Una visión ideológica de la vinculación entre la investigación, la ciencia y la tecnología
Enviado por m_rodriguez_sosa
- Las visiones del interés de la investigación
- El contínuo ciencia-tecnología
- La interfase ciencia-tecnología en la práctica de investigación
Las visiones del interés de la investigación
Una cuestión que, en mi opinión, no ha sido suficientemente planteada y debatida en los medios académicos y científicos, no obstante la profusa literatura al respecto, es la concerniente a cuál es el interés que motiva la investigación científica en todos y cualquiera de sus extremos y acepciones; cuestión que, por lo tanto, es también la de los valores esenciales de la ciencia. Jürgen Habermas propone distinguir tres tipos de interés de la ciencia: la explicación y el control de los fenómenos (interés de las ciencias empírico analíticas), la comprensión del significado de la interacción humana (interés de las ciencias histórico-hermenéuticas), y la emancipación de los individuos ante la dominación (interés de la teoría crítica). Esta es una propuesta discutida y discutible para abordar el análisis de intereses y valores en relación a la investigación científica, pero es pertinente porque ubica la cuestión a nivel descriptivo, en la pregunta: ¿qué interés subyace a la práctica de la investigación científica existente?, como a nivel prescriptivo, en la pregunta: ¿qué interés debe subyacer a la practica de la investigación científica?
En la primera parte de esta disertación intento señalar derroteros para responder ambas interrogantes.
Generalmente la investigación científica es definida por su objetivo inmediato: el descubrimiento. Este es el núcleo de una visión académica y tradicional de la investigación, compartida por filósofos de la ciencia y por especialistas en métodos científicos. Así, Mario Bunge dice que la investigación es un proceso metodológicamente orientado y consistente en averiguar algo acerca de cosas de algún tipo y Max Weber sostiene que el trabajo de investigación y la búsqueda constante, la actividad de descubrimiento y la satisfacción de realizarlo es lo único que debe importar al científico, que es integrante de una especie social diferenciada al que sólo le interesa su actividad, en tanto que Ezequiel Ander Egg sostiene que la investigación es un proceso formal, sistemático, racional e intencionado en el que se lleva a cabo el método científico de análisis. Es fácil advertir que todas estas definiciones comparten la omisión de indicar la finalidad de la investigación y, por tanto, responden a la pregunta: ¿qué interés sostiene la practica de la investigación científica? con una sencillez y austeridad extremadamente positivistas: el único interés verdaderamente relevante de la práctica de investigación científica es producir y acrecentar el conocimiento de los objetos del mundo. Esta es una visión todavía dominante en la comunidad académica. La he compartido muchos años, en los que he reiterado que la investigación científica es el proceso de producción de conocimiento científico; actividad de construcción y determinación de objetos de conocimiento contrastables a través de informaciones novedosas obtenidas con empleo del método científico.
Sin embargo, esta visión, que caracteriza a la investigación como una actividad esencialmente contemplativa y la ubica en un ambiente de asepsia ideológica que no existe realmente en ningún medio institucional o social, ha sufrido los cuestionamientos y embates crecientes de corrientes de la actividad intelectual finalmente nucleados en el partido de la denominada "investigación acción", que es una visión alternativa y comprometida en la que el investigador adquiere deliberadamente obligaciones con el objeto social (un grupo o comunidad) de su investigación y contribuye a estructurar la identificación y el análisis de algunos problemas acuciantes, aportando asimismo a resolverlos con sus herramientas teóricas y técnicas pero necesariamente con la colaboración racional y activa del propio grupo o comunidad.
Una buena parte de la investigación universitaria en el Perú sigue en la senda de la visión académica tradicional, configurando una verdadera doctrina metodológica, pero es pertinente mencionar que en la práctica la vigilancia del interés exclusivamente epistémico de la investigación se ha relajado y el abandono del debate acerca de las influencias recíprocas entre ciencia y sociedad condiciona que los compromisos ideológicos y sociales que esta visión expulsó por la puerta están ingresando subrepticiamente por la ventana en muchas investigaciones a nivel de tesis universitarias.
