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Bien común, política y civilización del amor

Enviado por gabrielt


    1. Resumen 2. Dice el Catecismo de la Iglesia Católica 3. El amor tiene una dinámica particular que se refleja en: la filia, el eros y el ágape. 4. Bibliografía

    1. Resumen

    A partir del carácter social del hombre se descubren relaciones que lo llevan a conformar comunidades que trabajan buscando el Bien común. Es así que aparece la política como elemento aglutinante de todos aquellos esfuerzos que buscan el bien común, pero con el transcurso de los tiempos la política se convierte en asegurar el bien común de unos pocos: de los que llegan a poder. Una nueva civilización se construye basándosela en el precepto del amor. La política tiene también ahí su parte.

    A partir de la mera observación podemos deducir que el hombre no vive solo. De hecho, los hombres han vivido desde siempre en estado social. La sociabilidad le viene al hombre no del hecho de que convive con otros hombres sino de su propia naturaleza. De hecho, el hombre no puede ser comprendido sin incluir alguna referencia a su dimensión social. En este sentido, Aristóteles y Santo Tomás de Aquino enseñan que el hombre es un animal social y además político. Por eso el hombre como un animal social que desarrolla su actividad humana en diversas formas y niveles de convivencia, ya sea en la familia como en las modernas y complejas organizaciones estatales e internacionales, lo social no puede serle analizado como algo extraño con entidad propia, lo social es algo humano y el hombre es su fundamento.

    "El que el hombre es fundamento del orden social quiere indicarse, en primer lugar, que es el sujeto real en el cual lo social se verifica como realidad accidental o de inherencia. Lo social no es nunca un sujeto con consistencia real propia; no es substancia; por el contrario se verifica siempre como algo que es del hombre, vale decir, como accidente humano."

    El término social deriva del término latino socialis, el cual procede a su vez de societas y que, como adjetivo, indica la calidad del que acompaña a otro, mientras que como sustantivo es el sujeto que va con otro. "Social" implica originariamente la idea de un ir juntos de dos o más hombres.

    Como ya hemos dicho, el hombre es el fundamento de la vida social cualesquiera que sean las formas o manifestaciones de ésta. De allí que sea importante redescubrir al hombre como eje y centro de la dinámica social.

    2. Dice el Catecismo de la Iglesia Católica

    "La persona humana necesita de la vida social. Esta no constituye para ella algo sobreañadido, sino una exigencia de su naturaleza"

    Por lo tanto, toda doctrina sobre el orden social debe comenzar por una recta intelección del hombre, su vida y sus fines.

    Ahora bien, lo social al ser una propiedad del hombre, es decir un accidente que emana con necesidad de la naturaleza humana la forma más manifiesta de lo social, es decir de ese carácter social del hombre, y, por lo tanto, de su núcleo significativo, consiste en un obrar o hacer juntos de muchos. Vale decir, en una practica común o colectiva que tiende a un fin.

    En este sentido se puede entender la formación de grupos sociales primarios a partir de los cuales se forman estructuras sociales mayores que aparecen como una realidad dinámica buscando un fin determinado.

    Ahora bien el orden social encuentra su principio de ordenación en el fin social, que es siempre el bien común.

    "Por bien común, es preciso entender el conjunto de aquellas condiciones de la vida social que permiten a los grupos y a cada uno de sus miembros conseguir más plena y fácilmente su propia perfección"

    En este sentido, el fin social de un grupo está determinado en su contenido por la perfección del hombre, que es siempre una forma de actividad o vida y el bien común no es otra cosa que la perfección de la vida social.

    Ahora bien, el bien común comporta tres elementos esenciales que conviene recordarlos:

    1. El respeto a la persona: En nombre del bien común se deben respetar los derechos fundamentales e inalienables de la persona humana.
    2. El bienestar social y el desarrollo del grupo mismo: En nombre del bien común se debe facilitar a cada uno lo que necesita para llevar una vida verdaderamente humana: alimento, salud, trabajo, educación, etc.
    3. La paz: Esto significa la vigencia de un orden justo.

    Ahora bien, la pregunta que podría surgir es ¿dónde se realiza el bien común? Dejemos que la misma Iglesia nos responda.

