- Introducción
- La épica
- Características de la épica
- El Cantar de los Nibelungos
- La Chanson de Roland
- El Poema de Mio Cid
- La épica, hoy
- Conclusión
- Anexo
- Bibliografía
Introducción
Presente en la mayor parte de las antiguas literaturas, vinculada umbilicalmente con la mitología o la historia real de los respectivos pueblos que la originaron, la poesía épica puede reivindicar como propios algunos de los grandes monumentos literarios de todos los tiempos, desde el Guilgamesh basta la Ilíada, desde el Beowulf hasta el Canto de la incursión de Igor, desde la Chanson de Roland hasta el Cantar de Mío Cid.
La épica anónima de la Edad Media europea constituye un – momento muy particular en la evolución del género épico—si es que, en la historia de los géneros, resulta lícito hablar de evolución, y aquí será el centro de nuestras investigaciones, por eso no quiere decir, por cierto, que en otros lugares del mundo y en otras épocas no hayan existido expresiones muy significativas de esta índole. En rigor, todos los pueblos mediterráneos, mesopotámicos y del resto de Asia han cultivado el género, y aun resulta fácil encontrar elementos épicos en los legados literarios de las civilizaciones extinguidas o primitivas de África y América. Podemos darnos una idea de la dispersión en el tiempo de la épica mencionando a un tiempo los precristianos poemas homéricos y las composiciones eslavas o turcotártaras —apenas o nada influidas por la literatura escrita— de los siglos XIX y XX.
La épica
La épica es un género poético cuyo nombre deriva del griego "epos", que se aplicaba a cualquier composición, de cualquier contenido y longitud, en hexámetros. Después, se ha entendido por "épica" a toda composición poética que narre con cierta extensión un argumento de hazañas extraordinarias realizadas por grandes héroes dotados con frecuencia de virtudes casi sobrehumanas.
El origen del género épico hay que buscarlo entre las más antiguas expresiones que ha producido la cultura a la que pertenecemos. El poema épico emblemático de la literatura de occidente es la Ilíada. Se considera emblemático porque ofrece un modelo en cuanto a la manera de narrar, el tratamiento del tema y de las acciones, la conformación de personajes heroicos y un amplio repertorio de recursos estilísticos que sirve a la épica posterior y que se proyecta hasta la actualidad.
Se atribuye la creación de la Ilíada a Homero, quien se supone que la escribió en el año 730 a.C. Éste, ofrece el resultado de una larga tradición que se remonta hasta el 1200 a.C. Por aquel entonces, los poetas eran llamados aedas y se encargaban de componer las historias y reelaborar las leyendas populares de memoria; las cantaban acompañándose con instrumentos de cuerda, sin caja de resonancia como la lira.
Si bien las formas más lejanas en el tiempo que se han conservado lo han hecho gracias a la escritura, el modo de difusión en las civilizaciones que las crearon era oral. La transmisión oral exigía por parte del aeda un gran ejercicio de la memoria. La estructura en verso, las formas rítmicas fijas, las repeticiones de epítetos, adjetivaciones y fórmulas sintácticas completas facilitaban la tarea memorística.
Además, la Ilíada y la Odisea eran obras que se utilizaban para la formación educativa de los jóvenes, para el conocimiento de la propia lengua, la historia y la geografía, la religión, y hasta para enseñar cuáles eran las armas que utilizaba un guerrero o como se orientaban aquellos que se hacían a la mar en pesados barcos. Por eso, los aedas debían esforzarse para mantener sin modificaciones la versión original que ellos habían recibido, tarea para la cual debían perfeccionarse en sus aptitudes memorísticas.
Características de la épica
Entre las principales características del relato épico, debe consignarse la ubicación temporal de los hechos narrados. Se trata de un pasado lejano, un tiempo leyendario que coincide con el nacimiento de los valores que constituyen una cierta nacionalidad. Las naciones modernas son el producto de un conjunto de transformaciones económicas, sociales, políticas y culturales; muchos de los datos centrales que caracterizan a estas transformaciones se encuentran en la épica medieval: la necesidad de delimitar los territorios y de recortar un conjunto específico de tradiciones lingüísticas, artísticas y culturales en general que posibiliten la creación de una "identidad común".
