Esta conquista cultural, tiene sus consecuencias; la furia que desarrolla cada individuo por la renuncia del placer y que proyectada en el futuro, vuelve como castigo divino (Freud, 1932, "Sobre la Conquista del Fuego", 1939, "Moisés y la religión monoteísta"). La pulsión social, deriva de la pulsión homosexual apoyada sobre la pulsión de autoconservación y es efectiva en la producción de vínculos como amistad, sentido comunitario, amor por la humanidad (Freud, 1911, "Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia…", 1921, "Psicología de las masas y análisis del yo").
La sublimación del erotismo deviene en ideal, cuyo contenido es diferente, según el nivel de fijación de la evolución libidinal. La abstracción del ideal, tiene grados crecientes, en un esfuerzo del aparato para dar cabida al traumatismo que implica, la imposibilidad de satisfacer totalmente una vivencia.
Siempre resta algo no consumado, no hay felicidad completa, y la complejización expresa la exigencia de la pulsión.
De la diferencia entre el placer de satisfacción y el exigido surge el factor impulsor (…) como dijo el poeta "tiene indomado, siempre adelante (Fausto I) (…) no queda otro remedio sino avanzar (Freud, 1920, "Más allá del principio del placer").
El ideal, pasa a ser el espacio donde la satisfacción total es posible, y esta ilusión se proyecta en el líder que es resguardado por una prohibición.
La formación de ideales, deja entonces en libertad la agresión, que vuelve sobre el yo, y la pulsión de muerte puede deshacer lo conquistado. Freud, citando a Heine, en "Malestar en la cultura", op. cit., p. 55 dice "Tengo la disposición más apacible que se pueda imaginar. Mis deseos son una modesta choza, un techo de paja (…) unas flores ante la ventana, algunos árboles (…) y si el buen Dios quiere hacerme completamente feliz, me concedería la alegría de ver colgados de esos árboles a unos seis o siete de mis enemigos (…)
El placer imposible, puede tratar de satisfacerse en otro espacio, exterior, o dentro y en secreto. Primero la instancia superyoica tolera, luego se vuelve más sádica explicando las secuencias de corrupción con satisfacción desenfrenada que socavan la moral y el orden, seguido de periódicas purgas contra el enemigo.
El castigo es posible, en tanto se mantenga separado el espacio comunitario del tabú, donde está el líder.
El gobernante debe regular su proceso pulsional y la práctica de los gobernados y según el erotismo de cada quien.
Aislar el placer de la racionalidad; separar el espacio tabú del resto de la comunidad; procesar simbólicamente las aspiraciones de los gobernados.
A su vez, éstos, adjudican al conductor la posibilidad de satisfacción ilimitada; pero el también tiene su freno.
El líder queda en posición paradojal, debe procesar la proyección de los erotismos y renunciar a la satisfacción, de ahí que, como decía Freud, gobernar es una tarea imposible.
El líder puede perder legitimidad (y devenir en tergiversación, violación de los valores humanos y degradación cultural).
Esta pérdida puede deberse a la incapacidad de generar proyectos nuevos, fracasos en la conducción, claudicación de las convicciones, burocratización excesiva, entre otras razones. Según el tipo de liderazgo, la corrupción tiene diferente valor; el demagógico tiende a apreciar las prerrogativas del poder, las promesas se vacían y no son creíbles.
El líder tradicional exacerba su rigidez, sin sentido; el líder racional se hiperadapta a la realidad pero sin fundamento. Se quiebra entonces la relación entre el líder y los funcionarios en que se delega el poder, los capilares institucionales y los gobernados. Hay un desencuentro con los seguidores e inclinación al desenfreno o la exageración tradicionalista.
Se produce el caos y un intento de trasladar la disgregación del grupo a otra
comunidad.
Se alimenta la agresión a minorías (negros, judíos, gitanos, indios, al "otro"), destruyendo sus símbolos indentificatorios, su cultura.
Este liderazgo, promueve la disolución de los vínculos identificatorios que cohesionan a la comunidad, en la medida que el descrédito y el colapso de ideales colectivos se instalan. La proyección en el gobernante "salvador" de debe a estados de pánico y no a esperanzas sustentadas en el amor. Se regresa a identificaciones arcaicas, sádicas y masoquistas, con pérdida de aspiraciones comunitarias.
Se promueve la satisfacción pulsional individual ("salvarse", "zafar", son expresiones típicas en nuestro medio porteño).
La pulsión de autoconservación cambia de signo, porque el enlace que constituye la pulsión social (homosexual y autoconservación) se disgrega.
Avanza el desenfreno, en el convencimiento omnipotente de la propia razón y atribuyendo el origen de los males a los de "afuera".
La voluntad del poder del líder, es el resultado de la acción cohesionante de Eros.
Evoluciona de pulsión de destrucción a pulsión de apoderamiento a voluntad de poder a placer por ejercer el liderazgo en la comunidad.
La degradación, regresa a la pulsión de apoderamiento y de destrucción.
