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El español de América. El español en el mundo: situación y perspectivas de difusión

Enviado por Cristina Ferrís


Partes: 1, 2

  1. Los orígenes
  2. Extensión y áreas en el español de América
  3. Rasgos lingüísticos del español de América
  4. Situaciones especiales
  5. La unidad del español
  6. Perspectivas de difusión

Los orígenes

Quizá desde los orígenes mismos puede verse lo impropio de la teoría que interpreta como unitario el español americano. Es innegable que el español llevado por los conquistadores y colonizadores no fue exactamente el mismo para las Antillas (fines del siglo XV) que para el cono sur (fines del XVI y todo el XVII), pues durante ese tiempo la lengua fue cambiando.

Así pues, frente a la tesis de Rafael Lapesa, que ve la base lingüística del español de América en lo que él denomina «español preclásico (1474-1525)», parece más acertada la conclusión a la que, basándose en convincentes argumentos lingüísticos, llega Amado Alonso (1967): «la verdadera base fue la nivelación realizada por todos los expedicionarios en sus oleadas sucesivas durante todo el siglo XVI».

Por otro lado, frente a la idea bastante extendida de que los colonizadores eran personas culturalmente inferiores, lo cual habría acentuado la tendencia a los rasgos populares (Zamora Vicente), parece más acertada de nuevo la tesis de Amado Alonso, que conduce a la conclusión de que la base del español de América diastráticamente se debe entender también como una koiné de las hablas españolas en sus diversos niveles socioculturales.

En todo caso, es evidente que, como se desprende de los rasgos del español americano y señalan José G. Moreno de Alba (1988) y Beatriz Fontanella (1993), no se puede hablar del español de América como una entidad que se oponga en bloque al español europeo y, por tanto, sería más correcto hablar del español en América. El motivo es claro: el español en América comparte con el español peninsular un sistema determinado, el que terminó por configurarse a lo largo del siglo XVI.

1.1.1. El andalucismo del español americano

Son muchos los rasgos en que coinciden el dialecto andaluz y las distintas hablas hispanoamericanas, tales como el seseo, el yeísmo, la aspiración de s implosiva, la aspiración de h- procedente de f- latina, etc., de los cuales hablaremos más adelante.

Es por esto por lo que, desde las primeras referencias de Lucas Fernández de Piedrahita (1688) y Antonio de Alcedo (1789), ha ido cobrando cada vez más fuerza la tesis andalucista, que defiende la influencia de rasgos lingüísticos típicamente andaluces en el español de América. En esta línea se sitúan los estudios de Max Leopold Wagner, Peter Boyd-Bowman, Diego Catalán, Ramón Menéndez Pidal y Rafael Lapesa.

Dicha tesis tiene también sus críticos y detractores en los estudios de Pedro Henríquez Ureña, Amado Alonso, Angel Rosenblat y, más recientemente, Marcel Danesi y Gregorio Salvador, re-presentantes de la tesis antiandalucista que sostiene que las coincidencias lingüísticas son debidas a fenómenos hispanoamericanos paralelos, pero no descendientes de los andaluces.

Los defensores de la primera tesis apoyan sus consideraciones lingüísticas en otras de tipo etnográfico y sociológico: la mayoría de los conquistadores y pobladores eran andaluces; el contingente femenino que llegó a América procedía en sus dos tercios del reino de Sevilla; muchos de los expedicionarios, aun sin ser andaluces, se veían obligados a pasar largas temporadas en Sevilla, por lo que se contagiaban de los rasgos propios de esta zona. Además, el monopolio del comercio y relaciones con América correspondía durante los siglos XVI y XVII a Sevilla y Cádiz.

La influencia andaluza es más notoria en las Antillas y costas del Caribe, y se registra con mayor nitidez en las tierras bajas y en las costas, mientras que las altiplanicies estuvieron y están más influidas por una base castellana.

Por otra parte, quienes sostienen tesis contrarias al «andalucismo» han puesto serios reparos a los argumentos esgrimidos por aquellos. Argumentan varias razones: no hubo predominio de andaluces en la conquista y colonización; algunos paralelismos fonéticos son imperfectos y las semejanzas de vocabulario fortuitas y asistemáticas; ciertos fenómenos supuestamente andaluces (como el yeísmo) no son exclusivos de Andalucía o son producto de un proceso autóctono (como el seseo), etc.

Actualmente la tesis del andalucismo en el español americano ya no es controvertida, es un hecho por el que se inclina la mayoría de los filólogos que estudian el tema.

