Las primeras Parroquias que surgen en el continente americano son por lo general urbanas -aunque también las había rurales cuya feligresía la constituían los indígenas- ya que el conquistador español no se limitó a erigir factorías comerciales sino que fundó ciudades en las cuales se asentó, formó familias y dio inicio a una nueva cultura en su mestizaje con el mundo indígena.
En virtud de la íntima relación que existía en aquel tiempo entre la vida civil y la religión, dicha comunidad –política y social- era erigida canónicamente en Parroquia.
Antes de analizar la vida de los Curatos erigidos en el territorio santafesino es conveniente tener en cuenta dos aspectos: por una parte el referido al proceso poblacional santafesino y por otra, el concepto de Parroquia que existía en aquel período.
Como el primer aspecto ya ha sido abordado por la mayoría de los historiadores pasamos a considerar el segundo señalando que los Curatos que se establecen en el actual territorio santafesino podemos incluirlos dentro de lo que Antonio García y García denomina ‘Iglesia de estructura tradicional’ y que integrada por españoles, criollos y mestizos mantuvo siempre la organización pastoral de la cristiandad hispana o europea.
La única excepción la constituye la llamada Parroquia de los Naturales puesta bajo el patrocinio de San Roque, para la cual existía una legislación específica fruto de la experiencia americana recogida en Concilios y Sínodos, aunque en la práctica no había demasiada diferencia con la de españoles y quizás por el hecho de ser urbana y compartir la misma jurisdicción territorial, con el tiempo confluiría en ella.
La legislación pertinente a las Parroquias de Indios ha sido estudiada en las últimas décadas por el citado García y García y por Alejandro Bunge, deteniéndose este último en las resoluciones del III Concilio Límense de 1582-1583, por lo cual obviamos mayores comentarios dado que no afecta a nuestra exposición.
El modelo parroquial que enmarca la vida religiosa de los centros poblacionales santafesinos es el determinado por el Concilio de Trento, más las disposiciones propias de las Leyes de Indias y de los Sínodos de la región.
La estructura surgida en Trento no era algo intangible e inmodificable sino que estaba al servicio de la pastoral, cuyo fin es la salvación de las almas.
Según José Luis Larrabe –en el tema que nos ocupa- el tridentino determinó que las Diócesis se dividieran en Parroquias cuyos límites debían estar determinados con claridad; con un Cura Párroco al frente que pudiese conocerla; con espíritu de descentralización y flexibilidad; prevee la creación por división de nuevas parroquias por razón de distancia u otras dificultades que impidan una atención plena de los fieles; ordena a los Obispos que en el caso de Parroquias numerosas los Párrocos tengan colaboradores suficientes y que estas medidas las tomen sin reparar en dificultades.
La misión de la Parroquia según el Concilio de Trento –nos recuerda este autor- ‘… se extiende mucho más que a los sacramentos; en efecto el Párroco debe predicar al pueblo de Dios que le ha sido encomendado, exponer lo que lee en la Santa Misa, instruir previamente acerca del matrimonio cristiano a los que van a contraer, enseñar la doctrina a los niños y el catecismo mayor a los adultos, principalmente acerca del valor y uso de los sacramentos antes de administrarlos, recomendar la observancia de los ayunos y fiestas, conocer a sus ovejas, ofrecer el sacrificio divino por ellas, administrarle los sacramentos y apacentarlas con el buen ejemplo, residir junto a sus fieles, tener al día con diligencia y orden, los libros parroquiales sobre el estado espiritual de los fieles, participar en el Concilio diocesano que se tendrá todos los años, y sobre todo, practicar la hospitalidad’
En su ‘Itinerario para Párrocos de Indios’ el Obispo de Quito –De la Peña y Montenegro- señala en términos generales que ‘Parroquia no es otra cosa que una división del cuidado de sus ovejas, reducido a una Iglesia, donde concurren los feligreses a ser administrados, lo cual ha de tener señalado distrito, limitado con sus términos’.
Esta definición que nos parece importante por haber sido elaborada en América, vale en sus grandes líneas para todo tipo de Parroquia y nos señala cuatro de los componentes que hay que tener en cuenta al estudiar esta estructura pastoral: pueblo determinado, ámbito espacial, templo para el culto y pastor propio.
