En la nueva economía de dios el modelo del diezmo es desplazado por la ofrenda (página 2)
Enviado por Efrain Lemus
La Iglesia Adventista del Séptimo Día comenzó a aplicar el diezmo en todas sus congregaciones en los Estados Unidos en 1861 con la siguiente declaración: "Proponemos a los amigos que den un diezmo, o una décima parte de sus ingresos, estimando sus ingresos en un diez por ciento de lo que poseen.- Good Samaritan [El buen samaritano], No. 5, enero, 1861". (Arturo L. White, El diezmo: Historia y uso, P.2 www.contestandotupregunta.org/EL%20DIEZMO%20EN%20LA%20IG…).
En relación con las Iglesias Bautistas del Sur, el doctor Russell Earl Kelly, uno de los teólogos más respetados en esa institución, afirma que hasta 1963 el diezmo no era una doctrina declarada o estatutaria en esa Organización religiosa: "¡No hay textos sobre el diezmo hasta 1963! ¡La doctrina ha sido cambiada! ¡Los Bautistas del Sur, en todas partes, rechazan esta falsa doctrina del diezmo! Nuestro liderazgo está cambiando la doctrina histórica Bautista pero no la defiende porque no puede ser defendida con honestidad, en el contexto de la Palabra de Dios". (Russell Earl Kelly Los Bautistas y el diezmo, citado por Mario Revel en: www.mrevel.org/estudios-biblicos/los-bautistas-y-el-diezmo).
En la América dominada por el Imperio Español, el diezmo era cobrado directamente por los funcionarios civiles de la Corona, pero bajo la condición de que ésta se encargara de la construcción, mantenimiento y remodelación de iglesias y parroquias y al mantenimiento de la Iglesia Católica. Este impuesto, correspondiente al 10 por ciento aproximado de los ingresos anuales, era cobrado a hacendados y propietarios de inmuebles rurales. Posteriormente fue abolido tras la Independencia de los diferentes estados, pues era considerado molesto por los terratenientes criollos. (EL DIEZMO: Las indulgencias del tiempo moderno, trigoahogado.blogspot.com/…/el-diezmo-las-indulgencias-del-tiempo.ht…).
Desde mediados del siglo XIX hasta el presente siglo XXI la mayoría de las Iglesias Evangélicas de línea Reformada aplicaron aquel diezmo que en el Antiguo Testamento había sido dado a la nación de Israel. Asimismo todas las Iglesias con carácter de Denominación o Independientes, que han surgido en los últimos dos siglos, indistintamente, imponen el diezmo y otras ofrendas judías a su feligresía. El sistema de diezmos del Antiguo Testamento, que fue estipulado para la nación de Israel en un período específico de la historia y con exclusividad para la familia sacerdotal de los levitas, junto a otras ofrendas, como por ejemplo las Primicias de los primeros frutos, hoy día, anacrónicamente, se han convertido en parte importante de la enseñanza relacionada con la prosperidad en casi todas las iglesias evangélicas. Lo más inaudito, es observar que muchas de estas iglesias, utilizan pasajes antiguo-testamentarios, como Malaquías capítulo 3, con tanta vehemencia, que crean sentimientos de culpabilidad en los congregantes, acusándolos hasta de ladrones o diciéndoles que les caerá maldición divina si no llegan a dar sus diezmos.
Los extremos a los que se llegan, en el intento de convencer al pueblo de Dios de que esta enseñanza es aplicable a nuestro tiempo, en muchos casos rayan en el ridículo. Se manipula de forma insolente, la interpretación de las Escrituras, para que estas se ajusten a los postulados expuestos por los ministros codiciosos de ganancias deshonestas. Son muchos los pastores y tele-evangelistas que se han enriquecido, empleando la estratagema del diezmo de la Ley en sus iglesias. En la opinión de Christian Díaz Pardo: "Estas iglesias son lugares sobre los que no se pone la lupa, no son escrutados, y creo que se pueden prestar a una especie de delincuencia organizada". (González: falsos profetas', primer largo metraje del chileno Díaz Pardo, la explotación de la fe. Pablo De Llano México abril 2015, Diario El País.com).
