La Ley de la Entropía: Es la segunda Ley de la Termodinámica. La Entropía puede concebirse como la medida del equilibrio de un sistema; como también puede entenderse como la medida de la desorganización existente en el mismo sistema. La Ley afirma que la Entropía — el desorden de un sistema aislado —- nunca puede decrecer. Por consecuencia, cuando un sistema aislado logra llegar a un estado de configuración de la máxima Entropía, no puede efectuar más cambios: Ha llegado a su estado de mayor equilibrio. Basado en estos principios de la física, se puede concluir que la Naturaleza parece "preferir" el desorden o el caos.
El comer, el dormir, el beber, el ganar y el perder de peso, la reducción del estrés y la homeostasis emocional, entre otras funciones; son actividades de nuestras existencias que nosotros creemos que solamente, pueden explicarse, con la asistencia del entendimiento de las leyes universales y de las físicas, que rigen nuestro Universo.
Podemos afirmar aquí, que nuestro Mundo, nuestra galaxia y el Cosmos en el cual están situados, existen en un área enigmática del Espacio. Área cuyos orígenes y formación han resistido toda clarificación, incluyendo las avanzadas por tantos intelectos notables, quienes han tratado, inútilmente, el uso de las hipótesis más complejas para explicar nuestra presencia en este planeta, y la posibilidad plausible de que haya vida inteligente (similar a la nuestra) en algún otro rincón del espacio sideral — De la misma manera, nadie ha podido ofrecernos una descripción meritoria de lo que llamamos nuestra Creación u Orígenes.
Los esfuerzos que se han hecho en la dirección de establecer contacto y comunicación con otros seres vivientes en cualquier lugar del Universo han resultado en retornos tan fútiles como infructuosos.
Parece ser, que estamos solos…
Existimos, vivimos, pensamos, sentimos y esperamos; todo esto lo hacemos, sin saber ni el porqué ni el propósito cierto de nuestras vidas.
A pesar de todos sus logros fabulosos y espectaculares, nuestras ciencias más exactas están dominadas por las presencias intrínsecas y constantes de elementos conocidos como la Incertidumbre. Nuestras economías, nuestros negocios, nuestras vidas, nuestros destinos y, aún, nuestros conocimientos científicos carecen de sistemas propios que les permitan pronosticar con certidumbre los resultados de sus esfuerzos o la visualización clara de eventos actuales o de tendencias futuras.
Somos seres inteligentes quienes oponen lo inevitable de la muerte, y que tratamos (de cualquier manera) la prolongación de nuestras vidas, tan enigmáticas como misteriosamente triviales.
Cuando, a veces, resistimos nuestra progresión natural hacia la vejez sin achaques, a veces lo hacemos de modo extravagante. Hemos hecho progresos indiscutibles en los campos frívolos de la cosmetología y de las modas. Pero, sin embargo, aún no podemos predecir el clima con certeza, o adoptar un plan de control del sobrepeso que funcione universalmente para todos. No ha sido hasta muy recientemente cuando hemos comenzado a entender los mecanismos fisiológicos que, desencadenados, conllevan a nuestra muerte — para muchos, el más temido, aunque sea el más inexorable, de nuestros destinos.
Hay mucha validez en la aserción que nos aconseja, que mientras más creemos saber y conocer, menos comprendemos. Porque nuestras existencias, como parte del universo, están íntimamente asociadas con la presencia constante de los principios físicos conocidos como los Principios del Caos, de la Complejidad y de la Incertidumbre.
Debido a la intensidad de nuestras dudas y de nuestros miedos, tan ciertos como universales, el status quo que hasta hace muy poco tiempo había existido entre la Religión y la Ciencia se ha quebrado. Tradicionalmente, se mantenía que la Religión se ocuparía de los asuntos de la fe y del espíritu, mientras que la Ciencia se ocuparía de la investigación pura, con fines a la demostración validada de los asuntos bajo su dominio. La misma tregua (o status quo) que fuera lograda, luego de siglos de disputas amargas, dejó de existir, porque en este momento de nuestras historias la Religión y la Ciencia están envueltas en una dialéctica acalorada acerca de la esencia de nuestras existencias, tanto individuales como cósmicas, y de sus propias congruencias intrínsecas, como sistemas ideológicos.
