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Guerra contra las Drogas (página 2)

Enviado por Felix Larocca


Partes: 1, 2

¡Las drogas, al servicio de la libertad de los pueblos!…

Washington suministró a muchos sus propias semillas de marihuana para que las cultivaran. Uno de los compatriotas distinguidos que respondió a este llamado fue un tal Robert "King" Carter, antepasado directo del futuro Presidente Jimmy Carter, quien supliera la mayor parte de la fibra del cañamón empleada para uniformar las legiones del primer Presidente. Irónicamente, cuando los americanos se graduaron de marihuana para vestirse, a marihuana para intoxicarse, le tocó al gobierno del Presidente Carter ordenar la destrucción masiva de las plantas silvestres, descendientes patrióticas de las que Washington comisionara.

¡Los giros y las vueltas del destino!

Pero Washington, el prócer que no mentía; y que, como narra la leyenda, lanzara un dólar a la orilla opuesta del Río Potomac (hazaña, física e históricamente imposible); además del cultivo del tabaco y de la marihuana, elaboraba su propia cerveza y, destilando su propio güisqui, emprendió el arte político de la mezcla del alcohol y los votos — costumbre de mucho arraigue futuro. Tradición política, que a su vez tuviera su origen en Inglaterra, donde floreciera por tiempo inmemorial.

En 1758 para lograr una victoria electoral en la Casa de Burgueses en Virginia, Washington distribuyó 144 galones de ron, ponche, güisqui, vino, sidra y cerveza. Su victoria constituyó de unos 307 votos recibidos, al costo de 2 votos por galón de espíritus.

Una vez ganada la elección, y con la pureza de carácter distintiva y disposición honesta de todo buen político; el oficial público recién votado, declaró que las bebidas alcohólicas eran: "…la causa de la ruina de más de la mitad de los trabajadores de nuestro país…"

Así se paga…

John Adams, su sucesor inmediato, hacía uso de toda oportunidad ofrecida, para asaltar en peroratas hipócritas, el uso del licor. Porque, de modo furtivo y discreto, Adams consumía con el desayuno de todos los días, un barrilito de sidra concentrada; mientras que también disfrutaba del placer de fumar un buen puro — hábito, que quisiera, y que no pudo abandonar. De modo característico, y por la duración de su vida, Adams consumía "cantidades enormes de vino de Madeira", como lo atestara uno de sus biógrafos.

Pero, como este vino se rumoreaba que engordaba; de modo sensato, nuestro ilustre presidente también se atiborraba con una variedad de otros vinos y cervezas importadas — Se puede afirmar, que a pesar de no afectarle lo mucho que bebiera, que Adams sí que estaba consciente de su perímetro ventral…

Ebrio sí… gordo, no…

Jefferson aristócrata sureño, segregacionista y WASP presuntuoso, fue extravagante en su forma de hipocresía, especialmente hacia la mezcolanza racial; ya que furtivamente prohijó descendientes de negros. De manera consistente con el espíritu del período, éste demostró una afición por los vinos franceses y las esclavas. En su mansión de Monticello, el Presidente mantuvo una amplia bodega para almacenar los vinos que servía en sus cócteles. Las esclavas las ponía en otros sitios discretos. En las ocasiones festivas, el insigne patricio se jactaba de tolerar más licor que todos sus invitados puestos juntos. Nuestro héroe consumía tres o cuatro veces más vino que nadie, mientras ignoraba las censuras de sus críticos, quienes afirmaban que Jefferson vivió medio borracho toda su vida.

C’est la vie…

Por razones oscuras, otros políticos, personas de moderación característica, de integridad incuestionable y de probidad inmaculada, muy pronto adoptarían los cócteles Jeffersonianos y tratarían de emular sus proezas embebedoras y libidinosas; mientras que a la vez se dedicarían devotamente, a hacer sus propias contribuciones genéticas, por medio del uso de esclavas, a la propagación del mestizaje.

Pero, a pesar de la devoción que Jefferson profesaba por los espíritus del alcohol, nunca desperdició oportunidad ofrecida, para condenar acerbamente el consumo del mismo por sus compatriotas.

"Haz lo que digo, y no, lo que yo hago" nos decía nuestro párroco en la Iglesia Mayor de Santiago.

Pero, hay que darle crédito. Jefferson cultivaba y vendía el tabaco. El cual no fumaba. Mientras que decía haber preferido ver la transformación de las plantaciones de tabaco en sembrados de trigo.

