Con independencia de la variedad de criterios que existen para denominar este fenómeno, existe un consenso mayoritario en considerar que se ha producido un cambio muy profundo en la estructura mundial del capitalismo que su centro de gravedad de ha desplazado esencialmente hacia EEUU. Así como el reconocimiento unánime de la ubicación de nuestro continente como principal foco de resistencia al neo imperialismo. En este sentido resultan muy importantes las ideas de Anderson con respecto a la combinación de factores mucho más fuertes y prometedores en oriente que en Europa.
Y no se trata de diferencias de valores,(como sugiere Habermas) es decir que Europa sea más humana, más tolerante o más pacifica en relación con América. Resulta que "…es aquí y solamente aquí, la resistencia al neoliberalismo y al neoimperialismo conjuga lo cultural con lo social y nacional. La única región del mundo con una historia continua de trastornos revolucionarios y luchas políticas radicales que se extienden por algo mas de un siglo;…solamente aquí encontramos coaliciones de gobiernos y de movimientos en un amplio frente de resistencia a la nueva hegemonía mundial"[3]
Para asumir una valoración acertada de la situación histórico-concreta en la que vivimos y consecuentemente, crear una estrategia viable de profundas transformaciones radicales es imprescindible el balance de los efectos de la globalización neoliberal en América Latina. Las reformas neoliberales en nuestros países fracasaron en tres aspectos fundamentales:
1. No lograron promover un crecimiento económico estable;
2. No consiguieron aliviar la situación de pobreza e exclusión social que prevalecía en nuestra Región como producto del desplome del modelo de industrialización sustitutiva de importaciones y la crisis de la deuda;
3. y, lejos de fortalecer las instituciones democráticas, este modelo trajo como consecuencia debilitarlas y desprestigiarlas hasta un nivel sin precedentes en la historia latinoamericana.[4]
Estamos convencidos de que así como se ha vuelto imprescindible estudiar las nuevas modalidades de acumulación que caracterizan la fase actual del capitalismo, es igualmente importante llevar a cabo investigaciones detalladas que pongan al descubierto los mecanismos económicos, políticos e ideológicos sobre los que se fundan las nuevas formas de dominio de clases que han surgido en nuestra región.
A pesar de los cambios ocurridos, un teórico como Giddens afirmaría que, la sociedad actual no puede caracterizarse correctamente como "poscapitalista" sino como "neocapitalista". La sustitución del "pos" por el "neo" indica que los rasgos fundamentales y las leyes del movimiento de la sociedad contemporánea se inscriben dentro del capitalismo. Postular el advenimiento de un nebuloso "poscapitalismo" solo sirve para confundir las cosas y, de paso desalentar a los críticos del supuestamente difunto capitalismo.[5]
De manera que, mantener su esencia capitalista el nuevo imperialismo, lejos de convertirse en su contrario, acentúa los rasgos tradicionales que le son inherentes. ¿Cuáles son las modificaciones que ha sufrido el sistema? Veamos alguno de los rasgos más sobresalientes del neo imperialismo.
La acumulación se realiza a través de masivas inversiones por empresas transnacionales en las ramas dinámicas del sector industrial, lo que implica un cambio en la división internacional del trabajo, cambios en la estructura de la distribución de ingresos, la cual acentúa su carácter regresivo y, por ultimo, implica una renovada concentración y centralización del proceso productivo, con tecnologías de avanzadas y alta composición orgánica del capital.
Las elevadas tasas de ganancias de la economía son mantenidas a través de una serie de mecanismos que contrarrestan los efectos negativos derivados de la elevada composición orgánica del capital. Entre los más usuales se encuentran el aumento de la tasa de plusvalía reduciendo los salarios reales, el aumento de la productividad agrícola.
Los cambios ocurridos en el capitalismo actual son de tal envergadura que obligan a reexaminar la concepción leninista del imperialismo como fase superior.
La maduración de ciertas tendencias – que Lenin percibió precoz y correctamente – se dio bajo formas que hoy difieren significativamente de las que prevalecían a principios de siglo.
Lenin al igual que Marx, estaba en lo cierto en su análisis de la economía capitalista y, ambos entrevieron las tendencias y procesos que mantienen su vigencia determinando la estructura y funcionamiento del sistema capitalista internacional. Sin embargo, el imperialismo opera en la actualidad con nuevos mecanismos diferentes a la época en que Lenin desarrollara su teoría.
Las características de la acumulación capitalista tanto en la metrópoli como en la periferia se producen con nuevas características: la aparición de monopolios transnacionales como unidades autosuficientes para asegurar el proceso de acumulación, lo cual modifica el papel asignado al capital bancario.
Por otro lado, las grandes transnacionales han logrado cierta organización que si bien no los "inmuniza" contra las depresiones cíclicas del capitalismo, reducen significativamente las consecuencias del ciclo.
Los gigantescos monopolios participan en mercados más dinámicos elevando la rentabilidad de sus operaciones y sus ganancias lo cual le permite resistir sin grandes pérdidas las crónicas depresiones y recesiones del sistema gracias al volumen financiero con que cuenta.
Como estrategia para la transformación social existe consenso en afirmar que en las actuales circunstancias sólo un reformismo radical puede crear las condiciones necesarias para consolidar los avances democráticos. Reformas que- aun cuando no puedan "superar" al capitalismo- por lo menos permitan modificar su funcionamiento y estabilizar una nueva correlación de fuerzas más favorables para las clases trabajadoras – lo que a la larga servirá para agudizar los conflictos sociales.
