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Jesús nos enseña por medio de parábolas (página 2)


Partes: 1, 2

La ortografía Yahshua no se encuentra en los textos hebreos. La Biblia hebrea utiliza Yehoshua, y más tarde forma aramea Yeshua, por Josué , que significa "Yah es salvación.". Cristianos, historiadores y lingüistas fuera del movimiento sagrado nombre en su mayoría rechazan el término Yahshua a favor de Yeshua como la pronunciación original. De tal Léxico de los nombres judíos de la Antigüedad tardía, señala Yehoshua, y la forma posterior arameo  Yeshua  entre muchos nombres que contengan Yah derivados de YHWH.

Una variante adicional hebrea de Yahshua se encuentra en la Cábala cristiana . o especulaciones ocultas. Al igual que Yahshua esta variante no se encuentra en la Biblia hebrea. Otra variante Yeshu aparece en los textos rabínicos polémicos, relacionados con Jesús en el Talmud y es la ortografía secular israelí moderna de Jesús. La ortografía no se aplica a otros Yeshuas y Yehoshuas.

Interpretación, significado.

Esta parábola es sumamente rica de significado. Constituye la médula de la espiritualidad cristiana y de nuestra vida en Cristo; considera al hombre en el momento mismo en que se aleja de Dios, olvidándole para seguir su propio camino hacia la tierra del desamparo, donde espera encontrar la plenitud y vida en abundancia.

La parábola describe, pues, el progreso -lento al principio, pero triunfante al final- que le hace regresar, con el corazón quebrantado y libremente abandonado, a la casa de su padre.

Un primer punto es que esta parábola no es simplemente la historia de un pecado particular. Es el pecado en su naturaleza más esencial lo que se nos revela, juntamente con su poder destructivo.

Donde, un hombre tenía dos hijos; el más joven reclama a su padre al punto su parte en la herencia. Estamos tan acostumbrados a los límites en que el Evangelio describe la escena, que la leemos impasiblemente; para nosotros es justamente el comienzo de la historia. Y, sin embargo, si nos detenemos un momento a ver lo que las palabras realmente implican, quedaremos sobrecogidos de horror. Esta sencilla frase: "Padre, dame…", significa: "Padre, dame, ya ahora, lo que de cualquier modo ha de ser mío cuando mueras. Deseo vivir mi vida; tú sigue tu camino; no puedo esperar a que tú mueras; seré demasiado viejo entonces para disfrutar de lo que la riqueza y la libertad pueden brindarme; por tanto, ¡muérete!; para mí ya no existes; soy mayor, no necesito un padre; lo que necesito es libertad y todo el fruto de tu vida y tu trabajo; muérete y déjame ir." ¿No es esto la verdadera esencia del pecado?. ¿No le hablamos también nosotros a Dios tan claramente como el hijo menor del Evangelio, pero con la misma ingenua crueldad, reclamando de Dios todo lo que puede darnos: salud, fuerza corporal, inspiración, brillantez intelectual, todo lo que podemos ser y todo lo que podemos tener, para irnos lejos de él y disiparlo, dejándole completamente olvidado y desamparado? ¿No cometemos también nosotros repetidamente este asesinato espiritual contra Dios y contra nuestros semejantes: hijos y padres, esposos y esposas, amigos y parientes, compañeros de clase y de trabajo?. ¿No nos conducimos como si Dios y el hombre estuvieran ahí únicamente para sudar y regalarnos el fruto de sus vidas, hasta sus mismas vidas, mientras que en sí mismo no tienen ningún significado para nosotros? La gente, Dios mismo, no son ya personas, sino circunstancias y cosas. Y, cuando hemos tomado todo lo que pueden darnos, les volvemos la espalda y nos encontramos infinitamente lejos de aquellos que no tienen ya rostro para nosotros, ni ojos con que poder encontrarnos. Después de borrar de la existencia al dador, nos convertimos en posesores de derecho propio y nos excluimos del misterio del amor, porque ya no podemos recibir y somos incapaces de dar. Tal es la esencia misma del pecado: descartar el amor, reclamando del que ama y da que salga de nuestra vida, que acepte el aniquilamiento y la muerte; este asesinato metafísico de amor es el acto del pecado, el pecado de Satán, de Adán y de Caín.

Una vez en posesión de todas las riquezas que la "muerte" de su padre le había procurado, sin volver siquiera la vista atrás como lo hacen los jóvenes atolondrados, el joven deja la insípida seguridad del hogar y, apresurando el paso, corre hacia la tierra donde nada le impedirá ser libre; libre de coacciones, de todos los lazos morales, puede entregarse ahora sin reservas a todos los impulsos de su corazón descarriado. El pasado ya no está; sólo existe el presente, fascinante de promesas, resplandeciente como un nuevo amanecer, y el futuro se extiende ante él ilimitado. Está rodeado de amigos, es el centro de todo, la vida es seductora y no sospecha aún que no mantendrá sus promesas. Imagina que es a él a quien se adhieren sus nuevos amigos; la verdad es que es tratado como él ha tratado a su padre; existe para sus amigos solamente en la medida en que es rico, solamente en cuanto participan del hechizo de su vida despilfarradora. Comen, beben, se alegran; él se siente pletórico de alegría; pero, ¡cuán diferente es esta alegría de la serena y profunda felicidad del reino de Dios revelada en las bodas de Caná de Galilea!.

Pero llega entonces el momento en que las riquezas le traicionan, en que todo se ha acabado y a sus amigos no les queda otra cosa que él mismo. De acuerdo con la ley inexorable del mundo secular y espiritual, "con la medida con que midáis seréis medidos." (31), le abandonan, porque nunca habían tenido necesidad de su persona, reflejando su destino el de su padre: ya no existe para ellos, está solo y abandonado. Tiene hambre, sed, frío, se siente desolado y rechazado. Le dejan solo como él dejó solo a su padre, pero frente a una miseria infinitamente mayor: su nada interior; mientras que su padre, aunque abandonado, era rico con una caridad invencible, aquella caridad que le llevó a entregar la vida por su hijo y aceptar el repudio para que su hijo pudiera seguir su camino libremente. Encuentra trabajo, pero eso es para él una miseria y una degradación mayores; nadie le da de comer y no sabe cómo encontrarlo. ¡Qué humillación cuidar de los cerdos, símbolo de impureza para los judíos, tan impuros como los demonios que Cristo expulsa! Su trabajo es una parábola de su condición; su impureza interior iguala a la impureza ritual de su piara de cerdos. Ha tocado fondo, y desde lo más hondo lamenta ahora su miseria.

También nosotros lloramos nuestra propia miseria con mucha más frecuencia que damos gracias por las alegrías de nuestra vida; no porque nuestras pruebas sean tan pesadas, sino porque nos enfrentamos con ellas con tanta cobardía y tan impacientemente.

Abandonado de todos sus amigos, rechazado en todas partes, se queda frente a frente consigo mismo, y por primera vez mira su interior. Libre de toda seducción y atracción, de todos los lazos y trampas que él tenía por liberación y plenitud, recuerda su infancia, el tiempo en que tenía un padre, en que no era huérfano, en que no se había convertido aún en un vagabundo sin corazón y sin hogar. Se da cuenta también de que el asesinato moral que perpetró no mató a su padre sino a él; que su padre dio su vida con un amor tan total, que puede permitirle esperar; y se levanta, dejando atrás su precaria existencia, y se pone en camino hacia la casa de su padre, resuelto a arrojarse a los pies de la clemencia de su padre. No es sólo el recuerdo de su casa, del fuego del hogar y de una mesa repleta de alimentos lo que le mueve a partir, la primera palabra de su confesión es no «perdón», sino "padre". Recuerda que el amor de su padre le hizo libre, y que todas las cosas buenas de la vida provenían de él. (Cristo dice: "Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todas las demás cosas se os darán por añadidura"). No regresa a un extraño que no le reconocerá, al cual habrá de decirle: "¿No te acuerdas de mí?. Hubo un tiempo en que tenías un hijo que te traicionó y te abandonó; soy yo.". No, es el nombre de padre el que brota de lo profundo, el que acelera su paso, el que le permite esperar.

