Obesidad
Aumento anormal de la proporción de células grasas, especialmente en las vísceras y en el tejido subcutáneo del cuerpo. La obesidad hiperplásica está causada por el aumento del número de adipocitos en un tejido adiposo abundante. La obesidad hipertrófica se produce por un aumento del tamaño de los adipocitos en un tejido adiposo abundante.
La obesidad se ha convertido en un serio problema de salud a nivel mundial, por su estrecha vinculación con las principales causas de morbimortalidad. La relación obesidad-resistencia insulínica-diabetes mellitus-hipertensión arterial adquiere cada día mayor importancia, por el papel cada vez más relevante de la obesidad en el desarrollo de cada una de ellas. Los conocimientos sobre la fisiología del mantenimiento del peso corporal, a partir de la ruptura de los mecanismos fisiológicos que dan origen a la obesidad, el descubrimiento y la caracterización de la leptina y sus mediadores, así como los factores ambientales perpetuadores de un fenómeno que tiene causas genéticas, pero que a la vez tiene condicionantes ambientales socioculturales, dan origen a este trabajo con el que nos proponemos profundizar en el tema de la obesidad como un fenómeno multifactorial con graves consecuencias clínicas.
La obesidad es una condición patológica, muy común en el ser humano y presente desde la remota antigüedad, que persiste y se incrementa durante siglos por factores genéticos y ambientales, hasta convertirse actualmente en una pandemia con consecuencias nefastas para la salud.
Si se evalúa la figura humana en el tiempo a través de la imagen plástica, se comprueba que probablemente la obra más antigua de arte plástica conocida, representa una figura femenina con una obesidad mórbida: la Venus de Willendorf, que no es una sola sino más de cien esculturas, la mayoría de figuras obesas y que evidencian la presencia de la obesidad desde hace más de 25 000 años. Los griegos plasmaron con precisión el cuerpo humano y en sus obras la obesidad no es un hecho frecuente, más bien priman las figuras delgadas. Sin embargo, a medida que las sociedades se extienden y con ellas el arte pictórico, que no es más que su reflejo, la figura humana es cada vez más plena, lo que se muestra en las esculturas y pinturas de Miguel Angel y Rafael, Rubens, Velázquez y Goya por citar algunas. Y es que el hombre, en su largo camino a la "civilización", ha abandonado, adquirido o reformado costumbres que, junto a una base genética favorable, ha originado la explosión de un fenómeno que es cada vez más serio y peligroso por sus consecuencias: la obesidad.
En la actualidad se estima el número de personas obesas en el mundo en más de 300 millones, con una amplia distribución mundial y una prevalencia mayor en países desarrollados o en vías de desarrollo. Este incremento en la prevalencia de proporciones epidémicas está relacionado con factores dietéticos y con un incremento en el estilo de vida sedentario. El aumento del consumo de grasas saturadas y de carbohidratos, la disminución de la ingestión de frutas, vegetales y pescado, así como de la actividad física, que se expresa desde la ausencia de esta actividad programada hasta el incremento del tiempo dedicado a actividades con notable base sedentaria, como ver la televisión o trabajar en la computadora, son las causas más importantes en el desarrollo de este problema de salud mundial. Por otra parte, las consecuencias de la obesidad alcanzan proporciones catastróficas. El riesgo de muerte súbita de los obesos es tres veces mayor que el de los no obesos, y es el doble para el desarrollo de insuficiencia cardíaca congestiva (ICC), enfermedad cerebrovascular (ECV) y cardiopatía isquémica (CI), mientras la posibilidad de desarrollar de diabetes mellitus (DM) es 93 veces mayor cuando el índice de masa corporal (IMC) pasa de 35. Por otra parte, la obesidad tiene una relación estrecha con la resistencia a la insulina y con factores genéticos y ambientales probablemente comunes. La resistencia a la insulina tiene efectos fisiopatogénicos importantes en el desarrollo de DM, síndrome metabólico, e HTA.
