueve el saco a la izquierda», significaría perder el azúcar porque lo movería hacia la derecha.

Por eso le dijo: «Hijo mío, el saco se desliza; muévelo a la derecha.» y Nasruddin lo movió hacia la derecha.

El padre añadió: «¡Qué extraño, has sido obediente por primera vez!».

Y Nasruddin respondió; «has sido astuto por primera vez. Sabía que querías que moviera el saco a la izquierda; podía ver perfectamente hacia dónde había que moverlo. Pero no puedes hacerme obedecer ni de esa manera tan sutil.»

El simple hecho de no obedecer no hace que aumente tu inteligencia. Sigues en el mismo plano, eres obediente o desobediente, pero tu inteligencia no cambia.

Para mí la desobediencia es una gran revolución.

No significa decir un no absoluto a cada situación. Simplemente significa decidir entre hacer algo o no hacerlo, decidir si va a ser beneficioso para ti o no. Significa asumir cierta responsabilidad sobre uno mismo. No se trata de detestar a la persona o de detestar las órdenes, porque en ese odio no puedes ser obediente ni desobediente; estás actuando muy inconscientemente. No puedes actuar inteligentemente.

Cuando se te dice que hagas algo, se te da la oportunidad de responder. Quizá lo que se te dice esté bien, en tal caso hazlo y agrádesele a esa persona que te lo haya dicho en el momento adecuado. Quizá no esté bien, entonces aclara la situación. Expresa las razones por las que no está bien y después ayuda a esa persona: su pensamiento está siguiendo un camino equivocado. En cualquier caso no hay ningún lugar para el odio.

Si está bien, hazlo amorosamente.

Sino está bien, entonces se necesita aún más amor porque tendrás

que decírselo a la persona, explicarle por qué- no está bien. …

El camino de la desobediencia no consiste en estancarse, en ir en contra de todas las órdenes sintiendo ira, odio y revanchismo, contra esa persona. El camino de la desobediencia es un camino de gran inteligencia.

Por eso, en último término, no se trata de obediencia o desobediencia. Si la cuestión se reduce al hecho básico, simplemente se trata que una cuestión de inteligencia: compórtate de manera inteligente. Unas veces tendrás que obedecer y otras tendrás que decir: "Lo siento, no puedo hacerlo." Pero no es una cuestión de odio, no es una cuestión de revancha, de ira. Si surgen el odio, la ira o el revanchismo, eso significa que lo que se te está diciendo es justo, pero obedecerlo contradice tu ego, hiere tu ego. Y ese dolor brota como odio, como ira.

Pero en ese momento no es tu ego lo que está en cuestión, sino el acto que tienes que hacer; y tienes que usar toda tu inteligencia para descifrarlo. Si es correcto, sé obediente; si está equivocado, sé desobediente. Pero sin conflicto, sin sentirte herido.

Si obedeces es más fácil porque no tienes que explicar nada a nadie. Pero si no vas a obedecer entonces debes una explicación. Y quizá tu explicación no sea correcta. Entonces tienes que volverte atrás, tienes que hacerlo.

El ser humano debe vivir inteligentemente, eso es todo. Entonces cualquier cosa que haga es su responsabilidad.

Lo que pasa es que ni los grandes intelectuales viven inteligentemente. Martin Heidegger, uno de los mayores intelectuales de su tiempo, era seguidor de Adolf Hitler. Y después de que Adolf Hitler fuera derrotado y quedara expuesta su animalidad, brutalidad, criminalidad y violencia fundamentales, incluso Martin Heidegger se acobardó y dijo: «Sólo estaba siguiendo al líder de la nación

Pero la tarea del filósofo no es seguir al líder de la nación. De hecho, su deber básico es guiar a los líderes de la nación, no dejarse guiar por ellos, porque al estar fuera de la política activa, su visión es más clara. Él tiene cierta distancia y puede ver cosas que la gente implicada en la acción no ve.

