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El otro Ezequiel Zamora y palabras sobre su verdadera tumba

Enviado por Alfredo Torrealba


Partes: 1, 2, 3

  1. El impresionante orador
  2. Zamora: ¿un soldado, un trompetista o un general?
  3. Las costumbres de Zamora antes de la batalla
  4. Ezequiel Zamora: ¿militar o comerciante al hacer la guerra?
  5. Ezequiel Zamora: ¿el deportista?
  6. Los hijos de Ezequiel Zamora
  7. El hombre y sus creencias
  8. Zamora en la cárcel
  9. Los placeres de Zamora: bebidas, títeres, barajas, tabaco, cigarros, ajedrez, y el joropo
  10. Los sacrificios de Zamora: torturas, agravios y el duelo personal
  11. Las lecturas, preguntas e ideario de Zamora
  12. Rechazando la injerencia extranjera en el país
  13. El origen humilde de Ezequiel Zamora: primeras influencias ideológicas
  14. La personalidad de Zamora
  15. La renuncia de Zamora a la guerra federal y de cuando puso en ridículo a Falcón ante sus tropas
  16. Segunda influencia ideológica: los amigos y José Antonio Páez
  17. Bríos con la …
  18. Sus dos grandes amores
  19. Quema de libros y quema de judas: primera incursión política
  20. El excelente escritor cuyo seudónimo era Manuel Correa
  21. El fusilamiento de Martín Espinoza
  22. Zamora el ser persuasivo y la conspiración contra él
  23. Las frases célebres de Ezequiel Zamora
  24. La astucia de Zamora: se tiño el cabello y el bigote
  25. Zamora era masón
  26. Artimañas de guerra de Zamora
  27. Las escuelas zamoranas
  28. Los monólogos de Zamora
  29. Los motes de Zamora
  30. El aspecto físico de Zamora
  31. La muerte de Zamora
  32. El anonimato de Zamora el 24 de enero de 1848
  33. Bibliografía

Una mirada científica a sus facetas menos conocidas

1.- EL IMPRESIONANTE ORADOR

La historia no ha sido del todo justa con la vida y obra de Ezequiel Zamora. Muchos datos sobre su vida han sido omitidos al punto de ocultar la realidad de aquel honorable hombre y sus circunstancias detrás de una imagen de gran líder militar que luchó incansablemente hasta su muerte contra la opresión que sufría el pueblo venezolano por parte de los oligarcas.

Ezequiel Zamora, ser de indiscutible valor para la identidad patriótica del pueblo venezolano, cuando mucho, no fue sólo un militar orientado a un objetivo libertador y pacificador, él era mucho más. Por ejemplo, él era un hombre cuya oratoria era excepcional, incluso, para nuestro tiempo.

Las fuentes históricas mencionan que Zamora poseía unas cualidades discursivas muy poderosas, tanto así, que su elocuencia era capaz de unir en un mismo sentimiento a millares de soldados completamente diferentes, de valores antagónicos y de diversas regiones del país para encaminarlos hacia un mismo objetivo, lograr la victoria ante la tiranía de los oligarcas. No obstante, parecieran ser dos las causas de ello. En primer lugar, la inteligencia y la preparación académica de Zamora, ya desde los 23 años, poseía la perspicacia de comprender la realidad social del pueblo venezolano para luego traducirla, o explicarla, a sus congéneres de una manera sencilla y clara, justo al perfecto nivel de hombres agricultores o agrestes, hombres analfabetas, hombres alejados de las ideas, hombres sencillos u oprimidos, hombres pobres que nunca habían viajado más de cincuenta kilómetros a la redonda desde el pueblo de donde originalmente pertenecían.

"La masa popular repudia el orden político que aplica semejantes normas de justicia; Zamora lo comprende y extrae de ellos elementos de juicio y para la explicación de los principios democráticos. Sus argumentos son débiles desde el punto de vista teórico, pero de un gran valor agitacional y a tono con el desarrollo social y la mentalidad de la masa rural: califica la Ley de Hurtos como la "ley del mecate", y para denuncia la esclavitud y la apropiación latifundista de la tierra recurre a as más simples imágenes. "Dios hizo iguales a todos los hombres en cuerpo y alma, ¿por qué entonces un puñado de ladrones y facciosos van a vivir del trabado de los pobres, especialmente de quienes tienen el pellejo negro?"; "cuando Dios hizo el mundo repartió en común el agua, el sol, la tierra, ¿por qué entonces los godos se han apoderado de las mejores tierras, bosques y aguas, que son propiedad del pueblo?" ". (BRITO FIGUEROA: 2002-a; 21).

"Ezequiel Zamora (…) asociado con Juan Martínez, inicia una intensa propaganda democrática, oral y escrita (…) que rápidamente se extiende, como el fuego sobre la llanura, por los latinfundios y centros de trabajo, transformando aquellas regiones en el más poderoso bastión del movimiento antifeudal en el período 1840-1846. Las condiciones económico-sociales que imperan en las zonas rurales y suburbanas del centro de la república y las características subjetivas de la población campesina oprimida que en ellas habitaba, favorecen la expansión de la propaganda democrática iniciada por Ezequiel Zamora". (BRITO FIGUEROA: 2002-a; 19, 20).

