¿Padre, qué es la Cuaresma? Es un tiempo de preparación para la pascua, la gran celebración de nuestra fe.
¿Usted cree que la gente la está viviendo, con tantos problemas que se le presentan? Si te refieres a la crisis económico, social e institucional que hoy vivimos en tantas partes creo que la gente podría vivirla con más intensidad justamente aprovechando la misma.
¿Pero usted ha dicho que nos preparamos para la pascua como para una fiesta? Bueno, no es fácil entender el evangelio si no se usan los mismos códigos. Cuando hablo de Cuaresma digo camino de cruz y sacrificio que lleva a morir y cuando hablo de fiesta pascual en cristiano entendemos la resurrección que nos consigue cristo como salvador que nos regala una nueva vida.
¿Cómo hay que entender esto de la cruz, le parece moderno hablar de sacrificio y de muerte? Esto de la cruz claro que es muy actual, solo mira lo que le pasa a la gente que reclama justicia y no la encuentra -porque aquí abajo no la hay. Mira a los desocupados que se desesperan porque les cerraron la posibilidad del cielo, mira el sufrimiento de los que por no aceptar el evangelio en sus vidas oprimen a sus semejantes. Mira la gente estresada por conseguir mas Dinero para ser felices sin darse cuenta de la esclavitud que causa en sus vidas. Mira las madres que matan a sus propios hijos o los abandonan a su suerte, mira a los hijos víctimas de las esclavitudes modernas tan publicitadas y tan fáciles de conseguir. Dios no nos a creado para la muerte pero la rebeldía del hombre nos consiguió esta clase de vida. La soberbia humana es nuestra propia cárcel actual donde el hombre quiere comer al hombre y no dar la vida por sus semejantes. por eso la verdadera vida con mayúscula es conocer a Jesucristo y reconocer en él, el gran amor de Dios padre que entregó a su único hijo para que todo el que cree en él no muera sino que tenga vida eterna.
Padre, es muy difícil entender esto de la muerte… Ya lo sé… a mí también me cuesta porque compartimos la misma naturaleza humana… Dios no nos ha creado para morir, la muerte es fruto de la desobediencia del pecado… pero me gustaría decirte que no se trata de entender sino de aceptar desde una positiva actitud de fe hecha con libertad. Dios nos propone su evangelio, no se lo impone a nadie y a lo largo de la historia personal te va dando las oportunidades suficientes para que con amor le respondas y aceptándolo tengas vida en abundancia.
¿Qué es esto de obedecer y a quién? Obedecer es "hacer como se oye", es "oír y hacer" a ejemplo de Cristo que por voluntad del padre se encarnó y por el amor que nos tiene entregó su vida por nosotros… siendo obediente en el árbol de la cruz nos recuerda la desobediencia del árbol del paraíso con Adán y Eva.
¿Cuál es el aporte concreto de la iglesia en este tema? Anunciar a Jesucristo como único camino para llegar al cielo. Un Cristo muerto y resucitado al que hay que imitar. La mentira del demonio es que creamos que aquí se vive la vida y que aquí se paga todo. La otra mentira todavía más grande es hacerle creer a los hombres modernos que el no existe, que eso es historia antigua. El mejor servicio que puede prestar la iglesia, y me refiero a todos los bautizados, es hacer presente al resucitado en nuestras vidas dejando de actuar como hombres viejos, dejándonos cambiar por la palabra de Dios y no por nuestras pobres fuerzas. Dios ya conoce de qué estamos hechos, empecemos por aceptarnos a nosotros mismos como él nos hizo para no enojarnos con el que tenemos al lado que ninguna culpa tiene de nuestros resentimientos.
¿Usted cree que se le entiende actualmente a la predicación de la iglesia? Creo que no se puede aceptar la predicación si no va acompañada por el testimonio de vida en la medida que el otro pueda entenderla.
Predicamos pero no de manera comprensible. De esto se trata el trabajo de la nueva evangelización que el Papa le pidió a los nuevos cardenales… Estoy convencido que hay un problema de comunicación a la hora de transmitir el evangelio, un problema de maneras o formas adecuadas para transmitir la verdad de la revelación y por eso faltan testigos que a través de sus vidas puedan contagiar a otros la calidad de vida que da el vivir en clave cristiana. Entendiendo que la nueva evangelización apunta a cambiar los criterios humanos en cristianos y a poner los puntos de interés de la gente en aquello que no sea transitorio. Vivimos un nuevo paganismo porque hemos sacado lo sobrenatural de la vida de la gente y le cerramos la puerta del cielo.
¿Qué quiere decir con esto? Mira muy fácil, engañamos a la gente cuando le decimos que todo lo puede conseguir con plata… entonces el dios-dinero se hace carne en la vida y para conseguirlo esta bien cualquier sacrificio incluso hasta yendo en contra de la salud (estrés)… corriendo tras el tener para ser. La palabra de Dios dice que allí donde este tu tesoro estará también tu corazón… por eso los bancos y los hipermercados de compras son hoy más majestuosos y frecuentados (aún más los días domingos)… nuestras casas son cada vez más confortables pero no somos capaces de mantener económicamente los costos de la evangelización, sencillamente porque no lo vemos como un bien útil para los demás… Detrás de cada soberbio hay un lujurioso y detrás de este un avaro… como servimos al dios dinero no podemos servir al dios del amor verdadero… Engañamos a los jóvenes cuando le decimos que el estudio los hace alguien el día de mañana… engañamos a los amigos cuando le decimos que siga siendo como es, cerrándole la posibilidad de la conversión que es necesaria siempre.
