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Historia de México (página 3)

Enviado por gerardo herrera


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Crisis del sistema colonial e independencia de México

CAUSAS INTERNAS DE LA INDEPENDENCIA.

América. La invasión de Napoleón en 1808 fue más un pretexto que una causa real de la Independencia. Los pobladores de la América española iban adquiriendo lentamente conciencia de ellos mismos, de sus intereses e identidad, y por ello fueron convenciéndose de que eran americanos y no españoles; esto ejercería paulatinamente una poderosa influencia que inspiró, más que un deseo de liberación una actitud independiente hacia las instituciones y valores recibidos de España; este ejemplo lo tenemos evidenciado en la pugna sostenida por criollos y españoles por los cargos públicos; ésta no se basaba en el hecho de que los españoles coparan todos, sino en que los criollos pensaban que sólo los naturales de un reino debían ejercer en él los diferentes oficios.

Las circunstancias económicas, sociales y morales fueron del mismo modo un factor coadyuvante de la emancipación. Desde el punto de vista económico, la situación era inestable: donde una minoría de personas ricas e influyentes oprimía a la clase media formada por burócratas y a la gran masa con menos recursos, sobre quienes recaía principalmente la carga fiscal. La situación social tampoco permitió la unidad debido a los brotes de violencia y a lo anárquica que resultaba la organización existente. Por último, la situación moral, en la que destaca la permeabilidad imperante. Junto a estos elementos que condiciona el proceso histórico de la Independencia están las diferentes ideologías en el ámbito económico, político-social y filosófico.

En el plano económico destacan principalmente dos doctrinas: la de los conservadores y la de los librecambistas. Los primeros intentan por todos los medios seguir con su situación; mientras que los librecambistas tratarán de acabar con el monopolio comercial de Cádiz, aspirarán a una libertad de comercio con los ingleses y serán liberales afrancesados desde el punto de vista político.

A nivel político-social, los dos grupos que predominan son: autonomistas y liberales. Los primeros son grupos que basados en las doctrinas juridico-políticas tradicionales intentan imponer reformas moderadas y razonables; son en su mayoría clérigos e intelectuales que se fueron enfrentando con todos los partidos del gobierno por ser partidarios sinceros de su doctrina; pronto fueron perseguidos y desplazados. Los liberales son personas de ideología afrancesada, formadas en el pensamiento de la llustración e influidos por la Constitución de Cádiz de 1812.

A nivel filosófico, finalmente, lo más notorio es la aparición de la Ilustración, que plantea como tema filosófico el problema de América y los americanos. Destacan entre los intelectuales americanos: Clavijero, Viscaído y Guzmán, Arteta, Nuix y otros que afirman su personalidad y nacionalidad propia.

Todos estos datos reflejan la situación en que se hallaba América en el momento de la invasión napoleónica a España. Vamos a fijarnos, no obstante, en los hombres que hicieron posible la emancipación y que pertenecían a una clase social muy definida: clase alta, ilustrada y rica, como Cornelio Saavedra y Simón Bolívar; los intelectuales y la pequeña burguesía. Estos hombres fueron los que pusieron fin en América al antiguo régimen por medio de una cruenta y larga guerra de catorce años de duración.

B) España. Los acontecimientos de 1808 en España originaron una crisis política en la monarquía española que tuvo graves repercusiones en todos los dominios de la Corona.

Esta crisis llevaba consigo un problema constitucional que ofrecía tres aspectos fundamentales. El problema era la ausencia repentina del rey y la consiguiente falta de gobierno; ante esto, el pueblo español y americano tomaron el poder legítimo formando «Juntas Supremas» que gobernaron con decisión. Esta solución originó a su vez otros problemas diferentes, como eran el de saber cuál había de ser la comunidad civil titular de la soberanía; el de el modo de nombrar el organismo del poder soberano, y el de determinar si el organismo designado debía ejercer la soberanía en nombre de Fernando VII, o como titular del poder soberano.

A todos estos problemas se les intentó dar solución; pero ante la falta de acuerdos, las Juntas decidieron autogobernarse con independencia, siguiendo la doctrina jurídica tradicional.