Las investigaciones realizadas a lo largo de las dos últimas décadas han revolucionado los conocimientos sobre los mecanismos fisiológicos y moleculares que regulan la grasa y el peso corporal. La clonación de los genes que corresponden a los síndromes de obesidad monogenética y la caracterización de las vías determinadas a través de estos puntos de entrada genéticos, el descubrimiento de la leptina, su receptor y el receptor de la melanocortina , así como la comprobación, con la utilización de la biología molecular de la acción de diversos mediadores hormonales implicados en el mantenimiento del peso corporal, han contribuido a la comprensión de los elementos fisiológicos de este, así como a los factores etiológicos y patogénicos de la obesidad. A esto debe añadirse el gran salto dado por las ciencias epidemiológicas y farmacológicas con los estudios evidénciales, y la participación de forma decisiva en la comprensión del fenómeno.
La evidencia de que el hambre evita o revierte la obesidad, aun en las personas con gran carga genética, junto a su incremento en los países industrializados o en vías de desarrollo en los cuales la dieta es rica en grasas y carbohidratos, y los hábitos sedentarios han aumentado con el desarrollo económico, se muestra a favor del factor ambiental en su origen y desarrollo. Otro hecho relevante lo representa el incremento epidémico de la obesidad en los últimos veinte años, que no puede ser explicado por alteraciones genéticas poblacionales desarrolladas en tan corto tiempo. Por otra parte, a medida que la pobreza ha disminuido en países industrializados o en vías de desarrollo, ha aumentado en forma proporcional la obesidad. Lo cierto es que el desarrollo económico trae aparejado problemas sociológicos importantes: aumenta la vida sedentaria al disponerse de medios de transporte, elevadores, equipos electrodomésticos diversos, incluido el uso del control remoto y el tiempo destinado a ver televisión o trabajar en el computador; a su vez, la actividad física programada, aunque se practique quizás con mayor frecuencia e intensidad, no es siempre por los más sedentarios, y la mayoría de las veces está seguida de un período de actividad sedentaria. También se suman la comercialización de comidas altas en calorías y bajas en nutrientes, el aumento en la frecuencia de estas por su fácil accesibilidad, el aumento en la ingestión de grasas saturadas y la disminución en el aporte de comidas sanas, como los vegetales, frutas, pescado y cereales, cuyo costo y tiempo de preparación puede ser mayor que el de la comida fácil. Todo esto, unido a efectos psicológicos de la vida moderna con sus grandes conflictos, ayuda y perpetúan el incremento del fenómeno. La obesidad se define como un exceso de grasa corporal o tejido adiposo. Desde el punto de vista práctico se considera el índice de masa corporal (IMC) el método ideal para el diagnóstico de la obesidad, por su buena correlación con la grasa corporal total.
El IMC es igual al peso corporal en kilogramos, dividido entre la talla en metros cuadrados (IMC = peso en kg/ talla en m2). Se considera ideal un IMC entre 20 y 25; sobrepeso entre 25 y 29,9; obesidad grado I de 30 a 34,9 de IMC; obesidad grado de 35 a 39,9 de IMC y obesidad grado, extrema o mórbida, con un IMC mayor de 40. Esta clasificación no es arbitraria, sino el resultado de estudios que demuestran que por encima de 25 de IMC aumentan las probabilidades de eventos relacionados con la enfermedad aterosclerótica y sus consecuencias, como son los cardiovasculares y cerebrovasculares, y las alteraciones metabólicas como la resistencia a la insulina, la diabetes mellitus, las alteraciones de los lípidos y la hipertensión arterial, sin mencionar las neoplasias y los trastornos del tractus gastrointestinal.
