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La resistencia peronista (página 2)

Enviado por Guadalupe Rojo


Partes: 1, 2

Si bien John William Cooke planteaba la necesidad de forjar las condiciones objetivas para la insurrección mediante un foco guerrillero, también creía que las mismas podían desprenderse de una situación política tal como la proscripción del peronismo. El hecho de estar en la oposición, siendo perseguidos, representa para Cooke el detonante de la faceta revolucionaria del peronismo y el escenario ideal para la sublevación. Aseguraba: "Ahora la coyuntura favorable es permanente", haciendo referencia a las políticas represivas aplicadas por la Revolución Libertadora como condiciones "objetivas" para sublevarse. El 12 de junio de 1956, Cooke aseveraba:

"Que la nuestra era una revolución social y que este tipo de revoluciones habían partido siempre del caos y que en consecuencia, nosotros no debíamos temer al caos sino provocarlo, teniendo la inteligencia de prepararnos para dominarlo y utilizarlo en provecho del pueblo."

Asimismo, el delegado de Perón sostenía una concepción de vanguardia, como parte integrada al proletariado, esta vez, en coincidencia con Lenin. Ambos, sostenían que la clave para el éxito revolucionario estaba en evitar el aislamiento de las bases, por parte de la vanguardia.

En 1960, ya instalado definitivamente en Cuba, John William Cooke empieza las tratativas para convencer a Perón de que elija ese país como lugar para exiliarse. En ningún momento, Perón dio señales claras de que lo haría pero tampoco descalificó del todo a la revolución cubana. Mientras las ilusiones de Cooke sobre una posible alianza entre el socialismo y el peronismo en Argentina aumentaban, aquel no daba señales claras de aprobación, pretendiendo mantener un complejo equilibrio en su movimiento.

Para ello, Perón empleó una estrategia que fue conocida como "política pendular". Sin embargo, quizás no habría que entenderla como un péndulo que se balancea de derecha a izquierda a ritmo constante y sincronizado. Sus cambios de espectro ideológico, definitivamente, no ocurrían repetitiva y mecánicamente, ni mucho menos estaban librados al azar. Notoriamente, las oscilaciones obedecían a cuestiones políticas circunstanciales, que merecían alguna modificación en el reparto de poder para sostener un frágil equilibrio dentro del movimiento. Perón solía explicar que él necesitaba aprobar y al mismo tiempo desaprobar a todos sus allegados, para generar las disputas internas necesarias que le permitieran a él, reconocer a los más convenientes y también a los traidores.

La relación Perón-Cooke sólo puede entenderse dentro de esta dinámica, donde el líder justicialista se encargaba de despedazar y al mismo tiempo revivir las esperanzas de su persistente delegado.

Cooke insistía en convencer a Perón de que en la Argentina los peronistas (vistos desde un panorama latinoamericano) representaban a los comunistas, porque eran los defensores del proletariado y eran enemigos de la oligarquía y del imperialismo. Por otro lado, trataba de ensayar una lista de razones por las cuales era conveniente para los peronistas hacer alianzas con otros diversos movimientos de liberación nacional y social de América Latina. Mientras Perón mantuviera su Tercera Posición, sería castigado e ignorado por los dos bandos. J.W. Cooke sostenía que el peronismo sufría en la Argentina por ser considerado subversivo; y al mismo tiempo se privaba de la solidaridad latinoamericana y del resto de los movimientos de liberación nacional, por no declararse abiertamente a favor de Cuba, por ejemplo.

Sin darse por vencido, al igual que los demás receptores de su discurso, Cooke acabó por inventarse al Perón que más el gustaba, autoconvenciéndose de que compartían la evolución hacia el socialismo. Así fue como creyó que el líder podría rever su concepto de tercerismo, definiéndolo como equidistancia, ya no entre dos bloques (capitalista y comunista) sino entre dos imperialismos. Cooke alegaba que después de la muerte de Stalin, se habían introducido cambios internos en Moscú y que la expansión soviética no estaba motivada por razones económicas, sino políticas. Por ende, no debía considerarse a la URSS como imperial y así, la equidistancia ya no era tal. Cooke pretendía establecer un vínculo entre el peronismo y los pueblos dominados (identificados con el socialismo).

