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Descanso divino

Enviado por Jesús Castro


Partes: 1, 2, 3

  1. Descanso divino
  2. Proceso cognitivo
  3. Estimulación sensorial
  4. Sensaciones
  5. Percepciones
  6. Distorsiones perceptivas
  7. Trastornos perceptivos
  8. Percepción subliminal
  9. La memoria
  10. La imaginación
  11. Conceptos
  12. Palabras
  13. Comunicación
  14. Comunicación escrita
  15. Las sagradas escrituras
  16. El mensaje sagrado
  17. Las interpretaciones bíblicas
  18. Conclusión

Después de narrar toda la obra creativa efectuada en 6 periodos de tiempo, cada uno de los cuales debió extenderse por miles de años al menos, y tras explicar que el Creador consideró dicha obra sobre la Tierra de calidad excelente, el primer capítulo del Génesis se cierra y da paso al versículo 1 del capítulo 2, el cual apostilla lo antedicho con las siguientes palabras: "Así quedaron terminados los cielos y la tierra y todo su ejército". A continuación, el relato sagrado informa: "Y para el día séptimo Dios vio terminada su obra que había hecho, y procedió a descansar en el día séptimo de toda su obra que había hecho " (Génesis 2: 2).

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Descanso divino.

Génesis 2:2 dice que Dios "procedió a descansar" (hebreo: wai·yisch·bóth) y Génesis 2:3 dice que Dios "ha estado descansando" (hebreo: scha·váth), todo ello con relación al denominado "séptimo día creativo". Según los expertos, "scha·váth" suele traducirse como "descanso o descansar", o bien como "cesar o desistir [de trabajar]". La palabra relacionada "shevita", usada en el hebreo moderno con el significado de "huelga laboral", tiene la misma consideración al referirse, más que a la abstinencia pasiva de trabajo, al acto de no trabajar. El concepto de "cesación activa del trabajo" también es considerado como más coherente con una actividad omnipotente de Dios el "séptimo día" de la creación; es decir, el "descanso divino" fue más bien una cesación activa del trabajo creativo terrestre y no el resultado de algún tipo de "cansancio o falta de fuerzas" procedente del Creador. Esto no podría ser de otra forma, ya que la sagrada escritura no podría contradecirse al afirmar: "¿No has llegado a saber, o no has oído? Jehová, el Creador de las extremidades de la tierra, es un Dios hasta tiempo indefinido. Él no se cansa ni se fatiga. No se puede escudriñar su entendimiento. Está dando poder al cansado; y hace que abunde en plena potencia el que se halla sin energía dinámica. ?Los muchachos se cansan y también se fatigan, y los jóvenes mismos sin falta tropiezan, ?pero los que estén esperando en Jehová recobrarán el poder. Se remontarán con alas como águilas. Correrán, y no se fatigarán; andarán, y no se cansarán" (Isaías 40: 28-31).

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Proceso cognitivo.

Todas las especies animales poseen receptores sensoriales que captan determinados estímulos del medio ambiente, los cuales son transmitidos por el sistema nervioso e interpretados en el cerebro del modo más adecuado para la supervivencia y reproducción del animal, entre otras cosas. También las personas, a través de los órganos sensoriales, entran en contacto con el entorno (el mundo físico y el social), adquiriendo y elaborando información acerca del mismo, es decir, adquiriendo y elaborando conocimientos.

Los conocimientos se adquieren por medio de los procesos cognitivos, que son los procesos relacionados con percibir, atender, memorizar, recordar y pensar y suponen la especial participación de áreas cerebrales que se encargan de organizar e integrar las funciones de otras regiones relativamente más básicas. El acceso a la información nos lo dan los sentidos por medio de las sensaciones, y la interpretación de esas sensaciones en el cerebro constituyen las percepciones. La percepción es el primer proceso cognitivo.

Ahora bien, tanto la sensación como la percepción se caracterizan por estar sometidas a limitaciones espaciales y temporales. Es decir, podemos sentir y percibir los objetos que se hallan en nuestro campo perceptivo y hacerlo mientras estimulan nuestros órganos sensoriales. Sin embargo, existen otras dos formas de superar estas limitaciones espacio-temporales, bien "recuperando" el pasado gracias a la "memoria" o bien "transportándonos" a otros mundos gracias a la "imaginación".

Estimulación sensorial.

Los receptores sensoriales son células nerviosas especializadas que permiten al cerebro entrar en contacto con el medio ambiente externo e interno. Por tanto, son terminales que transforman los estímulos físicos o químicos (luz, sonido, etcétera) en impulsos nerviosos (dendritas de las neuronas aferentes) que llegan al cerebro, donde se procesa la información que transmiten y se desencadena la respuesta del organismo.

