La sexualidad se manifiesta también a través del deseo erótico que genera la búsqueda de placer erótico a través de las relaciones sexuales, es decir, comportamientos sexuales tanto auto eróticos (masturbación), como heteroeróticos (dirigidos hacia otras personas, éstos a su vez pueden ser heterosexuales u homosexuales). El deseo erótico (o libido) que es una emoción compleja, es la fuente motivacional de los comportamientos sexuales. El concepto de sexualidad, por tanto, no se refiere exclusivamente a las "relaciones sexuales", sino que éstas son tan sólo una parte de aquél objetivo.Anthony Giddens en "La Transformación de la Intimidad. Sexualidad, Amor y Erotismo en las Sociedades modernas", afirma que la modernidad, como nueva configuración de las relaciones sociales, ha implicado drásticos cambios para la forma en que en las sociedades occidentales hombres y mujeres organizamos nuestra vida sexual. Los comportamientos de hombres y mujeres respecto al sexo sufrieron grandes transformaciones, parcialmente registradas en la Historia de la Sexualidad de Foucault, pero que, en definitiva, se conjugan con un nuevo elemento, no presente en la mencionada teoría: el amor romántico (una peculiar conexión entre la atracción sexual entre individuos y los sentimientos idealizados y sobrecogedores característicos del enamoramiento).
El amor romántico, surgido a finales del siglo XVIII y vigente aún hasta hace algunas décadas, específico de una cultura (la Occidental centro europea) se encuentra en contraposición con el subversivo, para el orden social, amour passion, amor-pasión o amor apasionado (incandescente, incontrolable). A partir del surgimiento de esta novedosa concepción, la relación sexual, el sexo carnal, quedó supeditado a los sentimientos afectivos y los lazos sentimentales que fueron asociados casi que exclusivamente con la femineidad (por supuesto, los hombres también creen en y desean el amor romántico). Los impulsos erótico-sexuales no han sido rechazados o excluidos de la relación de pareja, de ninguna manera. Estos han sido incorporados en esta nueva forma de virtuosidad de la relación en la que los elementos sublimes de ésta, la ensoñación de aquel o aquella pretendiente, priman, idealmente, sobre todo los demás.
Pero la transformación de la sexualidad es de una extensión y profundidad sin precedentes. Son dos los hechos que dan prueba más fehaciente de esta afirmación: el nuevo rol de la mujer dentro de las relaciones sexuales o, puesto de otra forma, la creciente demanda de igualdad entre los sexos tanto en éste como en otros ámbitos de la esfera social; y la salida a la luz de la homosexualidad en hombres y mujeres. Estos son los dos elementos constitutivos de la llamada "revolución sexual", cuyos efectos no dejan aún de percibirse, y cuya labor, no está, probablemente, aún culminada, pero que implicó ya, decididamente, la obsolescencia de los puntos de vista más ortodoxos sobre la sexualidad. Como otro ejemplo de estas transformaciones en la modernidad, Giddens nos propone la adicción al sexo, conducta que sólo tiene sentido en una sociedad que ha abandonado la tradición, en la que no se impone modelo social alguno, y dentro de la cual el individuo se posesiona como el forjador exclusivo de su identidad personal. Luego la sexualidad compulsiva, vista como búsqueda infatigable y, prácticamente, frustrada de la identidad a través del sexo, sólo puede entenderse allí donde se ha producido una transformación, allí donde la identidad sexual se ha constituido en un elemento central en la construcción del ego.
Estos y otros cambios genéricos en las diferentes sociedades occidentales son comprensibles en la medida en que nos adentramos hasta la chispa originaria que lo ha desatado todo. La vida personal es ahora un proyecto que cada cual construye, a su manera, a su ritmo, con la consecuente transformación de la existencia interpersonal, y la consecuente aparición de historias sexuales de miles de hombres y mujeres de distintas generaciones para quienes los marcos establecidos carecen ahora de sentido. En la sexualidad esto es claro. El estilo de vida determina un tipo determinado de sexualidad, construido abiertamente a la par de la identidad personal, y que se constituye en "un punto de primera conexión entre el cuerpo, la auto-identidad y las normas sociales". Así mismo, el amor romántico implica el cuestionamiento de los sentimientos hacia el otro o la otra, y, en contrapartida, de sus sentimientos hacia mí, de la veracidad y fortaleza de estos. Es una introspección en distintas dimensiones, es la reflexividad de la conciencia sobre los sentimientos, sobre las normas sociales, sobre el pasado, el presente y el futuro, implica la sujeción de la sexualidad a un contexto más amplio.