La descomposición institucional se manifiesta con estallidos sociales como descargas catárticas, del acumulo pulsional no satisfecho.
En el reinado del yo placer, y de un narcisismo en riesgo de colapso, el discurso se convierte en perverso y desestimante de la racionalidad.
Quienes la sostienen, son "retrógrados", o "mediocres", amenazados de desprestigio.
Entramos en el campo del terrorismo ideológico.
Procesos tóxicos del cuerpo social. Psicosomática
a) Introducción al tema
Estamos en el siglo XXl, Los colapsos temidos, aluden a problemas médicos y ecológicos por un lado (enfermedades y polución ambiental por ejemplo) y a problemas espirituales, con una degradación creciente, desocupación, sida, colapso financiero, desamparo cubren el planeta.
"(…) la inmensa mayoría de los seres sólo trabajan bajo el imperio de la necesidad, esa natural aversión humana al trabajo se derivan los más dificultosos problemas sociales (…)" Freud, 1930, op. cit.).
b) El problema del número
En la historia de la cultura, los números tuvieron dos funciones. La primera, hacer la contabilidad (mercadería, esclavos, ganado, etc.). La segunda, fue consignar fechas, y con estas aparece la letra para decir nombres.
Se marca la historia de individuos y grupos, y con ello, el tiempo y la identificación. Mi interés, está ligado a la transformación del segundo tipo en el primero. Los números remiten a intereses económicos, y estos aluden a sobre adaptación; yo me voy a referir a los números de carácter mercenario.
Veamos. Freud, al hablar del placer, decía que la naturaleza del estímulo placentero es rítmica. La condición, para que en el aparato psíquico no haya fijación en este punto, es el encuentro entre ritmos.
La conciencia, tiene dos caras, una hacia el interior y otra hacia el mundo. Desde el mundo registra las percepciones, que de cantidad por intermedio del período, deviene en cualidad.
Desde el interior, registra el proceso pulsional que tiene su distribución y frecuencia y aparece como afecto, con su ritmo.
El desencuentro de ambos ritmos, genera un trauma marcado por un número que se expresa como frecuencias, períodos, oscilaciones, cálculos, ideales de ganancia. En este desencuentro del ritmo del bebé con el materno, se crea un vínculo mercenario, y en el cual el bebé se siente a merced de otro, alguien que especula a su costa.
Y este vínculo es el que se encuentra en el mundo, porque viene del inconciente.
En la medida que son números que hacen a la contabilidad y no para la identificación, estas personas se suponen sólo un número sin nombre en la memoria ajena. En la necesidad de dejar marca, lo hacen con deudas (por ejemplo Dostoievsky, -Freud, 1928-).
Aparecen como especuladores, pero en el fondo están a merced de los números ajenos.
c)Procesos tóxicos del cuerpo social
c.1) Consideraciones previas.
c.1.a) En "Más allá del principio del placer" (1920), Freud supone al cuerpo, constituido por células que para sobrevivir y reproducirse, requieren unirse con otras diferentes.
De otra manera, muere por sus propios residuos tóxicos; estos a su vez, son tróficos para los grupos diferentes.
Las diferencias, crean tensiones comandadas por Eros y que crean complejidades.
En éstas, circula energía, y el sistema se defiende de la irrupción externa con una barrera antiestímulo, y del interior, expulsando fuera las toxinas sobrantes.
La reproducción se mantiene, creado ejemplares similares, y a la orden de la pulsión de conservación de la especie.
La defensa frente a los agentes nocivos es guardada por células que ligadas a la autoconservación, constituyen los sistemas inmunitarios.
Todo esto, se opone a la inercia, comandada por Tanatos.
Esta hipótesis, es también pertinente para pensar el cuerpo social. En los vínculos entre personas, tiene vigencia la necesidad de neutralización recíproca de los excesos y de la expulsión del resto fuera, la protección de las fronteras comunitarias (muros fronterizos para impedir la inmigración ilegal, marginalidad, delincuencia, narcotráfico, ghettos, la perpetuación de sus componentes; el cuidado contra los intrusos). Todo ello, asegura la cohesión libidinal, cohesión que sustenta el desarrollo y las mayores complejidades.
c.1.b) W. R. Bion (Experiencias en grupos, Paidós, 1963), se refiere a que en los grupos hay un nivel, al que denominó "protomental", donde lo físico y lo psíquico están indiferenciados, y también indiferenciado el yo del otro.
Estos niveles protomentales dan origen a las enfermedades grupales, y aunque se manifiesten individualmente, como patología psicosomática, se comprenden si se estudia al grupo.
Los desórdenes que afectan al nivel protomental, habida cuenta de la indiferenciación, se expresan tanto de manera física como psicológica. En este nivel, se desarrollan los supuestos básicos (apareamiento, dependencia, lucha, fufga), que se refieren a modalidades de relación en las que predominan la
esperanza en el mesías en primer supuesto; la culpa y depresión en el segundo y el odio en el tercer supuesto.
