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Influencia de la Globalización en el Crecimiento Económico del África Subsahariana

Enviado por Pablo Turmero


Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. El proceso de globalización: antecedentes históricos
  3. Globalización y crecimiento
  4. La influencia de la globalización en el crecimiento económico del África Subsahariana
  5. Marco teórico y resultados
  6. Conclusiones
  7. Bibliografía

Introducción

La globalización y sus efectos se han convertido, en las últimas décadas, en objeto de debate cada vez más frecuente. Este creciente interés viene motivado, en gran parte, por la extensión de los movimientos surgidos en su contra. Es, en este marco, en el que surge este artículo, tratar de clarificarla relación existente entre la globalización y el crecimiento de la economía. Estudio que resulta tanto más interesante si se hace referencia a las zonas más subdesarrolladas y deprimidas del planeta, que, tal y como se plantea el debate, serían las más afectadas por este proceso. Así, para los autores que abogan por la globalización, los países en desarrollo tienen la oportunidad de sumarse al proceso de integración y acelerar su ritmo de crecimiento. Por el contrario, los detractores de este proceso ven en él, precisamente, la causa de dicha pobreza y sólo encuentran una salida razonable en la redefinición de las reglas de juego existentes entre países.

Todos los indicadores económicos definen el África Subsahariana como una de las áreas más desfavorecidas del planeta. Elevadas tasas de mortalidad, baja esperanza de vida y reducida renta per cápita, que justifican, en mayor medida, su estudio. Sin embargo, es, precisamente, una de las zonas donde menores aplicaciones teóricas existen en la literatura económica. La justificación de esta falta de material explicativo está, de un lado, en las características singulares de la región, que la diferencian del resto de continente, dificultando enormemente la aplicación de modelos convencionales de crecimiento. De otro, y motivado en gran parte por esta "idiosincrasia" africana, en el alejamiento de las corrientes económico-sociales mundiales, que restan poder explicativo a muchas de las variables más relevantes en los países más desarrollados. A lo largo de este artículo se va a tratar de salvar estas dificultades y observar la influencia de las corrientes de integración, definidas a nivel mundial, en el crecimiento económico de los distintos países del África Subsahariana.

La dimensión del proceso de globalización es, en todo caso, tan amplia y compleja, que su análisis requiere un enfoque multidisciplinar, que excede, en mucho, el puramente económico. Por ello, se delimita el proceso de globalización a la integración económica en el mercado de bienes y servicios; aspecto más visible y, en mayor medida, cuantificable. Esta definición, más operativa, permite identificar sus características y hace factible abordar el problema desde un punto de vista teórico.

Como todo proceso económico, la globalización tiene unos antecedentes y una evolución a lo largo del tiempo, por lo que, en primer lugar, se ha tratado de adquirir cierta perspectiva histórica, que marque las pautas que la caracterizan y fije un contexto en el que desarrollar el modelo empírico.

En segundo lugar, se ha establecido un soporte teórico que permita analizar el problema con cierto rigor. Dado que no se puede utilizar uno propio, al apenas existir modelos económicos específicamente desarrollados para explicar la situación del África Subsahariana, se utilizan los trabajos realizados en base a la experiencia de otros países. En este sentido, interesa definir ciertas pautas en su evolución para ver su posible reproducción en el área de interés. Para ello, se analizan las distintas corrientes que han tratado de relacionar la integración con el crecimiento económico, desde las ideas pioneras hasta las aportaciones más recientes a la teoría del crecimiento.

La evolución del pensamiento económico parece evidenciar que la apertura exterior a los intercambios internacionales de un país determinado tiene efectos positivos sobre su nivel de desarrollo, especialmente si es acompañada de una modificación en las pautas de gestión macroeconómica (firme política cambiaria, monetaria y de déficit público) y en las reglas de juego (definición de los derechos de propiedad, establecimiento de democracia, eliminación de la corrupción). En este sentido, se considera que la globalización podría ser, precisamente, la fuerza motor que reclamase este cambio.