Repercusiones teológicas de intentar vivir según la ley de Moisés
Según la Palabra de Dios todos los que dependen de las obras de la Ley están bajo maldición (Gá. 3:10). Cabe señalar, que el sistema del diezmo está enclaustrado dentro de las obras de la Ley. Santiago testifica que quien cumple con un mandamiento de la Ley pero no cumple todos los demás se hace culpable de todos: «Porque cualquiera que guarda toda la Ley pero ofende en un solo punto se ha hecho culpable de todo» (Stg. 2:10). El apóstol Pablo, sostiene claramente que los salvos en Cristo: "No estáis bajo la ley, sino bajo la gracia" (Ro.6:14). Y quienes son "guiados por el Espíritu, no están bajo la ley". (Gá.5:18). Esto se entiende por el hecho del sacrificio de Cristo. Cuando Cristo murió en la Cruz del calvario cumplió con la Ley y la clavó en la Cruz (Co. 2:14-16; Ef.2:15; Hebreos 7:18-19). Como nadie hay que la cumple, Sus demandas destruyen toda suficiencia propia y señalan la gracia de Dios en Cristo como único medio para la salvación y la bendición del hombre.
Frente a esta obra divina la única actitud que cabe al hombre es la de la sumisión y la fe. El régimen de la Ley es, por lo tanto, un paréntesis disciplinario, ya que un conjunto de preceptos jamás podía ser medio de dar la vida (Gá. 3:10-14, 21). Los creyentes que reciben la adopción de hijos no están bajo el sistema legal, sino bajo la gracia (Ro. 6:14, 15; 7:4). Las obras suyas se realizan por la potencia del Espíritu Santo que mora en ellos (Ro. 8:2-17; Gá. 5:17-24). Mantener una postura apegada a la Ley mosaica, es invalidar el sacrificio de Cristo y desconocer la Gracia de Dios y la salvación por la fe. Esto lo sabían los líderes del Primer Concilio de la Iglesia, porque cuando supieron que Dios se había revelado también a los gentiles, tomando de entre ellos pueblo para Su nombre, se dieron cuenta que no podían darle continuidad a un sistema, que desde la circuncisión, hasta todas las demás prácticas legalistas mosaicas, se había convertido en pesado yugo sobre los hombros de los mismos israelíes. Lo cual es admitido por uno de los prominentes apóstoles, a la sazón, de la Iglesia incipiente en Jerusalén, cuando hace estas declaraciones: "Entonces, ¿por qué tratan ahora de provocar a Dios poniendo sobre el cuello de esos discípulos un yugo que ni nosotros ni nuestros antepasados hemos podido soportar? 11 ¡No puede ser! Más bien, como ellos, creemos que somos salvos por la gracia de nuestro Señor Jesús" (Hech. 15:10-11).
En la nueva economía de Dios la ofrenda desplaza al diezmo
Aunque el Nuevo Testamento no obliga a dar un porcentaje específico, la Iglesia no queda eximida del compromiso de aportar, antes bien, nos enseña que el cristiano debe dar a la medida de Cristo y por amor a Él, de acuerdo con las necesidades de la Iglesia y sus propias posibilidades. El principio de entregarle a Dios lo mejor que tenemos permanece vigente. Debemos honrar y respetar a Dios, hoy como ayer, y Él sigue esperando que aquellos que le adoran se entreguen a Él por completo. El diezmo era una manera de expresar, a través de lo económico, el amor a Dios de todo corazón, y el amor al prójimo como a uno mismo (Lv. 19:18; Dt. 6:4-9). También hoy, los creyentes deben reconocer que todo cuanto poseen les fue dado por Dios y que deben administrarlo como mayordomos responsables, preguntándole al Señor cuál es Su voluntad respecto de todo aquello que puso en sus manos (Biblia de Estudio de Apologética, Nashville Tennessee, Holman Biblie Publishers 2011, P. 1266).
Algo que todos los creyentes debemos tener muy en claro es que: "en el Nuevo Testamento la práctica de ofrendar supera al diezmo, ya que no se hace por imposición, sino por gratitud y con alegría (2 Co. 9:7)". (Alfonso Lockward: Nuevo Diccionario de la Biblia, 1999, p. 293).
