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Los curatos santafesinos en la época colonial (página 2)


Partes: 1, 2

  1. Las dos naves de los lados de bovedilla muy curiosa y firme, con sus dos retablos dorados y nuevos, y la capilla del Corazón de Jesús, en que también se celebra, está separada del cuerpo principal y se halla colocada en ella con toda decencia la pila bautismal y aunque el resto de las murallas de la parte de afuera son de tapial, es constante en esta dicha ciudad su duración y tienen vara y cuarta de ancho, y todo el cimiento de cal y piedra que levanta tres cuartos fuera de la superficie que la nave firme y permanente, independiente que es de mucho mas desahogo que aquella /la de la Compañía/ para las funciones parroquiales, por ser de crucero y ésta de tres naves que la hacen mas capaz por el efecto y es una de las cosas que principalmente debe tener una parroquia’

    Por su parte, la Junta Municipal de Temporalidades coincide con el Dr. Oroño y a la par refleja la tirantez que solía existir entre los clérigos seculares y las órdenes religiosas, ya que con fecha 12 de abril de ese año acuerdan que ‘… la Matriz tiene ocho varas mas de ancho /que el templo jesuita/ y sin lesión alguna sustancial que la vicie, como está a la vista, la que la hace mejor y mas proporcionada para Iglesia Parroquial para cuyo fin fue construida y edificada como se comprueba de la consagración de los Ilustrísimos Obispos que se hizo en dicha Iglesia y la consagración de los Santos Óleos que celebró el Ilustrísimo Señor Don Manuel de la Torre con ocasión que se empeñaban las sagradas religiones de San Francisco y la Compañía para que en cada una de sus Iglesias se celebrasen esas funciones…’.

    A pesar de otro intento de traslado en 1788 y la comprobación de signos importantes de deterioro, la Matriz continuó funcionando como lo que era –iglesia parroquial- y habrá que esperar hasta 1832 en que se llevarán a cabo importantes obras de refacción y ampliaciones.

    En la concepción tridentina de la parroquia, junto con la jurisdicción y el templo, aparece el pastor propio, es decir aquél que tiene ‘cura de almas’, ‘… una responsabilidad, una carga, un officium’.

    Ya hemos señalado que en los primeros tiempos fueron los padres franciscanos quienes desempeñaron el ministerio parroquial y de hecho el primer sacerdote de quién se tienen noticias ciertas sobre su actuación como Cura de Santa Fe es el franciscano Francisco de Guzmán, quién se desempeñó en los últimos años de esa década, aunque la presencia del sacerdote secular Álvaro Gil abre interrogantes acerca de si éste último no tuvo en algún momento ‘cura de almas’.

    Tras varios años con referencias poco claras en que continuarían los franciscanos con ‘cura del almas’ –entre ellos Francisco de Aroca y Francisco Romero- , aparece a partir de 1590 ocupando esta tarea el Pbro. Felipe Arias Mansilla, quién con fecha 23 de julio se presenta al Cabildo de la ciudad solicitándole la construcción del templo parroquial lo cual encuentra acogida en los miembros de esta corporación quienes resuelven que se inicien las obras con ayuda de los vecinos.

    Durante su estadía al frente de la Parroquia se publica el Arancel de Culto que había suscripto el Arcediano de Asunción –en ese momento sede vacante- Martín del Barco Centenera, al parecer en la misma ciudad de Santa Fe el 4 de marzo de 1592, proceso al cual ya nos referimos mas arriba.

    Asimismo debía ocuparse por sí o por otros de la atención de los indígenas que habían sido encomendados por Juan de Garay, a quienes según el Cabildo debía administrársele la Doctrina Cristiana.

    En el año 1594 se menciona como Cura de la ciudad al Pbro. Francisco de Andrada quién durante su gestión se entrevera en un entredicho con el Cabildo por los Aranceles, los cuales reputa demasiado exiguos en tanto las autoridades civiles consideran que debe cumplirse con lo determinado por aquellos ya que habían sido refrendados por la autoridad eclesiástica.

    Lamentablemente, como sucede en muchos casos, las referencias que quedan archivadas en distintos repositorios (tanto eclesiásticos como civiles) de la acción pastoral de los clérigos seculares tienen que ver con situaciones conflictivas y no con los aspectos pastorales –que en dicha documentación a veces se señalan de paso- como acontece con los dos sacerdotes aludidos, de quienes ni siquiera podemos verificar su pastoral sacramental ya que los libros de registros de ese período se extraviaron.

    En el año 1615 se hace cargo de la Parroquia el Pbro. Gaspar González, quién en el año 1619 será removido por el Gobernador de Buenos Aires en virtud de que no se ajustaba a lo ordenado por el Patronato.

    Cabe aquí hacer algunas consideraciones al respecto ya que éste régimen duró hasta 1966 en que se firmó el Acuerdo entre la Santa Sede y el Estado argentino, el cual a la par que facilitaba también complicaba la misma acción evangelizadora de la Iglesia.

    Obtenido a través de la ‘Universalis Ecclesiae’ del 28 de julio de 1507 el ‘derecho de patronato y de presentar personas idóneas’, por medio de la Real Cédula del Escorial (1ro de junio de 1574) el Rey ordena que no puede erigirse sin su consentimiento o de quién lo representase iglesia parroquial ni tampoco proveerse beneficio curado.

    Hasta 1609 estos beneficios se proveían por presentación real y consulta del Consejo de Indias y a partir de ese momento lo serán (tanto los de españoles como los de indios) tal como lo indica la Ley 24, Título VI del Libro I de la Recopilación de Leyes de Indias.

    Al producirse una vacante el Obispo del lugar debía llamar a Concurso eligiéndose a tres de los concursantes que hubieran superado el examen, quienes eran propuestos a la autoridad política la que a su vez decidía el nuevo titular dándose preferencia –siempre que mediara dignidad– a los hijos de españoles nacidos en estos reinos. Por lo general la autoridad política elegía el primero de los propuestos, aunque en algunas oportunidades se presentaron conflictos como el que sucedió con el nombramiento de Cura de Santa Fe en 1783 .

    El Obispo dispone el nombramiento del citado Gaspar González quién finalmente terminará removido de su cargo y en su lugar se nombrará otro sacerdote, probablemente a Felipe Arias de Mansilla, quién todavía estaba a cargo de la misma en 1622.