Estas relaciones, implican una emoción que enlaza a los individuos entre si.
El predominio de una emoción o supuesto básico, confina a los otros al nivel protomental.
c.1.c) En nuestro medio, David Maldavsky (1989, Lenguajes del erotismo, Actualidad psicológica, XIV, 158), estudió el contenido de los ideales, que devienen de la sublimación de los distintos erotismos.
c.1.c.1) El ideal de ganancia (libido con fijación pre oral, intrasomática), corresponde al paciente psicosomático, en el que se habla de que "hacen números", como un intento de recuperar la relación rítmica perdida en los primeros vínculos.
Se va articulando una relación entre ritmo, número y ganancia (ver el problema del número), que se da en sujetos sobradaptados, y cuando fracasa surge la enfermedad somática.
El ideal de ganancia se da en sujetos especuladores, sobreadaptados, con sufrimiento corporal.
Estos pueden obtener un "plus" de ganancia (plus valía), a costa de "una libra de carne".
Recordemos "El mercader de Venecia" de William Shakespeare. Acto II, Obras Completas, Aguilar SA, Madrid, 1951, p. 1057:
shylock: (…) la penalidad consistirá en una libra exacta de vuestra hermosa
carne(..)
Nuestra cultura actual demanda especuladores y los que tengan afinidad con ellos (informática, computación, matemática financiera, licenciados en economía, banqueros), y esos requerimientos sociales pueden ser bien aprovechados por sujetos con disposición a la ganancia.
c.1.c.2) Ideal de verdad (libido con fijación a la etapa oral de succión). El concepto de verdad, tiene que ver con la revelación y no con la verdad científica.
c.1.c.3) Ideal del amor (libido con fijación a la etapa oral secundaria). En este ideal, amor es consustanciación con el otro cuerpo (Freud, Lo perecedero, 1916), y alrededor de el, se agrupan personas con una fantasía paradisíaca (Freud, Una neurosis demoníaca, 1923).
c.1.c.4) Ideal de justicia (libido fijada a la etapa anal primaria). El concepto de justicia se liga a la venganza, privilegia las palabras acto, el desempeño motriz, los insultos.
c.1.c.5) Ideal de orden (libido fijada a la etapa anal secundaria). Con estamentos jerárquicos, escalafones, regulación de los ingresos, el poder, los ascensos y los descensos (Freud 1901, "El hombre de las ratas").
c.1.c.6) Ideal de dignidad (libido del erotismo fálico uretral). Se jerarquiza el valor de persistir en un proyecto, mantener los interrogantes soportando la angustia.
c.1.c.7) Ideal de belleza (libido del erotismo fálico genital). Se jerarquiza la coherencia estética, amenazada de estallido (Freud, 1901, "Dora. Análisis fragmentario de una histeria"; 1924, "El problema económico del masoquismo").
d) Consideraciones acerca del dinero.
El dinero es la puesta en relación entre distintos trabajos, a través de un número que articula distintos valores. Así el trabajo adquiere una dimensión significativa.
El dinero tiene un valor distinto según el supuesto básico (Bion), por ejemplo cuando se ofrenda a un mesías o se destina a la guerra.
Originariamente las relaciones de intercambio, se basaban en el trueque con una lógica basada en el pensamiento totémico.
La complejidad de las organizaciones comunitarias, exigen unidades aceptadas consensualmente (grano, sal, por ejemplo), y revelan una mayor cohesión social, que corresponde al pensamiento mítico.
El deterioro de éstas monedas primitivas, exigió su reemplazo por el metal; más confiables y fáciles de guardar. Pero estos no eran aptos para transacciones cotidianas e internacionales.
Surge la acuñación de monedas. El crecimiento económico y los exedentes, derivan en el surgimiento de los banqueros que se ocupaban de captar ahorros y prestarlos.
Ello obligó a nuevos medios de pago que no estaban asociados a mercancía (letras de cambio).
La actividad económica, en la medida que se complejizaba, condujo a la creación de nuevos sistemas financieros y monetarios (tarjetas de crédito, dinero electrónico), de suerte tal que el instrumento monetario requiere de la informática (y de los que tienen afinidad con ella -ideales de ganancia-).
El desarrollo es posible, en la medida que adquiere sofisticación el pensamiento y un mayor grado de abstracción.
Las monedas corresponden al pensamiento religioso; los billetes (que se apoyan en el texto escrito y el crédito que se le otorga a éste), corresponden a las cosmovisiones; el dinero computacional exige el pensar científico ético.
La moneda va, progresivamente, evidenciando su carácter esencial; requisito para el intercambio; y requiere apoyarse en una lógica en la cual, el psiquismo ha conquistado el número (pensamiento mítico).
¿Qué vinculación hay entre número, dinero, procesos tóxicos comunitarios, patología psicosomática, prácticas de golpes, traumatofilias y adicciones?
Este es el tema, del próximo desarrollo.
Procesos tóxicos
Tal como dije antes, la conciencia tiene una doble exterioridad.
