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Inteligencia Militar, Colombia: Álvaro Uribe, los Paramilitares, las FARC y Juan Manuel Santos


Partes: 1, 2

  1. Estrategia militar de Uribe
  2. Estrategia militar de Santos
  3. Glosario

edu.red

"Esta síntesis de las estrategias de los gobiernos de Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos contra las FARC viene del análisis original en inglés para discusión de asuntos de inteligencia militar en Latinoamérica.

Existe una diferencia enorme entre el secreto militar, necesario en todas las acciones bélicas como en la actual guerra contra las FARC, y lo que el público ve en la superficie. El problemático y negativo ex presidente Álvaro Uribe conoce bien esta diferencia y explota este desconocimiento público para su beneficio político personal; y esto es lo que esta síntesis va a aclarar." José María Rodríguez González

 La idea de Uribe de Seguridad Nacional que rebautiza como "Democrática" proviene de los años sesenta del siglo pasado y se origina en la Doctrina de la Seguridad Nacional de los Estados Unidos que fue una de las consecuencias de la Guerra fría. Antes, a los problemas que se originaban en la protesta civil se los llamaba, apropiadamente, de Orden Público.

En 1961 y por iniciativa del Presidente Kennedy se crea la Alianza para el Progreso con el objeto de desarrollar y modernizar a las naciones latinoamericanas incluyendo el fortalecimiento de la seguridad interna por medio de la Operación de Seguridad Latinoamericana (Plan Lasso en Estados Unidos o Plan Lazo en Colombia). El presidente Alberto Lleras logra que el dinero destinado para la defensa del hemisferio fuera utilizado para objetivos de seguridad interna en Colombia con el  decreto presidencial 61-14 de enero de 1961 que firmó el presidente John F. Kennedy. El Plan Lasso también  incluía acciones cívicas de atracción de la población que al mismo tiempo servían como recolectores de información e inteligencia para los cazadores de guerrilleros.

Parece irónico pero al mirar la historia de Colombia de los últimos 50 años uno descubre que la tendencia de una clase civil poderosa a resolver los problemas ciudadanos con la violencia, ha hecho creer a la ciudadanía que sus privilegios e intereses son la patria y de esta forma han manipulado a las Fuerzas Militares y Policiales como sus instrumentos de poder. Y no han sido las Fuerzas Militares sino quienes las han manipulado, los que han creado la compleja situación de conflicto armado que ha ensangrentado a Colombia, situación que no hay que seguir avivando, sino apagarla de una vez por todas. Colombia puede tener unas Fuerzas Militares viviendo en paz.

En ese entonces y por iniciativa de la clase civil dominante el general Alberto Ruiz Novoa, un veterano de la guerra anticomunista de Corea, que alentaba la idea de transportar automáticamente la situación anticomunista coreana a Colombia, es nombrado Ministro de Defensa. El cambio más importante que Ruiz Novoa intenta realizar en las Fuerzas Militares es tratar de convertirlas en un Partido Anticomunista Armado, y así, politizándolas, hacerlas actuar. Desde ahí se considera cualquier revuelta civil como un avance del comunismo.

 Así, las situaciones de Orden Público que se relacionan con la oposición, y las protestas de civiles como las de estudiantes, trabajadores y campesinos que deben protegerse bajo la libertad democrática del estado ascendieron indebidamente  a un problema de Seguridad Nacional, como si la población civil y sus protestas por violentas que sean pudieran ser equiparadas al ataque de una nación enemiga.

 Con esta visión exagerada y deformada de las protestas y revueltas civiles, como todavía hoy sucede, en 1964 se llegó a suponer que unas autodefensas campesinas, en ese entonces provenientes del Partido Liberal y concentradas en Marquetalia, eran un foco del comunismo que había que destruir. La actuación del ejército politizado como anticomunista facilitó y produjo que el Partido Comunista tomara realmente la dirección de las Autodefensas Campesinas y que conformaran lo que fueron las FARC hasta 1982 y, desde ahí en adelante lo que hoy son las FARC-EP.   

 No había en Colombia comunismo armado ni organizado como ejército, pero aparecen unas Fuerzas Militares politizadas anticomunistas que atacan a unos campesinos beligerantes liberales unidos en las Autodefensas Campesinas y a la vuelta de la esquina Colombia ahora ya tiene un ejército armado comunista y casi medio siglo de derramamiento de sangre. Este error se equipara al que por poco comete Uribe al querer internacionalizar la guerra y elevar a las FARC a un rango internacional de combate que no es de ninguna manera conveniente para el país.

  Este comunismo vernáculo que nunca se relacionó con una invasión soviética de Colombia,  sí comenzó a asociarse con una oposición radical al Estado, y una situación de orden público que pudo apaciguarse y mantenerse dentro de los linderos de la política tradicional fue desbordada y regalada al comunismo como una fuerza social y militar.