Podemos definir el estímulo como la impresión en los terminales nerviosos que efectúan los agentes físicos, químicos, mecánicos, etcétera del medio y que desencadenan una reacción funcional en el organismo (ondas sonoras, reacciones químicas que activan el sentido del gusto, longitudes de onda de la luz captadas por la retina…). Un estímulo es la energía que produce una excitación en un órgano sensorial; por ejemplo, la luz visible en el ojo. Ahora bien, no todos los estímulos que llegan a los sentidos son capaces de provocar sensaciones; por ejemplo, el ojo humano no percibe las radiaciones de rayos X; y lo mismo ocurre con ciertos sonidos muy agudos que sí pueden captar los perros o los murciélagos, pero no los humanos.

Se llama "umbral sensorial mínimo" a la mínima intensidad que se necesita para que un estímulo sea capaz de excitar un receptor sensorial. El "umbral sensorial máximo" es, en cambio, la mayor cantidad de un estímulo que pueden soportar los sentidos; y a partir de dicha cantidad el sentido no percibe nada añadido más, e incluso puede ser lesionado.

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Sensaciones.

Los sentidos corporales, con sus receptores sensoriales, son canales de información que captan los estímulos y los transmiten al cerebro, donde se generan sensaciones. Todo nuestro conocimiento de la realidad, toda la información que poseemos del mundo, comienza con las sensaciones: vemos la luz y los colores; oímos sonidos y ruidos; captamos olores y sabores; cuando nuestra piel entra en contacto con los objetos sentimos calor o frío, dureza o blandura.

Para que exista una sensación (como la visión de un color) son necesarios tanto los estímulos (en este caso, las ondas de luz reflejadas en las superficies) como la recepción de las ondas por los sentidos (conos y bastones de la retina), así como la transmisión por las neuronas correspondientes (nervio óptico) y la transformación en una cualidad sensorial (color) por las áreas sensoriales del cerebro implicadas (corteza visual, en el lóbulo occipital).

Así, pues, entendemos por "sensación" la respuesta cerebral, en forma de acuse de recibo, que tiene un organismo ante la estimulación del medio interno o externo, lo cual implica la recepción y la canalización a través de los órganos sensoriales de los estímulos externos. La sensación es el más elemental y básico de todos los procesos psicológicos, ya que es el procedimiento habitual de entrada por el que los organismos detectan e identifican la estimulación interna (de su cuerpo) y externa (del medio) y les capacita para adaptarse y poder sobrevivir en su ambiente natural fundamentalmente. Es, pues, el principal suministrador de información del organismo y la conexión fundamental con su entorno habitual. Si no existiera esta conexión, por estar los canales cerrados o por no recibir la información necesaria, no sería posible ninguna vida consciente.

Cuando se confecciona un gráfico tridimensional del sistema nervioso humano se obtiene un entramado que cubre como una esponja fibrosa todo el interior y el exterior o superficie del cuerpo, similar a una apretada red colectora formada por filamentos que se van engrosando y fusionando desde fuera hacia dentro, es decir, hacia el interior del organismo. Se trata de un entramado arborescente (ver figura de la página). Dicha red dibuja en relieve todo el contorno del cuerpo, y su diseño ramificado presenta la apariencia de una estructura que absorbe información desde la periferia hacia el centro.

La misión del sistema nervioso es la captación de estímulos procedentes del exterior del cuerpo, aunque también recoge muchos otros estímulos que se dan en el interior del organismo. Asimismo, el sistema nervioso consta de centros de procesamiento de datos en donde se elaboran constructos informativos a partir de los estímulos recibidos. En realidad, la estructura del sistema nervioso es muchísimo más compleja que esto. Sus funciones alcanzan niveles de desarrollo incomprensibles para los analistas neurobiólogos, y posiblemente buena parte de esas funciones jamás se entenderán cabalmente.

Si bien una aproximación al estudio del sistema nervioso puede hacerse desde casi cualquier ángulo de observación, suelen tomarse como referencia inicial los órganos de los sentidos: vista, oído, gusto, olfato, tacto, termocepción (detección de cambios térmicos), nocicepción (detección y localización del dolor), propiocepción y equilibrio (detección automática de posiciones corporales que se acercan o alejan de los parámetros que instintivamente se tienen por correctos). La sensación es la recepción de estímulos mediante los órganos sensoriales o de los sentidos. Éstos transforman las distintas manifestaciones de los estímulos térmicos, químicos o mecánicos del medio ambiente (incluyendo en dicho medio ambiente al propio cuerpo) en impulsos eléctricos y químicos para que viajen al sistema nervioso central, hasta el cerebro, para darle significación y organización a la información así obtenida.

