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Cooperativa: Alegundo

Enviado por Iván Jaime Uranga


  1. Resumen Breve
  2. Reflexología y personalidad
  3. La cooperativa de Alegundo
  4. Tomando energía
  5. Comienza la producción
  6. Conclusión

Resumen Breve

Hay historias ciertas que por ser extraordinarias merecen ser contadas, los nombres de los personajes están cambiados, en interés de la brevedad se omite gran parte del contexto histórico del México de finales de los años 70"s, tiene errores involuntarios de observación, irrelevantes para la historia que se propuso contar, a juicio del que escribe. Alegundo es un constructor, que por muchas razones choca con personajes de la política honesta, pero equivocada, que se proponen construir un sistema mundo mejor destruyendo el sistema actual, sin claridad de lo que hay que destruir y lo que hay que conservar. Porque no existe proyecto para construir el mundo mejor que la sociedad de México necesita.

Gracias al esfuerzo que se requirió para el montaje de la cooperativa de bloques de concreto para construcción, Alegundo aprendió a valorar y respetar a la clase social que construyó, mantuvo el capitalismo y el imperialismo, de esta manera entendió porque Marx los describió como una clase innovadora y revolucionaria. Ahora que se habla mucho sobre construir un mundo mejor, hay que advertir que se requiere de un proyecto revolucionario y una clase social formada por seres humanos con capacidades para ser vanguardia de la sociedad. ¡Existen, sin duda! Posiblemente estén dispersos.

Palabras Clave: reflexología; personalidad; Saiku; energía; cooperativa; mezcla; fraguado.

Reflexología y personalidad

Dicen los terapeutas Reflexólogos de Saiku[1]que los pies gritan lo que la boca calla. Que no solamente todo nuestro cuerpo físico se encuentra reflejado en ellos, sino nuestras emociones, nuestro campo energético y nuestro mundo espiritual. Alegundo que se aficionó a la homeopatía desde los 12 años, considera a los seres vivos compuestos de capas, similar a una cebolla, cuerpo físico la capa exterior, cuerpo emocional, cuerpo mental y cuerpo espiritual hacia el interior. También, Alegundo considera, que el campo energético está en la base de todos los fenómenos que ocurren en el universo, por tanto, en el ser humano no tendría por que ser distinto. ¿Si Dios existiera, como esta en todas partes, sería energía?

Los reflexólogos de Saiku afirman que la personalidad está reflejada en los pies. "Los pies representan los cimientos de todo el organismo y la conexión directa con la tierra. Simbolizan la dirección que sigues en la vida, tu posición en el mundo. Todas las zonas energéticas del pie, pueden mostrar aspectos que hablen en positivo, negativo o neutro."[2] El protagonista de esta historia, es decir, Alegundo, tiene el arco del pie muy pronunciado, lo que lo hace una persona poco apoyada en lo material y más etéreo. Lo paradójico es que tiene los dedos largos y redondos, los dedos largos hablan de que es una persona mental, lógica y analítica, pero el que tenga las puntas redondas lo hacen creativo.

En su niñez vivió la amistad con un mezquino, de esos que en lenguaje popular no enchilan por no dar agua, que se aprovechan de cualquier ventaja para robar a quien se deje, dentro de la ley o en el filo. De los que acaparan propiedades y dinero solamente por avaricia, sin llegar a disfrutarlos nunca. Alegundo consideró a este personaje como un prisionero de su propia estupidez y decidió que nunca sería como él, que nunca iba acumular riqueza, que tenía cosas más interesantes que hacer en su vida, diferentes a volverse guardián de sus propios bienes y permanecer prisionero de su propia estupidez. Huía de cualquier bien que pudiera aprisionar su libertad, para los seres humanos con el talento de Alegundo, es fácil obtener bienes. Lo difícil es cuidarlos de los que quieren tener todo sin esfuerzo.

En este delicado equilibrio, muchas personas extraordinarias se pierden y permanecen atadas a objetos terrenales que abandonarán al morir. ¡Difícil entender que nada nos pertenece, que los humanos pertenecemos a la Madre Tierra! ¡Las cosas son para disfrutarse mientras sean disfrutables y compartirse para que las disfruten otros, así de sencillo!

Sin embargo, como si estuviera abierto y receptivo a todos los bienes del universo, sus necesidades y deseos siempre han sido satisfechos. Desde luego nunca gratis, siempre dispuesto a compartir y devolver los bienes de manera generosa. Como el anciano que sembraba nogales cuyas nueces no iba a comer nunca, por ser demasiado anciano, pero lo hacía para devolver las nueces que él había disfrutado en su juventud.

