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Miremos los problemas del medio ambiente desde la filosofía (página 2)


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En la actualidad los problemas del medio ambiente, entendido este como un sistema complejo y dinámico de interrelación ecológica, socioeconómica y cultural en la cual se insertan los grupos humanos a través del proceso de evolución histórica de la sociedad, exigen un enfoque no ya ínter ni multidisciplinario sino transdisciplinario, que permita alcanzar un alto grado de coordinación y cooperación así como lograr la unidad de determinados marcos conceptuales entre las disciplinas que tratan de enfrentar este problema complejo. Este enfoque posibilita un nuevo paradigma de carácter ambientalista, que tenga como eje central el desarrollo equilibrado y sostenible.

En este sentido cobran importancia las estrategias que se tracen y las acciones que se desarrollen tanto en el ámbito global como local, así, entre los problemas a enfrentar en las comunidades se encuentran los referidos al medio ambiente, sobre todo la realización de acciones para su mejoramiento, protección y sostenibilidad, lo que obliga a educar a los sujetos sociales, propiciar las vías para que adquieran adecuados conocimientos en relación con esta materia y que permitan erradicar la estrecha concepción reduccionista del medio ambiente como la naturaleza y verlo como un sistema de relaciones. Estas reflexiones permiten destacar que en la solución de estos problemas reviste una singular significación el análisis socio- filosófico y metodológico del problema concebido a partir de las posiciones de la dialéctica materialista, que como doctrina de las leyes más generales del desarrollo, permite la comprensión del mundo como un proceso complejo donde están concatenados diferentes lados de la realidad, diferentes objetos y fenómenos.

Tal comprensión de la concatenación lleva al reconocimiento del desarrollo a partir de la contrariedad. Puede considerarse que en el ámbito científico hay suficientes estudios particulares que acumularon conocimientos empíricos importantes y descubrimientos científicos trascendentales, aunque no son suficientes para esclarecer los problemas ambientales en su totalidad y complejidad. Tampoco esos resultados se han utilizado para realizar las debidas generalizaciones de carácter teórico que permitan el enriquecimiento del conocimiento científico.

Derivado del análisis de la bibliografía puede concluirse que el estudio de esta cuestión desde la óptica de las Ciencias Sociales es aún insuficiente. El criterio más avanzado versa sobre la necesidad de una conciencia generalizada; pero es nuestro punto de vista que sin una cultura que replantee la concepción de la relación del hombre con la naturaleza y consigo mismo, no es posible ganar esta batalla para la humanidad, y esta podrá lograrse a partir de un trabajo sistemático con los hombres desde la más temprana infancia. De ahí la necesidad de que estas ciencias se incorporen al estudio del medio ambiente para su estudio en un sentido holístico como se planteó por primera vez en Tbilisi en 1977, aunque fue en 1992 en Río de Janeiro que se proyectó a mayor escala la necesidad de estos estudios multidisciplinarios. Y es que el grado de complejidad del problema trasciende los límites del conocimiento disciplinario particular para ubicarse en un contexto que exige el análisis desde la perspectiva filosófica universal.

Al abordar los problemas del medio debe tenerse presente la dinámica de la relación del hombre con su entorno así como su especificidad; éste no es un problema simple sino complejo y encierra aspectos económicos, políticos, éticos, educativos, cuestiones de identidad, etc.; esto pone de manifiesto la urgencia de estudios filosóficos que rebasen el marco particular presente en la mayoría de las investigaciones realizadas, pues la Filosofía siempre ha estado vinculada al conocimiento y ha sido expresión de diferentes concepciones del mundo que han caracterizado las comunidades humanas, en tanto su reflexión gira entorno a los problemas de la relación hombre- mundo. La problemática ambiental enfatiza en esta relación lo que permite a partir del instrumental teórico –metodológico de la Filosofía, derivar un análisis más específico y a la vez general acerca de la complejidad de los problemas del medio ambiente.

""Lo ambiental trasciende los límites de lo espacial (local) de lo temporal (de un determinado contexto histórico) por tanto adquiere una connotación general por lo que el análisis de su esencia no puede limitarse a un enfoque fragmentado de la ciencia, aún cuando éste es necesario para el análisis que ocupa el problema. Integrado en un todo que abarca esa complejidad de su totalidad requiere de un análisis generalizado en el cual tenemos todavía mucho que hacer"" (Rodríguez, 1998).