Arrepentimiento y Remordimiento y en esto descubre la verdadera naturaleza del arrepentimiento, porque el verdadero arrepentimiento combina a la vez la visión del propio mal personal y la certeza de que también para nosotros hay perdón, porque el verdadero amor no puede vacilar ni extinguirse. Cuando solamente existe una visión sin esperanza de nuestras propias culpas produce remordimientos y lleva a la desesperación. Judas comprendió lo que había dicho; vio que su traición era irremediable: Cristo fue condenado y murió. Pero no recordó lo que el Señor había revelado de sí mismo y de su Padre celestial; no comprendió que Dios no quería traicionarle como él había traicionado a su Dios. Pierde toda esperanza, va y se ahorca. Estaba preocupado por su pecado, por sí mismo, no pensaba en Dios, el Padre de Jesús y también su Padre.

El hijo pródigo va a casa porque el recuerdo de su padre le infunde valor para volver, y su confesión brota varonil y perfecta: "Padre, pequé contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de llamarme hijo tuyo; trátame como a uno de tus jornaleros." Queda condenado ante su propia conciencia, no puede obtener el perdón para sí mismo, pero en el perdón hay un misterio de humildad que hemos de aprender repetidamente; hemos de aprender a aceptar el perdón mediante un acto de fe en el amor del otro, en la victoria del amor y de la vida, humildemente para recibir el don gratuito del perdón cuando se nos brinda. Y porque el hijo pródigo tenía así abierto el corazón a su padre, está preparado para el perdón. Según se va acercando a casa, el padre lo ve, se apresura a ir a su encuentro, le echa los brazos al cuello y le besa. ¡Cuántas veces había permanecido en el umbral, mirando el camino por el que su hijo se había alejado de él!

Había esperado y aguardado. Y ahora había llegado el día en que su esperanza se veía cumplida. Ve al hijo que había partido ricamente vestido, adornado de joyas, sin volver ni siquiera la mirada a la casa de su infancia porque sus pensamientos y sentimientos estaban dominados solamente por lo desconocido que le fascinaba. Y ahora el padre le ve volver como un mendigo, harapiento, profundamente abatido, cargado con un pasado del que está avergonzado y sin futuro…; ¿cómo le saldrá su padre al encuentro?. "Padre, pequé…".

Pero el padre no le permite renegar de su filiación, como si fuera a decirle: «Al venir a casa me has devuelto la vida; cuando intentaste matarme, fue a ti mismo a quien mataste, y ahora que de nuevo estoy vivo por ti, has vuelto a vivir tú mismo.» Y. volviéndose a sus criados, el padre dice: "Inmediatamente, traed el primer vestido y ponédselo; ponedle también un anillo en su mano y sandalias en sus pies.".

Muchas traducciones leen "el mejor vestido", pero el texto griego habla del «primer vestido». Por supuesto, "el primer vestido" podía ser el más precioso de la casa, pero, ¿no es más probable que el padre dijera a los sirvientes: "Id a buscar la ropa que mi hijo llevaba el día en que se fue, el traje que dejó cuando se puso la ropa de la traición"?. Llevándole la ropa más preciosa de la casa, el muchacho habría de sentirse molesto y de etiqueta; tendría la impresión de no encontrarse en casa, sino de ser un huésped distinguido recibido con toda deferencia y hospitalidad posibles. No nos ponemos la mejor ropa de casa cuando estamos cómodos en el hogar. Parece más probable, según el contexto, pensar que el padre manda por la ropa que el hijo rechazó, pero que el padre recogió, dobló y guardó cuidadosamente, como Jacob conservó la túnica de José, que sus hermanos llevaron a su padre, la túnica polícroma, rociada con la sangre del hijo que debía de haber perecido. Así ahora el joven se quita los harapos y vuelve a ponerse la ropa familiar, un poco gastada, a la debida medida, adaptada a su cuerpo. Se siente a gusto en ella y mira a su alrededor; los años lejos de su padre, pasados en la fornicación, la perfidia y la infidelidad, le parecen una pesadilla; algo que nunca ocurrió. Está aquí y aquí ha estado siempre, llevando la ropa que siempre usaba. Su padre está aquí; un poco más viejo, con arrugas más profundas. Aquí están los servidores, respetuosos, observando con ojos de felicidad: "Ha vuelto con nosotros, y nosotros pensábamos que se había ido para siempre; ha vuelto a la vida, y nosotros temíamos que al inferir un golpe mortal a su padre había dado muerte a su alma eterna y había destruido su propia vida.".

Es una vuelta que borraba el abismo que le mantenía lejos de la casa paterna. El padre va más allá; le da su anillo, que no era precisamente un anillo ordinario. Es sabido que en tiempos remotos, cuando la gente no sabía escribir, era el anillo con el sello el que garantizaba cualquier documento. Dar a alguien el propio sello significaba que uno ponía en sus manos la propia vida, las posesiones, la familia, el honor, todo. Recordemos a Daniel en Babilonia y a José en Egipto; por la entrega de un anillo les confió el rey la autoridad para gobernar en su nombre. Recordemos el intercambio de anillos entre dos desposados, intercambio que significa: "Tengo fe en ti, me pongo enteramente en tus manos. Cuanto tengo, cuanto soy, te pertenece sin reserva.".

Esta parábola nos proporciona otro ejemplo de entrega propia. El hijo que había pedido la mitad de los bienes de su padre, que deseaba tomar posesión de lo que habría de tener después de la muerte del padre, ahora el padre pone su confianza en él. ¿Por qué?. Simplemente porque ha vuelto a casa. No le pide cuentas de lo que ha hecho cuando estaba fuera. No dice: "Cuando me lo cuentes todo, veré si puedo confiar en ti.". No dice, como hacemos nosotros continuamente, de una manera explícita o implícita, cuando alguien con quien hemos reñido vuelve a nosotros: "Bien, te aceptaré a prueba; haremos un esfuerzo para reanudar nuestra amistad, y si veo que eres infiel resurgirá todo tu pasado de nuevo y te rechazaré a causa del pasado que da testimonio en contra tuya, demostrando que siempre serás infiel.". El padre no pide nada. No dice: "Veremos". Por deducción, dice: "Has vuelto. El terrible período de tu ausencia lo borraremos juntos. Mira, la ropa que llevas muestra que nada ha ocurrido. Eres el mismo hoy que el que eras antes de irte. Este anillo que te doy prueba que no tengo duda alguna respecto a ti. Todas las cosas te pertenecen porque eres mi hijo.". Y le calza las sandalias para que puedan estar calzados sus pies «en preparación del evangelio de la paz», como escribe san Pablo en la carta a los Efesios. Y matan el ternero cebado para la fiesta, que es la fiesta de la resurrección, la fiesta de la vida eterna, el banquete del Cordero, del reino. El hijo que había muerto está vivo; el que andaba perdido en tierra extraña, en un país yermo, sin forma y vacío, como leemos al principio del libro del Génesis, ha vuelto a casa. Ahora el hijo está en el reino, porque este reino es el reino del amor, del padre que le ama, del padre que rescata, reintegra y devuelve la vida.

