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La crisis capitalista y América Latina

Enviado por Julio Gambina


     

     

    I

    Analizar la situación de crisis en el mundo al comienzo del Siglo XXI resulta complejo, ya que el primer problema que se presenta es la consideración de la categoría misma. Es común escuchar diferentes diagnósticos que aluden a la crisis y sin embargo cada uno de ellos alude a situaciones distintas. Siempre es importante conocer cuál es el enfoque de aquel que habla de crisis, ya que no hay objetividad, si es que pensamos desde la Economía Política.

    Desde éste ángulo son por lo menos dos las posibilidades de análisis de la situación, una que remite a las clases dominantes y otras a las clases subordinadas, donde el resultado posible converge en uno u otro sentido, según sea la correlación de fuerzas. El tema es de importancia, ya que las clases dominantes imponen (desde la cultura dominante o sentido común) un criterio unívoco de análisis, socializando una opinión sobre la crisis favorable a sus intereses. De ese modo, se pretende subordinar al conjunto de la sociedad en el consentimiento de las políticas superadoras para los intereses del capital. Es más, cada crisis es una oportunidad para relanzar un nuevo ciclo de valorización del capital.

    Así, ante la crisis en Argentina, los analistas sugieren la "necesidad" del país de acordar con el FMI para reabrir el crédito hacia la Argentina y reinsertarla en la comunidad internacional de negocios. Es el mensaje de los organismos internacionales, por supuesto, pero también del G7 y lógicamente de los principales países capitalistas desarrollados. En el mismo sentido se pronuncian los capitales hegemónicos al interior de la Argentina. Ese es el sentido principal del accionar gubernamental y de todas las mediaciones funcionales a los intereses del bloque en el poder.

    La lógica trata de imponerse ideológicamente descartando cualquier solución alternativa. No importa para ellos, que el acuerdo conlleve el sempiterno y regresivo ajuste fiscal, la reducción de los ingresos populares y las mejores condiciones para la seguridad jurídica y económica de las inversiones del capital más concentrado.

    Pero esa lógica se intenta también en Brasil, Venezuela o Cuba. En los tres casos, solo por mencionar ejemplos de América Latina y El Caribe, el discurso que intenta imponerse es la imposibilidad de salirse de la lógica de políticas económicas que son funcionales a la dominación del capital, hoy transnacional. Se promueve una política del chantaje, de lo contrario, un castigo ejemplar, por caso el bloqueo a Cuba. En otro sentido, también actúa el chantaje político, tal el caso de Afganistán, Irak o Corea.

    Así en los 90’ se condenó a Cuba por no adherir al Consenso de Washington, que fue política oficial de los gobiernos en la región, claro que con los matices de las especificidades nacionales, donde el fundamentalismo argentino dista de las restricciones que la resistencia popular estableció en Brasil o Uruguay. El discurso hegemónico anunció en varias oportunidades el ocaso cubano y sin embargo hoy podemos observar la vigencia de una propuesta que sigue privilegiando la satisfacción de los derechos sociales por encima de cualquier objetivo y con datos contundentes de superioridad a los indicadores sociales de toda la región.

    A Venezuela también la condenan y la agresividad involucra el peso de la principal potencia mundial en el sostenimiento de la "contra". No sólo importa el petróleo venezolano, sino el ejemplo político que suma a las clases subordinadas en la región. Es un mal ejemplo para la lógica del capital, sobre todo cuando se considera el peso estratégico del país dentro de la oferta mundial de un insumo escaso. En el marco de la política de agresión a Afganistán y a Irak es que debe considerarse la inconveniencia para el poder global de los EEUU la permanencia en el poder de un gobierno sostenido por los sectores más empobrecidos. Pero también afecta la visibilidad de un proyecto que empieza a cuestionar la lógica unitaria de funcionamiento de la sociedad, donde es posible pensar en otro orden constitucional y el establecimiento de nuevas reglas que definen el régimen democrático. No resulta menor la objeción de Venezuela a la cláusula que pretendía defender la democracia representativa en el documento final de la Cumbre de Presidentes de las Américas en Québec del 2001, destacando la superioridad de la democracia participativa.

