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El mito de la fuerza del varón


  1. El mito de la fuerza del varón
  2. La desmitificación del héroe con el anti-héroe
  3. Influencia social del mito de la fortaleza del varón en relación a la sexualidad masculina y el tema del VIH sida
  4. Análisis teológico del mito de la fuerza del varón y su incidencia en relación a las mujeres
  5. Conclusiones
  6. Bibliografía

El mito de la fuerza del varón

Desde tiempos antiguos se viene hablando del mito de la fuerza del varón que propone la imagen de que el hombre se debe reproducir, afirmar su superioridad intelectual, demostrar su actividad e iniciativa en todos los campos, dominar en todo tiempo y lugar, hacer gala de fuerza física, ser ´´macho´´ y el héroe salvador. Pero es claro que no es la naturaleza masculina la que determina este comportamiento sino la cultura que lo condiciona.

Nuestras sociedades latinoamericanas son sociedades patriarcales, donde impera el uso de un lenguaje androcéntrico y machista donde la peor parte se la llevan las mujeres y grupos minoritarios sexuales.

Es en este contexto donde se reinterpreta social e ideológicamente el mito de la fortaleza del varón, el héroe, el macho alfa, el Don Juan Tenorio, el varón que no llora, el insensible, el de coraza rígida, el homofóbico, el valiente, el del sexo fuerte, entre otros nombres que ya conocemos. Como mencionamos al inicio al varón se le ha enseñado a través de la reinterpretación de los mitos de la fortaleza masculina en diferentes culturas a ser un "hombre" un varón recio, firme, e indoloro, con un ego que necesita ser constantemente admirado. En este sentido el mito tiene una función ideológica y dogmatica. Al respecto Duch nos dice que:

El mito pues al margen de la enorme cantidad de formas literarias y rituales que puede adoptar siempre lleva a término una empresa de fundamentación y legitimización. Esto equivale a decir que su finalidad más propia consiste en la justificación de las relaciones y las instituciones que regulan la vida humana en un determinado lugar y espacio (Duch 1998, 59).

De acuerdo a lo expuesto por Duch, creemos que parte de nuestra tarea es ir desmitificando este mito, planteándonos las siguientes preguntas ¿A caso para ser hombre hay que tener estas "cualidades" mencionadas arriba? ¿A caso los hombres no podemos mostrar ternura, ser sensibles, conmovernos al mirar una flor o simplemente llorar? ¿A acaso los hombres podemos dejar de ser héroes?

Aunque la cultura nos dice que los varones somos el producto alienado y mítico de esta sociedad patriarcal, androcéntrica y excluyente, donde nuestros padres o figuras paternas nos han exigido e inculcado culturalmente una dureza inquebrantable y muchas veces extrema, reflejada en el arquetipo del varón fuerte valiente e indoloro. También es importante apuntar que muchos varones somos diferentes o pensamos diferente y actuamos diferentes ya creemos que ser varón no es nada fácil y tal como lo apunta Walter Riso en su libro de intimidades masculinas en el cual nos dice que

Ser hombre en los términos que demanda la cultura, no es tan fácil. Esta afirmación, descarada para las feministas y desconcertante para los machistas, refleja una realidad encubierta a la que deben enfrentarse día a día miles de varones para cumplir una masculinidad tonta, bastante superficial y potencialmente suicidad (Riso 1998, 14).

Está información contradictoria o este doble mensaje, nos hace a muchos varones a jugar a ser un equilibrista de las expectativas sociales e ideológicas que nos impone el mito de la fuerza masculina del varón. No es tan fácil sér al mismo tiempo fuertes y sensibles, rudos o tiernos, trabajadores o caseros, todas estas dualidades crean muchos sentimientos de frustración, con las cuales venimos luchando desde nuestra infancia.

Muchos hombres reclaman el derecho de ser débiles y sensibles, miedosos e inútiles, sin por qué tal razón se les cuestione. El derecho de poder hablar sobre lo que sienten y piensan, no desde la soberbia ni para justificarse de los ataques insanos del resentimiento feminista, sino desde la más onda sinceridad (Riso 1998, 15).

