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Descentralización


Partes: 1, 2, 3

  1. Introducción
  2. El Perú: centralismo por antonomasia
  3. Los gravísimos riesgos que muestra la historia
  4. El centralismo: Secuela del colonialismo
  5. Países desarrollados: Países descentralizados
  6. ¿Qué lecciones deja la historia?
  7. La estructura social: El gran catalizador interno
  8. Las Profundas Inconsistencias de la Receta del Consenso de Washington
  9. Importantísima Clarinada de Alerta
  10. Las lecciones que nos deja todo esto
  11. El gobierno federal y las regiones federales
  12. No uno sino mil responsables
  13. El Presupuesto del Estado: instrumento decisivo
  14. Una nueva capital para el Perú
  15. Conclusión

Introducción

El libro "Descentralización. Si o si" de Alfonso Klauer. Plantea como la descentralización ha sido y sigue siendo, una importante forma de funcionamiento o de comportamiento de una organización, empresa o gobierno, y como esta puede beneficiar o perjudicar su desempeño. Para este caso pone de manifiesto lo sucedido en el Perú, a través de un de un recuento histórico de su civilización, dando parte de anécdotas que han dado forma a lo que hoy en día es el país, y como este ha visto consecuencias importantes afectar o impactar a su sociedad.

Perú al igual que muchos otros países, ha experimentado diversas políticas que han marcado el curso de su historia, así que analizando su pasado, se plantean los retos y metas del futuro. La propuesta del autor, está ampliamente analizada y sustentada, especialmente con su conocimiento de la historia y de sus consecuencias en la sociedad peruana.

El Perú: centralismo por antonomasia

El Perú se puede considerar uno de los pueblos más centralizados del mundo, sea consciente o no. Las pruebas son irrebatibles. No obstante, hay quienes -como Betty Alvarado -, sólo intentan a ver al Perú como"uno de los países latinoamericanos más centralistas". Aunque, la definición de qué pueblo muestra ese récord resulta sinceramente irrelevante. Sin embargo es un hecho de que, teniendo como patrimonio uno de los territorios más densa y variadamente ricos del globo se posea, una pobreza infame.

Es realmente incomprensible que sobre la extraordinaria concentración de riqueza del país, se asiente una concentración de hombres y mujeres con carencias de todo tipo.

Pero estas críticas se remontan incluso a los primeros días de la República. Tanto que ya la Constitución de 1823 contenía disposiciones descentralistas. Cien años más tarde el problema no había cambiado para nada, y, en todo caso, se había empeorado. "Uno de los vicios de nuestra organización política es, ciertamente, su centralismo" -dijo con claridad José Carlos Mariátegui en la década del 20, en Regionalismo y Centralismo 3, el sexto de sus célebres 7 ensayos de interpretación de

la realidad peruana-. Para esa época el crecimiento de la capital era el centro de debates y serias inquietudes. En el debate de aquel tiempo, los más "centralistas", los más ilusos, los más equivocados, auguraban a la ciudad un ilusorio destino. No estaba errado en cambio Mariátegui, que, apoyado en macizos razonamientos y contrastaciones, indicó las debilidades específicas de Lima y del centralismo

Cifras concluyentes

Los hombres y mujeres del Perú, deben tener absoluta conciencia de que el área metropolitana Lima-Callao, respecto del total del país, posee:

32 % de la población,

33 % de las universidades,

35 % de la población estudiantil,

40 % de los maestros,

46 % de la energía hidráulica producida

50 % de la capacidad de consumo,

51 % de los trabajadores estatales,

55 % del Producto Bruto Interno,

55 % de los médicos,

57 % de los estudiantes universitarios,

63 % de los abonados telefónicos,

70 % de los profesionales de la salud,

75 % del Producto Bruto Industrial,

80 % de la inversión privada,

80 % de los préstamos de la banca comercial,

80 % de las clínicas,

85 % de los establecimientos industriales,

85 % de la generación de impuestos,

85 % de la inversión pública se decide en Lima,

87 % de los consultorios,

90 % de los servicios comerciales,

90 % de los servicios financieros,

96 % de la recaudación de impuestos,

97 % de los gastos estatales se deciden en Lima.

En muchos aspectos, pues, el Perú está prácticamente concentrado en Lima. A pesar, que el área Lima- Callao abarca sólo el 0.3 % del territorio del país. Y es así como sobre 4 individuos (los ministros de Economía, de la Presidencia, Interior y Defensa) esté el 72 % del presupuesto del país. El centralismo del Perú es totalmente insólito.

¿Cuál es el problema?

¿Por qué es un problema?