Aparece ahora el otro hijo en escena; el hijo que había sido siempre un buen operario en casa de su padre y que lleva una vida irreprochable, pero que jamás ha caído en la cuenta de que el factor capital en las relaciones entre padre e hijo no es el trabajo sino el corazón, no el deber sino el amor. Ha sido fiel en todas las cosas, pero jamás ha tenido un padre ni ha sido un hijo sino externamente. Ni tampoco ha tenido un hermano. Oigamos lo que le dice a su padre. Al oír la música y el baile, llama a un servidor y le pregunta lo que aquello significa. El servidor le responde: "Es que ha vuelto tu hermano, y tu padre, como lo ha recobrado sano y salvo ha mandado matar el becerro cebado.". El hijo mayor se enfada y se niega a entrar. Su padre sale a su encuentro a rogarle que entre, pero él responde: "Hace ya tantos años que te vengo sirviendo (y la palabra sirviendo es una palabra fuerte, tanto en griego como en latín, que indica esclavitud, servidumbre, tener que hacer toda suerte de tareas desagradables); "sin haber quebrantado jamás ninguna orden tuya", (piensa sólo en términos de órdenes y transgresiones, jamás supo ver la intención de las palabras, el corazón en el tono de la voz, la participación en el calor de una vida común, en la cual le correspondía a él su parte y a su padre la suya; para él ha sido siempre cuestión de órdenes y deberes que nunca ha violado). "Y nunca", prosigue, "me diste un cabrito para que yo celebrara alegremente una fiesta con mis amigos; pero cuando llega ese hijo tuyo, que ha devorado tus bienes con prostitutas, has mandado matar para él el becerro cebado.". Observemos que dice "tu hijo", no "mi hermano"; no quiere tener nada que ver con este hermano. He conocido una familia como ésa; un padre y una madre, una hija que era la favorita de su padre y un hijo que era su dolor; él decía siempre a su mujer: "mi hija" o "tu hijo".

Tenemos la situación: "tu hijo". De ser "mi hermano" no hubiera sido así -no hubiera violado los preceptos de su padre- ni tampoco hubiera tenido un becerro cebado. ¿Qué responde el padre?. "Hijo, tú siempre has estado conmigo.". El padre le considera su hijo. Para él, es su hijo; siempre han estado juntos. Para el hijo, no; están el uno junto al otro, lo cual no es lo mismo. No hay vida común para ellos; no hay separación -tienen la casa en común-, pero tampoco hay unidad o profundidad. "Todas mis cosas son tuyas": las palabras que Cristo empleó en su oración al Padre antes de la traición. Pero, prosigue, "habrá que hacer fiesta y alegrarse, porque ese hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado".

Así pues, el viaje es la vuelta desde lo profundo del pecado a la casa del padre. Esto es lo que tenemos delante de nosotros cuando nos resolvemos a vivir no ya según la pública opinión, sino que dejamos que el juicio de Dios nos sirva de criterio, escuchando en la voz de la conciencia, revelado en las Escrituras, manifestado en la persona de aquel que es la verdad, el camino y la vida. Tan pronto como estamos conformes en que Dios y nuestra conciencia sean los únicos jueces, caen las escamas de nuestros ojos; somos capaces de ver y sabemos lo que es el pecado: un acto que niega, tanto a Dios como a aquellos que nos rodean, su realidad como personas, degradándolos a la condición de objetos, que existen únicamente en la medida en que podemos usarlos y abusar de ellos. Cuando nos hemos dado cuenta de esto, podemos entrar dentro de nosotros mismos, librarnos de las garras de todo lo que nos tiene prisioneros; entrar dentro de nosotros mismos y encontrarnos cara a cara con todas las bendiciones que, para aquel joven, eran su infancia y el tiempo en que vivió en casa de su padre.

¿Recordáis el final del pasaje del Evangelio de san Mateo, donde Cristo dice a sus discípulos que regresen a Galilea? Acababan de vivir los días más terribles y desoladores de su vida. Habían visto a su Señor rodeado de odio, le habían visto traicionado y ellos mismos le habían traicionado con su debilidad. Habían sucumbido al sueño en el jardín de los Olivos y habían huido al aparecer Judas. Dos de ellos habían seguido desde lejos a su Señor y a su Dios desde la casa de Caifás, donde permanecieron sentados con los servidores, no con él como sus discípulos. Uno de ellos, Pedro, que había dicho durante la última cena que aunque los demás le traicionaran él permanecería fiel, le negó tres veces. Habían visto la pasión de Cristo. Y ahora le habían visto vivo y con ellos. Judea significa para ellos el desierto, la devastación, el final de toda vida y esperanza. Cristo los envía a Galilea: "Volved a donde me conocisteis primero, donde nos descubrimos en la intimidad de cada día, donde no había daños, ni sufrimientos ni traición. Volved al tiempo en que todo era inocente con posibilidades infinitas. Volved al pasado, al fondo del pasado. Id y enseñad a todas las naciones, bautizándolas en nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándolas todo lo que os he enseñado."

Esta vuelta dentro de uno mismo conduce a lo profundo, donde descubrimos la vida, una vida nueva, donde vivíamos en Dios con otros hombres. Desde el fondo de este oasis del pasado, distante o cercano, podemos iniciar nuestro viaje, el viaje de vuelta, con la palabra "Padre" -no "Juez"- en nuestros labios, con una confesión del pecado y de esperanza que nada ha sido capaz de destruir, y con la certeza de que Dios no habrá de aceptar nunca ninguna degradación nuestra, de que será siempre garante de nuestra dignidad humana. Nunca permitirá que nos convirtamos en esclavos, puesto que hemos sido llamados por la palabra creadora y nuestra vocación última es ser hijos e hijas de su adopción. Podemos ir a él confiadamente, sabiendo que nos ha estado esperando todo el tiempo que hemos permanecido olvidados de él.

Él es quien desea salir a nuestro encuentro, cuando vacilantes nos acercamos a casa. El quien nos echa los brazos al cuello y llora nuestra miseria; una miseria que no podemos nosotros medir porque no sabemos de dónde hemos caído ni cuán alta es la vocación que desdeñamos. Podemos ir a él sabiendo que nos vestirá de nuevo con nuestra ropa primera, con la gloria que Adán perdió en el paraíso. Él nos vestirá de Cristo, que es más "prístino" que el frescor primaveral en que nacimos. Él es hombre como le quiso Dios. Él es aquel de quien hemos de revestirnos, es la gloria del Espíritu que ha de protegernos cuando el pecado quiera dejarnos desnudos. Sabemos ahora que Dios, apenas nos hemos vuelto a él, quiere devolvernos la confianza en nosotros, darnos el anillo que concedió a Adán la facultad de destruir la armonía que Dios había creado y querido, el anillo del hijo unigénito que murió en la cruz por la traición del hombre, y cuya muerte fue la victoria sobre la muerte, cuya resurrección y ascensión -nuestra vuelta- están ya escatológicamente realizadas en la plenitud de la unión con el Padre.

Cuando volvamos a esta casa del Padre, cuando nos encontremos frente a frente con el juicio de nuestra conciencia y de Dios, el juicio no se basará en la profundidad de nuestra visión teológica. No se funda en lo que solamente Dios puede darnos en forma de comunión con su vida. El juicio de Dios se funda en una sola cosa: "¿Eres un ser humano o careces de dignidad humana?". En este contexto, quizás recordéis la parábola de los corderos y los cabritos, descrito en el Libro de Mateo: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento… o sediento… o forastero… o desnudo… o enfermo… o en la cárcel…?". (32) Si no sabemos conducirnos como seres humanos, no tendremos idea de cómo hemos de conducirnos a escala divina. Cuando hemos vuelto a la casa del Padre, cuando nos hemos revestido de Cristo, cuando el esplendor del Espíritu tome posesión de nosotros, cuando deseemos realizar nuestra vocación y convertirnos en verdaderos hijos del Padre, en hijos e hijas suyos, primero y ante todo hemos de hacer cuanto esté en nuestras manos para ejecutar lo que está en nuestro poder: ser humanos; pues el compañerismo, la compasión, la misericordia están a nuestro alcance, seamos buenos o malos.

