El aporte social de los emprendedores: una mirada histórica desde una perspectiva liberal (página 3)
Enviado por Eugenia Sol
La nueva república necesitaba entonces más que nunca capital para poder comenzar su despegue industrial y económico. Aún bien entrado el siglo XIX este seguía siendo uno de los puntos fundamentales para el crecimiento económico. La principal fuente para poner en marcha el proceso de acumulación fue sin lugar a dudas el comercio. Los primeros grandes empresarios norteamericanos son personas dedicadas a esta actividad. El intercambio con otras naciones permitió la acumulación de oro y plata por parte del gobierno, que fue utilizado para pagar las obligaciones contraídas en la época de la guerra de independencia. Este hecho no es un tema menor, ya que hace a lo que se conoce como la ética del capitalismo es decir, el cumplimiento con los compromisos asumidos.
El primer gran viaje comercial fue en 1784, el Empress of China salió de la bahía de Nueva York con destino a Macao y Cantón. Durante esta primera etapa se destacaron hombres como Robert Morris, William Duer, Daniel Parker, Samuel Shaw y Donald McKay, entre otros tantos. Un caso interesante es el de Elias Hasket Derby, quien había aprendido la importancia del transporte veloz y rompió con muchas de las convenciones que sobre la navegación hasta ese momento. Es por eso que puso especial atención en la construcción naviera promocionando nuevos diseños para los mismos. Pero no sólo se destacó en este aspecto de la innovación tecnológica sino que también se preocupó por lograr un mayor bienestar entre sus empleados y por la ética en sus negocios. Por este motivo, se rehusó a que sus barcos cargaran esclavos en las costas de África. En cuanto a la tripulación, la misma recibía mejor pago que los que trabajan en las otras compañías, así como también los oficiales tenían autorizado realizar comercio por su cuenta en los puertos extranjeros, siempre y cuando la carga no interfiriera con la carga de la empresa, de manera tal que muchos empleados ocupaban su cuchetas para poner las mercancías. Cuando Elias muere en 1799 a los 60 años, el mismo era millonario.
Lentamente el país fue comenzado a disponer de capital para ser invertido en las primeras "aventuras industriales". Podemos afirmar que fue esta "revolución comercial" en las ex colonias las que motivó las primeras experiencias industriales, básicamente relacionadas con la construcción de barcos y la introducción de mojaras en la producción de bienes exportables. Generalmente, estos hombres estaban interesados en agregar un poco más de velocidad al proceso de manufacturas. Muchas veces el proceso no es de un avance lineal y el fracaso es mucho más frecuente que el éxito, pero cuando este llega se produce un cambio en la forma de producir que a su vez potencia a otros similares. Suele suceder que varias personas están trabajando en el mismo proyecto o invento, y que la mayor parte de las veces uno de ellos es el que da con la innovación que finalmente es adoptada por todos. Esta persona es la que se lleva todo el crédito por la invención, pero detrás de este inventor hay muchos otros que nunca llegan a ser conocidos.
Dos casos de empresarios exitosos de la primera etapa de industrialización son Samuel Slater y Eli Whitney. Originario de Inglaterra, Slater se destacó en la industrial textil, en su juventud destinó casi seis años de su vida como aprendiz con uno de los socios del famoso inventor Richard Arkwright. Durante estos años pudo "fotografiar" en su mente (ya que estaba prohibido hacer copias de los planos) las máquinas con las que trabajó y las dimensiones de las mismas, al tiempo que fue imaginando reformas que harían de éstas, instrumentos más confiables. Cuando llega a Nueva York (vestido como campesino, ya que si se sabía que había sido aprendiz de industria durante tantos años no hubiese podido dejar Gran Bretaña) se pone en contacto con Moses Brown un hombre de la industria textil que estaba en dificultades y necesitaba sangre nueva en su empresa. El comienzo no fue sencillo ya que de acuerdo a la propuesta de Slater los empleados de Brown deberían cambiar totalmente el procedimiento de producción, sumado a esto la dificultad de no poseer planos exactos de la nueva máquina. De manera tal que luego de un proceso de ensayo y error, América obtuvo su primera máquina de hilar algodón. Samuel Slater construyó su primera fábrica en 1790. Durante un largo tiempo Slater fue uno de los principales proveedores de la industria de vestimenta en Estados Unidos.