Por otro lado es necesario reconocer que adquiere mayor importancia la visión y la práctica de la investigación acción. Experiencias interesantes de investigación acción se están llevando a cabo en el Perú en diversos campos y conozco estudios en materias muy diversas, por ejemplo, acerca del impacto del mejoramiento de la infraestructura de saneamiento en comunidades campesinas de Cajamarca sobre la salud y la calidad de vida de la población, acerca del urbanismo de la ciudad popular en Villa El Salvador, acerca de cambio curricular en educación primaria, y acerca del desarrollo sustentable de comunidades huambisa.
Estudios como estos muestran que la visión de la investigación acción, a diferencia de la visión académica tradicional de la investigación, rechaza la actitud contemplativa y la asepsia ideológica del investigador; muestran también que su interés no es puramente gnoseológico, que enfatiza el compromiso ideológico con la solución de los problemas que indaga y con los intereses del grupo o comunidad beneficiario.
He llegado al convencimiento de que la visión de la investigación acción es superior a la de la investigación académica tradicional porque no es indiferente al imperativo de que el conocimiento científico debe servir para estructurar y solucionar los problemas que obstaculizan a la humanidad alcanzar mayores niveles de bienestar y realización individual y colectiva. Creo con firmeza que la visión de la investigación no puede ser indiferente, por ejemplo, al hecho de que las ingenierías de producción y la biotecnología logren una producción agrícola anual mundial suficiente para alimentar 12 mil millones de seres humanos, el doble de la población del planeta, y sin embargo cada año sufre hambre crónica cerca de la cuarta parte de la humanidad. Creo, asimismo, que la visión de la investigación no puede ser indiferente ante el desastre ecológico que viene gestando la industria de combustibles fósiles, que insume ingentes cantidades de recursos en proyectos de investigación y desarrollo de productos para beneficio de un oligopolio industrial, mientras sabotea la asignación de recursos para la investigación tecnológica y la industrialización de nuevos medios energéticos generados por flujos de elevada concentración de energía, como el plasma. Esencialmente, considero que la visión puramente cognoscitiva y socialmente des-comprometida de la investigación es moralmente cuestionable porque pretende ignorar que la lógica del descubrimiento es y sólo puede ser antropocéntrica, es decir, al servicio de la realización humana.
Pero la superioridad de la investigación acción encuentra su límite en la falta de autonomía de sus intereses. La visión de la investigación acción es tributaria de una visión más vasta, la del globalismo que intenta imponer al mundo un modelo de desarrollo desigual que garantice la hegemonía cultural y la dominación política y económica del Occidente post-industrial, y la asociación subordinada del resto del mundo. Los think tanks del globalismo han establecido que el mantenimiento del desequilibrio global exige, por ejemplo, disminuir ciertos extremos de inequidad y, entre ellos, la pobreza extrema y la exclusión social, a la vez que es necesario elevar los niveles educativos de la población para facilitar su incorporación funcional al mercado y al sistema. Esta perspectiva es instrumentada por organismos financieros internacionales como el Banco Mundial y por la red mundial de ONGs, a través de los cuales operan intereses estatales de las grandes potencias. No puede sorprender, por tanto, que la visión y el paradigma metodológico de la investigación acción sean desarrollados en el marco institucional, difuso y poco transparente, auspiciado por esas entidades, inclusive a nivel de manuales y guías técnicas de formulación y evaluación de proyectos, construyendo una ideología desarrollista que se materializa en prácticas de investigación acción en temas muy diversos.