La mundana que recibe cantidades, que por obra de los períodos, se transforma en cualidad.
El propio cuerpo, también es exterior y el estímulo ineludible, y se transforma en cualidad no inundante en la medida que se enlazan ritmos pulsionales y ritmos mundanos.
Una primera conquista, pueden ser los ritmos circadianos, articulación entre los procesos pulsionales y los ciclos de noche y día.
Cuando falta un contexto empático capaz de morigerar el desborde pulsional, la tensión sensual busca una descarga desenfrenada coartada por el despliegue muscular. Este lleva al agotamiento energético.
Pero tiene un costo, la erotización de la motilidad. Si las erogeneidades, no sufren freno, la libido estancada se vuelve tóxica y la pulsión de muerte se hace eficaz en la medida que los procesos pulsionales desbordados, no pueden neutralizarse.
La voluptuosidad sin límite determina la dificultad para generar espacios mentales en los que se desarrolle la fantasía, el pensamiento, y con ello la generación de proyectos.
La libido, entonces, inviste órganos a la manera de la enfermedad psicosomática, puede descargarse convulsivamente, puede buscar fijarse a objetos no frustrantes como en las adicciones, o descarga a través de situaciones traumáticas como los accidentes.
La imposibilidad de generar proyectos respecto de la exterioridad conduce al predominio de la endogamia.
No hay una sensorialidad investida y las dimensiones tiempo y espacio forman un conglomerado indiscriminado.
La neutralización, trae por consecuencia un afecto de base, el bienestar.
Este articula diferentes afectos que vienen de distinto origen pulsional, y que aporta matices desde el interior y de naturaleza mundana; por oposición a las magnitudes que abruman al yo.
Pero siempre hay un resto de magnitud pulsional no procesable, y toxinas que debieran ser expulsadas quedan en el interior.
La empatía materna, si esta afectada por procesos sensuales exagerados, esta en una posición imposible. No puede contener los residuos del hijo, por el contrario lo toma como filtro de sus residuos.
Este marco, como lo señalé antes, citando los conceptos freudianos de "Más allá…", es eficaz para el cuerpo social. Cuando fallan las funciones de protección, descarga, neutralización recíproca, la exterioridad de cada uno, esto es, aquel con quien se establecen vínculos; adquiere el valor de depósito de residuos.
Se pierde la complejización de los vínculos, se retorna a formas elementales fronterizas entre psíquico y somático, entre yo y el mundo.
En la medida que el encuentro con lo distinto, preserva de la degradación y muerte por intoxicación, la diferenciación es primordial para la complejización porque crea tensiones.
Toda actividad comunitaria, necesita ser pensada dentro del riesgo permanente del estallido y la dispersión por un lado, y el estancamiento o burocratización por el otro. Se emerge de estos riegos, con un buen proyecto institucional en el que se tienen que conciliar aspiraciones de distintos grupos.
La falta de articulación entre las aspiraciones individuales y lo que viene de la comunidad como respuesta, genera fractura.
Es necesario encontrar una ensambladura entre los ideales individuales y los que pide u ofrece la comunidad.
Los ideales individuales, están impuestos desde el erotismo; luego están los ideales familiares y los comunitarios (Freud, "El porvenir de una ilusión", 1927).
El riesgo puede darse por falta de articulación entre los proyectos personales, familiares y comunitarios.
Un ideal, válido en otro tiempo, u otro contexto, puede no ser pertinente en otra comunidad y otro tiempo. Freud se refiere a los "injertos" ("Lo inconciente", 1915).
El individuo se acerca a los procesos sociales por proyección, y los inviste con significatividad desde su propio desarrollo psíquico.
Brevemente podemos considerar dos tipos de proyecciones: no defensiva (PND) configurante de la exterioridad, y defensiva (PD). Esta puede ser normal (PDN) o patológica (PDP). En la PND se inviste interrogativamente la exterioridad, como réplica de lo psíquico, con contenidos mundanos y formas creadas por proyección.
En la PD, el yo se ubica en posición de certeza, es prejuiciosa. El conjunto de las PD y PND crea una realidad heterogénea, porque se pueden combinar entre sí. A su vez la proyección deviene de procesos pulsionales, vinculados a distintos erotismos, con proyecciones defensivas o no defensivas, normales o patológicas. Cuanto más se acerque la proyección a PND, más se acerca a la normalidad, y cuanto más a la PDP, más a la patología.
En la PND importa el tipo de respuesta proveniente desde la exterioridad.
Cuando predomina un supuesto básico, los otros dos quedan localizados en el nivel protomental.
En cada individuo existen disposiciones para el desarrollo de supuestos básicos, y que pueden estar frenados desde los procesos económicos o culturales; en la medida en que esas disposiciones no encuentran eco en los procesos comunitarios.
Cuando la comunidad se polariza en derredor de un supuesto básico -Bion- o de un ideal (ganancia, cognitivo, amor, justicia, orden, dignidad, belleza), -Maldavsky- lo hace en detrimento de los restantes.