El segundo caso que elegí como ejemplo es el de Eli Whitney, quien es considerado por Chamberlain el más importante inventor de Connecticut. Eli exploró diversos campos. Comenzando con la máquina limpiadora de algodón, que se complementaba con el invento de Slater. Este invento de alguna manera llevó a los estados del sur "a una furiosa explotación del algodón, y de esta manera probablemente salvó la "peculiar institución" de la esclavitud de su muerte natural", pero esa no fue su única contribución, ya que Whitney fue quien comenzó con la fabricación de armas con piezas intercambiables y en este proceso estableció los fundamentos del "sistema americano" de producción masiva.[49] Whitney, quien había nacido en una granja, odiaba el trabajo en el campo porque lo consideraba muy esclavizante, de modo que apenas pudo se fue a trabajar en el negocio de su padre. Luego se dedicó a estudiar y llego a graduarse en Yale, sin dinero en el bolsillo, se dirigió al Sur. En su marcha, se detuvo en Georgia, en la plantación de unos viejos amigos. Ahí tomó contacto con un compañero de estudio de Yale Phineas Miller, quien sería su socio en uno de sus emprendimientos. Miller era el manager de una plantación y le presentó a Whitney uno de los problemas que tenían en la elaboración de hebras de algodón. Sucedía, que generalmente era muy difícil separar las semillas verdes que quedaban adheridas a las hebras de algodón, lo cual llevaba muchas horas de trabajo adicional lograr (un esclavo sólo podía limpiar medio kilo de algodón por día, lo que da una idea del costo de dicha operación). Whitney inventó una herramienta con ranuras que permitía que el algodón atraviese las mismas separando en el proceso las semillas adheridas a las hebras. Con Miller como socio, ambos desarrollaron y vendieron la nueva maquinaria.
Whitney, viviría una experiencia frustrante tratando de cobrar los derechos de patentes por su invento, ya que la maquinaria era copiada en todo el Sur al mismo ritmo que la producción de algodón pasaba de 2,5 millones de kilos a 35 millones en sólo siete años. Esos años fueron duros para Eli Whitney, pero en lugar de bajar los brazos buscó nuevas formas de sacarle provecho a su inventiva y a su habilidad manual. Durante sus años probando con nuevas herramientas y maquinarias había aprendido cómo crear una máquina que elaborara parte iguales que a su vez se convirtieran en otra máquina. Es decir, una máquina de hacer máquinas. La idea la aplicaría por primera vez en la fabricación de armas (mosquetes). En 1798 Whitney firmó su primer contrato con el ejército y su negocio fue todo un éxito. En 1812, firmó un segundo contrato y gente de todo el mundo venía a Connecticut para conocer su fábrica. La misma no era sólo visitada por fabricantes de armas, sino que también por gente de la industria textil. La semilla del sistema de producción masiva había sido sembrada en Estados Unidos.
La revolución industrial en Norteamérica todavía no había hecho su despegue, pero el mismo se podía presentir. "El trabajo de la siguiente generación de empresarios era la de abrir el camino hacia el Oeste, unir la nación con caminos, canales y ferrocarriles" el motor de vapor jugaría una papel fundamental en esta nueva etapa. Con el paso de los años y a medida que el mercado local crecía, Estados Unidos comenzaría a depender cada vez más de su mercado interno para afianzar su expansión económica. Hacia mediados del siglo XIX, con el descubrimiento del oro en California, los hombres de negocios dejarían de mirar al mundo para concentrarse en el mercado nacional.
Cuatro factores posibilitarán el espectacular crecimiento del mundo de los negocios después de la segunda mitad del siglo diecinueve: el aumento en la velocidad de las transacciones; el desarrollo de las comunicaciones y los transportes; el tamaño de las empresas (tanto en el número de empleados como en la demanda de capital); y el alcance de las operaciones comerciales, que abarcarán miles de kilómetros desde el Atlántico al pacífico y de Norte a Sur. Todo esto implicó que ningún hombre de negocios por si mismo pudiera controlar su empresa en forma personal a partir de este momento.
La clave de este gran cambio fue el desarrollo de kilómetros de ferrocarriles a lo largo y a lo ancho del país. Rápidamente, el ferrocarril desplazó a los canales navegables de su lugar de privilegio, aprovechando ciertas ventajas comparativas, como la posibilidad de poder funcionar durante todo el año, a diferencia de los canales que no eran navegables en invierno por la congelación de ciertas corrientes de agua. Además, el FF.CC. podía extenderse en áreas en las que los canales no lo hacían por cuestiones naturales. Otra ventaja era que el FF.CC. corría entre tres y cuatro veces más rápido que los barcos a vapor. Todo esto provocó un crecimiento notable de los mercados y en consecuencia una mayor competencia por los mismos. La evolución del tendido de vías férreas da 49.300 km en 1860, 85.179 km en 1870, y 401.977 km hacia 1913.[50]
Este aumento en el volumen del mercado interno, produjo un cambio en la forma de administrar, el concepto de eficiencia toma una nueva dimensión, "new forms of statistical and accounting information also augmented administrative capacities. Balance sheets and operating statements succinctly highlighted for management the salient details of operating performance and financial condition", fueron algunos de los cambios más notables.[51] Ya no se podía realizar semejante trabajo conduciendo negocios en más de una docena de Estados, con miles de empleados y con un capital estimado en millones de dólares sin introducir reformas.[52] Edgar Thomson y Daniel McCallum aparecen como los innovadores del sistema administrativo moderno a mediados del siglo XIX, junto con Albert Fink, quien introduce nuevos métodos de contabilidad para organizaciones en expansión.
