Miguel Domínguez 1756-1830
Nació en el año de 1756. Hijo de españoles. Se tituló de abogado en la ciudad de México en 1791 conoció a Josefa en el colegio de las Vizcaíanas y en ese mismo año contrajeron nupcias. Posteriormente, el virrey Marquina lo nombró corregidor de la ciudad de Querétaro. En el año de 1808 incitó a los municipios de Querétaro a unirse al plan de Azkarate y Ledezma para independizar a la nueva España ya que el rey se encontraba ausente de la península debido a la invasión napoleónica éste movimiento no pudo seguir adelante y el corregidor continuó en su puesto. Posteriormente se dio su residencia para celebrar las juntas de los conspiradores insurgentes. Por órdenes del comandante García Rebollo cambió a la casa de Epigmenio Glez. A quien se vio obligado a aprehender y enviar a la ciudad de México acusado de acopio de armamento prisionero al igual que su esposa al descubrirse la conspiración, llegó preso al convento de la cruz en Querétaro mientras a la corregidora se le confinó el convento d e Sta. Clara en la Cd. De México. Miguel Domínguez fué liberado y destituido de su cargo. Partió a buscar a su esposa, a quien se le permitía ver de vez en cuando.
Al triunfo de la independencia fue nombrado sustituto y a un titular del triunvirato que gobernó México, antes de la constitución política de 1824. Magistrado y presidente de la suprema corte de justicia, murió en el año de 1830 en la capital.
Miguel Hidalgo y Costilla. 1753-1811
Padre de la Patria, iniciador de la Independencia de México. Fue el hijo segundo de Don Cristóbal Hidalgo y Costilla y de Doña Ana María de Gallega, nació en la hacienda de Corralejo, jurisdicción de Pénjamo, Guanajuato. Sus primeros años los pasó en la misma hacienda de Corralejo, de la cual era su padre administrador, y en seguida pasó a estudiar a Valladolid (hoy Morelia), en el Colegio de San Nicolás, en donde dio cursos de filosofía y teología, llegando a ser rector del establecimiento en 1791; los colegiales le pusieron por apodo el "Zorro".
Recibió el grado de bachiller en teología en la Ciudad de México, en 1773 y se ordenó en 1778. Sirvió varios curatos, y muerto su hermano mayor, Don Joaquín, se le dio el del pueblo de Dolores, que producía unos ocho o nueve mil pesos anuales. Extendió mucho el cultivo de la uva y propagó el plantío de morares para la cría de gusanos de seda, de las cuales existen todavía en Dolores ochenta y cuatro árboles plantados por él, en el sitio a que se ha dado el nombre de las Morares de Hidalgo.
En 1809 varias personas habían formado en Valladolid una conspiración que tenía por objeto reunir en México un Congreso para gobernar la Nueva España en nombre de Fernando VII, en el caso de que la península sucumbiera bajo el poder de los franceses, lo cual con una ligera desviación debía conducir a la independencia del país. La revuelta había de comenzar en Valladolid el 21 de diciembre y en la mañana del mismo día fueron presos los conspiradores. Formóseles causa, y ellos tuvieron tan
buenas artes para defenderse, que nada serio resultó en su contra; fueron puestos en libertad y no se prosiguió en las actuaciones del proceso. Pero la conjuración solapada de Valladolid se refugió en Querétaro, allí cobró fuerzas; la protegía el corregidor Don Miguel Domínguez, y reclutaba partidarios en 1810, mientras llegaba el término de mostrarse abiertamente. En qué tiempo se alistó Hidalgo entre los conspiradores, se ignora; pero él mismo dice en las declaraciones de su causa que, "trataba con Allende, con quien había tenido anticipadamente varias conversaciones acerca de la independencia, sin otro objeto por su parte que el de un puro discurso; pues sin embargo de que estaba persuadido que sería útil al reino, nunca pensó entrar en proyecto alguno, a diferencia de Ignacio Allende que estaba pronto a hacerlo, e Hidalgo tampoco lo disuadía; pues lo más que llegó a decirle en una ocasión, fue, que los autores de semejantes empresas no gozaban el fruto de ellas."
Hidalgo, pues, sabía de la conjuración más no se afiliaba, y así corrió el tiempo hasta que, a principios de septiembre de 1810, Allende le envió una carta de Querétaro rogándole con insistencia que fuera a aquella ciudad.