En tercer lugar, es necesario conocer la región objeto de estudio. Para ello, y de forma sintética, se describen los factores idiosincrásicos del África Subsahariana. En este sentido, la literatura existente no es excesivamente prolija, y, mayormente, tiene carácter descriptivo. Existen algunos estudios de países concretos, pero precisamente por este carácter puntual, no se ciñen al objetivo perseguido.

Por último, y a nivel empírico, se estima un modelo de crecimiento endógeno con datos de panel, para una muestra de 23 países del África Subsahariana durante el periodo 1970-1979. De esta forma, se explica el crecimiento de la renta per cápita a través del incremento de la población, la tasa de fertilidad y la acumulación de capital físico y humano (reflejado a través de la participación de la formación bruta de capital en el PIB y la escolarización en enseñanza secundaria). Se incluyen, asimismo, determinadas variables relacionadas con la apertura exterior de los mercados (exportaciones e importaciones sobre el PIB, apertura exterior, crecimiento de la apertura exterior e índice de libertad económica).

Los datos parecen mostrar que la renta per cápita se ve afectada positivamente por la acumulación de capital físico y capital humano y, de forma negativa, por el crecimiento de la población. Se observa, asimismo, que la integración en el mercado de bienes y servicios, reflejado a través del crecimiento de la apertura a los mercados (medida como cociente entre las exportaciones e importaciones sobre el PIB) influye de forma positiva sobre la variable objeto de estudio. En principio, cuanto más se integre una economía en el mercado global, mayor será su renta per cápita. El índice de libertad económica, que refleja, aparte de la libertad en el intercambio internacional, otros factores institucionales, como el tamaño del gobierno, la estructura de la economía y las políticas económicas, influye, asimismo, de forma positiva sobre el crecimiento. Por último, la latitud, que mide la lejanía a los principales núcleos de desarrollo, influye de forma negativa en la renta per cápita, reflejando el hecho de que la imposibilidad de comerciar con terceros países desarrollados repercute negativamente en el crecimiento de una región.

El proceso de globalización: antecedentes históricos

A pesar del énfasis realizado por muchos economistas y sociólogos en el fenómeno de la globalización en las dos últimas décadas, muchas de sus características no son exclusivas de este último periodo, sino que están presentes en otras épocas. De hecho, su inicio puede enmarcarse en la primera mitad del siglo XIX. A partir de este momento, se produce una intensificación de los flujos comerciales, de servicios, de inversiones y de personas entre distintos países, que continuará, de forma ininterrumpida hasta inicios del siglo actual. La causa de estos flujos ha sido, en unos casos, el desarrollo de los transportes y telecomunicaciones; en otros, la opción de determinados países por la apertura de sus fronteras a estos flujos y la paralela liberalización de sus mercados internos.

Se pueden distinguir, en todo caso, ciertas etapas dentro de este proceso. En primer lugar, un periodo inicial, que media entre 1820-1914, y se caracteriza por la revolución en los medios de transporte, la migración masiva de trabajadores y el desmantelamiento de la protección comercial. Como consecuencia, se acortan fuertemente los tiempos de desplazamiento de bienes y factores productivos y se incrementan fuertemente sus flujos entre países. La siguiente etapa arranca en 1950 y finaliza en la década de los 80 y, a diferencia de la anterior, son, en mayor medida, los factores políticos los que propician el incremento en el intercambio de bienes. De esta forma, se producen numerosos acuerdos de apertura comercial en el marco del GATT y otros organismos multilaterales. La intensificación de las relaciones comerciales se produce, fundamentalmente, entre Europa, Norteamérica y Japón, quedando excluidos terceros países menos desarrollados. Si en la etapa anterior la dotación de factores resultaba determinante de la posición comercial internacional, en este periodo adquieren relevancia otros factores como las economías de escala y aglomeración.