¿Pero y las necesidades de la gente de su autorrealización y satisfacción personal, dónde quedan? Para la mentalidad cristiana no hay realización sin lo sobrenatural… qué somos si nos entregamos solamente a satisfacer nuestros deseos e instintos naturales sin relación a la vida del espíritu… allí sólo encontrarás esclavitud y depresión porque es vivir sin sal en la vida. Tenemos la obligación de no mentirle a la gente… que la vida se les va y queremos disimularlo para que no se sientan mal… es como taparles los ojos mientras el tren se les viene encima… pero déjame decirte algo… El señor te ama como sos, vos sos importante a los ojos del que te hizo sin preguntarte y te salvara sólo con tu participación.
¿Qué es la salvación? Esa es otra cosa difícil de entender para un mundo que no la necesita porque cree que aquí esta la verdadera felicidad y se la consigue con trabajo y mucho dinero… No se entiende la salvación si alguien no esta atado o condenado y luego te van a salvar… esto es así porque no se acepta la realidad del pecado, otra gran mentira actual… si no hay enemigos para qué luchar y con quién? El hombre tiene un alma inmortal, esta llamado a conocer a Jesucristo como liberador de las esclavitudes terrenas para arrebatar el cielo que es la verdadera vida sin desentenderse de las problemáticas del hombre de su tiempo.
¿Cómo vivir la pasión en estos días de Cuaresma? Pensaba que no me lo preguntarías… déjame decirte primero que no se puede vivir sin pasión, es decir sin ponerle amor a la vida de cada día… en esta cuaresma a la pasión se la vive pisoteando el propio yo mediante la entrega y la petición del perdón que es lo que más nos cuesta… hay un dicho por ahí que dice que el mejor negocio es comprar al hombre por lo que vale y venderlo por lo que el cree que vale… todos en mayor o menor medida tenemos inflación del yo y eso no va con la economía de la salvación.
¿Qué actualidad tiene lo de la abstinencia? Tiene sentido solo si lo haces con libertad como para asociarte a los sufrimientos de aquel que pudiendo salvarse de una manera más simple eligió el chorrear sangre en una cruz haciéndose la vergüenza de los que lo veían… el amor no tiene reparos en exagerar esta siempre dispuesto a dar mas, sin medidas se trata de abstenerse de carne los viernes pero mucho más de abstenerse de la injusticia y de las esclavitudes que nos agobian como las esclavitudes egoístas. ¿Por qué tenemos que hacer el Vía Crucis? Sin cruz no hay resurrección… la palabra dice el que quiera seguirme que cargue su cruz de cada día y me siga… sin temor… porque el temor nos paraliza y no nos deja ser felices… el temor nos hace pecar porque no queremos dejar de ser, de tener y de gozar y se nos va la mano en estas tres cosas por el miedo que nos metió la serpiente en el paraíso… el miedo a que no sea suficiente ser creación de dios y de querer arrebatarle el poder a Dios (seréis como dioses) es la no-aceptación de lo que soy, de lo que puedo y de lo que tengo: lo que me lleva a pecar ofendiendo a Dios y a mis hermanos… es cuando se desplaza a Dios y se pone en su lugar al hombre… por eso uno de los peores pecados es la idolatría.
¿Qué nos dice de la Pascua? Hay una Pascua luminosa al final del desierto cuaresmal como hay una pascua eterna a la llegada a la Jerusalén celeste… sólo el cristianismo te habla tan en positivo para las realidades más tenebrosas de la naturaleza humana como son la enfermedad, el sufrimiento y la muerte incluso la de los seres queridos, porque es la fe que te abre a la esperanza de las promesas que no defraudan al hombre sino que lo realizan en medio de esta realidad de Muerte… porque estamos llamados a la vida y la luz del resucitado quiere penetrar en tu vida en esta Cuaresma que podría ser la ultima… escucha la palabra y déjate cambiar por ella, la posibilidad de la conversión esta hoy en tus manos.