La Ofrenda en la enseñanza del apóstol Pablo
El apóstol Pablo enseña espléndidamente a la iglesia de los corintios en cuanto al dar, citando el hermoso ejemplo en cuanto a ofrenda de la iglesia de los macedonios: "«Asimismo, hermanos, os hacemos saber la gracia (es decir, la gracia de dar) de Dios, que se ha dado a las iglesias de Macedonia" (2 Corintios 8:1,9). Para Pablo, el dar es una tal gracia que él utiliza la palabra griega cinco veces en este breve texto: En el versículo uno dice "la gracia" (charin); en el versículo cuatro, "el privilegio" (charas); en el versículo seis, "esta obra de gracia" (charin); en el versículo siete, «en esta gracia (de dar) (chariti); y en el versículo ocho, "la gracia" (charin). Dar es un asunto de gracia, de comienzo a fin. (Kent R. Hughes, Disciplinas de un hombre piadoso, 1994, p. 79). Si la gente ofrendara porque algún maestro del "evangelio de la prosperidad" los hubiera convencido de que Dios los recompensaría, entonces su ofrenda ya no sería una "gracia". Para agradar a Dios, la dádiva debe provenir de un corazón sincero, como un acto voluntario, sin ninguna expectativa de recibir alguna recompensa personal, apostilla el doctor Peter Masters, en su libro: El Privilegio de la Mayordomía Cristiana, Newington, Londres, 1970, P. 5).
Pablo continúa indicando: "que en grande prueba de tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su generosidad" (2 Corintios 8:2). Los macedonios eran profundamente pobres, pobres de verdad. No sólo eran paupérrimos, sino que además estaban "en grande prueba de tribulación". El sentido literal de esto es que estaban siendo acosados por las dificultades de su condición de cristianos. Su entorno social los rechazaba y los acosaba más y más por su devoción a Cristo, de modo que se encontraban dentro de una implacable olla de presión. Su situación era insoportable: pobreza extrema y duras pruebas. Pero de todo esto brotaba una gracia increíble, de modo que su profunda pobreza y sus duras pruebas se combinaban para producir un gozo abundante y "abundaron en riquezas de su generosidad". Esto era el resultado del dar de gracia. "Rogándonos con insistencia que les concediéramos el privilegio de tomar parte en esta ayuda para los santos" (2 Co 8:4).
Lejos de necesitar que Pablo los exhortara, le rogaron que recibiera la dádiva que le enviaron. —Cualquiera sea la cosa que usemos o dispongamos para Dios, tan sólo es darle lo que es suyo. Todo lo que demos para fines caritativos no será aceptado por Dios, ni será para ventaja nuestra, a menos que, primero, nos demos nosotros mismos al Señor (Comentario de la Biblia Matthew Henry en un tomo 2003, P. 926). Los macedonios hicieron lo correcto: primero dieron su corazón a Dios y después a sí mismos a sus hermanos en Cristo, lo que, a su vez, dio como resultado que entregaran todo lo que tenían para la obra de Cristo. Es aquí donde el dar de gracia debe comenzar: en el darnos primero completamente a Dios. El dar de gracia no puede existir sin esto (Romanos 12:1). El inmutable hecho espiritual es que no hay forma de lograr madurez espiritual sin entregar al Señor todo lo que tenemos. Dios puede tener nuestro dinero y no nuestro corazón, pero no puede tener nuestro corazón sin tener también nuestro dinero. Jesús dijo: "Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón" (Mateo 6:21). (Kent R. Hughes, Op. Cit.).
Los creyentes debemos siempre tener la mirada puesta en el Reino de Dios y procurar depositar y asegurar nuestras riquezas en los bancos celestiales y no en los bancos terrenales. La exhortación está encaminada a no poner nuestra confianza en las riquezas terrenales que son inciertas y no contienen absolutamente ninguna garantía de que asegurarán nuestro porvenir: "No acumulen para sí tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido destruyen, y donde los ladrones se meten a robar. 20 Más bien, acumulen para sí tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido carcomen, ni los ladrones se meten a robar" (Mt. 6:19-20).