Es así como el elevado y creciente respaldo de los organismos internacionales y de otras fuentes de cooperación económica del hemisferio norte, a las organizaciones y personas que adhieren a la investigación acción, especialmente a las ONGs, es un factor determinante para la reciente decadencia de la visión académica tradicional de la investigación científica, tildada con certeza de contemplativa y de promover la insensibilidad social de la comunidad científica ante los problemas reales que exigen su aporte para solucionarlos. Una consecuencia de esta decadencia es el desfase entre la investigación "académica" (de alcance mayormente analítico) producida en parte de las universidades y la investigación "desarrollista" (de alcance prospectivo) producida mayormente fuera de ellas. Este desfase obstaculiza el acceso de investigadores universitarios a mayores recursos para la investigación, puesto que las fuentes de financiamiento consideran que su orientación epistémica y metodológica no conduce a proponer soluciones prácticas a los problemas estudiados.
En consecuencia, el escenario está preparado para que a mediano plazo se pueda erigir triunfante la investigación acción que, enarbolando sus valores positivos de compromiso social, pero sobre todo, sus grandes fuentes de recursos financieros, se configura actualmente como una visión de investigación "políticamente correcta" y cada día más presente en medios universitarios.
El perfil políticamente correcto de la visión de la investigación acción alude directamente al hecho de que en casi todo el mundo disfruta del apoyo estatal y supra-estatal, y al hecho de que su propuesta metodológica participativa, sus herramientas técnicas y la eficacia de sus resultados inmediatos (productos, efectos e impacto) son progresivamente incorporados al imaginario social como elementos de un modelo exitoso de investigación; éxito que, en realidad, suele ser medido a través de indicadores construidos ex profeso y que figuran en sendos manuales de evaluación de proyectos, que en varios casos son únicamente medios para justificar la inversión y para acomodar la relación entre los resultados y las metas previstas.
Sin embargo, la confrontación entre la visión académica tradicional de la investigación y la visión de la investigación acción ignora la presencia de una tercera visión, todavía emergente, a la que provisionalmente denominaré visión humanista de la investigación, para la cual la investigación científica es la práctica de realizar descubrimientos que mejoren los principios epistémicos conocidos, por medio de los cuales las generaciones subsiguientes puedan realizar generaciones enteras de conocimientos científicos, a la vez que es la práctica capaz de originar un conjunto de objetos útiles. Los objetos pueden considerarse "útiles" sólo en la medida en que, como clase, eleven significativamente y en forma creciente la tasa media de bienestar de la humanidad.
La historia de la ciencia está llena de ejemplos que demuestran cómo un descubrimiento teórico o el desarrollo aplicado de una teoría originan directamente objetos útiles. Un caso sobresaliente es el de la fundación que hiciera Johannes Kepler (s. XVII) de la física matemática comprensiva, a partir de cuyos razonamientos y postulados se derivan los principios tecnológicos del cálculo mecanizado y, de éstos, el artefacto de la calculadora mecánica. Otro caso es el de la teoría cinética de los gases, propuesta por Maxwell y otros (s. XIX), que sustenta la tecnología de la refrigeración y ha permitido la fabricación de varias generaciones de sencillos artefactos refrigeradores.
La visión humanista de la investigación re-localiza el interés que anima a la investigación científica y el objetivo inmediato de su práctica. Desde este punto de vista el interés subyacente de la investigación no es gnoseológico, como sí lo es para la visión académica tradicional, ni el objetivo inmediato de la investigación es solucionar problemas sociales en el marco del modelo dominante de desarrollo, como sí lo es para la visión de la investigación acción. En la visión humanista el interés que subyace a la investigación es activista en el sentido de transformar y mejorar las condiciones generales de vida de la humanidad, y el objetivo inmediato de la investigación es producir "objetos útiles", es decir, "utilidades" en el sentido de "valores".