Desarrollo

El hombre históricamente ha pensado y teorizado acerca de los problemas ambientales y sus vínculos con la naturaleza, cuestión esta que forma parte del pensamiento filosófico.

Así, los antecedentes más remotos de esta problemática se encuentran en el devenir histórico del vínculo sociedad – naturaleza. Esta relación está íntimamente vinculada a la cuestión fundamental de la filosofía, la de la actividad del sujeto que conoce y actúa ante el objeto que existe fuera de su conciencia. El objeto natural que en la conceptualización metafísica se contrapone al hombre como fuerza ajena y hostil, en la visión materialista del mundo surge como componente del sistema del ser en todas las etapas de su desarrollo. El hombre moderno, que posee un gigantesco poderío, no puede existir sin las condiciones naturales que le son necesarias en la misma medida en que no podía existir sin ellas el hombre primitivo que dependía de la naturaleza.

Estos mismos postulados filosóficos constituyen el fundamento de las exigencias del desarrollo científico técnico incluidos aquellos elementos materiales de los que depende directamente, y son imposibles de satisfacer fuera del marco del medio natural donde la sociedad y en particular la comunidad desarrolla su actividad de manera que el fundamento material del desarrollo científico – técnico contemporáneo, los ritmos que alcanza hoy y puede alcanzar en el futuro mediato e inmediato, descansan en las posibilidades que pueda brindar el medio natural aún cuando en general no sean las idóneas. Por consiguiente la dependencia actual de la sociedad con respecto a la naturaleza, crece con la misma intensidad y sentido que crecen los objetivos que se propone la civilización humana contemporánea.

Las necesidades culturales, estéticas y de otra índole del hombre tienen como presupuesto esencial los objetivos que este se traza y la naturaleza que lo circunda y en este sentido se esfuerza por transformar aquellas condiciones del entorno adversas para el logro de sus objetivos, sin tener presente no en pocas ocasiones cuáles son las leyes objetivas que rigen el desenvolvimiento de los acontecimientos naturales, desconociendo las leyes de la envoltura geográfica que condicionan incluso la posibilidad de la existencia del propio hombre, y que en los procesos de reacomodo de la naturaleza (que pueden demorar cientos de miles de años), muchos de los cuales tienen su causa en alteraciones provocadas por el hombre, éste lleva siempre la peor parte, si es que su existencia se prolonga hasta poder ver los resultados de dicho reacomodo. Esta no es una posición catastrofista sino una reflexión realista y dialéctica de la problemática a la que nos estamos enfrentando.

En nuestra visión los problemas ambientales constituyen una consecuencia negativa de la actividad práctica del sujeto que conoce y transforma al objeto y esta puede estar dada tanto por la sobreexplotación desmedida de la naturaleza para lucrar con ella, por el desarrollo y la pobreza, por la falta de conciencia y conocimiento, etc. por eso vale decir que es importante el conocimiento de los factores que posibilitan esa relación dialéctica del hombre con la naturaleza. Cabe aquí recordar las palabras de Martí en sus "Escritos sobre Educación", quien con visión filosófica que trascendió a su época expresó. "Divorciar al hombre de la tierra es un atentado monstruoso y es meramente escolástico ese divorcio. A las aves alas, a los peces aletas, a los hombres que viven en la naturaleza, el conocimiento de la naturaleza, esas son sus alas". (Martí).

Esta importante reflexión martiana da cuenta de una idea central de este trabajo que es la necesidad de que se eleven los conocimientos en cuanto a la relación hombre – mundo como elemento esencial en el camino hacia la transformación del mundo y la auto transformación del hombre a partir de un cambio de mentalidad que permita,- como dirían los representantes de la Ecofilosofía (al margen de sus posiciones ecocéntricas) – intentar pensar como deberíamos pensar para llegar a vivir armónicamente entre nosotros y en relación con el planeta. A estos propósitos en mucho ayuda la visión filosófica del mundo basada en la dialéctica que nos permite comprender la necesidad de tener presente la complejidad de los procesos naturales y sociales en los que interactúa materia viva con materia no viva, objetividad y subjetividad; pero además, enfrentar posiciones como la presentada por Lovelock[1]en su conocida teoría de la GAIA que considera al planeta tierra como un organismo vivo, último nivel de la evolución, regido por leyes biológicas. Partiendo de la concepción del desarrollo enarbolada por la dialéctica materialista, nos oponemos a la extrapolación de leyes que rigen determinados niveles de organización de la materia, a niveles de otro grado de complejidad, con independencia de las interrelaciones que entre ellos puedan darse.

