- La sociología del conocimiento
- La objetivación
- Derrumbe de instituciones
- La década de los 60
- La revolución de las alternativas
- Fuente
La sociología del conocimiento
Aparece en Alemania, en los primeros años de la década del 30, la nueva sub-disciplina académica denominada sociología del conocimiento, el primer movimiento intelectual dedicado al estudio de cómo las sociedades crean y perpetúan distintas estructuras de la realidad.
Karl Marx, se considera como uno de los ancestros del movimiento debido a su insistencia en que la conciencia está determinada por circunstancias materiales. Marx legó algunos términos claves al movimiento, como el de, falsa conciencia, con lo que se refería a la creencia en estructuras sociales de la realidad, que traicionaban los verdaderos intereses de clase del individuo.
Karl Mannheim. Algunos sociólogos del conocimiento como Karl Mannheim tomaron prestados conceptos de Marx con mucha libertad, pero los atacaron con sus propias armas al sugerir que una conciencia marxista podía ser tan falsa como la de cualquiera. Mannheim opinaba que ya no es privilegio exclusivo de los pensadores socialistas rastrear el pensamiento burgués hasta los fundamentos ideológicos y, una vez allí, desacreditarlo. Hoy en día, grupos de cualquier tendencia utilizan este arma contra todos los demás.
Mannheim escapó de Alemania después del advenimiento de los nazis al poder, fue docente en Inglaterra y, de ese modo, la sociología del conocimiento se convirtió en una escuela establecida en Europa y Estados Unidos. Fue entonces cuando los profesionales de la actividad comenzaron a trabajar en la identificación de las maneras en que las sociedades crean realidades. Analizaron:
Cómo los patrones de conducta se convierten en instituciones: Dos o más personas llevan a cabo una acción espontánea, les da resultado de una manera u otra, y entonces la repiten. Al repetirse a través del tiempo y enseñarse a los miembros de la siguiente generación se convierte en una institución.
Las diversas formas de control social mediante las cuales las sociedades se aseguran de que la gente haga lo que una institución necesita de ellos.
Explicaron la formación de roles sociales alrededor de determinadas acciones, como asumir en forma espontánea el liderazgo en una batalla o un ritual. Esto eventualmente se convierte en una monarquía o un sacerdocio institucionalizado, roles que dominan a la gente que los ocupa.
También hablaron acerca de los mecanismos de legitimación, mitos y teorías que se construyen alrededor de una institución para justificarla y explicarla.
Asimismo, establecieron la objetivación, que quizás sea el concepto más importante para entender cómo crea la gente la realidad. Existe toda clase de objetivaciones, pero para los sociólogos del conocimiento la más interesante es el mágico juego que realiza la gente de crear instituciones y luego olvidar que lo han hecho.
La objetivación se define como:
La percepción de los fenómenos humanos como si fueran cosas, es decir, en términos no humanos o sobre-humanos.
La objetivación es la percepción de los productos de la actividad humana, como si fueran algo más que productos humanos, ya sea realidades de la naturaleza, resultados de las leyes cósmicas o manifestaciones de la voluntad divina.
La objetivación implica que el hombre es capaz de olvidar su autoría del mundo humano y, lo que es más, que la dialéctica, o contraposición, entre el hombre como productor y sus productos se pierde en la conciencia. El mundo objetivado es, por definición, un mundo deshumanizado. El hombre lo experimenta como una extraña facticidad, como el trabajo de otro un (opus alienum), sobre el que solo tiene control, como un trabajo de su propia actividad productiva (opus proprium).
La objetivación se convierte con frecuencia en una deificación, otorgar a instituciones como: la monarquía la santidad de haber sido creadas por Dios y en Estados Unidos como la reverencia popular por los artífices de la Constitución, una especie de deificación seglar, en la cual un grupo de aristócratas coloniales se convierte en un Mago de Oz colectivo.
La sociología del conocimiento y libros tales como La Construcción Social de la Realidad, publicado por primera vez en 1966, sin duda contribuyeron en alguna medida a la destacada convulsión cultural que conmovió al mundo en los años 60.
Semántica general
La semántica general es otro movimiento intelectual que surgió en el período entre las dos guerras mundiales, otro camino hacia la era posmoderna.
La semántica general fue un movimiento de la era moderna, con una ágil confianza científica en los hechos y la racionalidad, en la posibilidad de adquirir conocimientos seguros y confiables.