El 19 de septiembre de 1968, John William Cooke muere sin terminar de romper su relación con Perón, pero sí con su antigua y extensa correspondencia suspendida.

b)

Paradójicamente, el día de la muerte de Cooke, arrestaban en Tucumán a un grupo de militantes de las Fuerzas Armadas Peronistas que intentaban entablar una guerrilla rural en Taco Ralo. Algunos habían sido sus discípulos. Este había sido el proyecto original de Cooke, que trató de llevar a la práctica en 1960, cuando designó al "comandante militar" Uturunco Manuel Enrique Mena.

Los Uturuncos (hombre-tigre en quechua) se habían instalado en los cerros adyacentes al rió Cochuna, a 120 kilómetros al sur de San Miguel de Tucumán. No están muy claras las causas de su fracaso pero lo cierto es que al poco tiempo fueron descubiertos y arrestados y solamente unos pocos lograron escapar. Ese fue prácticamente el mismo destino que tuvo el "Destacamento Montonero 17 de octubre" de las FAP cuando fue descubierto el 19 de septiembre de 1968. En este caso, sólo pudieron escapar unos pocos militantes, Carlos Caride, entre ellos. En efecto, existió cierta conexión entre ambas experiencias de guerrilla rural en Tucumán. A inicios de los años sesenta, los Uturuncos despertaron interés en la Juventud Peronista (incluso los más entusiasmados emprendieron tareas de entrenamiento físico).

Precisamente en esa época, militantes de la nueva generación (Envar El Kadri, Gustavo Rearte y Jorge Rulli) comenzaron a conectarse con las figuras históricas de la Resistencia Peronista (por ejemplo: Julio Troxler). Siendo que los sindicatos estaban prohibidos por la Revolución Libertadora, el ámbito de reunión y gestación de lo que eventualmente serían las FAP, resultó ser las Unidades Básicas (UB).

Según Gillespie, sería lógico imaginar que la "continuación genealógica principal del MNRT (Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara) fuesen las FAP…" Si bien, no es fácil trazar una línea de secuencia tan clara, es cierto que muchos de los militantes del MNRT (en particular los que participaron en el asalto del Policlínico Bancario) se transformaron en cuadros fundadores de FAP.

En cambio, desde la perspectiva de Juan Gasparini, las Fuerzas Armadas Peronistas agruparon militantes provenientes tanto de la derecha nacionalista (MNRT) como de la izquierda. Lo cierto es que desde el peronismo de resistencia y desde el MJP (Movimiento de la Juventud Peronista) surgieron los principales cuadros de FAP y también de la Organización Descamisados (liderada por Dardo Cabo) que sería la primera en fusionarse con Montoneros, en 1971.

Estas no fueron las únicas organizaciones peronistas que basaron su estrategia en la lucha armada, o al menos buscaron participar del accionar guerrillero. Si bien, por razones de tiempo y espacio este trabajo no puede ocuparse de las mismas, vale la pena mencionarlas: Frente Revolucionario Peronista, Movimiento Revolucionario 17 de octubre (MR-17), Federación Universitaria de la Revolución Nacional, Acción Revolucionaria Peronista (ARP), liderada por Cooke y el Movimiento Revolucionario Peronista (MRP) de Gustavo Rearte, entre las más destacadas.

En entrevista con el historiador Ernesto Salas, la condición de guerrilla de la Acción Revolucionaria Peronista no parece tan obvia. En principio, existen dudas acerca de la participación de dicha organización en la lucha armada, así como también, aún hoy, persiste el debate sobre la existencia de un apoyo explícito de Cooke a la guerra de guerrillas. Lo cierto es que, tras la conversación con Salas, hay un hecho que aflora como indiscutible: "El pensamiento revolucionario de Cooke sí fue una influencia determinante en la emergencia de gran parte de las organizaciones armadas peronistas."