Sin ningún conocimiento militar y guiado solamente por el odio y un sentimiento de venganza personal irreductible, todo lo que Uribe hace es revivir a toda costa esa situación militar anómala de los años sesenta del siglo pasado y que originó las peores dictaduras que avergüenzan a las Fuerzas Militares y a la historia de América Latina.

Estrategia militar de Uribe

I Los paramilitares y la limpieza social

La estrategia militar del gobierno de Uribe contra la insurgencia* de las FARC tenía dos prioridades, la primera, eliminar cualquier apoyo logístico de las FARC en las poblaciones en zonas de influencia de la guerrilla, y la segunda, golpear al Secretariado. Ninguna de las dos era muy difícil, sobre todo la primera, porque era una guerra de limpieza social abierta y sin escrúpulos contra la inerme población civil. Guerra en la que los paramilitares cumplieron el papel principal.

Los paramilitares existen por decisión de los "Césares" y su organización se inició durante el gobierno de Julio César Turbay Ayala con su Estatuto de Seguridad y Defensa de la Democracia, expedido en 1978 y se consolidó con la Ley 3567 de 1994 firmada por el presidente César Gaviria Trujillo que definió a las Convivir. La función de defensa nacional civil y autodefensa fueron sus parámetros inamovibles. La participación personal de Uribe fue ocuparse de que el paramilitarismo tuviera todo el apoyo del gobierno, cosa que logró a partir de las Convivir de Antioquia, cuando fue gobernador de ese departamento, hasta la entrega de los servicios nacionales de inteligencia DAS, bajo su mando, para todas las operaciones del paramilitarismo, cuando fue presidente. Dentro de esta prioridad estratégica bastaba con que Uribe solo mencionara en público o en privado que alguien era sospechoso de apoyar a la guerrilla para que cualquier paramilitar ejecutara una acción contra esa persona.

La guerra de limpieza social contra la población inerme que encarnó y cumplió Uribe quedó demostrada por tres evidencias inocultables. Una, que la única razón y justificación para robarle sus tierras y pertenencias a los campesinos, violar sus mujeres y asesinar sus niños era que un paramilitar sospechara que podrían ser auxiliadores de la guerrilla. Dos, que Uribe nunca consideró ni defendió a las víctimas de los paramilitares y por el contrario siempre ha sido hostil y enemigo de ellas. Y tres, que Uribe exigió una completa inmunidad para todos los paramilitares e impulsó su participación política. Estas exigencias de Uribe no las pudo cumplir el Congreso con la mal llamada Ley de Justicia y Paz por impedimentos del estado de derecho, pactos internacionales, la intervención de la Corte Constitucional y la presión internacional y de la población colombiana.

Uribe desconoció que en la paz**, las reivindicaciones, la rehabilitación y el perdón siempre son para el enemigo y el castigo ejemplar es siempre para los amigos del Estado porque por la participación del gobierno en los crímenes de paramilitares y neoparamilitares éstos son una aberración del Estado.

Por otra parte, Uribe nunca censuró ni personalmente ni como integrante del gobierno, ninguna acción paramilitar contra los civiles. Uribe nunca los denunció públicamente como si lo hacía constantemente con las FARC sin olvidar el más mínimo detalle. Uribe jamás afectó intereses paramilitares ni bombardeó un solo campo paramilitar, con el agravante de que sabía dónde se hallaban y también sabía que los paramilitares eran reconocidos legalmente como terroristas*** además de narcotraficantes. Hay que tener en cuenta que los paramilitares fueron los únicos verdaderos narcoterroristas y a quienes históricamente el término les cabe sin posibilidad alguna de error****.

Lo peor, y otra inculpación de esta asociación de Uribe con el paramilitarismo, es que además de permitir que los paramilitares se apoderaran de todas las tierras que quisieran, los territorios que ellos le quitaron a toda la población que supuestamente ayudaba a las FARC nunca los recobró Uribe para Colombia y se los dejó a los paramilitares como premio por quitárselo a las FARC. En otras palabras, Uribe le entregó al crimen organizado las áreas de influencia de la guerrilla sin que él ni su gobierno les importara ganar ninguna jurisdicción sobre ellas. Para Uribe que los paramilitares tuvieran posesión de esos territorios era igual a que el gobierno la tuviera y de esa manera lo contaba entre los logros de su gobierno.

Esta asociación de Uribe con el paramilitarismo prueba por dónde andaba su "corazón grande" en la ejecución de su prioridad estratégica de limpieza social de la población civil inerme que pudiera auxiliar a la guerrilla.

La limpieza social y su ejecución por parte del paramilitarismo es el componente inseparable y más importante de la Seguridad Democrática de Uribe. Es el que involucra a civiles como informantes, vengadores y combatientes, el más corrosivo y destructivo de lo humano en la sociedad colombiana y es el que ha convertido a esos individuos civiles en portadores de crueldad, corrupción y crimen, como lo demuestra la conducta sanguinaria de los grupos paramilitares y neoparamilitares.