Hace unos años que, algunos científicos, decidieron reanudar en el Santa Fe Institute en New Mexico, la trayectoria de la senda que, hace mucho les trazarían algunos de los investigadores más notables en la historia del conocimiento:
Galileo, quien con sus observaciones telescópicas nos removió del foco religioso del prejuicio que nos impedía visualizar nuestro sistema solar.
Darwin, quien con sus teorías revolucionarias, nos negara el trono terrestre y nos asignara a ser, nada mejor que, otra especie más, de las tantas que evolucionan.
Newton, quien, asistido con los descubrimientos de otros, nos proveyera el entendimiento y las aplicaciones de algunas de las leyes fundamentales y básicas las cuales mantienen el orden del universo.
Los miembros de los Grupo de Santa Fe y Los Álamos, han propuesto que los principios de la Entropía, y los de las teorías del Quantum, del Caos, de la Complejidad y de la Incertidumbre, pueden ser utilizados como herramientas precisas en nuestros esfuerzos hacia la explicación científica de los misterios asociados con nuestra creación.
¡Ambiciosa tarea la de los Grupos de Santa Fe y Los Álamos!
Intermezzo:
Es conveniente y apropiado, aquí destacar, que en este momento preciso de nuestras vidas colectivas, nuestro mundo civilizado está ensimismado con el advenimiento de un resurgimiento generalizado de sentimientos religiosos y espirituales. Este movimiento tal vez, en parte, deba sus ímpetus al hecho que todos parecemos reconocer (como a menudo ocurre), simultánea y misteriosamente, el hecho de que la Ciencia, y en cierto modo, las religiones tradicionales, nos han fallado en cumplir la promesa de ofrecernos la organización esperada y las respuestas que buscamos, para dotarnos con la paz anhelada, las direcciones futuras y las armonías ansiadas.
No es ésta la primera vez, que en el transcurso de la progresión de nuestras vidas, nos hemos tornado en direcciones internas en un esfuerzo de tratar de resolver los misterios de nuestras existencias, de explicar la aparente futilidad de la vida para así poder entender y confrontar mejor nuestras muertes inexorables. Estos derroteros internos y espirituales, se apartan de las derivas tomadas por la Ciencia, la cual tradicionalmente se oculta en las torres de marfil de sus laboratorios, dando preferencia a seguir la ruta abierta por el Camino Real del experimento controlado.
Puede ser que estos fenómenos y transformaciones que ahora nos preocupan, coincidan con los enigmas y con las expectaciones místicas que tradicionalmente precipitan el rito de pasaje que fuera la llegada de un nuevo milenio, y que la trascendencia de ello nos conduzca a sentirnos inclinados hacia ese impulso de elevación espiritual. O puede que sean otros factores los que confluyan para que nos encontremos orientados en la dirección de la espiritualidad nueva que nos rodea. Lo que sí es indisputable, es el hecho de que, definitivamente, hemos experimentado un retorno a las devociones religiosas, aunque estas no sean necesariamente las tradicionales, o las mismas que de antaño estuviésemos acostumbrados.
En este empeño, gozamos ahora con el auxilio (a veces oportunista) del retorno de filosofías caducas, muchas de las cuales se habían abandonado; de la reaparición de doctrinas religiosas cuyas existencias se habían desechado y de un inesperado interés formal por parte de algunos científicos, de utilizar sus métodos y sus herramientas, tanto de laboratorio como empíricas, para intentar resolver los misterios que nos ocupan, para elucidar respuestas a las preguntas que nosotros mismos nos hacemos y para reconciliar aquellas cosas que, hoy día parecen permanecer permanentemente tan irresolubles como irresueltas.
