Contradicciones de la "iglesia católica" (segunda parte) (página 3)
Enviado por Antonio García Ninet
"Pero el hombre, cuando muere queda inerte, ¿a dónde va cuando expira? [ ] el hombre que yace muerto no se levantará jamás, se gastarán los cielos y no despertará, no volverá a levantarse de su sueño"83.
g) En el siguiente pasaje, perteneciente a Eclesiástico, se compara la vida terrena con la eternidad y el autor adopta una perspectiva claramente nihilista ante la brevedad de la vida y ante el hecho "miserable" de la muerte, considerando que Yahvé perdona al hombre en muchas ocasiones por la compasión que le inspira su vida tan desventurada, de manera que aquí no sólo no se plantea la posibilidad de otra vida más allá de la muerte sino que ni siquiera se presenta una visión positiva de ésta. Por otra parte, quizás el hecho de que en este texto se hable del "descan- so eterno" haya podido influir en la composición de la oración y cántico de la misa de difuntos de la secta católica, que comienza
con las palabras "Requiem aeternam84 dona eis, Domine" ("Da- les, Señor, el descanso eterno"), relacionado con la muerte entendida como "descanso eterno", como regreso al polvo del que procedemos, al margen de que en estos momentos tal des- canso haya dejado de tener para los cristianos aquel sentido. Es evidente, sin embargo, que, considerado en sí mismo, "el des- canso eterno" no es equivalente a "la vida eterna", pues este
82 Job, 14:5-6.
83 Job, 14:10.
84 La cursiva es mía.
último concepto está muy lejos de ser entendido como simple descanso, ya que se asocia con una "felicidad eterna", la cual tiene un sentido claramente activo, a diferencia del concepto de "descanso" que tiene una evidente connotación de pasividad en contraposición con los trabajos y penalidades de cada día de la vida. Es muy posible que quien escribió tal oración o bien no llegó a captar el significado auténtico de aquel "descanso eter- no", en cuanto la oración continúa con el deseo de que la luz perpetua brille para ellos ("et lux perpetua luceat eis"), es decir, que gocen de la vida eterna en cuanto la luz es vida y la oscuri- dad muerte, mientras que en el mero hecho de descansar o de dormir no parece haber goce ninguno –aunque tampoco dolor-. Y así, dice el texto de Eclesiástico:
"Los años del hombre están contados, el tiempo del descan- so eterno es para todos imprevisible y son muchos [los años de vida] si llegan a cien. Una gota del mar, un grano de are- na, eso son sus pocos años junto a la eternidad. Él [= Yah- vé] ve y sabe que su fin es miserable, por eso los perdona una y otra vez"85.
En los dos pasajes siguientes, pertenecientes al libro de los Salmos, se niega, de manera explícita en el primero e implícita en el segundo, la existencia de vida más allá de la muerte, afir- mándose igualmente la fugacidad de la vida terrena, a la que se califica como "un momento de respiro". En el segundo parece además que a su autor no se le pasó por la cabeza la idea de que Dios hubiera podido evitar la muerte definitiva del hombre, dán- dole la inmortalidad, de cuya posibilidad, por otra parte, ya se había hablado en Génesis, aunque curiosamente más como una posibilidad mágica derivada de comer del "árbol de la vida" que
85 Eclesiástico, 18:9-12. La cursiva es mía.
de la acción directa de Dios otorgando al hombre el don de la inmortalidad. Precisamente por ello se dice en Génesis que, al expulsar Yahvé a Adán y a Eva del jardín de Edén, puso a los querubines de guardia para que evitasen que Adán y Eva comie- sen del citado árbol, lo cual presuponía que la inmortalidad dependía de que consiguieran comer o no de dicho árbol y no simplemente de la voluntad de Dios, que habría hecho innecesa- ria la protección de los querubines para que Adán y Eva no comiesen del árbol de la vida alcanzando así la inmortalidad. Por otra parte, el sentimiento que inspira la muerte terrenal es de tristeza, la cual tiene su sentido a partir de una valoración positi- va de la vida a pesar de su carácter limitado.
Se dice en estos pasajes:
" dame un momento de respiro antes de que me vaya y deje de existir"86.
"El Señor siente profundamente la muerte de los que le aman"87.
El último pasaje, el salmo 116:15, es especialmente contradic- torio con la idea de un Dios omnipotente. ¿Cómo puede decirse que Yahvé "siente profundamente la muerte de los que le aman", cuando esta muerte habría sido predeterminada por él? ¿Cómo puede decirse que Dios sienta profundamente, es decir, se entristezca, por aquellos sucesos que sólo son la expresión de su exclusiva voluntad? El autor de este texto, poco atento a la inspiración del "Espíritu Santo" –si es que algo le hubiera podi- do inspirar- parece como si hubiera querido dar a entender que Yahvé no podía hacer nada para evitar dicha muerte, que su
86 Salmos, 39:14.
87 Salmos, 116:15.
poder no era infinito y que, por eso, lo único que pudo hacer fue entristecerse por la muerte de quienes le amaban. Y así, dicho pasaje refleja que, en la mentalidad de la época en que se escri- bió, la idea de la resurrección para volver a una vida inmortal todavía resultaba especialmente atrevida y, por eso, no había surgido en la fantasía del pueblo de Israel ni en la de sus dirigen- tes: Su dios, Yahvé, seguía teniendo en aquellos momentos un poder limitado, pues, si hubiera sentido tristeza por la muerte de quienes le amaban y su poder hubiera sido ilimitado, habría teni- do muy fácil saber qué hacer: Concederles la vida eterna.
h) En los cuatro pasajes siguientes, pertenecientes a Salmos, Isaías, Ezequiel y Job, coherentes con el pasaje anterior, se me- nosprecia la vida humana viéndola como "un soplo sin valor", como una "nube que pasa y se disipa", que conduce al "abismo", "al país de los muertos", lo cual es una forma evidente de afir- mar que no existe otra vida, que la muerte significa "hundirse en el polvo" del que el hombre fue formado:
"[Visión que tuvo Isaías acerca de Judá y Jerusalén] No confiéis más en el hombre, cuya vida es apenas un soplo sin valor"88.
"Todos están destinados a la muerte, a bajar a lo profundo de la tierra, al país de los muertos"89.
"¿Dónde está mi esperanza? Mi felicidad, ¿quién la divi- sa? Bajarán conmigo hasta el abismo, cuando juntos nos hundamos en el polvo"90.
En el siguiente texto, de Ezequiel, se relaciona la muerte con las "profundidades de la tierra" y con "el país de la eterna
88 Isaías, 2:22.
89 Ezequiel, 31:14.
90 Job, 17:15-16.
soledad", forma metafórica de referirse al subsuelo, lugar donde se considera que de manera definitiva van a parar los muertos. En efecto, en relación con la ciudad de Tiro, dice Yahvé:
"Te arrojaré con los muertos, con las gentes del pasado y te haré habitar en las profundidades de la tierra, en el país de la eterna soledad"91.
Igualmente, en el siguiente pasaje, del libro de Job, se habla de la muerte en términos similares a los del texto anterior así como de la fugacidad de la vida con la conciencia clara y lúcida de que con la muerte todo acaba para siempre:
"como una nube que pasa y se disipa, así es el que baja al abismo para no volver"92.
En el siguiente pasaje, perteneciente también al libro de Job, se habla de la vida terrena sin elogio especial alguno, con- siderando en general que ésta, aunque limitada, es en términos generales valiosa, a pesar de que tal valor depende también de cómo haya transcurrido para cada uno, aunque al final, como sucede en las coplas de Jorge Manrique, todos quedamos iguala- dos por la muerte, presentada negativamente como muerte defi- nitiva mediante la referencia al polvo y a estar cubiertos de gu- sanos:
"Hay quienes mueren en pleno vigor, en el colmo de la dicha y de la paz, [ ] Otros mueren llenos de amargura, sin haber gustado la felicidad. Pero ambos yacen juntos en el polvo, cubiertos de gusanos"93.
91 Ezequiel, 26:19.
92 Job, 7:9.
93 Job, 21:23-25.
En el pasaje siguiente, perteneciente a Eclesiástico, se habla nuevamente de la limitación de la vida humana comparándola con la duración indefinida del pueblo de Israel, pero en ambos casos se habla de la vida terrena y de su carácter limitado para cada persona individualmente considerada, mientras que la vida de Israel, el pueblo de Yahvé, será indefinida a lo largo de suce- sivas e incesantes generaciones, lo cual implica de modo indi- recto pero evidente una valoración positiva de esa misma vida terrena. Es decir, no se trata de que los israelitas, considerados individualmente, vayan a gozar de la inmortalidad, sino de que el pueblo de Israel como tal vivirá a lo largo de innumerables generaciones, al margen de que cada una de ellas muera igual que las de los demás pueblos. La única diferencia consiste en que los demás pueblos perecerán, mientras que Israel vivirá para siempre a lo largo de generaciones sucesivas e incesantes:
"El hombre tiene los días contados, pero los días de Israel no tienen número"94.