    A partir de 1634 por designación del Cabildo Eclesiástico de Buenos Aires se hace cargo el Pbro. Hernando Arias de Mansilla, nacido en Corrientes entre los años 1590-95, con bastantes antecedentes pastorales y considerado un hombre probo y apreciado, quién entre otras cosas abre nuevos libros de registros parroquiales lo cual permite a partir de ahora una mejor intelección del trabajo pastoral.

    También le tocará ser testigo del prodigioso hecho acontecido el 9 de mayo de 1536 cuando la imagen de la Virgen pintada en una tela comenzó manar agua.

    En la ocasión no sólo se acercó al altar sino que se subió a una silla y apoyado sobre la mesa del altar palpó con sus manos lo que sus ojos observaban, quedando sus dedos mojados por lo cual los secó con algodones y telas y comenzó a repartirlos entre los presentes.

    A Arias de Mansilla le sucede Matías Cabral de Mello quién aparece actuando en 1637 como tal, en 1642 dicho cargo es desempeñando por Pedro Rodríguez de Cabrera, dos años después por Pedro de Mendieta y Zárate y desde 1653 Francisco de Luján y Rojas quién ya se había desempeñado hacia 1641 al frente del Curato de Naturales.

    Como Cura y Vicario de la Matriz se sustentaba de limosnas y ‘comiendo siempre de guesped en casa ajena’, le tocó reclamar 300 pesos que el vecino Francisco Jorge había dejado en su testamento como donación para el Altar Mayor de la Iglesia Matriz y ornamentos para San Jerónimo y le tocó afrontar los trastornos que se ocasionaron con motivo de la transmuta de la ciudad a su actual emplazamiento.

    Sobre la vida parroquial en aquellos tiempos es ilustrativa la carta que los vecinos que no se resignan a abandonar la ciudad vieja envían al Obispo de la Mancha y Velazco el 3 de junio de 1660, quienes recuerdan que en los años previos cumplían con el precepto anual de confesión y comunión en la Iglesia Matriz según precepto y costumbre inmemorial, que allí meses antes habían celebrado la Semana Santa con la presencia del Párroco y numerosos religiosos y en la cual estaba colocado el Santísimo Sacramento.

    Estos vecinos protestarán en dicha ocasión por la decisión episcopal de privarlos del Cura en propiedad, el cual todavía permanecía en el primitivo asentamiento pero finalmente deberán acatar la disposición del citado Obispo quién dispone con fecha 24 de julio de 1664 y bajo amenaza de castigo a los que induzcan lo contrario, que esta feligresía se traslade a la ciudad nueva que es donde está ya la sede parroquial.

    Tocante a la administración de los sacramentos entre 1634-37 y 1660 seguimos a Luis María Calvo, quién con solvencia encara el tema en un trabajo del año 1999.

    El autor ha relevado un total de 571 bautismos en ese período, en su totalidad niños de los cuales -a su juicio- buena parte recibieron dicho sacramento al poco tiempo de nacer, la mayoría en sede parroquial aunque algunos de manos de las parteras por necesidad.

    No faltan empero, bautismos de niños que han superado –en algunos casos- largamente el año de edad calculándose los mismos en un 10 % del total, explicándose esta demora por las distancias que existían entre los lugares de residencia y la sede del Curato, las dificultades (laborales, bélicas y de comunicación) y la falta de sacerdotes que llegaran hasta aquellos lugares.

    También es significativo que el 31 % de los mismos se registren como ilegítimos de los cuales la mayoría figuran como hijos de padres no conocidos y el resto como hijos de la iglesia, naturales o bastardos.

    Tocante al sacramento del Matrimonio el libro respectivo registra 161 asientos, aunque el autor considera que dada la existencia de numerosas cartas dotales puede suponerse que estos fueron más y que no habrían quedado registrados.

    Oportunamente Calvo recuerda que la Iglesia entonces vedaba la denominada ‘velación’ durante el Adviento y hasta la festividad de la Epifanía y luego en el tiempo de Cuaresma y octava de Pascua, por lo cual muchos contraían matrimonio en esos períodos pero para la solemne bendición nupcial se esperaba que concluyera el impedimento canónico para recibirla.

    Ya en la ciudad nueva nos encontramos que en 1673 ejerce el ministerio el Pbro. Diego Rosendo de Trigueros, ya conocido por los santafesinos dado que en 1655 era beneficiado simple y había asistido como consultor al Sínodo convocado por el Obispo de la Mancha y Velazco y con larga experiencia parroquial ya que había servido en los curatos de Buenos Aires (Catedral) y Corrientes al que en 1675 se le confiere el cargo de Vicario Foráneo por muerte de Vicente González de Ataide.

    Ejerce el ministerio parroquial no sin dificultades ya que los santafesinos sumergidos en la pobreza eran remisos a abonar los emolumentos parroquiales falleciendo en 1680, probablemente después de una larga enfermedad ya que en 1679 aparece a cargo de la Parroquia Pedro González, en calidad de ‘interino’ quien solo permanece hasta el año siguiente en que es nombrado Diego Fernández de Ocaña .

    El citado sacerdote pertenecía al clero altoperuano y había llegado a la Diócesis de Buenos Aires en 1676 acompañando al Obispo Azcona Imberto, hasta que en 1680 es designado Cura de Santa Fe, gozando fama de buen predicador y respetuoso de los actos litúrgicos. Fue también Comisario del Santo Oficio y no le faltaron problemas, ya que en 1687 el Rey mandó al Obispo que le reprendiesen por faltarle el respeto al tesorero de las Cajas Reales de Buenos Aires.

    A Fernández de Ocaña que se retira a la Diócesis de Córdoba le sucede a `partir de 1709 el Pbro. Martín González Baptista, quién había sido Cura y Vicario de Corrientes y a quién el historiador Cayetano Bruno considera’… hombre de pulso y mano firme’.

    Para el ejercicio de su ministerio contaba con la colaboración de algunos Ttes Curas como Ignacio de Pessoa y Figueroa y probablemente Miguel de Barcelona, Diego de Leiva y Francisco Arias Montiel ya que en su Curato vivía importantes transformaciones, dado que a la amplitud geográfica se le agregaban asentamientos humanos en Rosario, la Bajada y Coronda.