El segundo aspecto fundamental y característico del género épico tiene que ver con el personaje central en torno del cual se organiza la totalidad del mundo épico: el héroe. Los héroes son verdaderos arquetipos, es decir, guerreros que condensan una serie de virtudes en tal alto grado que se elevan por sobre el plano humano hasta convertirse casi en Dios.
El héroe por excelencia es el guerrero, de allí se comprende que las virtudes que lo definen más acabadamente son el valor y la lealtad hacia sus compañeros de armas. En la épica del Medioevo, se debe sumar el respeto sagrado a la relación de vasallaje, o sea la obediencia sin excusa que se le debe al rey.
Las mujeres, esposas, amadas e hijas, reproducen esa relación de respeto, amor y obediencia hacia el hombre masculino.
La épica medieval
Para comprender la épica medieval, es imprescindible como base un acercamiento a la historia. En tal sentido, valdrá la pena recordar que la Edad Media, desde el punto de vista histórico, se extiende desde la caída del Imperio Romano de Occidente (476) hasta la toma de Constantinopla por los turcos (1453) o, según otras referencias, hasta el descubrimiento de América (1492).
En lo social la interrupción de las comunicaciones y el comercio, dio a Europa una fisonomía de mundo rural, todo lo cual trajo aparejado el origen del sistema feudal. Asimismo, el desmembramiento del Imperio, provocó la formación de nuevas lenguas denominadas romances, derivadas del latín.
La épica constituye uno de los grandes géneros de la antigüedad. Su importancia se demuestra en la cantidad de siglos en que se mantuvo como muestra de una de las formas superiores del arte. Sin embargo, el género sufrió transformaciones con el paso del tiempo y con las particularidades de las diversas culturas europeas que reclamaron su herencia. Este fenómeno es bien visible en la Edad Media y aquí será el centro de nuestras investigaciones.
La leyenda del rey Arturo
Artús o Arturo es un personaje de leyenda que reinó entre los bretones a principios del siglo VI. El origen de Arturo ha sido muy discutido. Algunos historiadores especulan con que el personaje histórico que pudo haberlo originado es el jefe de los brotones que venció a los sajones en tierras de Badon Hill (hacia 516).
En un principio, se creía que Arturo provenía de las leyendas populares de Bretaña; sin embargo, los especialistas perecen inclinarse, en la actualidad, a considerar que este héroe surgió del choque de la civilización celta con la francesa, que culminó con la conquista de Inglaterra por los normandos, otro pueblo de origen germánico.
El rey Arturo aparece, por primera vez, citado en la Historia britonum (Historia de los bretones), del historiador latino Nennius (siglo IX). El escritor inglés Godofredo de Monmouth (1102-1154) realizó la primera versión de la leyenda al escribir, en 1136, su Historia Regun Britanniae (Historia del Reino de Bretaña).
En 1155 el cronista anglonormando Robert Wace (1110-1175) tradujo al francés, en forma de verso, la obra de Godofredo y le dio como nombre Li romans de Brut (Romance de Brut). En esta versión, se incluyó, por vez primera, la célebre mesa redonda, diseñada con esa forma para que ninguno fuera más que el otro.
El principal caballero, Lancelot, se convertirá en el amante de la reina Ginebra; la unión de Lancelot y Ginebra se convirtió con el tiempo en un motivo romántico clásico. En su origen, el romance constituye uno de los mejores ejemplos del llamado "amor cortés", es decir un tipo de acercamiento amoroso que imponía conductas fuertemente codificadas para el hombre y la mujer, que incluían la humillación, el renunciamiento y el sacrificio.
La leyenda de Arturo ha dejado, más allá del propio rey, un conjunto de personajes memorables y bien definidos: el mago Merlín, la hechicera Morgana, la bellísima Ginebra, Lancelot, Gauvain.
