- Introducción
- Antecedentes
- Contexto histórico
- Las obras de captación y distribución de agua
- Una década de prestación del servicio
- Impacto de la obra de provisión de agua corriente, en la localidad de Río Tercero
- Conclusión
- Fuentes
Introducción
El presente trabajo tiene como objetivo principal analizar la concreción de la provisión de agua corriente en la localidad de Río III, en el período 1930-1955, a cargo de la Cooperativa de Luz y Fuerza de Río Tercero, en el marco de un Estado interventor.
El indagar las causas del protagonismo de la entidad cooperativa en torno a la problemática del agua en un contexto, en donde el Estado tenía el control total, tiene relevancia en ese periodo de tiempo por razones como lo que explicaría el protagonismo del cooperativismo en la localidad objeto de estudio, sería la respuesta alterna a las limitaciones del Estado interventor en esa materia, dada la realidad imperante en la localidad a raíz del crecimiento poblacional como consecuencia de la radicación de la fábrica militar.
Por medio de esta propuesta, se busca destacar cómo la interrelación de los factores antes mencionados, llevaron a que la provisión de agua corriente, sea a cargo de la cooperativa local, partiendo de la certeza que el estudio de este tipo de trabajo no ha tenido el debido interés por arte de la historiografía económica y social argentina.
En los últimos años han aparecido algunos trabajos, basados generalmente en fuentes oficiales, que han incursionado en el estudio del cooperativismo en la provincia de Córdoba.
La temática se ha podido abordar solo de manera general, debido a la limitación de las fuentes. Esta situación conlleva la imposibilidad de realizar un análisis del accionar de las cooperativas; en particular de la de Río III.
Incluso esta dificultad acarrea el no poder analizar las modificaciones que se podrían haber producido respecto de los principios fundantes de la doctrina cooperativa, aspecto problemático del cooperativismo.
Luego de estudiar el fenómeno del cooperativismo eléctrico desde un punto de vista general, que es lo que las fuentes disponibles habían permitido, surgió la posibilidad de consultar los archivos de la cooperativa local.
Al generarse el acceso a los fondos documentales de las cooperativas, se abrió así una nueva línea de investigación cuyo eje es la reconstrucción de la historia de esas entidades, mediante estudios de caso, como el presente, que aunque evidentemente descriptivos han de ofrecer una masa importante de información que posibilitará posteriores trabajos de síntesis los que a su vez, vendrán a completar aquella primera mirada general de ese fenómeno a través de análisis comparativos.
El trabajo se aborda conforme a tres perspectivas historiográficas: la historia de los servicios públicos, la historia del cooperativismo y la historia económica institucional, siendo las mismas, las que le van a dar marco al estudio de caso aquí planteado.
En función de esto se partió de la idea de considerar servicios públicos, a un conjunto de prestaciones reservadas en cada Estado en la órbita de las administraciones públicas y que tienen como finalidad ayudar a las personas que lo necesiten. Desde la mirada de la historia de los servicios públicos, que establece cómo debe ser el accionar del Estado en relación a los mismos, inferiremos las políticas implementadas por el Estado argentino, dentro de un rol intervencionista y de bienestar, al delegar esta acción a empresas privadas. Entre el Estado y estas empresas, se establece una relación en la que la perspectiva histórica establece al Estado como ente de contralor y a las empresas privadas o cooperativas como prestadoras. Por otro lado, los otros protagonistas, los usuarios, están encuadrados en un marco jurídico que articula deberes y derechos ante la prestación.
En relación al cooperativismo de servicios públicos en la Argentina, la prestación de servicios públicos por intermedio de organizaciones cooperativas tiene sus antecedentes que se retrotraen al año 1926, donde la lucha se inició por el abaratamiento del costo de la electricidad. Esta propuesta solidaria está basada en la interdependencia, en las relaciones interinstitucionales e interadministrativas, en la reciprocidad social de la división del trabajo mancomunado, que aporta al desarrollo de la infraestructura necesaria para mejorar la vinculación física de personas y economías, brindando condiciones para el desarrollo y cohesión de las economías locales y regionales, lo que lleva al aprovechamiento de coyunturas. Las cooperativas de servicios públicos cubren un amplio abanico de servicios, dando así respuestas concretas a requerimientos de una sociedad.[1]
En nuestro análisis, la responsabilidad de la provisión de agua corriente a la localidad de Río Tercero, va a recaer en la Cooperativa de Luz y Fuerza de la localidad del mismo nombre, entidad que asume el rol de prestadora dentro del esquema en que el Estado le otorga esa facultad al responder según la teoría cooperativista a la conformación y acción según los principios cooperativos que le dan sustento. Esos elementos son los mismos que se aplican a la formación del capital social, este se conforma según la regla que sostiene que los asociados contribuyen equitativamente y controlan en forma democrática el patrimonio de su cooperativa.