    En el primero de estos los pobladores situados en los términos del Pago de los Arroyo contaban con algunas capillas donde se administraban los sacramentos pero a decir verdad el servicio no era el más acorde a las necesidades de aquella parte de la feligresía; en la otra banda del Paraná se había erigido una pequeña capilla en la Bajada atendida por un sacerdote y en el Pago de Coronda la atención pastoral se llevaba adelante aproximadamente desde 1720

    Sobre la atención de aquellas zonas, el Pbro. González Baptista ante la argumentación de que se carece de la misma, depone en los siguientes términos:

    ‘… no porque haya faltado al vigilante celo de su cura que continuamente, como es público y notorio, que a las distancias más prolongadas todos los años ha remitido diferentes veces en unas a clérigos aprobados, y a otras religiosos doctos y aprobados para el pasto espiritual de sus feligreses, porque con las continuas invasiones del enemigo abipón han quedado desolados y despoblados los campos en más de cincuenta leguas de que se han señoreado los infieles, demoliendo con estrago no pequeño, sino capillas, en que se celebraban los divinos oficios, se enterraban los muertos y se administraban todos los santos sacramentos, y viendo que crecía cada día mas la desolación, exterminio de los pobres habitadores, dejando desiertas sus tierras, solicité la gracia del Sr. Obispo, que en gloria esté, con licencia de erigir tres capillas en los mas preciso de los concursos del campo, que liberalmente me concedió, la una en la otra banda del Paraná, donde aunque ha mucho tiempo mantengo por mi coadjutor y Cura al Maestro Dn. Miguel de Barcelona, en una capilla, a mas no poder muy corto, agora de presente se están labrando las maderas para levantar otra de más capacidad y extensión y muy del agrado y aceptación de los vecinos de aquel pago; y en los términos del pago de Coronda y Arroyos tuvo otra capilla en términos de colocarse muy en breve, con otra que le sigue en lo último de los Arroyos, que corre por cuenta de el Capitán Miguel Arias Montiel, y todos con el deseo , de que habiendo sujeto que quiera de continuo asistir a dichas capillas, que más de otras, están con muy moderadas distancias de a seis leguas…’

    Tenaz opositor de la división de su Curato sus argumentos para evitarla no tuvieron éxito ya que ante las autoridades eclesiásticas de Buenos Aires prevaleció la opinión del Cabildo civil de Santa Fe que veía con buenos ojos la erección de nuevas Parroquias en los Arroyos y en la Bajada pues de esa manera los habitantes de aquellos sitios lograrían el espiritual pasto de que tantos años habían carecido.

    De esta manera erigidos los nuevos Curatos el 23 de octubre de 1730, el Pbro. González Baptista interpuso recurso y todavía en julio de 1731 se encontraba enfrascado en pleitos por no querer entregar las pertenencias de los nuevos curatos que se encontraban bajo su custodia, tratando bastante mal a los titulares de las nuevas parroquias y sembrando la desconfianza entre los futuros feligreses, lo que le valió un severo llamado de atención por parte del Pbro. Pedro Rodríguez –Vicario Eclesiástico- por lo cual se avino a cumplir las disposiciones del Cabildo Eclesiástico de Buenos Aires.

    Achacado por el ejercicio del ministerio ya que llevaba 50 años de sacerdote y tal vez amargado por estos acontecimientos y el recorte de los ya exiguos ingresos –aunque no por eso menos brioso- , fallece en Santa Fe en 1732 y le sucede en el cargo provisoriamente el Pbro. Oroño.

    Tras los exámenes llevados a cabo en diciembre de 1732 para cubrir la vacante producida en el Curato de Santa Fe y donde los tres concursantes eran santafesinos, la designación de Párroco recayó sobre el Pbro. José Martinez del Monje quién ejerció el ministerio a partir de abril de 1733 ayudado por un Tte de Cura –Juan Antonio de Vera- hasta que en 1736 falleció tras una corta enfermedad.

    Habiéndose convocado a un nuevo concurso, ahora el triunfante resultó el Pbro. Pedro Rodríguez, ampliamente conocido en Santa Fe ya que salvo los años pasados en Córdoba –entre 1705 y 1713- en cuya Universidad estudió Filosofía Teología y donde también ejerció la docencia, el resto de su vida –salvo esporádicas ausencias- la había pasado en nuestra ciudad capital en la que había nacido en 1690 y en la que había desarrollado diversas tareas propias del sacerdocio.

    El 15 de noviembre de 1736 se hacía cargo del Curato que administraría hasta el año 1743, ministerio en el que manifestó poseer piedad, ciencia y prudencia y cuyas aptitudes le fueron reconocidas por el Obispo Peralta y Barrionuevo durante su Visita Pastoral de 1742 – quién halló todo decente, sin haber nada que notar-, aunque también hay que decir que era de carácter bastante enérgico y no le asustaban los conflictos ni cedía a la hora de aplicar las penas.

    Elegido Chantre de la Catedral de Córdoba, Rodríguez se retira en la fecha señalada y provisoriamente se hace cargo de la Parroquia el Pbro. Manuel de Aguiar , aunque su interinato dura bastante tiempo ya que en 1747 lo encontramos abocado a tareas que tienen que ver con la construcción de la iglesia matriz.

    La atención de los feligreses dispersos en los campos se realiza a través de las misiones acerca de las cuales nos ha dejado interesantes datos el padre jesuita Cardiel en su Carta-Relación de 1747 y que nosotros abordamos en nuestro trabajo ‘la acción evangelizadora del p. Cardiel en Santa Fe’, donde entre otras apreciaciones señalamos:

    ‘Tras recibir todos los permisos necesarios del Obispo Diocesano ‘’para absolver y dispensar’’ salía a misión en un carretón acompañado de varios caballos, útiles ‘’para hacer correrías ligeras a confesar enfermos y buscar pecadores que huyen de la Misión’’.

    Llegados al lugar elegido de antemano y donde han sido convocada la gente, procuraba informarse ‘’de las enemistades y amancebados que hay, y de otros escándalos para asestar contra ellos la artillería’’.

    La estructura de la misión, se puede resumir en estos esquemas: ‘’Se comienza –dice el p. Cardiel- con el acto de contricción a la noche en 4 sitios de la procesión que se hace contando saetillas y predicando sobre ellas como allá’’.

    Al día siguiente ‘’toco oración con la campanilla del altar portátil y después de ella decimos Misa’’.