Se puede definir la SENSACIÓN como la impresión que las cosas producen en el cerebro por medio de los sentidos; es decir, es la captación cerebral de los datos que llegan a través de los sentidos corporales. Tomando el símil de una cámara fotográfica, la SENSACIÓN sería el registro en la placa de las señales luminosas que han atravesado el dispositivo compuesto de lentes y diseñado para la captación de la luz; e incluso más allá, la SENSACIÓN equivaldría a la impresión cerebral (en este caso, del fotógrafo) de los datos en bruto recogidos por la placa.

Percepciones.

La percepción es un proceso cognitivo por el que organizamos e interpretamos las sensaciones y captamos conjuntos o formas (gestalt) dotadas de sentido. Es el punto donde la cognición y la realidad se encuentran. Es la actividad cognoscitiva más elemental, a partir de la cual emergen todas las demás. Se trata de un proceso sensocognitivo: captamos la realidad a través de los sentidos y la comprendemos, le damos un significado. Gracias a la percepción, la realidad se presenta como organizada, estructurada, plena de sentido y significado. Sus características son:

– Es un proceso constructivo que depende de las características del estímulo (que activa los órganos de los sentidos) y de la experiencia sociocultural y afectiva del sujeto que percibe. El sujeto utiliza esquemas perceptivos y, al percibir, está condicionado por sus aprendizajes previos y experiencia, su personalidad y su cultura.

– Es un proceso de información-adaptación al ambiente. El objetivo de la percepción es dotar de sentido a la realidad en que vivimos, facilitarnos información sobre el mundo y permitir nuestra adaptación al entorno.

– Es un proceso de selección. Como la información que recibimos es excesiva y los recursos del individuo son limitados, percibimos lo que es relevante para nosotros en cada circunstancia. Esta selección de estímulos, de gran importancia para nuestra adaptación y supervivencia, entre otras cosas, se produce mediante la atención.

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NOTA:

Desde el imperante paradigma evolutivo y materialista de la ciencia humana actual, la realidad se presenta anárquica, azarosa y caótica, siendo el sistema perceptivo animal el que dota de coherencia, organización y sentido a dicha realidad. Así, el "cosmos" griego (mundo o universo ordenado), de la filosofía clásica, es un concepto subjetivo desde el prisma evolutivo-materialista. No obstante, desde el enfoque creacionista se considera que el universo, o la realidad universal, es una obra de ingeniería superlativa producida por la mente del Gran Diseñador; en consecuencia, afirmar que el mundo es anárquico, azaroso y caótico suele ser aberrante para los partidarios de este punto de vista.

Desde la óptica eriseísta se entienden la realidad y el universo como construcciones derivadas de la actividad creativa del Todopoderoso, las cuales escapan a nuestra capacidad perceptiva desde un punto de vista integral ya que sólo podemos percibir una fracción extremadamente pequeña de sus características o propiedades; aunque bien es verdad que nuestro cerebro (de forma individual y colectiva) es capaz de elaborar maneras o métodos (la ciencia humana es un ejemplo) que nos permiten profundizar en los secretos recónditos que dicha realidad nos oculta. Sin embargo, el conocimiento que así obtenemos, y también todo el conocimiento que en general podamos amasar,

no pasa de ser una representación mental más o menos acorde con la realidad inundante. Evidentemente, por ser obra del Gran Diseñador, la realidad universal no podría ser un amasijo de materia y energía carentes de toda cohesión lógica y teleológica (con finalidad o propósito magistral).

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Es permisible pensar que la desbordante complejidad y la inasequible profundidad que para el científico ("liberado" de prejuicios perceptivos) tiene la realidad haga que ésta aparezca ante sus ojos como caótica y desordenada, pero eso no quiere decir que así sea efectivamente. Por ejemplo, tomemos el caso de los números primos; éstos se nos presentan "indomables" desde el punto de vista matemático, puesto que hasta el presente todo indica que es imposible formular una ley que permita obtener un término general analítico que dé cuenta de todo número primo; por consiguiente, dada nuestra finitud operativa, podemos decir que para el ser humano los números primos son "anárquicos o caóticos" (no admiten una regla formativa, es decir, una forma algorítmica compuesta por un número finito de pasos o etapas de cálculo). Ahora bien, cabe preguntarse: ¿Admiten los números primos un algoritmo de infinitos pasos? O, todavía más general: ¿Pueden ser concebidos los números primos como un algoritmo resultante de una relación entre valores numéricos que pertenecen a un conjunto de infinitos elementos, con un orden de infinitud para este último de carácter superior al del conjunto de los números primos? La idea que se pretende transmitir es la siguiente: La apariencia caótica de la realidad puede no serlo realmente (de hecho, no puede serlo, si es que en verdad ha sido diseñada por el Sumo Hacedor); tal vez, como en el caso de los números primos, nuestra finitud algorítmica impida la visión no caótica que nos proporcionaría un algoritmo infinito; pero nuestra mente "finita o limitada" es incapaz de usar algoritmos infinitos, ya que esta capacidad intelectual sólo podría pertenecer a una mente "infinita o ilimitada", a saber, la mente del Todopoderoso (en un próximo artículo consideraremos el tema titulado "El infinito", donde se aclarará más este asunto).

