Aproximación histórica sobre el consumo de drogas en Venezuela (página 2)
Enviado por Carla Santaella
3.3.1 Modelo ético-jurídico: es represivo, basado en los aspectos morales, éticos y jurídicos del consumidor de droga, visto como delincuente merecedor de penas, cárcel y rechazo social. Ramírez (1992) manifiesta que un hecho tan complejo se ha visto como delito, sin darnos cuenta de que el trafico de drogas, en todas sus modalidades, va más allá del delito mismo, por ser factor pluriofensivo, dada la variedad de bienes tutelados, que arremete con toda una cultura desviada y una estructura económica poderosa.
3.3.2 Modelo médico-sanitario: se caracteriza porque considera al drogodependiente como un enfermo y lo trata como tal. Surge como consecuencia del consumo de drogas en personas pertenecientes a clases altas o al poder económico y/o político. Este modelo despenaliza al drogodependiente. Prioriza los riesgos individuales del consumo por sus efectos en el organismo y soslaya el aspecto social del individuo.
3.3.3 Modelo psico-social: Considera la fármaco-dependencia como una conducta desviada del comportamiento humano, debido a factores psicológicos y ambientales. Aporta una visón más amplia aunque aún segmentada de la problemática.
3.3.4 Modelo socio-cultural: Según este modelo el consumo de drogas se debe a la estructura socioeconómica, factores culturales, falta de oportunidades; en este modelo la influencia del entorno es vital.
Los modelos antes mencionados sólo presentan un aspecto de la realidad y enfocaron acciones que no solucionaron la cuestión de las drogas en Venezuela. Pese a la validez de estos enfoques en una determinada época surge la necesidad de una visión integral que identifique el tráfico y consumo.
Así lo manifiesta Ramírez (1987): «como industria ilícita transnacional, con todo el circuito económico que la constituye, y sus consecuencias políticas, económicas, diplomáticas, sociales, culturales bélicas, salud, etc. Requiere considerarlo dentro de la idea de seguridad y como cuestión de Estado». Sin embargo, «el principal adversario es la estructura del pensamiento, que por intangible es más difícil de superar» (p.13).
Dicho autor le da mucha importancia al lenguaje en el área de las drogas como parte de la estructuración de la realidad. Enfatiza que en América Latina se ha abordado el tema sin un esfuerzo de sistematización basado en observaciones rigurosas de nuestra realidad. Ante esta necesidad se crea el modelo geopolítico cultural.
3.3.5 Modelo geopolítico cultural: propuesto por Ramírez (1992).
Plantea que «se analice el problema de las drogas como elemento impuesto e importado, ajeno a la idiosincrasia, la cultura y los genuinos valores de nuestros pueblos, manejado por transnacionales, por lo cual es absolutamente distinto y no admite comparación con el «coqueo precolombino», por ejemplo, que carece de connotación mercantil ilícita y sociopolíticamente dominadora» (p.69).
Implica un análisis de la naturaleza del tráfico y consumo de drogas como fenómeno global. Dicho fenómeno introduce elementos contrarios a nuestro idioma, cambia nuestros valores espirituales y religiosos, e introduce elementos que atentan contra nuestra identidad.
El modelo se refiere a la abstracción de los factores, causas o aspectos que nos dan una visión global de la realidad. Geo, tiene que ver con la totalidad concreta, la globalidad, la Tierra como planeta. El problema del tráfico y consumo como fenómeno mundial. Política, poder para producir cambios necesarios para resolver los graves problemas sociales de la humanidad. Estructura, un todo compuesto por partes que se encuentran en estrecha relación entre sí, la realidad como un todo estructurado.
El modelo geopolítico contempla cinco elementos cuya dinámica social convierte a la oferta (producción y tráfico) y demanda (consumo) en una unidad dual indivisible y son entendidos así: a) El traficante como industria ilícita trasnacional entendida en todo su circuito económico. b) Las drogas como mercancía y por ende la relación social que involucra c) El consumidor de drogas como problema social. d) El ambiente o entorno individual, familiar y comunitario. e) La sociedad donde se interrelacionan todos los factores, causas y actores.
Como se ha podido observar, el modelo antes descrito responde al complejo fenómeno de consumo y tráfico de drogas en Venezuela. Este planteamiento teórico tiene una década y se corresponde con la realidad, historia e idiosincrasia del venezolano.
4. Consideraciones sobre ética, globalización y droga
Ante la compleja situación del consumo de drogas se puede soñar con sociedades perfectamente equilibradas donde las diferencias individuales y las tensiones se minimicen. Donde el bienestar individual sea el bienestar de todos. Para ello se deben retomar algunos aspectos que han ido perdiendo vigencia o modificándose con el transcurrir del tiempo, por ejemplo, la ética, y otros valores inherentes al ser humano.