En la Resistencia no importaban tanto las concepciones militaristas o las diferencias ideológicas, sino que eran grupos amalgamados mediante la experiencia compartida. La identificación con la simbología y el lenguaje peronista funcionaba como común denominador. Primaban los sentimientos de camaradería porque provenían de una situación adversa, que justamente precisaba de un soporte y de una solidez conjunta. Además, el origen más humilde de estas organizaciones, en comparación con aquellas de tradición católica o de la izquierda intelectual, convertían a las reuniones en encuentros carentes de seriedad y complejidad, adquiriendo un tono más familiar y barrial.

A principios de la década del sesenta, el grupo de El Kadri, Rearte, Rulli y Felipe Vallese, entre otros, asaltaron un conjunto de monoblocs del personal aeronáutico, en Ezeiza, firmando como ELN (Ejército de Liberación Nacional). Por otro lado, Dardo Cabo fundaba el Movimiento Nueva Argentina, de clara tendencia nacionalista y peronista y comenzaba a planear lo que sería el Operativo Cóndor.

Cuando llegaron las órdenes pacificadoras desde España, a través de la famosa frase del General <<Hay que desensillar hasta que aclare>>, a los "muchachos" de la juventud les costaba obedecer. Inmersa en un clima de persecución y sofocamiento político, la JP empezaba a protagonizar, en términos de Ollier, aquel pasaje de la radicalización ideológica a la política. Según esta autora, los jóvenes guerrilleros de los setenta, habrían asimilado en su infancia ciertos valores e ideas políticas que conformaron su identidad revolucionaria temprana. En los ámbitos privados (esfera íntima-familiar), públicos o políticos, los jóvenes internalizaron ciertas imágenes de la política como antinomia, persecución y confrontación. El paradigma Amigo/Enemigo, sobretodo, respecto del hecho peronista, resulta un factor clave para analizar la conducta de los militantes de la JP que sentían que no podían quedarse de brazos cruzados hasta conseguir el retorno de Perón.

No fueron ellos los que desecharon la vía electoral, sino que esa fue la enseñanza que adquirieron de la tumultuosa vida política de su país. Desde su llegada al mundo, los jóvenes identificaron a las resoluciones políticas con la violencia. El golpe de Estado aparecía una y otra vez como la carta más utilizada, pues los conflictos no eran negociables.

"Para que la confrontación se resuelva, el <<otro>> debe desaparecer. No hay negociación posible. No hay parte (partido político), hay todo (Movimiento)."

La violencia fue siempre natural y la cuestión de lo irreconciliable es acompañada por la inevitabilidad del conflicto y la incertidumbre. El descrédito se hacía extensivo a la democracia en general, y los partidos políticos, en particular.

Así las cosas, el ímpetu furioso se presenta un día en sociedad, como escalando sus raíces, como si siempre hubiese estado allí.

El miércoles 28 de septiembre de 1966, un grupo de militantes de la vieja JP participó del Operativo Cóndor. Dardo Cabo, al frente de un grupo de 17 hombres, tomó un avión de Aerolíneas Argentinas y lo desvió de su ruta regular entre Buenos Aires y Río Gallegos, rumbo a las Islas Malvinas. En el archipiélago, plantaron banderas argentinas, reclamando simbólicamente su soberanía. Especialmente para la ocasión, habían convocado a periodistas del diario Crónica y la revista Así. Un par de semanas después, el director de esta revista publicó un artículo titulado "Yo vi flamear la bandera argentina en las Malvinas".