En segundo lugar, Zamora utilizaba un recurso expresivo muy indicado para transmitir sus ideas al pueblo. A lo largo de sus intervenciones, Zamora solía usar imágenes, metáforas, comparaciones, alegorías u otras analogías para transferir sus ideas a la masa campesina.

"Es importante señalar que las explicaciones teóricas utilizadas por Ezequiel Zamora (…) tenían un gran valor agitacional, a tono con la mentalidad de los campesinos, y por eso las recibían con satisfacción y las asimilaban rápidamente. Las formulaciones de Zamora eran semejantes a las elaboradas por los caudillos de las grandes insurrecciones campesinas ocurridas en la Edad Media. (…) El pensamiento político de Ezequiel Zamora, expresado mediante simples imágenes y comparaciones, facilita la organización de las masas campesinas en la lucha por la tierra y la libertad (…). Las masas campesinas, los peones y esclavos incorporan los principios democráticos difundidos por Ezequiel Zamora a la vida cotidiana. En muchos casos son modificados y ampliados a su forma, pero el contenido permanece inalterable es la lucha <<de los pobres contra ricos y opresores>>". (BRITO FIGUEROA: 2002-a; 50).

Además de estos dos elementos, la carga emotiva de las alocuciones de Zamora al estar dirigiéndose a sus tropas o al pueblo y la cadencia de sus palabras al estar en conversaciones privadas con sus más allegados, sustentaban su imagen de hombre tenaz, coherente e inquisidor, característica vital y necesaria para ejercer el papel militar en la batalla y arma política para guiar a las masas.

"La oratoria de Zamora era de fuego, con períodos cortos, intercalando interrogaciones entre período y período para que respondieran sus interlocutores". (BRITO FIGUEROA: 2002-b; 69).

Zamora podía sembrar su pensamiento en las masas sociales de una forma excepcional y superior con respecto a los dirigentes que integraban la oligarquía, quienes por ser señores latifundistas, no pertenecían ni compartían los mismos intereses con el pueblo o sus esclavos, sino con los de su misma clase. El carácter enérgico y conminatorio cuando era necesario, comprensivo y justiciero de Zamora al hablar, imponía a sus oficiales y soldados un consciente sentido de responsabilidades que no se detenía, ni siquiera, en el máximo sacrificio voluntario. En cambio, los oligarcas, lejos de las realidades del pueblo, no podían traducir una posición social contra una revolución cuyo mayor testimonio estaba en estrecho lazo con la vida de sus propias tropas. Por ello, utilizaron su poder financiero para conciliar sus tropas contra las tropas de Zamora, más interesadas en un digno ideal.

2.- ZAMORA: ¿UN SOLDADO, UN TROMPETISTA O UN GENERAL?

Las jerarquías dentro de la carrera militar siempre indican profundas diferencias de respeto y obediencia de unos individuos para con otros. Tanto así, que no es común ver a generales de división compartir activamente con sus soldados. No obstante, Ezequiel Zamora, muy lejos del qué decir de la gente o los comentarios y malsanas impresiones de sus camaradas de mismo rango, como General en Jefe del Ejército Revolucionario, tenía una manera particular de interactuar con sus tropas.

La relación de Zamora con sus soldados siempre fue estrecha. Compartía con sus tropas todo, tal cual como un soldado más. Él compartía con ellos las penurias de la guerra, sus esperanzas, sus aspiraciones, sus consejos, las comidas y bebidas, ropajes y demás. Usualmente se sentaba y conversaba con ellos y oía sus historias y escuchaba los relatos de lo que tenían en su vida: familia, bienes y goces. De la misma forma, compartía con la gente sencilla que lo rodeaba, lo cual lo diferenciaba de lo que solían hacer los mismos militares de alto rango para la época.

"Las condiciones de Jefe Militar y de conductor político de Zamora fueron indiscutibles hasta el momento de muerte. Con los soldados convivía, <<comiendo su rancho y haciendo junto a ellos todo lo que hace un hombre de tropa>> y hasta ocupándose de los miles de problemas personales de un soldado en campaña". (BRITO FIGUEROA: 2002-b; 92).

Gracias a esta manera de ser, Zamora con el tiempo comenzó a tomar conciencia muy realista de la vida de sus soldados, la cual se tradujo en que sus órdenes militares, como General en Jefe de los Ejércitos Revolucionarios, no fueran excedidas ni incoherentes y mucho menos personales, ya que para la época era común ver como los militares en Venezuela, valiéndose de su rango, explotaban a sus subordinados como mismos esclavos.

Incluso, Zamora iba más allá cuando asumía las mismas actividades de sus subordinados sin ningún resquemor. Por ejemplo, uno de los rasgos más curiosos de Ezequiel Zamora era que en las mañanas o en las batallas u otras ocasiones oportunas, tomaba el clarín o la corneta de la tropa y él mismo lanzaba los trinos musicales hacia los soldados. Vale decir que cuando Zamora tocaba la trompeta en plena batalla sus hombres cobraban un vigor valeroso que aumentaba su ánimo. Y cuando no usaba el clarín animaba de viva voz y casi hasta el cansancio a sus soldados valiéndose de una alta fuerza moral que anhelaba compartir con todos.