Los que piensan que las cosas en la vida son gratis y no están dispuestos a pagar el precio por disfrutarlas, viven siempre en la desgracia. Porque en los momentos más inoportunos la vida se cobra. Ni siquiera ser vago y holgazán es gratis. El amigo mezquino de Alegundo fue sorprendido por la muerte, en soledad, sin hijos a quien heredar su riqueza. Una sobrina política vendió todo y se quedó con los tesoros enterrados, Alegundo nunca supo si la sobrina del avaro disfrutó lo heredado, porque en general la riqueza heredada viene envenenada, lo que se obtiene sin esfuerzo daña en vez de beneficiar, los herederos nunca alcanzan la felicidad.

La cooperativa de Alegundo

De manera generosa Alegundo se proponía la construcción de un mundo mejor. Como todos los verdaderamente generosos, sin una visión muy precisa de lo que es hacer el bien, sin perjudicar. Con algunas premisas de la sabiduría China como: "da un pescado al hambriento y comerá hoy, enséñalo a pescar y comerá toda su vida." No tenemos idea de la opinión de los peces sobre el altruismo de esta frase. Pero es muy usada para mostrar la forma inteligente de ayudar a los demás. Alegundo siempre ha dado clases gratis sobre los temas que él sabe, pero no siempre sus lecciones son escuchadas y menos aprovechadas por sus interlocutores. Porque en la sabiduría lineal y subjetiva se piensa que los talentos se heredan, son un regalo que viene en los genes y los seres que los poseen es porque tienen suerte. Mientras en la realidad es fruto de un esfuerzo sostenido de atención y de múltiples intentos, la mayoría fallidos, hasta desarrollar la destreza que, al perfeccionarse, será talento.

Alegundo participó en un movimiento de huelga de un sindicato obrero en la ciudad industrial por excelencia de México, es decir, Monterrey. En ese momento, los movimientos de huelga eran considerados por los autollamados marxistas, leninistas, pensamiento del presidente Mao[3]de México, como la acción más revolucionaria para construir un mundo mejor. Los seguidores de Marx, ya contaminados por el pensamiento subjetivo de la época, habían idealizado a los obreros poniéndoles atributos irreales e inventados. El proletariado que estaba predestinado a construir un mundo mejor, construyó lo que pudo y varias generaciones disfrutamos sus logros, pero murió. Nuevas generaciones, que disfrutaron de lo ganado sin esfuerzo, no tenían la conciencia de clase, habían degenerado y convertido en parte de lo más retrogrado de la sociedad. La gran mayoría de los estudiantes que militaron en el Consejo General de Huelga del Movimiento Estudiantil de 1968, soñaban en convertirse en obreros y participar en movimientos de huelga.

Para algunos con los pies más en la tierra, no significo otra cosa que vestirse como obreros o como ellos interpretaban que se vestían los obreros, botas mineras, pantalón y chamarra de mezclilla, una mochila o un morral, pelo largo y barba, si tenían, porque los mexicas somos indios y, o no tenemos barba, o tenemos poca. No se integraron como obreros, se volvieron académicos y formaron brigadas, dónde convencían a otros para que se convirtieran en obreros. Alegundo, con su planta del pie en arco, que lo hacía poco apoyado en lo material y etéreo, siguiendo un impulso que estaba en su constitución físico-espiritual, no podía abstraerse a ese sueño de ser obrero y participar en una huelga verdadera. Pero como, también, era mental, lógico y analítico, se vestía de forma normal, se recortaba el pelo, se rasuraba por higiene y no usaba mochila, ni morral. Le parecía que la vestimenta solamente lo hacía obrero de utilería, porque incluso, los obreros no vestían así en realidad.

Al triunfo de esa huelga, que, sin datos para comprobarse, las autoridades de la Secretaría del Trabajo afirmaron, que era la única que se había ganado en Monterrey en 70 años. Se pensó que lo más conveniente era crear una unidad productiva con parte de la liquidación de los salarios del tiempo que duró la huelga (salarios caídos, se les llama), para dar empleo a los despedidos. Los que tenían los pies en la tierra y nada de conciencia, se organizaron y pusieron una cantina. Los más "conscientes" manipulados por Alegundo y otro compañero idealista de la ESIME[4]Venancio Tung, por consciencia propia, exploraron otras alternativas que no chocaran con los principios morales de ser promotores del vicio y volviéndose cantineros.