Desde está perspectiva queremos dejar claro que al afirmar que el hombre sufre, no significa desconocer los problemas de las mujeres, así como existe el mito de la fortaleza masculina del varón, mito que como venimos explicando afecta al varón, también las mujeres luchan por la desmitificación del mito del sexo débil.

En base a lo que hemos expuesto, creo que es necesario ir rompiendo esos arquetipos y paradigmas, de la fuerza masculina del hombre y realmente comprender que mensaje nos da este mito, en particular ¿cuáles son sus propósitos y sus funciones normativas y sociales? A grandes rasgos podríamos definir que el mito de la fuerza masculina del varón tiene como objetivo seguir justificando las prácticas existentes de machismo. Desde está postura entenderíamos que el propósito del mito de la fuerza del varón es seguir repitiendo estos patrones aprendidos del machismo (valentía, dominancia y seguridad) y su función normativa y social (poder y control). En ese sentido sería interesante exponer brevemente de donde surge o viene o se reinterpreta el mito de la fortaleza del varón- héroe, su valentía, su dominancia y seguridad.

Para esto tenemos que remontarnos a épocas anteriores y actuales para comprender como se ha ido transmitiendo el mito, para así formarnos una idea básica de cómo cobra fuerza y hacer las críticas correspondientes. La historia de las civilizaciones nos enseña que la fuerza física del varón fue muy importante, para conquistar y construir grandes imperios. Según Walter Riso.

El poder muscular permitía asegurar la vida en dos sentidos fundamentales. Por un lado hacer la guerra requería de hombres fornidos que pudieran cargar armas y enfrentar la contienda corporal sí por cualquier otra razón el habitad se volvía hostil y difícil, el músculo comenzaba a ser determinante para la supervivencia (Riso 1998, 24).

Lo que plantea Riso es una figura del prototipo de hombre- héroe que nos ilustra de cuán importante ha sido y es para las sociedades antiguas y contemporáneas la fuerza masculina para propósitos de guerras, conquistas y dominación. El mito de la fuerza masculina enfatiza que hay que ¨ser¨ y se debe ¨ser¨ fuertes si queremos llegar a la plenitud, sobrevivir, y tener poder y control sobre los demás. Todo esto se desarrolla en relación a la crianza inicial y los primeros procesos de socialización ideológica con grupos de pares en la cultura patriarcal de la que venimos.

Al respecto Campbell lo retoma cuando nos dice en su libro del héroe de las mil caras que

La totalidad de la plenitud del hombre, no está en un miembro aparte, sino en el cuerpo de la sociedad como un todo; el individuo puede solo ser un órgano. De su grupo ha tomado las técnicas de la vida, el lenguaje en que piensa, las ideas por las cuales lucha, los genes que ha construido su cuerpo descienden del pasado de esa sociedad. Si pretende aislarse, ya sea en hechos, pensamientos o sentimientos, solo logra romper las relaciones con la fuente de sus existencia (Campbell 1972, 337).

En este sentido muchos hombres desean volver a las fuentes originales del poder masculino, que no se alimenta de la explotación y la imposición del mito, sino de una profunda humanidad compartida. ¨ la liberación masculina del mito de la fuerza del varón no es una lucha para obtener el poder de los medio de producción, sino para desprenderse de ellos ¨ (Riso 1998, 18).

Otras influencias de la reinterpretación de mito de la fuerza masculina la encontramos en los cuentos de hadas, en las leyendas, las novelas épicas y los libros de historia que nos presenta al típico estereotipo social del héroe salvador y conquistador. Crecemos idealizando a esos héroes machos y fuertes de los que nos habla la cultura popular y los libros de la Biblia, en especial los libros del antiguo testamento.

Es interesante la comparación que hace Campbell del héroe del cuento de hadas y el héroe mitológico

El héroe de cuentos de hadas alcanza un triunfo domestico y microscópico, mientras que el héroe del mito tiene un triunfo macroscópico, histórico mundial. De allí que mientras el primero, que a veces es el niño menor o mas despreciado, se adueña de poderes extraordinarios y prevalece sobre sus opresores personales, el segundo vuelve de su aventura con los medios para lograr la regeneración como un todo(Campbell 1972, 42).

