Alimentos transgénicos: aspectos bioéticos sobre su uso (página 2)
Enviado por Chais Esvety Cala�a Gonzalez
A nivel mundial
Durante siglos, se utilizó la similitud familiar para mejorar la productividad de plantas y animales. Cuando se cultivaban plantas se seleccionan, por su mayor tamaño, fortaleza, y por ser menos proclives a padecer enfermedades, de esta forma se creaban híbridos mejores. No se pensaba que en ese momento se estaba practicando una forma rudimentaria de ingeniería genética.
El objetivo perseguido era buscar nuevas maneras de incrementar la productividad al tiempo que se reducían los costos. Los primeros agricultores seleccionaban los cultivos más fuertes, más resistentes a enfermedades, o más rendidores, conservando la mejor semilla de la mejor planta para el año siguiente. Se estaban aplicando los principios de la fitotecnia, desarrollada más tarde, cuando las leyes de la herencia son descubiertas por Mendel. Hacia los años ´30 la fitotecnia dio lugar al desarrollo de los primeros cultivos híbridos, lo que produjo un gran aumento en la producción.
Se tuvo que esperar al desarrollo de la genética y al conocimiento de los mecanismos de la evolución biológica por selección natural para que se practicara una mejora y una selección sistematizada. Fue la Revolución Verde, en la que los procedimientos eran sistemáticos y se recurría a la tipificación de la variabilidad natural, el uso de la mutación, la recombinación sexual por cruzamiento, la hibridación con especies próximas, y por último la selección de la progenie. Esta etapa que culmina en los años setenta del siglo pasado, condujo a la obtención de plantas, muchas veces híbridos, con características como frutos más grandes, mayor contenido en sustancias nutritivas, crecimiento más rápido, etc.
Como consecuencia de esto, se obtuvieron plantas de alta productividad, muy homogéneas, a veces estériles, con claras ventajas desde el punto de vista de la producción y de una agricultura basada en tecnologías modernas y economicas.
La contracara de esta metodología no tardó en aparecer: en primer lugar, por tratarse de cultivos que suelen requerir fertilizantes y plaguicidas, y en segundo lugar, por encontrarse la tecnología en manos de los países desarrollados. Así los países del tercer mundo veían aumentar sus cosechas, a veces de forma muy importante, pero al costo de hacerse económicamente y tecnológicamente dependientes de países ricos. Además surgió un nuevo efecto negativo: la erosión genética, es decir, la pérdida de variabilidad genética que se produce en las especies cultivadas de muchos países agrícolamente dependientes al verse desplazadas las variedades autóctonas por las foráneas de alta productividad.
La era de los denominados "alimentos transgénicos" para el consumo humano directo se abrió el 18 de mayo de 1994, cuando la Food and Drug Administration (FDA) de Estados Unidos autorizó la comercialización del primer alimento con un gen "extraño", el tomate "Flavr-Savr", obtenido por la empresa Calgene, con maduración retardada. Las semillas para el cultivo de alimentos transgénicos son desarrolladas, producidas y comercializadas por empresas multinacionales, entre ellas se destacan Dupont, Monsanto, Novartis, Aventis y Limagrain. Los vegetales transgénicos más importantes para la industria alimentaria son por el momento, la soja resistente al herbicida Glifosato y el maíz Bt.
El primer cultivo transgénico liberado comercialmente en la Argentina, en 1996, fue la soja tolerante al herbicida glifosato. Con posterioridad a esa fecha se han aprobado variedades transgénicas de maíz y de algodón con tolerancia a herbicidas y resistencia a insectos.
El gobierno argentino ha promovido la ingeniería genética en forma tal que se ha convertido en el segundo productor mundial de organismos vegetales genéticamente manipulados, después de Estados Unidos. Gran cantidad de alimentos contienen ingredientes modificados genéticamente. Se calcula que el 60% de los alimentos procesados contienen soja y durante la última cosecha este cultivo cubrió el 90% de la producción total con transgénicos con lo que es altísima la probabilidad de estar consumiendo, sin saberlo, soja transgénica.
Los beneficios de la Ingeniería Genética, han sido contrastados con las preocupaciones surgidas de los consumidores sobre la seguridad de los productos transgénicos. Las discusiones se han centrado en los posibles riesgos impredecibles de estos alimentos, tanto para la salud humana o animal como para el medioambiente.