"Las cornetas del general no trabajan mucho, ya que el <<cabo zamora>> en los combates y marchas, él mismo arrebata el reluciente instrumento metálico, y lanza al aire en vibrante sonidos los diferentes toques marciales que sus batallones reconocen con la seguridad de estar recibiendo las órdenes para el ataque victorioso". (MARTÍNEZ GALINDO: 2001; 19, 20).

"Ante esta recia avalancha de los federales, el comandante constitucional Ramos, ordenó a José Antonio Rubín organizar las divisiones que no habían combatido. Volvió la lucha como un fantasma desbocado hacía la media noche, en el bosque Bostero. Las divisiones del general Zamora y las del general Falcón, parecerían manadas de centauros envueltos en ráfagas de fuego. El clarín tocado por el mismo Zamora, infundió poderosos ánimos, que llegaron con fuerza y seguridad a todos los soldados." (IZAGUIRRE RAMÍREZ: 2001; 53).

"–Así es mi general, mañana acabaremos con los que han sido infieles y anticompatriotas, con aquel inigualable legado que nos dejaron nuestros héroes. – Zamora cuando escuchaba algún oficial p soldado de su ejército proferir tan certeras verdades, inflaba el pecho como un pisco llanero y zapateaba duro diciendo: – ¡Estos son mis oficiales carajo!, e inmediatamente se les acercaba y les daba un apretón fuerte de manos o un golpecito suave en uno de los hombros." (IZAGUIRRE RAMÍREZ: 2001; 47).

"Muchas veces, en los momentos de mayor peligro saltaba delante y arrebataba la corneta al volantín y él mismo impartía las órdenes de ataque. Con respecto a sus oficiales trataba de mantener las más fraternales relaciones, y no vacilaba en dar explicaciones cuando sobrevenían diferencias, como ocurrió varias veces con José Desiderio Trías.". (BRITO FIGUEROA: 2002-b; 92).

3.- LAS COSTUMBRES DE ZAMORA ANTES DE LA BATALLA

Ya para 1859, probablemente, Ezequiel Zamora llevaba más de 400 enfrentamientos armados o batallas contra el enemigo a cuestas, sin contar las breves escaramuzas armadas en donde participó. La gran experiencia que adquirió como estratega militar no se comparaba con su serenidad a la hora de ir a la batalla. En efecto, mientras que sus soldados (la mayoría menores de 20 años) luchaban contra las agobiantes expectativas de la próxima lucha, Zamora estaba preparado emocionalmente para ese reto. La costumbre de lanzarse en armas tan seguidamente lo había transportado a un nivel superior en comparación con casi todo el resto de su cuerpo militar, a excepción de los otros oficiales, igualmente, experimentados. Tanto así era el estado de control y poco nerviosismo de Zamora que el llego a establecer una rutina de batalla, un rito previo de muerte.

Se tiene conocimiento que Ezequiel Zamora tenía como mínimo 5 pasos a seguir antes de ir a su caballo, a su montura, para luego encaminarse al sitio desde donde dirigiría e impartiría las órdenes del enfrentamiento armado. Los pasos no eran subsecuentes y, de alguna u otra forma, se alternaban indiferentemente. Por ejemplo, entre esos pasos estaba el colocarse un pañuelo rojo en alguna parte de su cuerpo (el brazo o el cuello, no hay fuetes que indiquen un sitio en particular); dos, ajustarse una insignia (amarilla) del movimiento liberal o de la bandera de Venezuela en su ropaje (incluso ambos); tres, ponerse un quepis; cuatro, ir a una iglesia (sea de campaña o no); y quinto, colocarse una serie de flores amarillas que el mismo cogía de los alrededores del campamento para colocar en su sombrero.

"El color amarillo tiene sentido revolucionario en el pasado histórico venezolano. En 1797 José María España y Manuel Gual al incluir una franja amarilla en su bandera, señalaban que ese color representaba a los pardos y mestizos. En la bandera ideada por Francisco de Miranda el amarillo tiene el mismo significado. En la guerra de independencia, las tropas republicanas continúan usando el amarillo para significar el contenido popular de la lucha por la emancipación. No es extraño que el movimiento liberal utilizara la bandera amarilla. Ezequiel Zamora consideraba que el color amarillo no simbolizaba con exactitud las aspiraciones campesinas. A él le gustaba el rojo, y por eso usó siempre un gran pañuelo de ese color, y en conversaciones se manifestó partidario de que la bandera amarilla se sustituyera por una bandera roja con una pequeña estrella amarilla, pero los godos ya se habían robado ese color que tenía las simpatías de Zamora. (…) En 1846 la bandera de Zamora era amarilla, con la consigna Elección Popular, principio alternativo, horror a la oligarquía, bordada en hilo de plata y una orla roja." (BRITO FIGUEROA: 2002-a; 129).

"Zamora acostumbraba usar un quepas encima del sombrero, lo cual le distinguía a corta distancia". (PÉREZ ARCAY: 2000; 135).

"Zamora volvió a su nerviosa actividad, se le vio ir donde el portaestandarte, tomar la bandera amarilla, bajar del caballo y entrar en un jardín cercano donde, como en Santa Inés, buscó flores amarillas y con ellas volvió a adornar el quepis que llevaba encima del sombrero". (MARTÍNEZ GALINDO: 2001; 106).