2. Mensaje del Papa Juan Pablo II
1. "Mirad que subimos a Jerusalén" (Mc10, 33). Mediante estas palabras el Señor invita a los discípulos a recorrer junto a Él el camino que partiendo de Galilea conduce hasta el lugar donde se consumará su misión redentora. Este camino a Jerusalén, que los Evangelistas presentan como la culminación del itinerario terreno de Jesús, constituye el modelo de vida del cristiano, comprometido a seguir al Maestro en la vía de la Cruz. Cristo, también, dirige esta misma invitación de "subir a Jerusalén" a los hombres y mujeres de hoy. Y lo hace con particular fuerza en este tiempo de Cuaresma, favorable para convertirse y encontrar la plena comunión con Él, participando íntimamente en el misterio de su muerte y resurrección. Por tanto, la Cuaresma representa para los creyentes la ocasión propicia para una profunda revisión de vida. En el mundo contemporáneo, junto a generosos testigos del Evangelio, no faltan bautizados que, frente a la exigente llamada para emprender la "subida a Jerusalén", adoptan una posición de sorda resistencia y, a veces, también de abierta rebelión. Son situaciones en las que la experiencia de la oración se vive de manera bastante superficial, de modo que la palabra de Dios no incide sobre la existencia. Muchos consideran insignificante el mismo Sacramento de la Penitencia y la Celebración eucarística del domingo simplemente un deber que hay que cumplir.
¿Cómo acoger la llamada a la conversión que Jesús nos dirige también en esta Cuaresma? ¿Cómo llevar a cabo un serio cambio de vida? Es necesario, ante todo, abrir el corazón a los conmovedores mensajes de la liturgia. El periodo que prepara la Pascua representa un providencial don del Señor y una preciosa posibilidad de acercarse a Él, entrando en uno mismo y poniéndose a la escucha de sus sugerencias interiores. 2.Hay cristianos que creen poder prescindir de dicho constante esfuerzo espiritual, porque no advierten la urgencia de confrontarse con la verdad del Evangelio. Ellos intentan vaciar y convertir en inocuas, para que no turben su manera da vivir, palabras como: "Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien" (Lc 6, 27). Tales palabras, para estas personas, resultan difíciles de aceptar y de traducir en coherentes comportamientos de vida. De hecho, son palabras que, si tomadas en serio, obligan a una radical conversión. En cambio, cuando se está ofendido y herido, se está tentado a ceder a los mecanismos psicológicos de la autocompasión y de la revancha, ignorando la invitación de Jesús a amar al proprio enemigo. Sin embargo, los sucesos humanos de cada día sacan a la luz, con gran evidencia, cómo el perdón y la reconciliación son imprescindibles para llevar a cabo una real renovación personal y social. Esto vale en las relaciones interpersonales, pero también en las relaciones entre las comunidades y entre las naciones. 3. Los numerosos y trágicos conflictos que atenazan a la humanidad, tal vez causados también por malentendidas cuestiones religiosas, han hecho que profundos fosos de odio y de violencia surgieran entre pueblos y pueblos. En algunas ocasiones, esto se ha producido entre grupos y fracciones de una misma nación. De hecho, a veces asistimos con doloroso sentido de impotencia, al reflorecer de conflictos que creíamos definitivamente superados y se tiene la impresión que algunos pueblos viven atrapados en una espiral de imparable violencia, que continuará a cosechar víctimas y víctimas, sin una concreta perspectiva de solución. Y los auspicios de paz, que se elevan de todas las partes del mundo, resultan ineficaces: el compromiso necesario para encaminar la concordia deseada no logra afianzarse. Frente a este inquietante escenario, los cristianos no pueden permanecer indiferentes. Es por ello que en el Año jubilar, apenas concluido, me he hecho eco de la petición de perdón de la Iglesia a Dios por los pecados de sus hijos. Somos conscientes que, por desgracia, las culpas de los cristianos han ofuscado el rostro inmaculado, pero confiando en el amor misericordioso de Dios que no tiene en cuenta el mal al ver el arrepentimiento, sabemos también que podemos continuamente retomar el camino llenos de esperanza. El amor de Dios encuentra su más alta expresión justo cuando el hombre, pecador e ingrato, es readmitido a la plena comunión con Él. Bajo esta óptica, la "purificación de la memoria" es ante todo una renovada confesión de la misericordia divina, una confesión que la Iglesia, en sus diferentes niveles, está llamada constantemente a hacer propia con renovada convicción. 4. El único camino de la paz es el perdón. Aceptar y ofrecer el perdón hace posible una nueva cualidad de relaciones entre los hombres, interrumpe la espiral de odio y de venganza, y rompe las cadenas del mal que atenazan el corazón de los contrincantes. Para las naciones en busca de reconciliación y para cuantos esperan una coexistencia pacífica entre los individuos y pueblos, no hay más camino que éste: el perdón recibido y ofrecido. ¡Cuan ricas de saludables enseñanzas resuenan las palabras del Señor: "Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos!" (Mt 5, 44-45). Amar a quien nos ha ofendido desarma al adversario y puede incluso transformar un campo de batalla en un lugar de solidaria cooperación.