Este texto refleja además, como en muchos otros, el triba- lismo del dios de Israel y una apología racista en favor del pue- blo de Israel, lo cual fue un punto de vista generalizado a lo lar- go del Antiguo Testamento, donde se considera a Yahvé, dios de Israel, como el dios más poderoso de todos los dioses, y final- mente como único Dios. Recuérdese además que la causa por la cual los israelitas conquistan la "tierra prometida", eliminando a la totalidad de su población, es porque Yahvé les concedió [?] esa tierra en el momento en que se produjo su "alianza" con Abraham, y porque el propio Yahvé, directa o indirectamente, les dio la orden de que no dejasen a nadie con vida.
94 Eclesiástico, 37:25.
i) Es especialmente en Eclesiastés y en algunos otros de los últimos libros del Antiguo Testamento donde se percibe más intensamente una perspectiva nihilista de la vida como conse- cuencia de la conciencia de su carácter limitado, tal como pue- de verse a lo largo de los textos que se exponen a continuación:
En el primero, perteneciente a Salmos, se pide explicacio- nes a Yahvé ante el hecho inexorable de la muerte, y su interés consiste en que esa especie de protesta da a entender que quien la escribió debió de pensar que, teniendo en cuenta el poder de Yahvé, la muerte no era un fenómeno inevitable sino que depen- día de su voluntad y que, por ello mismo, también la inmorta- lidad, de la que el hombre hubiera podido gozar si Yahvé lo hubiese querido:
"¿Qué ganas con mi muerte, con que yo baje a la tumba? ¿Te dará gracias el polvo o pregonará tu fidelidad?"95.
El texto que sigue, perteneciente también a Salmos, es un lamento ante la brevedad de la vida, "un soplo fugaz" que depende de la voluntad de Yahvé:
"Me diste sólo un puñado de días, mi vida no es nada ante ti; el hombre es como un soplo fugaz, como una sombra que pasa [ ] No te fijes en mis pecados, dame un momen- to de respiro antes de que me vaya y deje de existir"96.
Lo mismo viene a decirse en el texto siguiente, comparando la vida con una "nube que pasa":
"Como nube que pasa y se disipa, así es el que pasa al abis- mo para no volver"97.
95 Salmos, 30:10.
96 Salmos, 39:6-7 y 39:14.
97 Job, 7:9.
Se trata en los tres casos de comparaciones que sugieren no sólo la fugacidad de la vida sino también su carácter intrascen- dente. En el texto siguiente, perteneciente a Eclesiastés, se hace referencia de nuevo a la intrascendencia de la vida en cuanto ni lo bueno ni lo malo tendrán una consistencia permanente y defi- nitiva. Y, en consecuencia, nada importa nada, nada importa cuál sea nuestro comportamiento ni nuestros intereses en la vida, "pues a todos toca la misma suerte: al justo y el malvado, al puro y al impuro, al que ofrece sacrificios y al que no los ofrece, al bueno y al pecador, al que jura y al que teme jurar"98
Finalmente, en ese mismo libro, se hace referencia a la vanidad de todo, en cuanto con la muerte todo se desvanece y nada permanece.
Etimológicamente "vanidad" proviene de "vanus" (vacío), por lo que hablar de la vanidad de todo es justo lo mismo que hablar de su falta de consistencia, de su "vacío", es decir, de que no vale nada en cuanto la muerte implica la aniquilación de todo lo que se pretendió lograr durante la vida como si fuera a perma- necer eternamente. El tema de la "vanidad de todo" es muy recurrente en Eclesiastés quizá por la obsesiva vivencia de que la muerte representa la destrucción de cualquier objetivo que el ser humano haya tratado de lograr:
"Reconozco que la sabiduría aventaja a la necedad, como la luz a las tinieblas: "El sabio tiene ojos abiertos, mientras que el necio camina a oscuras"; pero también sé que un mismo destino les aguarda. Entonces me pregunté si el des-
98 Eclesiastés, 9: 2.
tino del necio será también el mío. ¿Para qué, pues, me he hecho más sabio? Y pensé que también esto es vanidad. Porque no quedará recuerdo en el futuro ni del sabio ni del necio; en los días venideros todo se olvidará y el sabio morirá como el necio"99.
El siguiente texto es similar al anterior, pero con la diferen- cia de que, en lugar de comparar las vidas del sabio y del necio, compara la de los hombres con las de los demás animales y juz- ga que el final es idéntico: Todos venimos del polvo y todos regresamos al polvo:
" una misma suerte es la suerte de los hombres y la de los animales: la muerte de unos es como la de los otros, ambos tienen un mismo hálito vital, sin que el hombre aventaje al animal, pues todo es vanidad. Todos van al mismo lugar: Todos vienen del polvo y vuelven al polvo"100.
Sigue, pues, sin aparecer referencia alguna a una vida eterna.
El pasaje siguiente, perteneciente también a Eclesiastés, plantea de modo escéptico qué puede ser bueno para el hombre, considerando "los días contados de su frágil vida". Representa un pasaje igualmente nihilista según el cual el hombre parece quedar paralizado en cuanto no encuentra un bien o un fin por el que valga la pena luchar, teniendo en cuenta su frágil vida, que pasa como una sombra:
99 Eclesiastés, 2:13-16.
100 Eclesiastés, 3:19-20.
"Pues, ¿quién sabe lo que es bueno para el hombre en la vida, en los días contados de su frágil vida, que pasan como una sombra?"101.
Y finalmente el autor de Eclesiastés presenta una genera- lización absoluta y nihilista del anterior pasaje: No hay que buscar ni aspirar a nada, pues " todo lo que sucede es vanidad"102.
En definitiva, ante la perspectiva de que la muerte represen- ta la destrucción de cualquier obra o de cualquier objetivo que el hombre se proponga, en cuanto el escritor de Eclesiastés tiene la convicción de que no hay un "más allá de la muerte", una nueva vida que de algún modo confiera pleno sentido y valor a cuanto hacemos, en esa medida son muchos los pasajes en los que se repite esta frase cargada de nihilismo, que se sigue repitiendo todavía en nuestros días: "Todo es vanidad", que viene a signi- ficar que no hay nada por lo que valga la pena luchar o esfor- zarse, pues con la muerte todo termina y se desvanece.
Sin embargo y en contraposición con los planteamientos nihilistas anteriores, en esta misma obra y en algunas otras, aparecen planteamientos, similares a los del "carpe diem" de la Edad Media, que se rebelan contra el nihilismo y se aferran a esta vida terrena buscando vivir intensamente cada momento precisamente como consecuencia de la comprensión de su misma fugacidad, de que con la muerte todo termina, tal como se indica en los textos siguientes:
101 Eclesiastés, 6:12.
102 Eclesiastés, 11:8.
"Todo lo que encuentres a mano hazlo con empeño, por- que no hay obra, ni razón, ni ciencia, ni sabiduría en el abismo a donde vas"103.
"Da, recibe y disfruta de la vida, porque no hay que espe- rar deleite en el abismo. Todo viviente se gasta como un vestido, porque es ley eterna que hay que morir Toda obra corruptible perece, y su autor se va tras ella"104.
Por ese mismo motivo en los textos siguientes aparece una valoración positiva de todo aquello que contribuye de algún modo al disfrute de los placeres de la vida. De ahí proviene ese elogio tan llamativo del vino en el siguiente pasaje: "¿Qué es la vida si falta el vino?", que sugiere clara y exgeradamente que sin los placeres cotidianos, como el del vino, la vida carecería de sentido. En efecto se dice en Eclesiástico:
"El vino es bueno para el hombre, si se bebe con modera- ción. ¿Qué es la vida si falta el vino? Fue creado para ale- grar a los hombres. Contento del corazón y alegría del alma"105.
Igualmente el pasaje siguiente representa una generaliza- ción del anterior al afirmarse en él que "la única felicidad del hombre bajo el sol consiste en comer, beber y disfrutar", de manera que no hay que hacer nada confiando en un "más allá", haciendo depender el valor de lo que hacemos de su relación con tal hipotético "más allá", pues no hay otra vida además de ésta:
" yo alabo la alegría, porque la única felicidad del hombre bajo el sol consiste en comer, beber y disfrutar, pues eso le
103 Eclesiastés, 9:10.
104 Eclesiástico, 14:16.
105 Eclesiástico 31:27-28.
acompañará en los días de vida que Dios le conceda bajo el sol"106.
Vida eterna
Sin embargo, con el paso del tiempo algunos de los autores bíblicos se atrevieron a olvidar aquellas doctrinas acerca de la muerte como último destino del hombre y tuvieron la audacia de introducir la fantasía de la vida eterna, aunque sólo para quienes hubieran sido fieles a Yahvé, mientras que los impíos morirían para siempre. Posteriormente se completó este proceso de osada imaginación afirmando ya la inmortalidad también para los impíos, pero una inmortalidad ideada con la finalidad de ame- drentarles con la amenaza de un castigo infinitamente superior al de la misma muerte y a la de sus descendientes, ya que se trataría de una inmortalidad ideada para castigarles con un sufri- miento que no tendría fin sino que sería eterno. Y así, si en otros libros del Antiguo Testamento la venganza de Yahvé sólo podía alcanzar hasta la muerte del impío o hasta la de su descendencia "hasta la tercera y la cuarta generación", ahora por fin los escri- tores bíblicos habían encontrado el medio más refinado de que Yahvé pudiera aplicar su venganza mediante un castigo superior a cualquier otro imaginable, un castigo que nunca tendría fin.