La semántica general se tornó cada vez más constructivista con el paso del tiempo.
Alfredo Korzybski, en 1933, publicó en los Estados Unidos, Ciencia y cordura, (Science and Sanity), obra que:
Esperaba se convirtiera en una nueva ciencia de la comunicación humana y en la clave para una nueva era en el progreso humano.
Ubicaba nuestros problemas semánticos más serios en el acto cotidiano de nombrar o describir cosas: por ejemplo, al decir que la tierra es redonda, nos estamos buscando problemas que podríamos evitar diciendo que la tierra parece plana, aunque sepamos que es redonda.
Creía que:
Existía una muy mala correspondencia entre el lenguaje, al menos el utilizado por la gente de ordinario, y la realidad objetiva.
Esta mala correspondencia era responsable por la mayoría de las psicopatologías personales y producía un sinfín de confusiones e infelicidades en las sociedades. Según sus palabras: Pocos somos concientes de las increíbles trampas, algunas de ellas de carácter psicopatológico, que nos presenta la estructura de nuestro lenguaje Nos conducimos con un sistema irracional de prueba y error en luchas, guerras, revoluciones, etcétera.
La palabra no es el objeto, el mapa no es el territorio. Confundir la palabra y el objeto es cometer un error de identificación, que en su sistema se convierte en una suerte de pecado original. Podemos encontrar errores de identificación en todos los pueblos primitivos conocidos, en todas las forma conocidas de enfermedades mentales, y en la mayoría de las desadaptaciones personales, nacionales e internacionales.
El problema consistía en que el mundo objetivo tenía una estructura y el lenguaje otra. La solución sería idear estructuras del lenguaje que describan al mundo de manera más precisa: si las estructura son similares, el mundo empírico se torna racional para un ser potencialmente racional .
A pesar de haber comenzado como una empresa objetivista, deseaba que la gente limpiara los actos lingüísticos de manera que pudieran llegar a encontrar los hechos puros.
Stuart Chase. En su libro La tiranía de las palabras, (The Tirany of Words, 1938):
Popularizó la semántica general.
Pensaba que se podía resolver el problema al entender mejor el objeto, referente o situación, a la cual se refiere una palabra o rótulo. Si la gente podía tener en claro cuál era el referente, se podía lograr un conocimiento preciso, un pensamiento racional una buena comunicación. Podía ocurrir que la gente se diera cuenta de que en muchos casos, lo que creían el referente era sólo un rótulo débil, que apenas tenía un equivalente en el mundo real.
Chase identificó tres clases de rótulos:
1. Rótulos para objetos comunes, tales como, perro, silla, lápiz. Con confusión mínima.
2. Rótulos para grupos y colecciones de cosas, tales como, humanidad, bienes de consumo, Alemania, raza blanca, corte. Estas son abstracciones de un orden más alto y la confusión en su uso es muy frecuente. No existe una entidad raza blanca fuera de nuestras cabezas, sino sólo algunos millones de individuos con pieles de mayor o menor blancura.
3. Rótulos para esencias y cualidades, tales como, lo sublime, libertad, individualismo, verdad. No existen referentes posibles en el mundo exterior para tales términos, y al confundirlos con entidades sustanciales existentes en el ambiente, creamos un mundo fantástico. Esta zona es del dominio particular de la filosofía, la política y la economía.
Chase y Korzybski, fueron ávidos destructores de filosofías.
Korzybski en Ciencia y cordura, utilizaba en general la palabra "filosofía" entre comillas para demostrar su desprecio por ella, y la comparaba con frecuencia con las formas alucinatorias de las enfermedades mentales.
Chase:
Gustaba de citar cacharros filosóficos como este pensamiento profundo de Nicholas Berdyaev: La historia es el resultado de la profunda interacción entre la eternidad en el tiempo.
Se preguntaba dónde estaba el referente en tales afirmaciones.
La obra de Chase y la de otros semánticos generales:
Sentó las bases para una crítica saludable a la charlatanería abstracta de la política y el mundo académico.
George Orwell, En el ensayo, La política y la lengua inglesa, (Politics and the English Language, 1946):
Argumentaba que el lenguaje descuidado, el pensamiento descuidado y la política deshonesta era toda una misma cosa.