"Al llegar hasta el final de la calle, vinieron a buscarlo varios jóvenes que conducían un largo y misterioso landó, adornado a los lados con la diminutas flores amarillas que él acostumbraba llevar en el kepis cuando iniciaba una batalla … pero las flores estaban marchitas y no olían a canela ni a anís…" (IZAGUIRRE RAMÍREZ: 2001; 57, 58).

"Ese día el general iba vestido con su traje azul de guerra y sus altas botas de cuero. Llevaba puesto el kepis que representaba a sus hermanos militares, y el sombrero de cogollo a sus compañeros de lucha civiles y al pueblo en general. Le bordeaba una primorosa bandera con los colores de la República de Venezuela, y otra de color amarillo pendiendo del hombro derecho, que representaba el color del Partido Liberal. Ese día al salir de la iglesia de campaña, se dejó colocar en el kepis por el indio taumaturgo unas llamativas flores amarillas, que olían a incienso, a canela y anís…". (IZAGUIRRE RAMÍREZ: 2001; 49).

Cada uno de estos temas poseía un profundo significado simbólico para la época. En la mitad del siglo XIX toda Latinoamérica se encontraba bajo la influencia del romanticismo europeo de principios de siglo, de tal manera que la exhibición de los símbolos por parte de Zamora en la batalla exponía la voluntad humana en su sentido más trascendental e introspectivo y no, como es ahora, en su sentido más efectista y extrospectivo, propio de la era postindustrial.

4.- EZEQUIEL ZAMORA: ¿MILITAR O COMERCIANTE AL HACER LA GUERRA?

Para la historia y para todos los estudiosos de la vida de Ezequiel Zamora, sin duda, él era un único e incomparable estratega militar. Uno de los más admirados militares venezolanos en toda su historia. Sus pericias en los campos de batalla y en el comando de las tropas contra sus enemigos no dejan ni siquiera especular sobre su increíble capacidad de mando. Esta característica ha sido tan impresionante y tan estudiada que no es de extrañar que la mayoría de los escritos existentes acerca de su vida traten sobre ese aspecto, es decir, el carácter y la personalidad militar de Zamora, incluso, también, dentro de esos escritos, la batalla de Santa Inés es un asunto de tanta proeza que se estudia tanto acá en Venezuela como en otros países del mundo como ejemplo perfecto de un ataque militar exquisitamente planificado.

No obstante, Ezequiel Zamora era mucho más que la suma de sus partes. No era un simple militar casado con su causa. De hecho, hay un aspecto singular sobre la usanza de la acción militar de Zamora que merece consideración. Nos referimos a la experiencia como comerciante y empresario que tuvo Zamora antes de estar inmiscuido en las pugnas políticas y castrenses.

"Para 1838 Ezequiel Zamora residía en Villa de Cura, donde principió la carrera del comercio, ya como dependiente, ya como socio industrial, y por último establecido por su cuenta y apoyado en su negocio mercantil por otro pecuario en los puebles de Guárico (…) En 1845 se hallaba Ezequiel Zamora como hemos visto, ocupado en su negocio mercantil, extraño a toda política, a tiempo". (LANDAETA ROSALES: 1961; 38, 39).

Desde su juventud Zamora combino su inicial educación con el arreo de ganado. Con posteridad, Zamora comenzó a comercializar ganado y al tiempo, ya para 1846 era un floreciente comerciante en Villa de Cura. Durante más de 14 años, dos años más de lo dedicado a la lucha por la libertad (12 años), Zamora estableció (a su manera) principios de administración cuando se dispone de precarios recursos y bienes económicos en tiempos de terrible austeridad. Para los años de 1830 y 1840 los parajes del centro del país estuvieron marcados socialmente por la gran pobreza, el hurto, el pillaje, la traición, entre otros, lo cual hacía muy difícil prosperar económicamente en ese contexto, no obstante, Zamora lo logró.

Esta cualidad nos hace suponer que la experiencia de comerciante que obtuvo en esos años fue pieza clave para la administración de los escasos recursos que recibía durante la Guerra Federal para dar sustento a más de 20000 almas guerreras que lo seguían y a los cuales se debía alimentar, vestir, atender, pagar y resguardar de enfermedades u heridas.

"El estudio individual, las lecturas, las pláticas y discusiones con José María García determinan que la intuición de los problemas sociales se transforme en Zamora en profundo ideal democrático e igualitario. Desde aquellos años de anárquica formación, combinando el estudio con el arreo de ganado, data la admiración por figuras revolucionarias (…) A los pocos meses de actividad como comprador y vendedor de ganado, Ezequiel Zamora se establece, con dinero obtenido en préstamo de Juan Gáspers, en Villa de Cura con una modesta casa de víveres". (BRITO FIGUEROA: 2002-a; 8).

"… Cuarenta y tres años presenciando su frustración, su resignación ante los abusos y las promesas incumplidas, ante la presión de los caudillos, las muertes de mengua en los caminos y la dura ley de los godos, tal como he podido palpar desde el comienzo, cuando me inicié como negociante de ganado y pulpero en los Valles de Aragua". LEÓN TAPIA: 2004; 17).