El diccionario de la Real Academia Española, de Madrid, define el vocablo "utilidad" como: "provecho, ganancia, valor que en si tiene una cosa. Conveniencia o necesidad de carácter colectivo en el orden moral o material". Es muy significativo que entre los términos "utilidad" y "valor" exista una estrecha similitud de significado, considerando que la noción de "valor" adoptada en esta disertación es tanto moral o ética como enraizada en el significado de la expresión inglesa "value", que es estrictamente: utilidad. Así, lo que aquí interesa rescatar de la noción de "utilidad" es la posibilidad de observar y medir objetivamente el valor que representa para el género humano y los grupos sociales que lo conforman.
La consideración del tema de los valores me permite señalar la diferencia axiológica existente entre las tres visiones de la investigación.
Aunque la investigación en su visión académica tradicional se cubre de neutralidad axiológica, sofisticadamente acreditada como "objetividad", no puede rechazar la crítica de que es injustificable practicar la investigación con un interés puramente gnoseológico, exento de responsabilidad social e histórica. Aunque la investigación acción se presenta como "desarrollista" y plena de responsabilidad social, tampoco puede rechazar la crítica de que es injustificable practicarla con sumisión a las exigencias de adhesión al modelo de desarrollo imperante por la voluntad de los organismos financieros internacionales, de su asociada la red mundial de las ONGs y de los think tanks ideológicos que nutren las políticas y estrategias de conservación del status quo mundial y su desigualdad social y regional.
Frente a estas dos cuestionadas visiones, la visión humanista de la investigación tiene superioridad axiológica, porque su interés no es contemplativo y carente de compromisos sociales, pero tampoco es el activismo comprometido con un modelo de desarrollo sobre-determinado por los poderes globales. En la visión humanista la investigación científica tiene el interés de aumentar progresivamente y en medida creciente la tasa media de bienestar de la humanidad a partir del incremento deliberado de la productividad del trabajo con empleo de nuevas y mejores tecnologías, y a partir del aumento físico del consumo.
Entonces, arribo aquí a una toma de posición acerca de la segunda pregunta inicial de esta disertación: ¿qué interés debe subyacer a la practica de la investigación científica?, respondiendo que el interés subyacente a la investigación no debe ser el prurito del descubrimiento ni el aporte a un desarrollo social heteronómico y desigual, sino que debe ser el contribuir sostenidamente a solucionar los problemas que obstaculizan el aumento del bienestar medio y común de la humanidad.
El contínuo ciencia-tecnología
Mario Bunge dice que la ciencia es un estilo de pensamiento y de acción: precisamente el más reciente, el más universal y el más provechoso de todos los estilos.
Este estilo de pensamiento y de acción configura un campo de actividad que comprende el resultado del esfuerzo de "descubrir las leyes de formación y cambio de los hechos del mundo, en su verificación experimental y en su aplicación o uso para la utilidad humana". Así definida, la ciencia pone de manifiesto su cualidad de producto del proceso de investigación, a la vez que la mención de su utilidad denota la identificación de esta concepción de ciencia con la visión humanista de la investigación; pero además vincula orgánicamente la ciencia y la tecnología, puesto que la tecnología es el sistema de conocimientos producidos por la investigación científica para controlar y transformar estados de los procesos, instituciones u objetos, y para diseñar, planear, operar y mantener situaciones o artefactos.
La articulación de las nociones de investigación, ciencia y tecnología ha permitido a algunos autores plantear la existencia de niveles diferenciados de investigación: investigación para la producción de teoría e investigación para la producción (o desarrollo) de tecnologías. En otras palabras: investigación científica e investigación tecnológica. Esta diferenciación ha producido más de una sofisticada confusión categorial.
Así, por ejemplo, hay autores que postulan clasificar la investigación y la ciencia en niveles básico y aplicado. El nivel básico tendría como objetivo el incremento del conocimiento teórico, y el nivel aplicado tendría el objetivo de incrementar las aplicaciones descriptivas, explicativas y predictivas de las teorías, a clases concretas de hechos u objetos. Extremos de la ciencia y de la investigación aplicada serían la investigación tecnológica y la tecnología. En algunas exposiciones los niveles y sub-niveles o tipos de ciencia e investigación son categorías cerradas y excluyentes; en otras exposiciones son compartimentos permeables y los autores más exigentes llegan a afirmar que los límites entre investigación científica aplicada e investigación tecnológica son difusos.
