- Introducción
- Nacido para liderar
- Siendo sal y luz como líderes
- Permiso divino para liderar
- Liderazgo en el período de los jueces
- Lo básico de los líderes efectivos
- Conclusión
- Bibliografía
Introducción
Durante siglos se ha discutido el tema del liderazgo cristiano dentro y fuera de las congregaciones; surgen preguntas como: ¿No somos llamados a ser siervos? ¿Podemos creer que el liderazgo es bíblico? ¿Quiénes son llamados líderes dentro de la Iglesia? En el libro de San Mateo 20:25-28 Jesús llamando a sus discípulos, les dijo: "Sabéis que los gobernantes se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate de muchos." Entonces nos hacemos la pregunta: Por qué y cómo nos llama Dios a liderar? Desde la creación del hombre, descrito en el libro de Génesis 1:26-31, Dios nos ha llamado para liderar, tener autoridad y tomar dominio (ejercer mayordomía) en toda la tierra y sobre todo animal que habitase en ella; pues, somos las únicas criaturas hechas a imagen y conforme a la semejanza de Dios.
Ahora bien, el propósito de éste liderazgo otorgado por Dios, queda claramente indicado en el libro de Génesis 2:15, en el cual el hombre debía labrar, nombrar y guardar o preservar toda la creación; dicho en otras palabras para que ejerciera mayordomía (liderazgo de servicio) sobre la creación, y rindiera cuentas por ella al Supremo Creador y dueño de todo.
Dios entregó ésta potestad al hombre para establecer un orden en la tierra, pues antes de la creación se encontraba en un total caos (desordenada, vacía y en tinieblas), por la presencia de Satanás y sus huestes de maldad; lo cual produjo el odio sobrenatural de Satanás en contra de la humanidad y por ende en contra de toda la creación de Dios. La potestad dada al hombre incluye el sometimiento, con esfuerzo, valentía y determinación (sojuzgadla), de toda fuerza natural que se rebelara o se opusiera contra el orden establecido por Dios.
El odio sobrenatural de Satanás hacia la humanidad, conllevó a la tentación y posterior caída del hombre (a causa del pecado), como líder natural de la creación, lo cual trajo como consecuencia que Satanás usurpara el dominio sobre la tierra, no sin antes Dios establecer el plan de redención y restauración de todas las cosas (naturales y espirituales), por medio de nuestro Señor Jesucristo.
Sin embargo, a pesar de la condición pecadora del hombre, Dios en su inmensa fidelidad, infinito amor y gran misericordia, mantiene siempre vigente el propósito por el cual fuimos creados; y a lo largo de la historia nos ha llamado a liderar, a tener autoridad y tomar dominio sobre toda circunstancia; "hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo" (Efesios 4:13), para lograr ser unos líderes por excelencia.
Por lo tanto, puesto los ojos en Jesucristo, el autor y consumador de la fe, es necesario aprender a ser mejores líderes espirituales en nuestra familia, en nuestra congregación, en nuestra comunidad, en nuestro lugar de trabajo, en nuestro país; para que logremos proseguir hacia la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.
Actualmente en nuestro país Venezuela, nos encontramos sumergidos en una crisis espiritual, política, social y económica, donde predominan la apostasía, la idolatría, la hechicería, la blasfemia, la división, la anarquía, la violencia, el odio, el derramamiento de sangre, la intolerancia, la contienda, la falta de diálogo, la escasez de valores y alimentos, entre otros problemas, quedando ausentes la paz, la seguridad y la justicia. Ante esta situación, nuestro Dios está haciendo el llamado a los líderes de su pueblo (su Iglesia), para que se esfuerce y actúe (Daniel 11:32), a predicar el evangelio a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; a proclamar el año de la buena voluntad de Dios (Isaías 61:1-2).
Por tanto, manteniendo nuestra identidad como hijos de Dios, tomemos nuestra posición de líderes dentro de la sociedad, peleando la buena batalla de la fe y vestidos con la armadura de Dios.
Nacido para liderar.
Dios siendo el creador y dueño de todo, es el líder supremo por excelencia; posee y ejerce la máxima autoridad sobre todo y en todos. Tal como lo describe el libro de Génesis 1:26-31, Dios crea al hombre a su imagen y conforme a su semejanza, estableciendo con ello un orden jerárquico en la tierra: Dios como autoridad suprema y el hombre como autoridad sobre toda la tierra. Por lo tanto el hombre es creado para liderar, tener autoridad y ejercer la mayordomía sobre todas las cosas creadas en la tierra.
Fuimos creados para formar relaciones de familia. Ese propósito expreso de Dios en la relación, indica que Él considera una familia piadosa y la crianza de los hijos como de suma prioridad en el mundo. Efesios 5:21 "Someteos unos a otros en el temor de Dios". Dios nunca nos manda a hacer algo sin estar equipados, fuimos creados a su imagen, por lo tanto estamos preparados para liderar; Él constantemente nos prepara para tal llamado.