Estas influencias ideológicas, culturales y religiosas, que encontramos en el mito del héroe refuerzan el mito de la fuerza masculina, por eso desde chicos somos iniciados ritualmente para ser así "hombres fuertes" y "machos" los ritos de iniciación masculina que promueven la fuerza bruta, han existido en casi todas las culturas.

Desde la severa formación espartana de los griegos y caballeros de la edad media, hasta el traumático servicio militar, todos sin excepción parecen compartir el mismo principio: para hacerse hombre y ser reconocido como tal es necesario sufrir (Riso 1998, 24).

Además de tener fortaleza física, y capacidad para soportar el dolor a través del sufrimiento el mito de la fortaleza del varón exige o implica ser valiente. Desde esta perspectiva podemos ver que estas "cualidades" hoy en la actualidad son exigencias del mundo post moderno. Es por eso que existe un gran número de varones que aspiran a ser: fuertes, indoloros y valientes. Este típico hombre moderno, héroe y macho "son el producto de un condicionamiento valorativo claramente auto-destructivo y deshumanizante" (Riso 1998,26).

De acuerdo a todo lo expuesto en los párrafos anteriores podemos hacer una conceptualización del mito en correlación al mito de la fortaleza del varón desde la óptica de Duch.

El mito posee una naturaleza compleja que corresponde a la inevitable complejidad y ambigüedad del ser humano por está razón y por mucho que se entiende no puede ser liberado de la problemática inherente a la existencia humana y a la vida social. El mito llega hacerse actual en todas las épocas y en todos los espacios, porque ha de ser incesantemente reinterpretado en función de las nuevas variables que surgen en los trayectos vitales de los individuos y las colectividades (Duch 1998, 27).

En conclusión, el mito de la fuerza masculina del varón, obedece a una cultura patriarcal y tradición de sociedades antiguas y que se ha ido reinterpretando, a través de las diferentes culturas, tanto en la literatura secular y religiosa época tras épocas, porque es inherente a la existencia humana, se cree que el varón debe ser fuerte, musculoso, dominador y conquistador, porque a si lo demanda la sociedad.

La desmitificación del héroe con el anti-héroe

El hombre valiente, fuerte y sin dolor es el héroe de la historia o de las historias, desde pequeños los varones fuimos influenciado por el mito de una o de otra manera lo idealizamos por muchos factores uno de ellos fue la parte lúdica y mediática, los varones tuvimos a nuestro alcance juguetes bélicos y luchábamos es nuestros mundos reales e imaginarios contra monstros, gigantes, y enemigos irreales creados por nuestras mentes alienadas.

Había que jugar al soldadito, o carritos, porque son juegos de hombres o los típicos juegos de lucha libre y peleas callejeras con los amigos del barrio. Crecimos en la cultura de los dibujos animados bélicos como: Capitán América, Súper Man, El hombre araña, y el increíble Hulk, y no digamos los juegos de videos violentos como Mortal Kombat, o Street Figter y sobre todo viendo las películas de Hollywood como Rambo, Y Comando.

Todas estas influencias mediáticas y lúdicas nos presentaban un camino y la fórmula mágica para ir a enfrentarse a las realidades de la vida con fuerzas fabulosas y regresar triunfantes. Aunque algunos llegamos más bien con los ojos morados a casa, porque no fue como lo imaginamos, como lo leímos en los cuentos de hadas y como lo miramos en las películas de acción. Ahí muchos nos dimos cuenta que ser varón no es algo fácil y mucho menos ser héroe. Aunque Joseph Campbell, interpreta el mito del héroe de esta manera

El héroe por lo tanto, es el hombre o la mujer que ha sido capaz de combatir y triunfar sobre sus limitaciones históricas personales y locales y ha alcanzado las formas humanas generales validas y normales (Campbell 1972, 26).

Desde este punto de vista en que Campbell analiza el mito de la fortaleza del varón podemos decir que no es fácil renunciar a ser un héroe o un varón fuerte y dominante ya que nos constituimos en la esperanza de la familia y de la humanidad misma tal como lo explica Walter Riso y lo enfatiza la antropología del mito donde el mito añora y repite sistemáticamente la misma historia secular de proezas.

