- Papel de la mujer en la familia alteña
- ¡Viva Cristo Rey y Santa María de Guadalupe
- Mujeres espíritu de la cristiada
- Mujeres madres
- Mujeres educadoras
- Mujeres valientes
- Mujeres monjas
- Asociaciones religiosas
- Congregación Mariana
- Brigadas femeninas de santa Juana de Arco
- Mujeres mensajeras
- Mujeres ejemplares
- Mujeres sentimentales
- Mujeres intercesoras
- Conclusión
- Bibliografía
El presente trabajo monográfico es una recuperación de la antropología femenina presente en la guerra cristera, esto es, se trata de un reconocimiento del papel histórico de la mujer en un movimiento social que hoy conocemos como la cristiada.
Este movimiento, como muchos otros, tocó fibras íntimas, delicadas, como fue la religión y quienes más la sufrieron, es posible, que hayan sido las mujeres.
La mujer ha sido protagonista del movimiento cristero, evidentemente religioso pero con reales y verdaderos alcances políticos, sociales y económicos. Vista desde cualquier perspectiva su importancia es histórica, social y antropológica.
En el presente trabajo la mujer es reconocida como formadora del hogar, por ser ella el punto de unión de la familia alteña; es reconocida también como guía, motivación y espíritu de la cristiada, por ser ella el impulso que alienta a sus seres queridos a defender la fe.
Insoslayable resulta también la educación e instrucción religiosa que enseñaba y transmitía a los suyos, así como su carácter valiente, heroico que la hizo pasar de ser la mujer piadosa y devota a ser la heroína, mensajera y ejemplo para todos de que la fe no es sólo un compromiso interno o para vivirse en casa; sino una convicción que exige ser vivida fuera de casa, donde no es reconocida y donde pretende ser evitada.
Aunque el título del presente trabajo es "La participación de la mujer alteña en la cristiada", se han tomado también ejemplos, testimonios, comentarios de los diferentes autores consultados sobre mujeres que no propiamente son alteñas, por considerarlos como significativos para poder entender el papel que la mujer alteña desempeñó en este tiempo ya que aun cuando la mujer alteña tiene características culturales – regionales – propias con las cuales se diferencia de las demás mujeres de la región, en el fondo su participación es similar a la de otra mujer de cualquier estado del país. Metodológicamente hemos pretendido entonces, basarnos en los casos más citados por los autores con la finalidad de dar más fundamento al presente trabajo.
Una de las pretensiones cualitativas de quien hoy escribe esto, es primero, reconocer la participación protagónica de la mujer, sea como actora directa o indirecta en la cristiada. Después será la invitación a seguirle apostando en los tiempos de bonanza o de crisis a la guía espiritual y al sustento material que la mujer aporta a la sociedad en la cual se desenvuelve.
Realizar este trabajo, más allá de la riqueza de conocimientos adquiridos y del rigor metodológico seguido, ha despertado en mí sentimientos muy humanos como la ternura, compasión, alegría, angustia, dolor de las mujeres de los cristeros; quizá sea que siendo mujer y madre nadie más que nosotras comprendemos los hervores de esos caldos.
en la familia alteña
Para poder entender las características y cualidades de la mujer alteña de 1920 a 1930, es importante primero entender la estructura familiar alteña de estos años.
La unidad primaria y célula básica de toda organización social es la familia. Entendida ésta, en la zona de los altos, como padre, madre, hijas y/o hijos; aunque, en ocasiones, también se integra por algún familiar cercano por alguna razón especial, como indigencia, enfermedad, etc.
Así pues, la familia es nuclear en términos generales, aunque, tal como menciona Díaz, no dejan de encontrarse rancherías con estructura de familia extensa, donde todos son parientes de todos, con una procedencia varonil común.
El tipo de habitación es neolocal, donde el hijo casado se aparta de los padres, pero se queda a vivir cerca de la casa de los mismos.
La división del trabajo es de acuerdo al sexo y la edad. A la esposa y a las hijas les corresponde todo lo relacionado con el cuidado de la casa y algunas labores manuales (costura, bordado, tejido de palma, etc.); al hombre y demás varones, el trabajo del campo o algún oficio para los tiempos en que no haya trabajo estrictamente agrícola (carpinteros, albañiles, ordeñadores, etc.).
Las mujeres alteñas, en tiempos de la "Cristiada", comienzan su diaria labor a las 6:00 a.m., según sostiene la investigación de Díaz y Rodríguez. A esa hora, alimentan a los animalitos como son: gallinas, puercos, guajolotes, pollos, perros… Después viene la molienda de maíz, que deberá ser abundante, pues como se casan pronto las y los jóvenes arandenses (antes de los 20 años de edad), tendrán muchos hijos. El promedio es de ocho hijos.
Una vez que las tortillas y el almuerzo han concluido, sigue el aseo de la casa, el trabajo de costura y después nuevamente el trabajo de cocina, luego el de costura, o lavar la ropa, la cena, el rosario y el descanso.
A todo esto se debe incluir las compras en el mercado, los actos piadosos como la misa, visitas al Santísimo, y la atención a las hijas y los hijos.
Como los esposos siempre están ocupados en los trabajos del campo o han tenido qué emigrar a los Estados Unidos, es decir, fuera de la casa, la vida de la familia gira principalmente alrededor de la mujer que asume su papel de esposa y madre, es decir, es el factor de unidad del hogar.
"Ella tiene un papel muy importante puesto que en sus manos está no solamente el cuidado y la alimentación de los hijos, sino toda la educación y formación de ellos. Y esa es la imagen que un alteño quiere para la mujer que sea su esposa; según sus propias expresiones, una mujer debe ser virtuosa para dar ejemplo y enseñar a sus hijos a rezar; económica, a fin de que pueda administrar los bienes escasos para el hogar; modista, para vestir a los hijos, y buena cocinera para alimentar a los miembros del hogar".
Aparte de esto, debemos considerar la educación formal que será casi siempre llevada a cabo por mujeres. Además, son ellas, quienes al frente del hogar, enseñarán a sus hijos la religión. En las comunidades rurales, las mujeres asumirán los roles de catequistas, capellanas y sacristanas. Son ellas quienes presiden los rezos en casa, quienes cuidadosamente se preocupan por sus hijos, que cumplan con las obligaciones de misa, sacramentos, confesión, etc. Son ellas quienes motivan a sus esposos a formar parte de la adoración nocturna y a sus hijos a integrar también el grupo de los pequeños adoradores o "Tarcisios". Son confidentes con voz y voto en las decisiones importantes de los hijos como son, matrimonio, viaje a Estados Unidos, y en este caso: la lucha armada.
La formación que la madre da en el hogar es comúnmente respaldada y respetada por el padre de familia.
Santa María de Guadalupe!