Éste es un desafío que concierne a cada individuo, pero también a las comunidades, a los pueblos y a la entera humanidad. Afecta, de manera especial, a las familias. No es fácil convertirse al perdón y a la reconciliación. Reconciliarse puede resultar problemático cuando en el origen se encuentra una culpa propia. Si en cambio la culpa es del otro, reconciliarse puede incluso ser visto como una irrazonable humillación. Para dar semejante paso es necesario un camino interior de conversión; se precisa el coraje de la humilde obediencia al mandato de Jesús. Su palabra no deja lugar a dudas: no sólo quien provoca la enemistad, sino también quien la padece debe buscar la reconciliación (cfr. Mt 5, 23-24). El cristiano debe hacer la paz aún cuando se sienta víctima de aquel que le ha ofendido y golpeado injustamente. El Señor mismo ha obrado así. Él espera que el discípulo le siga, cooperando de tal manera a la redención del hermano. En nuestro tiempo, el perdón aparece principalmente como dimensión necesaria para una auténtica renovación social y para la consolidación de la paz en el mundo. La Iglesia, anunciando el perdón y el amor a los enemigos, es consciente de introducir en el patrimonio espiritual de la entera humanidad una nueva forma de relacionarse con los demás, una forma ciertamente fatigosa, pero rica en esperanza. En esto, ella sabe que puede contar con la ayuda del Señor, que nunca abandona a quien, frente a las dificultades, recurre a Él. 5. "La caridad no toma en cuenta el mal" (l Cor13,5). En esta expresión de la primera Epístola a los Corintios, el apóstol Pablo recuerda que el perdón es una de las formas más elevadas del ejercicio de la caridad. El periodo cuaresmal representa un tiempo propicio para profundizar mejor sobre la importancia de esta verdad. Mediante el Sacramento de la reconciliación, el Padre nos concede en Cristo su perdón y esto nos empuja a vivir en la caridad, considerando al otro no como un enemigo, sino como un hermano. Que este tiempo de penitencia y de reconciliación anime a los creyentes a pensar y a obrar bajo la orientación de una caridad autentica, abierta a todas las dimensiones del hombre. Esta actitud interior los conducirá a llevar los frutos del Espíritu (cfr Gal 5, 22) y a ofrecer, con corazón nuevo, la ayuda material a quien se encuentra en necesidad. Un corazón reconciliado con Dios y con el prójimo es un corazón generoso. En los días sagrados de la Cuaresma la "colecta" asume un valor significativo, porque no se trata de dar lo que nos es superfluo para tranquilizar la propia conciencia, sino de hacerse cargo con solidaria solicitud de la miseria presente en el mundo. Considerar el rostro doliente y las condiciones de sufrimiento de muchos hermanos y hermanas no puede no impulsar a compartir, al menos parte de los propios bienes, con aquellos que se encuentran en dificultad. Y la ofrenda de Cuaresma resulta todavía más rica de valor, si quien la cumple se ha librado del resentimiento y de la indiferencia, obstáculos que alejan de la comunión con Dios y con los hermanos.
El mundo espera de los cristianos un testimonio coherente de comunión y de solidaridad. Al respecto, las palabras del apóstol Juan son más que nunca iluminadoras: "Si alguno que posee bienes de la tierra y ve a su hermano padecer necesidad y le cierra su corazón, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios?" (1 Jn 3, 17). ¡Hermanos y Hermanas! San Juan Crisostomo, comentando la enseñanza del Señor sobre el camino a Jerusalén, recuerda que Cristo no oculta a los discípulos las luchas y los sacrificios que les aguardan. Él mismo subraya cómo la renuncia al proprio "yo" resulta difícil, pero no imposible cuando se puede contar con la ayuda que Dios nos concede "mediante la comunión con la persona de Cristo" (PG 58, 619s).
He aquí porque en esta Cuaresma deseo invitar a todos los creyentes a una ardiente y confiada oración al Señor, para que conceda a cada uno hacer una renovada experiencia de su misericordia. Sólo este don nos ayudará a acoger y a vivir de manera siempre más jubilosa y generosa la caridad de Cristo, que "no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra de la verdad" (1 Cor 13, 5-6). Con estos sentimientos invoco la protección de la Madre de la Misericordia sobre el camino cuaresmal de la entera Comunidad de los creyentes y de corazón imparto a cada uno la Bendición Apostólica.
1. Comienza hoy con la liturgia del miércoles de Ceniza, el itinerario cuaresmal que culminará en el acontecimiento central de año litúrgico, el Triduo pascual, en el que celebramos la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Jesús pasó cuarenta días en el desierto antes de emprender su misión; hoy del mismo modo, la Iglesia nos invita a entrar en un tiempo fuerte de reflexión y oración para encaminarnos hacia el Calvario y experimentar, después, la alegría de la resurrección. Este singular período penitencial comienza con un gesto simbólico y significativo: la imposición de la ceniza. Este gesto, al recordarnos la caducidad de la vida terrena, nos hace presente la necesidad de un generoso esfuerzo ascético, del que ha de nacer la decisión valiente de cumplir no nuestra voluntad, sino la del Padre celestial, según el ejemplo de Jesús. La imposición de la ceniza pone, asimismo, de relieve nuestra condición de creaturas, en total y agradecida dependencia del Creador. En efecto Dios, con un sorprendente acto de predilección y misericordia, formó al hombre del polvo, dándole un alma inmortal y llamándolo a compartir su misma vida divina. También será Dios quien, el último día lo hará resucitar del polvo y transfigurará su cuerpo mortal.