Dada la enorme complejidad del código genético, incluso en organismos muy simples tales como bacterias, nadie puede predecir los efectos de introducir nuevos genes en cualquier organismo o planta, ni el alcance de los nocivos efectos para la salud sobre cualquier persona que lo ingiera. Esto sucede debido a:
· Que el gen transpuesto podría reaccionar de manera diferente cuando funcione dentro del huésped.
· Que la estructura genética original del huésped se puede desorganizar
· Que los genes del huésped y el gen transpuesto combinados tienen efectos imprevisibles.
Sin embargo, a medida que crece el debate sobre la seguridad de los OGM, no se han evidenciado todavía problemas específicos, y es por ello que actualmente se habla de riesgos "potenciales". Aunque otros autores opinan que sí se puede hablar de riesgos demostrados debido al consumo de alimentos transgénicos. En todo caso habría que evaluar cuan compensados están los riesgos potenciales por los beneficios obtenidos en los cultivos, también potenciales en muchos casos (como la reducción del uso de pesticidas químicos, disminución de costos y mejoramiento del valor nutricional).
Beneficios obtenidos en vegetales en particular
1. SOJA.- La inclusión de genes vegetales, animales o bacterianos da lugar a la síntesis de proteínas específicas. La soja resistente al herbicida glifosato, conocida con el nombre de "Roundup Ready" y producida por la empresa Monsanto contiene un gen bacteriano que codifica el enzima 5-enolpiruvil-shikimato-3-fosfato sintetasa. Este enzima participa en la síntesis de los aminoácidos aromáticos, y el propio del vegetal es inhibido por el glifosato; de ahí su acción herbicida. El bacteriano no es inhibido.
2. MAIZ.- El maíz resistente al ataque de insectos contienen un gen que codifica una proteína del Bacillus thuringiensis, que tiene acción insecticida al ser capaz de unirse a receptores específicos en el tubo digestivo de determinados insectos, interfiriendo con su proceso de alimentación y causando su muerte. La toxina no tiene ningún efecto sobre las personas ni sobre otros animales.
La utilización de plantas con genes de resistencia a insectos y herbicidas permite reducir la utilización de plaguicidas y conseguir un mayor rendimiento. También se ha obtenido un vegetal con un aceite de elevado contenido en ácido laúrico, mediante la inserción del gen que codifica una tioesterasa de cierta especie de laurel. Los vegetales resistentes a virus se consiguen haciendo que sinteticen una proteína vírica que interfiere con la propagación normal del agente infeccioso. Estos vegetales contienen proteína vírica, pero menos de la que contienen los normales cuando están severamente infectados.
Estos dos tipos de vegetales transgénicos son los más importantes para la industria alimentaria; la soja resistente al herbicida glifosato y el maíz resistente al taladro, un insecto. Aunque se utilice en algunos casos la harina, la utilización fundamental del maíz en relación con la alimentación humana es la obtención del almidón, y a partir de este de glucosa y de fructosa. La soja está destinada a la producción de aceite, lecitina y proteína.
Puesto que la harina de maíz, la proteína de soja y los productos elaborados con ellas contienen DNA y proteínas diferentes a la de las otras variedades de maíz, en la Unión Europea (no en los Estados Unidos, ni en los países el MERCOSUR) existe la obligación de mencionar su presencia en el etiquetado de los alimentos. Aunque no se ha detectado ningún caso, sería concebible la existencia de personas alérgicas a las nuevas proteínas.
El aceite de soja transgénica, la glucosa y la fructosa obtenidas del almidón de maíz transgénico no contienen ningún material distintito a los que contienen cuando se obtienen a partir de los vegetales convencionales. En la mayoría de los casos, ni siquiera las técnicas de PCR, que como se sabe tienen una sensibilidad extrema, son capaces de detectar material genético extraño, razón por lo que no existe ninguna obligación de etiquetado diferencial.
En el caso de los alimentos completos, o de partes que incluyan la proteína extraña, como podría ser la proteína de soja o la harina de maíz, habría que considerar el riesgo de la aparición de alergias a la nueva proteína. (por ej., en el caso de la soja a la que se le había introducido el gen de una proteína de la nuez del Brasil para aumentar el contenido de aminoácidos azufrados de sus proteínas y por ende su valor nutricional. La nueva proteína resulto ser alergenica, y esta soja no ha llegado a salir al mercado. Sin embargo, esto es absolutamente excepcional, y no existe ninguna evidencia de que las proteínas introducidas por medio de la ingeniería genética sean más alergénicas que las naturales).
