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Historia de la Ilustración en la literatura infantil española (página 2)

Enviado por wilko von Prittwitz


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Aunque parezca, el examen que hacemos de los periódicos de esta época, no es inútil. Precisamente aquí está el origen, el verdadero germen de la literatura infantil. Los periódicos son las primeras manifestaciones de literatura para niños. Con gran entusiasmo en ellos descubrimos las primeras firmas españolas de renombre que escriben y dibujan, o ambas cosas para niños. Y también es en ellas donde la ilustración, los grabados y pequeños dibujos cobran su importancia primera.

Es en la Educación Pintoresca donde firma artículos, con asiduidad no interrumpida, Fernán Caballero (1796-1877). Bajo el seudónimo famoso se oculta la personalidad de Cecilia Bohl de Faber, una madame de Genlis de nuestras letras, aunque en todo superior a la francesa.

A sus méritos de introductora del realismo en España, Fernán

Caballero puede añadir el de ser de las primeras personas que se preocupan de la literatura infantil. Si prescindimos de su tendencia didáctica y moralizadora, que con tanta frecuencia ha sido censurada por los críticos de sus novelas, veremos que los artículos dedicados a los niños son preciosos y están escritos con el buen estilo de un verdadero escritor. Cecilia no pertenece a la caterva de señoras y señoritas aficionadas a la literatura que inundaron de cursilerías, escritas en pésima prosa y peor poesía, los periódicos infantiles.

Por lo pronto, Fernán Caballero tiene una gran cultura. Hija del conocido hispanista Juan Nicolás Bohl de Faber y de doña Francisca Larrea, dama gaditana muy aficionada a las letras, Cecilia recibe una educación muy esmerada, poco común a las jóvenes de su época. Ya por su nacimiento-nace en Morges (Berna) cuando sus padres iban de paso para Alemania-, Cecilia tiene mucho de internacional. Conocerá el francés y el alemán como si fueran sus lenguas nativas, y en estos dos primeros idiomas escribirá la primera redacción de algunas de sus novelas. Educada en un colegio de

Hamburgo, Cecilia conoce la literatura europea, y cuando vuelve a España ya sabe lo que pasa en el mundo. Muy española y aficionada a todo lo español, como su padre, ya hemos dicho que es la introductora del realismo en la novela y la creadora de la novela de costumbres.

Por lo que respecta a la literatura infantil, es posible que en Cecilia despertase la afición su mismo padre, según sabemos discípulo de Campe, el pedagogo alemán. Relata el padre Coloma en sus Recuerdos de Fernán Caballero, que como don Nicolás tratase de convertirse al catolicismo, por intervención de su mujer y de su hija, pidió consejo a su maestro y amigo íntimo Campe, el cual, por cierto, dio largas al asunto.

Es posible que Cecilia viviese en su misma casa el ambiente pedagógico; es más, sabemos que su padre solía escribir para ella algunas listas de consejos. Lo cierto es que Cecilia escribe para los niños y escribe bien.

Fernán Caballero, en sus cartas íntimas a sus amistades, ya ha confesado el amor que siente por la infancia y cómo desearía escribir para los niños. Siente especial predilección por la Mitología, que tan buenos ratos la hizo pasar cuando era niña, y piensas redactar una serie de artículos sobre los héroes y dioses mitológicos de la antigua Grecia. ¡Y he aquí que los tenemos a la vista! En el número 58 de La Educación Pintoresca, publicado el año 1837, a continuación de una poesía que lleva por título Ama a tu madre, aparece un artículo de Fernán Caballero sobre la (Historia de los hombres célebres de Grecia para enseñanza de los niños: Epicuro. Tras él una adivinanza en verso de la misma Fernán Caballero.

El artículo sobre Epicuro está admirablemente redactado con frases cortas y sencillas que contrastan con la ampulosa retórica de los colaboradores al uso de los periódicos infantiles. A la biografía de Epicuro sucede la de Pitágoras y otros, con la consiguiente adivinanza. Editada la Mitología como libro, el éxito es tan grande que todavía hoy se edita y se lee. Tenemos a la vista una edición de 1926, que suelen utilizar muchas maestras para lecturas escolares. También escribe Fernán Caballero leyendas antiguas, como El anillo de Polícrates, que es una adaptación del francés, y hace traducciones de Gorres, autor del romanticismo alemán. En uno de los números es muy curiosa la carta que finge escribir un niño que se firma Periquito Saltador y que va dirigida a Fernán Caballero. Sin duda escrita por la misma autora, creemos que fuera una estratagema para amenizar el periódico y darle variación.

Dice así: Estimada Fernán: "Nos has hablado de las musas y se te ha olvidado una, que es la que inspira a las amas, y tiene su Parnaso al pie de nuestras cunas. Desde que te has metido con aquellas encumbradas, te has hecho preceptor y maestro, has puesto de lado con muy pocos miramientos a la pobre lega musa de los cuentos y no quieres contarnos los que ha inspirado ésta a sus favorecidas. Te digo, de mi parte y de la de unos cuantos camaradas, que si quieres que sigamos siendo tus amigos, nos cuentes un cuento cualquiera, en no siendo el de la buena-pipa ni el del gato con los ojos al revés. Soy tu amigo servidor, Periquito Saltador. La respuesta de Fernán Caballero se inserta a continuación. Regaña un poco al desenvuelto y descaradillo por su desenvoltura, y accede a contar el cuento que lleva por título El zurrón que cantaba, cuento popular infantil. El cuento es breve y muy bonito. El estilo, encantador. Inserta retahílas de la más pura estirpe infantil y recoge tradiciones populares. Hay que reconocer que la pobre lega musa de los cuentos, la que inspira a las amas, es la reina del Parnaso infantil. Insertamos aquí alguna ilustración del mismo y copiamos el cuento a continuación:

El zurrón que cantaba

"Erase una madre que no tenía más que una niña, a la que quería muchísimo, porque la niña era muy buena; por lo que le había regalado una gargantilla de coral.

Un día le dijo que fuera por un cantarito de agua a la fuente, que estaba fuera del lugar. Fue la niña y, cuando llegó a la fuente, se quitó su gargantilla de coral para que no se le cayese en el pilón a tiempo de llenar el cántaro.

Junto a la fuente estaba sentado un pordiosero viejo muy feo, que llevaba un zurrón, y que miraba a la niña con unos ojos… que le dieron miedo; y apenas llenó el cántaro, cuando echó a correr, y dejó olvidada la gargantilla. Al entrar en su casa la echó de menos, y se volvió apresurada a la fuente para buscarla, y cuando llegó estaba todavía el viejo, que cogió a la niña y la zampó en el zurrón. En seguida se fue a pedir limosnas a una casa, diciendo que traía una maravilla, y era un zurrón que cantaba. Ya se ve, las gentes quisieron oírlo, y el viejo dijo, con una voz de trueno:

-;Zurrón, canta! ¡Si no, te doy con esta lanza!