Siguiendo el nuevo paradigma de las ciencias, que se viene conformando en los últimos tiempos, el paradigma de la complejidad, y que a nuestro modo de ver entronca perfectamente con la concepción filosófica y metodológica de la dialéctica Materialista, vemos, (y coincidiendo con Ovidio D`Angelo en su trabajo "Subjetividad Social, Desarrollo y Retos de la Complejidad) como nuevas elaboraciones que expresan las relaciones múltiples y diversas del entramado social, en un contexto de racionalidad e incertidumbres combinados, cristalizan como visión universal de los fenómenos interconectados, en sus cursos a veces sorprendentes y, en parte, impredecibles.

La sociedad compleja; es decir, la que realmente existe y necesita ser interpretada en toda la diversidad de sus fenómenos, impone nuevos derroteros. No se puede actuar en una de sus dimensiones sin alterar el conjunto; no se puede enfrentar parcialmente un problema, sin que surjan otros, no pocas veces inesperados.

Del análisis metodológico de la situación ambiental moderna se deriva la importante conclusión filosófica de que los problemas ambientales pueden resolverse solo sobre la base de la lógica dialéctica con su concepción de la concatenación general de los fenómenos, pues en el mundo ningún fenómeno está aislado del resto sino que éste se presenta como un sistema complejo, como totalidad. En la unidad del mundo se encierra la conexión y la condicionalidad recíproca de los objetos y fenómenos. . La base teórica de tal interpretación científica es la dialéctica materialista, que uniendo orgánicamente el principio del desarrollo y el principio de la unidad del mundo fundamenta el enfoque monista de la relación del hombre y el medio. Desde la óptica de la dialéctica en la sociedad se establece la correlación entre las distintas formas de movimiento; las relaciones e interconexiones entre sus miembros independientemente de la diversidad existente porque, tienen un fundamento común; su materialidad.

"La complejidad de la cuestión medioambiental es tal que encontrar una fundamentación teórica para vislumbrar su posible solución práctica, debe pasar, ya no solo por los estudios interdisciplinarios que las distintas ramas particulares del saber brindan; sino además por una valoración generalizadora desde una perspectiva filosófica que, por supuesto parte del vínculo estrecho con aquellas en los conocimientos que las mismas ofrecen". (Rodríguez 1998).

La filosofía es una concepción del mundo, una interpretación de la realidad que incluye aspectos de carácter ontológico, gnoseológico, metodológico y axiológico; de ahí que al abordar las cuestiones ambientales debe hacerse desde la misma visión filosófica y más concretamente del Materialismo Dialéctico, que permite comprender la dinámica del desarrollo natural y social. El análisis de la cuestión ambiental desde el ángulo filosófico permite determinar la presencia de un problema de carácter cosmovisivo de la relación hombre – mundo, que se da objetivamente a partir de determinadas necesidades humanas y por tanto de esencia social e históricamente determinado. Movidos por las ansias de satisfacer tales necesidades, los hombres establecen relaciones con sus semejantes y con el entorno físico, y en este proceso se manifiesta su cultura y su visión del mundo.

En ese proceso de interacción del hombre con su medio, el primero ha estado históricamente en el centro de dicha relación y con un orden prioritario donde lo que cuenta es, por sobre todas las cosas, la consecución de sus aspiraciones, incluso en detrimento de las de otros hombres y del mantenimiento del equilibrio natural si fuera necesario.

Nuestra interpretación desde el ángulo de la filosofía versa alrededor de la idea de que las actuaciones individuales están en correspondencia con su concepción del mundo, con la manera en que su visión del mundo se ha ido ampliando a lo largo de la historia del desarrollo de las distintas formaciones económicas sociales y en correspondencia con el nivel que han ido alcanzando las fuerzas productivas materiales de las cuales se ha valido históricamente y se vale hoy, para materializar sus propósitos.

En la medida en que el hombre ha ido aumentando su "poder sobre la naturaleza" y sobre los demás hombres, preocupado por sí mismo, ha ido venciendo sus temores a la naturaleza y con ello el temor a destruir el entorno, actuando siempre movido por las primera necesidades, sin prestar la debida atención a la existencia de leyes del desarrollo tanto natural como social, o en ocasiones tratando de "someterlas" a sus antojos para actuar "libremente", cuando en verdad la libertad es actuar con conocimiento de causa y en correspondencia con las leyes objetivas del desarrollo, tal como nos enseñaron los clásicos de la filosofía del marxismo.