Pero no sólo de la interacción entre el Estado macro y la entidad cooperativa nos ocuparemos, sino también de como esta institución que gracias al status logrado con el servicio primigenio que fue la provisión de energía eléctrica, culmina siendo la encargada de proveer del servicio vital a esa población, adoptando un espacio en el campo social de la localidad objeto de estudio. Para esto, la historia económica institucional, parte del supuesto que las instituciones son complejos institucionales, por considerarlos un reflejo de un proceso histórico que entrelaza rasgos económicos, políticos, sociales y culturales que las influyen y moldean, de ahí la necesidad de examinar la interdependencia entre las diferentes instituciones que estuvieron vinculadas con el accionar de la cooperativa en pos de un nuevo servicio. Es imposible examinar una institución sin tener en cuenta los factores endógenos y exógenos, porque las instituciones deben ser analizadas como una construcción social de un conjunto de personas que no pueden ser reducidas a la sola racionalidad económica. Desde esa visión se podrá responder a la pregunta acerca de los caracteres distintivos, entender su especificidad.
Para comenzar, los estudios de Andrés Regalsky están centrados en el desarrollo de las primeras experiencias del Estado empresario y la intervención estatal en el campo de las obras de saneamiento en todo el territorio del país, a través de Obras Sanitarias de la Nación. En su trabajo analiza los móviles invocados y sectores involucrados como también el desarrollo de la propia repartición y su transformación en incipiente empresa pública.
Se analizara desde ese trabajo la relación entre la necesidad de proveer de agua corriente a la localidad con el objetivo propuesto por el Estado, con los inconvenientes y retrasos que ello conlleva y como la entidad cooperativa decide tomar las riendas del asunto para encontrar una solución. La obra depende de los avatares por los que atraviesa el organismo Obras Sanitarias en su proceso de transformación a empresa pública.
En otra investigación, realizada por Beatriz Solveira, se examina el proceso que permitió la conversión de las cooperativas eléctricas a cooperativas proveedoras de servicios públicos, al incorporar múltiples servicios vitales para la comunidad, como son la distribución de materiales y artefactos eléctricos, servicios sanitarios, de agua corriente, gas natural, teléfono y televisión por cable, y diversos servicios sociales. En este punto no sólo es de destacar el aporte a la historiografía acotada al tema, sino también determinar lo relevante de estas instituciones dentro de la estructura de la economía cordobesa, como movilizadoras de un sinfín de localidades del interior de la provincia, las cuales fueron protagonistas de esa metamorfosis. Otro aspecto a tener en cuenta que se vislumbra en este trabajo es el análisis de la transformación de las cooperativas -que en un primer momento eran solo urbanas- para pasar a desempeñarse en el área rural, lo que las convirtió en el motor de la electrificación rural en el interior provincial.
Lo que la investigación de Solverira, aporta a este trabajo es poder entender el proceso de transformación que sufre la cooperativa local al pasar de ser una cooperativa proveedora solo de energía eléctrica a una de servicios públicos. Esta situación se ve efectivizada ante la ausencia del Estado imposibilitado de dar una respuesta satisfactoria ante la explosión urbana como consecuencia del proyecto de industrialización a nivel nacional.
En relación con la cooperativa que es objeto de estudio de esta investigación, la Lic. María Elena Rodríguez ha publicado diversos artículos, en los que alude a las cooperativas eléctricas que surgieron en el país a partir de mediados de la década de 1920. Allí expone, la reacción popular frente a las elevadas tarifas y al deficiente servicio proporcionado por las empresas de capital extranjero, que tenían a su cargo la generación y la distribución de energía. Es en este contexto que, según Rodríguez, se creó la cooperativa eléctrica de Río Tercero, la que se diferencia de otras cooperativas eléctricas cordobesas de la época porque no generaba la energía que distribuía sino que la compraba a la usina hidráulica de La Cascada que proveyó de electricidad a las obras de construcción del Dique de Río Tercero. El trabajo resalta también la evolución de esta cooperativa para convertirse también en proveedora de agua corriente a la población, circunstancia que la convirtió en la Cooperativa de Luz y Fuerza y Agua de Río Tercero Limitada, inaugurando ese servicio en 1953.