Existen otras formas para diagnosticar la obesidad, como la medición de los pliegues cutáneos en diferentes sitios, con ecuaciones y nomogramas para la conversión del grosor del pliegue en grasa y que se expresa en el porcentaje de grasa corporal que debe ser no mayor de 28 % en la mujer y no mayor del 20 % en el hombre. Se requieren cuatro pliegues para estas mediciones, que son los del bíceps, tríceps, subescapular y suprailíaco, aunque es también útil la medición de solo dos. Una forma menos complicada es la utilización aislada del tríceps, que se considera normal en la mujer por debajo de 30 mm y en el hombre de 23 mm. Esto tiene su explicación a partir de la consideración de que aproximadamente el 50 % de la grasa corporal se encuentra en el tejido celular subcutáneo. La medición de los pliegues tiene el inconveniente de que la distribución de la grasa difiere en individuos con igual cantidad de tejido adiposo y que en ciertas formas de obesidad, la grasa tiene una distribución generalizada, mientras en otras es fundamentalmente abdominal. Por otra parte, la relación grasa subcutánea/grasa profunda (visceral) puede ser de 0,1 a 0,7, además de que la grasa corporal aumenta con la edad, no así el grosor del pliegue. También existen otros métodos como son la medición de la densidad corporal por isótopo-dilución, la conductividad eléctrica bajo el agua, la tomografía axial computarizada y la resonancia magnética nuclear, que son directos y precisos, pero complicados, poco prácticos y costosos, confinados por eso a la investigación. Además, no consideran el carácter anatómico, la distribución de la grasa y las consecuencias clínicas, que es lo que brinda valor pronóstico.
La medida del índice cintura – cadera, al ser expresión de la cantidad de grasa intra-abdominal, ha adquirido un valor predictivo importante de riesgo de alteraciones y consecuencias metabólicas de la obesidad, por lo cual su uso como diagnóstico de obesidad casi iguala en importancia al IMC. Se determina dividiendo la circunferencia a nivel del ombligo y el máximo de circunferencia de las caderas y los glúteos. Este índice es mayor en el hombre que en la mujer, precisamente por la distribución de la grasa en ambos sexos y tiende además a aumentar con la edad. Un índice mayor de 0,95 en el hombre y de 0,80 en la mujer es predictor de aumento del riesgo de anormalidades metabólicas; Sin embargo, en los últimos años es considerada la circunferencia de la cintura el mejor marcador de sobrepeso y obesidad, por expresar una relación muy estrecha con la grasa abdominal, responsable en mayor medida, de las consecuencias metabólicas directas relacionadas con la obesidad. Una circunferencia de la cintura mayor de 94 mm en el hombre y de 80 mm en la mujer, es diagnóstico de sobrepeso u obesidad abdominal aun cuando el IMC no lo evidencie, y resulta un marcador importantísimo de futuras complicaciones; por lo tanto, es un punto de partida para la intervención médica, sobre todo si se asocian otros factores de riesgo como la hipertensión arterial (HTA), la diabetes mellitus (DM), o las alteraciones lipídicas (HLP).
Diagnóstico positivo:
La obesidad se define como un exceso de grasa corporal o tejido adiposo. Desde el punto de vista práctico se considera el índice de masa corporal (IMC) el método ideal para el diagnóstico de la obesidad, por su buena correlación con la grasa corporal total.
Se considera ideal un IMC entre 20 y 25; sobrepeso entre 25 y 29,9; obesidad grado I de 30 a 34,9 de IMC; obesidad grado de 35 a 39,9 de IMC y obesidad grado, extrema o mórbida, con un IMC mayor de 40. Esta clasificación no es arbitraria, sino el resultado de estudios que demuestran que por encima de 25 de IMC aumentan las probabilidades de eventos relacionados con la enfermedad aterosclerótica y sus consecuencias, como son los cardiovasculares y cerebrovasculares, y las alteraciones metabólicas como la resistencia a la insulina, la diabetes mellitus, las alteraciones de los lípidos y la hipertensión arterial, sin mencionar las neoplasias y los trastornos del tractus gastrointestinal.