Lo más llamativo del centralismo sea la pesada concentración de la población de un país en su capital. Lima concentra el 32 % de los peruanos. Cabe destacar una información muy reciente revela que el 46 % de la población peruana habita en "60 kilómetros cuadrados". Lo que significa el 0.005 % del territorio nacional. A mediados de 1700, escasamente el 3 % de los pobladores del país habitaban en la ciudad de Lima. En 1830, sin embargo, esa cifra ya se había elevado a 5 %. Lo que era un muy significativo incremento de casi 70 %. En 1940, ese porcentaje prácticamente se había replicado y alcanzaba ya el 9 %. De allí en adelante, el fenómeno de concentración urbana en Lima siguió multiplicando a un ritmo absolutamente apresurado.

Esa concentración poblacional en Lima, no es tan asombrosa. Causa asombro constatar que, en esos tres siglos, en ninguna capital de Europa ni en EEUU ha ocurrido nada semejante. Así, París tiene 16 % de la población de Francia, Londres al 12 % del país, Berlín difícilmente al 4 % de los germanos y Washington apenas el 0.6 % de los norteamericanos. Digno de observación, el fenómeno que se

ha presentado en el Perú. No tanto hecho de que el explosivo crecimiento urbano ha significado construir miles de hectáreas de arenales y laderas y más de 15 000 hectáreas agrícolas en los valles de Lima, que bien podían recuperarse aumentando la frontera agrícola en otros sitios del país.

El inaudito crecimiento poblacional de Lima afloró como un serio y gravísimo problema cuando se tuvo conciencia de que:

  • 1) era el resultado de una gran migración de pobrísimos campesinos y de no menos pobres y desocupados jóvenes de pequeños pueblos andinos, que llegaban a la capital en busca de las oportunidades.

  • 2) la ciudad sólo satisface unas pocas expectativas y mayores posibilidades de esparcimiento

  • 3) la ciudad es incapaz de resolver la demanda más apremiante de los migrantes: trabajo digno y bien pagado

  • 4) en ausencia de alternativa, los migrantes informalizan total y absolutamente la ciudad, invaden y bloquean pistas, veredas y terrenos

  • 5) el país no tiene capacidad de sustituir, con nuevos terrenos agrícolas o con mas productividad, las tierras urbanizadas, ampliando así la demanda externa de alimentos, y la inflación de precios de la producción interna.

  • 6) la ciudad no es capaz de ofrecer a los migrantes, los servicios urbanos que tradicionalmente venía prestando a sus antiguos pobladores.

  • 7) al no aumentar la oferta de servicios, los sectores medios, han visto afectada seriamente la calidad de los que venían recibiendo,

Por tanto, el centralismo, cobraba un elevadísimo costo de oportunidad, en la agricultura, ganadería y minería. Pero también un altísimo costo en términos de seguridad nacional: a más espacios desocupados, mayor vulnerabilidad y mayores costos en Defensa. Presentándose un enorme problema nacional.

¿La autocracia nos llevará al límite?

Las cifras mencionadas, retratan una sociedad profunda y gravemente afectada. Tristemente, es el resultado de políticas erradas, aplicandas en los últimos años al país.

Podemos apreciar que el centralismo no es sólo concentración de la población. Es también concentración de especialistas; de instituciones y empresas; de gasto e inversión. Y, sobre todo, concentración de poder de decisión.

El presidente Fujimori, ha tenido más poder que ningún otro hombre en la historia de la República. Es necesario recordar a la vieja historia del Perú para encontrar análogos. Y pueden encontrarse dos: el inka Huayna Cápac, en el siglo XVI; y el virrey Toledo, en el siglo XVII. Al primero, le cupo el penoso privilegio de sellar la debacle del Tahuantinsuyo, el inmenso y agresor imperio al que habían dado forma, él, su padre y su abuelo. El virrey Toledo, por su parte, provisto de un también gigantesco poder imperial, al unísono, definió el terrible genocidio de la población andina en los socavones de Huancavelica y Potosí, y la conversión del Perú, durante 100 años, en el mayor productor de plata del mundo, entregando al naciente capitalismo occidental, gran parte de una gigantesca riqueza que, que se puede estimada hoy en 750 mil millones de dólares.

Los gravísimos riesgos que muestra la historia

El centralismo es dañino y perjudicial. Históricamente dos de las más notables experiencias de centralismo en el mundo antiguo se dieron en

Nínive y Roma. En Mesopotamia, la enorme ciudad de Nínive fue cruelmente saqueada. Por su parte, los persas, cuando por segunda vez vencieron a los babilonios, tras una larga venganza, ejecutaron el empalamiento de "hasta tres mil de los principales", como indica Herodoto, el cual registra que a las mujeres se les cortaban los pechos. La caída del Imperio Romano incluye el saqueo y destrucción de Roma, a cargo de los visigodos y, años más tarde, los vándalos. Y en los Andes, dos mil quinientos y quinientos años antes del primer viaje de Colón, Chavín de Huántar y Wari fueron blanco de venganza por parte de los pueblos que habían sometido. En todos los casos, la acción de represalia y venganza se vio asombrosamente suministrada por la vulnerabilidad de las sedes centrales.

