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Recuerdos no olviados(Segunda parte) (página 2)


Partes: 1, 2, 3

Cierto día del mes de marzo de 1958, quizás cuando llevaba un par de semanas en el campamento, bajo el mando interino del capitán Ramiro Valdés, se anunciaba que el Che llegaba al frente de una larga arria de mulos bien cargados. Recuerdo que una ola de júbilo recorrió el campamento., no sólo por el arribo del insustituible jefe, sino porque nació en todos la esperanza-incluido yo- de que al fin comeríamos algo más que la solitaria malanga, sin sal ni manteca, que desde hacía tiempo el menú obligado.

Todos corrimos hacia el trillo por donde ascendía el Che seguido de un grupo de soldados rebeldes. Y con el cansancio reflejado en los rostros castigados por el inclemente sol. El grato sonido de las "gangarrias" que colgaban de los arreos de los mulos llegaba a nuestros oídos como un mensaje alegre y esperanzador. Saludos, abrazos a los recién llegados, risas y júbilo. E inmediatamente se dio la orden de bajar la carga.

Esa constituyó la primera vez que vi. al Che. Era una figura que imponía respeto, no miedo; que atraía sin ser demasiado expresivo; que no reía, pero sabía sonreír, mientras acercaba por momentos a sus fosas nasales, el atomizador, su inevitable compañero, para atenuar el asma que no lo abandonaba. A su lado, Ramirito como muchos respetuosamente le llamaban. Y todos atentos con la mirada fija en las maniobras de descarga del arria.

Con una alegre agitación se abrieron los primeros bultos y surgió una oleada de libros y libretas de diversos tamaños y colores. Pasaron al segundo mulo; más libros. Al tercero: más libros y más volúmenes y volúmenes. Los rostros de los compañeros cambiaban gradualmente de expresión. Serios, muy serios, proseguían la tarea sin pronunciar palabra. Así hasta el último bulto.

Todos comprendimos- los combatientes en primer término, pues conocían las condiciones humanas del Che, mejor que nosotros-que él hubiera deseado otra cosa… Pero en la guerra se obtiene lo que se puede y no lo que se quiere. Y allí había una escuela donde el alimento fundamental eran los libros y libretas. Y Che deseaba que todos aprendieran a leer y a escribir para poder servir mejor a la Revolución.

En esos días de marzo de 1958, el combatiente Joel Iglesias convalecía en el campamento de La Mesa. Apenas rebasaba entonces los 15 años y ya se le reconocía como un valiente y audaz guerrillero. Herido gravemente en combate, iniciaba su recuperación, dando sus primeros pasos ayudado por dos muletas. Había sido admitido en el Ejército Rebelde luego de cumplir heroicas misiones.

Che le había dicho:

– Te ascenderé a teniente cuando sepas leer y escribir. Un oficial rebelde no puede ser analfabeto.

Y Joel Iglesias, desde el amanecer, junto a sus muletas, dedicaba horas y horas al estudio, con una voluntad que admiraba. Tuve el privilegio de ser eventualmente uno de los que cooperaron a su aprendizaje, ganado por el empeño de aquel casi niño que acababa de recibir en su cuerpo, su primera condecoración de guerra.

En aquellos días inolvidables en La Mesa, pasajes que jamás podrán borrarse de mi memoria, recuerdo como Ramirito era para todos un hermano más que jefe, organizando juegos de béisbol en los tiempos libres, orientándonos sobre pasajes de la insurrección; aconsejándonos cómo protegernos en las rocas en caso de un ataque aéreo súbito; cómo vigilar y seguir en su ruta a los aviones de la tiranía, que con frecuencia realizaban vuelos a ras de las lomas, tratando de localizar el campamento. El ronroneo de sus motores nos ponía siempre en estado de alerta.

El comandante Guevara permaneció varios días en La Mesa, compartiendo las escaseces y preocupaciones con todos, pero actuando más que hablando. En la casa central del campamento radicaba el puesto de mando y a un lado la cocina, en una amplia nave de construcción rústica campesina, con uno o dos compartimentos que hacían las veces de habitaciones. En una de ellas había una colombina, bastante deteriorada y cubierta por un colchón maltratado por el uso. En esa modesta cama dormían el Che y Ramirito. Uno con la cabecera a un lado y el otro al otro extremo. Sobre ellos, a una altura de poco más de un metro, una hamaca con cabezales atados a dos horcones. Ahí dormía yo.

Coincidía mi posición con la del Che. Pero él no se acostaba a dormir de inmediato. Había fijado un trozo de vela en una tablilla adosada a uno de los travesaños, exactamente detrás y sobre é comenzaba a arder. Yo me inclinaba en la hamaca y lo observaba ensimismado en la lectura de un grueso libro que sostenía firmemente en las manos. No sé cuánto tiempo dedicaba a la lectura, pues el sueño me dominaba pensando cómo era posible combinar su actitud abnegada de jefe guerrillero y su incontenible deseo de enriquecer sus ya amplios y variados conocimientos.

Días después, conversando con él, me pidió que tan pronto regresara a La Habana – ya perece que él lo había decidido – solo deseaba que le enviara por los canales clandestinos cuanto libro sobre economía podía conseguir. Entonces comprendí lo que leía en las madrugadas silenciosas y por qué, con el ejemplo, era el primer alumno de la escuela.

Cumplí su misión gustosamente y como un deber insoslayable. No supe nunca si los libros llegaron o no a sus manos.

Años después cuando ya el Che era Ministro de Industrias, tuve oportunidad nuevamente de establecer contacto con él, pues yo cubría la información de ese sector. Sus relaciones con la prensa eran cotidianas y respetuosas. Enfundado siempre en su uniforme verde olivo, atendían nuestras preguntas con su seriedad de siempre y no muchas palabras. Yo diría que poseía como característica personal, la síntesis expresiva, que no significaba rehuir la inquisitoria periodística, ni ocultar sus pensamientos.

Mi visita a la radio rebelde en "Alto de Conrado"

Una soleada y fresca mañana, a causa del vientecillo que pretendía cortar la ligera neblina que aún flotaba sobre las lomas y el campamento de La Mesa, recibí una agradable sorpresa; el arribo a la Comandancia de Luis Orlando Rodríguez. Usaba un uniforme verde olivo, bastante deteriorado ya por el uso y desgarrado en muchas partes por las zarzas de los trillos montañosos. En sus hombreras brillaba la estrella de Comandante, ganada no solo en sus andanzas por la Sierra, sino por sus más de 30 años de constante lucha revolucionaria.

Mostraba su actitud de siempre, de andar ligero, resuelto, sonriente. Ya era el director de Radio Rebelde, recién instalada en el Alto de Conrado, su primera ubicación. Hacía apenas dos semanas, quizás menos, que había efectuado su primera transmisión, el 24 de febrero (13).

Luego de abrazarnos y recordar algunos episodios de la etapa de violenta oposición batistiana en el diario "La Calle", en sus modestos talleres de San José, me invitó a visitar la emisora. Aún se hallaba, me dijo, en período de experimentación y se esperaban algunos equipos para reforzar su potencia y se instalaban otros que acababa de traer Eduardo Fernández, luego Comandante y presidente de la Asociación Nacional de Radio Aficionados de Cuba.

Luis Orlando lo calificó así:

– Logramos que al campamento de La Mesa arribara la planta conducida por varios compañeros, al frente de los cuales estaba el que habría de ser después el alma de la emisora, el que en todo momento luchó para impedir de dejara de funcionar: el compañero Eduardo Fernández, estoico, anónimo, sacrificado, que mantuvo siempre la planta en el aire.

Y recuerda Luis Orlando:

– Con él, después, integraron el equipo de la planta otros dos revolucionarios que habían dejado los estudios de la emisora radial capitalina "Radio Mambí, para incorporarse a las guerrillas de Fidel Y Che, en la Sierra. Me refiero a los locutores Ricardo Martínez y Orestes Valera.

Posteriormente Luis Orlando explicó cómo y por qué surgió Radio Rebelde en Alto de Conrado:

– ¿Cómo comenzó en medio del cerco, en medio de la presión del ejército de la dictadura, a cuajar y a realizarse la idea de Radio Rebelde, en la Sierra Maestra? En ese hecho intervinieron factores diversos. El primero, la organización del Movimiento 26 de Julio, que era nacional y que permitía solicitar de este, como lo hicimos, el envío de una planta de radio, de una planta eléctrica y de las baterías necesarias para establecer una emisora radial. Así lo comprendió ese otro hermano de Fidel en la lucha, ese gran combatiente, el comandante Guevara, jefe del campamento donde se estableció la misma.

Luis Orlando precisa detalles:

Che Guevara, con una insistencia extraordinaria, recabó del Movimiento el envío inmediato de la emisora. Che se dirigió a todos los compañeros que iban al llano, con igual solicitud, porque hacía falta un órgano radial, para completar e impulsar la propaganda revolucionaria, cuando ya se luchaba exitosamente, con las armas en la mano, en las montañas de Oriente.

Acordada la visita a Alto de Conrado, comenzaron los preparativos. El lugar era llamado así, porque el modesto bohío donde se instaló la planta originalmente, perteneció a un campesino con ese nombre, que abandonó su finquita al iniciarse los bombardeos de la aviación, así como por sobresalir en altura, el terreno que ocupaba, del territorio circundante, característica ideal para las transmisiones. Se consiguieron algunos caballos y una fría mañana, apenas rotas las sombras nocturnas, iniciamos la marcha.