Y en esto parecen estar de acuerdo incluso algunos teóricos reconocidos de "derecha" como es el caso de Huntington. "La revolución, una vez consumada, puede darse el lujo de obrar pausadamente; la reforma no" [6]La reforma que se dilata en el tiempo conjura en su contra lo peor de los polos que se enfrentan: organiza al sujeto opositor y desalienta a sus defensores. Para triunfar debe ser sorpresiva y aplastante.
En nuestro continente tenemos la amarga experiencia de la ferocidad con que han sido combatidas y aplastadas los proyectos radicales de reformas en Chile, Guatemala, República Dominicana, Nicaragua, Granada y más recientemente, los intentos contra Venezuela. Resulta conveniente a la luz de los diferentes enfoques dados al problema de las reformas poner en claro qué entendemos por ello. Reforma significa modificación de lo que se propone, proyecta o ejecuta. La acción de reformar proviene del latín reformarse, cuyo sinónimo es corregir.[7]
Es adecuado puntualizar que cuando nos referimos a las reformas estamos constatando modificaciones sustanciales y necesarias que, en el orden de la acción concreta, significan corrección del proyecto social en relación con las necesidades de la dinámica social, las cuales reparen, restauren y supriman lo perjudicial del sistema social existente.
Esta actividad permite al organismo social en formación, salvar los inevitables errores, deformaciones y avanzar a un perfeccionamiento ulterior en aras de una marcha sana y en constante crecimiento de valores y realidades. Una idea debe quedar clara, las reformas por muy radicales y profundas que sean no evitará el creciente antagonismo social. La frustración antela profundidad de las reformas solo servirá para agudizar el antagonismo social y las exigencias de radicalización del proceso de cambio.
La crisis que atraviesan las ciencias sociales incluye no solo al marxismo académico y vulgar, sino el resto de los paradigmas teóricos que prevalecieron como contrapesos en las ciencias sociales de occidente.[8] El uso de este concepto en la literatura marxista se utilizaba para explicar las insuficiencias, limitaciones e incapacidad del sistema capitalista en la solución de sus contradicciones como un rasgo propio a este tipo de sociedad. La vida real ha demostrado que las crisis son consustánciales a todos los procesos sociales con independencia al régimen de dominación que exista.
A raíz de los cambios ocurridos en los antiguos países del mal llamado "socialismo real" y su involución al capitalismo, se ha producido cierta desconfianza acerca de las posibilidades de contar con instrumentos epistemológicos capaces de evaluar adecuadamente la realidad actual. Como es de esperar, al ponerse en dudas la vigencia de las diferentes teorías que evalúan la sociedad hoy, se ha centrado la atención en el estado actual de la teoría revolucionaria promovida por el marxismo.
El problema no radica en el hecho de calificarla como una ciencia que atraviesa por una crisis, algo que declarado en otras ocasiones, lo cual es cierto siempre y cuando se perciba ésta como proceso de la contradicción en que se exteriorizan en mayor o menor medida las tendencias de un fenómeno o proceso determinado. De lo que aquí se alerta tiene que ver con la noción de crisis que califica el estado actual de las ciencias sociales de lo cual dependerá la manera de enfrentar los hechos que se dan en la vida social y poder prevenirlos.
Para un fundamentalista-cristiano, musulmán o "marxista", su creencia jamás puede entrar en crisis porque esto supone una negación de sus tesis paradigmáticas, los dogmas son intocables y por ello mismo no sufren los embates de las crisis. Precisamente el fracaso de los "socialismos no reales" sirve para fortalecer las opciones conservadoras y, en especial, para descartar el socialismo, en todas las posibles variantes de concreción, como una de las alternativas de cambio.
Esta dialéctica entre utopía y realidad no deja de reproducirse en el pensamiento. Por eso la supuesta neutralidad de las Ciencias Sociales que imagina el positivismo se halla invariablemente mezclado con otras de carácter normativo que apoyan o condenan lo existente.
Ninguna teoría social puede limitarse a describir o analizar lo existente al margen de su valoración de lo bueno y lo malo que conviven en su seno.
El predominio del positivismo en las ciencias sociales es el responsable de esta perniciosa anomalía. Paramio se apoya en esta tradición para fundamentar una distinción entre paradigmas "seculares" y "religiosos" para, a partir de aquí, considerar al marxismo dentro del paradigma religioso y situar el resto de las corrientes teóricas contemporáneas (no valorativas, no utópicas) en el campo de las ciencias.
Al proceder de esta manera no hace otra cosa que reproducir la conocida tesis según la cual el marxismo es una síntesis entre Religión y Ciencia, un verdadero "sincretismo que funde la ciencia con la promesa milenaria del cristianismo de eliminar todo sufrimiento e imponer la hermandad"[9] En su momento, el liberalismo se transformó en el credo secular de la sociedad norteamericana porque en ninguna otra parte del planeta sus premisas centrales se correspondieron tan estrechamente con una sociedad burguesa. Fue justamente esta afinidad entre el liberalismo y las circunstancias histórico-sociales la que convirtió en una formidable fuerza histórica para la constitución de los Estados Unidos de América como una nación burguesa.