Este actuar como si solo existiera o solo importara el hombre es una expresión flagrante de un antropocentrismo desmedido y exagerado, es más bien egocentrismo, característico de las sociedades de élites, que consideran a la naturaleza y a los demás seres humanos como instrumentos, y es más bien fruto de la cultura consumista y la falta de racionalidad en el actuar, como si los intereses y necesidades de los demás no contaran, como profundizaremos en el epígrafe siguiente. Es este actuar irresponsable de este tipo de hombre el máximo culpable de la actual situación ambiental; por ello se plantea la necesidad impostergable de su cambio, a partir del cambio de las condiciones sociales que garanticen un tipo de hombre que no solo se considere importante a sí mismo sino que tenga en cuenta además a los demás hombres y a las demás especies vivientes que cumplen funciones vitales y en estrecha relación, pues el mundo es un complejo entramado en el que todo está concatenado. Como bien se afirma en la conferencia de premios Novel, celebrada en París del 18 al 21 de enero de 1988 "todas las formas de vida deben ser consideradas como formas esenciales de la humanidad. Alterar el equilibrio ecológico es por consiguiente un crimen contra el futuro. La riqueza de la humanidad reside también en su diversidad, que debe protegerse en todas sus facetas: cultural, biológica, filosófica, espiritual. Con tal fin debe hacerse constante hincapié en la tolerancia, la capacidad de escuchar al otro y el rechazo de las verdades definitivas". (Premios Novel: 1988)

Para que puedan materializarse tales aspiraciones es menester un hombre racional en su actuar respecto a los demás hombres y al ambiente del que es parte. A la comprensión de esta necesidad contribuye la visión filosófica.

En este análisis coincidimos con la Dra. Clara Elisa Miranda en cuanto a que los economistas del siglo XIX no desarrollan una amplia concepción acerca del medio ambiente, pero "lo más importante en ellos es la reflexión acerca de un problema que ya se va haciendo evidente para la sociedad, las tendencias del crecimiento, las posibilidades de la naturaleza para satisfacer ese crecimiento, que es a su vez generador de riquezas pero al mismo tiempo, depredador, contaminador, etc. son elementos que se abordan desde un punto de vista muy particular, en este caso, desde la Economía Clásica hasta el Marxismo, con un pensamiento más bien económico y bajo una visión totalmente antropocéntrica con antecedentes en la Edad Media, que afirma el desarrollo de la sociedad en función del crecimiento de los bienes de subsistencia, que aun cuando se matiza con criterios que pudieran hacer reflexionar en torno a la naturaleza y el impacto que la economía tiene sobre ésta, nos llega hoy como un paradigma que marca incluso la tendencia de desarrollo que ha seguido la sociedad hasta hoy día. De hecho, las teorías económicas abogadas y aplicadas predominantemente en la actualidad, ya sean del tipo Socialista o Capitalista están basadas en estos conceptos del siglo XIX, en que se percibe el medio ambiente en efectivo, como un depósito que sirve de fuente infinita de materiales y energía para todas las actividades humanas y como un vertedero infinito para todos sus productos (Dürr, 1999:42-43)." (Miranda, 2000:)

Los economistas políticos del siglo XIX, incluyendo a Marx y a Engels, ponen al descubierto por primera vez, la polémica entre el crecimiento económico y las limitantes de los recursos naturales; esta polémica que va a estar presente en el desarrollo del pensamiento ambientalista hasta nuestros días, es expresión del dilema economía – ecología y en un sentido más amplio, expresión de la relación contradictoria sociedad – naturaleza.

Hasta ese momento, el pensamiento teórico había abordado de alguna u otra forma, las cuestiones referidas a esta relación, pero no en términos contradictorios, y con una visión que ubicaba al hombre como centro de acción y reflexión, teniendo en cuenta que a lo largo de toda su historia éste había seguido una tendencia a la autoliberación sobre la naturaleza, de dominio paulatino y absoluto sobre ésta. De ahí el antropocentrismo como enfoque predominante en la base de todos estos criterios "que nos hace llamar a la naturaleza medio ambiente, o sea, la naturaleza meramente como una pasiva palestra general de nuestras acciones" (Dürr, 1999:32).

