Descargar

Bosquejo inicial de la ética (página 4)


Partes: 1, 2, 3, 4, 5

El artista así sea un Miguel Ángel consigue apenas captar un destello minúsculo de la belleza perfecta. En la ciencia, cada vez que se encuentra la solución a un problema, esa misma solución plantea tres, cinco, diez nuevas aporías; así que mientras más se avanza en el saber, se tiene que reconocer más la infinitud de lo que se ignora: nos percatamos de que nunca se alcanzará la verdad completa. Fenómeno semejante ocurre en la moral: quien acendra más su propósito de bondad, tanto más toma conciencia de sus defectos y miserias, del infinito que le falta para ser realmente bueno. En fin, el hombre culto camina sin tregua hacia aquellos luceros altísimos que son los valores; pero sin esperanza de alcanzarlos.

¿Sabes por qué? dime a qué te suena "Bien infinito", Verdad total, Belleza perfecta". (Nada menos que a la definición de Dios!, ¿no es así? Por tanto, nunca llegaremos a ser El. Jamás alcanzaremos los valores porque los valores son Dios mismo. Sin embargo, no nos desalentemos demasiado, pues caminando por las rutas infinitas del arte, el saber y la moralidad, evolucionamos, superamos a nuestro ser biológico, aprendamos a equilibrar nuestro ser, aprendemos el oficio de hombres- persona. En fin, nos realizamos en nuestra fundamental vocación humana y empezamos a esbozar ya en nuestros rostros el rostro del Altísimo. ¿Cómo no ha de valer la pena vivir para anhelar lo absoluto? yo definiría la cultura como nostalgia de Dios.

Ahora escucha: si la cultura es un camino que no llega, en cambio la religión llega al Sr Superior…. y sin camino, directamente. El hombre de verdad religioso, el místico, o el que trabaja para estar en equilibrio con- sigo- mismo, es por tanto el más realizado de los hombres. Tenemos una supravocación: la de los dioses. El hombre tendrá que medir más que su estatura. Y no ha de conformarse con menos. De manera que todavía hay algo superior a la cultura: la religión, el perfeccionamiento de su propio ser que logre estar en armonía permanente. Hazla tuya, porque sin ella siempre serás un anhelo fallido, una persona mutilada ala que le faltó lo principal. Tú plena realización la hallarás en una región más alta aún que los cielos humanos: en el ámbito de la eternidad, del espíritu.

Resumiendo. Los tres afanes animales son salud, economía y placer. Los bienes culturales humanos: arte, ciencia y moral. El valor supremo, el religioso y perfeccionamiento de sí mismo (evolución). Nacemos bestezuelas. Mediante la cultura nos tornamos en hombres. Por la religión o el perfeccionamiento de sí mismo, el lograr estar en equilibrio nos convertimos en super-humanidad, en dioses. Dime que prefieres y te diré quien eres.

¿Cuánto vales? Pues mídete en la lista y ve hasta donde has llegado actualmente. ¡Oh no te descorazones! dentro de unos meses vuelve a medirte. Habrás crecido si es que te amas y, por tanto, ansías para tí lo mejor. No te abjurarás de tu animal, pero es necesario que crezcas cada día más en la dimensión humana. Y ni allí te detengas, atrévete a llegar a lo divino.

Una advertencia. No se te ocurra tomar los valores como un deber, como una pesada carga. Tal actitud los haría improductivos. (Ámalos! Apasiónate por todas las formas del arte, del saber, de la bondad. Y todavía más: busca esa fuente poderosa, la armonía en tu propio ser y arde por El. La cultura y la deificación son cuestiones de Amor.

¿No tienes tiempo? Róbalo, quitándolo al que gasta en tus placeres y ambiciones materiales, reduce tus necesidades al mínimo. Entonces dispondrás de precioso tiempo libre, del divino ocio cultural. Sólo así te cumplirás.

Con todo lo dicho sobre los valores ya puedes planear tu existencia a lo grande. Sal de ese vivir oscuro en el que te sientes tan despreciable, tal insatisfecho de ti.

DIVINO

Equilibrio de tu propio der.

El Absoluto

RACIONAL

Moral

Ciencia

Arte

Bien

Verdad

Belleza

ANIMAL

Placer

Economía

Salud

El inconciente colectivo

Hemos admitido que la tarea de la vida consiste en transformarnos de animales en hombres, y más aún en hombres- persona, mediante nuestra consagración de los valores. Ahora veamos un método psicológico que con perfecta eficacia nos puede convertir en dueños de esos valores: es el método que se reservaban para sí los sabios antiguos y celebran en el mayor de los secretos para impedir que se divulgara entre el pueblo.

Algunas veces nos han venido a la cabeza ideas deslumbrantes que nos han llenado de asombro porque no nos habíamos tomado el trabajo de ponernos a pensar. Llegaron desde el inconciente.(donde se encuentra nuestro pasado, presente y futuro) . Emergen de lo profundo de la psique. Son una muestra y vislumbre de los tesoros que se esconden en el interior de la mente. En esa región abismática que trasciende a nuestro yo. Todos poseemos una sabiduría inconmensurable, aún los tontos, aún los retrasados mentales, nadie está discriminado. Lo sabemos todo, aunque no sepamos lo que sabemos. La sapiencia constituye un universo subterráneo mayor que todas las galaxias del cosmos exterior, y allí surgen las ocurrencias geniales.

Según confesión de los propios sabios, los magnos descubrimientos que los hicieron famosos, no los lograron mientras reflexionaban, los deben a la intuición, llamada también La Luz Eterna. Hipótesis, teoría, ley, se les vinieron a las mentes en el momento más inesperado. En ocasiones la idea los despertó en la madrugada. No la consiguieron con su esfuerzo, la intuición, esta Luz les fue obsequiada por el inconciente.

Igual fenómeno sucede en el arte. Los creadores de la música, literatura, escultura, pintura, trabajan sobre la base de una "inspiración" o de sucesivas inspiraciones. Si no están inspirados, por más que dominen el oficio no podrán crear obras de valía. Esta inspiración, estas ideas que invaden la mente del artista, eran en otras épocas, atribuídas a las musas. Pero las musas no existen. La fuente de donde mana la inspiración es la misma de donde surgen las invenciones del sabio: del inconciente.

Así mismo, el santo se nutre de bondad y santidad en ese cosmos profundo. Para ello, se concentra perdiendo la atención de las cosas exteriores y volviéndola hacia su yo. Al explorarse cada vez más hondo, lograr llegar al centro de su ser, al centro del inconciente, ¡ y allí está nada menos que Dios! Lo palpa espiritualmente, lo toca, se une a El como en un acto de amor. Después de esto, igual que si el alma hubiera sido fecundada, concibe las virtudes. Un día le aflora a una, después otra y otra, aunque sin prisa. En cambio, otros con muchísimo esfuerzo apenas las conseguimos endebles o no las logramos nunca, porque neciamente queremos construirlas al nivel de la conciencia. Pero al místico que sabe como hundirse en el espíritu, se le dan, se le entregan gratuitamente, como al artista la inspiración y al sabio los descubrimientos.

En el inconciente, pues, se encierra todas las riquezas del saber, de la belleza, de la bondad (al conjunto de tales valores, lo llamaremos sabiduría). Todos poseemos estas maravillas; pero por estar enterradas en la hondura psíquica, no las advertimos, ellas están aquí para otorgarse a los valientes que buceen dentro de su yo, y las rescaten. Por eso los antiguos habían hecho de la perla el símbolo de la omnisciencia; para hacerse de una perla es preciso sumergirse al mar. Es una joya que sólo se encuentra en las profundidades. Estamos invitados a disfrutar la perla de la universal sapiencia. Podemos aprender a sondear en la mente, a hundirnos en el mar interior y apoderarnos de la verdad, la belleza y el bien.

El abstraído ya no le importa nada del mundo externo porque ha descubierto un universo interior inconmensurable, mayor y más apasionante que los firmamentos cósmicos materiales. Ha cambiado lo menos por lo más. Sin embargo, entra y sale. Vuelve al mundo, allí vuelca las gemas que trajo de lo hondo y enriquece, como nadie a la Humanidad. Son estos solitarios lo que acrecientan la cultura y los que mantienen vivo el espíritu de las sociedades. El sabio muestra cómo hemos de pensar, el artista, cómo debiéramos sentir; el santo nos enseña a vivir.

De aquella gruta inefable cada ensimismado extrae riquezas diferentes, conforme a su propia personalidad: el sabio, las verdades extraordinarias; el artista, las creaciones estéticas, el héroe la potencia de ánimo gigantesca y generosa; el santo, el amor sobrenatural. Según nuestros peculiares talentos y aficiones elegimos inconscientemente esmeraldas, o los rubíes o los diamantes.

Los hippies tienen la laudable intención de zambullirse. Lo llaman el "viaje", "estar en onda", "estar in". Muy encomiable propósito cuando ahora la gente se derrama en afanes exteriores.

Pero como estos muchachos no arden por los valores, aún en caso de penetrar en el misterio, saldrían como en el niño, con las manos vacías. Y si lo que les interesa es la voluptuosidad sexual, volverán de allá con excitaciones fuera de lo común, pues cada quien obtiene lo que pide. Por otra parte, es una lástima que no conoacan el milenario cristianismo rebosante de magia, sino el reciente o "progresista" que ya no ofrece el "viaje" aquella vida interior que se practicaba en mejores tiempos. Han tenido que recurrir los hippies al budismo Zen o a otras prácticas orientales sumamente deformadas y desvirtuadas. Muchos de esos métodos, aparte de reprobables, resultan del todo ineficaces. Practicando vicios no se logra el propósito.