El apóstol Pablo también habló de la ley de la siembra y la cosecha (Gá. 6:7). Esta ley tiene matices resultadistas para la era presente y todavía para el siglo venidero. Por ejemplo, en el contexto del dinero, en un pasaje bastante difícil de interpretar, Jesús dijo: "Por eso les digo que se valgan de las riquezas mundanas para ganar amigos, a fin de que cuando éstas se acaben haya quienes los reciban a ustedes en las viviendas eternas" (Lc. 16:9 NVI). La posible inferencia del pasaje, es que podemos utilizar el dinero de este mundo para invertir en el Evangelio, de esa manera el Evangelio se propaga y se abre la posibilidad de que muchas almas sean ganadas para el Reino de Dios. Al final, quienes en esta tierra hayan invertido parte de su economía para los propósitos espirituales del Reino de Dios verán los resultados cuando lleguen a la presencia de Dios. La siembra abundante traerá cosecha abundante: "Recuerden esto: El que siembra escasamente, escasamente cosechará, y el que siembra en abundancia, en abundancia cosechará" (2 Co. 9:6 NVI).
Pablo aquí está siendo redundante en cuanto al concepto de dar, porque es bien sabido, que a diferencia de los cristianos macedonios, que se distinguían por ser muy generosos con la Obra de Dios, los corintios, por su parte, tenían algunas reticencias al respecto. Por lo mismo, el Apóstol los exhorta a actuar bajo un espíritu de generosidad: "Pero ustedes, así como sobresalen en todo—en fe, en palabras, en conocimiento, en dedicación y en su amor hacia nosotros—, procuren también sobresalir en esta gracia de dar" (2 Co. 8:7 NVI). Los cristianos de Corinto, debían saber que dar a la Obra de Dios es un acto de fe. "Sin fe es imposible agradar a Dios" (He. 11:6). Es una demostración de fe ante la crisis, ante la escasez y ante los temores que muchas veces nos sobrecogen de sufrir descalabros económicos. No obstante, cuando actuamos en fe, y damos a la Obra, movemos la dimensión en la que Dios se mueve. "Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra;" (2 Co. 9:8).
Cuando los cristianos damos a Su Obra, estamos mostrando que tenemos la misma naturaleza de Dios, quien es la fuente del verdadero amor y de donde emana Su generosidad (1 Jn. 4:10). El amor de Cristo nos impulsa a ser generosos y a actuar en su mismo Espíritu dadivoso. "Pues doy testimonio de que con agrado han dado conforme a sus fuerzas, y aún más allá de sus fuerzas, pidiéndonos con muchos ruegos que les concediésemos el privilegio de participar en este servicio para los santos" (2 Co. 8:3-4). Como J. C. Ryrie lo expresó: "Las ofrendas de los creyentes pobres tienen tanta dignidad como las ofrendas de un príncipe, porque Cristo toma en cuenta algo más que la simple cantidad de nuestra ofrenda. Él mira a la proporción de nuestra ofrenda en comparación con todos nuestros bienes, y también mira la abnegación que exige de nosotros." (Citado por Peter Masters, Op. Cit. P. 7).) El ejemplo máximo del significado de la Ofrenda lo tenemos en nuestro Señor Jesucristo, quien por amor a nosotros, lo entregó absolutamente todo (Ef. 5:25). "Ya conocen la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que aunque era rico, por causa de ustedes se hizo pobre, para que mediante su pobreza ustedes llegaran a ser ricos" (2 Co. 8:9).
Diferencias entre el diezmo del Antiguo Testamento y la Ofrenda del Nuevo Testamento.
En el Antiguo Pacto generalmente no diezmaban los pobres (esclavos, huérfanos y viudas quedaban exentos), no obstante, en la Nueva Economía de Dios nadie es excluido de dar (2 Co. 8.2-4).
En el Antiguo Pacto se imponía una cuota del 10%, en la Nueva Economía de Dios "cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado" (1 Co. 16:2).
En el Antiguo Pacto el diezmo era obligado, en la Nueva Economía de Dios que "Cada uno dé como propuso en su corazón" (2 Co. 9:7).