La pobre niña, muerta de miedo, no tuvo más remedio que ponerse a cantar, lo que hizo llorando de esta manera:

Por agua fui a la fuente. Que está fuera del lugar, Y perdi mi gargantilla, Gargantilla decoral. ¡Ay la madre de mi alma! ¡Qué enfadada

se pondrá! Volvime luego a la fuente. Por si podría encontrar mi perdida gargantilla, Gargantilla de coral, ¡Ay la madre de mi alma! ¡Qué apurada que estará! No encontré la gargantilla Y perdi mi libertad. ¡Ay la madre de mi alma! ¡Qué afligida que estará! Cantaba tan bien la niña, que a las gentes les gustaba mucho oírla, por lo que en todas partes le daban al viejo mucho dinero porque cantase el zurrón.

Y así de casa en casa, llegó a la de la madre de la niña, y conforme

ésta oyó el canto, conoció la voz de su hija, y le dijo al pobre: "Tío, el tiempo está muy malo; el viento arrecia y el agua engorda; quédese usted aquí esta noche recogido y le daré de cenar. El pobre vino en ello, y la madre de la niña le dio tantísimo de comer y de beber que se infló, de manera que después de cenar se quedó más dormido que un difunto.

Entonces sacó la madre del zurrón a su niña, que estaba el alma

mía heladita y desfallecida; le dio muchos besos, bizcochos en vino y la acostó y la arropó en la cama, y en el zurrón metió a un perro y a un gato.

A la mañana siguiente dio el viejo las gracias y se fue tan

descuidado. En la primera casa que llegó dijo, como había dicho el día antes, al zurrón:

Zurrón, canta! ¡Si no, te doy con esta lanza!

Al punto dijo el perro:

Pícaro viejo, uau, uau.

Perverso viejo, miau, miau.

Enojado el pobre, creyendo que así cantaba la niña, abrió el zurrón

para castigarla; entonces salieron rabiando el perro y el gato, y el gato se le abalanzó a la cara y le sacó los ojos, y el perro le arrancó de un mordisco las narices, y… aunque testigo no he sido, así me lo han referido.)" El cuento es modelo en su género. Por él se ve claramente la afición que tenía Fernán Caballero a las leyendas y cuentos populares. Es bien sabido cómo la gustaba recorrer la campiña gaditana y pasar largas temporadas en sus posesiones para recoger de labios campesinos toda la riqueza folklórica de su tierra. En este sentido Fernán Caballero desempeñaba en España idéntica misión que la de los hermanos Grimm en Alemania: recoger cuentos patrios conservados en la tradición oral para luego referírselo a los niños. Dice el padre Coloma que Fernán Caballero en sus apuntes naturales se dirigía a las campesinas y "dábales cuerda… y provocaba su locuacidad nativa con hábiles preguntas y estudiadas observaciones. Así adquirió esa portentosa facilidad para el diálogo genuinamente popular y el riquísimo tesoro de frases, tradiciones y cuentos populares".

Entre los cuentos recogidos por Fernán Caballero merece destacarse, también, el de El carlanco, que se ha incorporado definitivamente al patrimonio de los niños. Gracias a Fernán Caballero la literatura infantil da un paso definitivo hacia la perfección. La moralidad y el deleite se aúnan en concierto equilibrado.

En el cuento titulado El pan (cuento popular religioso), que se inserta en La Educación Pintoresca, los preceptos morales no estorban la gracia donosa y el encanto placentero.

En el año de 1874 la escritora publicó en Leipzig una colección

completa de estos cuentos con el título de Cuentos, oraciones y adivinas y refranes populares e infantiles, y posteriormente, en 1887, Cuentos y poesías populares.

Las adivinas o adivinanzas también tiene un sabor popular. He aquí un ejemplo de La Educación Pintoresca:

Tamaño como un camino y hoza como un cochino (el río)

Hemos, pues, de reconocer que la magnífica colección de Cuentos populares españoles, editada por Aurelio Espinosa en nuestros días, es el resultado final de las primitivas búsquedas de Fernán Caballero por tierras andaluzas. Para ella el mérito, así como para otros amantes de la tradición española, entre los que se encuentran Antonio Trueba y el costumbrista Serafín Estébanez Calderón. Muy interesante es la biografía que escribió el padre Coloma, con el título de Recuerdos de Fernán Caballero, pues aclara no sólo muchos aspectos de la célebre escritora, sino del mismo biógrafo. Sabemos que las obras de Fernán Caballero, por su índole, eran apropiadas para la infancia. Dice el padre Coloma: ((Había yo devorado, desde que supe leer, las obras todas de la insigne escritora. Lloraba yo amargamente las trágicas desventuras de Medio Pollito, reía con Pedro de Torres…>~, se apenaba con las desventuras de la pobre niña hética en Lágrimas y, en fin, se deleitaba con todos los escritos de la «maga>). Llevado por la admiración que despiertan en su ámbito juvenil las obras de Fernán Caballero, Luis Coloma acude con sus primicias de escritor a pedir consejo a la autora consagrada. La viejecita, anciana encantadora, desde el primer momento aprueba los escritos, y desde entonces como señala Carmen Bravo Villasante se entabla entre ambos, a pesar de la diferencia de edades, una amistad cariñosa. Gracias al trato diario que mantiene el joven y la anciana, sabemos que Fernán Caballero alardeaba "de que no era un autor, sino como decía ella misma, una buena vieja que contaba cuentos". Fernán Caballero se complacía en esta imagen, que es como el símbolo de la literatura infantil: la buena vieja que cuenta cuentos, la anciana que relata consejas, la tradición oral de cuyos labios están pendientes los niños.

Añade el padre Coloma, muy acertadamente, que, en efecto, "no puede uno imaginarse a madame Stael escribiendo un ejemplito para una niña pequeña…, o vida en aleluyas para un chico" y sí a Fernán Caballero ocupada en esos menesteres literarios.

No temió deslustrar los rayos de su gloria escribiendo ejemplos para niñas y vidas en aleluyas para muchachos. Un día dos niños, hijos de su íntimo amigo don Fermín de la Puente, le escribieron una infantil carta pidiéndola que les escribiese algo para ellos solos, y la autora de La Gaviota, en el apogeo entonces de su gloria, no vaciló en escribirles a Feliciana un ejemplo y a Fermín el viaje de Mister John Bell por España.

La vida de Mister John Bell no se publicó a raíz de ser escrita; parece desprenderse que no la satisficieron las viñetas hechas en Madrid para ilustrarla; queríalas Fernán a toda costa como las de la Vida de don Perlimplin, y no se encontró entonces artista capaz de ejecutarlas. La admiración de Fernán por este género de literatura rayaba en lo inverosímil. Coloma y ella leían juntos y comentaban la Vida de don Crispín y la de Bertoldo, Bertoldino y Cacaseno. Juntos reían, entusiasmados, la introducción de la primera:

Aventuras, huida y fin del enano don Crispín.

Fernán Caballero, poco después, regalará el manuscrito de la vida de Mister John Bell al padre Coloma, que lo publica en el libro de los recuerdos. Consta esta historia de cincuenta y tres pies en prosa para los dibujos y termina al modo aleluyístico, tan del agrado de la escritora:

Aquí dio fin el papel y la historia de mister John Bell.