2. El acto humilde de recibir la sagrada ceniza sobre la cabeza, confirmado por la invitación que resuena hoy en la liturgia: «Convertíos y creed el Evangelio», se contrapone al gesto soberbio de Adán y Eva que, con su desobediencia, destruyeron la relación de amistad que existía con Dios creador. A causa de ese drama inicial, todos estamos expuestos, a pesar del bautismo, al peligro de caer en la tentación recurrente que impulsa al ser humano a vivir en una actitud de arrogante autonomía con respecto a Dios y en perenne antagonismo con el prójimo. Así se nos revela el significado y la necesidad del tiempo cuaresmal que, con la llamada a la conversión, nos lleva, mediante la oración, la penitencia y los gestos de solidaridad fraterna, a reavivar o fortalecer en la fe nuestra amistad con Jesús, a liberarnos de las promesas ilusorias de felicidad terrena, y a gustar nuevamente la armonía de la vida interior en la auténtica caridad de Cristo.
3. Hago mías las palabras de san León Magno que, en uno de sus discursos sobre la Cuaresma, afirmaba: «No hay obras virtuosas sin la prueba de las tentaciones; no hay fe sin contrastes; no hay lucha sin enemigo; no hay victoria sin combate. Nuestra vida transcurre entre asechanzas y luchas. Si no queremos ser engañados, debemos estar vigilantes; si queremos vencer, debemos combatir» (Sermón XXXIX, 3). Acojamos, amadísimos hermanos y hermanas, esta invitación. Exige una disciplina ardua, especialmente en el contexto social de hoy, a menudo caracterizado por el cómodo desinterés y el ateísmo práctico. El Espíritu Santo nos conforta y nos sostiene en esta lucha, «viene en ayuda de nuestra flaqueza —como afirma san Pablo—, pues nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene, mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables (Rm 8, 26). Y precisamente al Espíritu Santo esta dedicado este segundo año de preparación inmediata para el gran jubileo del 2000. En la carta apostólica Tertio millennio adveniente escribí: «Será, por tanto, importante descubrir al Espíritu como aquel que construye el reino de Dios en el curso de la historia y prepara su plena manifestación en Jesucristo, animando a los hombres en su corazón y haciendo germinar dentro de la vivencia humana las semillas de la salvación definitiva que se dará al final de los tiempos» (n. 45).
4. Así pues, dejémonos guiar por el Espíritu Santo durante este tiempo privilegiado: para preparar a Jesús a su misión, lo impulsó al desierto de la tentación y lo confortó luego en la hora de la prueba, acompañándolo desde el monte de los olivos hasta el Gólgota. El Espíritu Santo está a nuestro lado mediante la gracia de los sacramentos. En particular, en el sacramento de la reconciliación nos lleva, por el camino del arrepentimiento y de la confesión de nuestras culpas, a los brazos misericordiosos del Padre. Deseo de corazón que, la Cuaresma sea para cada cristiano una ocasión propicia para este camino de conversión, que tiene su referencia fundamental e irrenunciable en el sacramento de la penitencia. Esta es la condición para llegar a una experiencia más íntima y profunda del amor del Padre. Que nos acompañe, a lo largo de este itinerario cuaresmal, María, ejemplo de dócil acogida del Espíritu de Dios. A ella nos dirigimos hoy, en el momento en que, junto con los creyentes de todo el mundo, entramos en el clima austero y penitencial de la Cuaresma.
Para una buena confesión: 1. Cumplir con cada una de las partes de la Confesión: a) Examen de Conciencia b) Dolor de corazón c) Propósito de enmienda d) Confesión de boca e) Satisfacción de obra
2. Tener presente la forma de confesarse: a) Rito inicial: Sacerdote: Ave María Purísima Penitente: Sin pecado concebida. Bendígame padre porque he pecado. Hace … que hice mi última confesión. Mis pecados son los siguientes…
b) Cuerpo del sacramento – El penitente confiesa sus propios pecados, – escucha después la palabra del sacerdote; – acepta la obra de penitencia que le es propuesta para satisfacción de sus pecados y para enmienda de su vida, – manifiesta su arrepentimiento recitando el ACTO DE CONTRICCIÓN con la siguiente fórmula: Señor Jesús, Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, reconcíliame con el Padre por la gracia del Espíritu Santo; purifícame de todos mis pecados y haz de mi un hombre nuevo. Amén. – finalmente el sacerdote da la absolución al penitente.
c) Despedida: Sacerdote: El Señor ha perdonado tus pecados. Vete en paz.
Examínate – ayudado por estas preguntas – ¿qué pecados has cometido desde tu última confesión? Trata de no quedarte en lo exterior, sino en las actitudes del corazón y las omisiones.
Ruptura Con Dios:¿Amo en verdad a Dios con todo mi corazón o vivo más pegado a las cosas materiales? ¿Me he preocupado por renovar mi fe cristiana a través de la oración, la participación activa y atenta en la misa dominical, la lectura de la Palabra de Dios, etc.? ¿Guardo los domingos y días de fiesta de la Iglesia? ¿He cumplido con el precepto anual de la confesión y la comunión pascual? ¿Tengo una relación de confianza y amistad con Dios, o cumplo solamente con ritos externos? ¿He profesado siempre, con vigor y sin temores mi fe en Dios? ¿He manifestado mi condición de cristiano en la vida pública y privada? ¿Ofrezco al Señor mis trabajos y alegrías? Recurro a Él constantemente, o ¿sólo lo busco cuando lo necesito? ¿Tengo reverencia y amor hacia el nombre de Dios o le ofendo con blasfemias, falsos juramentos o usando su nombre en vano?