El último periodo, que alcanza nuestros días, es quizás el que presenta, de forma más singular, las características del proceso de globalización. El avance tecnológico en transportes y, sobre todo, en telecomunicaciones es mucho más intenso que en los periodos anteriores, permitiendo gestionar y controlar canales de oferta dispersos geográficamente. Numerosos países, y no sólo los pertenecientes a la OCDE, se suman al movimiento globalizador, mejorando su clima inversor, abriéndose al comercio y a la inversión extranjera. Alrededor de tres mil millones de personas entran, de esta forma, en el mercado global de manufacturas y servicios. Este proceso supone un incremento de la convergencia entre países y una reducción de la pobreza a gran escala. A un tiempo, cerca de dos mil millones de personas observan una reducción de la renta, un incremento de la pobreza y una reducción en la participación en el comercio mundial en relación a décadas anteriores. En su mayoría se encuentran en países del África Subsahariana.

Resulta determinante conocer, si el empobrecimiento de estos países, ha estado motivado por la globalización, como preconizan los movimientos contrarios al proceso, o por causas intrínsecas a los países que las experimentan. En este sentido, será necesario establecer algún tipo de relación de causalidad entre la apertura de los países a la globalización y el crecimiento económico.

Globalización y crecimiento

3.1.- Complejidad analítica del problema

Los distintos trabajos que analizan la relación existente entre la integración a los mercados y el crecimiento económico se han encontrado con tres problemas básicos. El primero es conceptual, y es que, como ya se ha señalado, la globalización es un proceso altamente complejo, que sólo puede analizarse desde un punto de vista multidisciplinar. En este sentido, se ha optado por definir la globalización como apertura exterior; apertura a los movimientos de bienes, servicios, capitales y personas. El segundo problema se refiere a la cuantificación del proceso. Aún optando por estudiar la apertura a los movimientos internacionales en lugar de la globalización, resulta difícil la medición de las distintas políticas y, sobre todo, sus resultados, teniendo en cuenta que otros muchos factores pueden influir sobre los mismos. Para evitar este sesgo, se incluyen un gran número de indicadores, de forma que la visión sea lo más completa posible. Por último, aún simplificando la realidad y decantándose por indicadores imperfectos a la hora de medir políticas y resultados, se encuentra un problema de causalidad. Y es que, en la mayor parte de los casos, no es factible establecer una relación causa-efecto entre la apertura exterior y el crecimiento de la renta. Este tipo de problemas se tratan de evitar optando por una mayor variedad de indicadores y utilizando, en algún caso, alguna variable proxy intrínseca al país, que pudiera reflejar su posición frente al exterior.

3.2.- Antecedentes

Los primeros antecedentes a los trabajos que relacionan las corrientes integradoras con el crecimiento de la renta son los de Adam Smith (1776), David Ricardo (1817) y Heckscher y Ohlin (1919). La conclusión básica de estos modelos es que el libre comercio actúa como motor de crecimiento de la economía, incrementando la productividad de la economía y conduciendo a un mejor aprovechamiento de los recursos. Este pensamiento va a influenciar notablemente las pautas de las políticas comerciales establecidas en el siglo XIX e inicios del siglo XX (fundamentalmente hasta la primera guerra mundial). La formalización y demostración teórica de estos modelos exige, en todo caso, una serie de supuestos altamente restrictivos, que suponen la principal fuente de críticas. Fundamentalmente, inmovilidad internacional de factores y movilidad plena en el interior del país, competencia perfecta en el mercado de bienes y de factores, libre disponibilidad de tecnología e idénticas preferencias de los consumidores.

3.3.- Las políticas de sustitución de importaciones

El periodo que media entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial supone una ruptura total con la etapa anterior, con el cierre de las fronteras y la consiguiente paralización del comercio internacional. La mayor parte de los países optan por el proteccionismo como medida de defensa de la crisis económica. La modificación del escenario internacional tras las Guerras, junto a la posterior independización de las colonias, hace que surja una nueva corriente de pensamiento, la estructuralista, que defiende la protección exterior, como elemento estimulante del crecimiento económico. Tiene importancia decisiva en la definición e implementación de estas políticas, autores como Prebish (1950), que utilizan como soporte teórico el argumento de la industria naciente. Estos autores justifican la protección de la industria en las etapas iniciales de desarrollo, como acicate para el incremento de su capacidad competitiva. En caso contrario, afirman, este sector sería incapaz de hacer frente a la competencia internacional. El sustento empírico de estos trabajos es la existencia de una brecha en el desarrollo de los países más industrializados y los menos desarrollados; brecha que es imposible de salvar dada la desfavorable relación real de intercambio entre los productos de una y otra parte (productos industriales versus productos primarios). Se proponen, por tanto, una serie de políticas encaminadas a sustituir las importaciones, de productos manufacturados, fundamentalmente, de forma que se estimule la producción nacional. A un tiempo, se incentiva la exportación de productos primarios, de forma que los fondos derivados de esta actividad financien el proceso de industrialización.