Para comprender esas profundas transformaciones en la forma en que los hombres y mujeres vivimos la sexualidad, para responder a cómo, cuándo y a causa de qué tuvieron lugar dichos cambios, para Giddens, es necesario hacer explícita una definición precisa o conceptualización histórica del término. Pues desde la perspectiva teórica de Foucault, a juicio del autor, en donde las instituciones sociales modernas son quienes exigen del individuo, en retribución de la expansión del bienestar social que éstas han facilitado, la represión, la coacción interna, el control de los impulsos del deseo, no es posible dar cuenta de los fenómenos que se observan en la modernidad. La producción de "cuerpos dóciles", la creación de esa "anatomía política del sexo" (ambos resultados del ejercicio constante del "poder disciplinario"), según Foucault, era una implicación necesaria dado el interés de estas instituciones en el control meticuloso de las poblaciones.
Pero, puesto que la sexualidad es un constructo social, ese, llamado por Giddens, excesivo énfasis en el discurso, en la forma en que las instituciones concebían la sexualidad, en la normativa que defendían, no permite contemplar el impacto decisivo de esos otros procesos profundos más cercanos a la conciencia, pero de una influencia de muy largo plazo, no nos deja entender la real naturaleza de la sexualidad ni sus relaciones con las formas en que, en la modernidad, los individuos construyen su identidad. Allí es cuando, para el autor, entran la difusión de los ideales del amor romántico y lo que la expansión de las tecnologías de contracepción, como consecuencia y coadyuvante, implicaron en la liberalización de la sexualidad y en la constitución de una sexualidad plástica, ya disociada de las estructuras de parentesco o de su reclusión a un simple mecanicismo de los imperativos meramente reproductivos; términos estos que capturan la capacidad de hombres y mujeres para moldear su sexualidad, a sus gustos, según sus estilos de vida, constituyéndose así en un elemento más en la construcción de la identidad. Y es precisamente en este último punto donde Giddens quiere igualmente tomar distancia de la perspectiva de Foucault. Las conexiones entre la sexualidad y la identidad que Freud sacó a la luz mediante el psicoanálisis, enseñan cuán problemática esta cuestión se transforma para el individuo en la modernidad. La identidad no es un producto de determinada "tecnología" en el sentido de Foucault; ésta es un proyecto en permanente elaboración, objeto de una extendida práctica reflexiva. Lo esencial para Giddens es pues esa transmutación del amor como fenómeno de la modernidad que ha impactado el surgimiento de la sexualidad, y que está en relación con la construcción de la identidad personal.
Alrededor de la teoría sobre la sexualidad, la masculina no ha sido satisfactoriamente evaluada a la luz de caracteres intrínsecos dentro de esta. La sexualidad masculina o más bien el desarrollo, se inscribe en una serie de traumatismos los cuales se relacionan con una figura remanente, la madre, al ser esta el primer contacto al cual es sometido un individuo se ven reflejados en esta figura, diferentes aspectos como autoridad, sentimientos y demás influencias sobre él, la separación de estos sentimientos hacia la madre generan la autonomía de tales aspectos y es donde se desarrolla la sexualidad masculina, a diferencia de la feminidad la que tiene como relación la idea de castración al no poseer como el niño un órgano genital visible que desarrolla con mayor facilidad su sexualidad.
La intimidad es un concepto que difieren y se matiza, en como lo vive la masculinidad y la feminidad sino dentro de estos mismos. La masculinidad se desarrolla con una resistencia a la expresión eufórica, por así decirlo, de los sentimientos; la feminidad por tener una noción más clara de su sexualidad, (pero sin poseer esa autonomía e individualidad característica de la masculinidad), desarrolla una complejidad de estos, lo que permite enmarcarla en una realidad casi incomprensible.
LOS NIÑOS
Estamos acostumbrados a pensar en la infancia como un estado biológico que tiene atributos psicológicos definidos, sin embargo existen diferencias entre el niño de antes y el de hoy.