Hubo otro factor decisivo para la emancipación de América: la falta de comprensión de los gobernantes españoles. La Junta Central, desde el principio, tuvo el propósito de eliminar el resto de las Juntas y de ahí su actitud negativa y distante ante ellas. Lo mismo ocurrió en las Cortes, donde Hispanoamérica podía enviar sólo la mitad de diputados que España. Todo esto, en definitiva, llevaba consigo una total falta de comprensión de España con respecto a Hispanoamérica, causa de la reacción que ésta tuvo.

Otro factor propiciatorio de la separación hispanoamericana fue la actitud absolutista del gobierno de Fernando VII, la derogación de la Constitución de 1812 (Cádiz) y la vuelta al régimen existente antes de la invasión francesa; el rey, a su regreso al trono, exigió la sumisión de todos sus vasallos, entre los que figuraban los americanos, que deberían dejar la política que habían emprendido en 1810 y acatar lo que dijera la Corona; en caso de no aceptarlo, las fuerzas militares invadirían las naciones americanas y castigarían a los responsables de los levantamientos. La reacción absolutista por lo tanto fue muy extremista, lo que provocó una cruenta batalla.

CAUSAS EXTERNAS DE LA INDEPENDENCIA DE MEXICO.

. Bajo esta denominación se debe agrupar a todos los factores que motiven el proceso emancipador desde fuera de las fronteras del Imperio español. Estas causas tienen su origen en los inicios de la colonización, cuando los países europeos intentaron arrebatar a España el monopolio que tenía sobre los productos americanos. América se vio así envuelta, como miembro de la Corona española, en la guerra entre unos y otros, dadas las pretensiones de los enemigos de España de apoderarse de las fuentes de riqueza que se concentraban en América y la libre navegación por los mares con el derecho que ello conllevaba de instalarse en cualquier tierra.

La política exterior de España hizo que se enfrentara a Gran Bretaña, Francia y Holanda, hecho que alcanzó de lleno a América, cuyo territorio fue «visitado» a menudo en los siglos XVI y XVII por piratas y armadas regulares.

Para llegar a esta situación fue necesario pasar por un largo período histórico cuyo resultado sería el establecimiento de un equilibrio de fuerzas entre España y Gran Bretaña en América. Todo empezó con el comercio ilegal que mantenían los ingleses con América y que fue denunciado por Francia, enemiga de la segunda; estalló la guerra entre ambas y España, aliada a Francia, tuvo grandes pérdidas en sus provincias ultramarinas, como las de La Habana y Manila. La paz sobrevino más tarde, y España pudo recobrar todo lo que había perdido, en cambio se produjo una situación que no gusto demasiado al monarca: se estableció un equilibrio de fuerzas entre Gran Bretaña y España a consecuencia de la retirada francesa de América según ordenaba el Tratado de París.

Todo esto se vio agravado por el estallido de la Revolución francesa, los excesos de la Convención y la invasión de España por los franceses; este cambio de situación hizo que España se enemistara con su anterior aliado (Francia), se refugiara en su anterior enemigo (Inglaterra) y se hundiera en una profunda crisis monárquica.

Los ejércitos de la Independencia. Las guerras de la Independencia, como ocurre en todas las guerras, fueron crueles y no todos los hombres que participaron en ellas lo hicieron por ideales políticos; aparte de los criollos, la mayoría eran gente reclutada a la fuerza: entre los esclavos negros a los que se les ofrecía la libertad a cambio del servicio en los ejércitos revolucionarios; a los indios, quienes intentaron no tomar demasiada parte en la lucha o bien combatían en ambos bandos; por último, el revolucionario o el monárquico que lo hacía por puro oportunismo.

El caso de los indios tiene además otra vertiente, ya que tanto un bando como el otro los trataron como siervos, cambiando los servicios personales que se les exigía en tiempos de paz por un servicio militar en tiempos de guerra.

Primeros pasos. En el verano de 1808 es apreciable la existencia de algunos factores que al no ser causales influyeron el posterior movimiento independentista. Nos referimos a las disposiciones que solicitó el Ayuntamiento de México, formado por criollos acomodados y presidido por Francisco Primo de Verdad y fray Melchor de Talamantes, al virrey Iturrigaray para que Nueva España se gobernara de manera autónoma y según una jurisprudencia local mientras España permaneciera ocupada por las tropas francesas y los monarcas españoles presos en Francia.