    ‘’A las diez hago una plática doctrinal. A las tres (hace mi compañero) otra plática doctrinal. A la noche, el sermón misión de dos horas’’.

    Las pláticas versan sobre el Credo y la Confesión en las que ‘’les sacamos todo lo que pasa en sus corazones, descendiendo a casos muy particulares por preguntas y respuestas’’.

    Gracias a estos sermones, los penitentes ‘’vienen muy instruidos y devotos a confesarse, y casi son todas confesiones generales’’.

    Para lograr estos resultados no se comienza a confesar hasta el tercero o cuarto día de misión realizándolas durante ‘’tres horas por la mañana y tres por la tarde’’.

    Finalmente nos dice el p. Cardiel que ‘’lo que hace notabilísima moción es el espectáculo del alma condenada en el sermón del infierno, al sexto o séptimo día después de movidos con los otros sermones, preguntando al alma y respondiendo por ella; al modo que se trae en la vida del Padre Jerónimo López recorriendo por los mñas frecuentes pecados. No hay pecador obstinado o por callar pecados, o por pacto con el demonio que no venga al día siguiente desolado a la confesión’’’.

    Ya para 1748 Santa Fe cuenta con un nuevo Cura propietario en la persona de Dr. Miguel de Leyva quién se destacará por su preocupación en favor de los vecinos del pago de Coronda que se iba repoblando y donde era necesario levantar una capilla y colocar un sacerdote ya que la sede parroquial a la que pertenecían distaba veinte leguas, si bien dicha preocupación llevaba aneja la necesidad de determinar bajo que jurisdicción caía dicha feligresía.

    Al final, el pago de Coronda dejó de pertenecer a Rosario pero no se incorporó a Santa Fe, sino que por resolución del Cabildo Eclesiástico de Buenos Aires, el 26 de junio de 1749 fue erigido en Curato.

    A este sacerdote será a quién en 1759 el Capitán González de Setúbal le ofrece la capilla de su propiedad en la actual Guadalupe para crear en la misma una ‘ayuda de Parroquia’ para atender las necesidades de la zona norte aunque sin mayor éxito por la oposición del Cabildo Eclesiástico de Buenos Aires y también durante su gestión se continuaron adelante con los trabajos de la Iglesia Matriz, culminando su gestión en 1760

    Su sucesor en el cargo a partir del 5 de febrero de 1762 fue otro viejo conocido de los santafesinos, el Dr. Antonio de Oroño a quién le tocará afrontar la crisis producida tras la expulsión de los jesuitas en 1767, especialmente por la actuación bastante desgraciada de Joaquín Maciel en este proceso, quién además no dudó en responsabilizarle por la demora de los sacerdotes que debían reemplazar a los padres de la Compañía en las reducciones.

    En 1774 lo encontramos defendiendo la calidad de la construcción de la iglesia matriz donde funcionaba la sede parroquial ante los embates del Cura de Naturales que proponía que ésta se trasladase al templo de los expulsos jesuitas y allí se asentase su Curato.

    Finalmente y tras la consulta a peritos en la materia, la matriz no se traslada y permanece en el mismo sitio fundacional.

    Habiendo cesado Oroño en 1781 y tras el interregno provisional de Juan B. Ríos y Bartolomé Zubiría, a partir del 27 de noviembre de 1783 se desempeña al frente del Curato el Pbro. Juan Antonio Guzmán quién con anterioridad había servido en ‘Nuestra Señora del Buen Viaje’ y en Montevideo, aunque su nombramiento se da en un marco conflictivo ya que el candidato del Obispo era Francisco Antonio de Vera y Mujica (que encabezaba la terna) y el virrey Vértiz se decide por él.

    Permanecerá en ese cargo hasta su muerte acaecida en 1805 aunque compartiendo desde 1787 la sede parroquial con Vera y Mujica que era Cura de Naturales ya que en ese año se abole dicho curato. En 1802 le envía una carta al Papa Pío VII a través del expulso jesuita santafesino Francisco Martinez en la cual manifiesta la fidelidad de su feligresía a la Sede Apostólica que tanto había a partir del triunfo de la filosofía iluminista en Europa, lo cual parece alegró al Pontífice quien no dudó en responderle agradeciendo que en tan remotas regiones siguieran vigentes los principios religiosos a la par que le exhorta a trabajar con ahínco en la tarea pastoral y evite las profanas novedades.

    En otro orden de cosas, parece que la relación con Vera y Muxica no era nada pacífica, con apelaciones al Diocesano para que dirimiera de que parte estaba la razón y las consecuentes divisiones entre los feligreses que según Amenábar formaban facciones en torno a ambos contendientes

    En estos años le vemos manifestar su preocupación por la situación en que estaban los indios de las antiguas reducciones jesuíticas, mal atendidos espiritualmente y destruidas sus fuentes de sustentación

    Finalmente, habiendo actuado como con-Cura a partir de 1805 queda solo al frente de la Parroquia el Pbro. Vera y Mujica, quien era oriundo de Santa Fe, había desempeñado diversas tareas en esta jurisdicción y fue uno de los promotores de la devoción a la Virgen de Guadalupe.

    Considerándose ‘Cura y Vicario territorial de esta Iglesia Matriz de Santa Fe….’, en el ejercicio de su ministerio lo encontrarán los sucesos de mayo de 1810, a los cuales logrará sobrevivir –no sin sufrimientos- poco tiempo.

    El Curato de Naturales

    Dado que en Santa Fe había indios mansos que convivían con los españoles, consideramos que se aplicó lo que ordenaba el II Concilio Límense (1567-1568), Arzobispado al cual en ese entonces pertenecía Santa Fe, en el cual se manda:

    ‘… en los arrabales de pueblos de españoles se pongan parroquias de indios para los que moran entre españoles, y no se señalen mas de quatrocientos parroquianos a un cura, y aún con este número se debe temer y asegurar conciencia de los que tienen obligación de asegurarle doctrina…’

    Estas Parroquias eran verdaderamente tales, en el espíritu que pretendía Trento y contaban con una jurisdicción territorial propia dentro de un Obispado, con su iglesia propia, pila bautismal y reserva del Santísimo Sacramento, un Párroco y una feligresía compuesta por naturales.

    En la ciudad vieja la iglesia de los naturales puesta bajo la advocación de San Roque estaba edificada sobre el filo de la barranca y en las inmediaciones de la Iglesia Matriz debiéndose comenzar los trabajos recién en la segunda década de del 1600, aunque para setiembre de 1616 estaba a punto de ser finalizada en su estructura fundamental y habilitada al culto.