En la Guerra Federal (1859) la necesidad de mantener en buen estado a las tropas revolucionarias era imprescindible, como requisito básico, para aspirar a la victoria. Pero como Venezuela se encontraba desolada y empobrecida, sólo una buena administración de los precarios recursos podría ser la respuesta. La historia nos indica que las campañas exitosas de todo el año de 1859 por parte de las fuerzas revolucionarias de Zamora fueron eso, exitosas, por la peculiaridad de que Zamora, ahora en condición de General en Jefe de los Ejércitos Federales de la República, recibía y daba una justa y sincera y acomedida distribución de los recursos que disponía en función de su experiencia (BRITO FIGUEROA: 2002-b, 92). El Ejército Central, por su parte, tenía problemas similares en cuanto al bienestar de sus tropas, pero los recursos que poseían superaban con creces el total de los recursos de sus enemigos. No obstante, aún así, el ejército central no comenzó a tener éxitos sino cuando Zamora muere y con él, la administración que ofrecía. Sin duda, un hombre triplemente importante para la causa revolucionaria: el revolucionario, el militar y el administrador.

"Al general Zamora se le olvidó por los momentos los problemas que iba a solucionar en San Carlos, y comerciante al fin, le encantó el planteamiento que le hacía el Licenciado. -¡Carámba Licenciado Martínez!., hombres como usted vamos a necesitar para echar a andar esta patria, rica y próspera pero mal gerenciada…" (IZAGUIRRE RAMÍREZ: 2001; 63).

5.- EZEQUIEL ZAMORA: ¿EL DEPORTISTA?

Aunque faltaban apenas unos decenios de años para que se inaugurara la primera olimpiada de la historia moderna del hombre, ya para mediados del siglo XIX las ideas en pos de la salud y bienestar del cuerpo humano cundían tímidamente por el planeta. Para la época, la prosperidad del cuerpo humano dependía de la sana alimentación y la bienaventuradas actividades del quehacer del día a día, sin embargo, en la vida de Ezequiel Zamora esto no era una sencilla realidad nada más, de hecho, él hacía no sólo ejercicios de manera reiterada, sino que incluso, tenía una guía que le informaba cómo mantenerse en forma[1]

"De pronto recordó cuando le celebraron sus dieciochos años (…) Su madre y su hermana Carlota le festejaron su aniversario en medio de una algarabía de risas y emoción. Desde tempranas horas de la tarde empezaron a llegar sus amigos para obsequiarle regalos, títeres y canciones. El catire Cáspers, su cuñado, esposo de Paula, como así lo llamaba Ezequiel, le agasajó una colección de libros sobre la revolución francesa. Los jóvenes Manuel María Echeandía y Carlos Dávila, le obsequiaron una guía de ejercicios corporales que trataba de lucha, carreras y equitación; (deportes favoritos y que los practicaba con rigurosa disciplina)". (IZAGUIRRE RAMÍREZ: 2001; 14).

"Para esta época se le describe como hombre de proverbial sobriedad (…) Es muy aficionado al baile y a la caza, a los ejercicios corporales, especialmente la lucha, la natación, la carrera y la equitación; camina leguas a pies y trepa montañas sin fatigarse". (BRITO FIGUEROA: 2002-a; 8).

Finalmente, es preciso informar que hasta donde se conoce, la época en que Ezequiel Zamora hacía ejercicio con mayor dedicación fue antes de 1847. A partir de ese año, las actividades deportivas fueron quedando atrás debido a las nuevas responsabilidades políticas y militares que iba asumiendo en razón de la libertad del país, las cuales, por su naturaleza quitaban mucho tiempo.

6.- LOS HIJOS DE EZEQUIEL ZAMORA

Uno de los aspectos más discutidos acerca de la vida de Ezequiel Zamora es la cuestión de si él dejo o no descendencia. Si bien se sabe que en su vida adoptó a varios hijos cuando se casó con Estéfana Falcón el 04 de Julio de 1856 en San Bartolomé de Macuto (donde tampoco existe un acuerdo con respecto al número preciso de hijos adoptados), sólo hay rumores acerca de un posible hijo natural, el cual, aunque no sobrevivió sino tres meses, abre un mar de conjeturas sobre este tema. Estéfana de Falcón, hermana de Juan Crisóstomo Falcón (líder revolucionario liberal) y viuda del ciudadano venezolano de origen español José Benito Diez, según el libro de Federico Brito Figueroa, tenía sólo tres hijos, los cuales adoptó Zamora: "y de sus hijos adoptivos Antonia, Julio y Justiniano, a quienes ama como hijos de su propia sangre y a quienes termina de educar y formar" (BRITO FIGUEROA: 2002-a; 120, 121), pero más adelante en su obra, indica que Ezequiel Zamora era padre adoptivo de dos de ellos nada más[2]sin dar mayores informaciones: "como tampoco a sus dos hijos adoptivos" (BRITO FIGUEROA: 2002-b; 71). Ahora bien, en el libro de José León Tapia, se especifica que Ezequiel Zamora tuvo un hijo con Bibiana González[3]el cual recibió como nombre Nicolás al cual, al menos, llegó a bautizar antes de su prematura muerte de 3 meses.