No se puede ignorar que la preocupación de Uribe en el entrenamiento y la dotación militar para las funciones de limpieza social o exterminio ejercido por el paramilitarismo incluye su interés de que fueran óptimas. En ese sentido, la importación de expertos entrenadores israelíes y la dirección de fanáticos y sangrientos militares criollos no parecen ser casos aislados. Tampoco parece aislada de esas conexiones la solicitud de militares a través del gobierno de Israel a la ONU para que Uribe los defendiera de su ataque a una tripulación civil en un barco rumbo a Gaza. Uribe nunca rechazó el ofrecimiento para intervenir en un caso donde hubo víctimas civiles de una agresión armada, como si fuera natural para él que ese tipo de acciones se consideraran normales y defendibles.

La preocupación personal de Uribe sobre el funcionamiento del paramilitarismo se extendió también al aseguramiento de su financiación que se caracterizó por su reserva y por los abundantes dineros de sus colegas ganaderos, en su mayoría agremiados a Fedegan, de hacendados y de muchos poderosos y adinerados representantes de la empresa privada antioqueña, costeña, nacional y hasta internacional complementaban los ingresos del narcotráfico de los paramilitares para asegurarse que con su dinero las acciones de los paramilitares cumplieran los objetivos de Uribe de acabar con la población civil que apoyaba a las FARC o que era sospechosa de apoyarlas, por medio de la limpieza social y así evitar que interfirieran en sus intereses con vacunas, otros impuestos y reclutamiento de campesinos.

La relación de Uribe con dineros de y para los narcotraficantes no se ha aclarado, pero testimonios de Uribe sobre su íntima asociación de negocios con su familia, testimonios que provienen de muchas fuentes, muestran que familiares directos de Uribe, convictos como Mario Uribe, su primo hermano, fue también su socio político de toda la vida, y no convictos como sus dos hermanos, uno muerto, Jaime Alberto, y otro vivo, Santiago, señalados por colaboración, financiamiento y participación de acciones paramilitares, no han negado, ni Uribe tampoco lo niega, que nunca hayan roto su colaboración mutua. La nueva generación de los Uribe, Tomás y Jerónimo Alberto, ha sido señalada por recibir favores económicos y la tradición política, convicciones y maneras de operar que desde su infancia les ha inculcado Uribe. Los lazos y las convicciones políticas de la familia de Uribe son idénticos y se han demostrado como íntimos y la causa de la unión y asociación que toda la familia de Uribe comparte alrededor de él y que Uribe ha cultivado con base en sus relaciones de sangre. *****

Estrategia militar de Uribe

II La destrucción del Secretariado de las FARC

El éxito de Uribe en la limpieza social contra la población civil indefensa nunca fue igualado por sus ataques militares día y noche contra las FARC por ocho años con toneladas de bombas. Uribe terminó sus dos gobiernos y fue incapaz de doblegar la resistencia armada de las FARC. Para disimular su derrota siempre ha hecho publicidad con la deserción de 15 mil milicianos de las FARC, personas que al ser traidores le hacían más daño que bien a las FARC por la debilidad de su convicción, con la muerte de millares de guerrilleros, incluyendo alrededor de tres mil de ellos que resultaron no ser guerrilleros sino falsos positivos, y con la baja de diferentes jefes del Secretariado y los frentes, que en ningún momento afecta el relevo en la cadena de mando de las FARC ni tampoco afecta la moral de las FARC. Cada caído es un héroe que aumenta la moral, la combatividad y el reclutamiento de las FARC.

Lo que había detrás de la aparente seguridad era algo muy distinto. Las FARC, al ver que parte de la población civil, que era neutral, y que podía servirle de escudo o ayudarle, estaba siendo exterminada, reaccionaron con un repliegue inmediato para salvar a sus milicianos y a quienes realmente los apoyaban. Los nuevos afectados por los paramilitares por haber matado a sus familiares, se convirtieron en reclutamiento fácil para las FARC y terminaron unidos a los civiles que apoyaban a las FARC en la clandestinidad, ahora reforzada, o como milicianos. El resto de los pobladores contribuyeron a engrosar el record de cuatro millones de desplazados internos a que llegó Colombia durante el gobierno de Uribe y puso a Colombia entre las peores estadísticas del mundo.

Las FARC lograron mantener intacto su aparato militar y también aumentaron su milicia especializada. Las bajas del ejército durante el gobierno de Uribe pasaron la raya de los 4 mil militares, sin contar los millares de militares inválidos, dementes y suicidas. La guerra psicológica que consistía en afirmar que las FARC estaban prácticamente exterminadas y derrotadas política y militarmente y de que el Ejército no había tenido bajas es quizás el mayor engaño que cualquier presidente le haya hecho a la opinión pública en Colombia.

