Equidad de género en el contexto laboral estatal cubano. Implicación para el desarrollo local
Enviado por Gretell Ochoa Mora
Resumen
A pesar de todos los logros alcanzados, en especial en lo relativo a los niveles educacionales evidenciados por la mujer cubana (superiores a los masculinos), aun persiste una brecha entre ambos sexos en lo referido a la incorporación a la vida laboral.
Los organismos internacionales han definido Género como un "conjunto de pautas de conducta o patrones de relaciones asignados a cada sexo en las diferentes culturas. Se utiliza para demarcar las diferencias socioculturales que existen entre hombres y mujeres y que son impuestas por el sistema de organización político, económico, cultural y social, y por lo tanto, son modificables.
Entendemos por Género el conjunto de rasgos, cualidades, modos de conducta, con que cada cultura caracteriza e identifica a todas aquellas personas del mismo sexo y las distingue del otro. Estas características son socialmente construidas, definen y relacionan los ámbitos del ser y del quehacer femenino y masculino diferenciando los sexos, al mismo tiempo que los articula dentro de las relaciones de poder.
En Cuba a pesar de los considerables logros obtenidos en la educación de la sexualidad persisten creencias y pautas sexistas que limitan la equidad entre los géneros lo cual está asociado a los procesos de socialización diferenciada de hombres y mujeres.
Pero, como mismo son visibles los avances en cuanto a la igualdad de oportunidades y derechos, también es evidente que la cubana sigue siendo una sociedad patriarcal, sostenida en la subjetividad de los hombres y de las propias mujeres, que mantienen la condición de responsables casi absolutas del trabajo doméstico no remunerado- atención a niños y ancianos, cuidado del hogar- , y ven limitada por esa causa su representatividad en cargos de responsabilidad administrativa, política y social.
La presencia de la mujer cubana en cargos de dirección es elevada sin embargo, si la comparamos con el nivel técnico, cultural, profesional y político alcanzado por estas, es insuficiente. En esto influyen condiciones de carácter objetivo pero también de carácter subjetivo, prejuicios y estereotipos que de una u otra forma marcan los rasgos de carácter machista y patriarcal que aun perduran no solo a nivel de conciencia cotidiana sino en nuestras propias estructuras organizativas y de dirección.
Los métodos científicos utilizados en el desarrollo de este trabajo estuvieron determinados por el objetivo general y las tareas de la investigación previstas, son éstos:
Análisis y síntesis: Se usó al hacer un análisis del problema planteado a partir de la relación que existe entre los elementos que conforman dicho problema como un todo; y a su vez, la síntesis se produce sobre la base de los resultados previos del análisis.
Histórico – lógico: Fue utilizado al analizar la trayectoria histórica del objeto de estudio, su condicionamiento a los diferentes períodos de la historia, poniendo de manifiesto la lógica interna de desarrollo, de su teoría y halla el conocimiento más profundo de esta, de su esencia.
Inducción – Deducción Se usó en el estudio de numerosos casos particulares, a través de la inducción se llega a determinar generalizaciones, que constituyen puntos de partida para definir o confirmar formulaciones teóricas. Para unificar conceptos y enfoques del desarrollo humano local en la realidad concreta estudiada.
La sociedad moderna suele visualizarse desde una noción de globalidad implacable donde no hay espacio para lo local, pues éste queda absorbido, borrado, desaparecido. Sin embargo, una observación más profunda del fenómeno nos permite reconocer que paralelo al desarrollo del proceso de mundialización de las economías, de homogeneización de las culturas y de unipolarización del poder político, se desarrolla un proceso de re-conocimiento y re-valorización de lo local, de sus potencialidades y de su protagonismo para determinar los procesos sociales, económicos, culturales y políticos que signan el mundo contemporáneo.
La aceptación de esta realidad permite afirmar que pensar y actuar desde lo local no es un absurdo en estos tiempos, sino que por el contrario emerge como una alternativa de articulación de las posibilidades y los desafíos a que nos convoca nuestra contemporaneidad.