El viaje resultó dificultoso. Había que bordear profundos precipicios y los trillos, en la mañana, estaban siempre resbalosos, por el rocío de la madrugada. Nos relataron como en el traslado de los equipos de la planta, uno de los mulos se despeñó por un barranco con toda la carga, obligando a un grupo de compañeros a bajar al fondo de la cañada, para recuperar las baterías.

El recorrido, para evitar accidentes, transcurrió lentamente, sobre todo al tener en cuenta que uno de los jinetes carecía de toda habilidad hípica. Hubo que dar vueltas y más vueltas, en un subir y bajar los abundantes lomeríos, a la par de la maleza exuberante, con las hojas abrillantadas por el rocío mañanero. Tras una o dos horas de viaje llegamos al fin a las rústicas instalaciones de Radio Rebelde, hoy toda una leyenda.

Nadie podría imaginarse que en aquella modesta casita de techo de zinc, funcionase la emisora que cada noche se introducía en decenas de miles de hogares. La vivienda disponía de dos compartimentos, ambos con piso de tierra. Uno para ubicar los modestos equipos de la planta; el otro fungía como dormitorio, almacén y no sé cuantas cosas más. Existía un reducido estudio de grabación y transmisión, junto a una pequeña ventana, desde la que se podía observar todo un hermoso paisaje. En las ramas de un árbol cercano, se instalaron las antenas. En el exterior se ubicó un modesto multígrafo, donde se imprimían circulares y se editaba "El Cubano Libre", en homenaje al diario mambí que existió, en las luchas independentistas del siglo XIX.

Realicé algunos trabajos, para transmitir por la emisora, que entregué a Luis Orlando. Éste me prohibió que los leyera ante el micrófono, ya que al regreso a la capital, mi voz que ya era conocida en el ámbito radial, podría provocar duras represalias. En definitiva permanecí unos días en el Alto de Conrado y allí se estrecharon lazos de verdadera amistad y confraternidad que nunca se han roto así como el recuerdo imborrable de esa experiencia que guardo con gran orgullo personal.

Para que se tenga, aunque sea una ligera idea, de los riesgos que comportó el montaje de Radio Rebelde, reproducimos testimonios tomados del libro "7-RR, la Historia de Radio Rebelde" de la autoría del compañero Ricardo Martínez, uno de sus fundadores:

Ricardo Fernández, jefe del Movimiento 26 de Julio en Contramaestre:

– Yo tuve la planta en mi casa. Era peligroso su traslado pues había mucho tráfico del ejército en la carretera. Pero hicimos el traslado. Entonces montamos la planta transmisora, la planta eléctrica y la batería, en mi jeep. Eduardo estaba ya en casa. Pero la única vía que teníamos era la Carretera Central y había que pasar por el Cuartel de Baire, que era un serio obstáculo. En el jeep íbamos: unas muchachas; Barbarita, la mujer mía; el juez suplente de Baire, Eduardo, Edilberto del Río y yo. Las mujeres iban sentadas encina de los equipos que había puesto en la parte de atrás del carro y entonces mandé a que los taparan con aquellas faldas anchas que usaban para esas maniobras. Y así fue como salimos de Contramaestre con todos los equipos para la Sierra.

Eduardo Fernández relata sobre aquella arriesgada tarea:

"Nos dirigimos a Gallardo, un lugar que está a unos kilómetros de la Carretera Central, después de Santa Rita. Cuando llegamos a ese punto, donde vivía la abuela de Ciro del Río, Ricardo Fernández me ayudó a bajar los equipos. Allí me encontré con unos compañeros que había enviado Ciro para hacer contacto conmigo, quienes me informaron que ya él tenía la noticia y que había ido donde estaba el Che para buscar los refuerzos que ayudarían a subir los equipos.

Nos quedamos cerca de la casa de la abuela de Ciro, metidos en un montecito, y por la noche decidimos salir de allí con la planta de radio, no fuera que, tan cerca de la Carretera Central, nos sorprendiera el ejército. Fuimos cinco compañeros los que llevamos los equipos al hombro, atravesando potreros. Recuerdo que la planta pesaba enormemente.

En el trayecto nos alcanzó un contacto que nos comunicó que Ciro ya estaba en Los Diablos, con toda la gente. Los Diablos era una finca que hay ya en la Sierra, antes de Oro de Guisa. Y le mandamos a decir que íbamos a hacer escala en Majagualón, donde los esperaríamos. Cuando llegamos a Majagualón nos metimos en un cafetal y allí permanecimos ocultos con el equipo. Recuerdo que en ese lugar amaneció, pasamos todo el día y nos cogió la noche. Por la madrugada llegó Ciro con la gente para seguir viaje con los equipos. El grupo lo encabezaba el teniente "Chino" Figueroa, al mando de 15 hombres armados. Allí pudimos conseguir un mulo para cargar la planta"

Eduardo continúa rememorando:

"Habíamos instalado la planta en casa de un campesino, que estaba abandonada. La casa se hallaba situada un poco más bajo del Alto de Conrado y como estábamos cerca de la loma, no había condiciones para poner la antena, por lo que inicialmente la coloqué entre dos árboles. El equipo de transmisión lo pusimos en la sala de la casa y la planta eléctrica la bajamos para situarla debajo del árbol. A Luis Orlando se le nombró director de Radio Rebelde y del periódico "El Cubano Libre", por lo que también se llevó el mimeógrafo para aquel bohío. Contábamos allí con un pequeño plato tocadiscos que yo traje con los equipos y un disco del Himno Invasor. Nosotros iniciamos la primera transmisión abriendo con el Himno Invasor, porque hasta mucho después no tuvimos el del 26 de Julio".

Los primeros de RR

Orestes Valera y Ricardo Martínez fueron los primeros locutores de la radio Rebelde, en Alto de Conrado, próximo al campamento del Che, en Pata de la Mesa. Por ello el testimonio de ambos es de gran valor a los efectos de estos recuerdos no olvidados.

Años después de aquel episodio, a nuestra solicitud, Orestes rememora:

"Nosotros recordamos, recordamos después del llamamiento que se hizo desde la Sierra Maestra, invitando a los periodistas cubanos a visitar la zona de operaciones, que constituyó para nosotros una gran alegría recibir al primer periodista cubano que se atrevió a destruir la prohibición que la tiranía había impuesto a los compañeros de la prensa, tratando de impedirles el acceso a la Sierra Maestra. Pocos días después de la primera transmisión de Radio Rebelde, vimos llegar al compañero Quintana, primer periodista cubano, de extraordinario prestigio y ampliamente conocido en nuestro sector por su larga trayectoria en el periodismo, que se había arriesgado, por decirlo así, llegar hasta la Sierra Maestra con la perspectiva de informar al pueblo, rompiendo la censura que imponía la tiranía a los medios masivos de comunicación y brindar una idea sobre la situación del Ejército Rebelde en la Sierra Maestra. Repito que fue una gran satisfacción el encuentro con él, que recordamos llegó acompañado del entonces director de Radio Rebelde, Luís Orlando Rodríguez y permaneció varios días con nosotros. Y si mal no recuerdo, con la disposición de ayudar a la redacción de algunos materiales para transmitir desde nuestra emisora".

Ricardo interviene:

"La visita del compañero Quintana a la Sierra, según yo lo recuerdo, tuvo además de los aspectos señalados por Orestes, otro significado muy interesante, tomando en cuenta las condiciones en que nos encontrábamos allí. Nosotros, tanto Orestes como yo, procedíamos de La Habana. Habíamos trabajado precisamente en el mismo sector radial en que laboraba Quintana en esos momentos, y aunque no nos conocíamos de entonces, en aquellos días surgió una cordial y sincera amistad entre nosotros. Y además, recibimos con todo ese interés de conocer de boca de é, noticias relacionadas con la capital, de donde habíamos salido hacia la Sierra; y Quintana nos suministró toda aquella información relacionada con el desarrollo de la lucha clandestina en la ciudad y el ambiente revolucionario que existía en las zonas urbanas. Ello nos sirvió de gran estímulo, pues en la soledad de las montañas, lejos de toda comunicación con la población, después de muchos meses en la Sierra, su información resultó realmente importante para nosotros".

Orestes agrega:

"Es por eso precisamente que destaco la alegría que nos proporcionó la presencia de Quintana en la Radio Rebelde. Y es que nosotros habíamos recibido a otros periodistas, pero extranjeros todos. Increíblemente a la Sierra habían llegado numerosos periodistas de distintos órganos de prensa, de diferentes continentes, pero no había llegado todavía, como periodista propiamente, ningún cubano".