En efecto, como antes se ha dicho, en algunos pasajes de los últimos libros del Antiguo Testamento comienza a surgir la idea de que la recompensa de Yahvé a quienes le hayan sido fieles será la vida eterna, y esta idea será posteriormente adopta- da por los creadores de la secta cristiana de manera definitiva.
Así, en Daniel, escrito a mediados del siglo II antes de nuestra era, se habla de la resurrección y de una vida eterna en
106 Eclesiastés, 8:15.
ese doble sentido, buena para quienes hayan sido fieles al "Se- ñor", y mala para quienes hayan vivido al margen de la fe en él y al margen de sus leyes. No obstante, el texto es algo ambiguo en cuanto no habla de la resurrección de todos sino de la de "muchos", como si el autor de esta obra todavía dudase acerca de cómo sería aquel más allá sobre cuya posibilidad habían comenzado a fantasear algunos autores bíblicos y su duda le hubiese llevado a reducir el número de los que resucitarían, dejándolo en "muchos" pero no en "todos", quedando sin explicar el motivo de tal restricción y no especificando por el momento en qué consistiría ese castigo eterno. En efecto, se dice en dicho libro:
"Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, unos para la vida eterna, otros para la vergüen- za, para el castigo eterno"107.
Por su parte, en 2 Macabeos, obra de finales del siglo II antes de nuestra era, se habla de una vida eterna para quienes hayan sido fieles a Dios, pero, a diferencia de lo que se dice en Daniel, no se habla de un castigo eterno para quienes no hayan sido fieles, lo cual parece indicar que, al igual que en otros libros bíblicos, aquí se sigue considerando que a los malvados simplemente les espera la muerte en un sentido definitivo:
" tú me quitas la vida presente, pero el Rey del universo nos resucitará a una vida eterna a los que morimos por su ley"108.
107 Daniel, 12:2. La cursiva es mía. Lo que en este texto desconcierta es el pronombre "muchos", que designa a una parte importante del pueblo de Israel, pero excluye a otra parte sin explicar el motivo de tal exclusión, que parece relacionado con la inseguridad del autor acerca del valor de sus propias palabras.
108 2 Macabeos, 7:9.
Igualmente, en el siguiente pasaje, perteneciente a Ecle- siástico y coincidiendo con el autor de 2 Macabeos, se habla de la inmortalidad, referida en exclusiva a quienes siguen los man- datos de Yahvé, pero nada se dice respecto a una posible resu- rrección de quienes no le hayan sido fieles, aunque dicha resu- rrección tuviera como finalidad la de ser torturados con el fuego eterno o con cualquier otro tipo de castigo. Parece evidente, pues, que en el pasaje citado el autor todavía no cree en la vida ni en el castigo eternos para quienes no hayan vivido de acuerdo con la ley de Yahvé:
"Conocer los mandatos del Señor es fuente de vida; los que hacen lo que le agrada obtendrán los frutos del árbol de la inmortalidad"109.
Finalmente, ya en el Nuevo Testamento, la atrevida y fan- tástica doctrina acerca de una vida eterna es asumida de manera definitiva y en su doble sentido: Vida eterna de felicidad para quienes creen en Jesús como hijo de Dios y siguen sus precep- tos, y vida eterna de castigo en el Infierno para quienes no creen en Jesús como Hijo de Dios o no cumplen sus preceptos.
En efecto, en este sentido y en relación con el futuro de quienes han vivido alejados de los preceptos divinos, se dice en Mateo:
"Así será el fin del mundo: saldrán los ángeles, y apartarán a los malos de entre los justos, y los echarán al horno de fuego; allí será el llanto y el crujir de dientes"110.
Sin embargo, tal como se verá a continuación, el evangelio de Juan representa una importante excepción a este punto de
109 Eclesiástico, 19:19.
110 Mateo. 13, 49-50.
vista, pues mientras de un modo claro y evidente defiende la idea de la vida eterna en un sentido positivo para quienes hayan creído en Jesús y hayan puesto en práctica sus enseñanzas, sin embargo, de acuerdo con el punto de vista de 2 Macabeos y de Eclesiástico, no defiende la existencia de una vida eterna en el Infierno para quienes no hayan creído o no hayan cumplido los preceptos divinos, sino que en este último caso, aunque haya algún pasaje ambiguo si se lo considera al margen de los otros, juzga que el único castigo para los malvados consistirá en su muerte definitiva, pues efectivamente Juan el Anciano, autor de este evangelio, contrapone la vida eterna de los creyentes con el perecer o con la "condena" de los incrédulos, diciendo: "el que no cree en él, ya está condenado", pero sin aclarar en ningún momento en qué sentido utiliza el término traducido como "con- denado". Éste podría significar simplemente que no recibirá la vida eterna, como sucede en los textos de 2 Macabeo y de Eclesiástico antes citados, donde en diversas ocasiones se niega la vida eterna para el malvado y se considera que su castigo consitirá en morir para siempre, o en que, aunque resucite, no será para ser "condenado" al fuego eterno del Infierno. Ahora bien, en el evangelio de Juan nunca se menciona el Infierno y en ocasiones se contrapone la vida eterna a la muerte, pero nuna se hace referencia a una vida igualmente eterna sufriendo en el Infierno111. Tal vez Juan el Anciano comprendió que, si la bon-
111 Por lo que se refiere a la cuestión relacionada con la existencia de supues- tos endemoniados y por lo que se refiere a Jesús expulsando a tales demo- nios, relatos que tantas veces aparecen en los otros evangelios, en el evange- lio de Juan sólo aparece una vez de manera imprecisa en referencia a Judas, de quien el mismo Jesús dice que es diablo (Juan, 6:70); también se nombra al demonio en alguna ocasión (por ejemplo en Juan, 8:44 y en 17:15), y en otras los enemigos de Jesús llegan a decir de él que está "poseído por un espíritu malo" (Juan, 10:20).
dad divina era compatible con la gracia de una vida eterna y feliz, era incompatible con la absurda idea de un castigo eterno que no sería de ninguna utilidad, salvo la de representar una absurda aplicación de la Ley del Talión, pero elevada a la máxi- ma potencia, una "venganza infinita", incompatible por tanto con la teórica bondad infinita de Yahvé.
Veamos a continuación algunos pasajes que pueden servir para confirmar el valor de lo que aquí comento:
" el Hijo del hombre tiene que ser levantado en alto, para que todo el que crea en él tenga vida eterna.
Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna [ ] El que crea en él no será condenado; por el contrario, el que no cree en él, ya está condenado"112.
Como ya se ha comentado, aquí aparecen de manera contra- puesta el verbo "perecer", que significa simplemente morir, y la expresión "tener vida eterna". Esta contraposición se relaciona con el hecho de "no creer en Jesús como hijo de Dios" o "creer en Jesús como hijo de Dios". Es decir, que mientras se concede la vida eterna a los creyentes en Jesús, se les niega esta vida eterna a quienes no creen, pero no se les impone además un castigo añadido como sería el del Infierno, que sí se afirma en otros autores del Nuevo Testamento. Por otra parte, en el texto anterior también aparece la palabra "condenado", que podría significar "condenado a morir" o "condenado al Infierno"; sin embargo, aunque ninguna de ambas especificaciones aparece en el texto, parece más probable que, de acuerdo con lo dicho ante- riormente, la palabra "condenado" signifique simplemente, al
112 Juan, 3:14-15.
igual que en casi todo el Antiguo Testamento, "condenado a morir".
De nuevo en el pasaje siguiente aparece la palabra "conde- nado", pero sin una aclaración que indique a qué tipo de conde- na se refiere, pero conviene insistir en que el Infierno no se nom- bra en ningún momento en el evangelio de Juan, ni siquiera para referirse a él como el lugar de castigo del demonio. Se dice en este pasaje:
"El que en él [= el Hijo] cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado"113.
En el pasaje siguiente se contrapone la vida eterna a su negación, es decir, a la muerte, al decirse que "el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida". El añadido "la ira de Dios está sobre él" no tiene por qué significar otra cosa que la referencia al motivo por el cual quien no cree "no verá la vida", es decir, no gozará de la vida eterna:
"El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él"114.