Se debe desarrollar en forma eficiente todos los recursos humanos y productivos, partiendo de una base que garantice la equidad y la calidad de vida de las próximas generaciones creando las condiciones para que todas las personas sin distinción de sexo, género, clase, edad, religión y etnia tengan las mismas oportunidades para desarrollar sus capacidades potenciales.
La Equidad de beneficios se refiere al impacto final que tienen los esfuerzos de desarrollo sobre ambos géneros, es decir, igualdad de beneficios implica que los resultados sean igualmente accesados y aprovechados tanto por hombres como por mujeres. Se ha visto que la igualdad de oportunidades no significa que ambos géneros disfruten de los mismos resultados, por causa de factores estructurales en la sociedad que impiden a ciertos grupos, particularmente a las mujeres, aprovechar plenamente las diversas oportunidades que se les ofrecen.
La diferencia entre Igualdad y Equidad estriba en que Igualdad es dar las mismas condiciones, trato y oportunidades a mujeres y hombres; y la Equidad es dar las mismas condiciones, trato y oportunidades a mujeres y hombres, pero ajustados a las especiales características o situaciones (sexo, género, clase, etnia, edad, religión) de diferentes grupos de tal manera que se pueda garantizar el acceso.
Típicamente las mujeres son responsables del manejo doméstico, por lo que el empleo añade obligaciones a su vida y generalmente hay poca disminución de las tareas en el hogar, por contraste, los hombres se concentran en sus responsabilidades del trabajo.
Es fácil deducir que Cuba está entre los países de América Latina que han alcanzado resultados que expresan brechas reducidas de género, se ha realizado una fuerte inversión en servicios sociales y en el apoyo a las garantías legislativas de la igualdad del hombre y la mujer.
La situación de la mujer ha sido abordada mundialmente desde diversas aristas y con un especial interés. En el caso cubano, particularmente a raíz del triunfo revolucionario, las féminas han sido especialmente beneficiadas con la implementación de medidas y proyectos que han posibilitado su empoderamiento en la vida económica, política y social del país.
Con el triunfo de la Revolución Cubana el Primero de Enero de 1959 se inició una profunda revolución social, la que no hubiera sido posible sin la participación de la mujer en los diferentes frentes.
Las mujeres cubanas no sólo tienen igual acceso a la educación sino que actualmente se gradúan en mayor número que los hombres en los niveles técnicos y universitarios, con el 56 y 57 % respectivamente contra el 44 y 43 % en los hombres.
A pesar de los logros alcanzados en el país, que indudablemente han disminuido las brechas de género en comparación con otros lugares del mundo, existen determinadas formas de pensar y actuar que inciden en las desigualdades presentes entre hombres y mujeres, de ahí la necesidad de abordar otras variables que sean capaces de expresarlas.
Durante casi cinco décadas, se han inscrito en el proceso educacional cubano programas para la niñez, la juventud y los adultos, con énfasis en aquellos destinados a ampliar y promover oportunidades para la mujer, como la de posibilitarle cada vez mayor instrucción, facilitando así su acceso al trabajo y protagonismo social.
Hoy la perspectiva de género en la legislación laboral ha cambiado, pues en lo últimos años la regulación jurídica relativa a los beneficios para las mujeres se ha perfeccionado considerando a su vez la situación de los hombres.
Nuestra normativa no priva a la trabajadora de los derechos conquistados, pero tampoco inclina el fiel de la balanza de manera mecánica y poco objetiva hacia nosotras, sin reconocer la necesidad de otorgar empleo o promover al que lo merezca, sea hombre o mujer.
No resultan novedosas las bases sobre las cuales se refiere a partir de esos años a las diferencias derivadas, no del proceso biológico de diferenciación humana de acuerdo a la variable sexo, sino a aquellas que emanan de las pautas socialmente construidas para uno u otro sexo.
Si tenemos en cuenta la heterogeneidad social y clasista de nuestras comunidades, sobre todo urbanas, y donde las mujeres están representadas no solo por las trabajadoras, profesionales o no, "cuentapropistas", jubiladas, amas de casa, etc., y que su protagonismo en las economías locales a partir de la década de los 90 es decisivo, hay que fortalecer el trabajo comunitario integrado a través de la perspectiva o mirada de género.