Ahora bien, podemos reflexionar al respecto del libro de Génesis 1:26-31, lo siguiente:
1.- Ser creados a la imagen de Dios significa que hemos sido creados para liderar. La posición distintiva de la creación del hombre en el libro de Génesis 1:26 al igual que lo describe en el libro de los Salmos 8:2,5-8, la potestad que Dios da al hombre, no solo incluye a los animales del contexto inmediato, sino al reino animal en su totalidad y a la tierra en general.
Dios dio al ser humano una posición y responsabilidad que no dio a nadie más en la creación; esto es, lo colocó por encima del resto de la creación.
Ninguna otra criatura que Dios había creado tenía la capacidad y responsabilidad dadas por Dios de estar por encima de las otras; solo el hombre había sido creado a imagen de Dios y solamente al hombre se le dio la responsabilidad de enseñorearse por encima de la creación.
2.- Dios dio al hombre autoridad sobre toda la tierra. En el libro de Génesis 1:28, Dios da responsabilidad al hombre para dominar la creación. Junto con esta responsabilidad, Dios también le delegó cuidar de toda la tierra para aprovecharla al máximo para el bienestar del hombre; siendo buen mayordomo de las riquezas que Dios dio en la creación.
Toda la autoridad pertenece a Dios; pero Dios tiene dos maneras de ejercer Su autoridad.
a.- Autoridad directa. Esto significa que Dios nos dice directamente a través de Su Palabra o a través del Espíritu Santo lo que Él desea que hagamos.
b.- La autoridad delegada. Esto significa que Dios elige a determinadas personas para que lo representen y ejerzan Su autoridad.
Dios no sólo nos guía personalmente, sino que también nos dirige a través de Su autoridad delegada. Padres, pastores, presbíteros, diáconos, maestros, profesores, policías, jefes, gobernantes, etc. son autoridades delegadas.
Puesto que una autoridad delegada es alguien que representa la autoridad de Dios, esa persona debe ser obedecida. Ser irrespetuoso o desobediente a la autoridad delegada por Dios es semejante a ser irrespetuoso o desobediente con Dios mismo.
Dios ha establecido cuatro áreas básicas de autoridad para el hombre:
a.- La familia: Lo que Dios dispuso para la familia es que el padre sea la cabeza del hogar bajo la autoridad y dirección de Dios. La esposa debe estar sujeta a su esposo y los hijos sujetos a sus padres.
b.- La iglesia: El plan de Dios es que Cristo sea la Cabeza de cada iglesia. Bajo la autoridad de Cristo están los líderes designados por Dios, tales como apóstoles, pastores, ancianos, diáconos y maestros. Debemos someternos a las autoridades de la iglesia, delegadas por Dios. Aquellos que tienen autoridad en la iglesia no deben imponerse al pueblo de Dios, sino en cambio, servirlos y ser ejemplo para ellos.
c.- El gobierno: Debido a la naturaleza pecaminosa y rebelde del hombre, Dios estableció las leyes y el gobierno humano. Dios dio a los hombres la autoridad para hacer cumplir Sus leyes. Lo hizo para nuestra protección y para nuestro bien.
d.- El trabajo: Nuestro jefe o "patrón" representa la autoridad delegada de Dios en el trabajo. Honramos a Dios cuando hacemos nuestro trabajo lo mejor posible por causa del Señor. Dios no se complace cuando hacemos nuestro trabajo en forma descuidada y a medias. Él quiere que lo hagamos de todo corazón.
Dios quiere que entendamos que todas las personas en autoridad han sido designadas y ordenadas por Él. Por eso, deben ser obedecidas.
3.- Dios nos hizo aptos para ejercer el liderazgo eficazmente. Ser creados a imagen y semejanza de Dios, quiere decir que el hombre fue diseñado con cualidades únicas para ejercer cualquier responsabilidad delegada por Dios, incluyendo liderar con eficacia.
> Reflejamos los atributos comunicables de Dios (las cualidades de Dios que pueden ser reflejadas en el hombre, en cierto grado), tales como la santidad, la sabiduría, la bondad, la misericordia, la verdad, el amor, la gracia, la justicia, la longanimidad.
> Poseemos intelecto, emociones y la capacidad de tener relaciones personales con Dios y otros seres humanos. Somos seres espirituales porque podemos estar conscientes de Dios y tener una relación con Él. Por eso podemos decir que el hombre fue creado para glorificar a Dios y disfrutarle para siempre.
> Somos un ser moral, es decir, tenemos la capacidad innata de diferenciar a nivel elemental entre el bien y el mal.
> Nuestro cuerpo ha sido diseñado por Dios de tal manera que contribuye a la expresión de la imagen de Dios en el hombre. Por ejemplo, tenemos una postura erguida, el cerebro con la capacidad de razonar, los diferentes músculos en la cara, la lengua…todo esto facilitando la expresión de emociones, la capacidad de hablar y así relacionarnos con otras personas.