El lenguaje político, y esto es válido aunque con variantes para todos los partidos políticos, desde los conservadores hasta los anarquistas, está diseñado para hacer que las mentiras suenen verdaderas y absolutamente respetables, y para dar una apariencia de solidez a construcciones en el aire.
No pensaba que esto pudiera modificarse en forma inmediata, pero esperaba que, si la gente prestaba atención al problema, podían al menos cambiar sus propios hábitos y, con suerte, podían conseguir burlarse con suficiente fuerza como para que, algunas gastadas e inútiles frases como bota de agua, talón de Aquiles, invernadero, crisol, prueba ácida, verdadero infierno, y otra cantidad de basura verbal, fueran enviadas al bote de residuos del cual provienen.
Desconozco si Orwell tuvo una influencia directa de la semántica general, hubiera sido imposible que ningún intelectual de esa época lo hubiera evitado completamente.
Se enseñaba semántica general en muchas universidades de Europa y Estados Unidos.
Existía, aún existe, una publicación académica, llamada Etc. En honor a la prescripción de Korzybski que indicaba utilizar toda vez que se hiciera una descripción, para recordar que existían otras características, además de aquella vez mencionadas de manera explícita, y que las cosas no correspondían con exactitud a su descripción. Entre los adherentes a esta prescripción se contaban pensadores tan eminentes de la época como Bertrand Russel y Bronislaw Malinowski.
El movimiento arrastró dentro de su órbita algunas nuevas nociones algo extrañas, como la hipótesis Sapir-Whorf que no era muy compatible con una visión del mundo basada en hechos puros.
Edward Sapir, una lingüísta de Yale, y Benjamin Lee Whorf, un explorador interdisciplinario matriculado como ingeniero químico, que luego se había dedicado al estudio de los lenguajes de los indios norteamericanos, consideraban la hipótesis:
Que los lenguajes no eran sólo medios de comunicación sino también una estructura de la realidad. Whorf escribió que:
Las formas del pensamiento de una persona son controladas por un patrón de leyes inexorables de las cuales no tiene conciencia.
Estos patrones son la intrincada sistematización no percibida de su propio lenguaje
Cada lenguaje es un vasto sistema de patrones, distinto de todos los demás, en el cual se encuentran, ordenados por la cultura, la forma y categoría mediante las cuales la personalidad se comunica, se analiza su naturaleza, se percibe o desprecia las relaciones y los fenómenos, se canaliza su razonamiento y se construye la morada de su conciencia.
Estas ideas guardan alguna cercanía con las de Korzybski y éste adhería a ellas con entusiasmo, sugerían reinos de experiencia mucho más complejos y misteriosos, describían lenguajes como el Hopi, que reflejaban maneras por completo distintas de experimentar el tiempo y el espacio y la causalidad, maneras que no podían ser descartadas como malos mapas.
Sapir-Whorf. Si tomamos esta hipótesis y la llevamos lo suficientemente lejos, cosa que mucha gente ha tendido a hacer, podemos imaginar que otras herencias culturales/lingüísticas contienen otras formas de conciencia, otras realidades.
Puede existir cualquier cantidad de tales realidades, pero, ¿quién puede decir cuál es el mapa que se ajusta a su territorio?
Con la identidad mapa/territorio tan cuestionada, con el destronado y con la huida de los referentes, todo era posible.
Se podría pensar que con los cataclismos ocurridos durante la primera mitad del siglo veinte las instituciones y objetivaciones de la era moderna se habrían derrumbado por completo. Entre ellos podemos nombrar: asaltos a las tradiciones y convenciones culturales, dos guerras mundiales, movimientos intelectuales que investigaron y descubrieron la construcción social de la realidad.
Es verdad que la muerte de la sociedad tal como se conocía fue informada con bastante frecuencia. Pero esos informes resultaron ser algo prematuros como cuando Scott Fitzgerald proclamó que su generación había regresado de la Primera Guerra Mundial y había encontrado a todos los dioses muertos y todas las guerras luchadas.
Estados Unidos
A través de toda la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos:
Apareció como una nación con todos los dioses, los mitos, las antiguas creencias y los símbolos en excelentes condiciones todavía.
Los medios de comunicación masiva cumplieron con su parte para despedazar los símbolos vívidos del drama de la guerra, y demostraron cuán potente puede ser la fuerza del entretenimiento.
La guerra fue tal como se supone que deben ser las guerras, una gran restauradora de la unidad cultural.