Podemos volver al Padre. Podemos volver con confianza, puesto que él es el sello de nuestra dignidad. Él es quien desea salvarnos. Él no nos pide más que una sola cosa: "Dame, hijo mío tu corazón, y todo lo demás te lo concederé", como dice el Eclesiástico. Este es el camino que nos conduce a todos desde donde estamos, ciegos y fuera del reino que anhelamos ver realizado dentro de nosotros y abarcando todas las cosas, paso a paso, hasta encontrarnos a nosotros mismos ante el juicio de Dios. Vemos cuán simple es este juicio, cuán grande debe ser la esperanza en nosotros, y cómo, con esta esperanza, podemos realizar nuestro viaje hacia Dios confiadamente, sabiendo que él es el juez, pero, sobre todo, la propiciación por nuestros pecados, el único para quien el hombre es tan querido, tan precioso, que toda la vida, toda la muerte, toda la agonía y la pérdida de Dios, todo el infierno sufrido por el Hijo unigénito, es la medida del valor que concede a nuestra salvación.

La Parábola de la lámpara. (33)

También conocida como la lámpara bajo el celemín o la lámpara debajo de un almud, es una de las parábolas de Jesús. Se presenta en tres de los evangelios canónicos del Nuevo Testamento. Las diferencias encontradas en Mateo, Marcos y Lucas, son menores. En Mateo la parábola es una continuación del discurso sobre la sal y la luz.

En el Evangelio de Lucas, Jesús dijo:

"Nadie enciende una lámpara para luego ponerla en un lugar escondido o cubrirla con un cajón, sino para ponerla en una repisa, a fin de que los que entren tengan luz. Tus ojos son la lámpara de tu cuerpo. Si tu visión es clara, todo tu ser disfrutará de la luz; pero si está nublada, todo tu ser estará en la oscuridad. Asegúrate de que la luz que crees tener no sea oscuridad. Por tanto, si todo tu ser disfruta de la luz, sin que ninguna parte quede en la oscuridad, estarás completamente iluminado, como cuando una lámpara te alumbra con su luz". En Mateo esta parábola es una continuación del discurso sobre la sal y la luz. La idea clave de la parábola es que "La luz es para ser revelada, no oculta". La luz aquí se ha interpretado como una referencia a Jesús, a su mensaje, o a la respuesta del creyente a ese mensaje. (34)

Interpretación, significado.

Esta corta parábola de Jesús (dos versículos), viene a continuación de la parábola de la semilla. Así como la semilla está destinada a producir fruto, también la lámpara, cuando está encendida, está hecha para alumbrar.

Jesús confía en la vida. Su palabra es un fermento de humanidad.Esta parábola de la lámpara se dirige a la multitud, puede ser comprendida como una invitación para cada uno y cada una, a caminar en la luz, a vivir de manera auténtica, en fidelidad con lo que Jesús nos dijo. Es una llamada a vivir en verdad consigo mismo y en nuestras relaciones con los demás. "Quien ama a su hermano permanece en la luz". (35)

Si esta parábola se aplica a múltiples situaciones humanas según las edades y las circunstancias de la vida, uno puede preguntarse lo que ocurre más precisamente con las personas de edad.

¿No somos un poco rápidos al decir que son dependientes, apartadas, inútiles? ¿Y, para retomar los términos de la parábola, que su lámpara está ahora "escondida bajo una vasija" y "colocada debajo de la cama"?

Es un hecho, las personas mayores dependen más de los otros. Es cierto. ¿Pero no será una riqueza?

Descubren que la relación es vital. Y en la relación, descubren también, y por encima de todo, la confianza. La confianza en el otro, confianza en la vida, confianza en Dios.

Nos quejamos de que la gente mayor ya no es lo que eran. Es cierto. ¿Pero acaso no ha llegado la hora para ellas de mostrarse disponibles? ¿Con una disponibilidad sin límites para acoger al otro, para amar, para esperar el encuentro con Dios anhelado?

La vejez, si es acogida, puede ser una última etapa positiva de la vida. Incluso puede ser su apoteosis.

Con su luminosidad especial, en el candelero, es la lámpara que ilumina el ocaso.

La Parábola del Trigo y la Cizaña. (36)

La  parábola del  trigo  y la cizaña, también conocida como  parábola de la cizaña o parábola de la mala hierba, es una de las parábolas de Jesús de Nazaret, recogida en el libro de Mateo; y es la decimosegunda parábola narrada en el Nuevo Testamento.

El texto de la parábola, según aparece en la Biblia de Jerusalén, es el siguiente:

La misma parábola les propuso Jesús a sus apóstoles, diciendo: "El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo". Pero, mientras dormía, vino su enemigo, sembró encima cizaña entre el trigo, y se fue. Cuando boto la hierba y produjo fruto, apareció entonces también la cizaña. Los siervos del amo se acercaron a decirle: "Señor, "no sembraste semilla buena en tu campo?. ¿Cómo es que tiene cizaña?". Él les contestó: "Algún enemigo ha hecho esto." Dícenle los siervos: "¿Quieres, pues que vayamos a recogerla?". Díceles: "No, no sea que, al recoger la cizaña, arranquéis a la vez el trigo. Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega. Y al tiempo de la siega, diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo recogedlo en mi granero."

Interpretación, significado.

En el Libro de Mateo, Jesús dijo: "El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre. El campo es el mundo; la buna semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo. El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del siglo; y los segadores son los ángeles. De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo. Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los sirven de tropiezo, y a los que hacen inequidad, y los echaran en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, que oiga". (37)

Hay que tomar en cuenta que la cizaña es bien parecida al trigo durante las primeras fases de crecimiento. También, la ley romana de entonces prohibía sembrar cizaña entre el trigo de alguna persona, lo cual sugiere que la historia es realista.

La parábola del fariseo y el publicano. (38)

La parábola del fariseo y el publicano o parábola del fariseo y el cobrador de impuestos es una de las parábolas de Jesús de Nazaret encontrada solamente en el Evangelio de Lucas del Nuevo testamento.

El texto de la parábola, según aparece en la Biblia cristiana, es el siguiente:

A unos que confiaban en sí mismos como justos y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola: Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: "Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, diezmo de todo lo que gano". Pero el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: "Dios, sé propicio a mí, pecador". Os dio que este descendió a su casa justificado antes que el otro, porque cualquiera que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido.

Contexto e interpretaciones.

Durante el primer siglo, los fariseos eran bien conocidos por su estricto seguimiento de la Ley de Moisés. El fariseo de esta parábola fue más allá de lo requerido por las reglas religiosas, ayunando más de lo requerido y dando diezmo de todo lo que ganaba.

Seguro de su religiosidad, el fariseo no le pide nada a Dios y por ello nada recibe. Por otro lado, los publicanos eran judíos despreciados por colaborar con el Imperio Romano. Eran llamados cobradores de impuestos ya que por esta labor eran mejor conocidos. Sin embargo, la parábola no condena la ocupación del publicano, sino que lo describe como alguien que "reconoce su estado de despreciable ante Dios y confiesa su necesidad de reconciliación". Dirigiéndose a Dios en humildad, el publicano recibe la misericordia y la reconciliación que buscaba.

Esta parábola, por lo tanto, muestra la importancia que posee la humildad y el arrepentimiento en contraste con la soberbia. Constituye también una dura crítica al fariseísmo.