Existen otras formas para diagnosticar la obesidad, como la medición de los pliegues cutáneos en diferentes sitios, con ecuaciones y nomogramas para la conversión del grosor del pliegue en grasa y que se expresa en el porcentaje de grasa corporal que debe ser no mayor de 28 % en la mujer y no mayor del 20 % en el hombre. Se requieren cuatro pliegues para estas mediciones, que son los del bíceps, tríceps, subescapular y suprailíaco, aunque es también útil la medición de solo dos. Una forma menos complicada es la utilización aislada del tríceps, que se considera normal en la mujer por debajo de 30 mm y en el hombre de 23 mm. Esto tiene su explicación a partir de la consideración de que aproximadamente el 50 % de la grasa corporal se encuentra en el tejido celular subcutáneo. La medición de los pliegues tiene el inconveniente de que la distribución de la grasa difiere en individuos con igual cantidad de tejido adiposo y que en ciertas formas de obesidad, la grasa tiene una distribución generalizada, mientras en otras es fundamentalmente abdominal. Por otra parte, la relación grasa subcutánea/grasa profunda (visceral) puede ser de 0,1 a 0,7, además de que la grasa corporal aumenta con la edad, no así el grosor del pliegue. También existen otros métodos como son la medición de la densidad corporal por isótopo-dilución, la conductividad eléctrica bajo el agua, la tomografía axial computarizada y la resonancia magnética nuclear, que son directos y precisos, pero complicados, poco prácticos y costosos, confinados por eso a la investigación. Además, no consideran el carácter anatómico, la distribución de la grasa y las consecuencias clínicas, que es lo que brinda valor pronóstico.
La medida del índice cintura – cadera, al ser expresión de la cantidad de grasa intra-abdominal, ha adquirido un valor predictivo importante de riesgo de alteraciones y consecuencias metabólicas de la obesidad, por lo cual su uso como diagnóstico de obesidad casi iguala en importancia al IMC. Se determina dividiendo la circunferencia a nivel del ombligo y el máximo de circunferencia de las caderas y los glúteos. Este índice es mayor en el hombre que en la mujer, precisamente por la distribución de la grasa en ambos sexos y tiende además a aumentar con la edad. Un índice mayor de 0,95 en el hombre y de 0,80 en la mujer es predictor de aumento del riesgo de anormalidades metabólicas; Sin embargo, en los últimos años es considerada la circunferencia de la cintura el mejor marcador de sobrepeso y obesidad, por expresar una relación muy estrecha con la grasa abdominal, responsable en mayor medida, de las consecuencias metabólicas directas relacionadas con la obesidad. Una circunferencia de la cintura mayor de 94 mm en el hombre y de 80 mm en la mujer, es diagnóstico de sobrepeso u obesidad abdominal aun cuando el IMC no lo evidencie, y resulta un marcador importantísimo de futuras complicaciones; por lo tanto, es un punto de partida para la intervención médica, sobre todo si se asocian otros factores de riesgo como la hipertensión arterial (HTA), la diabetes mellitus (DM), o las alteraciones lipídicas (HLP).
Por la importancia que adquiere la obesidad como fuente de graves problemas, asociada a las principales causas de muerte y discapacidad, al caudal enorme de conocimientos que sobre este aspecto se ha acumulado y el estímulo que puede significar su control y prevención, nos proponemos hacer un pequeño estudio .
Introducción
En los últimos años, la prevalencia de la obesidad en países como Estados Unidos ha aumentado del 23 al 31%, mientras que el 66% de los adultos tiene sobrepeso. Las explicaciones propuestas para la obesidad epidémica sostienen que existen cambios sociales que promueven el sedentarismo y el consumo de alimentos. Pero el aumento experimentado recientemente no puede ser explicado por la genética, y ha ocurrido en todos los grupos socioeconómicos, lo que avala muchas explicaciones sociales y ambientales. Dado que diversos fenómenos pueden difundirse dentro de las redes sociales, los autores realizaron un estudio para determinar si la obesidad podría también "contagiarse" de persona a persona, contribuyendo de este modo a la epidemia.
