Dificultades de la estrategia emprendedora vinculadas a la generación de ideas de negocio (página 2)
Enviado por José Leonardo Méndez
Adicionalmente, la creatividad es un proceso y un comportamiento. Es decir, las personas que hacen cosas nuevas lo hacen siguiendo determinados procedimientos y actuando de una manera determinada (Gardner, 1999; Penagos y Aluni, 2000a; 2000b).
De este modo, la creatividad es el resultado de un continuo proceso en el cual las ideas son puestas a prueba confrontándolas con los hechos y con otras ideas, lo cual da lugar a nuevas ideas, sobre las cuales se generará, a su vez, un nuevo proceso, nuevas ideas y así sucesivamente.
Generalmente se cree que algunas personas son muy creativas; otras, parcialmente creativas; y otras más, muy poco creativas. Pero eso, al parecer, es completamente falso.
Como explica Gardner (1999), quien investigó la creatividad con un enfoque similar al de su teoría de las inteligencias múltiples, también existen diferentes tipos de creatividad, por lo que las personas pueden ser muy creativas en diferentes campos.
La creatividad puede manifestarse, por ejemplo, en las relaciones interpersonales y no estar presente en las habilidades espaciales o musicales.
Por ello, un hecho destacado respecto a este fenómeno humano es que una persona necesita contar con destrezas y conocimientos propios de un campo específico para ejercitar de manera efectiva su creatividad en él.
Es decir, para ser creativo en música se tiene que conocer algo de música, poseer las habilidades técnicas necesarias y tener talento para esa actividad.
Además, se requieren destrezas propias del proceso creativo (métodos y técnicas que la favorezcan), así como una alta motivación interna, tenacidad y capacidad para manejar la incertidumbre (Baron, 1997; Rodríguez, 1997; Aldana Conde, 1998; De Bono, 1986; 1991; 1997; López, 1999; Goleman, 2000; Goñi, 2000; Monreal, 2000; Menchén, 2001; Muñoz, 2004; Chacón, 2005; Pascale, 2005).
No obstante, como estiman Romo (1997) y Csikszentmihalyi (1996), existe una gran diferencia entre creatividad e innovación.
La primera es una condición ineludible de la segunda, pero la innovación va mucho más allá de producir algo nuevo. Además de ser un proceso más complejo, el resultado de la innovación también es algo valioso para otras personas. Sin embargo, nada de eso se enseña en los programas latinoamericanos de capacitación de nuevos emprendedores.
Aunque la creatividad ciertamente está muy relacionada con lo nuevo, lo original y sorprendente, a diferencia de ella la innovación se caracteriza por ser valiosa para el contexto social en el que se produce.
Es decir, la innovación debe aportar algún valor agregado a la gente, sin que necesariamente deba ser un valor extraordinario (Drucker, 1995; Audretsch, 1995; OCDE, 1996; COTEC, 1998; Fletcher, 1999; Porter, 1999; Warner, 2000; De Souza, 2001; Pérez, 2001; Bhidé, 2001; Nueno, 2001; Varela, 2001; 2002; Fernández, 2002; Hisrich, Peters y Shepherd, 2005).
Sin mucho capital para empezar, sin un nivel educativo impresionante ni contactos y amigos con mucho dinero, todo emprendedor necesitará un "as bajo la manga". Necesitará ser innovador.
Para los emprendedores, la innovación implica alcanzar ventajas competitivas defendibles que los diferencien notablemente de los demás. En un mundo donde muchos negocios se parecen, únicamente los más innovadores podrán tener éxito. Por eso precisamente, la innovación se considera hoy la principal ventaja competitiva de cualquier negocio.
Por supuesto, los emprendedores más innovadores no siempre son los más exitosos en los negocios, dado que pueden no ser capaces de defender que sus innovaciones sean copiadas por otros. Pero lo que definitivamente sí es cierto es que sin innovación no podrán ser exitosos de ningún modo.
Simplemente, considérese que si los emprendedores hacen las mismas cosas de la manera que siempre las hacen sus competidores, sólo podrán aspirar, en el mejor de los casos, a tener los mismos resultados que ellos han tenido hasta ahora.
Pero como la competencia es tan feroz en la mayoría de los negocios ya conocidos, sus resultados seguramente serán inferiores. Por eso es vital que el emprendedor haga las cosas de manera muy diferente.