Uno de los gritos armados quizá más conocidos por quienes vivimos en la zona de los altos o para quienes conocen acerca de la cristera, es el de "¡¿Quién vive?! ¡Viva Cristo Rey y Santa María de Guadalupe!".
Utilizado como una contraseña o clave para reconocerse entre los cristeros o incluso para demostrar la gallardía o el temple del carácter, muchos personajes de la cristiada, antes de morir fusilados o ahorcados dejaban desgañitar por última vez su garganta con este grito que más que salirles del pecho, les salía del alma.
Nos preguntamos ¿Qué significa ¡Viva Cristo Rey y Santa María de Guadalupe!? Tal parece que no se trata de un simple panfleto o slogan, ni tampoco se trata de una jaculatoria o una oración. Se trata del reconocimiento de que la lucha no es por motivos humanos, sino por motivos divinos. Es además un sentimiento arraigado en las familias mexicanas, en este caso en las alteñas: No es una lucha sólo por Cristo, sino por Cristo vivo y si para vivir debo morir, es preciso hacerlo. Es además una lucha por Cristo que es Rey y está por encima de cualquier poder humano, por muy poderoso que sea.
Segundo, es una lucha porque Santa María de Guadalupe viva también, en las mismas circunstancias de Cristo, donde no importa si el precio del rescate que es vida de la religión, es la muerte para los fieles cristianos. Además, significa entender que no se trata de una lucha por un hijo (Cristo) y una madre (Santa María de Guadalupe), sino que es una lucha por una familia y para los alteños uno de los sentimientos más arraigados es el de la familia, donde están todos juntos reunidos en el regazo de una madre (Más que en el del padre).
Así pues, es una lucha impulsada por las mujeres, a ejemplo de María que impulsó a Cristo a cumplir con su misión; pero también es una lucha por una mujer, nuestra Madre Santa María de Guadalupe y por nuestro hermano Cristo Rey.
Decir ¡Viva Cristo Rey y Santa María de Guadalupe! Pasa de ser un lema o una señal de identificación y se convierte en la expresión de los nobles sentimientos de los alteños, que ante el valor que significa para ellos la mujer, sobre todo la madre, no dudan en dar la vida, como no dudan tampoco en quitarla.
Al realizar un análisis de algunos de los roles asumidos por las mujeres alteñas, tanto históricamente como coyunturalmente en los años veinte de este siglo, encontramos que efectivamente, las mujeres desempeñan un papel primordial, protagónico en un mundo, en ocasiones, demasiado masculino. Ante este análisis, la valoración entonces es que no se entiende la lucha cristera si no es considerando a la mujer como impulsora, alentadora o artífice de un movimiento social que salvando su fe, salvaba su familia.
espíritu de la Cristiada
Así como la virgen María soportó ver morir a su hijo en cruz, guardando el sufrimiento en su corazón y convirtiéndolo en una serena paz exterior; de la misma manera, las mujeres alteñas soportaron el peso que significaba ver a sus seres queridos (hijas, hijos, hermanas, hermanos…) formar parte de las filas de los cristeros con la clara certeza de saber que le entregaban un familiar a Dios más que a la causa revolucionaria.
Fueron ellas, las mujeres, llámense madres, esposas, hijas, novias, etc.; quienes ejercieron la verdadera presión sociopsicológica en los hombres a fin de convencerlos de "tomar las armas por Cristo Rey y la virgen Santa María de Guadalupe". Apelaban a que "lanzarse a la guerra" era un signo de hombría: "Todos los hombres a tomar Atotonilco y sólo las mujeres se quedarán en casa".
Para Juan Rulfo, "si no se entiende a la mujer no se puede entender la Cristiada", pues fueron ellas las primeras en participar en la defensa de la fe, desde sus circunstancias cotidianas, en los años 1925 y 1926.
En agosto de 1926, eran las más decididas a montar la guardia en las iglesias, y en todas partes los hombres se limitaban a desempeñar tímidamente un papel secundario, no enfrentándose al gobierno y a sus soldados más que para defender a sus compañeras.
La Cristiada no hubiera podido mantenerse sin la ayuda constante de las espías, de las aprovisionadoras, de las organizadoras, sobre las que recaía todo el peso de la logística y de la propaganda.
Ya no es dolor lo que sienten las mujeres cuando ven partir a "los cristeros"., ahora es alegría y satisfacción de saber que sus papás, esposos, hijos, novios, etc., están en la lucha o de saber que ya han muerto por Cristo Rey y nuestra Madre Santa María de Guadalupe.
¡Cómo no admirar el espíritu de las mujeres tan firme que las hacía incluso alejar de sí a quienes más quieren: sus hijos! Una madre decía al último de sus hijos, cuando el último de los caballos que quedaba, relinchaba ante el ruido de las balas: "hijo, a ese caballo le hace falta un buen jinete".
Ante estas palabras al muchacho sólo le quedó responder con presteza a las palabras de la madre. Fueron esas palabras de la madre el espíritu que lo impulsó a luchar por la defensa de la fe familiar.
Otro caso similar es el de Joaquín de Silva y Carrasco, acejotaemero de Tacubaya, ejemplo de hombría y desinterés, muerto por su fe en Zamora, Michoacán, en septiembre 12 de 1926; quien se presentó ante el sacerdote Joaquín Cardoso s.j. a confesarse y a darle a conocer su decisión de levantarse en armas en defensa de la Iglesia. El sacerdote sorprendido, solamente le hace ver el estado en el que dejaría a su madre y a sus hermanas. Joaquín de Silva le contesta: "¡Ah, padre! ¡Ellas son las que más me han alentado en mi proyecto!… No tema usted por ellas (la madre, hermanas y la novia), las dejo en buenas manos. Las suyas.
Uno de los casos más conocidos de arrojo femenino, además del de la madre "Conchita", es el de doña Elvira González de Vargas, quien una vez que "El maestro" Anacleto González Flores es descubierto en su casa y aprisionado junto con sus tres hijos, se despide de ellos con una frase que demuestra el alto grado de convencimiento que tenía de tratarse de una causa noble la de luchar por la fe y además muestra que el compromiso que inspiraba a estos jóvenes acejotaemeros a organizar la liga de la Acción Católica, tarde que temprano podría culminar con la muerte: "¡Hijos míos, hasta el cielo!".
Los hombres en la lucha, no dejan de pensar en sus seres queridos, entre ellos, las madres, esposas o novias. Son ellas quienes a la distancia pueden ver los sentimientos y sufrimientos de los hombres en la lucha, emociones que no quieren quedar en el olvido y por eso deben ser conservadas en el diario de combate de cada uno de los soldados de Cristo.