Alegundo comenzó a enterarse por medio de experiencias empíricas, a finales de los 70"s, de que el obrero ideal del que se hablaba en los círculos de estudio políticos, en la práctica, no existía. La clase obrera revolucionaria que Marx describió en sus obras, los obreros conspiradores de la novela La Madre de Gorki, con los cambios generacionales desapareció, a grado tal, que Alegundo nunca pudo encontrar algún obrero que se acercara a tales descripciones. Solamente había que voltear la mirada a los sindicatos más representativos: Electricistas, PEMEX, Ferrocarrileros, Maestros, CTM, CROM, etc., habían degenerado, el charrismo[5]logró tomar la cúpula y los convirtió en nidos de corrupción. Empero, eso no era nada, podía ser peor, porque las experiencias más decepcionantes vendrían casi al final de la vida de Alegundo, cuando conoció de cerca a los sindicalistas de la burocracia, verdaderos parásitos sociales, basura humana.

Venancio Tung, el compañero idealista de la ESIME de Alegundo, por su trabajo, convivía con un burócrata que trabajaba en una dependencia gubernamental que, a su decir y le creyeron, consumía bloques o tabiques de concreto para construcción. Prometió que si producían bloques, él se encargaría de que la dependencia comprara toda la producción de la cooperativa. No había alternativa, la cooperativa en formación produciría bloques de construcción, la oferta era tentadora, el mercado estaba asegurado.

Durante la huelga, en las guardias de la puerta de la fábrica, nunca hubo más de 20 obreros. En las demostraciones de fuerza nunca se logró la participación de los más de 200 obreros. Es posible que ni siquiera en el cobro de las liquidaciones estuvieran la totalidad, porque algunos emigraron a trabajar a EEUU como "Mojados"[6]. Una minoría de la minoría de los obreros se unió para formar una cooperativa, la mayoría de las liquidaciones fueron gastadas en lo que cada quien quiso. Solamente 4 obreros desearon ser cooperativistas y, obviamente los dos promotores. ¡Nadie más, de los 200 huelguistas! Nunca ha sido fácil organizar una unidad de producción.

Con 40 mil pesos y muchas ilusiones, se fueron todos (6 cooperativistas) a comprar una máquina para hacer bloques, encontrando que la más barata nueva costaba 150 mil pesos de contado, otra usada se las ofrecieron en 100 mil pesos. Alegundo el optimista, opinó que saldría más barato hacerla, pero que se debería ver varios diseños para encontrar el más avanzado y con mayor producción. Con la mirada inexperta de los seis, se recorrió varias tiendas y se criticó la operación de cada una. Alegundo opinó que un diseño italiano era el mejor, posiblemente apoyado en que era la más cara, por otra parte porque fueron los únicos que proporcionaron un catalogo de ventas con dos fotografías, lo que permitía, según Alegundo hacer la ingeniería regresiva. Sin embargo, la mayoría de las máquinas que estaban funcionando en las bloqueras, tenían un diseño diferente y menos sofisticado.

Alegundo, y no sin razón, argumentó que el diseño dominante en el mercado obligaba al operador a encorvarse y cargar un peso de cerca de 60 kilogramos, cada vez que vibraba una tanda de bloques, en una producción de 3 mil bloques, significa agacharse y cargar 60 kilogramos 500 veces y, como nadie de los cooperativistas estaba acostumbrado al trabajo rudo, no iban a poder rendir una jornada. Así, se impuso el diseño italiano, porque el mismo peso se cargaba erguido y mediante un brazo de palanca de metro y medio que, como dijo Arquímedes: "Dame un punto de apoyo y moveré el mundo".

Dos fotografías fueron el único soporte para la "ingeniería regresiva". Con una mesa de cantina como restirador[7]y una silla apilable, el futuro ingeniero Alegundo comenzó la ingeniería de la máquina que sería el corazón, la línea de producción principal de la cooperativa. Tres días después, estaban los planos, los cortes ortogonales y la perspectiva isométrica de una máquina parecida a la italiana, pero mejorada o adaptada a los materiales existentes y las herramientas de fabricación con que contaban los cooperativistas. Alegundo cuidó que no hubiera piezas torneadas, fresadas o cepilladas, porque al no contar con las máquinas se tendría que pagar por su hechura.

También, busco la utilización de piezas desechadas por la industria, que se pudieran conseguir en el fierro viejo. En pocas palabras, reduce, reutiliza y recicla. Las tres r de la ecología, por necesidad, en una época en que todavía la ecología no estaba de moda.