En el Antiguo Pacto se daba el diezmo independientemente de un sentimiento de gozo, en la Nueva Economía de Dios se invita a que: "Cada uno dé no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre" (2 Co. 9:7). Hay un nivel más allá de la obediencia en el dar. Es la alegría. Una vez que sentimos la alegría de dar, hemos recibido la bendición de dar (Smith, F., Sr. (1998). Leading With Integrity (Liderando con integridad), Vol. 5, p. 163).
Sostenimiento económico de los pastores de la Grey
El Nuevo Testamento enfatiza con lujo de claridad el hecho del sostenimiento económico de los predicadores del Evangelio. Jesús enseñó que: "el trabajador merece que se le dé su sustento" (Mt 10:10 NVI). Esta enseñanza de Jesús estaba bien clara en la mente del apóstol Pablo, ya que cuando tuvo que escribir respecto al apoyo económico que la Iglesia debe suministrar a los ministrantes del santuario, con gran seguridad e inmediatez, afirmó: "Así también el Señor ha ordenado que quienes predican el evangelio vivan de este ministerio" (1 Co. 9:14). Esta declaración, es la conclusión a toda una argumentación anterior, en la que el Apóstol, con el ánimo de dejar bien clarificada, entre los cristianos de Corinto, la idea del sostenimiento de los siervos de Dios, recurre a metáforas ilustrativas, tales como el soldado, el agricultor, y el pastor del rebaño. Pero sin duda, la metáfora más vívida, asociada con la realidad del trabajo ministerial la utiliza Pablo al comparar a los ministros del Evangelio con bueyes que aran la tierra. "Porque en la ley de Moisés está escrito: «No le pongas bozal al buey mientras esté trillando.» ¿Acaso se preocupa Dios por los bueyes, 10 o lo dice más bien por nosotros? Por supuesto que lo dice por nosotros, porque cuando el labrador ara y el segador trilla, deben hacerlo con la esperanza de participar de la cosecha" (1 Co. 9:9-10).
De que la importancia del sostenimiento económico de los ministros del Evangelio estaba bien delineada en los parámetros de la doctrina de Pablo es indiscutible. Años después, cuando le escribe a Timoteo y le enseña principios estructurales del ministerio, entre otras cosas le señala: "Los ancianos que dirigen bien los asuntos de la iglesia son dignos de doble honor, especialmente los que dedican sus esfuerzos a la predicación y a la enseñanza. 18 Pues la Escritura dice: «No le pongas bozal al buey mientras esté trillando», y «El trabajador merece que se le pague su salario»" (1 Ti. 5:17-18). De la misma forma, a los cristianos radicados en la provincia de Galacia, en su oportunidad, el Apóstol les indica que: "El que recibe instrucción en la palabra de Dios, comparta todo lo bueno con quien le enseña" (Gá. 6:6).
Sin embargo, los ministros del Evangelio deben tener muy en cuenta, que el mensaje de la verdad de Dios, corresponde presentarse a los oyentes en forma gratuita. Como bien lo remarcó Jesús a sus discípulos al decirles: "Lo que ustedes recibieron gratis, denlo gratuitamente" (Mt. 10:8 NVI). Siempre se deben "recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir" (Hech. 20:35 RV60). El ministro que no practica con sus semejantes la generosidad, no tiene moral para exhortar a su congregación a que ellos lo sean. Muchos pastores que son muy exigentes en pedirle a la gente los diezmos, ellos mismos no cumplen con entregar a sus denominaciones el diezmo de los diezmos. Estas acciones innobles, no hacen más que evidenciar su doble rasero y su crasa hipocresía. La primera persona de la congregación que debería reflejar en su estilo de vida un espíritu justo y dadivoso, es precisamente el pastor, el líder de esa congregación. Se debe ser congruente entre lo que se predica y lo que se vive. Esta es la ley de la retribución, según nuestro Señor Jesucristo: "«Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir" (Lc 6:38).