Aunque el consumo de drogas no ha sido considerado como un grave problema en Venezuela —hasta el momento—, es innegable que es un fenómeno que avanza. La argumentación ética se basa en el respeto de sí mismo, de la dignidad humana, del derecho a la vida, a la salud biopsicosocial y espiritual, al equilibrio y armonía consigo mismo y con el entorno familiar y social.
El consumo de drogas altera la conciencia, la atención, embota los sentidos, trastorna la percepción de la realidad, limita el pensamiento, el ejercicio del intelecto, conlleva a daños biológicos, sociales y psicológicos a nivel individual, familiar y social, y va incluso más allá, para convertirse en un problema de seguridad del Estado.
¿A quién le interesa que esto suceda? A los grandes intereses capitalistas de las transnacionales de la droga para obtener, entre otros aspectos, fabulosas ganancias económicas, producto de la venta de «la mercancía». Adormecer la conciencia de los consumidores, y mantener un sistema político, económico y social cada vez más incapaz de sostenerse a sí mismo y de lograr el bienestar de los ciudadanos.
El consumo de drogas tiene estrecha relación con los principios éticos de un individuo, de una población, entre otros. No cabe duda de que sea un problema «multifactorial y pluriofensivo», que trasciende lo individual y traspasa hacia lo colectivo. Aún cuando el consumo de drogas es considerado «propio y común» en la civilización occidental, la legitimación del consumo es una afrenta a los principios éticos de nuestra cultura.
Se debe enfrentar el consumo de drogas como un problema ético, rescatando, mediante la educación y socialización primaria, nuestros auténticos valores como la solidaridad, el respeto, el amor, la dignidad, equidad y justicia, como auténticos ciudadanos del mundo en la búsqueda utópica de la felicidad posible. La tarea trascendental es la de formar ciudadanos dignos, íntegros, capaces de pensar, criticar y autocriticarse, de buscar y concretar soluciones válidas para esta cultura y la realidad histórica en que les corresponde vivir.
Como manifiesta Fuenmayor:
«En nuestros tiempos, de mundialización y capitalismo salvaje, de invasiones, y destrucción masiva de pueblos enteros, se habla de ética con una frecuencia inusual en la historia de la Humanidad. Este interés repentino por la materia quizás se deba al deterioro que las nuevas relaciones de producción y de dominación han producido al interior de todas las sociedades y de los individuos, que han hecho reaccionar incluso a los intelectuales de los países hegemónicos, ante la posibilidad hoy cierta de una deshumanización planetaria»… (2002, p.9).
La droga como forma de producción capitalista mundial penetra nuestra cultura, costumbres, religión, modo de vida en general. Constituye otra forma de violencia, intromisión y nueva colonización hacia nuestro país. Actúa contra los valores e idiosincrasia del venezolano. Penetra el pensamiento y la forma tradicional y autóctona de convivencia. El consumidor extasiado no piensa, ni siente, él sólo cree que siente. El consumo masivo de drogas lícitas o ilícitas representa una confrontación de valores y una crisis de identidad, más que individual, que involucra al país, como Estado.
Para Hernández (2003):
«No es un problema sin solución pero sí radical. Los medios tradicionales han fallado y seguirán fallando miserablemente, como la campaña bien intencionada contra el consumo. Cada vez que se trasmite un mensaje contra las drogas miles de jóvenes comienzan a usarlas. Los consumidores saben más que nadie el daño producido por las drogas. Prevenirlos contra los efectos que ocasionan la cocaína o heroína es ingenuidad o cinismo. No estamos hablando del uso ocasional, hedonista o religioso… los indios que son sabios entienden cuando detenerse» (p.9).
La humanidad necesita una ética de conciencia, un cambio de mentalidad muy grande, es una revolución silenciosa que se inició en la década de los sesenta y ha avanzado (Castilla, 2005).
Los valores nunca pueden ser impuestos, ni siquiera aprendidos, para que existan garantías de un cambio real; por el contrario, han de surgir de la propia voluntad y libertad del ser humano, siendo ésta una de las razones para el optimismo ya que el cambio de valores que se está dando en la actualidad parte de la conciencia del individuo
Una de las nuevas tendencias a que nos referimos es la reaparición del concepto histórico de la utopía, pero tal vez con una convicción de utopía posible realizable, que se conserva desde los años sesenta… Aquí es donde la ética cobra su importancia; estamos de acuerdo en que, con una ética adecuada, nada se opondría a esa utopía. Castilla (2005).