En relación con la edición de "El Cubano Libre", otra de las tareas encomendadas por el Che a los que trabajaban en la emisora, Orestes recuerda:

"Ya El Cubano Libre se venía editando desde hacía algunos meses. Ricardo y yo nos hicimos cargo de esa tarea conjuntamente con las transmisiones de Radio Rebelde, a partir de febrero del 58. Allí disponíamos, tanto para preparar la programación de la radio, como para la trascripción de los materiales, de una vieja, realmente viejísima, máquina de escribir, pero que funcionaba maravillosamente. Este periódico, cuyo acceso a las masas era muy limitado, por su difícil distribución en el llano, resultaba un complemento de la Radio Rebelde, aunque las informaciones principales, y sobre todo las relacionadas con las acciones militares y otros artículos y comentarios escritos por el Che y otros compañeros, se transmitían a través de la emisora. Sin embargo en El Cubano Libre aparecían distintas secciones, muy variadas, que de verdad hacían agradable su lectura. Solo contaba con algunas páginas, y aún en aquellos tiempos iniciales, las transmisiones eran muy limitadas, pues no pasaban de 15 o 20 minutos. Y en el periódico se podían acumular más materiales y hasta dibujos y caricaturas que confeccionaba Eduardo, viejo aficionada a la pintura, pese a que la tirada la hacíamos en un rudimentario mimeógrafo. El Che le pedía a veces a Ricardo filigranas, a veces bastante complejas y difíciles, porque carecíamos de los materiales indispensables. Yo creo que Ricardo podría hablarnos algo sobre esto, que creo es interesante y muy poco conocido"

Ricardo relata al respecto:

"Lo que más recuerdo de esa etapa son los dibujos que hacer para el periódico, lo cual se lograba perforando los esténciles, pero un día al Che se le ocurrió cambiar determinados aspectos del formato de El Cubano Libre. Éste quería que fuera lo más parecido posible al que editaron los mambises en el siglo pasado, y no sé como lo obtuvo, pero trajo de algún museo un ejemplar de la edición mambisa original y me lo entregó. Yo traté, basándome en el titular de ese ejemplar de cumplir la difícil misión, pues además El Cubano Libre Mambí era de mucha más calidad que el nuestro, incluso tirado en imprenta. No creo que quedó del todo bien, pero se logró el objetivo con el Escudo de Cuba y la consigna Libertad o Muerte, en lugar de Independencia o Muerte, que era el lema del periódico de 1868. Esto es algo que no se había referido nunca. Por otro lado, hay que destacar la permanente preocupación del Comandante Guevara porque no fallaran las transmisiones de radio, ni faltara el papel, tinta y otros materiales para imprimir nuestro diario. Todo ello tenía que transportarse a través de las líneas enemigas, luego de obtenerlos en las ciudades más próximas a la Sierra.

Ya en plan de rememorar a la distancia de más de un cuarto de siglo, Ricardo se refiere a un episodio curioso relacionado con el Che:

"Realmente hay muchas anécdotas que tienen que ver con las relaciones que nosotros sostuvimos con el Che. Ya decía de su constante preocupación por todo lo relacionado con la propaganda de las ideas revolucionarias y la lucha guerrillera. Pero ahora recuerdo algo que relato por primera vez. Che poseía una pipa que nunca utilizaba para fumar. El tenía otra para esos fines. Esa pipa la llevaba siempre encima como una especie de souvenir. Pero un día me confió una nueva tarea; que grabara en la pipa, con una cuchilla, el nombre de cada donde se había desarrollado un combate, o una emboscada, en la cual él hubiera participado. Así lo hice durante meses. Pero llegó el momento en que tuve que decirle; mire Che, es que ya no hay espacio donde poner un nombre más…."

– ¿Y se conoce a donde fue a parar esa pipa? – pregunté.

"Realmente no lo sé…Incluso después que nosotros nos separamos del Che, cuando la emisora se trasladó hacia la Comandancia de Fidel, en La Plata, no tuvimos más relación con él. Si me consta que Che la guardaba con gran cariño, no sé por qué razón. Ojalá aparezca algún día, pues es realmente una pieza de museo."

Ricardo señala un hecho histórico:

  • La primera vez que el Comandante en Jefe visitó la Radio Rebelde es a raíz del revés de la huelga de abril de 1958. A los pocos días llegó Fidel a la emisora, cuando se encontraba con nosotros el periodista argentino Ricardo Massetti, que hizo sendas entrevistas a Fidel y al Che. El motivo de la visita era brindar una información dirigida a nuestro pueblo con el objetivo de explicar de las últimas acciones victoriosas de nuestras tropas y tratar de levantar el ánimo de la población luego del fracaso de la huelga y la sangrienta represión desatada por las fuerzas represivas del régimen.

Surge entonces por nuestra parte una pregunta:

– Ustedes, además de sus funciones como los primeros locutores de la Radio Rebelde, según se recoge en el libro de Ricardo sobre la historia de la emisora insurreccional, participaron en acciones de la guerrilla. Pero ello, ¿fue antes o después de salir al aire la emisora?

– Inicialmente cuando Orestes y yo nos incorporamos a la Columna 1, en 1957, ni remotamente podíamos pensar en emisoras de radio en aquellas condiciones, en que la guerrilla estaba en desarrollo e incluso no teníamos un campamento fijo para pernoctar, como lo tuvimos después. Estábamos en constante movimiento, en la fase nómada de la guerrilla, como decía el Che. En esa época éramos combatientes guerrilleros y participamos en distintos combates y pasamos por todo el rigor de la lucha. Al siguiente año, cuando se crearon las condiciones y Eduardo Fernández trajo la emisora, se nos sacó de la guerrilla para trabajar en la misma dada nuestra experiencia como locutores. Pero esto no implicaba que cambiáramos de condición. No pasábamos de un tipo de guerrillero a otro. Seguíamos siendo combatientes, y posteriormente tuvimos que seguir participando en los combates, pero ya en funciones de locutores; demandar de los soldados de la tiranía su rendición y hablarles de su difícil situación cuando estaban cercados por las tropas rebeldes. Pero nunca pensamos que era una condición distinta y seguíamos siendo combatientes guerrilleros.

Orestes Valera, recuerda:

– Por aquellos días anteriores a la huelga de abril, Fidel emplazó a través de Radio Rebelde a la prensa nacional para que concurriese, por medio de sus representantes, al escenario de la lucha en la Sierra Maestra, como lo hacían los periodistas extranjeros. Por supuesto, el régimen negó la autorización a la prensa cubana para visitar el campo de operaciones y conocer la actitud del Movimiento 26 de Julio.

Ese llamamiento estaba contenido en un editorial de Radio Rebelde, que expresaba:

– Venid periodistas cubanos a los campamentos de la Revolución y veréis a un Ejército Rebelde y a una población civil de millares de almas, recibir los beneficios del régimen democrático de derecho, justicia y libertad. Y como normas jurídicas, penales y civiles, tutelan la conducta en las regiones ocupadas. Y que la urgencia de la tarea militar no impide al combatiente cuidar la función civil, como meta del esfuerzo revolucionario. Y junto a la Revolución, esperanza de la patria, también veréis, en el espectáculo mismo de la Sierra, el luto y la ruina, la represión y el crimen, como huellas ominosas e imborrables que, en las familias y hogares campesinos, deja la impiadosa tiranía.

Por aquella fecha, estando yo aún en La Mesa, arribó una joven campesina, agraciada, menuda, despierta, con gran disposición para cooperar en lo que hiciera falta. Procedía de la zona de Sevilla Arriba, en Niquero. Era Olga Guevara.

Como ella misma rememora:

– Nosotros vivíamos en una zona de los alrededores de donde se produjo el desembarco del Granma. A mi hermano, después del desembarco, lo hicieron prisionero y lo torturaron durante siete días. Después lo asesinaron junto con otros 32 campesinos. Enterrados todos juntos casi a flor de tierra, sus cuerpos fueron devorados por los perros jíbaros. Cuando asesinaron a mi hermano, uno que se salvó, me dijo que saliera de allí, porque me habían delatado. Inmediatamente salí para Palma Soriano y allí estuve trabajando con el Movimiento hasta que se decidió mi traslado a la Sierra.

Olga, quien pronto conquistó el grado de primer teniente por su ejemplar actitud y espíritu combativo fungió primero como cocinera en La Mesa, maestro de los rebeldes, locutora de Radio Rebelde y siempre abnegada guerrillera. La recuerdo con gran admiración, aunque nunca volví a verla

El regreso

Según avanzaron los días de mi estancia en el campamento de La Mesa, se hacía más difícil poder establecer contacto con Fidel, que se hallaba en movimiento operacional por toda la zona, organizando la resistencia a la inminente gran ofensiva del ejército de la tiranía.

Incluso cuando ya creíamos que la oportunidad podía propiciarse, escuchamos a través del propio noticiero del Circuito Nacional Cubano, que la dictadura había restablecido la censura de prensa- tanto radial, televisiva como impresa- sin límite de tiempo. La censura significaba la imposibilidad de transmitir la entrevista con Fidel, aún en caso de que pudiera realizarse. Discutimos el asunto con Ramirito y otros compañeros, incluido los preparativos de la huelga general a realizarse para los primeros días de abril. El mes de marzo ya estaba finalizando. Las carreteras comenzaban a ser bloqueadas por los grupos clandestinos del Movimiento, con actos de sabotaje, incendios de ómnibus y camiones y tiroteos a aquellos vehículos que desobedecían la orden de no circular por las mismas Incluyendo además las propias medidas que tomaban habitualmente las fuerzas represivas. Pronto sería imposible transitar por la Carretera Central. Por lo que tras numerosas discusiones se llegó a la conclusión de que yo debía regresar a La Habana, antes de que fuera demasiado tarde. Traté de argumentar en espera de algún hecho que propiciara la entrevista, pero al fin tuve que acceder. Era ya más bien una orden.

Luego de los preparativos y de la coordinación de los necesarios enlaces, iniciamos una mañana muy temprano, para aprovechar la luz del día, el descenso por las lomas. Dadas las precauciones adoptadas y la seguridad de los días, el viaje se realizó sin grandes contratiempos.