Conmemoración.

En la Iglesia Ortodoxa, se lee la parábola como parte del período de preparación que conduce a la Gran Cuaresma, pues muestra un ejemplo de humildad que debe ser practicado durante en el periodo cuaresmal. El domingo del publicano y el fariseo da inicio a las tres semanas de la temporada precuaresmal y al primer uso del Triodion litúrgico (aunque la semana que sigue a este domingo es libre de ayuno). Este domingo incluye un himno inspirado en la parábola.

La parábola del rico epulón y Lázaro. (39)

La parábola del rico epulón y el pobre Lázaro o del hombre rico y del mendigo Lázaro, es una parábola de Jesús de Nazaret que se encuentra en el Nuevo Testamento, Evangelio de Lucas,. Relata la historia de dos hombres y el destino final de cada uno de ellos: el pobre Lázaro llega a la gloria del cielo y el rico epulón es condenado al infierno. Es la única de las parábolas que contiene un nombre propio: el del pobre Lázaro. La razón de denominar epulón al rico no es muy evidente, pero es tradicional, aunque no se le nombra así en el texto evangélico. Epulón[13]es el nombre de uno de los rangos dentro de los cuatro colegios sacerdotales romanos; pero como adjetivo el DRAE lo define como hombre que come y se regala mucho. Épulos eran los convites sagrados a cuyo cargo estaban los epulones romanos. Posiblemente, la adición del nombre epulón se debe a Pedro Crisólogo, arzobispo de Rávena del siglo V.

La condición de leproso del pobre Lázaro hizo que se convirtiera en el santo patrón de la lepra. En iconografía, la representación de perros lamiéndole las llagas le hacen similar a San Roque, santo patrón de la peste, con el que no tiene nada que ver. El pobre Lázaro comparte nombre y cierta convergencia de temas teológicos (en su parábola se plantea el tema de la resurrección) con Lázaro de Betania, otro personaje evangélico, el hermano de Marta y María, amigo de Jesús de Nazaret, que éste resucita tras llegar tarde a su entierro. Vinculado con Lázaro de Betania aparece en los evangelios otro leproso, Simón el Leproso; no conviene confundirlo con el pobre Lázaro, a quien también se le llama Lázaro el leproso.

El relato del episodio de la parábola del rico epulón y el pobre Lázaro aparece así en el texto evangélico:

Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino y hacía cada día banquete con esplendidez. Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquel, lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas.

Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado.

En el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno.

Entonces, gritando, dijo: "Padre Abraham, ten piedad de mi y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama".

Pero Abraham le dijo: "Hijo, acuérdate de que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, sólo males; pero ahora este es consolado aquí, y tu atormentado. Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quieran pasar de aquí a vosotros no pueden, ni de allá pasar acá".

Entonces le dijo: "Te ruego, pues, padre, que lo envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les testifique a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento".

Abraham le dijo: "A Moisés y a los Profetas tienen; ¡que los oigan a ellos!".

El entonces dijo: "No, padre Abraham, pero si alguno de los muertos va a ellos, se arrepentirán".

Pero Abraham le dio: "Si no oyen a Moisés y a los Profetas, tampoco s persuadirán aunque alguno se levante de entre los muertos".

Primero, se afirma que Lucas refleja eventos en la vida de gente conocida. Segundo, no es normal que en una parábola se empleen nombres particulares. Otros teólogos neotestamentarios la tienen como tal.

Algunos identifican la parábola como una parodia contra Caifás. Los cinco hermanos serán los cinco hijos de Anás.

Interpretaciones de la parábola.

El tema de los pobres y los ricos.

El Evangelio de Lucas destina palabras muy duras para los ricos, muchas de las cuales no se encuentran en los otros evangelios.

Aparecen en labios de María, madre de Jesús en el Magníficat:"(El Señor) derribó a los poderosos del trono y enalteció a los humildes, colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías."

Evangelio de Lucas. (40)

Reaparecen en boca de Jesús, en el sermón de las bienaventuranzas, que en este evangelio se encuentran acompañadas por cuatro maldiciones. Una de esas maldiciones es contra los ricos:

Hay de ustedes los ricos!, porque ya tienen su consuelo.". (41)

Jesús se presenta llamando a dinero "injusto" (42), y pronunciando sentencias duras para con los ricos:

Qué difícil es que los que tienen riqueza entren en el Reino de Dios!. Es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja que un rico entre en el Reino de Dios.". (43)

En cambio, los pobres son mirados con predilección: baste notar los matices existentes en la bienaventuranza del Evangelio de Lucas ("Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios(44); y en la correspondiente del Evangelio de Mateo ("Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el Reino de los Cielos". (45) Mt. 5:3;

Por lo anterior no es de extrañar que en la parábola del rico y de Lázaro el pobre, en ningún momento se insinúe siquiera que Lázaro fuera bueno o piadoso. Simplemente se dice que Lázaro va al cielo porque durante su vida recibió males. (46)

Bienaventurados los pobres, pues de ellos es el Reino de los Cielos. ¿Y por qué?. ¿Acaso su virtud los ha hecho acreedores a semejante premio?. ¿Acaso son ellos mejores que los ricos?. No necesariamente. Bienaventurados los pobres, no por ser virtuosos, sino por ser pobres.

Israel y los pueblos paganos.

Pero en la parábola del rico y del pobre Lázaro aparecen además una serie de detalles que permiten entrever que el evangelista apunta también a otra enseñanza.

  • El rico se dirige a Abraham llamándolo "padre". (47)

  • Abraham le responde al rico llamándolo "hijo". (48)

  • El rico tiene hermanos, de los cuales se dice que "tienen a Moisés y a los Profetas". (49)

  • Por último se dice que estos hermanos «no se persuadirán aunque alguno se levante de entre los muertos» o, en otras palabras, "no se convencerán aunque resucite un muerto". (50)

Tomados en conjunto, estos detalles hacen pensar que la parábola tiene elementos alegóricos:

  • El rico sería el pueblo judío, que tiene por padre a Abraham, que tiene a Moisés (quien representa a la Torá) y a los Profetas (es decir, a los Libros proféticos o Nevi'im), y que no aceptó el mensaje de la resurrección de Jesús.

  • Ese pueblo es rico porque recibió una cantidad de bienes de parte de Dios: la elección, la alianza, los mandamientos, el culto, la predilección de Dios, etc.

  • Los pobres serían los paganos, que no recibieron nada de eso.

La parábola de la higuera sin fruto. (51)

La Parábola de la higuera sin fruto es una de las tantas breves narraciones de Jesús de Nazaret narrada por Lucas el Evangelista en el Nuevo Testamento; encierra una enseñanza moral religiosa, revelando una verdad espiritual de forma comparativa. (52)

"Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: Ya ves, tres años llevó viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?. Pero el viñador contestó: Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no la cortas".

Interpretación, significado.

En esta parábola, Dios se presenta como el Dios de la paciencia. Él no castiga; Él espera, como el viñador ("déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto"). Allana el camino a la conversión y nos invita a seguirle. Pero no sabemos cuándo llegará nuestra hora. Dios es un Dios de amor y misericordia; es infinitamente paciente, nos da una y otra, y otra oportunidad (conoce nuestra débil naturaleza y nuestra inclinación al pecado). Pero también es un Dios justo.

Muchas veces el mundo nos dice o nos enseña que el sufrimiento es un resultado de nuestros pecados. En esta parábola Jesús va a enseñarnos si ésta es una forma correcta de pensar.