Un tiempo después, concretamente a mediados de 1968, Envar "Cacho" El Kadri, Néstor Verdinelli, Carlos Caride y la "Negra" Amanda Peralta, entre otros, comenzaron a preparar lo que luego se conocería como Taco Ralo, el bautismo de las Fuerzas Armadas Peronistas. El nombre de la organización fue elegido unos días antes de emprender el viaje a Tucumán; pensaron en llamarse Ejército Peronista pero lo descartaron por las posibles confusiones con la palabra "ejército". También decidieron que el grupo que iría a Taco Ralo se llamaría Destacamento Montonero 17 de octubre de las FAP. Al igual que la futura organización Montoneros, las FAP quisieron marcar una continuidad con los montoneros del Chacho Peñaloza. El grupo que se quedaba en la ciudad se llamaría Destacamento Descamisado Eva Perón de las FAP.

La detención en Taco Ralo no tardaría en llegar. A dos semanas de la llegada al monte, las Fuerzas Armadas Peronistas fueron prácticamente desarticuladas. En los años siguientes, con sus principales cuadros presos, las FAP sólo realizaron unos pocos operativos de expropiación a los fines de incrementar su armamento y reconstruir su organización.

El 6 de enero de 1970, las Fuerzas Armadas Peronistas irrumpieron en el terreno de la guerrilla urbana mediante la toma de la guardia policial de Villa Piolín (Gran Buenos Aires). Luego de desarmar e inmovilizar a la policía, los militantes de las FAP repartieron juguetes, mientras sonaba la marcha peronista por los altoparlantes.

Para mediados de 1971, una fracción de las FAP (la más numerosa) ya se consideraban una organización del Peronismo de Base. En rigor, el PB sería la agrupación de superficie de las FAP (que era "la organización subterránea" en términos de Basterra). Si bien FAP siguió autoproclamándose peronista, su línea ideológica se encaminó hacia el clasismo. En una publicación de Cristianismo y revolución la organización afirmaba:

"El deber que tenemos frente a Perón, frente a la clase obrera, es de construir una alternativa independiente, revolucionaria y de clase, visualizable para la clase obrera como camino real hacia el poder y entonces que él elija."

Este grupo adopta una perspectiva que podría enmarcarse dentro del mismo proceso sufrido por la Neoizquierda. La cuestión consistía en enmendar el accionar del Partido Comunista, que por ignorar o rechazar al peronismo, había aplicado de forma incorrecta o inútil la doctrina Marxista. Por ende, tanto la fracción clasista de FAP como la Nueva Izquierda buscaban reinterpretar al marxismo a la luz de la experiencia argentina y justicialista e inversamente interpretar la realidad a la luz de la doctrina marxista.

En cuanto a nomenclaturas, en las FAP se produce una división irreversible entre los "iluminados" (por la luz del marxismo) y los "oscuros" (sostenían la simbología peronista incondicionalmente). Pertenecían al primer grupo: Rodolfo Ortega Peña, Víctor Melchor Basterra, Jorge Cafati y Raúl Villaflor, entre otros. En lo que respecta al segundo grupo, mayoritariamente se dieron por vencidos. Algunos de los militantes que se habían acercado específicamente a las FAP por su carácter legendario de organización peronista, pasaron a formar parte de Montoneros (como lo ejemplifican el caso de Rodolfo Walsh y Ernesto Villanueva).

Víctor Basterra coincide con el testimonio de Envar El Kadri (publicado en La Voluntad) acerca del Proceso de Homogeneización Política Compulsiva. Por ese entonces, FAP procuraba desarrollar el PHPC (como se lo denominó en la jerga interna) como un mecanismo necesario para compensar la ausencia de doctrina o herramienta científica en la organización. El Proceso de Homogeneización Política Compulsiva fue considerado por la fracción más clasista como una instancia imprescindible en la evolución de las Fuerzas Armadas Peronistas.

En la entrevista con Basterra, el PHPC parece haberse creado a los fines de "explicar lo que significaba la alternativa independiente" es decir, la formación de "organizaciones circulares que no respondieran ni a los patrones ni a las juntas."