En el ámbito empresarial, innovar implica introducir algo nuevo en el mercado, lo que significa crear nuevos conceptos e ideas (ese es su punto de contacto con la creatividad), que originen nuevos procesos, productos, servicios y estrategias en el campo empresarial (Drucker, 1995; Fernández y Rusque, 1996; Baron, 1997; Aldana Conde, 1998; Bridge, O´Neill y Cromie, 1998; Fletcher, 1999; Bhidé, 2001; Fernández, 2002; Ayuntamiento de Bilbao, 2004; Hisrich, Peters y Shepherd, 2005).
Por eso, la innovación puede considerarse como la creatividad puesta en práctica, es decir, llevada al campo de los negocios. Lo que hasta un determinado momento era un esbozo, un plano, una fórmula, un programa, pasa a desarrollarse en el mundo real de conformidad con las exigencias del mercado.
Como han comprendido algunos emprendedores muy entusiastas, un invento, fruto de una gran creatividad en un campo específico, no lleva necesariamente a la innovación, pues muchos inventos no tienen ninguna demanda, y por ello, no se comercializan, por lo que permanecen desconocidos.
El invento primero debe tener demanda y poder comercializarse para considerarse una innovación. La demanda del mercado puede proceder de distintas fuentes, pero lo importante es que si ella no está presente, por más genial que sea un invento, no se podrá convertir en innovación.
La aparición de una idea valiosa es un logro de la creatividad humana, no cabe duda, pero es apenas el comienzo del proceso de innovación; será el mercado el que, en primera y última instancia, sancionará el valor de cada iniciativa innovadora.
En consecuencia, los emprendedores han de asegurar la sintonía de sus nuevos productos y servicios con la demanda efectiva de los clientes potenciales. La innovación resulta muy arriesgada cuando se hace a espaldas del mercado, o cuando se fundamenta en creencias erróneas sobre el mercado.
En otras palabras, si un invento no crea riqueza para la gente o no satisface las exigencias del mercado, entonces no llega a ser una innovación. Casi la totalidad de los estudios de casos sobre innovación están de acuerdo en que el éxito está más cerca de aquellos emprendedores que se preocupan por determinar las exigencias futuras de sus clientes.
Casi todos los fracasos de los nuevos emprendimiento se relacionan con el desprecio u olvido de los requerimientos del mercado, o con una escasa comprensión de las demandas de los clientes (La Rovere y Hasenclever, 2003).
¿Qué implica todo esto para los emprendedores? Sencillamente, que mientras sólo posean una idea, por más creativa que sea, ella únicamente representa una posibilidad.
Por tanto, lo que necesitan los emprendedores es aprender a identificar y aprovechar oportunidades de negocio en función de las exigencias y la dinámica del mercado al que pretenden entrar.
Por consiguiente, las notables diferencias existentes entre creatividad e innovación hace necesaria, en primer lugar, la consideración acerca de si las llamadas "ideas brillantes", que se promueven de modo tan insistente en el mundo de los emprendimientos tecnológicos, son equivalentes a verdaderas ideas de negocio.
¿Ideas "brillantes" o ideas de negocio?
Uno de los grandes mitos que rodea al fenómeno de los emprendedores es la tendencia a suponer que ellos son una especie de personajes mágicos con extraordinarios poderes creativos, con los cuales inventan negocios fabulosos jamás vistos. Pero se trata de una creencia sin ningún fundamento en la realidad.
Es un hecho ampliamente aceptado que todo negocio, grande o pequeño, siempre se inicia como una idea en la mente de alguien, es decir, es producto del pensamiento creativo, y sobre eso no existe duda alguna.
Pero el caso es que, como se vio en el punto anterior, si bien son necesarias, las ideas por sí solas no son suficientes para crear un nuevo negocio exitoso.
En realidad, se le asigna una importancia desproporcionada a la generación de "ideas brillantes", por cuanto ellas muy raras veces llegan a convertirse en buenas ideas de negocio. Sencillamente, eso no es cierto en el mundo real.
El concepto de "idea brillante" en el mundo de los negocios es un mito muy perjudicial para los emprendedores. Ello se debe a que son muy pocas las "brillantes ideas de negocios" que se traducen en éxitos empresariales.
Algunos emprendedores muy creativos desarrollan productos "maravillosos", para los que después no encuentran clientes dispuestos a comprarlos.
