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Preguntar es una manera de filosofar

Enviado por Luis Ángel Rios


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    Preguntar es una manera de filosofar – Monografias.com

    Preguntar es una manera de filosofar

    Es posible que todavía haya quienes duden sobre la importancia de la filosofía, sobre su utilidad práctica. Los que titubean sobre su provecho es procedente que sepan que, entre su practicidad para los asuntos primordiales de la existencia concreta del ser humano, se encuentra el preguntar; dentro de sus múltiples utilidades está la del cultivo de nuestro espíritu inquieto por la pregunta. Preguntar es una manera de filosofar. Pero, en filosofía, no toda pregunta es filosófica.

    Preguntar ¿para qué sirve la filosofía? es un interrogante que hogaño ya no debería formularse o plantearse, porque la filosofía sí sirve para mucho. Sería cómo preguntar ¿para qué sirve la ciencia? ¿Para qué sirve la vida? ¿Para qué alimentarnos? Sobran las respuestas. "¿Qué importancia tiene la filosofía? La misma que las ventas en los mercadosSócrates decía que aquel que necesita cebollas sabe que tiene que ir al mercado porque allí va a poder comprar cebollas. Que el que necesita zapatos, sabe que tiene que ir al mercado porque allí va a encontrar zapatos. Y aquel que tiene preguntas y quiere conocer sobre las cosas verdaderamente importantes de la vida, ¿a qué va acudir? A la filosofía, donde podemos encontrar respuestas a las preguntas… Cuando buscamos el sentido de la vida, cuando nos preguntamos por lo que se esconde detrás de las apariencias, cuando necesitamos conocernos a nosotros mismos y las causas de lo que nos sucede, estamos filosofando; es probable que sea la más noble ocupación, la más humana y por tanto, la que más felicidad pueda aportarnos"[1].

    La filosofía sirve porque la necesitamos. Gilles Deleuze dice que cuando se pregunta para qué sirve la filosofía, la respuesta debe ser agresiva, ya que la pregunta se tiene por irónica y mordaz. "Pero algunas veces, es la propia filosofía la que se formula esa pregunta; entonces es posible que de esa reflexión surja una transformación fructífera o una revolución en el modo de pensar y de actuar… A la pregunta de por qué filosofar hay que responder con otra pregunta: ¿cómo no filosofar?

    La posible inutilidad de la filosofía es parte de su contingencia —explica Samuel Cabanchk—y en ella radica también su utilidad, ya que la filosofía sirve para no hacer masa con el pensamiento masa; para ir más allá del pensamiento que domina en los medios, de la espontaneidad de la opinión de la calle, de las fórmulas masificadas. No se trata de instalar un elitismo del pensar sino de ejercer el pensamiento crítico, tanto en el universo personal como en el colectivo"[2]. La filosofía, mediante su reflexión y su preguntar con hondura ontológica, "analiza el lugar que el hombre ocupa en el universo y la naturaleza, los instrumentos, procesos y objetos de su pensamiento, los valores a que debe atenerse en su relación con otros hombres y con la sociedad humana"[3].

    ¿Acaso no es tozudez preguntar para qué sirve un saber racional que ha pervivido durante unos tres mil años? "Aristóteles sostenía que hay muchas cosas útiles y actividades más urgentes y apremiantes que la filosofía, pero que no hay ninguna que valga más, porque la filosofía es el hombre mismo y todo lo demás le sirve a ella, es decir, al hombre. De modo que preguntar para qué sirve la filosofía equivale a preguntar para qué sirve el hombre"[4].

    Lo que ocurre es que en nuestra sociedad pragmática y utilitaria a todo quieren buscarle un ¿para qué? en lugar de un ¿por qué? "Las cosas bellas no necesitan un "¿para qué?", porque son válidas en sí mismas. (El "para" es el núcleo ontológico de los entes). El "¿para qué?" es una idea de la lógica "capitalista: para qué sirve, qué se va a ganar con eso, qué se va a conseguir, etc. Pintar es bueno en sí mismo, no me sirve para nada, como leer a Dostoievski. Es bueno poder ver un cuadro, entusiasmarse con él, interpretarlo como un auto-retrato y conmoverse. Lo que es bueno en sí, no necesita de un "¿para qué?" La lógica del capital siempre necesita tener claro cuánto va a dar una inversión, qué utilidad se puede obtener. Pero la vida no tiene por qué asumir esa lógica…"[5].

    Nuestra condición humana nos plantea muchos interrogantes. "El filósofo se ocupa y se adentra en lo extraño y desconocido, no para encantarlo, sino para dejarse interrogar. Para instalarse en la pregunta. Para viajar hacia el misterio, que es una aventura hacia el interior del ser, porque el filósofo sabe que aunque podemos soportar todo tipo de soluciones, no podemos vivir sin problemas, pues, como decía Unamuno, lo más problemático de todo problema es la solución"[6]. Mientras que para las personas que carecen de espíritu crítico y no "filosofan", muchos fenómenos, sucesos, eventos, circunstancias, hechos y "realidades" les parecen obvias, para el filósofo son un problema, generan múltiples preguntas, y las respuestas a éstas suscitan más preguntas y el ansia de preguntar no se satisface con ninguna de las respuestas. "Una buena conferencia, una buena reflexión, una buena charla, no es donde encuentra respuestas; es donde sales con muchísimas preguntas. Porque las preguntas te hacen reflexionar, las preguntas te hacen cambiar, las preguntas te hacen entrar al camino de la búsqueda. Por eso es tan importante la pregunta en filosofía"[7]. Si sólo interesa el consumo y el mercado, ¿en qué momento nos surge la pregunta por el ser y otras preguntas, que son la esencia del quehacer filosófico?