    "…la realización más completa de este bien común se verifica en la comunidad política…

    Analicemos un poco esta cuestión de la comunidad política. Obviamente que no podemos hablar solo de "lo político" ascépticamente. Hemos de hacerlo sobre algo más amplio que la política: sobre el hombre y sobre cierta concepción de hombre, porque según sea la idea que tengamos de él, es decir según sea nuestra antropología, será así también nuestra visión política.

    Ahora bien, en el análisis que hace Mariano Grondona en "La Argentina como vocación", observa que el ser humano es por un lado, "animal" y en tal sentido comparte con las especies inferiores ciertos instintos básicos como el hambre, el apetito sexual y la autopreservación. Pero también se eleva por encima de ellos porque es capaz de organizarse en ciudades o polis.

    Ahora bien, si pensamos que el hombre es un animal político la polis resulta una comunidad "natural". Es en ella y solo en ella en que realiza su vida, adquiere su propia plenitud, su auténtica libertad y solo en cuanto pertenece a la ciudad vive para ella en busca del bien común.

    En este sentido, la vida social tiene diversas formas de realización: la familia, el municipio, las asociaciones, corporaciones, el estado, entre otras. Si bien todas buscan la perfección, no todas alcanzan iguales niveles de perfección, pero es en el estado – la comunidad política – donde se puede alcanzar y asegurar la perfección del vivir humano. De ahí que el Estado sea definido, prácticamente, por su ordenación al bien común.

    Aunque no exclusiva, dentro de la estructura del Estado existe la realidad del poder y conviene tener presente que el mismo, como toda actividad humana, está ordenado necesariamente a un fin como a su última causa, razón o principio. De la desordenación al fin verdadero y de la correlativa dirección hacia un bien aparente deriva, por lo tanto, la injusticia del poder, es decir su descalificación como conducta valiosa y como fuente de bien común para los demás miembros de la polis. Mediante el poder se busca el bien común, y con él, la paz.

    "La paz social es una unión amistosa fundada en el querer del bien común y rectificada por la justicia. La paz verdadera es fruto del amor al bien más grande según el orden de la justicia".

    Antes de que los actores de televisión, los deportistas, los locutores y los periodistas se convirtieran en los asesores de los políticos y también, antes de que esos mismos actores de televisión, deportistas, locutores y periodistas se convirtieran ellos mismos en políticos, hubo un tiempo en el que los políticos y los estadistas solían abrevar en la fuente de las ideas de los filósofos. De allí que podemos hablar de una relación entre política y filosofía puesta de manifiesto en una distribución implícita de tareas asignadas a los filósofos y políticos tendiente a la búsqueda del bien común dentro de un marco específico: la polis. De allí que podamos hablar de la política como el cultivo de tácticas, técnicas y estratagemas destinadas a asegurar el bien común. En este sentido, la democracia ateniense ofreció a los ciudadanos la posibilidad de buscar una polis más bella y más armoniosa. De allí que Platón acuda al paradigma del arte de tejer para definir la política como el arte de entrelazar la urdimbre y la trama para el enriquecimiento de cada uno de los miembros de la polis y alcanzar así la paideia. En la Etica a Nicómaco se puede deducir que la Política no es una simple zona, sector o parcela del saber humano y de la existencia del ser humano, sino la culminación necesaria de la Etica. No es extraño entonces que quien mejor esté en condiciones de gobernar sea quien se haya entregado dignamente al estudio de la filosofía.

    Pero con el tiempo la política se convirtió en el cultivo de tácticas, técnicas y estratagemas destinadas a la conquista del poder. En rigor se trataba de un "arte", pero consistente en manipular los conceptos y los valores para la conquista del poder.

    La política se convierte entonces en la lucha entre personas agrupadas en partidos dirigida a la conquista del poder y una vez instalados en el poder, el partido gobernante ejerce su "autoridad" para expandir su dominio y su autoridad sobre los demás integrantes de la polis.

    Esta búsqueda de poder llevó a elaborar teorías que consideran a la política independiente del bien común. Nicolás Maquiavelo propuso un espíritu que aún hoy se puede observar en ciertas actitudes y que es pretender legitimar cualquier conducta o actitud política siempre que ella estuviera en la línea de la defensa o el engrandecimiento del poder. Esta mentalidad tomó tal fuerza que se desvinculó del bien común y tomó la utilidad como finalidad. Ya no se dedica el tiempo para la contemplación, sino por el contrario, se lo dedica a la acción, a la actividad, en definitiva a saciar la sed de apetito de poder.