Las cartas desde los campos de batalla expresan el cariño tan especial hacia las mujeres, quienes motivaban la defensa de la fe por la cual se encontraban lejos de ellas:
"…y a ti, madre mía, ¿Qué puedo decirte? Sólo que te amo y que el pensamiento de abandonarte, dejándote sin recursos es lo que me desgarra el alma. Muero tranquilo, eso sí; Dios Nuestro Señor me está dando fortaleza; no llores, madrecita, reza nada más y confórmate; té queda un hijo más bueno que el que se va. Adiós…En la otra vida nos uniremos para no separarnos ya jamás, y ofrece el sacrificio de tus lágrimas por la conversión de tantos hermanos nuestros que están ciegos y no quieren ver. Tu hijo que te quiere. Juan".
En una guerra en defensa de la fe, lo más prohibido, el motivo por el cual se arriesgaba o entregaba la vida, debería de ser celebrado. Los templos y parroquias estaban siendo utilizados como cuarteles militares o destacamentos policíacos. Sin embargo, para no dejar morir la fe, las mujeres se encargaban de mantener vivo el culto a Dios en sus casas, donde improvisaban oratorios que suplieran, mientras no se restablecían las cosas, a la Iglesia. En los oratorios se guardaba el Santísimo Sacramento y se celebraba la misa a escondidas.
No dejan de sorprender las mujeres que no sólo animaban o impulsaban a los hombres, sino que ellas mismas tomaban las armas, como Agripina Montes "La Coronela" a quien los Federales imaginaban a la cabeza de las tropas de la Cierra Gorda de Querétaro, quizá no era un caudillo guerrero, pero organizó el alzamiento de Manuel Farías, en Colón, y lo propagó por toda la región con una energía absolutamente militar.
Madres
Desde siempre, las mujeres han tenido que hacerse cargo del hogar, a ellas ha correspondido la transformación de la casa (construcción física, patrimonio aportado por el padre) en hogar. Son ellas quienes dan vida a esas cuatro paredes que forman la casa habitación. Su espíritu y ternura maternal son un cobijo para las hijas e hijos, sea que el padre esté presente como en los casos de ausencia del mismo.
Luis Padilla Gómez, uno de los jóvenes más cercanos a Anacleto González Flores, habiendo perdido a su padre a muy temprana edad, encontró en su madre y sus hermanas un sustento para fortalecer su fe, e incluso ingresar al seminario.
Una oración a María compuesta por Luis, expresa el grado de afecto que le tenía a su madre, es asimismo reflejo de una educación tierna, solamente adquirida junto a ella:
"María: antes que el mundo fuera, Tú ya eras en la mente del Altísimo, pura como la luna, Tú en tu concepción sin mancha, vencedora del dragón. Tú en tu nacimiento, esperanza del Mesías. Tú en el templo, modelo de vida oculta. Tú en la encarnación, punto de unión entre la humanidad divinizada y el Dios humanizado. Tú Belén, primer altar del niño Dios. Tú en el calvario, supremo sacerdote que ofreces a tu propio Hijo Divino. Tú en el cielo; nuestra única esperanza. Tú siempre ¡Madre!".
Es como si, con anticipación, Luis reconociera el papel de la madre, como una mujer que ofrece a sus hijos a Dios. Ya no se trata de María, que como sumo sacerdote ofrece a su propio Hijo por la salvación de los hombres; sino de Mercedes Gómez de Padilla, quien como nuevo sacerdote, ofrece a sus hijos por la salvación de los nuevos hombres llamados cristeros.
Recias y frías exteriormente, las madres de los cristeros no dejaban de sentir interiormente la ternura y compasión de una madre ante la partida de sus hijos. Aún cuando sabían que era inminente la separación de su lado para tomar el camino de las armas, no dejaban de prodigar caricias a sus hijos y de bendecirles, besándolos largamente.
Se trataba de sentimientos encontrados. Por un lado el deseo de ver a los hijos enlistarse y responder a una noble causa; pero, por otro lado, la angustia y tristeza del corazón por el presentimiento de, tal vez, no volver a ver a sus hijos.
Episodios de dolor y sufrimiento para las madres los hubo interminables como el del 24 de julio de 1927, muchas familias que estaban refugiadas en los barrancos, cayeron en las garras de los soldados; en una cueva de las que habitaban las familias perseguidas, fueron encontradas varias personas, y las mujeres, ante la presencia de sus esposos y de sus hijos fueron violadas. Los hombres amarrados y después asesinados. Los niños – en presencia de sus madres -, que llenos de espanto lloraban y se abrazaban de sus madres, se les mató estrellándolos contra las peñas de la pequeña gruta.
Otro caso, cerca de Guadalajara donde fue cogido un niño de doce años porque andaba repartiendo hojitas del boicot contra el gobierno. Le preguntan quién se las dio a repartir, el niño no responde palabra. Lo amenazan con azotes y con la muerte; pero no cede. Esperan con plan diabólico, a que su pobre madre, que lo busca desolada, vaya a ver si está en la cárcel. Llega en efecto, la infeliz mujer, con alimento para su hijito. Allí, delante de ella, azotan cruelmente al valeroso niño. Pero la madre, como la de los Macabeos, lo alienta a cumplir con su deber – guardar el secreto -, repitiéndole entre sollozos: ¡No digas, hijo, no digas! Acometidos de rabia infernal los sayones, al verse vencidos por un niño y una mujer, quiebran los brazos del héroe de doce años…al final, el niño murió.
educadoras
Como resultado de la revolución de 1910, una década más tarde, en 1921, con la fundación de la Secretaría de Educación Pública, comienza el proceso de educación masiva de la población.
Sin embargo, el proyecto estatal de educación rural, que pretendía dar seguimiento a los programas de educación rural nacional implementados por José Vasconcelos, no se llevaron a cabo. Los maestros, en su mayoría, no estaban dispuestos a cambiar su residencia a las zonas rurales.
No obstante, aunque la educación del estado u oficial no llegó temprano a las zonas rurales, entre las cuales se encuentra la zona de los altos, la iniciativa privada llevó adelante este camino de educación formal. Entre las más importantes se encuentran las escuelas parroquiales dirigidas por la Iglesia católica.
Obviamente quienes llevaban adelante esta tarea formativa en las escuelas parroquiales fueron en su mayoría mujeres y exseminaristas. Tal vez por ser quienes con más facilidad acataran la voluntad del sacerdote o tal vez por ser quienes con más claridad veían los objetivos de una verdadera educación que no fuera utilitaria.
En otros casos, las mismas religiosas llevaban adelante sus colegios, como las Siervas de Jesús Sacramentado, quienes en Arandas, impartían clases con severas restricciones, a escondidas, disfrazadas según lo expresa don Alfonso Fonseca: "con esa fuerza interior que sólo llega del Supremo".