Hasta aproximadamente el siglo XVII, el arte medieval no conocía la infancia o no trataba de representarla, cuesta creer que esta ausencia se debería a la torpeza o incapacidad, ya que el niño ha sido desvalorizado, marginado, reprimido y hasta ha sido considerado un ser extraño dentro de un mundo que no le concedía ningún papel y le negaba su existencia, se puede pensar que en esa sociedad de características y culturas diferentes no había espacio para la infancia.
Tiempo después, en el ambiente familiar se comienza a detectar un sentimiento hacia el niño, y se lo trata como una especie de criatura divina que hay que civilizar.
Actualmente en el siglo XXI, la niñez se desarrolla en medio de profundas transformaciones que afectan a todos los niveles de la cultura, se dice que los niños de hoy no son como los de antes; ya que los niños de antes jugaban más y con menos objetos, vestían con ropa que sus padres elegían, temían al reto, a la penitencia y a las malas notas; frente a todo esto es posible sostener que la noción tradicional de infancia como un tiempo de inocencia y dependencia del adulto se ha debilitado por el acceso que tienen los niños a la cultura popular, este acceso infantil al mundo adulto los ha convertido en "Pequeños Consumidores" que piden cada vez más y juegan menos, ya que pasan mayor tiempo frente a la televisión, computadora e internet. Estos son los chicos sobre-estimulados, que "saben todo", se creen capaces de arreglársela solos sin ayuda de los adultos.
Niños de antes
Diferentes versiones de niñez según las épocas
En los años 354 – 430 hasta el siglo IV se concibe al niño como dependiente e indefenso ("los niños son un estorbo", "los niños son un yugo"). Durante el siglo XV en la concepción de infancia se observa cómo "los niños son malos de nacimiento". Luego, en el siglo XV, el niño se concibe como algo indefenso y es por ello que se debe tener al cuidado de alguien y se define el niño "como propiedad". Para el siglo XVI ya la concepción de niño es de un ser humano pero inacabado: "el niño como adulto pequeño". En los siglos XVI y XVII se le reconoce con una condición innata de bondad e inocencia y se le reconoce infante "como un ángel", el niño como "bondad innata". Y en el siglo XVIII se le da la categoría de infante pero con la condición de que aún le falta para ser alguien; es el infante "como ser primitivo". A partir del siglo XX hasta la fecha, gracias a todos los movimientos a favor de la infancia y las investigaciones realizadas, se reconoce una nueva categoría: "el niño como sujeto social de derecho".
A partir de lo expuesto se pude decir que:
Antiguamente no se conocía la infancia, por esta razón no se trata de representarla. En la sociedad, los infantes no existían, ni se les otorgaba ningún papel; hasta finales del siglo XIII no aparecen niños caracterizados por una expresión particular, sino como hombres de tamaños reducidos, ya que cumplían las mismas funciones que el adulto, como por ejemplo salir a trabajar para tener su propio sustento; en este periodo el niño ha sido desvalorizado, marginado y reprimido.
La niñez como la etapa de desarrollo de la personalidad es una invención reciente, que nace como producto de los cambios en el modelo de producción, organización y división del trabajo, de los nuevos valores y creencias.
Durante la Edad Media la niñez abarca un periodo muy breve, desde el nacimiento y poco tiempo después, según los casos, el niño se incorpora al mundo del adulto. Podemos decir, que no existe la idea de desarrollo del niño y una concepción clara acerca de la educación para ser incorporados a este mundo. En este sentido, la alfabetización de los niños, solo estaba reservada para sectores privilegiados.
Mientras que en los sectores vulnerables, los niños eran desprotegidos y sobre ellos recaían los castigos corporales, el abandono institucionalizado.
En la Edad Moderna aparecen los primeros escenarios de la infancia, hospitales, orfanatos, escuelas; y dentro del ambiente familiar se manifiesta un sentimiento hacia el niño y se los considera como a una criatura a la que hay que civilizar y educar. Por esta razón, los hijos de las clases populares son enviados a instituciones donde se les enseña la doctrina cristiana y aprenden oficios. Los niños sin familias son albergados en casas de expósitos, hospicios, asilos.