    Esa participación democrática se ensaya desde hace tiempo en los estados gobernados por la izquierda brasileña que ahora es gobierno en todo el país. Sin embargo, otra vez se insiste desde los sectores del capital más concentrado en que es imposible generar una ruptura de las líneas de funcionamiento de la sociedad brasileña. La presión es fuerte en ese sentido y desde todos los ángulos se observa con atención el devenir del nuevo gobierno y su compromiso para combatir la pobreza del más grande país de la región. Se juega algo más que la satisfacción de las necesidades del pueblo de Brasil desde la asunción de Lula como presidente. No solo se trata del país de mayor desarrollo relativo en América Latina y el Caribe, sino que fortalece una línea de articulación alternativa que incluye, además de los países mencionadas, Cuba y Venezuela, la potencialidad gubernamental de la izquierda en Uruguay y los fenómenos difíciles de pronosticar por ahora, tales como Ecuador y Argentina.

    Entonces, es cierto que hay crisis en el ámbito mundial y a ello no escapa América Latina y el Caribe, pero no es lo mismo lo que pueda ocurrir si se imponen las políticas del poder económico transnacional, o si se abre la posibilidad de pensar otro mundo posible desde las experiencias de los pueblos.

    No es una cuestión utópica, si se piensa en la extensión lograda en la Argentina de emprendimientos económicos e institucionales de nuevo tipo, tales como los clubes de trueque, las empresas recuperadas, las cooperativas de desocupados y los múltiples emprendimientos solidarios más allá de las formas jurídicas establecidas, pero también la organicidad lograda en asambleas barriales, hasta hace poco inexistentes, o en el movimiento de desocupados reconocido mundialmente como "piqueteros". Pero también puede pensarse en la experiencia del "presupuesto participativo" de Brasil, o los procesos de autonomía y gestión popular representado por las cooperativas y emprendimientos económicos, sociales y culturales del Movimiento de los Sin Tierra.

    No sólo es cuestión de experiencia de emprendimientos económicos alternativos y que expresan el poder popular, sino que es también cuestión de organicidad del movimiento popular. No es un dato menor en la región que la movilización popular haya impedido el golpe de estado en Venezuela en abril del 2002. Mucho menos que en la Argentina haya sido el pueblo movilizado en diciembre del 2001 el que desplazó a un gobierno constitucional en rechazo a sus políticas antipopulares.

     

    II

    Para analizar la crisis es necesario acudir a un enfoque integral, más allá de los indicadores económicos generalmente aceptados. Rechazamos la concepción que adjudica la crisis capitalista a la evolución de los indicadores económicos, aunque no deben subestimarse los problemas de estancamiento.

    De ese modo EEUU estaría en crisis actualmente por el estancamiento de su economía medida por la evolución de su PBI. Lo mismo ocurriría con la Unión Europea o el Japón. Por el contrario, indicadores de signo contrario remitirían a una situación de superación de la crisis. A modo de ejemplo, puede apuntarse que el crecimiento del PBI logrado por la Argentina en los 90’ no impidió el crecimiento de la explotación, la marginación y la miseria de millones de argentinos. Es más, puede asegurarse que ese crecimiento estuvo sustentado en el deterioro deliberado de la mayoría de la población. Además, puede pensarse que en los 90’ se superó la crisis de los 80’ y sin embargo la pérdida de reservas internacionales por 20.000 millones de dólares durante el 2001 y una caída similar de los depósitos en ese mismo año son demostración de la presencia de la crisis más allá de cualquier indicador.

    La crisis capitalista está más allá de la recesión o reactivación de uno o varios países. El problema es la organización de las relaciones sociales a escala global, aunque también articuladamente con las decisiones nacionales, en tanto subsisten las divisiones territoriales que determinan una juridicidad y una normativa que defiende la propiedad privada de las inversiones de los capitales más concentrados. El dilema se define en un escenario complejo que yuxtapone el mercado mundial y los mercados nacionales, aunque también regionales. La perspectiva de la OMC es funcional a la necesidad de abrir los mercados de cada uno de los países del sistema mundial a los negocios de las Corporaciones Transnacionales (CTN). No sólo es una política económica, sino que incluye una reglamentación favorable a las inversiones internacionales de los capitales dominantes a escala mundial.