Se pagó la maquila de los cortes del material de acero y Alegundo que estudió soldadura en la Vocacional del IPN[8]soldó todas las partes que no requerían soldadura especializada. Pero había un problema, el molde requería algunos cortes con equipo de autógena y soldadura especializada. Para estos trabajos se contrataron los servicios de un soldador profesional apodado el 34. Es interesante que nos detengamos en el origen de este apodo, el 34 se casó con una joven varios años menor que él, se podría decir que podría haber sido su hija. Como él debe haber tenido más de 50 años, un día que le preguntaron su edad, afirmó tener 34 años, lo que causo la hilaridad de todos los presentes y, a partir de entonces, se llamó el 34.

Las tres semanas que tardó la fabricación de la máquina, todos los días, Venancio Tung regresaba de trabajar y preguntaba presionando: ¿Cuándo van a empezar a producir? Porque, el burócrata Sarmiento, todos los días le decía: ¿A partir de qué día empezarían a surtir? Por presión no paraban.

Alegundo diseñó, corto materiales con segueta, salió a comprar fierros viejos, piezas nuevas y soldó. De los obreros: Geovani Sisella, Rudy Tarro, Macario Sereno y Millo Sereno, solamente Geovani Sisella sabía hacer cosas manuales, pero por necesidad estaba trabajando, los demás, habían trabajado en el laboratorio de la empresa y podían quebrar tres seguetas y no cortar un tubo, completamente inútiles para ayudar en la construcción de la máquina. De no ser por la gran ayuda que significo el 34, Alegundo hubiera tenido que hacer todo y algunas cosas mal, por desconocimiento.

Una vez terminada la máquina, resulta que nadie sabía las proporciones de agua, arena y cemento que requiere la mezcla para hacer bloques. Se hizo la primera mezcla siguiendo una receta de ocurrencia y los bloques no salieron, se deshicieron al desmoldar. Se varió la mezcla cuatro o cinco veces, pero no salió ningún bloque entero. La opinión general era que estaba mal el diseño, que la máquina no servía, que los moldes no eran cónicos, etc. Mejor se hubiera conseguido fondos prestados para comprar una máquina nueva. Para no tener problemas.

Alegundo, cansado de oír idioteces, porque los bloques de otras bloqueras no son cónicos, porque el diseño no tenía que ver con que los bloques no desmoldaran, porque ningún otro argumento tenía sustento, porque provenía de ocurrencias. Acordándose de que intentó comprar una máquina usada que le daban en 100 mil pesos, en una bloquera cercana. Acudió con Don Poncho, el señor que operaba la máquina y le preguntó: ¿Por qué, en una máquina nueva los bloques no desmoldan? El señor Poncho contestó con otra pregunta: ¿pulió los moldes? Por la cabeza de Alegundo pasaron muchas ideas ¿cómo pulir un molde donde no cabe una mano? Tendrían que deshacer el molde. Pero antes de decir otra cosa, pregunto a Don Poncho: ¿cómo se pule? Don Poncho respondió: con arena seca, vibre arena seca una y otra vez hasta que las paredes del molde estén como espejo. ¿Así, nada más? Preguntó Alegundo. , respondió Don Poncho, así nada más.

Esa fue una de muchas veces en que Alegundo tuvo que escuchar idioteces de gente poco observadora y analítica. Mientras en una conversación con la voz de la experiencia encontraba la solución. Alegundo regresó a la bloquera y en la máquina que diseñó y construyó, vibro tres o cuatro veces arena seca y cuando observó que las paredes del molde estaban pulidas como espejo, hizo la primera prueba con la mezcla que, también, Don Poncho le dio. Asunto arreglado, en una vibrada, salieron los primeros 6 bloques de miles que saldrían de esa máquina. Con suficiente tenacidad, el molde se hubiera pulido aún con la mezcla mojada, pero los seres humanos nos desanimamos muy rápido y en vez de experimentar de varias maneras, observar, buscar causas reales y usar la inteligencia, abandonamos frente a la meta.

Nada es fácil en la vida, cuando vemos al experto poner yeso, parece muy fácil, pero cuando intentamos hacerlo nosotros (los que lo intentamos), resulta que se endurece y no pega, o bien, la torta completa se cae de la pared. Cuando un albañil pega tabiques, parece que todos los podemos pegar igual y que el trabajo de los albañiles no vale nada, porque cualquiera lo puede hacer. Pero en todas las ramas de los oficios, técnicas e ingeniería, hay gente que sabe hacer las cosas y chambones.[9]

Todo tiene secretos o conocimientos poco evidentes y por otra parte, técnicas que se deben practicar para lograr destreza, nada es fácil.