Puede observarse nuevamente en este pasaje el antropo- morfismo infantil que supone hablar de la "ira de Dios", pues la inmutabilidad divina sería incompatible con esos cambios de humor que sufrimos los humanos. Y lo que ya es el colmo del
113 Juan, 3:18. Traducción de Reina-Valera (1960). La cursiva es mía.
114 Juan, 3:36. La referencia a la ira de Dios es un caso más de antropomor- fismo, pues la idea de que todo un Dios perfecto pueda tener sentimientos variables, positivos o negativos, que además puedan depender o estar subor- diandos a algo humano, como el creer o no creer en él, implica una visión muy limitada e imperfecta de ese Dios y, desde luego, es incompatible con su hipotética omnipotencia e inmutabilidad.
orgullo o de la ignorancia es suponer que esos supuestos cam- bios pudieran estar provocados por la actitud o por el comporta- miento del hombre, como si un ser perfecto pudiera ser afectado por lo que el simple ser humano hiciera o dejase de hacer, por lo que el hombre creyera o dejara de creer. Es evidente que el dios judeo-cristiano, por muy poderoso que nos lo presenten, está muy lejos de la perfección del dios aristotélico y más lejos toda- vía de un dios que se identificase con la perfección absoluta, pues, como ya se ha comentado al principio de este trabajo, la perfección de ese dios sería incompatible no sólo con que se relacionase con el hombre sino también con el hecho de haber creado el Universo como si le faltara algo o como si hubiera sentido el deseo –es decir, cierta forma de necesidad- de crearlo, pues sólo se desea aquello que el propio ser necesita, pero un teórico ser perfecto nada necesita y, por lo tanto, nada desea, y, si nada desea, nada hace.
La vida eterna como premio o como condena.
Los pasajes que a continuación se exponen –todos ellos pertenecientes al evangelio de Juan el Anciano– tienen el inte- rés especial de referirse en exclusiva a aquéllos hombres a quie- nes Jesús concedería la vida eterna por haber creído en él o por haber cumplido con sus preceptos, mientras que nada dicen res- pecto a quien no haya creído en él o no haya cumplido con tales preceptos. Este hecho es muy significativo en el sentido de que para el autor de este evangelio Dios premia a unos con la vida eterna, mientras que a quienes no creen en Jesús o no cumplen sus preceptos simplemente les deja que sucumban a la muerte, que por sí misma es ya suficiente condena:
a) "Y ésta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero"115.
b) "El que cree en mí tiene vida eterna"116.
c) "Éste es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera"117.
d) "Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre"118.
Como y he indicado antes, en todos estos pasajes sólo se hace referencia a la vida eterna en sentido positivo, sin mencio- nar para nada la alternativa de una vida eterna de sufrimiento, lo cual es muy sintomático en favor de la idea de que en las ocasio- nes en que Juan el Anciano menciona "la condenación" no se refiere al "Infierno" sino a la muerte definitiva del hombre que no haya creído en Jesús o no haya actuado de acuerdo con sus preceptos.
Los pasajes que siguen a continuación son especialmente importantes en un sentido similar al de los anteriores, pero son todavía más claros, pues en ellos se contrapone de un modo explícito la vida eterna, con la que Dios premia a quien cree y sigue su palabra, y la muerte eterna, que representa simplemente
115 Juan, 6:40.
116 Juan, 6:47. Como ya se ha dicho en otros momentos, esta valoración tan alta de la fe en su relación con la salvación no tiene sentido si tenemos en cuenta que, según la doctrina de la secta católica, la fe es un don de su dios y no una virtud que se alcance como consecuencia de un esfuerzo personal, tal como aparece en los evangelios en contradicción con la interpretación de la de la secta católica.
117 Juan, 6:50.
118 Juan, 6:51.
la negación de la resurrección a aquéllos que no han creído en Jesús o no han cumplido sus preceptos:
a) " el que guarda mi palabra, nunca verá muerte"119.
b) "Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás"120.
c) "Le dijo Jesús [a Marta]: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente"121.
d) "Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eterna- mente"122.
En los dos pasajes que siguen se habla de "condenación", de "resurrección de vida" y de "resurrección de condenación", pero no se especifica el sentido en que se emplea la palabra tra- ducida como "condenación", pues la "resurrección" hace refe- rencia al momento del "fin de los tiempos" en que todos serán juzgados, para bien o para mal, para vida eterna o para muerte eterna. Sin embargo, teniendo en cuanta la serie de pasajes antes citada, en la que ni una sola vez se hace mención del Infierno, sería realmente aventurado suponer que en estos momentos, cuando Jesús habla de "condena" –al menos en el evangelio de Juan el Anciano-, se esté refiriendo al Infierno y no simplemente a la muerte definitiva a que hacía referencia en los anteriores pasajes, y con mayor motivo si se tiene en cuenta que a conti- nuación, en el texto a, se establece un paralelismo entre el par de
119 Juan, 8:51. La cursiva es mía.
120 Juan, 10:27-28. La cursiva es mía.
121 Juan, 11:25-26. Cuando aquí se dice que quien cree en Jesús "no morirá eternamente" se está diciendo de manera implícita que el castigo de quien no cree consistirá en que sí morirá eternamente. La cursiva es mía.
122 Juan, 11:26. La cursiva es mía.
conceptos "vida eterna" y "condenación", y el par "vida" y "muerte". Por otra parte, el hecho de que en el texto b se hable de "resurrección de condenación" no implica necesariamente que se resucite para vivir eternamente condenado al Infierno sino que, desde el momento en que en diversas ocasiones, como especialmente en Apocalipsis, se ha hablado de un "juicio uni- versal" al final de los tiempos, para que este juicio se produzca es necesario que todos resuciten, aunque luego sólo los fieles a Jesús reciban la vida eterna, mientras que los "condenados" regresarán al polvo del que proceden, a la muerte eterna. De hecho, en el texto a se dice: "El que oye mi palabra, y cree al que me envió […] ha pasado de muerte a vida", y un momento antes se ha referido al tipo de vida que tendrá: "vida eterna".
a) "El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida"123.
b) " y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de conde- nación"124.
Finalmente en el pasaje siguiente se menciona la muerte de modo explícito como castigo y destino de aquellos que no crean que Jesús provenga del Cielo:
-" si no creéis que yo soy de arriba [del Cielo], en vues- tros pecados moriréis"125.
123 Juan, 5:24.
124 Juan, 5:29.
125 Juan, 8:24. La cursiva es mía. Puede observarse cómo en este pasaje, al igual que en muchos otros, la salvación queda supeditada a la fe en Jesús.
Véase la nota 247.
En consecuencia, parece claro que Juan el Anciano no habla en ningún caso del castigo eterno del Infierno –al que sí hacen referencia los otros evangelios en múltiples ocasiones-, sino sólo de la "muerte eterna" como castigo divino contra quie- nes no hayan creído en Jesús.
Conviene recordar que este evangelio no menciona el Infierno en ningún momento, a pesar de ser el más tardío de los cuatro evangelios canónicos, escrito hacia el año cien. Parece que la formación de Juan el Anciano en la cultura griega pudo ser determinante de esta diferencia de enfoque con respecto al de los demás evangelistas, al margen de que tuviera la prudencia de no decir de manera expresa nada en contra de la existencia de dicho castigo eterno manteniendo cierta precaución en sus escri- tos.
Sin embargo, la idea de la resurrección y con ella la de la bienaventuranza eterna o la del castigo eterno del Infierno se generalizan a partir del Nuevo Testamento, y son las que han prevalecido en el cristianismo, a pesar de que, en teoría, tanto esta doctrina como la de que la muerte terrenal es una muerte definitiva, a pesar de ser contradictorias entre sí, aparecen ambas en la Biblia, tal y como ya se ha visto.
Y, como también se ha podido ver, la doctrina de la biena- venturanza eterna no era algo totalmente reciente, surgido a par- tir del Nuevo Testamento, pues, a pesar de que la doctrina domi- nante en el Antiguo Testamento era la de que la muerte repre- sentaba el regreso del hombre al polvo del que procedía y, por ello mismo, el fin absoluto de su limitada vida, ya en varios libros de esta parte de la Biblia algunos autores comenzaron a defender la existencia de una vida eterna, tal como sucede en algún pasaje de Isaías, de Daniel o de 2 Macabeos. Hay que señalar además la existencia de una diferencia entre estos pasa- jes del Antiguo Testamento y los del nuevo, diferencia consis- tente en que mientras en los primeros –al menos en Daniel- se habla de castigo eterno sin especificar de qué tipo de castigo se trata, en el Nuevo Testamento, alcanzando la fantasía terrorífica de los escritores cristianos el máximo nivel de audacia, se espe- cifica ya claramente que ese castigo consistirá en el fuego eterno del Infierno. Así, se dice en Isaías:
"Pero revivirán tus muertos, los cadáveres se levantarán, se despertarán jubilosos los habitantes del polvo, pues rocío de luz es tu rocío, y los muertos resurgirán de la tierra"126; igualmente se dice en Daniel:
"Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, unos para la vida eterna, otros para la vergüen- za, para el castigo eterno"127; y, del mismo modo, en 2 Macabeos, escrito hacia el año 124 antes de nuestra era, se dice:
"[Judas Macabeo] actuó recta y noblemente, pensando en la resurrección. Pues si él no hubiera creído que los muertos habían de resucitar, habría sido ridículo y superfluo rezar por ellos"128.
126 Isaías, 26:19.
127 Daniel, 12:2. Como ya se ha comentado en páginas anteriores a propósito de esta misma cita, lo que en este texto desconcierta es el pronombre "mu- chos", que designa a una parte importante del pueblo de Israel o incluso de la humanidad, pero excluye a una parte –ya que "muchos" no es "todos"- sin explicar el motivo de esta exclusión.