1.1.2. La influencia indígena

También en esta cuestión ha habido dos posturas enfrentadas: la de los defensores de la teoría indigenista (Rodolfo Lenz, Ángel Rosenblat), que encarecen la influencia de las lenguas indígenas sobre el español americano, y la de los que minimizan la importancia del sustrato indígena, como WJ. Entwistle y Bertil Malmberg. Pero dejando al margen diferencias en la apreciación sobre el grado de influencia, ésta parece incontestable.

Según Lapesa, las lenguas que más han influido en el español son: el arahuaco de las Antillas (hoy desaparecido), el caribe, el náhuatl, el quechua, el araucano o mapuche y el guaraní.

Entre las posibles influencias, parecen fuera de toda duda las siguientes: la entonación, muy peculiar en las distintas hablas españolas americanas, rica en ascensos y descensos melódicos muy pronunciados, frente a la entonación castellana peninsular, que aparece con inflexiones más moderadas y uniformes. El uso del sufijo -eco, -eca para gentilicios (azteca, guatemalteco), procedente del sufijo -ecatl del náhuatl, de gran extensión en México y en toda la América central.

Se ha señalado en Arequipa la existencia del posesivo de origen quechua, y que se pospone a palabras españolas con cierta carga afectiva y usadas como vocativos (viditay = vidita mía).

Pero donde más se nota el influjo de lo indígena en la lengua española es en el léxico. Son préstamos amerindios:

. Del caribe-arahuaco (que presta el núcleo más rico): canoa, piragua, cacique, maíz, bohío (cabaña), ceiba, nigua, iguana, tabaco, tiburón, hamaca, etc.

. De México: tomate, aguacate, hule, ocelote, cacao, chocolate, tianguis (plaza de mercado), petate, etc.

. De la cultura inca: tambo, pampa, puma, llama, alpaca, vicuña, guagua (niña), quina, coca, etc.

. Tupi-guaraní: ñandú, tapir, jaguar, quincayú, etc.

Los indigenismos léxicos, que se mezclaron con el español general en el español hablado desde muy pronto (ya en el Diario de Cristóbal Colón aparece más de una docena de vocablos indígenas), se dieron después en la literatura como parte del proceso de formación de las literaturas nacionales, pero hay que advertir sobre el hecho de que los diccionarios regionales actuales de americanismos rivalizan por incluir el mayor número posible, sin detenerse en que se usen o no en el español americano, lo que evidentemente distorsiona la realidad lingüística y confunde a quien los consulta.

La pervivencia de las lenguas indígenas tiene que ver con la política de la Iglesia que se opuso a la presión normalizadora del poder político. Así, en 1580, Felipe II dispuso la creación de cátedras de las lenguas generales indias e incluso se impuso a los sacerdotes aprender estas lenguas para poder ordenarse.

1.1.3. Otros influjos

En la configuración actual del español en América hemos de tener en cuenta otros influjos pro-cedentes, por una parte, de la trata de esclavos, y, por otra, de los intensos procesos inmigratorios desde distintas zonas europeas.

En cuanto a la trata de esclavos, originó que se crease un lenguaje mixto de elementos africanos y portugueses (recordemos que fueron los portugueses quienes iniciaron la trata de esclavos) cuyos elementos se manifiestan en el habla de los negros de Cuba y Puerto Rico o en el «papiamento» de Curaçao. Términos de esta procedencia son conga, banana, mambo, etc.

Por lo que respecta a los procesos inmigratorios europeos, el resultado ha sido la enorme presencia de extranjerismos, fundamentalmente anglicismos (carro, aplicación = solicitud), italianismos (grapa, pibe, laburo), galicismos (masacre), portuguesismos (buraco = agujero, cahimba).

Extensión y áreas en el español de América

Como es sabido, el español es lengua oficial de dieciocho repúblicas americanas y coexiste oficial-mente con el inglés en Puerto Rico; se habla también español en algunas zonas de los estados del sur de los Estados Unidos, como California, Arizona, Tejas, Nuevo México y Florida, y en ciudades como Nueva York, San Francisco, Los Ángeles, etc., hay grandes núcleos de hispanohablantes.

No es fácil establecer y trazar áreas lingüísticas más o menos homogéneas en el español de América. Distintos estudiosos lo han intentado pero sin conseguir aportar una solución definitiva.