La máquina bloquera marca Alegundo, requiere de una pista o piso de concreto resistente a la vibración, suficiente para recibir los 3 mil bloques o más que pueden hacerse en una jornada. Esto es un piso de 200 metros cuadrados, por ejemplo, 10 por 20 metros lineales. Sin dinero y con el perfil de socios de la cooperativa, fue una barrera su construcción, porque no se hizo con una hoya o varias de revolvedora, se hizo a mano, batiendo el concreto a pala.

Sin el liderazgo de Alegundo y la ayuda de dos albañiles voluntarios, a los cuales Alegundo decidió remunerarlos, se logró lo imposible. Además, se hizo con las proporciones de material recomendadas por un albañil y la adición de un aditivo para acelerar su fraguado.

¿Pero de dónde salieron los 800 metros cuadrados del terreno? De un terreno baldío cercano a las colonias de Tierra y Libertad que se limpió de escombro y se niveló. En un primer momento, los dueños eran desconocidos. Resulta que el día en que se terminó de colar el piso, aparecieron violentamente intentando destruir con una camioneta el piso, sin lograrlo, porque como dijimos antes, se usó un aditivo para acelerar su fraguado. Venían armados y listos para pelear y llegaron cuando Alegundo se quedó sólo, cuidando que nadie se fuera a subir al concreto fresco.

Alegundo, con toda calma, tuvo que forzar el diálogo antes de que la violencia en contra de él se diera, prometió pagar renta, solicitando tres meses de gracia para pagar la primera renta y establecer un pago adicional cada mes para ponerse al corriente en los meses siguientes. Alegundo les pidió discutir en un café los términos y hacer un borrador de contrato, contra todos los pronósticos, aceptaron y se fueron todos en la camioneta al café. Escrito a mano se elaboró en una libreta de Alegundo el contrato por duplicado, quedando una copia para cada parte interesada. Alegundo se salvó de ser agredido por estos dos dueños encolerizados y la contradicción fue resuelta de manera pacífica.

La cooperativa se tornó viable, pero no eran los únicos retos que se tendrían que librar en el futuro.

Tomando energía

El vibrador de la máquina requería electricidad trifásica y, en esa colonia no existía ni monofásica (o doméstica). Un reto más para Alegundo. La mayoría de los transformadores cercanos de la compañía suministradora tenían transformador monofásico, solamente uno lejano, tenía dos transformadores monofásicos. Uno de ellos desconectado desde la alta tensión trece mil quinientos volts. Alegundo tenía que resolver tres retos: a) como conectar dos transformadores monofásicos para que proporcionaran corriente trifásica; b) como conectarse de forma clandestina y que la compañía suministradora no vinera a cortarles y c) quién y con qué iba a conectar el alta tensión.

La biblioteca tenía la respuesta para el primer reto: conectar los dos transformadores en Delta-Abierta. La respuesta al segundo fue: organizar a la colonia que no tenía luz eléctrica para conectarla a la red y tener aliados para evitar que la compañía suministradora desconectara. En el tercer reto se arriesga la vida, en 13500 volts solamente se requiere un error para perderla. Alegundo estudió con mucho detenimiento el reto, no contaba con pértigas ni herramientas especializadas de fibra de vidrio, pero la madera también es buen aislante y a una distancia de 12 metros es difícil hacer una conexión, pero no imposible. Elaboró con mucho cuidado e ingenio sus herramientas, aterrizó la parte de la pértiga que iba a manipular, para protegerse de una descarga en caso de que la hubiera. Conectó los trasformadores en Delta-Abierta. ¡Y… se hizo la luz!

En ocho días convenció y movilizó a los habitantes de la colonia vecina para meter la red trifásica a la colonia y tener electricidad con todos los sistemas de protección de la red y de las personas. También, consiguió mano de obra voluntaria para traer postes abandonados en la calle por la compañía suministradora, hacer los agujeros para clavarlos en el piso y construyó toda la red de la colonia por cooperación de todos los vecinos, casa por casa instaló interruptores de cuchilla con fusibles. Cada vecino realizó la instalación de sus focos (asesorados por Alegundo) y la televisión, los que tenían.