Por otra parte, hemos de tomar en consideración el diseño del sistema sensoperceptivo mismo, configurado para que el animal o la persona humana (o angélica) saque el mejor partido de su interpretación de la realidad, dentro de las limitaciones infranqueables que se deben a la inserción de la criatura en cuestión en el seno de un universo particular (a este respecto, un próximo artículo, titulado "Creador y criaturas", examinará con detenimiento las cuestiones que esto suscita, sus implicaciones y su conciliación con la excelencia creativa).

Así, no es lo mismo un proceso sensorial que un proceso perceptual:

– El proceso sensorial sólo implica la detección y discriminación de la estimulación a través de los órganos de los sentidos.

– El proceso perceptual requiere ya una cierta interpretación por parte del organismo de una o varias sensaciones.

Por ejemplo, imaginemos una persona que tuvo en su infancia un perro Doberman al que tenía cariño. Otra persona fue atacada en su niñez por un perro de esta misma raza. Supongamos que, años después, caminan juntas por la calle y se encuentran con uno de estos perros. La sensación es la misma para las dos (perro Doberman), pero la percepción es muy distinta: a una le despierta sentimientos positivos, mientras que la otra probablemente salga huyendo. En este caso, una sensación común para ambas personas provoca percepciones muy distintas, que se traducen, a su vez, en comportamientos muy diferentes.

La percepción no es un proceso que venga determinado exclusivamente por los mecanismos fisiológicos de los sentidos y el cerebro. Hay muchos otros factores que intervienen y cuya incidencia es tal que se pueden establecer notables variaciones perceptivas para un mismo individuo y entre distintos individuos. Por ejemplo, según las características de los estímulos que condicionan la capacidad perceptiva tenemos que:

Un estímulo de mucha intensidad puede captar nuestra atención y desviarla de lo que estamos haciendo. Así, un ruido fuerte nos desconcentra cuando estamos leyendo en silencio.

La repetición de un mismo estímulo es muy usada en publicidad, sobre todo en radio y televisión.

Los objetos grandes atraerán nuestra atención con mayor probabilidad que los objetos pequeños: de ahí el gran tamaño de algunas vallas publicitarias, o de los anuncios en los periódicos, etcétera.

Nos llama más la atención lo que resulta original y nuevo para nosotros. Por eso, a veces, algunas campañas publicitarias se acompañan de temas que ocasionan polémica.

Los aparatos perceptuales de las diferentes especies vivientes difieren mucho entre sí. Por ejemplo, las personas humanas no pueden oír los sonidos de tono altísimo que los murciélagos pueden registrar, y tampoco tienen un olfato tan desarrollado como los perros. Incluso los miembros de una misma especie difieren en sus percepciones, presentando variaciones en relación a cómo ven los colores o diferencian los tonos y en lo que huelen o gustan.

La experiencia vivencial anterior condiciona enormemente lo que se percibe, puesto que lo que percibe un individuo no es simplemente un conjunto de cualidades sino un objeto o suceso que tiene algún significado para él: percibe nubes como amenaza de tormenta, o la expresión facial del jefe como presagio de un mal día. Este "como" de las percepciones indica el sentido que tiene para el sujeto lo percibido. Incluso cuando apenas es capaz de reconocer un objeto (por ser de noche, por ejemplo), lo percibe siempre "como algo" relacionado de algún modo con elementos familiares: como una sombra, como algo que se mueve, como un susurro, etcétera.

No atendemos a la totalidad de los estímulos que llegan simultáneamente al cerebro. A ciertos objetos les prestamos atención, y a otros no. Si estamos jugando al ajedrez, nuestra atención estará focalizada en el juego y nos pasarán desapercibidos otros estímulos que provengan del lugar donde nos encontremos. Esta atención depende en buena medida de nuestros valores, intereses y motivaciones. En un parque natural, un pintor y un botánico percibirán cosas muy diferentes. También la cultura ejerce un papel fundamental en la percepción; nos hemos acostumbrado a percibir actitudes, valores, etcétera, y este aprendizaje condiciona nuestra perspectiva perceptiva.