Los científicos a quienes aquí me refiero, comenzaron hace unos años una serie de jornadas de investigación en las aulas y en los salones de conferencias del Santa Fe Institute, de la School of American Research, también en Santa Fe, y de Los Álamos National Laboratory; este último situado en las lomas del norte del estado de New Mexico, lugar donde se desarrollara, con mucho disimulo, la primera arma termonuclear, la cual, todos sabemos que, cuando fuera detonada en las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, resultó en la rendición del Japón, poniendo trágico y apocalíptico fin a la Segunda Guerra Mundial.
Nuestra primera visita de seis meses, en diciembre del año 1996 a esta región de New Mexico, obedeció a un deseo de explorar y de visitar personalmente los lugares en los cuales la épica de los anhelos del Grupo de Santa Fe se originara. Los mismos sitios donde las investigaciones, los debates y los diálogos a los que aludiera antes, se han, y se continúan tramitando. He aquí también, donde se hallan los mismos pueblos indios, donde los habitantes, usando las herramientas de la Religión y de la Fe, ponderan (como lo hicieran sus antepasados, antes de la llegada de los conquistadores) los mismos enigmas que hoy ocupan a las lumbreras del Instituto de Santa Fe y de Los Álamos. Sin embargo, en el caso de los indios y de los creyentes y Penitentes nativos, ellos lo hacen practicando los principios místicos y observando los ritos de las tradiciones religiosas que heredaran de sus antepasados las tribus Anazasis y Tewas y, eventualmente de los conversos reacios, que Coronado y sus tropas hicieran de entre sus poblaciones, cuando realizaran su entrada victoriosa, en el nombre de España y del catolicismo, en esta región, allá por los años de los 1540.
Los Alamos National Laboratory
El laboratorio de Los Álamos, lugar que no hace mucho tiempo fuese recubierto con el mayor de los secretos y protegido por los sistemas de seguridad más sofisticados, se encuentra hoy rodeado por una ciudad limpia y progresiva, donde se alojan sus nuevos ocupantes. Estos son científicos que ya no se especializan solamente en el estudio de la fisión nuclear y en la creación de explosivos cada vez más destructivos, si no que entre los profesionales de esta nueva generación se cuentan teóricos en el campo de la física, cosmólogos, matemáticos a-lineares, biólogos, psiquiatras, antropólogos, economistas e inmunólogos entre otros.
Por razones de geografía y de historia, la región del norte de New Mexico fue lógicamente la llamada a convertirse en este centro fundamental donde investigadores destacados, provenientes de todas partes, combinaran sus talentos con el propósito de descubrir la esencia de nuestra creación, amén del bono incidental de poner en duda con sus interrogaciones (o quizás en la propia perspectiva) los principios más básicos (¿sacrosantos?) del campo, que hasta no hace mucho fuese considerado, casi infalible, de la Ciencia.
Esta es la historia:
Todo comenzó en la ciudad de Santa Fe en mayo del año 1989. Unos cuarenta científicos, procedentes la mayoría de los Estados Unidos y los demás de Alemania, Inglaterra, Francia, Israel y el Japón, aceptaron una invitación para una reunión en el St. John"s College, el cual está localizado cerca del centro de la ciudad de Santa Fe.
La invitación para este evento, de naturaleza extraordinaria, fue enviada por Wojciech H. Zurek, un físico nacido en Polonia quien trabaja en el Laboratorio Nacional de Los Álamos (Los Alamos National Laboratory) en la sección de la Astrofísica Teórica. El tema para este simposio fue dado como el siguiente: "Complexity, Entropy, and the Physics of Information" (Complejidad, Entropía y la Física de la Información.