Ya en Santiago de Cuba, volví al palacete de Vista Alegre, punto de partida hacía poco más de un mes, donde ya nos esperaban, incluso con el plan prevista de salida hacia La Habana. Una tarde soleada, me encontraba en el interior del ómnibus interprovincial rumbo a la capital. Era ya en los primeros días de abril de 1958, y solo se hablaba de la huelga general proyectada para el día 9. Los nervios estaban en tensión. No sabíamos, aunque nos lo imaginábamos, las dificultades que podíamos encontrar en el retorno. Los compañeros del Movimiento 26 de Julio en Santiago, no me dejaron traer fotografías, ni documento, alguno que pudiera poner en riesgo mi seguridad personal Estos quedaron en el campamento. Desafortunadamente nunca los recibí, lo que siempre lamentaré. Regresaba molesto por el fracaso de mi misión periodística, pero no defraudado. Había vivido y disfrutado de una de las etapas más emocionantes e instructivas en mi larga trayectoria profesional.

En varias ocasiones el ómnibus tuvo que detenerse ante retenes de los militares, quienes hacían bajar a los pasajeros, revisaban documentos y algunos equipajes, aunque ciertamente reflejando en sus rostros el temor que los dominaba, tratando de regir cualquier enfrentamiento o situación violenta. No pretendí ocultarme nunca de regreso en la capital. Creí que lo mejor era proceder como si realmente hubiera llegado de Nueva York, ciudad que no he visitado nunca. Mi piel tostada por el sol oriental, no dejo de crear algunas sonrisas, en los compañeros.

Volví a mi hogar, avisé por teléfono a la emisora de mi regreso y al día siguiente me reintegré a mis labores habituales. Nunca me molestaron las autoridades de entonces, ni me llamaron a interrogatorio alguno. Evidentemente los compañeros del 26 habían trabajado eficientemente en la labor de encubrimiento.

En La Habana el tema de conversación principal era el de la proyectada huelga general, proyectada para iniciarse el 9 de abril. La emisora CNC Reloj de Cuba, debía ser parte modesta de esos planes…pero es otra historia.

El 9 de abril: un disco subversivo

Esta breve conversación se produjo alrededor de las 10 de la mañana o poco después con el compañero Paquito Villalta. Militante del Movimiento 26 de Julio y operador de audio de la emisora Circuito Nacional Cubano, en la que yo laboraba como director de los noticieros, el 9 de abril de 1958

– Quintana, tengo que comunicarte algo muy importante y cuento con tu ayuda para cumplir la misión que me ha encomendado el Movimiento 26 de Julio, ¿estás dispuesto a colaborar con todos los riesgos que pueda representar?

– Habla. Si es una acción del 26 cuenta conmigo.

– Tengo la misión de poner en el aire un disco con un llamamiento a la huelga general, hoy, a las 11 de la mañana. La exhortación al pueblo es precedida por la pieza musical "Marcelino pan y vino" que tu conoces. Eso me dará tiempo a cerrar la cabina, desaparecer la llave y marcharme. El resto corre de tu cuenta.

– ¿Y Eddy Martin que es el locutor de cabina?

– Está de acuerdo y se marchará conmigo. Ya sabes, cuando sean las 11 en punto y oigas los compases musicales, ya sabes que detrás viene el llamamiento a la huelga y Eddy y yo nos marchamos, ¿convenido?

– Convenido.

Ante esa eventualidad me tracé un plan para tratar de despistar a la policía de la dictadura. Yo simularía un asalto a la emisora, entonces ubicada en el sótano del edificio de dos plantas sito en la calle O entre 23 y Humboldt, Vedado.

Efectivamente, tal como fue planeado, a las once la mañana Paquito colocó el disco, cerró la cabina con llave y junto con Eddy Martín, salieron precipitadamente de la emisora, haciéndome ambos un ligero saludo con la mano.

Alrededor de unos segundos estuvo en el aire la música señalada y a continuación, en la vibrante voz del compañero Wilfredo Rodríguez Cárdenas, se escuchaba el siguiente llamamiento a la huelga general contra la tiranía de Batista:

Atención cubanos…!¡Atención cubanos…! ¡Es el 26 de Julio llamando a la huelga general revolucionaria. Hoy es el día de la libertad: el día de la huelga general revolucionaria.

¡Adelante cubanos…! Desde este momento comienza en toda Cuba la lucha final, que solo terminara con el derrocamiento de la dictadura.

¡Obreros…estudiantes…profesionales….patronos…a la huelga general desde este momento….! Soldados…policías…marinos…a luchar junto al pueblo, a conquistar la libertad!

¡Pueblo, a la calle! Lanza cocteles molotov, obstruye el tránsito, celebra mítines relámpago.

¡A la huelga general desde este momento!¡Seis años de lucha culminan ya en victoria!¡A la calle pueblo de Cuba, a conquistar la libertad!

Cuando el monitor interno de la emisora comenzó a reproducir el histórico llamado a la rebeldía popular, que ya estaba llegando a todo el país por la cadena nacional de la planta y sus repetidores provinciales, se produjo entre los empleados una tremenda agitación y una inquietud muy lógica, pues ignoraban lo que estaba pasando.

Habían observado además con evidente sorpresa, segundos antes, la salida precipitada de Paquito Villalta y Eddy Martín con rumbo a la calle. Inmediatamente reuní al personal y les comuniqué lo que debían informar a la policía que no tardaría mucho.

– Es preciso para el bien de todos y para salvar a Paquito y Eddy – les dije – que todos coincidan en afirmar que 3 o 4 jóvenes, desconocidos para nosotros y armados, se presentaron aquí. Mientras uno amenazaba con una pistola ametralladora a cuantos se hallaban en el lobby. Los otros pasaron al interior a poner el disco.

– ¿Y si preguntasen por Paquito y Eddy que decimos? – preguntó la recepcionista Teresita González.

– Digan que se los llevaron con ellos secuestrados, cuando se retiraron. ¡No puede haber contradicciones!, ¿estamos?

Poco después llegó Sotolongo, jefe de Publicidad y Programación de la emisora y junto con otros empleados, se dirigió al control maestro para retirar el disco que seguía lanzando al éter su mensaje. Pero la cabina estaba cerrada.

– ¿Quién tiene la llave?- gritó en medio de un gran revuelo.

– Parece que se la llevaron los asaltantes – dijo uno.

– Yo creo que la tiraron por ahí – apuntó otro.

Búsqueda inútil. Y en tanto el llamamiento seguía difundiéndose por toda la isla.

Al fin se decidió romper la cerradura y se detuvo la transmisión. La misión dispuesta por el 26 de Julio se había cumplido.

No habían transcurrido 15 o 20 minutos cuando irrumpió en la emisora, con cara hosca, gestos violentos y agitando una fusta en la mano derecha, el capitán Peñate, jefe de la Novena Estación de Policía y subordinado directo al connotado asesino, coronel Esteban Ventura Novo. Lo escoltaban un sargento y varios uniformados portando ametralladoras.

– ¿Quién es aquí el responsable?- gritaba con voz alterada el jefe policiaco.

– Soy yo, capitán. El director de los noticieros- le respondí.

¿Dónde están los que hablaron por aquí llamando a la huelga?

– Se marcharon enseguida que pusieron el disco. Eran varios jóvenes, a los que no conozco, que portaban pistolas y amenazaron a los empleados. Puede usted preguntar a los compañeros que se encontraban aquí en ese momento.

– Y el operador y el locutor, ¿que hicieron y dónde están?

– Se los llevaron con ellos, al parecer bajo amenaza de sus armas. No sabemos que han hecho con ellos.

Todos los presentes asintieron sin vacilación.

No estoy seguro si aquel oficial policiaco de larga trayectoria criminal, creyó o no mi relato. No puedo precisar a cuantos argumentos apelamos, tratando todos de mantenernos lo más serenos posibles. Pero alfil pareció aceptar nuestra versión y se retiró mascullando maldiciones junto con su escolta de uniformados.

Como la situación de Paquito era la más comprometida recibió la orden de ir al exilio y marchó a Venezuela.

Pero dejemos que sea el propio Paco Villalta quien nos relate sus angustias de aquellos días.

"Mis primeros pasos en el proceso insurreccional fueron en la Triple A (grupo de acción de tendencia auténtica que respondía al ex presidente Carlos Prío Socarrás, derrocado por Batista. N. del E.), en el empeño de contribuir a organizar al personal de la radio en las actividades contra la tiranía de Batista. Al surgir el Movimiento 26 de Julio pasé a sus filas y me dispuse a organizar con Armando León Acosta, una célula en la emisora Circuito Nacional Cubano, de cuyos noticieros tú eras, Quintana, el director. En Radio Cadena Habana organizamos otra célula más pequeña.

Ya en lo que se refiere a los preparativos para la huelga revolucionaria del 9 de abril de 1958, celebramos numerosas reuniones. Yo actuaba directamente con Sergio González, El Curita, Manif, Calzadilla, Montenegro, Astiazarraín y otros compañeros.

Al ser asesinado El Curita y caer presos todos los compañeros de nuestra célula, yo trabajaba directamente con Wilfredo Rodríguez Cárdenas, de la Dirección Nacional del Movimiento y nos reunimos en distintas ocasiones en el edificio de 23 y N, en el Vedado, donde existe un banco.

El 8 de abril nos reunimos nuevamente en la Cibeles, para conocer la hora en que debía iniciarse la huelga, ya señalada para el día 9 de abril. En horas de la noche, ya en la víspera, me llamaron, me llevaron el disco con la arenga al pueblo en la voz de Wilfredo y me dijeron que debía lanzarse al aire por el Circuito Nacional Cubano a las 11 en punto de la mañana de ese día. Llevé el disco para mi casa y como yo abría a las 5 de la mañana las transmisiones, lo llevé conmigo y lo oculté en un testero de la cabina, En un chequeo que hice, pude percatarme que en el parqueo aledaño a la planta, estaba parqueado un carro del Servicio de la Inteligencia Militar *SIM (de la dictadura. Y en el piso superior habían situado un policía, en las oficinas de un personero del gobierno: Rafael Díaz Balart. Estábamos pues cercados y era necesario extremar las precauciones".