Es importante comprender los móviles que llevaron a la población a crear este tipo de entidades, que luego con el tiempo se instalan en la sociedad. En el caso de la provisión de agua corriente, se recurre a la cooperativa por el status logrado en dos décadas, el mismo se puede evidenciar por la cantidad de asociados que se incorporaron a la misma, situación que se volverá a repetir desde el momento en que la institución provea de agua a la localidad.
Asimismo, Silvia Beatriz Grippo y Stella Maris Visciarelli examinan la forma en que la población satisface sus necesidades, los problemas y conflictos que se generan en el modo de producción, distribución y consumo, la relación entre el rol del Estado, las inversiones privadas en la satisfacción de esas necesidades y la construcción del espacio urbano. Este estudio retrospectivo permite identificar las etapas de expansión urbana, los momentos de crisis del suministro de agua y energía, las soluciones técnicas encontradas, así como los actores sociales involucrados, políticos e institucionales. Se analizan las múltiples relaciones entre los procesos de construcción y expansión de las redes técnicas urbanas, los cambios en los modos de gestión, en los marcos regulatorios y la producción de nuevos espacios urbanos en la ciudad de Bahía Blanca.
De las temáticas abordadas por las investigadoras, tomaremos para nuestro trabajo las siguientes: la forma en que la población satisface sus necesidades, porque si bien había una intención desde el Estado de realizar las obras de saneamiento, esto solo se convirtió en un impedimento para que la realización de la obra fuese en un tiempo anterior al que se concreta en realidad, es por esto que se le plantea a la entidad cooperativa un informe en donde se fundamentan desde los más variados aspectos, del porque la adjudicación de la obra a la Cooperativa. Esa acción se inicio porque el sistema por el que se venía realizando el suministro no solo que era obsoleto por el aumento poblacional, sino que ya se evidenciaba contaminación en las napas superiores. Por otro lado, la ejecución de la obra tuvo su trascendencia al generar la urbanización de la localidad, que implico la extensión de las redes de distribución de agua corriente.
Por último citaremos, al trabajo de Mariana Nivello, quien investigó el servicio público de electricidad en la localidad de Pozo del Molle y zona de influencia desde 1920, momento en que en el pueblo mencionado se introdujo uno de los adelantos de la segunda fase de la revolución industrial: la electricidad. La provisión de este servicio en los primeros años estuvo a cargo del sector privado, casi cuarenta años. La deficiencia del servicio llevó a que las autoridades locales desde la década de 1930, busquen otra entidad que sea depositaria de dicha responsabilidad. Solo se logró abordar la problemática desde un proyecto cooperativo cuando en la provincia de Córdoba, el estado provincial se convirtió en empresario eléctrico, lo que posibilito la creación en el año 1957 de la Cooperativa Luz y Fuerza "Pozo del Molle" Ltda. La autora analiza todos los factores que posibilitaron y dificultaron esta acción que permitió llevar la electricidad a la localidad, satisfaciendo de esta manera una necesidad común y como contrapartida promover el progreso de la comunidad.
A través del trabajo de investigación de Mariana Nivello, se visualizara la ausencia del Estado en materia de servicios públicos y, en consecuencia, el delegamiento de acciones básicas que a él le correspondían, con el fin de suplir una urgencia: la provisión de agua corriente a la localidad, acción que se convierte en motor de la urbanización junto con el servicio de luz eléctrica.
La presente investigación se plantea como un estudio de caso; de modo de poder, desde una mirada local ser parte de una mirada global del periodo en el cual el cooperativismo tuvo una acción importante dentro de la política de Estado del gobierno peronista.
La realización de los estudios de caso tiene la finalidad de ser parte de un todo que permitiría recrear una realidad en la cual el cooperativismo tuvo una incidencia importante; destacando el protagonismo de un área de la historia de la cual no se cuenta con un gran acervo dentro de la historiografía argentina.
A modo de hipótesis este trabajo plantea que en la localidad de Río Tercero, entre los años 1930 y 1955, ante un aumento urbano exponencial, a raíz de la instalación de la Fábrica Militar, se puso en evidencia la falta y la mala calidad del agua. Dentro del marco de un Estado dirigista, este se presenta ausente, la obra de provisión de agua corriente será delegada a la Cooperativa de Luz y fuerza, lo que contribuyo al proceso de urbanización.