Se tiene el ejemplo de la vulnerabilidad de Chan Chan, la centralizada sede del Imperio Chimú. A las tropas del Imperio Inka les bastó desviar el curso del río Moche para liquidar el Imperio Chimú, matando de sed a la élite norteña que se había aislado en su ciudadela. Lima corre riesgo parecido porque para saciar la sed depende exclusivamente del del río Rímac. O porque para mover su industria está a expensas de las aguas del Mantaro que se represan en Tablachaca. O porque para el abastecimiento alimentario sólo tiene tres vías que, no están interconectadas entre sí. Muy graves son pues los riesgos sobre Lima. Lo que sería un alto precio que históricamente podría pagar el centralismo peruano.

A través de la historia podemos aprender mejor todo lo relacionado con el centralismo. Pero, existen además, tres razones:

  • a) Aumentar y mejorar las formas de enfrentarlo hoy en dia

  • b) Recolectar información que permita evitarlo

  • c) Obtener la mayor cantidad de los mejores instrumentos para tratar de resolverlo a corto, mediano y largo plazo de ser posible

Centralismo y descentralismo en la historia

El centralismo tiene 8.000 años en la historia de la humanidad. Apareció por primera vez en Mesopotamia, al igual que las guerras de conquista

y al mismo tiempo que la esclavitud. Algunos lo consideran una especie de enfermedad del género humano, aunque no afecta a todos los pueblos, y a los que ataca, no los afecta por igual. Después de Mesopotamia surgio sucesivamente en los diversos imperios del antiguo Egipto. Más tarde con el Imperio Romano. Y así, continuamente, con todos los imperios en la historia de Occidente. La humanidad, había conocido y experimentado solo la descentralización -y sólo ella- durante sus primeros 20 000 años de vida. Pero pocos pueblos la han conocido y experimentado en estos últimos 8 000 años. Entre ellos, muy pocos y

privilegiados la conocen y disfrutan hoy. La historia de Perú también ha tenido esta experiencia. Así, al cabo de miles de años de ocupación

absolutamente descentralizada del territorio, el centralismo recién apareció en los Andes bajo el Imperio Chavín, hace 4 000 años, durando unos 1 000 años. Los historiadores llaman a este periodo "Horizonte temprano", en el que por casualidad, como solitario y único vestigio de la concentración de la riqueza -y de la población- aún se conservan las construcciónes del Callejón de Conchucos, entre las que sin duda sobresale el magnífico templo megalítico de Chavín de Huántar.

Con la caída del primer imperio andino, se dio paso a un segundo período de descentralización. Tampoco por simple coincidencia fueron

mil años de florecimiento y gran desarrollo material y cultural. Basta reconocer que entre el siglo V aC y el siglo V dC, surgieron las magníficas civilizaciones Mochica, Lima (Pachacámac), Paracas, Nazca y Tiahuanaco. Consideradas expresiones de creatividad y manifestaciones de riqueza en todo el territorio andino.

La feroz arremetida militar Wari -el "Horizonte intermedio"-, que desde Ayacucho conquistó un territorio de casi 600 000 km2, dio paso a la segunda y traumática experiencia de centralización compulsiva. Con una duración de cuatrocientos años. Suficientes para que quedaran destrozadas todas las manifestaciones de desarrollo que se

habían estado gestando en los Andes. Tras la resonante y violenta caída del Imperio Wari, llego el tercer y hasta ahora último período descentralista en la historia de los pueblos del Perú.

La descentralización volvió a desplegar sus bondades y encantos . Así, en los siglos XIII y XIV dC, febrilmente prosperaron los tallanes, en Piura; los cajamarcas, los chachapoyas, los chimú -que sin embargo desde Chan Chan devinieron luego centralistas-; los pobladores de los valles de Lima, que han dejado variadas demostraciones de la riqueza que fueron capaces de fundar (Maranga, Pucllana, Mateo Salado, Armatambo, Puruchuco, Melgarejo, etc.); y, entre muchos otros más, los huancas, los pueblos de Cañete y Chincha, pero también los inkas, en los valles del Cusco.

Esto es expresiones de gran concepción de riqueza en todo la región. A todo ello, asombrosamente, se le resume en la historiografía tradicional con el nombre de "Intermedio tardío". A ese próspero descentralismo habrían de sobrevenir, sin pausa, tres descomunales centralismos: el del Imperio Inka, desde el Cusco, y por espacio de sólo un siglo; el de la Colonia, y el de la República, desde Lima, y que llevan ya acumulados casi 500 años. Frente a los variadísimos, regados por todo el territorio y notables logros de los períodos descentralistas, palidecen las realizaciones de los períodos centralistas e imperiales.