El Señor nos manda a todos, pero principalmente a quienes estamos liderando Su Obra: "Dad a César lo que es de César " (Mr. 12:17).Tiene que ver con cumplir con el pago de impuestos al gobierno y respetar las leyes establecidas por Dios (Ro. 13.). "Dad a Dios lo que es de Dios " (Mr. 12:17). Tiene que ver con dar o devolver a Dios todo lo que le pertenece, la vida, el tiempo, la adoración, los talentos, el servicio, el oro y la plata (Sal. 24:1; Ez. 18:4; Hag. 2:8-10, Hech. 17:25; Stg. 1:17).
Ética ministerial en el manejo de las ofrendas
Se recomienda que los ministrantes del Evangelio sean muy éticos en la administración de los recursos de la congregación. Muchas veces la gente cierra su corazón a la generosidad porque observa cómo los predicadores se dan una vida de lujos junto a sus familias, despilfarrando a diestra y siniestra, el dinero de la Iglesia. Estos cristianos que en el pasado dieron sus aportes con abundancia y liberalidad, de repente se decepcionan, al grado de ya no querer dar absolutamente nada a la congregación debido a que saben que aquellos donativos irán a parar en manos inescrupulosas que harán un uso inadecuado de los mismos. Tales son los ministros corruptos (que abundan hoy en día) proponentes del Evangelio (sesgado) de la Prosperidad. Estos depredadores de la fe se meten a implementar en sus congregaciones una visión demasiado estrambótica de "expansión del Reino de Dios". Energizados por un espíritu de competencia se aventuran a proyectos de construcción de edificios demasiado costosos y los que terminan pagando los "platos rotos" son los miembros de esa congregación, porque les imponen cuotas de dinero demasiado altas. Esta visión fantasiosa, estrafalaria e inverosímil del "Reino de Dios" concebida solo en su propio mundo imaginario e ideal, finalmente, les trae presión psicológica relacionada con las finanzas. Es cuando llegan al extremo de violentar descaradamente la interpretación de las Escrituras para que la gente termine siendo convencida y les dé montones de dinero. El apóstol Pablo enseña que los ministros no deben forzar, ni manipular a la congregación para que esta se sienta obligada a darles dinero. Si no hay suficientes recursos para que los gastos del ministro sean sufragados, entonces ese ministro debe buscarse un trabajo en el área secular, para obtener sus propios recursos, tal y como lo hizo el mismo apóstol Pablo.
La forma recomendada por el apóstol para la realización de la colecta aparece descrita en 1 Co. 16:1-4 "En cuanto a la colecta para los santos, haced vosotros también de la manera que ordené en las iglesias de Galacia. Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas". El apóstol, entonces, había dado instrucciones a los gálatas, que quería ver reproducidas entre los corintios. Nótese que Pablo desea evitar que se hagan colectas estando él presente. No quería que su ministerio se confundiese nunca con asuntos de dinero. Ya antes les había dicho a los corintios que su gloria consistía en predicar el evangelio gratuitamente ("Que predicando el evangelio, presente gratuitamente el evangelio de Cristo, para no abusar de mi derecho en el evangelio" [1 Co. 9:18]). Todavía cuidándose más, pide que los hermanos designen a los que llevarían la ofrenda (" a quienes hubiereis designado por carta, a éstos enviaré para que lleven vuestro donativo a Jerusalén. Y si fuere propio que yo también vaya, irán conmigo" [1 Co. 16:3-4]). A este respecto, el apóstol nombra también a otra persona (" al hermano cuya alabanza en el evangelio se oye por todas las iglesias" [2 Co. 8:18]), diciendo que había sido "designado por las iglesias como compañero de nuestra peregrinación para llevar este donativo" (2 Co. 8:19) (Alfonso Lockward, Op. Cit, P. 767).