La "materia de Bretaña" – que es el nombre con que se conoce ese conjunto de obras aparecidas en el siglo XII – sirvió de alimento artístico a numerosos autores de la Edad Media.
El Cantar de los Nibelungos
Esta obra tiene un origen germano, por lo que hay que hacer énfasis en la épica medieval de este país.
La poesía heroica tiene antecedentes muy antiguos entre los pueblos germánicos. "Godos, burgundios, francos, lombardos, daneses, suecos y turingios proporcionaron los mejores héroes y los mejores poetas".
La temprana Canción de Hildebrando conservada en un manuscrito del s. IX, es un testimonio valioso de la primitiva épica germánica, y probablemente fue compuesta a comienzos del s. VII.
La situación histórica que sirve de soporte a la mayor parte de la épica alemana es la decadencia del reino burgundio, que tuvo lugar en el s. V. Aunque Atila no había intervenido en la destrucción del reino burgundio, la tradición le atribuyó esta responsabilidad y le otorgó un puesto destacado.
De esta manera, quedan definidas las líneas directrices que confluirán en el principal cantar de gesta alemán y que alimentará el género por muchos años: El Cantar de los Nibelungos
Como ocurre con otras tradiciones el más antiguo de los grandes cantares épicos que han podido conservarse en Alemania es también el más importante de este pueblo, y en torno suyo se ha podido florecer con posteridad toda una serie de poemas heroicos que se le parecen en la forma o en el asunto.
El Cantar de los Nibelungos parece haber sido compuesto por un juglar austrobávaro entre 1200 y 1204; ninguna de las investigaciones ha permitido descubrir la identidad del autor, y solo se supone que fue un cortesano que en algún tiempo estuvo al servicio del obispo Passau, Wolfger von Ellebrechtskirchen.
El tema central del poema es, naturalmente, el fin del reino burgundio. El argumento del Cantar apenas modifica la tradicional leyenda bávara invadida por el ciclo burgundio. La epopeya constituye una síntesis del héroe épico de la mitología germánica y el héroe cortesano de la caballería cristiana de los Hohenstaufen.
Los motivos fundamentales de esta epopeya están constituidos, junto a la fidelidad que impone la relación de vasallaje, por la lealtad al amigo y a los vínculos familiares, como tan espectacular y conmovedoramente se expresa en su segunda parte, que narra la venganza de Krimilda, viuda del héroe Sigfrido.
Fraccionado en más de treinta manuscritos, el cantar se ha reunido en tres versiones básicas: la de Múnich, la del Danubio y la de Sankt Gallen. Además, ha constituido la base de múltiples redacciones y adaptaciones.
La Chanson de Roland
Los diversos equívocos y ambigüedades surgidos en torno de las investigaciones acerca de los orígenes de la épica francesa están todavía lejos de haberse disipado en su totalidad. La epopeya de Francia, refleja mejor que ninguna otra del mundo feudal, con su carencia de individualismo y su apego a los valores caballerescos; por más que a menudo toma como pretexto hechos históricos ocurridos supuestamente varios siglos antes, los matiza con interpolaciones fantásticas y extraordinarias y no llega nunca a ser realista.
El único manuscrito de la Chanson de Roland – copia del original – conservado en la Biblioteca Bodleiana de Oxford, permitió tomar contacto directo con la primera gran epopeya francesa. De su autor únicamente se sabe lo que reza en el final del manuscrito "Aquí acaba la gesta que Turoldus cantaba". Este Turoldus o Turoldo, pues, debió de haber compuesto el poema y si nos atenemos a los trabajos filológicos, fue un clérigo normando con un buen conocimiento de las obras clásicas y de las crónicas históricas latinas carolingias.
En el centro del cantar está un episodio histórico: la expedición de Carlomagno contra los sarracenos de España. Rolando o Roldán, su protagonista, parece haber sido un personaje histórico real, el Ruotlandus que cita Eginardo en su Vida de Carlomagno, que efectivamente murió en Roncesvalles.