Esta hipertrofia predispone para que los otros supuestos básicos o erotismos, sean eficaces para producir la enfermedad psicosomática.
La hipótesis Bioniana de sofocación de un supuesto básico con la tesis freudiana de estancamiento libidinal, se articulan, y una voluptuosidad no se enlaza con un proyecto comunitario.
Cada proyecto en lo social, es expresión de una erogeneidad, y cuando la sociedad pierde la capacidad de generar nuevos proyectos, constituye una catástrofe en el yo, un desgarro, un comienzo de disgregación. Los proyectos estimulan las identificaciones, los lazos fraternos, neutralizan las marginalidades que pueden derivar del descrédito acerca del significado del trabajo.
Si no hubiera polarización, podría articularse determinado erotismo con cierto proyecto o disposición regional.
Cuanto menor la opción, menor capacidad de los capilares institucionales para que cada cual desarrolle las transformaciones sublimadas de su erotismo individual.
El trabajo y el estudio es el resultado de la sublimación de la pulsión homosexual, y el ideal se nutre de ésta.
El ideal, en relación al yo, tiene dos destinos no clínicos: 1) La creación sublimatoria; 2) La producción de virtudes. Cuando se sublima, la pulsión toma como objeto algo exterior al yo, como un bien para la sociedad. La modificación es social.
En la virtud, el objeto para plasmar es el propio yo y el bien es entregado al superyó. La modificación es en el yo.
Para producir cambios en la realidad mundana, la pulsión sublimada, necesita encontrarse con proyectos comunitarios acordes con los de la propia erogeneidad, cuando ésta es dirigida de manera interrogativa.
Consecuentemente pueden surgir distintas opciones según haya coincidencias, colisión o transacción entre lo individual y lo comunitario.
Cuanto mayor coincidencia entre el ideal y el proyecto comunitario, mediatizado por el PND, menor será el conflicto. Inversamente, cuando menor coincidencia entre el ideal y el proyecto comunitario, y mediatizado por PDP, mayor será el conflicto con sus secuelas sintomáticas.
En la franja intermedia se encontrarán las transacciones con adecuación del ideal a lo comunitarios, creando trabajos nuevos, o nuevos campos del conocimiento.
Un proyecto implica el esfuerzo por entender nuevos conceptos, lo que implica el ejercicio de cierta coerción sobre uno mismo. El esfuerzo queda remunerado con la identificación, con el líder, con los pares, y da significado al primero.
Para que se articule un acuerdo entre el individuo y los capilares comunitarios debe haber dos coincidencias mínimas; en el trabajo y en la identificación.
El trabajo es lo opuesto al juego, contempla el miramiento por lo útil, a veces queda fuera del principio del placer; y cuando culmina en identificación, tiene reconocimiento ético desde el superyó; y de esta manera los resultados adquieren legalidad.
El fracaso identificatorio, deriva en diversas marginalidades.
Los procesos comunitarios, siempre dejan espacios no captados por los capilares. Estas marginalidades son heterogéneas, pero tienen en común la falta de identificación con los proyectos, las leyes y los liderazgos comunitarios.
Brevemente podemos describir cinco posibles marginalidades: a) aquella en la que está abolida la relación con la ley; b) con predominio del desafío a la ley y a los imperativos que privilegian el pensar por sobre la sensorialidad; c) con desafío a una ley contingente pero sin enfrentarse a los imperativos y con la condición de un líder que se opone a los poderes inmediatos; d) con origen distinto, una tradición, un grupo étnico o grupos cuya pertenencia se opone a la identificación con proyectos comunitarios más abarcativos; e) grupos cuya capacidad sublimatoria le permite generar ideales más abstractos y que quedan acogidos en la sociedad donde desarrollan sus creaciones
Cuando en una sociedad, el liderazgo pierde su función por transgresión del vínculo de trabajo por ejemplo, con exacerbación de la sensualidad desenfrenada, desestimación de la actividad productiva, desvalorización de la palabra, la falta de proyectos unificantes y de procesos identificatorios, indiscriminación entre los miembros, consagración de la autointoxicación, vínculos incestuosos, descargas catárticas, violencia y terror que se potencian, LA COMUNIDAD SE DEGRADA. El ideólogo no encuentra las transacciones lógicas a la triple servidumbre (tradición, aspiraciones comunitarias, realidad).Se consagra el incesto y con ello se acentúa los vínculos intoxicantes (recordemos que en la tragedia Edípica, hay una peste). grupo conductor se aleja de la población, no hay espacio para hacerse oír, deviene angustia colectiva, desorganización institucional, se coarta la posibilidad de sublimación por la pérdida de la posibilidad de sostener el proceso identificatorio en condición operante.
La pulsión se estanca, hay intoxicación y pérdida de la ligadura con el riesgo psicosomático consiguiente, riesgo que se puede expresar como enfermedad o accidente.
La defensa puede ser el autoexilio, la marginalidad o la migración.