En aquella cultura – la cultura de los judíos – ellos tenían el pensamiento que cuando algo malo o una tragedia le pasaba a alguien que él o ella había hecho algo para merecer el sufrimiento. En ésta parte de la Biblia nosotros aprendemos que en aquel tiempo hubo algunos galileos que fueron matados por Pilato (el gobernador) y sus soldados mientras que ellos estaban dentro del templo dando sus sacrificios a Dios. Acuérdense que en aquel tiempo ellos sacrificaban animales para pedir perdón de sus pecados. Ellos pensaban que los galileos habían hecho algo malo y por eso merecían este sufrimiento.

Todos en este mundo en algún momento van a sufrir porque nosotros vivimos en un mundo caído y roto. El pecado y la maldad existen aquí y uno no puede vivir sin ser tocado por el sufrimiento que estas cosas traen. Muchas veces nosotros tenemos la idea que Dios es el que nos castiga cuando algo malo pasa. Jesús comparte con nosotros que esta idea está equivocada. Dios nos ama y no quiere que suframos. Por eso, Él mandó a Su propio Hijo para que muriera en nuestro lugar recibiendo el castigo que nosotros merecíamos. El castigo máximo viene cuando nosotros rechazamos al Hijo, Jesucristo. Cuando no le aceptamos Él no puede entrar en nuestras vidas y salvarnos. Otra vez, es culpa nuestra y no es la culpa de Dios.

Jesús empieza al principio del capítulo a rebatir la idea que muchos de ellos tienen que cuando una calamidad pasa es el castigo de Dios sobre nosotros. Esta parábola también enfatiza que Dios es un Dios misericordioso. Él no quiere cortar la higuera sin darle más tiempo para producir fruto. Dios tiene mucha paciencia y quiere dar a todos nosotros el suficiente tiempo para confiar en Él. Pero al final, el tiempo se acaba y la decisión para aceptarlo no se nos es ofrecida. Por eso, es muy importante hacer una decisión para Cristo antes de que no tengamos otra oportunidad. Nosotros nunca podemos estimar cuando una calamidad nos cae – un choque que quita la vida, una enfermedad, etc. Todas estas cosas son tragedias que pasan en este mundo. Pero nosotros podemos estar seguros de nuestra salvación. Podemos confiar en Él hoy aceptando Su amor y gracia que está esperando él darnos.

Parábola de las diez vírgenes. (53)

La parábola de las diez vírgenes o parábola de las diez muchachas es una de las parábolas de Jesús, forma parte de sus enseñanzas. Su texto según la biblia cristiana es el siguiente:

"Entonces el Reino de los Cielos será semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas, salieron a recibir al novio. Cinco de ellas eran prudentes y cinco insensatas, tomando sus lámparas, no tomaron consigo aceite; mas las prudentes tomaron aceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas. Y tardándose el esposo, cabecearon todas y se durmieron. Y a la medianoche se oyó un clamor: ¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle!. Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron y arreglaron sus lámparas. Y las insensatas dijeron a las prudentes: dadnos de vuestro aceite; porque nuestras lámparas se apagan. Mas las prudentes respondieron diciendo: Para que no nos falte a nosotras y a vosotras, id más bien a los que venden, y comprad para vosotras mismas. Pero mientras ellas iban a comprar, vino el novio; y las que estaban preparadas entraron con él a la boda; y se cerró la puerta. Después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos!. Mas él, respondió, dijo: De cierto os digo, que no os conozco. Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir".

Interpretación, significado.

La parábola, es un tipo de alegoría presentada bajo la forma de una narración, relatando hechos naturales o acontecimientos con el objeto de ilustrar o declarar una o varias verdades importantes, es decir, es una narración construida para comunicar verdades de suma importancia y que el desarrollo de ella está adjudicada a su culturas.

Esta parábola se debe estudiar desde un sentido Oriental tomando en cuenta las culturas, las costumbres, los personajes tales como: El emisor, y receptor, y sobre todo su sentido histórico. Al considerar estos factores que son muy determinante para la interpretación de la parábola daremos algunas informaciones para mayor comprensión.

Esta historia depende de una costumbre judía que es muy diferente de las nuestras. Según algunos historiadores, cuando se casaba una pareja no se iban de luna de miel si no que se quedaban en casa. Durante una semana tenían la puerta abierta a los que quisieran visitar; los amigos los trataban con honor y hasta se dirigían a ellos como príncipe princesa. Era la semana más dichosa de la vida. A las celebraciones de esa semana estaban invitados sus amigos más íntimos. En esta parábola no tenemos ninguna historia imaginaria, sino un gajo de la vida en una aldea de Palestina.

Otros historiadores alegan, que las fiestas de las bodas se realizaban por las noches después de un día de baile. Las vírgenes dejan a la novia a quien han estado acompañando y salen con antorchas a recibir al esposo para escoltarlo hasta la residencia de la esposa que era el lugar donde se celebraban las bodas, y de allí, los escoltaban hasta la casa del esposo donde se celebraba las fiesta de las bodas, al no tener las lámparas encendidas no podían participar del escoltado y por esa causa eran excluidas de las fiestas de las bodas.

Como tantas parábolas de Jesús, esta tiene un sentido inmediato y local, y también un sentido más amplio y universal. En su significado inmediato iba dirigida a los judíos como pueblo elegido por Dios. Por lo tanto, las diez vírgenes representan en un cuadro parabólico al juicio a la que va ser sometida la nación de Israel para determinar quiénes son el remanente que va a reinar con Cristo en el milenio.

Lo otro es, que no se le debe buscar sentido espiritual a todos los elementos que componen la parábola, ya que cada uno de ellos está basado a la necesidad que arrojo una determinación y que por la cual se dieron circunstancia que abrieron condiciones en la cual se desarrollaron los hechos.

Por lo consiguiente ninguno de los elementos de la parábola tiene un sentido espiritual. Pasemos a estudiar los elementos de la parábola para mayor comprensión.

Es un horror y error de interpretación Bíblica, alegar que el aceite de las lámparas de las vírgenes era o es tipo del Espíritu Santo. En un supuesto que esto sea posible, entonces el Espíritu Santo se puede comprar con dinero ya que esto es lo que la parábola demuestra.

"Y las insensatas dijeron a las prudentes: Dadnos de vuestro aceite; porque nuestras lámparas se apagan. Más las prudentes respondieron diciendo: Para que no nos falte a nosotras y a vosotras, id más bien a los que venden, y comprad para vosotras mismas. Pero mientras ellas iban a comprar,…". (54)

Si lo narrado por Jesús en la parábola da la posibilidad de que el aceite es tipo del Espíritu y que en el caso se podía comprar, esto estaría en contraste con la fuerte reprensión y enseñanza que le diera el Apóstol Pedro a Simón el mago al tratar de comprar el Don del Espíritu que se movía en la vida de los discípulos.

"Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero, diciendo: Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el Espíritu Santo. Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero". (55)

Los que enseñan que el aceite de las lámparas de las vírgenes narrado en la parábola es el Espíritu Santo, en forma intelectual están cayendo en el mismo terreno de Simón el mago como el actor de los hechos, aunque por ignorancia lo hacen pero por igual son culpables.Por otro lado nunca en la teología afirma que el aceite es tipo del Espíritu. En el Antiguo Pacto se usaba el aceite de oliva mesclado con especies aromáticas para el acto de la unción, pero ese aceite no representaba ni era tipo del Espíritu Santo.

Este aceite etimológicamente se le llamaba el ungüento, que paso a llamarse en el aspecto vulgar "El aceite de la unción del Santo".

Éste era el aceite de oliva mezclado con especies aromáticas, y solo lo podía preparar era el sumo Sacerdote.

El acto de tomar este aceite y derramarlo sobre alguien o algo recibía el nombre de "Unción". Es decir, la Unción en la dispensación de la ley era un ceremonial.