Llegó un tiempo en la historia de Israel, que el Señor se fastidió con las ofrendas y los sacrificios que el pueblo traía. Todo porque no lo hacían motivados por una buena actitud, ni por nobleza de corazón, sino por el solo sentido de compromiso y por guardar las apariencias. Esa realidad la resume el profeta Jeremías en esta declaración: "Sus holocaustos no me gustan; sus sacrificios no me agradan" (Jer. 6:20). El profeta Amós, va más allá, al presentar un lenguaje más descriptivo y directo en relación con las ofrendas y sacrificios y aun con las fiestas solemnes del pueblo. Dios estaba hastiado con aquella rutina ceremonial y legalista y no quiso ocultar su justo enfado: «Yo aborrezco sus fiestas religiosas; no me agradan sus cultos solemnes. 22 Aunque me traigan holocaustos y ofrendas de cereal, no los aceptaré, ni prestaré atención a los sacrificios de comunión de novillos cebados. 23 Aleja de mí el bullicio de tus canciones; no quiero oír la música de tus cítaras. 24 ¡Pero que fluya el derecho como las aguas, y la justicia como arroyo inagotable! (Am. 5:21-24). El salmista replica: "A ti no te complacen sacrificios ni ofrendas" (Sal. 40:6).
Por esto mismo, Hebreos 7:12, nos dice que: "Cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley" Dios impuso el diezmo para el sostenimiento del sacerdocio levítico durante la duración del Antiguo Testamento. Una vez clavado el Antiguo en la cruz (Colosenses 2:14-16), el sacerdocio levítico fue "cambiado" (abolido). Si el sacerdocio levítico no existe bajo la nueva "ley de Cristo" (1 Corintios 9:27), ¿con qué lógica colectar "diezmos" para sostenerlo? En el nuevo sacerdocio, bajo el Nuevo Testamento, Cristo es el único Sumo Sacerdote, y todo miembro fiel de su iglesia es sacerdote espiritual (perteneciente al "real sacerdocio" ), con el privilegio de ofrecer "sacrificios espirituales" (1 Pedro 2:1-9). El sacerdocio ha sido "cambiado" por Dios mismo. También la "ley". La Nueva Ley autoriza ofrendas voluntarias generosas para cubrir el costo de obras benévolas y evangelísticas (1 Corintios 16:1-2; 2 Corintios 8:1-15; 9:1-15; Filipenses 4:10-20), y no el diezmo. (www.editoriallapaz.org/diezmos_mercaderias_libro_completo.htm).
Por otra parte, los creyentes, debemos ser buenos mayordomos de los bienes que Dios nos ha confiado. Dios quiere que Su pueblo sea generoso tal como Él lo es. Jesucristo se hizo pobre para enriquecernos a nosotros. Hay bendiciones divinas que están vinculadas a un espíritu dadivoso. Los creyentes que no han aprendido a dar a la Obra de Dios, en realidad se están perdiendo grandes bendiciones. En mi experiencia ministerial, puedo afirmar con veracidad, que no pocas veces, he visto que aquellos creyentes que tienen sentido de compromiso con Dios y con Su obra, Dios siempre los bendice, los guarda y los prospera. Aun y cuando sabemos que la salvación no es por obras, es evidente que el reflejo de un espíritu generoso en la vida de los creyentes, siempre será bien visto por parte de Dios. El bendice y ama al dador alegre.
Por otro lado, debo también expresar, que un creyente que no ha entendido su sentido de compromiso con Dios y con Su obra, es un creyente inmaduro, que no actúa en la fe y tampoco se mueve en la dimensión espiritual divina. Estos son los que siempre andan buscando algún pretexto para no dar a la Obra. Es claro que están bloqueados y el enemigo les mete dudas y temores en su corazón. De esa manera los mantiene viviendo en una vida religiosa, donde en vez de saborear y disfrutar el pan, que ha sido dado para el disfrute de los hijos, ellos no obstante, andan recogiendo migajas como si fueran esclavos. Satanás no quiere que las buenas nuevas de salvación se propaguen y por lo mismo les inculcará ideas a algunos creyentes para que no inviertan en el Reino de Dios y no ofrenden. De esa manera, algunas iglesias no podrán implementar su visión expansiva del Reino. Aun y cuando algunos ministros puedan hacer un mal uso de las ofrendas que reciben, esa no es excusa para que los creyentes dejen de dar a la Obra de Dios. Quienes le den un destino equivocado a las ofrendas que el pueblo da con tanto sacrificio, serán llamados un día a cuentas delante de Dios. Pero Dios siempre recompensará a quienes fueron fieles y ejercieron una buena mayordomía. Atte.: Efrain Lemus.
Autor:
EfrainLemus
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