Una distribución ya clásica en este campo la realizó Henríquez Ureña en 1921, quien señaló cinco regiones principales basándose en tres factores: proximidad geográfica, lazos políticos y culturales y sustrato indígena. Dichas regiones son:

. La antillana o del Caribe (Puerto Rico, Cuba, Santo Domingo, costa de Venezuela, costa atlántica de Colombia).

. La mexicana (México, América Central, sudoeste de los Estados Unidos).

. La andina (Andes de Venezuela, meseta de Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y noroeste de Argentina).

. La chilena (norte, centro y sur de Chile).

. La rioplatense (Argentina, Uruguay y Paraguay).

Sin embargo, esta clasificación se considera hoy poco sólida. Su mayor acierto reside en la zona primera, que Rosenblat completa con la costa del golfo de México y de América Central.

Otra clasificación más general, pero quizá más acertada, también esbozada por Henríquez Ureña, es la que distingue entre «altiplanicies» y «tierras bajas»; en las primeras se asentaron colonizadores de origen, sobre todo, castellano; en las segundas, otros de origen andaluz.

Las diferencias más notorias entre ambas son que, en las altiplanicies, las vocales átonas aparecen muy relajadas y con tendencia clara a la desaparición, mientras que las consonantes se pronuncian con fuerza, con marcada tensión («caf'sito» por «cafecito», «pas'ste» por «pase usted»); y en las tierras bajas, por el contrario, predomina un consonantismo relajado semejante al andaluz: aspiración y pérdida de -s final o trabante; pérdida de -d-, articulación aspirada de j [x]; alternancia por confusión entre ry /en final de sílaba, etc.

Posteriormente, en 1964, José Pedro Roña aportó otra clasificación utilizando un procedimiento de isoglosas basado en cuatro fenómenos (yeísmo, zeísmo, voseo y las formas verbales utilizadas con el pronombre vos), y así llegó a delimitar veintitrés zonas dialectales. Pero tampoco han faltado quienes han señalado deficiencias a esta clasificación de Roña. Así, Juan C. Zamora y Jorge M. Guitart, en 1982, proporcionaron una división dialectal en nueve zonas, tomando en consideración sólo tres fenómenos: dos de carácter fonético (aspiración, pérdida o conservación de -s implosiva y realización velar de j frente al alófono glotal) y uno morfosintáctico (presencia/ausencia del voseo o convivencia con el tuteo).

Philippe Cahuzac propuso, en 1980, una división en dos sobre una base semántico-léxica. Por un lado, una zona norte, abarcadora de México, América Central y el Caribe; y por otro, una zona sur formada, a su vez, por tres grupos:

. Los países andinos.

. Las extensas llanuras del Río de la Plata y Bolivia.

. Chile, excepto su parte norte.

Pero es posible que ninguna división dialectal resulte plenamente satisfactoria.

Rasgos lingüísticos del español de América

1.3.1. Rasgos fonético-fonológicos

Es en este capítulo donde se aprecian mayores coincidencias con rasgos del dialecto andaluz. Entre ellos destacamos:

. Seseo

En la pronunciación no hay distinción entre el fonema fricativo interdental sordo /0/ y el fonema fricativo alveolar/s/, confundidos en un fonema /s/ predorsal, y no como el /s/ castellano peninsular, que es apical.

. Ceceo

La pronunciación de /s/ como /0/ es, en cambio, más raro, aunque se han registrado casos esporá-dicos en Colombia, El Salvador, Nicaragua y Argentina.

. Yeísmo

Consiste en la desfonologización del fonema lateral palatal sonoro y su eventual pronunciación como fonema /y/, con el que comparte los rasgos de palatal y sonoro. Se trata de un fenómeno menos general que el anterior. Con todo, aparece en la mayor parte de América, salvo en áreas de carácter conservador en las que se detecta la presencia actual de /[/.

Según Canfield, parece tratarse de un fenómeno de evolución castellana de finales del XVII y de América tanto como de España. Sin embargo, el hecho de que el yeísmo esté mucho más arraigado en el Sur de España, permite suponer que nuevamente se trate de un rasgo de origen meridional.

Es de notar que dentro de la zona yeísta se distinguen, al menos, tres alófonos: [y], [i], y [z], con su consiguiente distribución geográfica. Así, por ejemplo, el fenómeno de rehilamiento de/y/, convierte el yeísmo en «zeísmo»; o sea, la II se articula como mediopalatal fricativa sonora (a veces sorda), con un sonido parecido al de la y francesa, y se detecta en grandes zonas del Río de la Plata.