Pero la propia polémica sobre la capacidad de los recursos naturales para satisfacer el desarrollo creciente de la economía y la sociedad, derivó a su vez en otro enfoque contrapuesto al antropocentrismo; el biocentrismo y el ecocentrismo, con antecedentes en el desarrollo de las Ciencias Biológicas del siglo XIX fundamentalmente.

En nuestro análisis queremos enfatizar en que cualquier posición extrema en el análisis que nos ocupa, puede llevar, y de hecho conduce, a errores tanto en el terreno de la interpretación y producción teórica como en el de la práctica. A esta conclusión nos lleva la dialéctica en el plano teórico metodológico y la práctica lo corrobora.

En realidad no se trata de discrepar en relación a quién debe tener prioridad, si el hombre, la naturaleza, o los restantes organismos vivos, no, se trata de comprender que aquí se da un complejo y contradictorio proceso que debe tomarse en la dialéctica de todos los elementos que interactúan. La naturaleza puede ser recuperada, puede reestablecer su equilibrio, pero no a escala de vida humana.

La problemática ambiental hoy debe ser enfocada metodológicamente, pues requiere de una propuesta de reordenamiento social y de cambios en los procesos de la relación sociedad naturaleza que genere alternativas de direccionalidad del desarrollo, y metodológicamente la filosofía puede sentar las bases de una comprensión teórica del desarrollo de la sociedad que según los intereses socioeconómicos asumidos, evitaría la comisión de graves errores conceptuales y prácticos, pues ésta, a partir de la comprensión dialéctica del mundo en constante desarrollo y con arreglo a leyes objetivas, arma a las distintas disciplinas que intentan solucionar la situación ambiental del método universal de interpretación y transformación de la realidad. En la Filosofía se integran elementos de carácter ontológico, gnoseológico, axiológico y epistemológico que permiten la percepción integrada de la cuestión de análisis y consecuentemente, la búsqueda de soluciones también integradas.

Como resultado de la relación hombre – naturaleza y la relación hombre – hombre, se va conformando en la sociedad y en las comunidades en particular un sistema de valores espirituales que expresan los intereses de las clases y grupos dominantes y regulan las relaciones entre los hombre e incluso sus relaciones con la naturaleza, por tanto la problemática ambiental también constituye un cuestionamiento al sistema de valores imperantes por demás es a su vez el reflejo de la racionalidad económica vigente, lo que exige un enfoque filosófico para su análisis. En los últimos tiempos se ha venido produciendo un proceso de concientización de la problemática ambiental que en alguna medida expresa la necesidad de visualizar bajo un nuevo sistema de valores esa racionalidad; y como resultado del carácter secundario de la conciencia social respecto al ser, se está conformando la conciencia ambiental, como una nueva forma de conciencia social, asociada a la inquietud del pensamiento teórico que trata de buscar una respuesta objetiva a la problemática y una solución efectiva que garantice el desarrollo económico de la sociedad y la conservación de sus valores así como la formación de nuevos valores que muestren una actitud de respeto hacia la naturaleza y hacia los demás individuos, que cada ciudadano tenga una cuota de responsabilidad ante los problemas cruciales que enfrentamos, y por la búsqueda de soluciones a los mismos para el futuro de la humanidad.

Como se ve, la Filosofía aporta elementos de gran importancia para la reflexión teórica y las acciones prácticas sobre las cuestiones ambientales que están expresando problemas de la relación hombre – mundo, pues es una ciencia que no obstante reflejar la realidad con cierto grado de universalidad es también el sustento de las ciencias particulares. Es por todo lo antes dicho que el tratamiento de los problemas ambientales debe ser enfocado, a partir de las concepciones de la Filosofía Dialéctico – Materialista.

Los momentos de significación en la relación sociedad – naturaleza están determinados por las contradicciones que se generan a partir de la relatividad de la dinámica de cambio de todas las formas de organización material que confluyen en esa relación y la dinámica que es relativa a los contextos sociohistóricos concretos.

El carácter de la interdependencia del hombre y la naturaleza ha cambiado cualitativamente: mientras que en las primeras etapas de la historia se manifestaba una relativa debilidad del hombre respecto a la naturaleza, hoy, en la época de la Revolución Científico Técnica, el hombre "domina" a la naturaleza, y si su poderío técnico no es bien controlado por sus consecuencias, puede producir rupturas irreparables en los debilitados mecanismos de los procesos naturales.