Marchó Hidalgo en efecto, y le fueron presentadas por Allende algunas personas de poco valor, con tan mezquinos recursos, que aquél lo juzgó de poca importancia, volviéndose a su curato. Sin embargo Allende, tal vez no quiso al principio descubrir a los nuevos conspiradores pero después escribió de nuevo desde San Miguel el Grande, pintando tan bien el buen estado del negocio, que Hidalgo se decidió y comenzó a trabajar en el logro de la empresa, mandando construir algo así como veinticinco lanzas en el pueblo de Dolores y en la hacienda de Santa Bárbara, y poniéndose en comunicación con Juan Garrido, tambor mayor del batallón de Guanajuato, y con dos sargentos del mismo cuerpo para ganar aquella tropa.
Entre tanto, la conspiración fue descubierta a las autoridades por algunos traidores, y los conjurados fueron reducidos a prisión. Hidalgo supo vagamente de la denuncia hacia el 12 o 13 de septiembre y mandó llamar inmediatamente a Allende para conferenciar acerca de lo que debía hacerse; éste llegó a Dolores la noche del 14, y ni en ella, ni en todo el día 15, que permanecieron juntos, resolvieron cosa alguna.
Doña Josefa Ortiz, esposa del corregidor Domínguez, una de las personas más empeñosas para la revolución, dándose cuenta que estaba descubierta la conjura mandó un expreso a San Miguel el Grande para dar la nueva a Allende, a fin de que los comprometidos se pusieran a salvo: el correo llegó a su destino al amanecer del día 15 y no encontrando a la persona a quien iba dirigido, entregó su misiva a Aldama.
Cuenta la leyenda que éste salió apresuradamente de San Miguel, en el camino reventó tres caballos, y entró en Dolores a las dos de la mañana del día 16; ya en la casa del cura habló con Allende, y ambos entraron a la recámara de Hidalgo. Al ruido, éste se incorporó en la cama, y comenzó a vestirse oyendo la relación que le hacía Aldama; al calzarse las medias, interrumpió diciendo: "Caballeros, somos perdidos; aquí no hay más recurso que ir a coger gachupines."
Hidalgo, ya vestido, hizo llamar a su hermano Mariano y a José Santos Villa, y con ellos, Aldama, Allende y diez hombres armados, salió de su casa y se dirigió a la cárcel, amenazó al alcalde con una pistola para que pusiera en libertad a los presos, y logrado el objeto reunió hasta ochenta hombres, a quienes dio por armas las espadas de las compañías del regimiento de la reina que estaban en el pueblo, y que entregó al sargento Martínez.
Era domingo, y más temprano de lo de costumbre se llamó a misa en la parroquia; ocurrieron los habitantes y los rancheros de las cercanías, de los cuales muchos tomaron parte en la revuelta, de modo que bien pronto los insurgentes formaron un número de trescientos hombres. Prendieron al subdelegado Rincón y a diez y siete españoles, y quedaron dueños de la población sin la más mínima resistencia. Comenzaba con la lucha por la independencia.
El mismo día 16 salieron Hidalgo y los suyos de Dolores, marchando a San Miguel el Grande, y al anochecer entraron en la población. Allí se les unió el Regimiento de la Reina, y en el camino una multitud de gente del campo principalmente indios, armados con flechas, palos, hondas e instrumentos de labranza, sin orden, sin disciplina, siguiendo por jefes a sus capitanes de las haciendas; montados los de caballería en flacos y malos caballos, los jinetes con pocas lanzas, y las espadas y los machetes propios de sus ocupaciones campestres. Aquella gente marchaba siguiendo un fuerte instinto que lo impulsaba y que no podía definir, mas no tenía bandera; al pasar por Atotonilco, Hidalgo encontró una imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, la hizo suspender del asta de una lanza, y aquél fue el Estandarte del ejército: en todos los guiones se puso una estampa del sagrado simulacro, y la usaban los partidarios por distintivo en el sombrero. Las inscripciones colocadas al lado de la imagen, eran: "Viva la religión. Viva nuestra madre Santísima de Guadalupe. Viva Fernando VII. Viva la América y muera el mal gobierno."