"Luego de cumplir este compromiso, regresé a La Villa para bautizar al único hijo que me ha dado el destino. Nicolás, el hijo de mi amor con Viviana González, aquella muchacha campesina, morena y delicada, que se me entregó en su rancho mientras me andaban persiguiendo". (LEÓN TAPIA: 2004; 36).

Igualmente, en dicho libro se informa que son diez los hijos que adoptó con Estéfana, una vez que José Benito Diez falleció. Sin embargo, esto puede ser una breve confusión entre el apellido del padre original y el número de hijos que dejó.

"Ésta ha sido la mayor desilusión de mi vida porque con Estéfana, en mi casa coriana, no he logrado tener hijos propios. Tengo los de ella, esos muchachos, diez que dejó huérfanos José Benito y que yo he criado como míos, luego de casarme con la viuda." (LEÓN TAPIA: 2004; 36, 37).

Y aunque hoy se desconozca sobre la descendencia de este líder y prócer venezolano vale recordar la siguiente cita en torno a su persona y este peculiar tema en su vida:

"… y así debía ser, para que se cumpliera la ley natural <<los hombres que se elevan por sobre el nivel común de los demás, pocas veces tienen sucesores para poderse destacar su nombre ante la historia, solos, como lo merecen>>". (LANDAETA ROSALES: 1961; 71).

7.- EL HOMBRE Y SUS CREENCIAS

Los escasos relatos de aquellas personas que conocían de cerca a Ezequiel Zamora dejan en claro que era un hombre muy religioso, cristiano de bienaventurada fe y, a la vez, creyente de los augurios del destino, es decir, creyente de las fuerzas místicas y, por antonomasia, supersticioso. Se comenta que hubo la oportunidad en que Zamora llego a prometer la construcción de una Iglesia a un párroco e, inclusive, realizaba ofrendas florales y, se dice, era usual que tomara la palabra en el púlpito para dirigirse a sus conciudadanos.

"Poco antes de romperse los fuegos entró Zamora a la Iglesia, que está aún en el mismo sitio, y ofreció al Altísimo construir un templo más grande en aquella aldea, si se conseguía la victoria sobre sus enemigos". (MARTÍNEZ GALINDO: 2001; 46).

Sin embargo, sus relaciones con los eclesiásticos no del todo eran entregadas o de plena gana. El sospechaba de los curas que no apoyaban la causa del pueblo y sólo favorecían los intereses de los oligarcas.

"Me hacen suspirar los recuerdos de esos primeros tiempos, cuando hasta en los púlpitos de las iglesias les hablaba a la gente y fue mucho el curita de olla que nos dio protección, a pesar de que eran tan miserables como los demás.

Por eso tampoco los olvidaré porque es hermoso eso de tener a Cristo en el corazón. El Cristo de los pobres, de los perseguidos, de los abandonados, ése que se identifica con nosotros entre las penas y el dolor.

Y es ese Cristo redentor a quien representan esos curitas de aldea, tan alejados de sus obispos gordos y poderosos, y tan cerca del verdadero Dios.

Uno de ellos es Simón Pedro Ramírez, cura de Morrones, quien peleó a nuestro lado en Santa Inés. Disparaba con la mano izquierda y bendecía a los moribundos con la derecha, hundido en los barriales del matorral". (LEÓN TAPIA: 2004; 22).

Otras veces, aceptaba de buena gana las ayudas económicas de las parroquias, pero se negaba a aceptarlos cuando estaba al tanto que esos recursos económicos iban ya predestinados para otras caridades más importantes que la Guerra federal, por ejemplo, la construcción de una Iglesia.

"Y se negó a recibir $ 1000 pesos más, que le ofreció el curo parroquial de San Felipe, <<porque ese dinero estaba destinado a la construcción de iglesia ciudad>>".(BRITO FIGUEROA: 2002-b; 35).

De la cara supersticiosa de Zamora poco se sabe, sin embargo, aparentemente, se cree que alrededor de él existía un hombre de confianza que le explicaba sus sueños y el significado de los sucesos. Este hombre para Zamora, así como cualquier otro que comentara algo parecido o de interés para el General, podía influir no notablemente en el pensamiento y disolución de los problemas de Zamora, pero indefectiblemente si influía.

"En ese momento el general Zamora se despertó todo sudado y atribulado, llamando al indio desesperadamente. Cuando el misterioso personaje llegó, vio al general sentado en el orillo del catre con cara de preocupación. Pero más cara de preocupación puso él, cuando se enteró lo que había soñado el general…

Conocedor de las cosas místicas e inexplicables, y con un diáfano olfato que vislumbraba lo que podía suceder en los próximos días, recomendó al general quedarse en Barinas y descasar, mientras pasaban los odios que había dejado la batalla.

El general Zamora lo escuchaba atentamente como siempre lo había hecho, y al marcharse el indio, entró en profunda duda sobre el plan que tenía de ir a Cojedes". (IZAGUIRRE RAMÍREZ: 2001; 58, 59).

8.- ZAMORA EN LA CARCEL

Pocas personas están al tanto que en 1847 Ezequiel Zamora se le privó la libertad por un crimen que se le imputó y, por el cual, luego fue juzgado y condenado a la pena capital. Durante 7 meses estuvo engrillado y sometido por el Estado oligarca venezolano hasta que José Tadeo Monagas le conmutó la pena y un ardid de sus amigos, familiares y camaradas le permitieron escapar de la cárcel.