Durante el Imperio Chavín sólo se acentuó Chavín de Huántar. Durante el Imperio Warisólo la ciudad Wari, en Ayacucho. Y durante el Imperio Inka, solamente el Cusco. El resto de sus grandes actuaciones materiales fueron fortificaciones y centros administrativos del imperio.

Más no evidencias de un desarrollo uniforme ni de mejora social.

Sin embargo para los historiadores, todas esas realizaciones materiales imperiales son la expresión más alta de "la grandeza de la historia del Perú", como sin paliativos se miente un intelectual peruano como Jorge Cornejo Polar. No hay ningún registro de los nombres de quienes se enarbolaron sobre los demás para formar los imperios Chavín y Wari. Sí en cambio en el caso de los inkas.

Por lo tanto los más afectivos y pomposos de los historiadores tradicionales pueden comentar, como el político y académico Enrique Chirinos Soto: "..el Emperador Túpac Yupanqui, padre de Huayna Cápac], por la cantidad de tribus sometidas y por la extensión de tierras conquistadas, [es] más grande que Alejandro Magno (…); más que Julio César (…); y más todavía -y éste es el mayor elogio que yo pueda tributarle- que Napoleón Bonaparte…" .

En esos corto de vista, equívocos y presumidos sustentos se fundan anhelos como la del también político y académico Raúl Diez Canseco, pero también de Barrenechea Lercari, que ilusamente intentan vender a parte de los peruanos la idea de repetir, "en la era moderna", "ese Perú de los Incas".

Muy a propósito repercuten, entonces, las sentidas pero expertas conclusiones de Fernando Silva Santisteban : "…me preocupa el enorme desconocimiento de nuestro pasado, no sólo por parte del común de la gente, de los estudiantes universitarios, sino de muchos profesores de historia e inclusive intelectuales".

La costumbre natural de centralismo en el Perú, aun cuando comprobadamente "reciente", ha sido pues bastante prolongada y desfavorable. Ha estado bajo la compromiso de los antiguos chavín, de los antiguos ayacuchanos y de los antiguos cusqueños. Pero -¿puede suponerse acaso que por simple casualidad?-, todas han derivado en

los mismos resultados: enriquecimiento -aunque pasajero y superfluo- del centro y sus protagonistas, y empobrecimiento del territorio de la periferia y sus pobladores. Y tampoco es una sencilla casualidad que, consecutivamente y hasta ahora, siendo expresamente monitoreada desde España, Inglaterra y Estados Unidos, siga consiguiendo los mismos frustrantes y funestos resultados: un gigante con pies de barro en Lima, y el doloroso atraso, pobreza y desidia de las provincias del Perú.

Así, pues, debe reflejar meridianamente claro que si, actualizándolo, algo del pasado asumimos que rehabilitar en el Perú de hoy y de mañana, es el extraordinario y fértil descentralismo preinka. Pero debemos sí confinar la idea de reeditar cualquier forma de imperialismo.

El centralismo: Secuela del colonialismo

El centralismo nunca se ha hecho presente durante la vigencia de los Proyectos Nacionales. Por el contrario, durante dichas experiencias, siempre se ha expuesto una "natural" afición a la descentralización que, aunque sobrentendida, fue siempre cierta. De allí que hasta que no salieron los fenómenos imperialistas y coloniales, la humanidad desconoció el centralismo. Debemos de ser idóneos de observar diversos ángulos del mismo. En primer lugar, en el centralismo no siempre ha sobresalido el aspecto de congregación poblacional en la capital.

Aunque siempre presente la inevitable "atracción fatal" de la sede imperial -que atraía a los extranjeros como una fuente de luz atrae a las polillas-, nunca vistió en la antigüedad las simetrías que hoy se dan a ese respecto.

Así, durante extensísimos períodos de la historia de Occidente, dentro del centralismo, sobresalió el centralismo económico: las riquezas de la periferia fluían constantemente hacia el centro hegemónico.

Ocurrió en Mesopotamia y Egipto. Por cierto también durante el paradigmático Imperio Romano. Los historiadores no han podido callar, por ejemplo, que sólo la caída del imperio puso término a la transferencia masiva de recursos (…) hacia Roma…. Siglos después España, Francia e Inglaterra reanudaron la misma experiencia, llevando a Europa incontables riquezas extraídas de sus colonias americanas, asiáticas y africanas.

En América, antes del "descubrimiento", la historia fue muy parecida. Los imperios Maya y Azteca han dejado pomposas demostraciones arquitectónicas del centralismo económico que aplicaron. Como por igual ocurrió aquí en Chavín de Huántar y en Wari. Y el Cusco que maravilló a los conquistadores no fue también sino la consecuencia del siglo de agravado centralismo, imperialista y confiscatorio, que impusieron los inkas a la veintena de naciones andinas que conquistaron y sojuzgaron.