    Es una lógica asumida por todos los organismos internacionales, donde la ONU actúa como legitimante de una parodia sostenida en gobiernos nacionales que subordinan su acción de gobierno a la demanda de esos capitales. Ocurre lo mismo en todas las instancias de articulación de políticas globales que impulsa el poder transnacional. Y si no, cómo se explica la subordinación de los gobiernos de la región a la política de EEUU para empujar el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Una propuesta que excluye a un país de la región, criminalmente bloqueado por EEUU, y que sin embargo los restantes países toleran.

    Sostenemos que el FMI, el Banco Mundial y todos los organismos multilaterales de crédito y aún, otras agencias internacionales son parte de una estrategia anárquica de reconfigurar la economía global al final de la bipolaridad imperante durante buena parte del Siglo XX. La crisis capitalista debe considerarse en el marco del ciclo largo de confrontación instalado con la revolución Rusa de 1917. El intento de ruptura de la lógica capitalista, aunque frustrado en su dinámica histórica, empujó variaciones en las relaciones de producción hacia el interior de la sociedad capitalista. Lo han llamado capitalismo reformista, con característica de Estado del bienestar, desarrollista o populista según sea la experiencia local. Esas variaciones perdieron funcionalidad ante el derrumbe de la perspectiva de ruptura revolucionaria de la sociedad, aún antes de la caída del muro de Berlín en 1989 y la desarticulación de la URSS en 1991.

    Ese fue el momento de la contraofensiva histórica del capital. Fue la propuesta de los iniciales 70’ ante la doble evidencia del achicamiento de la tasa de ganancia a finales de los 60’ y el deterioro del imaginario alternativo, socialista, a mediados de los 70’, el que se gestó como consecuencia de un accionar deliberado y conciente iniciado en la obstaculización de la experiencia chilena del gobierno de Izquierda de la Unidad Popular y proyectado en el ámbito global. En ese escenario tiene que considerarse la crisis en América Latina. El papel de EEUU por un lado y la asociación a ese proyecto de las clases dominantes a escala nacional de nuestros países. Argentina se sumó a los pocos años con su genocidio para instalar preventivamente un gobierno funcional a las necesidades globales del capital.

    La apertura de las economías de Argentina y Chile, al amparo de las concepciones monetaristas sostenidas por Milton Friedman y la escuela de Chicago, pero también de las dictaduras de Brasil y Uruguay y aún de los regímenes constitucionales de la región, habilitaron políticas de apertura que condujeron en los 80’ a la década perdida y a la generalización de las políticas de ajuste estructural de los 90’. La crisis se presenta como obstáculo principal a la valorización de capitales y por ello el capital superó la crisis del 30’ con intervención estatal y apuntó en la crisis del 70’ a la ampliación del mercado con el proceso de apertura económica.

    Se indujo una impresionante expansión internacional del capital, principalmente bajo la forma dinero, con toda la intención de equilibrar el ciclo global de producción y circulación del capital, de la forma dinero, a la forma productiva y a la forma mercantil. Es conocida la prolongación del ciclo del capital dinero en la configuración de la/s burbuja/s y sus sucesivas explosiones con las consecuentes secuelas, descargadas principalmente sobre los sectores más débiles de la sociedad.

    Entre la explicitación de la crisis a fines de los 60’ y comienzos de los 70’ se desarrolló una gigantesca intervención articulada, anárquica por cierto, entre las estructuras del poder global, las CTN y los gobiernos nacionales subordinados la lógica de los capitales dominantes en cada en país, para instalar un nuevo orden. Ese intento es el que está en crisis a comienzos del Siglo XXI, y América Latina y el Caribe intervienen activamente en la alteración del orden existente en el sistema mundo. Si la ruptura con el orden anterior, como dijimos, puede situarse en Chile en 1973, en la actualidad, la crisis de ese intento por normalizar un orden global puede fijarse en Chiapas, México, en 1994.

     

    III

    Desde Chiapas al FSM, la batalla de Seattle y varias contra cumbres, como la resistencia al ALCA y los propios encuentros sobre Globalización convocados regularmente en La Habana son expresión de un elemento novedoso en la consideración de la crisis. Eso nos lleva al problema del sujeto.

    Hemos afirmado el peso de la violencia bajo la dictadura militar chilena en 1973 para abrir camino a la perspectiva neoliberal. Esa violencia tuvo efecto en la supresión de sujetos activos para una política alternativa.