Aún cuando el hombre fue creado a imagen de Dios y se le dio una posición exaltada por encima de la creación, es aún creación de Dios y su existencia y subsistencia dependen de Dios en su totalidad.
En estos momentos de crisis que estamos viviendo en nuestra nación Venezuela, Dios continúa levantado líderes dentro de cada congregación, que han cumplido con el mandamiento de la reproducción y de la multiplicación, "pariendo" nuevos líderes que puedan influenciar en otros a través de su ejemplo y testimonio personal; quiénes a pesar de las pruebas, de las circunstancias, de los problemas, de las aflicciones, de la crisis puedan levantarse, pararse firme; que con esfuerzo, valentía y determinación logren redargüir, exhortar y reprender con toda autoridad, en el nombre de Jesucristo, a las obras infructuosas de las tinieblas, que quieren apoderarse de nuestro país.
Siendo sal y luz como líderes.
1.- Siendo sal como líder. En el libro del evangelio según San Mateo 5:13, Dios nos dice que somos la sal de la tierra; por lo tanto, nuestra vida y nuestro testimonio como líderes debe ser como la sal y su acción. La sal es tanto un preservador, un sazonador y un cicatrizador. Es decir, la sal preserva de la corrupción a los alimentos (evita ese deterioro), cicatriza y cura las heridas, y también resalta el sabor de los alimentos. La palabra sal en nosotros se refiere a la influencia de los líderes cristianos para impedir la maldad, cicatrizar las heridas del corazón y para preservar el mundo de la corrupción espiritual.
Tal como lo dice el libro de Génesis 2:15, fuimos creados para ejercer la mayordomía; administrando y preservando todo el resto de la creación en la tierra. Somos sal cuando neutralizamos el proceso de corrupción en la tierra (a causa del pecado), por medio de predicar el evangelio de Jesucristo. Es importante que nuestras palabras vayan acompañadas de un buen testimonio, que confirme lo que se dice (Colosenses 4:6). Desde luego, es necesario que los líderes cristianos influyan en los del mundo sin caer bajo la influencia del mundo.
Para ser la sal de la tierra, debemos mantener las cualidades del carácter divino de Dios, y reflejarlas llevando vidas fieles para poder influenciar en aquellas personas que se encuentran en infidelidad. Es necesario, que así como la sal era utilizada para sazonar toda ofrenda presentada a Dios (Levítico 2:13), así nuestra vida como ofrenda a Dios es algo que debe ser puro, y por tanto, preservado, como en lo natural es preservado por la sal.
Como líderes cristianos debemos predicar el evangelio puro y verdadero, tal como nos enseña la Biblia con la guía del Espíritu Santo; combatiendo con valentía y determinación las falsas doctrinas y a los falsos maestros (2 Timoteo 4:2). Nos toca obrar como lo hace la sal:
> En lo natural, la sal preserva (aparta de la corrupción). Por lo tanto en lo espiritual, si somos sal significará que viviremos vidas apartadas del mal, es decir, santificadas.
> En lo natural, la sal detiene el avance de la destrucción de la putrefacción. Por lo tanto, en lo espiritual, si somos sal, significará que en relación a los que nos rodean, nuestra influencia ayudará a la detención del progreso de lo inmoral o pecaminoso.
> En lo natural, la sal produce sed al que la toma. Por lo tanto en lo espiritual, si somos sal significará que produciremos sed de las cosas de Dios en muchos; o al menos una reacción a favor o en contra de las mismas.
> En lo natural, la sal se usa como cicatrizante. Por lo tanto, en lo espiritual, somos llamados a cicatrizar las heridas del corazón en las personas, mediante la Palabra de Dios y el poder del Espíritu Santo que mora en nosotros.
Ser sal en esta tierra significa que debemos vivir de acorde al Reino de los Cielos, y por lo tanto, de una manera opuesta, la mayoría de las veces, a como vive el mundo; también significa ser valientes (2 Timoteo 2:7), sagaces (Mateo 10:16) y veraces (Santiago 5:12) para combatir el mal. La sal produce una reacción siempre; no pasa desapercibida al gusto de nadie. Cristo dijo "Vosotros sois la sal de la tierra", no dijo vosotros sois el caramelo o la miel del mundo.
Ahora bien, debemos estar conscientes de que la sal preserva más no regenera, una vez que la carne se encuentra podrida o descompuesta la sal nada puede hacer.
Así mismo, sucede en lo espiritual, pues solo el Espíritu Santo puede regenerar, lo cual significa que sin Él nada podemos hacer (Juan 15:5); por lo tanto, es necesario mantener una total comunión con el Espíritu Santo, y que no lo contristemos (Efesios 4:30) y mucho menos que lo apaguemos (1 Tesalonicenses 5:19); pues solo con la guía del Espíritu Santo lograremos ejercer nuestro liderazgo eficazmente.