Ruptura Conmigo Mismo:¿Soy soberbio y vanidoso? ¿Me considero superior a los demás? ¿Busco aparentar algo que no soy para ser valorado por otros? ¿Me acepto a mi mismo, o vivo en la mentira y el engaño? ¿Soy esclavo de mis complejos? ¿Qué uso he hecho del tiempo y de los talentos que Dios me dio? ¿Me esfuerzo por superar los vicios e inclinaciones malas como la pereza, la avaricia, la gula, la bebida, la droga?
¿He caído en la lujuria con palabra y pensamientos impuros, con deseos o acciones impuras? ¿He realizado lecturas o asistido a espectáculos que reducen la sexualidad a un mero objeto de placer? ¿He caído en la masturbación o la fornicación? ¿He cometido adulterio? ¿He recurrido a métodos artificiales para el control de la natalidad?
Ruptura Con Los Hermanos Y Con La Creación: ¿Amo de corazón a mi prójimo como a mi mismo y como el Señor Jesús me pide que lo ame? ¿En mi familia colaboro en crear un clima de reconciliación con paciencia y espíritu de servicio? ¿Han sido los hijos obedientes a sus padres, prestándoles respeto y ayuda en todo momento? ¿Se preocupan los padres de educar cristianamente a sus hijos y de alentarlos en su compromiso de vida con el Señor Jesús? ¿He abusado de mis hermanos más débiles, usándolos para mis fines? ¿He insultado a mi prójimo? ¿Lo he escandalizado gravemente con palabras o con acciones? Si me han ofendido, ¿sé perdonar, o guardo rencor y deseo de venganza? ¿Comparto mis bienes y mi tiempo con los más pobres, o soy egoísta e indiferente al dolor de los demás? ¿Participo de las obras de evangelización y promoción humana de la Iglesia? ¿Me preocupado por el bien y la prosperidad de la comunidad humana en la que vivo o me paso la vida preocupado tan sólo de mi mismo? ¿He cumplido con mis deberes cívicos? ¿He pagado mis tributos? ¿Soy envidioso? ¿Soy chismoso y charlatán? ¿He difamado o calumniado a alguien? ¿He violado secretos? ¿He hecho juicios temerarios sobre otros? ¿Soy mentiroso? ¿He hecho algún daño físico o moral a otros? ¿Me he enemistado con odios, ofensas o peleas con mi prójimo? ¿He sido violento? ¿He procurado o inducido al aborto? ¿He sido honesto en mi trabajo? ¿He usado rectamente de la creación o he abusado de ella con fines egoístas? ¿He robado? ¿He sido justo en la relación con mis subordinados tratándolos como yo quisiera ser tratado por ellos? ¿He participado en el negocio o consumo de drogas? ¿He caído en la estafa o el fraude? ¿He recibido dinero ilícito?
Esta guía para la oración busca ser un método para meditar en la vida y enseñanzas del Señor Jesús. «La meditación, como señala el Catecismo de la Iglesia Católica, es, sobre todo, una búsqueda. El espíritu trata de comprender el porqué y el cómo de la vida cristiana para adherirse y responder a lo que el Señor pide.» Así, asistidos con la Gracia de Dios buscamos en la oración discernir cuál es su plan de amor para nosotros y nos nutrimos para responder a el con generosidad. El método de meditación que se propone es un camino que se inicia en la mente, transforma en el corazón y nos conduce a una acción concreta y cotidiana orientada a nuestra santificación y a la de nuestros hermanos.
Citas bíblicas del tiempo de cuaresma y comentarios de los Padres de la Iglesia 1. Invocación inicial: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
2. Preparación: a. Acto de fe en la presencia de Dios: Consciente de que el Señor está conmigo, explicito en mi fe en Él y mi deseo de abrir mi mente y mi corazón a su presencia, y de permanecer en ella durante la oración. b. Acto de esperanza en la misericordia de Dios: Reconozco que soy pecador y me acojo con esperanza a la misericordia de Dios que sale a mi encuentro.
c. Acto de amor al Señor Jesús y a Santa María: Manifiesto mi adhesión a la persona del Señor Jesús y a Santa María, nuestra Madre.
3. Cuerpo:a. Mente: – Medito en el en sí del texto: Se trata de una aproximación objetiva. Busco entender qué dice el texto. Me acerco al texto bíblico y lo interperto desde y en la enseñanza de la Iglesia. – Medito en el en sí-en mí del texto: Se trata de una aplicación del texto a la propia realidad. Hago una apropiación del mensaje buscando descubrir qué me dice la Palabra del Señor en este momento concreto de mi vida. b. Corazón: – Elevo una plegaria buscando adheririme de cordialmente a aquellos que he descubierto con la mente y abriéndole mi corazón al Señor. c. Acción: – Resoluciones concretas: A la luz de lo meditado, pongo medios concretos y proporcionados que me permitan despojarme de aquello que me sobra o revestirme de aquello que me falta en mi camino de conformación con el Señor Jesús.