La amenaza de Uribe de exterminar a las FARC fue aprovechada por éstas para consolidar su unidad y aumentar la solidaridad internacional por una situación presentada como de vida o muerte.

Es oportuno recordar que antes de Uribe hubo algo muy importante. Desde octubre del 1997 Clinton declaró a las FARC terroristas, en noviembre del 2001 durante la presidencia de Pastrana, Bush lo ratificó y en junio del 2002 lo hizo la Unión Europea. Como consecuencia de esto sucedieron dos cosas, se derrumbó el 70% del apoyo internacional y las FARC quedaron maniatadas para moverse alrededor del mundo. Ante este revés, las FARC se empeñaron en prepararse para lograr el status de beligerancia y con esa intención se esforzaron por ajustarse al Derecho Internacional Humanitario.

Este objetivo explica por qué durante la presidencia de Uribe las FARC hicieron énfasis en las liberaciones unilaterales de secuestrados y cómo en ese período disminuyeron los secuestros hasta el punto de que después de Uribe terminaron eliminando el secuestro dentro de sus operaciones de control de objetivos políticos. En ese mismo periodo disminuyeron las continuas operaciones de saboteo y hostigamiento y comenzaron a centrarse, prioritariamente, en los ataques a militares y policías, beligerancia. De esta manera el repliegue terminó en un excelente retiro para reflexionar sobre cómo lograban el status de beligerancia y cómo pondrían en práctica sus nuevas tácticas de resistencia.

Animados por la seguridad y relativa calma que les había proporcionado el repliegue y motivados por la posible obtención del reconocimiento de status de beligerancia, las FARC construyeron su Resistencia en dirección a la guerra prolongada. Esa Resistencia, aún con unas FARC disminuidas, fue exitosa y fue una victoria política contra la que no pudo ninguna victoria militar. Mientras cuajaba esta sólida estrategia de las FARC, Uribe continuaba con su politiquería de "triunfos" temporales sobre las FARC. Uribe miraba a corto plazo, las FARC a largo plazo.

Al tener que abandonar el gobierno, a Uribe le era imposible seguir con su despliegue escénico triunfalista sobre las FARC, y le quedaba ya imposible poder continuar con otro engaño del que muy poco se habla. Colombia había quedado bajo el control clandestino de los neoparamilitares ahora llamados Bacrim en 60% de su territorio. Poder que quedó al descubierto con el paro armado de los urabeños en enero del 2011, cuando se descubrió que el control de ambas costas colombianas estaba en manos de los neoparamilitares, que en esas regiones del norte de Colombia los neoparamilitares manejaban a los políticos a su antojo, compraban a la policía, al ejército y a la justicia; que esa capacidad de terror y control de la población es difícil de superar porque bajo cuerda, los urabeños siempre fueron los aliados y protegidos de Uribe y su gobierno desde el 2007. Los urabeños son solo la tercera parte del poder nacional del neoparamilitarismo dejado por la Seguridad Democrática de Uribe. Las Águilas Negras todavía siguen siendo las que predominan dentro del legado neoparamilitar dejado por Uribe y las que hoy mantienen y prolongan su política de limpieza social.

Pero además, el paro armado de los neoparamilitares urabeños dejó al descubierto que Uribe no hizo nada por la infraestructura de Colombia en las zonas controladas por neoparamilitares y que los grandes éxitos que alega sobre la recuperación de soberanía e infraestructura son solo estadísticas amañadas para alimentar sus innumerables y repetitivos discursos electoreros.

Mientras Uribe quemaba el dinero de los colombianos en una guerra a medias contra la guerrilla pero no contra el crimen ni contra la violencia, el país quedó atrasado en infraestructura, educación y salud. El campo colombiano es un desastre humano del que las gentes de las ciudades no tienen la menor idea. Uribe ayudó a ese desastre humano, a la inequidad en la distribución del ingreso y al abandono del campesinado que vive atemorizado, desposeído y asesinado constantemente en medio de una guerra de la que solo se hablaba para los fines electorales de Uribe.

Los colombianos comenzaban a ver que la extradición de los jefes paramilitares no hacía ninguna diferencia en el poder del crimen sin saber que convenientemente todos los computadores de los jefes paramilitares "desaparecieron" en la cárcel antes de su extradición para proteger a Uribe y sin saber que Uribe no había podido con la Resistencia de las FARC. A muchos colombianos no les gustaba la idea de que Uribe hubiera dejado a Colombia prácticamente en las manos del crimen organizado clandestino. La seguridad de Colombia no se mide en acabar con las FARC, como Uribe convenientemente hizo creer, sino en acabar el crimen, la violencia y el terror viniera de donde viniera. En el fondo, la seguridad de los ocho años de Uribe había sido todo un engaño de proporciones nacionales e internacionales.

Cuando a Uribe le tocó dejar el gobierno, la opinión pública había quedado tan engañada que juraba que el flagelo de las FARC estaba por terminarse, que el Ejército había triunfado sin bajas y que Uribe era el estratega de la más grande derrota de las FARC.