Analizado desde un punto de vista más complejo, quizás sea la "estructura inconsciente masculina la que posee implícitamente la sentencia de buscar, satisfacer los sueños de grandeza de una sociedad perturbada que pretende redimirse a sí misma mostrando como que los héroes hacen falta" (Riso 1998, 31).

Es por eso que es imperativo plantearse la desmitificación de esos héroes con anti- héroes, de ahí que no estamos de acuerdo cuando Bettelheim afirma en su estudio sobre la función psicológica del cuento cuando menciona que "la eventual salvación y la completa restauración y la elevación del niño héroe a una condición de existencia son características de los cuentos de hadas" (Bettenheilm, 1977, 119).

La vida real no es un cuento de hadas, y según lo que hemos expuesto en los párrafos anteriores, son estos mismo cuentos de héroes los que promueven el estereotipo del macho que todo lo puede. Apuntamos esto por que cuando hacemos una relectura de estos cuentos nos damos cuenta de que el anti-héroe no tiene que ser valiente, y si puede sufrir, llorar. Además el anti- héroe no necesita victoria ni ritos de iniciación para demostrar cuan hombre es.

Para ir finalizando sobre este punto, a manera de conclusión el psicólogo Walter Riso nos da algunos presupuestos para la desmitificación del mito de la fuerza masculina del varón en su caparazón de héroe, cuando nos habla sobre el anti héroe.

El anti- héroe rompe el mito y destroza la propia y asfixiante demanda fantástica de la tradición patriarcal. El anti- héroe no quiere doncellas, ni corceles ni rescatar a nadie, tampoco añora el peligro para ponerse a prueba, ya que no hay nada que probar, se niega a la demencia brutal del típico combatiente, y no ve a la mujer como una tentación que debe evitar para llevar a feliz término su gesta ególatra. El anti-héroe no quiere ser santo, redentor, emperador, ni dueño de ningún reino. El anti- héroe quiere abrazar en silencio, dormir en calma, amar intensamente y, ¿por qué no?, ser rescatado por alguna heroína valiente y atrevida de esas que no aparecen en los cuentos. (Riso 1998, 31).

En conclusión entendemos que él típico varón fortachón son esos arquetipos ´´que han de ser descubiertos y asimilados y que han inspirado de los anales de la cultura humana, las imágenes básicas del ritual de la mitología y la visión´´ (Campbell 1998, 25). Es por eso que el mito de la fuerza del varón y héroe debe ser desmitificado porque lo que genera son varones machistas e insensibles, que no miden las consecuencias de sus actos.

Influencia social del mito de la fortaleza del varón en relación a la sexualidad masculina y el tema del VIH sida

Como mencionamos al inicio de este trabajo la sociedad latinoamericana está estructurada en una variedad de formas que favorecen a los hombres (patriarcalismo) y no así a las mujeres, y las relaciones heterosexuales están estructuradas y restringidas por relaciones sociales más amplias entre hombres y mujeres. En ese sentido el mito social de la fuerza masculina del varón indica que hay que ser heterosexual y muy macho.

  Entonces sería lógico pensar desde está postura que las relaciones sexuales están estructuradas por la dominación heterosexual que es percibida en el mito de la fuerza masculina dese el punto de vista bíblico como normal y natural, mientras que las otras formas de sexualidad son vigiladas y consideradas como perversas y no naturales.

  Para entender la sexualidad de los hombres tenemos que entender la construcción de su masculinidad; en otras palabras la producción social de lo que significa ser hombre.

 Al respecto el sociólogo australiano Bob Connell concluye.

Que en cualquier sociedad existen múltiples masculinidades y múltiples feminidades pero una versión de la masculinidad es dominante o también llamada hegemónica o sea la más honrada e influyente representación cultural de la masculinidad. Pues para ser un hombre es necesario ser: fuerte, no expresar sus emociones, tener el control, ser agresivo y heterosexual (Connell 1999, 23).

Es importante pensar que la sexualidad masculina está muy vinculada a la identidad de género masculino. Así el desempeño físico de los hombres en su sexualidad es lo que confirma el mito de la fuerza masculina de varón.

Repasando algunos mitos sexuales podría decirse que los hombres siempre deben desear tener relaciones sexuales y estar preparados para ello todo el tiempo. Porque Un verdadero hombre jamás pierde una erección.