De todas formas, entre marzo y abril de 1973, la ruptura interna de las Fuerzas Armadas Peronistas se oficializó. Lideradas por El Kadri y Caride, las FAP (a secas) apoyaban tibiamente al gobierno constitucional, pero habían suspendido, momentáneamente, la lucha armada. Por otro lado, la fracción de los "iluminados" conformó FAP-Comando Nacional, poseedora de un discurso más radical y que incluso no detendría su accionar guerrillero durante la presidencia de Cámpora. Al respecto Basterra (FAP-Comando Nacional) asegura que "la lucha era contra la patronal, no contra el gobierno" y por ende la asunción de un gobierno popular no modificaba su estrategia de encarnar un peronismo alternativo a la "burocracia sindical".

Más adelante, en agosto de 1973, la organización FAP (a secas) se rebautizó como FAP-17 de octubre y el Peronismo de Base, PB-17 de octubre. Al mes siguiente, recibieron la oferta de fusionarse con Montoneros (que prácticamente ya lo habían hecho con las FAR) pero la rechazaron por entender que la propuesta escondía la verdadera intención de fagocitarlos, sin más. De todas formas, fue inevitable que sus cuadros más importantes, como Carlos Caride, terminaran resignándose al hecho de que fuera Montoneros la organización que absorbiera completamente a la militancia peronista de izquierda (a excepción de una fracción de FAP- Comando Nacional y del Peronismo de Base, que logró retener algunos cuadros de gran importancia histórica como Envar "Cacho" El Kadri, Raimundo Ongaro y Julio Troxler ).

c)

La Juventud Peronista y la influencia de John William Cooke resultarían ininteligibles desprovistas de un marco conceptual dado. En esta nueva sección dentro de la descripción de la Resistencia, me urge destacar ciertas cuestiones generales del contexto que aportan una visión amplia y colectiva. En primer lugar, los efectos de la proscripción, la tensión en el colectivo peronista y sus inmediatas reacciones defensivas/ofensivas. Precisamente, recurro a la teoría de Ollier sobre la política como antinomia para iluminar el aspecto confrontativo del período. En segundo lugar, las imágenes de violencia en torno al factum peronista que fueron asimiladas por la juventud. Así pues, los jóvenes se aferran a la figura del líder y deben reinsertarse en la historia de un movimiento peronista de la que, naturalmente, no habían formado parte. Para ello me detendré en la teoría de Sigal y Verón. En tercer y último lugar, se abordará el enorme impacto de la fe y la mística revolucionaria como la contracara de un sistema democrático.

En 1997, El Kadri escribiría las siguientes palabras que resultan muy elocuentes para entender la relación entre la Resistencia Peronista y las generaciones jóvenes:

"A este pueblo partidario del dictador depuesto como en el pasado lo había sido Juan Manuel de Rosas, d ebía sometérselo a un proceso de desperonización, similar a la desnazificación aplicado en Europa. Y si en el pasado los federales habían sido <<civilizados>> a fuerza de cañones y degüellos de prisioneros y las cabezas de sus caudillos eran puestas en pica […] ahora llegaba el tiempo de los encarcelamientos sin juicio, fusilamientos y asesinatos en basurales […] Y si la derrota de Rosas le abrió las puertas del comercio al capital inglés, ahora los libertadores triunfantes asumían la línea MayoCaseros para imponer un modelo de país que, como primera medida, anulaba la Constitución de 1949 y adhería al Fondo Monetario Internacional […]

¿Pero, quién hacía esa Resistencia? Fundamentalmente los trabajadores. Esos sujetos históricos de carne y hueso, esa clase obrera que muchos mentaban como la protagonista del proceso revolucionario, pero solamente en los papeles. Esos descamisados hacían huelgas aunque estaban prohibidas y hasta las ganaban, robaban gelinita en las canteras, fabricaban miguelitos y caños en las fábricas y talleres, con la participación de todos en una suerte de Fuente ovejuna proletaria […]Por supuesto también, otra vez, la Resistencia. Pero ya no será solamente para jaquear, como antes, sino también para pasar a la ofensiva, para conformar las fuerzas armadas del pueblo que tomen el poder para hacer la Revolución. Que ya no será solamente de los trabajadores peronistas, sino también de vastos sectores de la juventud que irrumpen en la lucha política asumiendo esa identidad o la de una izquierda nacional. En 1967, el ejemplo de Ernesto Guevara demuestra con su vida, la necesidad de asumir el compromiso de hacer lo que se piensa, y en 1968 las Fuerzas Armadas Peronistas recogen su fusil todavía caliente…"