    Si permitimos que la pregunta por el ser "despliegue su fuerza en nuestra vida y que la dirija, asumimos la actitud filosófica y despertamos al filosofar"[8]. El hombre es el único ser que se pregunta por el ser, el objeto mismo de la investigación filosófica. Germán Marquínez Argote señala que "toda respuesta es susceptible de ser de nuevo cuestionada por una nueva pregunta"[9]. El insaciable deseo de saber (de ahí su "amor por la sabiduría") le impele a seguir preguntando hasta que muere… Heinrich Heine plantea poéticamente que "no dejamos de preguntarnos, / una y otra vez / hasta que un puñado de tierra / nos calla la boca. / Pero, ¿eso es una respuesta?"

    La inmensa mayoría de seres humanos que viven bajo el contundente y alienador poder religioso no preguntan ¿para qué sirve la religión? "Las religiones, todas, en cualquier lugar y momento, sirven para ese cometido. Pero no sólo ellas: el discurso común, reproductor de la ideología dominante, está igualmente a ese servicio. Desde el poder, de lo que se trata es de no permitir pensar, de hacer repetir perpetuamente e inducir creer "lo que se debe creer", aunque sea absurdo[10]Sin dudas, nuestra humana condición da para eso: somos muy manipulables, conservadores, miedosos (¿absurdos quizá?). "¿Creéis que en todo tiempo los hombres… han sido mendaces, bellacos, pérfidos, ingratos, ladrones, débiles, cobardes, envidiosos, glotones, borrachos, avaros, ambiciosos, sanguinarios, calumniadores, desenfrenados, fanáticos, hipócritas y necios?", se preguntaba Voltaire[11]

    Así como se asigna, sin preguntar ni reflexionar, valor e importancia a la religión y a otros saberes irracionales, el filosofar posee un invaluable servicio, porque es un saber racional, riguroso, metódico, reflexivo y argumentado. Y no es que el filósofo sea un detractor o defensor de la religión; lo que ocurre es que éste, que va en búsqueda de respuestas, se pregunta por el fenómeno religioso en todo su fantástico y complejo universo, buscando desentrañar qué hay dentro de él. Por ejemplo, se pregunta por el insondable problema de Dios, no para negarlo o afirmarlo; lo que quiere saber es qué se esconde detrás de esta problemática que, gracias a nuestra cultura, nos inquieta. Se pregunta por el problema de Dios porque no le gustan las salidas facilistas: afirmarlo o negarlo porque otros ya lo han hecho.

    Cuando reflexiona sobre el insondable origen del universo no acude al facilismo, sosteniendo que éste fue creado por Dios; reflexiona y formula otras preguntas, indaga en las ciencias y otros saberes, no se atiene a la mera cosmovisión religiosa. Respecto al problema de Dios, el filósofo se zambulle en la profundidad del problema desde el punto de vista fenomenológico, ontológico, metafísico, epistemológico, sociológico y psicológico. Su ansia desmedida de respuestas lo llevan a preguntar y preguntarse, mientras viva, tratando de allegar claridad a esta cuestión que ha influido y permeado hondamente al hecho religioso, que ha condicionado radicalmente la cosmovisión de una inmensa mayoría de seres humanos. En síntesis, el filósofo, con su actitud de preguntar, pretende obtener claridad y acercarse a una comprensión más cercana a la realidad lo más diáfana que le sea posible.

    El hecho de que algunas personas, que se dejan arrastrar por la corriente de las circunstancias, alienadas por la domesticación social, desconozcan el valiosísimo aporte de la filosofía a nuestra vida, no implica que ésta no sirva. Un ser humano no puede ser como decía David Herbert Richards Lawrence: "un vagabundo insignificante que va a donde le lleva el viento"[12].

    Dudar de la importancia de la filosofía, y del filosofar, es necedad; es algo así como evidenciar parte de nuestra estulticia… Solamente al ser humano que se pregunta con profundidad, sabe para qué sirve la filosofía. El hombre es un animal que pregunta. "El hombre es un ser muy curioso, tan curioso que no tiene más remedio que filosofar. En efecto, el vivir humano no es el del vegetal, ni siquiera meramente animal; por ello el filosofar para el hombre es esencial. El hombre no se puede contentar con cuestiones secundarias, sino que por su constitución misma tiene que plantearse las cuestiones últimas; no tiene otra salida si no deja de ser hombre convirtiéndose en un homínido, ese ser disminuido de que hablan los etólogos"[13]. Tiene "hambre" y "sed" de preguntas. Hans Gadamer nos dice que todos vivimos en permanente pregunta porque vivimos en permanente búsqueda de respuestas. "Preguntar es lo propio del hombre, explorador de su mundo e inquisidor de sí mismo"[14]. Erich Fromm indica que lo que "constituye la esencia es la pregunta y la necesidad de una respuesta", y acota que "hay muchas respuestas que el hombre puede dar a la cuestión que le plantea el hecho de haber nacido humano…"[15].