Paquito Villalta continúa su relato:

"El locutor de guardia era Eddy Martin que ya estaba avisado. Le informé que ya tenía en mi poner el disco. Faltaban algunos minutos para las once y me dijo de ir a verte. Y entonces discutimos contigo lo que iba a hacerse y en que forma, para garantizar el éxito de la acción. Le dije a Eddy que tan pronto yo me dispusiera a hacer el cambio de programa, el situara su carro frente a la emisora en la calle O, con el motor encendido… Te digo que la tensión era violenta. Él bajó y me esperó en el carro".

Y arenga:

"Pero siempre ocurre lo imprevisto. En el mismo momento de colocar el disco en el plato, entró en la cabina inesperadamente otro operador de la planta, al que llamábamos el chino Wong. Le dije el pro que estaba allí si no era su turno. Y me respondió que estaba descansando. Entonces lo agarré por el brazo para llevármelo conmigo para que no se frustrara la acción. Previamente, con la idea de que no se pudiera abrir la puerta de la cabina con la llave maestra que estaba en la recepción, corté la cabeza a varios fósforos y los introduje en la cerradura. Eran las 11 en punto, puse el disco y salí corriendo con Wong de la mano y me introduje en el auto de Eddy y partimos a gran velocidad. En el radio del carro oímos la primera parte de la arenga. Yo me bajé en San Rafael e Infanta y Eddy Martín y Wong siguieron viaje".

– ¿Conocías Paquito de algunos planes a desarrollar, posteriores a la transmisión del disco?

"Sí, teníamos orientaciones de que los compañeros del Movimiento iban a asaltar varias estaciones de policía, tomar a los guardias de rehenes y ocupar las armas disponibles para dirigirse a la Habana Vieja donde se proyectaba una operación".

Y continúa su relato:

"De la Calzada de Infanta me encaminé a la Tercera Estación de policía, en Dragones y Zulueta, pero no vi. movimiento alguno de los revolucionarios y si a un grupo de esbirros de salían vestidos de civil y tripularon varios autos en zafarrancho de combate. No se producía acción alguna en esa hora 0- Me sentí un tanto defraudado, pues ignoraba las causas y lo que estaba ocurriendo. Di veinte vueltas por La Habana y no veían acción alguna revolucionaria, ni a los compañeros del 26, comprometidos. Después me enteré que Wilfredo y otros compañeros habían sido detenidos. Me refugié en casa de un amigo, Aurelio Rubí, que me había ofrecido su casa como refugio en caso de necesidad. En ella permanecí hasta el día 19 de abril, en que me trasladé a la Embajada del Paraguay, en calidad de exilado, por gestiones del doctor Manolo Fernández Sarzana. De Radio Cadena Habana".

– No era esa embajada la más idónea para asilar aun revolucionario- le interrumpí.

"Cierto – me respondió – pero era lo único que tenía. En tanto mi casa fue registrada en múltiples ocasiones por las gentes del criminal coronel Esteban Ventura y mi esposa e hija, hostigadas día y noche, obligándolas a pernoctar en casas de amigos y parientes. Hay algo curioso que quiero contarte para que se comprenda la actuación de los politiqueros de entonces.

Polita, una sobrina del ex presidente Ramón Grau San Martín, trató de ayuda a mi esposa, utilizando la influencia de su tío. Sin embargo, poco después la propia Polita le dijo a mi esposa:

– No te preocupes de mi tío, ni esperes nada de él. Es un farsante y te quiere usar para sus rejuegos políticos"

Posteriormente Paquito, comprendió que marchar a Paraguay era dejar una tiranía para entrar en otra, entonces regido ese país por el dictador Strossner, logró asilarse en la embajada de Venezuela, donde después de otras tantas dificultades económicas, logró que se le unieran su esposa e hija. Ya triunfante la Revolución arribó a Cuba, junto con otros compañeros, gracias a gestiones del doctor Alvarado, que tenía vínculos con un piloto de una empresa privada.

En cuanto a la odisea vivida por Eddy Martín, otro de los principales protagonistas del hecho que relatamos, este rememora:

"Preparando la fuga, yo salí antes de la emisora y sitúa el carro mío, que lo tenía en el parqueo contiguo, frente a la planta en la calle 0. Cuando se puso el disco salimos Paquito y yo con rumbo a mi auto. Allí estaba sentado ya el compañero Ruiz, conocido como el chino Wong y que debía sustituir a Paquito en el próximo turno".

– ¿Tenías algo previsto para ocultarte en caso necesario? – le pregunté.

– En lo absoluto. Nada estaba previsto. Dejé el carro en un garaje, donde yo generalmente lo reparaba y le pedí al empleado me lo guardara por varios días. Durante dos días y sus noches permanecí en casas de algunos familiares, cambiando continuamente de un lugar a otro, pues me habían informado que agentes del Buró de Investigaciones, nos buscaban a Paquito y a mí como responsables de la acción. Es bueno admitir que la mayoría de los amigos a los que acudí, temerosos, cooperaban de momento, pero luego empezaban a oponer dificultades…"

– ¿No hubo posibilidades de asilarte en una embajada?

– Dos días después, carente de todo contacto, acudí a ver a Rubén Rodríguez, cronista y narrador deportivo, quien me ofreció de inmediato su casa. Allí tuve refugio tranquilizador Esa actitud de Rubén se la agradecí siempre. Respecto a tu pregunta, Quintana, si, se realizaron algunas gestiones para asilarme. Santiestebam el locutor, al que llamamos cordialmente "El Guajiro", se prestó a ello, pero sin resultado.

-En definitiva, ¿Cómo caíste en manos de la policía?

– La situación se me hacía insostenible. Mi esposa embarazada, temiendo represalias contra ella, la oculté en casa de unos parientes. Posteriormente se me acercaron familiares y amigos que me hicieron ver que en cualquier momento se podían detener los esbirros del Buró de Investigaciones o del SIM, y no se podía prever lo que ocurriría. Me garantizaron contactos oficiales que tenían, de que si me presentaba, al menos me garantizaban no recibir golpizas ni torturas. Al principio me opuse reiteradamente. Pero al final, sin los contactos necesarios tuve que transigir. Me llevaron el Buró de Investigaciones y posteriormente ala Octava y Novena Estación de Policía, feudo de Esteban Ventura. Debo reconocer que no resulté víctima de malos tratos, aunque si de insultos.

– Y del juicio, ¿qué puedes decirnos?

– Luego de ser interrogado personalmente por Ventura, teniendo a mis espaldas a su cohorte de asesinos, éste mandó levantar un acta y remitirme al Castillo del Príncipe. Allí permanecí más de dos meses en espera del juicio.

Al renunciar al abogado defensor que se me asignó, observó sentado entre los abogados al doctor Sergio Velásquez, a quien valoró además como periodista de reconocido prestigio y en quien depositó su confianza.

Y sin consultar con él, redijo a los magistrados:

– Me defenderá entonces el doctor José Ignacio Velásquez, aquí presente en la sala.

Éste acercándoseme me dijo:

– Eddy pero si yo no conozco nada de tu caso.

No importa – le respondí – escucha mi declaración y actúa en consecuencia.

Y agrega:

– Y así fue. Él resultó testigo de la versión reiterada que ofrecí. Efectivamente, el tribunal luego de deliberar acordó mi absolución por falta de pruebas. Eso es todo, Quintana. Resta es la historia verdadera de aquel episodio en cuanto a mi juicio.

En definitiva por falta de coordinación y algunas órdenes contradictorias o mal entendidas, la huelga general del 9 de abril no logró sus objetivos fundamentales, aunque si representó un duro golpe para la tiranía, al mismo tiempo que una dolorosa lección para los revolucionarios que sufrieron sensibles bajas de valiosos y heroicos combatientes.

Pero el análisis de esta acción, que tuvo significativa repercusión en toda la isla, no corresponde al autor de estas memorias.

Como burlamos a la censura

Transcurrían los meses finales de la dictadura. Las acciones victoriosas del Ejército Rebelde y el clima general de una nación en rebeldía creciente llevaron a la dictadura a incrementar aún más la represión y hacer más férrea la censura de prensa.

Un delegado del Ministro de Gobernación se ubicó en cada emisora de radio, periódico o planta de televisión, con la misión de revisar cada noticia minuciosamente para evitar "infiltraciones subversivas". Y por las dudas, a veces eliminaban noticias intrascendentes en cambio, dejaban pasar otras, más o menos hábilmente disfrazadas.

Por el hecho de que la emisora Circuito Nacional Cubano, conocida cono CNC Reloj de Cuba, de alcance nacional, fuese propiedad del doctor Antonio Pérez Benitoa, ex yerno de Batista, e hijo y sobrino de dos de las figuras más estrechamente ligadas al régimen, no lo excluyeron de la presencia odiosa del censor.

Como director de los noticieros, yo sabía que era muy difícil pasar noticia alguita de las que el gobierno calificaba como subversivas. Estallaban bombas y petardos en toda la isla, se producían constantes sabotaje, al servicio eléctrico, se quemaban puentes y sobre todo, aparecían los cuerpos de cientos de asesinados, particularmente jóvenes, algunos casi niños, que el pueblo conocía por comentarios y rumores, que en Cuba se denominaban popularmente como "radio-bemba", que luego no podía ver reflejados en los diarios o en los noticieros de radio y televisión, lo que creaba más temor e incertidumbre.