    Hacia 1618 fue techada con tejas –gasto que corrió a cargo del Gobernador- y a mediados de ese siglo, cuando se dispuso el traslado de la ciudad, ya la construcción estaba en riesgo de desaparecer por la acción del río.

    En nuestra ciudad capital ocupó un solar en la esquina de las actuales calles Mons. Zazpe y San Martín concluyéndose los trabajos en 1674 gracias al aporte del Capitán Francisco Moreyra Calderón, aunque dicha construcción ya para 1708 estaba arruinada y a punto de venirse abajo y en 1710 se plantea en el Cabildo la necesidad de obtener recursos para -entre otras- proceder a su reedificación.

    Décadas después, por la acción del tiempo o la deficiente construcción la iglesia de San Roque se encontraba en ruinas razón por la cual en 1771 se determinó se cediera al Cura de Naturales el templo de los expulsos jesuitas que estaba al cuidado de la Junta de Temporalidades, aunque ya para 1774 el dicho Cura solicitaba se le entregara la Matriz como sede y el curato de españoles pasara a la iglesia de la Compañía, lo cual no tuvo eco.

    Lo cierto es que en 1787, debido a la supresión del Curato de Naturales en 1783, la iglesia de San Roque estaba cerrada y en ella ya no se celebraban los oficios divinos.

    Este Curato tenía como feligreses a indios, negros, mulatos y mestizos cuyos padres fueran indios, numéricamente mas importantes que los españoles en sus comienzos, pero superada luego por la desaparición de los indios por muerte o fuerte mestización.

    Un memorial de principios del 1600 habla de ‘… mill y quinientos indios cristianos en las yanaconas ay un cura de españoles y otro de indios…’, en tanto que en su Informe de 1622, Diego de Góngora señala:

    ‘La dicha ciudad de Sta Fe visitó y empadronó todos los yndios con sus mugeres e hijos que halló en servicio de las casas chacaras y estancias de sus vecinos y moradores fueron 168 yndios 78 yndias 20 muchachos esta gente anda vestida son bautizados demás razón que los demás’

    Por su parte el Obispo Azcona Imbert en 1678 señala que la Parroquia de Naturales de Santa Fe no pasa de un centenar de fieles entre los originarios del lugar y los advenedizos a los que habría que sumarle otro centenar entre tributarios y advenedizos y 120 años mas tarde, Larramendi hace referencias a la existencia en Santa Fe de gentes del país, ‘… las que se llaman naturales, esto es, indios, mulatos y mestizos…’ .

    La ‘provisión’ de estas Parroquias de Naturales se hacía previo examen de los candidatos, que según las prescripciones de Trento debía conferirse a los mas dignos y así debió suceder en Santa Fe, habiendo quedado constancia de las elecciones de Antonio de Oroño en 1743 y Pedro Ignacio Crespo quién compitió con los Pbros. Sotelo y Ríos en 1762.

    El primero de los Curas de Naturales de los que se tiene noticias es el Pbro. Andrés Fernández Romo, quién según informa en 1622 el Obispo Carranza oficiaba cura de naturales y será sucedido por Andrés de Orona, aproximadamente en 1626-1635, el hijo más antiguo de Santa Fe quién tenía cierta experiencia en esta tarea ya que en ese mismo año de 1622 se encontraba ocupado en una doctrina instituida por el citado diocesano.

    Según Cervera en 1635 ejerce dicho ministerio el Pbro. Juan Bautista Centurión de quién no hemos hallado otros datos, en 1641 el Curato está a cargo del Pbro. Francisco Luján y Rojas, entre 1645 y 1655 se menciona a Antonio Tomás de Santuchos, en 1654 a Juan Navarro, en 1672 a Vicente González de Ataide y en 1686 al religioso Pedro de Córdoba.

    En 1686 encontramos al frente del Curato a Andrés Aldana Suarez quién lo sirve hasta 1690 en que se hace cargo de una capellanía que el Obispo Azcona funda en la Catedral de Buenos Aires y cuatro décadas mas tarde el Curato está en manos de Tomás de Salazar instituido canónicamente al efecto de acuerdo a las normas del Patronato, quién en virtud de su oposición a la creación de los Curatos de los Arroyos y la Bajada ha dejado la siguiente impresión –aunque tal vez interesada- de su labor:

    ‘… hallándose al presente tan minorada esta ciudad y sus dos partidos de feligreses, aún estando reunidos, no se puede mantener el cura sino es en pobreza y escasez suma, cuya notoriedad es patente; (…) sus feligreses, así los de esta ciudad como los de sus dos partidos, se hallan con todo cuidado revestidos de los Santo Sacramentos y doctrina, así por su persona en las visita que les hace cada año, dos y tres veces, demás que de siempre les envía sacerdotes aprobados con su facultad, a su costa, para que no les falte con frecuencia ese beneficio; y que demás de esto, en el pago de la otra banda del Paraná, donde reside de asiento el Ilmo Dn. Miguel de Barcelona, presbítero, le tiene cometido su facultad, y puesto a su cuidado el de sus feligreses; y que con efecto los asiste con todo celo, cuidado y desvelo, pasándose los años sin bajar a esta ciudad, en cuya remuneración le contribuye con proporcionado estipendio, como notoriamente consta, de más de las visitas que les hace, y de donde acaba de llegar, de correr el dicho pago’

    En 1734 al fallecer Salazar, lo reemplaza interinamente el Pbro. Antonio de Oroño, quién a posteriori lo hace como Cura Propietario el que al parecer –al igual que sus predecesores- no llevaba los libros de registros sacramentales con el cuidado debido.

    Al renunciar para asumir como Párroco de la Matriz es sucedido en 1762 por el santafesino Pedro José Crespo quién en esos momentos era Capellán del Convento y Hospital de los Betlehemitas y demoró su llegada al Curato varios meses siendo reemplazado por el Pbro. Vicente Troncoso.