Con las drogas se llega cuando más a las zonas del subconsciente, a la región loca de las pesadillas. La droga duerme al muchacho, siendo que es preciso mantenerse "en estado despierto", para que la luz de la atención, penetrando desde la conciencia, horade y alumbre las tiniebla del abismo. Por eso el fundador del budismo Zen decidió cortarse los párpados, cierta vez que se quedó dormido. Agrega la leyenda que esa carne, como semilla sembrada en el suelo, brotó la planta del té; es decir, una sustancia tranquilizadora, no estupefaciente.

El hippie a pesar de que nos escandalice a todos por sus graves aspectos negativos, será el heredero natural de religiones de mayor auge actualmente, a causa de su sincera ansia de concentración mental. Creo que será él quien recoja tarde o temprano, el ceremonial que hoy neciamente tiran por la ventana los ciertos religiosos "progresistas". Y aunque escandalice a muchos lectores, confieso que no me parece nada difícil que del hipismo salgan los monjes del mañana. ¿O de qué otra parte, si no es de los hippies, si ya hasta los religiosos dieron la espalda al reino interior donde mora la chispa del Altísimo, y se vierten hacia afuera con el pretexto de entregarse a la agitación de corrientes políticas? Al banquete celestial del Padre unos fueron los llamados, pero otros serán los elegidos.

"El objetivismo axiológico"

XVI.- MAX SCHELER Y LA OBJETIVIDAD DEL VALOR.

Como una reacción contra el relativismo implícito en la interpretación subjetivista de los valores, y ante la necesidad de un orden moral estable, surgen las doctrinas objetivista que adoptan el método apriorístico, rechazando todo elemento empírico.

Muchos objetivistas no creyeron necesario oponer argumentos al subjetivismo -que dieron por refutado definitivamente-, y prefirieron menospreciarlo adjudicando ceguera para los valores a quienes no compartían sus ideas. (2). Otros filósofos, por el contrario, realizaron una gran cantidad de textos para refutar las corrientes subjetivistas y proponer elaborados sistemas que apoyasen la objetividad del valor.

Entre estos últimos se destaca el filósofo alemán Max Scheler (1875-1928). Su interés (pasión según Frondizi), por el tema que ahora nos ocupa, lo lleva a escribir, entre 1913 y 1922, una gran cantidad de ensayos que se encuentran recopilados por él mismo en dos volúmenes; "Acerca de la subversión de los valores" y "De lo eterno del hombre". También escribió una "Ética" cuya primera parte se publicó en 1913, y la segunda en 1916.

La ética de Scheler

La ética de Scheler nace del deseo de continuar la ética kantiana, aunque superando su formalismo racionalista, nos dice Frondizi: "Su doctrina muestra un repudio por las éticas materiales anteriores, que han sido éticas empiristas de bienes y de fines, y reafirma el principio apriorístico establecido por Kant.

Este principio es el punto de partida del pensamiento de Scheler" Para explicar la naturaleza de los valores, Scheler los comparará con los colores para mostrar que, en ambos casos, se trata de cualidades que existen independientemente de los respectivos depositarios. Se puede hacer referencia al "rojo", por ejemplo, como un puro color del espectro, sin tener la necesidad de concebirlo como la cobertura de una superficie material; del mismo modo, el valor que descansa en un depositario con el que constituye un "bien", es independiente del depositario mismo. Scheler supone que poseemos un conocimiento previo (como cualquier inherente del ser humano), para establecer lo "bueno" y lo "malo" y escoger determinadas acciones, lo cual significa que la ética de este filósofo, si bien es una ética "material" de los valores, no descansa sobre una base empírica, sino apriorística.

Los valores son cualidades independientes de los bienes: los bienes son cosas valiosas, y aún cuando un bien nunca hubiera 'valido' como 'bueno', sería, no obstante bueno. "(…) Así como la existencia de objetos (por ejemplo, los números) o la naturaleza no supone un 'yo', mucho menos lo supone el ser de los valores." (4).

Los valores, en tanto cualidades independientes, no varían con las cosas. Así como el color azul no se torna rojo cuando se pinta de rojo un objeto azul, tampoco los valores resultan afectados por los cambios que puedan sufrir sus depositarios. La traición de un amigo, por ejemplo, no altera el valor, en sí, de la amistad. La independencia de los valores implica su inmutabilidad; los valores no cambian. Por otra parte, son absolutos; no están condicionados por ningún hecho, cualquiera sea su naturaleza, histórica, social, biológica o puramente individual. Sólo nuestro conocimiento de los valores es relativo; no los valores mismos. (5)

La tesis subjetivista de que los valores existen únicamente en la medida en que son captados, es refutada por Scheler quien considera que "hay infinito número de valores que nadie pudo hasta ahora captar ni sentir". (6). Para que los valores existan, no es necesario un sujeto que los aprenda. Los valores pueden ser captados por medio de una intuición emocional básica, pero el que no sea sentido o captado, no quiere decir que éstos no existan; así, la desaparición del percibir sentimental, no suprime el ser del valor.

Scheler critica la posición historicista que supone un relativismo de los valores considerándolos productos de una determinada situación histórica; el relativismo historicista, según Scheler, comete el error de no advertir el carácter independiente de los valores confundiéndolos con los cambios que sufren los bienes y las normas. El escepticismo ético también es considerado por Scheler como "un fenómeno chocante". Como buscamos el apoyo social en nuestras valoraciones éticas, señala este filósofo, nos intranquiliza cualquier discrepancia con los demás, y la desilusión que experimentamos al no encontrar coincidencias y establecer acuerdos para las cuestiones éticas, nos lleva a un escepticismo que sólo pone de manifiesto nuestra debilidad e incapacidad para estar solos frente a los problemas morales. (7).

Otro gran filósofo, Husserl, demostró en sus "Investigaciones lógicas" la falta de fundamento de la posición nominalista, por lo que Scheler no se ocupa de refutar a fondo el nominalismo axiológico. Las palabras 'bueno', 'bello', 'honesto', etcétera, son, para el nominalismo, expresiones de sentimientos, intereses o apetencias de los individuos; sin embargo, Scheler demuestra que el valor no puede reducirse a la expresión de un sentimiento, porque, con frecuencia, captamos los valores con independencia de los sentimientos que experimentamos. Así, podemos comprobar con frialdad, y aún con fastidio, la existencia de un valor moral en nuestro enemigo. (8).

JERARQUÍA DE LOS VALORES

Para Scheler, los valores mantienen una relación jerárquica a priori. La superioridad de un valor sobre otro, es captada por medio de preferir, que es un acto especial de conocimiento. Preferir no es juzgar; el juicio axiológico descansa en unn preferir que le antecede. Por otra parte, no hay que confundir "preferir" con "elegir". El "elegir" es una tendencia que supone ya el conocimiento de la superioridad del valor. El "preferir", en cambio, se realiza sin ningún tender, elegir ni querer. Cuando decimos "prefiero la rosa al clavel", no pensamos en una elección. La elección tiene lugar entre acciones, mientras que el preferir se refiere a bienes y valores. La elección, entonces, supone el elemento empírico, mientras que el preferir supone un elemento apriorístico. Así, todos preferimos la salud aunque en ocasiones elegimos acciones incongruentes con tal preferencia, (fumamos, bebemos, etc.).

Scheler destaca cinco criterios para determinar la jerarquía axiológica que Frondizi nos explica con mucha claridad: (9).

1. Durabilidad del valor. Siempre se ha preferido, observa Scheler, los bienes duraderos a los pasajeros y cambiantes. Sin embargo, no hay que confundir la durabilidad del valor con la durabilidad de los bienes, y menos aún, de los depositarios. Así una "fea" estatua de mármol, no puede ser superior a una "bella" creación en madera. Y la corta vida de un genio, no cambia el valor de la misma.

Así según Scheler, "(…) los valores más inferiores de todos, son (…) los valores esencialmente 'fugaces'; los valores superiores a todos, son , al mismo tiempo, valores eternos".

2. Divisibilidad. La altura de un valor es tanto mayor cuando menos divisible sea el valor. A diferencia de los valores de lo agradable sensible, en donde la magnitud del valor se mide por la magnitud de un bien o del depositario, (por ejemplo, un trozo de tela fina, o una porción de un alimento exquisito, valen aproximadamente el doble que la mitad del mismo trozo o una media porción), los valores que suponen el gozo estético, o los valores espirituales, no suponen el mismo comportamiento. Así, la mitad de una obra de arte, no corresponde a la mitad de su valor total.

Los valores espirituales son indiferentes al número de personas que participan de su goce, mientras que el goce de lo agradable sensible exige el fraccionamiento de los bienes correspondientes. De ahí que los bienes materiales separen a las personas -al establecerse conflictos de intereses sobre su posesión-, mientras que los bienes espirituales unen a los hombres en una posesión común.

3. La fundación constituye el tercer criterio para jerarquizar los valores. Si un valor A, por ejemplo, funda a un valor B, el valor A será más alto. Lo anterior significa que para que se dé el valor B, se requiere la previa existencia del valor A. Así, lo agradable se apoya o se funda en lo vital, en la salud, por ejemplo.

Todos los valores se fundan, desde luego, en los valores supremos que son, para Scheler, los religiosos. Al sostener esta tesis vuelve Scheler a un monismo axiológico semejante al medieval que el desarrollo de la cultura moderna parecía haber superado.