    En concepción de Heidegger, preguntar es el terreno propio de la vida entendida como acontecimiento. Toda pregunta es por sí misma un proyecto, un lanzarse fuera de sí. "Es un horizonte que se abre y que no es ajeno a quien se pregunta, pues en el preguntar, y en el preguntar por el ser, se evidencia la inmediatez de quien pregunta: el hombre. La pregunta no se da desde la distancia sino en el saberse inmerso en la cercanía con el ser. Preguntar es el modo de sentirse humano y, por tanto, distinto de cualquier otro ente"[16]. A medida en que filosofamos, entendemos que a pesar de sentirnos muy motivados por conocer los misterios trascendentes de la existencia, declinamos a creer incondicionalmente en todo lo que se dice, por más que muchos lo den por sentado. Detrás del ser que busca absolutos existe la necesidad imperiosa de ceñirse a cierta lógica o coherencia. El filósofo no debe dudar de todo escépticamente, ni aceptar como cierto todo credulonamente.

    El hombre necesita de la filosofía, necesita filosofar, porque ella da respuestas a sus eternas preguntas. Él mismo es pregunta, problema, misterio y enigma. "El arte de preguntar, como todo arte, es un proceso que resulta de una actitud sobre la que se funda. Y una actitud no se puede enseñar pero sí se puede descubrir, podemos tomar conciencia de ella y nutrirla.

    La filosofía es inherente al hombre, pero unos hombres u otros, según las circunstancias, habrán desarrollado más o menos esta facultad natural. A lo largo de la historia se han producido instrumentos que hemos heredado, pero del mismo modo que los progresos técnicos no hacen del hombre un artista, los conceptos filosóficos establecidos no hacen del hombre un filósofo. ¿Quién eres?, nos pregunta Sócrates. ¿Existes?, nos pregunta Nagarjuna. ¿Sabes lo que dices? nos pregunta Pascal. ¿De dónde sacas esa evidencia? nos pregunta Descartes. ¿Cómo puedes saberlo? nos pregunta Kant. ¿Puedes pensar lo contrario? nos pregunta Hegel. ¿Qué condiciones materiales te hacen hablar así? nos pregunta Marx. ¿Quién habla cuando hablas? nos pregunta Nietzsche. ¿Qué deseo te anima? nos pregunta Freud. ¿Quién quieres ser? nos pregunta Sartre. ¿Por qué no dejarse preguntar?"[17] Quien pregunta filosóficamente quiere ir más allá de la apariencia, de lo cotidiano, de lo inauténtico, de lo superficial y de lo baladí. Quiere resolver sus enigmas, quiere respuestas para su vida. "El esfuerzo sistemático por develar el eterno enigma que hostiga sin cesar la insaciable curiosidad del hombre, constituye la filosofía. Ella no se refiere a cuestiones ajenas a la vida y ante cuya solución, en uno u otro sentido, el hombre pueda permanecer indiferente. Es la vida misma, con sus angustias y sus esperanzas, que aparece comprometida en la pregunta y arriesgada en la esperanza. Porque los problemas últimos y totales no se limitan a arañar la epidermis: arrastran a nuestro ser y lo penetran íntimamente. De su solución, claramente determinada o apenas entrevista, depende el curso ulterior de nuestra existencia, su felicidad o su desdicha"[18].