Uribe nunca permitió que los verdaderos hechos salieran a la luz pública por miedo a que lo pudieran desprestigiar o descubrir su sangrienta política de limpieza social de los potenciales auxiliadores de las FARC, o el exterminio de la población civil. Pero con su acostumbrada habilidad de volver las cosas al revés para quedar bien, arguyó que las guerrillas huían de los avances del ejército para refugiarse en la selva y las montañas. Este, como la mayoría de sus cuentos, caló hondo en la opinión pública. En efecto, donde había guerrilla ya no se veía ni un solo guerrillero. El repliegue de las FARC había sido un éxito del que se apropió Uribe politiqueramente.

Durante su nueva clandestinidad, las FARC afrontaron la segunda estrategia de Uribe que era la del exterminio del Secretariado y de los altos mandos de sus Frentes. Esa prioridad la justificaba Uribe creyendo ingenuamente que si se demostraba que el Secretariado era vulnerable y que los líderes de las FARC podían ser eliminados, las FARC se debilitarían y la victoria militar o exterminio de las FARC era seguro.

Pero las FARC nunca han abandonado su objetivo de lograr el debilitamiento económico del estado, su principal enemigo, sin importar quien las dirija. Y lo han logrado usando la guerra misma. Si a un guerrillero lo atacan de un flechazo vale un peso, pero si hay que usar helicópteros Hawk, aviones Supertucanos, bombas de miles de dólares, sostener medio millón de personas con salarios, beneficios, seguros, armamento, ropa, vivienda etc. es algo muy distinto: cada guerrillero vale un millón de dólares.

Uribe fue presa fácil de las FARC y los costos de atacar cada guerrillero se multiplicaban, llegándose a cifras record en gastos militares y con impuestos de seguridad a los colombianos. Cuanto más dinero se conseguía más se gastaba y siempre era insuficiente. Uribe dejó una deuda interna y externa exagerada con el fin de aumentar hasta dónde fuera posible el presupuesto militar. La ciega política de Uribe convertía a los combatientes de las FARC en los más costosos en relación al PIB y a la economía colombiana en general.

El escalamiento de la guerra para Uribe se convirtió en una especie de militarismo politizado de los años sesentas y de una carrera armamentista, mientras que para las FARC el escalamiento de la guerra implicaba perfeccionar sus cualidades de resistencia y usar el armamento más efectivo y barato que pudieran encontrar. Actualizar armamento es lo último en la lista de las FARC. La economía de las FARC consiste en mantener un bajo pero constante superávit y sus gastos se reducen a minas caseras y demás armamento rudimentario, armas robadas, alimentación en lo posible gratuita con animales de caza y frutas de la selva, etc.

El primer objetivo fue alias Raúl Reyes considerado comandante número dos de las FARC y encargado de las Relaciones Públicas alrededor del mundo.

Se escogió a Reyes porque su ubicación era fácil de determinar por medio de los contactos y por sus frecuentes apariciones en público. Reyes no era un combatiente activo de las FARC y sus armas eran solo un símbolo útil de su posición guerrillera para su actividad diplomática en el mundo.

El Mossad, la inteligencia militar estadounidense y los servicios de inteligencia de otros países como Inglaterra y Francia seguían internacionalmente a Reyes y con esta información se logró ubicar su campamento en la frontera ecuatoriana con Colombia. Uribe, estimulado por el consejo de sionistas que le mostraban cómo las acciones israelíes no tenían ninguna consecuencia militar ni económica por sus ataques a combatientes palestinos en territorio palestino, le ordenó al entonces Ministro de Defensa Juan Manuel Santos que siguiera estrictamente a la inteligencia militar extranjera y su propia estrategia de eliminar al Secretariado y para estar completamente seguros de poder asesinar a Raúl Reyes estando dormido. Las órdenes de Uribe se cumplieron al pie de la letra.

Ante el reclamo del presidente Rafael Correa de Ecuador, Uribe confesó no haberle informado a tiempo porque temía que alertara a Raúl Reyes. Al hacerlo, Uribe dejó al descubierto su miopía y su ignorancia de las consecuencias militares, económicas y políticas que traía una acción que agredía lo más sagrado de los países latinoamericanos: la defensa de su soberanía que fue la causa de todas las independencias de la monarquía española. (Uribe es una persona de un nivel bajo de preparación, pasó sus cursos universitarios con grados regulares, no le gusta leer y se limita a informarse solo de quienes inspiran sus ideas unilaterales. Haberse escapado de 5º Y 6º de bachillerato le dejó un vacío a su formación académica.) Después de consumada la violación de la soberanía del Ecuador, el presidente Correa no podía quedarse quieto y, en consecuencia, rompió relaciones diplomáticas y económicas con Colombia y puso a su ejército en pie de guerra en la frontera con Colombia