Cabe destacar que sobre la persona a la que se derramaba el aceite se le llamaba el ungido, y sobre éste venía el Espíritu Santo en una misión a respaldarlo con poder.

Observe que el aceite es el elemento que se usa para ungir, y el Espíritu Santo es la persona que venía con el poder a respaldar al ungido. Según el libro de Éxodo el aceite no era tipo del Espíritu; el aceite era el elemento que se utilizaba para ungir, y el Espíritu es la persona que venía sobre quien era ungido. (56)

En un supuesto negado que el aceite sea tipo del Espíritu, ¿por qué seguir usando aceite cuando tenemos en nosotros el ante tipo que le da cumplimiento al tipo?Cuando lo verdadero se manifiesta, el tipo pierde fuerza y vigencia. Es una ofensa en contra del Espíritu Santo el que estemos utilizando un elemento como el aceite y no le demos el lugar que le corresponde. Es como si aún utilizáramos sacrificios de cordero para honrar a Jesucristo.

El número diez: Este número no tiene ningún sentido ni aplicación en lo exegético. Por razones que se desconocen, el cortejo era compuesto por el número de diez, actos que se hizo una tradición.

El término virgen: Este término indica que las damas encargadas de preparar a la esposa para su encuentro con los invitados junto con su esposo eran solteras sin desposamiento, y a su vez representaban la fidelidad y la honorabilidad de la desposada que pasa hacer la esposa en total castidad. Por lo consiguiente, las damas de honor eran invitadas a las fiestas de las bodas no a las bodas. 

Razones que descartan por completo la posibilidad de que las diez vírgenes represente o sean tipo de la Iglesia. 

Las vírgenes no pueden ser la Iglesia ya que en el arrebatamiento solo un grupo ira al encuentro del Señor que son los creyentes, en la parábola se registra que ambos grupo sale al encuentro del Señor. En el arrebatamiento de la Iglesia no abra lugar para selección."Pero mientras ellas iban a comprar, vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta. 11Después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos! "Mas él, respondiendo, dijo: De cierto os digo, que no os conozco". (57)

Cuando el Señor venga del cielo para las fiestas de las bodas con el parentesco de esposo, por lógica que viene con su esposa, por lo tanto los que esperan en la tierra en el caso de las vírgenes no puede ser la esposa.

Por otra parte si analizamos el comienzo de la parábola de las diez vírgenes, podemos notar que dicha parábola esta contextuada con el pensamiento que se viene desarrollando en el capítulo veinticuatro de Mateo que no tiene nada que ver con la Iglesia. El término "Entonces" que está en el comienzo nos afirma lo antes dicho, que a su vez es corroborado por el término "Cuando hubo acabado Jesús todas estas palabras" que aparece al comienzo de la parábola. Más adelante enseñaremos con mayor precisión.

El término "El llorar y crujir de dientes" que aparece al final de la parábola, solo es utilizado en el lenguaje escatológico en todo su contexto para ser referencia a Israel y a los gentiles en la culminación del juicio, y en este caso no es la excepción.

El término "El llorar y crujir de dientes…", es una expresión que demarca el estado de lamentación en la que caerán las naciones por causa de no haber sido aceptados para entrar en el Reino Milenial después de haber pasado por el juicios, dicha expresión, en el lenguaje Bíblico Escatológico nunca se utilizó para referirse a la Iglesia.

Esta parábola fue una de las parábolas más populares en la Edad Media, con una enorme influencia en el arte gótico, la escultura y la arquitectura de las catedrales en Alemania y Francia.

La enseñanza encerrada en esta parábola es de estar siempre preparados para la segunda venida de Jesucristo, el cual es representado en la parábola como el novio, siendo así las diez vírgenes los creyentes que esperan a Cristo y la boda, el gozoso evento de su regreso.

En los tiempos de Jesús, la tradición judía en las bodas era que un grupo de amigas de la novia esperaran al novio cerca del lugar en el que se llevaría a cabo la fiesta nupcial, para iluminarle el camino con lámparas cuando este llegase, esto es lo que trata la parábola, y no, como se cree usualmente, que el novio contraerá matrimonio con las diez vírgenes, en un acto de poliginia.

Citas bíblicas

(Versión Reina Valera – 1995.)

(1) Mt.13:10-17; (2) Mat. 13:11-15; (3) Mt. 13:1-9; Mt. 13:18-23; Mc. 4:1-9; Mc. 4:14-20; Lc. 8:4-8; Lc. 8:11-15; (4) Mc. 4:1-9; (5) Mt. 13:31,32; Mc. 4:30-32; Lc.13:18, 19; (6) Is. 60:22; (7) Isa. 11:9; (8) Ez. 17:23; (9) Mt. 10:25-37; (10) Dt. 6:5; (11) Lv. 19:18; (12) Lc. 10:25-37; (13) Os. 6:6; (14) Mt. 15:11-32; (15) Lv. 11:7; (16) Lc. 15:11-32; (17) Jer. 3; (18) Jn. 5:43; (19) Lv. 11:7; (20) Éx. 20: 8 – 11; Lv. 23; (21) 2 S. 14:33; (22) Jer. 31:20; (23) Gn. 41:42; (24) Is. 61:10; (25) Gn. 37:3; Rev. 19:8; (26) Hag. 2:23; (27) Jer. 31:4; Sal. 149:3; (28) Ez. 37:1-14; Jer. 31:3-14; 33:14; (29) Ro. 11:11; (30) Gn. 2.2; (31) Mt. 7:2; (32) Mt. 25:31-46; (33) Mt. 5:13-16; Mc. 4:21-23; Lc. 8:16-18; Lc. 11:33-36; (34) Lc. 8:16-18; Lc. 11:33-36; (35) 1Jn 2,10; (36) Mt. 13:24-30; (37) Mt. 13:37-43; (38) Mt. 18:9-14; (39) Lc. 16:19-31; (40) Lc. 1:52, 53; (41) Lc. 6:24; (42) Lc. 16:9; (43) Lc. 18; (44) Lc. 6:20; (45) Mt. 5:3; (46) Lc. 16:25; (47) Lc. 16:24.27.30; (48) Lc. 16:25; (49) Lc. 16:29; (50) Lc. 16:31; (51) Mt. 13:6-9; (52) Lc. 13, 1-9; (53) Mt: 25:1-13; (54) Mt. 25:8-10; (55) Hechos 8:18-20: (56) Éx. 30:22-33; (57) Mt. 25:10-12.

Bibliografía

  • 1) LA SAGRADA BIBLIA. Versión Reina Valera. 1995.

  • 2) DICCIONARIO DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA, 2013. Madrid, España.

  • 3) LONGENECKER, Richard N.: "The Challenge of Jesus Parables", traducido al español: "El desafío de las parábolas de Jesús". 1994. New York.

  • 4) Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana. T. 42. 2013. Madrid, España. Ed. Espasa.

  • 5) NAVARRETE OBANDO, Luis Alberto: "Tertulia de Jesús, Pedro y Judas: El Pecado y el Perdón". 2014. Cajamarca, Perú.

  • 6) NOLLAND, John: "The Gospel of Matthew: A commentary on the Greek text", traducido al español: "El Evangelio de Mateo: Un comentario en el texto griego". 1993. New York, EE.UU.

  • 7) RHEA JONES, Peter: "Studying the Parables of Jesus", traducido al español: "Estudio de las parábolas de Jesús". 2002. Cambridge, EE.UU. pp. 123-133.

  • 8) Wikipedia: Disponible en: http://www. es.wikipedia.org / wiki / Pasuk.

  • 9) Wikipedia: Disponible en: http:www. es.wikipedia.org/wiki/Yeshúa.