4. Conclusión – Breve acto de agradecimiento y súplica: al Señor Jesús y a Santa María. – Rezo de la Salve u otra oración mariana.
5. Invocación final:En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
6. Católica ( apostólica romana)
CATÓLICO, del griego katholikos, del latín catholicus, significa universal, que comprende y es común a todos; y por esta calidad se le ha dado este nombre a la Santa Iglesia Romana.La Iglesia Católica cree en un sólo Dios eterno, compuesto por tres Personas Divinas: El Padre, Creador; El Hijo, Jesús, Salvador y revelación del Padre; y El Espíritu Santo, Santificador. La comunión perfecta y armónica entre las tres Personas se conoce como La Santísima Trinidad. Catolicismo: Creencia de la Iglesia Católica, basada en las enseñanzas de Cristo a sus Discípulos registradas en las Sagradas Escrituras, tanto en los Evangelios como en las Epístolas de San Pablo, y demás libros sagrados, y en la Tradición de la Iglesia transmitidas por los Apóstoles. Para que este Evangelio se conserve siempre vivo y entero en la Iglesia, los apóstoles nombraron como sucesores a los obispos, dejándoles a su cargo el magisterio. La predicación apostólica, expresada de un modo especial en los libros sagrados, se ha de conservar por transmisión continua hasta el fin de los tiempos. Ésto se conoce como sucesión apostólica. EL VATICANO es la Sede de la Iglesia Católica y la residencia del PAPA. Aquí está la Basílica de San Pedro, donde descansan los restos de SAN PEDRO APÓSTOL quien aquí fue martirizado. Es la basílica mayor y más importante del mundo en la nación más pequeña del mundo. Desde el Vaticano el Papa gobierna a la Iglesia universal. Aquí vienen los obispos y peregrinos del mundo entero, unos para reunirse con el Papa, otros tan sólo para tener la dicha de poder rezar con él en señal de comunión y amor.
No Discutas Sino Enseña
A pesar de que el mundo va avanzando en muchas áreas de la vida como la tecnología y la ciencia, y el entendimiento de los derechos humanos, es triste y sorprendente ver que en muchos lugares del mundo la intolerancia religiosa y sectaria ha aumentado. Sabemos que está pasando en varios países de Asia y Medio Oriente. Aún en el sur de México siguen peleando agrupaciones a pesar de las exhortaciones para la paz y la tolerancia de parte de la Conferencia Episcopal. Últimamente la Arquidiócesis de México ha vuelto a recordar la importancia de la libertad de culto y creencias. Los Obispos de Francia están preocupados por los intentos de sectores del gobierno de restringuir algunas agrupaciones sectarias por posibles abusos de autoridad y definiciones de la misma palabra "secta". Aunque existan sectas destructivas, otras agrupaciones no peligrosas podrían ser impedidas según la definición de la palabra. Como cristianos, tenemos que recordar la palabra del Apóstol en su Segunda carta a Timoteo: "Un siervo del Señor no debe ser conflictivo, sino amable con todos, apto para enseñar y sufrido; debe corregir con bondad a los adversarios con la esperanza de que Dios les conceda el arrepentimiento que lleva al conocimiento de la verdad." (2 Timoteo 2:24-25). La polémica y el pelear no son actitudes de Dios. Más bien en vez de discutir y pelear con el hermano de otra creencia, mejor ofrecer un testimonio de amor y la enseñanza clara. Solamente los inseguros en sus creencias están cerrados a escuchar al otro. Jesús no dijo: "El mundo conocerá que Ustedes son mis amigos por ganar los argumentos". Al contrario, el siervo del Señor debe ser un maestro más que un ganador de debates. Uno que gana un debate hace que su opositor se sienta como opositor. Un proselitista hace que su opositor se sienta como enemigo. Pero un maestro hace que su oponente sienta que quizás está equivocado. Hoy habla la verdad en amor y pide a Dios que cambie el corazón.