Para disimular la derrota militar, política y diplomática en la que hundió a Colombia con la censura de todos los organismos internacionales, Uribe se jactó de haber capturado los famosos computadores de Reyes, que obviamente tenían todos los contactos internacionales de las FARC. Por intereses electorales, Uribe cometió el error de hacer público la mayor parte del contenido de los computadores facilitando que muchos de los contactos de las FARC cambiaran de inmediato todo lo necesario para quedar encubiertos y que el reemplazo de Reyes pudiera establecer un nivel más avanzado de clandestinidad a tono con el recién logrado por la logística y los combatientes de las FARC en su estrategia de repliegue. Desde ese momento toda la información de los computadores se volvió historia antigua y la inteligencia internacional perdió contacto con los nuevos movimientos diplomáticos de las FARC.

Uribe ocultó convenientemente esta realidad a la opinión pública y dentro de sus campañas electorales todavía quiere hacer creer (y en parte lo logra) que las FARC y los contactos de las FARC se quedaron inmóviles, que no hicieron absolutamente nada y que la situación internacional de las FARC, ahora desconocida, no ha sufrido ningún cambio y es exactamente igual a la que muestran los computadores de Reyes. Semejante posición tan ciega y acomodaticia de Uribe solo ha logrado que los computadores de Reyes se hayan vuelto unos convidados de piedra en acciones legales y completamente inútiles en el ámbito internacional.

Se puede demostrar que lo que dicen los computadores de Reyes es cierto, lo cual los convierte en valiosas piezas de la historia de Colombia y del conflicto armado con las FARC y en el testimonio embarazoso de que la inteligencia colombiana no sabía nada de la extensión de la actividad internacional de las FARC como tampoco ha demostrado que lo sabe ahora. Pero darle validez legal a los computadores de Reyes es también confirmar la actividad beligerante de las FARC porque nada mejor que los computadores de Reyes para demostrar que las FARC tienen concentrados sus intereses políticos y sus combates en Colombia y que por ello son auténticamente una organización beligerante.

El primer golpe al Secretariado de las FARC queda impreso en la historia como una violación de la soberanía de un país vecino, el bombardeo y asesinato a mansalva de unos milicianos y civiles mientras dormían, la pérdida de relaciones diplomáticas y económicas con Ecuador, la apertura de una confrontación militar con otro país y la consecución de pruebas que demuestran que las FARC son una organización beligerante con contactos internacionales serios, de alto nivel y de una extensión jamás imaginada por la inteligencia militar colombiana.

Estrategia militar de Santos

I Continuación de la Seguridad Democrática

Cuando Juan Manuel Santos llega a la presidencia continúa fielmente con la misma estrategia de Uribe de eliminar al Secretariado de las FARC y escoge como su primer objetivo un moribundo jefe militar, alias Mono Jojoy, cuyas funciones ya habían sido delegadas en otros comandantes. Como objetivo Mono Jojoy era también producto de una visión miope y daba cuenta de la ignorancia del gobierno sobre las consecuencias militares y políticas para el conflicto armado en Colombia. Jojoy representaba un ala de fuerte tendencia militar que hasta ese momento no había obtenido el comando de las FARC, que continuaba en manos de la tendencia dominantemente política cuya prioridad era el repliegue y la clandestinidad. Santos logra asesinar al Mono Jojoy, que el Secretariado había dejado con menor seguridad y quien además decidió defenderse desde su tradicional escondite.

La muerte del Mono Jojoy no era sorpresa para el ala más beligerante de las FARC que proponía acciones militares en toda Colombia con mayor efectividad y especialización militar. Exactamente las mismas que Colombia ha visto en 2011 y 2012.

Sin percatarse todavía del cambio táctico que se estaba cocinando al interior de la dirigencia de las FARC, Santos decide llevar la política de Uribe a su máxima expresión y en lugar de solo golpear al Secretariado decide que golpear la cabeza máxima de las FARC, alias Alfonso Cano, creyendo que lograría lo que Uribe había planteado como lo más brillante de su estrategia, "cortarle la cabeza a la culebra". Con aumento del pie de fuerza, concentrando toda la inteligencia internacional sobre Cano, rodeando el área de combate de Cano e intensificando los combates, Santos logró asesinar a Cano, pero no acabar las FARC. Alfonso Cano era ante todo un hábil dirigente político de las FARC, quien pudo llevarlas a la paz, pero su habilidad táctica no escapó la exigencia de las nuevas circunstancias y en cierta medida era una limitación para el ala militar de las FARC. Las consecuencias no se hicieron esperar. Alias Timochenko, un estratega militar y político al estilo de alias Manuel Marulanda, toma las riendas de las FARC, y en lugar de supeditar lo militar a lo político le da prioridad a ambas combinado la efectividad de cada una. Ahora todos quedan contentos en las FARC y obviamente el legado del Mono Jojoy comienza a convertirse en una realidad en el nuevo accionar de las FARC.