Un día recibimos en la redacción un telegrama de uno de nuestros corresponsales en el interior del país, redactado en estos términos:

"Anoche estallaron en esta localidad dos cocinas de kerosén, causando heridas a tres personas. Las autoridades investigan".

Al otro día llegó otro del mismo ingenioso remitente:

"En horas de la madrugada explotaron en la calle Maceo de esta localidad, dos cocinas de alcohol que causaron lesiones menos grave a cuatro transeúntes"

Ya el tercer telegrama nos puso sobre aviso y alfil dimos en la clave: aquel corresponsal- que lamentamos no recordar su nombre para rendirle homenaje por su ingeniosidad- estaba reportando explosiones, pero no de cocinas, sino de bombas y petardos, estratagema con la cual logró burlar incluso a los empleados del telégrafo. Y de inmediato comenzamos a transmitir informaciones sobre explosiones de cocinas de kerosén, de alcohol, de luz brillante…Era una verdadera epidemia de explosiones en toda Cuba.

Antes de la semana, los demás corresponsales copiaron aquella estratagema y CNC Reloj de Cuba, informaba a toda Cuba de la magnitud de los sabotajes. Pero un día nos cambiaron el censor, y el nuevo "torquemada", más avispado, se dirigió a los pocos días a nuestro despacho y nos comunicó:

– Director, veo que ahora están explotando demasiadas cocinas, cosa que antes no ocurría. Y eso no me gusta. Vamos a suspender todas esas explosiones hasta que yo consulte.

Naturalmente, la consulta puso fin a aquella epidemia, pero después de cumplir su modesto pero importante cometido, de burlar la censura durante varias semanas.

Posterior a aquella experiencia, nos pusimos a analizar en que forma podíamos burlar a la censura. Y lo que era más importante sicológicamente en aquellos días: poner en ridículo a la dictadura. Aprovechamos al respecto que la emisora tenía establecido un sistema de noticiero-reloj, que no era claro creación nuestra (pues ya existía la emisora Radio-Reloj. N. del E.), durante el cual se daban 30 segundos de noticias y 30 segundos de espacios comerciales, y a continuación la hora.. Además existían los noticiero de 5 a 9 de la mañana y otro de 10 a 12 de la noche, con iguales características.

Un buen día, los predestinados por la incidencia, ofrecieron a los locutores de turno un parte del Buró de Prensa del Estado Mayor del Ejército, entonces dirigido por el oficial Boix Comas, mediante el cual se informaba que se había producido un combate entre tropas del gobierno y un grupo de "facinerosos fidelistas" que resultó exterminado en su mayoría y el resto había huido, abandonando heridos y armas. Por otra feliz e increíble coincidencia, el siguiente locutor continuó con la lectura de un aviso comercial que decía:

"¡Bola…Bola…Bola Roja es la marca de frijol de más calidad que usted puede adquirir! ¡No lo olvide: Bola…Bola..Bola Roja!" (En Cuba, "bola" es sinónimo de embuste, falsedad, mentira. N. del E.)

Y ahí mismo surgió la posibilidad que todos estábamos buscando. Chequeamos otros anuncios legítimos, bien pagados por los patrocinadores, y los fuimos seleccionando para radiarlos, sin variar su texto, inmediatamente después de los mentirosos partes oficiales, en los cuales se calificaba a los guerrilleros de bandidos, forajidos, muerde y huya, facinerosos y otros epítetos semejantes.

Veamos un ejemplo:

"…los forajidos tuvieron 50 bajas entre muertos y heridos, resultando prisioneros 20 bandidos. Los otros huyeron a la desbandada perseguidos por el ejército"

E inmediatamente el anuncio comercial:

"¡Ilusión…Ilusión…! Si amigos oyentes, en la gran peletería Ilusión, en la ciudad de Cienfuegos, podrás hallar los zapatos que usted busca. Recuerde: Ilusión es ilusión, la peletería de su predilección".

Otro ejemplo verídico:

"…Las fuerzas del ejército continúan obteniendo victorias en su empeño de exterminar a los facinerosos fidelistas, asesinos de campesinos…".

Y a continuación:

"¡No señor, no crea usted todo lo que le digan…! Si se decide a comprar un buen traje, vaya siempre a El Bazar".

Cuando el locutor de noticias terminaba de leer el parte oficial, su compañero de cabina, con fino sentido irónico, transmitía el anuncio…y el efecto era impactante. Los oyentes captaban rápidamente la intención y la retórica de Boix Comas quedaba sumergida en el ridículo.

Esto no duró mucho tiempo. No podía durar. En la noche del 29 de diciembre de 1858-apenas 48 horas antes de la fuga del déspota- se presentaron en la emisora, como a las 11 de la noche, un sargento y dos policías de la Novena Estación policíaca, feudo de las tropelías del coronel Esteban Ventura Novo, ascendido vertiginosamente en la jerarquía militar, gracias a sus horrendos crímenes y del capitán Peñate, su edecán, y cómplice de sus tropelías, abusos y torturas. Traían la orden de conducir arrestados al director y a los locutores de turno, que transmitían en ese momento el noticiero Reloj Nocturno., así como de ocupar los guiones de noticias y los textos de comerciales.

Trabajo nos costó convencer al esbirro de que permitiera finalizar el noticiero.

– Mire sargento – argumentamos – ya apenas falta media hora para que termine la transmisión. Suspender de pronto el noticiero nos obligaría a dar una explicación a los oyentes y decir que es resultado de una orden de la policía. No creo que esto favorezca al gobierno en estos momentos. Esperemos un poco y los acompañaremos.

Al fin accedió a regañadientes. A las 12 en punto, como era habitual, despedimos el programa y la planta. Y con los locutores Rafael Martínez Sixto y José Antonio Alba, nos dirigimos hacia la Novena Estación, ubicada en Zapata y C, en el Vedado. Los dos policías cargaban con las libretas que contenían los textos incautados.

Por el camino traté de indagar con el sargento sobre los motivos de la detención.

– Parece – nos dijo – que al coronel ha llegado la noticia de que ustedes por esa emisora están diciendo a la gente que no crean en los partes del ejército, que son mentira e ilusión del gobierno y que son bolas.

– Todo es falso – le riposté- ¿Cómo vamos a decir eso? Además el censor no lo dejaría pasar.

– Bueno, eso lo clara usted al coronel Ventura quien es quien lo mandó a buscar.

Teniendo ya una idea de en qué consistía la acusación, me sentí más tranquilo y comencé a maquinar una salida para aquella situación bastante delicada, por dos razones: una por el momento decisivo de la lucha insurreccional, ya que la ciudad de Santa Clara estaba sitiada por las tropas al mando del Che y a punto de colapsar la resistencia de las tropas del régimen, allí acantonadas.; y la otra, porque el enfrentamiento debía ser con Ventura Novo, sádico criminal cuyas reacciones resultaban imprevisibles.

Los textos de las noticias donde figuraban los partes militares estaban en dos libretas, y en otras dos, independientes unas de otras, los anuncios comerciales. De modo que no había manera de probar la vinculación de unos con otros. Además, lo que le daba fuerza al mensaje, no era precisamente el texto comercial, como otro cualquiera, sino la entonación irónica, que imprimía el locutor.

Cuando llegamos a la Novena Estación serían alrededor de las 12 y media de la madrugada del 30 de diciembre y se acababa de producir el cambio de guardia en la estación policíaca.

El sargento que nos condujo dijo a su relevo:

– Yo me marcho pues ya acabé mi turno. Ahí en el patio están esos tres que los mandó a buscar el coronel. Díselo cuando llegue.

Dadas estas favorables circunstancias, el nuevo oficial de guardia no sabía por qué estábamos allí, ni tenía antecedentes de lo ocurrido, lo que facilitaba mis proyectos de planes, que no había comunicado a mis compañeros.

Viendo que pasaba el tiempo y no nos llamaban, me acerqué al oficial de carpeta y le dije:

– Me hace el favor, ¿ya llegó el coronel?, pues lo estoy esperando.

– No señor, aún no ha llegado. Tan pronto llegue yo le aviso.

El plan estaba en marcha. Confundir a mis captores e incluso al propio Ventura.

Pasada la una de la madrugada de aquel 30 de diciembre, pleno de incertidumbres y rumores, nos avisaron que el coronel nos esperaba en su despacho.

Allí estaba el esbirro mayor, con su nítido y bien planchado traje de dril cien; su negro pelo, quizás bien teñido, y su pequeño bigote, que ocultaba en parte sus labios finos. Sin embargo, que ironía, no inspiraba la repulsión inmediata que ocurría con otros genízaros, con más reducido record criminal. Luego de darle las buenas noches, lo más sereno que pude simular, y con una audacia que hoy mismo me sorprende, me apoderé de una silla del despacho, la sitúe muy cerca de él, al mismo tiempo que decía a los dos locutores con firme voz de mando:

– Ustedes siéntense en aquel sofá y esperan, que voy a hablar con el coronel.

Esa actitud iba encaminada a borrar de la mente policíaca criminal del coronel Ventura, toda idea de que yo estuviera en calidad de detenido y por tanto en condición sicológicamente inferir. Los dos acusados debían ser los locutores, Mi misión consistía en interceder por ellos, y lo logré, , pues la actitud de Ventura cambió radicalmente hacia mí.