Refiere un episodio de las empresas de Carlomagno en España, precisamente la traición tramada por Ganelón junto con Blancardín, consejero de Marsile, rey moro de Zaragoza, para vengarse de Rolando. Los sarracenos sorprenden la retaguardia de los francos en Roncesvalles : allí mueren 20.000 cristianos, y con ellos el valiente y sabio Olivier, amigo fiel de Rolando; el obispo Turpín, los pares de Francia y el propio Rolando. Carlomagno los venga, desbaratando el ejército sarraceno, al que acababa de reforzar Baligant, el poderoso emir de Babilonia; luego conquista Zaragoza, y juzga y sentencia a muerte al traidor Ganelón.
La Chanson está escrita en tiradas de versos asonantados, por lo general decasílabos, que se ajustan con flexibilidad a la narración de la epopeya; la lengua del autor todavía no está estabilizada, y no pocas veces puede chocar al lector actual la relativa pobreza sintáctica del poema y la confusión que introduce en el uso de los tiempos verbales, aparte de la falta de uniformidad del vocabulario mismo.
Después del Roland la leyenda carolingia alcanza extraordinaria difusión; a partir de él, el género cuenta con una tradición importante en lengua vulgar, muy por encima de las cantilenas y los versos épicos hasta entonces difundidos.
El Poema de Mio Cid
Diversas teorías se han formulado para explicar la génesis de épica medieval en España. Ya en el s. XI, cuando ésta comienza a ganar popularidad en toda Europa, resulta indiscutible en España la gravitación de la "canción de gesta" francesa.
La épica española ofrece una originalidad sorprendente respecto de las del resto de Europa. Su tónica general es más popular que la de todas las otras; además, canta hechos contemporáneos o casi contemporáneos, por ejemplo, con la épica alemana y la épica francesa. Sea como fuere, la singularidad de la épica castellana es indiscutible; y antes que nada, puede demostrarlo una lectura cuidadosa de su mayor obra: El Poema de Mio Cid.
Se trata del más antiguo cantar de gesta conservado y el primer gran testimonio de la literatura castellana. El cantar de gesta es la narración de hechos históricos, compuesto en versos de arte mayor de rima incompleta y asonante, agrupados en estrofas de longitud variable.
El Cantar de Mio Cid fue compuesto hacia 1140 por un poeta anónimo y se transmitió a través de un manuscrito copiado por un amanuense llamado Per Abbat o Pedro Abad hacia 1307. Consta de 3730 versos asonantados dispuestos en series variables, y en su estado actual, se encuentra dividido en tres partes: el Cantar del destierro, las Bodas de las hijas del Cid y la Afrenta de Corpes. La versión que integra este volumen se circunscribe a la primera de estas tres secciones. Narra con realismo y ajustada fidelidad a los hechos históricos la vida de Rodrigo Díaz de Vivar, desde su exilio hasta el matrimonio de sus hijas, doña Elvira y doña Sol.
En el primer cantar, el Cid convoca a sus vasallos luego de haber sido desterrado por el rey Alfonso VI. Las razones del destierro tienen que ver con el cobro de las parias que tributaba el rey moro de Sevilla al rey Alfonso VI. El cid, tras ser víctima de una conjura llevada a cabo por el conde García Ordóñez, quien lo acusa de haberse quedado con parte de los tributos cobrados, es desterrado.
La historia se inicia, precisamente, cuando el Cid debe abandonar su tierra. Comienza así su largo peregrinar que lo lleva a separarse de su familia y a luchar contra los moros a fin de conquistar territorios y obtener el perdón del rey.
Después de muchas luchas, en las que conquista importantes territorios, el Cid alcanza finalmente el perdón del rey – en el segundo cantar – y acepta el pedido de éste para que sus hijas se casen con los infantes de Carrión. Con el casamiento de las hijas del Cid, termina este segundo cantar.
En el tercero, luego de una prueba por la que pasan los infantes de Carrión, y en la que demuestran su cobardía y sus nefastas intenciones, el Cid conquista nuevos territorios a favor de la Corona. No pasara mucho hasta que los infantes de Carrión den muestras de su calaña azotando vilmente a sus esposas. Este ultraje impele al Cid a reclamar justicia ante el rey. Así es como en la corte de Toledo, el Cid recobra su honra.