    Estando al frente del Curato se produce en 1764 la Visita del Obispo de la Torre, quién además de las ordenanzas que dicta tanto para la atención pastoral de los españoles como de los naturales, dispone que los españoles que se casen con naturales en la Matriz deben matricularse con toda su familia en dicha iglesia y por lo tanto en caso de fallecimiento de la esposa o hijos deben ser sepultados en dicho templo, pero si estos sobreviven al esposo y progenitor deben serlo en la de naturales y en el caso de mujer española casada con natural se matriculará en la de San Roque y si sobrevive al esposo retorna a la Matriz y otras consideraciones por el estilo que serían casi imposible entender para nuestra mentalidad.

    Con una Iglesia en ruinas a pesar de sus esfuerzos por mantenerla en pié, este sacerdote de quien se resalta su cuidado en las funciones litúrgicas y en todo lo que hiciera al decoro del culto debió finalmente trasladarse a la Iglesia de la Compañía como ya hemos visto, aunque en 1774 solicita se le entregue la Matriz.

    Es interesante hacer notar que en vísperas del Concurso para ocupar el Curato de naturales propone que los habitantes situados al norte de la ciudad por espacio de nueve leguas fueran atendidos sin distinción (de españoles o naturales) por ambos Párrocos dividiéndose el territorio por la mitad, aunque la misma no tiene eco.

    Su gestión finalizó en 1774 en virtud de su prematura muerte (contaba 43 años) y en su reemplazo fue designado interinamente Francisco Javier Troncoso, ocupando el mismo cargo y en la misma condición Bartolomé Zubiría entre 1774 y 1781 .

    En ese año asume el Pbro. Francisco Antonio de Vera y Mújica pero dos años mas tarde su Curato es abolido por lo cual se agrega a la Iglesia Matriz y como ya dijimos ejercerá el ministerio parroquial conjuntamente con Antonio Guzmán.

    El crecimiento de la población y su expansión y asentamiento en lugares que distaban decenas de leguas de la sede parroquial y el peligro siempre presente de las invasiones indígenas lo cual volvía harto dificultosa la asistencia de los fieles a la sede parroquial como así también la de los Párrocos a los lugares donde estos se encontraban está en la base de la decisión de erigir nuevos curatos en el territorio de santafesino lo que se concretará como ya vimos en 1730 y en 1746.

    El Curato de los Arroyos, hoy Rosario

    El 15 de abril de 1730 el Gobernador Zavala se dirigía al Cabildo Eclesiástico de Buenos Aires solicitándole la creación de una serie de Curatos para mejor servir a los pobladores dispersos en las dilatadas jurisdicciones parroquiales.

    Tras enumerar una serie de fundaciones que su juicio eran necesarias, solicita que ‘… también se ha servir V. S. de considerar que con la continua invasión de indios que padece la Ciudad de Santa Fe, y su jurisdicción y la mayor parte de sus vecinos se han retirado desde el Carcarañal hasta los Arroios donde siendo imposible que en lo espiritual se les asista desde Sta Fe ni pueden ir a cumplir con el precepto de la Iglesia a dha Ziudad no teniendo ninguno que les dirija de las Hermanas en adelante se allan enteramente destituidos de todo alivio…’.

    El Cabildo Eclesiástico, concordante con la opinión del Gobernador, solicita con fecha 28 de abril información a los Párrocos de Santa Fe y al Cabildo secular.

    La respuesta de los Párrocos como ya se ha visto fue francamente negativa y la explicación última, más allá del celo pastoral que sin dudas los había, era de tipo económico ya que a la pobreza ambiente, el recorte de la jurisdicción volvería aún más pequeños los deteriorados ingresos como acertadamente señala Mons. Fasolino.

    Mucho más lúcida fue la respuesta del Cabildo civil, quién como ya señalábamos adhiere a la propuesta en virtud de los beneficios que recibirían aquellos feligreses.

    La región y su población que amerita la erección del nuevo Curato, es descripta por el Cabildo en los siguientes términos:

    ‘… corre de norte a sur hasta las hermanas q. Asta allí está situada la vecindad de esta ciudad, cuya longitud es de la esquina del Río Carcarañal donde reside la guardia veinte y cuatro leguas al aparte de esa ciudad y algunas mas poblaciones que están situadas sobre el sitado Río Carcarañal y en todas asistan muchas familias’

    Poco tiempo después, por el acuerdo del Cabildo Eclesiástico del 23 de octubre d 1730, el antiguo Curato de Santa Fe quedaba dividido en el de los Arroyos y de la otra vanda del Paraná debido a que ‘… los dos referidos pagos están muy poblados de vecindad (por cuyo motivo no se ha hecho la nómina de sus poblaciones, ni tomado rason de sus feligreses) y de q. Estos se hgallan grandemente faltos de pasto espiritual, y de la debida asistencias de los Curas a cuyo cargo han estado por los embarazos q. hay en llegar a ellos…’, dándosele por jurisdicción al que nos ocupa ‘… desde las poblaciones que se hallan situadas inmediatamente sobre la otra vanda de la Cañada de las Hermanas exclusive hasta el RIO CARCARAÑAL CON TODAS LAS POBLACIONES DE DICHO RIO de una y otra vanda pertenecientes a la jurisdicción de dha Ciudad, y asimismo con la q. están en este Pago, sobre la costa del Paraná…’

    La sede de la nueva Parroquia sería la Capilla que en su propiedad había construido el Capitán Domingo Gómez Recio.

    Señalada la jurisdicción y la sede faltaba el pastor propio, por lo cual en 1731 se llama a concurso para la provisión del Curato, presentándose al mismo los Pbros. Ambrosio Alzugaray y Antonio de Oroño.

    Designado el Pbro. Alzugaray en mayo de ese año, de inmediato se hizo cargo del Curato y en la sede parroquial que era una humilde construcción de barro y paja, con fecha 7 de mayo a raíz del Bautismo de Petrona Ávalos Medina por parte del mercedario Ju Bazares, abre los libros parroquiales.

    La dispersión de la feligresía y las largas distancias que seguían separando a los pobladores de la nueva sede parroquial, constituía un verdadero impedimento a la hora de llevar adelante la tarea pastoral tanto para los fieles como para el mismo Párroco.

    Basta ver en este sentido que de los bautizados entre 1731 y 1740, 114 tenían más de un año de dad y en algunos casos, como en 1737, sobre 19 bautizados 14 estaban en dicha situación.

    Ayudado por religiosos de diversas ordenes, el Pbro. Alzugaray administrará el ‘pasto espiritual’ a su feligresía hasta 1744 en que fallece, reemplazándolo interinamente fray José de Alarcón .