En la Edad Contemporánea el niño deja de ser un adulto en miniatura y obtiene un status propio como grupo social. Podemos destacar también, que en este periodo se aleja la infancia del mundo del trabajo y se expresa cierto afecto hacia los niños y con más exigencias y ambiciones con respecto a su futuro, donde se acuerdan actitudes de tolerancia e indulgencia con otras de severidad e intransigencia.
Los espacios de la niñez, comienzan a tomar cierta distinción y especialización, donde se plantean los principios y mecanismos de la educación actual y socialización de la infancia; el niño es un alumno escolar, es hijo que convive en una familia nuclear y es un niño que juega con su grupo, y comparte juegos y juguetes específicos para la edad del desarrollo. Aunque, podríamos decir que, los niños de antes jugaban más y con menos objetos, como por ejemplo: una latita podría ser un carro, las muñecas no necesitaban hablar, no habían mundos virtuales; se vestían como sus padres querían, no sabían de marcas y temían al reto y a la penitencia.
Niños de hoy
Las transformaciones más generales de las relaciones entre adultos y niños, la importancia de la socialización que proponen los medios, no solo en sus contenidos sino en las formas en que construyen espectadores, usuarios o jugadores, y en los discursos mediáticos que ven una infancia en peligro o una infancia peligrosa, subrayando la violencia como forma de constitución de identidades.
Los niños se parecen al tiempo, esto evidencia que las características que cada niño tiene es propia a la época en la que vive, esto lleva a confrontarlos con determinados problemas, con instituciones particulares, con tecnologías y modos de entender la cultura que los moldearon y ayudaron a devenir adultos.
Los niños de Hoy son muy diferentes a los de Antes en varios aspectos; tienen otra conciencia de sí mismos, ya no se perciben como entidades inexpertas y dependientes de los adultos, sino que se asumen como individuos independientes y capaces en muchas situaciones de arreglársela solos.
"Equiparar el niño con el adulto tiende a descartar la fragilidad infantil y a dejar de lado la cuestión de la responsabilidad de los mayores". Los niños asumen rápidamente este nuevo posicionamiento y se comportan como "Grandes", esto despierta las quejas de los padres, quienes los consideran como desafiantes, casi incontrolables, incapaces de respetar nada ni a nadie, en definitiva son tan distintos a los de antes.
El trasfondo de la niñez moderna presenta un dibujo de " Niño Grande" que parece autoabastecerse sin depender de otros; esto ocurre porque los niños ya no se perciben a sí mismos como seres pequeños que necesitan del permiso del adulto y dependen absolutamente de ellos para actuar, si bien es cierto que no todos los niños reaccionan del mismo modo ante la nueva realidad y algunos pueden seguir manteniéndolas pautas de conductas esperadas; lo cierto es que la nueva actitud, los nuevos niños no son como los de antes y no dudan en imponerse frente a adultos que han perdido su autoridad, esta autoridad que les otorgaba el poder de saber cosas que los niños desconocían.
Hoy los adultos y los niños se encuentran en pie de igualdad respecto de la información que manejan e incluso hay sectores en los que los infantes aventajan a los mayores, por ejemplo en computación, internet y manejo de aparatos electrónicos, etc. Con todo esto no se trata de decir que la infancia ha desaparecido, que ya no hay niños, porque no sería verdad, lo que se puede decir es que existe una decadencia de la infancia moderna, que ha cambiado hasta dar lugar a esta "Nueva Infancia".
La infancia moderna que podía ser caracterizada como la "espera de ser adultos", la preparación para la llegada de la adultez ha desaparecido, en su lugar se presentan "nuevas infancias" que son infancias posmodernas que se distinguen por la demanda de inmediatez acrecentada por la cultura mediática de satisfacción consumista, la idea de espera y de iniciación a la adultez ha terminado; la infancia hoy, es un periodo que debe atravesarse lo más rápido posible, son niños que con el control remoto en la mano se convierten en "todopoderosos" capaces de recorrer los cientos de canales de la televisión por cable sin dudar ni un instante y crecen adueñándose de experiencias y saberes que a los adultos les costó tiempo procesar, son chicos curiosos que "saben todo" y con cinco años enseñan a sus padres como usar una computadora.