Zurek, ofreció como razones para promover el simposio, la idea de que el campo de la Ciencia está perturbado por los espectros de las teorías de la Disciplina y de la Información. Él propuso, que hay un territorio fronterizo y colindante donde las ciencias de la Información, la Física, la Complejidad, la Teoría del Quantum y de la Computación convergen, confluyen y se amalgaman.
Para simplificar estos conceptos, básicos a la tesis de este ensayo, la creencia fue que parece ser que existe una conexión misteriosa entre los Sistemas de la Información, de la Energía, de la Complejidad, de la Incertidumbre y de la Entropía (la medida del desorden o de la desorganización en un sistema).
Acerca del concepto importante de la Entropía, se ha postulado que, si se deja tranquilo, solo y sin perturbarse, todo sistema físico, eventualmente progresa más y más hacia la inestabilidad de la desorganización — en otras palabras, entra en un estado en el cual el desorden predomina — un estado de caos.
Siguiendo los principios obtenidos como resultado de sus especulaciones, los científicos que continuaran y que continúan asistiendo a las reuniones regulares del Instituto de Santa Fe, aún persisten en sus esfuerzos de tratar de hallar pruebas para darle validez y soporte a sus ideas hipotéticas de que nuestro universo, en su creación no fue más que "una onda de probabilidad de la Teoría del Quantum."
Para demostrar en parte esta hipótesis, se especula lo siguiente: Dos de las Leyes Físicas de la Termodinámica mantienen que: (La primera) toda energía siempre se conserva, que no puede ser ni creada ni ser destruida, si no que puede, simplemente, ser convertida de una, a otra forma. La segunda, mantiene, que cuando la energía se aplica, que ésta se degrada.
Fue el físico Rudolph Clausius, en Berlín, quien impresionado profundamente por este cambio inevitable de toda la energía, progresando de energía útil a energía inútil, que acuñó el término Entropía como la medida de este desorden inherente a todo sistema.
Ahora bien, en nuestros mundos privados, en nuestros universos propios e internos, en nuestros microcosmos, lo mismo que sucede en el Universo, cada célula viviente en cualquier organismo, consiste de una combinación de las mismas cincuenta moléculas orgánicas conocidas. Esas mismas moléculas orgánicas y vivientes, que organizadas proveen la vida, por razones aparentemente extrañas, se derivan de minerales y de substancias no vivas… de substancias inertes… de substancias yertas.
Aquí se presentan algunos de los argumentos difíciles que han ocupado las mentes de nuestros investigadores en Santa Fe:
• ¿Cómo pudo haberse originado el Universo de la pura Nada?
• ¿Cómo se pudo derivar nuestro Mundo de la neblina del quantum?
• ¿Cómo se origina la Vida de un agrupamiento fortuito de moléculas inanimadas?
• ¿Cómo se origina la Mente de la función del cerebro?
• ¿Cómo podemos predecir el comportamiento de los mercados y de los fenómenos meteorológicos?
• ¿Son ciertos los principios "científicos" que gobiernan la ciencia de la Economía?
Usando los métodos disponibles y accesibles a la ciencia moderna, estos hombres del saber, movidos por el "espíritu de Santa Fe", han avanzado algunas hipótesis de elegancia indisputable y de sofisticación impresionantes.
¿Pero son ciertas sus conclusiones?
Nuestro propósito aquí, es tratar (como lo hacen en Santa Fe los representantes de disciplinas, aparentemente tan distantes, como lo son las de la Ciencia Económica y la Meteorología) de adaptar las aplicaciones básicas de los raciocinios de los conferencistas del Santa Fe Institute, para intentar imponer orden y desarrollar principios coherentes para nuestros esfuerzos en el tratamiento de pacientes sufriendo de las disorexias (especialmente la obesidad y la dieta) y de depresiones; y para procurar darle alivio a las crisis de incertidumbres que, a menudo los acongojan a ellos como pacientes, a sus familias, a nuestras naciones y sociedades y aún a nuestras industrias y economías.