En el caso de la utilización de materiales procesados exentos de proteínas, como el aceite de soja o la glucosa obtenida a partir del almidón del maíz, no existe ningún material que no se encuentre en el producto convencional, y consecuentemente no existe ningún riesgo, ni siquiera hipotético, atribuible a la manipulación genética. Incluso en los casos en que existe alergia a una proteína de la semilla oleaginosa (convencional o transgénica), un aceite procesado no produce respuesta.
Riesgos Potenciales
1- Riesgos Medioambientales
A corto, medio y largo plazo, incremento de la contaminación química (ej. con las plantas tolerantes a un herbicida, el agricultor puede usar grandes cantidades de ese herbicida). Contaminación del suelo por acumulación de la toxina Bt.
Posibilidad de cruzamientos exteriores que podrían dar lugar, por ejemplo, al desarrollo de malas hierbas más agresivas o de parientes silvestres con mayor resistencia a las enfermedades o provocar tensiones ambientales, trastornando el equilibrio del ecosistema. Pueden crearse nuevos virus y aumentar la resistencia de los virus naturales.
Modificar los efectos de los pesticidas que pueden atacar a organismos contra los que no estaban diseñados. Contaminación genética por polinización cruzada: si los cultivos convencionales y los transgénicos no están separados por grandes distancias, la modificación genética acaba encontrándose en las plantas del campo convencional que se polinizan mediante el viento, los insectos, las aves, etc.
Desaparición de biodiversidad:
· Por el aumento del uso de productos químicos (efectos sobre flora y fauna);
· Por las toxinas fabricadas por las plantas (matan a insectos beneficiosos o pájaros);
· Por la contaminación genética: Se puede transmitir la modificación genética a especies silvestres emparentadas con la planta transgénica. La contaminación genética tiene la capacidad de reproducirse y expandirse (son seres vivos). Una vez en el medio ambiente, la contaminación no se puede "limpiar" nunca. Los efectos de los transgenes en las plantas silvestres son absolutamente imprevisibles.
2- Riesgos para la Salud
A) Humana
Dado la falta de estudios extensivos y regulares sobre los posibles efectos negativos para la salud humana, se podría caer en una subestimación de las consecuencias que los OGM podrían causar sobre el hombre y otros animales, especialmente cuando los mismos (como la soja, el maíz, etc.) entran en la cadena alimenticia. Hasta el momento sería el único riesgo cierto y probado es el de posibles efectos alergénicos.
Algunos de los potenciales riesgos podrían ser:
· Incremento de la contaminación en los alimentos por un mayor uso de productos químicos.
· Aparición de nuevos tóxicos en los alimentos (por ej. debidos a los cultivos Bt).
· Aparición de nuevas alergias por la introducción de nuevas proteínas en los alimentos. Inactivación de sustancias nutritivas valiosas en los alimentos.
· Resistencia de las bacterias patógenas para el hombre a los antibióticos y reducción de la eficacia de estos medicamentos para combatir las enfermedades humanas. Herbicidas como el Bromoxynil puede llegar a causar cáncer en humanos. Debido a que este producto es absorbido por vía dermatológica, es probable que presente riesgos a los agricultores.
B) Animal
· Cambios en la proporción metabólica. La introducción de hormonas de crecimiento rápido en peces puede favorecer al pez transgénico en la competencia por el alimento, los sitios de reproducción, etc.
· Cambios en la tolerancia a los factores físicos. El aumento por ejemplo, de la resistencia a los cambios de temperatura, puede extender el hábitat e incrementar la competencia con las especies nativas
· Cambios en el comportamiento. En la migración, la unión y el dominio del territorio.
· Cambios en el uso de los recursos alimenticios, que implicarían nuevas preferencias y presas.
· Cambios en la resistencia a parásitos y patógenos
· La invasión de los ecosistemas por peces transgénicos dotados de ventajas competitivas podría alterar de forma drástica cadenas tróficas y equilibrios fundamentales para la riqueza biológica y estabilidad ecológica de todo el planeta.