El 15 de septiembre del mismo año, Gabriel de Yermo, rico propietario de Cuautla, y un grupo de comerciantes tomaron las armas y se dirigieron al palacio del virrey, haciéndole prisionero. Iturrigaray fue enviado a España, preso, siendo sustituido por el anciano militar Pedro Garibay; éste aprehendió a los miembros del Ayuntamiento y también los remitió a España.

Todos estos hechos y algunos más hicieron ver a los criollos que sólo mediante la fuerza podrían llevar a cabo las reformas que pretendían.

LAS CONSPIRACIONES Y EL SENTIMIENTO NACIONALISTA CRIOLLO.

Mientras tanto, en los Ayuntamientos de Valladolid y Querétaro se celebran reuniones cuya idea central era convocar en ausencia de Fernando VII un Congreso que asumiera la soberanía real.

A principios de 1810 las tropas napoleónicas ocuparon casi la totalidad del territorio español, siendo entonces los ayuntamientos ibéricos quienes asumieron la resistencia popular.

En Hispanoamérica, entre tanto, fueron apareciendo Juntas similares a las que se propusieron en México, en Caracas, Buenos Aires, Quito y Bogotá.

La guerra en México (1810-1821). En México el poder absoluto estaba en manos del virrey Venegas, que persiguió de manera feroz cualquier acto de disidencia contra España y Fernando VII; tuvo que dominar por las armas la rebeldía de Miguel Hidalgo y Costilla, «criollo ilustrado», y de los capitanes del Regimiento de la Reina: Ignacio Allende y Juan Aldama, lo que consiguió gracias al general Calleja, que ocuparía posteriormente el cargo de virrey.

La insurrección de Hidalgo comenzó en el pueblo de Dolores la noche del 15 de septiembre de 1810. Desde allí, las fuerzas reclutadas, formadas por peones de hacienda, indígenas y criollos de clase media, se dirigieron a San Miguel el Grande, Celaya, Salamanca y Acámbaro ocupándolos y saqueándolos tras vencer al intendente Riaño.

La revuelta se extendió a las provincias de México, Valladolid y Guadalajara rápidamente, por lo que el virrey tuvo que organizar la fuerza militar bajo el mando de Félix Calleja y enviarla a Querétaro, donde tuvieron un primer encontronazo con las tropas rebeldes. En el Monte de las Cruces, camino de la capital, las tropas del virrey lograron detener el avance insurgente. La batalla fue horrible y quedó indecisa, pero imposibilitó la entrada en México del cura Hidalgo, que optó por retirarse. A partir de este momento, Calleja derrotó a los insurgentes en Acapulco; liberó a Guanajuato y se dirigió hacia Aguascalientes y Lagos de Moreno, mientras las tropas de Hidalgo obtenían ventajas en Huichapan.

Es por entonces cuando surge en el panorama histórico la figura de José María Morelos, cura de Carácuaro a quien Hidalgo había dado el mando de la insurrección en el Sur y que logró sitiar Acapulco y Cuautla.

Morelos se convertirá en el portador de la rebelión popular al abogar por un nuevo orden basado en la justicia y la igualdad, en la abolición de privilegios, en la protección del trabajador y en la devolución de la propiedad de la tierra a los indígenas.

A finales de 1810, sólo Oaxaca, Puebla y Veracruz se encontraban dominadas por Calleja, lo cual hizo que éste no se amedrentara, sino que, por el contrario, continuara hasta penetrar en Guadalajara -donde reorganizó sus fuerzas-, en San Luis Potosí, Río Verde, Real de Pinos y Saltillo. A este último se habían dirigido Hidalgo y sus seguidores con intención de pasar, en caso de máximo peligro, a Estados Unidos. Pero en marzo de 1811, en Acatita de Baján, Chihuahua, los rebeldes fueron derrotados y apresados Hidalgo, Allende, Aldama y Abasolo, que fueron fusilados inmediatamente.

Sin embargo, este golpe no fue suficiente para terminar con la insurrección, que cobró más fuerza, sobre todo en el Sur, donde estaba Morelos, quien consiguió varias victorias y se hizo con las provincias de Oaxaca y Puebla.

Calleja, ante esto, no cejaba en su empeño y luchó en Zitácuro y Tecualoya, donde pudo obtener dos importantes triunfos contra el ejército rebelde.