    Tres décadas mas tarde de erigido el Curato, siendo Cura Párroco el Pbro. Francisco A. de Cossio y Terán, lo único importante en esta población de 49 casas irregularmente distribuidas era su iglesia parroquial, que reverentemente había sido reconstruida sobre la base de una capilla levantada por el Capitán Santiago Montenegro, y que por entonces era de forma alargada, de 45 varas de largo por 7 ½ de ancho y techo corrido a dos aguas.

    En el año 1749, restablecida la tranquilidad por le cese de ataques guaycurúes, ante las consultas del Cura Párroco de Santa Fe acerca de la pertenencia canónica de los pobladores de Coronda, el Cabildo Eclesiástico de Buenos Aires resuelve separar de la jurisdicción de Rosario el territorio situado entre el Carcarañá y el Salado y erigir la Parroquia de Coronda.

    De todos modos la extensión del Curato seguía siendo enorme tal como se deja ver en un asiento del 22 de setiembre de 1750 en el Libro de Difuntos donde se señala el entierro de 22 cuerpos de personas asesinadas en una entrada de indios, que fueron traídos desde cincuenta leguas de distancia.

    Uno de los grandes inconvenientes que debió enfrentar el Curato fue la ubicación de su sede parroquial, la cual estaba como bien dice Augusto Fernández Díaz ‘… alejada demasiado de lo que podría llamarse el comedio, o, en otros términos, el centro de gravedad de aquella zona teniendo especialmente en cuenta la densidad de la población y precisamente, mayor número de habitantes moraban en el confín meridional, más dilatado que el opuesto.

    El Pbro. Francisco Cossio y Therán a quién ya hemos hecho referencia comienza su ministerio en julio de 1744 extendiéndose el mismo hasta el año 1764, tiempo en que realizó denodados esfuerzos ‘… para doctrinar e instruir en los misterios de la fe a los vecinos del Partido que ‘’aunque situados a orillas de los Arroyos no estaban tan abastecidos del agua de la Doctrina’’’, aunque a partir de 1751 se le facilita el trabajo con la creación del tenientazgo de San Nicolás que seguirá dependiendo de este Curato hasta 1780 en que es erigido como Parroquia.

    En 1756 el Obispo Marcellano, durante su Visita le había ordenado que facilitase la tarea del maestro José Leguizamo, exhortando a los padres que tuviesen hijos con edad suficiente para aprender para que asistieran a sus clases

    Lamentablemente no ha quedado demasiada información sobre la atención de la población del Curato pero consideramos que a partir de fines del siglo XVIII será de suma importancia la colaboración que prestarán a las autoridades del Curato los padres franciscanos de Propaganda Fide quienes en 1780 se hicieron cargo de San Miguel del Carcarañal, la antigua estancia jesuítica

    Años antes, al pedir permiso dichos religiosos para asentarse en la zona el entonces Cura interino Dn. Miguel Escudero, presagiando el futuro, sostenía entre otras cosas:

    ‘Tocante a los inconvenientes del nuevo establecimiento, estos solamente los padecerán los citados Curatos (se refiere a Rosario y Coronda), particularmente el de los Arroyos, donde se asentarán los misioneros seráficos.

    (….)

    Bien que ningún prudente Cura tendrá a mal el sufrir la minoración de los emolumentos funerales, cuando de algún modo se alivia en la asistencia que hacen los religiosos a aquellos feligreses /…/ en los pagos inmediatos al convento’

    En el límite sur del Curato nos encontramos con el llamado oratorio de Morante, humilde construcción realizada antes de 1784 ya que en esa fecha Félix de Azara lo menciona como el único lugar poblado entre los arroyos Pavón y del Medio y al cual algunas veces al año asistía el sacerdote para administrar los sacramentos

    El Curato de Coronda

    A partir de 1730, los vecinos de este pago que habían tenido Capilla y en diversas oportunidades contaron con la presencia de sacerdotes seculares y religiosos que se trasladaban desde Santa Fe para su atención espiritual e incluso llegaron a contar con un Capellán en la persona de Francisco Arias Montiel, por estar situados en esta ‘vanda’ del Carcaraña, pasaron a depender de la Parroquia de los Arroyos.

    Sin embargo, casi veinte años después al mejorar la situación y crecer la población se hacía necesario ‘… cimentar una ayuda de Parroquia y sacerdote que administre los Sacramentos para que no carezcan los feligreses del pasto espiritual’.

    Con fecha 12 de abril de 1749 y quizás para deslindar responsabilidades ya que muchos vecinos se dirigían a Santa Fe, el Cura de ésta se dirige al Cabildo Eclesiástico solicitándole que dicha corporación determine a cual Curato pertenece dicho partido ya que algunos de sus predecesores ejercían allí su ministerio parroquial y el estaba interesado en erigir una capilla en la zona.

    Este hecho fue providencial ya que el Cabildo, antes que dirimir a que jurisdicción pertenecía el Pago de Coronda decidió su erección como Parroquia.

    Con fecha 16 de marzo al tratarse el problema de la pertenencia de Coronda, se señala que ‘… se debía declarar y se declaraba por libre del Curato de la ciudad de Santa Fe, y del del pago de los Arroyos, de la feligresía comprendida en el de Coronda, o que se comprendiese con el tiempo desde la otra banda del Río Carcarañal, que mira a dicha ciudad, hasta esta banda del río Salado, que nuevamente se ha empezado a fundar y poblar…’.

    Tres meses después y tras una serie de especificaciones sobre la región y el Derecho Canónico y dado que ‘… los feligreses retirados sobre aquella banda no deban tocar ni pertenecer a dicho Curato del Pago de los Arroyos y para que estos, y los demás del continente de el de Coronda hasta esta banda del río Salado sean comodamente y sin embarasos asistidos con el celo y puntualidad que es debido y conforme al Derecho Canónico y reales órdenes de S. Majestad, usando Su Señoría de la facultad ordinaria que reside en este cuerpo Capitular y que le conceden dichos capítulos ad audientiam y cuarto del Tridentino para estos iguales, erige en Curato formal el dicho de Coronda bajo los términos referidos…’.