Pero el humor de Fernán Caballero no paraba aquí. C. B. Villasante señala que envió al periódico El Padre Cobos, un artículo anónimo y graciosísimo titulado El congreso infantil, en que se describía con inimitable gracia una sesión de Cortes celebrada por infantiles diputados progresistas bajo la presidencia del general Infantes. Al terminar la sesión poníase el presidente ante la puerta con el cuerpo doblado, y todos los diputadillos saltaban por encima, entonando por turno, al saltar, aquel juego de muchachos: A la una, anda la mula. Todo esto sirve para completar la figura de Fernán Caballero, por lo que se refiere al género infantil. Nada más distinto de la Safo aburrida, como ella calificaba a un retrato por Madrazo.

Por una parte la faceta alegre y divertida de la aficionada a los cuentos y a las aleluyas, por otra la faceta de la moralista pedagógica, con el Catecismo del padre Astete, que llevaba siempre en la mano, junto con la cartilla de enseñar a leer. Ambos aspectos demuestran su interés por la infancia. La mujer que vendió sus zapatitos de encaje, recuerdo de su primer baile, para "comprar buenos premios para mis niñas de las Escuelas Dominicales" sabía también reír y componer graciosos cuentos y adivinanzas y aleluyas para los pequeños lectores."

No es Fernán Caballero la única firma famosa que encontraramos en los periódicos infantiles por la mano generosa de Carmen Bravo Villasante. También escribe en La Educación Pintoresca, Antonio Trueba (1819-1889), el autor de los Cuentos campesinos, de los Cuentos color de rosa y de los Cuentos populares. Es Antonio, el de los cantares, como suelen llamarle por haber escrito El libro de Los Cantares.

Estos cuentos de Trueba, en general, son para mayores, aunque algunos sirvan a la ilustración y la literatura infantil, como por ejemplo el cuento titulado El más listo que Cardona. Algunos cuentos de Trueba se han popularizado de tal forma que se tienen por tradicionales. Trueba colabora en La Educación Pintoresca con poesías y con pequeñas piezas teatrales cabe destacar La oficiosa, jornada cómica de un diálogo vivo y con gracia, que refleja el ambiente escolar. También colaboró Trueba en otros periódicos infantiles de la épocarepletos por cierto de ilustraciónes y escribió un libro de villancicos ¡Tin, tin, tin!, muy alegre y sencillo. A pesar de todo esto, el autor no piensa demasiado en el niño.

En el prólogo a sus Cuentos populares dice él mismo: "Creo impropio de un barbado el gastar tiempo contando cuentos como los de El amigo de los niños, porque ésa es literatura cuyo monopolio debe dejarse a las madres de familia." Esta declaración muy comentada es prueba de que la literatura infantil era vergonzante. En La Educación Pintoresca se reflejan los gustos de la época. Ya conocemos el afán viajero, propio del romanticismo. En España los españoles se contagian de la manía de viajar, y si no por el Lejano Oriente, como los extranjeros, en cambio sí por su propia casa, que son las distintas provincias y regiones de la península. Cada número del periódico traerá un artículo titulado "El viajero de los niños", firmado por don José María Larrea, que suponemos pariente próximo de Fernán Caballero, quizá hermano de su madre, doña Francisca Larrea, que también tenía aficiones literarias. El señor Larrea viaja por las provincias de España y con sencillez y amenidad refiere a los niños lo que ha visto. Apenas se nota el tonillo didáctico. Cuando trata de la provincia de Burgos, el periódico reproduce un bello grabado de la catedral, a toda plana.

El artículo referente a la provincia de Santander va encabezado con un grabado de la bahía con sus barcos de vela. Y muchas más ilustraciones dignas de ver que aqui no podemos reproducir más que con algun ejemplo que en nuestro parecer destaca. Decididamente esta revista posee gusto y tiene estilo. ¡Qué alarde tipográfico cuando empieza a publicar láminas dobles, extensibles, en magnífico papel, con los retratos de niños célebres! Allí vemos a Antonio Cánoca, a Carlos Linneo y a otros famosos. (Ya en 1800 se había traducido del francés, por don Andrés Miñano la Historia de los niños célebres, que estaba muy de moda, a pesar de su ridículo didactismo y, en ocasiones, pésima literatura. Con el lema que la educación es para el hombre lo que el cultivo para las plantas se nos relata la vida de Luis, duque de Borgoña; del niño Emiliano, denominado el modelo de la infancia, y otros niños prodigio. Más amena y divertida es la narración, también imitada del francés, de la serie titulada Los niños pintados por ellos mismos, en la que aparecían el aprendiz, el colegial, el escribiente y otros diversos tipos. Véase la edición de Méjico, de 1843, con láminas publicadas por don Manuel Benito Aguirre.)Esta obra es tremendamente representativa de lo que podemos llamar el arte infantililustrado por la propia mano del niño convertido en autentico protagonista.

El editor se esmera cuando publica una lámina con figurines en colores para los niños. La moda infanil requiere estos dispendios, que los suscriptores pagarán muy gustosos. ¡Qué delicia ver esas niñas delicadas vestidas de rosa y verde claro, con lazos de terciopelo y capotas floridas, y esos niños de estrecho pantalón largo, que cogen la fruta de los árboles, subidos en una escalerilla! El texto y los figurines corre a cargo de doña Joaquina García Balmaseda, escritora prolífica que colaboraba en distintos periódicos infantiles y fue directora de El Correo de la Moda (1850-1890). Doña Joaquina solía ocuparse de la sección de modas y labores y con frecuencia traducía cuentos del francés y leyendas piadosas. Doña Joaquina tiene mucha desenvoltura para tratar con los niños y aunque no posee un extraordinario sentido artístico literario tampoco es excesivamente pija, como otras escritoras de su tiempo. La prudente mediocridad de sus escritos hace que merezca un juicio favorable. Lo que sí es cierto es que esta mujer ya conoce a los niños y sabe lo que les gusta, que no es poco en estos tiempos de tanteos en el género infantil. Así pues, doña Joaquina García Balmaseda merece figurar en una historia de la literatura infantil española, aunque sea en un rincón en discreta penumbra. Usó los seudónimos de "Baronesa de Olivares" y "Adela Samb". Su libro titulado La madre de familia (1881) fue premiado por el Ministerio de Instrucción Pública. También publicó esta autora las Memorias de una niña en el periódico infantil titulado La Aurora de la Vida (1851-1853), memorias escritas con soltura y gracia. La niña nos recuerda a Celia, y su hermano Manolito a Cuchifritín, los famosos personajes de Elena Fortún. Esta niña que habla con desparpajo y gracia, aunque es muy buena y pretende ser modosa, ya se parece a los niños modernos. Para completar el panorama descriptivo de La Educación Pintoresca señala C.B.Villansante que también se publicaba una sección titulada El Buffon de los niños, con dibujos e ilustraciones de animales salvajes y domésticos.

Por fuerza muy duro tendrá que ser nuestro juicio cuando, después de haber visto La Educación Pintoresca, abramos las páginas de Amante de la Infancia, periódico de instrucción y recreo, publicado en Pamplona durante los años de 1866-1867.