Drucker (1985) explica que las "ideas brillantes" casi siempre son vagas y difusas, y que se corren grandes riesgos al intentar llevarlas a la práctica, por cuanto su tasa de mortalidad es verdaderamente grande y no se ha llegado a resultados satisfactorios al predecir su éxito.
Por eso, una de las causas del fracaso de muchos emprendedores novatos consiste en querer explotar una "brillante idea" y no una "brillante oportunidad de negocio".
La razón está en que se requiere mucho tiempo para aprovechar esas "ideas brillantes", generalmente se desconoce si pudieran tener demanda de mercado (o si únicamente esa demanda existe en la imaginación de los emprendedores), poseen unos porcentajes de fracaso verdaderamente elevados y plantean desafíos de gestión que sólo están al alcance de unos pocos emprendedores con amplia experiencia acumulada y enormes sumas de capital como respaldo.
Si un emprendedor cree tener una idea de ese tipo, lo primero que tiene que hacer es comprobar si existe realmente un mercado para eso. Si no es así, tendrá que analizar si el producto o servicio que pretende ofertar no existe porque no hay mercado o porque nadie lo ha intentado antes y, por tanto, el mercado lo desconoce.
En cualquier caso, todas las ideas exitosas de negocio tienen un elemento común: el mercado las ha valorado positivamente porque están basadas en la identificación de una oportunidad.
Por ello, resulta esencial para los emprendedores aprender a generar ideas innovadoras que representen verdaderas oportunidades de negocio. Para De Souza (2001), la capacidad de reconocer ideas que pueden convertirse en oportunidades de negocio surge de la capacidad de ver lo que otras personas no ven.
De esto se desprende que la capacidad de reconocer rápidamente una oportunidad de negocio es un proceso que puede compararse con la colocación acertada de las piezas en un rompecabezas tridimensional del cual no se posea la referencia del modelo para hacerlo.
Se necesita ver la relación entre piezas aparentemente no relacionadas y ser capaz de combinarlas antes de que el total sea visible.
Por tanto, es necesario desarrollar esta destreza para reconocer cuándo se abre la ventana de una oportunidad y cuándo se cierra, cuándo "disparar a ese blanco" y cuándo "retener el disparo".
En este sentido, es muy común que los emprendedores crean ingenuamente que si sus productos son muy buenos se venderán solos. Pero eso lo único que demuestra es que están enamorados de sus propias ideas de negocio.
Se puede tener una idea muy brillante que luego no tenga aplicación en el mercado. También puede ocurrir que resulte imposible plasmar la idea en un producto, o que resulte tan costoso de producir que nadie esté dispuesto a comprarlo, aunque sea un artículo excelente, o que existan barreras que dificulten sobremanera su entrada al mercado.
En verdad, se puede tener una idea de negocio excelente, pero también hay que saber vender el producto o servicio. El juez de la innovación es el propio mercado y esto es aun más cierto cuando se trata de productos innovadores. Si los emprendedores enfocan su atención exclusivamente en el producto y no están preparados para comercializarlo en un mercado concreto, corren el riesgo de fracasar muy pronto.
Por supuesto, evitar que eso ocurra requiere más esfuerzo que "talento". Seguramente, el emprendedor con gran creatividad tendrá más ideas imaginativas, pero no es seguro que esas ideas resulten ser comercialmente exitosas.
Adicionalmente, la innovación requiere el compromiso personal de los emprendedores. Construir el futuro exige coraje, esfuerzo y fe.
Sin esos ingredientes, las ideas de negocio de los emprendedores no llegarán a ningún lado, ya que ninguna buena idea de negocio innovador es infalible. No hay ninguna nueva idea de negocio que sea segura, sin riesgo, incapaz de fallar.
No obstante, es común que en los programas de capacitación de nuevos emprendedores no se le dé ninguna importancia a esa condición tan necesaria para el éxito de los nuevos negocios. De hecho, es una práctica cotidiana que a los aspirantes a emprendedores se les exija acudir a tales programas con una idea ya definida del negocio que esperan crear.
De ese modo, el paso más importante para iniciar una nueva empresa con posibilidades de éxito en el mercado queda relegado a la generación silvestre del elemento que dominará el resto de las vidas de los emprendedores.
¿Innovación igual a tecnología sofisticada?
Una de las manifestaciones más comunes de la creencia en las "brillantes ideas de negocio" consiste en suponer, especialmente en los medios académicos, que los emprendedores con mayores posibilidades de éxito son aquellos que crean negocios innovadores de alta tecnología.