4. La profundidad de la satisfacción es el cuarto criterio. Según este criterio, el valor más alto, produce una satisfacción más profunda. Scheler aclara los conceptos de "profundidad" y "satisfacción". La satisfacción no debe ser confundida como el placer, si bien éste puede ser una consecuencia de la satisfacción que se refiere a una vivencia de cumplimiento que se da cuando se cumple una intención hacia un valor mediante la aparición de éste. La satisfacción tampoco está necesariamente ligada a una tendencia; el más puro caso de satisfacción ocurre en el tranquilo percibir sentimental y en la posesión de un bien positivamente valioso.

El concepto de profundidad se refiere al 'grado' de satisfacción. Se dice que la satisfacción al percibir un valor es más profunda que otra, cuando su existencia se muestra independiente del percibir del otro valor. De aquí que sólo cuando nos sentimos satisfechos en los planos profundos de nuestra vida gozamos alegrías superficiales.

5. El quinto criterio es del la relatividad. La relatividad se refiere al ser de los valores mismo. Existen valores que son 'relativos' a un individuo como es el caso del valor de lo agradable, que es "relativo" a un ser dotado de sentimiento sensible. Ahora bien, el hecho de que un valor sea "relativo", no lo convierte en "subjetivo". Un objeto corpóreo que se presenta en la alucinación es "relativo" al individuo, mas no es subjetivo en el sentido que lo es un sentimiento. También existen valores "absolutos" que existen para un puro sentir, independiente de la sensibilidad, como es el caso del preferir y el amar. Los valores morales pertenecen a esta última clase.

Un valor es tanto más alto cuanto menos relativo es; el valor más alto de todos es el valor absoluto.

Aplicando los cinco criterios, Scheler establece una tabla jerárquica de valores que es como sigue: En el nivel más bajo, están los valores de "lo agradable" y "lo desagradable" a los que corresponden los estados afectivos del placer y el dolor sensibles. En segundo término, están los valores vitales, que representan una modalidad axiológica independiente e irreducible a lo agradable y lo desagradable. El reino de los valores espirituales constituye la tercera modalidad axiológica. Ante ellos deben sacrificarse tanto los valores vitales como los de lo agradable.

Entre los valores espirituales, podemos distinguir:

a) los valores de lo bello y de lo feo y los demás valores puramente estéticos;

b) los valores de lo justo y de lo injusto que son independientes de cualquier legislación creada por una sociedad, por lo que no hay que confundirlos con "lo recto" y lo "no recto" del orden legal;

c) los valores del "conocimiento pura de la verdad", tal como pretende realizarlos la filosofía, en contraposición con la ciencia positiva que aspira al conocimiento con el fin de dominar a la naturaleza.

Por encima de los valores espirituales está la última modalidad de los valores, la de lo santo y lo profano. Como los valores en general son independientes de los bienes y de todas las formas históricas, se comprende que Scheler reclame para los valores religiosos completa independencia frente a lo que ha valido como santo a lo largo de la historia. Los estados correspondientes a los valores religiosos son los de éxtasis y desesperación, que miden la proximidad o el alejamiento de lo santo.

Para terminar esta exposición sobre esta doctrina objetivista de los valores, enfatizaremos que la relación jerárquica de valores, que va de lo agradaba a lo santo pasando por lo vital y lo espiritual, es apriorística y precede, por lo tanto, a cualquier relación entre los bienes. Si esta tabla de valores es aplicable a los bienes, es únicamente porque lo que en realidad hacemos es aplicarla a los valores que están presentes en los bienes según esta posición objetivista del valor.

(1) Cfr. Frondizi, Risieri. ¿Qué son los valores?. Fondo de Cultura Económica. México. 1987. (ç1958). (p.107).

(2) Ibidem.

(3) Ibid. (p. 113).

(4) Scheler citado por Frondizi, R. Op. Cit., (p119).

(5) Cfr. Frondizi, R. Op. Cit., (p.120).

(6) Scheler citado por Frondizi, R. Op. Cit., (p.123).

(7) Cfr. Frondizi, R. Op. Cit., (pp. 123-124).

(8) Ibid. (pp.125-126).

(9) Cfr. Frondizi, R. Op. Cit., (pp. 133 a 137).

(i.7)

Persona y mundo

El hombre no es una idea sino un ser existente racional, sustancial y único. Es persona que vive "en" el Universo y "ante los otros" y ella está en el centro de la existencia, donde convergen las flechas del bien y del mal.

El hombre es, en primer lugar, un animal racional, definición propuesta por Aristóteles y aceptada por Santo Tomás. Evidentemente incompleta, pero manifiesta según el pensamiento de estos filósofos, dos aspectos importantes del hombre: primero, el hombre es compuestos de dos elementos: cuerpo y alma, de lo cual " lo racional" es una propiedad; segundo: entre estos dos elementos, a pesar de su diferencia , hay en el hombre una perfecta unidad.

Para una mejor comprensión de lo que estamos diciendo es preciso advertir algunas distinciones necesarias en el tema del hombre:

a) el hombre como persona es esencialmente un ser social, un proyecto, que tiene diversas capacidades socialmente útiles y honestas.

b) la persona, es el hombre en cuanto sustancia completa como bosquejo inicial que debe de desplegarse en el tiempo.

Pero el hombre, no es sólo un individuo, también es una persona que se posee a sí misma mediante la inteligencia y la voluntad. No sólo existe en sus contornos dados, sino que sobreexiste – en un constante auto- trascendencia.

Decir que el hombre es una persona, es afirmar que un todo, antes que una parte y, más independiente que dependiente; que es un ser contingente que se comunica con el ser absoluto, como todo ser creado.

Al hablar en estos términos de "persona" no significa con esto que ella sea algo ya hecho, plenamente realizado; por el contrario está dada "infiere", es decir, en devenir; la persona es así en rigor una "hacerse persona".

Pero en este "hacerse persona", aunque anclado en su esencia metafísica, no sigue un canon rígido del, cual no pudiera acaso desviarse como una máquina que nos obliga a aceptar, sin otra alternativa, la programación que le hemos dictado. Tal "hacerse" es libre; de modo que la libertad es así intrínseca a la persona: sin libertad pues no hay persona. Alcanzar la cima de persona es una tarea en libertad. En ello consiste la paradoja del ser persona: nos es dado como la forma específicamente humana de existir y, sin embargo, ella debe ser incesantemente conquistada.

La persona fundamentalmente entonces, es actividad de autoimprontación.

La persona es libre en el sentido de tener la capacidad de escoger y, sobre todo, de

"escogerse". Dicha capacidad es llamada Libre Albedrío, fundada en la razón, en cuanto ésta presenta los aspectos de bondad en los seres contingentes.

Hacerse libre, es entonces; liberarse de las servidumbres que pesan sobre él y realizar su propio proyecto.

Conocemos dos clases de servidumbres por así decirlo; una que depende de su condición de criaturas y "como ser creado" sometido a una ley que no ha hecho, pudiendo superarse sólo en la medida de su divinización.

Pero, como ya se ha dicho, la persona se encuentra inserta en la sociedad, cuyo fin no es el bien individual o la simple reunión de los bienes individuales de cada una de las personas que la constituyen. Si así fuese se disolvería como en sociedad en beneficio de sus partes.

La función de la ciudad (sociedad) consiste en velar por el respeto de la libertad de cada uno de los hombres que vive en sociedad, para alcanzar el Bien Común.

Y es evidente que siendo la mayoría de las sociedades humanas, creaciones libres del hombre ellas corresponden o deben de corresponder a la naturaleza social del hombre.

Aristóteles ya había afirmado que:

"toda ciudad es una comunidad y que está constituida en vista a algún bien"

(Aristóteles: Política Libro 1.)

y completando la intención del estagirita, diremos nosotros que los hombres actúan mirando a lo que les parece bueno y si bien es cierto que todas tienden a algún bien, el principal entre todos, y que comprende a las demás es la llamada ciudad o comunidad civil.

El bien común de la ciudad como decíamos anteriormente, no es ni la simple reunión de los bienes privados, ni el bien propio de un todo que se relaciona con él y sacrifica las partes en beneficio colectivo.

El bien común de la ciudad es, subjetivamente la comunión de esas partes, y digo a las partes como si fuesen todos, porque la noción misma de persona significa totalidad; es común a todo y a las partes, sobre las cuales aquél se vuelca y que deben beneficiarse con el. El bien común es, objetivamente el ser último en la persona, en tanto cuanto ésta es transeúnte.

Así lo confirma el doctor angélico, cuando expresa:

"….. si la parte se ordena al todo como lo imperfecto a lo perfecto, y siendo el hombre individual parte de la comunidad perfecta, es necesario que la ley… mire a aquél orden de cosas que conduce a la felicidad común."(Suma Teológica Tomás de Aquino 1.2.p.90 a .2)

La sociedad en consecuencia es un todo compuesto de personas, la razón de ello resulta de la relación mutua entre individuo y sociedad, compleja y difícil de poder percibir y describir en su verdad completa.

En todo, como tal vale más que las partes; principio de Aristóteles recalcaba. Pero trascendiendo el sentir Aristotélico, no es sólo parte con relación a la sociedad.

La persona como tal es un todo abierto y generoso. Pero este ser abierto y generoso está lleno de necesidades; al entrar en sociedad se convierte en parte de un todo mayor y cuyo bien común es distinto al bien de cada uno y a la suma de los bienes de cada uno.