    El miedo instalado en Chile o Argentina, es un elemento constitutivo del orden de reforma de las relaciones sociales. En la región se expresó como flexibilización laboral (relación capital trabajo); como privatizaciones (relación estatal); y subordinación internacional a la política de EEUU (ALCA desde la OEA). Sin embargo, debe reconocerse que no en todos los países de la región hubo dictaduras y por eso, además de la violencia represiva, existieron otras formas de violencia, tales como el chantaje político, la manipulación ideológica e incluso la trampa electoral (México 1988).

    El principal "mérito" de las políticas hegemónicas se concentra en la destrucción de sujetos y por ello, asignamos al levantamiento zapatista la cualidad de reinstalar la potencialidad de un sujeto resistente con perspectiva de recrear un futuro de liberación y emancipación. Chiapas resume reivindicaciones cruzadas, históricas y coyunturales; locales y globales. No en vano, junto al reclamo por la democracia, la educación o la alimentación, no es un dato menor su carácter global afirmado en la fecha de la rebelión, coincidente con la inauguración del Tratado de Libre Comercio (NAFTA) entre EEUU, México y Canadá a comienzos de 1994. Hoy podemos constatar que el borrador que se negocia sobre el ALCA tiene como base la experiencia del NAFTA.

    Siendo el NAFTA parte sustancial de la estrategia global de EEUU, la constitución de un sujeto que hizo evidente la confrontación desde un escaso desarrollo capitalista, encendió la esperanza de otros para constituirse también en la resistencia al orden global en proceso de gestación. Se hablaba del pensamiento único, del fin de la historia y de las ideologías hacía 1990. El proyecto capitalista de nuevo orden mundial se afirmaba en una ofensiva sin contrario. Así apareció la "tercera vía", supuesto teórico emergente ante la derrota histórica de los partidos comunistas en el Este de Europa y de la Socialdemocracia europea. Pretendían morigerar el fundamentalismo de la nueva derecha hegemónica a escala global y se proponían como la variante con "rostro humano". La globalización, decían, era un hecho incontrastable y cuando mucho debían disminuirse los costos sociales de las regresivas variaciones en las relaciones de explotación.

    Desde la sorpresa chiapaneca se pasó a la solidaridad internacional con esa lucha y desde allí a la búsqueda de un movimiento de resistencia a ese tipo de globalización. Así se fue formando el movimiento de denuncia y confrontación con la globalización capitalista, siendo los objetivos de la resistencia la OMC, el FMI, el Banco Mundial y las cumbres de los 7 ú 8 jefes de gobierno de las principales potencias capitalistas mundiales. La batalla de Seattle hizo finalmente visible al movimiento de resistencia global, pero antes, se habían hecho sentir una variedad de redes y organizaciones que articulaban sus propuestas globalmente. Un caso es ATTAC, que nacido en Francia se extendió por todo el mundo en forma rapidísima.

    Habían retomado una consigna de un viejo economista keynesiano contra la apertura de la cuenta de capitales en los países para controlar el creciente movimiento internacional de divisas en los comienzos de los 70’, y que a fines de los 90’ era incontrolable y había dado aliento a una burbuja especulativa con antecedentes en la crisis de los petrodólares, el endeudamiento del tercer mundo y la crisis financiera recurrente de mediados de los 70’, comienzos de los 80’ y reiteradas en la segunda mitad de los 90’, en México, Asia, Rusia, Brasil y Argentina, la que se proyectó hacia la década siguiente.

    Los mal llamados "globalifóbicos" reiteraban sus coincidencias y convergencias en multiplicidad de encuentros, cumbres alternativas y luchas callejeras, para culminar en propuestas que articuladas comenzaban a esbozarse como programa alternativo común a la política del pensamiento hegemónico. En ese marco surgió el FSM que se constituyó en una fuerte voz de presentación de un sujeto articulado en el ámbito mundial bajo la consigna de "Otro mundo es posible". Es cierto que en su seno conviven distintas visiones sobre la realidad y como enfrentarla, e incluso con diferencias en torno a que se entiende por "otro mundo". Si se quiere, la vieja discusión entre reforma y revolución, pero el hecho a destacar es que entre enero de 1994 y enero del 2003, la dinámica social de la resistencia había cambiado y el sujeto a confrontar con la ofensiva del capital está presente en batallas disputadas en cualquier parte del mundo.