    Esta búsqueda de poder por el poder mismo generó el individualismo, el materialismo, el pragmatismo, el ánimo de lucro como motor y principio regulador de la economía, la lucha de clases, el relativismo y el agnosticismo. No puede establecerse una solidaridad básica capaz de asegurar la estabilidad de un orden social, cualquiera sea su signo. Las consecuencias es que se ha llegado a atentar frontalmente contra la vida humana aún antes del nacimiento, contra la estabilidad de la familia, contra todo el orden de la sexualidad, contra los derechos de los trabajadores en un clima de corrupción y decadencia.

    "En este sentido, la democracia, como forma política de organización del estado debe considerarse ilegítima, en la medida en que, de suyo, no es un régimen que tenga por fin el bien común."

    En función de lo expuesto, es entendible entonces, que la política no pueda ni deba incorporar a sus principios la caridad o el amor hacia el prójimo, pues esto significaría anularse a sí misma, ya que vive esencialmente de la rivalidad, la competencia y el cultivo de la aversión hacia los demás partidos. La política obliga a manejarse con un código y obrar acorde a los más puros mandatos maquiavélicos.

    Ahora bien, hemos presentado dos aspectos importantes dentro de lo político: por un lado hemos planteado el hombre filosófico cuya función era de ayudar a la política en su acción, por el otro lado hemos planteado el hombre político, que ha dejado de lado la filosofía y se ha dedicado únicamente a la búsqueda y conquista del poder.

    Ahora bien, como ha quedado planteado el pensamiento político, desde siempre, se ha fundado sobre algo más amplio que la política, se ha fundado sobre una cierta concepción del ser humano. Según sea la idea que tengamos del ser humano, es decir, según sea nuestra antropología, así será nuestra visión política.

    Para Aristóteles lo que hay cuando uno piensa, por lo pronto, es la polis. El individuo adquiere sentido en cuanto ciudadano a partir de ella. Ahora bien, si lo que hay, por lo pronto es el individuo, la vida en sociedad ha de pensarse como expresión del cálculo de costos y beneficios que cada individuo realiza en función de su propio bienestar. Cuando el cálculo lo lleva a preferir la vida en sociedad como una fórmula que promete más beneficios que costos, contrata con otros la constitución de una sociedad, de una nación, del orden político. La idea de que nos debemos al bien común ha sido dejada de lado y es usada por los dueños del poder para someter a los demás miembros de la comunidad.

    Es interesante mirar la consecuencia para poder actuar a tiempo. El resultado es la aparición de un homo economicus donde hay un repliegue del hombre sobre sí mismo y un movimiento en función de propios intereses. Todos, de una manera u otra actúan desde el ángulo del homo economicus, con vistas a su cálculo individual de costos y beneficios dando lugar a la aparición de la corrupción.

    Ahora bien, es importante y urgente iluminar lo real desde la verdad. Juan Pablo II ilumina e ilustra la realidad con una propuesta muy particular: el amor.

    Nada escapa a la mirada de fe de Juan Pablo II. Ese "ir a las cosas mismas" de Max Scheler, el Papa lo encarna y cuando transmite ideas, éstas no son abstractas, sino que por el contrario comunica experiencias de fe y vida cotidiana ensambladas por la experiencia unitiva del amor.

    De allí que con esa mirada Juan Pablo II se de cuenta que la civilizazión del amor es posible y no una simple idea descabellada. De hecho es importante un cambio en la mentalidad del hombre, es necesario que conozca cuales son sus puntos débiles y sus concepciones, para que sobre ellas, pueda asumir otras actitudes.

    "Esto significa que es necesario conocer la verdad sobre la sociedad familiar y las actitudes auténticas que deben observarse en la comunidad política"

    Juan Pablo II descubre que el hombre es sujeto causal de las civilizaciones. El hombre es capaz de originar una civilización, que favorezca el desarrollo integral de la persona humana. También es capaz de crear una civilización inhumana. En este sentido, basta una mirada a sus cartas encíclicas y apostólicas, a sus exhortaciones y a los mensajes que lleva a cada pueblo que visita, para persuadirse de ello.