En segundo lugar, si bien todo muestra que todas las sedes hegemónicas progresaron desproporcionadamente, hay pruebas suficientes de que ello no devino en el despoblamiento y abandono de la periferia. Es muy ilustrativa al respecto la verificación que hicieron los conquistadores españoles en el Perú, estando, aunque en plena crisis cismática, aún vigente el Imperio Inka. Se dijo, en efecto, que los pobladores andinos "vivían aislados conforme a sus antiguas costumbres" . ¿Puede equívocamente colegirse de ello que los nativos peruanos tenían alma de ermitaños y que, por consiguiente, les gustaba

vivir aislados. No, por "aislados" debe entenderse "dispersos en el territorio, ocupando y explotando económicamente todo el espacio disponible". Es decir, debe entenderse que tenían una actitud y una conducta preferentemente descentralistas que, en su siglo de existencia, el Imperio Inka no logró suprimir aun cuando logró aplicar el centralismo en todo el conjunto del imperio.

Mas la sorpresa de los conquistadores no partía del hecho mismo de que la población nativa viviera totalmente dispersa en el territorio andino. Al fin y al cabo, asi ocurria en su tierra. No tenía entonces por qué llamarles la atención. Su real y especialísimo motivo de asombro fue que el descentralismo andino atentaba contra los intereses de España: dejaba al virreinato sin la fuerza de trabajo que le era precisa para extraer las riquezas que internaban las entrañas de los Andes. Y los obligaba a costosísimos y agotadores recorridos para captar esa mano de obra y para captar los gravámenes que se habían planteado cobrar a los nativos.

Así, en obediencia estricta de los objetivos imperiales -y con órdenes precisas a ese respecto-, el virrey Toledo "redujo" drásticamente el territorio poblado, dando forma a las "reducciones", esas artificiales concentraciones de la población que, entre otras derivaciones, dieron cauce al drástico y compulsivo abandono de millones de hectáreas de andenes y miles de kilómetros de vías de comunicación que durante milenios se habían construido en los Andes.

Coincidentemente con la constatación de descentralización que hicieron los españoles en América hace quinientos años, los pueblos más "atrasados" del mundo actual se cuenten necesariamente entre los más descentralizados del planeta.

El tercer y último aspecto del centralismo en el que pretendemos poner énfasis, es el hecho de que las naciones imperialistas, aún cuando centralizan la riqueza y la población de los territorios que conquistan y dominan, no se centralizan poblacionalmente a sí. Por el contrario, preservan decisivamente, y con gran eficacia, su propio y sano descentralismo.

Positivamente, centralizaron a sus colonias pero se mantuvieron a sí mismas como naciones descentralizadas. En suma, pero particularmente con lo dicho en este acápite, puede construirse una matriz como la siguiente: Es decir, en el contexto de sus propios Proyectos Nacionales, tanto los pueblos o civilizaciones "avanzadas", como las civilizaciones "primitivas", experimentan los beneficios del descentralismo. En tanto que, en el contexto de Proyectos Imperiales, mientras que las naciones hegemónicas -que siempre han sido los pueblos o civilizaciones "avanzadas" de su época-, preservan el descentralismo, los pueblos sojuzgados -que siempre han sido las naciones "primitivas" de su época-, caen, o, mejor, son empujados a caer en el dañino y funesto centralismo. Éste, pues, sólo surge en el contexto de los fenómenos colonialistas e imperialistas. ¿Cómo negarse a admitir, entonces, que el centralismo es una evidente secuela histórica del colonialismo?

Países desarrollados: Países descentralizados

Como los grandes países desarrollados que ya hemos citado, Suiza, Israel y Japón tienen también índices de centralismo poblacional muy bajos: 5, 6 y 7 %, respectivamente.

Australia es uno de los países desarrollados con mayor índice de concentración poblacional: 20 %. Pero hay sólidas y contundentes razones que lo explican Australia es uno de los países desarrollados con mayor índice de concentración poblacional: 20 %. Pero hay sólidas y contundentes razones que lo explican; es una isla recientemente ocupada en su conjunto, alcanza a 7 % el promedio ponderado de concentración poblacional en las capitales.

Los pueblos desarrollados del planeta muestran el mismo sensato y eficiente patrón de ocupación poblacional del territorio se pone en evidencia hoy en muchos pueblos de África, pero por cierto también en Asia.

La descentralización es -dice pues acertadamente Barrenechea Lercari- "una condición fundamental del desarrollo" Pero derrapando sólo dos líneas después, agrega: "Así lo están entendiendo [los] países desarrollados…"

Para terminar este acápite, sólo nos resta poner de relieve un aspecto en esta cuestión: los pueblos desarrollados de hoy -como Alemania, Japón o Estados Unidos, por ejemplo- no fueron nunca colonias salvajemente sojuzgadas, o -como en el caso de Francia, Inglaterra o España, que durante siglos vieron bajo la feroz hegemonía del Imperio Romano-, de ello han transcurrido ya nada menos que dos mil años.