A su vez como sub-hipotesis se plantean las siguientes: 1-La radicación de la Fábrica Militar de Munición de Artillería de Río Tercero, en el año 1938, evidenció la falencia en el servicio de la provisión de agua corriente, por el aumento poblacional que conllevo la instalación fabril en la localidad. 2- La adjudicación de la obra de provisión de agua corriente a la localidad de Rio Tercero, a la Cooperativa de Luz y Fuerza de Río Tercero, responde al status logrado por la entidad a raíz del servicio primigenio: suministro de energía eléctrica y a su vez, por la política implementada por el Estado concesionando los servicios públicos a empresas privadas o empresas cooperativas. 3-La ausencia de políticas programadas y ejecutadas desde un Estado que se mostró más preocupado por instalar fábricas en el marco de un proceso nacional de industrialización, posibilitó el accionar de la cooperativa en relación al suministro de agua corriente.
Para demostrar las hipótesis las estrategias de investigación que se pondrán en práctica responderán a las diferentes variables. Se partirá del análisis de la Ley 12709 que promulga el Estado que conlleva la creación de la Dirección General de Fabricaciones Militares, para visualizar la justificación del crecimiento de la actividad fabril, sustentado este accionar en un plan de defensa nacional, que conectaba el poderío militar con el grado de desarrollo industrial. Las fuentes a utilizar serán: la ley 12709, publicaciones periodísticas de la Voz del Interior (1930-1955) y Los Principios (1940-1950), a su vez dentro de las inéditas se analizarán los archivos de la Cooperativa de Luz y Fuerza de Río Tercero, compuestos por libros de actas de reuniones del Honorable Consejo de Administración (1934-1964), Libro de Asambleas General Ordinarias y Extraordinarias (1934-1964), Memorias y Balances (1943-1962), el Archivo Municipal, compuesto por actas de sesiones del Consejo Deliberante, decretos y ordenanzas (1941-1961) y por último el archivo de Pedro Marín Maroto.[2]
La ciudad de Río Tercero, manifiesta un crecimiento sostenido en el tiempo, desde su fundación, pero fue en una década en particular cuando experimentó un aumento poblacional exponencial vinculado con la instalación del establecimiento fabril con fines bélicos. Esta situación hizo evidente la falencia en el sistema de provisión de agua corriente, ante la contaminación de las napas superiores.
Al hablar del accionar, estamos incluyendo todas las acciones previas a la toma de decisión de la entidad cooperativa para hacerse cargo de la obra, la realización de la misma y su extensión. Los archivos de la Cooperativa de Luz y Fuerza de Río Tercero[3]el Archivo Municipal[4]el archivo de Pedro Marín Maroto[5]y publicaciones periodísticas[6]serán los instrumentos que permitirán conocer cómo se trabajó y cómo se llegó finalmente a la decisión de encargar la obra a la cooperativa de esta obra.
Toda acción tiene como contrapartida una consecuencia, siendo en esta investigación, el proceso de urbanización que experimento la ciudad protagonista, al haber logrado la provisión de agua corriente lo que generó la solicitud de los pobladores para extender el suministro, más allá del área determinada para la primera fase de la obra. Y esta gestión se realizó en una ciudad donde los beneficiarios eran los riotercerenses, que vieron con agrado la llegada del progreso, por creer en un modo de gestionar cooperativo, y aceptar por ello, el impacto que se produjo. Para esta ultima variable, se requerirá fuentes inéditas como los archivos de la Cooperativa de Luz y Fuerza de Río Tercero[7]del Registro Catastral Municipal y se contará con material resultado de entrevistas a nietos de los fundadores de la entidad cooperativa.
El trabajo se dividió de la siguiente manera. El primer capítulo denominado antecedentes, aborda la realidad de la localidad para que el lector pueda magnificar la necesidad de agua corriente de parte de los habitantes.
El segundo capítulo se contextualizará el proceso, dentro del contexto histórico. Sin ello, resultaría incompleto de descripción que se expone en el trabajo.
En el tercer y cuarto capítulo se abordráa la temática central de la investigación, la obra de agua para la localidad y su extensión. Estas páginas, se centran en el estudio de todos los caminos que recorre la institución para lograr la inauguración del servicio: la compra de los materiales necesarios, la contratación de la mano de obra empleada, los cambios en el proyecto, el aspecto financiero y todos los inconvenientes que rodearon a tal empresa.
El último apartado tratará sobre la relación de la extensión de la obra de agua y el proceso de urbanización de la localidad. En esta sección de la investigación se plantea cómo fue el proceso de urbanización de Rio Tercero, no solo por las políticas de urbanización, sino por los eventos y las personas que rodearon ese proceso. No tuvo la ciudad una planificación en lo que a la urbanidad se refiere, pero si fueron varios los factores que incidieron o fomentaron la misma, siendo uno de ellos la provisión de agua corriente.