    Determinada la jurisdicción se ordena ‘… construir en el mencionado pago de Coronda en el parage o parte más cómoda para ocurrir igualmente a la asistencia de la feligresía fundada, i se establecerá en el distrito de la jurisdicción que va señalado, una capilla competente, con su sacristía y casa para el Cura, y los ornamentos y alhajas necesarias para la celebración del Culto divino y ejercicio parroquial…’ y se nombra provisoriamente al Pbro. Manuel Rodríguez hasta tanto se llame a concurso, para que en ese ínterin ‘… la feligresía fundada en el referido Pago no carezca del pasto espiritual que tanto necesita…’

    La sede parroquial ocupó en los primeros tiempos lugares provisorios ya que el Párroco interino estaba autorizado a utilizar el altar portátil, pero ya en 1750 se habla de un corto oratorio.

    Durante el curato del citado Pbro. Rodríguez se llevará a cabo la construcción del templo parroquial, el cual con el tiempo se convertiría en el eje de la urbanización de la actual ciudad de Coronda.

    Los trabajos se ejecutaron entre 1758 y 1759 y durante la Visita del Obispo de la Torre se ordena la construcción del Bautisterio.

    Este templo perduró hasta 1837 aunque ya a principios del siglo XIX mostraba signos de decadencia, por lo cual el Pbro. Pedro Mártir Neto comenzó a adquirir materiales para su reparación, llevándose adelante los trabajos en 1811.

    Tocante a los sacerdotes, el primero estable fue el citado Rodríguez quién al no tener oposición –lo que muestra el poco interés que podía suscitar este curato en lo que todo estaba por hacerse- gana el concurso de oposición en 1750 y al año siguiente es nombrado como Cura en propiedad.

    Su gestión dura hasta su muerte acaecida en 1779 y la labor pastoral hasta 1781 es continuada por una serie de sacerdotes –tanto seculares como religiosos- que revisten en calidad de Curas interinos como Vera y Música, León Ballejos op; fray Mateo Olivera, fray José Nexo, fray Ignacio Piedrabuena y Pantaleón Robledo.

    A partir de 1782 se hace cargo del Curato el Pbro. Matías Hernández quien fallece en 1801 siendo reemplazado interinamente por el santafesino Gregorio Antonio de Aguiar, quien al parecer tuvo un buen desempeño y permaneció en el lugar hasta el 7 de enero de 1802

    A partir de esa fecha nuevamente Coronda tiene Cura propietario en la persona del Pbro. Pedro Martir Neto quién guiará espiritualmente a esta comunidad hasta 1818 aproximadamente.

    Acerca de la acción pastoral de estos sacerdotes, en 1750 el Dr. Oroño afirmaba que ‘… es mucha la feligresía de dicho Curato, al que ha asistido y asiste el Mtro Manuel Rodríguez con el celo y vigilancia que pide tan santo ejemplo explicando todos los días festivos y domingos a la gente la doctrina cristiana’.

    Por su parte el Pbro. Matías Hernández llevó su acción pastoral hasta Santo Tomé –que si bien pertenecía a Coronda- parecía que se la atendía desde Santa Fe, lo que quizás haya sucedido en virtud de la cercanía.

    Con el Pbro Neto la acción pastoral recibe un fuerte impulso y se reconstruye la iglesia como ya hemos dicho.

    Las Visitas pastorales de los Obispos de la Torre en 1764 y Lué y Riega en 1803 con sus sabias disposiciones pastorales ayudaron al fomento de la vida cristiana, sostenida por la acción de estos Párrocos que por sí o por otros, recorrían este extenso Curato que alcanzaba hasta la actual frontera con Córdoba.

  2. Creación de nuevos Curatos

  3. Intentos fallidos de erección de Curatos

Una primera referencia a la creación de una Parroquia que aliviara el trabajo del Cura de Santa Fe aparece en el Sínodo de Buenos Aires de 1655 en la que se menciona a la de San Pedro de Colastiné, con base sobre el pueblo y reducción de ese nombre y que se extendería sobre las estancias de la vecindad.

Sobre esta Parroquia no se vuelve a hablar mas y habrá que esperar un siglo hasta que con el repoblamiento de diversos puntos de la provincia, el desarrollo de las estancias y el crecimiento de la población, –a partir de 1759- para que se vuelva a pensar en la posibilidad de erigir nuevos curatos.

En dicho año, el Cura de Santa Fe comunica al Cabildo Eclesiástico de Buenos Aires la oferta de Juan de Setúbal de un oratorio de su propiedad, situado al norte de la ciudad para ‘… que los feligreses de las cercanías gocen de los benéficos de la misa, particularmente los del Rincón, cuando lo permita la creciente del río…’ y porque ‘… se ha extendido la población de estancias entre los dos ríos del Paraná y Salado…’.

Gónzalez de Setúbal pretendía –como ya lo señalamos- que el oratorio se convirtiera en ‘ayuda de parroquia’ para que en él se celebrasen todos los oficios religiosos, comprometiéndose personalmente a sostener pecuniariamente la fundación

Tras una serie de consideraciones el, Cabildo rechaza el petitorio aunque sus argumentos no son suficientes para sosegar en sus pedidos al Cura de Santa Fe, quién al año siguiente vuelve a insistir solicitando la creación de un Curato en el Salado que tendría como jurisdicción desde el ‘paso’ de Santo Tomé hacia el norte hasta el Saladillo, con sede en la estancia de Juan Bautista Alzugaray y otro en el pago de Rincón, con sede en la antigua capilla.

Desconocemos el resultado de estas gestiones pero lo real es que durante muchos años los vecinos de esa zona se quejaban de la falta de atención pastoral

En la Visita Pastoral de 1785, el Obispo Malvar y Pinto comprobó la necesidad de levantar capilla en Rincón y el 24 de diciembre de 1787 se le concedió permiso al Cura para su construcción pero al parecer esta no se llevó a cabo hasta 1824

Llegamos así al final de este período pudiéndose constatar que los intentos por erigir parroquia concluyeron en el fracaso y habrá que esperar hasta 1858 para que se erijan dos nuevas parroquias en el territorio provincial.

Mientras tanto los vecindarios de las sedes parroquiales tendrán que conformarse con asistir a las diversas capillas u oratorios que privada o comunitariamente se habían ido construyendo en diversos sitios y a las cuales llegaba cada tanto los Curas Párrocos, sacerdotes delegados por ellos o algún otro que acertaba pasar por allí y ante los reclamos de los fieles les atendía, aún cuando no contase con los permisos.

 

Edgar Gabriel Stoffel

 

Partes: 1, 2
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