Debemos estar alertas, apercibidos, pues se nos hace la advertencia de ser desechados y hollados por los hombres si perdemos nuestra propiedad de salar (influencia de nuestro liderazgo); y la entidad que puede hacernos perder nuestra propiedad de sal, es el mundo, tanto con su forma de pensar la cual nosotros arrastramos y que se necesita de la renovación de nuestra mente, y también al aferrarnos compulsivamente a cosas de él.
Aunque la sal es poca tiene mucha influencia. Se dice que el agua de mar tiene en promedio 3,5% de sal. Sólo el 3,5% de sal hace el agua de mar salada. ¿Alguna vez han probado el agua de mar? ¡Es saladísima! Actualmente se dice que existe un 15 – 20% de cristianos evangélicos en nuestro país. Pero todavía no vemos que nuestra sociedad cambie profundamente; especialmente vemos mucha violencia, inmoralidad y familias quebradas por la falta de verdaderos líderes cristianos que influyan poderosamente en nuestra sociedad.
2.- Siendo luz como líder. En el libro del evangelio según San Juan 8:12, dice "Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida." Ésta es la razón por la cual Jesús nos llama a ser luz del mundo, en el libro de Mateo 5:14. Siendo Jesucristo la luz verdadera, que alumbra a todo hombre y estando a la cabeza de Su Iglesia, nos llena con su luz para que se propague a través de nosotros (pues somos reflejo de su gloria y no poseemos luz propia), hacia aquellas personas que aún no conocen a Jesús.
Todo líder cristiano debe reflejar la luz de Jesucristo para alumbrar la oscuridad en que andan las personas, a causa del pecado, y encuentren el camino, la verdad y la vida en Cristo Jesús. Dios encendió esa luz en nosotros, no para escondernos, sino para ponernos en lo alto y de esta manera poder alumbrar a todos los que están en la casa (Mateo 5:15).
Por lo tanto, el primer lugar a donde el Señor nos ha llamado que llevemos su luz es nuestro hogar. Podemos ver, en nuestro país, familias totalmente disfuncionales (padres divorciados, esposas e hijos maltratados, hijos abandonados, hijos desobedientes y agresivos, hermanos divididos, madres solteras, etc) donde predomina el odio, la violencia, el irrespeto, la contienda, la intolerancia, el derramamiento de sangre que conlleva al deterioro total de nuestra sociedad.
Es nuestro deber y responsabilidad como líderes cristianos alumbrar con nuestro ejemplo de vida y conducta cristiana a nuestra(o) esposa(o) e hijos, como nos enseña la Biblia; amando, respetando, instruyendo, exhortando, alentando, amonestando en el amor de Cristo.
Es la familia la que tiene la responsabilidad primordial de la instrucción bíblica y espiritual de los hijos, dedicar su vida en amor, compasión, bondad, humildad, ternura y paciencia; adiestrándolos y preparándolos para que ejerzan su liderazgo de manera eficaz, y logren iluminar poderosamente en la sociedad.
Es el deseo de nuestro Señor, que cada familia de este país se formen sobre el fundamento de la Roca; con la guía y el poder del Espíritu Santo, pues sólo a través de las familias verdaderamente cristianas, se puede lograr un cambio radical en la sociedad venezolana y contrarrestar la influencia del mundo y de las tinieblas sobre nuestra nación, que en este tiempo ha causado tantas muertes, dolor, desesperanza, odio, incertidumbre, desesperación, conflictos, divisiones, contiendas en la mayoría de los venezolanos.
Siendo luz como líderes y con la guía del Espíritu Santo, debemos señalar, a toda la humanidad, el Camino que lleva a la vida en abundancia, alumbrándolos con nuestras buenas obras para que todos las vean; sólo con la luz de Jesús reflejada en nosotros, podrán ver sus pecados, arrepentirse, enderezar sus caminos y comenzar a glorificar y adorar a Dios con sus vidas (Mateo 5:16); como dice la Palabra: "Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz" (Efesios 5:8).
Podemos entonces, resumir lo que es ser luz:
> Dios es Luz (1 Juan 1:5).
> La luz de Dios es Su palabra (Salmos 119:105).
> Mientras la Palabra esté viva en nosotros, somos la luz de este mundo (Mateo 5:14).
> Somos llamados a dar buen testimonio en nuestro andar por el mundo (Efesios 5:8,9).
> Somos comisionados para mostrar el camino del Señor a los perdidos.
> Dios manifiesta lo que Él es (la Luz) a través de nosotros (1 Tesalonicenses 5:5).
> La luz evidencia las tinieblas. La luz por tanto discierne lo bueno de lo malo (Efesios 5:13).
> La luz vence siempre a las tinieblas (Juan 1:5).
> La luz de Dios es para nuestro gozo, paz y vida, y para todos los que acepten a Cristo, por medio de nosotros.