    Infinidad de preguntas incomodan al hombre pensante: ¿Quién soy yo? ¿Soy siempre el mismo? ¿Soy lo que quiero ser o soy lo que otros necesitan que sea? ¿De dónde vengo? ¿Para dónde voy? ¿Qué es el hombre? ¿Qué es ser hombre? ¿El hombre es un ente finito arrojado a una situación fáctica determinada? ¿Cuál es el auténtico sentido de nuestra vida? ¿Qué es la felicidad? ¿Cómo ser feliz? ¿Qué es la libertad? ¿Cómo ser libre? ¿Qué es la justicia? ¿Qué es lo justo? ¿Cómo ser justo? ¿Qué es el tiempo? ¿Qué es la belleza? ¿Qué es lo bello? ¿Dónde se encuentra la esencia de lo bello: en el sujeto o en el objeto? ¿La belleza está en las cosas o es relativa a quien la experimenta? ¿La belleza es objetiva o subjetiva? ¿Qué es el arte? ¿El arte es la representación de lo real o la reproducción de lo bello? ¿Embellecer la vida cotidiana es estar pendiente de nuestra imagen? ¿La mejor obra de arte para un artista es su propia vida? ¿Qué es el amor? ¿Qué es la amistad? ¿Qué es la verdad? ¿Qué es la vida? ¿Es mi vida un ser? ¿Es mi vida una cosa? ¿Es mi vida un objeto? ¿Es mi vida un ente? ¿Cómo puede ser mi vida una cosa, cuando las cosas están en mi vida? ¿Cómo puede ser mi vida una cosa, cuando mi vida es la que contiene las cosas? ¿Antes de ser lógica u ontológicamente verdaderas, las cosas son realmente verdaderas? ¿Qué sentido tiene la vida? ¿Cuál es la finalidad de la vida? ¿Pensar la vida es la tarea? ¿Hacia dónde debe dirigirse la vida humana para que tenga sentido? ¿Se está llevando la propia vida personal con sentido, se está llevando la vida social e histórica la vida política, con sentido? ¿Por qué vivo? ¿Por qué voy en una dirección y no en otra? ¿Existe Dios? ¿Qué es la realidad? ¿La realidad es el modo de ser por excelencia? ¿Qué es lo que de verdad existe? ¿Cuál es el fundamento profundo de toda realidad? ¿La realidad es el ser? ¿La realidad es anterior al ser? ¿El ser se funda en la realidad? ¿La realidad es lo primero? ¿El ser es una interpretación de la realidad? ¿Existen los hechos o sólo la interpretación de éstos? ¿Qué debe primar: la pregunta por la idea del ser o la pregunta por el sentido del ser? ¿El realismo responde a la pregunta metafísica de quién existe? ¿El idealismo responde a la pregunta metafísica de quién existe? ¿Son las condiciones materiales las que imponen la realidad? ¿Es la realidad la que impone las condiciones materiales? ¿Es el pensamiento el que impone la realidad? ¿Es la realidad la que impone las condiciones del pensamiento? ¿Es la realidad social la que impone las condiciones económicas? ¿Son las condiciones económicas las que imponen la realidad social? ¿La naturaleza del ser determina la naturaleza del pensar? ¿La naturaleza del pensar determina la naturaleza del ser? ¿Quién es primero: el objeto cognoscible o el sujeto cognoscente? ¿El mundo existe? ¿Qué nos garantiza de un modo plenamente convincente de que el mundo existe o no existe? ¿Qué es el ser en sí? ¿Quién es el ser en sí? ¿Qué es el ser para mí? ¿Quién es el ser para mí? ¿Qué es la esencia de las cosas? ¿Cuál es la esencia de las cosas? ¿Qué es la existencia? ¿Es posible el conocimiento? ¿El conocimiento procede de los sentidos o de la razón? ¿Se puede saber algo con entera certidumbre? ¿Todos nuestros conocimientos deben regularse por los objetos? ¿Todos los objetos deben regularse por nuestros conocimientos? ¿Qué son las cosas? ¿Las cosas son como las percibimos? ¿Hay un orden en las cosas o el hombre es quien ordena la realidad a su manera? ¿Por qué necesitamos ordenar el mundo? ¿Existen en realidad las cosas que percibimos? ¿La verdad es una propiedad del enunciado o la verdad es una propiedad de la realidad? ¿Las cosas son lo que parecen y parecen lo que son? ¿En realidad las cosas no son lo que son, sino lo que somos? Cuando alguien habla sobre las cosas, ¿habla sobre sí mismo? ¿Aquel que me habla en nombre de lo real, nos hace pasar su interpretación como si fuese la verdadera? ¿Qué es el ser? ¿Qué es el ente? ¿Qué son los objetos? ¿Es el ser el predicado del sujeto? ¿Es el preciado el ser del objeto? ¿Qué es lo real? ¿Cuál es el principio de todas las cosas? ¿Expresa el yo, en verdad, el ser del hombre? ¿Las cosas son fenómenos subjetivos de la conciencia? ¿El sujeto es la fuente del ser? ¿Cómo pensamos? ¿De dónde viene el universo? ¿Tiene sentido la vida? Si lo tiene, ¿cuál es? ¿Tener o no tener? ¿Ser o no ser? ¿Las cosas fuera de mí, el ser fuera de mí, es exactamente idéntico a mi pensamiento de ser? ¿Una y la misma cosa es el ser y el pensar? ¿Todo lo real es racional y todo lo racional es real? El espectáculo sensorial del universo, el mundo de las cosas, tal como aparecen ante nuestros sentidos, ¿son una apariencia, una ilusión de nuestros sentidos, una ilusión de nuestra facultad de percibir? Cuándo decimos que conocemos la realidad, ¿qué es lo que en realidad conocemos? ¿Cómo vivir para vivir auténticamente? En fin, la filosofía nos invita a plantear y plantearnos éstas y otras preguntas. "Una similar categoría de interrogantes surgen en relación al mundo en que el hombre habita: cuál es su origen, por qué existe, en qué consiste en definitiva, es eterno o tuvo un principio y puede tener un final, es todo él viviente o no, en qué consisten la materia y la vida, qué razón justifica lo que se presenta al hombre como la existencia de leyes naturales y armónicas que parecen regirlo.