128 2 Macabeos, 12:43-44.
Pero es en el Nuevo Testamento donde la creencia en la resurrección y en la vida eterna, para bien o para mal, se pre- senta de un modo ya generalizado, tanto en los evangelios como en el conjunto de sus libros en general, tan esenciales para la fijación de la dogmática de la secta cristiana.
Dicha vida eterna aparece ya claramente asociada a la idea de la bienaventuranza eterna, que viene generalmente relaciona- da con la fe en Jesús como Hijo de Dios así como también con las acciones del hombre -aunque valoradas por algunos autores, como Pablo de Tarso o como Martín Lutero, de modo secunda- rio-, o bien con la eterna condenación en el Infierno, afirmada ya definitivamente en el Nuevo Testamento, y defendida igual- mente como dogma de fe por la secta católica, con la probable excepción ya mencionada del evangelio de Juan, donde se defiende la bienaventuranza eterna para quienes hayan creído en Jesús y la condena a la muerte eterna para quienes no hayan creído.
A continuación se muestran algunos pasajes del Nuevo Tes- tamento en los que se habla de la condenación al fuego, especi- ficando en varios casos su carácter eterno129:
"Te conviene más perder uno de tus miembros que ser echado todo entero al fuego eterno"130.
"Así será el fin del mundo. Saldrán los ángeles a separar a los malos de los buenos, y los echarán al horno del fuego; allí llorarán y les rechinarán los dientes"131.
129 Un estudio más amplio de esta cuestión aparece en el capítulo correspon- diente de este mismo libro.
130 Mateo, 5:29. La cursiva es mía.
131 Mateo, 12:49-50.
"Más te vale entrar tuerto en el reino de Dios que ser arro- jado con los dos ojos al fuego eterno, donde [ ] el fuego no se extingue"132.
"Y en el abismo, cuando se hallaba entre torturas, levantó los ojos el rico y vio a lo lejos a Abrahán y a Lázaro en su seno. Y gritó "Padre Abrahán, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje en agua la yema de su dedo y refres- que mi lengua, porque no soporto estas llamas". Abrahán respondió: "Recuerda, hijo, que ya recibiste tus bienes durante la vida, y Lázaro, en cambio, males. Ahora él está
aquí consolado mientras tú estás aquí atormentado [ ]"133.
"Apartaos de mí, id al fuego eterno, preparado para el dia- blo y sus ángeles"134.
"En cuanto a los cobardes, los incrédulos, los depravados, los criminales, los lujuriosos, los hechiceros, los idólatras y los embusteros todos, están destinados al lago ardiente de fuego y azufre, que es la segunda muerte"135.
Igualmente y por lo que se refiere a la bienaventuranza eterna, existe una referencia a ella en algunos pasajes del Anti- guo Testamento, pero es especialmente su afirmación inequívo- ca en el Nuevo Testamento lo que determinará que dicha doctri- na quede fijada como uno de los dogmas centrales de la secta cristiana. Veamos algunos ejemplos:
132 Marcos, 9:47. La cursiva es mía.
133 Lucas, 16:23-25. Como en muchas otras ocasiones el autor de este evan- gelio habla de toda una serie de "sucesos" (?) como si hubiera sido testigo presencial de ellos, a pesar de que, dado el carácter de tales sucesos, tal pre- sencia era realmente imposible.
134 Mateo, 25:41. La cursiva es mía.
135 Apocalipis, 21:8.
"Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Por- que tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber [ ]"136
"Jesús le dijo:
-Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso"137.
" el Hijo del hombre tiene que ser levantado en alto, para que todo el que crea en él tenga la vida eterna"138.
" si proclamas con tu boca que Jesús es el Señor y crees con tu corazón que Dios lo ha resucitado de entre los muer- tos, te salvarás"139.
"Dios salva al hombre, no por el cumplimiento de la ley, sino a través de la fe en Jesucristo"140.
"Quien alcance la salvación por la fe, ese vivirá"141.
" el hombre alcanza la salvación por la fe y no por el cumplimiento de la ley"142.
"Y si por el delito de uno solo la muerte inauguró su rei- nado universal, mucho más por obra de uno solo, Jesucris- to, vivirán y reinarán los que acogen la sobreabundancia de la gracia y del don de la salvación"143.
Con la introducción de las fantásticas ideas acerca de la eterna salvación y de la eterna condenación el cristianismo
136 Mateo, 25:34-35.
137 Lucas, 23:43.
138 Juan, 3:14-15.
139 Romanos, 10: 9. Véase la cita 247.
140 Gálatas, 2: 16. Véase la cita 247.
141 Romanos, 1: 17. Véase la cita 247.
142 Romanos, 3: 28. Véase la cita 247.
143 Romanos, 5: 17.
alcanzó el máximo extremo de osadía en su búsqueda de doctri- nas sugerentes para realizar su proselitismo entre los israelitas y, sobre todo, entre los gentiles, donde el cristianismo, apoyándose en la esperanza y en el temor al mismo tiempo, se abrió camino en poco tiempo hasta llegar a convertirse, a finales del siglo IV, en la religión oficial del imperio romano.
2.3. Acerca del "Infierno"
Éste es el absurdo más infinitamente cruel y terrorífico de toda la Biblia y de todas las doctrinas de la secta cristiana144.
¿Cómo sería posible que un dios amor infinito e infinitamente misericordioso pudiera o quisiera condenar a un castigo sin fin que a nadie beneficiaría? La única explicación de tal castigo se basaría en un sadismo ilimitado, en un odio insaciable y absur- do Sólo puede aceptarse la existencia de un castigo como ése a partir de una absoluta falta de capacidad intelectual y de ima- ginación que impida que uno sea capaz de atisbar el significado de tal castigo: Un castigo eterno sería un castigo que por muchos millones de siglos que pasaran siempre estaría empezando y nunca terminaría. Cualquier persona que fuera capaz de entrever el significado de un castigo eterno, renegaría al instante de ese supuesto dios tan monstruoso, capaz de semejante brutalidad incalificable. ¿Quién podría amar y adorar a semejante bestia, un dios tan criminal y tan carente de cualquier otro sentimiento que no fuera el del odio y la obsesión por tal absurda venganza, teniendo además el cinismo de presentarse como "amor infi- nito"?
144 Un complemento de este capítulo se encuentra en el punto 3.4. de la pri- mera parte de este trabajo.
¿Acaso podría haber algún ser humano con una maldad tan absoluta que mereciera un castigo semejante? ¿Acaso un ser tan insignificante como el hombre podría, aunque quisiera, hacer el menor daño a un ser tan infinitamente poderoso como dicen que sería el dios cristiano? ¿Acaso su amor y su misericordia, a pesar de ser infinitos, serían inferiores a su odio y a su sed de venganza? ¿Acaso existe alguna correspondencia lógica entre el pecado del hombre, tan intrascendente, y el supuesto castigo divino, tan absoluto y tan irracional? ¿Acaso el castigo debería tener una finalidad distinta a la de tratar de corregir a quien hubiera obrado de modo incorrecto? ¿Acaso tendría sentido un castigo que sólo sirviera para causar sufrimiento a quien se hubiese comportado de modo distinto al deseado por quien le castiga? En tal caso sólo serviría para satisfacer el deseo de ven- ganza de quienes hubieran podido sufrir el perjuicio causado por el castigado. Pero, ¿acaso el castigo suprimiría el daño causado? ¿Acaso el perjudicado recuperará sus bienes o su vida gracias al sufrimiento del condenado? El perjudicado podrá sentir cierta satisfacción por su afán de venganza al saber que quien le dañó estará sufriendo por su acción, pero ¿se puede ser tan patológi- camente perverso como para desear un castigo que dure para siempre, con la exclusiva finalidad de causar sufrimiento? ¿Es posible que exista un deseo de venganza tan intenso que sólo se sacie contemplando el sufrimiento eterno de los condenados? Si ni siquiera se nos ocurre imaginar que el más malvado de los seres humanos fuera capaz de desear fríamente semejante castigo, ¿cómo puede creerse que un dios omnipotente y amor infinito fuera compatible con un castigo eterno, sin más finali- dad que el castigo y el sufrimiento mismos? De hecho y a pesar de que parezca imposible, parece que, hasta cierto punto al menos, ese fue el punto de vista dominante en diversos escritos del cristianismo, como los correspondientes al autor del evangelio de Lucas, a Pablo de Tarso, a Tertuliano y a Tomás de Aquino:
Así, aunque ya lo he citado antes, tiene interés recordar un pasaje del evagelio de Lucas en el que su autor escribe como si hubiera sido testigo de un supuesto encuentro entre un rico condenado al Infierno, y Abraham, aunque más bien inspirado por aquella Ley del Talión, tan dominante en la historia de Isra- el. Se dice en dicho pasaje:
"Y en el abismo, cuando se hallaba entre torturas, levantó el rico y vio a lo lejos a Abrahán y a Lázaro en su seno. Y gri- tó "Padre Abrahán, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje en agua la yema de su dedo y refresque mi len- gua, porque no soporto estas llamas".