Esto hace necesario en primer lugar, tener en cuenta no solo las consecuencias próximas sino también las lejanas, fomentar una concepción y una práctica del desarrollo sostenible, lo que significa que la sociedad está obligada a prever las consecuencias de aquellas modificaciones provocadas en la naturaleza con su actividad, y en segundo lugar, una regulación consciente del intercambio entre la sociedad y la naturaleza, donde el solo saber no basta; son necesarias también acciones prácticas y el correspondiente sistema de organización de la sociedad.

El comienzo del último tercio del Siglo XX se caracterizó por el brusco empeoramiento de la calidad del medio ambiente, es decir, por la contaminación del aire, ríos, lagos, y mares; el incremento del torrente de ruidos, especialmente en las ciudades, el atascamiento de extensos territorios con diversos tipos de residuos y restos; el empeoramiento de muchos componentes naturales y especies del mundo vegetal y animal; la degradación de los suelos y otras formas de alteración de la integridad de la naturaleza. Estas alteraciones han provocado contradicciones entre la sociedad y la naturaleza, siendo la esencia de las contradicciones medio – ambientales contemporáneas el conflicto entre la creciente actividad de la sociedad en la esfera de las transformaciones de la naturaleza y los procesos reguladores del equilibrio dinámico en la esfera ecológica en su totalidad y diversos niveles de su organización, todo lo cual afecta, de hecho, el normal desarrollo histórico de los procesos socioeconómicos y culturales comunitarios y de la sociedad en su conjunto.

Ya F. Engels advertía en el pasado siglo en su conocida obra " El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre": "….No nos dejemos llevar del entusiasmo ante nuestras victorias, la naturaleza toma venganza. Bien es verdad que las primeras consecuencias de estas victorias son las esperadas por nosotros, pero en segundo y en tercer lugar aparecen unas consecuencias muy distintas, totalmente imprevistas y que a menudo anulan las primeras" (Engels, 1979). La situación creada prueba día a día esta previsora advertencia.

En las últimas décadas del pasado siglo se aceleró el deterioro ambiental como consecuencia del patrón tecnológico vigente, los estilos de desarrollo y los actuales ritmos de explotación, transformación y consumo de recursos naturales de biosfera. En diferentes eventos internacionales se ha insistido en la necesidad de diseñar estrategias de prevención y corrección de los daños causados por procesos antrópicos al entorno natural. Sin embargo, consideramos que por la concepción que de la naturaleza y sus recursos ha prevalecido así como los estilos de desarrollo, la sociedad ha establecido prácticas cotidianas que depredan dicho ámbito; la economía de mercado o capitalismo ha llevado al medio natural a niveles que pueden llegar a procesos irreversibles que ponen en entre dicho la existencia del planeta.

A pesar de que en el siglo XX tuvieron lugar importantes reuniones, cumbres y otros encuentros que involucraron a jefes de Estado, movimientos ambientalistas, investigadores, etc., que indican que en alguna medida se ha ido produciendo un consenso a nivel internacional en torno a la necesidad de tomar medidas urgentes para salvar a nuestra casa común, el inicio del siglo XXI ha estado marcado por acontecimientos genocidas, terroristas y guerreristas que lejos de minimizar la desfavorable situación del medio ambiente lo que hacen es agudizarla aún más poniendo cada vez más en peligro la vida en el planeta Tierra no solo para las actuales generaciones de seres humanos sino también para las futuras.

Uno de los problemas de la actualidad que con fuerza inciden en el empeoramiento cualitativo del entorno del hombre es la urbanización y el estilo de vida a partir del aumento continuo de la presión demográfica sobre la naturaleza. En esta dirección el desequilibrio de los balances ecológicos naturales, están dados por la contaminación de la naturaleza con los desechos de la actividad socioeconómica de los hombres, todo lo cual repercute negativamente en el normal desarrollo de las relaciones hombre – hombre, incluyendo el peligro de su propia degeneración genética.

La urgencia de atender los problemas medio ambientales está dada en última instancia, por la necesidad de establecer una armonía dinámica permanente entre el progreso multifacético del hombre y la sociedad en su conjunto y el mantenimiento del medio ambiente, pero para lograrlo es preciso entre otras cosas, desarrollar en los hombres una cultura cada vez superior para el tratamiento de los mismos.