En síntesis, el propósito de esta investigación radica en ofrecer una descripción sobre la provisión de agua corriente para la localidad de Río Tercero, teniendo en cuenta para esto, todos los factores que intervinieron y las transformaciones que la obra posibilitó.
Capítulo nº 1
Antecedentes
La propiedad de la tierra en Córdoba se concentró en grandes extensiones en manos de latifundistas, pero fue a partir de 1915 que se observó una tendencia al desmembramiento y subdivisión en relación a la posesión de las tierras, con fines agropecuarios, o sea productivos. De todos los departamentos del sur y este cordobés, fue Tercero Arriba, uno de los que marcó una tendencia más pronunciada hacia la parcelación de tierras, posibilitando de esa manera, el acceso de nuevos propietarios.
En esta época nacieron en esta zona los pueblos de Río Tercero, Tancacha y Almafuerte, enmarcados en la ley provincial nº 1886 que establecía, lo siguiente: los colonizadores deben reservar 100 hectáreas para villa y observar ciertos requisitos en su trazado, como por ejemplo que las manzanas debían ser rectangulares, sus costados tener entre 150 y 100 metros y era obligación el reservar tres manzanas para edificios públicos y también una manzana para la plaza pública por cada 30 que sean urbanizadas. Los colonizadores que acataran la ley, se beneficiarían con la exención por el término de cinco años del pago del impuesto de contribución territorial.
Desde que se gestó Río Tercero, la cuestión del agua estuvo presente en el mismo momento en que Don Modesto Acuña, publicitaba en un afiche los terrenos para lotear, proyectando así la ampliación de la ciudad. En el mismo se incluía como atractivo dos elementos, la cercanía con la ribera del rio y la calidad del agua, la cual había sido comprobada por la empresa de ferrocarril Central Argentino, en la capital de la nación. También se destacaba que la extracción de agua se limitaba a las primeras napas, que contaba con agua óptima, para una incipiente población que en el año de su fundación, 1913, llegaba a la cifra de 200 habitantes.
En el sitio conocido como el Túnel, sobre el río, el fundador había creado, en el año 1912, un sistema de bombeo, desde el cual se llevaba el agua hasta dos tanques que se encontraban en los alrededores de la hoy Casa de la Cultura ubicada en barrio Villa Elisa, viejo casco de la estancia cuyo nombre hoy detenta el barrio. Lamentablemente, a consecuencia de una fuerte tormenta que asoló la ciudad, esas instalaciones que albergaban y distribuían agua fueron destruidas. Este hecho, ocurrido en 1919, es recordado en la historia de la ciudad como el "ciclón del 19", el que además de causar daños materiales se cobró vidas humanas.
A pesar de los embates sufridos, se podría decir que el fundador fue un visionario, al escoger ese lugar para el emplazamiento urbano que se denominaría Río Tercero, porque el mismo demostró tener en pocas décadas un aumento demográfico significativo. La importancia de ese crecimiento queda reflejado en el cuadro nº 1, que toma, entre 1910 y 1960. Fue gracias a ese incremento acelerado que manifestaba el ritmo de la urbanización lo que genero que en el año 1949, el gobierno provincial reconociera por decreto a Río Tercero como ciudad.[8]
Cuadro nº 1
Evolución Poblacional (1910-1960)
Años | Población |
1910 | 20 |
1913 | 200 |
1920 | 800 |
1930 | 2.000 |
1940 | 3.500 |
1950 | 14.000 |
1960 | 18.500 |
Fuente: Colautti, Fernando. Río Tercero tiene historia, Biblioteca Popular "Justo José de Urquiza", Río Tercero, 1999.
De los datos arrojados en el cuadro nº 1 se puede inferir que es en las dos últimas décadas cuando se produjo tal cambio que, por cierto, generó un acelerado proceso de urbanización. En efecto, en este último lapso el número de habitantes se quintuplicó y la localidad cambió al ritmo del crecimiento de su población que alcanzó los 18.500 habitantes en 1960.
Dentro de las causas que posibilitaron ese crecimiento, ocupa un lugar destacado la instalación de la Fábrica Militar de Artillería, hecho que tuvo lugar el día 30 de enero de 1938, con la colocación de la piedra fundamental; en ese acto estuvieron presentes el intendente Victorio Abrile, el gobernador Amadeo Sabattini y el ministro de guerra, general Basilio Pertiné.[9] Si bien dicha fabrica no constituye el eje de investigación, se expondrá seguidamente información que ayuda a contextualizar el porqué de la necesidad de ampliar los servicios públicos por parte de la cooperativa.