Los insurgentes, apoderándose de la persona de los españoles y saqueando sus casas, pasaron por Chamacuero y entraron en Celaya el día 21. Hasta entonces la revolución no tenía jefe; lo eran de hecho los caudillos que la promovieron, y por deferencia a la edad, a los conocimientos y al carácter de sacerdote, Hidalgo representaba el primer lugar; para dar legalidad al hecho, el 22, con asistencia del Ayuntamiento de Celaya, fue nombrado Hidalgo, general; Allende, teniente general; con lo cual aquél quedó investido del supremo mando, por unánime consentimiento. El ejército contaba entonces con unos 50,000 hombres, y había visto pasar a sus filas varias compañías de los provinciales de la villa. Con aquellas fuerzas se avanzó sobre Guanajuato, y el 28 cayó en sus manos la ciudad, después de un sangriento combate en la Alhóndiga de Granaditas cuyos defensores perecieron pasados a cuchillo.
Pasados los primeros días, y con ellos la confusión, se dedicó Hidalgo a organizar el Ayuntamiento, nombró empleados, puso mano a establecer una fundición de cañones, una Casa de Moneda, y se dedicó en cuanto pudo a sacar provecho de su conquista. El Gobierno en tanto se aprestó para combatir la revolución. El obispo electo de Michoacán, Abad y Queipo, publicó un edicto el 24 de septiembre, declarando a Hidalgo, Allende, Aldama y Abasolo, excomulgados.
El ejército siguió para Maravatío, Tepetongo, Hacienda de la jornada, lxtlahuaca y Toluca, y el 30 de octubre desbarató en el monte de las Cruces a las fuerzas de Torcuato Trujillo, mandadas por el virrey Venegas para contenerlo. Con esta victoria quedó abierto el camino de la capital; Allende era de opinión que se avanzara sobre ella aventurando un golpe decisivo; Hidalgo se opuso alegando la falta de municiones, la pérdida sufrida en la batalla, que había infundido gran terror en la gente bisoña, la aproximación de las tropas realistas al mando de Calleja y el éxito dudoso de un combate contra la guarnición nada despreciable de la ciudad. Sin hacer nada se estuvieron a las puertas de México hasta el 1 de noviembre y el 2 comenzaron a retroceder por donde habían venido, con ánimo de ir a apoderarse de Querétaro.
El primer mal, resultado del paso retrógrado, fue perder la mitad de la gente por la deserción. Los insurgentes ignoraban el rumbo que traía el ejército realista y las operaciones que había ejecutado; la noticia de su aproximación la supieron por los dispersos de una partida, que en la hacienda de Arroyozarco encontró la descubierta enemiga. Era ya inevitable la batalla; a pesar de sus bajas, los insurgentes contaban con más de cuarenta mil hombres, con doce piezas de artillería, y tomaron posición en la loma, casi rectangular, que desde el pueblo se extiende hasta el cerro de Aculco. Al amanecer del 7 de noviembre fueron atacados, y se dispersaron completamente sin combatir, dejando en el campo sus equipajes y útiles de guerra. Allende se retiró para Guanajuato; Hidalgo entró con cinco o seis personas en Valladolid, habiendo disminuido las numerosas fuerzas reunidas poco antes. La separación de los dos jefes tuvo por objeto poner en estado de defensa a Guanajuato, mientras se reclutaban nuevos hombres, se fundía artillería y se organizaban divisiones para atacar simultáneamente a los vencedores.
El 15 de noviembre participó a Allende su resolución, y el 17 salió de Valladolid con siete mil hombres de caballería y doscientos cuarenta infantes, todos mal armados, entrando el 26 en Guadalajara. Allende, que veía aproximarse a Calleja con su ejército, allanando fácilmente los pueblos de su tránsito, con fecha del 19 de noviembre reprobó la marcha de su compañero, y le escribe que en lugar de alejarse pensando en su seguridad personal, piense en la de todos, y venga con sus tropas a socorrer la plaza, en combinación con otras partidas: el 20 repitió otra carta del mismo tenor. Como Guanajuato se perdió el 25 de noviembre el retroceder no era ya de ningún provecho.
Después de la toma de Guanajuato por los realistas, Allende marchó a Zacatecas y de allí a Guadalajara, adonde entró el 12 de diciembre, perdió Valladolid las fuerzas y las autoridades se retiraron también a aquella plaza, que vino a ser el foco de la revolución. Se trató entonces de establecer un gobierno del que Hidalgo era cabeza, con dos ministros, uno de "Gracia y justicia" y otro denominado "Secretaría de Estado y del Despacho" pero no resultó.