Lo que Jefferson no captara, en su razonamiento idealista, es que el trigo no se mide con las drogas en sus efectos psicológicos. Por esa razón la gente prefiere su aguardiente a un pedazo de pan.

James Madison (anoréxico sospechado) el presidente más flaco y más pequeño que ha ocupado la Casa Blanca, fumaba e inhalaba asiduamente la hoja solanácea en compañía de su esposa. Aquí es preciso indicar, que fumar es subterfugio popular entre las pacientes anoréxicas, quienes lo hacen para aplacar el hambre severa que, a menudo, las atormenta.

James Madison

La saga de los presidentes norteamericanos continúa. James Monroe (famoso por la Doctrina que lleva su nombre) fue el primer bebedor contumaz que ocupara la mansión presidencial. Mientras que su sucesor, John Quincy Adams, fumador inveterado, concedería con filosófica resignación, que "en América el tabaco enriquece a los ricos y el alcohol compra los votos."

Muchos presidentes futuros continuarían cultivando sin reservas, las tradiciones laxas que caracterizaran a numerosos de los ocupantes de la Casa Blanca. Andrew Jackson mantuvo el cigarro encendido y el licor manando durante los años de su gobierno — aún su esposa fumaba la pipa.

William Henry Harrison. Primero entre los presidentes que murieran en su cargo. Bebía tanto y profesaba tanto apego a su güisqui venerado, que usó la imagen de un barril de cerveza, como emblema de su campaña.

Con la ruta ya trazada y los precedentes establecidos, no pasaría mucho tiempo antes de que el primer presidente alcohólico asumiera el poder. Este fue el singularmente bien parecido, Franklin Pierce, posiblemente víctima del síndrome de Tourette; cuyo gobierno comenzara en el 1853. Públicamente, este hijo de un padre indiferente y de madre alcohólica, rechazaba el licor y lo condenaba; pero, atormentado por tragedias personales y por la de vivir un matrimonio infeliz, Pierce se apartaba de sus deberes presidenciales para embriagarse hasta el olvido. Sus desatinos frecuentes se los achacaban a sus borracheras. Al final de su vida desventurada, Pierce sucumbió a la cirrosis del hígado, en medio de un coma hepático — complicaciones típicas del abuso del alcohol.

Antes de su muerte, y con la Guerra Civil aproximándose, Pierce solía afligirse de este modo: "¿Qué otra cosa puede hacer el próximo presidente, si no es beber…?"

Y beber, fue…

Proféticamente, su sucesor James Buchanan, se destacó como beodo, entusiasta y consagrado. Su manera fue especial en que, cuando bebía, lo hacía hasta que no pudiera permanecer de pie sin asistencia.

Buchanan, como los perros dachshund, vivió su vida muy cerca del suelo.

Este presidente, en su gestión, demostró los peligros inseparables que resultan, cuando hombres de gran talento y amplia experiencia, no poseen la flexibilidad para tolerar las demandas de su oficina. Para su partido, los Demócratas, su legado final fue la división fatal que les causara.

Un paréntesis es necesario para hablar aquí, de una deficiencia que en grupos orientales existe, interfiriendo con el metabolismo del alcohol. La enzima hepática conocida como la deshidrogenasa alcohólica forma parte esencial en la cadena de eventos que culmina en la desintoxicación final de todo alcohol ingerido.

Esta enzima y otra relacionada (la deshidrogenasa aldehído) están, o reducidas, o totalmente ausentes, en algunos orientales, a quienes la ingestión del alcohol causa miserias infinitas. "Por eso son tan cortos, para que cuando beban y se caigan, no se den muy duro", decía un marinero borracho…

Abraham Lincoln, tuvo la experiencia, durante la niñez, de ser testigo de la muerte extemporánea de su madre quien fuera víctima de intoxicación con la datura. Por esa razón evidente, su consumo de alcohol siempre fue moderado. Sin embargo, en otros; Lincoln condonaba el uso de la bebida. Cuando un Grupo del Comité de la Abstinencia exigiera la dimisión del General Grant por beber demasiado; Lincoln, muy sabedor y satisfecho de las proezas legendarias de Grant en el campo de batalla, preguntó a sus visitantes el nombre de la marca de güisqui que éste favoreciera — para así poder enviarles cajas del mismo a todos sus generales, con órdenes de que lo bebieran…

Lincoln murió en el desempeño de sus funciones, víctima de la bala del asesino John Wilkes Booth. Este presidente, con tendencias melancólicas, se distinguió por su oratoria y por haber sido el arquitecto de la Abolición de la Esclavitud en su país — la que no vivió para poder presenciarla.