Las políticas de sustitución de importaciones tuvieron inicialmente relativo éxito. Los países que las pusieron en marcha incrementaron el output de los bienes manufacturados y el crecimiento económico fue relativamente elevado. Si bien, a largo plazo, se mostraron altamente ineficaces para conseguir su propósito. Un elevado porcentaje de los bienes producidos carecía de ventajas competitivas en el exterior, dada su escasa incorporación de progreso tecnológico. La mayor parte de los países adolecían de capital humano y las restricciones impuestas para la importación de tecnología y bienes de capital eran muy elevadas, dificultando el proceso de innovación tecnológica. La mayor parte de países acompañaron, además, este tipo de medidas con fuertes controles de los tipos de cambio, provocando fuertes distorsiones en los precios y modificando sustancialmente el comportamiento óptimo de los agentes.

3.4.- Apertura exterior

Hasta 1980 muchos países continuaron con las políticas de sustitución de importaciones. Si bien, en 1982, con la crisis de la deuda, resultaba prácticamente insostenible su mantenimiento, especialmente para los países pequeños. El crecimiento a largo plazo llevó asociado, en la mayor parte de los países que las pusieron en práctica, problemas crónicos en la balanza de pagos y posteriores déficits presupuestarios. Muchos países empezaron a adoptar políticas orientadas en mayor medida hacia el exterior, marcando una nueva pauta en las políticas comerciales. Es sin duda la exitosa experiencia de países como Taiwán, Singapur y Corea del Sur la que provoca el mayor giro en la definición de políticas comerciales.

La modificación en la puesta en la ejecución de este tipo de políticas fue respaldada por el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y otras instituciones multilaterales, que comienzan a exigir a los países en desarrollo que se abran al sector exterior como condición previa para la recepción de ayuda financiera. El colapso del sistema comunista en Europa Central y del Este a finales de los 80 da ímpetu a este análisis. El mercado parece convertirse en la única vía para alcanzar el crecimiento.

El cambio en la definición de las políticas se ve sustentado, asimismo, por multitud de trabajos teóricos; trabajos que tratan de contrastar la experiencia de aquellos países que optan por la apertura exterior, fundamentalmente países asiáticos, frente a aquellos otros que aplicaron políticas de sustitución de importaciones. Trabajos pioneros como los de Little, Scitovsky y Scott (1970), Balassa (1971) y Bhagwati (1978) trataron de captar, a través de algún tipo de indicador, las diferencias existentes en las políticas comerciales de unos y otros países. Posteriormente, otros trabajos relacionaron los periodos de apertura exterior con el crecimiento experimentado durante esos periodos. Así, Balassa (1978), Krueger (1978) llegan a la conclusión de que los periodos de mayor crecimiento son aquellos que coinciden con un mayor crecimiento de las exportaciones, Nishimizu y Robinson (1984) afirman que las políticas de sustitución de importaciones condujeron a un menor crecimiento de la productividad de los factores y Krueger y Tuncer (1982) y Chen y Tang (1987) muestran que, en los periodos de régimen comercial más restringido, el crecimiento de la productividad fue inferior.