En definitiva, no puede disociarse "autonomía" e "independencia" o, si se prefiere, "Proyecto Nacional", de "desarrollo" y "descentralismo". Y tampoco puede disociarse "sojuzgamiento" y "dependencia" o, si se prefiere "colonialismo", de "subdesarrollo" y "centralismo" En definitiva, no puede disociarse "autonomía" e "independencia" o, si se prefiere, "Poyecto Nacional", de "desarrollo" y "descentralismo". Y tampoco puede disociarse "sojuzgamiento" y "dependencia" o, si se prefiere "colonialismo", de "subdesarrollo" y "centralismo.

Las viejas y poderosas causas del centralismo de hoy

En el caso de los pueblos de América Meridional, siendo que el colonialismo -militar y económico, primero, y económico y cultural, ahora- lleva ya quinientos años de vigencia continua, no podemos desconocer entonces que el acusado centralismo de hoy tiene muy antiguas y poderosas causas, y muy hondas y gruesas raíces.

Debe quedar claro asimismo que el centralismo poblacional también había empezado a mostrar índices de gravedad durante el propio período colonial. ¿Acaso no hemos visto antes que entre 1700 y 1830 la población de Lima había pasado del 3 al 5 % de la población del territorio del Perú?

En el tema que enfrentamos -centralismo y descentralización-, la historia ofrece muchas lecciones, muy importantes y dignas de ser tomadas en cuenta, tanto hoy como de cara al futuro.

¿Qué lecciones deja la historia?

No es suficiente contar con un territorio providencial

El Perú reúne, como casi en ningún otro rincón del globo, en el menor espacio:

  • La más amplia gama de climas y eco-sistemas del mundo. De los 103 ecosistemas o zonas de vida del mundo, 84 coexisten en el Perú" Ello otorga al Perú una sin par potencialidad agrícola y pecuaria.

  • El suelo y el subsuelo, ha sido irrazonable e ineficientemente mal explotado-, el más variado espectro de riquezas materiales: oro, plata, zinc, hierro, cobre, petróleo, guano y salitre; anchoveta, etc.

El Perú, en relación con la extensión de su territorio, es uno de los espacios más densamente ricos del planeta.

Es decir, para alcanzar el desarrollo, no es suficiente con que un pueblo sea potencialmente rico.

Inversión, el quid del asunto

Y es que el quid de la cuestión -la "clave secreta" del Desarrollo-, no reside solamente por la riqueza de la que potencialmente puede disponer un pueblo. Más allá de la riqueza patrimonial de una nación, cuenta:

  • Cuando de ella se explota económica para satisfacer las necesidades de alimentación, vestido, vivienda, etc.

  • En qué proporción los excedentes generados se destinan a gasto y a inversión.

Así, hoy los pueblos disfrutan de mayor o menor bienestar, o padecen de mayor o menor pobreza, dependiendo de cuán grandes o pequeñas fueron sus inversiones productivas, y de cuán grandes o pequeños fueron sus gastos improductivos en el pasado.

Capacidad de generación de excedentes (G)

Sin la menor duda, a mayor capacidad de generación de excedentes, mayores posibilidades de alcanzar el Desarrollo.

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Sólo durante la Colonia en el Perú se generaron excedentes por más de un millón de millones de dólares de hoy.

Inversión de riqueza generada (I)

La capacidad de generación de excedentes resulta la proporción en que dichos excedentes son productiva y eficientemente invertidos.

Tanto desde Madrid como desde Lima, se impuso una inmensa mayor predisposición hacia el gasto improductivo que hacia la inversión reproductiva.

Inversión en el territorio (T)

Hasta donde se sabe, las dos únicas grandes inversiones productivas que se concretaron durante la Colonia, en el territorio del Perú actual, se hicieron en las minas de plata y mercurio de Huancavelica y, muy posteriormente, en las minas de plata de Pasco.

Lo cierto, entonces, fue que de los inmensos excedentes generados en el Perú a expensas de la riqueza y de la fuerza de trabajo de los peruanos -según cálculos y actualizaciones propias- 750 mil millones de dólares fluyeron a España. Y, en su mayor parte, de allí a enriquecer a casi todo el resto de Europa.

Inversión descentralizada (D)

Finalmente, debe tenerse en cuenta que, para alcanzar el desarrollo y el bienestar, no basta con que una significativa fracción de los excedentes se invierta. Complementariamente, es fundamental y decisivo que esas inversiones se materialicen de manera descentralizada en el territorio del pueblo en cuestión.

El "secreto", pues, no tiene ninguna de las sofisticaciones ni ninguna de las elaboradísimas fórmulas macroeconométricas con que nos marean muchos encumbrados economistas de hoy.