3- Impacto Social, Económico y Comercial
Debe tenerse en cuenta, además de los riesgos para la salud, y de los impactos medioambientales, el impacto que los transgénicos implican a nivel social, económico y comercial; que si bien desde algunos puntos de vista pueden generar beneficios, es inevitable analizar las desventajas.
Las grandes empresas que desarrollan y comercializan los OGM están patentando el material genético de los seres vivos, que más bien debería considerarse como patrimonio de la humanidad. Están creando un monopolio sobre la agricultura y la alimentación mundial, en un modelo de sociedad donde unos pocos realizan beneficios a costa del interés de la mayoría y donde se exacerban las diferencias entre pobres y ricos.
Tener en cuenta que si bien el uso de la ingeniería genética en la agricultura puede aumentar la producción, también puede a la vez reducir el desempleo, por ejemplo el hecho del encarecimiento de las semillas y la necesidad de comprar insumos importados serían un factor más para la desaparición de los agricultores familiares.
La introducción de los OGM en la agricultura crea el monopolio de unas pocas multinacionales básicamente de EE.UU. sobre la producción de alimentos, lo que pone en peligro la soberanía de los pueblos y de los países.
El promotor (secuencia de nucleótidos), utilizado para poner en funcionamiento la expresión del gen transferido, puede activar uno de los genes silentes que forman parte del ADN normalmente y los cuales tienen acciones desconocidas.
Se encontró que ADN extraño ingerido por ratas puede alcanzar leucocitos periféricos, el bazo o hígado, a través de la mucosa intestinal, incorporándose en algún lugar impredecible del genoma celular.
El intestino del hombre posee enzimas capaces de digerir el ADN. De todos modos, los genes transportados por los vectores son especialmente resistentes a la acción enzimática con la posibilidad de pasar a sangre y causar alguna infección. También se sabe que los virus utilizados como vectores pueden permanecer de manera latente en el cuerpo y en el ambiente, pudiendo acumular mutaciones y eventualmente activarse.
Un riesgo potencial mayor es la posibilidad de que aparezcan nuevos virus patógenos surgidos por recombinación.
Bioética y su aplicación en los OGM
Aspectos generales sobre Bioética
La Bioética es el estudio interdisciplinario de los problemas éticos que surgen en la aplicación de la ciencia y la técnica en los ámbitos de la salud, la procreación, la alimentación,… La palabra Bioética, de bios y ethos, es un neologismo introducido por Potter en su pionera obra de 1971, Bioethics. Bridge to the future, donde argumenta la necesidad de unir biólogos y especialistas en ética a la hora de prever y resolver problemas relacionados con la calidad de vida.
Uno de los documentos que más ha incidido a la hora de establecer principios éticos claros para la orientación de la investigación biotecnológica es el Informe Belmont. El Informe, de 1978, fue el resultado de trabajo de una comisión creada por el Congreso de EEUU: la «National Commision for the Protection of Human Subjects of Biomedical and Behavioral Research». El filósofo de la ciencia, Stephen Toulmin, fue uno de sus miembros. El Informe destaca tres principios éticos básicos.
Los tres principios de Bioética:
- Principio de autonomía o de respeto hacia las personas. Un principio que además de establecer que las personas han de ser tratadas como seres autónomos, establece que aquéllos que tienen disminuida su autonomía han de ser objeto de protección especial.
- Principio de beneficencia. No sólo ha de respetarse y proteger de mal las decisiones del paciente, también es preciso un esfuerzo para asegurar su bienestar. Por «beneficencia» el Informe no entiende caridad, sino obligación: la obligación de beneficiar o hacer el bien. Incluye el principio hipocrático de no maleficencia y la obligación de «extremar los posibles beneficios y minimizar los posibles riesgos».
- Principio de justicia. Implica el trato igualitario, la imparcialidad en la distribución de cuidados y recursos, de beneficios y de riesgos. El principio abre la reflexión sobre quién debe recibir los beneficios de la investigación y quién debe pagar los costes.
El reconocimiento de la vulnerabilidad de la naturaleza, de la pérdida de un medio ambiente sano, de los riesgos de la manipulación genética, ha dado una nueva dimensión a la ética. Hans Jonas, en su obra de 1979, El principio responsabilidad. Ensayo de una ética para la civilización tecnológica, habla de un nuevo imperativo ético anteriormente impensable, de un deber de las actuales generaciones hacia las generaciones futuras. éste es el nuevo imperativo ético:
«Actúa de tal manera que los efectos de tu acción sean compatibles con la permanencia de una vida humana auténtica sobre la Tierra»; o, expresado negativamente: «Actúa de tal manera que los efectos de tu acción no sean destructivos para la futura posibilidad de una vida humana auténtica».