Lealtad y nueva inquisición
Poco tiempo después, esa misma unidad cultura reveló una sorprendente debilidad y la sociedad se volcó con prontitud hacia mecanismos de control tales como los juramentos de lealtad y a la coacción más que al entretenimiento.
En los años 50, Estados Unidos sufrió una ansiosa locura por la lealtad.
Se practicó una caza de brujas nacional, surgida del miedo a la subversión comunista interna, y una moderna inquisición que buscaba atemorizar a los elementos disidentes de la sociedad para que adhirieran a las creencias centrales. Las herramientas de la nueva inquisición fueron los juramentos de lealtad, las investigaciones, los informativos y las listas negras que identificaban a los posibles subversivos.
Los inquisidores eran políticos ambiciosos como Joseph mccarthy y Richard Nixon, quienes establecieron su reputación como cazadores de comunistas.
Era una época problemática, pero todavía parte reconocible de la era moderna. Después de todo, no había nada nuevo en una sociedad que, amenazada por un sistema de creencias rival, coerciona a los ciudadanos a que acepten en forma pública y notable la realidad oficial.
El núcleo central de creencias parecía mantenerse unido. Se podría haber pensado que así se mantendría para siempre.
Estados Unidos y gran parte del mundo occidental, atravesó una etapa de disturbios sociales sin precedentes.
Volvió a florecer el nihilismo cultural de la primera parte del siglo y parecía a punto de barrer con todo lo que encontrara a su paso.
Comienzo de la era posmoderna
Los años 60 fueron el verdadero comienzo de la era posmoderna:
La década trajo consigo críticas audaces al punto de vista moderno y ataques contra todos los sistemas de creencias.
Extrañas ideas nuevas acerca de temas tales como la conciencia, la cordura y la verdad objetiva ingresaron en el diálogo público. La opinión pública puede no haberlas entendido por completo, es probable que la gente que las diseminaba tampoco, pero de todas maneras, comenzó una lucha cuerpo a cuerpo contra la realidad social, abriendo un desafío más resuelto que nunca.
El concepto de realidad social se tornó más visibles de lo que hubiera estado alguna vez.
Para el final de la década, todos habíamos sido persuadidos de que poseíamos algo llamado visión del mundo o, mejor dicho, de que esa visión nos poseía. La visión del mundo se convirtió en algo para preocuparse, para defender, para cambiar o, como era preferible para muchos, para demoler con cualquier arma que estuviera a mano.
Theodore Roszak, su libro Construcción de una contracultura, (Making of a Countur Culture):
Fue y sigue siendo la mejor guía sobre el pensamiento vanguardista de la década del 60.
Caracterizó los sucesos de ese tiempo como: una revuelta contra la cultura establecida, a la que describía como construida sobre el mito de la conciencia objetiva, y un proyecto de crear una nueva cultura para reemplazarla.
Iconoclastas, son personas que van en contracorriente a los ideales, normas, modelos, o estatutos de la sociedad en que viven, o a la autoridad de los maestros dentro de ella, sin que implique una connotación negativa de su figura. Entre los líderes de la contracultura menciona a:
Timothy Leary:
Cantaba loas a la liberación de la visión moderna del mundo a través de las drogas.
Llamó la atención del público por primera vez a comienzos de los años 60, cuando fue expulsado de Harvard junto con su colega Richard Alpert por experimentar con psilocybin, una forma sintética de la mescalina, en varios voluntarios, incluyendo prisioneros de pabellones de máxima seguridad y estudiantes de Harvard.
Luego, pasó a una droga mejor, el LSD, y mejores épocas. Los periódicos solían llamarle el sumo sacerdote del LSD, una descripción apropiada, ya que en el evangelio de Leary, el LSD se convirtió en una especie de mesías químico que podía brindarnos a todos el acceso al Reino de los Cielos.
Ponía en escena espectáculos públicos que eran versiones contraculturales de los encuentros de Billy Graham. Leary aparecía en el escenario con una túnica blanca, rodeado de sus seguidores, también de blanco, e instaba a todos a sintonizarse, conectarse, desaparecer, estimularse, y atravesar con una explosión las paredes de la realidad social, para entrar en la Experiencia Verdadera.
Alan Watts:
Popularizó un nuevo budismo Zen, o de la meditación, con curiosas ideas acerca de la naturaleza ilusoria de la realidad social.