Análogamente, si el marxismo se transformó en el credo secular de la tercera parte de la humanidad y en una presencia mundial en el mundo moderno se debe a los elementos de verdad "científica" que contiene el marxismo, lo que permite comprender (aunque de un modo parcial e incompleto) la naturaleza del capitalismo y diseñar una estrategia de transformación de esa realidad.
Los cambios ocurridos en la estructura del capitalismo moderno no han sido suficientes para modificar la estructura profunda de las relaciones sociales de producción sobre las que reposa la sociedad burguesa.
Las transformaciones experimentadas en los últimos años fueron, en algunos casos, muy importantes, no reconocerlo seria un grave error, pero ninguna ha tenido la virtud de solucionar el conflicto clasista fundamental que caracteriza el modo de producción capitalista. Aparecieron nuevos sujetos sociales, varió la intensidad y la forma del conflicto clasista y se modificaron las modalidades de regulación política de las contradicciones, pero estas siguen siendo el fundamento sobre el cual se levanta el capitalismo contemporáneo.
Uno de los temas a debate en el momento actual es el problema del papel protagónico del sujeto en el cambio social. Los cambios ocurridos por la transformación del capitalismo plantean la necesidad urgente de reexaminar ciertas premisas que hasta hace pocos años se aceptaban sin demasiada discusión.
La crisis de los "socialismos no reales" o "socialismo de estado" ha provocado la opinión de que las tesis principales de la tradición teórica marxista han sido desmentidas por los hechos. La clase obrera fracasa en el cumplimiento de su "misión histórica", es decir, en la construcción de la sociedad sin clases, sin explotación, que supera al capitalismo en todas las esferas de la vida social.
Los que piensan así, olvidan los significativos, aunque limitados, cambios ocurridos en las estructuras económicas, políticas, y culturales en los "socialismos no reales" en que vivieron la clase obrera y los movimientos populares. Liberales y marxistas reconocen los avances que lograron estas sociedades produciendo estados más democráticos. "Si hoy tenemos estados democráticos -Miliband- welfare state, sociedades mas abiertas y un recortado despotismo del capital en la economía, es porque la clase obrera en occidente impugnó al capitalismo, y trató por lo menos de reformarlo. Es cierto no se lanzó a "tomar el cielo por asalto" consumando su Revolución y además sus proyectos reformistas fueron desigualmente exitosos. Pero su protagonismo y su vocación transformadora han sido indiscutibles sus resultados están a la vista"[10]
Con la persistencia en la década de los "90 de la situación de desempleo de masas en numerosos países, la vieja idea de que estábamos en presencia de una "sociedad pos-industrial" cobró nuevos bríos, presentada en sus últimas versiones como la emergencia de una nueva forma de capitalismo: el "capitalismo cognitivo". El "fin del trabajo" y la aparición de un "nuevo sujeto" acorde a este nuevo estadio fueron temáticas recurrentes entre los defensores de estas posturas.
En su análisis de la sociedad contemporánea, Negri sostiene una visión refinada y erudita de la tesis del "fin del trabajo" popularizada, en diferentes matices, por J. Riffkin, Dominique Méda, Vivianne Forrester, André Gorz y la escuela italiana de los teóricos de la "intelectualidad de masas", entre otros.
Esta tesis, que encontró renovado eco en la última década, pretendía dar cuenta de una supuesta pérdida de la "centralidad del trabajo" (con el desempleo de masas como una de sus manifestaciones principales) como consecuencia inevitable del paso de la "sociedad industrial" a la "sociedad pos-industrial". En ésta, los desarrollos tecnológicos habrían producido un salto tal en la productividad de bienes materiales que el reemplazo progresivo de "trabajo vivo" por "trabajo muerto", asalariados por máquinas (robots y ordenadores), se tornaría una tendencia irreversible y en crecimiento geométrico.
La aplicación de métodos en la organización del trabajo sería a su vez también producto de los desarrollos tecnológicos y de la incorporación por parte del capital de las aspiraciones mostradas por el proletariado, que redundarían en el crecimiento de las funciones de control y gestión del trabajador en detrimento de la producción.
"Sociedad pos-industrial" sería sinónimo de la mutación de las condiciones generales del capitalismo hacia la hegemonía del "trabajo inmaterial" y el "capitalismo cognitivo".
Según esta tesis, en esta nueva situación del capitalismo (que a veces denominan como "poscapitalista") la actividad cognitiva deviene el factor esencial de creación de valor, calculándose este en gran parte por fuera de los lugares y el tiempo de trabajo. Así, el conocimiento se habría transformado en "un factor de producción necesario tanto como el trabajo y el capital y la valorización de este factor intermediario obedece a leyes muy particulares, a tal punto que el capitalismo cognitivo funciona de manera diferente del capitalismo a secas"[11], con la consecuencia que la teoría del valor no podría dar cuenta de la transformación del conocimiento en valor.
El trabajador ya no necesitaría más "de los instrumentos de trabajo (es decir, capital fijo) que son puestos a su disposición por el capital. El capital fijo más importante, aquel que determina las diferencias de productividad, se encuentra en el cerebro de los seres que trabajan: es la máquina útil que cada uno de nosotros lleva en sí. Es esta la novedad absolutamente esencial de la vida productiva de hoy" [12]Estas tesis presentan un conjunto de unilateralidades que nublan la comprensión de las condiciones contemporáneas del capitalismo y la lucha de clases.