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Se han propuesto distintas teorías para explicar los mecanismos de la percepción, siendo las más relevantes las dos siguientes: El asociacionismo y el gestaltismo. El ASOCIACIONISMO PERCEPTIVO es una teoría ligada a la escuela psicológica del Estructuralismo, siendo Wundt su representante más conocido; según esta teoría primero se perciben sensaciones aisladas (manchas de luz y color, cualidades táctiles como la dureza, la tersura, etcétera); con posterioridad, el cerebro asocia estas sensaciones entre sí, mediante una suma de elementos aislados hasta llegar a constituir la percepción global del objeto; La percepción es, pues, como un todo formado de átomos de sensaciones elementales; la percepción de una manzana, por ejemplo, comenzaría con la acumulación de sensaciones (rojo, sabor agridulce, olor frutal, etcétera), y la posterior asociación de todas ellas produciría en nuestra mente la representación del objeto manzana; en el asociacionismo, el sujeto adopta un papel pasivo, puesto que la suma de sensaciones que configuran la percepción se produce mediante leyes fijas y mecánicas.

El GESTALTISMO PERCEPTIVO es una teoría emitida por la escuela de la Gestalt, siendo "gestalt" una palabra alemana que significa "forma". Su concepción de los procesos perceptivos es opuesta al asociacionismo de Wundt. Para los psicólogos de la Gestalt el todo no puede ser entendido por la suma de los elementos que lo componen, sino más bien por su forma o estructura; es decir, percibimos directamente totalidades organizadas (formas o configuraciones). El objeto percibido es el resultado de cómo los elementos se ordenan y se relacionan entre sí y respecto del contexto perceptivo. Estos "todos" estructurados se encuentran organizados según leyes fijas de la percepción. Así, pues, a diferencia de otras escuelas que insistieron en la necesidad del aprendizaje y la experiencia en la percepción, la Gestalt afirmó la existencia de capacidades innatas para percibir las formas. Un ejemplo claro de ello parece ser la percepción auditiva de una melodía, la cual no puede ser identificada simplemente por la captación aislada de notas musicales sino, sobre todo, por la relación armónica y rítmica que los sonidos tienen entre sí cuando un músico la interpreta.

Fueron los gestaltistas los que profundizaron más que otros en el estudio de la percepción y formularon una serie de leyes o principios, sobre todo en el ámbito de los fenómenos visuales, que describen cómo el encéfalo organiza las sensaciones simples en un todo significativo. Éstas son las leyes más importantes: Ley de la relación figura-fondo y Leyes de agrupación de estímulos.

Dividir las impresiones visuales en figura y fondo es fundamental en la organización de las percepciones visuales. La figura posee una forma y contornos definidos y se percibe más próxima al sujeto que el fondo. Por el contrario, el fondo carece de contornos precisos y se percibe menos nítido. No obstante, se puede producir un fenómeno curioso que es la llamada reversibilidad fondo-figura. Existen figuras ambiguas que admiten diversas interpretaciones. Estas figuras muestran que la representación de la realidad está dirigida por el sujeto, al menos en parte: depende de cómo fragmentemos los elementos de la imagen para reconocer una cosa u otra. La distinción figura-fondo atañe a todos nuestros sentidos, no sólo a la visión. Podemos distinguir un solo de violín contra el fondo de la orquesta sinfónica, o el olor de las rosas en una floristería. Con frecuencia, el sistema perceptivo comete errores: a veces vemos cosas que no hay, otras veces necesitamos tiempo para interpretar la imagen representada, e incluso algunas figuras tienen un sentido diferente, según el contexto en que aparecen. Todos estos fenómenos tienen valor para los psicólogos porque los mecanismos de un sistema también se revelan a través de los errores y distorsiones.

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El trabajo de los gestaltistas ha propiciado la formulación de unas "Leyes de agrupación de estímulos", algunas de las cuales rigen el modo como agrupamos los elementos de la información visual que recibimos. Nuestras percepciones tienden, por un lado, a que la forma se organice de tal modo que la figura percibida sea lo más simple posible; por otro lado, tendemos necesariamente a percibir la figura de la forma más definida posible. En síntesis, podemos decir, según la Gestalt, que en la percepción se impone la llamada "buena figura" o "buena forma" sobre algunas otras configuraciones posibles. He aquí algunas de estas leyes:

– Ley de la proximidad: Ante estímulos semejantes, aquéllos que se hallen más próximos entre sí tenderán a percibirse agrupados, formando un todo o figura. El observador no los considera como figura aislada sino como conjunto o agrupación.

– Ley de la continuidad: Es la tendencia a percibir los elementos en formas que producen una continuidad sin interrupciones. Los elementos que se agrupan en líneas rectas o curvas de forma continua tienden a percibirse como una unidad. Los mismos elementos en la misma posición relativa pero no organizados linealmente, no se perciben como una unidad.

– Ley de la semejanza: Ante una variedad de objetos, el principio de semejanza expresa la tendencia a agrupar aquéllos que son parecidos en su forma, tamaño, color o alguna otra propiedad.

– Ley de cierre: Un estímulo abierto o incompleto tiende a ser percibido como si estuviera cerrado o completo. La información es "incompleta", pero suficiente como para poder completar el estímulo (la habilidad del cierre en una persona depende del conocimiento previo pertinente).