Trabajaba con la psicodelia según él mismo decía.
En su libro La cosmología jubilosa, (The Joyous Cosmology, 1962), con prólogo de Leary y Alpert, describió sus experiencias con drogas que le habían producido visiones interiores muy cercanas a la iluminación mística.
Al cabo de un tiempo, tomó distancia de la visión de Leary de que el LSD era el pasaje directo a la liberación y la sabiduría.
Su mayor aporte a la contracultura fue el Zen, contribuyó a su difusión en la cultura estadounidense. Había publicado su primer libro sobre el tema en Londres cuando sólo contaba con veinte años. Más tarde, en San Francisco, pasó a ser el sacerdote del Zen para los escritores, beat, de los años 50, Jack Kerouac, Allen Ginsberg y Gary Snyder. Watts era realmente un sacerdote, ordenado ministro de la Iglesia Episcopal.
Fue en algún momento capellán de la Universidad Northwastern, antes de tener problemas con sus superiores por ser demasiado creativo con la liturgia y pregonar y practicar el amor libre.
En los años 60 expandió sus ideas acerca del significado del Zen para incorporar nuevas influencias como: experiencias psicodélicas, psicoterapeutas radicales y la semántica general con Wilhelm Reich y Frederick Perls.
Su misticismo hizo eco de lo que se convertía de prisa en el lamento de la época: la realidad social es al mismo tiempo ilusoria y opresiva. En Psicoterapia del Este y el Oeste (Psycotherapy East and West) describía la terapia y la enseñanza espiritual como diferentes caminos para liberarse de esa opresión:
El psicoterapeuta debe darse cuenta de que su ciencia, o su arte, está mal denominada, ya que trata de algo mucho más extensivo que la psique y sus problemas privados.
Esto es lo que muchos psicoterapeutas están reconociendo y lo que, al mismo tiempo, hace que los caminos de liberación orientales sean tan pertinentes en su tarea. Porque están tratando con gente cuyos problemas surgen de lo que podríamos denominar maya.
El significado exacto del término budista-hinduista, maya, no es sólo, ilusión, sino la completa concepción del mundo de una cultura, considerada como ilusión en el sentido etimológico estricto de juego.
El objetivo de un camino de liberación no es la destrucción de maya sino verla tal cual es, o ver a través de ella.
Lo que es juego no debe ser tomado en serio. Las ideas del mundo y de uno mismo que son convenciones e instituciones sociales no deben ser confundidas con la realidad. Las reglas de la comunicación no son necesariamente las reglas del universo.
Era inevitable que un asalto a la cultura desafiaría las ideas prevalecientes acerca de qué es cuerdo y qué no. En un mundo con muchas realidades, es muy difícil mantener la posición de que una adaptación satisfactoria a la propia realidad es equivalente a una buena salud mental y que, por el contrario, una adaptación insatisfactoria es una forma de enfermedad.
R. D. Laing, en su libro, La política de la experiencia, (The Politics of Experience):
Sacó provecho de ese error con creces: Nuestra cordura no es cordura verdadera. La locura de los otros no es locura verdadera Que nadie suponga que podemos encontrar una locura verdadera, diferente a la de suponer que estamos verdaderamente cuerdos.
Sostenía que en lugar de decir que la esquizofrenia es una falla en la adaptación humana, podríamos llamarle un intenso exitoso de no adaptarse a las realidades pseudo-sociales.
Con los ataques de Laing y otros contra-psiquiatras, el hecho de que la sociedad padece por culpa de las construcciones de la realidad, y que estaba mucho más enferma que cualquier interno de los hospitales mentales, se convirtió en un tema bastante común del pensamiento de los años 60.
Ken Kesey. Autor de: Alguien voló sobre el nido del cuco (One Flew Over the Cuckoo's Nest, 1962), la popular novela de Ken Kesey, líder de los Merry Pranksters en sus viajes ácidos, mostró al mundo una viva imagen de esta visión en una historia acerca de los adorables internos de un hospital mental luchando contra un sistema demencial. Leary, Watts, Laing, Zen y el ácido representan un sector de lo que se denomina a veces, el movimiento.
Existía además un sector que se podía reconocer más claramente político:
Sus teóricos eran gente como Herbert Marcuse, ligado a Marx y Paul Goodman, quien dirigía sus críticas a las instituciones de poder como el complejo militar-industrial y la educación establecida.