Un concepto de un valor metafórico indispensable para lograr un mejor entendimiento en lo que elaboramos en nuestra Tesis, es la aplicación del concepto de la existencia de de un sistema metabólico universal:
Harold Morowitz propone, en el esquema de los principios de la complejidad de la formación y de la evolución de la vida orgánica en nuestro planeta, la existencia de un Cuadro Metabólico Universal.
Este Cuadro Metabólico Universal postula los siguientes principios básicos y constantes:
• Que cada célula (parte de cualquier organismo) en nuestro planeta consiste de una combinación de las mismas cincuenta moléculas orgánicas, en existencia conocidas.
• Que todos los animales derivan su energía de la ruptura de los azúcares, las tiobacterias y de los sulfuros; mientras que las plantas derivan la misma energía de la actividad de la luz del sol… y que asimismo, sorprendentemente, todas las reacciones químicas fundamentales para lograr esos fines, permanecen universalmente uniformes a través del espectro.
• Que toda célula (sea ésta vegetal o animal), utiliza solamente cuatro tipos de nucleótidos, veinte clases de aminoácidos y que su código genético, invariablemente está contenido en los sistemas ADN o ARN.
• Que toda energía celular se conserva en vínculos de fosfatos, por medio de los cuales, la adenosina difosfato se convierte en la adenosina trifosfato.
Es obvio, si uno sigue los principios que hasta ahora aquí se han presentado, que como seres vivientes nosotros somos parte íntima e integral de las organizaciones cósmicas que nos engolfan y, que como tales somos miembros de la orquesta que ejecuta sus melodías bajo la batuta incógnita de un Orden Universal.
De esta manera, nuestros comportamientos, y las direcciones que toman nuestras vidas debiendo, por fuerza, de estar regidos y organizados por los mismos principios fundamentales.
No podemos explorar, no podemos inventar, no podemos observar, no podemos razonar, no podemos existir, fuera de ese orden primordial. Lo mismo, que tampoco podemos hacer es librarnos de nuestra tendencia, innata a nuestro género, de catalogar y ordenar aquellos asuntos que nos parecen inexplicables. Tenemos que iniciar nuestros esfuerzos en la dirección tramada, procediendo desde la premisa de que, como observadores de nuestras existencias, somos parte de aquello mismo que queremos comprender y observar. Poniéndolo de un modo diferente: no podemos pretender que nuestras explicaciones científicas o nuestras creencias religiosas existan en un horizonte extra cósmico y etéreo en el cual no participamos, situándonos convenientemente, como tantos lo hacen, en un nivel removido y superior, sea éste extra cósmico, científico o espiritual.
Deben de existir leyes, muchas de las cuales permanecen aún indefinidas, responsables por gobernar y determinar nuestras adaptaciones, nuestras exploraciones, nuestras ansiedades, nuestras tendencias básicas, nuestras organizaciones estructurales, nuestros comportamientos heroicos, nuestras cruzadas religiosas, nuestras teorías científicas, nuestros comportamientos de pioneros, exploradores, astronautas o cosmonautas o, aún como víctimas de sacrificios expiatorios por la causa o por el beneficio común.
Ni la Religión, ni la Ciencia nos han ofrecido aún, ni la Razón Última ni la Solución Final a estos asuntos.
Es preciso que aquí aclaremos, que los miembros del Grupo interdisciplinario de Santa Fe y de Los Álamos han demostrado un coraje y una integridad extraordinarias para debatir (poniendo en duda) sus propias doctrinas científicas y creencias fundamentales.
Como es necesario asimismo que reconozcamos también que la admisión aplazada de la validez de la Teoría de la Evolución por el Papa consistió en un paso ineludible aunque tardío en una dirección acertada y lógica.
Prosiguiendo y resumiendo, puede repetirse que el ser humano posee una tendencia (una "obsesión", dicen algunos) de ordenar, organizar y de explicarlo todo, y aún, de explicarse a sí mismo.