Repasemos apresuradamente La Floresta Infantil, periódico de los niños de ambos sexos, que se publicó en Zaragoza (1855-1856); El periódico de la Infancia de Madrid (1867-1869), dirigido por el secretario de la Escuela Normal, y La Ilustración de la Infancia.

Esta última revista, que se dice tipo-autógrafa, de educación y recreo, se publica durante los años de 1872-1878, y en ella colaboran doña Joaquina García Balmaseda, doña Angela Grassi, también fecunda colaboradora de otros periódicos, y ¡atención!, Hartzenbusch y don Ramón de Campoamor, aunque por ir sin firma los artículos es difícil precisar cuáles sean los suyos.

Mencionaremos solamente el nombre de otros semanarios infantiles para dar idea de la abundancia de prensa infantil con abundantes ilustraciones: El Museo de la Infancia (1851-?), La Aurora (1850-1853), El Amigo de la Juventud (1856), El Belén Literario (1857), La juventud (1857), El Amigo de las Familias (1866).

Así llegamos a Los Niños, revista de educación y recreo, editada en Barcelona (1870-1877) y (1883-1888). En el sumario de esta revista infantil, que alcanzó gran difusión en su tiempo, se encuentran las firmas de estos importantes colaboradores: Trueba, Hartzenbusch, Gertrudis Gómez de Avellaneda,.Cotarelo, Campoamor y José Zorrilla, las firmas más importantes de la época. Indudablemente, es un periódico de gran categoría. La Avellaneda escribe poemas religiosos. A la Virgen y Las siete palabras. La antigua sección que los periódicos infantiles dedicaban al catecismo ahora está dedicada a la poesía religiosa, escrita por una gran poetisa.

Campoamor escribe una larga composición, especialmente dedicada a los niños, en una carta escrita a la niña Pepita Sandoval, con motivo de la muerte de otra niña, y se titula El quinto no matar.

Al autor de las Doloras no le había llamado Dios por el camino de la literatura infantil. Sí, en cambio, a Zorrilla, que en un número de la misma revista escribe una poesía que lleva por título Los Niños, romántica y palabrera, adecuada a los pequeños.

Como es natural, la poesía infantil que escriben estos poetas es poesía de circunstancias, encargo del editor amigo, que mediante estas firmas trata de acreditar su revista.

Los Niños, "periódico ilustrado, para instrucción de la infancia, casi único en su género, como él mismo se anuncia, fue dirigido por Carlos Frontaura, activo periodista y escritor para niños. En España-dice Frontaura-desgraciadamente no son muchos los hombres que se dedican a escribir para los niños; la política lo absorbe todo."

También dirigió Frontaura una publicación infantil titulada La Primera Edad (Niñez ilustrada) (1873), que traía cuentos, consejos morales y preciosas láminas coloreadas de figurines infantiles.

Tanto Los Niños como La Primera Edad imitaban Le Magasin

d'Education et Récréation, de París, donde colaboraban Julio Verne, Stahl y otros afamados escritores para la infancia.

En estos periódicos infantiles de Frontaura colaboró activamente

Manuel Ossorio Bernard (1839-1904), escritor y periodista que ha dejado muy buenos artículos de costumbres. Este autor, huérfano desde muy pequeño, sintió una especial predilección por los niños y para ellos escribió muchas obritas. En el tomo IV de sus Obras escogidas, titulado Literatura para la infancia, las recoge. Son las siguientes: Moral infantil (1879), Album infantil (1885), Cartas a un niño sobre Economía Política (1879), Gente Menuda (1891), Poemas infantiles (1894), y Epigramas infantiles.

Más que la moral infantil, que él mismo reconocía como demasiado seria y profunda, o las cartas didácticas sobre tan abstruso tema, hay que tener en consideración los cuentecillos ligeros y epigramáticos, al estilo de Campoamor, y el acierto de algunas poesías coloquiales en las que se describen juegos infantiles, como, por ejemplo, la de "EI marro". El título de Gente Menuda quizá haya inspirado al de la famosa publicación posterior.

De Ossorio dicen sus propios hijos en la introducción a sus obras: Para los niños creó un Teatro de salón, escrito por distinguidos literatos y al que él aportó el pasillo El secreto del tío." Para los niños publicó un almanaque por los años de 1878 y 1879. "Puso en los chicos toda su fe y su ternura. Tanto es así, que el mismo Ossorio Bernard en una poesía titulada Autobiografía sólo pide a la posteridad ser recordado como escritor para niños:Y si aún algo ambiciona el disculpable afán de quien persigue el conseguir un nombre algo notorio, es que, oyendo decir: "¿Quién es Ossorio?", contestar puedan todos lo que sigue:"Un humilde escritor que, consagrado al género infantil, ha publicado periódicos y libros a docenas, para esas criaturas de animado mirar, largas melenas, maliciosa intención y risas puras: es, ya que estriba en eso su jactancia, el autor predilecto de la infancia.

Aunque la poesía no sea demasiado buena, sí lo es la pública declaración de sentirse orgulloso de haber escrito para los niños.Gracias a su obra, a las revistas infantiles,a la literatura infantil en general también los ilustradores han tenido su parte, se podria decir que les ha dado trabajo a los ilustradores que de repente se esfuerzan para crear obra, ilustraciones al rededor de poer ejemplo Ossorio. En este sentido la literatura infantil ha servido como auténtica inspiración para artistas del gremio asi si leemos con gusto a buenas descripciones también encontramos facilidad para poder dibujar los detalles.

Leemos y sobrer todo vemos o hojeamos también con agrado, no en vano pasan los años y progresa la ilustración de literatura infantil, el periódico titulado El Camarada, semanario infantil ilustrado, que se publica en Barcelona durante los años de 1887-1891, en tamaño grande, folio. Tiene muchísimos cuentos y gran cantidad de ilustraciones y grabados en negro. Entre las historias y cuentos destaca por su estilo El cuento del tio Míseria y La muerte, que es un relato que se remonta a la Edad Media.

Hojeando esta revista, realmente se comprende que los niños debían disfrutar leyendo los periódicos.

También debió de gustar mucho El Museo de la Juventud, revista semanal dedicada a "la infancia, adolescencia y familia", que se publicó en Barcelona, en 1887, y duró hasta 1893. Con una preciosa portada en colores, de tonalidades finísimas, este periódico es un verdadero acierto de gran belleza plástica. ¡Ay Dios! por qué gran desgracia no hay un museo español de ilustraciones, originales, portadas, carteles etc. Los originales se pierden entre las editoriales, las imprentas o en las oficinas de las agencias de publicidad que hacen de intermediarios.

Pero gracias a Dios nos hayamos al menos pedagógicamente hablando lejos de aquellos martirios pedagógicos de principios y mediados de siglo! Aquí ya no se martiriza a nadie. Hay muchas ilustraciones, muchos cuentos, muchas historias y hasta referencias a los inventos de actualidad.

La escafandra es un largo artículo con una soberbia ilustración de un buzo, sobre cuyo traje submarino se extienden los conocimientos del periodista. Suponemos que el niño leería muy detenidamente todos los pormenores de la documentada descripción, con el mismo placer que hoy día experimentan nuestros niños al leer las descripciones de las indumentarias para el viaje interplanetario a Marte y a la Luna en el semanario Diego Valor.