Sin darle tiempo a reflexionar, ni analizar la situación, le dije como si estuviera desarrollando un guión cinematográfico:

– Coronel, tengo entendido que han llegado a usted rumores de que por la planta de radio que dirijo, se han pasado algunas noticias que no pueden ser del agrado del gobierno. Y eso lo deseo aclarar con usted.

– Sí, me han dicho que por CNC se han transmitido noticias desmintiendo partes del ejército y diciendo que no los crean y que son ilusiones del gobierno. He mandado a revisar todas las libretas de noticias y no han podido hallar esas cosas. Pero me han dicho director, que sí las han pasado por su planta y eso no lo podemos tolerar.

– Me alegro coronel, que usted haya verificado esa falsedad, pues sería efectivamente intolerable que por una emisora propiedad del doctor Antonio Pérez Benitoa, tan ligado familiarmente con el señor Presidente y con una línea política bien definida de apoyo al régimen, pudiera alguien, abusando de la confianza en ellos depositada, hacer labor subversiva.

Y para no desmentirlo totalmente y precipitar una salida favorable, agregué:

– Coronel, yo le pido que deje este asunto en mis manos y si compruebo que estos dos locutores han dado alguna noticia falsa o mal intencionada, yo le garantizo que recibirán el castigo que se merecen. Yo insisto, coronel…

En eso sonó un teléfono y Ventura salió del despacho precipitadamente.

Los dos locutores estaban al estallar. Se lo conocí en los rostros demudados y pálidos. Lo que pensaban de mí no sería para contar, pues mi conducta les debía parecer una felonía incalificable, reflejo de un despreciable capitán araña.

A los pocos minutos regresó el coronel. Tenía el rostro descompuesto, le temblaban las manos, la mirada endurecida. Y ocurrió lo imprevisto. Lo que yo no podía sospechar ni remotamente. Conocimos de los labios del propio Ventura una noticia que me produjo un profundo júbilo interior sin que ello se reflejara en los rostros:

– ¡Me acaban de informar -gritó con voz de trueno- que esos hijos de p…y maric…..fidelistas, acaban de tomar la ciudad de Santa Clara y volado el tren blindado. Pero yo les juro que hoy mismo salgo para allá y voy a acabar con todos esos desmadrados- y siguió con una sarta de insultos impublicables!

No me atrevía a pronunciar una palabra. Tenía el temor de traicionar mi euforia interna. Y esperé. Tras desahogar su casi inagotable arsenal de injurias y amenazas, el coronel dijo:

– Bueno, dejo este asunto en sus manos. Pero confío en que reciban un fuerte castigo. ¡Qué pasen hambre para que sepan que con el presidente Batista no se puede jugar!

– Esté usted seguro coronel, que si compruebo lo que le dijeron, la van a pasar muy mal, pues los voy a suspender de empleo por lo menos dos o tres meses.

– Bueno director. Puede retirarse con ellos. Y no se olvide lo prometido.

-Prometido coronel. Bien muchachos, vamos.

Y seguido por los dos compañeros me dirigí con paso rápido hacia la puerta de la calle, temiendo que pudiera producirse un cambio de decisión.

Ya en la calle, ambos locutores dieron rienda suelta a su indignación.

– Tú lo que eres un degenerado. Nos echaste la culpa a nosotros para salvarte.. Ni siquiera nos dejaste hablar para defendernos.

– Calma compañeros. Comprendan que la situación no era muy agradable. Lo mismo nos podían entrar a golpes que darnos cuatro tiros. Por muchos menos les han arrancado a cabeza estos esbirros a algunos inocentes. Nuestra única salvación era hacer creer que yo había acudido a interesarme por ustedes, enviado por el doctor Pérez Benitoa, gran amigo de Batista….y lo conseguí. Por eso estamos ahora en la calle. Sanos y salvos los tres.

Ante esa explicación fue que cedieron en su ira aparentemente justificada y exclamaron:

– Bueno…si es así, la cosa es distinta. Pero no nos dijiste lo que ibas a hacer y eso nos confundió.

Lo curioso de todo esto es que aquella fría madrugada del 30 de diciembre de 1958, no sospechaba que aquel juramento de Ventura pudiera cumplirse. Pues se cumplió, con una ligera variante; que en lugar de dirigirse a Santa Clara para "acabar con los fidelistas" y enfrentarse a las tropas del Che, marchó unas horas después a Columbia, pistola en mano, para que le permitieran abordar uno de los aviones, que atiborrado de esbirros, asesinos y ladrones, despegó en la madrugada del primero de enero de 1959 rumbo a Estados Unidos, mientras el dictador Batista encontraba riesgoso refugio en los predios de otro dictador de su propia catadura, llamado Rafael Leónidas Trujillo Molina.

No resultó necesario

A mediados del mes de diciembre de 1958 recibí en la emisora CNC, la visita de un compañero al que no conocía. Con la discreción propia de estos casos, dada la situación que vivía el país en esos momentos ate la ofensiva incontenible del Ejército Rebelde, me expresó que venía de parte de Ramiro Valdés y me entregó una nota escrita a máquina, que copiada textualmente y que conservó (desafortunadamente, desconociendo su existencia, tras la muerte de mi padre no la he podido localizar. N. del E.) y que decía:

Amigo Raúl:

Aunque no nos vemos desde el mes de abril, en que hablamos por primera vez, recuerdo todavía su ánimo, entusiasmo y simpatías revolucionarias.; por todo ello le hago estas letras.

Entre nuestros planes está el de poner en el aire una planta transmisora de onda larga, con una programación diaria de larga duración. Para realizar esto es necesario, como usted bien sabe, discos, tocadiscos, grabadora, etc… unidos al personal técnico.

Esta carta la motiva nuestra petición de ayuda a usted en esos renglones. De más está decirle que todo el apoyo que nos brinde en este sentido será de gran utilidad para nuestros planes propagandísticos.

En espera de su más entusiasta colaboración

Le saluda

Ramiro

De más está decir que inmediatamente me dispuse a cumplir la orden de compromiso moral, más que solicitud amistosa, del ya entonces comandante Ramiro Valdés. Para ello hablé con varios compañeros de la emisora y logramos reunir algunos de los equipos solicitados, en espera de que fueran enviados a recoger, como se había acordado.

Mientras estábamos en esa espera, se anunció la fuga de Batista. Ya el traslado de los equipos no era necesario. La Revolución contaba con todas las emisoras del país.

Por qué Radio Rebelde

Es posible que algunos, o muchos, ignoren el por qué de la actual emisora Radio Rebelde. Y de por qué el Circuito Nacional Cubano (CNC Reloj de Cuba) se convirtió en enero de 1959 en la planta continuadora de la tradición de la original y modesta Radio Rebelde, de la Sierra Maestra.

CNC Reloj de Cuba era una emisora cadena nacional, con plantas repetidoras en todas las antiguas provincias (acorde a la nueva división político-administrativa aprobada por la Asamblea Nacional del Poder Popular en 1976, que determinó la existencia de 14 provincias, en lugar de las 6 anteriormente reconocidas). Esto le permitía con gran potencia cubrir todo el territorio de la nación. Además contaba con una programación de noticieros que disfrutaba de crédito informativo y gran aceptación de los oyentes. Durante varios años consecutivos, en las encuestas que realizaban las agencias de publicidad y las asociaciones de radio emisores, siempre había ocupado el primer lugar en la preferencia del público.

Estimamos que esas constituyeron algunas de las razones por las cuales los oportunistas Raúl Soulary y Pepín Berenguer, propietarios de la emisora provincial CMKC de Santiago de Cuba, explotando un falso regionalismo, tendencia que ganó terrenos en los primeros meses de 1959, promovieron la idea de que la entonces provincia de Oriente, con justicia catalogada como la cuna de la Revolución, enarbolaran demagógicamente, para su propio beneficio, la real y justa aspiración de sus habitantes de poseer una cadena radial nacional que se originara en Santiago de Cuba.

Su plan, que lograron convertir en realidad, engañando a dirigentes de la Revolución, consistía en revertir la cadena, lo que permitiría que las transmisiones se originaran en Santiago de Cuba y que los equipos en La Habana, quedaran transformados en una repetidora más, donde bastarían o diez operadores para hacerla funcionar. Consecuencia de ello, más de un centenar de trabajadores, incluidos productores, locutores, artistas, periodistas, técnicos, directores de cuadros dramáticos, etc.… quedaran cesantes. Aquellos que aceptaran el proyecto debían trasladarse a Santiago de Cuba y ponerse a disposición del binomio Solaury-Berenguer, para lo que ambos tuvieran a bien disponer.

El personal de CNC Reloj de Cuba, por supuesto, no recibió pasivamente el hecho y más cuando trasciende el carácter oportunista de esos empresarios, con estrecha vinculación económica e ideológica con la tiranía y especialmente con el coronel Río Chaviano, en momentos en que se ejercía la más cruel represión contra la población oriental y particularmente los habitantes de la Ciudad-Héroe.

Surgió así un movimiento reivindicativo al que se sumaron masivamente todos los empleados de la emisora. Capitalina. Uno de los líderes del mismo era Eddy Martín, entonces locutor y cronista deportivo en los noticieros de la planta. Guiaba a todo el personal, no solo defender sus puestos laborales, sino hacer prevalecer la verdad, ante tales manejos turbios de esos señores.

– Es excelente tu idea, Quintana, de fijar para la historia de la radiodifusión cubana, estos extremos – explica Eddy Martín.

– Recuerdo que aquel movimiento reivindicativo, contó con el entusiasta apoyo de todo el personal, sin excepciones. Ya la cadena había sido revertida y se transmitía desde Santiago de Cuba, operación técnica que no ofrecía grandes dificultades, ni requería mucho tiempo.