Cuando el trabajo es resultado de un acto que no está en relación con la sublimación de un erotismo, produce un dinero carente de significatividad. Esto es expresión de que algunos individuos no han logrado enlazar sus proyectos erógenos con los capilares
institucionales. El dinero, que es consecuencia de un trabajo, y adquiere valor en tanto es trabajo, pasa a ser sólo dinero sin proyecto. Acumulación pulsional y acumulación de dinero son polos especulares, resultado de un "by pass" que escotomiza el significado que da el trabajo originado en la sublimación de una erogeneidad.
Fracturada la relación erotismo-proyección interrogativa, y respuesta del proyecto comunitario, falla la identificación con este proyecto. Ello da origen a un trabajo carente de significado sólo por dinero.
No hay proyecto para la pulsión, esta es tóxica, con alteración de la ecología psíquica y disposición a la enfermedad psicosomática. Cuando prima sólo la ganancia, por sí misma, carece de significatividad. En el despliegue temporal queda encubierta por un ocio y un goce precario, que se valoriza por la suposición de la envidia generada en los que no poseen.
Procesos psicosociales y desamparo
El mundo del desvalimiento orgánico, psíquico y comunitario es sumamente abarcativo, e incluye condiciones muy diversas, desde las discapacidades físicas, las afecciones psicosomáticas, las enfermedades crónicas y las adicciones, hasta los desfallecimientos
psíquicos (autismo, neurosis traumáticas) y los desamparos sociales (minorías nacionales en crisis, marginalidad, violencia, segregación, neurosis traumáticas colectivas).
Todas estas situaciones pueden, por otra parte quedar fuera del amparo institucional.El terreno aquí configurado tiene una gran abarcatividad y sus efectos se extienden a una población mucho más amplia. Tales situaciones tienen un elevado costo para el tejido societario, por lo cual es necesario tener en cuenta los diversos factores de riesgo que requieren de un abordaje pertinente. Por tratarse de situaciones de alta vulnerabilidad psicosocial, el problema ha sido abordado por profesionales de muy áreas (médicos, psicólogos, pedagogos, religiosos, kinesiólogos, terapistas físicos, fonoaudiólogos, sociólogos, antropólogos, trabajadores sociales, juristas). A menudo la superposición de esfuerzos, realizados por instituciones, profesionales y voluntarios animados por generosos proyectos, tiene efectos inesperados, ya que sólo se llega a una neutralización recíproca y a la pérdida de su eficacia por falta de una reflexión global sobre las metas comunes y las intervenciones específicas.
La situación global reciente por la que atraviesa nuestra sociedad insertada en un mundo donde, cada vez más, se racionalizan y legalizan prácticas bélicas despiadadas, y la pérdida de garantías de funcionamientos institucionales, me llevan a reflexionar sobre algunas cuestiones relativas a la constitución de la subjetividad en la actualidad. Parto del supuesto de una historicidad de la subjetividad, alejado del de estructuras subjetivas invariantes, es decir que planteo una relación entre las líneas de fuerza que atraviesan una época y el tipo de sujeto instituido en ella.
Nos encontramos en una situación de pérdida de las condiciones de sostenimiento de la existencia psíquica y social, en la que están comprometidos los intereses ligados a lo autoconservativo.
La amenaza que suponen las heridas infligidas a los soportes del yo y de la trama social y los duelos por los proyectos cuya investidura trastabilla, promueven estados ligados al sentimiento de desvalimiento. Se alteran las condiciones para el ejercicio del pensar. Esas condiciones están vinculadas a redes de pertenencia y referencia en las que nos inscribimos y que operan como sostén identificatorio. Si se produce su claudicación o erosión, pueden aparecer intentos de reconstrucción más ligados al plano simbólico, o bien, estados de perplejidad, para mencionar sólo dos situaciones contrastantes.
Sin embargo, se nos plantea la necesidad de producir sentido en situaciones anárquicas de franca opacidad. Nos preocupa cómo pensar lo nuevo, cuáles son los puntos ciegos de la situación, cómo transformar las interpretaciones en intervenciones modificadoras.
Tomo en cuenta la noción de discurso a partir de Foucault, según la cual el discurso no es un efecto de la lengua sino de la enorme red de prácticas y dispositivos materiales. Esa noción no connota el conjunto de enunciados que describe algo, sino el conjunto de prácticas que producen los sujetos, las que se apropian de las palabras y, en definitiva, de la lengua. En tal sentido pueden diagnosticarse prácticas actuales hegemónicas que expresan un discurso alienante.
De qué índole es la situación que nos atraviesa? Cómo pensarla?
Ya los historiadores vienen desde hace algún tiempo planteando la hipótesis del agotamiento de los "estados nacionales" como paninstituciones donadoras de sentido, es decir que el "estado nación" ya no es la instancia dominante o metainstitución productora de subjetividad. Lo que se observa, en cambio, es un pasaje al "mercado" como práctica dominante no regulada por los estados nacionales, y que no provee de articulación simbólica, según Lewcowicz y otros.