El triunfo de los vasallos del Cid contra los infantes de Carrión da lugar, a modo de epílogo, a un casamiento que cierra la obra y que reivindica definitivamente al Cid: sus hijas contraen enlace con los infantes de Navarra y Aragón.
En cuanto a la temática de la obra, presenta gran cantidad de temas, pero la honra quizás sea el tema que deba subrayarse por encima de los demás. Claro que todo ello deberá ser comprendido en el marco de una época en la que los hombres se debatían por alcanzar sus ideales de valor y dignidad. Lo cierto es que junto con el honor surgen otros temas: la fidelidad, el vasallaje, la justicia, la religiosidad, la solidaridad, el amor, etc.
El "verdadero" Rodrigo Díaz de Vivar, llamado el Cid Campeador, fue un guerrero castellano que nació en Vivar, Burgos, cerca del año 1043, y murió en Valencia en 1099. Muy joven entró en la corte de Fernando I, rey de Castilla y Aragón, y llegó a ser con posterioridad capitán (alférez) de la guardia real de Sancho II al obtener éste el trono de Castilla. Sancho II combatió contra sus hermanos: García de Galicia y Alfonso VI de León, y participó también en el conocido como cerco de Zamora, donde el monarca fue asesinado en circunstancias que los historiadores no han logrado aclarar. Por eso, Rodrigo Díaz fue el encargado de tomar el juramento de Alfonso VI de que no había matado a su hermano, como requisito para que lo sucediera en el trono. Bajo las órdenes de Alfonso, Díaz de Vivar realizó diversas excursiones militares; en el cumplimiento de algunas de ellas, en particular contra los árabes en Toledo, el Cid no habría cumplido con exactitud las órdenes reales; y tal desacuerdo debió pagarlo con el destierro en 1081. A partir de entonces, el Cid y sus hombres pelearon bajo el mando del reyezuelo musulmán que ocupaba Zaragoza. Después de la grave derrota sufrida en Sagrajas, el rey debió levantarle el destierro al Cid. La reconciliación duró poco y, esta vez, el Cid decidió actuar por su cuenta y, luego de derrotar en el pinar de Tévar (1090) al conde barcelonés Berenguer Ramón II, se asentó con su ejército primero en Lérida y, más tarde, en Valencia. El ejército almorávide (tribu sahariana que, desde el Magreb africano, extendió su dominio hacia el territorio español) deseaba aquella región; pero fue repetidas veces derrotado por el Cid, incluso cuando contaron con el apoyo de Pedro I de Aragón. Finalmente, el Campeador casó a su hija Cristina con el infante Ramón de Navarra, y a su hija María, con el conde de Barcelona Ramón Berenguer III.
El Cid murió en 1099, el mismo año que los cruzados tomaron Jerusalén. Durante los tres años siguientes, su esposa, Jimena, logró resistir el asedio de los almorávides. En 1102, el rey Alfonso fue en su ayuda pero, dada la situación, decidió evacuar la ciudad de Valencia: llevaban consigo los restos del Cid que recibieron sepultura en el monasterio de Cardeña (Burgos). Valencia fue el muro de contención frente a la embestida árabe que permitió que la región peninsular del Este resistiera fuera de su poderío.
De cualquier modo, se debe subrayar que la figura de Rodrigo Díaz de Vivar es materia de incesante disputas en la historia de España. La opinión más difundida lo muestra como un héroe nacional.
La épica, hoy
No se necesita buscar demasiado para advertir las mil maneras en que los personajes y temas de la épica antigua sobreviven. Y lo hacen con toda su fuerza en películas, series, historietas, tapas de CD, videojuegos, letras de canciones.
La épica no llega hasta la actualidad únicamente de esta manera directa, sino que también lo hace a través de infinitas "traducciones" y transformaciones. La más poderosa y popular es, sin duda, la saga que concibió el escritor británico John Ronald Revel, conocido con el seudónimo de Tolkien, que vivió entre 1892 y 1973. Su obra comenzó con El hobbit (1937) y se desplegó monumental- mente con su trilogía El Señor de los Anillos (1954-1955).