Las palabras de El Kadri resultan muy elocuentes para describir el clima vivido por los peronistas en los tiempos de Aramburu. El período de Resistencia podría fragmentarse en dos fases principales. En primer lugar: la tensión natural de un movimiento mayoritario y proscrito. En segundo lugar: la reacción frente a la dictadura, "pasar a la ofensiva" en términos de El Kadri.

Para comprender la primera etapa es preciso detenerse en la comparación entre "desnazificación","desperonización" y el proceso de "civilización" sufrido por los federales tras el derrocamiento de Rosas. El paralelo entre los tres acontecimientos no es estrictamente exacto pero, sin duda, contribuye a la descripción del período post `55. La proscripción del peronismo traía aparejada algunos problemas de índole práctica, como la identidad de los obreros. La prohibición de actos huelguísticos sumada a la persecución política, a los encarcelamientos y a los fusilamientos, llanamente, determinó que la clase trabajadora se viera ineludiblemente enfrentada con el Estado.

El peronismo fue reintroducido por los militares como el hecho maldito (a tal punto que se prohibieron las siglas PJ y aquellas imágenes relacionadas con el "tirano prófugo").

Como corolario de la satanización del movimiento peronista, la reacción popular se suscitó. Las nuevas generaciones se acoplaron a los históricos descamisados y en nombre de la Revolución, quisieron conformar "las fuerzas armadas del pueblo".

Es factible que la proscripción del peronismo no haya conseguido otra cosa que la exaltación del mismo. En rigor, no es desdeñable la atracción que engendra lo prohíbo. Además, como ya se mencionó, se trata de un eslabón más en el proceso de caracterización de la política argentina desde el paradigma "amigo/enemigo". En palabras de Ollier:

"Esas imágenes son la política como confrontación, la política como antinomia y la política como persecución […] persecución laboral por pertenencia política, y persecución política propiamente dicha, como prisión, exilio y muerte."

Evidentemente los jóvenes que aprehendieron estas imágenes en su infancia, no podrían haber dejado de asumir el factum violento en la naturaleza política de su país.

En suma, la sociedad civil encuentra dificultades para formular sus intereses. Durante la Revolución Libertadora los canales formales e informales de expresión popular estaban inhabilitados. Esta situación se va a ver agravada con la llegada al poder del General Onganía. Si antes las vías institucionales estaban cerradas, ahora directamente el tiempo político estaba postergado (primero estaba el tiempo económico y después el social). Por eso, Perón en el exilio se asentaba como el único referente político legítimo.

De esta manera se inicia un proceso de asimilación de la historia del peronismo por parte de aquellos jóvenes que no necesariamente lo habían vivido. Eliseo Verón y Silvia Sigal interpretan esta situación como la recuperación imaginaria de la historia: "construir una continuidad absoluta y sin fisuras entre su <<Nosotros>>y la historia del peronismo".

El sujeto <<nosotros>> hace referencia a las organizaciones peronistas que hacían de cuenta que habían vivido la experiencia desde el comienzo.

El 29 de mayo de 1973, en el segundo número de El Descamisado aparecía un artículo titulado "Historia de 18 años de lucha" y decía lo siguiente:

"Los bombardeos de junio de 1955 nos despertaron (…)Durante 10 años ejercimos felices el gobierno y de pronto nos quedábamos en la calle (…) fuimos creando nuestra resistencia con imaginación y lealtad a Perón…"

Pero, si bien estos militantes de la juventud peronista que en la década del sesenta se habían incorporado al movimiento por el <<trasvasamiento generacional>> se presentan formando parte del gobierno peronista en los cincuenta, no podrían haber estado "en otro lado que en la escuela primaria" en dicha época.