Desde esta perspectiva nos podemos preguntar ¿Cómo se relaciona este mito de la fuerza masculina con el tema del VIH en nuestro contexto? El mito de la fuerza del varón además de afectarlo social, y emocionalmente también le afecta a nivel sexual en la parte de prevención y sostenimiento de relaciones afectivas Creo que la parte sexual tiene sus serias implicaciones, diremos que a nivel sexual y como es concerniente al tema del vihsida, existen un gran número de hombre contagiados con el virus del VIH por esa mala reinterpretación del mito de la fortaleza masculina. ¿Por qué?

Porque que en los ritos de iniciación sexual, muchos padres llevan a sus hijos pubertos a su iniciación sexual a los prostíbulos, porque el mito nos dice que para ser hombre hay que tener sexo a esa edad. Porque el mito de la fortaleza masculina en su construcción social e ideológica nos ha enseñado que un verdadero hombre jamás debe usar preservativos y que las relaciones sexuales son mejor al natural. Y sobre todo que de sida solo se contagian los homosexuales. Otros creen basados en este mito que un verdadero hombre debe tener todas la mujeres que pueda para demostrar cuan listo es en el arte de de la seducción.

Y así como estas creencias hay otras en la cultura popular que hacen que este mito de la fuerza del varón se revalore negativamente sin tener en cuenta que está prácticas sexuales te pueden ocasionar muchos problemas o la muerte misma.

Porque el mito de la fuerza masculina relacionado con la sexualidad masculina está basado en el desempeño y la potencia: los hombres son expertos, saben todo sobre el sexo, conocen a la perfección a las mujeres, y son los encargados de hacer gozar a todas las mujeres. El desempeño sexual masculino tiene que ver con la confirmación de la masculinidad y la posición entre los hombres, según lo que nos dice el mito.

Lo preocupante de todo esto es que las relaciones íntimas son estructuradas en base a la homofobia y a la misoginia por lo que la masculinidad se define como no femenina. Todo estereotipo femenino es denigrado y todo acercamiento hacia otro hombre produce gran tensión donde se mezcla el miedo y el odio. 

Este tipo de hombre que surge de la interpretación de este mito se caracterizan por ser hombres agresores, violentos, golpeadores. En definitiva estos hombres no tienen toda la culpa de ser o de hacer lo que hacen. Si es que hay culpa la tiene esta sociedad patriarcal, favorecedora de valores machistas, del doble discurso, e influenciada por mitos deshumanizantes, donde el mito se intrinca en un constructo social básico. Y el mismo mito y la sociedad estimulan el control, el poder y la competición.

 Estas conductas aprendidas son sostenidas desde el imaginario social, donde los mitos y estereotipos sobre los lugares diferenciales de hombres, mujeres y niños, legitiman formas de relacionamiento. Con un enraizamiento importante en los vínculos jerárquicos y autoritarios donde hay una representación de la masculinidad (dominio y fuerza) sobre la femineidad (inferioridad, dependencia, sexo débil, etc.). "Por qué en la vida hay que ser hombres".

Análisis teológico del mito de la fuerza del varón y su incidencia en relación a las mujeres

El mito de la fuerza masculina tiene sus raíces desde la creación del ser humano como tal, la teología tradicionalista ha ido mitificando la fuerza del varón a través de las diferentes traducciones de la Biblia, tomando como criterio principal que el hombre, al haber sido creado primero, es el referente principal y protagonista de los diferentes relatos bíblicos, por lo consiguiente se convierte en figura mitológica con las siguientes características: es el valiente, el que manda, el que toma las decisiones importantes, el rey, el profeta, el guerrero, el que hace proezas sobre naturales entre otras cosas. Hay muchos textos del la Biblia que presentan la figura de la fuerza masculina del hombre como algo mitológico, pero el inicio de este debate lo encontramos en un pequeño versículo del génesis donde nos dice lo siguiente.