Si hoy las FARC realizan acciones en diferentes regiones de Colombia, emboscan militares, sabotean la producción de petróleo, toman poblaciones y hacen retenes al tiempo que se quitan de encima la carga y responsabilidad contraproducente de los secuestrados no es otra cosa que la consecuencia lógica de la inicial miope e ignorante política de Uribe sobre el conflicto armado y la que Santos creyó y siguió fiel y sinceramente.

Estar al frente de una política, como le toca ahora a Santos, es diferente a seguir una política como notoriamente lo hizo Santos durante el gobierno de Uribe. Ahora, Santos ve que si falla es su completa responsabilidad. Si fallaba en la época de Uribe era responsabilidad de Uribe, el entonces Comandante en jefe de las Fuerzas Militares de Colombia.

Como responsable del conflicto armado, Santos puede ver ahora que las prioridades estratégicas de Uribe de exterminar la población civil que potencialmente pueda apoyar a las FARC es una política criminal encubierta de Estado y de lesa humanidad que viola la Convención de Ginebra, el Derecho Internacional Humanitario y pone a Colombia en el despreciable grupo de los países bárbaros. Pero además acentúa la desigualdad en Colombia, aumenta el desplazamiento interno, incrementa el desempleo, y paralelamente aumenta el presupuesto militar en detrimento de inversiones en el futuro desarrollo de Colombia como lo son educación, investigación científica y tecnológica, inversión de capital nacional y salud. Y como si esto fuera poco le garantiza a las FARC su renovación constante a través del reclutamiento continuo, consecuencia del dolor y la consiguiente venganza armada por la muerte de familiares a manos de paramilitares, neoparamilitares y militares.

La parte de la Seguridad Democrática que tiene como objetivo matar hasta el último miembro de las FARC es fanática, irracional, impráctica y por qué no decirlo anticristiana y criminal. La pena de muerte en Colombia es ilegal y va contra los principios cristianos. Cualquier persona asesinada, así sea el peor criminal, es una repudiable ejecución que viola flagrantemente la Constitución y es un inexcusable crimen de Estado. Los colombianos tienen el derecho y el deber de ser testigos del juicio público de grandes criminales para que sirva de educación de cómo la verdad siempre triunfa así se la encubra con siete mil corazas.

Pensar que mostrando una pila de milicianos de las FARC muertos, aunque fueran falsos positivos, eran derrotas militares para las FARC es desconocer por completo lo que es una guerra irregular en la que no cuentan los números, como en las guerras regulares, sino la amenaza, la capacidad de sorpresa y sus consecuencias políticas y económicas.

Está demostrado que es imposible impedir que las FARC operen, ataquen o cometan acciones de guerra. La decisión de las FARC de parar sus operaciones, ataques y acciones de guerra, de desarmarse y de integrarse a la vida legal nacional es la única garantía del fin de la amenaza que representan, y sólo una negociación puede lograrlo

Estrategia militar de Santos

II Dejarles una sola salida a las FARC: La Paz

Ser Comandante en Jefe de las Fuerzas Militares es estar frente al curso que tome el conflicto armado. Por eso el presidente Santos cambió la antigua estrategia militar de Seguridad Democrática contra las FARC de las dos prioridades irracionales y hasta criminales de Uribe (que ahora Uribe llama Frente Antiterrorista y Puro Centro Democrático) a una estrategia con los siguientes pasos que por ser parcialmente parte del secreto militar han quedado injustamente por fuera del conocimiento público:

  • 1. Los objetivos espectaculares que sirven como propaganda para la reelección, como asesinar miembros del Secretariado, se descubren ineficientes puesto que detrás de cada miembro del Secretariado existe un orden establecido de candidatos preparados para suceder de inmediato a cualquier comandante que muera. La posibilidad de descabezar a las FARC se convierte en una revitalización de su dirección y en la implementación justificada de nuevas políticas correctivas que los actuales miembros del Secretariado no habían desarrollado. Al mismo tiempo, se observa que el Secretariado no es el frente de combate directo y su enfrentamiento a las Fuerzas Militares y a la Policía tiene que ver más con logros políticos, administrativos, tácticos y estratégicos que con cualquier otra cosa. Los Frentes y los mandos a cargo de la logística, como financiamiento, provisiones, armamento, etc. tienen un papel determinante en el éxito de cualquier dirección del Secretariado. Las pérdidas en estos niveles pueden traumatizar una operación o incluso toda la eficacia de un Frente. Por lo tanto estas áreas toman ahora la importancia que merecen y que se hallaba en segundo plano en la política de Uribe por los objetivos espectaculares diseñados para su reelección y para la manipulación de la opinión pública.

  • 2. La participación militar puede ser muy difícil, costosa e ineficaz cuando se trata de movilizar batallones para acorralar y enfrentar a unidades de las FARC. Movilizar batallones requiere también movilizar provisiones, armamento y tener la acusadora presencia de armamento pesado, aviones y hasta barcos. Los insurgentes ya están acostumbrados a reconocer los cercos militares y a salir de ellos.