Pero es fácil quitarse la responsabilidad…

Si Adolf Hitler hubiera obtenido la victoria, estoy seguro de que Martin Heidegger hubiera dicho: «Ha salido victorioso por seguir mi filosofía.» Y ciertamente era un gran intelectual comparado con Adolf Hitler. Adolf Hitler sólo era un retrasado. Pero el poder…

Se nos ha educado para seguir a los poderosos: al padre, a la madre, al profesor, al sacerdote, a Dios. En esencia, se nos ha dicho que quien tiene el poder está en lo correcto: «El poder tiene razón.» Y tienes que seguirlo. Es algo simple que no requiere inteligencia. Es simple porque nunca se te puede decir que es tu responsabilidad, que eres responsable de cualquier cosa que pase.

En todos los ejércitos del mundo se dedican años de preparación a enseñar una sola cosa, y esa cosa es obediencia. En Alemania, en la Segunda Guerra Mundial, entre los directores de los campos de concentración había buenas personas. Eran buenos padres, buenos esposos, buenos amigos. Nadie hubiera concebido -observándoles con su familia, con sus amigos, en el club- que esta gente estaba quemando a miles de judíos cada día.

Y no se sentían culpables en absoluto, porque sólo se trataba de seguir órdenes superiores. Ese es todo el adiestramiento: tienes que seguir las órdenes. Se ha convertido en parte de su sangre, de sus huesos y de su médula. Cuando llega la orden, el único camino a seguir es la obediencia.

Así es como el ser humano ha vivido hasta ahora, y por eso digo que la obediencia es uno de los mayores delitos, porque todos los delitos nacen de ella. Te priva de la inteligencia, de la capacidad de decisión, te priva de responsabilidad. Te destruye como individuo. Te convierte en un robot.

Por eso defiendo la desobediencia. Pero la desobediencia no es sólo ir en contra de la obediencia. La desobediencia está por encima de la obediencia y de lo que llaman desobediencia en los diccionarios. Desobedecer es únicamente afirmar tu inteligencia: «Tomo la responsabilidad y haré todo según lo sienta en mi corazón, en mi ser. No haré nada que vaya en contra de mi inteligencia.»

Toda mi vida, desde la infancia hasta la universidad, fui condenado por ser desobediente. E insistía: «No soy desobediente. Simplemente estoy tratando de averiguar por mí mismo, con mi propia inteligencia, lo que está bien, lo que debe hacerse, y asumo toda la responsabilidad por ello. Si algo va mal, es culpa mía. No quiero condenar a nadie porque me haya dicho lo que tengo que hacer.»

Pero fue muy difícil para mis padres, para mis maestros de escuela, para mis profesores universitarios. En mi escuela era obligatorio llevar gorra y yo entré a la escuela sin gorra. El maestro me dijo inmediatamente: «¿Eres o no eres consciente de que la gorra es obligatoria?»

Yo dije; «Algo como llevar la gorra no puede ser obligatorio. ¿Cómo puede ser obligatorio ponerte algo en la cabeza o no ponértelo? La cabeza es obligatoria, pero la gorra no. Y yo he venido con la cabeza; quizá tu hayas venido sólo con la gorra.»

Él dijo: «Pareces un tipo raro. En el código de conducta escolar está escrito que ningún estudiante puede entrar en la escuela sin gorra.»

Yo respondí: «Entonces hay que cambiar el código. Está escrito por seres humanos, no por Dios; y los seres humanos comenten errores.»

El profesor no podía creérselo. Dijo: «¿Qué problema tienes? ¿No

puedes simplemente ponerte una gorra?»

Yo dije: «El problema no es la gorra; quiero averiguar por qué es obligatoria, cuáles son las razones, los resultados. Si no eres capaz de…, puedes llevarme al director y lo discutimos.» Y tuvo que llevarme al director.

En India, los bengalíes son la gente más inteligente; no usan gorras.

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