    Hemos sostenido el carácter integral de la crisis y que su superación reconoce por lo menos dos enfoques, los que deben constituirse en sujetos confrontados para medir la posibilidad de superación en uno u otro de los sentidos. El tema del sujeto es por lo tanto clave. Hemos afirmado que la ofensiva del capital se sostuvo en la combinación de un proceso complejo

    que incluye la derrota del Este europeo, de la socialdemocracia en Europa y de las diversas formas asumidas por el Estado del bienestar, el desarrollismo o el populismo, éstas dos últimas comunes en la región en la segunda parte del Siglo XX. Y que en ese marco se destruyeron sujetos que pudieran sustentar un proyecto de construcción social de carácter alternativo.

    Entonces, el nuevo dato que recoge el cambio de siglo es la constitución de un sujeto global que pretende transformar la realidad. Vale la pena recordar la frase introductoria del Manifiesto Comunista con relación "al fantasma que recorre Europa". La alusión al comunismo inscripta por Marx y Engels en 1847/8 alude al movimiento obrero constituido en la lucha en los años previos y que podía asociarse a un proyecto revolucionario que sustentaban los comunistas. Es decir, sujetos constituidos en lucha y proyecto revolucionario que desarrolla conscientemente la posibilidad de la transformación social.

     

    IV

    Ese es el mérito de la lucha del pueblo argentino a fines del 2001. Si Chiapas fue visto como el inicio, en muchas partes del mundo, los pueblos visualizaron las luchas de la Argentina como una batalla contra el neoliberalismo y sus emblemas representados por los organismos internacionales, principalmente el FMI. No digo siquiera que el pueblo argentino se lo haya propuesto, ni que así lo sienta a más de un año de los acontecimientos. Sostengo que fue esa la lectura del activismo contra la globalización neoliberal, capitalista, e incluso más allá de esos militantes organizados. La hipótesis a defender es que los acontecimientos de Argentina, habiendo protagonizado una lucha nacional, por reivindicaciones propias, fue interpretada como una respuesta a la ofensiva global del capital, definida como neoliberalismo. Es que Argentina era el país que mejor cumplió con las recetas dictadas por el poder global y ahora, un pueblo movilizado decía basta.

    Eso ocurrió en un momento específico, de ofensiva del estado más poderoso de la tierra, ya que EEUU había replicado los repudiables acontecimientos del 11 de septiembre con la agresión bélica sobre Afganistán y luego se instalaría contra el eje del mal, concentrado en la prédica bélica contra Irak, Corea y otros estados y organizaciones no funcionales a la lógica de dominación del capital. Es sabido que en el último trimestre del 2001 se produjo un reflujo de la resistencia global y que las luchas argentinas recrearon las esperanzas y relanzaron un movimiento que se sintió fortalecido con la masividad del segundo encuentro del FSM en Porto Alegre. EEUU como expresión dominante del capital global comenzaba a sentir en su propio ciclo de acumulación las dificultades para estabilizar un ciclo que empezaba a ser objetado globalmente y con simpatía creciente de la población mundial. Los acontecimientos de Septiembre fueron el detonante para instalar una ofensiva ideológica y militar con impacto económico para afirmar la dominación del capital y principalmente la conducción de ese ciclo por parte del Estado más poderoso.

    Pero hemos sostenido que la constitución de sujetos se define en el plano global y local articuladamente y lo que queremos destacar es que hoy existe una potencialidad desde América Latina y el Caribe para incidir en la crisis capitalista. Es más, para provocar la profundización de la crisis capitalista, insistimos, entendida como dificultades para estabilizar el ciclo de producción y valorización del ciclo del capital.

    Si el recorrido capitalista de los últimos años tuvo origen en este territorio, porque no pensar en el carácter fundacional de la resistencia en la región para una nueva oportunidad de disputa por la nueva sociedad.

    Es la expectativa en caminos diversos que recorren los pueblos, tanto en el marco de la disputa institucional, como en la construcción de poder popular con relativa autonomía estatal.