Hemos tardado unos cuantos años en comprender qué es lo que les gusta a los niños. En 1897, en la misma fecha en que se publicaba nuestra famosa La Educación Pintoresca, en Francia se publica La Semaine des Enfants, "magasin d'images et des lectures amusantes et instructives". Este semanario parisiense publica muchísimos cuentos de hadas y leyendas fantásticas, a la moda romántica. Las ilustraciones de gnomos, espectros, duendes y demás seres imaginarios es extraordinaria. Se encuentran una gran cantidad de ilustraciones a menudo anónimas o de firmas ilegibles. Señala C.B. Villasasnte que también se insertan dramas históricos y romances medievales, al estilo de Walter Scott." Este periódico tan bonito es verdaderamente infantil. No falta, claro está, L'enfant gaté, que es una comedia moralizadora, y L'obligeante petite fille, aunque ya los niños díscolos de estas piececitas están muy firmes y se mantienen en sus trece. Cuesta trabajo convencerles. El tono de La Semaine des Enfants no lo encontraremos hasta las publicaciones españolas de finales de siglo. En la América española también se siente preocupación por la infancia. Para los niños escribe José Martí un periódico titulado La Edad de Oro (publicación mensual de recreo e instrucción), editado en Nueva York en 1889. Aunque de corta vida, la calidad de este periódico es tanta, que merece pasar a la historia de la ilustración infantil." Con enorme ilusión escribe Martí el prólogo:

"Para los niños es este periódico, y para las niñas, por supuesto.

Sin las niñas no se puede vivir, como no puede vivir la tierra sin la luz… Con palabras claras y láminas finas. Les vamos a decir cómo está hecho el mundo; les vamos a contar todo lo que han hecho los hombres hasta ahora.

Para eso se publica La Edad de Oro: para que los niños americanos sepan cómo se vivía antes, y se vive hoy en América, y en las demás tierras; y cómo se hacen tantas cosas de cristal y de hierro, y las máquinas de vapor, y los puentes colgantes, y la luz eléctrica… Les hablaremos de todo lo que se hace en los talleres, donde suceden cosas más raras e interesantes que en los cuentos de magia, y son magia de verdad, más linda que la otra; y les diremos lo que se sabe del cielo, y de lo hondo del mar y de la tierra; y les contaremos cuentos de risa y novelas de niños, para cuando hayan estudiado mucho o jugado mucho, y quieran descansar. Las niñas deben saber lo mismo que los niños, para poder hablar con ellos como amigos cuando vayan creciendo; como que es una pena que el hombre tenga que salir de su casa a buscar con quien hablar, porque las mujeres de la casa no sepan contarle más que de diversiones y de modas."

Junto a los artículos históricos, los resúmenes literarios y los cuentos, hay poesías y versiones, tan bellas como las ilustraciónes de los mismos.

La producción de libros para niños y su ilustración durante el siglo XIX aumenta considerablemente. En una "Historia de las ilustraciónes infantiles y juveniles más amplia habría que considerar no sólo la ilustración de la literatura infantil, sino toda clase de libros para niños, como son los libros de texto, con su evolución curiosísima, ya que en el siglo xx el libro de texto se diferencia notablemente del de siglos anteriores, que se adapta al criterio de la literatura infantil y comienza a ser más y más ilustrado.

Un capítulo especial merecería la historia del libro de texto ilustrado.

Ilustradores y escritores del siglo XX

El caso del ilustrador y dibujante nacido en Madrid en 1882 Bartolozzi que muere en 1940 en Méjico y algún otro, como el de Elena Fortún que veremos más adelante, servirán de excepción respecto a la frase que Paul Hazard dedica a la literatura infantil española: "No hay ningún autor español que haya escrito especialmente para la gente menuda y que, al hacerlo, haya encontrado la expresión de su genio particular." Yo me permito aplicar su palabras especialmente a autores como Bartolozzi quienes son también grandes ilustradores y dibujantes que se expresan no solamente a través de la palabra sino tambien a través de la imagen. Salvo estas excepciones, la frase es cierta, aunque también válida para otros países, pues la verdad es que los ilustradores, en general, ilustran ocasionalmente para los niños, y la mitad de las veces por encargo de un editor interesado en que "les hagan" una obra determinada (1).

Esto no quiere decir que, casi sin darse cuenta, sin que el ilustrador se lo proponga, no surja de pronto algún maravilloso libro para niños. Así el caso de Platero y yo, escrito por el poeta Juan Ramón Jiménez (1881-1958). Este tierno poema, escrito a principios de siglo acerca de un burrillo suave y peludo, es un poema lírico, que en un principio no fue concebido como poesía para niños. Al poco tiempo de haberlo escrito, el mismo poeta se sorprende con la edición que la Editorial Juventud prepara en la Navidad de 1914. Para ella escribe esta dedicatoria:

Advertencia a los hombres que lean este libro: Este breve libro, en donde la alegría y la pena son gemelas, cual las orejas de Platero, estaba escrito para…, ¡qué sé yo para quién!…para quien escribimos los poetas líricos… Ahora que va a los niños, no le quito ni le pongo una coma. ¡Qué bien!

"-Donde quiera que haya niños-dice Novalis-, existe una edad de oro." Pues por esa edad de oro, que es como una isla espiritual caída del cielo, anda el corazón del poeta, y se encuentra allí tan a su gusto, que su mejor deseo sería no tener que abandonarla nunca.

¡Isla de gracia, de frescura y de dicha, edad de oro de los niños; siempre te hallé yo en mi vida, mar de duelo; y que tu brisa me dé su lira, alta y, a veces, sin sentido, igual que el trino de la alondra en el sol blanco del amanecer!

Yo nunca he escrito nada para los niños, porque creo que el niño puede leer los libros que lee el hombre, con determinadas excepciones que a todos se le ocurren. También habrá para hombre y para mujeres, etcétera."

Estas palabras de Juan Ramon Jiménez son perfectamente ampliables a lo que son las ilustraciones de la literatura, de los peridocos, las revistas etc. infantiles. Tanto como que tampoco el ilustrador ilustra tan solamente para los ojos de los niños sino tambien para los mayores. Después de todo somos los mayores los que compramos las obras para nuestros pequeños y cuanto más bonito y más le guste también porsupuesto a los ojos del adulto más se venderá.

Platero se convierte en un libro de lectura en las escuelas de España y en las de América de habla española y es un libro muy ilustrado por todo el mundo aunque bien sea verdad que las ilustraciones se reduzcan a menudo a diez o quice inserciones de dibujos en blanco y negro y la portada a todo color. Por razones evidentes aquí no podemos reproducir más que algún ejemplo como por ejemplo de Alberto Diez.

edu.red

Los niños saben Platero de memoria. Recientemente se ha contado la anécdota de la visita que Juan Ramón Jiménez hizo a una escuela argentina. El maestro pidió a un niño que recitase un capítulo de Platero. El niño empezó y a mitad de su recitación comenzó a titubear. Al momento otro compañero se levantó y siguió recitando… Así, espontáneamente, toda la clase fue recitando fragmentos del libro maravilloso.