En efecto, esa fábrica contaba con un taller de forja, donde se instalaron los hornos destinados a la fundición de acero para la fabricación de munición de guerra, y también un taller de tornería y de carga de proyectiles, junto a los polvorines, que serían utilizados como lugar de almacenamiento. La institución poseía además edificios administrativos y otros destinados al destacamento militar, lo cual convertía a Río Tercero en una localidad con guarnición estable. Asimismo, junto con la instalación de la fábrica se construyó también un barrio de 300 casas para parte del personal que allí se desempeñara y otro para la guarnición existente. Además, se erigió una capilla religiosa, un centro médico asistencial, una escuela y un club deportivo con amplias instalaciones.
Ciertamente, la instalación de la Fábrica Militar de Artillería proporcionó a los vecinos de Río Tercero y poblaciones aledañas nuevas fuentes de trabajo y, también, la afluencia tanto de personal militar y del personal especializado proveniente de otros lugares de la provincia y del país, que se sumaron a la población ya residente, aumentando su número y posibilitando en poco tiempo su transformación de pueblo a ciudad.
La fábrica nació con la denominación de Fábrica de Munición de Artillería y en el año 1947 [10]se creó el Grupo Químico "Río Tercero", cuyo objetivo fue elaborar las materias primas básicas para la fabricación de pólvoras, explosivos y fertilizantes nitrogenados, como así también realizar la recuperación de ácidos residuales procedentes de la Fábrica Militar de Pólvoras y Explosivos "Villa María".
En marzo de 1948 se iniciaron las obras de construcción de las plantas de producción química, y en abril de 1958 se procedió a la puesta en marcha de la Planta de Ácido Sulfúrico, en tanto que las Plantas de Amoníaco y Ácido Nítrico iniciaron sus producciones en abril y septiembre de l960 respectivamente, hasta que en enero de 1964 se unificaron ambas fábricas (mecánica y química) bajo la denominación de Fábrica Militar Río Tercero, que es la que detenta en la actualidad.
La fábrica se construyo en una zona alejada del centro urbano, pero cuando hablamos del establecimiento fabril hay que tener en cuenta que no solo fue la fábrica, lo que contribuyo al cambio operado en la localidad de Rio Tercero, sino todo lo que vino con ella.
"Esa instalación del complejo fabril, estuvo compuesto por varias etapas, entre ellas en los años 1938 y 1939 se tendió la línea de alta tensión desde las usinas de Embalse para la provisión de energía directa. Luego en 1941, en el taller de Forja, se instalaron 8 hornos, luego vendrían mas, para la fundición de acero, Esta producción iba a ser utilizada en la fabricación de munición de guerra. Al año siguiente se finalizó el taller de tornería y en 1943 el taller de carga de proyectiles junto a los polvorines, lugar que se usaría para almacenamiento. En lo planificado a construir, también se levantaron edificios destinados al destacamento militar, pasando a ser Río Tercero, una localidad con guarnición estable".[11]
En su primer año de producción, el año 1943, la fábrica firmo un convenio con el Ejército, por el cual le proporcionaría todas las municiones de guerra que demandara. De esta manera se respondía al proyecto de Savio, que buscaba formar una cadena integral para la fabricación de todos los elementos bélicos para las fuerzas armadas y a su vez eliminar la dependencia con el exterior, en materia de suministro.
Además de los edificios industriales, administrativos y para destacamento militar también se construyó un barrio con más de 300 casas, una capilla religiosa, un centro médico asistencial, una escuela y un club deportivo. Por todo esto es dable decir que el ritmo del crecimiento demográfico estuvo vinculado con la instalación de la instalación fabril y luego a otras industrias, convirtiéndose estos, en los motores económicos de la localidad.[12]
Retomando el tema eje del trabajo, el suministro de agua, se convirtió en una preocupación para los pobladores que no dejaban de crecer en número, lo que trajo como consecuencia demandas de servicios que garantizaran una buena calidad de vida.
Desde el desafortunado incidente climático denominado el ciclón, los pobladores debieron buscar agua acarreándola del río o extrayéndola de las napas subterráneas, por medio de pozos o aljibes.
En el año 1925, la provincia decidió por decreto oficial elevar de categoría a Río Tercero, reconociéndolo como municipio, designándose en ese momento como intendente a Francisco de Buono, farmacéutico quien, además tuvo la obligación de conformar un Consejo Deliberante.