Por otra parte, en virtud de su relación con lo absoluto, y puesto que está llamada a una vida y a un destino superiores al tiempo; dicho de otro modo, en razón de las exigencias más elevadas de la personalidad como tal, la persona humana trasciende todas las sociedades temporales y les es superior; y desde este punto de vista, o, si se prefiere con relación a las cosas que interesan a lo absoluto en el hombre, la sociedad y su bien común están directamente subordinadas a la realización de la persona, y de sus aspiraciones supra temporales, como un fin de otro orden, que les trasciende.

Cada persona individual, escribe Sto. Tomás de Aquino:

"es la comunidad entera como la parte al todo" (op.cit.ant. II .64,2.)

Desde este punto de vista y bajo esta relación, es decir puesto que en virtud de algunas de sus condiciones propias, la persona es parte de la sociedad, ella se empeña integra y se ordena íntegramente para el bien común de la sociedad.

Explicando el principio Tomista, Jacques Maritain agrega:

"si el hombre se empeña integro como parte de la sociedad política ( ya que puede tener que dar su vida por ella), no es , empero parte de la sociedad política en virtud de su yo íntegro, ni en virtud de todo lo que hay en él.( Maritain, Jacques. Los derechos del hombre y la ley Natural" p.3l.)

Pues bien, el hombre, en virtud de ciertas cosas que hay en él, se eleva integro por encima de la sociedad política.

Por eso es que la segunda afirmación de Sto. Tomás tenga tanto valor:

"El hombre no está ordenado en la sociedad política, según su ser íntegro y según todo lo que es en él"( op.cit.ant.Sto Tomás I.II.21,4ad.3.)

En verdad es que el hombre se empeña integro – pero no con su yo integro-, como parte de la sociedad política, ordenada hacia el bien de ésta. La persona humana, se empeña integra como parte de la sociedad política, más no en virtud de todo lo que es ella, no de todo lo que le pertenece. En virtud de otras cosas que son ella, está también, integrada por encima de la sociedad política. Por otra parte trasciende a la comunidad política, en cuanto a las cosas que en él y de él, pueden surgir del ordenamiento de la persona.

Como tal, en lo absoluto, depende, con respecto a su esencia, de algo más alto que la comunidad política: la realización – supra-temporal– de la persona, en tanto que persona.

Ahora bien en relación con el mundo, no existe un mundo, "para nosotros" , con el cual no tengamos relación. ¿Cómo podría yo, por ejemplo, afirmar la existencia de una galaxia de la cual no tengo ningún indicio? Su yo tuviera algún indicio, estaría ya en una cierta relación con ella.

El YO se encuentra inmerso en un mundo en que él actúa, en el que realiza la vida que es un "quehacer", un mundo que le presente incentivos, dificultades, obstáculos, señales, posibilidades y al cual llama Ortega: "la circunstancia del hombre." Esta" circunstancia ", este mundo en el cuál estoy, forma parte de mi Yo, y Yo me estoy haciendo con él, y al hacerme me ocupo del mundo, "si no la salvo a ella (a la circunstancia) no me salvo yo". La "circunstancia" no sólo está constituida por las "cosas" o aconteceres del mundo, sino también por elementos míos, que yo no los hago, como es mi inteligencia, mi memoria, mi historia. (Conociendo a los grandes filósofos. Adriana Figueroa Velasco, p. 271.)

La realidad radical es la vida, radical en el sentido que ahí radica la verdad del yo y del mundo, es este hacerse constante e individual de cada uno, en esta vida concreta en que me construyo eligiéndome aquí y ahora (en un presente).El mundo es un escenario en donde se ejecutan tragedias o comedias de la vida de cada hombre.

Hay que ver el mundo tal cual es, en forma objetiva, pero al hacerlo sólo caeríamos en un subjetivismo, y si lo hacemos con otros, los otros podrían fingir. Para no angustiarnos, debemos tener conciencia que la realidad, tiene mil caras y puede ser organizada desde infinitos puntos de vistas, y estos son los aportes de unos y otros en su múltiple variedad y riqueza. Cada hombre tiene su misión que cumplir, somos insustituibles, irrepetibles, únicos y necesarios.

Lo esencial es la autenticidad que es un mandato moral y el hombre debe de actual moralmente cuando construye su vida desde adentro, está llamado a elegir y elegirse su destino desde su llamado interior, su vocación y aportar su cara a la verdad , si el hombre no es capaz de ser fiel a ese llamado , su vida se convierte en inauténtica ,esto es, por tanto, un falseamiento de su propia vida ,con lo que se convierte su actuar en un actuar inmoral.

"Conócete a ti mismo"

La primera razón de la esclavitud interior del hombre es la ignorancia, y sobre todo, su ignorancia de sí mismo. Sin el conocimiento de sí, sin la comprensión de la marcha y de las funciones de su máquina, el hombre no puede ser libre, no puede gobernarse y seguirá siendo siempre esclavo, y juguete de las fuerzas que actúan sobre él.

"Esta es la razón por la cual, en las enseñanzas antiguas, la primera exigencia al comienzo del camino de la liberación, era: "Conócete a ti mismo".

Esta fórmula, generalmente atribuida a Sócrates, en realidad se encuentra en la base de muchas doctrinas y escuelas mucho más antiguas que la socrática. Pero aunque el pensamiento moderno no desconoce la existencia de este principio, no tiene sino una idea muy vaga de su significado y de su alcance. El hombre ordinario de nuestra época, aun si se interesa en la filosofía o en las ciencias, no comprende que el principio "Conócete a ti mismo" se refiere a la necesidad de conocer su propia máquina, la "máquina humana". La estructura de la máquina es más o menos la misma en todos los hombres; por lo tanto es esta estructura la que el hombre debe estudiar primeramente, es decir las funciones y las leyes de su organismo. En la máquina humana todo está ligado , una cosa depende de otra hasta tal punto que es completamente imposible estudiar cualquier función sin estudiar todas las otras.

El conocimiento de una parte requiere conocer el todo del hombre, pero esto exige mucho tiempo y mucho trabajo, exige sobre todo la aplicación del método correcto, e igualmente la dirección justa de un maestro.

"El principio "Conócete a ti mismo" tiene un contenido muy rico. En primer lugar exige, del hombre que quiere conocerse, que comprenda lo que esto quiere decir, en qué conjunto de relaciones se inscribe este conocimiento, y de qué depende necesariamente.

"El conocimiento de sí es una meta muy alta, pero muy vaga y muy lejana. El hombre es su estado actual está muy lejos del conocimiento de sí. Por eso, estrictamente hablando la meta del hombre no puede ser el conocimiento de sí. Su gran meta debe ser el estudio de sí. Para él será más que suficiente el comprender que tiene que estudiarse así mismo, a conocerse a sí mismo, de una manera conveniente.

"El estudio de sí es el trabajo o la vía que conduce al conocimiento de sí.

"Pero para estudiarse así mismo es necesario ante todo aprender como estudiar, por dónde comenzar, qué medios emplear. Un hombre tiene que aprender cómo estudiarse a sí mismo y tiene que estudiar los métodos del estudio de sí.

"El método fundamental para el estudio de sí es la observación de sí. Sin una observación de sí correctamente conducida, un hombre no comprenderá jamás las conexiones y las correspondencias de las diversas funciones de su máquina, no comprenderá jamás cómo ni por qué en él "todo sucede".

"Pero el aprendizaje de los métodos correctos de observación de sí y de estudio de sí, requiere una comprensión precisa de las funciones y de las características de la máquina, humana. De este modo, para observar las funciones de la máquina humana es necesario comprenderlas en sus divisiones correctas y poder definirlas exactamente y de inmediato; además, la definición no debe ser verbal, sino interior: por el sabor, por la sensación, de la misma manera en que nos definimos a nosotros mismos todo lo que experimentamos interiormente.

Hay dos métodos de observación de sí: el primero es el análisis, o las tentativas de análisis, es decir las tentativas de encontrar una respuesta a estas preguntas: ¿de qué depende tal cosa, y por qué sucede? – y el segundo es el método de las constataciones, que consiste solamente en registrar, en grabar en la mente, todo lo que uno observa.

Sobre todo al comienzo, la observación de sí no debe llegar a ser análisis, o tentativa de análisis, bajo ningún pretexto. El análisis no es posible sino mucho más tarde, cuando ya se conocen todas las funciones de la propia máquina y todas las leyes que la gobierna.

Al tratar de analizar tal o cual fenómeno que lo ha impresionado fuertemente, un hombre generalmente se pregunta ¿Qué es esto? ¿Por que sucede esto así y no de otra manera? Y comienza a buscar una respuesta a estas preguntas, olvidándose de todo lo que las observaciones ulteriores podrían aportarle.

Más y más absorbido por las preguntas, pierde totalmente el hilo de la observación de sí, y hasta llega a olvidar la idea misma. La observación se detiene. De este hecho resulta claro que tan sólo una cosa puede progresar: o la observación, o bien las tentativas de análisis.

Pero aún fuera de esto, toda tentativa de análisis de fenómenos aislados, sin el conocimiento de las leyes generales, es una pérdida total de tiempo. Antes de poder analizar los fenómenos aun los más elementales, un hombre debe acumular suficiente material bajos la forma de "constataciones", es decir como resultado de una observación directa e inmediata de lo que pasa en él. Este es el elemento más importante en el trabajo del estudio de sí. Cuando se ha acumulado un número suficiente de "constataciones" y cuando al mismo tiempo se ha estudiado y comprendido hasta un cierto punto las leyes, sólo entonces se hace posible el análisis.