Los teatros de hostilidades de la Guerra Civil produjeron un demonio insospechado. La adicción a la morfina. La morfina floreció con la introducción de la jeringuilla hipodérmica en el año 1853 por Charles Gabriel Pravaz en Francia. Año, en que el fósforo de seguridad, hizo al cigarrillo, popular.

Otras drogas comenzaban a aparecer en América en los años que siguieran la Guerra Civil. Cocaína pura fue recomendada y usada por William Hammond, Lincoln Cirujano General del Ejército, el uso de la marihuana fue adoptado y el éter hizo su entrada en la escena para utilizarse como anestésico y como droga recreativa.

El alcohol y su abuso pronto se establecieron como pasatiempo nacional. El Presidente Andrew Johnson, desconocedor manifiesto del significado de la palabra "sobriedad", en una ocasión pronunció un discurso abogando la abstinencia del licor, siendo imposible que se le entendiera — tan borracho estaba. Terminó la velada retirándose, ostensiblemente deleitado por su oratoria, pero no lo hizo, sin antes consumir una botella de su güisqui predilecto para poder conciliar el sueño de los justos. Johnson, precedió a Clinton en el honor cuestionable de ser sometido a Juicio político por el Congreso de su país.

Ulysses S. Grant fue el sucesor de Johnson. Si como soldado, Grant fue un héroe excepcional, como bebedor Grant fue heroico en proporciones épicas. Pero, Grant desconocía otra palabra: "moderación". Grant fumaba 800 cigarros mensuales.

Como presidente, el General toleraba la corrupción que lo rodeaba con indiferencia absoluta. En caso de que la Justicia enjuiciara a sus compinches, Grant intervendría, como lo hiciera en el asunto de Orville E. Babcock, su secretario personal; quien, incidentalmente, fue acusado de conspirar en un esquema para defraudar al gobierno de los impuestos del licor.

Uno de sus deseos frustrados, fue la idea de anexar la República Dominicana, para construir bases navales. Idea que el Congreso de su país no aprobara. Proposición ésta, que hoy, muchos viajantes de yola, con destinación a Puerto Rico, aplaudirían.

En sus días postreros Grant sufrió de carcinoma de la garganta requiriendo su adicción iatrogénica a la cocaína y la morfina, en la forma de la invención médica conocida como el Cóctel de Brompton.

Como tributo póstumo al General, en la ciudad de Saint Louis, se puede visitar la renombrada "Grant’s Farm", paraíso de los niños y escape del trajín para los adultos. La cabaña que el general habitara se puede visitar y la propiedad está abierta para todos, cortesía de la cervecería más grande del mundo — Anheuser-Busch —- ¡El vicio al servicio de su pueblo…!

Aunque no haya razón aparente para que así fuera, la efigie de este Presidente hoy puede verse en el billete de cincuenta dólares.

Ulysses S(impson) Grant

Rutheford B. Hayes y su esposa Lucy (la primera, Primera Dama, graduada universitaria) mantuvieron una Casa Blanca libre de licores y afirmaron su soporte del movimiento de la abstinencia total. Esta actitud le ganó a las fiestas de Lucy el remoquete desdeñoso de: "Las limonadas de Lucy."

El Presidente Chester Arthur, sucesor por asesinato a su predecesor; restauró, con fervor inusitado, la costumbre de beber en la Casa Blanca, la que remodelara para introducir una cava atiborrada de vinos. Pronto Tiffany, su esposa, y el nuevo Presidente eran huéspedes célebres de banquetes opíparos; repletos de manjares epicúreos, vinos importados, postres dulcísimos y de cordiales. Arthur, sin dilación alguna, engordó hasta llegar a la obesidad; padeciendo de indigestión crónica, de los cálculos biliares y de la nefritis. La miseria constante en que viviera le impedía dormir, dependiendo en el suministro de narcóticos, recetados por sus médicos, los que necesitaría hasta el día de su muerte.

El Presidente Grover Cleveland, hombre controversial, líder de méritos insustanciales, y que a 250 libras fuera, hasta la llegada de Taft, el presidente más gordo que ocupara la Casa Blanca; hizo hábito de mezclar la violencia conyugal con el alcohol — bebía y le daba golpes a su mujer.

Frances Cleveland

William McKinley, se juramentó como el vigésimo quinto de los presidentes. Su uso del tabaco y su pasión por los vinos se popularizaron en muy poco tiempo. Bebió y fumó hasta el mismo día que cayera víctima del disparo del anarquista Leon Czolgosz. Aún en su lecho de muerte, McKinley suspiraba por sus cigarros y su vino.