Esta herramienta que emplean los jóvenes militantes para construir un actor social imaginario que atraviese el tiempo y el espacio se proyecta retrospectivamente hasta la lucha de los indios contra los españoles. Nuevamente, se trata de la resignificación del mito, especialmente de antiguos mártires épicos.

Como se mencionó anteriormente, la mística de Eva Perón adquiere una fortaleza extraordinaria (en el sentido literal de la palabra) como lo ejemplifica la publicación de uno de sus discursos por parte de El Peronista. No sólo se destaca la importancia de Perón como líder y la inevitabilidad de la violencia sino también la extemporaneidad entre Evita y la juventud:

"Ustedes pueden hablar de frente, con la frente bien amplia, a la Patria y a Perón, porque ustedes vieron en Perón la última esperanza de la Patria y lo siguieron, como se sigue solamente a una bandera: dispuestos a morir por ella o a triunfar con su victoria" (discurso de Evita, 1-5-51)

Sobre estas palabras que hacen alusión a la muerte como posibilidad, en una lucha de ese calibre, habría que distinguir entre los tiempos en que Eva construía su retórica y los que sobrevinieron en los años setenta. Sin embargo, más allá de la distancia temporal entre unos y otros, la guerrilla peronista insiste en encontrar una correlación entre la guerra que libraba Evita contra la oligarquía y su propia lucha. Es probable que el hecho de evocar a una figura histórica de esa magnitud, les sea instrumental para mantenerse ligados a un movimiento que para el momento de la publicación (1973-1974) ya los acusaba de infiltrados.

Asimismo, de la trascripción anterior se desprende la temática de la muerte como aspecto natural de la vida cotidiana. Se trata de una cuestión que inexorablemente debe ser abordada desde una perspectiva de época y que, entre otras cosas, contribuye a una mejor comprensión y descripción del período. Evidentemente, cuando una sociedad experimenta una situación de guerrilla como la de la Argentina en los años sesenta-setenta, una fuerza superior a las ideologías tiene que estar implicada. En palabras de Altamirano, existía en el aire algo así como una "fe intransigente, la fe en la Revolución". La sociedad entera se embarca en un momento histórico que tal como explica Schmitt, necesita de un motor poderoso e irracional como lo es la fe. La vida y la muerte adquirían otro significado, eran asuntos que no deberían importarle a un revolucionario, eran "desviaciones de pequebú". Si bien este no es un tema que incumba a mi tesis, merece la pena aclarar que no siempre la cuestión de la fe estaba en el bando revolucionario. Indudablemente, aquellos que libraron una guerra antisubversiva no pueden sino haber estado inmersos en un clima semejante. Por momentos, la pelea se volvía religiosa, se actuaba con la certeza de que se estaba liderando un momento histórico y la fe, una vez más, era el motor. Las metas eran distintas y opuestas pero la fe fue siempre la misma.

En este caso, la pregunta sería: ¿Cómo llega una comunidad a cambiar las reglas a las que permanentemente subscribe por un accionar irracional movilizado por la fe? Sin duda, es una cuestión compleja pero el eje de la controversia está en las reglas, esas reglas que eran burladas continuamente. Como se explicó anteriormente, desde el paradigma de Ollier, la política argentina adquiría tonos oscuros de incertidumbre, donde el Golpe de Estado, como método reiterado, borraba una a una las letras de la Constitución.

En 1966, hasta los propios partidos políticos, sin mayores protestas, habían entrado en estado de reposo. Entonces, tal como se pregunta Altamirano, ¿Cómo pretender que los jóvenes no se vean influenciados por la brecha entre el país de jure y el país de facto?. ¿Cómo pretender que no adhieran al "precepto de que el poder nace del fusil" ?