Ahorro y descentralización: Decisiones trascendentales

En síntesis, no es difícil probar cuantitativamente -como también lo insinúa el Gráfico, que, independientemente de la capacidad de generación de riquezas que tenga un pueblo en su territorio (G), muchísimo más importante resultan las decisiones de ahorrar e invertir (I), en su propio territorio (T), de manera absolutamente descentralizada (D).

El poder: La mejor explicación

Pero a su vez, ¿cómo explicar que unos pueblos deciden invertir, e invertir escentralizadamente en su territorio, y otros no logren hacerlo? ¿Acaso porque aquéllos son inteligentes y los otros torpes? ¿Acaso porque aquéllos son "blancos" y éstos cholos", "mestizos" o "negros"?

En el poder, o, mejor, en la "correlación de fuerzas", está el nuevo "secreto". Desde la perspectiva del país -y para el tema que nos ocupa-, a lo largo de la historia y en cada momento histórico, la correlación de fuerzas ha estado definida por factores y fuerzas endógenas.

Sin duda, en el análisis del problema del centralismo -como estamos tratando de hacer- deben ser tomados en cuenta todos y cada uno de esos factores.

Factores exógenos

  • Los intereses y objetivos reales -no necesariamente explícitos- de cada uno de los protagonistas del contexto, pasado, presente y futuro -ya sean países, empresas, instituciones, etc.

  • La magnitud objetiva de las fuerzas o presiones -militares, políticas, económicas, tecnológicas, etc.

  • La imagen que el país y sus gobiernos han proyectado y proyectan al exterior, y, en todo caso, las imágenes que han prevalecido.

  • Las diversas coyunturas político-sociales que se han dado y puede preverse que se den en el contexto -guerras mundiales, conflictos regionales, etc.

  • Las diversas coyunturas económico-financieras internacionales.

  • Las circunstancias geográficas y/o climáticas -que eventualmente, pueden representar un fortalecimiento, o, alternativamente, un debilitamiento.

Factores endógenos

  • Los intereses reales y no sólo explícitos de cada uno de los protagonistas del país grupos sociales, grupos regionales, grupos étnicos, empresas, instituciones, etc.

  • La magnitud objetiva de las fuerzas o presiones -militares, políticas, económicas, etc.

  • Las alianzas internas relevantes, explícitas e implícitas.

  • El balance y especificidad de las diversas situaciones político-sociales que se han dado y las que pueden darse -unidad interna o enfrentamiento.

  • Las diversas coyunturas económico-financieras que se han dado en el país.

  • La estructura social interna -la homogeneidad social.

  • La imagen que mutua y recíprocamente se proyectan pueblo y gobierno -que, en conjunto, fortalece si es mutuamente positiva, y debilita si es mutuamente negativa.

Factores combinados

Las alianzas económicas sobre todo ellas, vienen jugando en la historia un papel preponderante. En efecto, la asociación económica entre intereses nacionales y extranjeros constituye un importantísimo factor combinado -dado que no es puramente exógeno ni exclusivamente endógeno.

En todo caso, nos resulta bastante claro que, en el futuro, toda negociación internacional de ese género deberá estar, prioritariamente, guiada por el objetivo de descentralizar al país.

Pero también nos resulta claro que, con la debida y conciente participación de las poblaciones involucradas, éstas sabrán reconocer adecuadas compensaciones a los "socios extranjeros" de la descentralización.

Factores desperdiciados

¿Existen realmente los factores desperdiciados? Sí. En muchas circunstancias, algunos actores, guiados exclusivamente por sus objetivos inmediatos y sus intereses, o con extrema ceguera, han dejado de usar factores que, aún cuando no hubiera revertido totalmente la correlación de fuerzas, habrían podido modificarla significativa y positivamente.

Brasil, El enorme país amazónico -aunque nunca hayamos tenido conciencia seria y lúcida de ello-, es vecino nuestro. Más aún, es aquel con el que compartimos no sólo la frontera más larga, sino una de las fronteras artificiales más extensas creadas por el hombre en la Tierra.

En el mundo entero, en particular allí donde priman decisiones razonables -incluyendo por cierto las económicas- las vías de comunicación se construyen pensando -casi siempre prioritariamente -en los mercados más relevantes. A ese respecto, las grandes y medianas ciudades de Brasil son mercados objetivamente más importantes que las del norte de Chile, o las de Ecuador y Bolivia.

Factores fatales

Entre los enumerados no están todos los factores que definen la correlación de fuerzas que actúa en y sobre un país para poder o no llevar adelante su Proyecto Nacional.

Recogeremos sólo dos de la historia peruana: la expropiación de las salitreras de Tarapacá, que dio origen a la guerra con Chile; y la "consolidación de la deuda interna".