    De todo ello emana inmediatamente la interrogante de si lo que aparece al hombre como un orden universal y armónico, por lo menos comprensible para él en muchos aspectos de su funcionamiento – la ciencia – obedece a algún plan general, es obra de alguna inteligencia tan superior y poderosa como para haber sido capaz de establecer ese orden; si esa inteligencia tiene una esencia divina o es parte de la naturaleza misma. Frente a la indudable vastedad que la sola enunciación de estas interrogantes representa, surge necesariamente la de si el hombre es capaz de conocer realmente toda la realidad, y de conocerla en su verdad total; si es capaz de conocer no solamente la realidad que le circunda, sino si es capaz de alcanzar un conocimiento verdadero de sí mismo. Qué valor de verdad pueden tener esos mismos "conocimientos" que emanan de sus reflexiones filosóficas. En qué consiste y cómo funciona su propia capacidad de razonar"[19].

    Para éstas y otras preguntas tan enormemente complejas, profundas y difíciles, no hay respuestas fáciles, definitivas y absolutas. La filosofía siempre se ha caracterizado por hacer preguntas difíciles. Según José Saramago, "las respuestas no llegan siempre cuando uno las necesita, muchas veces ocurre que quedarse esperando es la única respuesta posible"[20]. Preguntas como éstas, que son propiamente filosóficas, son "las preguntas fundamentales, causales o argumentativas, aquellas que cuestionan el porqué de las cosas y exigen en sus respuestas los fundamentos, las causas y las razones de lo que se pregunta"[21]. La intelectualidad nace de las preguntas de siempre. "Interrogación y angustia, dos palabras que forman parte del quehacer del intelectual"[22]. Las preguntas fundamentales, de alguna manera constituyen y construyen al hombre. "Ser un hombre, de alguna forma, en algún momento, consciente o inconsciente, significa haber tenido que ver con las grandes preguntas de la filosofía"[23]. En opinión de José Pablo Feimann, las preguntas de la filosofía son fundamentales, tienen ese carácter. "Son fundamentales porque remiten a las cuestiones esenciales de la condición humana"[24]. Alfonso Ciprián Pajuelo piensa que "el rechazo juvenil a los saberes de fundamentación y a las preguntas acerca del ser, de la persona y de la vida en sociedad, "la alergia a los porqués", no es sino el eco de la fuerte reacción de la sociedad actual contra las grandes preguntas"[25].

    Pero, ¿qué es preguntar? Etimológicamente, el verbo preguntar proviene del latín praecunctare, y significa "someter a interrogatorio". Preguntar es interrogar o hacer preguntas a alguien para que diga y responda lo que sabe sobre un asunto. "Es exponer en forma de interrogación un asunto, bien para indicar duda o bien para vigorizar la expresión, cuando se reputa imposible o absurda la respuesta en determinado sentido"[26]. Preguntar es buscar información y despejar una duda, una inquietud o un interrogante. Preguntarse es "reflexionar una persona sobre una duda"[27]. Estas definiciones del verbo preguntar, son desde el punto de vista lógico, y le sirve a cualquier persona que pregunte sobre una cosa determinada, quiera saber algo, que quiera despejar una duda. El concepto de preguntar que le interesa al filósofo, es desde el punto de vista existencial; y desde esta arista, "el preguntar es considerado como un modo de ser de la existencia humana"[28].

    En filosofía no toda pregunta es filosófica, todo preguntar no es filosófico. Solamente es filosófica la pregunta en la cual la existencia se hace cuestión de sí misma al preguntar. La pregunta existencial hace cuestionable la existencia. La pregunta fundamental, dice Martín Heidegger, es la pregunta por el ser. En consecuencia, preguntar por el ser es preguntar por el que pregunta por el ser. Pero no sólo la pregunta por el ser es filosófica, hay otras preguntas filosóficas planteadas con profundidad y radicalidad. Preguntar con profundidad y radicalidad, en definitiva, es problematizar; y problematizar es plantearle problemas a la realidad en búsqueda de soluciones de fondo. "Todo tiene que ver con todo para un filósofo, y las respuestas van más allá de los interrogantes"[29]. Mientras haya preguntas habrá filosofía, el ser humano no dejará de preguntarse con profundidad, porque "la pregunta libera al ser de sí mismo, lo descentra, lo arroja a su (propio) afuera…

    La pregunta `más profunda" se enfrenta a la imposibilidad de la respuesta. Por eso nos persigue sin conseguirnos. Por eso huye quietamente ante la satisfacción de una respuesta. La pregunta desvía. La pregunta más profunda es lo que queda cuando la pregunta por (el) todo ha sido —finalmente— contestada… La pregunta profunda es el hombre como Esfinge, la parte peligrosa, inhumana y sagrada, que detiene y mantiene detenido ante ella, en el enfrentamiento de un instante, al hombre que se dice simplemente hombre" [30]