Había que organizar el lugar y muchas tareas por realizar. Entre las primeras gestiones municipales figuran demarcación de cordones y nivelación de las calles, la apertura de nuevas arterias en el pueblo, la creación de la plaza central, denominada con el tiempo San Martin, primeras obras para dotar al pueblo del alumbrado público, la mejora en los caminos de acceso, todos de tierra, obras de alcantarillado para desagotar aguas de las calles, la contratación del servicio de recolección de residuos y numerosas gestiones ante la provincia y la nación para la obtención de beneficios para la comunidad.
Como se dijo, los pobladores utilizaban diferentes medios para el suministro de agua, acarreándola del río, por medio de molinos ubicados en los patios de las propiedades, los aljibes y por último, la extracción de agua por medio de bombas a mano. Recién en la década de 1940 y a consecuencia de dos circunstancias, fue que se comenzó a pensar en la posibilidad de la realización de una obra que permitiría contar con agua corriente de red.
Se sabía que en la zona, otros poblados contaban con redes de agua corriente y la razón más determinante fue que las napas donde originariamente se extraía el agua, se comenzó a detectar los primeros casos de contaminación en la primera napa, a causa de los desperdicios que generaban los pozos negros que allí, se desagotaban.
La municipalidad de Río Tercero intentó paliar el problema del suministro de aguas corrientes por diferentes vías, ya sea por sus propios medios -aunque la falta de fondos complicó esa salida o a través de empresas privadas. Se efectuaron entonces llamados a licitación para la perforación de pozos y colocación de bombas que permitieran obtener agua para luego distribuirla con camiones regadores entre los habitantes de la localidad. Incluso los vecinos llegaron a pedir en préstamo, a título precario, el tanque del camión regador viejo, a fin de ser acoplado a un carro a tracción a sangre para la distribución de agua a domicilio desde el tanque municipal.
Los vecinos realizaron este pedido debido a que, si bien de acuerdo a la ordenanza municipal vigente en ese momento, la municipalidad proveía de agua a los vecinos con el camión regador en la medida que lo permitía el servicio público, no era posible hacerlo en una cantidad acorde con las necesidades de los numerosos vecinos que lo solicitaban, tanto por la escasez de cubiertas[13]para el vehículo con que se prestaba ese servicio, como por la falta material de tiempo, ya que ello debía hacerse únicamente cuando el camión regador no estaba dedicado al riego de las calles. La inquietud en relación al problema del agua existía, faltaba encontrar el camino adecuado para resolverlo.[14]
Compenetradas las autoridades comunales de la imprescindible necesidad de contar con instalaciones para aguas corrientes en el pueblo, en febrero de 1943, el concejo deliberante sancionó la ordenanza nº 132[15]por la que se autorizó al departamento ejecutivo para que realizara todas las gestiones tendientes al logro de ese importante objetivo. Es decir, se optó por seguir el trámite habitual en este tipo de iniciativas, uno de cuyos primeros pasos consistía en gestionar ante Obras Sanitarias de la Nación la construcción de las obras correspondientes, en virtud de lo dispuesto por ley 10.997 del 21 de octubre de 1919, por la cual el Congreso Nacional autorizó a O.S.N. el estudio, proyecto y construcción de las obras de provisión de agua corriente y cloacas para todas las ciudades del interior del país que tuviesen más de 8.000 habitantes en su planta urbana, y las de provisión de agua corriente para los pueblos de más de 3.000 habitantes.[16]
Las políticas públicas estaban orientadas al incremento del gasto público orientado a la realización de obras que sirvan de soporte al proceso de industrialización que se venía implementando en el territorio a raíz del proceso de sustitución de importación.
En efecto, al discutirse el presupuesto para 1944 el Congreso Nacional votó una partida de diez mil pesos moneda nacional destinada a la realización de los estudios correspondientes por parte de Obras Sanitarias de la Nación y, una vez autorizada esa inversión, se hicieron gestiones para la iniciación de tales estudios, pero sin resultados positivos inmediatos.[17]
El conocimiento de esa sanción del Congreso despertó por cierto grandes expectativas entre las autoridades y habitantes de Río Tercero, pero esas expectativas fueron pronto neutralizadas por nuevas informaciones que indicaban que en realidad no había certeza acerca de la inmediata implementación de lo dispuesto en aquella sanción parlamentaria y entonces la comunidad de Río Tercero, que presentaba un crecimiento sin freno, siguió con los reclamos por la obra, pues el disponer del servicio de agua corriente era imprescindible para eliminar el uso de agua contaminada que arrastraba serios problemas sanitarios y exponía a la población a contraer todo tipo de enfermedades.