Thomson, en diez años logró la expansión de una línea de ferrocarriles de 250 millas a 438, con un incremento en las ganancias de 2 millones a 11 millones de dólares. Semejante crecimiento no hubiera sido posible sin el desarrollo de un sistema de management jerárquico basado en una estructura piramidal en la toma de decisiones, en la cual las decisiones de largo plazo son tomadas por los ejecutivos de niveles más altos (incluidos los jefes de operaciones y oficiales financieros), mientras que las decisiones diarias son abordadas por los managers del nivel medio y bajo.
De todos modos, Thomson, no fue el primero en usar esta estructura, ni el más famoso. McCallum, quien también inició su carrera en los ferrocarriles, fue reconocido como uno de los primeros propulsores de los sistemas de management jerárquico. Su principal aporte puede encontrarse en el enunciado de una filosofía que explica las ventajas del sistema, así como también, la forma más adecuada de entenderlo y aplicarlo. Algunos de sus principios eran:
División de las responsabilidades.
Informes confiables de la ejecución de las tareas.
Presentación de estos informes a tiempo.
Comunicación confidencial, de manera de no exponer a los gerentes y hacerles perder autoridad.
Delegación de autoridad a los gerentes para que puedan cumplir sus deberes en forma adecuada.
Para poder implementar estos cambios, era necesaria una confiable corriente de información que fluyera a través de los distintos sectores de la compañía. Las nuevas burocracias generaron una demanda de información que llevó a una "revolución" en la contabilidad. Según Alfred Chandler, la contabilidad aparece por primera vez como una profesión, reemplazando al sistema tradicional de teneduría de libros de doble entrada.[53] Las nuevas prácticas contables se pueden clasificar en tres categorías: contabilidad financiera, contabilidad de capital y contabilidad de costos. El mencionado Albert Fink, ingeniero encargado de los ferrocarriles en Louisville y Nashville, fue uno de los primeros en implementar esta "nueva contabilidad" en su trabajo. Principalmente, en el análisis comparado de los costos operativos en cada uno de los ramales que poseía la compañía para la que trabajaba como gerente.
Todos estos cambios se irán aplicando en los nuevos grandes emprendimientos de la segunda mitad del siglo diecinueve. Muchos de los casos más destacados de este período son los de emprendedores-innovadores relacionados con el desarrollo del transporte: Vanderbilt y los barcos a vapor; James Hill y el ferrocarril; Ferdinand de Lesseps y el Canal de Suez; Rockefeller con el petróleo; y Henry Ford con el automóvil. No detendré en el presente trabajo a hacer un análisis de ellos y su obra por una cuestión de tiempo y espacio. Pero sí haré una breve referencia a uno de los casos más notables de esta época: Andrew Carnegie.
Carnegie, arribó a Estados Unidos, a mediados del siglo XIX, desde Escocia con sólo 13 años y con su familia en condiciones de extrema pobreza.[54] Su primer trabajo fue en una fábrica por U$S 1,20 por semana (7 días, 12 horas diarias). Al poco tiempo pasa a una compañía de telégrafos, donde se destacó por poder enviar mensajes de memoria sin tener que escribirlos previamente en un papel. Gracias a esta habilidad fue contratado como secretario personal de Thomas Scott, gerente de una de las compañías de ferrocarriles. Al poco tiempo, el joven Carnegie gracias a su cercanía con Scott había acumulado experiencia en dos industrias que estaban en pleno auge: el acero y el ferrocarril. Scott, enseñó a Carnegie el negocio de la compra y venta de acciones en el mercado financiero. Pronto pudo hacer una diferencia considerable gracias a su visión de los negocios y se convirtió en uno de los socios accionarios de la Keystone Bridge Company. Este sería el comienzo de su brillante carrera como empresario del acero. La construcción de puentes de acero era una de las actividades que más se desarrollaban a medida que se expandía el transporte, además de ser una de las actividades que mayor cantidad de innovación tecnológica requería.