    El preguntar y preguntarse, en búsqueda de respuestas, dentro y fuera de nosotros, permite que desarrollemos nuestro espíritu crítico y que aprendamos a pensar por nosotros mismos. Sólo aquél que posea un espíritu crítico y se atreva a pensar por sí mismo tendrá el hábito y el deleite de preguntar y preguntarse, no en procura de respuestas definitivas y absolutas, sino temporales y relativas, por cuanto no hay respuestas definitivas y absolutas para las preguntas fundamentales y esenciales que formulamos los seres humanos, que nunca se cierran, que están siempre abiertas. Ana Cecilia Franco de la Rosa (citada por Carina Cabo), en su libro Filosofía para niños, enfatiza lo siguiente: "Una tarea ineludible de la enseñanza de la filosofía en estos momentos consiste precisamente en abrirse a esos enfoques alternativos, enriqueciendo la tradición propia con lo que otras gentes, desde otras perspectivas, han aportado en el esfuerzo humano por responder a las preguntas fundamentales sobre el sentido. Hablo de diálogo riguroso y serio, de apertura mental y de ampliación de horizontes reflexivos"[31]. Así la ciencia y la filosofía nos den respuestas, "la cuestión de la esencia del conocimiento, del espíritu, de la vida, la cuestión del significado último de todo este mundo maravilloso y terrible, todas estas cuestiones no podrán jamás ser contestadas filosóficamente de forma definitiva, a pesar de plantearse filosóficamente"[32]. Las preguntas fundamentales son demasiado complejas, o si no veamos:

    "¿Quién soy? Con ansiedad me pregunto.

    ¿De dónde vengo? Nadie me lo revela.

    ¿Dónde estoy? Saberlo me desvela.

    ¿Para dónde voy? Quiero saber este asunto".[33]

    "Mientras me asista el ánimo de preguntar

    Mi espíritu inquieto no dejará de filosofar

    Porque a la realidad necesito interrogar

    Para muchas respuestas encontrar".[34]

    Todo lo que para las personas que no filosofan es "normal", para el filósofo es un problema, y los problemas suscitan preguntas, pero las respuestas no lo satisfacen; por el contrario, estas respuestas le generan más preguntas. El filósofo nunca está satisfecho con las respuestas que obtiene; siempre quiere saber más, necesita saber el porqué de las cosas. El filósofo, como el científico, se pregunta el porqué de las cosas, "pero entiende este porqué de un modo peculiar; está persuadido que no se sabe nada si no se sabe su porqué, pero está también convencido de que no se sabe perfectamente una cosa hasta que se conoce su último y total porqué. Y este último total porqué no es para él la ley que enuncia la conexión de un antecedente con su consecuente, sino la estructura misma de la realidad, entendida en su unidad total y última"[35].

    Las preguntas lo mantienen despierto, pensando, analizando, reflexionando, criticando, investigando, estudiando, preguntando… El filósofo tiene "hambre" de respuestas concretas, precisas. Como amante y buscador de la verdad, pregunta y pregunta en procura de respuestas. Las preguntas lo inquietan. "El filósofo se ocupa y se adentra en lo extraño y desconocido, no para encantarlo, sino para dejarse interrogar. Para instalarse en la pregunta.

    Para viajar hacia el misterio, que es una aventura hacia el interior del ser, porque el filósofo sabe que aunque podemos soportar todo tipo de soluciones, no podemos vivir sin problemas, pues, como decía Unamuno, lo más problemático de todo problema es la solución"[36]. Quiere saber con profundidad; no quiere la apariencia de las cosas, quiere conocer la esencia de éstas. "¿Hay en el mundo algún conocimiento tan cierto que ningún hombre razonable pueda dudar de él? Este problema, que a primera vista podría no parecer difícil, es, en realidad, uno de los más difíciles que cabe plantear. Cuando hayamos examinado los obstáculos que entorpecen el camino de una respuesta directa y segura, nos veremos lanzados de lleno al estudio de la filosofía —puesto que la filosofía es simplemente el intento de responder a tales problemas finales, no de un modo negligente y dogmático, como lo hacemos en la vida ordinaria y aun en el dominio de las ciencias, sino de una manera crítica, después de haber examinado lo que hay de embrollado en ellos, y suprimido la vaguedad y la confusión que hay en el fondo de nuestras ideas habituales"[37].

    A partir del siglo XIX, entre muchos interrogantes, al hombre lo inquieta hondamente saber si es la conciencia social la que determina la conciencia material o si es la conciencia material la que determina la conciencia social. No son cuestiones fáciles de responder acertadamente, sin una sesuda reflexión argumentada y sustentada. El filósofo seguirá preguntando. "La pregunta no desencadena exclusivamente una respuesta. Puede remitir a otra pregunta…"[38]. La vida nos plantea continuamente problemas vitales para vivir, que debemos resolver. "La filosofía nos enseña a hacernos preguntas aunque a veces no encontramos las respuestas, pero aunque no las tengamos, con sólo el hecho de planteárnoslas nos pueden   guiar por un camino más adecuado en nuestra vida"[39].

    Según Pepe Alva, las preguntas filosóficas son más conceptuales que pragmáticas, son universales y no singulares, buscan principios para explicar las cosas, exploran más allá de lo obvio, generan nuevas dudas y nuevas preguntas, y exigen rigor argumentativo. "Las preguntas de la filosofía en nuestro tiempo son: ¿Qué es el mundo en el que vivimos? ¿Qué es el ser humano en ese mundo? ¿Qué significan los demonios que éste ha creado? La filosofía es alternativa a la ciega brutalidad de nuestro tiempo, razón al servicio del humanismo, para restituir los valores perdidos de libertad, solidaridad y humanidad y ética que se pregunta por la acción del hombre y nos propone los fines y los medios llamados a dar sentido y dirección a la historia de nuestro tiempo"[40].