    El Papa propone y promueve la civilización del amor, de esta forma también se procura la paz y la justicia.

    Ahora bien, una característica fundamental del amor es ser fecundo, de allí que podamos proponer: ¿puede el amor ser el motor principal en la generatividad de sociedades humanas empapadas de solidaridad, de subsidiariedad entre todos sus miembros? ¿Se puede, sin amor, llevar adelante el proceso y hasta la utopía de construir una sociedad humana universal en donde reine el consenso de un compromiso a vivir en la libertad, la justicia y la bondad? Podríamos decir en respuesta a estos interrogantes que el amor todo lo puede y sin amor nada se construye, pero construir en el amor es una tarea ardua llena de exigencias.

    Un genuino amor siempre invoca a la justicia. No hay acto de amor donde abierta o disimuladamente no se le da al otro lo que le corresponde, se lo atropella, se lo denigra, se lo destruye física o espiritualmente, se lo seduce, engaña o halaga para el logro de su propio provecho. La paz es un don de Dios, no se puede alcanzar la paz sin la justicia. No hay justicia sin amor. Por eso, del amor nacen los verdaderos movimientos que reivindican los derechos que los otros tiene para crecer en la vida y en el mismo amor. El amor es un principio unitivo. En esta hermenéutica es el amor el fundamento de una nueva antropología y de una nueva civilización .

    "Es evidente que una persona constructora de la civilización del amor actuará según el espíritu y reconocerá en cada ser humano un co – sujeto de amor. El amor verdadero hace imposible la situación de des – humanización."

    Para hablar con acierto sobre el amor, no se lo puede restringir a la esfera de lo privado. La aventura de vivir en el amor muestra cómo hay que ejercitarlo y vivirlo juntamente en lo privado y en lo público: por eso no puede dejar de lado la justicia. Así el amor genera vida. El amor es siempre don y graciosa y gratuitamente dado. Quiere ser siempre justo, pero colorea la justicia de equidad, que es mirar al otro en una presencia "cara a cara" donde se refleja una habitual propensión a la bondad que matiza las rigurosas prescripciones de la justicia legal y sus fastidiosas burocracias. Es importante entonces, saber dar al otro lo que se le debe en justicia mediante gestos y palabras que descubran la solidaridad del amor. Porque solo el amor podrá cambiar la historia, pero nunca lo hará si no se encarna en una justicia real.

    "… para crear la civilización del amor, se necesita la colaboración de cada persona. A medida que los hombres actúen según su recta conciencia, irán desapareciendo las estructuras de pecado. Se irá gestando la civilización del amor"

    Es importante plantear entonces que en una época marcada por la absolutización del mercado, en donde todo se comercializa incluso hasta lo más sagrado, una renovación de la economía para que evolucione hacia una economía justa del don porque será más fácil que en este ámbito se establezcan relaciones recíprocas de colaboración que tendrán un marcado tinte de justicia social empapada en su raíz por el amor.

    3. El amor tiene una dinámica particular que se refleja en: la filia, el eros y el ágape.

    En la filia el amor se ve como reciprocidad, basado en el reconocimiento de cualidades idealmente equivalentes entre las partes; es el amor que merece sellar una relación entre ambas por los valores existentes en las dos, que los iguala en la bondad.

    En el eros se propone un modelo de amor como un deseo sublimado en el que los deseos individuales y egoístas ceden lugar al deseo de lo bello y lo verdadero, dando así nacimiento a la moral y consecuentemente a la posibilidad de una vida social ordenada y justa.

    Pero es en el ágape donde nos referimos al amor de caridad que remite inmediatamente al amor de Dios por los hombres y a la relación de amor entre los hombres, hecho posible por este amor divino. Se trata de un amor radical, absolutamente gratuito, imposible de ser medido o comparado con cualquier cosa. Un amor de presente, fuera de la lógica del dar para recibir.

    Todo sería motivado por la dinámica del amor, no mirando tanto sus intereses y menos de una manera egoísta, sino mirado por las exigencias y gratificaciones que brotan del compromiso con el bien común de toda la humanidad. Pero esto es un desideratum, y como bien se puede entender, un régimen que no es de este mundo. Con todo, no hace mal anhelarlo, como lo hace Juan Pablo II cuando habla de la civilización del amor y de la cultura de la vida.