Desde el comienzo mismo, la observación y la constatación se deben basar sobre el conocimiento de los principios fundamentales de la actividad de la máquina humana. La observación de sí no se puede conducir correctamente si no se comprenden estos principios, y si no se les tiene en cuenta en la mente. Es por esta razón que la observación de sí ordinaria, tal como la practica la gente toda su vida, es totalmente inútil y no puede llegar a nada.

La observación debe comenzar con la división de las funciones. Toda la actividad de la máquina humana está dividida en cuatro grupos de funciones netamente definidas. Cada uno está gobernado por sus propios "cerebro" o "centro". Un hombre debe diferenciar, al observarse a sí mismo, las cuatro funciones fundamentales de su máquina: las funciones intelectual, emocional, motriz e instintiva.. Cada fenómeno que un hombre observa en sí mismo se relaciona con una u otra de estas funciones. Por eso, antes de comenzar a observar, un hombre debe comprender en qué difieren las funciones, que significa la actividad intelectual, qué significa la actividad emocional, la actividad motriz y la actividad instintiva.

La observación debe comenzar por el principio. Todas las experiencias anteriores, todos los resultados anteriores de toda observación de sí, deben ser dejados de lado. Allí puede haber elementos de gran valor. Pero todo este material está basado en las divisiones erróneas de las funciones observadas, y éste mismo está dividido de manera incorrecta. Por esta razón no se lo puede utilizar; en todo caso, no se lo puede utilizar al comienzo del estudio de sí. En el momento oportuno, lo que hay de valor será tomado y utilizado. Pero es necesario comenzar por el principio, es decir, observarse a sí mismo como si no se conociese en lo más mínimo, como si aún nunca se hubiera observado.

Cuando uno comienza a observarse, debe tratar de determinar al instante a qué grupo, a qué centro pertenecen los fenómenos que se están observando en el momento.

Algunos encuentran difícil comprender la diferencia entre pensamiento y sentimiento, otros tienen dificultad en comprender la diferencia entre sentimiento y sensación, entre un pensamiento y un impulso motor.

Hablando en términos muy amplios se puede decir que la función del pensamiento siempre trabaja por medio de la comparación. Las conclusiones intelectuales son siempre el resultado de la comparación de dos o más impresiones.

La sensación y la emoción no razonan, no comparar, simplemente definen una impresión dada por su aspecto, por su carácter agradable o desagradable en uno u otro sentido, por su color, sabor u olor. Lo que es más, las sensaciones pueden ser indiferentes- ni calientes no frías, ni agradables ni desagradables: "papel blanco", "lápiz rojo". En la sensación de lo blanco y de lo rojo no hay nada agradable o desagradable. En todo caso, no es necesario que haya nada de agradable o desagradable ligado a la sensación de uno u otro de estos dos colores. Estas sensaciones, que proceden de los así llamados "cinco sentidos", y las demás, como la sensación de calor, la del frío, etc., son instintivas. Las funciones del sentimiento, o emociones, siempre son agradables o desagradables; no hay emociones indiferentes.

La dificultad para distinguir entre las funciones se acrecienta por el hecho de que la gente las siente de manera muy diferente. Es esto lo que generalmente no comprendemos. Creemos que las personas son mucho más parecidas entre sí de lo que son en realidad. Sin embargo, de hecho hay grandes diferencias entre uno y otro en lo que concierne a las formas o las modalidades de sus percepciones. Algunas personas perciben principalmente a través de pensar, otras a través de sus emociones, y otras a través de sus sensaciones.

La comprensión mutua es muy difícil, si no imposible, para hombres de diversas categorías y de diversos modos de percepción, porque todos dan nombres diferentes a una sola cosa, y el mismo nombre a las cosas más diferentes. Además, son posibles toda clase de combinaciones. Un hombre percibe a través de sus pensamientos y de sus sensaciones, otro a través de sus pensamientos y de sus sentimientos, y así sucesivamente. Cualquiera que sea, cada modo de percepción se pone inmediatamente en relación con una especie particular de reacción a los acontecimientos exteriores. Estas diferencias en la percepción y la reacción a los acontecimientos exteriores producen dos resultados: las personas no se comprenden entre sí y no se comprenden ellas mismas. Muy a menudo un hombre llama sentimientos a sus pensamientos o a sus percepciones intelectuales, y llama pensamientos o a sus sentimientos y sentimientos a sus sensaciones. Este último caso es el más frecuente. Por ejemplo, dos personas perciben la misma cosa diferentemente, digamos que una la percibe a través de sus sentimientos y la otra a través de sus sensaciones: podrán discutir toda su vida sin comprender jamás en qué consiste la diferencia entre sus actitudes en presencia de un objeto dado. En efecto, la primera lo ve bajo uno de sus aspectos y la segunda bajo otro.

Para encontrar el método que discrimina, debemos comprender que cada función psíquica normal es un medio o un instrumento de conocimiento. Con la ayuda del vemos un aspecto de las cosas y de los sucesos, con la ayuda de las emociones vemos otro aspecto y con la ayuda de las sensaciones un tercer aspecto. El conocimiento más completo que podríamos alcanzar de un tema dado sólo se puede obtener si lo examinamos simultáneamente a través de nuestros pensamientos, sentimientos y sensaciones. Todo hombre que se esfuerza por alcanzar un conocimiento verdadero debe dirigirse hacia la posibilidad de tal percepción.

En condiciones ordinarias el hombre ve el mundo a través de un cristal deformado, desigual. Y aun si se da cuenta, no puede cambiar nada. Su forma de percepción, sea cual fuere, depende del trabajo de su organismo entero. Todas las funciones son interdependientes y se equilibran entre sí en el estado en que están. Por eso, un hombre que comienza a estudiarse así mismo, al descubrir en sí algo que no le gusta, debe comprender que no será capaz de cambiarlo. Estudiar es una cosa, cambiar es otra. Sin embargo, el estudio es el primer paso hacia la posibilidad de cambiar en el futuro. Y desde el comienzo del estudio de sí, uno debe llegar a convencerse bien de que durante mucho tiempo todo el trabajo consistirá solamente en estudiarse.

Ningún cambio es posible en las condiciones ordinarias, porque cada vez que un hombre quiere cambiar una cosa no quiere cambiar sino esta cosa. Pero todo en la máquina está ligado y cada función está inevitablemente compensada por otra o por toda una serie de otras funciones, aunque no nos demos cuenta de esta interdependencia entre las diversas funciones en nosotros mismos. La máquina está equilibrada en todos sus detalles en cada momento de su actividad. Si un hombre constata en sí mismo algo que le disgusta, y empieza a hacer esfuerzos para cambiarlo, puede llegar a cierto resultado. Pero al mismo tiempo, con este resultado obtendrá inevitablemente otro resultado, que no podría haber sospechado. Al esforzarse para destruir y aniquilar todo lo que le desagrada en él, al hacer esfuerzos hacia este fin, compromete el equilibrio de su máquina. Su máquina se esfuerza por restablecer el equilibrio y lo restablece creando una nueva función que el hombre no podía haber previsto. Por ejemplo, un hombre puede observar que es muy distraído, que se olvida de todo, pierde todo, etc. Comienza a luchar contra este hábito, y si es suficientemente metódico y resuelto, logra, después de cierto tiempo, obtener el resultado deseado: deja de olvidar o de perder cosas. Esto lo advierte; pero hay otra cosa que no advierte, y que los demás si advierten, o sea que se ha vuelto irritable, pedante, criticón, desagradable. Ha vencido su distracción, pero en su lugar ha aparecido la irritabilidad. ¿Por qué? Es imposible decirlo. Sólo el análisis detallado de las cualidades particulares de los centros de un hombre puede mostrar por qué la pérdida de una cualidad ha ocasionado la aparición de otra. Esto no quiere decir que la pérdida de la distracción deba causar necesariamente la irritabilidad. Cualquier otra característica que no tenga relación alguna con la distracción podría aparecer igualmente, por ejemplo, mezquindad, o envidia, u otra cosa.

De modo que cuando un hombre trabaja en forma conveniente sobre sí mismo, debe tomar en cuenta los posibles cambios compensatorios que puedan ocurrir y tenerlos en cuenta de antemano. Sólo en esta forma podrá evitar cambios indeseables, o la aparición de cualidades enteramente opuestas a la meta y a la dirección de su trabajo.

Pero en el sistema general de la actividad, y de las funciones de la máquina humana, hay ciertos puntos en los cuales puede tener lugar un cambio sin ocasionar ningún resultado parasitario.

Es necesario saber cuáles son estos puntos, y como acercarse a ellos, porque si uno no comienza con ellos no obtendrá ningún resultado u obtendrá resultados equivocados e indeseables.

Un hombre, cuando ha fijado en su pensamiento la diferencia entre las funciones intelectuales, emocionales y motrices, debe conforme se observa a sí mismo, referir inmediatamente sus impresiones a la categoría correspondiente. Primero debe tomar nota mental tan sólo de aquellas observaciones con respecto a las cuales no le cabe la menor duda, es decir en la que reconoce de inmediato la categoría. Debe rechazar todos los casos vagos o dudosos, y recordar únicamente aquellos que son indiscutibles. Si este trabajo se efectúa correctamente, el número de constataciones indudables aumentará rápidamente. Y aquello que al principio le parecía dudoso muy pronto se verá con claridad como perteneciente al primero, al segundo, o al tercer centro. Cada centro tiene su propia memoria, y sus asociaciones su propio pensar. De hecho cada centro consiste en tres partes: la intelectual, la emocional y la motriz. Pero no sabemos casi nada acerca de este lado de nuestra naturaleza. En cada centro sólo conocemos una parte. Sin embargo, la observación de sí mismo nos demostrará muy pronto que la vida de nuestros centros es mucho más rica, o en todo caso, que contiene muchas más posibilidades de las que pensamos.