Sabemos, aquí repetimos, que, de acuerdo con el esquema universal, todo ser viviente está compuesto por una recombinación de las mismas estructuras químicas.
La uniformidad de nuestra nutrición, y la de todos los organismos están contenidas (como antes hemos dicho) en el Cuadro Metabólico Universal.
El ser humano es más complejo por ser único en una variedad de aspectos: por estar dotado de la locomoción bípeda, por hacer uso del dedo pulgar yuxtapuesto al índice, de los símbolos del lenguaje hablado y escrito, por poseer el cerebro más desarrollado que existe en la Naturaleza, siendo este el único órgano en existencia que especula acerca de sus propias funciones. El ser humano posee también la función del estado de la conciencia mental, en otras palabras, de su self consciousness.
Nuestra inteligencia es tan desarrollada que nos permite diseñar y construir máquinas tan sofisticadas y computadoras tan poderosas que han logrado desafiar la gravitación de la Tierra llegando a altitudes siderales mucho más ambiciosas de las que el mitológico Ícaro lograra en su vuelo ficticio.
El ser humano, sin embargo, en sus esfuerzos arduos tratando de catalogar sus propios enigmas, hasta ahora aparentemente insolubles, ha creado un tesoro de conocimientos científicos, los cuales, como el Aprendiz de Mago de la fábula, a veces no ha logrado enjaezar.
De Los Álamos y de Santa Fe a la Mesa
Todo estudiante serio de la naturaleza de los miembros de nuestra especie, a veces (muy a menudo) observa con asombro, la inhabilidad aparente que poseemos de abandonar actividades y comportamientos los cuales reconocemos como positivamente destructivos y mal adaptables.
Fumamos, bebemos, comemos en exceso, engordamos y no seguimos los regímenes que nuestros médicos nos asignan. Algunos de entre nosotros arriesgan sus vidas en la experimentación con las drogas, las substancias alucinadoras, los ascensos de montañas inaccesibles y otras actividades espeluznantes las cuales ponen nuestras vidas en peligro.
Las razones por las que hacemos estas cosas son muchas y variadas. Pero un tema que, a menudo está presente en ellas, es el que ofrecen los seguidores del Psicoanálisis Freudiano: Cuando se conquistan peligros y se desafían fuerzas amenazantes, apostando, como si fuera con la muerte, alcanzamos una medida cierta (aunque efímera) de autoafirmación y de autodefinición. Creemos (furtivamente) que estamos dotados con los dones de la omnipotencia, de la omnisciencia y de la inmortalidad.
De este modo nos clasificamos, afirmándonos a nosotros mismos: ¡Somos especiales, privilegiados, únicos e invulnerables!… La compulsión precisa que motiva en sus tareas religiosas a los indios de las lomas del norte de New Mexico y a los científicos de Santa Fe. La obsesión de catalogarnos, de definirnos y de explicarnos a nosotros mismos.
Cuando se aborda el misterio que rodea a las razones por las cuales mujeres anoréxicas se autodestruyen en aras de una belleza improbable (ya que lucen cadavéricas). Una de las teorías dominantes y de la mayor aceptación, ha propuesto que la anoréxica utiliza sus capacidades extremas de tolerar el tormento ascético que deriva del hambre ignorada, para de ese modo lograr una medida de control en su universo (o microcosmos) el cual careciera de otro orden propio. En otras palabras, mientras está reducida a la sombra de un esqueleto desagradable, la anoréxica puede jactarse de ser la envidia de otras mujeres quienes aspiran a ser delgadas, ya que ella ha logrado, aunque al extremo, la meta imposible a la que todas anhelan y no pueden lograr.