Ante la mayor competencia que caracteriza a los mercados actuales en casi todo el mundo, una de las recomendaciones favoritas que se le hacen a los emprendedores novatos es que sus nuevos negocios deben ser muy innovadores, pues sólo de esa manera tendría posibilidades de éxito.
A pesar de esto, Kantis, Ishida y Komori (2002) reportan que, en su mayoría, los negocios por los que optan los emprendedores latinoamericanos corresponden al sector manufacturero tradicional (alimentos, muebles, confecciones y metalmecánica), mientras que los negocios innovadores representan sólo un tercio de los casos.
Igualmente, en Venezuela, de conformidad con el estudio de Fernández, Rodríguez y Vidal (2006), la mayoría de los emprendedores optan por negocios tradicionales muy competidos pertenecientes al sector de servicios.
Ciertamente, la innovación es poco frecuente entre los emprendedores latinoamericanos. Por ello, la mayoría de los nuevos emprendimientos debe enfrentar niveles de competencia muy intensos al ingresar al mercado, por cuanto ofrecen bienes en las mismas categorías de los que ofrecen las empresas ya existentes.
De allí que una de las principales razones del fracaso de muchos nuevos emprendedores latinoamericanos es que los negocios que inician son muy comunes. Por tanto, encuentran poco espacio para competir exitosamente en un mercado ya saturado de los mismos productos y servicios que oferta la mayoría de las empresas.
Tales negocios tendrán siempre una baja rentabilidad y muy limitadas posibilidades de crecimiento. De hecho, más de la mitad de los nuevos negocios tradicionales fracasa antes de que termine su primer año de operación.
En ese tipo de negocios salen adelante menos del 20% de los nuevos emprendedores al cabo de unos cinco años. El resto desaparece antes de llegar a los cinco años de haberlos iniciado, en gran medida como resultado de la fuerte competencia existente y de la propia inexperiencia del emprendedor novato.
Desafortunadamente, muchísimos de tales emprendedores quedan en una condición peor de cómo empezaron, porque luego de esa experiencia ya han consumido sus ahorros, las deudas que arrastran son una gran carga, y la mayor edad que tienen es una desventaja si desean regresar al mercado laboral como empleados.
Ante la elevada posibilidad de fracaso de los negocios tradicionales, resulta más aconsejable iniciar negocios innovadores. De modo que uno de aspectos clave que debe considerar cualquier emprendedor es el grado de novedad que posea su nuevo negocio para el mercado.
Todos los emprendedores que deseen sobresalir en el mundo de los negocios deben buscar algo que los destaque del montón. Y eso únicamente se logra siendo innovadores.
Si los emprendedores sólo hacen lo que otros ya están haciendo, simplemente estarán condenados a copiar lo que ya existe y esa práctica no suele ser rentable.
Por tanto, la recomendación de crear negocios innovadores no es objetable en modo alguno. Pero se convierte en un problema cuando quienes la enuncian recomiendan insistentemente la creación de negocios de alta tecnología como "la alternativa innovadora por excelencia".
Se trata de un tipo de negocios que produce bienes o servicios tecnológicamente avanzados, no tradicionales, en áreas como informática, telecomunicaciones, mecánica de precisión, biotecnología, química fina, farmacoquímica, electrónica e instrumentos de precisión, entre otras.
La característica distintiva de este tipo de negocios es que utilizan como insumo fundamental el conocimiento científico y tecnológico, y sólo secundariamente se basan en máquinas y otros activos físicos.
Ahora bien, esta postura está asentada en un supuesto del todo discutible: presupone que la innovación en los negocios está referida exclusivamente a la orientación tecnológica de los mismos, lo que no sólo es completamente falso sino, peor aún, comercialmente muy peligroso para los emprendedores novatos. Las razones son de índole financiera y de mercado.
Los riesgos financieros que enfrenta el inicio de negocios de alta tecnología son mucho más serios que los correspondientes a los negocios tradicionales, puesto que ofrecen al mercado bienes y servicios de los que no se conoce casi nada respecto a la aceptación que puedan tener entre los consumidores, sean finales o intermedios.
Y los estudios de mercado referidos a ese tipo de bienes y servicios son poco menos que inútiles para despejar esas dudas (Burgelman, Maidique y Wheelwright, 2001).
Además, debe entenderse que no porque se comercialicen productos o servicios extraordinariamente ingeniosos el éxito comercial de ese tipo de negocios está asegurado.