McKinley fue sucedido por Theodore Roosevelt, el presidente más joven que su país tuviera. Un abstemio consumado, pero, a la vez, adicto empedernido a la cafeína. Roosevelt impulsó la causa de la sobriedad, mientras que endosara el café de Maxwell House, introduciendo el slogan: "Bueno hasta la última gota."

En sus relaciones con la República Dominicana. El 21 de enero del año 1905, cuando nuestro endeudado país dejó de cumplir pagos en la deuda contraída con gobiernos europeos, Roosevelt tomó control de las aduanas.

El récord de la gordura presidencial norteamericana queda en la persona de William H. Taft. Cuyo único logro y distinción especial, fue la de pesar más de 350 libras y la de requerir que se instalara una bañera enorme en la Casa Blanca para acomodar su corpulencia física. La bañera famosa, medía 7 pies de largo, por cuatro de ancho — la que acomodaba con facilidad los tres trabajadores que la instalaran — unos beben, otros comen — ambos pueden ser vicios…

William H. Taft

El uso de narcóticos no era extraño en este período de la historia, ya que los farmacéuticos dispensaban, sin receta alguna, una mezcla de alcohol, cannabis, cocaína, morfina, azúcar y opio en una cornucopia de placeres para quienes la consumían.

Con la cocaína sumada, las nuevas bebidas de cocaína y cafeína (Coca-Cola), estaban conquistando el mercado con su mezcla estimulante saturada de azúcar. La Coca-Cola no removió la cocaína de sus bebidas hasta el año 1903. Pero, retendría dos componentes en su manufactura: el agua y el azúcar… de entre estas dos, el agua es la inocua…

Pero no importa, porque ya, esta mezcla extraña de azúcar con agua, había conquistado el mundo de los nuevos adictos — el de los enviciados con los refrescos.

Durante todo este período, los legisladores y los presidentes, continuarían sus bebederas subrepticias.

Finalmente la Décima Octava Enmienda de la Constitución (La Prohibición) pasó en el año 1917 y se implementó en el 1920.

A pesar de la Ley, el Presidente Warren Harding bebía y fumaba habitualmente, a puertas cerradas, en la Casa Blanca.

La presidencia de Harding le ha garantizado un lugar seguro en la lista de los Peores Presidentes de los Estados Unidos. De exiguos talentos e inteligencia limitada, carente de cualidades de liderazgo, sumido en el lodo de la corrupción que lo rodeaba, incluyendo la encarcelación de uno de los miembros de gabinete, Harding murió repentinamente, dejando un hijo ilegítimo en su estela.

El Presidente Calvin Coolidge prefirió fumar sobre el uso del alcohol. El peso de la presidencia se ilustra en la siguiente anécdota. Durante el desayuno, Coolidge sirvió café con leche en el platillo de su taza. Lo que debidamente sus invitados imitaran, luego, con una sonrisa, bajó su mano y le ofreció el brebaje al Primer Gato.

De Coolidge se dice, que fue el primero de los presidentes que durmiera por la duración de su gobierno — tan poca cosa lograra. Su única gloria fue haber nacido el 4 de julio. Tres otros presidentes han muerto en el mismo día.

Sus críticos dicen, que aún eso lo hizo de atrás para alante…

Pero, la Prohibición nunca fue efectiva, porque el ser humano con sus módulos natos arriesga la vida cuando se trata del asunto de alterar la mente.

No olvidemos ese detalle…

En 1933, el año en que Franklin Delano Roosevelt fuera juramentado para comenzar su primer término, la Enmienda Número Veintiuno de la Constitución pasó, abrogando La Prohibición.

Sus cuatro gestiones serían confrontadas con problemas de índoles mayores muchas de éstas, relacionadas con las drogas. Su ambición por un tercer término en la presidencia fue mantenida secreta hasta el momento oportuno. El Enmiendo Número Vigésimo Segundo de la Constitución, pasado después que muriera, limitó de nuevo la reelección a dos períodos.

La prohibición del alcohol había estimulado el aumento en el consumo de la marihuana, el tabaco y el mercado negro de otras drogas.

La marihuana llegaba proveniente de México y de Cuba en cantidades enormes.

Roosevelt, fumador de 80 cigarrillos diarios, era asimismo, amante del alcohol y de las mujeres. Su tercera droga favorita, el tabaco, participó en el financiamiento de la Segunda Guerra Mundial.