España, pese a su guerra con Napoleón, envió algunas tropas a América, las cuales desembarcaron en Veracruz. Con este refuerzo imprevisto, Calleja pensó en ir a México para desde allí marchar sobre Cuautla. Así lo hizo y el 10 de marzo sitió el pueblo, provocando la huida de Morelos, que se encontraba en el límite de sus posibilidades el 2 de mayo de 1812.

El tiempo empleado para tomar Cuautla permitió a los insurgentes rehacerse e invadir la provincia de Oaxaca, así como iniciar una organización política que desembocaría en septiembre de 1813 en el Congreso de Chilpancingo. El 6 de noviembre del mismo año se proclamó formalmente la Independencia, se rechazó la monarquía como forma de gobierno y se estableció la República. El 22 de octubre de 1814 se terminó la redacción de la Constitución de Apatzingán, que establecía la nueva forma de gobierno, la separación de los tres poderes, los derechos de los ciudadanos y la libertad de expresión.

La guerra, a todo esto, continuó, movida por la perseverancia de Morelos y pese a los castigos que recibían sus huestes en Chichihualco, Tlacotepec, Oaxaca y Acapulco.

En junio de 1815 llegaron a Veracruz 2.000 hombres procedentes de España; este hecho aceleró todo, culminando la campaña en Temalaca el 5 de noviembre del mismo año con el vencimiento y prisión de Morelos; éste sería fusilado el 21 de diciembre, viniéndose prácticamente abajo la insurrección.

En septiembre del año siguiente llegó a México el nuevo virrey, Juan Ruiz de Apodaca, y en el momento en que sólo quedaban pequeños reductos de insurgentes.

En 1821 la guerra de la Independencia había paralizado distintas facetas de la vida mexicana: las haciendas estaban devastadas; las minas, abandonadas, y el comercio había prácticamente desaparecido. En medio de este ambiente llegó la noticia de que una rebelión liberal en España había obligado al monarca Fernando Vll a restablecer la Constitución de Cádiz; la reacción no se hizo esperar: el alto clero fue el primero en hacerlo al pensar que se iban a tomar medidas para la desamortización de los bienes de la Iglesia y nuevas expulsiones de jesuitas.

Los conjurados se reunieron en la iglesia de la Profesa o de San Felipe Neri bajo la presidencia del padre Monteagudo, español, y del americano doctor Tirado; el objeto de las juntas clandestinas era intentar el derrocamiento del liberalismo, fin que en ese momento no suponía la idea de separar de España al virreinato.

Para ejecutar un plan, los conspiradores eligieron al coronel Agustín de Iturbide para que los encabezara. El plan que se acordó en la Profesa contemplaba la anulación de la Constitución de Cádiz y el respeto a los privilegios de la Iglesia católica.

Agustín de Iturbide fue nombrado jefe de una expedición militar que iba dirigida a combatir a la guerrilla de Vicente Guerrero, y en 1821 proclamó el Plan de Iguala, estableciendo la independencia de España, el mantenimiento de la religión católica como oficial del Estado, la conservación de sus fueros y privilegios y la unidad de españoles, criollos, mestizos e indígenas en un reino independiente.

El virrey ODonojú fue enviado por las Cortes liberales de España como consejero político para desautorizar el Plan de Iguala, y firmar otro que se pactaría el 24 de agosto de 1821 en la ciudad de Córdoba.

Este nuevo Tratado reconocía a México como nación soberana e independiente, con un gobierno de tipo monárquico, constitucional y moderado, y el rey llamado a gobernar sería en primer lugar Fernando VII o en su defecto el infante don Carlos, y así sucesivamente hasta el quinto lugar, que sería ocupado por la persona que las Cortes designasen.

Con todo y esto, el 28 del mismo mes se formó una Junta Provisional Gubernativa, integrada por 34 miembros, nombrados por Iturbide, que decretó el Acta de Independencia del Imperio Mexicano.

Información consultada

BENITES JUÁREZ mirna alicia, Historia de México I. Edit. Nueva Imagen México.

JIMÉNEZ MORENO Gilberto, Historia de México. Edit. E.C.L.A.L.S.A. México.

Http://clio,redris.es

 

 

Autor:

Profr. Gerardo Herrera Alcaraz.

srchamuco[arroba]hotmail.com

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