La idea difusa del "fin del trabajo" no se refiere, obviamente, al trabajo considerado antropológicamente – como un atributo específico de la acción del hombre dirigida a asegurar y crear las condiciones de su propia vida de un modo único y que le es propio – sino a su manifestación en la sociedad capitalista, el trabajo asalariado. Según los defensores de esta tesis, el desempleo de masas sería producto del incremento en el ritmo de los cambios tecnológicos y los aumentos de productividad.
Aunque el desempleo de masas sea un fenómeno sostenido en numerosos países, es falso el panorama que pinta una disminución creciente de los asalariados. Si tomamos en consideración al conjunto de los asalariados a escala mundial, su número global ha aumentado y no disminuido en las últimas décadas, con la proletarización creciente de nuevos sectores (feminización de la fuerza de trabajo, proletarización de la clase media, extensión de las relaciones salariales a la periferia capitalista, etc.) y la disminución dentro del conjunto de la cantidad de trabajadores con empleo estable.
El sociólogo brasileño Ricardo Antúnes reconoce cinco tendencias en esta reconfiguración de la clase obrera en los últimos años:
a) La reducción del proletariado manual, fabril, estable, típico de la fase taylorista y fordista, aunque de distinto modo según las particularidades de cada país y su inserción en la división internacional del trabajo;
b) contrapuesta a ésta puede observarse el enorme aumento en todo el mundo de los sectores asalariados y del proletariado en condiciones de precariedad laboral, con el aumento explosivo, paralelo a la reducción del número de empleos estables, de la cantidad de trabajadores hombres
c) Mujeres bajo régimen de tiempo parcial, es decir, asalariados temporarios; c) aumento notable del trabajo femenino (en algunos países llegando al 40 ó 50 % de la fuerza laboral), tanto en la industria como, especialmente, en el sector de servicios, configurando una nueva división sexual del trabajo, con las mujeres predominando en las áreas de mayor trabajo intensivo donde es muy importante la explotación del trabajo manual, y los hombres en los sectores donde es mayor la presencia del capital intensivo, de maquinaria más avanzada;
d) Expansión en el número de asalariados medios en sectores como el bancario, el del turismo, los supermercados, es decir, los llamados "sectores de servicios" en general; e) exclusión del mercado de trabajo de los "jóvenes" y los "viejos". Antúnes señala que en contra de las tesis del "fin del trabajo" "parece evidente que el capital ha conseguido ampliar mundialmente las esferas del trabajo asalariado y de la explotación del trabajo según las diversas modalidades de precarización, subempleo, trabajo part time, etc.".[13]
Analicemos ahora la "novedad" que presentaría el "capitalismo cognitivo", a veces presentado como la emergencia de un "pos capitalismo".
Esta tesis parte de considerar como una "novedad" la facultad del capital de apropiarse de los progresos de la ciencia y el conocimiento. Lejos de ser "novedosa" esta capacidad forma parte fundamental del análisis marxista del capitalismo.
Como plantea correctamente Michel Husson: "No puede decirse lo mismo del conocimiento que los exponentes del capitalismo cognitivo erigen como tercer factor de producción, como si este sustituyera al capital o al trabajo como fuente de riqueza. "[14] Y continúa: "Una de las características intrínsecas del capitalismo, la fuente esencial de su eficacia, reside una vez más en la incorporación de las capacidades de los trabajadores a su maquinaria social. Es en este sentido que el capital no es un arsenal de máquinas o de computadoras en red, sino una relación social de dominación.
Lo que tenemos ante nosotros no es, por lo tanto, "el fin del trabajo asalariado" sino la reconfiguración de la situación del proletariado. Según datos del Banco Mundial de 1997 existen hoy 2806 millones de trabajadores asalariados, de los cuales 550 millones trabajan en la industria y 850 millones en los servicios. De los 1400 millones restantes que trabajan en la agricultura, un número creciente lo hace bajo relaciones sociales capitalistas modernas más que en relaciones arcaicas o semifeudales. El desempleo afecta alrededor de 800 millones en todo el mundo. El sector asalariado está rodeado a su vez por un número similar de semi-proletarios, es decir, quienes se ganan la vida variando combinaciones de pequeño comercio, autoempleo, la subsistencia sobre la base de mendigar y a veces el trabajo asalariado. Por primera vez, los trabajadores asalariados y su periferia semi-proletaria son la mayoría de la población mundial. Baste compararlo con el millón setecientos mil trabajadores asalariados (17% de la población en edad de trabajar) que se encontraban en la industria en Inglaterra y Gales en 1867 cuando Marx publicó el primer tomo de "El Capital".
La mistificación de los teóricos de la "intelectualidad de masas" se continúa si vemos lo que implican estas tesis en relación con la constitución de un sujeto antagónico al poder del capital. Según Negri y Lazzarato veinte años de reestructuración de las grandes fábricas han llevado a una extraña paradoja.
En la gran empresa reestructurada, el trabajo del obrero es un trabajo que implica más y más, a niveles diferentes, la capacidad de elegir entre diversas alternativas y, por lo tanto, la responsabilidad de algunas decisiones. El concepto de "interfaz" utilizado por los sociólogos de la comunicación expresa bien claro esta actividad del obrero. (Interfaz entre las diferentes funciones, entre los diferentes equipos, entre los niveles de jerarquías, etc.)