Principalmente en la Educación Primaria la mujer tuvo un papel muy decisivo, el funcionamiento de las escuelas en las aldeas o municipios se limitaba a una maestra y un pizarrón bajo los árboles. Para ayudar a la causa las escuelas para niñas se dedicaban a enviar cartas a la comunidad internacional solicitando apoyo a la Defensa de Libertad Religiosa, las cartas eran enviadas principalmente al Vaticano, España, Francia Argentina y Alemania.
Educar para la vida, es educar también para la muerte. Quien enseña a bien vivir, enseña a bien morir. Esta educación más que conseguirse en las aulas de una escuela o el las bancas de un templo, se recibe en el hogar, donde las catequistas, educadoras, instructoras son las madres. Las puertas de la felicidad que cada individuo se construye tienen como modelo siempre las puertas que encontraron en el corazón de su madre, por eso, cuando un hijo, en tiempos de guerra, por defensa de la fe debe morir, los primeros recuerdos son los de una madre que así como enseño a bien vivir, enseñó, incluso, a bien morir:
"Cotija (Mich.) Febrero, lunes 6 de 1928. Mi querida Mamá: Fui hecho prisionero en combate en este día. Creo que en los momentos actuales voy a morir, pera nada importa, mamá. Resígnate a la voluntad de Dios: yo muero contento, porque muero en la raya al lado de nuestro Dios. No te apures por mi muerte, que es lo que me mortifica; antes diles a mis dos otros hermanos, que sigan el ejemplo, que su hermano el más chico les dejó, y tú haz la voluntad de Dios; ten valor y mándame la bendición juntamente con la de mi padre. Salúdame a todos por última vez y tú recibe por último el corazón de tu hijo, que tanto te quiere y verte antes de morir deseaba….Nos veremos en el cielo… José Sánchez del Río."
Valientes
Tal pareciera que hablando de la valentía, debiéramos hablar de los hombres, quienes no importándoles su vida, se arriesgaban hasta a lo inimaginable. Sin embargo, es honesto reconocer que las mujeres demostraron su valentía y decisión en los momentos en que les fue requerida tal virtud.
Teóricamente el amor propio y la valentía son valores masculinos; ahora bien, he aquí que la vergüenza la siente con tal violencia la mujer en el momento de la crisis religiosa, que suele ser ella quien toma la iniciativa de la rebelión.
¿Será que lo que constituye su inferioridad en tiempo normal, constituye su superioridad permitiéndole la rebelión unánime e inmediata?
Hay el caso, por ejemplo, de una viuda, a quien le habían arrancado de su seno a sus dos hijos los soldados. No importándole nada y con la angustia que significa ser madre y ver cómo pierde a sus hijos en una noche, sin motivo alguno, sin ninguna formación de causa, y de una manera tan cruel, no vaciló en presentarse ante el mismo criminal general Benito García, para echarle en cara su infamia…
Como resultado de su valentía, dos o tres días después apareció su cadáver colgado de un árbol: había perdido su vida en su amoroso intento de salvar la vida de sus hijos.
Otro caso donde se puede verificar la valentía de las mujeres ocurrió el primero de agosto de 1926, afuera del Santuario de Guadalupe, en Guadalajara. Ante el intento de algunos soldados de entrar en la Iglesia, una mujer, de entre la muchedumbre, se acercó a uno de los oficiales y le hundió un puñal en la espalda. Ante tal acto, los demás soldados permanecieron indecisos, sin saber qué hacer, viendo recoger a la valiente mujer la espada y la pistola de su víctima, que fue a entregar a los hombres que contemplaban aquella escena tras el cancel del templo, diciéndoles. "Tengan esto para que se defiendan…"
Es claro que algunas mujeres en ese tiempo, al ver amenazada la vida de alguno de los miembros de su familia por las ideas espirituales y religiosas que profesan, no les importa actuar de esta manera tan poco usual e incluso escalofriante.
Una de las experiencias más dolorosas para una madre sin duda es la de ver morir a su hijo, como aquella madre del libro de los Macabeos en la Biblia que vio morir en un solo día a sus siete hijos, y con cada uno de los hijos que le mataban ella veía cómo el corazón se le hacía pedazos. Sentimiento similar, no menos fuerte, es el de ir a recoger los cuerpos de los familiares queridos que se encuentran tirados tras un fusilamiento o colgados en un árbol, después de haber sido ahorcados. Las mujeres cristeras, vivieron en carne propia este dolor, al fin, se trataba de madres que habían entregado su vida a Dios, entregando la vida de las y los suyos.
Algunas acciones de las mujeres, vistas como provocación por los soldados, las llevaron a colgarse sus distintivos y escapularios al cuello en señal de valentía. Otras, llevaban comida a los sacerdotes que en un tapanco, hecho ex profeso en una capillita improvisada, durante la noche ejercían su ministerio.
Comenta Doña Conchita, recordando sus años de militancia cristera:
"Yo era una muchachita de escasos 15 años, y me mandaban al Cuartel Colorado. Llegaba sin decir media palabra, con un morralito lleno de monedas de oro. En la entrada jamás me detuvieron, iba directamente a las escaleras donde encontraba a una galleta, Así les decían a las mujeres de los Federales, que se arrimaba y me daba otro liacho, un trapo amarrado por las cuatro puntas, recibía el envoltorio y le daba el mío, y salía sin decir palabra. ¿Sería la Virgen que me llevaba de su mano? ¿Por qué naiden me preguntaba nada? Iba hasta dos o tres veces por semana por un paquete; así me eché casi los tres años, llevando municiones a los cristeros…Yo llegué a hacer aquellos chalecos que se cruzaban en el pecho, como carrilleras para poner balas, los chalecos que se usaban bajo la ropa, era muy incomodo porque, por el peso, había que estar muy tiesa y aparentar ligereza en los movimientos. Había verdadero amor a Dios, estábamos dispuestas a morir, yo no tenía miedo"
Otras hacen del riesgo su modus vivendi:
"El señor cura de las peñas, usaba tremendo mostacho y andaba vestido como rural, algo así medio charro, medio civil, para despistar, porque era un sacerdote muy conocido, de él recibimos muchas instrucciones. Nos íbamos a echar a Zuno, sí, íbamos a matar a Guadalupe Zuno. Él era el gobernador de Jalisco en los tiempos de la persecución religiosa. Primero nos informamos cuál era su ruta; todos los días salía y manejaba su propio coche; a veces lo acompañaba el jardinero o el chofer, pero siempre manejaba él. El día que estaba fijado para la ejecución varios cristeros y yo nos apostamos junto a la salida, todos armados con unas pistolas 45, listos para echárnoslo, eran como las 6 ó 7 de la mañana y todavía estaba medio oscuro, vimos un individuo que se aproximaba al carro y abría la portezuela del lado del conductor. Todos disparamos al mismo tiempo y cayó el chango, luego vemos con sorpresa que enseguida sale de la casa Zuno. El que nos habíamos echado era al chofer que ese día iba a manejar. ¡Qué diablo de tipo ese!, se nos peló. Subimos al coche e íbamos "a madres", perseguidos por los otros. Anduvimos por medio Guadalajara y nos les pelamos, y, ¿Qué creen que hicimos?, Nos fuimos al mercado a echarnos un buen menudazo y unos refrescos, así festejábamos triunfos y fracasos".