Los trabajos de Papageorgiou, Michaely y Choksi (1991), Kessides (1991), Dollar (1992), Sachs y Warner (1995), Edwards (1998) y Been-David y Loewy (2000) suponen una profundización en la relación existente entre la política comercial aplicada en distintos países y su crecimiento económico, si bien la caracterización de la misma más compleja. Se incluyen, de esta forma, otro tipo de políticas, como las fiscales y monetarias, así como aspectos relacionados con el entorno económico e institucional (economías socialistas, existencia de monopolios estatales en la producción, prima de la moneda en el mercado negro), que influyen, aunque quizás de forma un poco más velada, en la definición y resultados de la política comercial. La conclusión de estos trabajos es similar a la de los anteriores, el hecho de cerrarse al exterior produce profundas distorsiones en la economía que resultan perjudiciales para el crecimiento.

De forma paralela, numerosos trabajos, como los de Bhagwati (1982), Onis (1991), Dollar (1992), Krueger (1997) y Rodríguez y Rodrik (1999), enfatizan el rol de la apertura comercial en la eliminación de las distorsiones en los precios y la búsqueda de rentas. En este sentido, en las economías protegidas se observan unos precios más distorsionados que en aquellas otras sometidas a la disciplina exterior y, por tanto, mayor interferencia en la toma de decisiones por parte de los agentes. A un tiempo, se señala que, en economías fuertemente protegidas, los grupos de poder (lobbys) pugnan por conseguir empleo, licencias e incentivos a la producción, que favorecen sus propios intereses. Dado que no es el mercado el que marca las pautas de producción, los individuos pueden tratar de influir en los dirigentes políticos, de forma que resulten beneficiados por sus políticas. El resultado es un exceso de capacidad en determinados productos, en los que estos individuos tienen intereses, y mercado negro y contrabando, debido a la escasez de recursos, en otros. La apertura exterior, en este sentido, obligaría a los individuos a adaptarse a las necesidades del mercado y alcanzar mayor eficiencia en la producción.

Existen, por supuesto, trabajos revisionistas, como el de Rodrik (1995), que llegan a la conclusión de que los resultados presentados en la mayor parte de los trabajos que relacionan la política comercial con el crecimiento económico no son robustos a nivel estadístico, y que no es factible demostrar su influencia positiva sobre el crecimiento. Se afirma que la mayor parte de los países recurren a medidas proteccionistas en épocas de crisis y de apertura exterior en periodo de expansión, por lo que no es posible establecer una relación de causalidad clara.

Tratando de solucionar este problema de la causalidad, Frankel y Romer (1999) utilizan las características geográficas de los países como variables proxy del comercio exterior. De esta forma, se consideran variables, en este caso la posición geográfica, que están fuertemente relacionadas con el comercio exterior, y están, sin embargo, incorrelacionadas con otros determinantes de la renta. La conclusión de su trabajo es que el efecto de estas variables sobre el crecimiento económico es positivo, cuantitativamente importante, y robusto, estadísticamente.

Otra de las críticas realizadas a estos trabajos es la subjetividad en la caracterización de países con economías abiertas y cerradas. Así Sachs (1987), Taylor (1991), Edwards (1993) y Panagariya y Rodrik (1993) señalan que, en muchas de estas economías calificadas como abiertas, existía una fuerte intervención estatal que restringía fuertemente la libertad de los agentes en la determinación de las pautas del proceso productivo. Apuntan, asimismo, que la liberalización comercial no existió como tal, sino que predominó un fuerte control estatal en los intercambios frente al exterior, que propició el incremento de las exportaciones.

A otro nivel, y en el marco de los modelos de crecimiento endógeno se estudia el rol del libre comercio en la generación de tecnología. Trabajos como el de Grossman y Helpman (1991) señalan que un mayor grado de apertura conduce a los países pequeños a absorber tecnología de los países más avanzados a un ritmo superior del de aquellos que permanecen cerrados. Las economías más abiertas, concluyen crecerían, por tanto, más rápido que las cerradas, incluso en el largo plazo.