Como lo prescribe el nuevo management, hoy "es el alma del obrero la que debe descender en el taller". Es su personalidad, su subjetividad la que debe ser organizada y dirigida. Cualidad y cantidad de trabajo son reorganizadas alrededor de su inmaterialidad.
Esta transformación del trabajo obrero en trabajo de control, de gestión de información de capacidad de decisión que requieren la inversión de la subjetividad, "toca a los obreros de manera diferente según sus funciones en la jerarquía de la fábrica, pero ella se presenta ahora como un proceso irreversible (…) Podemos avanzar la tesis siguiente: el ciclo del trabajo inmaterial está reconstituido por una fuerza de trabajo social y autónoma, capaz de organizar su propio trabajo y sus propias relaciones con la empresa. Ninguna "organización científica del trabajo" puede predeterminar ese saber hacer y esta creatividad productiva social que, hoy, constituyen la base de toda capacidad de emprendimiento." [15]
La fábrica habría perdido la hegemonía como unidad productiva social y, producto de la revolución en las comunicaciones y de un nuevo salto en las fuerzas productivas, todo sujeto podría ahora apropiarse autónomamente de los conocimientos técnicos y científicos que habrían dejado de ser patrimonio del capitalista. Viviríamos en la época de la hegemonía de la "intelectualidad de masas".
"Todo miembro de la sociedad es un productor de plusvalía", independientemente de su condición de asalariado, encontrándose en su cerebro la principal fuerza productiva existente hoy día.
En este sentido, a diferencia de otros sostenedores de la tesis del "fin del trabajo" que deducen de ella la imposibilidad de constitución de sujeto emancipador alguno, para Negri una nueva fuerza antagónica se habría desarrollado, un "proletariado más autónomo y poderoso que la "vieja" clase obrera asalariada": la multitud, que englobaría al conjunto de las clases subalternas[16]Aquí se amplían los limites del proletariado a un nivel tal, que incluye (ya no solo a todos los asalariados como es común en estos teóricos) a "todo miembro de la sociedad".
De esta potencia de la multitud devendría la fuerza para encarar un antagonismo "no dialéctico" sino "alternativo", capaz de saltar la transición y realizar "el comunismo aquí y ahora": "Si el trabajo tiende a devenir inmaterial, si su hegemonía social se manifiesta en la constitución del "general intelecto", si esta transformación es constitutiva de sujetos sociales independientes y autónomos, la contradicción que opone esta nueva subjetividad a la dominación capitalista (de cualquier manera que uno quiera llamarla en la sociedad pos-industrial) ya no será dialéctica sino alternativa.
Es decir, que este tipo de trabajo que nos parece a la vez autónomo y hegemónico no necesita más del capital y del orden social del capital para existir, sino que se presenta inmediatamente como libre y constructivo. Cuando decimos que esta nueva fuerza de trabajo no puede ser definida al interior de una relación dialéctica, queremos decir que la relación que ella entabla con el capital no es sólo antagónica, ella está más allá del antagonismo, es alternativa, constitutiva de una realidad social diferente. El antagonismo se presenta bajo la forma de un poder constituyente que se revela como alternativo a las formas de poder existentes. La alternativa es la obra de sujetos independientes, es decir, que ella se constituye al nivel de la potencia y no solamente del poder.
El antagonismo no puede ser resuelto quedando sobre el terreno de la contradicción, es necesario que pueda desembocar sobre una constitución independiente, autónoma. El viejo antagonismo de las sociedades industriales establecía una relación continua, aunque de oposición, entre los sujetos antagonistas y, en consecuencia, imaginaba el pasaje de una situación de poder dada a la de la victoria de las fuerzas antagónicas como una "transición" En la sociedad pos-industrial, dónde el "general intelecto" es hegemónico, no hay lugar para el concepto de "transición", sino solamente para el concepto de "poder constituyente", como expresión radical de lo nuevo.
La constitución antagónica no se determina más, por lo tanto, a partir del dato de la relación capitalista, sino desde el comienzo sobre la ruptura con ella; no más a partir del trabajo asalariado, sino desde el comienzo a partir de su disolución; no más sobre la base de la figura del trabajo sino de la del no trabajo." [17]
Para algunos, este reconocimiento del supuesto poder ampliado del proletariado vuelto multitud podrá resultarles gratificante en medio de tanto derrotismo que ha inundado los medios intelectuales y de la izquierda en la última década. Pero lo cierto es que es una visión tan lineal y falaz como la de todos los que hablan de la existencia de una sociedad pos-industrial, incapaz de dar cuenta de las contradicciones reales que debe enfrentar la clase obrera en la lucha por su emancipación "Negri pasa aquí de una noción muy restringida del concepto de proletariado (los obreros industriales) a uno tan amplio (el conjunto de las masas explotadas) que se disuelve toda especificidad del mismo. Así el campesino se transforma en "proletario" lo mismo que el conjunto de la pequeña burguesía o capas específicas como el estudiantado por una mera operación teórica.