Por lo tanto, Dios nos ha llamado a ser sal y luz como líderes, siendo ejemplo y testigos fieles de Él, influenciando y alumbrado en nuestras familias, nuestra congregación, nuestra comunidad, nuestro trabajo, nuestro país y en toda la tierra (Isaías 42:6-7).
Permiso divino para liderar.
Desde que aceptamos a Cristo como Señor de nuestras vidas y viene a morar el Espíritu Santo en nosotros, desde ese momento comienza el permiso divino para liderar; como dice en el libro de Hechos 1:8, recibimos ese poder o autoridad de parte del Espíritu Santo, pero hay creyentes que le dan más importancia que otros, en cuanto a vivir una vida cristocéntrica, en compromiso y responsabilidad con la obra.
Cuando Dios nos hace un llamado, para asumir un compromiso mayor al que venimos realizando, como por ejemplo a pastorear, a consejería, ir de misiones a otro lugar, a liderar una obra, etc. aceptamos el reto y decimos: ¡heme aquí, Señor!; pero cuando vemos las cosas que tenemos que hacer en pos del nuevo cargo que se nos ha asignado, nos sentimos como Moisés cuando fue llamado por Dios desde la zarza; él también dijo:
¡heme aquí!, pero cuando Dios le daba instrucciones de lo que tenía que hacer, se sintió incompetente y para nada preparado; expresando sus excusas por lo cual no podía liderar.
Así también nosotros buscamos las mismas excusas y decimos: ¿quién soy yo?, ¿por qué me habrán asignado ese trabajo o cargo?, ¡soy muy nervioso y no sé expresarme bien delante de la gente!; así estamos como Moisés en aquel tiempo y muchos líderes bíblicos que buscaron excusas cuando recibieron el llamado de Dios.
Pero Dios nos dice en el libro de Éxodo 3:12a: "Ve, porque yo estaré contigo;" al igual que le dijo a Jacob (Génesis 31:3), a Josué (Josué 1:5) y a muchos otros líderes bíblicos. Del mismo modo ninguno de nosotros deberíamos flaquear ni dudar que Él estará con nosotros.
Muchas veces, en el caminar del tiempo se nos olvida el por qué Dios nos escogió a cada uno para formar parte de su equipo de líderes; y se nos olvida porque perdemos la visión que se nos ha encomendado, y la que el Señor nos ha dado desde el principio a través de su palabra; cuando pasa esto viene la duda, nos da temor de seguir adelante porque nos parece que no van a tomarnos en cuenta, ni van a escuchar nuestro mensaje.
Pero Dios es tan bueno que nos recuerda quien es y dice: "!Yo Soy el que Soy!", el mismo de ayer y de hoy (Hebreos 13:8), el que suple todas tus necesidades. Aún así, seguimos preocupándonos, excusándonos día a día, y el Señor nos sigue hablando: ¡no te preocupes, confía en mí!…
Sin embargo, a nosotros nos parece poco todo lo que el Señor nos dice, y nos empeñamos en decir: ¡no puedo ser un líder!, ¡no estoy listo ni en lo espiritual ni en lo secular, para realizar el trabajo!, ¡no tengo tiempo!; y los que están disponibles se lo toman a poco o se sienten inferiores.
Dios nuestro Señor lo sabe todo, y sabe por qué nos escogió (Éxodo 4:11-12; Isaías 50:4; Jeremías 1:9); Él no está mirando de nosotros nuestras incapacidades ni los defectos que podamos tener; Él mira un corazón dispuesto a enfrentar los retos del día a día, que se puedan presentar en nuestras vidas; y nos sigue llamando. ¿Estaremos dispuestos a seguir el reto y a vencer, como lo hicieron cada uno de los líderes bíblicos que Dios llamó a lo largo de la historia?
Liderazgo en el período de los Jueces.
El período de los Jueces fue una de las épocas más difíciles de Israel, en la cual se requería de un liderazgo puro y en donde cada vez que la crisis política, religiosa, social y económica llegaba al extremo, el pueblo clamaba por justicia, y Dios levantaba a un líder temporal (jueces) al cual usaba para librar al pueblo de la opresión, y devolver la paz temporalmente.
Un texto sombrío que aparece reiteradamente en el libro de los Jueces describe la situación político-social y religiosa en la época transcurrida desde la muerte de Josué hasta el establecimiento de la monarquía hebrea: "En estos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que le parecía recto" (Jueces 17:6; Jueces 18:1; Jueces 21:25).