Alegundo no tiene el perfil del líder común y corriente de los movimientos populares en México, su amor al prójimo (de cristiano verdadero) nunca le ha permitido aprovechar sus talentos para manipular a la gente, su generosidad es en un solo sentido, dar sin esperar nada a cambio. Esto choca con la codicia, mezquindad y egoísmo social existente, nunca ha tenido ni buscado capital político. La generosidad tiene dos actores, el que da y el que recibe. Se puede dar interesadamente para manipular, o desinteresadamente (muy escaso) como da Alegundo. Se puede recibir y agradecer, o se puede recibir sintiéndose merecedor, porque el que posee, tiene la obligación de compartir. Sentirse humillado por ser sujeto de limosna. Pero lo más cruel son los que quieren obtener todo sin esfuerzo, se consideran "inteligentes" por engañar con su falsa humildad y obtener lo que no merecen. Para que hacer esfuerzo si se puede obtener todo engañando, incluso llamando tontos a los que engañamos. ¿Eso es un problema para Alegundo? Ninguno, él es responsable de lo que hace, tiene siempre algo que compartir, los demás son libres de hacer lo que les venga en gana.

Comienza la producción

A los pocos días se comenzó la producción, nadie sabía operar la máquina, la revoltura se hacía manualmente mediante palas, con carretillas se surtía mezcla al molde de la bloquera. Ningún cooperativista estaba acostumbrado al trabajo rudo, con muchas dificultades se hicieron los primeros 900 bloques, en una larga, larguísima jornada. Con todo el personal agotado y a punto de desfallecer. Los días siguientes se hicieron los mismos 900 bloques, hasta que el material se agotó. Había que vender y Alegundo no era de Monterrey, el burócrata Sarmiento, los había engañado, mentira que la dependencia dónde trabajaba iba a comprar la producción.

Rudy Tarro, Geovani Sisella, Macario Sereno y Millo Sereno, acababan tan agotados del trabajo al cual no estaban acostumbrados, que era imposible que pudieran dedicarse a vender entre sus amistades. El desánimo se apodero de la cooperativa, todo estaba perdido. Alegundo no pudo recordar si fueron las monjas de Tierra y Libertad, los maestros de la escuela o alguien más quién sugirió que vieran al distribuidor de materiales de construcción que surtía cemento a la escuela, para venderle la producción de bloques existente en bodega. El caso es que Venancio Tung y Alegundo partieron en busca del tal distribuidor.

El distribuidor era un hombre de negocios hábil e inteligente, pero con una sencillez extraordinaria y buena persona. El rockero Alex Lora diría: "Las piedras rodando se encuentran." Venancio Tung vestido presentablemente, venía de trabajar en una oficina, Alegundo venía del rudo trabajo de la bloquera, con más aspecto de indigente o cuando mucho tirándole a albañil todavía en la obra. Pepe Montaño el distribuidor bien vestido, estilo norteño. Una reunión dispareja, Pepe Montaño parecía representante de EEUU y Venancio Tung y Alegundo de cualquier país del tercer mundo. Venancio Tung inició la conversación: tenemos 2500 bloques de concreto para venderse a 3.60 pesos cada uno. Pepe Montaño replicó: Yo los compro a mi proveedor a 2.80 pesos.

Alegundo, poniendo un cuaderno sobre la mesa, con unas graficas de punto de equilibrio y un estudio de viabilidad financiera del negocio, todo hecho manuscrito, dijo a Pepe Montaño: La intención es hacer negocio a largo plazo, nosotros podemos vender a 2.80 pesos el bloque, pero después de vender estos dos mil quinientos cerraríamos la cooperativa por incosteable, quebrados y con deudas. Mostro las gráficas. Pepe Montaño las miró con atención y volteó a ver a Alegundo, con su aspecto de indigente y preguntó: ¿Quién hizo estas gráficas y el estudio de viabilidad? Estaba impresionado, él era licenciado en administración de empresas, graduado en el Tecnológico de Monterrey, conocía del tema. Paso su mirada experta por todas las hojas, los números, los diagramas de proceso, los tiempos y movimientos, se detuvo bastante en el retorno a la inversión y, repitió: ¿Quién les hizo este estudio? Alegundo contestó: Yo.

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Pepe Montaño clavó su mirada en Alegundo y dijo: No, esto está hecho por alguien que sabe, un profesionista, yo conozco el negocio, yo tuve bloquera, se de lo que hablo.