Como en esa época la prensa comenzara el escrutinio de la vida de los presidentes con creciente interés, los futuros primeros magistrados se tornarían más discretos en sus hábitos de consumo. Los que nunca totalmente renunciarían.

John Fitzgerald Kennedy fue famoso por su cigarro, sus mujeres, sus conexiones con la mafia, el uso de las anfetaminas y de la marihuana. También se dice que disfrutara del uso de una mecedora dominicana, regalo de Trujillo… ¿Quién sabe?

JFK

Nixon, Reagan y Bush I, mantuvieron una relación cordial con los suplidores de tabaco y de alcohol, aunque ninguno fumara. Mientras que Jimmy Carter sufría de las desvergüenzas causadas por las bebentinas del Primer Hermano, Billy. Gerald Ford tuvo a su Betty, mientras que Dukakis (de haber ascendido al solio de su país) hubiera tenido su "Betty" en la persona de su consorte Kitty, adicta a los estimulantes.

Aún quedan Clinton (apodado el Genio de la Veracidad) por sus relaciones especiales con el uso de la mentira y por su adicción a las mujeres — a las que confundiera, en ocasión con los cigarros, y Bush II con hijas, sobrinas y aún él mismo, aficionados, a veces, al uso de las "sustancias" — eufemismo por "drogas."

Ahí tienen ustedes, algunos de los presidentes insignes, del país responsable por financiar y librar, las batallas pírricas para triunfar en la Guerra (imposible) contra las Drogas.

¿Pero qué hacer para combatir el uso de las drogas? Obviamente, hay que hacer algo nuevo, ya que todo lo hecho no ha dado resultados.

Primero, aprendamos las lecciones de la historia. El Cuarto Instinto hace del uso de las drogas algo que es inevitable — no importa lo que quien sea nos amoneste.

Hay drogas que son legalizadas de maneras ventajosas, pero cuyo consumo es peor que el de las ilegales. La marihuana, por ejemplo, onza por onza es menos peligrosa que el tabaco y el alcohol combinados. Y la que, coincidiendo con este artículo, ha sido autorizada para su venta en farmacias canadienses. Legalización ésta que se efectuara contra las objeciones de ese dechado de virtudes que es Bush II — el ingeniero controversial de la guerra en Irak.

En el Arte de la Guerra, para vencer al enemigo hay que reconocerlo primero y ubicarlo después. Las drogas si se regularan, como se controlan la cerveza, el alcohol y el tabaco, se volverían accesibles a su inspección y distribución directa, negándoles el mercado negro del que siempre disfrutaran. El gobierno se beneficiaría en la forma de impuestos para proveer la educación, eliminando a su vez, ese anodino de la niñez: el desayuno escolar dominicano.

Habrá que rediseñar la definición que empleamos, asignando asimismo, el lugar apropiado a otras drogas que se suponen ser inocuas: Éstas son el azúcar, los fast foods, los esteroides anabólicos y las comidas viciadas que a todos engordan.

Hacer de combatir la obesidad, con el abuso de todas las drogas… otra prioridad nacional.

En fin, reconocer la importancia del Cuarto Instinto y de sus consecuencias finales — cuya existencia ha contribuido enormemente a las fortunas de tantos ciudadanos ejemplares… y a la miseria de todos.

Una adicción precoz: la adicción pueril a la lactosa

La adicción a la lactosa, aquí nos sirve como ejemplo de un modelo de vicio insospechado en la niñez.

El caso de Daniel, visitado de nuevo.

A Daniel lo conocemos bajo otra guisa en la sección de La Salud.

De diez años de edad, Daniel además de tener trastornos del aprendizaje, del desenvolvimiento social y del habla; Daniel comía sin parar.

Sus padres le permitieron la indulgencia en la comida desde que fuera un bebé, ya que, culturalmente, en este país, la gordura en los niños se confunde con ser saludables.

Todos lo conocían como retardado, porque sus comportamientos y sus actividades escolares eran inapropiadas e inmaduras.

No podía jugar pelota, no tenía amigos, no había aprendido a montar una bicicleta y su coordinación era pobre.

Sus dificultades más debilitantes eran en las áreas más importantes: la social y la del habla.

El diagnóstico: Síndrome de Asperger se aplicó y con éste se inició su terapia.

Daniel hizo mucho progreso.