Todos sabemos del efecto desconcertante y aún trágico que resulta cuando una anoréxica es forzada a ganar de peso. Pánico resulta. La anoréxica defiende sus logros dudosos por medio de la mentira, de la decepción, y de la manipulación furtiva, para permanecer definida de un modo tan obviamente aberrante y poco natural. La anoréxica, con su Resistencia al tratamiento y al cambio, ha logrado encontrar en su mundo secreto lo que los investigadores de Santa Fe y los Álamos buscan y quieren encontrar con sus cálculos matemáticos y con sus teorías de la física de partículas subatómicas y de la Energía: Ha encontrado orden y coherencia.
La Resistencia, que se acepta, y que se considera parte intrínseca de todo tratamiento existencial y psiquiátrico, parece obedecer a esquemas y principios arcaicos cuyas fuentes son tan rígidas en sus fundaciones, que no son fáciles de disipar con la simple llamada al uso de la Razón, por parte de los pacientes.
Los Penitentes de las aldeas cercanas a la villa de San Ildefonso, en las colinas del norte del estado de New Mexico, y las personas que han reportado visiones y apariciones en las villas de las Truchas, y Chimayó; afectando los moradores de los pueblos de Córdova, El Valle, Ojo Sarco, Peñasco y Holman. Son habitantes de villas pequeñas situadas, como en el paisaje toscano, colgadas precariamente en los lados de las lomas, en la ruta empinada que conduce hacia Taos, perdidas dentro del marco provisto por la belleza espectacular de las Montañas de Sangre de Cristo, que así son llamadas por el color carmesí con que las pinta el sol poniente, o en las lomas cercanas de Jémez. Estos indígenas píos que aquí viven, hacen sus contactos espirituales con sus deidades preferidas logrando la medida de organización cósmica que también ellos anhelan.
¿Pero son los residentes de estas regiones diferentes de los científicos de Santa Fe más abajo y de los Álamos hacia más arriba?
¿O que las anoréxicas en Sídney, Santo Domingo, Londres, Milán, La Romana, Jerusalén, Santiago o Punta Cana?
Nosotros creemos que no.
El historiador Rudolph Bell, alude a fuerzas espirituales y profundas cuando analiza el estoicismo ascético de las anoréxicas de siglos pasados en su libro Holy Anorexia. La renuncia a los "apetitos" de la carne, exaltaba el alma, proveía control y aproximaba la penitente a la deidad.
Podemos aseverar, que el hambre auto-impuesta y el ascetismo forman parte de nuestro esquema universal. Podemos también asumir, que debido a sus orígenes remotos y fundamentalmente básicos, que éste es un factor que hace de la Anorexia Nervosa una condición tan difícil de comprender y tan resistente a todo tratamiento.
La Anorexia Nervosa y su hermanastra infeliz, la Bulimia Nervosa existen (parafraseando los sabios de Santa Fe) en la frontera del caos.
Tan difícil es tratar estas condiciones, porque es tan difícil captar la esencia de sus complejidades… pero, a pesar de ello, tantos "terapeutas", sin la experiencia y sin los conocimientos debidos se lanzan audazmente en cruzadas curativas de justificaciones dudosas… los aprendices de mago… los profetas de las calles…
Acerca de la Gordura y de la Dieta.
El Cuadro Metabólico Universal, existe aparentemente, para proveer todos los organismos vivientes con un esquema colectivo, útil y simplificado de las estrategias esenciales para la supervivencia.
Cuando observamos la Naturaleza en su forma más pura y tranquila, derivamos conocimientos útiles en el modo como han distribuido, entre ellos, animales y plantas los nichos ecológicos que les permitirían sobrevivir sin competencia innecesaria por los recursos existentes, logrando capitalizar de un modo eficiente en los alimentos disponibles.
Estos sistemas estratégicos se observan muy claramente en el jardín zoológico natural que impresionara a Darwin: el de las Islas Galápagos.