La vida de la nueva infancia se juega detrás de una pantalla donde no hay que esperar, donde todo está cuando y donde se quiere, canales infantiles en los que los dibujitos ya no se trasmiten de cinco a seis de la tarde solamente, por lo que no es necesario esperar hasta la hora de la merienda para verlos ya que están todo el día al servicio del niño televidente.
Son también los niños de la "adulentizacion temprana", aquellos que ingresan rápidamente en el mundo "teen" con lo cual no dudan en vestirse, maquillarse y comportarse como adolescentes aun cuando están iniciando la escolaridad.
La escuela tuvo mucho que ver con la delimitación de la infancia, tanto por la difusión de un discurso psicológico que estableció de manera específica que debía esperarse de los niños, como por la expansión de una idea de minoridad, incompletud, inmadurez que coloca a la infancia en un lugar subordinado.
La pluralidad de infancias es un elemento a destacar, en contra de la visión escolar que tendió a encerrar las experiencias infantiles en un armazón rígido que excluyo formas de ser niño o niña que no encajaban en estos parámetros; pero además hay que destacar que en el último tiempo se suceden discursos alarmantes, implacables sobre la infancia; la infancia en peligro por las nuevas tecnologías; la infancia en crisis por la irrupción de los medios electrónicos y la transformación de las familias. Cabe resaltar que si bien esta faceta de la infancia posmoderna es lo que parece predominar.
No podemos olvidar que hay "otros niños" y "otras infancias" que son las infancias autónomas, independientes pero porque sus protagonistas viven en la calle porque trabajaban desde muy pequeños y porque en ellos la figura del adulto no tiene vislumbres de protección, a estas infancias se las considera; la infancia abandonada, "La Infancia de La Calle".
En la misma vertiente se encuentran los "chicos y chicas de la noche", estos que han construido una serie de códigos que les dan cierta autonomía económica y cultural; son niños pero no infantes; no son dependientes sino independientes en la negociación diaria para lograr el sustento. Podríamos decir que no es la infancia de la realidad virtual, de las redes de computación y de los canales de cable sino "La Infancia de la Realidad Real"; aquel sobre la que pesa la exclusión (física-institucional); son los nuevos analfabetos digitales.
Es la infancia "Sospechosa", considerada altamente peligrosa por la sencilla razón de que se sospecha de su carácter infantil y se afirma que detrás de su máscara a la que se debe ternura por ser niños biológicos, se encuentran los adultos pequeños dispuestos a todo, incluso a robar o matar.
Todas las figuras que aparecen investidas de una falta de futuro y una falta de presente, son infancias difíciles de asimilar para la institución escolar.
ROL DE LA MUJER
En la Edad Moderna, todos los grandes estados siguen un modelo patriarcal que restringe a la mujer a un papel subordinado, aunque existen excepciones de mujeres con un pequeño papel intelectual, sobre todo en el siglo XVII. Existían algunas damas cultas que sabían leer y escribir, y que asistían a academias literarias y a salones nobiliarios, siempre ante la mirada satírica de algunos autores masculinos. Diversos teólogos, además, habían construido una imagen diabólica de la mujer por su papel bíblico: la pérdida del Paraíso.
Sí hubo algunos humanistas que defendían la igualdad, seguía destacando la división de géneros en la sociedad y en la familia. Procederemos a analizar ahora la posición de la mujer y sus ocupaciones según el nivel económico y social:En todos los grupos, los padres decidían el casamiento de las jóvenes tras largas negociaciones sobre la dote. En la nobleza y la aristocracia, el matrimonio era además un instrumento de la diplomacia para sellar alianzas políticas, resolver conflictos y asegurar la paz.En la nobleza y la alta burguesía, las mujeres nobles aprendían la doctrina cristiana, a leer y a escribir, costura y a veces, música. La educación se desarrollaba bien en casa, con sus madres o con profesores particulares, bien en conventos. Las amas de casa supervisaban la educación de sus hijos y dirigían a sus sirvientes. Las mujeres no podían formar parte de los ejércitos (aunque algunas desatacaron en el campo de batalla, como la famosa Juana de Arco), ni podían ser notarias, ni escribanas, como tampoco podían ocupar cargos de representación en los parlamentos locales. Únicamente podían participar en la supervisión de algunos hospitales.