Por último, hay que destacar una serie de trabajos, como el de Berry, Bourgignon y Morrison (1991), Lindert y Williamson (2001), Dollar y Kray (2001b), Sala-i-Martin (2002) y los realizados por el Banco Mundial (2002a), que observan la experiencia histórica de distintos países a lo largo de las últimas décadas, y llegan a la conclusión que aquellos países que han abierto sus fronteras, y se han integrado al mercado mundial, han tenido un mayor crecimiento de la renta, mientras que aquellos que no lo hacen perseveran en un estado de pobreza. En definitiva, aquellos países que se han sumado al proceso de globalización se han mostrado más dinámicos que aquellos otros que han optado por una estrategia de protección frente al exterior.

La influencia de la globalización en el crecimiento económico del África Subsahariana

A lo largo de este trabajo se ha tratado de dar forma a un proceso económico-social complejo, explicando sus características y tratando de reflejar las consecuencias sobre la renta de los distintos países. Quizás la región más olvidada en todos los trabajos a los que se ha hecho referencia es la africana, en concreto la región subsahariana. La razón no es otra que el propio alejamiento de las corrientes económicas mundiales, que impide reflejar su idiosincrasia en los modelos habituales. Es precisamente, el vacío teórico existente, el que justifica este estudio. La necesidad de explicar su bajo crecimiento económico, la perpetuación de la pobreza en un entorno rico en recursos naturales y cuya situación, a mediados del siglo pasado, no distaba de países que hoy en día disfrutan de unos niveles de vida equiparables a los países desarrollados.

En este apartado se ubica al continente africano en el proceso de globalización, para tratar de ver cual es el rol que ha desempeñado. En segundo lugar se muestra de forma sucinta los distintos factores que han podido determinar su evolución durante estos años.

4.1.- Ubicación del África Subsahariana en el proceso de globalización

Durante la primera ola de globalización (1820-1914), los países europeos empiezan a mostrar gran interés por la colonización de África, debido, fundamentalmente, a su elevada dotación de recursos minerales. En 1905, aproximadamente, la mayor parte de África había quedado dividida entre Bélgica, Alemania, Gran Bretaña, Italia y Portugal.

Los reinos africanos se opusieron, en la medida de sus posibilidades, a las decisiones tomadas en Europa, provocando gran cantidad de revueltas, si bien no pudieron frenar los intereses de los países europeos.

Una vez que los territorios fueron conquistados y pacificados, las administraciones europeas implantaron en África aquellas infraestructuras que más convenían a sus propios intereses. De esta forma, se desarrollan sistemas de transporte que facilitaron el embarque de las materias primas destinadas a la exportación en los puertos. Se establecen, asimismo, sistemas de impuestos que trataban de obligar a los agricultores a plantar cultivos rentables (aquellos destinados a la exportación) o a dedicarse al trabajo migratorio. La actividad productiva se centra, en definitiva, en la exportación por y para los países desarrollados. África participa únicamente de los intercambios internacionales, en cuanto que actúa como fuente de aprovisionamiento de recursos, ya que no se establece un sistema de intercambio desarrollado, al menos en el interior de sus fronteras. Coexisten, de esta forma, una economía de subsistencia, que caracteriza la mayor parte de las relaciones económicas en el interior del país, con una economía de intercambio moderna, que se centra en la exportación de una estrecha variedad de productos a los países desarrollados.

Tras la Primera Guerra Mundial, los esfuerzos destinados a explotar las colonias se moderaron y se prestó más atención a la mejora de los servicios educativos y médicos, la ayudas al desarrollo y la salvaguarda de los derechos territoriales de las colonias africanas. Si bien, en el periodo que media entre las dos guerras comienzan a emerger una gran cantidad de movimientos nacionalistas y de protesta por el poder colonial. Tras la Segunda Guerra Mundial, estos movimientos se vieron amparados por la debilidad de las potencias coloniales europeas y el traslado del poder internacional a Estados Unidos y la Unión Soviética; dos estados declarados anticolonialistas. A finales de la década de los setenta casi toda África era independiente.