– Ley de contraste: La percepción del tamaño de un elemento está influida por la relación que tiene con otros elementos del conjunto. Esta ley (se refiere al tamaño, no a la figura) explica, por ejemplo, la ilusión de Titchener (ver figura de la página anterior).

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Distorsiones perceptivas.

Se producen DISTORSIONES PERCEPTIVAS cuando un estímulo que existe fuera de nosotros y es accesible a los órganos sensoriales, es, a su vez, percibido de un modo distinto al que cabría esperar dadas las características del propio estímulo. Entre las distorsiones perceptivas figuran: las ilusiones ópticas, los trastornos perceptivos y la percepción subliminal.

Las "Ilusiones ópticas" consisten en una interpretación incorrecta de la realidad, debido a una percepción errónea de los datos sensoriales. Por ejemplo, cuando caminamos junto a las vías de un tren y miramos a lo lejos parece que las vías se juntan o cuando una figura vertical nos parece más larga que otra horizontal de la misma longitud. Las ilusiones perceptuales ocurren porque el estímulo contiene señales engañosas que distorsionan el tamaño u orientación de objetos comunes, lo que da lugar a percepciones inexactas o imposibles.

NOTA:

El libro PERSPICACIA PARA COMPRENDER LAS ESCRITURAS, editado en español y otros idiomas por la Sociedad Watchtower Bible And Tract, en 1991, tiene por objeto facilitar la comprensión y el entendimiento de los pasajes de las sagradas escrituras, mediante el aporte de argumentos, datos extrabíblicos, información y razonamientos pertinentes. El tomo 1 de la citada obra, páginas 367-368, expone que la MENTIRA es toda expresión contraria a la verdad. Generalmente implica decir algo falso a alguien que tiene el derecho de saber la verdad, con la intención de engañar o perjudicar a esa persona o a otra. La mentira no tiene por qué ser siempre algo que se dice; también se puede mentir por la manera de actuar, es decir, una persona puede estar viviendo una mentira. El verbo hebreo que transmite la idea de decir lo que no es verídico es " kazáv"… Otro verbo hebreo, "schaqár", significa "obrar o tratar con falsedad", y la forma sustantiva se traduce "mentira; engaño; falsedad". El término hebreo "schaw", que a veces se traduce "falsedad", se refiere básicamente a algo que es inútil, vano, sin valor. El significado primario del verbo hebreo "kajásch" (engañar) es "resultar desilusionador". El término griego "pséudos" y otros de la misma familia están relacionados con la mentira y la falsedad.

El padre u originador de la mentira es Satanás el Diablo. Su mentira, transmitida por medio de una serpiente a Eva, la primera mujer, resultó finalmente en la muerte tanto de ella como de su esposo Adán. Aquella primera mentira nació de un deseo egoísta e incorrecto. Su propósito era desviar el amor y la obediencia de la primera pareja humana hacia el mentiroso, que se hizo pasar por un "ángel de luz" o un benefactor. Todas las demás mentiras maliciosas que se han pronunciado desde entonces han sido también la expresión de un deseo egoísta e incorrecto. Se miente para escapar de un castigo merecido, beneficiarse a expensas de otros o conseguir o mantener ciertas ventajas, recompensas materiales o la alabanza de los hombres.

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Las mentiras religiosas han sido especialmente graves, pues han puesto en peligro la vida futura de los engañados. Jesucristo dijo: "¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque atravesáis mar y tierra seca para hacer un solo prosélito, y cuando éste llega a serlo, lo hacéis merecedor del Gehena (o destrucción eterna) dos veces más que vosotros" (Evangelio según Mateo, 23:15). El cambiar la verdad de Dios por "la mentira" y la falsedad de la idolatría puede hacer que una persona realice prácticas degradantes y viles.

El caso de los líderes religiosos del judaísmo en el tiempo del ministerio terrestre de Jesús muestra lo que puede suceder si se abandona la verdad. Ellos tramaron la ejecución de Jesús. Luego, cuando se le resucitó, sobornaron a los soldados que habían guardado la tumba para que ocultaran la verdad y propagaran una mentira sobre la desaparición del cuerpo de Jesús.

Jehová Dios (el Todopoderoso) no puede mentir y odia una "lengua falsa". La ley que dio a los israelitas exigía que se hiciera compensación por los daños que resultaban del engaño o de la mentira maliciosa. Además, si una persona daba falso testimonio, tenía que recibir el mismo castigo que deseaba infligir a otro por medio de sus mentiras. El punto de vista de Dios en cuanto a la mentira maliciosa que se reflejaba en la Ley (mosaica) no ha cambiado. Los que desean conseguir su aprobación no pueden practicar la mentira. Tampoco pueden vivir una mentira, como en el caso de los que alegan amar a Dios mientras que al mismo tiempo odian a su hermano…

No obstante, la persona que en un momento dado se ve impulsada a decir una mentira no se hace culpable automáticamente de un pecado imperdonable. El caso de Pedro, que negó a Jesús tres veces, ilustra que Dios perdona a la persona que se arrepiente de corazón.