Tanto en las clases altas como en las bajas, la mujer destacaba por su papel de madre. La maternidad era su profesión e identidad. Las mujeres ricas tenían más hijos que las pobres para asegurar la descendencia y también porque tenían capacidad para mantenerlos. Siguiendo con las mujeres de las clases altas, existía una negativa generalizada a amamantar a los hijos, por lo que tenían sus propias amas de cría, que podían ser campesinas que habían perdido a sus hijos o ya los habían destetado y que necesitaban algún salario extra.En las familias pobres, las mujeres realizaban cualquier tipo de tarea: limpiar, preparar la comida, cuidar de los niños o los animales (si los había), curar, tejer, etc.
A lo largo de los siglos XVI y XVII, la mujer fue excluida de ciertas profesiones por los gremios. Se consideraba el trabajo femenino deshonesto e infamante. Las mujeres campesinas y de clases bajas siguieron trabajando, no obstante; y compaginaban las tareas agrícolas con las de la casa o con la artesanía rural, la carda o el hilado de la lana, etc. También podían dedicarse al pequeño comercio de alimentos, o al servicio doméstico (sirvientas, nodrizas, comadronas, etc.)
La situación de las mujeres de nuestra época es sorprendente. Como resultado de movimientos y presiones de toda índole, han ido integrándose en los diversos ámbitos que tradicionalmente se reservaban a los hombres. Se han incorporado a su cultura "objetiva" y a cuantas prácticas forman parte de la misma; y lo han hecho, en muchos casos, demostrando una mayor competencia que los hombres. Al menos en los países desarrollados, esta incorporación no ha supuesto la pérdida por parte de la mujer de muchos de los valores y actitudes que esa misma tradición predicaba como propios de su cultura "subjetiva".
Al mismo tiempo que tenía lugar este proceso, se configuraba otro, enterrado al principio y más explícito hoy, que venía a poner en entredicho que esta situación resultase ventajosa o positiva para las mujeres. Las críticas a lo que se tenía por progreso de las mujeres subrayan la perversidad y el riesgo de esta asimilación de lo femenino a lo masculino. Ciertamente, esta retórica no es nueva y tiene ilustres antecesores, casi todos ellos críticos a su vez de la modernidad; de manera que, a medida que las mujeres van haciendo suyos algunos de los ideales de la modernidad, se levantaban voces que señalaban lo negativo de tales logros.
Actualmente abundan movimientos feministas que se mueven dentro de las mismas coordenadas. De lo que no cabe ninguna duda es de que, a medida que las mujeres se han igualado con los hombres, se ha propagado la creencia de que el mundo de éstos ha entrado en una crisis imparable. Con lo que da la impresión de que son las actuales mujeres las principales valedoras de un mundo que ellas no han hecho y del que van a ser prontamente arrojadas por una historia incomprensible e imprevisible.
Esto ha llevado a que bastantes estudios e investigaciones sobre la mujer hayan puesto especialmente de relieve los mecanismos perversos que subyacen tras cada conquista moderna, como el carácter inadecuado de los modelos utilizados en la modernidad occidental para construir las identidades y el mundo de la mujer.
En la actualidad la vida de las mujeres es cada día más interesante y retadora, está cambiando. Algunas parecen llevar mejor los retos y el estrés que esto implica; otras, no tanto. En realidad estamos enfrentando un cambio en la definición de lo que es ser mujer y esto implica pelearse con siglos de tradición. Sin embargo y para nuestra ventaja, para muchas mujeres y hombres la entrada de las mujeres en la sociedad actual ha sido una enorme bendición. Por ejemplo, representa un buen equilibrio en el mundo laboral.
Antes era probable que en las universidades no se encontraran tantas mujeres, ya que eran consideradas inferiores que los hombres; sin embargo, hoy en día ya no es tan extraño encontrar en carreras como medicina, abogacía, incluso carreras industriales, atribuidas mayormente a los hombres, a un gran número de mujeres que ganan en población a los hombres.
El rol de las mujeres hoy en día es otro, más completo y más retador gracias a que estamos más preparadas; hemos demostrado una y otra vez que hacemos un buen papel dentro del mercado laboral.