A la vez, al observar los centros, podremos constatar, al lado de su trabajo correcto incorrecto, es decir, el trabajo de un centro en lugar de otro: las tentativas de sentir del centro intelectual, o sus pretensiones al sentimiento, las tentativas del centro emocional para pensar, las tentativas del centro motor para pensar y sentir. Como ya hemos dicho, el trabajo de un centro por otro es útil en ciertos casos, para salvaguardar la continuidad de la vida. Pero al hacerse habitual este tipo de relevo llega a ser al mismo tiempo dañino, porque comienza a interferir con el trabajo correcto, permitiendo poco a poco a cada centro descuidar sus propios deberes inmediatos y hacer, no lo que debería estar haciendo, sino lo que le gusta más en el momento. En un hombre sano y normal, cada centro ejecuta su propio trabajo, es decir, el trabajo para el cual fue especialmente destinado y que está mejor calificado para cumplir. Hay situaciones en la vida de las cuales no podemos hacernos cargo sino sólo con la ayuda del pensamiento. Si en tal momento el centro emocional comienza a funcionar en lugar del centro intelectual, enredará todo, y las consecuencias de esta intervención serán por demás desagradables. En un hombre desequilibrado, la continua substitución de un centro por otro en precisamente lo que se llama "desequilibrio" o "neurosis". Cada centro procura de alguna manera endosarle su trabajo a otro, y al mismo tiempo trata de hacer el trabajo de otro centro para el cual no está capacitado. Cuando el centro emocional trabaja en lugar del centro intelectual, introduce nerviosidad, febrilidad y precipitación innecesarias en situaciones en las que, por el contrario, son esenciales un juicio calmo y una deliberación tranquila. Por su lado, cuando el centro intelectual trabaja en lugar del centro emocional, se pone deliberar en situaciones que requieren decisiones rápidas y hace imposible el discernir las particularidades y los matices finos de la situación. El pensamiento es demasiado lento. Elabora cierto plan de acción y continúa siguiéndolo aun cuando las circunstancias hayan cambiado y se haya hecho necesario otro tipo de acción. Además, en algunos casos la intervención del centro intelectual hace surgir reacciones enteramente equivocadas, porque el centro intelectual es simplemente incapaz de comprender los matices y sutilezas de muchos acontecimientos. Al centro del pensamiento le parecen iguales acontecimientos que son totalmente diferentes para el centro motor y para el emocional. Sus decisiones son generales y no corresponden a las que habría tomado el centro emocional. Esto nos parece claro si nos representamos la intervención del pensamiento, esto es, de la mente teórica, en el dominio del sentimiento, o de la sensación, o del movimiento. En cada uno de estos tres casos la intervención del pensamiento conduce a resultados totalmente indeseables. El pensamiento no puede comprender los matices del sentimiento. Podemos ver esto claramente si imaginamos a un hombre razonando sobre las emociones de otro. Como él mismo no experimenta nada, lo que experimenta el otro no existe para él.

Un hombre saciado no comprende a un hambriento. Pero para éste, su hambre es muy real; y las decisiones del primero, o sea del pensamiento, no pueden en ningún caso satisfacerlo.

En la misma forma, el pensamiento no puede apreciar las sensaciones. Para él son cosas muertas. Tampoco es capaz de controlar el movimiento. Es de los más fáciles encontrar ejemplos de esta clase. Cualquiera que sea el trabajo que un hombre está haciendo, bastará que trate de hacer deliberadamente cada uno de sus gestos con su mente, siguiendo cada movimiento, y verá que cambiará inmediatamente la calidad de su trabajo. Si está escribiendo a máquina, sus dedos gobernados por su centro motor encuentran por si mismos las letras necesarias; pero si antes de cada letra trata de preguntarse a sí mismo: "¿Dónde estará la C?" "¿Dónde está la coma?" "¿Cómo se deletrea esta palabra?" — enseguida comienza a cometer errores o a escribir muy despacio. Ahora bien, si un hombre conduce un automóvil con su centro intelectual, por cierto no tendrá interés de pasar de la primera velocidad. El pensamiento no puede seguir el ritmo de todos los movimientos necesarios a una marcha rápida. Es absolutamente imposible para un hombre ordinario conducir rápido con su centro intelectual especialmente en las calles de una gran ciudad.

Cuando el centro motor hace el trabajo del centro intelectual, da como resultado la lectura mecánica o la audición mecánica, aquella de un lector o de un oyente que no percibe sino palabras y se queda totalmente inconsciente de los que leen o escucha. Esto sucede generalmente cuando la atención, es decir la dirección de la actividad del centro intelectual, está ocupada en alguna otra cosa, y cuando el centro motor trata de suplantar en un hábito porque generalmente el centro intelectual está distraído, no por un trabajo útil, pensamiento o meditación, sino simplemente por el ensueño o la imaginación.

La imaginación es una de las principales causas del trabajo equivocado de los centros. Cada centro tiene su propia forma de imaginación y de ensueño, pero por lo general el centro motor y el centro intelectual, siempre listo éste a cederles su lugar y a ponerse a su disposición para este fin, porque el ensueño corresponde a sus propias inclinaciones.

El ensueño es absolutamente contrario de una actividad "útil". "Útil" en este caso significa: dirigida hacia una meta definida y emprendida para un resultado definido. El ensueño no tiende a ningún fin, no se esfuerza hacia ninguna meta. La motivación del ensueño se encuentra siempre en el centro emocional o en el centro motor. En cuanto al proceso efectivo, éste es tomado a su cargo por el centro intelectual. La tendencia a soñar se debe en parte a la pereza del centro intelectual, es decir a sus tentativas por evitarse todo esfuerzo ligado a un trabajo orientado hacia una meta definida y que tenga una dirección definida, y por otra parte a la tendencia de los centros emocional y motor a repetirse, a guardar varias o a reproducir experiencias agradables o desagradables, ya vividas o imaginadas. Los ensueños penosos, mórbidos, son característicos de un desequilibrio de la máquina humana. Después de todo, se puede comprender el ensueño cuando presenta un carácter agradable, y se le puede encontrar una justificación lógica. Pero el ensueño de carácter penoso es un completo absurdo. Sin embargo, muchas personas pasan nueve décimos de su existencia imaginando toda clase de acontecimientos desagradables, todas las desgracias que pueden recaer, y todos los sufrimientos que tal vez tendrán que soportar.

La "imaginación" y el "ensueño" son ejemplos del funcionamiento equivocado del centro intelectual.

La observación de la actividad de la imaginación y del ensueño, constituye una parte muy importante del estudio de sí.

Después la observación tendrá que enfocarse sobre los hábitos en general. Todo hombre adulto es un tejido de hábitos, si bien, en la mayoría de los casos, no se da la menor cuenta de ello y pudiera aun afirmar que no tiene hábito alguno. Esto nunca puede ser así. Los tres centros están repletos de hábitos y un hombre jamás puede conocerse hasta haber estudiado todos sus hábitos. La observación y estudio de éstos es particularmente difícil porque para verlos y "constatarlos", es necesario escapar de ellos, liberarse de ellos aunque sea tan sólo por un momento. Mientras un hombre está gobernado por un hábito determinado, no puede observarlo; pero desde su primer intento de combatirlo, por débil que éste sea, lo siente y repara en él. Por eso, para observar y estudiar los hábitos es necesario tratar de luchar contra ellos. Esto nos abre una vía práctica para la observación de sí. Como dijimos anteriormente un hombre no puede cambiar nada en sí mismo, que sólo puede observar y "constatar". Es verdad. Pero es igualmente cierto que un hombre no puede observar no "constatar" nada si no tratar de luchar consigo mismo, es decir, contra sus hábitos. Esta lucha no puede dar resultados inmediatos; no puede conducir a ningún cambio permanente o duradero. Pero permite saber a qué atenerse. Sin lucha un hombre no puede ver de qué está hecho. La lucha contra los pequeños hábitos es muy difícil y fastidiosa, pero sin ella es imposible la observación de sí.

Desde su primera tentativa de estudiar su actividad motriz elemental, el hombre tropieza con sus hábitos. Por ejemplo, puede querer estudiar sus movimientos, puede querer observar cómo camina. Pero nunca logrará por más de un instante, si sigue funcionando de la manera habitual. En cambio, si comprende que su manera de caminar está constituida por un cierto número de hábitos: pasos de cierta longitud, un cierto porte, etc., y si trata de cambiarlos, es decir caminar más o menos rápido, alargar más o menos el paso , será capaz de ver en sí mismo y estudiar sus movimientos mientras camina. Si un hombre quiere observarse mientras escribe, debe tomar nota de la manera en que sostiene la pluma y tratar de tomarla de otro modo; entonces se hace posible la observación. Para observarse un hombre debe tratar de no caminar de manera habitual, de sentarse en forma desacostumbrada, debe permanecer de pie cuando normalmente se sienta, sentarse cuando está acostumbrado a estar de pie, realizar con la mano izquierda los movimientos que acostumbra hacer con la mano derecha y viceversa. Todo esto le permitirá observarse y estudiar los hábitos y asociaciones del centro motor.