    El amor por lo tanto es una exigencia siempre renovable que un hecho ya logrado en la historia. La realidad del amor es una experiencia tan profunda e inefable que es imposible definir claramente lo que es el amor, pero por sus frutos se lo conoce:

    a. amar en su plenitud es principalmente buscar siempre el bien integral del otro y encontrar en ello su más grande satisfacción. El amor entre en un grado heroico, cuando el otro no responde o destruye con su maldad al amante. El amor llega a su coronación final cuando se da una plena reciprocidad entre el amante y el amado. Cuando en una sociedad los amantes son amados y los amados son amantes, la utopía de la civilización del amor se hace una realidad

    b. Se puede considerar como hombre amante aquel que propone motivaciones y ofrece recursos para que los otros se sientan continuamente solicitados a ser buenos, viendo la bondad de la vida y la palabra de su interlocutor. Y esto se hace mucho más influyente cuando las estructuras sociales, oficiales y privadas se inspiran en esa misma actitud.

    c. Todo esto no significa que el amor no pueda corregir al que yerra y sancionar al culpable, por eso el amor no puede, en efecto, sobrepasar a la justicia. La justicia si no se empapa de amor, termina por convertirse en una gran injusticia. De allí que se hable de equidad. La equidad, en efecto, modera el cumplimiento de la letra de la ley con la consideración de la dignidad de la persona humana. La equidad es siempre una manifestación del amor. La plena verdad y la justa ley han de ser siempre seriamente respetadas, pero solo si están informadas y estimuladas por el amor sincero y generoso a los hombre pueden vivificar el orden jurídico y dar lugar a un orden más humano y cordial que satisfaga las necesidades concretas del hombre y sus instituciones y conmueva a los corazones nobles por el culto que manifiesta a la virtud de la magnanimidad. La grandeza de corazón que nunca se cansa, aunque no siempre reciba respuesta, por mover a los que se comportan mal a la recuperación es una de las grandes cualidades de la civilización del amor.

    d. El amor maduro del hombre siempre da lugar a un estilo de vida peculiar. Esto da lugar a sociedades que no hacen manifestaciones públicas en función exclusiva de los "bienes", del tener, apetecer, figurar y poder sino privilegian aquellas que promueven los bienes del ser y del servir.

    e. El amor es una realidad dinámica. Siempre es susceptible de crecimiento hacia una plenificación final. El que de veras ama, siempre crece en su conciencia, en su libertad, en su responsabilidad, aunque pueda tener caídas o tenga que vivir su testimonio en situaciones dolorosamente adversas. Amar se le hace algo connatural. El que así ama no se cansa de trabajar por la unidad, el consenso, la armonía, la conciliación y se esfuerza por desterrar todo lo que engendra apatía, agresividad, resentimiento, envidia, rencor. Es una tarea sin duda de largo alcance y costosa. Solo el que ama de veras puede conocer en su amplitud lo que es la civilización del amor.

    f. "Obras son amores y no buenas razones" dice el refranero popular y esto muestra que el verdadero amor es siempre operativo, no se estanca en huecas declamaciones. El amor sabe mantenerse dispuesto al servicio desinteresado, inteligente y discreto de quienes necesitan más que uno. Servicio que en una "civilización del amor" es asumido tanto a nivel personal como a nivel societario y gubernamental. Y esto que a primera vista parece imposible, es lograble si uno se deja iluminar y conducir por el Amor.

    g. el amor maduro vive en una certeza existencial que una seria fidelidad a sus exigencias es el principal factor de unidad entre los eres humanos. En la medida en que crezca el amor mutuo, cuyo punto de partida es el respeto, se reconocerá que el bien común hace bien a todos y cada persona no se sentirá engañada o violada en sus derechos humanos. Esta experiencia permite afianzar una "civilización del amor" y una "cultura de la vida"

    Esta conversión a la civilización del amor comienza por el corazón del hombre. Cualquier cultura y civilización se va integrando dentro de la civilización del amor cuando se mantiene perseverante en sus esfuerzos de integración, equidad, consenso, creatividad. Lo cual, por otra parte, teniendo en cuenta la misteriosa condición humana, es algo fácil de afirmar pero difícil de cumplir.