. Aspiración o pérdida de -s implosiva

Se atribuye también al andaluz, y se extiende por muy amplias áreas.

En las ocasiones en que llega a desaparecer en el final de palabra, la oposición morfológica singular/ plural se establece, como en el andaluz, mediante el timbre de la vocal final (no abierta/abierta).

. Confusión de las líquidas

La confusión entre ll y /r/ en posición silábica postnuclear es también fenómeno de posible origen andaluz. Se ha reportado en zonas insulares y costeras, y no es, por lo tanto, general en toda América. Incluso hay zonas en que dichas consonantes vocalizan en [i],

. Aspiración de h- inicial

Procedente de f- inicial latina, se pronuncia aspirada en toda Hispanoamérica, pero sólo en ambientes rústicos.

. Otros rasgos

Se han señalado otros rasgos, aunque no sin discusión sobre su origen e importancia, como son la menor variación de timbre en el vocalismo, la velarización de n [g] y la asibilación de /r/, /$/ > [r] o el cambio en líquida lateral [I],

1.3.2. Rasgos morfosintácticos

. Voseo

Consiste en emplear vos en lugar de tú.

El origen de este fenómeno se sitúa en la España del siglo XVI debido a un desplazamiento y reordenación de las formas de tratamiento. En el español de España, la forma tú se empleaba para dirigirse a inferiores o entre iguales con máxima intimidad, reservándose la forma vos para el tratamiento de respeto y cortesía. Sin embargo, la forma vos sufrió un proceso de popularización, como se acredita en los textos dramáticos de la época, donde es frecuente que entre personas del hampa se hablen de vos, lo cual originó la necesidad de encontrar una nueva forma de respeto, vuestra merced > usted, quedando de nuevo el paradigma en binario al desaparecer vos.

No obstante, en algunas zonas de América, no en todas, como bien apunta Zamora Vicente, lo que se produjo fue un doble desplazamiento, de manera que cuando la forma vuestra merced desplazó a vos como forma de respeto, vos desplazó a tú para el tratamiento hacia inferiores y entre iguales con confianza. Esta situación ocurrió, preferentemente, como señala Cascón, en las zonas menos relacionadas con la metrópoli.

Singular

Plural

Intimidad

Tú, te, ti, tu, tuyo

Vos (otros), os, vuestro

Cortesía

Vd., le (lo), la, su,…

Vds.,…

Por el siguiente sistema simplificado:

Singular

Plural

Intimidad

Vos, te, vos, tu, tuyo

Vds.,…

Cortesía

Vd.,…

Vds.,…

El voseo domina en Argentina, Uruguay, Paraguay, América Central (excepto Panamá) y el estado de Chiapas en México. Por el contrario, no existe en las Antillas, ni en gran parte de Perú y Bolivia, ni en México. En las demás zonas alternan el voseo y el tuteo. En las zonas hispanohablantes de Estados Unidos no se registra este fenómeno lingüístico.

M. Vaquero señala que estamos ante «uno de los fenómenos morfosintácticos más importantes en el español de América, no sólo por su extensión (ocupa la tercera parte del continente, y es general en la Argentina), sino por las repercusiones que tiene en el paradigma verbal».

En íntima relación con el voseo hay que señalar la conservación en América de desinencias «arcaicas» en la segunda persona del plural del verbo castellano. Así, la terminación -des produjo tres soluciones en dicha persona:

I

II

III

1aconj,

-áis

-ás

-áis

2a conj.

-éis

-és

-ís

3a conj.

-is

-ís

-is

Las formas de I corresponden al español general; las de II caracterizan el «voseo argentino»; las de III el «voseo chileno», pero fuera de estas zonas, en Centro América, también aparecen las fórmulas II y III.

Respecto a la razón por la que vos pervivió en América frente a lo que ocurrió en España, Kany señala que se debe a que los conquistadores, pese a que su mayoría eran oriundos de una clase humilde, se dirigían entre sí de vos y, obviamente, a los indios y mestizos les trataban de vos para mostrar así su superioridad.

Otros rasgos

. Abundancia de diminutivos (ahorita, tontito) y aumentativos (tortazo, lindazo).

. Las adverbializaciones de adjetivos, más frecuentes que en la península (¡qué lindo cantas!).

. Empleo del pretérito perfecto simple donde el castellano peninsular usa el perfecto compuesto (¿Qué fue? por ¿Qué ha sido?), lo cual, a juicio de Moreno de Alba, no quiere decir que la forma compuesta esté en decadencia, sino que, como ha estudiado Lope Blanch, se mantiene la oposición con la forma simple basada en el aspecto.