A pesar de la inestabilidad política, durante la primera mitad del siglo XX las tasas de crecimiento de África fueron más elevadas que las de Asia, y en muchos casos, mayores que las de muchos países desarrollados. La transición del colonialismo a la independencia provocó un fuerte incremento de la incertidumbre, si bien, a principios de la década de los 60, la mayor parte de los países, ya libres del poder colonial, parecían adaptarse a las necesidades de la demanda doméstica y definir las bases para un crecimiento económico sostenible. Durante la década de los 60, y hasta 1973, el crecimiento económico fue aún más rápido que el de la primera mitad de siglo. Sin embargo, a partir de esta fecha la situación política se fue deteriorando y muchos de los líderes de los países africanos adoptaron regímenes dictatoriales y autocráticos. Mientras África se sumía en una fuerte crisis política y económica, Asia comenzaba un fuerte despegue.

La recesión mundial de principios de la década de 1980 multiplicó las dificultades de los países africanos (serios problemas con las divisas y una deuda exterior creciente), fuertemente dependientes de la demanda externa. El hambre y las sequías se extendieron por las regiones centrales y norteñas del continente y millones de refugiados abandonaron sus hogares en busca de comida, incrementando los problemas de los países a los que huían. Los recursos médicos se vieron desbordados por epidemias, como el SIDA, el cólera y otras enfermedades. A finales de la década de los 80 y primera mitad de la siguiente, los conflictos locales desestabilizaron gobiernos, interrumpieron el progreso económico y costaron la vida a miles de africanos. Desde 1980 el PIB del conjunto de África se ha ido reduciendo a razón de un 1 por ciento anual, de forma que en la actualidad es la región con renta per cápita más baja del mundo.

4.2.- Factores explicativos del bajo crecimiento

Las causas que han llevado a África a esta situación son de muy diversa índole, si bien se pueden agrupar en tres grandes bloques. En primer lugar, los factores domésticos intrínsecos, que serían aquellas características propias del continente, que lo hacen diferente al resto y justifican un diferencial en las tasas de crecimiento respecto a otros países (localización geográfica desfavorable, clima tropical, transición demográfica inacabada, influencia de enfermedades como el SIDA y la malaria, baja densidad de población, elevada diversidad etnolingüística y elevada dotación de recursos naturales). En segundo lugar, los factores domésticos intrínsecos, que hacen referencia a la actuación política diferencial de estos países, que pudiera conformar una trayectoria económica diferente (gobiernos autocráticos, administración corrupta, políticas antiexportación). En último lugar, los factores externos, incluyéndose aquí las características del entorno (políticas aplicadas por terceros países), que han determinado los márgenes por los que discurre el continente africano (pasado colonial, que ha dificultado la creación de un estado nacional y ha fijado un patrón comercial inadecuado, recepción de elevadas ayudas per cápita y política comercial de los países desarrollados).

La adopción de un criterio que determine la ubicación de cada uno de estos factores en un grupo u otro, supone, en todo caso, una gran simplificación, ya que están fuertemente relacionados entre sí. Los factores específicos del país (factores domésticos intrínsecos) marcan la política económica puesta en marcha (factores domésticos extrínsecos). El sistema colonial (factor externo), una vez desmantelado, tuvo como reacción unas políticas domésticas que restringieron, aún más, el crecimiento económico. Las políticas mundiales (factores externos, de nuevo), aún teniendo como base la promoción del desarrollo económico, han perpetuado, en muchos casos, a los países receptores en un estado de pobreza y corrupción total (factores domésticos).

En todo caso -a pesar de la dificultad, y en ocasiones, ambigüedad en la clasificación de estos factores-, no deja de tener importancia su separación, ya que la definición de políticas en uno u otro caso debiera ser distinta, pues la consecuencia de las mismas, evidentemente, es radicalmente opuesta. Si el bajo crecimiento de la renta se explica por factores políticos, una redefinición de las reglas de juego (definición de los derechos de propiedad, fijación de un entorno institucional adecuado y apertura exterior) posicionaría a África en el camino adecuado. Por el contrario, si se considera que los problemas de África están relacionados con la geografía o con causas demográficas, dependerá entonces de los esfuerzos internacionales, el acabar con la pobreza.