Abrahán respondió: "Recuerda, hijo, que ya recibiste tus bienes durante la vida, y Lázaro, en cambio, males. Ahora él está aquí consolado mientras tú estás aquí ator- mentado [ ]"145.
Por su parte, Pablo de Tarso, a diferencia del autor de Lucas, que no hace referencia a la eternidad del castigo, escribió con asombroso candor, como si estuviera enunciando verdades absolutamente lógicas y evidentes, pero siendo sólo consecuente con aquella absurda Ley del Talión que había conocido en sus estudios bíblicos:
"Puesto que Dios es justo, vendrá a retribuir con sufrimien- to a los que os ocasionan sufrimiento; y vosotros, los que sufrís, descansaréis con nosotros cuando Jesús, el Señor [ ] aparezca entre llamas de fuego y tome venganza de los que no quieren conocer a Dios ni obedecer el evangelio de
145 Lucas, 16:23-25.
Jesús, nuestro Señor. Éstos sufrirán el castigo de una per- dición eterna, lejos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder"146.
Igualmente, Tertuliano (siglo II-III), dirigiéndose a los cris- tianos y hablándoles de los placeres de que disfrutarán a partir de la segunda venida de Jesús, se dirige a ellos y, en este senti- do, escribe:
" gracias a la redención disponemos, en efecto, de ale- grías completamente distintas [a las de los paganos]; [ ] Mas ¡qué cosas nos esperan el día de su vuelta, de su triun- fo! [ ] ¡Qué espectáculo tan grandioso entonces! ¡De cuántas cosas me asombraré! ¡De cuántas cosas me reiré! ¡Allí gozaré! ¡Allí me regocijaré, contemplando cómo tan- tos y tan grandes reyes [ ], gimen en profundas tinieblas junto con el mismo Júpiter y con sus mismos testigos! ¡Viendo también cómo los presidentes perseguidores del nombre del Señor se derriten en llamas más crueles que aquéllas con que ellos mismos se ensañaron contra los cris- tianos! ¡Viendo además cómo aquellos sabios filósofos se llenan de rubor ante sus discípulos, que con ellos se que- man, a los cuales convencían de que nada pertenece a Dios, a los cuales aseguraban que las almas o no existen o no volverán a sus cuerpos primitivos!"147.
Finalmente, Tomás de Aquino (siglo XIII) escribió en este mismo sentido:
"Para que la felicidad de los santos más les complazca y de ella den más amplias gracias a Dios, se les concede que contemplen perfectamente los castigos de los impíos"148.
146 Pablo de Tarso: 2 Tesalonicenses, 1:6-9.
147 Tertuliano: De spectaculis, cap. 30.
148 Tomás de Aquino: "Ut beatitudo sanctorum magis complaceat eis et de ea No creo que, a pesar de las palabras del autor de Lucas, de Pablo de Tarso, de Tertuliano y de Tomás de Aquino, exista nin- gún ser humano con un odio y una sed de venganza tan mons- truosos; creo más bien que quienes así piensan no se han deteni- do a imaginar o a intentar imaginar qué tipo de castigo tan absurdo sería ése del Infierno, un castigo que sólo serviría para provocar un sufrimiento inextinguible, un sufrimiento para siempre, por los siglos de los siglos de los siglos y que no serviría para nada más que para causar sufrimiento y para satis- facer la sed de venganza, el resentimiento, el odio irracional ilimitado de un monstruo, y que ni siquiera serviría para conse- guir el arrepentimiento de quien se hubiera comportado injusta- mente… ¿Quién podría justificar o entender de algún modo un castigo semejante? ¡El sufrimiento por el sufrimiento mismo y para la satisfacción de quien vive sediento de venganza, de quien es incapaz de perdonar! Estamos acostumbrados por una larga tradición a considerar como algo lógico que el castigo deba ser una retribución que se corresponda con el daño causado, como si sirviera para anular dicho daño. En el fondo lo que late en esa idea es el hecho, exis- tente en diversas especies, de que el instinto de conservación y la frustración provocada por un daño recibido determina una agresividad instintiva e instantánea contra aquello que lo causó. De ahí debe de provenir que en todas las agrupaciones humanas existan diversas formas de castigo y de ahí debió de provenir igualmente la "Ley del Talión", existente formalmente en la Biblia y considerada ampliamente como una retribución natural para compensar de algún modo [?] la infracción de alguna ley o
uberiores gratias Deo agant, datur eis ut poenas damnatorum perfecte intue- antur" (Summa Theologica, V, Suppl., q. 94, a. 1).
el daño causado por alguien. Pero una cosa es el principio violó- gico que nos lleva a atacar para defendernos de una fiera o de un semejante y otra muy distinta es hacer sufrir infinitamente, en cantidad y en tiempo, al agresor, cuando éste ya no puede causar daño alguno.
¿Quién podría creer y querer a un dios tan loco y tan sádico que castigase con "el fuego eterno"? Sólo quien no se haya dete- nido a pensar en lo absurdo de un castigo tan bestial y tan inútil que ni siquiera sirve para que el castigado tome conciencia de sus errores sino sólo para hacerle sufrir.
Recordemos en relación con esta cuestión las acertadas palabras de B. Russell cuando escribió:
" si fuera posible hacer creer a la gente que los ladrones son enviados a la cárcel, mientras que en realidad se les hace felices en alguna isla remota de los mares del Sur, esto sería mejor que el castigo"149; pues efectivamente el castigo por el castigo mismo a nadie bene- ficia y es un completo absurdo que se encuentra en la misma línea de aquella "Ley del Talión" de la cual representa su máxi- ma expresión imaginable. Además, su carácter absurdo se ad- vierte de manera más clara todavía si se tiene en cuenta que, desde el punto de vista del cristianismo150, todo lo que el hom- bre hace es dios mismo quien lo hace en cuanto todo ha sido predeterminado por él –al margen de que el determinismo de los actos humanos, aunque no proviniera de la predeterminación divina, es una simple consecuencia de la misma naturaleza humana, pues inevitablemente tratamos de hacer lo que quere-
149Ibídem.
150 Un estudio más detallado de la predeterminación divina se encuentra en el punto 3.2. de la primera parte de este trabajo.
mos, lo que nos atrae, lo que necesitamos; sin embargo, pocos se detienen a considerar que nadie decide querer lo que de hecho quiere y nadie trata de hacer sino aquello que quiere o aquello que menos le repele-.
El desprecio a la mujer en la biblia
Los dirigentes cristianos proclaman que la Biblia es la "pa- labra de Dios", de manera que esta "palabra" es la que debe ser- virles de guía a la hora de establecer sus valores morales y reli- giosos, y los que se relacionen con éstos. Pero sucede que, como en la Biblia hay muchas doctrinas que son afirmadas en unos pasajes para ser negadas en otros, la jerarquía de la secta procura silenciar o sacar a la luz aquellas doctrinas que les resultan más convenientes según las circunstancias del momento, dejando a resguardo las otras para servirse de ellas cuando lleguen tiempos más propicios. En este sentido, por ejemplo, cuando se está ha- blando de lo denigrante que es para la mujer el uso del "burka", que oculta por completo su cuerpo y su rostro, lo cual es un modo simbólico de expresar su supuesta inferioridad y subordi- nación respecto al marido, procuran silenciar que algo similar a esto es lo que predicaba Pablo de Tarso en sus epístolas, inspi- radas por el "Espíritu Santo", afirmando que la mujer debía lle- var sobre su cabeza una señal de sujeción al varón. De hecho, hasta no hace muchos años, en la España del "nacional-catolicis- mo", los curas, los dueños de "las casas de Dios", prohibían la entrada a la iglesia a las mujeres o a las niñas que no llevasen la cabeza cubierta con un velo, y, todavía en la actualidad, la ma- yoría de las monjas, aunque no estén casadas con ningún hom- bre, llevan la cabeza cubierta siguiendo aquel mandato de Pablo de Tarso. Si en estos momentos los dirigentes católicos callan ante el hecho sacrílego [?] de que las mujeres entren en la iglesia sin el velo, es sólo por el temor a perder clientela y poder, y no porque hayan evolucionado desde su machismo primitivo hasta la aceptación de la igualdad entre la mujer y el varón.
La visión denigrante de la mujer que los dirigentes católicos aceptan -o deberían aceptar- en la medida en que juzgan que la Biblia es la palabra de "Dios", tiene las siguientes caracterís- ticas:
1) En primer lugar, uno de los prejuicios míticos que más negativamente parece haber influido en el tradicional menospre- cio bíblico hacia la mujer es el que aparece en el Génesis y en otros pasajes dispersos de la Biblia, según el cual
" Por la mujer comenzó el pecado, por culpa de ella morimos todos"151.