Pero en relación a la situación actual tal vez pueda sernos útil tomar en cuenta tres conceptualizaciones que aluden a modalidades diferentes de relación con lo nuevo, con lo que emerge como real en una situación. Me refiero a las categorías de trauma, catástrofe y acontecimiento.
La catástrofe alude a una situación de arrasamiento, dispersión, desligadura. Lo real se presenta como puro horror, como retorno al no ser. A partir de ese desmantelamiento de las marcas previas, corresponde instituir, instaurar otras. Podríamos citar como ejemplo la caída en la esclavitud, a partir de una guerra, ya que el desarraigo que se produce es enorme, se pierden los referentes de parentesco, los referentes geográficos y los referentes lingüísticos. Un esclavo pierde su nombre, tiene el nombre que el amo le atribuye, no cuenta como humano. Puede ser objeto de prácticas sexuales, pero sujeto de ninguna. El modo de organización subjetiva se desvasta, queda abolido el conjunto de marcas o inscripciones fundantes que la constituía.
Aunque "pocas veces se ha visto mayor coherencia de conjunto por parte de nuestros gobernantes para desarticular los sueños de todos y el futuro de la mayoría" (Bleichmar S.), el diagnóstico de la actualidad puede pensarse como trauma, que asume en los diferentes casos, diverso grado de severidad.
El trauma no es desvastador como la catástrofe, aunque sabemos que, como exceso de cantidad, puede tener una desmesura desubjetivante que desborda el aparato, dificulta la simbolización posterior y su transformación en experiencia. La pérdida del modus vivendi (trabajo, ejercicio de la profesión, bienes, etc.) y la desesperanza respecto de los tiempos venideros, así como el colapso de un sistema de representaciones, con el anonadamiento y perplejidad que suponen, constituyen una amenaza de desidentificación respecto del sí mismo tal como se lo fue percibiendo en el proceso mutante de la propia historia.
Sabemos que en los traumas excesivos o vividos muy tempranamente, lo visto y oído no metabolizable hace signo, se resuelve en signos de percepción, pero no en inscripciones, transcripciones y retranscripciones en el interior del aparato. Estos signos tienen un carácter ajeno, no cesan de no inscribirse. Caen por fuera del sujeto; está alterada su potencialidad simbólica y esto nos importa especialmente a los que pensamos la psicosomática.
Pero hay traumas que sí producen subjetivación, (y esto dependerá de la magnitud del suceso en relación a los recursos de que dispone el sujeto que lo enfrenta). De modo que, aunque el primer tiempo posterior se caracteriza por el surgimiento de angustias masivas, en un segundo momento se religa a sistemas representacionales que permiten una cualificación de la irrupción de cantidades a las que el psiquismo ha quedado expuesto facilitando así, posibles recomposiciones simbólicas.
Los traumas que producen subjetivación pueden ser connotados como experiencia. Para Adorno la experiencia (inscripción y subjetivación) supone el paso por la otredad y un volver luego a centrarse en lo ya subjetivado. Oscilación entre la novedad y lo ya acuñado disponible para ser significado.
Aparecerán entonces los síntomas como expresión del intento de recuperar un equilibrio energético y representacional alterado.
Podemos conjeturar entonces, que la condición abrupta, intrusiva e inmetabolizable de la realidad, sobre todo si es soportada pasivamente, favorece funcionamientos impregnados del modelo del acto, perdiendo el psiquismo su condición de protector del soma.
El estímulo percibido como golpe (Maldavsky), promueve respuestas apáticas , sin dolor psíquico, o de pánico o furia, como modos de relacionarse con un mundo desinvestido, que adquiere el sentido de intrusión mecánica, idealizándose la descarga como modo de respuesta a una tensión crónica,
Las situaciones sociales extremas favorecerían lo que P. Marty designó como movimientos de desorganización progresiva que "alcanzan " al soma por no encontrar funciones psíquicas eficaces que atemperen y tramiten el efecto traumático.
Por otro lado quisiera tomar los conceptos de permanencia y cambio, que fueron señalados por P. Aulagnier como principios del funcionamiento identificatorio, teniendo en cuenta que se trata de dos perspectivas cuyo predominio determina la comprensión de la subjetividad.
El modelo cuyo eje es la "permanencia" supone la identidad como estado, como algo ya dado, lo originario, sustancia que podrá soportar cambios accidentales ( Aristóteles), la semejanza a lo anterior, lo definido de una vez y para siempre. Este modelo se sustenta en el principio de identidad tendiente a reducir lo real a lo idéntico, esto es, a sacrificar lo heterogéneo. En ese contexto, encontrar es re-encontrar. Lo imprevisible es degradado frente a lo eternamente reiterado; lo diferente es considerado fallido frente a lo idéntico, lo abierto a la temporalidad como aterrador, frente a lo cíclico.
Sin embargo ya hemos comprendido que identidad es oscilación y movimiento hacia adelante que descompleta. La subjetividad es una construcción inacabable, "punto de partida", "práctica de sí" (Foucault), fuente de metáforas que integran historia y azar, restaurando lo singular y los procesos de resubjetivización recursiva.