A Juan Ramón Jiménez este homenaje de la infancia le pareció la suprema coronación de su vida. Unase a esto la concesión del Premio Nobel 1957, en parte debido al libro de Platero.

No tiene nada de extraño que el libro del poeta sea para los niños; el borriquito está visto con ojos infantiles como un pequeño ser delicado, incluso parece un juguete, un animalito de trapo, y su ternura es infantil.

Así le describe Juan Ramón en el primer capítulo.

"Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros, cual dos escarabajos de cristal negro.

Le dejo suelto, y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas… Lo llamo dulcemente: "¿Platero?", y viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe, en no sé qué cascabeleo ideal… Come cuanto le doy. Le gustan las naranjas mandarinas, las uvas moscateles, todas de ámbar; los higos morados, con su cristalina gotita de miel… Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña…, pero fuerte y seco por dentro, como de piedra. Cuando paso sobre él, los domingos, por las últimas callejas del pueblo, los hombres del campo, vestidos de limpio y despaciosos, se quedan mirándolo:

-Tien' asero…

Tiene acero. Acero y plata de luna, al mismo tiempo."

Todavía hay quien discute si Platero y yo es un libro para niños.

Es imposible en algunos casos trazar una línea formal entre el género infantil y el de adultos. En este caso, el libro de Juan Ramón Jiménez tiene el extraordinario mérito de valer para todas las edades. La alta calidad poética alcanza por igual a niños y grandes. La graciosa y tierna anécdota de los capítulos como "El susto" y otros, encanta incluso a los muy pequeños.Y es poe esto que sea una de las obras más ilustradas y traducidas por todo el mundo. De tan solo esta obra se podria hacer un traabajo de doctorado mostradno las ilustaciones diversas que se han hecho las reproducciones , versines ilustradas aunque sea con 10 dibujos en blanco y negro.

Lo mismo puede decirse de gran parte de la poesía de Juan Ramón Jiménez. Véase la selección antológica de la Editorial Losada Antología para niños y adolescentes.

El poeta ama a los niños como yo mismo a mi hija Maria. Para ellos, quizá sin saberlo, ha escrito y se han ilustrado también sin saberlo muchos poemas de gran belleza y lirismo, como el de Verde verderol:

Verde verderol,

endulza la puesta del sol!

Palacio de encanto,

el pinar tardío arrulla con llanto

la huida del rio.

Alli el rio umbrio tiene el verderol.

Verde verderol,

¡endulza la puesta del sol!

El poema titulado Abril, como preguntas y respuestas, como en los cuentos infantiles, parece como escrito para niños:

-El chamariz en el chopo.

-¿Y qué más? -El chopo en el cielo azul.

-¿ Y qué más?

-El cielo azul en el agua.

-¿Y qué más?

-La hojita nueva en la rosa.

-¿ Y qué más?

-La rosa en mi corazón.

-¿ Y qué más?

-¡Mi corazón en el tuyo!

O esta otra dedicada a Miss Rápida, acaso una niña, que tiene un tono fabulístico:

Si vas de prisa,

el tiempo volará ante ti,

como una mariposilla esquiva.

Si vas despacio, el tiempo irá detrás de ti,

como un buey manso.

Mucho se ha hablado de este tema que si Juan Ramón Jiménez escribió conscientemente para los niños y aquí en esta obra realmente no viene al cuento ya que lo que nos interesa es el hecho de que se haya ilustrado tanto. Y es más sí, puede asegurarse que Juan Ramón Jiménez escribió conscientemente para niños, cuando en el libro titulado Historias (1909-1912) les dedica algunas poesías cuyos protagonistas son niños. Estas poesías que él califica de "Historias para niños sin corazón", en efecto, son tan tristes y bellas que es preferible no tenerlo. El pobre, La carbonerilla quemada y La cojita nos muestran un Juan Ramón anecdótico, que transforma la anécdota en puro lirismo al paso que la va narrando.

Damos a continuación un fragmento de:

El niño pobre

Le han puesto al niño un vestido

absurdo, loco, ridículo le está largo y corto;

gritos de colores le han prendido

por todas partes.

Y el niño se mira, se toca, erguido.

Todo le hace reír al mico,

las manos en los bolsillos.

La hermana le dice-pico de gorrión,

tizos lindos los ojos, manos y rizos en el roto espejo : "¡Hijo,

pareces un niño rico…!"

Por lo que respecta a otros autores que escribieron poesía infantil

a principios del siglo xx y que fueron muy ilustrados con portadas por todo

el mundo, podemos mencionar a muchos poetas que, como Juan Ramón Jiménez, escribieron para la infancia.

Ya Rubén Darío (1867-1916), el poeta modernista, trata de contar

a una niña un cuento. Así la pregunta:

¿Cuentos quieres, niña bella?

Tengo muchos que contar.

De una sirena de mar.

De un ruiseñor, de una estrella,

Y de una odalisca mora,

Con sus perlas de Basora

Y sus chalés de Bagdad.

Toda la fantasía de Rubén Darío está en estas enumeraciones. En otra poesía, la titulada A Margarita Debayle, Rubén Darío rima un cuento or

iental, florido y mágico. Todos los niños españoles lo saben:

Margarita, está linda la mar,

y el viento

lleva esencia sutil de azahar;

yo siento

en el alma una alondra cantar:

tu acento.

Margarita, te voy a contar

un cuento.

Este era un rey que tenía un palacio de diamantes, una tienda hecha de día y un rebaño de elefantes. Un quiosco de malaquita y un gran manto de tisú, y una gentil princesita, tan bonita, Margarita, tan bonita como tú. Una tarde la princesa vio una estrella aparecer; la princesa era traviesa y la quiso ir a coger. La queria para hacerla decorar un prendedor, con un verso y una perla, una pluma y una flor. Las princesas primorosas se parecen mucho a ti… Cortan lirios, cortan rosas, cortan astros. Son así. Pues se fue la niña bella, bajo el cielo y sobre el mar, a cortar la blanca estrella que la hacía suspirar.

Estas muestras las incluimos de la mano de Carmen Bravo Villasante no tanto por la muestra de estas poesías que son la versión infantil del decorativismo fantástico que introdujo el modernismo poético, sino más bien porque encontró su equivalencia gráfica excelente en dibujantes como José Zamora.

Son conocidísimas en el repertorio infantil las poesías de La rosa niña, leyenda religiosa de la niña que se transformó en rosa para ofrendarse al Señor, y Los motivos del lobo, que relata el episodio de San Francisco de Asís con el lobo. Bellos ejemplos de poesía con asuntos religiosos.

Que Rubén Darío escribía pensando en los niños lo muestra las poesías tituladas Pequeño poema infantil, aquel que empieza:

Las hadas, las bellas hadas, existen, mi dulce niña.

y La copa de las hadas, sobre el mismo tema.