No obstante y de acuerdo con una interpretación marxiana, es probable que lo que aquí aparece como efecto en realidad sea causa; es decir, que el menosprecio hacia la mujer no provenga de aquel supuesto pecado de Eva sino que, por el contrario, la atribución a Eva de aquel primer pecado sea más bien una con- secuencia de un menosprecio anterior, propio de sociedades primitivas machistas en las que lo que más se valoraba era la fuerza física, tal como de hecho sucedía en el pueblo de Israel, según se refleja a lo largo de toda la Biblia. El autor del anterior pasaje no parecía tener demasiadas luces, pues, al ser la culpa –si existiera, que no es el caso- algo de carácter individual, Eva habría sido responsable exclusiva- mente de su propia acción, de su propia culpa, pero no de la de Adán; ni éste habría sido responsable de las faltas cometidas
151 Eclesiástico, 25:24. La cursiva es mía. En Eclesiástico se señala al culpa- ble de todos nuestros males, considerando de modo machista –perspectiva habitual a lo largo de toda la Biblia- que la culpa no fue de Adán y de Eva sino sólo de Eva en cuanto "por ella comenzó el pecado", pero no que por ella todos naciéramos en pecado, pues incluso llega a decirse que por culpa de ella morimos todos y no por una culpa que todos compartiéramos con ella.
posteriormente por la humanidad. Por ello es absurdo considerar que "por culpa de ella [= de Eva] morimos todos", pues no tiene sentido considerar que la culpa se herede, a pesar de lo que sugiera la mitología bíblica. Además, teniendo en cuenta el supuesto poder de Yahvé, la humanidad podría no haber here- dado las consecuencias de la culpa de Eva, pues nadie tiene por qué cargar con un castigo por los delitos que otro haya reali- zado. Pero el escritor de Génesis –o su "inspirador"- no lo vio así. Por otra parte, la decisión de hacer caso o no a las sugeren- cias o tentaciones de otro la toma cada uno y, por ello, la respon- sabilidad de los actos que realizamos no estaría en quien nos haya incitado a realizarlos sino en nosotros mismos por haberle seguido. En caso contrario podría decirse que la culpa de Adán en realidad fue de Eva, pero también que la de Eva en realidad fue de la serpiente. Pero, además, la "culpa" de la serpiente habría sido de "Dios", que la creó y que la predeterminó a actuar como lo hizo, pues, ciertamente, de acuerdo con la doctrina cris- tiana de la predeterminación, todo lo que el hombre hace y todo lo que en la Naturaleza sucede es el dios judeo-cristiano quien lo hace o quien ha programado que suceda. Así que, para bien o para mal, el ser humano sería un juguete en manos de ese dios, único responsable de todo, y nadie más sería responsable de nada, ni el hombre, ni la mujer, ni la serpiente.
Pero evidentemente quien escribió el Génesis vivía inmerso en una cultura machista y, por eso, a fin de explicar los numero- sos males que rodeaban la vida humana, creó el mito del "peca- do original", considerando a Eva como la culpable de todos los males.
2) En segundo lugar, hay que hacer referencia al protago- nismo casi absoluto que se concede al varón frente a la mujer.
Este protagonismo se muestra cuando al hablar de Dios se dice que es "Padre" y no "Madre", "Hijo" y no "Hija", y "Espíritu Santo", teórico padre de Jesús y, por lo tanto, varón y no mujer. Dios creó a Adán como rey de la creación, y a Eva, formada a partir de una costilla de Adán, para que Adán tuviera una ayu- da152. La mujer fue quien introdujo el pecado en el mundo y, por ello, entre otros castigos, Dios la condenó a ser dominada por el varón153, lo cual es una forma "religiosa" de justificar las diver- sas formas del machismo judeo-cristiano previamente existente; los hijos de Adán y Eva, cuyos nombres se mencionan en la Biblia sólo son los de Caín, Abel y Seth, de manera que no se menciona para nada los de las hijas a las que debieron de unirse éstos para tener descendencia. Los personajes femeninos de la Biblia casi siempre tienen un papel secundario, a pesar de la excepción que los dirigentes de la secta cristiana han hecho de María, la madre de Jesús, a la cual ni siquiera en los evangelios se le dio ninguna relevancia sino todo lo contrario, hasta el pun- to de que en determinado momento en que María y sus otros hijos habían ido a esperar a Jesús y le pasaron el aviso, éste con- testó simplemente que su madre y sus hermanos eran quienes cumplían la palabra de Dios. Por su parte, Pablo de Tarso, auténtico fundador del cristianismo, no menciona a María ni una sola vez. Fue más adelante, cuando los dirigentes de la secta católica descubrieron que la exaltación de María como madre de Dios podía ser muy rentable para su negocio, como de hecho lo ha sido, y comenzaron a exaltar hasta casi divinizar la figura de María de manera incongruente con el tratamiento que de ella se hace en el Nuevo Testamento.
152 Génesis, 2:20-22.
153 Génesis, 3:16.
3) De acuerdo con aquella primera valoración negativa de la mujer tal como aparece en Génesis, pero de manera incom- parablemente más acentuada en Eclesiastés, ¡palabra de Dios!, se dice:
"He hallado que la mujer es más amarga que la muerte, porque ella es como una red, su corazón como un lazo y sus brazos como cadenas. El que agrada a Dios se libra de ella, mas el pecador cae en su trampa"154; "Por más que busqué no encontré; entre mil se puede encontrar un hombre cabal, pero mujer cabal, ni una entre todas"155.
Un planteamiento similar aparece en Eclesiástico, otro libro de la Biblia en el que se ponen en paralelo la mujer y el pecado:
"Toda maldad es poca junto a la de la mujer; ¡caiga sobre ella la suerte del pecador!"156.
"Por la mujer comenzó el pecado, por culpa de ella mori- mos todos"157.
"Vale más maldad de hombre que bondad de mujer"158.
Y en Zacarías, otro libro bíblico, la mujer es presentada como la maldad personificada:
"El hombre que hablaba conmigo se adelantó y me dijo:
-Levanta tu vista y mira lo que aparece ahora. Pregunté:
-¿Qué es?
154 Eclesiastés, 7:26.
155 Eclesiastés, 7:28.
156 Eclesiástico, 25:19
157 Eclesiástico, 25:24
158 Eclesiástico, 42:14 Me respondió:
-Una cuba, y representa la maldad de toda esta tierra.
Entonces se levantó la tapa redonda de plomo y vi una mujer sentada dentro de la cuba. El ángel me dijo:
–Es la maldad"159.
Este punto de vista, compartido por estos tres libros de la Biblia, se encuentra en la misma línea que el de Génesis, donde, como ya se ha indicado, Eva, como representante de la mujer, es castigada por Dios a quedar sometida al varón por haber sido la responsable principal de la desobediencia a Dios. Sin embargo, en estos últimos libros, ¡inspirados [?] por el "Espíritu Santo"!, es donde la mujer es tratada de la forma más denigrante imagi- nable, pues llegar a decir que "la mujer es más amarga que la muerte" o que "vale más maldad de hombre que bondad de mujer" o, en definitiva, que "la mujer [ ] es la maldad", y defender de manera implícita pero inequívoca que estas doctri- nas forman parte de "la palabra de Dios", tal como se dice en el Catecismo Católico, es adoptar una misoginia insuperable, al margen de que los gobiernos miren hacia otro lado y no exijan a los dirigentes de esta religión que renuncien y denuncien esta barbaridad tan estúpida y tan insultante en contra de la mujer.
Son incontables los textos bíblicos absurdos, pero es real- mente difícil encontrar alguno que supere a éstos. Por suerte para los dirigentes de la secta católica son muy pocas las muje- res que han llegado a leer o a conocer estos textos, pues no creo que fueran tan pusilánimes de asumirlos con "cristiana resigna- ción", como si el hecho de ser mujer o varón pudiera ser deter- minante de la maldad o bondad de cualquier persona. Pensemos en que, suponiendo que la maldad fuera una cualidad moral deri-
159 Zacarías, 5:5-8. La cursiva es mía.
vada de un mal uso de la libertad por la que varón o mujer eli- giesen cómo obrar, sería evidentemente un absurdo total consi- derar que la mujer fuera mala por ser mujer, es decir, fuera mala por naturaleza. Así que, si necesitábamos de un nuevo argumen- to para refutar la doctrina según la cual la Biblia es la palabra de un dios omnipotente y omnisciente, aquí lo tenemos sin ninguna duda.
En resumidas cuentas, quien defienda que la Biblia es la palabra de Dios deberá defender igualmente que la mujer es la maldad, mientras que quien niegue que la mujer sea la maldad estará negando que la Biblia sea la palabra de Dios.