Bioética y OGM
Muchos de los productos transgénicos han sido incorporados bajo principios infundados por las grandes compañías que manipulan y monopolizan la tecnología, y por ende, la producción y el precio. En este momento, en lugar de obtener beneficios, la comunidad se ve enfrentada a posibles daños ecológicos, hambruna y pobreza generada por las empresas multinacionales según el esquema que se esta dando.
Por otra parte, los mitos no son los únicos aspectos a tener en cuenta cuando se hable de alimentos transgénicos. La filosofía en que se fundamenta su producción carece de sustento, ya que reluce por su interés económico y la carencia de beneficio social. Para comenzar, los alimentos transgénicos se crearon como solución a la hambruna del mundo, pero en la actualidad, se produce más comida por habitante que en cualquier era de la humanidad. Esto nos hace pensar que el problema no es de falta de alimento, sino de concentración y los alimentos transgénicos, en manos de unas pocas, aumentaran esa concentración y su respectiva mala distribución. Otro aspecto importante de la filosofía transgénica es buscar la reducción de costos, pero en la realidad sucede lo contrario. Esta es costosa y monopolizada, pero es casi obligatoria en algunos lugares del mundo, ya que la fumigación y la utilización de algunos químicos para controlar plagas e insectos, que atacan los cultivos naturales, están siendo prohibidos. Dicha prohibición esta siendo promovida por las mismas multinacionales dueñas de las patentes de los productos transgénicos, lo que obliga al campesino a incorporar cultivos con semillas modificadas que son más costosos que el cultivo natural.
El otro principio clave en los transgénicos es el incremento de la productividad, en donde se encontrará el verdadero beneficio. Algunas investigaciones han demostrado que el rendimiento de los cultivos modificados genéticamente no es significativamente mayor al de los cultivos naturales, pero si es más costoso para el campesino. Esto hace pensar que aunque aumente la producción, se disminuirá la utilidad por el aumento de los gastos.
Estos aspectos desvirtúan el carácter humano que deberían tener los alimentos transgénicos, pero abren grandes interrogantes que tiene que ser analizados y combatidos con una mayor oposición y participación comunitaria en la vigilancia de las multinacionales dueñas de patentes que deberían ser libres para beneficio de la humanidad. Peguntas como los posibles daños futuros del ecosistema, efectos secundarios a la salud humana y las diferentes implicaciones económicas son algunas preguntas que se deben ser respondidas antes de que los productos transgénicos invadan totalmente el mercado mundial. A pesar de algunos factores que desacreditan la biotecnología, existen algunos beneficios considerables para la comunidad, que de ser bien manejados, incrementarían la calidad de vida de muchos países que realmente necesitan solucionar problemas de alimentación y desnutrición. Algunos de esos beneficios son:
· Alargar la vida útil del producto.
· Resistir condiciones ambientales desfavorables. (sequías, heladas, etc.).
· Resistencia a plagas y químicos.
· Mejores cualidades alimenticias.
De estos beneficios se desprende la aplicación y utilidad actual de los productos transgénicos, ya que pueden llagar a lugares alejados por ser más duraderos; pueden ser cultivados en condiciones extremas de frió, calor, lluvia o sequía lo que posibilitaría su producción en países áridos y con condiciones climáticas inestables, donde no existen las características necesarias para que dichos productos florezcan; se evitará la fumigación con algunos agentes que son extremadamente dañinos para la salud humana y el medio ambiente, y se mejoran los niveles de nutrición de las personas, ya que se incrementaran las propiedades nutricionales de los alimentos técnicamente desarrollados.
Multinacionales especializadas en manipulación transgénica, como por ejemplo Monsanto, son las más interesadas en evitar toda información sobre qué alimentos participan de alguna manipulación genética argumentando que, virtualmente, no hay diferencia entre unos y otros: toda indicación de OGM (organismo modificado genéticamente) sería económicamente perjudicial. Pero, por otro lado, son bastante los especialistas que defienden que «hoy nadie puede prever las toxicidades, las invasiones competitivas o cualquier otra consecuencia inesperada de las plantas transgénicas».