Mientras la obesidad ha sido estigmatizada en el pasado, las actitudes pueden estar cambiando. Considerando que la obesidad es un producto de elecciones o conductas voluntarias, el hecho que las personas están inmersas en redes sociales y reciben la influencia de la apariencia y la conducta de sus allegados indica que la ganancia de peso en una persona podría influir en la ganancia de peso de los otros. Tener contactos sociales obesos podría cambiar la tolerancia de una persona respecto de su obesidad o podría influir sobre la adopción de conductas específicas (por ej., fumar, comer, hacer ejercicios). Además de estos mecanismos estrictamente sociales podría existir una imitación fisiológica; las zonas del cerebro que corresponden a acciones como comer pueden ser estimuladas al observar esas acciones en otros.
Los autores (entre los cuales me encuentro yo) evaluaron una red de 12.067 personas a las cuales se hicieron mediciones repetidas durante un lapso de 32 años. Se analizaron varios aspectos de la propagación de la obesidad, incluyendo la existencia de grupos de personas obesas dentro de la red, la asociación entre la ganancia de peso de una persona y la ganancia de peso de sus contactos sociales, la dependencia de esta asociación de la naturaleza de los lazos sociales (por ej., lazos entre amigos de diferentes tipos, hermanos, esposas y vecinos), y la influencia del sexo, el tabaquismo y la distancia geográfica entre los domicilios de las personas que integran la red social."
Métodos
Se evaluó una red social densamente interconectada de 22.067 personas, a la cuales se hicieron mediciones repetidas entre 1971 y 2003, como parte del Framingham Heart Study. Este estudio se inició en 1948, con 5.209 personas. El Framingham Offspring Study (estudio de la descendencia de los integrantes del estudio inicial) comenzó en 1971, cuando se incorporó a la mayoría de los hijos de la cohorte original y sus esposas. Solo 10 personas abandonaron el estudio, aparte de los fallecimientos, quedando la cohorte constituida por 5.124 personas. En 2002 se inició la tercera generación de la cohorte, consistente en 4.095 niños de la cohorte de descendientes. Todos los participantes fueron sometidos a exámenes físicos (incluyendo la talla y el peso) y completaron cuestionarios escritos a intervalos regulares. Se contó con el índice de masa corporal de todos los sujetos. Para analizar si la ganancia de peso en una persona se asociaba con la de sus amigos, hermanos, esposas y vecinos se aplicaron modelos estadísticos longitudinales.
Resultados
Los grupos perceptibles de personas obesas (índice de masa corporal > 30) estuvieron presentes en todo momento, y se extendieron hasta el tercer grado de separación. Estos grupos no parecían atribuirse solo a la formación selectiva de lazos sociales entre las personas obesas. La posibilidad de una persona de ser obesa aumenta un 57% si tiene un amigo obeso, en un lapso dado. Entre los hermanos, si uno de ellos se vuelve obeso, la posibilidad de que el otro también lo sea aumenta el 40%. Si un cónyuge gana peso, la posibilidad de que el otro también lo haga se incrementa 37%. Estos efectos no se observaron entre los vecinos más cercanos. Las personas del mismo sexo tuvieron una influencia relativamente mayor entre sus parejas que entre los del sexo opuesto. El abandono más difundido del cigarrillo no influyó en la propagación de la obesidad dentro de la red.
Glosario del estudio de cohorte |
Ego: el sujeto índice.Alter: la persona conectada con el ego cuyo comportamiento influye sobre el ego. Nodo: objeto que puede o no estar conectado con otros objetos de una red. Lazos: es una conexión entre dos nodos de la red que puede ser de una vía (dirigida) o de dos vías (bilateral). En este estudio, todos los lazos familiares (por ej., entre hermanos y padres) como así los lazos maritales son bilaterales, pero los lazos entre los amigos son direccionales, ya que un sujeto puede percibir algo como amigo que no necesariamente es percibido en respuesta por su amigo.Grado de separación: es la distancia social entre dos personas determinada por el número más pequeño de intermediarios entre una persona y otro miembro de la red. Para un ego dado, los alter son de grado 1, por estar directamente conectados con el ego. Los nodos que están conectados con los alter pero no con el ego son de grado 2 (los alter de los alter). Los nodos que están conectados con los alter de los alter pero no con el ego, son de grado 3, y así sucesivamente. Homofilia: tendencia de las personas a elegir relacionarse con persona con atributos similares. Inducción: la propagación de un comportamiento de una persona a otra. Grupo: grupo de nodos, cada uno de los cuales conectado por lo menos con otro nodo del grupo. |
Componente conectado: parte de una red social en la cual todas las personas tienen un lazo social con al menos otra persona y ninguna de ellas conectada con un miembro de cualquier otro componente de la red. |
Los formularios utilizados brindan información completa sobre los familiares de primer orden (padres, cónyuges, hermanos e hijos), si están vivos o muertos y, al menos, un "amigo íntimo" en cada una de las siete mediciones entre 1971 y 2003. Se incluyeron solo personas mayores de 21 años. Al ingresar al estudio, el 53% eran mujeres con un promedio de edad de 38 años.