Mediante el liderazgo de Moisés y Josué se reconocía la autoridad de éstos como representantes de Dios, por lo que su palabra tenía fuerza de ley. Desaparecidos ambos líderes del escenario histórico, sobrevino la anarquía. Cada israelita creía bastarse a sí mismo para determinar lo bueno y ordenar su conducta. Su opinión personal era su norma de vida. No tardó Israel en caer en las más variadas aberraciones y en formas inusitadas de perversión. La Biblia ha recogido algunos ejemplos: la idolatría (Jueces 2:11-12); la violencia política, puesta de manifiesto en la conducta de Abimelec (Jueces 9); la religiosidad deshumanizada (Jueces 11:19-40), la intemperancia (Jueces 14, 16); perversión sexual extrema (Jueces 19); conductas fratricidas (Jueces 20).
Durante este período catorce jueces dirigieron la liberación de Israel, aceptando el llamado de Dios, y empezando el liderazgo prácticamente desde cero: Otoniel, Aod, Samgar, Débora, Gedeón, Abimelec, Jair, Tola, Jefté, Ibzán, Elón, Abdón, Sansón y Samuel.
Estos jueces tuvieron en común las siguientes características como líderes: percibieron una necesidad, fueron dotados de un don específico de acuerdo a la necesidad, desarrollaron una pasión, tuvieron influencia sobre los demás, persiguieron y cumplieron con el propósito por el cual fueron llamados.
Algunas razones por la cual ésta época requirió de un liderazgo intensivo en Israel son: no había un precedente de rey y de jueces (Jueces 21:25); cuando ocuparon Canaán, estaban rodeados de enemigos agresivos (Jueces 2:3,14); no habían líderes gubernamentales (Jueces 17:6); cayeron en la idolatría por influencia de otras naciones (Jueces 2:11-13); luego de la muerte de Moisés y Josué no había una estructura de orden ni autoridad (Jueces 2:6-10); había ausencia de valores morales (Jueces 8:30, Jueces 9:5, Jueces 19, Jueces 20).
Liderazgo Intensivo Muchos dirán que aquellos tiempos distan mucho de nosotros. Pero tal afirmación no puede hacerse sin grandes reservas. El siglo XX ha visto ciertamente grandes avances científicos y tecnológicos, fuente de mayor bienestar; pero también ha registrado los episodios más estremecedores de la historia: dos guerras mundiales con millones de muertos, campos de concentración y exterminio, genocidios, a lo que todavía hoy puede añadirse la violación de los derechos humanos más fundamentales en muchos países. Moralmente la humanidad no ha progresado. Más bien parece que retrocede hacia la selva. El individualismo egoísta busca por encima de todo el goce y el beneficio propios, sin reparar en la licitud moral de los medios que se emplean para lograrlos.
Ese individualismo va de la mano con la autoafirmación de la persona y un concepto de libertad equivocado. Se pretende vivir con todos los derechos y con muy pocas obligaciones. La norma de conducta es la dictada por el criterio personal de cada individuo. De ello se derivan la mayoría de anomalías sociales como la ruptura del vínculo matrimonial por motivos leves, el conflicto entre padres e hijos, la hostilidad de alumnos frente al profesor, la colisión de empresa y empleados, la lucha de todos contra todos para alcanzar una mejor situación.
Actualmente podemos ver como en nuestro país la idolatría, la hechicería, el adulterio, la fornicación, la maledicencia, la prostitución, la homosexualidad, la violencia, el odio, la división, la contienda, está a la vista de toda la población y se ha hecho costumbre entre los mal llamados líderes de la sociedad, trayendo maldición y grandes males a nuestra nación.
El libro de Génesis nos revela que Dios creó al hombre a su imagen y conforme a su semejanza, aunque sometido al orden sabio y benéfico que debía mantenerse entre criatura y Creador.
Sin embargo, el hombre, en su naturaleza caída, ha ignorado la autoridad de Dios, ha menospreciado sus leyes y ha tratado de imponer las suyas propias.
Frente a la situación descrita, la Iglesia tiene el deber de hacer oír su voz profética proclamando a oídos del mundo las buenas nuevas de salvación y las leyes del reino de Dios.
Pero tiene otra responsabilidad no menos urgente: la de instruir a sus miembros en el conocimiento del liderazgo cristiano. La Iglesia de Jesucristo es el pueblo de Dios, a cuya autoridad ha de estar sometida, y a la cual se delegó poder y autoridad sobre la tierra.
También sabemos que la voluntad de Dios está revelada en su Palabra y que la autenticidad de la fe cristiana se evidencia por la obediencia a sus enseñanzas. Reconocer la autoridad de Dios implica un reconocimiento de la autoridad de la Biblia.
Los datos son hondamente inquietantes, pues si prescindimos de la autoridad de la Biblia en cuestiones de ética, y actuamos siguiendo nuestro propio criterio, estamos imitando a aquellos israelitas contemporáneos de los jueces cuando «cada uno hacía lo que le parecía recto» y exponiéndonos a los males de una autonomía que suele degenerar en formas de comportamiento antinaturales.