Lo peculiar de la explotación en forma de trabajo asalariado, que era el elemento distintivo del proletariado según Marx, pierde entonces toda importancia. Al contrario que Negri, creemos que la aplicación del concepto de "clase obrera" o "proletariado" en sentido amplio debe utilizarse en referencia a "aquéllos que para subsistir se ven obligados a vender su fuerza de trabajo".[18]
Las premisas que plantean los teóricos del "nuevo antagonismo" son falsas, si se tiene en cuenta que:
a) El trabajo "inmaterial" no es más que una muy pequeña fracción del total del trabajo social y, por ende, también son una pequeña minoría del conjunto de los trabajadores vinculados a las industrias de la comunicación y la informática (entre los cuáles muchos hacen, además, trabajo manual) Además de ser una pequeña fracción del proletariado la que trabaja combinando tareas manuales con las de "control" y "gestión";
b) Estamos en presencia de "sujetos sociales independientes y autónomos";
c) No es cierta la opinión que la tendencia sea a la disminución del trabajo asalariado. La conclusión del razonamiento – que el trabajo se nos presenta hoy como inmediatamente libre y constructivo- se vuelve ella misma un sin sentido. Sin embargo, se mantiene el argumento que si bien es cierto que no todos los trabajadores están en las mismas condiciones de los trabajadores ligados a la "producción inmaterial" podrían, en virtud de su situación, estar en condiciones de ser quienes mejor tendiesen a expresar la rebelión del conjunto de los explotados de los que forman parte.
Para los promotores de estas ideas el nuevo sujeto subversivo esta representado por los estudiantes que tienden a representar de manera permanente y más amplia el "interés general" de la sociedad junto al papel jugado por el intelectual.[19]
La centralidad del proletariado como núcleo del sujeto de la Revolución no obedece a su número, sino al lugar que ocupa en el proceso productivo donde es portador de nuevas relaciones de producción y en el sistema de contradicciones típicas de la sociedad burguesa. "Que el proletariado constituya o no una clase mayoritaria – señala Boron-es un dato accesorio al argumento marxiano. En ciertas etapas históricas esto fue así, pero esto no constituye un componente necesario de su razonamiento teórico." [20]
La reestructuración y disminución cuantitativa del proletariado actual sobre todo en el capitalismo desarrollado no autoriza a la apresurada conclusión de la desaparición de las clases por una supuesta "clase media" al margen de los conflictos sociales. En las nuevas condiciones históricas en que se manifiesta el capitalismo resulta imprescindible un balance de la gran marginación social y económica de grandes grupos y sectores que si bien antes no tenían una importancia notable en las alianzas para el cambio, hoy aparecen como fuerzas potencializadoras.
Los movimientos "ecologistas", "pacifistas", los "defensores de los derechos humanos", "los consejos de barrios" y otros, expresan nuevos tipos de contradicciones y reivindicaciones que generan una atípica conflictividad de la sociedad capitalista actual.
El impacto de la política neoliberal ha tenido un efecto profundamente negativo sobre todas las clases y grupos sociales que enfrenta al capital en nuestro continente. La mayor parte de la clase media (integrada por funcionarios públicos, médicos, docentes, pequeños propietarios, etc.) ha sufrido un proceso social de conversión descendente que se caracteriza por la perdida de empleo y representatividad política.
Se produce de hecho una metamorfosis de clase que los lleva a las filas de la clase obrera y los desempleados. La vida ha demostrado la inconsistencia de las teorías neo imperiales que insisten en demostrar que las políticas de libre mercado conducen a la prosperidad creciente y al surgimiento de una clase media más grande y opulenta. La clase obrera no ha sido ajena a estos cambios. Las políticas económicas en nuestro continente han originado la transformación masiva de obreros activos en desempleados.
Los efectos sobre esta clase se proyectan en la disminución de la organización y condiciones de vida laborales y como consecuencia en algunos sectores (en la industria y la minería) de la economía ha perdido el papel central en las luchas populares por la transformación social.[21]
Señala Petras con acierto que "los nuevos sectores del campesinado, la clase obrera y los trabajadores asalariados empobrecidos, han emergido para proporcionar liderazgo, organización y espíritu de clase"[22] El caso de la conversión social del campesinado, de los pequeños agricultores junto a los asalariados rurales como fuerza principal de oposición al sistema capitalista es algo que debe llamarnos a reflexión si sobre todo se tiene en cuenta que esta fuerza opositora se localiza fundamentalmente en el campo. Habría que ver si los movimientos campesinos son capaces de alcanzar el poder del estado y reconstruir la sociedad en que viven por la vía de reformas radicales.
La dinámica y peculiaridad de estos movimientos sociales deben ser analizadas a partir de la realidad concreta de cada vanguardia que se responsabiliza con el cambio social. La complejidad que adquiere esta nueva manera de manifestarse la polarización de las contradicciones en el capitalismo de las metrópolis y en la periferia del sistema coexiste de forma articulada con los conflictos de clases.
Considerar que la lucha de clases es la única contradicción que permite una valoración correcta de la sociedad en la nueva realidad histórica, además de ser falso, conlleva a una apreciación distorsionada del pensamiento del marxismo clásico. "De ninguna manera quiere esto decir (Miliband) que los movimientos de mujeres, negros, pacifistas, ecologistas, homosexuales y otros no sean importantes, o no puedan tener efectos, o que deban renunciar a su identidad aparte. Solo significa que el principal (no el único) sepulturero del capitalismo sigue siendo la clase obrera organizada. Este es el necesario, indispensable "instrumento del cambio histórico" Y si, como se dice constantemente, la clase obrera organizada se rehúsa a encargarse de la tarea, entonces la tarea no se hará (…) Nada ha sucedido en el mundo del capitalismo avanzado y en el mundo de la clase trabajadora que autorice a una visión de tal futuro" [23]
El debate acerca de la vigencia del descubrimiento de Marx, "la misión histórica universal del proletariado"[24] sí bien es un problema de enorme trascendencia teórica, requiere sobre todo de una interpretación concreta de la realidad que se pretende subvertir a partir de la composición socio-clasista de las fuerzas que intervienen en el cambio. Igualmente es imprescindible diferenciar las condiciones socioeconómicas, políticas y culturales en que se producen los procesos de emergencia.