Se afirma con mucho desconocimiento que el aspecto no importa, que la gente vale por lo que es, no por su apariencia. Pero eso solamente es una frase vacía, el físico es la primera impresión que se tiene de un individuo al cual no se conoce y es inevitable que se prejuzgue con los valores sociales que existen. A Pepe Montaño le parecía imposible que alguien con aspecto de indigente pudiera hacer un trabajo así. A punto estuvo de decir: Mienten con todos los dientes. Solamente que en el diagrama de proceso aparecía un tiempo muy alto en el batido de la mezcla y pregunto: ¿Por qué tanto tiempo en el batido de la mezcla? Alegundo respondió: porque se realiza a pala mediante cuatro personas, el tiempo se multiplica por cuatro, para que sea compatible con todos los procesos que se realizan en forma individual. Las manzanas solamente se pueden sumar a las manzanas, porque son objetos de la misma especie. Para una mirada ignorante todos los tornillos son iguales, una mirada experta reconoce materiales, medidas, tipo de rosca, durezas, etc.

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Pepe Montaño comenzó a hacer preguntas de todo, todas fueron respondidas por Alegundo, no había duda, ese trabajo experto fue elaborado por Alegundo, porque manejaba los términos, sabía que era una tasa interna de retorno o TIR, un valor presente neto o VPN, una amortización de maquinaria, un tiempo de recuperación. Pepe Montaño preguntó: ¿Dónde aprendiste hacer esto? Alegundo respondió: mis prácticas profesionales fueron un estudio de viabilidad para nacional financiera de un negocio de filtros automotrices y tuve un asesor experto en el tema.

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Pepe Montaño, ya con una actitud muy diferente comentó: Ustedes pueden producir el triple de lo que están produciendo, sólo que tienen cuellos de botella porque les falta maquinaria, con un poco de ayuda, ¿cómo te llamas? Pregunto volteando hacia Alegundo. Este respondió: Alegundo. Pinche nombrecito vato, dijo Pepe Montaño, y agregó: yo puedo prestarles la revolvedora, surtirles la arena y el cemento y darles crédito para que produzcan más. Alegundo puede administrar ese negocio para hacerlo rentable.

Alegundo comentó: nosotros te podemos vender cada semana 2500 bloques a 2.80 pesos cada uno, todo lo que necesites adicional a esa cuota será a 3.50 pesos. De esta manera sobrevivimos y hacemos negocio a largo plazo, pero debes surtir el cemento y la arena al precio que compramos actualmente, nosotros te pagamos cada ocho días. ¿Hay necesidad de firmar algún contrato?

De ninguna manera, estamos en Monterrey. Dijo Pepe Montaño y agregó: somos personas decentes y de palabra. Que no se diga más.

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Ordenó a su personal que cargaran las máquinas en un camión y como se había comentado que la máquina de la cooperativa la hizo Alegundo, le entregó 5 esmeriles de disco descompuestos para que los arreglara los usara y se quedara con uno para su uso personal.

A partir de entonces, Alegundo se distinguiría por su habilidad para vender negocios complejos, con múltiples variables y beneficio para los contratantes. Sobre todo cuando había que negociar a cartas abiertas.

La revolvedora llevó a la producción a 1900 bloques diarios, una rotación de puestos redujo el agotamiento de los trabajadores y aumentó el ánimo. Se probó agregar aditivo acelerador a la mezcla de concreto, resulto en ahorro de cemento y mejora en la resistencia de los bloques. Pepe Montaño requirió pruebas del laboratorio de la Secretaría de Obras Públicas y fueron aprobadas por los bloques fabricados en la cooperativa. Este sólo hecho, abría la posibilidad para vender a Fomerrey, el instituto de la vivienda de Monterrey. También, la posibilidad de exportar a EEUU, cosa que se logró en otra negociación afortunada, que logró que el cliente transportara el producto y pagara por adelantado.

Alegundo siguió introduciendo innovaciones en producción, fabricando implementos para la recogida de los bloques y evitando el rompimiento al manipularlos frescos. La máquina continuamente era mejorada, permitiendo que una patada o el golpe con la herramienta de nivelar la mezcla en el molde, pudieran encender o apagar la máquina durante el vibrado de los bloques, pues los controles de arranque paro se hicieron de metal resistentes al uso rudo, evitando descomposturas.

El factor humano también fue importante, llego un muchacho apodado el gavilán, acostumbrado al trabajo rudo, porque descargaba bultos de cemento de tráileres y furgones del ferrocarril y la producción se elevo a más de 3 mil 800 bloques diarios, los cooperativistas no podían competir con él. Nadie tenía su condición física. La cooperativa vivía de sus contratos, pero cada vez tenía más clientes del público en general. A los vecinos de la Colonia que los apoyó para la electricidad se les daba precio especial, de tal manera que se mantenía el vínculo de beneficio mutuo.