  • 10) Wikipedia: Disponible en: http//www. es.wikipedia.org/wiki/Shabat.

  • 11) WITHWRINGON, Ben: "Women in the Ministry of Jesus: "A study of Jesus' attitudes to women and their roles as reflected in his earthly life", traducido al español: "Las mujeres en el Ministerio de Jesús: un estudio de las actitudes de Jesús a las mujeres y sus roles como se refleja en su vida terrenal". 1987. Cambridge, EE.UU. Ed. Universidad de Cambridge.

Cajamarca, 28 de Julio del 2014.

__________________________________

* Dr. Luis Alberto Navarrete Obando; Abogado; Docente Universitario Investigador; Ensayista, Escritor y Poeta; Magister en Educación Universitaria, con especialidad en Investigación Universitaria; especialista y con estudios de post grado en Filosofía y Humanidades. Colaborador de la Revistas Virtuales de las Universidades de La Habana – Cuba, http://[email protected]; Universidad Nacional Autónoma de MéxicoUNAM – D.F. México, http://www.unam.mx; Universidad de Madrid – España, http://www.monografias.com; consultor permanente de la UNESCO, en Temas de Educación, Cultura y Desarrollo Social para América Latina y El Caribe, http://www.es.unesco.org?.

Nota.- El autor del presente trabajo es Columnista periodístico: "Derecho y Sociedad", de los Diarios "La República", http://www.larepublica.com.pe; "El Comercio", http://www.elcomercio.com.pe; Diario Oficial "El Peruano", http://www.elperuano.com.pe; Diario Oficial de Cajamarca, "Panorama Cajamarquino", de circulación Regional (Cajamarca), http://[email protected].

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"Con el mayor orgullo, para mi esposa Mary Fca. Araujo de Navarrete y a mi hijo Luis Ernesto Navarrete Araujo; quienes me apoyaron en los momentos más difíciles de mi vida; siempre apoyados en Dios"

 

 

Autor:

Dr. Luis Alberto Navarrete Obando*

ABOGADO – DOCENTE UNIVERSITARIO – ESCRITOR

edu.red

 

[1] Citas Bíblicas.

[2] DICCIONARIO DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA, 2013. Madrid, España.

[3] WITHWRINGON, Ben: “Women in the Ministry of Jesus: ‘A study of Jesus' attitudes to women and their roles as reflected in his earthly life”, traducido al español: “Las mujeres en el Ministerio de Jesús: un estudio de las actitudes de Jesús a las mujeres y sus roles como se refleja en su vida terrenal”. 1987. Cambridge, EE.UU. Ed. Universidad de Cambridge. pp. 40–41.

[4] NOLLAND, John: “The Gospel of Matthew: A commentary on the Greek text”, traducido al español: “El Evangelio de Mateo: un comentario en el texto griego”. 1993. New York, EE.UU. pp. 565–566.

[5] LONGENECKER, Richard N.: “The Challenge of Jesus Parables”, traducido al español: “El desafío de las parábolas de Jesús”. 1994. New York. pp. 201–204.

[6] RHEA JONES, Peter: “Studying the Parables of Jesus”, traducido al español: “Estudio de las parábolas de Jesús”. 2002. Cambridge, EE.UU. pp. 123-133.

[7] NAVARRETE OBANDO, Luis Alberto: “Tertulia de Jesús, Pedro y Judas: El Pecado y el Perdón”. 2014. Cajamarca, Perú. Pág. 5

[8] Midrash, es un término hebreo qu significa "explicación", que designa un método de exégesis de un texto bíblico, dirigido al estudio o investigación que facilite la comprensión de la Torá. El término midrash también puede referirse a una compilación de enseñanzas midráshicas en forma de comentarios legales, exegéticos u homiléticos del Tanaj (Biblia hebrea). Toma elementos actuales para ejemplificar de modo comprensible textos antes del verbo hebreo darâs, que significa “buscar, investigar, estudiar”. Como segunda acepción, desaconsejada por algunos autores, en los últimos años se viene hablando de estilo midráshico para denominar al utilizado en algunos pasajes del Nuevo Testamento, por el cual se hace referencia a textos del Antiguo Testamento, que mezclados con hechos actuales para el autor, intentan hacer comprensibles los relatos neotestamentarios. Disponible en Wikipedia: http://www. es.wikipedia.org / wiki / Pasuk.

[9] Pasukim, que proviene del hebreo Pasuk, que designa el versículo bíblico. Disponible en Wikipedia. Ob. Cit.

[10] Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana. Tomo 42. 2013. Madrid, España. Ed. Espasa.

[11] Yahshua  es una argumentado  transliteración  del original  hebreo  o  arameo  nombre de  Jesús  comúnmente utilizado por los individuos en el Nombre “Movimiento Sagrado. El Nuevo Testamento de nuestro Mesías y Salvador “Yashua”. La forma “Yashua” se utiliza en algunos nombres sagrados bíblicos, incluyendo la Sagrada Escritura de “Bethel”; nombre bíblico Sagrado de Mesías, palabra de Yahvé. Aquellos que siguen las enseñanzas del Nombre Sagrado (como las Asambleas de Yahweh) creen que se trata de una ayuda para la salvación de utilizar la pronunciación correcta. Partidarios de “Yashua”, tales como las del judaísmo mesiánico, enseñan que desde el Mesías “vendrá en el nombre de su Padre” (18); entonces debe tener el nombre de Jehová, o al menos la forma abreviada de “Yah”. Otra contracción popular es Yah'shua con el apóstrofo (') que sirve como una división para enfatizar el aspecto "Yah" del nombre y el hebreo Shua (la salvación), que se encuentra en la Biblia natural Israelita. Los críticos dicen que en su trabajo para conseguir la pronunciación "Yahshua" la están ignorando en la lingüística hebrea que no permiten que la “waw” (“guardar silencio”), por lo que "Yahshua" es una traducción cuestionada. Por otra parte, se sostiene por algunos que esta pronunciación no es atestiguada en la antigüedad, a diferencia de la pronunciación "Yehoshua". Wikipedia: Disponible en: http:www. es.wikipedia.org/wiki/Yeshúa.

[12] El shabat (del hebreo shabat, "cesar") es el séptimo día de la semana, siendo a su vez el día sagrado de la semana judía. También se lo conoce como Sukot. El shabat se observa desde el atardecer del viernes hasta la aparición de tres estrellas la noche del shabat. Según las prescripciones de la Toráh, debe ser celebrado en primer lugar mediante la abstención de cualquier clase de trabajo. El shabat es en el ethos judío una señal de la relación entre Yahwéh y el pueblo judío. La celebración del shabat está prescrita entre los Diez Mandamientos recibidos por Moisés. Según el Génesis (30), (texto de la Biblia escrito aproximadamente en el siglo VII a. C.): “vaYshbot baYom haShevi'i”;  ["Y en el séptimo día Dios terminó el trabajo que había hecho, y descansó (vaYshbot)"]. Shabat deriva del verbo hebreo shavát. Aunque con frecuencia se traduce como "descanso" o "descansar", otra traducción de estas palabras es "cesar, de trabajar". La palabra relacionada shevita, usada en el hebreo moderno con el significado de "huelga laboral", tiene la misma consideración al referirse, más que a la abstinencia pasiva de trabajo, al acto de no trabajar. El concepto de cesación activa del trabajo también es considerado como más coherente con una actividad omnipotente de Dios el séptimo día de la creación. Disponible en Wikipedia: http//www. es.wikipedia.org/wiki/Shabat.

[13] Diccionario de la Real Academia Española, define a Epulón, como: “Hombre culto  que come mucho o disfruta comiendo”. 2013. Madrid, España.

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