4) Por otra parte, el machismo bíblico se muestra igualmen- te en el hecho de que todos los nombres de ángeles que aparecen en ella son nombres de varón: Miguel, Rafael, Gabriel; el propio "Príncipe de las Tinieblas" se muestra como varón: "Satanás", y también el de algún otro demonio, como "Asmodeo". Casi todos los nombres relevantes de la Biblia son de varón, como Adán, Caín, Abel, Seth, Noé, Sem, Cam, Jafet, Abraham, Isaac, Esaú, Jacob, los hijos de Jacob: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Dan, Nef- talí, Gad, Aser, Isacar, Zabulón, José y Benjamín (y sólo al final una hija llamada Dina, a la que se menciona en muy pocas oca- siones); Moisés, Aarón, Josué, Gedeón, Sansón, Elí, Samuel, Saúl, David, Jonatán, Salomón, Roboam, Isaías, Jeremías, Eze- quiel, Tobías, Daniel, Job, Jesús, Pedro, Andrés, Santiago, Juan, Tomás, Bartolomé, Felipe, Judas, Mateo, Matías, Marcos, Lucas, Pablo , y apenas alguno de mujer, que casi siempre
juega un papel secundario o relevante por sus dotes de seduc- ción o de traición, como Judith respecto a Holofernes160, Dalila
160 Judith, 12:1-13:16.
respecto a Sansón161, Yael respecto a Sísara, o María Magdale- na, poseída por siete demonios y liberada de ellos por Jesús.
Con ocasión del mítico "Diluvio Universal", ni siquiera se menciona el nombre de la mujer ni el de las nueras de Noé, que fueron quienes se habrían salvado, junto con el propio Noé y sus hijos Sem, Cam y Jafet, para que la humanidad puiera volver a multiplicarse, lo cual demuestra una vez más la escasísima importancia que se concede a la mujer, a pesar de que sin ella la continuidad de la especie humana habría sido un milagro espe- cialmente digno de reseñar.
Resulta igualmente curioso y significativo –aunque más anecdótico- que en el Antiguo Testamento la mujer quede ningu- neada hasta el punto de que, cuando se enumera la lista de los hijos de cualquier personaje, casi todos los nombres sean de varón y apenas alguno de mujer, como si éstas no hubieran naci- do o como muestra de una consideración tan insignificante de su existencia que fuera irrelevante incluso mencionarla. Esto suce- de por lo que se refiere a la práctica totalidad de las largas líneas genealógicas que aparecen en la Biblia, donde o bien no se nom- bra la existencia de las hijas de estos personajes o bien sólo se dice que "también tuvieron hijas", pero sin nombrarlas o incluso hablando de un número de hijas muy sospechosamente inferior respecto al de hijos.
5) La actitud degradante respecto a la mujer se muestra igualmente de un modo a la vez machista y humillante cuando en Génesis se habla de los varones como "hijos de Dios" y de las mujeres como "hijas de los hombres", lo cual, por cierto, no es ni mucho menos una simple e inocente cuestión de nombres. Se dice en efecto en Génesis:
161 Jueces, 16:4-22.
"Cuando los hombres empezaron a multiplicarse en la tierra y les nacieron hijas, los hijos de Dios vieron que las hijas de los hombres eran hermosas y tomaron para sí como mujeres las que más les gustaron"162.
A la vez, se deja claro que la mujer tiene el valor de una simple cosa, en cuanto se "toma" o se "compra" por parte del varón, de manera que ésta no es libre para decidir sobre su propia vida. Y así, cuando se dice en Génesis con la mayor naturalidad del mundo que los hombres "tomaron para sí" las mujeres que más les gustaron, se está afirmando que las rap- taron o cogieron como si fueran simples objetos, sin tener en cuenta para nada su propia voluntad.
6) En esta misma línea de degradación de la mujer hay que señalar el hecho de que la poligamia y la posesión de concubi- nas y de esclavas aparece de un modo absolutamente natural en la sociedad israelita, según se presenta en la Biblia, donde la mayoría de sus personajes relevantes tuvieron varias esposas,
concubinas y esclavas163. De hecho en Deuteronomio no se mal- dice ni critica a quien es polígamo sino a aquel hijo que se acueste con alguna de las mujeres de su padre, lo cual representa una manera bien clara y explícita de afirmar los derechos del padre sobre sus mujeres:
-"Nadie se acostará con una de las mujeres de su padre"164.
-"¡Maldito quien se acueste con una de las mujeres de su padre, porque viola los derechos de su padre!"165.
162 Génesis, 6:1.
163 1 Reyes, 11:3.
164 Deuteronomio, 23:1.
165 Deuteronomio, 27:20.
De nuevo nos encontramos aquí, por cierto, con una contra- dicción bíblica, pues si en aquellos tiempos la poligamia era una institución familiar aceptada por el dios judeo-cristiano, en cuanto así lo comunicó a quien reveló su palabra, es una contra- dicción respecto a dicha inspiración divina que en la actualidad la secta católica rechace la poligamia, mientras que, si se consi- dera la unión monogámica como forma exclusiva de unión entre varón y mujer, en tal caso se estará censurando al propio dios judeo-cristiano cuando juzgó que la poligamia era una relación perfectamente aceptable y válida.
Sin embargo, ese tipo de estructura familiar en la que a la mujer no se le reconoce una relación de igualdad con el varón sino que se convierte en una simple esclava o una simple pose- sión del varón, objeto de compra y de venta, es otro ejemplo de contradicción respecto a la inmutabilidad de las supuestas leyes divinas, pues en otros momentos, como los actuales, la secta católica defiende la monogamia y el respeto a la voluntad de la mujer a la hora de unirse o no con un varón sin que tal unión dependa de otra cosa que de su decisión libre junto a la de su posible pareja y no de un contrato de compra como si se tratase de un objeto.
Son muchos los personajes relevantes mencionados en la Biblia que tuvieron varias mujeres. Así, acerca de Roboam, hijo de Salomón, dice la Biblia:
"Sus mujeres fueron dieciocho y sesenta las concubinas"166.
Acerca de Gedeón se dice igualmente:
166 2 Crónicas, 11: 21.
"tuvo setenta hijos, porque fueron muchas sus mujeres. También su concubina, que vivía en Siquem, le dio un hijo al que llamó Abimélec"167.
Pero de todos ellos quien destacó de manera extraordinaria sobre los demás fue el rey Salomón, de quien se dice en la Biblia que tuvo ¡setecientas esposas y trescientas concubinas!:
"El rey Salomón se enamoró de muchas mujeres extranje- ras, además de la hija de faraón; mujeres moabitas, amoni- tas, adomitas, sidonias, e hititas, respecto a las cuales el Señor había ordenado a los israelitas: "No os unáis con ellas en matrimonio, porque inclinarán vuestro corazón hacia sus dioses". Sin embargo, Salomón se enamoró loca- mente de ellas, y tuvo setecientas esposas con rango real, y trescientas concubinas. Ellas lo pervirtieron y cuando se hizo viejo desviaron hacia otros dioses su corazón, que ya no perteneció al Señor, como el de su padre David. Dio culto a Astarté, diosa de los sidonios, y a Moloc, el ídolo de los amonitas [ ] Otro tanto hizo para los dioses de todas sus mujeres extranjeras, que quemaban perfumes [en los altares] y ofrecían sacrificios a sus dioses"168.
El autor del libro 1 Reyes no critica en ningún caso que Salomón tuviera tantas mujeres y tantas concubinas. Lo que critica es que, como sus mujeres eran extrajeras, es decir, no israelitas, podían ejercer sobre él una influencia negativa que le alejaría de su dios y le llevaría a adorar a los dioses de sus muje- res, que es lo que, al parecer, sucedió especialmente en los últi- mos años de su vida, y, por eso, se dice que Salomón
167 Jueces, 8:30-31.
168 1 Reyes, 11:1-10.
"no fue tan fiel [a Dios] como su padre David"169, pues, "cuando se hizo viejo [estas esposas y concubinas] des- viaron hacia otros dioses su corazón, que ya no perteneció al Señor"170.
Lo que es evidente es que este alejamiento respecto a Yahvé ha- bría costado la vida de las esposas extranjeras de Salomón en el caso de que éste no hubiera sido rey sino un hombre cualquiera, tal como se defiende en diversos pasajes bíblicos, como en Deu- teronomio, donde se dice:
"Si oyes decir que en alguna de las ciudades que el Señor tu Dios te da para que habites en ellas surgen hombres perver- sos, que intentan seducir a sus conciudadanos para que den culto a otros dioses desconocidos para vosotros, examinarás el caso, preguntarás y te informarás bien. Si se confirma el rumor y se prueba que tal abominación se ha cometido en medio de ti, pasarás a espada a los habitantes de toda aque- lla ciudad, y la consagrarás al exterminio con todo lo que haya en ella, incluido su ganado, que también pasarás a espada"171.
Parece claro que el autor de 1 Reyes, de manera hipócrita o por puro interés, no quiso o, mejor, no se atrevió a criticar dura- mente al rey Salomón y se conformó con decir que "no fue tan fiel a Dios como su padre David". Pero, como en aquellos mo- mentos Salomón era quien detentaba el poder, los sacerdotes, con la astucia que les ha caracterizado en todo momento y no atreviéndose a enfrentarse con él, quitaron importancia al hecho
169 1 Reyes, 11:6.
170 1 Reyes, 11:5.
171 Deuteronomio, 13:13-16.
de que hubiese adorado a los dioses de sus setecientas esposas y se hubiese alejado de Yahvé. Sin embargo no fue ésta la actitud que tuvieron los sacerdotes en los momentos en que eran ellos quienes ejercían un poder despótico sobre su pueblo. En efecto, en este sentido se dice en Isaías:
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