. Preferencia por la forma en -ra del pretérito imperfecto de subjuntivo con valor de pluscuamperfecto o indefinido de indicativo, lo cual es hoy también frecuente en España entre hablantes cultos.

. Ausencia de leísmo, laísmo y loísmo.

. El empleo de las formas los por nos (por ejemplo, «los [nos] deshacen») y losotros por nosotros (por ejemplo, «losotros /nosotros] éramos ricos-»). Hay que anotar que este uso es bastante restringido.

. Uso de se los (las) por se lo (la) para expresar el plural del se objeto indirecto (se los digo = se lo digo a Vds.).

. Empleo de -n en los pronombres que, como enclíticos, acompañan a las terceras personas del plural de las formas verbales usadas como imperativas y que no se sienten suficientemente como plural: (siéntensen por siéntense).

. Empleo de locuciones verbales de presente con valor de futuro (voya + infinitivo), en una tendencia a la desaparición del futuro, también muy acusada en España, pero también con formas más específicas, como haber de + infinitivo.

. Uso del pronombre reflexivo con verbos intransitivos con mayor frecuencia que en la lengua general: «Fulano se amaneció jugando, y yo me amanecí leyendo».

. Formación de femeninos o masculinos analógicos en sustantivos y adjetivos que carecen de distinción morfológica de género en el español general (ministra, diabla, bromisto, pianisto).

. Uso muy especial de algunos adverbios: no más para reforzar la palabra precedente («Ayer no más…»); cómo no, en sustitución de sí; recién sin participio a continuación, con los significados de ahora mismo, apenas, luego que («recién habíamos llegado»),

. Frecuente anteposición del posesivo: (mi hijo).

. Utilización de la preposición hasta para significar inicio en determinadas construcciones con omisión del adverbio de negación no; por ejemplo, «la tienda abre hasta las ocho» puede señalar que la tienda abre o cierra a las ocho, etc.

1.3.3. Rasgos léxicos

Comenzaremos señalando que en muchas regiones de América algunas palabras del léxico español frecuentemente han adquirido una acepción total o parcialmente nueva. Por ejemplo, vereda = acera; carro = automóvil; arribar = llegar en general y no sólo «llegar a puerto», etc.

Se emplean muchas palabras que en España han perdido vigencia y, aunque nosotros las percibimos como arcaicas, en realidad sería incorrecto afirmar que lo son: en el subsistema dialectal al que pertenecen son completamente vigentes. Ejemplos: acalenturado (febril); alistar (poner a punto); avante (adelante); botar (lanzar, arrojar); coger (fornicar); lindo (bueno, excelente); recibirse (tomar grado universitario), etc. Hay un tipo particular de léxico que proviene del vocabulario propio de los marineros de los siglos XVI y XVII y que hoy, por lo general, han ampliado su significado y han ingresado en la lengua común: andanada (en abundancia); atrincar (apretar); galera (cobertizo), etc.

Los neologismos por derivación se dan con profusión en el español de América. Uno de los sufijos más utilizados es -iar, con el que se forman nuevos verbos, como corniar (matar una res), y cueriar (azotar con látigo de cuero). Pero también son muy rentables los sufijos -ada e -ida para la formación de nombres de acción (atropellada por un atropello, bailada por baile) o colectivos (caballada, paisa nada).

En este apartado de los neologismos se cuentan también los préstamos extranjeros, en una clara tendencia a lo que Lapesa califica de «acentuado neoterismo». En ello ha influido la historia y las circunstancias de cada zona, y así, por ejemplo, los italianismos son más frecuentes en Argentina (capuchino = café con leche; pibe = muchacho) y los términos de procedencia afronegroide en Las Antillas (bongo = tambor; ñangostarse = ponerse de rodillas). También son abundantes los galicismos (usina = fábrica; masacrar = matar).

Pero, como es sabido, es el anglicismo el que ha irrumpido con mayor fuerza en el siglo XX. Ricardo J. Alfaro, en su Diccionario de anglicismos, distingue varios tipos:

. Barbarismos vulgares (parquear).

. Pochismos o anglicanización de voces españolas e hispanización de inglesas (marqueta = mercado; chopear = ir de compras).

. Anglicismos o adaptaciones no tan rudimentarias (crucial, salvaguardar).

. Parónimos castellanos de dicciones inglesas de significado diferente (apology/apología; retribution/retribución).