Marco teórico y resultados

5.1.- Introducción

En este último apartado vamos a realizar un ejercicio empírico para tratar de explicar las causas del bajo crecimiento en África. Para ello, se realiza una estimación con datos de panel con efectos fijos para una muestra de 23 países del África Subsahariana. Los países han sido seleccionados en función de la disponibilidad de datos para el periodo 1970-1999 y el grado de representatividad de sus experiencias en relación al crecimiento y la implantación de determinadas reformas de liberalización de la economía. Puesto que algunas variables están incompletas, se han realizados medias por subperiodos de 5 años. Esta metodología permite, asimismo, la eliminación de los shocks cíclicos. Se dispone, por tanto, de 6 datos por país, alcanzando las 138 observaciones. Los indicadores utilizados corresponden al Banco Mundial el Instituto Fraser (índice de libertad económica).

(1)

(2)

(3)

(4)

Crecimiento de la población

-0.7939

(-2,5614)

**

-0.6276

(-2.0404)

**

-0.8011

(-0.9401)

*

-0.6617

(-2.1918)

**

Formación Bruta de Capital (%PIB)

0.2202

(3.9033)

***

0.2308

(4.0991)

***

0.6678

(5.2696)

***

0.2206

(3.9852)

***

Matriculación de enseñanza secundaria (%)

0.1092

(2.6146)

***

0.5902

(7.0871)

***

0.1015

(2.4714)

***

Tasa de fertilidad (nº de hijos por mujer)

-0.3233

(-3.8531)

***

Crecimiento de la apertura exterior

0.6756

(2.3493)

***

R2 Ajustado

0.6981

0.5795

0.6651

0.6243

Test de Hausman. P valor

(efectos fijos)

0.0144**

0.0000***

0.0000***

0.0057***

La ecuación estimada es la siguiente:

edu.red

donde i corresponde al número de agentes y t a los instantes de tiempo

Los resultados de las estimaciones aparecen en las tablas 1 y 2.

Tabla 1: DETERMINANTES DE LA RENTA PER CÁPITA EN EL ÁFRICA SUBSAHARINA (1970-1999)

Variable dependiente: Renta per cápita. Número de observaciones: 138

Nota: Valores t entre paréntesis.

(*) Significativo al 75 %

(**) Significativo al 95 %

(***) Significativo al 99 %

En primer lugar, en la estimación (1) se ha incluido, únicamente, el crecimiento de la población y la formación bruta de capital como variables explicativas del crecimiento de la renta per cápita. El crecimiento de la población afecta de forma negativa y significativa al crecimiento económico. Unas elevadas tasas de crecimiento de la población evidencian una transición demográfica no completa, característica de los países en vías de desarrollo. La participación de la formación bruta del capital actúa en la dirección prevista, es decir, de forma positiva y significativa. Cuanto mayor sea la inversión, mayor será, en principio, el gasto en educación, sanidad e infraestructuras; sustento del crecimiento económico.

En segundo lugar, se ha incluido la matriculación en enseñanza secundariacomo indicador de capital humano. Los datos aparecen en porcentaje, ya que en esta especificación se considera la acumulación de capital humano, y no el stock de capital. Los resultados de la estimación (2) muestran que la acumulación de capital humano, influye asimismo de forma positiva y significativa sobre la renta per cápita.

En tercer lugar se incluyó la tasa de fertilidad (número de hijos por mujer). El resultado de la estimación (3) es que esta variable influye de forma negativa y significativa en la productividad. Sin embargo, el crecimiento de la población deja de ser significativo, debido a una probable colinealidad entre ambas variables, por cuanto la primera pierde capacidad explicativa.

En cuarto lugar se trató de incluir algún indicador del grado de integración en la economía internacional. En este sentido, se ha elegido el crecimiento de la apertura exterior para reflejar la apertura al mercado global, tal y como se realiza en el trabajo de Michaely (1997). Los resultados (estimación 4) parecen indicar que la apertura a los movimientos de bienes y servicios, medida a través de este indicador, influye de forma positiva y significativa sobre el crecimiento económico. A medida que los países optan por abrirse a los intercambios internacionales se incrementa el nivel de desarrollo y se produce una equiparación de los estándares de renta con los países ricos.

Partes: 1, 2
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