Otro ámbito donde los personajes míticos de las epopeyas han encontrado un ámbito fértil para su desarrollo es entre los "superhéroes" de las historietas; éstos, al igual que las criaturas de Tolkien, supieron ganarse muchos nuevos miles de seguidores cuando llegaron a las pantallas del cine y de la televisión.
Conclusión
El género épico fue el más importante en los tiempos pasados, es decir en los tiempos más remotos.
Si bien, los grandes clásicos grecolatinos, La Ilíada y las Eneida, se mostraron siempre como los modelos por imitar, el género épico sufrió transformaciones a lo largo del tiempo. Este fenómeno es bien visible en la Edad Media y surge de la confrontación de tres grandes obras.
La épica germánica gira con frecuencia sobre hechos acaecidos durante la emigración de los pueblos alemanes a las zonas romanas (Los Nibelungos es la gran obra épica germánica). La épica francesa se manifiesta en las "canciones de gesta" (La más conocida es La canción de Rolando). La española, más realista e histórica, gira alrededor de las hazañas de los grandes personajes de la Reconquista, cantándose en ellos la lucha contra el moro en pro de la Cristiandad (el Poema de Mio Cid es una muestra característica)
En el caso del Cantar del Mio Cid, es evidente que la tradición ibérica se muestra con un carácter más realista; los hechos de la vida de Rodrigo Ruiz de Vivar y de su familia se cuentas casi con los modos de la crónica histórica. No sucede así con La Leyenda del rey Arturo ni tampoco, con el Cantar de los Nibelungos. Tanto en un caso como en el otro, se acentúan los aspectos mágicos y maravillosos. La épica del norte de Europa se muestra mucho más influenciada por los mitos y por las leyendas paganas anteriores al cristianismo.
Toda época tiene su "Homero" propio, sus Nibelungos propios y su Chanson De Roland propia. Esto significa que las diferentes épocas han adoptado una idea diferente en cuanto a la figura del héroe, aunque siempre coincidiendo su origen.
Anexo
Edad media: La Edad Media, Medievo o Medioevo es el período histórico de la civilización occidental comprendido entre el siglo V y el XV. Su comienzo se sitúa convencionalmente en el año 476 con la caída del Imperio Romano de Occidente y su fin en 1492 con el descubrimiento de América o en 1453 con la caída del Imperio Bizantino, fecha que tiene la ventaja de coincidir con la invención de la imprenta (Biblia de Gutenberg) y con el fin de la Guerra de los Cien Años.
Santa Sofía de Constantinopla (532-537).
La ciudad medieval de Carcasona. Ciudades amuralladas, puentes bien guarnecidos y castillos son parte de la imagen bélica de la Edad Media.
La Épica, hoy
Cantar de Mio Cid
Cantar de los Nibelungos
La Chanson de Roland
La Leyenda del Rey Arturo
Bibliografía
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Boor, Helmut de, Das Nibelungenlied, Wiesbaden, 1956;
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Gispert, C., Gárriz, J., Enciclopedia Universal de los Conocimientos, Oceano (ed. lit); Teso, Manuel (prol.), Barcelona, ISBN 84-494-3123-9, vol. 2
Héroes Medievales: El Cid- Arturo- Los Nibelungos, ed., Cántaro, ISBN 950-753-130-0
Iglesias, N., Mahuer, S., Blarduni, E., Literatura Universal, Buenos Aires, 1971
Jirczek, O. L., Die deutsche Heldensage, BerlínLeipzig, 1922;
La mejor edición crítica del Poema de Mío Cid continua siendo la de Ramón Menéndez Pidal, Madrid, 1908-11 (3º ed., Madrid, 1954-56), en 3 volúmenes.
Wikipedia, la enciclopedia libre., "la épica" [EN LINEA] < http://es.wikipedia.org/wiki/%C3%89pica> [Consulta: 29/10/09]
Autor:
Braian RV