Cuando Juan de Garay llevó a cabo el trazado de la ciudad, reservó los lugares fundamentales de toda ciudad hispana: el Cabildo y la Iglesia Mayor (o Matriz), tal como se desprende del Acta respectiva donde se lee:
‘… en la tierra de esta ciudad tengo señalado dos solares para Iglesia mayor la cual nombro la advocación de todos los Santos’
Esta Parroquia de la ‘Universidad de todos los Santos’, que puede considerarse la primera del Litoral argentino tendrá hasta el año 1730 los límites que Garay había señalado para la ciudad ya que en ese año se erigirán los Curatos del Pago de los Arroyos por lo cual se sustrae a su jurisdicción el territorio del río Carcarañá al sur y el de la otra Banda del Paraná cercenándosele la actual Entre Ríos, volviéndose a acotar en 1747 con la erección del Curato de Coronda que atenderá las tierras del Salado al sur y al Oeste.
Este primer Curato es el llamado de los españoles, ya que el de los naturales se erigirá a posteriori.
El curato de los españoles
En los primeros tiempos la atención parroquial parece haber estado a cargo de los padres franciscanos ya que no parece que haya habido algún clérigo secular al frente de la misma tal como lo prescribía el Concilio de Trento y el templo parroquial era la iglesia de los citados seráficos o en su defecto una precaria construcción que al parecer ya existía en 1577 si ésta es la que fue invadida profanada por Diego Ortiz de Zárate quien ingresó a la misma montando su caballo.
En contra de lo que ordenaba la legislación de aquel tiempo, válida tanto para los poblados de españoles como de indios y lejos de las magníficas construcciones que se dieron en diversas ciudades americanas, la iglesia parroquial de Santa Fe, por muchos años, anidaba aún en los deseos del pueblo y en las preocupaciones del Cabildo pero avanzaba muy lentamente, aunque en 1617 se procedía a entronizar de modo permanente la imagen del Patrono –San Jerónimo- en una capilla propia dentro de la misma .
Los estudiosos del tema han reconstruido a partir de datos diversos la historia de la construcción, concluyendo que al llegar el momento de trasladar la ciudad a su actual emplazamiento, la Matriz nunca había tenido su fábrica en buenas condiciones.
Elocuente en este sentido el Informe del gobernador Diego de Góngora al Rey del año 1622, donde se dice:
‘Halló la Iglesia mayor descubierta maltratada con indecencias para celebrar acudió a su obra y reparó y dejó orden a su lugarteniente para proseguirla’
En 1670, al aprobarse el traslado de la ciudad, se señala que en el lugar elegido en 1651 ‘… se iba edificando y estaban ya en ella la mayor parte de sus moradores con el clero y religiones y capilla, en que se celebraban los oficios divinos…’.
El Templo parroquial construido en el nuevo asentamiento, pasó por vicisitudes similares a su predecesor en la vieja Santa Fe.
Hernán Busaniche señala que ‘la iglesia matriz, que por su jerarquía debió ser la más importante de la ciudad, no fue más que un pequeño templo pobre a medio terminar; las noticias que aportan los documentos nos hacen suponer la existencia de un templo primitivo y provisorio, que tuvo probablemente cubierta pajiza’.
La obra iniciada antes de 1652 fue reemplazada por otra comenzada en 1655 y concluida en 1667, la cual ya para 1680 aparecía deteriorada y en 1728 presentaba un estado lamentable.
Después de acotada la jurisdicción parroquial de Santa Fe por la erección de las Parroquias de los Arroyos y de la Bajada del Paraná, hacia 1745 se comienzan las obras de la iglesia que aún permanece, las cuales se concluyen en 1751.
El nuevo templo -a pesar de lo que sostenían aquellos que deseaban trasladar la sede parroquial a la iglesia de la Compañía de Jesús en 1774- era apto para las funciones propias según argumentaba el entonces Cura de la Matriz:
‘… la que sirve de Matriz en esta ciudad es nueva, de tres naves en su arquería y murallas de la nave principal de cal y ladrillo, como también la sacristía, contra la sacristía por todo el centro y el pórtico por lo consiguiente con sus cinco arcos y todo el resto del frontis y la torre de cal y ladrillo.
La ciudad de Santa Fe y sus curatos
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