Los experimentados generales estadounidenses como Stanley McChrystal y en especial David Petraeus, por el hecho de conocer desde el mando los efectos de diferentes diseños militares contra una insurgencia mucho mejor armada y verdaderamente temible como la sunita de Irak y los Talibanes de Afganistán, cuando asesoraron a las Fuerzas Armadas de Colombia estuvieron de acuerdo en que las unidades especializadas eran mucho más fáciles de desplazar y recoger, todo su armamento es avanzado, sus equipos completamente portátiles, y su acción es específica y altamente especializada por lo que son efectivas y de menor costo. Estas unidades antiinsurgentes han demostrado su eficacia en más del 80% de los casos. Prototipos de esto serían las fuerzas especiales Vulcano y Tarea Omega.

El abuso de las Fuerzas Militares por parte de Uribe fue tan extenuante y desmoralizador que los combatientes no podían brillar con toda su eficacia. Su composición no podía tener la agilidad, el tino y la efectividad de las pequeñas unidades antiinsurgentes. Uribe agotaba rápida e innecesariamente el presupuesto militar hundiendo a Colombia en deudas millonarias para sostener un Ejército que fácilmente era burlado por los pequeños grupos de guerrilleros que se salían de sus cercos o simplemente los llevaban a campos minados. El mal manejo de Uribe tanto del presupuesto, los recursos logísticos y el pie de fuerza del Ejército fue la causa de que muchos militares escogieran atajos como los falsos positivos para tener respiro y alguna satisfacción honorífica de parte del presidente Uribe, su comandante en jefe.

Lo peor de todo fue que, aunque esa mala administración militar de Uribe no eliminaba a las FARC y por el contrario, paradójicamente, las ayudaba a entrenarse para el escalamiento de la guerra, a mejorar su desarrollo, y a que la consolidación de su resistencia se volviera una nueva motivación y un incentivo importante para elevar la moral de los combatientes, Uribe nunca cambió ni fundamental ni estructuralmente su estrategia militar durante sus ocho años de gobierno. Mientras que en el campo enemigo se observa la rápida adaptación y táctica de repliegue que lograron las FARC desde el primer año del gobierno de Uribe al tiempo que avanzaban firmemente en su preparación para una guerra prolongada incluyendo cambios militares para su resistencia y cambios políticos para su status de beligerancia.

Santos es el primero que después de ocho años cambia, actualiza, revitaliza y pone en marcha una guerra contra las FARC dirigida a una verdadera derrota militar que no necesita matar a todos y cada uno de los guerrilleros, pero que solo les deja una única salida: la paz. Con esto toda Colombia triunfa.

  • 3. El tercer componente de la indispensable nueva estrategia consiste en quitarle cualquier apoyo y logística a las FARC y simultáneamente avanzar en el progreso de Colombia a través de programas sociales, construcción de infraestructura, servicios públicos esenciales y solución a los problemas relevantes de cada comunidad. Solo de esta manera las comunidades ven en el gobierno la solución de sus problemas y a las FARC como uno de los problemas que se van resolviendo con la ayuda del gobierno.

Cabe anotar que la política de cazar y exterminar a la población civil por parte de Uribe no solo produce odio al gobierno y a quienes colaboran con el gobierno sino que además crea un odio profundo contra las Fuerzas Militares por su negligencia para defenderlos y por el poder armado que la gente ve volcarse contra ellos.

El completo desinterés de Uribe por la situación social en las zonas de guerra queda demostrado en el constante presupuesto vacío del Plan de Consolidación que debía resolver el urgente y verdadero problema de inversión social. Uribe siempre prefirió Familias en Acción porque representaba su plataforma para la reelección y sus Consejos Comunales porque eran sus herramientas de constante campaña política.

Los primeros resultados de esta nueva estrategia militar, que recoge lo mejor de la experiencia nacional e internacional en la lucha contra las FARC y contra la insurgencia en general, podrá mostrar sus resultados iniciales en menos de dos años.

Culpar a Santos de las nuevas operaciones de las FARC es un absurdo ¿Quién puede pensar que las FARC actúan de acuerdo a si tienen o no permiso del gobierno? A las FARC no les importa el presidente de turno, ellas tienen una estrategia que cumplir por encima y a pesar de cualquier presidente y gobierno. Son la estrategia del gobierno y de la guerrilla las que cuentan. Durante el largo periodo de Uribe, por más golpes que les infligiera el gobierno, las FARC secuestraban cuando querían, emboscaban y mataban policías y soldados sin que nadie se los impidiera. También atacaron pueblos, sabotearon con explosiones en el campo y en las ciudades capitales y hasta se dieron el lujo de hacer varios paros armados en Arauca sin que Uribe pudiera hacer algo o decir algo.

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