Pero, Daniel, tenía una afinidad pertinaz por el sabor de los dulces: Su harina de negrito, la mezclaba con huevos y guineos, descubrió, con deleite, la venta engañosa de un jugo de naranjas local, que a pesar de decir en la etiqueta que no contenía azúcar; la tuviera. Lo bebió con avidez entusiástica, hasta que reconociera lo del empaque engañoso. Persistentemente recurría a cualquier subterfugio para lograr manjares de sabor dulce — prefiriendo la sopa de auyamas. La que consumiera asiduamente.

Los sabores intensos, como de modo característico sucede a los adictos, le fascinaban. Ponía sal en su comida, hasta, a menudo, dañarla.

Un día descubrió, en la despensa, una lata de leche en polvo, la que mezclara usando seis onzas de leche por cada dos onzas de agua. El resultado: lactosa concentrada.

Así fue que Daniel confrontara los efectos y los orígenes de su adicción al azúcar…

Porque el sabor delicadamente dulce de la lactosa contenida en la leche materna, produce la descarga de serotonina en el cerebro del niño con beneficios bien establecidos.

Otras drogas hacen lo mismo.

Sin embargo, la dulzura exagerada de los postres, dulces y golosinas que les ofrecemos, y que nuestros hijos habitúan, son innecesarias y además de eso envician y engordan.

Como enseñáramos en una previa lección, la adicción a las drogas, es un asunto de la intensidad de su efecto. La lactosa concentrada es un isómero del azúcar. Concentrándola más, tendríamos los mecanismos de acción de la cocaína, o de la morfina…

Fernando Botero

Fin de la lección.

El Buzón Universitario

La Pornografía, Otra Droga, y los Trastornos del Comer

Cuando se ensaya en la mente, una función vital, el cuerpo responde con un deseo que urge a procurar su satisfacción inmediata.

Si se abre una revista en cuyas páginas se presentan manjares ricamente presentados, seguidos de recetas, provistas ampliamente de azúcares, chocolate, vainilla, caramelos o, en el caso de otros platos; de las grasas, las harinas procesadas, de los huevos en abundancia y de los condimentos profusos; nuestra reacción inmediata es la del deseo de comer, sino precisamente la comida que nos ha estimulado, entonces algo parecido, similar… o simplemente comer algo… Para así provocar la descarga de serotonina y de endorfinas cerebrales. Ésta es técnica favorita del mercadeo, la de incitar nuestros apetitos primordiales y la de excitar nuestros módulos natos.

Vicio…

Nuestra instintiva reacción, es característicamente la de un capricho o un antojo por una sustancia estimulante, ya que el acto del comer no se iniciara en respuesta al imperativo biológico del hambre. El hambre siendo simplemente, la necesidad de obtener alimentos para alimentarnos y vivir.

Tradicionalmente, los seres humanos, hemos sido entrenados a desear las comidas que son sabrosas — porque se comportan como drogas. En turno, nosotros pasamos la costumbre de la mesa familiar a nuestros hijos a quienes los introducimos tempranamente a comer, por el gusto de comer.

En la vecindad del centro del hambre, muy bien protegido por su topografía profunda en el cerebro, se encuentra el dirigente que gobierna la función reproductora y sexual del ser humano. Es éste el centro que controla el estro en algunos animales y que funciona de modo peculiar en nuestra especie; ya que el ser humano puede contarse entre aquellos vertebrados que ejecutan la función sexual sin fines de reproducción.

El matrimonio gay… sin función reproductora, tiene su propósito: controla la natalidad y la sobrepoblación.

Pero bien, la industria publicitaria no dejó escapar otra oportunidad de acrecentar sus riquezas con la explotación del apetito sexual, como hace con otros vicios; ya que usando los mismos métodos visuales con que anuncian las cosas apetitosas, nos presentan las posibilidades de disfrutar, por substitución, lo lascivo; viendo películas que son celebradas por la conducta carnalmente explícita de los actores.

Fernando Botero

Lo que estoy tratando de decir, es que a mí me parece que el responder a un anuncio televisado y comer, simplemente, porque la comida nos incita, tiene algo en común con el acto de presenciar un espectáculo gráfico y descriptivo de la actividad sexual y sentir la urgencia de imitar lo erótico presenciado.

Así mejor entenderemos la comida, y el placer voluptuoso que, a veces produce, en su aplicación y uso como actividad adictiva.

Porque para muchos de mis pacientes, la comida es droga de consumo —- simplemente, otra adicción…

Contribuya a la liberación de los oprimidos. Haga donaciones voluntarias a www.cafebambu.com

 

F. Larocca

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