Francisco Villespesa, otro poeta modernista (1879-1936), hace evocaciones líricas de los personajes de los cuentos clasicos infantiles: Cenicienta, Caperucita:

-Caperucita, la más pequeña de mis amigas, ¿en dónde está? -Al viejo bosque se fue por leña, por leña seca, para amasar. -Caperucita, di, ¿no ha venido? ¿Cómo tan tarde no regresó? Tras ella todos al bosque han ido, pero ninguno se la encontró. Decidme, niño, ¿qué es lo que pasa? ¿Qué mala nueva llegó a la casa? ¿Por qué esos llantos, por qué esos gritos? ¿Caperucita no regresó? -Sólo trajeron sus zapatitos… ¡Dicen que un lobo se la comió!

Salvador Rueda (1857-1933) tuvo aciertos que merecen pasar al

repertorio infantil pero poco se puede decir a cerca de las ilustraciónes de su obra a pesar de portadas de libros.

Pero hasta Federico García Lorca (1898-1936) no se capta realmente la esencia de la poesía infantil. Sus canciones y cancioncillas, saladísimas, desatinadas, tienen el ritmo que les gusta a los niños.

En su libro Canciones tenemos una parte titulada "Canciones para

niños", que merecería en sus escasas páginas ser trasladada íntegramente a esta breve historia de la literatura infantil. Están dedicadas a niñas: La canción china en Europa, La cancioncilla sevillana, El paisaje, La canción tonta. Todas ellas, así como la que no tiene título del lagarto y la lagarta, son obras maestras de la literatura infantil.

El poeta granadino compuso este librito de Canciones en sus primeros años de estancia en la Residencia de Estudiantes. En este precioso libro su "musa vestida de corto", como él mismo dice, juega y salta con graciosa e infantil ingenuidad. Sus poemas, muy apropiados para los niños, se han hecho famosos.

Como ha dicho, muy acertadamente, Angel del Río, "la ironía discurre en todo el libro por cauces de gracia sutil e inocente".

He aquí algunas muestras de esta poesía infantil de Federico García Lorca:

A Mademoiselle Teresita Guillén

tocando su piano de seis notas.

El lagarto está llorando,

la lagarta está llorando.

El lagarto y la lagarta

con delantalitos blancos.

Han perdido sin querer

su anillo de desposados.

¡Ay, su anillito de plomo:

ay, su anillito plomado!

Un cielo grande y sin gente

monta en su globo a los pájaros.

El sol, capitán redondo,

lleua un chaleco de raso.

¡Miradlos, qué viejos son! Qué viejos son 1os lagartos!

¡Ay, cómo lloran y lloran; ay, ay, cómo están llorando!

A los niños les parece muy natural que los lagartos lleven

delantalitos blancos y que el sol vaya vestido de raso.Que el capitán redondo sea el sol y hay que verlos accionar cuando recitan esta poesía y cuando con sus manitas intentan dibujar o ilustrar alguna estrofa con acuarelas lápiz de color etc.

¡Qué caprichosito es el niño de la Canción tonta! Gracias a que su mamá le da los gustos:

Mamá, yo quiero ser de plata. Hijo,tendrás mucho frío.

Mamá,

yo quiero ser de agua.

Hijo,

tendrás mucho frío.

Mamá,

bórdame en tu almohada.

¡Eso sí!

¡Ahora mismo!

Muy graciosa y original es la poesía titulada Canción china en Europa, que los niños recitan moviendo alternativamente la cabeza, como corresponde a las distintas acciones y personajes que indican los versos:

La señorita del abanico

va por el puente del fresco río.

Los caballeros, con sus levitas,

miran el puente sin barandillas.

Las señoritas del abanico y los volantes buscan marido.

Los caballeros están casados con altas rubias de idioma blanco.

Los grillos cantan por el oeste.

(La señorita, va por lo verde.)

Los grillos cantan bajo las flores.

(Los caballeros, van por el norte.)

García Lorca comprende todo el encanto que se encierra en las

canciones y poesías de su infancia y trata de apresar su gracia volandera y

fugitiva. También siente el poeta una dulce y triste añoranza por la infancia

perdida. En algunos momentos hasta quisiera volver a ella. Y es "poeta

infantil" sólo por sentirse otra vez niño.

En la Balada de la Placeta (1919), el poeta y los niños entablan un

diálogo, nostálgico por parte del poeta:

Cantan los ninos

en la noche quieta:

¡Arroyo claro,

fuente serena!

Los niños: ¿Qué tiene tu divino

corazón de fiesta?

Yo: Un doblar de campanas

perdidas en la niebla.

Los niños: Mójalas en el agua

de la canción añeja:

¡Arroyo claro, fuente serena!

Los niños: ¿Por qué te vas tan lejos

de la plazuela?

Yo:

Voy en busca de magos

y de princesas.

Y yo me iré muy lejos,

más allá de esas sierras,

más allá de 108 mares,

cerca de las estrellas,

para pedirle a Cristo Señor

que me devuela

mi alma antigua de niño,

madura de leyendas,

con el gorro de plumas

y el sable de madera.

Los niños:Ya nos dejas cantando en la plazuela:

¡Arroyo claro,

fuente serena!

Emociona leer cómo Federico García Lorca pedía la inspiración a los niños y buscaba su "alma antigua de niño". Los simbólicos niños de La Balada de la Placeta actúan como unos espíritus inspiradores, ellos le dicen dónde buscar la fuente de su poesía. Esta misma idea que vemos reflejada en más de un poeta/escritor de literatura infantil y juvenil también se puede encontrar en la bellas artes y más concretamente y para lo que nos concierne aquí la ilustracion de cuantos infantiles asi por ejemplo grandes artistas siempre han intentado imitar la sencillez y enorme imaginación que tienen los niños el mismo Pablo Picasso dijo una vez que había intentado toda su vida dibujar como un niño.

La musa de la poesía de Frederico Garcia Lorca es una musa niña, que le sopla al oído sus más bellos poemas. Si nos cabía la duda, aquí está clarísimo. Desde que oyó estos consejos García Lorca, bien escriba para niños o para mayores, atiende a la musa infantil que juega al corro con sus amigos. A ella se debe también este poema surrealista, que no es más que un poema infantil:

Vals en las ramas

Cayó una hoja

y dos

y tres.

Por la luna nadaba un pez.

El agua duerme una hora

y el mar blanco duerme cien.

La dama

estaba muerta en la rama.

La monja

cantaba dentro de la toronja.

La niña iba por el pino a la piña.

Sin duda, García Lorca no sólo inventaba, recogía de la tradición folklórica infantil. Existen obras suyas con ilustraciones inumerables por todo el mundo recojemos algunas . Recuérdese la canción del mismo estilo que cita Unamuno en Amor y pedagogía, cuando refiere las distracciones del pobre niño Apolodoro, que recita la siguiente poesía:

Teresa, de la cama a la mesa;

confites, de 10 que tú me diste;

tabaco, no lo gasta mi majo;

de hoja, para meterme monja;

del Carmen, para servir a un fraile;

Francisco,

por las llamas de Cristo;

barbero, sángrame, que me muero;

de lado, de dolor de costado;

arriba, hay una verde oliva; abajo,

hay un verde naranjo;

en medio,

hay un niño durmiendo.

