- Introducción
- Jean Jacques Rousseau (1712-1778)
- El Emilio
- La inconsistencia radical en Rousseau
- Conclusión
- Bibliografía
Introducción
Afirma Galeano en su Libro de los Abrazos: "si la contradicción es el pulmón de la historia, la paradoja ha de ser, se me ocurre, el espejo que la historia usa para tomarnos el pelo". Y eso es lo que pasa frecuentemente cuando tratamos de ir más allá de la lógica discursiva en búsqueda de la imagen del autor.
En el caso de nuestro objeto de estudio, Jean Jacques Rousseau y su Emilio o De la Educación, vemos el uso (y abuso) de una constante y fundamental autocontradicción existencial que abarca su vida y que puede minar el desarrollo de sus escritos.
¿Será que entre el ser y el hacer se hunde un pavoroso precipicio incapaz de aunar ambos aspectos? ¿Formará parte de una lógica recurrente entre los seres humanos, especialmente entre aquellos autores con los cuales se ha construido la llamada civilización occidental? ¿O desde la perspectiva del lenguaje lo único que debe importar es la secuencia lógica del discurso narrativo sin tomar en cuenta el contexto de los signos escriturados? ¿Qué validez tendrán palabras escritas racionalmente, con perfecto estilo, ricamente engalanadas pero que no nacen del rigor mismo de la vida del autor? ¿Y de dónde nacieron, entonces?
Veamos lo que nos dice parte de la vida y obra de Rousseau.
Jean Jacques Rousseau (1712-1778)
De nuestro autor podemos establecer dos importantes momentos de su vida. En primer lugar tanto su infancia así como su adolescencia y primera juventud están marcadas por el abandono: su madre falleció apenas un mes después de su nacimiento, su padre le abandonó a los diez años, y al poco tiempo su hermano desapareció un día y jamás regresó. Seguramente, de tan difícil historia familiar podemos conjeturar algunas de las motivaciones que Rousseau tuvo para entender la educación de una perspectiva singular caracterizado por lo inconvencional de sus planteamientos.
Desde los 16 años hasta su muerte Rousseau desarrolló su propia instrucción y vivió de trabajos esporádicos, de la buena fe de las personas, protegido por diversas mujeres que, algunas de ellas, se convirtieron en sus amantes, en especial Mme. Warens con la que pasó de una relación de protectora y discípulo a otra mucho más íntima. Hábil en sus relaciones sociales, supo codearse con lo más graneado del mundo europeo de la época, contactos que normalmente no tuvieron final feliz, por cuanto "sus idealismos acerca de una sociedad mejor, sus bellas frases y sus elucubrados pensamientos, chocaron frontalmente en ocasiones con una conducta bastante vil respecto al prójimo; ejemplos: abandono de un hombre enfermo en la calle, siendo éste su propio maestro de música , Jacques Le Maistre, delación de una criada a la que acusó de robo cuando él era quien lo había cometido, comportamiento por lo demás execrable cuando en la vejez de Mme. De Warens no dudó en devolverle la espalda en su miseria, y lo que es peor todavía, el abandono sistemático de sus cinco hijos en el hospicio apenas nacidos, ya que, según sus estrambóticas ideas, mejor estarían allí que con sus padres…"[1]. Lo más cerca que tuvo de una vida familiar fue su relación por veintitrés años con su criada Thérèse Levasseur, con quien encontró "no una compañera intelectual, si una cómplice en sus manejos experimentales acerca de cómo se puede uno llenar de hijos sin preocuparse por ellos"[2].
Esta realidad marca su inconsistencia radical, un hombre que utilizando correctamente su hacer literario convenció a los que le rodeaban al punto que esa misma sociedad le premió con el reconocimiento público como uno de los grandes artífices de la Ilustración, y del proceso que desencadenó la Revolución Francesa.
¿Cuál es, entonces, la presencia real de Rousseau? ¿Dónde está su verdadera autenticidad? Seguramente en la fragmentación del yo, en ese hilo de la vida formado por muchos hilos… en el juego de la diferencia donde la cultura es siempre escritura en el sentido de que hay una realidad continua precultural que puede ser representada. El yo, en este caso, y siguiendo a Derrida, es contradictorio, no es un yo auténtico pues se trata de una construcción de un yo a partir de una ficción[3]
Con los ojos de la contemporaneidad puede resultar fácil censurar y, aún más, reprobar al autor, como asimismo sostener que su vida le desautoriza para tratar el tema de la educación. Nada más alejado de la realidad pues "la lectura atenta y desprejuiciada de la obra (Emilio) nos lleva a admitir que, independientemente de sus méritos o errores, Rousseau compuso un texto valioso en sí mismo, el cual, con razón, se ha convertido en uno de los clásicos de la pedagogía"[4]. Esta lectura obligatoria en los centros de formación académica no pretendió ser una suerte de recetario o formulación de reglas prácticas en materia educativa, más bien es un conjunto de reflexiones expuestas, de denuncia y crítica en un marco ideal y racional como lo fue el período de la Ilustración.