. Voces españolas en acepciones de las que carecen en castellano (aplicación = solicitud; librería = biblioteca).

. Expresiones o vocablos castizos en giros anglicados (operar un negocio).

. Solecismos que consisten en voces castellanas con sintaxis inglesa (verbo estar + siendo; acción a tomar).

. Extranjerismos puros (cake, snob).

. Neologismos de evidente influencia inglesa (boicotear, mecanizar).

. Anglogalicismos (debut).

Aunque la difusión de anglicismos es muy general, Jerónimo Mallo señala que «se percibe especialmente en los pueblos hispánicos que por motivos geográficos o de otra índole, tienen mayor relación con los Estados Unidos: Puerto Rico, México y Panamá entre ellos».

El español constituye la lengua nacional de carácter oficial en los siguientes países:

(número de hablantes)

México 97.563.000

España 39.244.000

Colombia 37.418.000

Argentina 35.798.000

Perú 24.950.000

Venezuela 22.396.000

Chile 14.508.000

Ecuador 11.691.000

Guatemala 11.558.000

Cuba 10.999.000

República Dominicana 8.228.000

Bolivia 7.670.000

Honduras 5.751.000

El Salvador 5.662.000

Paraguay 5.652.000

Nicaragua 4.386.000

Costa Rica 3.534.000

Uruguay 3.262.000

Panamá 2.693.000

Guinea Ecuatorial 442.516

En algunos de ellos se hablan también otras lenguas locales (algunas de las cuales poseen igual-mente carácter oficial), aunque en la mayoría de los casos se trata de una situación de bilingüismo en la que el español posee el mayor peso específico. En Puerto Rico, a pesar del fuerte influjo del inglés, la mayoría de sus 3.818.000 habitantes emplean el español para comunicarse. Además, existen importantes comunidades de hispanohablantes en Estados Unidos (con casi 20 millones, y es lengua co-oficial en el estado de Nuevo México junto con el inglés), Filipinas, Australia, Marruecos, Sáhara Occidental, Belice, etc.

En cuanto a cifras, se barajan en torno a 400 millones de hablantes del español, si bien la problemática de hablar de cifras exactas, como anota Gregorio Salvador, es enorme. Así pues, por el número de hablantes, ocupa la cuarta posición en el mundo, después del chino-mandarín, el inglés y el indostaní. Por ello el español tiene que ser aceptado como lengua oficial e internacional dentro de los diversos organismos internacionales hoy existentes (ONU, FAO, UNESCO, etc.), junto al francés, el inglés y el ruso. Pero la importancia de una lengua y su garantía de futuro no residen tanto en el número de hablantes como en el poder político y económico de los pueblos que lo utilizan como vehículos de comunicación.

Por extensión de su territorio también figura en cuarto lugar. Si hablamos de las superficies de los países donde cada lengua es oficial en miles de km2, el español es la cuarta lengua más extendida en el mundo, después del inglés, francés y ruso en una superficie de 11.990 km2 que ocupa un porcentaje del 8,9 de la superficie emergida mundial. Se trata, con mucho, del idioma romance más extendido (por delante del portugués y el francés), con cerca de 380 millones de hablantes repartidos por los cinco continentes, aunque concentrados fundamentalmente en el amplio territorio americano que se extiende desde México hasta la Tierra del Fuego.

Por lo tanto, los valores sólidos del español son evidentes: uno importante es su número de hablantes y la extensión geográfica que se domina con el idioma (sólo superada por el inglés y el francés) y otro su entidad como lengua de interés comercial y económico.

Situaciones especiales

Tratamos aquí brevemente algunos casos que, por lo excepcionales e importantes que son, merecen una consideración aparte.

. El judeo-español o sefardí

Sefardí es el adjetivo de la palabra hebrea Sefarad, que en esta lengua venía a designar el nombre de la Península Ibérica; por tanto, la voz sefardí en hebreo vendría a significar «español», es decir, el antiguo habitante de España. En la actualidad la comunidad hablante de los descendientes de aquellos judíos expulsados está integrada por más de un millón de personas.

La característica más destacable de esta lengua (fuera de las puramente lingüísticas, que no corresponde tratar aquí) es la de conservar vivos numerosos rasgos del español que se hablaba en tiempo de los Reyes Católicos; por lo que encontramos en el sefardí actual más rasgos de semejanza con el español del siglo XV que con el actual.