Por todo eso, en mayo de 1996, un centenar de científicos hicieron público, en París, un manifiesto proclamando la «necesidad de una moratoria respecto a la diseminación en el medio ambiente de organismos genéticamente modificados».
Por otro lado, las semillas de las plantas transgénicas, que pueden aumentar los rendimientos del 15% al 20%, introducen el problema de las patentes de plantas o animales creados. Si una multinacional, haciendo millonarias inversiones, ha conseguido crear un trigo o un arroz de alto rendimiento, el agricultor que las compra no tiene derecho a replantarlas una y otra vez. Ciertamente, desde hace más de 10.000 años, los agricultores han reservado parte de las semillas obtenidas en cosechas para la replantación o intercambios; ahora bien, las multinacionales argumentan que las semillas transgénicas son creaciones patentadas y su compra sólo da derecho a plantarlas una vez, cosa que se hace constar en el contrato de compra.
Con el objetivo que no se escapen los beneficios de la inversión, las multinacionales de la biotecnología agrícola han patentado el «sistema de protección tecnológica» (Technology Protection System, TPS), un polémico y controvertido sistema de protección que comporta la esterilización de las semillas. Modificando tres genes de las semillas se consigue neutralizar las semillas obtenidas en la cosecha: si se replanta, la semilla no germina. éstas semillas TPS son conocidas por sus muchos detractores con el nombre de "Terminator". Los efectos ambientales, económicos y sociales de las entonces Terminator son incalculables.
Normativa internacional
Esta tecnología ha generado controversias en cuanto a como controlar y regular la introducción de los OGM en los diferentes mercados del mundo. Seguidamente se enumeran tres de los instrumentos internacionales relacionados con el tema objeto de este trabajo.
Declaración de Río de Janeiro
En 1992 la Declaración de Río de Janeiro, se establece en el principio Nº 15 lo que se conoce como Principio Precautorio, el cual se formuló para asegurar el resarcimiento al menoscabo de la vida humana originado por efectos nocivos de productos químicos respecto de los cuales los daños no son visuales sino después de transcurrido un período de 20 o 30 años.
Este principio dice lo siguiente: "Con el fin de proteger el medio ambiente, los Estados deberán aplicar ampliamente el criterio de precaución conforme a sus capacidades. Cuando haya peligro de daño grave o irreversible, la falta de certeza científica absoluta no deberá utilizarse como razón para postergar la adopción de medidas eficaces en función de los costos para impedir la degradación del medio ambiente."
El principio se articula en base a dos presupuestos: por una parte, la posibilidad de que conductas humanas causen daños colectivos vinculados a situaciones catastróficas que puedan afectar un conjunto de seres vivos, y por la otra, la falta de evidencia científica (incertidumbre) respecto a la existencia misma del daño temido.
La noción de Precaución responde al concepto de detección precoz de todos los peligros para la salud y el medio ambiente mediante una investigación multidisciplinar y sincronizada basada en la relación causa – efecto.
Sin embargo, este marco conceptual de la prevención fue eliminado en el Protocolo de Bioseguridad (del año 2000), al plantearse que basta que un Estado señale que posee sospechas, no probadas científicamente, que un producto puede causar un daño a la población, para que se lo autorice a prohibir la importación de un OGM.
Convenio sobre Diversidad Biológica
También en 1992, en la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, se firmó el Convenio sobre Diversidad Biológica, el cual estableció sus objetivos en el artículo 1: "… la conservación de la diversidad biológica, la utilización sostenible de sus componentes y la participación justa y equitativa en los beneficios que se deriven de la utilización de los recursos genéticos, mediante, entre otras cosas, un acceso adecuado a esos recursos y una transferencia apropiada de las tecnologías pertinentes, teniendo en cuenta todos los derechos sobre esos recursos y a esas tecnologías, así como mediante una financiación apropiada."
Mediante los artículos 15, 16 y 19 se pretende la integración del libre comercio de los recursos genéticos, reglando el acceso adecuado a los mismos, con la transferencia de tecnologías, (reconociendo que la tecnología incluye la biotecnología, y que el acceso a la tecnología como su transferencia entre Partes Contratantes son elementos esenciales para el logro de los objetivos del Convenio, comprometiéndose, a asegurar y/o facilitar a otras Partes Contratantes el acceso a tecnologías pertinentes para la conservación y utilización sostenible de la diversidad biológica o que utilicen recursos genéticos y no causen daños significativos al medio ambiente), y la compensación justa por el acceso a los recursos biológicos de otros.