    La filosofía supone un saber que se acumula y una actividad predominantemente interrogativa. "Su cometido principal consiste en formular preguntas que, por lo común, cuestionan el orden establecido, y la emprende contra el sentido común, contra los prejuicios, y contra lo obvio. La profesión filosófica comporta una cierta "molestia´ para el orden establecido, el sentido común, el prejuicio, y lo obvio. Discurre a contrapelo del orden establecido, el sentido común, el prejuicio, y lo obvio"[41].

    En la medida que preguntamos y nos preguntamos, interrogamos a la naturaleza y a las llamadas "autoridades", vamos encontrando respuestas provisionales y relativas (pero nunca definitivas y absolutas) a nuestras inquietudes. Cada posible respuesta nos lleva a preguntar y a replantear nuestras preguntas, y a revisar y cuestionar las respuestas obtenidas; y entre más respuestas obtengamos, más preguntas nos inquietan. Pero no se trata de preguntar por preguntar. Es necesario construir nuestro saber propio y llegar a nuestras verdades propias.

    Con el conocimiento y las verdades de los demás, con el conocimiento y las verdades de nosotros mismos, tenemos elaborar nuestro conocimiento y nuestras verdades que nos sirvan para vivir nuestra existencia de manera personal y auténtica, y de esta forma ser nosotros mismos, pensar por nosotros mismos y tomar nuestras decisiones. Pero en la construcción de nuestras verdades no podemos decirnos mentiras, porque "la más grande mentira es creer que existen verdades eternas o realidades inmutables"[42].

    Preguntamos, no para saber qué tenemos qué hacer, sino para saber ¿qué somos? "Y es que las preguntas verdaderamente serias son aquellas que pueden ser formuladas hasta por un niño. Sólo las preguntas más ingenuas son verdaderamente serias. Son preguntas que no tienen respuesta. Una pregunta que no tiene respuesta es una barrera que no puede atravesarse. Dicho de otro modo: precisamente las preguntas que no tienen respuesta son las que determinan las posibilidades del ser humano, son las que trazan las fronteras de la existencia del hombre"[43]. Las preguntas existenciales, las preguntas claves y profundas que nos formulamos, no son para nuestro "hacer" sino para nuestro "ser". Estas preguntas nada tienen que ver con acciones que realicemos, tienen que ver con lo que somos, con lo que nos pasa, con lo que significa estar en el mundo como persona. "La calidad de nuestras vidas la determina la calidad de nuestro pensamiento. La calidad de nuestro pensamiento, a su vez, la determina la calidad de nuestras preguntas, ya que las preguntas son la maquinaria, la fuerza que impulsa el pensamiento. Sin las preguntas, no tenemos sobre qué pensar. Sin las preguntas esenciales, muchas veces no logramos enfocar nuestro pensar en lo significativo y sustancial"[44]. Las preguntas esenciales, las concernientes a las relaciones del humano consigo mismo y con los otros o el mundo, surgen del quehacer cotidiano, de "la vida de todos los días", como diría Edmundo Husserl.

    Las preguntas de la filosofía, nos dice Fernando Savater, no nos llevan a hacer cosas, sino a entrar dentro de las cosas, a entrar dentro de lo que somos o dentro de lo que es el mundo en el que estamos. "Queremos saber no sólo cómo son las cosas y cómo se comportan, y cómo puedo aprovecharme de ellas de un modo inmediato, sino qué sentido tienen para mí; qué puedo esperar de ellas en último término"[45]. Todas las preguntas filosóficas nos llevan a reflexionar sobre nuestra vida. Sócrates planteaba que una vida sin reflexionar no valía la pena vivirla. "Pensar la vida: ¡esa es la tarea!", sentenció Hegel. "Pensar la vida, ¡ese es el desafío!", digo yo. "Mucho hay que discurrir, mucho hay que meditar sobre el tenue hilo de la vida", sentenció Goethe[46]Solo vive el que sabe, decía sabiamente Gracián.

    En Platón, la filosofía, pese a su característica eminentemente intelectual, es concebida como un saber al servicio de la vida. Robert Spaemann señala que para vivir conforme a la categoría y dignidad del ser humano es necesario saber por qué vivir y cómo conviene vivir dentro de las diversas opciones que nos presentan. "Se comprende pues que la filosofía sea el quehacer intelectual más importante para vivir conforme a la categoría y dignidad del ser humano… El hombre sin metafísica, sin respuesta a la pregunta de las preguntas, al porqué de todos los porqués, es un ser radicalmente inseguro y agobiado"[47]. Antonio Orozco Delclos conceptúa que el hombre puede incrementar sin término su saber operativo (práctico), construir y manejar cosas, aparatos, instrumentos, pero ¿para qué? "Aunque llegase a dominar el universo: ¿para qué? Acabaríamos preguntando, con el escepticismo de Lenin: La libertad, ¿para qué?; o con el de Pilato: la verdad, ¿qué es la verdad?; o con el tremendo pesimismo del ateísmo de un Jean Paul Sartre: el hombre es una pasión inútil, el niño es un ser vomitado al mundo, la libertad es una condena"[48].