En el fondo, la sociedad de nuestros días, desde el punto de vista moral, se diferencia muy poco de la de tiempos bíblicos: las mismas ambiciones, semejante agresividad (sin duda más destructiva), la misma intemperancia frente a los apetitos sensuales, análoga indiferencia hacia las necesidades y los derechos del prójimo.
Por otro lado, en nuestras iglesias evangélicas se sobreentiende que todos sus miembros han ingresado por convicción y decisión propia, y que se comprometen no sólo a respetar y cumplir con la sana doctrina, sino también a asumir su liderazgo de acuerdo al llamado de Dios, para cada uno.
Nuestra nación Venezuela está clamando por libertad, por paz, por justicia, y solo los verdaderos líderes cristianos (predicando el evangelio), con la ayuda del Espíritu Santo, pueden interceder para que Dios restaure, transforme y convierta los corazones de cada uno de los venezolanos; para que lleguemos a conocer la Verdad, y la verdad nos hará libres (Juan 8:32).
Por lo tanto, en estos tiempos es necesario regresar a lo básico de los líderes efectivos.
Lo básico de los líderes efectivos.
La gracia se constata en el líder, cuando se tiene la confianza de que Dios lo llamó para liderizar el equipo y de que Dios está con él.
"Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso." Hebreos 13:17.
Un líder persuade a las personas, los verdaderos líderes efectivos, eventualmente llegan al punto en donde atraen e imparten de su pasión. Para persuadir a las personas los líderes genuinos se "conectan" primero con sus seguidores.
Un líder por lo general siempre tiene una causa más grande que él o ella, por lo tanto no actúan solos, necesitan de los demás para llevarla a cabo.
Hay quienes consideran que un líder debe ser "duro" y distante para con los demás, que lo vean con el suficiente respeto, y obedezcan sus órdenes, pero también existen muchos otros que ven esa forma de pensar como obsoleto y que pueden dar testimonio de ejemplos en los que la cercanía, el apoyo, la flexibilidad, la comprensión, entre otros, han demostrado producir mejores resultados en las personas.
Estar abierto para recibir la vida de Dios. Usted debe pasar por los exámenes, lo cual significan que debe ser: tratable, enseñable, sumiso, transparente, esperanzado (hombre de fe) y santo. Esas características identifican la probabilidad de formar un líder de éxito.
Otro aspecto importante es procurar estar próximo al líder. Josué se tornó un hombre de videncia y con ministerio de conquista sobrenatural, porque andaba cerca de su líder.
Todos los que andan cerca de su líder fructifican. Necesitamos beber de la fuente. El líder debe convertirse en una fuente inagotable, para lograr alcanzar con su testimonio personal a otros, hasta crear una retroalimentación.
La visión de un líder es muy importante al ministrar, pues promueve mucha sanidad y liberación a través de la palabra. Por eso, si usted no sabe digerir será solo un líder "informado" y no "formado". La palabra necesita entrar en ejecución.
La Biblia habla de lo que es un buen liderazgo en la iglesia: su idoneidad o calificación, sus responsabilidades, el alcance y los límites su autoridad, etc. Pero también tiene mucho que decir, acerca del buen seguimiento de la iglesia.
Su forma de vida debe reflejar un carácter santo, ya que los líderes espirituales ayudan a la gente a seguir a Dios, sus propias vidas deben reflejar el carácter de Dios. Por ello, el apóstol Pablo dice que los líderes deben ser sin reproches.
Ser buenos seguidores también implica saber como beneficiarse de un buen liderazgo. "Y el Espíritu de Jehová vino sobre él, y juzgó a Israel, y salió a batalla, y Jehová entregó en su mano a Cusan-risataim rey de Siria, y prevaleció su mano contra Cusan-risataim." Jueces 3:10.
Un líder efectivo necesita un don para lograr Buenos resultados bajo la cobertura del Espíritu Santo.
Las características básicas que deben poseer los líderes efectivos, son las siguientes:
1.- Perciben una necesidad: El liderazgo puro siempre comienza con una necesidad; por tanto, todo líder debe estar capacitado para detectar las necesidades que se presenten dentro de su familia, su congregación, su trabajo, su comunidad, su país o donde sea que se encuentre. Esa necesidad enciende una pasión dentro de cada líder, actuando de acuerdo a esa necesidad y logrando persuadir a otros a que colaboren para solucionar esa necesidad.
2.- Poseen un don: Dios nos ha dotado de diversos y diferentes dones, tanto espirituales como naturales, los cuales debemos utilizar de acuerdo a la necesidad presentada. Cada líder cristiano posee un don espiritual, un talento natural y una habilidad adquirida, que el Espíritu Santo usa para traer sanidad, liberación y salvación a todas las personas que lo necesitan. Como líderes debemos estar convencidos de nuestros dones, para poder desarrollarlos, ponerlos al servicio de los demás, logrando tener influencia en ellos.