Es indispensable que los individuos conozcan las interioridades que dimanen del desarrollo vertiginoso de la producción para lo cual se requieren nuevas fuentes de energía y nuevos recursos y que al mismo tiempo tengan en cuenta que la exposición de personas y animales a sobrecargas de determinados agentes materiales, tales como ruidos, el polvo, los vapores y otros, afectan considerablemente a la salud y al entorno. Y es que precisamente la percepción del alcance de los problemas es la única vía de preservación de la humanidad.

Como ya se ha señalado en la solución de estos problemas las ciencias juegan un importante papel. Tanto las Ciencias Naturales y Técnicas como las Humanísticas y Sociales deben contribuir a que las amplias masas de la sociedad adquieran conciencia del significado de estos peligros y puedan pensar y actuar en busca de vías para preverlos y solucionarlos. Por ello en la formación de las nuevas generaciones es importante tener en cuenta estos aspectos, pues se precisa de una formación integral que contemple la toma de conciencia y una actitud adecuada ante el medio. Es por eso, que en el análisis de los problemas medio – ambiental y especialmente en la relación hombre – medio, es necesario revelarlos poniendo en claro y con sentido educativo la significación filosófica y cultural que los mismos poseen. Es un aspecto que ya hoy forma parte del código de valores y conductas morales que ante la naturaleza y la propia sociedad demanda el futuro inmediato.

En este sentido constituye una necesidad para la formación de las nuevas generaciones conocer estos problemas y sus posibles consecuencias para la humanidad, con el enfoque dialéctico, pues estos actores sociales, desempeñarán importantes funciones en la sociedad y desde el punto de vista de la protección del medio su influencia puede ser muy positiva o muy negativa según sea la orientación que en este sentido posean, y lo mismo es aplicable a las relaciones con los hombres que pueden ser favorecedoras o nocivas a la convivencia, al sentido de pertenencia, la identidad y la cultura. Esto demuestra la necesidad de enfatizar en la responsabilidad de las generaciones actuales por el destino del medio ambiente en general, y de la humanidad en particular.

En resumen, en el desarrollo histórico de la relación sociedad – naturaleza se distinguen tres formas: en la primera existe una dependencia del hombre con relación a la naturaleza. El reflejo ideal de esa dependencia son los mitos y la religión. Los hombres, "pequeños" se pierden ante la gran y temible naturaleza, el hombre no puede obtener de aquella sus medios necesarios para subsistir. La segunda forma de esta relación se realiza en la práctica de la producción y crece incesantemente apoyándose en la técnica y las ciencias, a partir de este momento y en forma progresiva esta relación resulta ser la del dominante y lo dominado. En esta etapa la naturaleza interesa al hombre principalmente por sus recursos alimenticios, energéticos y materias primas. El hombre considera a la naturaleza como un gran recipiente del que puede extraerse de manera interrumpida todo lo que se necesite, sin llegar a considerar los daños que con su actividad ocasionaría a éste, su objeto, sin considerar que dichos daños, también le ocasionarían trastornos al propio hombre. La naturaleza no es algo ajeno al hombre, no es su ser otro, sino que el hombre es parte indisoluble de ella, por tanto, no puede ser dominada, como señaló Engels, como un conquistador domina a un pueblo extranjero. En la tercera forma se ponen de manifiesto las alteraciones esenciales del equilibrio dinámico de la relación producción – naturaleza; es particularmente complicado el problema de los llamados recursos renovables de la Biosfera; se complica sobremanera el proceso de eliminación de los residuos industriales y resulta cada vez más difícil asegurar al hombre el aire relativamente puro y el agua dulce. Es por esto que se insiste en la toma de conciencia desde la posición de un ciudadano promedio, cuyo accionar se enlaza de forma concatenada con el de otros muchos, para dar un resultado con carácter social a partir de una manera distinta de concebir el mundo y las complejas relaciones que en él tienen lugar. Para estos fines es menester dar una mirada crítica a las concepciones de racionalidad que han llegado hasta nuestros días.

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Autora:

Msc. Bertha Nudis Ferrer Hechavarria

[1] James Lovelock: Bioquímico ingles, fundador de la teoría de la GAIA. sus obras más importantes son "La hipótesis GAIA: una nueva visión de la vida sobre la Tierra" y "Las eras de GAIA: una biografía de nuestro planeta vivo"

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