Por ultimo, y no menos importante, es recordar que la misión del proletariado no significa (tal y como fue planteada por Marx) que ella sea la única capaz de iniciar, producir y dirigir reformas radicales y revoluciones socialistas. Cuando el marxismo revela la misión de la clase obrera se esta describiendo las cualidades que le son propias como portadora de una nueva totalidad que la diferencia del resto de lo demás clases, grupos sociales y movimientos revolucionarios que enfrentan al capitalismo. Se trata de la clase capaz de sustituir el régimen capitalista por el comunista y no de la "única " que pueda producir cambios radicales que sirvan de premisas para la revolución social profunda y radical que supera al capital.
El destacamento más avanzado de la clase obrera en nuestros países no es precisamente el de los trabajadores de la industria, el peso principal como hemos visto recae en los obreros rurales y la clase campesina más pobre. Esto no implica que los procesos transformativos que tienen lugar en nuestro mundo no sean revolucionarios como consecuencia de un menor protagonismo de ese proletariado industrial del cual Marx habló. Ni significa que la clase obrera ha perdido sus potencialidades revolucionarias.
El nacimiento de la nueva sociedad en el seno de la vieja supone (Marx) comprender que el protagonista de la subversión se ha formado no solo material sino espiritualmente en ella, lo que constituye por tanto el fundamento teórico de la legitimidad de su papel revolucionario ( que no radica solo en su energía y conciencia) que le viene dado además de la lógica de la historia, por su capacidad para cambiar el modo de apropiación a partir de la transformación de la realidad social y con ello, la enajenación que le es propia.
La fundamentación de la centralidad del proletariado como máxima negatividad histórica parte del período en que transcurren las revoluciones del 1848 sobre las cuales depositaría la mayor parte de su esperanza revolucionaria. Pero más adelante Marx amplia el concepto del sujeto potencialmente anticapitalista refiriéndose a la periferia capitalista. Un valioso y esclarecedor análisis de la evolución del pensamiento de Marx a partir de los años 60 lo aporta N. Kohan al señalar cómo su concepción revolucionaria se expande hacia el análisis político del problema nacional, de la periferia y del colonialismo.
Marx logra percibir y hacer observable:
1) Que no existe una lógica histórico – universal al margen de las luchas de clases;
2) Que no corresponde a un sujeto autocentrado y privilegiado – el proletariado europeo, urbano y moderno – la responsabilidad de conducir el motor de la historia universal, sino que este sujeto esta en realidad conformado también por las luchas de liberación nacional y social de los pueblos periféricos sometidos;
3) Que el sistema mundial de dominación capitalista solamente puede reproducirse a condición de mantener la explotación y la opresión tanto en el capitalismo central como en su periferia. " [25]
La apertura hacia el protagonismo compartido de un sujeto colectivo integrado por los obreros urbanos y rurales, el campesinado de las comunidades rurales, los desempleados, y movimientos revolucionarios urbanos y rurales, junto a otros agentes del cambio parece ser el rasgo esencial de las principales fuerzas opositoras del capital en nuestro continente.
Una lectura critica de la teoría marxista es no sólo válida en el plano teórico, es ante todo una necesidad practica para la transformación de nuestras realidades sociales y en la creación de una política común frente al nuevo imperialismo. Pero esta revisión crítica para que tenga el efecto correcto debe partir del análisis histórico concreto de la realidad específica que es objeto de la subversión revolucionaria y la conflictividad de los sujetos que en ella participan.
Autor:
Dr. José A. Toledo
[1] Sistema complejo con capacidad para auto-reproducirse. Los sistemas autopoiéticos son organizacionalmente cerrados (se construyen y reproducen a si mismo en lugar de ser programados desde fuera), e informacionalmente abiertos captan y producen continuamente información)
[2] Boron, Atilio La Nueva Hegemonía Mundial. Alternativas de cambio y movimientos Sociales. Ed.Clacso,2004.p136
[3] P. Anderson op. "El papel de las ideas en la construcción de alternativas" cit. p46 Obra. citada
[4] Atilio A. Boron "Estado, Capitalismo y Democracia en América Latina"Clacso.2003
[5] Anthony giddens."La estructura de clase de las sociedades desarrolladas" ,Nueva York, harper Torchbooks.1975,p.164
[6] Samuel P.Huntington.Nicololas "Maquiavelo El principe"Turin,Ed.Einaudi,1974.p.39
[7] La Dra. Dolores Vilá ha realizado un excelente trabajo investigativos sobre las reformas y su lugar en la transición al socialismo que no dejan de ser validas en los procesos que hoy tienen lugar en el continente. Para la elaboración del presente trabajo sus opiniones han sido claves.