Pero Carnegie, emprendedor-innovador como pocos, no tardó en saltar de la construcción de puentes a la manufactura del acero. En 1864 organizó la Cyclops Iron Co. Su principal preocupación era controlar los costos de sus empresas. Sus sistemas de contabilidad llevaban un pormenorizados registro de los costos de cada uno de los departamentos de sus emprendimientos. El otro aspecto que fue clave para su desarrollo, fue la inversión en investigación y tecnología. Él reconoció rápidamente que la tecnología era la ola del futuro. Sabía que en ese ramo de la industria los británicos estaban más adelantados y no dudó en incorporar equipamiento desde Gran Bretaña (fue el primero en introducir en América el sistema ideado por Henry Bessemer). Atento siempre a la contribución que podían hacer a sus industrias los empleados talentosos e innovadores, no dudo en contratar a aquellos con más experiencia.
Su estilo particular, lo llevó a captar a sus senior managers a través del ofrecimiento de acciones de la compañía. En una época en la que la propiedad y el management de las corporaciones estaban separadas, Carnegie unió a ambas como nunca antes. Al otorgar acciones a sus managers, la productividad creció notablemente. Además, logró una ventaja comparativa con respecto a otras empresas, gracias a esta política logró un financiamiento interno, generando un retorno constante de los beneficios de la compañía para volver a ser reinvertidos (aunque esta práctica no entusiasmara a algunos tenedores de acciones). Carnegie casi nunca pagó dividendos, sus socios recibían muy poco dinero más allá de sus salarios. El financiamiento interno le dio a Carnegie la ventaja de obtener dinero cuando la mayoría de sus competidores no lo conseguía y a un costo nulo. Su objetivo principal era bajar los costos para poder reinvertir y expandirse. Esa era su filosofía.
Cuando adquirió la Homestead Steel Works, ofreció a los dueños dinero o el valor equivalente en acciones de su propia compañía. Todos, menos uno, prefirieron el efectivo. El único que prefirió acciones vio cómo en el término de 15 años, el valor de las mismas pasó de 50.000 dólares a 8 millones. La clave del éxito era actuar cuando los competidores no querían o no podían. En épocas de recesión o crisis era cuando mayor actividad desempeñaba.[55] La única excepción a la búsqueda permanente de bajar los precios fue la relacionada con los salarios. Él pensaba que el trabajo más caro en un mercado libre era el más valioso debido a su alta productividad. No le importaba pagar salarios más altos siempre y cundo fueran negociados individualmente, lo que le llevó a tener muchos choques con los líderes sindicales. A veces llegando a violentas huelgas en las que moría gente.
Sus empresas siguieron creciendo en los años ochenta y noventa. Sería ingenuo pensar que este magnífico hombre de negocios no tuviese serios opositores y críticos en su época (lo mismo que Rockefeller, quien era su contemporáneo en el mundo de los negocios y con quien tuvo que negociar alguna vez). De todos modos, más allá de las críticas, él no detuvo su marcha y prosiguió con otro de sus objetivos: donar 300 millones de dólares para obras de caridad. Hacia 1904, cuando recién comenzaba su campaña en este sentido ya había donado 180 millones. La mayoría de ese dinero provenía de la venta de la Carnegie Steel en 1900 a J.P. Morgan. El acuerdo se realizó en el crucero de este último, y la oferta fue de 480 millones. Al cerrar el trato, Morgan le dijo a Carnegie "lo felicito se ha convertido en el hombre más rico del mundo".
A lo largo de estas páginas he señalado algunas características generales de los emprendedores. Durante los últimos siete siglos, la denominada civilización occidental ha ido progresando en forma lenta pero constante. En cada uno de los aspectos de lo que hemos comprendido dentro del término civilización se han apreciado avances muy notables en Occidente. A pesar de ello, no es común encontrar estudiosos del tema que realicen una asociación directa entre los emprendedores-innovadores y este proceso de creación espontánea de civilización. Es más, generalmente los hombres de negocios son ignorados en la literatura que explica la evolución de la civilización occidental de los últimos siglos, y en la mayoría de aquellos escritos en los que se los menciona, se los presenta como un grupo qué sólo está preocupado y ocupado en aumentar su fortuna particular sin tener el menor cuidado ni preocupación por la comunidad en la que viven, como si el único objetivo de su accionar fuera acumular dinero en su cuenta bancaria.