Zamora es hecho prisionero (oficialmente) el 26 de Marzo de 1847 y se le entrega a la justicia ordinaria para ser juzgado como conspirador a mano armada, por la muerte de José Rosario Villasmil (quien cayó en batalla) y Andrés Fuentes (quién fue brutalmente asesinado por el caudillo revolucionario Francisco José Rangel). Igualmente, con su detención la insurrección campesina de 1846 llegó prácticamente a su fin. Fue derrotada después de una guerra civil de seis meses, que conmovió hasta sus cimientos la República Oligárquica.

"Eso no lo olvidaré jamás, como tampoco podré olvidar esa primera noche de calabozo que marcaría mi existencia, porque esa noche comencé a soñar con la revolución armada que hoy estoy conduciendo hacia la victoria.

Desde entonces estoy más unido que nunca con los esclavos, manumisos, campesinos endeudados, ésos que pagan con fichas en las haciendas, con todo aquel a quien toca la injusticia para hacerme temblar de ira.

Al salir de la cárcel ya era un hombre diferente, no me interesaban los negocios para subsistir, sólo me interesaba la manera de hacer la guerra y comenzar una revolución". (LEÓN TAPIA: 2004; 19).

Zamora fue detenido el 16 de marzo, luego de ser atrapado cuando huía de un malogrado encuentro militar y mejoraba del tifus que había contraído en las batallas en las riberas del Rió Juana Caliente.

"El mismo día, <<como a las doce de la noche en pie del cerro Juana Caliente, situado entre bocas los ríos Caliente y Palambra fue capturado Ezequiel Zamora>". (BRITO FIGUEROA: 2002-a; 68).

Al determinarse su verdadera identidad diez días después, se inicia el juicio en Villa de Cura que desde un principio ya estaba definido por parte de las fuerzas oligarcas. La madre de Zamora estuvo activamente presente en el proceso y las cartas que ella dirigió al presidente José Tadeo Monagas, especialmente días después que Zamora es trasladado a Maracay porque se temía que las fuerzas garrilleras lo liberarán, fueron pieza clave para la conmutación de la pena (05-11-1847). Esto se debió a que el: "general José Tadeo Monagas, presidente de la república impuesto por el Congreso godo, pero quien reaccionaría durante los primeros años de su gestión administrativa contra la política de sangre y fuego implantada por lo oligarcas". (BRITO FIGUEROA: 2002-a; 94).

Paula Correa en Villa de Cura facilitó la movilización popular en pro de la salvación e la vida de Zamora y una vez obtenido el salvoconducto de Monagas, ella como tantos otros tramaron un plan para hacerlo escapar, porque ahora con su traslado a San Carlos, la muerte tarde o temprano, igualmente, le llegaría.

"El pueblo venezolano celebró jubilosamente la evasión de Ezequiel Zamora, lo consideró un triunfo suyo y una derrota para la oligarquía, el colorario de una lucha de meses para salvar la vida de un hombre que tanto en la lucha político-electoral como con las armas en la mano había demostrado estar más cerca de sus intereses. El pueblo venezolano, para quien el valor personal es una de las condiciones básicas del dirigente político, descartó definitivamente a los pretendidos caudillos liberales que no supieron jugarse la cabeza en defensa del ideario que con tanto escándalo pregonaban, y consideró desde aquel momento como su caudillo nato a Ezequiel Zamora". (BRITO FIGUEROA: 2002-a; 104).

Zamora, luego en el anonimato, pasó pocos meses ocultos en la Guairita y el Hatillo, porque en Enero de 1848, José Tadeo Monagas emitió un decreto absolutorio en donde otorgaba el perdón a todos los revolucionarios y detallaba su ruptura con la oligarquía.

"El 24 de Enero de 1848, el pueblo de Caracas, aprovechando la ruptura entre el presidente José Tadeo Monagas y la oligarquía caraqueña disolvió el Congreso Nacional, y Ezequiel Zamora fue incorporado a las fuerzas armadas nacionales". (BRITO FIGUEROA: 2002-a; 106).

"Después de los acontecimientos del 24 de enero de 1848 en el Congreso, el mismo general José Tadeo Monagas, Presidente de la República y Jefe del Partido Liberal, con facultades legislativas expidió una amnistía general para todos los delitos políticos, de elecciones y de imprenta, y Zamora, como otros tantos, quedó exento de toda culpa y pena". (LANDAETA ROSALES: 1961; 46, 47).

Durante el tiempo que Ezequiel Zamora estuvo detenido se conoce en que circunstancias se encontraba. Se sabe que pasaba tiempo utilizando grilletes, postrado en el piso (probablemente), comiendo malsana comida, aunque de vez en cuando podía recibir visitas. (BRITO FIGUEROA: 2002-a; 102, 103).