1. Canales de riego para Río Tercero
El proyecto denominado "canales de riego" tenía un interés meramente económico, su construcción se consideraba sumamente necesaria por las condiciones climáticas de la zona que dificultaban el rendimiento de las cosechas. Esta región era considerada desde el punto de vista agrícola, como una zona muy prometedora, lo que se traduciría en un gran desarrollo productivo si se concretaba la obra. La concreción de ese proyecto sería de utilidad tanto a los beneficiarios directos como a los indirectos, o sea a los dueños de las tierras cultivables y por añadidura a la población en general, al producirse una expansión económica que traería aparejada una mayor urbanización.
Para darle consistencia al reclamo, en el año 1938 se organizó una comisión "Pro Canales de riego de Río Tercero" que presidió Pedro Marín Maroto,[18] el que envió una nota al Presidente de la Nación, por ese entonces el General Agustín P. Justo, en la que le solicitó se pusiese en marcha esa obra y explicó los argumentos que avalaban sus reclamos. "Los colonos que en pequeñas parcelas habían principiado a fundar sus huertas futuras, desesperan en sus esfuerzos casi estériles por las sequías repetidas que sólo permiten de cinco cosechas, el logro de una sola…".[19] A esta nota la sucedieron otras cursadas tanto por la comisión "Pro Canales de riego" como por el intendente Victorio Abrile y por la recientemente formada Cooperativa de Luz y Fuerza de Río Tercero.
Las expectativas crecieron al año siguiente al producirse cambios de autoridades nacionales y fue el Presidente de la Nación, Roberto Ortiz, con quien se entrevistó una delegación de la zona que concurrió a Buenos Aires a esos efectos. Esa delegación estuvo integrada por el intendente de Río Tercero, Victorio Abrile, el sacerdote Ángel Pizzolato Omega, Pedro Marín Maroto y Juan Canosa, a los que se agregaron por Almafuerte Gaspar Buteler y Miguel Gerlero Mariani, por Tancacha concurrieron Andrés Barinaga y Abdenego Farías de la Torre, además de los legisladores departamentales José Piattini y Justino Carranza.
En alusión a esa audiencia el diario porteño La Prensa informó que "…los visitantes nos hicieron saber que expusieron ante el Presidente los grandes beneficios que reportaría a la zona de 70 mil hectáreas la realización de esa obra, aprovechando las aguas de uno de los diques más grandes y hermosos del mundo",[20] para después añadir que el presidente Ortiz les manifestó a los miembros de la delegación que conocía el problema desde su actuación como ministro de obras públicas y a través de un voluminoso expediente que se encontraba en ese ministerio. Además, el presidente informó a los vecinos que, en cuanto el gobierno provincial resolviese el régimen de aguas, de inmediato se daría comienzo a las obras que habrían de beneficiar a la zona de Río Tercero, Almafuerte, Corralito y Tancacha.
Con posterioridad se sucedieron los encuentros, los pedidos, las notas con el sentir de los pobladores, pero con los cambios habidos en la administración nacional en 1943 las respuestas hicieron que poco a poco el proyecto se desdibujara en el horizonte. Incluso los pedidos comenzaron a disminuir en su ambición, y para darle el golpe final al sueño de los canales de riego, su principal gestor y protagonista de todos los petitorios, don Pedro Marín Maroto, fallecía en Buenos Aires, de un repentino ataque cardíaco, a los 57 años. Con la desaparición física de este líder, comenzaron a declinar las gestiones a favor de la obra, aunque en 1946 con Juan Domingo Perón a cargo del poder ejecutivo nacional, se volvió a intentar agilizarlas. En definitiva, el tiempo pasó y el proyecto quedó descartado y olvidado por los ríotercerenses.
2. La cooperativa y la Comisión Pro Aguas Corrientes
Ante lo acuciante del problema y las infructuosas gestiones en los organismos públicos, la mirada de los vecinos de Río Tercero se dirigió entonces hacia la institución que les había resuelto el problema de la provisión de energía eléctrica, es decir, la cooperativa eléctrica, y las autoridades de esta institución comenzaron a organizar reuniones a fin de discutir acerca del problema de la provisión de agua a la ciudad. En estas circunstancias, se dieron dos pasos muy importantes, se creó la Comisión Pro Aguas Corrientes y se decidió la realización de una encuesta a fin de pulsar la opinión de los vecinos. Como era de esperar, los resultados de esa encuesta confirmaron la inquietud en cuanto a la necesidad de la realización de la obra por parte de particulares, entre los que destacaba como primera candidata la cooperativa local.[21]
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