Protocolo de Cartagena
La elaboración y firma de este protocolo estaba prevista desde el origen de la firma del Convenio sobre Diversidad Biológica. Pero los países productores de transgénicos, con Estados Unidos y Canadá a la cabeza, se dedicaron desde sus orígenes a sabotear la firma del mismo y a vaciar sus contenidos en forma sistemática, colocando los intereses de lucro de las empresas por arriba del interés incluso de sus propias poblaciones.
Finalmente el protocolo se firmó, tiene algunos puntos interesantes, como la inclusión del principio de precaución y la posibilidad de que los países importadores puedan rechazar cargamentos de transgénicos basados en este principio, que básicamente dice que frente a la duda sobre los riesgos, mejor abstenerse.
Es el primer Tratado Internacional que reconoce los organismos modificados genéticamente como una categoría separada de organismos que requieren un marco regulador específico.
El artículo 1, establece cuál es su objetivo de conformidad con el Principio 15 de la Declaración de Río: "… contribuir a garantizar un nivel adecuado de protección en la esfera de la transferencia, manipulación y utilización seguras de los organismos vivos modificados resultantes de la biotecnología moderna que puedan tener efectos adversos para la conservación y la utilización sostenible de la diversidad biológica, teniendo también en cuenta los riesgos para la salud humana, y centrándose concretamente en los movimientos transfronterizos."
Establece las bases de una legislación internacional sobre el movimiento transfronterizo de OGM, hace referencia principalmente a los mecanismos de notificación por adelantado por parte del exportador y al consentimiento que concede un país importador de semillas u otras muestras vivas derivadas de manipulación biotecnológica, antes de permitir su tránsito transfronterizo, detalla los requerimientos para la evaluación y gestión de los riesgos, las medidas de emergencia, el manejo, transporte, etiquetado e identificación del material. Sin embrago, resulta insuficiente ya que sólo abarca a los organismos "vivos" modificados, quedando excluidos los productos derivados de organismos transgénicos, productos transgénicos farmacológicos e insumos agrícolas transgénicos.
Algo similar ocurre con el etiquetado, ya que solamente exige mencionar en una carga "que puede contener organismos vivos modificados" y no ordena al instante de la importación, individualizarlos, cuantificarlos ni describir los procesos. Esta omisión afecta sobre todo a los consumidores, que no tienen acceso a las notificaciones previas que intercambian los estados y abre una brecha amplia para introducir sin controles los mencionados organismos.
Equivalencia sustancial
Para la evaluación de los productos alimenticios se ha introducido el concepto de "Equivalencia Sustancial", según el cual, si un alimento procedente de la nueva biotecnología se puede caracterizar como equivalente a su predecesor convencional, se puede suponer que no plantea nuevos riesgos, y por lo tanto, es aceptable para consumo.
Técnicamente hablando, si un OGM y su equivalente no genéticamente modificado poseen similaridad sustancial en un limitado espectro de variables (por ejemplo composición de proteínas, minerales, vitaminas, etc.) pueden así mismo presumirse sustancialmente equivalentes en todos sus otros aspectos. Esto implica suponer que el análisis químico es capaz de detectar adecuadamente efectos colaterales negativos no deseados y que no es necesaria la confirmación de equivalencia mediante rigurosa experimentación con pruebas de alimentación a largo plazo.
Este concepto fue introducido por la OCDE en 1993 (antes de la comercialización de ninguna planta genéticamente manipulada), tras varios años de trabajos de gran cantidad de expertos de muchos países. En 1996 la OMS y la FAO recomendaron su adopción como base para los estudios de seguridad alimenticia de los OGM. La propia OCDE sigue profundizando en este enfoque, en un intento de mejorarlo, de modo que en la actualidad se siguen desarrollando nuevas metodologías de evaluación que incluyen la identificación de niveles de nutrientes, antinutrientes y posibles toxinas y alérgenos en todo tipo de plantas de cultivo.