1. Comienza hoy con la liturgia del miércoles de Ceniza, el itinerario cuaresmal que culminará en el acontecimiento central de año litúrgico, el Triduo pascual, en el que celebramos la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Jesús pasó cuarenta días en el desierto antes de emprender su misión; hoy del mismo modo, la Iglesia nos invita a entrar en un tiempo fuerte de reflexión y oración para encaminarnos hacia el Calvario y experimentar, después, la alegría de la resurrección. Este singular período penitencial comienza con un gesto simbólico y significativo: la imposición de la ceniza. Este gesto, al recordarnos la caducidad de la vida terrena, nos hace presente la necesidad de un generoso esfuerzo ascético, del que ha de nacer la decisión valiente de cumplir no nuestra voluntad, sino la del Padre celestial, según el ejemplo de Jesús. La imposición de la ceniza pone, asimismo, de relieve nuestra condición de creaturas, en total y agradecida dependencia del Creador. En efecto Dios, con un sorprendente acto de predilección y misericordia, formó al hombre del polvo, dándole un alma inmortal y llamándolo a compartir su misma vida divina. También será Dios quien, el último día lo hará resucitar del polvo y transfigurará su cuerpo mortal. 2. El acto humilde de recibir la sagrada ceniza sobre la cabeza, confirmado por la invitación que resuena hoy en la liturgia: «Convertíos y creed el Evangelio», se contrapone al gesto soberbio de Adán y Eva que, con su desobediencia, destruyeron la relación de amistad que existía con Dios creador. A causa de ese drama inicial, todos estamos expuestos, a pesar del bautismo, al peligro de caer en la tentación recurrente que impulsa al ser humano a vivir en una actitud de arrogante autonomía con respecto a Dios y en perenne antagonismo con el prójimo. Así se nos revela el significado y la necesidad del tiempo cuaresmal que, con la llamada a la conversión, nos lleva, mediante la oración, la penitencia y los gestos de solidaridad fraterna, a reavivar o fortalecer en la fe nuestra amistad con Jesús, a liberarnos de las promesas ilusorias de felicidad terrena, y a gustar nuevamente la armonía de la vida interior en la auténtica caridad de Cristo. 3. Hago mías las palabras de san León Magno que, en uno de sus discursos sobre la Cuaresma, afirmaba: «No hay obras virtuosas sin la prueba de las tentaciones; no hay fe sin contrastes; no hay lucha sin enemigo; no hay victoria sin combate. Nuestra vida transcurre entre asechanzas y luchas. Si no queremos ser engañados, debemos estar vigilantes; si queremos vencer, debemos combatir» (Sermón XXXIX, 3). Acojamos, amadísimos hermanos y hermanas, esta invitación. Exige una disciplina ardua, especialmente en el contexto social de hoy, a menudo caracterizado por el cómodo desinterés y el ateísmo práctico. El Espíritu Santo nos conforta y nos sostiene en esta lucha, «viene en ayuda de nuestra flaqueza —como afirma san Pablo—, pues nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene, mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables (Rm 8, 26). Y precisamente al Espíritu Santo esta dedicado este segundo año de preparación inmediata para el gran jubileo del 2000. En la carta apostólica Tertio millennio adveniente escribí: «Será, por tanto, importante descubrir al Espíritu como aquel que construye el reino de Dios en el curso de la historia y prepara su plena manifestación en Jesucristo, animando a los hombres en su corazón y haciendo germinar dentro de la vivencia humana las semillas de la salvación definitiva que se dará al final de los tiempos» (n. 45). 4. Así pues, dejémonos guiar por el Espíritu Santo durante este tiempo privilegiado: para preparar a Jesús a su misión, lo impulsó al desierto de la tentación y lo confortó luego en la hora de la prueba, acompañándolo desde el monte de los olivos hasta el Gólgota. El Espíritu Santo está a nuestro lado mediante la gracia de los sacramentos. En particular, en el sacramento de la reconciliación nos lleva, por el camino del arrepentimiento y de la confesión de nuestras culpas, a los brazos misericordiosos del Padre. Deseo de corazón que, la Cuaresma sea para cada cristiano una ocasión propicia para este camino de conversión, que tiene su referencia fundamental e irrenunciable en el sacramento de la penitencia. Esta es la condición para llegar a una experiencia más íntima y profunda del amor del Padre. Que nos acompañe, a lo largo de este itinerario cuaresmal, María, ejemplo de dócil acogida del Espíritu de Dios. A ella nos dirigimos hoy, en el momento en que, junto con los creyentes de todo el mundo, entramos en el clima austero y penitencial de la Cuaresma.
Oraciones de la Familia Oración a la Sagrada FamiliaSagrada Familia de Nazareth: enséñanos el recogimiento, la interioridad; dános la disposición de escuchar las buenas inspiraciones y las palabras de los verdaderos maestros; enséñanos la necesidad del trabajo, de la preparación, del estudio, de la vida interior personal, de la oración, que sólo Dios ve en lo secreto; Enséñanos lo que es la Familia, su comunión de amor, su belleza simple y austera, su carácter sagrado e inviolable. Amén (Paulo VI) Oración para vivir en paz en la familia Señor, Dios nuestro, tu nos haz elegido para ser tus santos y tus predilectos. Revístenos de sentimientos de misericordia, de bondad, de humildad, de dulzura, de paciencia. Ayúdanos a sobrellevar los unos a los otros cuando tenemos algún motivo de queja, lo mismo que tú, Señor, nos has perdonado. Sobre todo, dános esa caridad, que es el vínculo de perfección. que la paz de Cristo brille en nuestros corazones. Esa paz que debe reinar en la unidad de tu cuerpo místico. que todo cuanto hagámos, en palabras o en obras, sean en nombre del Señor Jesús, por quien sean dadas gracias a tí, Dios Padre y Señor nuestro. Amén.
Trabajo enviado por: Lic. José Luis Dell’ordine
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