El mundo actual se entiende en forma global. Los aspectos trasnacionales deben tomarse en cuenta, como las finanzas, comercio, ecología y las drogas entre otros. De ninguna manera pueden abordarse solos sino de manera trasnacional, supranacional y global. Se resalta la importancia de lo local en el ámbito nacional, anteriormente lo nacional era lo relevante. Ahora resalta lo global y lo local.
La globalización, como modelo de dominación económica, política, militar e ideológica, liderizada por los intereses capitalistas, se vale de la ciencia y la tecnología, así como de los avances en la comunicación e informática, para incitar, propagar y manufacturar diversos productos. Las trasnacionales de las drogas también usan estos recursos cada vez más sofisticados y producen drogas como las denominadas de «diseño o de síntesis», por ejemplo; MDMA, PCP, que compiten en el mercado de las drogas con las lícitas: alcohol y cigarrillo; o las ilegales como la marihuana, cocaína y heroína. Así ocurre con el cultivo, procesamiento y transporte de las drogas, donde se han creado formas novedosas. Los avances tecnológicos y de la comunicación propios de la globalización son muy bien utilizados por los empresarios de la droga.
Se considera que el consumo y el tráfico de drogas se han acentuado debido a la globalización de las economías. Hoy los capitales de la droga entran y salen sin respetar fronteras; miles de millones de dólares provenientes del narcotráfico circulan por el mundo. Pareciera imposible su control. En vista de todo lo antes expuesto, a continuación unas breve notas de la reflexión de Petrella, y Cols, citados por Houtar y Polet en el Otro Davos (2000).
El Foro Internacional de Economía se reúne cada año en Davos, Suiza, para repensar y reorientar la economía mundial en función de los intereses del capitalismo. Sin embargo la agenda de Davos no es la misma que la del resto de habitantes de la Tierra. Sus prioridades no tienen en cuenta las condiciones de vida, las necesidades, aspiraciones y capacidades de unos 5.000 millones de seres humanos, sino exclusivamente los intereses de los grupos sociales que, a través del mundo, tienen la posibilidad y, sobre todo, el poder de controlar y decidir en materia de destinación de los recursos materiales e inmateriales del planeta. Aunque pretenden promover la emergencia de una cultura mundial al imponer la globalización de los mercados de consumo de sus productos y sus servicios, se le ha concedido prioridad a la acumulación monetaria y al valor mercantil de las cosas; ellos han contribuido a ampliar y mundializar la corrupción.
La liberalización de los movimientos de capital después de 1974 ha facilitado el reciclaje del dinero sucio —tanto el proveniente de la droga y de la venta de armamento, como aquel generado por la criminalidad de cuello blanco— en los paraísos fiscales legalizados y gracias al secreto bancario, por las organizaciones financieras e industriales antes respetadas en los países de excelencia conocidos por su seria reputación y la de sus instituciones democráticas (p.48).
Más adelante se afirma lo siguiente:
«La globalización actual ha expropiado la vida y los derechos a las bases considerados en función de lo que son y no por el valor agregado de lo que producen, donde las culturas tanto las unas como las otras sean consideradas expresiones válidas, donde el progreso científico sea orientado al bienestar de todos» (p.129).
El informe revela que los progresos científicos y los adelantos técnicos sirven a los intereses de una minoría, en vez de contribuir al bienestar de todos. Es tiempo de poner la economía al servicio de los pueblos. En su forma actual, empuja a la mayor parte de la humanidad hacia estrategias de supervivencia, y niega incluso el derecho a la vida a cientos de millones de personas. Los objetivos limitados del individualismo, el universo cerrado del consumo, la invasión del productivismo y para otros, la búsqueda obsesiva de la simple supervivencia cotidiana, ocultan los grandes objetivos de la humanidad: el derecho a la vida, la liberación de la opresión y la explotación, la igualdad de oportunidades, la justicia social, la paz, la espiritualidad, la fraternidad. Es tiempo de fortalecer los valores colectivos.
5. Reflexión final
Las drogas, hoy en día clasificadas simplemente como legales e ilegales, anteriormente eran vías para comunicarse con los dioses. Ahora son sustancias cultivadas, procesadas, transportadas y consumidas en forma masiva. Se podría decir que es otra alternativa de la globalización y el capitalismo en su afán de convertir todo en «mercancía», aunque genere muerte y desolación.