    Todo hombre, si quiere ser noble no puede quedar al margen de jugarse por el amor social y su fruto, la civilización del amor. Por eso hay que ser hombres de paz, que trabajando con hecho de vida, puedan engendrar y hacer crecer la civilización del amor.

    Concluyendo diremos que estamos llamado a continuar construyendo una Argentina gloriosa. Estamos llamados a incorporar en la vida de nuestra Patria valores que dejen a los que vienen un mundo mejor. De esta forma el futuro del país comenzará a dibujarse sobre la tierra como norte para las demás naciones del mundo. Un futuro que es hoy y que se abre frente a las puertas del Tercer Milenio.

    Estamos llamados a ser libres, libertad asumida con responsabilidad, pensando en el bien común porque al bien común le toca crear las condiciones necesarias para que las personas puedan trabajar, negociar y ganar en todos los aspectos, por eso el bien común debe prevalecer y estar por encima de todo bien particular.

    En este sentido, es importante generar espacios de entendimiento y crecimiento en común. Es cierto que nuestra sociedad necesita urgentemente una dosis de amor. Hoy en esta sociedad de mercado, donde se compran y venden cosas sin saber qué valor tienen es necesario volver a instalar un puestecito surtido de valores, actitudes, virtudes o normas éticas y en ese puestecito ofrecer lo clásico: respeto mutuo, honradez, competencia profesional, transparencia, lealtad, cooperación dentro de un marco de justicia, solidaridad, no solo nacional sino también internacional y ese largo etcétera que levanta el ánimo de las personas y sociedades.

    Sobre la base del amor es posible la construcción de una patria de hermanos en un clima de solidaridad y justicia, de búsqueda permanente del bien común, de privilegiar los intereses de la patria por sobre los intereses partidistas, sectoriales o personales, de luchar por la justicia y bregar por la paz, de elegir los caminos del diálogo y la integración, de evitar y combatir todo tipo de corrupción, de privilegiar la cultura nacional, de respetar y amar los símbolos patrios. Lo contrario implica un servilismo a intereses ajenos a nuestra Nación.

    Por eso, así como todo hombre aspira a ser alguien en su familia, toda familia en su clase, toda clase en su pueblo, aspiremos también nosotros a que nuestro pueblo sea alguien en la humanidad

    4. Bibliografía

    • CAMPS, Victoria. Los valores de la educación Anaya – 4º EdiciónMadrid marzo de 1996
    • GRONDONA, Mariano: Bajo el imperio de las ideas morales – las causas no económicas del desarrollo económico Editorial Sudamericana, Tercera edición, Colombia, Julio 1993,
    • IDEM: La Argentina como vocación – ¿Qué nos pide la Patria a los argentinos de hoy? Planeta, Buenos Aires, Tercera edición, Julio 1995
    • IDEM: Las condiciones culturales del desarrollo económico – Hacia una teoría del desarrollo Ariel Planeta- Buenos Aires, Segunda Edición, Julio 1999
    • LLERENA AMADEO, Juan Rafael; VENTURA, Eduardo: El Orden Político, A-Z Editora, Buenos Aires, 1997
    • SANCHEZ AGESTA, Luis: Principios Cristianos del Orden Político; Ediciones Temática SRL, Buenos Aires 1986.
    • Aristóteles: Moral a Nicomáco, Ediciones Espasa, Colección Austral, traducción de Patricio de Azcárate, Madrid, España, 10ma Edición, 1997
    • POPESCU, Stan: Ateísmo y política en Cursos de Cultura Católica Ateísmo Contemporáneo, Volumen VII, Universidad Católica Argentina, Buenos Aires 1989
    • ARAUJO AZAROLA, María C.: Juan Pablo II y la Civilización del Amor; , Colección Sentir en la Iglesia 7, 1988

    Categoría: Religión – Filosofía

     

     

    Autor:

    Prof. Gabriel A. Tejerina Navarro

    Profesor de enseñanza primaria Profesor en Filosofía y Ciencias de la Educación con Orientación en Pastoral Juvenil Salta – Argentina