Allende opinó, supuesto que una batalla era inevitable, porque se sacase al campo la tropa organizada con la artillería útil, para que en caso de un revés quedara en pie el grueso del ejército que mientras podría instruirse, quedando una retirada segura y un punto de apoyo en la ciudad; de modo contrario opinó Hidalgo, y por él se decidieron los votos del consejo. En consecuencia, el ejército compuesto de unos cien mil hombres, con veinte mil jinetes y noventa y cinco cañones, salió de la población el 14 de enero de 1811 para acampar en las llanuras del puente de Guadalajara, y el 15 a tomar posición militar en el puente de Calderón, lugar escogido por Allende y por Abasolo. Los insurgentes fueron derrotados y el ejército se desbandó.
Hidalgo salió para Aguascalientes y tomó el rumbo para Zacatecas. De Zacatecas, Hidalgo fue por las Salinas, el Venado, Charcas, Matehuala y el Saltillo. Aquí se determinó que los jefes principales, con la mejor tropa y el dinero, partiesen para los Estados Unidos. Ya puestos en camino, fueron hechos prisioneros por los realistas el 21 de marzo en las Norias del Baján o Acatita del Baján. Hidalgo fue llevado a Monclova, de allí salió el 26 de marzo por el Álamo y Mapimí y el 23 entró en Chihuahua. Se procedió luego a la formación del proceso, y el 7 de mayo se le tomó la primera declaración. El carácter eclesiástico de Hidalgo hizo que se demorase su proceso más que el de sus compañeros.
La sentencia de degradación se pronunció el 27 de julio y el 29 se ejecutó en el Hospital Real donde Hidalgo estaba preso. El Consejo de Guerra condenó al reo a ser pasado por las armas, no en un paraje público como sus compañeros, y tirándole al pecho y no a la espalda, conservándose así la cabeza. Oyó Hidalgo la sentencia con calma y se dispuso a morir.
Su último día ha sido descrito así: "Vuelto a su prisión, le sirvieron un desayuno de chocolate, y habiéndole tomado, suplicó que en vez de agua se le sirviese un vaso de leche, que apuró con extraordinaria muestra de apetecería y gustaría. Un momento después se le dio aviso de que era llegada la hora de marchar al suplicio; lo oyó sin alteración, se puso en pie y manifestó estar pronto a marchar. Salió, en efecto, del odioso cubo en donde estaba, y habiendo avanzado quince o veinte pasos de él, se paró por un momento, porque el oficial de la guardia le había preguntado si alguna cosa se le ofrecía que disponer por último; a esto contestó que sí, que quería que le trajesen unos dulces que había dejado en sus almohadas: los trajeron en efecto, y habiéndoles distribuido entre los mismos soldados que debían hacerle fuego y marchaban a su espalda, los alentó y confortó con su perdón y sus más dulces palabras para que cumpliesen con su oficio; y como sabía muy bien que se había mandado que no disparasen sobre su cabeza, y temía padecer mucho, porque aún era la hora del crepúsculo y no se veían claramente los objetos, concluyó diciendo: "La mano derecha que pondré sobre mi pecho, será, hijos míos, el blanco seguro a que habéis de dirigiros".
"El banco del suplicio se había colocado allí en un corral interior del referido colegio a diferencia de lo que se hizo con los otros héroes, que fueron ejecutados en la plazuela que queda a la espalda de dicho edificio, y donde hoy se encuentra el monumento que nos lo recuerda, y la nueva alameda que llevó su nombre; y enterado el Hidalgo del sitio a que se le dirigía, marchó con paso firme y sereno, y sin permitir se le vendasen los ojos, rezando con voz fuerte y fervorosa el salmo Miserere me; llegó al cadalso, le besó con resignación y respeto, y no obstante algún altercado que no le hizo para que se sentase la espalda vuelta, tomó el asiento de frente, afirmó su mano sobre el corazón, les recordó a los soldados que aquél era el punto donde le debían tirar, y un momento después estalló la descarga de cinco fusiles, uno de los cuales traspasó efectivamente la mano derecha sin herir el corazón. El héroe, casi impasible, esforzó su oración, y sus voces se acallaron al detonar nuevamente otras cinco bocas de fusil, cuyas balas, pasando el cuerpo, rompieron las ligaduras que lo ataban al banco, y cayendo el hombre en un lago de sangre, todavía no había muerto; otros tres balazos fueron menester para concluir aquella preciosa existencia, que hacía más de 50 años que respetaba la muerte."