Etimológicamente ex –per- iencia sería el atravesamiento "por la iancia", "lo que hay que atravesar", el desafío de la iancia, tal vez el abismo que no ofrece garantía. Esta "iancia" alude a la potencialidad traumática de lo real, en su condición de abierto, no previsible. En su fractura, en su repetición, el presente agrietado, también es un golpe de azar, un echar los dados.
Una apuesta a pensar el propio proyecto de vida atravesado por ejes diferentes a los planteados por el consumismo. Esos ejes que se han posicionado como paradigmas del existir no cuestionados.
Pero, por otra parte, si algo es radicalmente nuevo, tal vez sea impensable y no haya como ligarlo, como apropiarlo y producir una recomposición simbólica que entrame con el pasado: costado de incertidumbre y riesgo; cuánta autonomía, cuánta caída de certezas o al menos variación de los puntos de anclaje es posible? Cuánta movilidad de la libido ("condenada a investir"), cuánta desidentificación, heterogeneidad, nomadismo, tal vez agonía; cuánta virtualidad, cuánta encrucijada puedan ser vividos como oportunidad?
Sin embargo, la construcción/deconstrucción de futuros posibles surge en los intersticios de las bifurcaciones de los procesos de crisis.
Los "sentidos" se constituyen, pero también se desconstruyen, se cuestionan, sacrifican su univocidad y homogeneidad, a cambio de una mayor libertad de los enunciados. Trabajo del sentido que ahueca e instaura una serie desatada y divergente, que tiene más piedad por lo real, por el mundo y por el tiempo, un pensamiento fuera del cuadro ordenado de las semejanzas.
Crisis y desorden son también fuentes de información y encrucijadas de oportunidad.
La categoría "acontecimiento" que mencioné al comienzo del trabajo como uno de los modos de aproximación a lo real, implica la presencia de algo radicalmente nuevo, una transformación (Badiou, Deleuze), algo irreductible a la serie anterior, y tal vez aparezca, aún en el marco del deterioro y la desintegración social, como reconocimiento solidario, empático, del semejante, en cuyo marco los sectores dañados y desconocidos por el sistema, puedan unirse o reconocerse entre sí de otros modos.
La subjetividad entrama con la historia, dejándose modelar por los acontecimientos. El yo, narrador de historias pequeñas o no tan pequeñas, busca incansablemente un sentido en la " multiplicación de horizontes de sentido" (Vattimo).
"El psiquismo es un sistema abierto autoorganizador en permanente intercambio con lo exterior. Un sistema alejado del equilibrio en el que ciertos acontecimientos producen alteraciones estructurales. Un sistema que no busca el equilibrio sino la complejidad. El abordaje de la tópica no puede soslayar su heterogeneidad de inscripciones y de memorias, así como la articulación y combinación de fuerza y sentido, de representaciones y de afectos" (Hornstein)
Tal vez la crisis por la que estamos atravesados, la que puede connotarse como situación alejada del equilibrio, pueda pensarse dando lugar a procesos de autoorganización o de reorganización de referentes identificatorios que restablezcan el sentimiento de mismidad subjetiva.
Tal vez no sepamos de antemano qué hacer, y debamos tolerar un "ir sabiendo", pero lo que sí hemos acuñado es que el ser humano no coincide con lo que es estable, fijo, permanente, sino con un devenir complejo que nos permite captar la identidad como experiencia de oscilación singular, como oportunidad (chance) en un nuevo modo de ser (quizá, por fin) humanos.
Bibliografía
Taller de Trauma, Catástrofe y Acontecimiento, coordinado por I. Lewcowicz, en el Colegio de Psicoanálisis.
BLEICHMAR, Silvia: Dolor País. Libros del Zorzal. Buenos Aires, 2002.
DAYEH, María Cristina: Identidad y Paradoja. Trabajo leído en el Colegio de Psicoanálisis. Noviembre de 200l.
FOUCAULT, Michele y DELEUZE, Gilles. Theatrum Philosophicum y Repetición y Diferencia. Anagrama, Barcelona, l995.
FRIED SCHNITMAN, PRIGOGINE, MORIN, GUATTARI, SLUZKY, y otros: Nuevos paradigmas, cultura y subjetividad. Piados, Buenos Aires, l998.
GRUPO DOCE, coordinado por Cantarelli-Lewkowicz: Del fragmento a la situación. Notas sobre la subjetividad contemporánea. Gráfica México. Buenos Aires, 200l.
HORNSTEIN, Luis: Narcisismo. Autoestima, identidad, alteridad. Paidós. Buenos Aires, 2000.
SPERLING, Diana: Del deseo. Tratado erótico-político. Biblos, Buenos Aires, 200l.
VATTIMO, G. y otros: En torno a la posmodernidad. Anthropos, Barcelona. 1994.
Autor:
Dr. Jose Cukier
ASOCIACION MEDICA ARGENTINA.
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