Al respecto considero que los modelos de clasificación de la investigación y de la ciencia, incluyendo el nivel tecnológico, no tienen correlato en una buena parte de los proyectos de investigación universitarios y extra-universitarios, porque sus categorías no se aplican ajustadamente a la codificación de los objetivos de las investigaciones concretas o porque los objetivos trascienden o ignoran las categorías clasificatorias. Lo que realmente ocurre con más frecuencia es que los objetivos de los proyectos de investigación y, por tanto, el alcance de las investigaciones, conforman un continuo trans-categorial, ya que cada vez más tienden a ser, sucesivamente, de nivel básico (construcción de modelos teóricos), de nivel aplicado (descriptivos, explicativos, predictivos) y de nivel prospectivo (tecnológicos o estratégicos). Esta apreciación personal, sustentada en la experiencia de investigación universitaria, me indica que se está desarrollando una tendencia amplia a realizar investigaciones que son, en el mismo proceso, científicas y tecnológicas, lo que, en perspectiva, decreta la inutilidad de uno de los extremos: o las investigaciones son científicas (incluyendo en su extremo productos tecnológicos), o las investigaciones son tecnológicas (presuponiendo la construcción de una base científica propia).
¿Cuáles son las condiciones y factores que están orientando la investigación en el sentido de diluir la frontera praxiológica entre ciencia y tecnología?
Las condiciones son, básicamente, el traslape transicional entre la visión académica tradicional de la investigación y la visión de la investigación acción, en los medios universitarios; y la reducción creciente de los recursos económicos y medios institucionales para realizar investigaciones puramente descriptivas, analíticas o explicativo-predictivas, por completo contemplativas de su objeto de estudio, sin solución de continuidad hacia propuestas de intervención sobre ese objeto de estudio. La visión humanista no participa explícitamente en esta transición porque su filosofía moral y su orientación epistemológica son adversarias de las ideologías científicas dominantes, complacientes con el status quo, y permanecen aún como paradigmas contra-culturales marginados en la comunidad científica, pero allí están, avanzando…
Incluso una muy somera descripción del enfoque innovador, verdaderamente revolucionario, de la concepción humanista de la actividad científica, excede ciertamente el propósito de estas páginas, pero se puede señalar que en este enfoque la finalidad esencial de la ciencia (y de la investigación científico-tecnológica) es producir conocimientos que permitan obtener valores de uso (utilidades) orientados a la economía del trabajo en el proceso productivo, para aumentar el bienestar humano. Por consiguiente esta visión no tolera y rechaza cualquier separación entre ciencia y tecnología, entre ciencia básica y aplicada, y entre investigación científica e investigación tecnológica.
En mi opinión, una política científica coherente con esta perspectiva deberá encaminarse, en forma enérgica y sostenida, a diseñar e implementar un programa de investigación dedicado a desarrollar ocho categorías fundamentales de investigación para lograr un auténtico desarrollo:
- Investigación para obtener producción de energía de alta densidad de flujo energético (plasmas y fusión termonuclear controlada).
- Investigación para aprovechar esas formas de energía en la operación de medios de producción que maximicen la eficiencia del trabajo.
- Investigación para desarrollar los nuevos rumbos del descubrimiento biológico en el mejoramiento creciente de la calidad de vida de la población.
- Investigación para formular estrategias orientadas a conseguir la consolidación de corporaciones agro-industriales de producción y productividad creciente.
- Investigación para el reordenamiento racional del territorio y sus recursos productivos, en la perspectiva de optimizar la articulación territorial y el aprovechamiento de los recursos en función de las necesidades sociales.