Los activistas de este sector eran los jóvenes revolucionarios de Estudiantes para una Sociedad Democrática, las filas siempre crecientes de opositores a la guerra de Vietnam, los negros que reclamaban por sus derechos civiles.
Algunas personas decían que eran dos movimientos, pero en realidad eran muchos más: el movimiento por los derechos humanos, por la paz, por los derechos de la mujer, por el potencial humano, por la libertad sexual, los hippies, el mundo de la droga, el rock-and-roll, y las nuevas religiones. Surgieron y se diseminaron como un remolino en todas direcciones, algunas veces se superpusieron y se reunieron, otras veces se enfrentaron. Buffalo Springfield cantaba: Algo está sucediendo aquí, pero qué es no está muy claro.
Existía una idea de realidad, de visiones del mundo, de algo en el reino del pensamiento que podía ser cambiado, que recorría todos los movimientos. Aun los revolucionarios políticos, con todo su desprecio por Leary y Watts, se consideraban en guerra contra la, falsa conciencia, que imponía estructuras políticas injustas.
El movimiento por los derechos de la mujer fue un pionero en utilizar la técnica de apelar a la concienciación para lograr que las mujeres se liberaran del mundo dominado por los hombres. En el movimiento por los derechos civiles, las minorías reclamaban no sólo derechos legales sino también una nueva construcción de la realidad en la que pudieran ser vistos y entendidos de manera absolutamente distinta.
Ante los ojos del mundo, los activistas negros desactivaron la ficción del, pobre negrito, que durante tanto tiempo había dado forma a la realidad de sus vidas.
Los sesenta dejaron un legado de dudas acerca de todas las realidades públicas, que no habían sido expulsadas por los posteriores retrocesos a las creencias y conductas familiares. Era una época de transición sin retorno.
Los revolucionarios, con su discurso de la política de la conciencia, no tenían una idea clara, como todos los revolucionarios, de los que sobrevendría después de la revolución. Menospreciaban de manera masiva el poder subyacente de los mitos y las instituciones culturales, la habilidad que tienen esos mitos para seguir viviendo, adoptando nuevas formas, luego de haber sido abandonados como creencias vivas. Pero sobre todo, menospreciaban la complejidad de aquello mismo que decían comprender mejor que el resto de la gente: la conciencia humana.
No adivinaban la naturaleza multidimensional de nuestras personalidades, nuestra habilidad para descartar creencias, y que aún aparezcan, hasta para nosotros mismos.
Desafiaban la visión moderna del mundo por completo y sugerían que era aconsejable, salirse, para poder entrar en , nunca quedó muy claro salir de qué cosa para entrar en qué otra.
Suponían que si se desarrollaba un desprecio suficiente por el antiguo, Sí Mismo, ya adaptado a la sociedad, surgiría como por arte de magia:
Un nuevo, Sí Mismo, verdadero, sin mancha alguna de conformidad.
Que, de igual manera, una Cultura Verdadera y una Política Verdadera se ubicarían a su vera, y que, cuando aparecieran, no tendrían que coexistir con la vieja política, las viejas culturas, ni los viejos Sí Mismos.
La revolución de las alternativas
Las cosas no sucedieron según lo esperado:
Todd Gitlin, en su historia de los años 60 dice: Cualquiera que se hubiera quedado dormido en 1968 y hubiera despertado en 1985, tendría derecho a estar sorprendido.
Eldrigde Cleaver, en 1968, con su Alma sobre el hielo (Soul on Ice) lideraba la lista de libros más vendidos. Eldridge Cleaver era un apóstol de la incendiaria y anti-comunista Iglesia de la Unificación. El Graduado iba al tope de las recaudaciones en el cine.
En 1985, los éxitos más grandes fueron Iacocca y Rambo.
Debido a que la naturaleza de la revolución era tan difusamente entendida en la época, debido a que las historias que contamos de ella son tan simplistas, nos preguntamos si en verdad sucedió alguna vez. Pero sí sucedió: de alguna manera todos nos hemos salido, no de la visión moderna del mundo en su totalidad, sino de la simple aceptación de ella, que prevaleció alguna vez. Y con certeza de la creencia inocente de que no existían alternativas posibles.
La Realidad Emergente de Walter Truett Anderson
Autor:
Rafael Bolívar Grimaldos