La producción se incrementó hasta alcanzar los 100 mil bloques mensuales, con ventas por 350 mil pesos mensuales de 1976. Dicha cantidad traída a pesos corrientes de hoy, serían 2 millones doscientos cincuenta mil pesos promedio. Sería equivalente a una facturación anual mayor de 27 millones de pesos actuales. ¡Para un negocio que comenzó con una inversión de sólo 259 mil pesos a valor actual!

Conclusión

Desarrollar una unidad de producción no es un trabajo para gente improvisada, aunque los improvisados pueden avanzar, la cantidad de obstáculos que se presentan son suficientes para desanimar a los más tenaces y experimentados emprendedores. Hay mucho desprecio por las actividades manuales y resulta que están presentes en la base de cualquier trabajo profesional. Las grandes empresas pueden contratar personal para soldar, cortar con segueta, esmerilar, etc. Los directivos ver con desprecio a estos técnicos, porque les parece que esos trabajos cualquiera los puede hacer, pero no es así. Se requiere mucho talento y destreza desarrollados a base de mucha práctica. En las cooperativas existe la tendencia de los cooperativistas con baja autoestima a adoptar una actitud cómoda, sin compromiso (¿Por qué yo? Que lo haga otro). Porque el sueldo suele ser igual para todos (todos lo merecemos), aunque el trabajo se cargue a los más comprometidos y los que saben más.

La sociedad merece vivir la experiencia de explotación por esa falta de compromiso de la mayoría, si deseamos construir un mundo mejor, tendremos que educar a los niños, desde muy pequeños, a desarrollar su autoestima con el sentido del compromiso y satisfacción por el bienestar de los demás. A esto se le puede llamar amor. Algunas personas como Alegundo pareciera que lo traen en su genética, tienen tanta autoestima, se aman a sí mismos tanto, que no les cuesta trabajo amar y servir a sus semejantes, por el sólo placer de hacerlo.

No siempre es bien estimada esta actitud, algunas personas comodines asumen talante de superioridad frente a personas como Alegundo, porque consideran ésta manera de actuar no como virtud, sino como falta de inteligencia. Luego envidian que personas como Alegundo sean inmensamente positivas y felices, que la vida les sonría. Para descargo de su propio fracaso personal, atribuyen lo conseguido por personas como Alegundo, como fruto de la suerte. Las personas somos responsables de lo que personalmente hacemos, ¿qué hacen los demás? Es su problema.

La actitud de superioridad de los comodines se transforma en servilismo ante los que tienen poder o pagan por sus servicios. Su autoestima es tan baja, valen tan poco, que hay que arrastrarse ante el poder y el dinero. Tienen pocos talentos, porque éstos se desarrollan haciendo y a ellos no les gusta hacer, menos a cambio del puro gusto de hacer. Están condenados a trabajar toda su vida, en cosas que no les gusta hacer. Nada es gratis en la vida.

Reitero: ¡Tenemos ni más ni menos lo que merecemos como individuos y como sociedad!

 

 

Autor:

Iván Jaime Uranga Favela

 

[1] http://saikuhayotravidaposible.blogspot.com.ar/2013/12/los-pies-gritan-lo-que-la-boca-calla.html

[2] Ibidem.

[3] Seguidores de las enseñanzas de Karl Marx, Federico Engels, Vladimir I. Lenin y Mao Tse Tung.

[4] ESIME, Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y Eléctrica, del Instituto Politécnico Nacional.

[5] Charrismo es una expresión que viene de Charro o domador de caballos. El presidente Miguel Alemán, logró que el cuidador de sus caballos (su cuadra particular) se convirtiera en Secretario General del Sindicato Ferrocarrilero. Muchos líderes sindicales en México, nunca fueron obreros, ni siquiera trabajaron en la empresa de la que el sindicato era titular del contrato colectivo, simplemente con métodos gansteriles se apropiaron de la dirección.

[6] Mojados.- Término que se utiliza para designar a los trabajadores sin papeles que cruzan la frontera (el Río Bravo) para ir a EEUU.

[7] Así se le llama en México a una mesa inclinada que usan los arquitectos, ingenieros y dibujantes para hacer planos y diseños.

[8] Instituto Politécnico Nacional.

[9] Chambón en México, es una palabra que se usa para nombrar a gente que dice saber, pero es un bueno para nada.