La red analizada es suficientemente densa como para ensombrecer aún más la estructura subyacente, aunque siguen siendo visibles las regiones de la red con grupos de obesos o no obesos.
Comentarios
Nuestro estudio indica que la obesidad puede propagarse en redes sociales siguiendo un perfil cuantificable y perceptible que depende de la naturaleza de los lazos sociales. En general, dicen los autores, dentro de cada red parece ser más importante la distancia social que la distancia geográfica. Aunque las personas conectadas podrían compartir la misma exposición a factores ambientales comunes y la vivencia de sucesos simultáneos o de otras características comunes (por ej., los genes) causantes de la ganancia o la pérdida de peso, los autores comprobaron que es importante la inducción y la propagación de la obesidad persona a persona.
El hecho de no haber observado que la ganancia de peso de los vecinos más cercanos afecte la posibilidad de ganar peso en el ego y que la distancia geográfica no modifica el efecto de alter cercanos (amigos o hermanos) ayuda a descartar como explicación de los hallazgos a la exposición común a factores ambientales locales. Nuestros modelos también controlaron el peso previo del ego lo que permitió tener en cuenta la fuente de los factores de error que persisten a lo largo del tiempo (por ej., las experiencias infantiles o la dotación genética). Por otra parte, el control que hacen nuestros modelos del estado nutricional previo de los alter evidencia la posible tendencia de las personas obesas para formar lazos entre ellos.
Por último, los hallazgos que consideraron la naturaleza direccional de los efectos de la amistad son especialmente importantes respecto de la inducción interpersonal de la obesidad porque indica que los amigos no se tornan obesos en forma simultánea como resultado de la exposición contemporánea a factores no observados.
Si los amigos ganan peso al mismo tiempo, cualquier exposición tendría que tener la misma influencia, sin importar la direccionalidad de la amistad.
Esta observación también pone de manifiesto específicamente la naturaleza social de esas asociaciones, ya que la asimetría en el proceso puede estar motivada por el hecho que la persona que considera al otro como amigo siente estima por él.
Por último, las parejas de los amigos y hermanos del mismo sexo mostraron más influencia sobre la ganancia de peso de los alter que las parejas de los amigos o hermanos del sexo opuesto. Esta comprobación avala la naturaleza social de cualquier inducción de la obesidad, dado que es posible que las personas estén influenciadas más por los que se le parecen que por los alter. Por el contrario, los cónyuges, quienes comparten el mismo ambiente físico, pueden no afectar la ganancia de peso de los demás tanto como lo hacen entre sí los amigos; en el caso de los cónyuges, los efectos del sexo opuesto y de las amistades pueden contrarrestar el efecto de los alter. La obesidad en los alter podría influir en la obesidad de los egos de diferentes maneras psicosociales, por ejemplo, modificando las normas del ego sobre la aceptación de su sobrepeso o influyendo más directamente sobre el comportamiento del ego (por ej., afectando el consumo de alimentos), o ambos. Sin embargo, se pueden sacar algunas conclusiones sobre los mecanismos posibles considerando el papel del tabaquismo y de la distancia geográfica en la obesidad. La tendencia de las personas a ganar peso cuando dejan de fumar es bien conocida y se ha comprobado un aumento de la obesidad en la población general. Sin embargo, el presente estudio indica que, independientemente de si la cesación de fumar causa ganancia de peso en un individuo, y sin tener en cuenta si el propio comportamiento de iniciar o dejar de fumar se extiende de persona a persona, cualquier conducta respecto del tabaquismo no es un factor importante en la propagación de la obesidad. Este hallazgo indica que el fumar no interviene en el efecto de propagación de la obesidad. Sin embargo, esto indica que los mecanismos psicosociales de la propagación de la obesidad pueden tener menos relación con la imitación de la conducta que sobre un cambio en la percepción general del ego acerca de las normas sociales que contemplan la aceptabilidad de la obesidad. Este punto está además reforzado por la importancia de la direccionalidad de la amistad.