    Lo apuntado no va en desmedro de otras resistencias en diversas partes del mundo, ni de rebajar la importancia de otros fenómenos en la disputa del sistema mundo, tal como lo amerita la presencia de China o de la India en la escena mundial. Cuando hablamos al aporte de América Latina y el Caribe no lo hacemos solamente por radicar nuestro análisis y experiencia vital en este territorio, sino y fundamentalmente por entender que los procesos de subjetivación de la resistencia son una posibilidad regional que puede potenciar otros escenarios de la lucha de clases en el sistema mundo.

    El mapa diverso de la resistencia en la región y las nuevas posiciones asumidas por la izquierda, tanto a niveles gubernamentales, como en la organización popular y sobre todo en la conciencia social, hace posible pensar en la potencialidad del socialismo, o como quiera llamarse a la sociedad anticapitalista que empieza a gestarse en las nuevas relaciones sociales que anticipan variadas experiencias que hoy transitan conjuntamente los trabajadores y los pueblos de América Latina y el Caribe.

    Pero no hay que engañarse, no alcanza con cambios locales o nacionales y mucho menos con experiencias micro. El problema debe resolverse integralmente en una confrontación con la estrategia global del capital.

    En ese sentido, la apuesta de las CTN sigue siendo la apertura de las economías subordinadas, a lo que ellos llaman "integración". Ese es el mandato de la OMC a escala global. El ALCA lo es regionalmente y EEUU combina una política de negociación multilateral en el seno de la OEA con mecanismos de negociación bilateral, tal como ocurre con Chile y el tratado recientemente suscripto, o algunos procesos de negociación entre

    EEUU y mercados integrados en Centro América o de la comunidad del Caribe. Es necesario contrarrestar desde las políticas públicas, allí donde sea posible esta lógica y confrontar con otra integración posible.

    ¿Puede pensarse en una estrategia de articulación económica, política y cultural de los países de la región? Incluso, de algunos de ellos, ¿aunque sea parcialmente? Brasil anunció colaboración con el gobierno de Venezuela para la provisión de petróleo ante la situación derivada de la huelga opositora en este país. A su vez, Venezuela obstaculizó tímidamente el proceso de negociación sobre el ALCA en la reciente reunión de ministros en Quito, Ecuador (noviembre de 2002). Se sumará Brasil a una estrategia compartida con Venezuela para contrarrestar el peso de EEUU en la discusión por el sí o el no al ALCA? El presidente de Venezuela llegó a interrogarse si el nuevo gobierno en Brasil abre posibilidades de una discusión junto a la Argentina sobre el candente tema de la Deuda Externa que fuertemente condiciona, FMI mediante, a toda la región.

    El tema de una integración alternativa es clave. Es sólo una cuestión de los estados? No, es un tema que se define en una articulación social y popular que empuje, a su vez, a los propios Estados gobernados por coaliciones populares a asumir políticas de confrontación con la estrategia global del capital, sus organizaciones internacionales funcionales y las potencias más desarrolladas del capitalismo, principalmente de EEUU. No remito sólo a integración económica, sino a estrategias compartidas de aprendizaje común, de luchas a compartir contra patronales que definen su ciclo económico en mercados transnacionales, pero también en acercamientos culturales entre los que destaca el idioma, principalmente entre las lenguas castellanas y portuguesas, tanto como la difusión de las lenguas de las poblaciones originarias en la región.

    No será posible avanzar en una lógica alternativa si no se resuelve una lógica productiva de satisfacción de las necesidades. Se trata de pensar en resolver necesidades básicas antes que en desarrollos de la productividad. No se trata de ir contra el desarrollo técnico o científico, pero se trata de poner en discusión la lógica de lo moderno. Es moderno la eliminación de la pobreza, la exclusión y la explotación. Es necesario acudir a una lógica de cooperación para satisfacer necesidades.

    ¿Es eso posible en la actualidad? Existen indicadores de nuevas prácticas económicas, sociales y políticas en la región que nos animan a pensar que otra sociedad es posible. Que puede pensarse otra vez en la disputa por el socialismo y que América Latina y el Caribe tienen un lugar de privilegio en este tiempo para transformar la crisis capitalista en un nuevo tiempo sin explotación del hombre por el hombre.

     

    Julio C. Gambina

    Centro de Estudios y Formación de la Federación Judicial Argentina