Sobre cómo se conservó y desarrolló el judeo-español, hay que tener en cuenta que para los sefarditas era su lengua materna. Era una cuestión de solidaridad dentro de estas personas que se encontraban en un lugar donde la comunidad lingüística era distinta a la suya. Además de este factor humano, se encuentra el hecho histórico de que el Imperio otomano, de antes de la primera guerra mundial, estaba fundado sobre la idea del estado religioso, que no consideraba la tierra y el lenguaje como fuerza de unión.

Por lo que respecta al futuro del sefardí, aunque existen puntos de vista diferentes, la opinión más extendida es que domina un cierto grado de pesimismo. El sefardí está experimentando una cierta decadencia. Algunas razones expuestas muy brevemente, que contribuyen a esta decadencia, son las siguientes:

. La acentuación del nacionalismo en los países balcánicos y la obligatoria imposición de sus respectivos idiomas.

. El gran influjo de la escuela y de las lenguas de prestigio, que si por un lado favorece la incorporación de estas personas, por otro supone la pérdida de su lengua.

. Una fuerza que actúa en contra de este deterioro de la lengua sería el comercio que hay establecido entre Hispanoamérica y los países balcánicos, que supone un gran intercambio entre ambas comunidades lingüísticas.

. Guaraní

Paraguay es una nación bilingüe, cuyos habitantes se expresan en dos lenguas distintas. Por un lado, el castellano, llevado por los colonizadores, y por otro, el guaraní, antigua lengua indígena, bastante rica y dominante en la actualidad en este país.

. Filipinas

En esta antigua colonia española, la situación del español es de franca decadencia, frente al tagalo e inglés. El mayor problema de la difusión del español radica en la enseñanza. Al escaso número de profesores, hay que añadir la gran influencia norteamericana en este campo. El dialecto español que se habla en aquellas islas recibe el nombre de «chabacano» y son numerosas las palabras españolas conservadas en las lenguas de aquellas islas.

. Puerto Rico

El origen del creciente dominio del inglés en Puerto Rico se remonta también, como en el caso de Filipinas, al momento en que dejó de ser colonia española y se incorporó a la zona de influencia de los Estado Unidos (a finales del siglo XIX). El contacto político y cultural entre ambos países ha dado lugar a una influencia masiva de la cultura norteamericana sobre la cultura puertorriqueña, que es esencialmente hispánica. En la actualidad su situación es de coexistencia de dos culturas distintas. De un lado existe la afirmación de conservar los patrones culturales hispánicos, y de otro, de adoptar todo lo que llega de la influencia de los Estados Unidos.

La unidad del español

Cabe preguntarse si el español actual, con sus variedades dialectales en la península y en el mundo, tiende a la unidad o a la fragmentación. Muchos estudiosos se han ocupado de este tema en referencia a las modalidades del español americano, y aquí trataremos de sintetizar sus conclusiones.

Rufino José Cuervo opinaba en 1899 que, tarde o temprano, el español americano sufriría una irreversible fragmentación que conduciría al establecimiento de diversas lenguas «nacionales», de manera análoga a lo que pasó en la Romanía cuando los latinos provinciales se transformaron en diversas lenguas. Algunos, como Rosenblat (1962), han visto en la enorme demografía y rápido crecimiento de muchas ciudades americanas un factor que puede originar rupturas y diferenciación dramática. Pero parece más lógica la posición de Gastón Carrillo Herrera en este punto, ya que se trata de una circunstancia que más bien facilita el desarrollo y fortalecimiento de la unidad idiomática, pues lo que viene a perderse es precisamente lo dialectal en favor de lo estándar o unitario.

En 1963 Dámaso Alonso adoptaba una cauta posición ante esta discusión. No veía peligros graves para una escisión pronta del español en lo que él llamaba «futuro histórico», aunque reconocía que su desaparición debe entenderse como inevitable en la poshistoria, lo que podría suceder probablemente por una evolución diversificadora. Según Dámaso Alonso, son el vulgarismo y el dialectalismo los verdaderos enemigos de la unidad, y de la enseñanza sistemática en las escuelas y las universidades depende el porvenir del español en el mundo. En este sentido, son las diferencias de tipo fonético y las sintácticas las que provocan la evolución de la lengua y resultan más incontrolables, mientras que en el terreno del léxico las acciones de salvaguardar pueden ser rápidas y eficientes.