"…Las mujeres fueron indispensables para el movimiento cristero. Ellas se encargaban del trabajo improbo de alimentar a los machos. No tenían descanso porque pelearan o vagaran los machos siempre tenían buen apetito y jamás faltó quién preparara alimento para cientos de cristeros en los pueblos. Estuvieran en servicio o no, o simplemente de paso, las pobres mujeres tenían que estar metidas en la cocina para alimentar a los hambreados que volvían del campo de batalla".
Ni qué decir de las mujeres, como Crescenciana Cerillos y María González, quienes, no importando la persecución tan salvaje, parecida a cacería de brujas, tenían el valor de ostentar sobre su pecho la cinta azul, y la dulce imagen de María Inmaculada. Como si la madre del cielo, diera a las madres de la tierra, con su ternura, valor heroico a esa ya desaparecida fragilidad femenina.
Las mujeres que fueron encarceladas, que se encontraban en prisión con el objeto de sacarles alguna verdad, para dar con sus jefes y dirigentes, mostraron su temple de acero, su férrea voluntad, al grado de preferir morir, antes que pronunciar palabra.
Monjas
El 27 de octubre de 1927, llegó la soldadesca a Ejutla, Jalisco, donde una de las primeras casas que invadieron fue el convento de las Religiosas Adoratrices, cuya superiora, la Madre María de los Remedios, estaba enferma de gravedad. En un momento quedó la casa llena de soldados. Luego, el estruendo de los muebles que destrozaban y echaban por puertas y ventanas los soldados; los hachazos con que eran derribadas las puertas, los gritos incoherentes y groseros de aquellos vándalos aztecas, el ruido de las espuelas sobre las tarimas y pisos encementados pusieron a las religiosas lívidas de repentina y desconcertada angustia.
Como a las 6 de la tarde el bárbaro Izaguirre ordenó la expulsión de las religiosas sin importarle un comino donde se refugiarían. Salieron atribuladas, en pequeños grupos, sin techo, sin alimentos, sin dinero y hasta sin abrigos. Muchas usaron su delantal como chal, cabizbajas unas, otras con lo ojos llorosos elevados al cielo, iban a donde la Providencia las llevase. Sólo quedó la Superiora, postrada en su lecho de dolor, asustada por tal atropello, violación y ultraje.
Entre tanto dos religiosas intentaron salvar el copón del Divinísimo Señor Sacramentado, llevándolo consigo fuera de la población. Llegadas hasta la última casa cuando ya oscurecía. Entonces los soldados del reten o tropa de refuerzo que se encontraban allí trataron de registrarlas, y cuando descubrieron los vasos sagrados, el cáliz y el copón, que levaban aquellas fugitivas, se los arrebataron con furia y brutalidad. La religiosa que traía el copón, depositó en su chal las hostias consagradas y lo entregó vacío. ¡Robo sacrílego! Su compañera se arrodilló y dijo temblando "Es Dios quien os ha de juzgar. Viva Cristo Rey". Aquellos malvados al oír a la humilde religiosa que con su ferviente grito ¡Viva Cristo Rey! Hacia profesión de su fidelidad a Cristo, se pusieron como energúmenos, y furibundos las golpearon en la cara con las culatas de sus máuseres. ¿Cómo hacían esto con mujeres indefensas e inocentes sin pensar que eran vírgenes consagradas a Dios?
Entre tanto otros de los sayones y esbirros pusieron una soga al cuello de la otra religiosa, la que envuelta en un chal y que en su pecho protegía las hostias consagradas. Y con un puñal la amenazaron para que las soltara. No obstante los esfuerzos de las pobres monjitas para consumir las sagradas formas, muchas cayeron al suelo en los movimientos de la lucha tan desigual. ¡El sacrilegio y la horrible profanación estaban consumados! Las religiosas huyeron despavoridas, mientras los soldados callistas, desprestigio y deshonor del Ejercito Nacional, se diputaban los vasos sagrados. Antes se habían robado ya la custodia de oro.
Aun cuando muchos conventos y claustros fueron saqueados por los soldados, tal parece que no se registran episodios de violaciones o de abusos contra las religiosas, sino más bien de golpes o de la muerte. En realidad, el problema no eran las religiosas o monjas, sino Cristo. El enemigo era Cristo, no ellas; por eso, cuando se oponían a la entrada de los soldados, generalmente las monjas estaban en defensa del Santísimo Sacramento, motivo por el cual eran lesionadas o asesinadas.
En general, el sentimiento religioso está muy arraigado en las familias alteñas, dando lugar a diversas organizaciones, de acuerdo a los gustos y necesidades de cada grupo, llámese familiar, juvenil, para adultos, para niños… no obstante, la participación más sobresaliente es la de las mujeres.
Algunas de las más importantes son:
- Vela Perpetua del Augusto Señor Sacramentado (para hombres y mujeres)
- Apostolado de la oración y guardia de honor del Corazón de Jesús
- Cofradía del Divino Rostro
- Damas de Nuestra Señora de Guadalupe
- Conferencias de San Vicente de Paúl
- Culto del Señor San José
- Conferencias de Nuestra Señora del Refugio
- Órdenes Terceras de San Francisco de la Merced
- Órdenes Terceras de la Virgen del Carmen
- Propagación de la Fe.
- Unión de Damas Católicas
Además, expresamente para los tiempos de la cristera, se crearon muchas ligas, uniones, asociaciones:
- ACJM. Asociación Católica de la Juventud Mexicana
- LDLR. Liga Defensora de la Libertad Religiosa.
- UP. Unión Popular.
- BB. Brigadas Femeninas.
En Arandas, según los datos recogidos por don Alfonso, funcionaron particularmente:
- Sindicatos obreros
- Casas Amiga de la Obrera (Sic)
- Asociación de Hijas de María Inmaculada
- Conferencias de San Vicente de Paúl
- Tercera Orden de Nuestro Padre Seráfico San Francisco de Asís
- Asociación de Hijos de San José
- Liga Católica Social Arandense (Directora de las Sociedades Obreras y de los Sindicatos Rurales y de la Caja Raiffesein)
- Unión de Obreros Católicos
- Sindicatos Campesinos y
- ACJM.