3.- Despliegan una pasión: Una vez detectadas las necesidades cada líder, de forma natural, las enfrenta movido por la pasión de resolverlas. Esta pasión se hace irresistible, logrando influenciar en todos aquellos que se quieren involucrar, compartiéndola con ellos. La pasión llega cuando un líder tiene cargas, convicciones, dones, necesidades y oportunidades. En muchas ocasiones, la pasión suple la falta de recursos, para solucionar las necesidades que se presenten.
4.- Persuaden a las personas: Todo líder cristiano para poder convencer o persuadir a otras personas, debe tener la convicción y seguridad de su identidad como hijo de Dios; debemos tener claro el propósito por el cual fuimos llamados por Dios, cuáles son las responsabilidades de ese llamado y lo que Dios espera de nosotros como líderes. De esta manera podemos influir y convencer a otras personas, cuando nos vean actuar de acuerdo al propósito de Dios (2 Corintios 5:11; Filipenses 2:15; Romanos 8:19).
5.- Persiguen un propósito: Es importante para todo hijo de Dios conocer el propósito por el cual Dios lo ha llamado (Efesios 1:11; 2 Timoteo 1:9); saber cuál es la visión que debe seguir, en el lugar a donde el Señor lo llamó a servir; estar convencido, pese a todas las dificultades que se puedan presentar, que es la voluntad divina de Dios para su vida (Romanos 8:28); y esforzarse por alcanzar y lograr cumplir con ese propósito (Filipenses 3:12-14).
Sabemos que en el mundo tendremos muchas y diferentes aflicciones, pruebas, necesidades, sin embargo nuestro Señor y Salvador Jesucristo nos dice que confiemos en Él (Juan 16:33), pues con la guía y obra del Espíritu Santo (Juan 14:26) podemos salir victoriosos en toda tribulación y llegar a ser líderes más eficaces, con solo tener las características básicas, descritas anteriormente.
Conclusión.
Ya sabemos, cuando estudiamos la Biblia, que Dios nos ha creado para liderar desde el principio (Génesis 1:26-31) y que fuimos escogidos desde antes de la fundación del mundo (Efesios 1:4,11); somos diseñados a la imagen y conforme a la semejanza de Dios (Génesis 1:26), somos hechos hijos de Dios (Juan 1:12), recibimos el espíritu de adopción y el Espíritu Santo da testimonio de que somos hijos de Dios (Romanos 8:15-16).
Por tanto, Dios nos ha llamado a liderar en este mundo que, a causa del pecado, avanza cada vez más hacia la destrucción (Mateo 24:35); porque toda la creación anhela la manifestación de los hijos de Dios (Romanos 6:19), como sus líderes naturales.
Dios nos ha dotado con poder del Espíritu Santo (Hechos 1:8) y nos puso un sello como señal de autoridad (Efesios 1:13-14), para que nosotros demos testimonio de Su poder y gloria, y para ser fieles representantes de Su reino aquí en la tierra. Debemos entonces ejercer el liderazgo que el Señor nos ha otorgado; influenciando, persuadiendo, enseñando, guiando, siendo ejemplos para las demás personas como la sal y la luz (Mateo 5:13-16); liderando con autoridad y siendo aptos para hacerlo.
En estos tiempos tan difíciles para nuestro país Venezuela, es necesario un liderazgo puro, parecido al período de los Jueces, con la gran diferencia que contamos con el único, sabio, fiel, verdadero, perfecto, eterno y glorioso Rey de reyes y Señor de señores: Jesucristo, el Rey de Gloria, en el quien confiamos y siempre estará con nosotros (Mateo 28:20). Apliquemos lo básico de los líderes efectivos: observemos y detectemos las necesidades en nuestro entorno, desarrollemos y apliquemos los dones que hemos recibido, despertemos la pasión en otros para que se involucren, convenciendo a las personas para que persigan y logren cumplir con el propósito por el cual hemos sido llamados.
Aceptemos, pues, el llamado que el Señor nos ha hecho y no pongamos más excusas para trabajar en su obra, porque ¡si Dios te ha llamado, es porque Él te respaldará! "Yo Jehová te he llamado en justicia, y te sostendré por la mano; te guardaré y te pondré por pacto al pueblo, por luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos, para que saques de la cárcel a los presos, y de las casas de prisión a los que moran en tinieblas." Isaías 42:6-7.
Bibliografía.
1.- Santa Biblia: > Reina-Valera.
> Edición 1960.
> Editorial Sociedades Bíblicas Unidas.
2.- Biblia de Estudio de la Vida Plena NVI: > Donald C. Stamps, J. Wesley Adams.
> Edición 2003.
> Editorial Vida.
3.- Nuevo Diccionario de la Biblia: > Alfonso Lockward.
> Edición 2003.
> Editorial Unilit.
4.- Libro 1; Liderazgo, Trabajo en Equipo y Mayordomía: > Lidere, 1 Millón de Líderes.
> Edición 2005.
> Editorial Equip.
Autor:
Reinaldo Fermín