Proporcionalmente, pocos negocios como el del guano han tenido en la historia de la humanidad una significación económica tan grande, quizá sólo comparable, antes, con la explotación de la plata de América, y hoy, con el petróleo, el narcotráfico o la venta internacional de armamentos (lícita e ilícita).

Bruscamente, sin embargo, a partir de 1873, el negocio del guano entró en una gravísima crisis. Y con ella la economía del presidente Pardo y sus amigos. Mucho se ha dicho que esa crisis fue el resultado de la sobreexplotación a que había estado sometido el valioso recurso natural.

Sin embargo, lo que el país perdía por menores ventas de guano lo recuperaba con mayores ventas de salitre. El país, pues, no se perjudicaba del todo con la crisis del guano.

En efecto, como se ha dicho, el negocio del guano fue de magnitudes excepcionales. De magnitudes que los peruanos de hoy no tenemos conciencia lúcida, porque los textos de Historia no son suficientemente enfáticos ni suficientemente claros.

¿Qué ganó el Perú con tamaña riqueza? Poco, muy poco. Veamos por qué. Con los ingresos del guano, el presidente Ramón Castilla montó parte de la enorme popularidad que hasta hoy conserva en la mente de los peruanos.

Frente a todo ello y mucho más, Castilla, en 1849, en su mensaje al Congreso de la

República al concluir su primer mandado, declaró: "la ley de consolidación es un principio fecundador que ha brindado innumerables beneficios; es una ley de consuelos y sólidas esperanzas para una multitud de familias; una tabla de salvación en el naufragio de tantas fortunas: un nuevo elemento de bienestar y orden".

La Consolidación de la Deuda Interna virtualmente no incluyó a ninguno de los campesinos pobres (o sus herederos) que, entregando unos pocos animales, habían entregado, en realidad, la mitad, más de la mitad o todos sus bienes.

El reconocimiento de estos gravísimos hechos no es de hoy. En la misma época de todos estos acontecimientos, el sector "autoritario y conservador" de la clase dominante acusaba a sus opositores de "exaltación, ligereza, impreparación, avidez de prebendas y de lujo". Los liberales y radicales, por su parte, acusaban a los autoritarios y conservadores de "despotismo, privilegios injustos, egoísmo y ausencia de fe en el pueblo".

La estructura social: El gran catalizador interno

Los catalizadores como bien se sabe son agentes químicos que usan los especialistas para acelerar o retardar según convenga una determinada reacción, un desenlace esperado. Análogamente, entonces, y en el caso que nos viene ocupando, puede también admitirse que hay condiciones que afectan la velocidad de la consecución del objetivo: la descentralización

Dentro de los factores endógenos anteriormente enumerados, hay uno la conflictiva estructura social prevaleciente que podemos identificar como "el gran catalizador- retardador interno".

Ciertamente, no puede desconocerse que la gran heterogeneidad económica política social del país viene cumpliendo muy a pesar de la inmensa mayoría de los peruanos un papel retardador de la descentralización.

Y es que la heterogeneidad social la existencia de múltiples grupos sociales, regionales, nacionales y étnicos, etc. implica una gran diversidad de intereses y objetivos, no sólo no concurrentes, sino muchas veces divergentes. Esa divergencia objetivamente los debilita, individual y colectivamente, frente a la centralizadora fuerza hegemónica interna -los grupos dominantes-.

Lograr la unidad de las fuerzas sociales descentralizadoras, que son las únicas a partir de las cuales podría empezar a diseñarse realmente el desarrollo del país, no es cuestión de arengas, discursos ni slogans. Todos esos recursos, aun cuando son necesarios, nunca habrán de ser lo suficientemente aglutinantes.

La unidad sólo puede construirse sobre bases objetivas: intereses comunes que den paso a objetivos comunes. Y nada de ello puede lograrse a partir de palabras.

Todos los países desarrollados y descentralizados del mundo han sido construidos por sociedades homogéneas. Es clara e in- cuestionablemente el caso de Francia, Japón o Alemania, por ejemplo. Pero también han sido construidos por sociedades que sin ser del todo homogéneas, son predominante- mente homogéneas, como en el caso de los Estados Unidos.

En todos esos casos, sin excepción, las mayorías nacionales son las que han impuesto sus intereses y objetivos que, como es razonable colegir, eran eminentemente des- centralizadores.

En el Perú, en cambio, como resulta absolutamente obvio, ha sido una pequeñísima minoría -que hasta bien entrado este siglo representaba menos del 10 % de la población del país-, la que ha impuesto sus objetivos centralistas a todo el resto.

La homogeneidad social -económico- política-, es una condición indispensable. Pero no tiene por qué ser necesariamente también homogeneidad cultural. Por el contrario, la heterogeneidad cultural peruana es más bien un enorme patrimonio que debemos preservar.

Partes: 1, 2, 3
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