En realidad, los casos analizados en este trabajo, demuestran que los emprendedores-innovadores están entre los más importantes agentes promotores de civilización, ya que como consecuencia directa o indirecta de su accionar, se introducen en la sociedad todo tipo de adelantos e innovaciones que benefician a la población en su conjunto en el mediano y el largo plazo. Esto no quiere decir que obviemos un punto fundamental como ser que estos emprendedores se mueven guiados por la búsqueda de satisfacer sus intereses particulares y acrecentar su fortuna, pero cuando la búsqueda de estos objetivos se realiza en una sociedad que respeta la libertad individual y los derechos de propiedad, el éxito sólo llega a través de la conquista de la voluntad de los consumidores en el mercado. Además, si sólo fuera la búsqueda de riqueza lo que los motiva a actuar, entonces cuando alcanzan una importante acumulación de riqueza deberían retirarse de su actividad para dedicarse a disfrutar de la misma, pero por el contrario los vemos seguir trabajando, en la mayoría de los casos, con la misma intensidad que en sus inicios, lo cual demuestra también la pasión que depositan en su actividad.
Para ello el emprendedor-innovador toma riesgos con la esperanza de realizar un mejor negocio que sus potenciales competidores. Esta incertidumbre implica la mayoría de las veces arriesgar su capital o el de aquellos que financien su emprendimiento, ya sea que tomemos al emprendedor como tomador de riesgo o como "descubridor del nuevo negocio" apoyado por capital de terceros (como se aclaró en la primera parte del trabajo). Aquellos que tienen éxito son recompensados con ganancias económicas. Esta recompensa, en una economía de mercado, representa la magnitud de los servicios que un individuo o empresa han realizado en favor de la comunidad. En consecuencia, cuánto mayor sea su contribución mayor será su recompensa.
Los emprendedores-innovadores que he mencionado en las páginas precedentes han sido exitosos porque han competido en el mercado y como consecuencia de ello han sido votados por los consumidores. Su éxito económico implica que sus innovaciones y descubrimientos han introducido cambios que han agregado valor y calidad de vida a las personas. Algunos han tenido mayor impacto que otros, pero la suma de cada uno de los aportes realizados por éstos, han contribuido al progreso humano en su conjunto. En este sentido, tanto el emprendedor exitoso como aquel que no lo fue tienen su parte en el proceso de creación espontáneo. Cada emprendedor-innovador que triunfa implica una serie de mejoras encadenadas (difíciles de cuantificar) que van mucho más allá del impacto que tiene un adelanto o una invención particular. Además, todas estas innovaciones implican un proceso de nacionalización de los escasos recursos con los que contamos, que nos permite una utilización más eficiente de los mismos en otras actividades.
Estos emprendedores han sido los mayores creadores de riqueza que jamás hayan existido, y gracias a su afán de lucro y a su capacidad de acumular riqueza se pudieron emprender nuevas búsquedas en todas las áreas del quehacer humano. El banco que surgió como un elemento para facilitar el comercio de los mercaderes medievales se fue desarrollando a la par del crédito. El crédito que se difundió a través de estos bancos permitió, a lo largo del siglo diecinueve, promover la actividad de los incipientes innovadores que lanzaron a la aventura creadora, al resto les permitió acceder a su vivienda antes de conseguir todo el dinero para comprarla, a otros les facilitó explotar su potencial intelectual, ya que gracias a un crédito pudieron tener acceso a la educación. Y así la serie de mejoras encadenadas podrían llevarnos al infinito. Precisamente, porque el proceso se da en forma espontánea y nadie lo puede dirigir, controlar ni, sobre todo, predecir.
Esto me lleva a una última reflexión. Las sociedades en la que los habitantes gozan de una mejor calidad de vida son aquellas en las que hay mayor cantidad de estos emprendedores-innovadores. Ahora bien, ¿qué es lo que hace que algunas sociedades tengan un mayor número de estos que otras? La respuesta, daría motivo para otro trabajo, pero brevemente y siguiendo los lineamientos hasta aquí expuestos, se puede decir que: en aquellas sociedades en las que los derechos de propiedad están más claramente establecidos y que permiten un mayor grado de libertad para experimentar sobre las infinitas alternativas que se presentan a los emprendedores-innovadores tendrán una mayor cantidad de estos; pero esto es sólo un aspecto, además se debe garantizar un mercado con bajos costos de entrada y salida del mismo. Dadas estas dos condiciones, se podrá crear un ambiente propicio para la acumulación de riqueza y su reinversión constante en nuevos emprendimientos de todo tipo. Como el proceso de creación es espontáneo, donde los principios de la libertad predominan, también predominarán los "emprendedores-innovadores como agentes civilizadores".
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