Mientras los hombres integran la ACJM (Asociación Católica de la Juventud Mexicana), las mujeres forman la Congregación Mariana como un frente de batalla en los tiempos de la lucha cristera. Las dos organizaciones tenían como objeto profundizar en los conocimientos de la religión a través de conferencias, pláticas, etcétera y siempre estaban bajo la dirección de algún sacerdote. Además, se dedicaban a cuestiones artístico-literarias (Teatro, música, etcétera) en veladas especiales.
de Santa Juana de Arco
La mujer mexicana, siendo por tradición religiosa, ha sido la maestra que en el hogar ha enseñado el catecismo a sus hijos. Es el vivo ejemplo de la permanente laboriosidad, un firme apoyo en los ideales patrióticos o religiosos del hombre.
En el conflicto religioso, estuvo en las primeras barricadas alentando a los luchadores, ayudando generosamente a la causa sin rehuir peligros ni escatimar sacrificios. Por eso, cuando se empuñaron las armas para defender con ellas su fe y su libertad, la mujer mexicana pasó lista de presenta para aprovisionar a las fuerzas cristeras.
El Feminismo repentinamente consciente condujo a las Brigadas Femeninas a pretender dirigir la guerra, colocando a cada jefe de regimiento bajo la protección y el padrinazgo de una coronela.
Gorostieta refrenó este ardor limitando a las actividades esenciales de intendencia, finanzas, cuidados, propaganda y aprovisionamiento; pero algunos grupos femeninos preparaban explosivos, enseñaban algunos hombres el arte del sabotaje y hasta practicaban la acción directa.
Entre las asociaciones que se formaron se encuentra la Brigada Santa Juana de Arco, fundada el 21 de junio de 1927, 17 muchachas con la ayuda del seminarista Luis Flores González, fundaron en Zapopan, Jalisco, la Primera Brigada Santa Juana de Arco, con el fin de apoyar a los combatientes, quienes se encontraban faltos de todo. Según la tradición las 17 se convirtieron en 17,000. Una asociación militarizada, con las siguientes comisiones autorizadas por la liga ACJM: finanzas, guerra, provisiones, beneficencia, información y sanidad.
Fueron ellas quienes aprovisionaban de armamento a los cristeros. Era una organización destinada a procurar dinero, a aprovisionar a los combatientes, suministrarles municiones, informes y refugios, a curarlos y esconderlos, la BB, organización secreta, imponían a sus miembros un juramento de obediencia y de secreto. La organización se extendió a todo el país. Con cargas de pertrechos y municiones con un peso aproximado entre 15 y 25 kilos, que ocultaban entre sus ropas oscuras y campesinas. En poco tiempo, a las mujeres delgadas, se les veía gordas, como si en poco tiempo hubieron aumentado demasiado de peso o estuvieran embarazadas.
Eran mujeres solteras de 15 a 25 años de edad, dirigidas por un jefe de no más de 30 años, también se organizaron grupos auxiliares en los que había mujeres de más edad, mujeres casadas y niños.
De muchas formas tuvieron qué ingeniárselas para conseguir el abastecimiento de varios frentes en lucha. Como mujeres verdaderamente formadas en la disciplina militar, se escondían entre los matorrales o las bardas. Algunas fueron sorprendidas y encarceladas; sufrieron tormentos y martirios inenarrables y otras fueron enviadas al penal de las islas Marías.
Unas mujeres de Guadalajara tomaron como modelo a la muchachita de la edad media, Juana de Arco, ‘la buena Lorena’, que capitaneó la resistencia popular contra los ingleses cuando Francia parecía perdida. El Vaticano acababa de canonizar a quien representaba la unión de la religión y del nacionalismo.
Al principio el mando lo suministraba la pequeña clase media y las jóvenes de las escuelas católicas, los grados fueron siendo ocupados rápidamente por muchachas de pueblo, en una proporción del 90%, que no hacia sino reflejar la composición de la tropa.
Lo más importante era hacer llegar parque a los cristeros, la inventiva y la audacia de las militantes y de sus amigos fueron tales que llegaron a aprovisionarse en las fábricas militares.
Hubo funcionarios, autoridades pueblerinas y hasta militares sin escrúpulos que se olvidaron de sus deberes para caer en las redes de esas sirenitas de Santa Juana de Arco, proporcionándoles cartuchos procedentes de las fábricas de los federales, con lo que los cristeros quemaron municiones de 1927, 1928 y 1929, cuando aun los federales usaban los de 1925 y 1926.
Lo esencial salía de la fábrica de México, gracias a los obreros católicos y a la simpatía o la corrupción de ciertas autoridades. Almacenadas en numerosos y pequeños escondites diseminados por la ciudad, las municiones se entregaban a las muchachas que acudían de la provincia, con el mayor secreto. Ninguna de ellas conocía sus contactos, y siempre eran paseadas por la ciudad, de noche y con los ojos vendados. Las entregas se camuflaban bajo la apariencia de operaciones comerciales, y el mercado de La Merced fue un centro importante para estas actividades. Se entregaban las municiones en chalecos especiales, que las encargadas de transportarlos se ponían debajo del vestido, y que eran a modo de camisas fruncidas para hacer multitud de pliegues formando cañones en los que se metían los cartuchos. Cada joven podía llevar así de 500 a 700, o sea el triple de la dotación de un militar en campaña. La carga era pesada y así debían tomar el tren a su destino, teniendo que evitar en el trayecto los múltiples controles.
Durante dos años la organización puso en movimiento, noche y día, a millares de mujeres que iban y venían de las ciudades a los campos de batalla. En los últimos tiempos las BB trabajaban a lo grande, enviando cajas desde México, por tren, con la complicidad de algunos empleados del ferrocarril, y rotuladas como mercancía pesada.
"Don Luis Flores se llamaba un señor de mucho ingenio que con mucho y gran trabajo y arriesgando el cuero formó con muchachas buenas brigadas y regimientos. Y ya bien aconsejadas las mandó para las ciudades, las haciendas y los pueblos para que compraran cartuchos con los del destacamento y con orden terminante que cuando los obtuvieran en canastas o costales o mejor en los chalecos los llevaran ellas mismas hasta los campamentos".
Llamadas también "cooperadoras de los soldados de Cristo", o incluso "soldados de Cristo", eran las responsables de proveer de armas, de parque, vestidos, ropa, alimentos y otros víveres que ellas mismas sabían agenciarse, aun comprando el parque y las armas a los mismos federales, que forzados por la disciplina militar a combatir a los cristeros, lo hacían de mala gana, lo cual, como se comprende, ayudaba mucho a los triunfos de éstos, y cuando podían, vendían con gusto a las mujeres un armamento, que en sus manos estaba destinado a matar mexicanos heroicos.