El cambio inició como una consecuencia gradual que sobrevino luego de este hecho histórico: La Segunda Guerra Mundial. Al dejar los hombres sus países, oficinas y puestos de trabajo, en ese momento ese vacío fue llenado por las mujeres, aquellas mismas que habían estado limitadas por la tradición a ejecutar solamente tareas hogareñas.
La fuerza de la historia, el peso de la tradición femenina que vamos heredando y transmitiendo de una mujer a otra no ha podido remover por completo la expectativa principal de ser mujer: casarse, tener hijos y atender su hogar.
A ello debemos sumar carreras universitarias, mujeres profesionales, competidoras agresivas, comprometidas y aguerridas. Cumpliendo las expectativas reservadas para los hombres.
Las familias han venido a pagar el costo del nuevo rol femenino, al cual todavía no nos acostumbramos del todo. Así como ha cambiado tanto la "definición de puesto" para los sexos, debido a que los hombres se encuentran invadidos en sus espacios y ya no se espera lo mismo de ellos dentro del hogar, las familias han sufrido terribles transformaciones, que en consecuencia han resultado en sociedades aún intentando comprender, para poder acomodarse.
Dentro de muchas familias, se sigue esperando que -como se hiciera en el hogar de su infancia y como lo hicieron sus madres- la mujer siga siendo quien realice las tareas del hogar.
La mujer ha logrado incorporar a las tareas de siempre (de madre, esposa y ama de casa) las nuevas que implican ser una profesional. Mientras, intenta cumplir con las "otras tareas" como llevar a los niños de aquí para allá, reunirse con familia y amigas, ir al gimnasio, seguir un régimen alimenticio, ir al salón de belleza para mantenerse "presentable", encontrar un tiempo para salir y comprarse una cosita, entre otras cosas.
Es realmente admirable lo que logramos hacer. Ésas somos las mujeres de hoy. O por lo menos, es lo que la actualidad, el mundo moderno y las nuevas tendencias están permitiéndonos escoger, conocer, expandir nuestro mundo y saber que existe una amplia gama de opciones y formas de vida.
ROL MASCULINO
En el comienzo de la modernidad el rol del hombre fue proveer a su mujer y a su familia de un sustento, ganado "con el sudor de su frente" según el relato bíblico. El hombre era el "jefe" de la familia y lideraba su rumbo; la mujer y la familia lo seguían, sin poner objeciones. Las parejas eran, en cierto sentido, como un equipo, en el que el hombre aportaba el ingreso y la seguridad y la mujer hacía las tareas del hogar, cuidaba a los niños y era el soporte de su marido. Una de las características que contribuyó a establecer estos roles era el físico. La mayor fuerza del hombre respecto de la mujer era una diferencia fundamental en una sociedad donde la supervivencia dependía del esfuerzo físico, ya sea para cazar, hacer trabajos pesados o para luchar.
En la sociedad postmoderna, las características que en la modernidad reflejaban las diferencias de género con el tiempo se diluyeron, logrando en varios casos el cambio de roles. A lo largo de la historia, particularmente en el último siglo, la mujer logró imponer sus derechos y alcanzó una relativa igualdad con el hombre. Su rol protagónico creció a medida que las características que hacían que la sociedad fuera "hombre-céntrica" desaparecían. Hoy las mujeres tienen y hacen todo lo característico a ellas… y todo lo característico de los hombres también: son madres y esposas y también jefas y líderes. En paralelo, el rol del hombre perdió su sustento. En la nueva situación el rumbo familiar se define en igualdad (y muchas veces las mujeres tienen una idea más clara del rumbo a seguir que los hombres), ambos trabajan y en muchas oportunidades realizan las mismas tareas. Con el avance de la tecnología y la implementación de maquinarias en las fábricas, hacen que el hombre pierda valor a la hora de realizar trabajos pesados, ya que de a poco el hombre está siendo reemplazado por maquinas, quedando muy pocos trabajos donde lo físico juegue una diferencia tan importante como para que el trabajo sólo pueda ser realizado por hombres. La "racionalidad lógica" y la eficiencia están obligadas a dar paso a la creatividad, las emociones y las relaciones sociales. Todo esto, se supone, no es el fuerte de los hombres. Es así que, a medida que la sociedad de la información avanza, las características que priman son las de la mujer mientras que el hombre y su estereotipo parecen abandonados sin un destino o un fin claro.