En el dominio de las emociones es muy útil tratar de luchar contra el hábito, de dar expresión inmediata a las emociones desagradables. Muchas personas encuentran muy difícil evitar expresar sus sentimientos acerca del mal tiempo. Les es aún más difícil guardar para sí las emociones desagradables cuando estiman que han sido violados el orden o la justicia tal como ellos la conciben.

La lucha contra la expresión de las emociones desagradables no sólo es un excelente método para la observación de sí, sino que tiene otro significado. Esta es una de las pocas direcciones en las que un hombre puede cambiar o cambiar sus hábitos sin crear otros indeseables. Es por esto por lo que desde el comienzo la observación de sí y el estudio de sí deben estar acompañados de una lucha contra la expresión de las emociones desagradables.

Si el hombre sigue todas estas reglas al observarse a sí mismo, descubrirá una cantidad de aspectos muy importantes de su ser. Para comenzar constatará con claridad indudable el hecho de que sus acciones, pensamientos, sentimientos y palabras, son el resultado de las influencias exteriores y que nada procede de él mismo. Comprenderá y verá que de hecho es un autómata que actúa bajo la influencia de estímulos exteriores. Experimentará su completa mecanicidad. Todo sucede. El hombre no puede "hacer" nada; es una máquina gobernada desde el exterior por choques accidentales. Cada choque llama a la superficie a uno de sus "yoes". Con un nuevo choque este "yo" desaparece y otro ocupa su lugar. Otro pequeño cambio en el mundo circundante y he aquí nuevamente otro "yo".

Desde este momento el hombre comenzará a comprender que no tiene el menor poder sobre sí mismo, que nunca sabe lo que puede decir o hacer al minuto siguiente y que no puede responder sobre sí mismo, ni siquiera por algunos instantes. Se convencerá de que si permanece tal cual es y no hace nada extraordinario, se debe simplemente a que no se produce ningún cambio exterior extraordinario. Se convencerá de que sus acciones están totalmente gobernadas por las condiciones exteriores y que no hay en él nada permanente de donde pueda proceder un control, ni una sola función permanente, ni un solo estado permanece.

Si nos acercamos a las teorías psicológicas nos encontramos con algunos puntos que suscitan interés. Primero es la posibilidad de un cambio de sí, a saber que el hombre desde que comienza a observarse de la manera adecuada, comienza por esto mismo a cambiar y ya no pueden estas satisfecho de si.

El segundo punto es la necesidad de "no expresar las emociones desagradables".

El tercer punto es el centro motor. La interrogante es la idea del centro motor, ¿cuál es la relación que se establece entre las funciones motrices y las funciones instintivas?

¿Son idénticas o diferentes? Además ¿cuál es la relación entre divisiones señaladas anteriormente y las divisiones habituales de la psicología? Las viejas clasificaciones y habituales son, que las acciones del hombre en acciones "conscientes", acciones "automáticas" (que primero tienen que ser conscientes) y acciones "instintivas" (oportunas pero sin meta consciente), y acciones "reflejas", simples y complejas, que nunca son conscientes y que en ciertos casos pueden ser inoportunas. Además tenemos las acciones realizadas bajo la influencia de disposiciones emocionales ocultas y de impulsos interiores desconocidos.

Primeramente descartemos las acciones "conscientes" porque nada es consciente. El término de "subconsciente" que desempeña un papel tan grande en las teorías de algunos autores, son inútiles y hasta engañosas, ya que fenómenos de categorías completamente diferentes siempre eran clasificados en la categoría de "subconscientes"

Las acciones automáticas se les designan a las acciones que el hombre realiza de manera imperceptible para él mismo. Sin embargo, las mismas acciones, desde que son observadas, ya no pueden llamarse "automáticas". El automatismo es muy importante pero no hay que confundirlo con las funciones motrices con funciones automáticas y lo que es más importante son las acciones automáticas en todos los centros. Por ejemplo, cuando se habla de "pensamientos automáticos" y de "sentimientos automáticos. Ahora bien, cuando se habla de reflejos debemos de llamarlos "acciones instintivas".

Se abusa demasiado de las palabras "instinto" e "instintivo", estos términos no pueden aplicarse con derecho sino a las funciones internas del organismo. Respiración, circulación de la sangre, digestión – estas son funciones instintivas. Las únicas funciones externas que pertenecen a esta categoría son los reflejos. La diferencia entre las funciones instintivas y motrices son las siguientes: Las funciones motrices del hombre así como las de los animales, de un pájaro, de un perro, deben ser aprendidas; pero las funciones instintivas son innatas. El hombre tiene muy pocos movimientos exteriores innatos; los animales tienen más, aunque en diversos grados: algunos tienen más, otros menos; pero lo que habitualmente se designa como "instinto" se refiere muy a menudo a una serie de funciones motrices complejas, que los animales jóvenes aprenden de los viejos. Una de las principales propiedades del centro motor es su capacidad de imitar. El centro motor imita lo que ve sin razonar. Este es el origen de las leyendas que existen sobre la maravillosa "inteligencia" de los animales, o sobre el "instinto" que reemplaza a la inteligencia para permitirles realizar toda una serie de acciones complejas y perfectamente adaptadas.

La idea de un centro motor independiente, es decir que no depende de la mente ni requiere nada de ella y que es por sí mismo una mente, pero que por otra parte tampoco depende del instinto y debe ante todo educarse – sitúa un número muy grande de problemas sobre una base enteramente nueva. La existencia de un centro motor trabajando por imitación explica el mantenimiento del orden existente en las colmenas, las conejeras y los hormigueros. Dirigida por la imitación, una generación debe modelarse absolutamente sobre un patrón de la generación precedente. No puede haber ningún cambio, ninguna desviación del modelo. Pero la imitación no explica cómo se establece en el origen un orden tal. Cada centro no es sólo una fuerza de impulsión, sino también un "aparato receptor" que capta influencias diferentes y algunas veces muy alejadas. Por ejemplo las guerras, las revoluciones, las migraciones de pueblos, etc.; cuando uno se representa cómo se pueden mover las masas humanas obedeciendo a influencia planetarias, pueden entrever nuestro error fundamental en la determinación de las acciones individuales. Nosotros consideramos las acciones de un individuo como si tuvieran su origen en él mismo. No nos imaginamos que "las masas" puedan estar formadas de autómatas que obedecen a estímulos exteriores y que pueden moverse, no bajo la influencia de la voluntad, de la conciencia o de las tendencias de los individuos sino bajo la influencia de estímulos exteriores que vienen a veces de muy lejos.

¿Pueden ser gobernadas las funciones instintivas y motrices por dos centros distintos?

-Sí, y hay que añadirles el centro sexual. Estos son los tres centros del piso inferior. El centro sexual desempeña el papel del centro neutralizante en relación a los centros instintivos y motor. El piso inferior puede existir por sí mismo, porque en él los tres centros son los conductores de las tres fuerzas. Los centros intelectual y emocional no son indispensables para la vida.

¿Cual de los centros del piso inferior es activo y cuál es pasivo?

Ora el centro motor es activo y el centro instintivo es pasivo, ora es el centro instintivo el que es activo y el centro motor, pasivo. Usted debe encontrar en sí mismo ejemplos de estos estados. Pero independientemente de los diferentes estados, hay también diferencia de tipos. En unos, el centro motor es más activo, en otros es el centro instintivo. Pero para mayor comodidad en el razonamiento y sobre todo al comienzo, cuando es la explicación de los principios lo que más cuenta, los consideramos como un solo centro, comprendiendo diferentes funciones que trabajan sobre el mismo nivel. Los centros intelectual, emocional y motor trabajan sobre niveles diferentes; y los centros motor e instintivo , sobre un mismo nivel.

Basado a la luz de enseñanzas de la India en : "Fragmentos de una enseñanza desconocida" P.D.Ouspensky. BB.AA. Sexta Edición. 1950.

_________________o ________________

Raíces ontológica de la persona y su apertura ética en la sociedad

El hombre no es una idea sino un ser existente racional, sustancial y único. Es persona que vive "en" el Universo y "ante los otros" y ella está en el centro de la existencia, donde convergen las flechas del bien y del mal.

El hombre es, en primer lugar, un animal racional, definición propuesta por Aristóteles y aceptada por Santo Tomás. Evidentemente incompleta, pero manifiesta según el pensamiento de estos filósofos, dos aspectos importantes del hombre: primero, el hombre es compuesto de dos elementos: cuerpo y alma, de la cual "lo racional" es una propiedad; segundo: entre estos dos elementos, a pesar de su diferencia, hay en el hombre una perfecta unidad.

Para una mejor comprensión de lo que estamos diciendo es preciso advertir algunas distinciones necesarias en el tema del hombre:

A) El hombre como persona es esencialmente un ser social, un proyecto, que tiene diversas capacidades socialmente útiles y honestas.

B) La persona, es el hombre en cuanto sustancia completa como bosquejo inicial que debe desplegarse en el tiempo.

Pero el hombre, no es sólo un individuo, también es una persona que se posee a sí misma mediante la inteligencia y la voluntad. No sólo existe en sus contornos dados, sino que sobreexiste en una constante auto-trascendencia.

Decir que el hombre es una persona, es afirmar que es un todo, antes que una parte y, más independiente que dependiente; que es un ser contingente que se comunica con el ser absoluto, como todo ser creado.

Al hablar en estos términos de "persona" no significa con esto que ella sea algo ya hecho, plenamente realizado; por el contrario está dada "in fieri" es decir, en devenir; la persona es, así en rigor "hacerse persona".