Muchas de aquellas mujeres perdieron su joven vida en aquella lucha cruenta, otras vivieron prisión y martirio y el ultraje de sus cuerpos. Para ellas hay un lugar en la historia y una corona en el cielo.
mensajeras
¿Cómo hacías los cristeros para comunicarse? ¿Cómo hacían para transmitir sus mensajes, cuando vivían en un torbellino de constante espionaje y sospechas? Las mujeres asumían el rol de mensajeras, se comprometían con los mensajes que no sólo eran palabras o escritos a llevar de un lado a otro, sino la vida pendiente de un hilo.
Anacleto González Flores, reconoció la importancia de la nobleza de sentimientos y pureza de corazón de las mujeres, de quienes no habría sospecha alguna. Por tal motivo fueron ellas quienes transmitieron los mensajes más riesgosos, como es el caso del inicio de la lucha armada en las cercanías del volcán de Colima.
Recojo aquí uno de los testimonios presentes en el libro de Lauro López, narrado por una brigadista llamada "Toñita":
"Con frecuencia llevaba mensajes importantes, de mucho riesgo. Íbamos en un forcito, a veces hasta Cocula. Lola, mi hermana, era el nexo entre als brigadas y Degollado Guizar. Nos habían dado nombramientos, ella era generala y yo capitana; estábamos muy bien organizadas. Fui a México a recibir instrucciones; en un curso me adiestraron para hacer bombas. Después me dieron muchas encomiendas. Recorría muchos campamentos para enseñar a los cristeros la fabricación de bombas, les decía cómo se revolvían los líquidos y cómo se utilizaban los embudos, probetas y matraces. Todavía conservo por ahí algunos recipientes, y también líquido para hacer bombas. ¿Riesgos?, No, riesgos los de aquellos años. Cuantas veces yo me encargaba de llevar algunos de los cristeros a determinados lugares. A nosotras las mujeres nos ponían de guías cuando había que reincorporar algún cristero con un grupo disperso, y también llevar mensajes de un grupo a otro. Ahí estábamos para defender nuestra causa".
ejemplares
Sobran los testimonios de mujeres valerosas. Antonio Rius y Luis Rivero de Val recogen algunos episodios significativos, como el caso de una mujer que proveía a los cristeros colimenses de comida, medicinas y pertrechos. Sorprendida por una emboscada, fue encerrada en la cárcel de Colima. Siendo una joven hermosa, provocó los bajos instintos de los carceleros que desgarraron sus ropas. Presionada por insistentes interrogatorios para saber sobre su organización, nombres de sus jefas o jefes, lugares de reunión y otros, nunca respondió a los interrogatorios. Sólo apretaba fuertemente los labios y con su rostro mostraba los sentimientos de indignación, de vergüenza y terror que le provocaban sus carceleros.
Las bofetadas, atentados al pudor, azotes, injurias y amenazas no faltaron para las mujeres, aunque no se tratara de integrantes de las brigadas: "Entonces se las amenazó con ahorcarlas, se puso la soga al cuello de Candelaria, (para que declarara, los secretos que se habían llevado a la tumba 3 jóvenes cristeros fusilados afuera de la catedral de Colima), y como ella prefiriese primero la muerte antes que ser infiel a la causa de Cristo, la víctima, en medio de aquellos inhumanos carniceros, fue suspendida en el aire. La idea no era matarla, sino darle suplicio."
Cuando uno piensa en el temple de estas mujeres, en el valor y en la energía con la cual actuaban, el asombro se hace presente y también se asoma la emoción de saber que las mujeres también hemos asumido nuestro compromiso ante la fe, los ideales y principios con los que hemos vivido y por los que hemos aprendido a ser lo que somos.
Con paciencia y aceptación, uno más de los ejemplos es la madre ‘Conchita’, María Concepción Acevedo y de la Llata, quien injustamente involucrada en el asesinato del general Álvaro Obregón, a manos de José de León Toral, aceptó sumisamente los 20 años de cárcel a los cuales fue condenada (cumplió solamente trece), la mayor parte de los cuales transcurrieron en el penal de las Islas Marías.
En nuestra ciudad de Arandas. Una de las mujeres ejemplares fue Juana García Pérez, entregada a las cosas de Dios de lleno y sin reservas. Fue una catequista incansable, y en tiempos de la guerra cristera custodiaba las llaves del Santuario del Sagrado Corazón de Jesús, además, tenía licencia ministerial para llevar el Santo Viático a los enfermos y heridos; en su casa hizo un altar que siempre contó con la presencia de Jesús Eucaristía, con lo que Arandas no quedó huérfano de él.
Ejemplos como el de Juana García Pérez, sin duda hay muchos en tiempos de la cristiada. Se trata de mujeres que asumen los roles de guías espirituales en sus comunidades, de sacerdotes o diáconos en servicio activo y además de catequistas. La fe, si está fortalecida, es gracias al trabajo de las mujeres que, por un lado, con discreción y por el camino de la no violencia –sin armas- o por otro lado por el camino armado, se dedicaron a motivar y acrecentar el espíritu de unidad entre los católicos atribulados en los diferentes municipi os de la República Mexicana.
Otra mujer ejemplar fue el alma de la resistencia en Huejuquilla fue María del Carmen Robles, que supo resistir al general Vargas, y cuyo martirio le valió una fama de santidad.
Hoy, a las mujeres, nos corresponde conocer estos testimonios de vida ejemplar, no sólo desde el ámbito espiritual o cristiano, sino también desde el aspecto humano, social o político, donde vemos que irradia una calidad de vida plena en estas mujeres. Son ellas quienes hoy representan los valores a seguir por una sociedad que ve en la mujer, como en el hombre, un objeto de consumo, de apropiación o de enajenación. Toca pues, a nosotras, las mujeres, utilizar estos testimonios como bandera de la importancia de la mujer en los movimientos sociales de nuestro país, como promotora de un cambio en beneficio del bien común, manifiesto aquí en nuestra región en su papel al frente de la familia.
Sentimentales
Las novias sufrían lo mismo que cualquier mujer, máxime cuando el amor de su vida se encontraba en la guerra:
"Tlálpan, 18 de agosto de 1926: – Inolvidable Manuel: Fue muy grande el gusto que experimenté al leer tu carta…créemelo hay cosa que más me haga gozar como el ver que el hombre a quien he dado mi cariño, se entregue de esa manera al buen Dios, sacrificando aún lo más preciado para él. Créeme que lejos de sentir tristeza porque no te veo, me alegro en el alma, pues sé, siento, tengo para mí, que el sacrificio que los dos hacemos sube cual incienso perfumado, cual aroma delicioso hasta el trono del buen Dios, y en cambio de esto tan pequeño que ofrecemos, espero que bajarán un sinnúmero de gracias y bendiciones que harán crecer en tu corazón y en el mío los deseos ardientes de sufrir más, de sacrificarnos más, de luchar más por Él, que con tanto amor dio su vida por nosotros en la Cruz. Si el buen Jesús acepta la ofrenda de tu vida…te seré fiel hasta la muerte…dejando de existir tú, creo que lo que haría sería esconderme en un claustro, donde el ruido del mundo no borrara de mi corazón tu recuerdo y donde me dedicara a pedir por ti. En mis pobres oraciones no te olvido nunca, y pido a Dios y a la Morenita del Tepeyac, que te den sus gracias para que sigas luchando valerosamente como hasta ahora lo has hecho. Tuya. María de la Luz".