En la postmodernidad, a diferencia que en la modernidad la mujer busca al hombre con el fin de tener una compañía y no una persona que le permita poder avanzar y progresar en la vida, ya que la mujer se está volviendo autosuficiente y puede cumplir sus objetivos sola. Esto ocasiona una crisis en el hombre, teniendo como problemática que la vara de exigencia para el hombre en este contexto se mantiene, porque el estereotipo masculino sigue vigente: el hombre tiene que, de alguna manera, ser superior a la mujer. Por ejemplo Si la mujer gana bien, el hombre tiene que ganar mejor; si ella tiene claro el rumbo, él lo tiene que tener todavía más claro. El hombre se encuentra así con una situación difícil: no es necesario (ni para sostener a una mujer, ni para trabajar en la nueva sociedad en formación) pero se le exige igual que si lo fuera. Sin embargo, en la medida en que se siente desplazado y sin un lugar en la sociedad, se dedica a "disfrutar de la vida". No quieren compromisos: trabajaron toda la historia de la humanidad para lograr el sustento familiar, ahora ya no son necesarios, las máquinas y las mujeres pueden hacer lo que ellos hacían. Es por esto que el hombre trata de buscar distintas salidas y busca cambiar el estereotipo de hombre planteado en la modernidad.
CONCLUSION
Las familias a través del tiempo, han buscado siempre y bajo las circunstancias, creencias y costumbres, permanecer unidas. Porque de esta manera los seres humanos han encontrado el punto de partida de su desarrollo como individuo y como sociedad. Es la familia la encargada de establecer vínculos de comunicación y canales de evolución en todos los aspectos del hombre. Desde que se establecieron las normas y leyes, se pretende lograr la integración del ser humano al núcleo familiar, donde se valorizan los mismos valores, ya que forma y reforma a cada uno de los individuos que pertenecen a ella.
Era así, la misma sociedad, la encargada de formular los prototipos aceptados por ella, y que debían ser cumplidos más por convicción que por obligación, tales como el matrimonio, la procreación, la religión única, la educación de género, etc. Pero esta convicción, a través del tiempo, se ha roto por numerosos y variados factores, en los que hay un denominador común: la diversidad.
La familia nuclear propia de nuestra sociedad moderna industrial llega a su plenitud con la posguerra. Pero el optimismo de esos años resulta engañoso. Enseguida se producen cambios drásticos: la píldora y la revolución sexual permiten disociar sexualidad y reproducción (en nuestros días la ingeniería genética ya hace posible la reproducción sin sexualidad). La mujer se incorpora de forma creciente y masiva a la educación y al mundo del trabajo, fuera del hogar, y la conciliación de vida laboral y vida familiar se convierte en un tema estrella del debate público.
La inserción de la mujer en el mundo del trabajo es uno de los factores esenciales que ha modificado la estructura familiar. Se trata, ciertamente, de un hecho positivo ya que permite a la mujer desarrollar todas sus cualidades, liberándola de la obligación de elegir por fuerza o de modo exclusivo la vida familiar. Al mismo tiempo, sin embargo, plantea cuestiones y dificultades completamente nuevas y de solución muy difícil ya que la mujer, sobre todo en los primeros años del matrimonio, cuando los hijos son pequeños, es determinante para la estabilidad y fortaleza de la familia, pero todavía se está muy lejos de encontrar sistemas adecuados que permitan compatibilizar correctamente las obligaciones profesionales y las familiares.
El logro de la igualdad entre el hombre y la mujer es asimismo una novedad muy importante y positiva que ha supuesto una revolución en la estructura familiar pero que, por eso mismo, no está exenta de problemas.
Hoy en día se habla de que el matrimonio no debe ser para toda la vida, que existe la posibilidad de un divorcio, de una unión libre, de una permanencia en la soltería, la gente deja de casarse con esa idea que es remplazado por un "a ver cómo me va".
Como cierre de este trabajo podemos decir que, con el paso de los años, notamos transformaciones positivas. Si bien existe otro grado de complicaciones en las familias, por cuestiones económicas, por convivencia, pero creemos que siempre los cambios fueron para mejor, para un crecimiento a futuro, rompiendo con las estructuras rígidas del pasado.
Autor:
Elizabeth
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