El "conoce a tí mismo". Esto ayudará a estar en la realidad y a saber las aptitudes y las limitaciones que poseemos, aceptar lo que uno es y tiene, saber para lo que se está dotado y desde ahí ser riguroso y estricto con uno mismo, pero dentro de una flexibilidad inteligente. Además es, necesario tener un modelo de identidad. Esto hoy, es difícil. Y lo es porque el hombre moderno está sin brújula, desorientado, sin saber como escapar de los tópicos y de las masificaciones. Esto le lleva a ser cada vez más impersonal y anónimo.

El modelo humano es una lección gráfica en donde uno se mira, buscando algo sólido, noble, positivo, con fuerza suficiente, para seguirle. El mejor maestro es el ejemplo. En el mundo de nuestros días son cada vez más los que se desarrollan sin un modelo de identificación. Otro elemento que parece esencial en la configuración o descripción de los rasgos de una persona (equilibrada), es la naturalidad; es decir, esa cualidad esencial de la personalidad estable y armónica. Significa: sencillez, espontaneidad. También parece importante tener en marcha un proyecto de vida que se adelante al futuro, organizando lo que será el día de mañana. Este debe descansar sobre tres bases, principios básicos: el trabajo, la cultura y el más importante y fundamental: el amor. Soy feliz, cuando mi vocación como hombre se va desarrollando positivamente en estos tres horizontes y en cuanto he sabido aceptar las modificaciones, los cambios y tantos aspectos inesperados como han recaído sobre él.

Por el amor tiene sentido la vida. Gracias al trabajo dedicamos nuestros esfuerzos en una dirección determinada, contribuyendo al progreso y al bienestar de la sociedad, mediante una actividad profesionalizada. Por último, la cultura es libertad. Este proyecto personal debe constatar y tener una coherencia interna y responder a una interpretación de la vida. Si realmente quiero que este proyecto personal tenga fuerza y solidez en sí mismo. Por ende el hombre debe luchar por conseguir ser una adecuación entre el corazón y la razón, entre afectividad y razón; en pocas palabras, saber controlar las emociones y contradicciones. Conocer lo que es la complejidad de la vida, y a la vez, su simplificidad.

Pero este "hacerse persona", aunque anclado en su esencia metafísica, no sigue un canon rígido del cual no pudiera acaso desviarse como una máquina que nos obliga a aceptar, sin otra alternativa, la programación que le hemos dictado. Tal "hacerse" es libre; de modo que la libertad es así intrínseca a la persona: sin libertad pues no hay persona. Alcanzar la cima de persona es una tarea en libertad. En ello consiste la paradoja del ser persona: nos es dado como la forma específicamente humana de existir y, sin embargo, ella debe ser incesantemente conquistada.

La persona fundamentalmente entonces, es actividad de autoimprontación. La persona es libre en el sentido de tener la capacidad de escoger y, sobre todo, de "escogerse". Dicha capacidad es llamada Libre Albedrío, fundada en la razón, en cuanto ésta presenta los aspectos de bondad en los seres contingentes.

Hacerse libre, es entonces; liberarse de las servidumbres por así decirlo; una que depende de su condición criaturas y "como ser creador" sometido a una ley que no ha hecho, pudiendo superarse sólo en la medida de su divinización. Hacerse libre, es entonces, liberarse de las servidumbres que pesan sobre él y realizar su propio proyecto.

Conocemos dos clases de servidumbres por así decirlo; una depende de su condición de criaturas y "como ser creado" sometido a una ley que no ha hecho, pudiendo superarse sólo en la medida de su divinización. Pero, como ya se ha dicho, la persona se encuentra inserta en la sociedad, cuyo fin no es el bien individual o la simple reunión de los bienes individuales de cada una de las personas que la constituyen. Si así fuese se disolvería como en sociedad en beneficio de sus partes.

La función de la ciudad (sociedad), consiste en velar por el respeto de la libertad de cada uno de los hombres que vive en sociedad, para alcanzar el Bien Común.

Y es evidente que siendo la mayoría de las sociedades humanas, creaciones libres del hombre ellas corresponden o deben corresponder a la naturaleza social del hombre.

Aristóteles ya había afirmado que:

"toda ciudad es una comunidad y que está constituida en vista a algún bien" (1)

Y completando la intención del estagirita, diremos nosotros que los hombres actúan mirando a lo que les parece bueno, y si bien es cierto que todas tienden a algún bien, el principal entre todos, y comprende a las demás es la llamada ciudad o comunidad civil.

El bien común de la ciudad como decíamos anteriormente, no es ni la simple reunión de los bienes privados, ni el bien propio de un todo que se relaciona con él y sacrifica las partes en beneficio colectivo.

El bien común de la ciudad es, subjetivamente la comunión de esas partes, y digo a las partes como si fuesen todos, porque la noción misma de persona significa totalidad; es común a todo y a las partes, sobre las cuales aquél se vuelca y que deben beneficiarse con el. El bien común es, objetivamente el ser último en la persona, en tanto cuanta ésta es transeúnte. Así lo confirma el doctor angélico cuando expresa:

"… si la parte se ordena al todo como lo imperfecto a lo perfecto, y siendo el hombre individual parte de la comunidad perfecta, es necesario que la ley… mire a aquél orden de cosas que conduce a la felicidad común." (2).

La sociedad en consecuencia, es un todo compuesto de personas, la razón de ello resulta de la relación mutua entre individuo y sociedad, compleja y difícil de poder percibir y describir en su verdad completa. El todo, como tal vale más que las partes; principio de Aristóteles recalcaba. Pero transcendiendo el sentir Aristotélico, no es sólo parte con relación a la sociedad.

La persona como tal es un todo abierto y generoso. Pero este ser abierto y generoso está lleno de necesidades; al entrar en sociedad se convierte en parte de un todo mayor y cuyo bien común es distinto al bien de cada uno y a la suma de los bienes de cada uno.

Por otra parte, en virtud de su relación con lo absoluto, y puesto que está llamada a una vida y a un destino superiores al tiempo; dicho de otro modo, en razón de las exigencias más elevadas de la personalidad como tal, la persona humana trasciende todas las sociedades temporales y les es superior; y desde este punto de vista, o, si se prefiere con relación a las cosas que interesan a lo absoluto en el hombre, la sociedad y su bien común están directamente subordinadas a la realización de la persona, y de sus aspiraciones supra temporales, como un fin de otro orden, que les trasciende.

Cada persona individual, señala Santo Tomás de Aquino: " es la comunidad entera como la parte al todo " (3)

Desde este punto de vista y bajo esta relación, es decir puesto que en virtud de alguna de sus condiciones propias, la persona es parte de la sociedad, ella se empeña íntegra para el bien común de la sociedad.

Explicando el principio Tomista, Jacques Maritain agrega diciendo: "si el hombre se empeña integro como parte de la sociedad política (ya que puede tener que dar su vida por ella), no es, empero, parte de la sociedad política en virtud de su yo íntegro, ni en virtud de todo lo que hay en él". (4)

Pues bien, el hombre, en virtud de ciertas cosas que hay en él, se eleva integro por encima de la sociedad política.

Por eso es que la segunda afirmación de Santo Tomás tenga tanto valor: "El hombre no está ordenado en la sociedad política, según su ser íntegro y según todo lo que es en él". (5)

En verdad es que el hombre se empeño integro-pero no con su yo integro-, como parte de la sociedad política, ordenada hacia el bien de ésta. La persona humana, se empeña íntegra como parte de la sociedad política, más no en virtud de todo lo que es ella, no de todo lo que le pertenece. En virtud de otras cosas que son en ella, esta también, integrada por encima de la sociedad política. Por otra parte trasciende a la comunidad política, en cuanto a las cosas que en él y de él, pueden surgir del ordenamiento de la persona.

Como tal, en lo absoluto, depende, con respecto a su esencia, de algo más alto que la comunidad política: la realización -supra-temporal- de la persona, en tanto que persona.

Bb: 1). Aristóteles: Política; Libro Primero.

2).-Aquino, Sto. Tomás. Suma Teológica. 1.2p.90 a2. 3).- Aquino, Sto Tomás, op. cit., II.II. 64,2.

La fundamentación ontológica de la persona humana y de su responsabilidad

Todo hombre es persona .es decir, un compuesto sustancial de cuerpo y alma que se expresa a través de su inteligencia y voluntad y que se realiza su destino bajo su propia responsabilidad y por obra de su libertad. En el orden social, político cultural y económico debe posibilitar y facilitar al hombre su desarrollo integral por asunción de responsabilidades, realización de iniciativas y ejercicio de la libertad.

Si nos detenemos a pensar sobre el panorama por la que atraviesa la cultura contemporánea, podríamos decir junto a Enrique Rojas que "el mundo globalmente considerado está sumido en una crisis muy aguda, surcada de contradicciones (Rojas, Enrique. Una teoría de la Felicidad, Edit. Espasa- Calpe. 1988.)

¿Cuales son los principales síntomas de esta crisis?

A la luz de Enrique Rojas podríamos decir que son tres: el materialismo, el hedonismo y la permisividad.

El hedonismo implica que el hombre se mueva, casi exclusivamente, por el bienestar y el placer. Esta es una cultura de placer. Este modo de obrar "conduce a despreciar todo lo que exige en la vida esfuerzo, tiempo y una cierta dosis de sufrimiento". El sufrimiento, la humillación, la soledad, son jalones fundamentales para la maduración de la personalidad. Cuando se le da la espalda de forma radical, nos vamos e encontrar con un hombre inmaduro, infantil, que solo se mueve buscando el éxito inmediato y que fácilmente va a caer en una cierta forma de neurosis.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente