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La falsa moral absoluta de los dirigentes de la Iglesia Católica (página 2)


Partes: 1, 2

Pero, ¿qué clase de moral es esa? La contradicción es evidente, de manera que desde estos planteamientos resulta absurdo guiarse por esa moral tan incoherente. Aparte del absurdo general de estos textos referidos a Yahvé, nos encontramos con el absurdo particular de que en ambos –que ni mucho menos son los únicos- se habla de ¡comer o de matar a niños, a niños de pecho, a seres absolutamente inocentes! ¡Es difícil imaginar una monstruosidad mayor y, sin embargo, eso es lo que hace o manda hacer esa divinidad, tan sádica si existiera! Veamos los textos mencionados:

1) "[Así dice el Señor todopoderoso, Dios de Israel] Les haré comer la carne de sus hijos y de sus hijas, y se devorarán unos a otros en la angustia del asedio y en la miseria a que los reducirán los enemigos que buscan matarlos"[32].

2) "Así dice el Señor todopoderoso: […] Así que vete, castiga a Amalec y consagra al exterminio todas sus pertenencias sin piedad; mata hombres y mujeres, muchachos y niños de pecho, bueyes y ovejas, camellos y asnos"[33].

b) De nuevo, en el texto que sigue, aparece el Señor, Yahvé, como autor de salvajadas sin nombre, como la de alentar el asesinato de muchachos, doncellas, ancianos y ancianas de manera absolutamente despótica, impulsado por un odio irracional. Es realmente imaginar y creer en la existencia de un Dios de estas cualidades. Pero lo que es más evidente incluso, al igual que en los casos anteriores, es que esta conducta no puede atribuirse a ningún Dios mínimamente relacionado con la bondad, la justicia y la misericordia, aunque sí con quienes escribieron esta sarta de mentiras para asustar al pueblo ante la visión terrorífica de un Dios capaz de todo, al margen de la inocencia o de la culpa de aquellos contra quienes lanzaba su condena. ¡Qué ejemplo de bondad a seguir! ¡qué ejemplo de moral tan especial! No, no podía ser un Dios quien defendiera esta forma de conducta. Se trataba de quienes escribieron estas barbaridades con la misma finalidad de asustar al pueblo a fin de seguir teniéndolo controlado, convenciéndole de que Yahvé era así, de que era un Dios colérico, despótico y celoso, que hablaba a través de sus sacerdotes de forma que éstos lo único que hacían era comunicar al pueblo sus mensajes y sus órdenes, mientras que lo que el pueblo debía hacer era obedecer a los sacerdotes como transmisores de las órdenes divinas. Sin embargo, aunque lo sucedido fuera por la línea indicada, lo cierto es que la Iglesia Católica considera que la Biblia es la ¡palabra de Dios! Y que, por ello, los católicos no pueden interpretar –en cuanto católicos- que las fechorías sanguinarias de los ejércitos de Israel fueran ordenadas por iniciativa de los sacerdotes que dirigían al pueblo de Israel, sino que deben aceptar lo que dice la Biblia y, por ello, que quien daba esas órdenes tan crueles era el propio Yahvé. Y así, dice el texto en cuestión:

"El Señor mandó contra ellos al rey de los caldeos, que mató a espada a sus jóvenes en el santuario mismo, sin perdonar a nadie, ni muchacho ni doncella, ni anciano, ni anciana: Dios entregó a todos en su poder"[34].

c) En el texto siguiente nos encontramos de nuevo con la ira divina expresada por el inspirado profeta Isaías, a quien nada le importa decir de Dios que él ha decidido que "al que encuentren lo atravesarán, al que agarren lo pasarán a espada. Delante de ellos estrellarán a sus hijos, saquearán sus casas y violarán a sus mujeres". Es decir, Dios ordenando matanzas y violaciones. El muy bárbaro no se conforma con la simple muerte, sino que dice que "estrellarán a sus hijos […] y violarán a sus mujeres", como si tales acciones pudieran ser buenas dentro de una moral mínimamente asumible. Y cuando el inspirado autor bíblico dice que el Señor "no se apiadarán del fruto de las entrañas" está llevando al extremo la absurda crueldad divina, que no se compadece ni de los recién nacidos ni de los todavía no-nacidos. ¡Qué hipócrita y ridículo resulta ahora que los dirigentes de la secta católica aparenten escandalizarse por los abortos de embriones que todavía están lejos de poseer vida humana, mientras que, al mismo tiempo, procuran ocultar las crueles barbaridades que de hecho atribuyen a su Dios, al margen de que hipócritamente procuren ocultar estos textos a sus fieles!

Parece evidente que en aquellos tiempos el pueblo estaba tan aterrorizado que era incapaz de pensar por sí mismo y darse cuenta de que era inaceptable que su Dios hiciera o mandase hacer barbaridades semejantes. Y, sin embargo, en teoría éste es el mismo Dios contradictorio que luego aparecerá como Jesús de Nazareth ordenando el amor a Dios y el amor al prójimo. ¿Cómo es posible que a la gente le resulte tan difícil darse cuenta de semejante barbaridad y de semejante contradicción entre ambas manifestaciones de una misma divinidad? Parece que la patológica ambición de la clase sacerdotal ha sido capaz de mantener en la ignorancia y de adormecer al pueblo, que es fácilmente manipulable y prefiere creer lo que le dicen los curas a tener que pensar por sí mismo para dirigir su vida desde sus propias ideas, razones y conclusiones. Dice el texto al que me refiero:

"Oráculo contra Babilonia que Isaías, hijo de Amós, recibió en una visión: […] El Señor y los instrumentos de su furia vienen desde una tierra lejana, desde los confines del cielo; vienen para devastar la tierra. Dad alaridos, el día del Señor se acerca, vendrá como devastación del Devastador […] Al que encuentren lo atravesarán, al que agarren lo pasarán a espada. Delante de ellos estrellarán a sus hijos, saquearán sus casas y violarán a sus mujeres. Pues yo incito contra ellos a los medos […] sus arcos abatirán a los jóvenes, no se apiadarán del fruto de las entrañas ni se compadecerán de sus hijos"[35].

d) Se muestra a continuación una nueva monstruosidad –o más exactamente varias- que los sacerdotes judíos no tienen escrúpulos en poner en boca de Yahvé amenazando con matar a todos los niños y niñas que nazcan en ese lugar y con dejarlos como estiércol o como pasto de aves y de bestias. La amenaza es absurda en cuanto provenga de un supuesto Dios, pero para los sacerdotes tiene mucho sentido, pues su control sobre su pueblo les fuerza a tratar de impedir por todos los medios que sus miembros se casen y tengan hijos con gentes de otros lugres que adoran a otros dioses y que por esto mismo podrían alejar de Yahvé a su descendencia para que adorasen a otros dioses, lo cual implicaría especialmente que dejarían de cumplir sus órdenes.

Pero de nuevo, como, según los dirigentes de la secta católica, la Biblia es la "palabra de Dios", en tal caso esa amenaza hay que considerarla como del propio Dios y, por ello mismo, se puede constatar el abismo existente entre Yahvé, el Dios del Antiguo Testamento, y Jesús, el Dios encarnado del Nuevo Testamento, a quien nuca se le ocurren atrocidades semejantes –aunque las aplaza para "la otra vida"- y además tan injustas, en cuanto los hijos e hijas no tienen culpa alguna de lo que hayan hecho sus padres y sin embargo son ellos quienes pagan con su vida y con un desprecio absoluto. El texto dice así:

"El Señor me habló así:

-No te cases; no tengas hijos ni hijas en este lugar. Porque así dice el Señor de los hijos e hijas que nazcan en este lugar, de las madres que los den a luz y de los padres que los engendren: Morirán cruelmente; no serán llorados ni enterrados, sino que quedarán como estiércol sobre la tierra; perecerán a espada y de hambre, y sus cadáveres serán pasto de las aves del cielo y de las bestias de la tierra[36]

e) De nuevo el Señor ordena matar "sin compasión y sin piedad", y matar a "a viejos, jóvenes, doncellas, niños y mujeres". ¡Vaya ejemplo de moral! Claro que lo que, si acaso, refleja este texto, es el modo de ser y de actuar de los sacerdotes dirigentes del pueblo de Israel de aquellos tiempos, un modo de ser belicoso, violento y sin escrúpulos a la hora de matar, que debía parecerse al de los demás pueblos, en cuanto la lucha por la existencia de cada uno iba acompañada de guerras feroces mediante las que se buscaba el exterminio del pueblo rival o su reducción a esclavitud. Pero atribuir a Yahvé la orden de matar de manera indiscriminada incluso a los niños es una barbaridad que dice muy poco en favor de esa divinidad de la que en otros lugares se dice sin embargo que "es amor infinito". Pues menos mal que es amor. ¿Cuál habría sido su comportamiento si su sentimiento hubiera llegado a ser de odio?:

"Y pude oír lo que [el Señor] dijo a los otros:

-Recorred la ciudad detrás de él, matando sin compasión y sin piedad. Matad a viejos, jóvenes, doncellas, niños y mujeres, hasta exterminarlos"[37].

f) Los siguientes pasajes tampoco tienen desperdicio como ejemplos de la brutalidad de un Dios cuyo "amor infinito" brilla por su ausencia. Pero de nuevo, según dicen los dirigentes de la secta católica, nos encontramos ante "la palabra de Dios". Y, de acuerdo con esa palabra, en el texto f1 Dios amenaza con estrellar a padres e hijos, y con aniquilar "sin piedad, sin misericordia, y sin compasión". ¿Dónde se encuentra el amor y la misericordia infinita de ese Dios al que siguen adorando los católicos en las iglesias? Indudablemente este Dios déspota y cruel nada tiene que ver con el Dios que en otros momentos ha defendido incluso el amor a los enemigos. Es simplemente contradictorio con él, pero los dirigentes de la secta procuran silenciar esta contradicción. No sin motivos llegaron a incluir la Biblia en el "Índice de Libros Prohibidos".

Igualmente en f2 la crueldad del Dios colérico del Antiguo Testamento aparece a lo largo de todo el texto, pero de manera especial cuando a modo de castigo Yahvé advierte a Moisés que si su pueblo no le obedece…"comeréis la carne de vuestros hijos y de vuestras hijas", y el resto de barbaridades que siguen a ésta, sabiendo expresar el inspirado autor de este pasaje aquello que más podría doler y repugnar a cualquier persona con un mínimo de sensibilidad. Es evidente que un Dios que amenaza de ese modo ni tiene sentido de la justicia ni tiene sentimientos de compasión o de amor. ¿Qué clase de moral puede extraerse de tales actuaciones supuestamente divinas? ¿Acaso una moral absoluta? Sólo la "moral del odio absoluto".

Y, en f3, la simple amenaza del Señor de que matará "a inocentes y culpables" es por sí misma suficientemente clarificadora respecto a la absoluta amoralidad y despotismo de ese Dios tan similar a cualquier tirano humano en el que seguramente debió de inspirarse Ezequiel para atribuir a Yahvé semejante comportamiento despótico y al margen de cualquier moral desde el momento en que el Dios de Israel dice que matará a inocentes y culpables. ¿En qué tipo de moral cabe una afirmación similar, en la que abiertamente se coloque en un mismo lugar a inocentes y a culpables? Y, de nuevo, ¿es ése uno de los aspectos de la supuesta "moral absoluta" de los dirigentes de la Iglesia Católica?

No obstante, conviene insistir en que, a pesar de que los dirigentes de la secta católica dicen que la Biblia es "la palabra de Dios", en realidad no es más que la palabra especialmente inspirada de los autores de estos escritos que reflejaban las actuaciones de aquellos sacerdotes y profetas que sometían y dominaban a su pueblo mediante un terror que alcanzaba sus cotas más altas cuando se suponía que tales amenazas terroríficas procedían del propio Dios, lo cual atemorizaba al pueblo hasta el punto de someterse a lo que sus dirigentes quisieran ordenarles.

Pero, con tales descripciones del supuesto proceder del Dios judeo-cristiano, ¿qué clase de moral se podría obtener? Es realmente asombrosa la pereza mental de quienes rutinariamente siguen haciendo casos de los mensajes vacíos e hipócritas del clero de esta secta, que se escuda en que hay que saber entender la palabra de Dios y que eso no lo puede hacer cualquiera sino sólo los dirigentes de su Iglesia están preparados para alcanzar una comprensión auténtica de la "palabra divina":

f1) "Así dice el Señor. Voy a llenar de embriaguez […] a todos los habitantes de Jerusalén. Los estrellaré unos contra otros, padres e hijos juntos, oráculo del Señor. Los aniquilaré sin piedad, sin misericordia, y sin compasión"[38].

f2) "Si a pesar de todo esto no me obedecéis y seguís obstinados contra mí […] Comeréis la carne de vuestros hijos y de vuestras hijas […] amontonaré vuestros cadáveres sobre los cadáveres de vuestros ídolos y os detestaré […] os dispersaré entre las naciones y os perseguiré con la espada desenvainada"[39].

f3) "[Dijo el Señor] Dirás: Esto dice el Señor: Aquí estoy contra ti; desenvainaré la espada y mataré a inocentes y culpables"[40].

g) En los pasajes que siguen a continuación puede observarse, a través de las actuaciones de Yahvé, nuevas muestras de esa "moral absoluta" que en tantos momentos de la Historia ha inspirado –y sigue inspirando- a los dirigentes de la secta católica:

En g1, la crueldad de Yahvé, según la presenta el autor, se presenta mediante la bárbara matanza de 120.000 guerreros de Israel, cuyo delito es el más grave para los sacerdotes dirigentes de su pueblo: Haber abandonado a Yahvé, delito frente al cual todos los demás tienen escasa importancia en cuanto no repercuten en una merma del poder de los sacerdotes de Yahvé. En cualquier caso una conducta tan bestial como ésta no la superaría siquiera un monstruo como el mismo Hitler.

¿Y es en estas formas de conducta donde hay que encontrar un modelo de "moral absoluta"?

En g2 es igualmente el número de muertes el medio del se valen los sacerdotes para aterrorizar al pueblo. El autor del texto tuvo el atrevimiento de decir que finalmente Dios "se retractó del mal que estaba infligiendo" a su pueblo y ordenó el cese del castigo. Parece que el autor es consciente de la ignorancia y credulidad de su pueblo, que no se percatará del absurdo de afirmar que un ser perfecto como Dios tuviera que retratarse de nada, en cuanto todo lo que hubiera hecho sería una manifestación de su absoluta perfección y en cuanto retractarse de una acción presupone reconocer que previamente se había actuado incorrectamente. Pero, como el pueblo no se da cuenta del carácter antropomórfico de ese Dios que sus sacerdotes le presentan, casi tiene motivos incluso para agradecerle que se haya retractado y no le siga castigando. De ese modo el pueblo tendrá más razones para dar gracias a su Dios, que ha sido tan generoso con ellos que sólo ha matado a setenta mil israelitas. ¡Gracias, Señor! ¡Te alabamos, Señor, por no habernos matado a todos! ¡¿Cómo se puede adorar y querer a un Dios que sólo infunde pavor ante sus atrocidades tan déspotas, crueles y numerosas?! ¡¿Cómo fue posible que posteriormente se calificase a ese Dios como "Dios del amor"?! ¡Hay que ser cínico para tratar de presentar como una "moral absoluta" aquellas formas de conducta que en teoría debían tener su modelo en la conducta divina!

Pero, veamos los pasajes a que nos hemos referido:

g1) "El Señor, su Dios, lo entregó [a Ajaz] en poder del rey de Siria […] También lo entregó en poder del rey de Israel, que le infligió una gran derrota. En efecto, Pecaj, hijo de Romelías, mató en un solo día ciento veinte mil guerreros valerosos de Judá: todo por haber abandonado al Señor, el Dios de sus antepasados"[41].

g2) "El Señor envió la peste sobre Israel y murieron setenta mil israelitas. Dios envió un ángel para exterminar a Jerusalén. En pleno exterminio el Señor se retractó del mal que estaba infligiendo y dijo al ángel que exterminaba al pueblo:

-Basta; que cese el castigo"[42].

h) En el pasaje siguiente observamos una nueva barbarie, aunque en este caso no por la cantidad de muertes, pero sí porque de forma premeditada y fría se hace pagar con la muerte de un recién nacido la supuesta culpa de su padre, el rey David.

Es bastante probable que la explicación de este pasaje consista en que, como los sacerdotes ya no tenían el mando supremo de Israel, no podían condenar al rey David y que, por ello, aprovechando quizá la muerte casual de uno de sus hijos, inventaron la explicación según la cual Dios se había cobrado con la vida de este niño el pecado de su padre. Pero, desde luego, lo que es inconcebible en una moral mínimamente asumible es que el pecado de un padre lo pague el hijo, como si el hijo careciese de valor propio y de dignidad, pensamiento que, por cierto, se encuentra en la "cultura" israelita, desde el momento en que las mujeres y los hijos se consideran propiedad del padre, pero que sin duda diría muy poco en favor de la justicia de su supuesto Dios Yahvé. En cualquier caso, los sacerdotes no tienen escrúpulos en insultar a su Dios presentándolo como un ser sin escrúpulos que decide matar a un niño inocente como medio de castigar al auténtico culpable. ¿Ésa es la moral absoluta de que hablan los dirigentes de la Iglesia Católica? ¡Vaya tomadura de pelo! Lo más lamentable de todo es que haya gente que pueda seguir creyendo en esta serie de barbaridades y que al mismo tiempo siga diciendo que Dios es infinitamente bueno, misericordioso y justo. Dice el pasaje en cuestión:

"David dijo a Natán:

-He pecado contra el Señor.

Entonces Natán le respondió:

-El Señor perdona tu pecado. No morirás. Pero, por haber ultrajado al Señor de este modo, morirá el niño que te ha nacido […] Al séptimo día murió el niño"[43].

i) Vemos a continuación dos ejemplos más de barbarie en grado superlativo. En i1 nos encontramos con un Dios lejano que castiga con la muerte por el simple gesto de "mirar el arca del Señor". ¿Cómo este mismo Dios iba a poder ser cercano en algún momento hasta el punto de llegar a decir "dejad que los niños vengan a mí"? ¡Cualquiera se acerca, después de esta absurda represalia contra quienes habían mirado el arca!

Sin embargo de nuevo puede encontrarse una explicación de este pasaje: Los sacerdotes viven del cuento. Son unos tiranos que basan su autoridad sobre el pueblo de Israel en la comedia de hacerse pasar por intermediarios entre Dios y su pueblo. Por ello, si el pueblo comienza a familiarizarse con la visión del arca de la alianza, luego pretenderá una aproximación mayor y llegará un momento en que se preguntará: ¿Por qué Yahvé sólo puede comunicarse con éstos que nos mandan y no puede hacerlo directamente con todos nosotros de un modo más directo? Así que para evitar que llegue ese momento lo mejor es cortar de raíz y evitar desde el principio la más mínima familiaridad del pueblo con Yahvé o con lo que se relaciona de manera más directa con él, aunque para evitarlo haya que matar a esos setenta hombres que ingenuamente miraron el arca de la alianza. ¡Un Dios amor que mata a quien trata de aproximarse a él, aunque sólo sea con la mirada a su arca de la alianza! ¡Qué amor tan sublime! ¡Y que muestra más sublime de "moral absoluta"! En efecto, se dice en este pasaje:

i1) "El Señor castigó a la gente de Bet Semes porque habían mirado el arca del Señor; hirió a setenta hombres de entre ellos. El pueblo hizo duelo por el gran castigo que les había infligido el Señor"[44].

Algo similar le sucede a Uza, en i2, pero en cierto modo peor, pues Uzá muere no por haber osado mirar el arca de la alianza sino por haber actuado instintivamente pretendiendo evitar que cayera al suelo y pretendiendo evitar que se rompiese. Una acción que en cualquier moral se vería positivamente, aquí se ve como un delito. Se trata aquí de una "moral material" de carácter absurdamente primitivo, muy alejada de la moral formal, mucho más racional, en la que lo importante no es la acción material en sí misma sino la intención de su agente. ¡Vaya muestra de la "moral absoluta", la moral de que hablan los dirigentes de la Iglesia Católica!

Dice el pasaje en cuestión:

"Entonces el Señor se encolerizó contra Uzá; lo hirió por haber tocado el arca con la mano, y allí mismo murió delante de Dios"[45].

j) En j1 podemos ver unos consejos morales que no son especialmente edificantes, pero que conviene comentar por su carácter contradictorio con aquellos otros en los que se pide amar incluso a los enemigos. ¿Con cuál de ellos nos quedamos, si ambos son palabra de Dios? El autor de este pasaje tiene además la osadía de afirmar que también Dios odia al malvado, pero ¿es realmente compatible la idea de Dios como amor infinito con al del odio al malvado? Pues no lo es, pero por mucho que lo fuera, habría que tener en cuenta que, según se dice en j4, el "Señor ha hecho todo para un fin, incluso al malvado para la desgracia", de forma que este último pasaje nos recuerda que tanto en el Antiguo Testamento como en el nuevo se defiende la predeterminación divina y, en consecuencia, la idea de que el malvado lo es porque Dios así lo ha hecho y que, en consecuencia, no es culpable ni responsable de nada. ¿Qué sentido tiene entonces que Dios odie lo que él mismo ha creado? Pues, en efecto, dice el texto en cuestión:

j1) "Haz bien al humilde y no des al malvado; niégale el pan […] Que también el Altísimo odia a los pecadores y se venga del malvado"[46].

Sin embargo, en j2 se dice que Dios extermina a los malvados, aunque los "malvados" estén predeterminados por Dios a ser como son, según se dice en Proverbios: "El Señor ha hecho todo para un fin, incluso al malvado para la desgracia"[47]. No obstante, en general suele suceder lo contrario: Los bondadosos suelen vivir y morir en la miseria mientras que los llamados "malvados" son los dueños del dinero, los explotadores, los que desprecian a los pobres, los que viven en medio de todos los lujos humillando a quien ni siquiera tiene recursos ni para comer. A pesar de todo, dice el pasaje en cuestión:

j2) "El Señor protege a todos los que lo aman, pero extermina a todos los malvados"[48].

Finalmente en j3 se pone de manifiesto la omnipotencia divina, que se encuentra por encima de todo, de su amor, de su odio, de su misericordia. Se trata de un Dios que se encuentra "más allá del bien y del mal", del que se dice que tiene compasión de quien quiere, al margen de cualquier mérito o de cualquier culpa, punto de vista defendido no sólo por el Dios bíblico sino también posteriormente por Pablo de Tarso y por el eximio "doctor angélico", Tomás de Aquino. ¡Vaya ejemplo de "moral absoluta"!

Dice el texto en cuestión:

j3) "Yo protejo a quien quiero y tengo compasión de quien me place"[49].

k) El pasaje que se expone en k1 representa uno de los más sádicos en que el propio Yahvé manifiesta su sed de venganza contra Egipto, pueblo al que no parece amar de un modo especial. Yahvé quiere "hacer méritos" ante su pueblo para reforzar los motivos de su primitiva alianza establecida con Abrahán y para ello procurará que los judíos puedan salir de Egipto. Pero no se le ocurre un modo mejor de hacerlo que dando muerte a los primogénitos de Egipto, tanto humanos como animales, que nada tienen que ver con la obstinación del faraón.

Es evidente que quien comete un crimen así no puede ser un Dios. Es evidente de nuevo que son los descerebrados y sanguinarios escritores de este pasaje quienes idearon esta absurda e injusta matanza divina, que debía servir especialmente para que su pueblo admirase su poder –o el de sus sacerdotes- y procurase serle fiel –o ser fiel a sus sacerdotes- para que la ira de su Dios no se volcase contra él.

Pero, ¿qué lección moral puede extraerse de aquí, cuando no hay justicia ni para hombres ni para animales, que nada tienen que ver con la obstinación del faraón al no permitirles salir del país? ¿Es esa serie de asesinatos injustos un ejemplo de lo que debe ser una "moral absoluta"? ¡Cuánto cinismo debe de haber en quien pretenda que así lo veamos!

Dice el texto correspondiente:

k1) "El Señor dijo a Moisés y a Aarón en Egipto:

-[…] Esa noche pasaré yo por el país de Egipto y mataré a todos sus primogénitos, tanto de hombres como de animales. Así ejecutaré mi sentencia contra todos los dioses de Egipto. Yo, el Señor"[50].

El mismo objetivo aparece en k2, aunque este pasaje tiene algún matiz diferente. Aquí Yahvé, a través de Moisés, extermina al ejército egipcio, pero el pasaje se recrea en la descripción de la sed de venganza satisfecha al recalcar que "no escapó ni uno solo […] e Israel pudo ver a los egipcios muertos en la orilla del mar. Israel vio el prodigioso golpe que el Señor había asestado a los egipcios". ¿Es este un ejemplo del amor a los enemigos del que se habla especialmente en el Nuevo Testamento? Pero ni había necesidad de venganza para que Israel saliera de Egipto, ni mucho menos había necesidad de que el propio Yahvé se vanagloriase por la muerte causada a tantos egipcios y se regocijase ante el espectáculo de destrucción y muerte de aquel ejército. ¿Qué clase de lección moral se presenta aquí? ¿Es compatible con la doctrina que habla del "perdón a nuestros enemigos"? Es sólo otro ejemplo de esa clase tan especial de "moral absoluta" que los dirigentes católicos dicen defender.

Dice el pasaje correspondiente:

k2) "Pero el Señor dijo a Moisés:

-Extiende tu mano sobre el mar para que las aguas se precipiten sobre los egipcios, sobre sus carros y su caballería […] y así los arrojó el Señor en medio del mar […] No escapó ni uno solo […] e Israel pudo ver a los egipcios muertos en la orilla del mar. Israel vio el prodigioso golpe que el Señor había asestado a los egipcios"[51].

l) De nuevo, en l1, el escritor de este pasaje presenta a Dios como "fuego devorador", que "extermina", que "derrota" a los enemigos de Israel como un modo de ganarse la fidelidad de su pueblo ante la contemplación de su poder devastador. No se habla para nada de un Dios universal cuyo amor se extienda a otros pueblos distintos del suyo, del que por otra parte se mantiene a distancia –por la sencilla razón de que los sacerdotes no pueden obrar el milagro de hacer presente ante el pueblo lo que sólo es una creación de su maquiavélica fantasía para tener sometido al pueblo-. El pasaje dice así:

l1) "Has de saber desde hoy que el Señor tu Dios cruzará él mismo delante de ti como fuego devorador; él los exterminará y los derrotará ante ti. Tú los despojarás y los aniquilarás rápidamente, como te ha dicho el Señor"[52].

En el pasaje l2, su autor no tiene reparos en hablar de la "ira", la "venganza" y el "rencor" de Dios contra sus enemigos. ¡Vaya manera de predicar con el ejemplo, cuando en otros momentos Jesús, que, según la secta católica, se identifica con Yahvé, el Dios del Antiguo Testamento, defiende a los pacíficos, a los que perdonan, a los que aman incluso a sus enemigos! Pero a estos autores no les importa el carácter contradictorio de estas últimas cualidades con las anteriores, sino sólo destacar aquéllas por las que pueden lograr la fidelidad del pueblo por miedo a que Yahvé tome venganza contra ellos en el caso de que se alejen de él. El texto l2 no hace otra cosa que presentar una síntesis de estas cualidades de Yahvé –o mejor de la cualidades con que los sacerdotes lo describen-, que se reducen básicamente a su carácter celoso y vengativo en grado extremo, y a su rencor contra sus enemigos, en total contradicción con el Dios que perdona y con el Dios que ama y cuyo amor debería ser incompatible con el rencor.

¿Qué clase de moral puede extraerse de ejemplos como éste?

El pasaje dice así:

l2) "El Señor es un Dios celoso y vengador; el Señor es vengador, su ira es terrible. El Señor se venga de sus adversarios, guarda rencor contra sus enemigos"[53].

El texto l3 es similar al anterior, pero con la barbaridad, que en tantas ocasiones aparece, de añadir que Dios castiga la maldad de los que le abandonan "hasta la tercera y la cuarta generación". Y así, Dios no sólo se muestra como un ser sumamente vengativo, sino que además es sumamente injusto al tomar venganza contra seres absolutamente inocentes, que nada tienen que ver con la culpa de sus antepasados –si es que tiene sentido hablar de culpa, a pesar de haberse afirmado que todo está predeterminado por Yahvé-. Pero, ¿por qué ese castigo que alcanza a las generaciones que siguen a quien pudo haberle ofendido en algún momento? Porque la sed de venganza de Yahvé es tan fuerte no puede saciarse con la muerte del ofensor sino que su ira tiene que recaer también en sus hijos, en los hijos de sus hijos, en los hijos de los hijos de sus hijos, y en los hijos de los hijos de los hijos de sus hijos… ¿Por qué? Por la sencilla razón de que en esos momentos los autores de la Biblia todavía no habían tenido la audacia de inventar el "Infierno", un lugar donde los muertos pudieran resucitar para seguir sufriendo eternamente. Por ello también a los buenos, aunque tampoco los sacerdotes de Israel habían inventado todavía la vida eterna, se les concede una larga vida y una descendencia numerosa como sucedáneo de la inmortalidad de la propia vida. Pero de nuevo hay que preguntarse, ¿la venganza, además de ser absurda e injusta, es compatible con el supuesto amor infinito de Dios? ¿Es ésta la "moral absoluta" de los dirigentes de la Iglesia Católica?

Dice, en efecto, este pasaje en cuestión:

l3) "No tendrás otros dioses fuera de mí […] porque yo, el Señor tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo la maldad de los que me aborrecen en sus hijos hasta la tercera y cuarta generación"[54].

m) En el pasaje siguiente –y en unos cuantos más- se atribuye a Dios amor –a Jacob- y odio –a Esaú-, pero ni en el texto ni en el contexto se dice por qué Dios dispuso tal discriminación. Lo que, en principio está claro es que el hecho de que Dios odiase a Esaú resulta contradictorio con las ocasiones en que los dirigentes de la secta católica proclaman que Dios es amor, pues, además de amor, es también odio, sentimiento que es contradictorio con el anterior. ¿Cómo se come esto? Y, por lo que se refiere a los motivos de Dios para odiar a Esaú, hay que decir que, como consecuencia de la omnipotencia divina, no puede existir nada ajeno al propio Dios que le determine a amar o a odiar, o a realizar actividad alguna. Es su propia y exclusiva voluntad y no los actos humanos la causa de sus sentimientos y de sus actos libérrimos.

En cualquier caso las acciones o los sentimientos divinos resultan tan contradictorios en una enormidad de ocasiones que, sin duda ninguna, no pueden servir de criterio para la fundamentación de una moral, y mucho menos de una "moral absoluta".

Dice, en efecto, el texto correspondiente:

"Sin embargo, yo amé a Jacob, y odié a Esaú: convertí las montañas de Esaú en un erial y entregué su heredad a los chacales del desierto"[55].

n) Lo que tienen en común los textos siguientes es que en ambos Dios rehúsa perdonar. En n1 se dice de modo explícito que "el Señor no quiso perdonar", y, en n2, que aunque ayunen, supliquen y ofrezcan holocaustos, el Señor los exterminará; además, en este pasaje –como en muchos otros- Yahvé va a castigar al pueblo como tal, sin atender al hecho de que en el peor de los casos, la responsabilidad moral, el mérito o la culpa –en el caso de que existieran- serían individuales y nunca colectivas. De nuevo nos encontramos aquí con la contradicción entre el Dios del Antiguo Testamento, celoso, colérico, déspota, injusto, que en ocasiones como ésta no perdona, y el Dios al que los dirigentes de la secta católica consideran infinitamente misericordioso por lo que en ningún caso "debería" dejar de perdonar, a pesar de que este Dios también es contradictorio consigo mismo porque, aunque se diga de él que es amor y misericordia infinita, quienes esto dicen parecen no querer enterarse de que un Dios que se cierra al perdón es incompatible con un Dios del que se dice también que es "amor infinito. Olvidan igualmente que los castigos de este "Dios del amor", por mucho que se quiera olvidar, son mucho peores que los del Dios del Antiguo Testamento, pues evidentemente no puede haber un castigo mayor que el del fuego eterno del Infierno con el que castiga a quienes no creen en él. ¿Qué tendría que importarle que la gente creyera en él o no? Si además, tal como dice la doctrina católica, la fe la da el propio Dios, ¿qué culpa tiene nadie de creer o no? Se trata de una nueva contradicción. Y son tantas que lo que parece inexplicable es que haya gente todavía que siga tomando en serio una ideología como la católica, que más bien debería ser causa de una investigación de los problemas psicológicos de quienes siguen creyendo en ella, tan llena de contradicciones y tan contraria a toda razón.

Dicen los pasajes a que me refiero:

n1) "Esto sucedió porque el Señor había decidido expulsar de su presencia a Judá, a causa de todos los pecados de Manasés […] El Señor no quiso perdonar"[56].

n2) "Entonces el Señor me dijo:

-No intercedas a favor de este pueblo. Aunque ayunen, no escucharé su súplica; aunque ofrezcan holocaustos y ofrendas, no los aceptaré; con espada, hambre y peste los exterminaré"[57].

Al margen de estos ejemplos divinos tan absurdos y contradictorios, para terminar este apartado puede hacerse referencia a algunas anécdotas que muestran de qué modo la actuación de Yahvé en muchos casos es contradictoria con sus propios mandamientos, supuestamente entregados a Moisés, tal como sucede con el quinto, el séptimo, el octavo y el noveno, como a continuación se muestra:

En efecto, por lo que se refiere al quinto mandamiento y al margen de las más que brutales actuaciones del propio Yahvé a lo largo de casi todo el Antiguo Testamento, tiene interés recordar la matanza realizada por el pueblo de Israel contra los habitantes que vivían en las diversas ciudades de la "Tierra Prometida", matanza promovida por el propio Yahvé para cumplir la parte que debía de su alianza, que tiene un carácter cruelmente sanguinario por la muerte de todos los habitantes de aquella tierra, incluidas, en el caso de Jericó, las de los animales domésticos. Así, respecto a la conquista de esta ciudad se dice:

"Sonaron las trompetas. Cuando el pueblo [de Israel] oyó el sonido de las trompas, lanzó el grito de guerra y las murallas de la ciudad se derrumbaron. Entonces el pueblo asaltó la ciudad […] y se apoderaron de ella. Y consagraron al exterminio todo lo que había en ella, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, bueyes, ovejas y asnos, pasándolos a cuchillo […]"[58].

En principio un Dios omnipotente hubiera podido preparar sin problema alguno una tierra fértil para su pueblo escogido sin necesidad de tener que darle una serie de lugares habitados a cuyos habitantes el pueblo de Israel tuviera que matar para apoderarse de las tierras que Yahvé le había prometido. Resulta difícil encontrar en este pasaje y en muchos otros del mismo estilo, en los que el autor se recrea enumerando a la serie de personas, jóvenes o ancianas, hombres o mujeres, e incluso los distintos animales que fueron pasados a cuchillo, algún aspecto edificante que pudiera servir de modelo para una moral, absoluta o relativa. Si acaso la moral de la jungla, pero mucho más bárbara, cruel y sanguinaria.

Igualmente respecto a la conquista de Ay, se habla en términos muy similares, remarcando de modo sádico y como si se tratase de grandes proezas, que mataron a todos sus habitantes, que ahorcaron al rey y que lo tuvieron colgado toda la tarde:

"Cuando los israelitas acabaron de matar a los habitantes de Ay en el campo y en el desierto hasta donde los habían perseguido, y cuando todos hasta el último cayeron a cuchillo todo Israel se volvió a Ay y pasaron a cuchillo a sus habitantes. El total de hombres y mujeres muertos fue de doce mil; todos los habitantes […] Hizo colgar de un árbol al rey de Ay, y estuvo colgado toda la tarde"[59].

¿Cómo puede ser que alguien encuentre en este cruel relato sanguinario, tan vacío de la más mínima compasión, alguna lección moral?

¿Se encuentra aquí aquella "moral absoluta" de que hablan los dirigentes de la Iglesia Católica?

A continuación los habitantes de Gabaón fueron a presentarse a Josué con algunas mentiras debidas al temor a fin de que Josué les perdonase la vida, y éste accedió, pero a condición de que trabajasen para los israelitas[60]

Por su parte, Adonisédec, rey de Jerusalén, se puso en contacto con otros reyes de la zona para defenderse de los israelitas:

"Cuando Adonisédec, rey de Jerusalén, se enteró de que Josué había conquistado Ay consagrándola al exterminio […] y que los gabaonitas habían hecho un pacto con Israel y estaban con él, le entró mucho miedo […] Entonces, Adonisédec, rey de Jerusalén, mandó decir a Oán, rey de Hebrón, a Farán, rey de Yarmut, a Yafía, rey de Laquis, y a Debir, rey de Eglón:

-Venid y ayudarme a combatir contra Gabaón, porque ha hecho un pacto con Josué y los israelitas.

Y los cinco reyes amorreos […] subieron con todas sus tropas, acamparon cerca de Gabaón y la atacaron"[61].

A su vez, los gabaonitas fueron a pedir ayuda a Josué y éste fue en su ayuda, de tal forma que muy pronto

"Josué cayó sobre ellos de improviso […] El Señor los dispersó ante Israel que les infligió una gran derrota en Gabaón […] Cuando iban huyendo ante Israel […], el Señor hizo caer sobre ellos una tremenda granizada […] y murieron todos. Murieron más por las piedras de granizo que por la espada de los israelitas. El mismo día en que el Señor entregó a los amorreos en poder de los israelitas, Josué se dirigió al Señor y dijo:

-¡Sol, detente sobre Gabaón!

-¡Y tú, luna,

sobre el valle de Ayalón!

Y el Sol se detuvo y la Luna se paró hasta que el pueblo se vengó de sus enemigos.

[…] El Sol se detuvo en el cielo y tardó un día entero en ponerse. No ha habido un día como aquél, ni antes ni después, en el que el Señor haya obedecido la voz de un hombre, porque el Señor combatía a favor de Israel"[62].

Al margen de la matanza producida por los israelitas y por el propio Yahvé, resulta sorprendente no sólo el hecho de que el Sol y la Luna se detuviesen por orden de Josué, sino sobre todo que el motivo de esta orden de Josué, que el propio Dios obedeció, no fue otro que el de ¡la venganza!, tal como se dice hacia el final del pasaje citado. ¡La venganza como principio moral a la vez que en otros momentos el perdón y la misericordia! Otro ejemplo de absurda contradicción.

Acabada esta batalla, Josué ahorcó a los cinco reyes de esos pueblos. Y la guerra continuó:

"Aquel mismo día, Josué conquistó Maquedá y la pasó a cuchillo, consagrando al exterminio a su rey y a todos sus habitantes sin dejar ni uno […].

Desde Maquedá Josué, con todo Israel, se fue a Libná y la atacó. El Señor se la entregó también con su rey, y pasaron a cuchillo a todos sus habitantes sin dejar ni uno […].

De Libná fue a Laquis, la sitió y la atacó. El Señor se la entregó, ellos la conquistaron al segundo día y pasaron a cuchillo a todos sus habitantes […]. Entonces Jorán, rey de Guézer, vino para ayudar a Laquis, pero Josué lo derrotó a él y a su pueblo sin dejar supervivientes.

De Laquis fue a Eglón, la sitió y la atacó. La conquistó aquel mismo día, la pasó a cuchillo y la consagró al exterminio con todos sus habitantes, como había hecho con Laquis.

De Eglón subió a Hebrón y la asaltó. La tomó y la pasó a cuchillo, lo mismo que a su rey y a todas sus ciudades anejas con todos sus habitantes, sin dejar ni uno solo […].

Después, volvió contra Debir y la atacó. La conquistó con su rey y todas las ciudades anejas, pasando a cuchillo y consagrando al exterminio a todos sus habitantes, sin dejar ni uno solo"[63].

Éste es posiblemente el pasaje de la Biblia en el que la concentración de matanzas supera a cualquier otro. Además, el autor se recrea y nunca se olvida de indicar con orgullo la gran proeza de haber pasado a cuchillo a todos sus habitantes sin dejar ni uno. En ningún momento se habla de un solo acto de compasión. La virtud esencial de esta "moral" consiste en la falta de piedad, en el desprecio más absoluto por la vida de quienes no pertenecen al propio pueblo de Israel y en la falta de escrúpulos para hacer la guerra contra esos pueblos que tuvieron la desgracia de habitar en "la Tierra Prometida" cuando llegaron los israelitas a arrebatársela con la excusa de que el Señor les había dado esa tierra, lo cual les daba el derecho de apoderarse de ella y el de exterminar a todos sus anteriores habitantes "sin dejar ni uno solo".

Los ejemplos morales del propio Yahvé y de su pueblo son realmente modélicos, pero no de una moral humana y compasiva sino, si acaso, precursores de la no muy lejana "moral hitleriana". En resumidas cuentas estos pasajes están tan llenos de atrocidades que realmente no merecen más comentario, sino todo lo más insistir en esta misma pregunta de anteriores ocasiones:

¿Es éste un fiel ejemplo de la "moral absoluta" a la que hacen referencia los dirigentes de la Iglesia Católica?

Como resumen de las anteriores batallas se dice luego:

"Josué conquistó toda la tierra: la región montañosa, el Négueb, la Sefela y las laderas, derrotando a todos sus reyes. No dejó ni un superviviente, sino que consagró al exterminio a todos sus habitantes, como había mandado el Señor, Dios de Israel"[64].

Y a continuación se sucedieron todavía más batallas, matanzas y conquistas:

"Después se volvió, tomó Jasor y pasó a cuchillo a su rey […] Pasó a cuchillo a todos sus habitantes sin dejar ni uno […] e incendió la ciudad […]

El Señor había decretado que todas estas ciudades se obstinasen en atacar a Israel, para que así fueran consagradas sin piedad al exterminio y aniquiladas"[65]

El anterior texto sigue la tónica de los precedentes por lo que se refiere a su carácter cruel, sanguinario, implacable y sin compasión alguna. Pero a estas características añade la de un refinamiento hipócrita, cínico y demencial cuando su autor escribe que Yahvé había predeterminado a esas ciudades a atacar a Israel para así tener un motivo para aniquilarlas.

Pero, si la conducta de esas ciudades había sido predeterminada por Yahvé, ¿qué culpa podían tener sus habitantes? Evidentemente ninguna. Pero el autor de este pasaje, de muy pocas luces, se atreve a presentar esta explicación como si tuviera alguna lógica, como si los habitantes de estos pueblos fueran culpables por haberse comportado de acuerdo con los planes divinos. ¡Vaya inspiración la que el Espíritu Santo proporcionó al autor de esta obra!

Y, de nuevo, la misma pregunta: ¿Qué lección moral puede extraerse de todas estas matanzas despiadadas en las que se incumplen a un mismo tiempo el mandamiento de no matar y el de no robar? ¿Qué otra cosa era la invasión de Israel de esa "tierra prometida" sino un simple robo realizado con la excusa de que Dios le había concedido esas tierras. Con excusas como ésa uno podría arrogarse el derecho de apoderarse de todo el planeta. Y, suponiendo que fuera verdad el absurdo de que Dios les hubiera dado esas tierras, ¿qué consideración habría tenido Dios con esos pueblos a quienes condenaba a su exterminio? El hecho de que Yahvé fuera "el Dios de Israel" podía aceptarse como normal en una época en la que cada pueblo tenía su propio Dios o sus propios Dioses, pero ¿qué clase de moral podía ejemplificar un Dios tan sanguinario como el Dios de Israel, tan lleno de desprecio hacia los otros pueblos y tal carente de compasión?

Por lo que se refiere a los mandamientos séptimo y octavo tiene interés hacer referencia a José, hijo de Jacob, quizá el mayor usurero de todos los tiempos, que redujo a esclavitud a toda la población egipcia, tal como puede leerse en Génesis:

"José acabó acumulando todo el dinero que había en Egipto y Canaán a cambio del trigo que le compraban, y lo iba depositando en la casa del faraón. Agotado el dinero en Egipto y Canaán, todos los egipcios acudieron a José, diciéndole:

-Danos pan; ¿vas a permitir que muramos, porque se nos ha terminado el dinero?

José les dijo:

-Si se os ha acabado ya el dinero, dadme vuestros ganados y a cambio os daré trigo.

Trajeron a José sus ganados, y José les dio alimentos a cambio de caballos, ovejas […] Pasado aquel año, vinieron a decirle:

-A nuestro señor no se le oculta que se nos ha acabado el dinero; también el ganado es ya de nuestro señor; sólo nos queda por darle nuestro cuerpo y nuestras tierras […] Cómpranos a nosotros y a nuestras tierras a cambio de pan. Seremos esclavos del faraón nosotros y nuestras tierras, pero danos simiente para que podamos vivir y no muramos […]

Así adquirió José para el faraón todas las tierras de Egipto […] y así el país pasó a ser propiedad del faraón. De este modo el faraón redujo a servidumbre [= esclavitud] a todo el pueblo del uno al otro confín de Egipto [con la excepción de las tierras de los sacerdotes]"[66].

Lo más asombroso de esta historia es ver con cuánta naturalidad y vanidad se cuenta, como si pudiera encontrarse alguna virtud digna de elogio en la actitud de quien redujo al pueblo egipcio y al cananeo a esclavitud respecto a su faraón. Dice la Biblia en este sentido:

– "[La sabiduría] tampoco desamparó al justo José cuando fue vendido; sino que lo libró de caer en pecado […] y le otorgó una gloria eterna"[67],

– "…Ni nació hombre semejante a José, jefe de sus hermanos, apoyo de su pueblo, cuyos huesos fueron venerados"[68].

Desde luego y con ese ejemplo como modelo, los dirigentes da la secta católica han podido encontrar un apoyo muy ilustre para sus actividades usureras, tan rentables a lo largo de los siglos y tan unidas al robo artificioso y disimulado, presentándolo como "ayuda" que han ido recibiendo de los diversos gobiernos que ellos apoyaban –de acuerdo con las astutas instrucciones de Pablo de Tarso-, "ayuda" que provenía de los impuestos injustamente sustraídos al pueblo como pago al apoyo que ella recibía de los gobernantes, siendo sus cómplices y predicando al pueblo la obediencia y la sumisión a ellos. Toda la inmensa riqueza amasada por los dirigentes de la secta católica le ha dado un enorme poder económico que no utiliza para ayudar a suprimir la miseria del mundo sino para reinvertirla en nuevos negocios y para gastarla en suntuosos palacios para el alto clero, despreciando a los pobres y sirviéndose de ellos como coartada para aparentar hipócritamente que hacen lo que pueden para ayudarles a salir de la miseria, lo cual se encuentra a millones de años luz de la verdad. ¡Qué lejos se encuentra esa actitud de la Iglesia Católica del pensamiento de Jesús y de la forma de vida de los primeros cristianos, que supuestamente compartían todos sus bienes![69] ¡Cómo pueden tener el atrevimiento de presentarse como los grandes benefactores de la humanidad! ¡Cómo puede haber gente tan ingenua que siga creyendo en esta secta tan hipócrita, a pesar del orgullo con que ostentan sus riquezas y a pesar de que sólo se relaciona con gente igualmente poderosa por sus "robos legales", por su especulación, por sus crímenes contra los pueblos que dirigen –o digieren- o por su explotación de los trabajadores!

¿Qué lección moral puede recibirse de esa actitud sino la del culto al dinero y la del desprecio por la gente, disfrazado de hipocresía y con gestos de consternación y tristeza cuando tienen que representar su teatro ante la sociedad?[70]

Por lo que se refiere al incumplimiento simultáneo de diversos mandamientos, como en especial el quinto, el séptimo y el noveno, tiene especial interés hacer referencia al capítulo bíblico en el que se narra el rapto de mujeres por parte de la tribu de Benjamín, acción que en ningún caso es presentada como un hecho moralmente reprobable sino como una hazaña de la que los benjaminitas podían sentirse especialmente orgullosos.

En relación con esta cuestión en Jueces se cuenta cómo, a fin de ayudar a la tribu de Benjamín para que tuviera mujeres, la comunidad israelita, con la excusa de que no habían acudido a Mispá, a la asamblea del Señor, envió tropas contra Yabés de Galaad y pasaron a cuchillo a todos sus habitantes, menos a cuatrocientas muchachas vírgenes para dárselas a los benjaminitas. En este sentido, se cuenta en Jueces:

"Entonces la asamblea [de Israel] envió doce mil hombres de los más valientes, con esta orden:

-Id y pasad a cuchillo a todos los habitantes de Yabés de Galaad, incluidas mujeres y niños. Consagraréis al exterminio a todos los varones y a todas las mujeres casadas, pero dejaréis con vida a las vírgenes.

Así lo hicieron. Entre los habitantes de Galaad encontraron cuatrocientas vírgenes que no habían tenido relaciones con ningún hombre y las trajeron al campamento de Siló, en la tierra de Canaán. Luego, la asamblea envió mensajeros a los benjaminitas […] para ofrecerles la paz. Los benjaminitas volvieron, y ellos les dieron las mujeres supervivientes de Yabés de Galaad, pero no había bastantes para todos"[71].

A continuación los mismos benjaminitas, aconsejados por el resto de Israel, raptaron más mujeres en Silón para quienes no tenían todavía, pues la tribu estaba a punto de extinguirse:

"Los ancianos de la comunidad se preguntaban:

-Las mujeres de la tribu de Benjamín han sido exterminadas. ¿Qué haremos para procurar mujeres a los que aún no las tienen? […]

Entonces decidieron esto:

-Está cerca la fiesta del Señor que se celebra todos los años en Siló […].

Y dieron este recado a los de Benjamín:

-Id y escondeos entre las viñas. Os quedáis observando, y cuando veáis que las jóvenes de Siló salen a bailar, salís de las viñas, os lleváis cada uno una muchacha de Siló y os volvéis a vuestra tierra […].

Los de Benjamín lo hicieron así y tomaron de entre las que bailaban aquellas que necesitaban; después volvieron cada uno a su heredad, reconstruyeron las ciudades y se establecieron en ellas"[72].

Resulta asombroso que el autor de esta obra cuente estos hechos con la mayor naturalidad, como si se tratase de acciones plenamente justificadas y acordes con algún tipo de moral: En la primera acción se pasa a cuchillo a toda la población de Yabés de Galaad con la excepción de cuatrocientas muchachas vírgenes que son robadas para dejarlas a disposición de los benjaminitas. Es cierto que a esa masacre se le da cierta "justificación" relacionada con otros motivos de carácter religioso, pero en cualquier caso es absurdo que tanto esa justificación religiosa[73]como la relacionada con proporcionar mujeres a la tribu de Benjamín pudieran justificar la barbarie representada por aquella bestial masacre y por aquel rapto.

¿Qué ejemplo de moral podía extraerse de comportamientos como ése, de los que hay tantos en la Biblia?

Además, al margen de lo anteriormente expuesto, hay que tener en cuenta que aquí no se ha hecho, ni mucho menos, una exposición detallada de los diversos ejemplos bíblicos en los que se incumplen alegremente los mandamientos de Moisés. Y, si a todos esos ejemplos se añaden los innumerables crímenes de la secta católica a lo largo de su amplia historia –guerras de las cruzadas, imposición por la fuerza de la fe cristiana, muertes y martirios provocados por la Inquisición, exterminio de gran parte de la población americana a partir de la llegada de Colón por no haberse convertido al cristianismo, complicidad con multitud de gobiernos tiránicos, opresores de sus respectivos pueblos-, habría material para llenar toda una biblioteca. Y así, desde la perspectiva de la conducta del "pueblo de Dios" y desde la de la secta católica puede verse que esta organización no es precisamente un modelo ejemplar que pueda inspirar una moral de justicia, de libertad, de solidaridad ni de ningún valor que no sea el de la opresión, la avaricia, la crueldad, la soberbia, la hipocresía y el robo compulsivo, con la excepción de algunas personas que practicaron aquellos otros valores, pero que olvidaron que su sitio no debía encontrarse junto a la secta católica, que practicaba toda esa serie de crímenes y cualquier actividad al margen de toda moral, sino junto a todos aquellos que luchan por lograr una sociedad más auténticamente justa y solidaria.

No obstante y a pesar de estos pésimos ejemplos del Dios judeo-cristiano a la hora de tomarlo como ejemplo para la construcción de una moral, y a pesar de los pésimos ejemplos en la actitud de su pueblo a lo largo de tantas ocasiones, hay en la Biblia una serie de planteamientos que son realmente interesantes, en cuanto defienden normas que resultan realmente positivas para lograr una mejor convivencia entre las personas, al margen de que en diversas ocasiones estas normas se defienden aplicadas exclusivamente entre los miembros del pueblo de Israel y no a cualquier hombre, sea del pueblo que sea.

Así, como ejemplos de estas normas morales, puede hacerse referencia a las siguientes:

"Pero [Amasías] no mató a los hijos de los asesinos, conforme a lo prescrito por el Señor en el libro de la ley de Moisés: "No morirán los padres por culpa de los hijos, ni los hijos por culpa de los padres. Cada uno morirá por su propio pecado"[74]

Esta norma representa un auténtico adelanto en la moral israelita, hasta el punto de que se encuentra en contradicción con la serie de ocasiones en que el propio Dios castiga a los hijos de quien ha obrado en contra de sus mandatos hasta la tercera o cuarta generación, y en contradicción con la futura idea del "pecado original", idea insensata que no aparece en el Antiguo Testamento, a pesar de la absurda importancia que se le dio posteriormente.

"Si ves el asno del que te odia caído bajo el peso de su carga, no te desentiendas de él, ayúdale a levantarlo"[75].

Aquí todavía no se llega a pedir al "amor a los enemigos, pero ya hay cierto progreso con respecto a momentos anteriores. No obstante, en Proverbios aparece una referencia a la ayuda a los propios enemigos, pero no por amor a ellos, sino, por el contrario, por un refinado sentimiento de desprecio que aparece en la justificación de tal actitud. Se dice, efectivamente en este libro:

"si tu enemigo tiene hambre, dale de comer,

si tiene sed, dale de beber;

así lo harás enrojecer de vergüenza

y el Señor te recompensará"[76].

Asombrosamente, el autor de esta reflexión "moral" llega a decir como justificación última de tal actitud "el Señor te recompensará", como si lo moralmente esencial desde el punto de vista de las acciones fueran las propias acciones materialmente consideradas y no la intención con que se hacen.

En Levítico se adopta un punto de vista muy avanzado respecto a las relaciones laborales entre el "empresario" y el "trabajador", criticando la explotación y el abuso:

"No oprimas ni explotes a tu prójimo; no retengas el sueldo del jornalero hasta la mañana siguiente"[77].

Este es el "pecado" en el que han incurrido y siguen incurriendo las clases poderosas de todos los tiempos y aquí los dirigentes de la secta católica han actuado con la misma ambición que los capitalistas más refinados, tanto cuando han explotado abiertamente a sus propios trabajadores como también cuando no sólo han callado y no han denunciado las injusticias del capitalismo o las de los señores del feudalismo sino que además han colaborado con los explotadores exhortando al trabajador a resignarse y a someterse a la autoridad de su explotadores, que trataban al pueblo como simples siervos o esclavos, actitud que también defendían las leyes de los israelitas y que siguió defendiendo Pablo de Tarso.

Igualmente en Levítico se defiende al menos el respeto a las reglas del juego por lo que se refiere a la actitud que debía adoptarse en los juicios respecto a la veracidad en las acusaciones o en la defensa:

"No procederás injustamente en los juicios"[78].

Es una norma lógica, de sentido común, para que la sociedad pueda confiar al menos en el funcionamiento de unas leyes que rijan la convivencia. Lo malo es que las leyes las hacen quienes detentan el poder, lo cual les permite hacer leyes a su medida, leyes injustas que les benefician, con lo que, por muy adecuadas que sean las normas para la correcta realización de los juicios, el resultado siempre será injusto, perjudicando siempre a los débiles como sigue sucediendo en la actualidad.

Se defiende igualmente el amor al prójimo, tal como posteriormente hará Jesús convirtiendo tal mandamiento, junto con el del amor a Dios, en el resumen de su moral. Una consecuencia lógica de tal precepto es el rechazo de la venganza:

"No tomarás venganza ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo. Amarás a tu prójimo como a ti mismo"[79].

Sin embargo, este anticipo importante de la moral de Jesús, aparece restringido a "los hijos de tu pueblo", es decir, a los israelitas entre sí mismos y, por otra parte, se presenta como una norma especialmente cínica si se tiene en cuenta la actitud de Yahvé respecto a su pueblo y a todos los demás pueblos, pues, como se ha podido ver, su cólera, sus ansias de venganza y sus matanzas tanto contra su propio pueblo como contra los demás son especialmente memorables. Y, por lo que se refiere a su segunda parte, "amarás a tu prójimo como a ti mismo", aunque suponga un avance especialmente importante, que además es el anticipo de la norma que aparece en Jesús, tiene también un carácter restringido y referido exclusivamente a los miembros del pueblo de Israel y no a todos los hombres.

También en Tobías aparecen pasajes que implican un avance moral, como, por ejemplo, el siguiente:

"Da tu pan al hambriento y tu ropa al desnudo"[80],

o también:

"no hagas a nadie lo que a ti te desagrada"[81],

pero también estos pasajes hay que entenderlos dentro del contexto de la sociedad de Israel, pues unos momentos antes había defendido un punto de vista racista y clasista al escribir:

"Cásate con una mujer de la estirpe de tus padres. No te cases con una mujer extranjera, o que no sea de la tribu de tu padre"[82].

Así mismo en Eclesiástico aparecen ejemplos de planteamientos morales similares hasta cierto punto a los de Jesús, como el siguiente:

"Perdona a tu prójimo la ofensa, y cuando reces serán perdonados tus pecados"[83],

pero todavía el autor de Eclesiástico tiene una actitud misógina especialmente exagerada, como cuando escribe:

"Toda maldad es poca junto a la de la mujer; ¡caiga sobre ella la suerte del pecador!"[84]

Todavía tendrán que pasar bastantes años hasta que Jesús llegue a defender, al menos en apariencia, una moral de la fraternidad universal, cuando proclame:

"Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen"[85],

y digo "en apariencia" porque esa exhortación en el fondo nada significa en cuanto va contradictoriamente acompañada del castigo eterno del Infierno para esos enemigos, lo cual no es otra cosa que un aplazamiento de la venganza más absoluta, de forma que el amor por ellos será, efectivamente, pura apariencia.

Respecto a lo que pudiera considerarse como un aspecto del amor a los enemigos, también en Levítico se dice:

"Si un emigrante se instala en vuestra tierra lo amarás como a ti mismo, pues también vosotros fuisteis emigrantes en Egipto"[86].