Por cada éxito comprobado en los negocios de alta tecnología hay un enorme cementerio repleto con miles de fabulosos inventos que nunca pudieron salir del laboratorio, del taller o de la mente de sus creadores.
Como ejemplo piénsese en las dificultades de mercadeo, finanzas y logística que debió enfrentar la empresa Xerox cuando inventó la fotocopiadora de documentos e inició su proceso de comercialización, en una época en que las empresas resolvían sus necesidades de copiado utilizando una solución tecnológica simple mucho más barata: el papel carbón.
Sólo en medios académicos, por razones evidentes, se sigue creyendo que los negocios relacionados con el desarrollo de nuevos conocimientos científicos y tecnológicos son las "superestrellas" de las oportunidades de negocios, aunque su peso real es insignificante en el surgimiento de nuevos emprendimientos exitosos.
Como se explica en el siguiente artículo de esta serie del autor, la causa de esta notable distorsión de los programas de fomento de la estrategia emprendedora se encuentra en la adopción del modelo de emprendimiento que ha caracterizado al llamado "Valle del Silicón" en Estados Unidos.
Se trata de un modelo de emprendimiento caracterizado por la alianza entre la Universidad de Stanford y el sector industrial de alta tecnología, basado en lo que para su momento fue una nueva cultura de innovación y de creación de empresas (Centro Emprende, 2002).
Por eso, casi siempre el origen de los pocos negocios exitosos de ese tipo se encuentra en proyectos gestionados por universidades y centros de investigación y desarrollo tecnológico, que poseen abundante capital humano altamente especializado, basado en inversiones enormes y una compleja infraestructura institucional de apoyo (Vohora, Wrigth y Lockett, 2003).
No obstante, a menos que el emprendedor novato sea un científico o un ingeniero con enorme inventiva tecnológica, que posea una cuenta bancaria varias veces millonaria, o que consiga varios socios o inversionistas externos dispuestos a financiar su nuevo negocio aun no creado, esta no es una opción al alcance de la mayoría de los nuevos emprendedores, ni en Latinoamérica ni en el resto del mundo.
Formar una gran empresa tecnológica que sea exitosa, bien porque logra capturar una participación significativa de un mercado ya existente o porque logra crear un amplio mercado nuevo, suele requerir una idea revolucionariamente innovadora.
Pero las empresas de este tipo normalmente poseen requerimientos de gestión muy exigentes para lo cual, paradójicamente, no está capacitado casi ninguno de los académicos que las promueven.
Los casos que a veces aparecen en la prensa y la televisión de grandes inventos tecnológicos que se convierten en éxitos instantáneos de negocios, son siempre las excepciones que confirman la regla, por lo que tienen un carácter anecdótico. En la vida real las cosas no funcionan de esa manera.
Los ámbitos de innovación de los emprendedores
A partir de los trabajos de Warner (2000) y Varela (2001; 2002) se pueden distinguir varios tipos de innovaciones:
Las innovaciones radicales serían aquellas que abren nuevos mercados o nuevos sectores empresariales, generalmente de carácter tecnológico. Estas innovaciones se refieren a aplicaciones esencialmente nuevas de una tecnología, o a una combinación original de tecnologías conocidas que dan lugar a productos, servicios, procesos o estrategias completamente nuevos. Las innovaciones radicales representan un salto tecnológico importante. Ejemplos de este tipo de innovaciones ha sido el desarrollo de la computación, que dio origen y da aplicación a cientos de otras nuevas tecnologías y sectores empresariales. En los medios académicos se considera que estas son las únicas innovaciones realmente valiosas, aun cuando comercialmente son las más riesgosas para cualquier emprendedor
Las innovaciones incrementales, o de mejora, serían aquellas que producen cambios en las tecnologías existentes, pero sin alterar sus características fundamentales y están dirigidas a la optimización de procesos y la reducción de costos. También pueden permitir la aplicación de una innovación básica hacia otros usos. Ejemplo de este tipo de innovaciones es el caso de la combinación de lavadoras y secadoras en un solo producto, con lo cual se ahorra tiempo y esfuerzo a los usuarios
Las innovaciones menores serían aquellas que no presentan un cambio significativo sobre el nivel tecnológico original, tales como un cambio de atributos en el diseño del producto o de la forma de prestar un servicio. Las innovaciones menores pueden estar dirigidas a lograr pequeñas distinciones a corto plazo con respecto a los competidores. Este tipo de innovación por lo regular es marginada en la literatura académica y frecuentemente se le denomina de modo despectivo como "falsa innovación". Ejemplo de este tipo de innovaciones es el caso de las maquinas de afeitar; primero de una hoja, luego, de dos, de tres y, ahora, de cinco, organizadas en distinto ángulo de corte.