Apenas había nacido el sol cuando ya se había puesto a la expectación pública, sobre una silla y en una altura considerable, y precisamente a la parte exterior de su. Su cabeza, con las de Allende, Aldama y Jiménez se pusieron en jaulas de fierro en los ángulos de la Alhóndiga de Granaditas de Guanajuato. El cuerpo tuvo sepultura en la tercera orden de San Francisco de Chihuahua, y en 1824 fueron traídos el tronco y la cabeza a México, para enterrarlos con gran solemnidad.
Ignacio Aldama.
Nació en San Miguel EL Grande (Gto.) se ignora en qué fecha, abrazó la carrera de abogado y se recibió en México.
No tomó parte en el levantamiento del 15 de septiembre , pero se unió a las tropas insurgentes el siguiente día y fué nombrado presidente de su ayuntamiento por cuyo motivo el colegio de abogados le borró de su lista.
El gobierno Español le dio gran importancia a su persona y fué uno de los exceptuados en el indulto concedido a los que dejasen las filas de los insurgentes , poniéndoles precio a sus cabezas junto con la de Hidalgo, Allende y Jiménez. Fué arrestado en Béjar por el P. Zambrano debido a que este había organizado una contrarrevolución. De ahí fué remitido a Monclova donde fue fusilado el 20 de junio de 1811.
El Pípila.
De nombre original Juan José Martínez. Se sabe poco de él; fué uno de los varios mineros que prendieron fuego a la alhóndiga de granaditas para permitiera el paso a los insurgentes, cargando una loza de piedra para así, las balas no traspasasen y herirlo.
Don Mariano Abasolo. 1780 – 1816
Abasolo fué como Aldama, un patriota mexicano compañero de allende, que tomó parte activa en la conspiración y en el movimiento de independencia . Fué nombrado Mariscal de Campo por Hidalgo y se distinguió en las batallas del monte de las cruces y del Puente de Calderón. El 2 de Marzo de 1811 fué hecho prisionero en Acatita de Baján en unión de compañeros y junto con ellos fué dirigido a Chihuahua; pero se libró de ser fusilado debido a la intervención de su esposa, quien con sus influencias logró que se le conmutara la pena de muerte por encarcelamiento perpetuo. Para cumplir su sentencia fue enviado a España y fue internado en el castillo de Sta. Catalina de Cádiz en donde permaneció hasta su muerte ocurrida en el año de 1816.
Ignacio José de Allende y Unzaga. 1779-1811
Nació el 21 de enero de 1779, en San Miguel el Grande, hoy llamado San Miguel Allende en su honor . Se abrazó a la carrera de las armas y militar y alcanzó el grado de capitán de caballerías. Perteneció al movimiento provincial de dragones de la Reina que se guarnecía San Miguel. A pesar de trabajar para la corona, fue uno de los conspiradores contra el gobierno español, porque anhelaba la independencia de su país y se convirtió en el brazo derecho de Miguel Hidalgo, A cuyo lado se encontraba cuando el padre de la patria dio el grito de independencia. Su participación en la lucha tiene un valor inapreciable, dado a que era militar. La junta de militares le dio el grado de teniente general y en Acámbaro se le dio el de capitán general. Tuvo algunos roces con Hidalgo y con frecuencia estaba desacuerdo en movimientos que Hidalgo decidía hacer; pero su carrera militar y educación, lo obligaban a guardar respeto por su jefe; autoridad mayor.
Sus batallas tuvieron lugar en el Puente De Calderón, La Alhóndiga de Granaditas, Y el Monte De las Cruces. El 21 de Marzo fué aprehendido junto con otros participantes del movimiento y el 1ro de Agosto de 1811 fué fusilado.
Ortiz de Domínguez, Josefa
(Morelia 1764 – México 1829) Patriota mexicana. Llamada la Corregidora de Querétaro, por ser la esposa del corregidor de esta ciudad, sirvió de enlace entre los caudillos de la independencia (1810). Descubierta, fue detenida y recluida en un convento entre 1810 y 1813, ya que prestaba su casa para practicar reuniones supuestamente literarias, pero eran finalmente de movimiento independiente.
Bibliografía:
Santillana
Cartitas de Papelería
Hispánica
Historia de México
Historia y Geografía de Jalisco
Hombres ilustres de México
Mario Di Vece
3ro de Secundaria
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