La revolución era inminente e irreversible; hasta el propio Onganía hablaba de la Revolución Argentina. Por otra parte, no es para nada desdeñable el factor continental. Latinoamérica estaba en ebullición. Las ideas de liberación nacional y social aparecían una y otra vez en distintas proclamas de grupos combatientes a lo largo y ancho del subcontinente. Y por supuesto, la experiencia cubana repercutió intensamente en el suelo sudamericano. En palabras de Silvia Sigal:

"Cuba construyó un puente entre la izquierda, nacionalismo y peronismo, y pudo emerger entonces un ala izquierda peronista que compensaría con el fervor de la juventud el menos visible entusiasmo de las bases obreras por el fenómeno cubano.".

CONCLUSIÓN

En conclusión, el peronismo de resistencia representa una parte esencial de las guerrilla peronista, pues ante todo simboliza en sí mismo a los sectores abrumados y a la radicalización de la sociedad. Con naturalidad se desprenden de la Resistencia fracciones y grupos que ineludiblemente optan por la lucha armada como mecanismo de reacción al gobierno dictatorial. La línea divisoria entre accionar defensivo y ofensivo es efímera para un movimiento proscripto y perseguido. Si bien este trabajo se ocupa particularmente de las Fuerzas Armadas Peronistas, cabe señalar que no sólo existieron otras organizaciones, sino que además, en líneas generales el peronismo revolucionario se nutrió considerablemente de militantes de la Resistencia.

Por otra parte, la existencia de la Juventud Peronista como organización de superficie de Montoneros asume un rol fundamental en la contribución de cuadros. El año setenta y dos representa para la JP un momento culmine en la afiliación de militantes, lo que inmediatamente se refleja en el ensanchamiento de las filas montoneras.

En fin, la emergencia de organizaciones armadas en el seno del movimiento se debe a un conjunto de factores interrelacionados. El auge de la lucha armada en detrimento de la vía democrática se combina con el impacto del mensaje de John William Cooke desde Cuba. Gradualmente, el peronismo revolucionario va tomando forma y la alternativa de lucha armada por el retorno de Perón se presenta como la más natural. Entre tanto, tiene lugar en el movimiento peronista el proceso de trasvasamiento generacional que acarrea el florecimiento de la Juventud Peronista. La identificación del retorno de Perón con ideales revolucionarios se sucede con cierta espontaneidad.

BIBLIOGRAFÍA

Altamirano, Carlos. Bajo el signo de las masa s(1943-1973). Grupo Editorial Planeta/Ariel, 2001

Baschetti, Roberto Documentos de la Resistencia… Op.Cit. p. 94

Caparrós, Martin y Anguita, Eduardo. La voluntad…TOMO I.

Cooke La lucha. p.54, 73 citado en Gillespie, Richard Cooke, John William: el peronismo alternativo. Buenos Aires: Cántaro Editores, 1989

Correspondencia Perón-Cooke. Buenos Aires: Granica Editor. 1° edición: 1972 y 2° edición: 1973.

Diccionario de Ciencias Sociales y Políticas. 2ª ed. Supervisión de Torcuato S. Di Tella et al. Buenos Aires: Emecé Editores, 2001

Gillespie, Richard. Soldados de Perón: los montoneros

Ollier, María Matilde. La creencia y la pasión: privado, público y político en la izquierda revolucionaria. Buenos Aires : Ariel, 1998

Sigal, Silvia. Intelectuales y poder en Argentina. La década del sesenta. Buenos Aires: Siglo XXI de Argentina Editores, 2002.

Silvia Sigal y Eliseo Verón. Perón o muerte. Buenos Aires: Eudeba, 2003

Schmitt, Carl The crisis of parliamentary democracy. Cambridge, MA : MIT, 1985

Terán Oscar. En busca de la ideología argentina. Buenos Aires: Catálogos editora, 1986

 

Guadalupe Rojo

Este trabajo forma parte de la tesis presentada para la Universidad Di Tella "¿La Patria Socialista? Un estudio sobre la izquierda armada peronista".

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