´´Entonces dijo Dios hagamos al ser humano, según nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza´´. Génesis 1 26 a

El texto del génesis 1. 26a se ha interpretado desde la teología tradicional la subordinación de la mujer de esta manera y Lings nos lo explica así

En algunos ambientes cristianos se justifica en base a este relato bíblico la subordinación femenina al poder masculino. Para la tradición cristiana, la creación del ser humano en el Génesis expresa claramente la superioridad del varón frente a la condición de la mujer. Si la criatura femenina ocupa un escalón secundario en la jerarquía establecida por mandato divino, a la mujer le toca someterse en todo momento al varón para orientarse en la vida (Lings 2010, 1).

Como lo menciona anteriormente Duch, el mito ´´pues al margen de la enorme cantidad de formas literarias y rituales que puede adoptar siempre lleva a término una empresa de fundamentación y legitimización´´ (1998, 59).

En ese sentido esta lectura del Génesis viene justificando prácticas machistas desde la misma existencia del ser humano. El mito de la fuerza del varón se encuentra muy arraigado en nuestras sociedades ha provocado, la conformación de una comunidad machista, androcéntrica, donde la mujer se sitúa como ser humano oprimido.

La misma teología tradicionalista con su enfoce dualista platónico, y la misma Biblia en sus diferentes libros nos muestran un buen numero de ejemplos donde aparece el mito de la fuerza del varón como el todo poderoso, lo podemos ver en figuras como David, Josué, Gedeón, Sansón, e incluso en el mismo pueblo de Israel en cuanto a sus varones guerreros.

Este mito permeo toda la teología tradicionalista, es por eso que al hacer nuevas relecturas del texto, a través de la hermenéutica de la sospecha podemos ver, sociedades machistas y opresoras y excluyentes, hacia otras y otros sujetos, donde impera un lenguaje excluyente.

El mito solo vino a justificar estas prácticas que hoy en la actualidad se siguen dando, esto porque, el mito como lo mencionamos antes justifica practicas existentes. Practicas literales y simbólicas. Y estas prácticas literales y simbólicas que se escudan en la fuerza física del varón y que se manifiestan a través del machismo, deben ser estudiadas desde un nuevo discurso teológico y bíblico, con la ayuda de teorías de género tratando de deconstruir el mito para volverlo reconstruir o hacerle una nueva reinterpretación desde el descubrimiento de la mujer como sujeto oprimido del mito, en síntesis es reinterpretar el mito desde las intimidades masculinas.

Conclusiones

El estereotipo tradicional de la fuerza física del varón y la reinterpretación social, e ideológica de este mito, han mantenido atado al varón a patrones biológicos, fomentando y exagerando valores como: la fuerza física, valentía, violación, agresión fisca. Estos atributos primitivos y salvajes hoy en la actualidad ya han perdido cualquier funcionalidad adaptativa. Es por eso que es necesaria la desmitificación del mito de la fuerza del varón el del sexo fuerte y apuntar hacia una nueva masculinidad que no quiere quedar atrapada en la herencia salvaje que tanto aplaude y refleja la cultura de hoy.

Hay que dejar salir el anti héroe personal, ese llorón, que le gusta contemplar ocasos, regar las flores, el que tropieza, el que, que sabe de arte y de cultura, el que cocina, el que barre y lava los platos. Ese varón normal que se despoja de todo atributo sobrenatural y mítico sin más cargas que su propia identidad.

Bibliografía

Bettelheim, Bruno. 1975. Psicoanálisis de los cuentos de hadas. USA. Editorial Crítica.

Campbell, Joseph. 1972. El héroe de las mil caras. Psicoanálisis del mito. México D.F. Fondo de cultura económica, pp. 11 49, 233 281, 336 345.

Connell, Bob. 1999. Violencia masculina en la pareja. Una aproximación al diagnóstico y a los modelos de intervención. Buenos Aires. Paidos.

Duch, Lluis. 1998. Mito, interpretación y cultura. Barcelona. Herder.

Lings, Renato. 2010. Los comienzos: La creación del ser humano. San José: Inédito, pp 1: 24.

Riso, Walter. 1998. Intimidades masculinas. Bogotá. Norma.

 

 

Autor:

Daniel Alberto Trujillo Fajardo

Universidad Bíblica Latinoamericana

Facultad de teología

Escuela de ciencias teológicas

CT 204 Seminario en teología

Dra. Janet Woodward Horton

3 de junio del 2011