[8] Sobre este aspecto relacionado con la crisis de las Ciencias Sociales se analiza con mas detalle en el articulo del autor “La Filosofía y el nuevo giro epistemológico de comprensión de la realidad”
[9] Alvin Gounlder."Los dos Marxismos",Madrid,AlianzaEditorial.1983 p.135
[10] Ralph Miliband,"El nuevo revisionismo en Gran Bretaña " Op. cit. por A. Boron en Estado Capitalismo y democracia en América Latina Clacso 2003.p.309
[11] Enzo Rullani, "El capitalismo cognitivo: ¿ déjà vu?", Multitudes Nº 2. Copyleft 2002 aporrea.org.
[12] Antonio Negri, "Exilio", Ed. Viejo Topo, 1998
[13] Ricardo Antúnes "Los nuevo proletarios del mundo en el cambio de siglo" en Realidad Económica Nº 177, enero del 2001; también ver su libro "¿ Adiós al trabajo?".
[14] Michel Husson, "Nueva economía: capitalismo siempre", en Critique Communiste Nº 160
[15] Mauricio Lazzarato y Antonio Negri, "Trabajo inmaterial y subjetividad", en Futur Antérieur Nº 6, 1991. P.143
[16] "En la era previa la categoría de proletariado se centraba, y por momentos estaba efectivamente subsumida, en la clase trabajadora industrial, cuya figura paradigmática era el trabajador varón de la fábrica masiva. A esa clase trabajadora industrial se le asignaba con frecuencia el papel principal por sobre otras figuras del trabajo (tales como el trabajo campesino y el trabajo reproductivo), tanto en los análisis económicos como en los movimientos políticos. Hoy en día esa clase casi ha desaparecido de la vista. No ha dejado de existir, pero ha sido desplazada de su posición privilegiada en la economía capitalista y su posición hegemónica en la composición de clase del proletariado. El proletariado ya no es lo que era, pero esto no significa que se haya desvanecido. Significa, por el contrario, que nos enfrentamos otra vez con el objetivo analítico de comprender la nueva composición del proletariado como una clase. El hecho que bajo la categoría de proletariado entendemos a todos aquellos explotados por y sujetos a la dominación capitalista no indica que el proletariado es una unidad homogénea o indiferenciada. Está, por el contrario, cortada en varias direcciones por diferencias y estratificaciones. Algunos trabajos son asalariados, otros no; algunos trabajos están limitados dentro de las paredes de la fábrica, otros están dispersos por todo el ilimitado terreno social; algunos trabajos se limitan a ocho horas diarias y cuarenta horas semanales, otros se expanden hasta ocupar todo el tiempo de la vida; a algunos trabajos se le asigna un valor mínimo, a otros se los exalta hasta el pináculo de la economía capitalista (…) entre las diversas figuras de la producción hoy activas, la figura de la fuerza de trabajo inmaterial (involucrada en la comunicación, cooperación, y la producción y reproducción de afectos) ocupa una posición crecientemente central tanto en el esquema de la producción capitalista como en la composición del proletariado. Nuestro objetivo es señalar aquí que todas estas diversas formas de trabajo están sujetas de igual modo a la disciplina capitalista y a las relaciones capitalistas de producción. Es este hecho de estar dentro del capital y sostener al capital lo que define al proletariado como clase." (Michel Hardt y Antonio Negri, "Imperio", parte 1, punto 1.3. "Alternativas dentro del imperio")
[17] Mauricio Lazzarato y Antonio Negri, Op. cit. Pag. 87
[18] Christian Castillo ¿ Comunismo sin transición? Estrategia Internacional N° 17Copyleft 2002 aporrea.org. Otoño de 2001. En este trabajo se realiza una profunda critica a las concepciones de Negri,Hardt y Lazzarato.
[19] La ‘intelectualidad de masas’ se constituye sin tener necesidad de pasar a través de la ‘maldición del trabajo asalariado’. Su miseria no está ligada a la expropiación del saber sino, al contrario, a la potencia productiva que ella concentra, no solamente bajo la forma del saber sino sobretodo en tanto que órgano inmediato de la Praxis social del proceso de la vida real. La ‘abstracción capaz de todas las determinaciones’, según la definición marxiana, de esta base social permite la afirmación de una autonomía de proyecto, a la vez positivo y alternativo." (Marizio Lazzarato y Antonio Negri, Op. cit.pag.233)
[20] A. Boron en Estado Capitalismo y democracia en América Latina. Clacso 2003.p.311
[21] James Petras "Imperio vs Resistencia" Casa Editora Abril." Habana, Cuba.2004 Ver: En esta obra se hace una profundo y novedoso análisis sobre los cambios estructurales ocurridos en las clases ,grupos y movimientos sociales en nuestro continente y el papel que juegan cada uno en el cambio social y en el enfrentamiento a las políticas neoliberales.
[22] James Petras. Op.cit.p.109
[23] Ralph Miliband,"El nuevo revisionismo en Gran Bretaña " Op. cit. por A. Boron en Estado Capitalismo y democracia en América Latina. Clacso 2003.p.26
[24] V.I. Lenin. "Lo fundamental en la doctrina de Marx es el esclarecimiento del papel histórico universal del proletariado como creador de la sociedad socialista" T.XXIII Edic. citada p.1
[25] Nestor Kohan "Marx en su tercer Mundo "Centro de investigaciones y desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello,2003 p. 267
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