Entremos al mar abierto y observemos las aves que giran en el aire, utilizando las corrientes atmosféricas para reducir el uso innecesario de energía física, mientras examinan las actividades que se perciben en las regiones sumergidas para lograr capturar a su presa.
Imaginemos por un instante, que de un modo inexplicable esa gaviota, picadero o tijereta, repentinamente, y, por virtud de una sobrealimentación mal-adaptadora, triplicase su peso, incrementando su volumen corpóreo… esa ave desafortunada, no podría levantar el vuelo, despegando con su carga agobiadora de grasa y, si lograra despegar, no podría utilizar las corrientes atmosféricas para mantenerse en las alturas. Tan simple…
Es que existe un balance exquisito y preciso entre los alimentos disponibles y la capacidad de utilizarlos por los seres vivientes a quienes están destinados sustentar.
Para lograr, regular y mantener el balance natural que controla el Cuadro Metabólico Universal, los seres vivientes están dotados por la Naturaleza con sistemas arcaicos y de equilibrio los cuales obedecen leyes tan reales como lo son las leyes físicas que hoy se aceptan para explicar el orden cósmico y la homeostasis universal.
Los seres humanos, no derivan beneficios asociados con los extremos de la gordura o de la flacura.
Los seres humanos no perciben beneficios tangibles con el logro permanente del sobrepeso excesivo.
Los seres humanos sufren consecuencias horrendas cuando pagan el precio de una hartura.
Pero al ser humano moderno, le deleita poder definirse a sí mismo en las indulgencias llamadas "Jornadas Gastronómicas".
Al ser humano le produce placer poder reventarse comiendo en desproporción substancias, ingratamente incomestibles, extrañas y "sabrosas" mientras, pasivamente espera el descubrimiento de nuevas comidas dietéticas, las cuales permitirían los excesos extremos, sin pagar el peso de la gordura.
Placer… placer aún en las cosas naturales, necesarias y esenciales… placer… Placer en el comer…
Placer anticipado, cuando al levantarse, se empieza el día con pensamientos epicúreos, con el deleite anticipatorio de manjares suculentos y de refacciones opíparas; cuando desde la distancia de nuestras oficinas o lugares de trabajo, nos encantamos y salivamos en adelanto de probar aquel u otro bocado que está en la nevera esperándonos para saborearse.
Algo básico y extraordinario ha pasado que puede ser la razón para explicar este desvío increíble de la ruta de comer trazada para nosotros por la Naturaleza misma.
Lo que nos pasó:
Aunque los físicos de Santa Fe y Los Álamos no lo han logrado confirmar; la trayectoria ambiciosa de la Ciencia ha sido siempre la de descubrir y aplicar las leyes fundamentales que rigen el Orden de nuestros destinos. En esa búsqueda han gozado de un alcance y de hallazgos todavía modestos… pero mucho se ha logrado.
Nosotros comemos y engordamos, porque hemos subvertido el Plan Natural, transformándolo en un ejercicio de placeres indómitos y sensoriales. De la misma manera, hemos subvertido nuestra sexualidad mientras renunciamos nuestros valores éticos.
El hombre moderno ha abdicado la noción de la existencia de un Principio de la Realidad y se inmola en aras del Principio del Placer —- adelantando de esta manera su cita con una muerte, a la que pretende escapar…
Referencias:
White, M: (1997) Isaac Newton: The Last Sorcerer Addison Wesley NY
Sobel, D: Galileo"s Daughter (1999) Viking NY
Larocca, F. E. F: La Teología de la Relatividad (Psikis, 2007)
Johnson, G: (1999) Strange Beauty: Murray Gell-Mann and the Revolution in Twentieth-Century Physics Alfred A. Knopf NY
Johnson, G: (1995) Fire in the Mind: Science, Faith and the Search for Order Vintage NY
Bell, R. M: Holy Anorexia (1985) University of Chicago Press
Autor:
Dr. Félix E. F. Larocca
felix_larocca[arroba]yahoo.com