- Investigación para desarrollar tecnologías y sistemas de información adecuados a la gestión eficiente y eficaz de la estructura productiva.
- Investigación para transformar el sistema educativo, orientándolo a la formación de ciudadanos ilustrados, soberanos, humanistas y competentes en ciencia y tecnología.
- Investigación para generar estrategias de fortalecimiento de la economía nacional y del Estado como organización política nacional, para enfrentar con éxito las fracturas de la globalización.
Esta plataforma científica es ciertamente muy ambiciosa y aparentemente utópica en países como el nuestro. Pero rechazo adoptar la postura auto-conmiserativa de quienes cuestionan su factibilidad argumentando las limitaciones, deficiencias y carencias económicas, políticas, sociales y educacionales de nuestro medio. Sociedades nacionales como India, Pakistán, Chile, Cuba e inclusive Vietnam, todas ellas consideradas, en mayor o menor grado, "sub-desarrolladas", pueden mostrar importantes logros en algunas o cuando menos una de estas categorías de actividad científica, como resultado de aplicar políticas estatales y universitarias de desarrollo científico. Por otro lado, reflexionemos sobre los casos de Japón, Corea del Sur, China, que alcanzan progresivamente niveles superiores de desarrollo desde que, en acto de soberanía, deciden abandonar el modelo de sustitución de importaciones de ciertas categorías de productos tecnológicos, para afrontar el desafío de la generación de tecnología propia luego de absorber la tecnología más avanzada en ese momento.
La alternativa propugnada por los poderes globales, los organismos financieros internacionales y la red mundial de ONGs, de escalar "niveles de desarrollo" orientando la investigación científico-tecnológica al consumo acrítico de teorías, o a la adecuación desfasada de tecnologías "intermedias" o "de nivel adecuado" sólo puede prometer la persistencia del "sub-desarrollo" y de la dependencia tecnológica y del conocimiento exógenos.
La interfase ciencia-tecnología en la práctica de investigación
¿Cómo lograr que la práctica de investigación científica, en el medio universitario, se proyecte directamente a la producción de tecnología y a la generación de valores de uso (utilidades)?
En principio, como se ha afirmado, abandonando la visión puramente gnoseológica y contemplativa de la investigación, adoptando a la vez una actitud extremadamente crítica frente al interés subyacente a la visión de la investigación acción.
En segundo lugar, rechazando el encasillamiento de los trabajos de investigación en las categorías artificiales y compartimentadas de la investigación básica, aplicada, científica o tecnológica. Toda la investigación universitaria debe ser científico-tecnológica.
En tercer lugar, desarrollando herramientas de método y técnicas para generar prospectivas en la fase culminante del proceso de investigación, a fin de que estas "anticipaciones" y "propuestas" puedan configurar sistemas de conocimientos producidos por la investigación científica para controlar y transformar estados de los procesos, instituciones u objetos, y para diseñar, planear, operar y mantener situaciones o artefactos; es decir, para que puedan materializar tecnologías.
Por ende, dos claves para actuar construyendo la interfase ciencia-tecnología en los proceso de investigación científica son: la modelación y la prospectiva.
El principio de modelación plantea que todo el conocimiento teórico que tenemos concerniente a un objeto empírico compone un cuadro más o menos completo de ese objeto empírico. De manera que el modelo es una representación teórica isomorfa del mundo empírico. El modelo no es la teoría del objeto empírico; obviamente tampoco es el objeto. Solamente es una mediación en la que, desde la perspectiva del investigador, se estructuran sistemas de conceptos y de datos que permiten mostrar la re-construcción racional del objeto en la mente del investigador. El modelo describe el conocimiento del investigador acerca del objeto.