La equivalencia sustancial no sustituye a las evaluaciones de seguridad más rigurosas, sino que exige que la variedad genéticamente manipulada sea tan segura como la antigua predecesora. De hecho, en el caso de identificarse alguna diferencia, se realizan ensayos nutricionales, inmunológicos y toxicológicos adicionales.
Algunos críticos han señalado que el enfoque de equivalencia sustancial es inadecuado para encarar los posibles riesgos de las plantas transgénicas, y quisieran que dichas plantas fueran sistemáticamente analizadas en busca de cualquier diferencia cualitativa o cuantitativa respecto de las plantas tradicionales, y sometidas a sistemáticos análisis de toxinas. Otros, sin embargo, esgrimen que habría que realizar carísimos y complejos ensayos con todas las nuevas variedades de plantas que se producen, independientemente del método de obtención y las pruebas se multiplicarían al infinito si se quisiera conocer cómo afectan diversos factores ambientales a su composición a lo largo del tiempo.
Esta corriente de pensamiento basa su postura en virtud de que cada inserción de material genético mediante tecnología recombinante del ADN constituye un evento singular generador de un correspondiente espectro de efectos colaterales negativos potenciales, aún si se confirmara la inocuidad de un tipo de alimento transgénico, esto no implicaría que cualquier otro transgénico sea similarmente inocuo. Ocurre que un vector genético puede generar diferentes efectos al insertarse en puntos diferentes de la cadena de ADN.
Cuando la ingeniería genética introduce un nuevo rasgo en una planta de cultivo, la planta manipulada puede que no sea sustancialmente equivalente a la convencional. En estos casos la evaluación de su seguridad requiere responder a una serie de cuestiones relativas a cambios buscados por la manipulación, posibles cambios no pretendidos, estabilidad de la construcción genética, y posible transferencia génica horizontal a otras plantas.
Por lo tanto, el principio de equivalencia sustancial considera seguro un producto transgénico si éste es igual al natural en todas las características excepto en aquellas introducidas por la manipulación genética y cuya consecución constituía el objeto de tal manipulación. Una vez cumplido el principio de equivalencia sustancial, debe probarse la inocuidad del producto génico.
CONCLUSIONES
En conclusión, los alimentos transgénicos se han situado en el centro de un complejo debate en el que se mezclan aspectos meramente técnicos y biológicos, con otros de diversa índole: intereses generados por las patentes, protección de los consumidores, derechos de los agricultores, bioseguridad, etc. Ciertamente, la aceptación ética de la aplicación de las técnicas del ADN recombinante a las especies vegetales debe tener en cuenta el incremento de la producción y la mayor rentabilidad y seguridad de las futuras cosechas. Sin embargo, es claro que éste no puede convertirse en el único y exclusivo factor a tener en cuenta.
El debate ético sobre las especies transgénicas y su repercusión sobre la salud y el entorno del ser humano, debe partir de una crítica previa a la moderna visión instrumental de la naturaleza reconociéndole, por el contrario, un claro valor inherente. Ello puede justificar el establecimiento de límites a la actuación humana, impidiendo la consideración de lo creado como un mero objeto susceptible de apropiación. De acuerdo con ello, la aplicación de la técnica del ADN recombinante a especies vegetales sólo podría ser hipotéticamente aceptada si tuviera como finalidad la promoción del bien común humano y ambiental, de tal modo que se garantizara la inexistencia de cualquier implícito
atentado o riesgo para la biodiversidad. Asimismo, debería garantizarse que van a ser tenidos en cuenta, de una manera especial, los intereses de los
más necesitados de los beneficios de estas especies.
Por otro lado, es importante resaltar que el control de las nuevas especies transgénicas no puede reducirse, como ocurre en la actualidad, a un capítulo meramente privado. Se trata de una cuestión de carácter público, por los bienes que quedan afectados, especies vivas, y porque sus posibles consecuencias en el medio ambiente y en los organismos humanos afectan a toda la población, e incluso a las futuras generaciones. Por último, creo que es importante insistir en que, en la actualidad, no se cumplen, de hecho, estas condiciones. No está totalmente demostrada la ausencia de peligro para el medio ambiente y para los seres humanos derivada del cultivo y comercialización de estas especies. Al contrario, cada vez se reafirma más la existencia de verdaderos riesgos inherentes al cultivo de estas especies.
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Autor:
Lic. Chais E. Calaña Gonzalez
Cuba, 2007
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