    Cuando nos preguntamos, por ejemplo, "¿qué es la justicia?", queremos saber lo que la justicia es, queremos la definición del concepto de justicia, queremos saber ¿cuál es la esencia de la justicia? Y ¿en qué consiste la justicia?, no queremos saber si existe o no existe la justicia. "¿Qué es?" significa "dar razón" de algo. La filosofía es tan rigurosa que a una pregunta tan profunda como ¿qué es la justicia? no se le puede dar cualquier respuesta. La justicia es algo objetivo y no puede ser sólo aquella que impone el poder y la fuerza. Si es objetiva, "nadie puede decidir subjetivamente y de buenas a primeras qué es lo justo, quien quiera buscar su esencia tiene por fuerza que proceder metódica y sistemáticamente, siguiendo lo que Platón llama el camino largo del filosofar, que es el camino de los filósofos"[49]. El filósofo, en materia política, le corresponde filosofar no sólo sobre la justicia sino sobre el Estado, las diversas formas de gobierno, la ley y el derecho, y las relaciones entre individuo y Estado, entre otros temas relacionados con la vida política.

    Definir es decir en qué consiste algo. "Definir un concepto es enumerar una tras otra las múltiples y variadas notas características de ese concepto… consiste en incluir este concepto en otro que sea más extenso, o en otros varios que sean más extensos y que se encuentren, se toquen, precisamente en el punto del concepto que queremos definir"[50]. La definición de un concepto jamás será definitiva y absoluta. Entonces cuando se nos pregunta ¿qué es la filosofía?, nos piden la definición del concepto de filosofía, lo que la filosofía es. Etimológicamente, "filosofía" es amor por la sabiduría. Pero esta definición no es definitiva; en el transcurso del tiempo, esa definición ya no satisface como respuesta, que ha tenido su evolución. A partir de Platón, esa "sabiduría" es racional, reflexiva y metódica, por cuanto su "sabiduría" no es la doxa (mera opinión) sino la epísteme (ciencia). Desde Aristóteles hasta el siglo XVIII, filosofía será "todas las cosas que conocemos y los conocimientos de esas cosas, todo el conjunto de saber humano"[51]. En el ocaso del siglo XVIII, después que algunas ciencias se "desgajan" del tronco de la filosofía, se entenderá provisionalmente por filosofía hasta nuestros días "el estudio de todo aquello que es objeto de conocimiento universal y totalitario"[52]. Otra definición personal y provisional en la actualidad sería la de Johanes Hensen: "Intento del espíritu humano para llegar a una concepción del universo mediante la autorreflexión sobre las funciones valorativas teóricas y prácticas"[53]. Así muchas otras definiciones del concepto de filosofía. Cada filósofo, cada pensador, cada teórico o historiador de la filosofía tiene su definición propia y, sobre todo, provisional y relativa.

    Como se aprecia, decir con certeza absoluta y de manera definitiva "¿qué es la filosofía?" no es una tarea acabada. Para poder definir la filosofía, así sea de manera provisional y relativa, primero se debe "hacer" filosofía, vivenciar la filosofía, aprender filosofía, es decir, aprender a filosofar. "Entender lo que significa filosofía es una tarea compleja puesto que diferentes personas tienen diferentes definiciones de lo que para ellos es filosofía. Incluso algunas definiciones pueden ser antagónicas. De manera que para empezar a entender qué significa filosofía sería mejor empezar a hacer filosofía y descubrir entonces las características de esta empresa humana"[54]. En mi caso personal, cuando escuché por primera vez la palabra "filosofía", inmediatamente me pregunté y pregunté "¿qué es la filosofía"? El diccionario El pequeño Larousse me dio la primera respuesta: "Conjunto de consideraciones y reflexiones generales sobre los principios fundamentales del conocimiento, pensamiento y acción humanos, integrado en una doctrina o sistema". Confieso que esta definición, a mí que no había escuchado antes esa palabra ni había obtenido esta respuesta, me dejó confundido, porque resultaba un tanto compleja y algo difícil de comprender. Inquieto por esta pregunta indagué y me sumergí en tan apasionante universo durante el bachillerato, y, apasionado por la filosofía y el filosofar, proseguí mi ansiada búsqueda en la universidad. Hoy, después de haber "filosofado" un poco, de haber "hecho" algo de filosofía y de haberla "vivenciado" mucho, me atrevo a responder provisionalmente a la pregunta de "¿qué es la filosofía?" en los siguientes términos: "Es un constante preguntar con profundidad y reflexionar críticamente sobre algunas cuestiones fundamentales de la existencia". ¿Ésta será la respuesta? No, es una respuesta; mi respuesta. "De manera que para empezar a entender qué significa filosofía sería mejor empezar a hacer filosofía y descubrir entonces las características de esta empresa humana"[55]. Silvana Vignale señala que "dar una respuesta a lo que es la filosofía, es ya un problema filosófico"[56]. Es tan apasionante la filosofía, que considero a esta palabra como la más hermosa del idioma castellano.

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