Los modelos se construyen para mostrar, de alguna manera, la totalidad esquemática del objeto de estudio. Un modelo es una edificación reduccionista que no sólo da cuenta de las "partes" comprobadamente conocidas del objeto, sino que debe comprender las hipótesis que contienen suposiciones lógicamente consistentes, teóricamente fundamentadas y empíricamente contrastables, que se ha planteado o descubierto acerca de las "partes" no comprobadas del objeto. En otras palabras, el modelo tiene una naturaleza bi-fronte: por un lado consigna los elementos que ya se conocen del objeto (axiomas, enunciados teóricos, conceptos, datos, dimensiones, que han sido previamente validados en el ambiente científico); por otro lado, propone los elementos que se suponen también componentes del objeto (hipótesis). Los elementos conocidos e hipotéticos pueden ser sobre la naturaleza del objeto, sus procesos de cambio y transformación, su movimiento estructural, sus funciones, sus relaciones con otros objetos, etc. En este sentido, el modelo es una construcción holística.
Por consiguiente, los modelos se construyen con un claro propósito de análisis del objeto de estudio, no sólo para descubrir, según corresponda al objetivo del modelo, sus leyes, sus estructuras generales, su mecánica o dinámica, sino que también se construyen para ensayar y anticipar el comportamiento o el funcionamiento del objeto en uno o en distintos ambientes o situaciones, con el mismo o diferente número y cualidad de variables.
Desde luego, un problema inherente a todos los modelos es cómo comprobar la corrección de la imagen modélica del objeto empírico. Es necesario arbitrar, para cada tipo de modelo, las reglas de interpretación o correspondencia que enlazan necesariamente el modelo con el objeto empírico. Estas reglas de correspondencia son de distinta naturaleza para cada tipo de modelo.
Si el modelo está construido con conceptos de un modo analítico, las reglas de correspondencia son las definiciones teóricas y operativas de los conceptos, y las reglas de deducibilidad que rigen la relación entre esos conceptos. Pero el investigador tiene completa libertad para seleccionar el (matemático, icónico, analógico, tipológico, estratégico, pictográfico, etc.) que sea conveniente a sus propósitos, de manera que en el modelo se muestren bien los rasgos esenciales del objeto.
Por su parte, la prospectiva es un desarrollo de la modelación en la medida que es capaz de proponer cambios en el objeto de estudio (objeto empírico) en base a pronósticos contenidos en hipótesis causales o funcionales que determinan las estrategias de intervención para el cambio. Un diseño sencillo de prospectiva puede ser representado en un "mapa estratégico".
Mapa estratégico es el conjunto de objetivos estratégicos de intervención en el objeto, que se presentan organizados en perspectivas lineales y conectados a través de relaciones causales en una estructura completa e integrada de propuesta de cambio. Ayuda a entender la coherencia entre los pronósticos de cambio y permite visualizar de manera sencilla y gráfica la estrategia de la intervención en ese objeto. Asimismo, el mapa estratégico ayuda a englobar y priorizar objetivos de intervención y promueve la evaluación ulterior de los procesos de intervención.
El mapa estratégico permite describir e ilustrar, en lenguaje claro y conciso, los objetivos, iniciativas, metas, medidas de desempeño y todos los lazos de unión entre las piezas de la intervención. En su expresión más acabada el mapa estratégico muestra cómo se puede convertir las iniciativas y recursos para la intervención en objetivos tangibles.
El diseño del mapa estratégico debe realizarse "de arriba abajo", empezando con la "visión" de la intervención, para luego ir describiendo las perspectivas ("caminos"), con sus respectivos objetivos estratégicos, acciones y recursos que conducirán a concretar la visión, hasta llegar al "punto de partida" o base del mapa estratégico, que debe describir la situación presente, analizada o diagnosticada, del objeto de estudio.
Considero que alcanzar dominio en el manejo de la modelación y la prospectiva establecerá condiciones necesarias para proyectar la investigación científico-tecnológica de la comunidad universitaria hacia superiores metas de realización de objetivos institucionales y de aporte al desarrollo nacional.
Miguel Ángel Rodríguez Sosa