Escribió García Lorca algunos romances que, como el de Los peregrinitos, se han hecho muy populares. En general, la poesía de García Lorca gusta muchísimo a los niños y es muy ilustrada. De toda su obra podría entresacarse material para una antología infantil. En Doña Rosíta o el lenguaje de las flores, en La zapatera prodigiosa hay fragmentos líricos y narrativos puramente infantiles y se ven ilustraciones y portadas magnificas en las bibliotecas de todo el mundo.

El lirismo de sus versos, las imágenes, el colorido, el esquematismo de la composición y viveza de los contrastes hacen que García Lorca, en muchos aspectos, sea apto para los niños y la ilustración. No tiene nada de extraño. Federico García Lorca se inspiraba en el venero de lo popular, y ya sabemos que lo infantil se da la mano con lo popular. Ciertamente que García Lorca se interesó mucho por todas las manifestaciones populares. En sus viajes por España recoge elementos tradicionales en canciones y poesías. Ya hemos dicho anteriormente que en 1930 dio una conferencia sobre el tema Las nanas infantiles, donde estudia esta ingenua forma poética, que será fuente de su inspiración. La conferencia completa bien podría servir de capítulo a una gran historia de la literatura infantil española.

El poeta Rafael Alberti (1903), gran amigo de García Lorca,también escribe para los niños y siente predilección por lo popular. Precisamente en una conferencia que dio, acompañado al piano por Lorca, el poeta hace una definición del surrealismo, hacia el que ambos se encaminan, de sumo interés para nuestro tema. Dice que es una exaltación de lo ilógico, lo subconsciente, lo monstruoso sexual, el sueño, el absurdo…

El surrealismo existía ya desde mucho antes que los franceses trataran de definirlo y exponerlo en sus manifestaciones. El surrealismo español se encontraba precisamente en lo popular, en una serie de maravillosas retahílas, coplas, rimas extrañas….

Si prescindimos de la sexualidad, todo parece concentrarse para

una definición de la ilustración de la literatura infantil. Es, pues, muy natural que muchas ilustraciónes de Alberti sean infantiles, aunque no expresamente concebidas y hechas para los niños y los mayores.

En el libro de Marinero en tierra, al que saludó tan alborozadamente Juan Ramón Jiménez, la mayor parte de las poesías son para niños. Ofrecemos algunos ejemplos tomados al azar:

Del barco que yo tuiera,

serias tú la costurera.

Las jarcias de seda fina;

de fina holanda, la vela.

¿Y el hilo, marinerito?

Un cabello de tus trenzas.

Geografía física

Nadie sabe geografia

mejor que la hermana mía.

La anguila azul del canal enlaza las dos bahias.

Dime, ¿dónde está el volcán de la frente pensativa?

Al pie de la mar morena,

solo, en un banco de arena.

Nadie sabe geografía

mejor que la hermana mía.

Entre los versos menores de Alberti, no son menos graciosos y

bonitos los "parpadeantes" y "malabáricos", cuyos vocablos cruzan al aire como una pelota infantil de colorines:

Dondiego sin don

Dondiego no tiene don.

Don.

Don dondiego

de nieve y de fuego;

don, din, don,

que no tenéis don.

Abrete de noche,

ciérrate de dia,

cuida no te corte

la tia Maria,

pues no tienes don.

Don dondiego

que al sol estáis ciego;

don, din, don

que no tenéis don.

Algunas de estas poesías están inspiradas en los cancioneros antiguos, son refundiciones de poesía tradicional. A este respecto son válidas las palabras que citamos de Gabriela Mistral, que señalan la relación del género infantil y las rondas de niños con los antiguos cancioneros.

Tanto Alberti como García Lorca han comprendido tan bien la esencia de lo infantil y de lo popular, que muchas de sus composiciones circulan como anónimas. No extrañaría escuchar de labios de algún joven campesino esta canción de Alberti:

La corza blanca

Mi corza, buen amigo;

mi corza blanca,

10s lobos la mataron

al pie del agua.

Los lobos, buen amigo,

que huyeron por el rio.

Los lobos la mataron

dentro del agua.

Es seguro que los niños se divierten con la poesía alegre, clara y sencilla de Alberti. ¡Si parece un juego ésta de los toros, casi una corrida infantil!

¡Qué revuelo!

Aire, que al toro torillo

le pica el pájaro pillo,

que no pone el pie en el suelo.

Igualmente el estilizado poema que se titula Penaranda del Duero

podría dirigirse a un niño, con su carrito de juguete:

¿Por qué me miras tan serio, carretero?

Tienes cuatro mulas tordas,

un caballo delantero,

un carro de ruedas verdes

y la carretera toda

para tí,

carretero.

¿Qué más quieres?

Con éste podrían citarse muchos ejemplos repartidos todo a lo largo de la obra de Alberti. De su afición a lo infantil queda el recuerdo de las geniales improvisaciones en -el escenario del teatrillo del Instituto-Escuela en 1936, cuando en sus obritas para niños imitaba el canto del gallo o la pájara-pinta, y pronunciaba con alegre locura interminables retahílas sin sentido y estribillos ilógicos, absurdos y disparatados, cuajados de bellas imágenes.

Carmen Bravo Villasante describe al Alberti de entonces como poeta que sentíase a la vez juglar, marioneta y muñeco de guiñol, para divertir y encantar a los niños. Todo esto era producto de la época más disparatada y alegremente absurda de la historia literaria española, bullente de movimientos ultraístas y futurismos balbucientes, tan próximos al niño, tan infantiles en su origen. La época, quizá, más propicia al niño, en la que el género de la literatura infantil halló más creaciones geniales, tanto en lo literario como en la ilustración artística.

Podríamos seguir así durante muchas más páginas centrándonos y a la vez desviándonos por las diversificaciones de la temática autentica que nos ocupa que es la historia de la ilustración de la literatura infantil y juvenil. Y es que sea – dicho de paso- que realmente es imposible escribir la historia de la ilustración propiamente dicha sin hacer incursiones constantes en sus ramificaciones como la historia de la literatura, la poesía , la ilustración o las bellas artes.

Para empezar habría que definir lo que realmente es la ilustración. La primera aceptación del diccionario Maria Moliner dice asi: Ilustración 1 Acción y efecto de ilustrar 2. Cultura no profunda de las personas corrientes: No tiene ninguna ilustración. 3 Dibujo o fotografía, etc. que acompaña al texto de un libro, etc. 4. Se aplica a algunas publicaciones periódicas con ilustraciones de esa clase. 5. Acep.recientem. aprobada para su inclusión en el D.R.A.E. "Movimiento ideológico que culminó en el siglo XVIII, en favor de la secularización de la cultura".

Ninguna y todas de estas aceptaciones del diccionario mencionado tiene alguna utilidad para nosotros las definiciones se nos antojan algo anticuadas y fragmentarias, aparte de que, como la mayoría, sobre todo si se pretende que sean breves como desgraciadamente pasa con todo buen diccionario, acaban enseguida por parecernos parciales, aunque nos aproximen casi siempre algo a nuestro objetivos

 

 

Autor:

Wilkovon Prittwitz

 

Partes: 1, 2
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