Por lo tanto, un ego puede observar que un alter gana peso y luego puede aceptar ganar peso él mismo. Esta ganancia de peso en un ego podría, a su vez, estar determinada por las diversas conductas que el ego elige para manifestar. La observación de que la distancia geográfica no modifica el efecto de un obeso en el alter también brinda soporte al concepto que las normas pueden tener una gran importancia. El efecto de la conducta podría depender más de la frecuencia del contacto (del cual podría razonablemente esperarse que se atenúe con la distancia), mientras que las normas no lo hacen.
La difusión de la obesidad en las redes sociales es un factor que interviene en la obesidad epidémica. La importancia de la influencia social también indica que podría ser posible aprovechar esta misma fuerza para retardar la propagación de la obesidad. El fenómeno de la red podría ser explotado para difundir conductas positivas saludables, en parte debido a que la percepción de las personas sobre su riesgo de enfermarse puede depender de las personas que las rodean. Los programas de cesación de fumar y de abandono del alcohol y las intervenciones para la pérdida de peso que ayudan a los pares del ego— es decir, que modifican la red social de las personas—tienen mejor resultado que aquellos que no lo hacen. Las personas están conectadas y por lo tanto, su salud está conectada. En consecuencia, las intervenciones sobre la salud médica y pública podrían ser más costo efectivas que lo que inicialmente se ha supuesto, dado que la mejoría de la salud en una persona podría "contagiarse" a las otras. La observación que las personas están inmersas en redes sociales indica que una conducta tanto buena como mala podría difundirse entre individuos con lazos sociales. Esto pone de relieve la necesidad de hacer un manejo de la obesidad no solo como un problema clínico sino también como un problema de salud pública.
Conclusiones
El fenómeno de red es importante en los rasgos biológicos y conductuales de la obesidad, la que aparece propagándose a través de los lazos sociales. Estos hallazgos tienen consecuencias en las intervenciones clínicas y de salud pública. La promoción y prevención de salud están constituidas por las actividades encaminadas a producir cambios en el estilo de vida, promoviendo en el individuo y la comunidad acciones como educación nutricional con énfasis en la lactancia materna y ablactación correctas, divulgación de las características de la dieta balanceada.
Los médicos deben promover individualmente la reducción y sustitución de las grasas saturadas, la sal y el azúcar refino, y estimular el consumo de vegetales, viandas y cereales, debe tratar de eliminar los factores de riesgo y los malos hábitos alimentarios (dietas hiperenergéticas, sedentarismo, etcétera).
Los objetivos fundamentales son la recuperación, el diagnóstico precoz y el tratamiento oportuno de la obesidad, para lo cual el médico de la familia debe registrar el peso y la talla de toda la población, indicar el tratamiento dietético, los ejercicios físicos y el apoyo psicológico, así como realizar el seguimiento sistemático de estos pacientes hasta lograr un cambio radical en su estilo de vida.
La obesidad es una enfermedad que constituye un factor de riesgo para otras enfermedades como las cardiovasculares, el cáncer, los trastornos ortopédicos y riesgos quirúrgicos, entre otras, por lo que es de suma importancia que todos los médicos trabajen en su prevención y tratamiento en la comunidad, para disminuir la morbilidad y la mortalidad en este grupo de pacientes.
DIGA NO A LA OBESIDAD
Autor:
Dr. Jorge Alberto Vilches Sanchez