Esta norma representa un progreso moral en el sentido de alentar la idea de no ver al extranjero como a un enemigo sino como a un hombre con igual valor que el israelita, aunque sólo en la medida en que se instale en la tierra de Israel y no simplemente por tratarse de un ser humano, al margen de que sea un emigrante. Por ello, un auténtico progreso moral respecto a la relación con el prójimo o con el emigrante habría implicado entre otras cosas un trato de igualdad y, en consecuencia, el rechazo a la esclavitud, pero mientras éste no se produjera cualquier relación era y es en el fondo una relación asimétrica entre dominante y dominado, entre amo y esclavo, en lugar de ser la de una colaboración fraternal entre iguales.

En definitiva, cuando los dirigentes católicos hablan de una "moral absoluta" o bien no saben de qué hablan o sólo pretenden conseguir que la gente se someta al cumplimiento incondicional de sus órdenes y consignas, proclamando, al igual que los antiguos sacerdotes de Israel, que tales normas provienen de Dios –de ahí derivaría, según ellos, su carácter de "moral absoluta"- deslegitimando las leyes políticas que no se amolden a dichas normas cuanto sus gobernantes no les compensen económicamente y con otros privilegios por mantener la boca cerrada. Y por ello, cuando hablan de una "moral relativista", se refieren a toda moral que no siga las doctrinas que ellos pretenden imponer, no porque tales doctrinas les importen de un modo especial sino porque desde tiempo inmemorial los miembros de la "clase sacerdotal", al igual que las de los antiguos hechiceros, han tratado de ocupar el poder político o al menos en simbiosis con quienes lo detentan, presentándose como "enviados del Altísimo" para conducir a la sociedad "por la senda del bien" -sospechosamente coincidente con la de su propio enriquecimiento-, como si realmente estuvieran en constante comunicación con "su Dios" y, en consecuencia, tuvieran una "sabiduría moral" superior a la del resto de los mortales, aunque lo cierto es que buscan el poder y las riquezas por encima de todo, como consecuencia de su patológica ambición.

Los verdaderos intereses de los dirigentes de la Iglesia Católica se perciben con mayor claridad cuando se observan sus auténticas ocupaciones, preocupándose por asuntos tan triviales como las fiestas del pueblo, las procesiones, las diversas ceremonias, las constantes peticiones de limosnas y de herencias a "sus fieles" y de privilegios a las autoridades políticas, pero desentendiéndose de problemas tan serios como el de la explotación de los trabajadores y como la serie de muertes que se producen en el tercer mundo como consecuencia de la rapiña del primero –dentro del cual se encuentran los propios dirigentes de la Iglesia Católica- y de despreocupación por la solidaridad, por temor a tener que ser ella quien predique con el ejemplo, desprendiéndose de sus incalculables riquezas para obrar de acuerdo con lo que predica, luchando por una sociedad más justa.

 

 

Autor:

Antonio García Ninet

[1] I. Kant: Fundamentación de la metafísica de las costumbres, p. 100. Aguilar, Buenos Aires, 1968.

[2] Ibidem.

[3] I. Kant: Fundamentación de la metafísica de las costumbres; Aguilar, Buenos Aires, 1968, p. 77.

[4] B. Spinoza: Ética, III, Propos. IX, Escolio.

[5] Génesis, 28:20.

[6] Deuteronomio, 8:1.

[7] Romanos, 15:32. En este mismo sentido se dice en el Antiguo Testamento: “[Judas Macabeo] actuó recta y noblemente, pensando en la resurrección. Pues si él no hubiera creído que los muertos habían de resucitar, habría sido ridículo y superfluo rezar por ellos” (2 Macabeos, 12: 43-44).

[8] Juan, 3:14-15.

[9] Pablo de Tarso: Carta a los Gálatas, 1:16.

[10] Lucas: Hechos de los apóstoles, 3:19.

[11] Mateo, 19:17.

[12] Epicuro: Carta a Meneceo.

[13] Epicuro: Carta a Meneceo.

[14] D. Hume: Investigación sobre los principios de la moral, sección 1ª. Ed. Aguilar. Madrid. 1968.

[15] D. Hume: O. C., & 46.

[16] D. Hume: O. C., p. 159.

[17] D. Hume: Tratado de la naturaleza humana, p. 413. Editora Nacional, Madrid, 1977.

[18] Ibídem.

[19] Ibidem.

[20] Tratado de la naturaleza humana, p. 414.

[21] O.C., p. 415.

[22] O.C., p. 416.

[23] O.C., p. 455.

[24] Tratado…, p. 457.

[25] D. Hume: Tratado de la naturaleza humana, p. 469-470.

[26] B. Russell: Por qué no soy cristiano, p. 68-69. EDHASA, Barcelona, 1979. La cursiva es mía.

[27] F. Nietzsche: Más allá del bien y del mal, parág. 108.

[28] F. Nietzsche: Así habló Zaratustra, “De las transformaciones”.

[29] Ibídem.

[30] Éxodo, 21:24; Levítico, 24:20.

[31] Mateo, 13:49-50. Otros textos similares se encuentran en Mateo, 8:12 y en Mateo, 13:41-42.

[32] Jeremías, 19:9.

[33] 1 Samuel, 15:3.

[34] 2 Crónicas, 36:17.

[35] Isaías, 13:1-18.

[36] Jeremías, 16:1-4.

[37] Ezequiel, 9:5-6:

[38] Jeremías, 13:13-14.

[39] Levítico, 26:27-33.

[40] Ezequiel, 21:8. La cursiva es mía.

[41] 2 Crónicas, 28:5-6.

[42] 1 Crónicas, 21:14. La cursiva es mía.

[43] 2 Samuel, 12, 13-18.

[44] 1 Samuel, 6:19.

[45] 1 Crónicas, 13:10.

[46] Eclesiástico, 12:5-6.

[47] Proverbios, 16:4.

[48] Salmos, 145:20.

[49] Éxodo, 33:19.

[50] Éxodo, 12:1-13.

[51] Éxodo, 14:26-31.

[52] Deuteronomio, 9:3.

[53] Nahum, 1:2. La cursiva es mía.

[54] Éxodo, 20, 3-5.

[55] Malaquías, 1:2-3. La cursiva es mía.

[56] 2 Reyes, 24, 3-4:

[57] Jeremías, 14:11-12.

[58] Josué, 6:20-21.

[59] Josué, 8:24.

[60] Josué, 9:1-27.

[61] Josué, 10:1-5.

[62] Josué, 10:9-14. La cursiva es mía. Recordemos además que este pasaje fue el que estuvo a punto de provocar la muerte de Galileo por haber defendido el heliocentrismo, pues, según este pasaje, era el Sol el que se movía y el que se detuvo por orden de Josué, por lo que le heliocentrismo era una herejía contra las sacrosantas palabras de la Biblia. Por suerte, Galileo tuvo el sentido común suficiente como para abjurar de su “herejía”, reconociendo su error, y se comprometía a no volver a explicar una doctrina semejante. A pesar de todo, fue condenado a reclusión domiciliaria durante el resto de su vida.

[63] Josué, 10:28-39. La cursiva es mía

[64] Josué, 10:40. La cursiva es mía.

[65] Josué, 11:10-20. La cursiva es mía.

[66] Génesis, 47:14-22.

[67] Sabiduría, 10:13.

[68] Eclesiástico, 49:15.

[69] “El grupo de los creyentes pensaban y sentían lo mismo, y nadie consideraba como propio nada de lo que poseía, sino que tenían en común todas las cosas […] No había entre ellos necesitados, porque todos los que tenían hacienda o casas las vendían, llevaban el precio de lo vendido, lo ponían a los pies de los apóstoles, y se repartía a cada uno según su necesidad” (Hech., 4:32). También en Hech., 5:1-5:11.

[70] De forma anecdótica tiene interés hacer referencia a Jacob, que incumple el séptimo y el octavo mandamiento con el beneplácito de Yahvé, como puede comprobarse en Génesis, 27:1-46 y en Génesis, 30:37-42.

[71] Jueces, 21:10-14.

[72] Jueces, 21:16-23.

[73] Jueces, 21:5-11

[74] 2 Crónicas, 25:4.

[75] Éxodo, 23:5.

[76] Proverbios, 25:21-22.

[77] Levítico, 19:13.

[78] Levítico, 19:15.

[79] Levítico, 19:18. La cursiva es mía.

[80] Tobías, 4:16.

[81] Tobías, 4:15.

[82] Tobías, 4:12.

[83] Eclesiástico, 28:2.

[84] Eclesiástico, 25:19.

[85] Mateo, 5:44.

[86] Levítico, 19:33-34.

Partes: 1, 2
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