El que en la Biblia se condene claramente la mentira maliciosa no significa que una persona esté obligada a divulgar información verídica a quien no tenga derecho a conocerla. Jesucristo aconsejó: "No deis lo santo a los perros, ni tiréis vuestras perlas delante de los cerdos, para que nunca las huellen bajo los pies, y, volviéndose, os despedacen a vosotros". Por esta razón en ciertas ocasiones Jesús se abstuvo de dar información completa o respuestas directas a ciertas preguntas, pues ese proceder podría haber causado dificultades innecesarias. El comportamiento de Abrahán, Isaac, Rahab y Eliseo al informar erróneamente u ocultar parte de los hechos a quienes no eran adoradores de Jehová tuvo esa misma motivación.

Jehová permite que se produzca una "operación de error" en aquellas personas que prefieren la falsedad, a fin de que "lleguen a creer la mentira" y no las buenas nuevas acerca de Jesucristo. Un ejemplo de este principio es lo que sucedió hace siglos en el caso del rey israelita Acab. Unos profetas mentirosos le aseguraron a Acab que vencería en la batalla contra Ramot-galaad, mientras que Micaya, el profeta de Jehová, predijo calamidad. Como se le reveló en visión a Micaya, Jehová permitió que una criatura celestial actuara como un "espíritu engañoso en la boca de los profetas" de Acab, es decir: esta criatura celestial influyó sobre ellos para que no hablaran la verdad, sino lo que ellos mismos deseaban decir y Acab deseaba oír. Aunque recibió advertencia, Acab prefirió que le engañaran, y eso le costó la vida.

Para muchos moralistas filosóficos la Verdad es la conformidad de las cosas con el concepto que de ellas forma la mente, o la conformidad de lo que se dice con lo que se siente o se piensa; también, juicio o proposición que no se puede negar racionalmente. Sin embargo, la Filosofía, ya tradicional o ya contemporánea, se ha debatido arduamente por precisar el concepto de Verdad y, como consecuencia de ello, se ha empantanado en un galimatías gigantesco de donde no sólo es imposible salir fácilmente, sino que, además, cualquier intentona de aclarar los conceptos parece toparse rápidamente con el indeseable "efecto telaraña" (cuanto más se mueve la presa, más fuertemente queda atrapada). La implicación moral de estos desenvolvimientos deriva naturalmente hacia su aplicación jurídica, puesto que la jurisprudencia recurre a las nociones morales para poder sentar las bases de una hipotética acción punitiva (juicio y sentencia, con absolución o condena). Ahora bien, difícilmente puede llegar el hombre por sí mismo a dar con un acertado esquema de lo que debe entenderse por Verdad y Mentira; y esta limitación perturba grandemente la fiabilidad de los criterios morales y judiciales elaborados bajo la exclusiva luz del intelecto humano.

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Según las sagradas escrituras, las nociones de Verdad y de Mentira se hacen depender de las repercusiones que el mensaje (o la ocultación del mismo) tiene sobre aquél o aquellos individuos afectados por el mismo o sobre los que tienen el derecho de conocerlo desde el punto de vista divino. Y, dado que entra en juego el criterio de Dios, se comprende fácilmente que las personas que desconocen o soslayan dicho criterio se encuentran en una situación oscura fundamental.

Es evidente, desde el prisma eriseísta (el cual asume la existencia del Creador Todopoderoso y también Su interacción con la criatura terrestre), que a Dios no se le puede engañar y que todo intento de mentirle únicamente redunda en perjuicio de la criatura mentirosa, que se autoengaña al suponer que puede ocultar la verdad del Sumo Hacedor con éxito. Sin embargo, todas las criaturas inteligentes que existen (Dios no es una criatura o SER CREADO, sino que es el CREADOR) pueden ser engañadas en mayor o menor medida, dependiendo de su conocimiento de la realidad: una realidad siempre inasequible en su plenitud para todo aquél que no es Dios. En un próximo artículo, titulado "Creador y criaturas", se abundará en este asunto.