A este respecto, Juan Ramón Lodares opina que frente a la inevitable variedad del léxico y de la pronunciación está lo fijo de la gramática, que es esencialmente la misma para todo el dominio hispanohablante; y sus variaciones apenas disuenan. Todo ello hace suponer que la unidad funda-mental está garantizada por mucho tiempo; y más si se considera que, al contrario de lo que sucede en otras lenguas, el español cuenta con una autoridad lingüística reconocida: las academias, con la española como decana, pero repartidas en veintidós países. Ahora bien, esta unidad del español tiene un precio todo esto lleva aparejada una cuestión geográfica: es previsible que nos acostumbremos cada vez más a usos atópicos, es decir, sin referencia geográfica precisa y, por lo tanto, más fácilmente generalizables. En efecto, el paso de lo local a lo global en los medios de comunicación, y por tanto en la lengua que éstos utilizan, está propiciando la aparición de una norma panhispánica, un español general. Hoy los medios responden a situaciones en las que la comunicación tiende a ser colectiva, y es entonces cuando se producen en ellos un intento consciente de usar una lengua comprensible para todos, que no tiene por qué dar como resultado una lengua pobre y artificiosa. Esto es conocido como el español neutro, etiqueta cargada, inadecuadamente, de connotaciones peyorativas. Ese español comprensible para todos reproduce en los medios el proceso de neutralización, el conocimiento pasivo de otras variedades que las sociedades urbanas están desarrollando.

En contra de lo que opinaba, entre otros, Leopoldo Alas Clarín, los españoles no somos los dueños del idioma y, por lo tanto, no podemos ni debemos imponer nuestra norma idiomática a los pueblos de América. No debe haber en el aspecto lingüístico pretendidas hegemonías, pues el idioma español es patrimonio de todos los hispanohablantes sin excepción. La norma hispánica debe ser compartida, por consiguiente, por unos y otros, y los organismos competentes deben tratar de canalizar y coordinar innovaciones que surjan a este o al otro lado del Atlántico. He aquí unas palabras de Rafael Lapesa sobre el tema la buena política idiomática consistirá en fomentar que cada uno de los pueblos hispánicos se familiarice con las aportaciones lingüísticas de los demás, y en procurar que éstas se extiendan en amplia convivencia con las propias. Frente al narcisismo localista hay que impulsar la formación de una koiné hispanófona que neutralice divergencias y asegure por unos siglos más la unidad de nuestra lengua. Por todo ello debemos hacer nuestra la idea del citado profesor Lapesa es preciso que los hispanohablantes de unos y otros países nos oigamos mutuamente hasta que el uso normal de cada país sea familiar para los otros. Acomodando a nuestra situación lingüística el dicho terenciano, debemos adoptar todos este lema: 'Hablo español, y no considero ajena a mí ninguna modalidad de habla hispánica'. Hoy en día, las modernas técnicas de la comunicación nos permiten unir más aún nuestra cultura, aprender de los hallazgos lingüísticos que se han producido en otros lugares y homogeneizar lo más posible la estructura del lenguaje.

Alrededor del español se separan el portugués europeo y el americano, que empiezan a ser dos idiomas distintos; se enfría el inglés funcional en las viejas colonias que nunca lo asumieron como lengua materna; pelea el francés con los idiomas árabes de quienes lo usan sólo como instrumentos de comercio. Se aísla el chino con sus 1.000 millones de hablantes y se divide en innumerables dialectos. Respecto al español, la circunstancia de disgregación normativa resulta, en principio, de menor riesgo (y más aún en el nivel culto) porque, al contrario que el inglés, no tienen actualmente tantos hablantes secundarios, ni tantos estudiantes que mezclen lo propio y lo adquirido. Ésta es una circunstancia interesante y que, a su modo, contribuye a mantener la unidad: los hispanohablantes somos ahora, en su mayoría, de la misma familia. En opinión del hispanista británico Christopher Pountain es de esperar que el español mantenga en el futuro un grado de unidad mayor que el del inglés, dado que la inmensa mayoría de sus hablantes son nativos.

Por último queremos terminar con unas palabras de Francisco Marcos Marín quien considera que lo único necesario es entender que este español es plural, es fuerte demográficamente, es fuerte económicamente, tiene un buen mercado, pero tiene debilidades culturales y sociales que exigen del resto del mundo hispanohablante un esfuerzo.

Perspectivas de difusión

Para comenzar este apartado convendría precisar que las previsiones hechas sobre las lenguas por lo común han resultado erróneas. El tiempo las ha desmentido. Y es que junto a los factores lingüísticos habría que analizar las tendencias culturales, sociales, políticas o económicas con posibilidades razonables de ejercer una influencia futura en la suerte del idioma.

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