La droga, una vez superado el elemento teológico-moral de las religiones tradicionales, como el cristianismo, está sujeta a las presiones sociales que produce el proceso de industrialización y concentración urbana. El cambio en la estructura social predispone a la anomia, con la minimización o pérdida de solidaridad, dignidad, ética y participación, entre otros valores; es por lo tanto tierra fértil para el inicio del consumo de drogas, propio de la conducta desviada.
No solo es preocupante el consumo de drogas ilícitas sino también las lícitas. Se ha mitificado que el alcohol y cigarrillos no son drogas, debido a los intereses de las trasnacionales de estas sustancias. En la contracultura de las drogas (todas las drogas) le dan un sentido de identidad, de pertenecía al grupo del consumidor. De allí el fracaso de las terapias y «rehabilitación del adicto». En la búsqueda de una solución efectiva debe analizarse esa contracultura para que, una vez comprendida, sea tratada. Que se establezca un movimiento crítico, sustentado en bases científicas e históricas, tanto en el aspecto individual como en la función del Estado.
Para que el consumidor reciba la droga debe pasar por un complejo proceso que comprende el cultivo, procesamiento, comercialización, venta, y lavado de dólares producto del delito. La globalización también lo ha permitido a través del avance tecnológico, la comunicación y la informática. Los avances científicos son muy bien aprovechados por los mercaderes de la droga, tanto para el consumo como en el tráfico y son tan amplios y complejos que se requeriría otro espacio para su discusión.
Por otra parte, se observa una progresiva incapacidad del Estado frente al problema. El negocio de las drogas se ha convertido en el negocio del siglo. Las sustancias que una vez se usaron para curar y como ofrenda a los dioses, ahora son la base de las empresas trasnacionales, nutridas por los grandes consumidores especialmente de los países más desarrollados. Venezuela, continúa siendo un importante puente entre los países productores y consumidores, aunque es innegable que existe consumo interno tal como se mostró en los cuadros 3 y 4.
El consumo de drogas supera lo individual; ahora incluye a todas las clases sociales, sexo, religión, edad, pero esencialmente a los jóvenes. Fue considerado una lucha contra el sistema, la guerra, los padres o la desigualdad social, pero ahora representa la sumisión y aceptación ante todo lo que protestaban. De modo que la droga ha permitido la inclusión –aunque seaen el grupo de adictos, a muchos excluidos.
No hay duda de que la dependencia de las drogas genera círculos viciosos, como deserción escolar, delincuencia juvenil y pobreza. Es un problema social que afecta la esperanza y participación de todas las personas, que los limita en su aprendizaje, en sus metas y, a la larga, los lleva a sufrir injusticia social. Favorece la insensibilidad social, alimenta la evasión e impide enfrentarse a los conflictos sociales. El consumo de droga debería ser un acto de libre elección del hombre. Sin embargo, no ocurre lo mismo con el deseo de abandonarla una vez iniciada la dependencia, porque ya el adicto no tiene control, ha perdido el poder de decidir por sí mismo y sobre sí mismo.
Dado el marco de la globalización, lo local desempeña un papel fundamental. Con ello se busca, básicamente, atenuar el impacto de las tendencias que favorecen el consumo y tráfico de drogas. Para ello se deberían hacer revisiones en cuanto al desarrollo de valores. Es decir, atender lo global vinculado con lo local en una relación estrecha y dinámica.
La realidad actual ha impactado profundamente al Estado venezolano y se ha creado una incertidumbre. Se abre un abanico de posibilidades, de riesgos y oportunidades que deben ser asumidos a cabalidad: retomar los valores en la familia y socialización primaria en la búsqueda de soluciones a este problema, aceptando que no se tienen todas las respuestas.
De modo que es necesario que el problema sea tratado de forma global por todos los países involucrados. Hay un malestar difuso que crea desafección y retraimiento, relacionados con la incertidumbre que genera este conflicto. Aunque se observan vientos de cambio en los últimos años y existe una esperanza, el progreso aún es lento; y el presente, complicado.
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Autor:
Teresa Salazar Morales
Escuela de Criminología,
Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas
Universidad de Los Andes Mérida – Venezuela tesalazarm[arroba]yahoo.es
Médica Especialista en Psiquiatría, egresada de la Universidad de Los Andes (ULA). Profesora en la Cátedra de Toxicomanía y Asesoría Criminológica, adscrita al Dpto. de Intervención Criminológica, Escuela de Criminología, Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad de Los Andes. Estudiante del Doctorado en Formación, Empleo y Desarrollo Regional de la Universidad de Laguna en Convenio con FACES-ULA. Línea de investigación: Mujer, Economía, Droga, Género. Grupo de Investigación GIGESEX (ULA). Trabajo realizado en Mérida: Octubre-Febrero de 2006.
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