En la clasificación anterior se evidencia inmediatamente que para sus proponentes el ámbito de las innovaciones valiosas corresponde casi exclusivamente al de la alta tecnología, por lo que cualquier otro tipo de innovaciones habría que encajarlas artificiosamente en las dos categorías restantes.
De allí que no sorprenda para nada que en numerosos programas de capacitación de nuevos emprendedores se citen repetitivamente los casos de empresas como Apple, Dell Computer o Microsoft, las cuales serían ejemplos de negocios innovadores de alta tecnología iniciados por emprendedores con escasos recursos, en el estacionamiento de sus casas y sin el apoyo de grandes centros de investigación.
Pero, ni Steve Jobs, ni Michel Dell o Bill Gates ( los emprendedores que fundaron esos negocios ( inventaron ningún producto tecnológicamente avanzado. Su labor fue idear formas novedosas de aprovechar lo que ya existía.
Y eso es también una muestra de innovación comercialmente muy rentable que no está vinculada a la creación de nuevas y complejas tecnologías "nunca antes conocidas". Fue después de haberse convertido en grandes empresas cuando introdujeron innovaciones creadas por ellas mismas.
Debe entenderse, y mientras más pronto mejor, que los negocios innovadores no se limitan exclusivamente al sector de alta tecnología. Ya desde la década de 1930 Schumpeter (1963) desarrolló ampliamente este tema y mostró diferentes casos que pueden ser considerados como innovación propiamente dicha:
La introducción en el mercado de un nuevo bien o servicio
El uso de una nueva fuente de materias primas
La incorporación de un nuevo método de producción en determinado sector
Una nueva manera de tratar comercialmente un nuevo producto
La apertura de un nuevo mercado
La implantación de una nueva estructura de mercado.
De este modo, es necesario entender que la innovación no implica sólo crear un nuevo producto o servicio de alta factura tecnológica.
En realidad, se trata de un concepto mucho más amplio, puesto que también se innova, por ejemplo, al crear una nueva organización, una nueva forma de producción, una manera diferente de llevar adelante una determinada tarea o un nuevo proceso de gestión de las empresas.
Por ejemplo, Drucker (1985) señala el caso de los restaurantes McDonald. El producto (las hamburguesas) no fue nada innovador, ya que se conocía en todo el mundo desde hace mucho tiempo, pero lo verdaderamente innovador estuvo en la nueva forma de gestión de un negocio de comida rápida.
Este autor describe varias fuentes que pueden dar origen a un proceso de innovación, y no se restringe a las actividades de investigación y desarrollo tecnológico en grandes y complejos laboratorios.
Su tema central es que los emprendedores deben estar atentos a los cambios que ocurren en su entorno y ver el momento oportuno de introducir innovaciones, para lo cual recomienda que, ante la incertidumbre, debieran comenzar siendo pequeñas y específicas.
De acuerdo con eso, ideas de poca monta e innovaciones marginales, un poco de habilidad o de práctica y la decisión de actuar con osadía, pueden hacer la gran diferencia.
Por estos motivos, los emprendedores que mejor apuestan por la innovación son aquellos que no se centran en buscar las innovaciones radicales, revolucionarias, nunca vistas, sino en trabajar consistentemente resolviendo problemas, satisfaciendo necesidades y mejorando los productos y servicios ya disponibles.
Eso no siempre exige enormes y costosos centros de investigación y desarrollo tecnológico. En muchos casos de emprendimientos exitosos se descubre que, lejos de tratarse de operaciones de altísimo riesgo, su puesta en funcionamiento fue concretada por emprendedores que no tenían mucho que perder en ellos.
Empezaron con una inversión de capital muy pequeña, modificando (o incluso imitando) un negocio existente en otra parte, adaptándolo a un mercado poco explorado o en pleno proceso de cambio.
Y, en vez de involucrar fantásticos planes de negocio, la mayor parte de estos emprendimientos prosperó por la capacidad de sus fundadores de adaptarse utilizando una estrategia oportunista que les permitió desarrollar ventajas de corto plazo durante los primeros años.