– No puedo precisar Eddy- le aclaro- cuáles fueron nuestras primeras actividades, aunque hubo una entrevista en la Ciudad Deportiva con Fidel, quien nos dijo que viéramos a Raúl; realizamos visitas al Consejo de Ministros, que entonces presidía Manuel Urrutia y se hicieron declaraciones por Unión Radio.

– Si, todo eso hicimos y mucho más- agrega Eddy- porque nos estimulaba que era una causa justa. Cuando visitamos a miembros del Consejo de Ministros, en el antiguo Palacio Presidencial, recuerdo que tuvimos que esperar un receso porque estaban reunidos. En definitiva pudimos conversar con Luis Orlando Rodríguez, Ministro de Gobernación; con el ingeniero Enrique Olstuski, Ministro de Comunicaciones y otros, a los que expusimos nuestras demandas, sin obtener, es cierto, una decisión definitiva. Pero si nos escucharon y algunos admitieron la justeza de nuestro movimiento y los argumentos que esgrimíamos.

– En definitiva- añado- resultó el compañero Raúl Castro, entonces Comandante, quien se interesó en conocer los móviles del conflicto para procesar la verdad y resolver en consecuencia.

– Si, lo recuerdo muy bien- reitera Eddy- como si lo tuviera grabado en una cinta magnetofónica. Un día, sin previo aviso, llegó Raúl Castro a la emisora, en la calle O. Lo acompañaban Vilma Espín, Osmany Cienfuegos y Vicente Cause, entre otros. Dijo que deseaba hablar con los dirigentes de la planta y con representantes de los trabajadores. La voz se corrió enseguida y todos los empleados se agruparon en el estudio mayor de la emisora. Cuando Raúl pasó al salón y vio al personal reunido en una especie de asamblea general masiva, exclamó sonriente: "Esto parece una encerrona". Le explicamos entonces que la causa de la masiva presencia del personal era que deseábamos que todos estuvieran presentes y lo escuchase. Éste solo respondió: "Bien, vamos entonces.

– Resultó verdaderamente una asamblea democrática-argumento.

-Permíteme continuar, Quintana.. En la misma Raúl expuso que se había tomado esa decisión teniendo en cuenta la valiosa colaboración que había prestado la CMKC al Ejército Rebelde durante la campaña insurreccional y lo justo de que Santiago de Cuba contara con una cadena nacional de radio, dado los méritos que había acumulado su pueblo y su formidable aporte a la Revolución. Y que por lo tanto, era algo ya resuelto, aunque debía estudiarse como quedaría el personal de CNC. Recuerdo que un locutor se puso de pie y exclamó: "Entonces hagamos un minutos de silencio por la muerte de CNC. Reloj de Cuba".

– En ese momento. Recalca Eddy- me puse de pie, situado cerca de Raúl y Vilma y expresé:

– No Comandante, hay algo más que usted ignora seguramente. Y aquí están las pruebas.

– E inmediatamente le hice entrega de un álbum de fotos y recortes de periódicos que me había enviado el compañero Enrique López, donde aparecía el binomio Solaury-Berenguer, junto con el coronel del Río Chaviano y numerosos esbirros, durante una orgía, todos con las copas de champaña en alto haciendo un brindis. Y a continuación le aclaré:

– Mientras ustedes, los asaltantes del Moncada eran asesinados, otros eran prisioneros y el resto escapaba para salvar sus vidas, estos señores brindaban con Chaviano y su pandilla de asesinos y hacían votos y brindis por la victoria del ejército de la tiranía y el restablecimiento de lo que ellos llamaban el orden constitucional, en Santiago de Cuba y Bayamo. Lea las declaraciones y observe las fotos Comandante. No nos oponemos que Oriente tenga una cadena nacional, pero si no podemos admitir que se le entregue a esos señores.

– Entonces recuerdo Eddy- le interrumpí- como el rostro de Raúl se fue transformando y se reflejó en él la indignación que lo invadía.

Tras una breve pausa Eddy reanudo su relato.

– En ese instante decisivo todos pudimos escuchar cuando Raúl exclamaba con acento de ira reprimida: "Aquí alguno o algunos van a conocer el paredón". Lo curioso es que al yo mirar hacia el lugar donde poco antes estaban sentados, complacidos y sonrientes, los señores Solaury y Berenguer, ya las sillas estaban vacías, pues ambos pusieron pies en polvorosa. Entonces Raúl Castro, con voz serena, declaró más o menos lo siguiente:

Adónde está el técnico de la emisora+.

– Allí Comandante-le respondí. Señalando al compañero Adolfo Gil.

– Pues bien- dijo Raúl- a partir de las seis de la madrugada de mañana, CNC Reloj de Cuba, volverá a transmitir desde La Habana.

– Una salva de aplausos y gritos de aprobación acompañaron las últimas palabras de Raúl-agrega Eddy- Todos los allí reunidos de pie, reflejaban en sus rostros la alegría de ver como la justicia revolucionaria resplandecía con la intervención del querido dirigente

-Luego Raúl- añadí por mi parte- anunció que la compañera Vilma Espín asumiría la Dirección de la emisora, designación aprobada por unanimidad, todos de pie y aplaudiendo.

– Pero antes, Quintana…

– Es cierto, antes el compañero Raúl expresó que desde ese momento CNC Reloj de Cuba desaparecería como tal y se convertiría en Radio Rebelde, nombre que se había ganado, al recordar que en todos los campamentos del Ejército Rebelde, a las 5 de la mañana, todos los radios se ponían en sintonía con CNC., pero eran los noticieros, que pese a la censura, eran siempre, los más escuchados, dado que siempre se buscaba de una u otra forma de dar las noticias, que aunque veladas, ellos sabían interpretarlas.

Esto lo comprobé personalmente cuando en marzo de 1958 estuve varias semanas en la Comandancia del Che, en Pata de la Mesa. Realmente habíamos logrado mucho más de lo que aspirábamos. Ser continuadores en el triunfo, de la Radio Rebelde insurreccional, era verdaderamente un honor que todos apreciar. Y aquella asamblea improvisada y con un elevado espíritu democrático, aplaudió delirantemente esa decisión.

– Aun recuerdo, Quintana, que la compañera Vilma, actuando ya como Directora General de la nueva Radio Rebelde, anunció tu designación, ratificándote, como director de los noticieros, el primero que tuvo Radio Rebelde, en su nueva etapa.

– Aún conservo, Eddy, como preciado recuerdo, el carné con las siglas en rojo RR firmado por Vilma, nombrándome efectivamente, el primer director de ese noticiero.

Una transmisión radial inusitada

Corría el mes de mayo de 1959. La dirección revolucionaria decidió que la firma de la Primera Ley de Reforma Agraria– la más trascendental de las medidas de transformación de la estructura socio-económica del país adoptadas hasta aquel momento- se efectuara en el ámbito propicio y simbólico de la que fuera la Comandancia General del Ejército Rebelde, en La Plata, Sierra Maestra.

Surgió entonces la idea entre los técnicos y periodistas de la recién denominada Radio Rebelde, de realizar una transmisión directa, por control remoto, desde las montañas orientales, algo que nunca antes se había realizado, a través de una cadena nacional.

Con la colaboración del director técnico, Adolfo Gil y el ingeniero Inclán, se hicieron los enlaces necesarios y las conexiones indispensables y se trasladaron a La Plata, en un helicóptero, los equipos y una planta eléctrica portátil. Eddy Martín iba al frente del grupo para ejecutar el plan.

El 17 de mayo de 1959, aniversario del asesinato en El Vínculo, en Guantánamo, del asesinato del líder campesino Niceto Pérez, posteriormente escogido como Día del Campesino, resultó la fecha escogida para la firma y promulgación de la antológica ley.

La transmisión radial desde las serranías orientales se inició sin dificultades técnicas así como todos los detalles de la ceremonia, en la narración de Eddy Martín. Luego la voz de Fidel se escuchó en todos los rincones de la isla, explicando la alta significación de aquel acto y lo que representaba ara la liberación definitiva de la gran masa campesina.

Pero los que conocíamos a Fidel, advertimos que en su voz se reflejaba una preocupación, pese a la satisfacción que debían representar para él ese momento. En la emisora comprendimos que Fidel tenía que estar más que preocupado. Poco antes de partir hacia la Sierra Maestra, a cumplir su deber como jefe máximo de la Revolución, su hijo Fidelito, que entonces contaba 9 o 10 años, sufrió un accidente de tránsito y lo había dejado recluido, en condiciones preocupantes, en el hospital Municipal "Freyre de Andrade", en La Habana.

A través de Eddy Martín conocí de la preocupación de Fidel y se me ocurrió una idea: tomé una grabadora portátil y rápidamente, en automóvil, me dirigí al referido hospital. Junto al lecho de Fidelito estaban algunos familiares, entre ellos sus tíos Ramón y Lidia, a los que les expuse mi plan: grabar unas palabras de Fidelito con el propósito de llevar tranquilidad al ánimo de Fidel, transmitiéndolas de forma que él pudiera escucharlas en la Comandancia de La Plata, en el firme de la Sierra Maestra.

Lograda la grabación, con palabras de ramón y Lidia Castro y del médico, regresé a la emisora y me puse en contacto con Eddy Martín, para que sintonizara la planta, finalizada la ceremonia de la firma y avisara a Fidel que iba a recibir una grata sorpresa.

Al respecto, Eddy Martín rememora:

Partes: 1, 2, 3
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