No puede negarse la posición privilegiada que ocupa la mujer cubana en comparación con otros países del Tercer Mundo en cuanto a la equidad entre hombres y mujeres, es decir la igualdad en cuanto al acceso a oportunidades, sin embargo no puede afirmarse lo mismo en cuanto al logro de la igualdad real.
A las diferencias biológicas existentes entre hombres y mujeres se suman aquellas social y culturalmente establecidas o construidas por la sociedad y que históricamente han puesto al hombre en un papel favorable respecto a la mujer. Nuestra realidad no escapa a este análisis que ha sido denominado por los estudiosos de la temática las diferencias de género.
En la actualidad, se valora más que antes el aporte de la mujer y se reconoce que éste es el factor clave para avanzar hacia un desarrollo sustentable. Existe además, una creciente preocupación por determinar el impacto del desarrollo en la vida de las mujeres y en la superación de las desigualdades de género, éstas no siempre son evidentes a simple vista, se encuentran muchas veces incorporadas a la cultura de un pueblo y pasan a formar parte del ¨sentido común¨ de la vida diaria.
Es aceptada en Cuba la insuficiente representación de la mujer en los puestos de toma de decisiones y son diversos los obstáculos para alcanzar una participación igualitaria, requisito para la consecución de los objetivos de igualdad, desarrollo y paz, adoptados por las Conferencias Mundiales de la Mujer de Naciones Unidas, así como para que el respeto a los derechos humanos de la mujer sea una realidad.
Tanto en el mundo del trabajo de cuidados no remunerado como en el del trabajo remunerado sigue observándose un marcado desequilibrio entre los géneros, como consecuencia de los valores locales, las tradiciones sociales y los papeles asignados históricamente a cada género.
La mujer cubana ha logrado altos niveles educacionales y de participación, especialmente dentro de la fuerza de trabajo técnica y profesional. No obstante, la existencia de asimetrías de poder al interior de las familias ha contribuido en la persistencia de brechas de género que emergen también en el ámbito público.
No obstante, las cubanas continúan desempeñando los roles protagónicos en el cuidado del hogar y la familia, conjugados con la inserción en el mundo laboral y en las más altas esferas directivas y administrativas del país.
Pese a todas las ventajas asociadas a la condición femenina han resultado insuficientes para alcanzar un empoderamiento de la mujer en el ámbito doméstico. Mientras su ascenso en la participación económica ha sido indiscutible, la perspectiva de género es apenas perceptible en el hogar, y la inserción del hombre dentro del mismo es casi nula, elemento que deviene en desigualdad en la esfera doméstica y se manifiesta a su vez en el comportamiento del mercado laboral femenino.
La inserción de la mujer en el mercado del trabajo constituye uno de los indicadores más importantes a tener en cuenta desde la perspectiva "género en el desarrollo". Se evidencian pasos importantes dados a nivel macro- social en la igualdad de oportunidades para hombres y mujeres en el nivel educacional y la preparación profesional para el trabajo entre otras.
Las acciones emprendidas expresan en si mismas el reconocimiento de las desigualdades existes, a la vez que trazan pautas para superarlas. Debe tenerse en cuenta que todavía en muchas personas influyen viejos patrones culturales y concepciones arraigadas en la familia y en la sociedad, que tienden a mantener los roles tradicionales y a responsabilizar únicamente a la mujer en el funcionamiento de la familia y de la atención a los hijos.
La realidad muestra que al incorporarse al trabajo, hay mujeres que rompieron sólo a medias con su papel tradicional y ahora, aunque están en la producción social siguen como únicas responsables de la educación de los hijos y de las imprescindibles tareas del hogar. Esta situación se convierte en obstáculo para su promoción, al hacer aparecer como irreconciliables las tareas productivas con las reproductivas, lo cual indica claramente la necesidad de seguir luchando por armonizar los intereses familiares con los sociales.
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Autor:
Lic. Gretell Ochoa Mora.