El sentimiento de amor se ve acrecentado cuando los hombres deciden participar activamente como cristeros: "Era un hombre de verdad, que valía la pena…"
Intercesoras
¿Por cuál sentido se siente el amor? ¿Por cuál de los cinco sentidos se siente la angustia, el miedo, el temor, los presentimientos? Sin duda que hay más de cinco sentidos y en el caso de las mujeres hay unos más desarrollados que los hombres.
En el tiempo que nos ocupa, las madres con facilidad eran presa de presentimientos dolorosos e inexplicables, que con el paso del tiempo se convertían en temores fundados y certezas evadidas: El peligro en el que se encontraban sus familiares.
No ignoraban, en su mayoría, por ejemplo, el activo papel de sus hijos pequeños en la lucha: Eran portavoces o mensajeros, repartidores de "papeles subversivos" de la Liga de los católicos. Ignoraban sí, las magnitudes de los castigos en el caso de ser sorprendidos:
"La madre se echó a llorar amargamente al ver las amoratas espaldas del niño, y más aún cuando vio al bárbaro policía levantar el látigo para reanudar los golpes".
¿Cómo salvar al hijo de las manos de las policías, que no eran vistas sino como garras de una fiera?
"…Ciega, valiente, como leona herida, lanzose para interponerse entre el látigo del salvaje policía y su hijito…No le pegue, ¡Pégueme a mí, si es hombre, y no a un niño!"
El valor mostrado por la madre de los Macabeos, sigue repitiéndose en cada mujer de cada cultura que afronta al lado de sus hijos los dolores nunca experimentados, ni siquiera al momento del parto más complicado. Es entonces cuando la voz interior, de la conciencia o del corazón, el instinto materno o la guía del Espíritu Santo hacen decir a las madres entre un torrente de lágrimas:
"Pégueme a mí!, ¡Déjelo ir!, ¡No digas, hijo…no digas…!"
Al igual que la dolorosa junto a la cruz, como la madre ante el suplicio del hijo de sus entrañas, se vuelve una mujer llena de ternura y piedad, cargando las penas de los suyos sobre sí, o incluso cargándoles físicamente sobre sus hombros desde el lugar donde los encuentra hasta su hogar donde las curaciones y atenciones serán mayores.
Ver a una madre como intercesora, es ver a una madre desde dos puntos de vista: Como aquella mujer que es capaz de hacerse presente en comisarías, juzgados, cárceles, o en lugares donde sabe que se encuentra algún familiar detenido, en peligro o a punto de perder la vida; pero también, es reconocer que las madres son quienes pueden arrebatar un pedacito de cielo a Dios para sus seres queridos:
"…yo siempre te encomiendo a la Virgen Santísima…todos los días le pido que te haga bueno para que te salves…!Dulce Madre, no te alejes, Tu vista de él no apartes, ven con él a todas partes, y nunca sólo le dejes!."
Al final de este breve trabajo, como mujer un sentimiento invade mi ser. ¿Por qué no se ha reconocido la participación de la mujer en la historia? ¿Será por ser masculina la historia? Mientras escribo, agoniza el siglo XX y tal parece que hace apenas pocos años que el interés por recuperar el pasado de la mujer es notable o al menos no el pasado clásico de la mujer pasiva, sumisa, entregada a cuestiones del hogar; sino un interés por la mujer líder, coronela, protagonista, motivadora y valiente.
Descubrí que las páginas de la cristiada están llenas de referencias implícitas –las más- y explícitas de la mujer –las menos-, aunque evidentemente parezca que sólo está "Como la escopeta: Cargada y detrás de la puerta".
Si los hijos rezan, es gracias a la devoción materna inculcada desde temprana edad; si saben leer y escribir o son poetas es gracias a las mujeres, pacientes educadoras; si son respetuosos o ecuánimes, es debido a la instrucción familiar maternal.
De la misma forma encontré otra cara de la mujer (sea alteña o no lo sea), la que no se limita a inculcar la moral o el compromiso social – Desde el punto de vista religioso – dentro de las cuatro paredes de su hogar, sino que emprende un activo camino coyuntural e histórico, de acuerdo a las circunstancias fuera de su hogar, por la defensa y protección de los suyos y de sus creencias.
Ver a la mujer como organizadora, promotora, administradora o soldado ha resultado novedoso para mí, sin embargo, me ha abierto los ojos quizá para identificar más claramente nuestro papel protagónico.
En suma, reconocer la participación de la mujer alteña en la cristiada, como la de cualquier mujer mexicana, es en justicia, hacer presente el espíritu que permea la lucha de la defensa de la fe: El sentimiento femenino de un pueblo por su religión –más pronunciado que el masculino- y el sentimiento femenino presente en el hombre que impulsa decididamente a enfrentar a sus connacionales, que desde el punto de vista de la fe, se han convertido en sus enemigos: Los enemigos de la religión católica.
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- FONSECA FONSECA, Alfonso. La guerra cristera en Arandas. (1926-1929). 1ª ed. Arandas, Jal. Ed. Tierra mía. 65 p. Collección NUESTRA TIERRA no. 3.
- GUTIÉRREZ GUTIÉRREZ, José G. Mis recuerdos de la gesta cristera. 2ª ed. México, 1975. 137 p.
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- RULFO, Juan. El llano en llamas. La noche que lo dejaron solo. 2ª ed. México, 1980. Ed. FCE. 193 p.
Dedicatoria
Se ha escrito bastante sobre la cristiada, prueba de ello es la bibliografía seleccionada para realizar este trabajo; sin embargo, pocas todavía son las páginas escritas sobre la mujer. Son pocas las páginas que escritas en la historia por madres, esposas, hijas o novias, con sangre o sufrimiento hoy se recuperan en la historia de su pueblo. Menos todavía son las páginas escritas por una mujer sobre la participación de la mujer en la guerra cristera, ésta ha sido una gran sorpresa que me llevo con alegría al realizar este trabajo que hoy comparto con ustedes.
A las mujeres de ayer, hoy y siempre;
a su lucha y compromiso que hoy es el mío.
Nansi Ysabel García García