9.- LOS PLACERES DE ZAMORA: BEBIDAS, TÍTERES, BARAJAS, TABACO, CIGARROS, AJEDRÉZ, Y EL JOROPO

Los relatos históricos nos indican que Ezequiel Zamora era un hombre de ocasión. Aunque sus amistades lo veían como un hombre "conservador" o como un hombre austero "hasta la exageración", Zamora, como cualquier otro hombre, tan sólo disfrutaba del servicialismo de las ocasiones sociales en las que participaba. Si estaba en una fiesta, él actuaba y participaba como un sobrio invitado; y si celebraba con sus tropas algún triunfo, el celebraba como lo indicaba su puesto: como un general conciente de su rango.

"Zamora estaba reunido con el estado mayor, exponiendo sus planes y preparando la asamblea popular, que <<debe reunirse en la plazoleta de villa para elegir>> el gobierno provisional de la revolución, a nivel cantonal. Zamora es austero hasta la exageración, en tanto los soldados que no están de guardia celebran ruidosamente la victoria, cantan y bailan; él se contenta con <<saborear un pedazo de apetitosa carne a la llanera y tomar pocillo café cerrero con ron>>". (BRITO FIGUEROA: 2002-b; 37).

Igualmente, se dice que Zamora era un hombre que bebía pero con discreción y que de una u otra forma, degustaba el tomar café en las mañanas, comer yuca y carne como era habitual para la época al mediodía o en las noches.

"Las copas chocaban sutilmente en la mesa del comedor; Zamora embebido en alegría y felicidad, pues era discreto al tomar…". (IZAGUIRRE RAMÍREZ: 2001; 65).

"Cayendo la tarde y regalando éstos llamativos arreboles con fulgurantes destellos tan rojos como el coral, comieron, bebieron y saborearon la deliciosa guarapita con aguardiente elaborada por la negra Concepción". (IZAGUIRRE RAMÍREZ: 2001; 17).

"Zamora conociéndola como la palma de su mano y antes de que siguiera hablando le dijo: – Esta noche quisiera compartir un rato con mi gente, tomarnos un aguardiente y comer yuca con carne asada". (IZAGUIRRE RAMÍREZ: 2001; 8).

"La esposa de licenciado saludó con efusión a Zamora y su comitiva, y los jovencitos con una inigualable decencia, estrecharon la mano a cada uno de los generales. Luego pasaron a un amplio salón, donde les obsequiaron un exquisito licor casero de fabricación casera". (IZAGUIRRE RAMÍREZ: 2001; 63).

"Asaron carne en vara e hirvieron yuca, brindando con ron y festejando la victoria, entre risas, emociones y canciones…". (IZAGUIRRE RAMÍREZ: 2001; 57).

Por otro lado, se conoce que Ezequiel Zamora tenía un curioso goce por ver las exhibiciones y presentaciones de títeres animados escenificando diversos temas, en especial, aquellos que rememoraban la guerra de independencia o aquellos que evocaban pasajes del folklore venezolano.

"Todos los amigos allegados a la familia, se esmeraron en ofrecer lo mejor, tanto en regalos, comida, bebida y alegre música llanera, como en diferentes diversiones relacionadas con cuentos y titiriteros escenificando sucesos del folklor popular (…) Zamora (…) seguía cada movimiento de los titiriteros con profunda observación". (IZAGUIRRE RAMÍREZ: 2001; 15).

También se sabe que Zamora jugaba cartas. Él sabía jugar el Tute y Caída y, muy usualmente, se entretenía con esos juegos propios de Venezuela y de la baraja española en horas de encuentro con sus familiares, camaradas y soldados.

"… en Turmero, obtuvieron con el general Santiago Mariño, una carta de recomendación para el alcaide, la cual les permitió obtener permiso para visitar al preso –Ezequiel Zamora – en su condición de familiares; el alcaide permitió que almorzaran con el preso y hasta que jugaran algunas partidas de tute y caída, sobre la base de entretenerlo un poco y consolarlo del penoso viaje y del tremendo castigo que le esperaba". (BRITO FIGUEROA: 2002-a; 101).

A la par, Ezequiel Zamora en sus reuniones con otros oficiales podía compartir algo de tabaco para mascar o, inclusive, fumar un cigarro con ellos. Éstos últimos no poseían cigarrillos acabados y su preparación era muy rudimentaria.

"… el nieto de La Tiñosa adulaba a Ezequiel hasta más no poder, sabía de sus gustos y le ofrecía vino Oporto, tabaco capadare y café volón, pero nuestro Ezequiel se limitaba a mirarlo de reojo, como hace siempre cuando duda, apenas mordizqueaba un bizcochuelo, cuando no saboreaba una mascada de tabaco holandés y luego escupía a los pies del nieto de La Tiñosa, que aspiraba a ser águila, pero no llega ni a zamuro…". (BRITO FIGUEROA: 2002-b; 68).

"En su inquietud se levantó, caminó hasta la ribera del río, se acercó al sargento de guardia insomne, le encendió un cigarrillo calladamente, miró a todas partes como buscando algo y regresó sin pronunciar palabra a su lecho en el arenal". (LEÓN TAPIA: 2004; 49).

Seguidamente, se sabe que Ezequiel Zamora en sus horas vespertinas no perdía el tiempo y se ponía a jugar ajedrez. Este juego que es de estrategia militar lo ayudó, seguramente, a tener conciencia de las decisiones que tomaba y de sus repercusiones:

Partes: 1, 2, 3
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