Si, como parece ser, el Dios Altísimo es el constructor de la "realidad" y ha colocado a sus criaturas inteligentes (espirituales y materiales) en ciertos "sectores" de dicha realidad, para Él no hay necesidad de representar dicha "realidad" en su mente superlativa. Sin embargo, cualquier criatura inteligente, la cual ha sido insertada en un cierto plano de la realidad, no puede aspirar a nada más allá que el hacerse una representación mental de la realidad; empero no de toda la realidad, sino de la fracción de ésta que le es asequible. En consecuencia, desde el mismo momento en que la criatura accede a una representación mental de la realidad también accede a la posibilidad de ser vulnerada en dicha representación. De hecho, el avance de la ciencia y del conocimiento en general se efectúa por aproximación a la realidad a través del tiempo; es decir, el trabajo del científico, a fin de cuentas, no es más que una ardua tarea para tratar de descubrir elementos que permitan al hombre acortar distancias entre su representación de la realidad y la realidad misma.

Por razón de nuestras limitaciones sensoriales, perceptivas y mentales somos vulnerables a la mentira. El ilusionismo (arte de producir fenómenos que parecen contradecir los hechos naturales) y la prestidigitación (arte o habilidad de hacer juegos de manos y otros trucos que engañan a la mente para la distracción del público) se basan en dichas limitaciones. En sentido peyorativo, las técnicas de ilusionismo se pueden usar para deformar la realidad y abusar egoístamente de las personas engañadas. El peor de los motivos consiste en hacer que los engañados sean inducidos a alejarse del Creador y de sus normas morales, tal como le sucedió a la primera pareja humana en Edén.

Mientras filósofos y pensadores se esfuerzan infructuosamente por esclarecer qué es la Verdad y la Mentira y por tratar de obtener alguna normativa moral y universal al respecto, desde el punto de vista eriseísta se hace claro y patente que el sistema de referencia en cuanto a ello hay que buscarlo en el Creador y en su Santa Palabra (la guía divina), la cual rezuma de la sagrada escritura. Por eso, el concepto de Verdad y Mentira de una persona versada en la sagrada escritura suele diferir bastante del criterio humano y filosófico al respecto. Un ejemplo lo tenemos en el siguiente pasaje histórico y sagrado, del cual se ha hecho mención anteriormente:

Y [el profeta Micaya] pasó a decir [al rey Acab ]: "Por lo tanto, oye la palabra de Jehová: Ciertamente veo a Jehová sentado sobre su trono, y a todo el ejército de los cielos de pie junto a él, a su derecha y a su izquierda.

?Y Jehová procedió a decir: "¿Quién engañará a Acab, para que suba y caiga en Ramot-galaad ?". Y éste empezó a decir así, mientras que aquél decía asá. Finalmente salió un espíritu y se paró delante de Jehová y dijo: "Yo mismo lo engañaré". Ante esto, Jehová le dijo: "¿De qué manera?". ?A esto él dijo: "Saldré, y ciertamente llegaré a ser un espíritu engañoso en la boca de todos sus profetas". De modo que Él dijo: "Lo engañarás, y, lo que es más, saldrás ganador. Sal y hazlo así". ?Y ahora sucede que Jehová ha puesto un espíritu engañoso en la boca de todos estos profetas tuyos; pero Jehová mismo ha hablado calamidad tocante a ti"

(1 Reyes 22: 19-23).

edu.red

Del relato sagrado que acabamos de citar podría desprenderse la errónea conclusión de que el Creador del hombre fomentó la mentira, dado que incitó a sus criaturas inteligentes sobrehumanas a que tendieran una trampa engañosa al rey Acab para que éste cayera muerto en la batalla de Ramot-Galaad. Ése ciertamente podría ser el pensamiento que uno adoptara si se dejara llevar por determinados conceptos filosóficos sobre la Verdad y la Mentira.

Para evitar una mala interpretación del relato sagrado, primeramente tenemos que recordar que el Creador del universo ha colocado a sus criaturas inteligentes en el seno de una realidad previamente construida por Él y de la cual dichas criaturas sólo pueden obtener una representación mental más o menos certera. Por eso, el Sumo Hacedor ha dado una guía para todas sus creaciones inteligentes, tanto angélicas como humanas, al objeto de evitar un mal derrotero en la vida de tales criaturas, tanto en la interacción de éstas entre sí como en la relación de las mismas con su Creador. Permanecer en la guía divina significa orden y paz en el universo, pero contravernir la norma de Dios trae desorden, guerra y muerte.

Dios espera que, en el trato de unos para con otros, sus criaturas inteligentes muestren amor y bondad. Por lo tanto no es el engaño o la mentira intrascendentes lo que está mal, sino el engaño y la mentira maliciosos. Así, por ejemplo, no es malo que uno se divierta en un juego en el que cuenten embustes y mentiras chistosas, siempre y cuando no exista riesgo de perjudicar a alguien. Sin embargo, verdades a medias o chismes verdaderos que tienen la intención de desacreditar, manchar o perjudicar injustamente al prójimo sí son actuaciones punibles desde el punto de vista divino. Ello altera maliciosamente la paz en el medio ambiente e induce a error perceptivo contraproducente a los demás, contrariamente a lo que Dios desea en el interés de sus criaturas.

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