La mayoría de los emprendimientos exitosos surge cuando alguien que no estaba dedicado a ese negocio vio allí una pequeña oportunidad. Tal vez una oportunidad que la empresa en la que trabajaba ya había aprovechado y no le resultó por diversas causas, o una en la cual estaba involucrado algún proveedor o cliente.
Entonces, esa persona se "lanzó al ruedo" con muy poca preparación y análisis, pero con información de primera mano sobre la rentabilidad que podría obtener de esa oportunidad. E hizo casi lo mismo que ya estaba haciendo otra persona, pero mejor o más rápido o con una mejor estrategia.
No hay nada que diferencie a estos emprendedores de otros, en términos conceptuales o de tecnología. Sólo trabajan más duro, salen a buscar clientes y saben que la oportunidad no estará ahí por mucho tiempo ni que los esperará hasta que "estén suficientemente preparados".
De modo que la idea básica del negocio puede ser poco original, pero su implementación y ejecución requiere mucha creatividad y acción.
A través del correo [email protected], el lector interesado puede solicitarle al autor de este artículo el informe titulado "El Supermercado de Oportunidades para Pequeños Emprendedores: ideas de negocios innovadores que pueden iniciarse en el hogar".
Sólo debe colocar en el renglón "Asunto" de su correo electrónico la palabra IDEAS, identificando claramente su nombre completo. En ese informe podrá evidenciarse que un negocio innovador no precisa obligatoriamente una tecnología compleja; más bien, requiere ingenio y olfato para detectar oportunidades de negocio, dos factores que no pueden solucionarse con dinero.
Comentario final
Para iniciar un negocio potencialmente exitoso, no es fundamental contar con una idea terriblemente creativa, en el sentido de algo absolutamente nuevo. Mucho más importante es tener la capacidad de ejecutar esa idea.
Hasta hace poco se consideraba que la creatividad era un factor decisivo en los negocios. Ahora se sabe que es preferible introducir una mejora en una actividad en la que ya otro demostró que el negocio era posible, que tratar de implementar algo nuevo cuyo posible resultado se desconoce.
Los emprendedores más exitosos casi siempre comienzan introduciendo sólo pequeñas modificaciones en lo que otros ya han desarrollado. Encuentran un nicho de mercado y trabajan tenazmente en él. Luego, con suficiente capital, pueden experimentarse con algo nuevo y mucho más riesgoso, pero manteniendo un cierto ingreso constante o creciente.
Dado su enorme impacto sobre las creencias que limitan las iniciativas de muchos nuevos emprendedores, en el siguiente artículo de esta serie del autor se amplía el análisis respecto al modelo de emprendimiento sobre el que está basada la creencia en que solamente los nuevos negocios de alta tecnología son excelentes oportunidades para el desarrollo de la estrategia emprendedora.
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Autor:
Lic. José Leonardo Méndez
Consultor en sistemas de desarrollo local sostenible
Mérida – Venezuela
Mayo de 2010
El autor es egresado de la Universidad de Los Andes (Mérida, Venezuela), en la cual obtuvo una Maestría en Planificación, y se ha especializado en varios aspectos del desarrollo local sostenible. Su experiencia profesional abarca numerosas actividades en el campo de la planificación y gerencia de proyectos de desarrollo. Es autor de varios libros en su área de conocimiento, entre los cuales destacan los siguientes: La Evaluación Social de Proyectos de Desarrollo: Un Análisis Interpretativo (1993); Modelo de Evaluación de Impactos Socioterritoriales de Proyectos de Desarrollo (1996); Evaluación Socioambiental de Proyectos de Desarrollo en Ámbitos Municipales (1997); Mérida en las Perspectivas del Siglo XXI (1998. Coautor); Ordenación del Territorio: Proceso de Revisión, Modificación y Gestión del Plan (2002. Coautor); Planificación del Desarrollo Rural Sostenible en Ámbitos Municipales (2003); Gestión del Desarrollo Sostenible en Comunidades Locales (2004); Alcances y Posibilidades de la Planificación Territorial en Ámbitos Municipales (2004); Los Estudios Prospectivos en Planificación Territorial: Métodos y Enfoques (2005); Alternativas de Desarrollo para Pequeños Emprendedores en Entornos de Alta Incertidumbre (2006). Desde el año 2006 se dedica a la capacitación y asesoramiento de pequeños emprendedores en el sistema de negocios de respuesta directa.
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