Sus inquietudes intelectuales lo llevaron a preocuparse de diversos tópicos y no sólo de la educación. Formando parte, pero también valiéndose, del proceso ilustrado fue capaz de rechazar su excesivo racionalismo por producir una lenta pero segura marcha triunfal del materialismo. En sus Confesiones (publicadas después de su muerte) inició el movimiento romántico y de la literatura introspectiva moderna, donde al individuo se redescubre en toda su humanidad (proceso que ya venía acentuándose desde el Renacimiento). Se trata, en síntesis, de bucear el interior de un corazón aparentemente sincero pero que en sí mismo, en sus pausas y silencios, estaba lleno de engaño[5]
Tal vez lo más influyente de sus reflexiones fue una teorización de los efectos de la influencia social sobre los individuos. Sostuvo que a medida que los grupos sociales evolucionan los hombres tienden a corromperse demostrando su egoísmo natural, presentándose a través de una competencia que destruye el sentido comunitario y que se expresa en la trágica divergencia entre la apariencia y la realidad. Este sentimiento lo llevo a expresar su rechazo a la propiedad privada y al capitalismo por cuanto propiedad y competencia por adquiría son la causa originaria de la alienación humana. Para Rousseau "natural significaba originario o precultural. Toda cultura trae problemas, ya que es la asociación del hombre con otros lo que saca a relucir sus propensiones malévolas: como expresa en su Emilio, "El aliento del hombre resulta fatal para sus semejantes". Es así que la propia cultura en la que vivió el hombre, ella misma una construcción en evolución, artificial, dictó al hombre su conducta, y esta conducta se podía mejorar, en realidad transformar completamente, cambiando la cultura y los elementos competitivos que la produjeron, es decir, por medio de una ingeniería social"[6].
Son estas ideas, no todas propias de él, que impregnan en general el pensamiento social moderno, y, en particular, la aparición de la ciencia de la cultura como lo es la Antropología.
Ahora bien, ¿cómo un personaje vanidoso, egoísta y peleador pudo contar con gran número de protectores? En su vida y sus escritos encontramos hechos accidentales, actuaciones instintivas (recordemos que es un superviviente), y también otros absolutamente deliberadas. "Fue el primer intelectual en explotar sistemáticamente el sentimiento de culpa de los privilegiados. Y lo hizo, además, de una forma enteramente nueva, por el uso sistemático de la grosería. Fue el prototipo de esa figura característica de la Edad Moderna, el joven iracundo. Por naturaleza no era antisocial. En realidad desde temprana edad quiso brillar en sociedad. En especial quería las sonrisas de las mujeres de sociedad… C.P. Duclos escribió: "entre los grandes señores hasta aquellos que en realidad no gustan de los intelectuales simulan hacerlo porque está de moda". La mayoría de los escritores así favorecidos buscaron imitar a sus superiores. Al hacer lo contrario, Rousseau se convirtió en invitado mucho más interesante, y por ello deseable, de sus salones; un Salvaje de la Naturaleza u "Oso", como gustaban llamarle, brillante e inteligente en grado sumo. Deliberadamente destacaba el sentimiento en oposición a la convención, el impulso del corazón antes que los buenos modales. "Mis sentimientos", dijo, "son tales que no deben ser disfrazados. Me dispensan de ser cortés". Admitía que era "tosco, desagradable y grosero por principio. No doy dos centavos por vuestros cortesanos. Soy un bárbaro". O de nuevo:"tengo cosas en mi corazón que me absuelven de ser bien educado"[7].
Escritor que aprovechó al máximo su elegante y pulida prosa para rechazar los convencionalismos sociales de su época, incluso el mismo se presentaba (a propósito) descuidadamente vestido, que más tarde ha sido característica fundamental de toda persona que quiera pasar por romántico.
Así, entonces, logró promocionarse en medio de la sociedad francesa de mediados del siglo XVIII: excéntrico, rústico, extremista, autocompasivo, ególatra, insensible, tramposo, aprovechador, pero fundamentalmente ingrato con los que le ayudaron. Su vida adulta transcurrió como si el mundo le debiera algo y eso lo hizo valer en sus relaciones sociales.
La paradoja existencial roussoneana resulta desconcertante por su vida y sus escritos, pero su valer lo encontramos en su profunda capacidad para expresar libremente lo que su ser sentía.
El Emilio
Es una obra que en su original representó cerca de seiscientas páginas y publicada hacia 1761/2. Escrito en un estilo ameno y elegante, por algo Rousseau ha sido considerado un escritor clásico en lengua francesa. Mezcla ficción con la realidad, lleno de notas, comentarios y disgresiones, con dos protagonistas: el profesor (que para algunos autores es el propio Rousseau) y su discípulo (Emilio) con suficientes recursos económicos para que su profesor pueda dedicarle su tiempo.
Tiene cinco capítulos o libros, cada uno cuenta una parte de la vida del alumno, como podemos ver en el siguiente resumen:
El Libro I se refiere a la época de Emilio en que aún no habla, la infancia (in-fans = el que no habla) y ese sentimiento de seguir a la naturaleza (idea que se mantiene a través de toda su obra).
En este capítulo encontramos tres tipos de educación[8]la de la naturaleza (determinada por el nacimiento y que corresponde a nuestro crecimiento psicofísico), la educación de los hombres (o lo que aprendemos de los mayores y es el tradicional campo del maestro cuyo éxito depende de la relación que capaz de establecer con su discípulo), y la educación de las cosas (la experiencia y contacto con los objetos que nos rodean, sujeta en cierta medida al azar).
Lo que propone Rousseau es una educación para la vida, que el niño se convierta en un hombre dueño de si mismo, donde la verdadera nodriza debe ser la madre y el verdadero profesor deber ser el padre.
El Libro II se dedica s describir lo que sucede con el niño desde que habla hasta los doce años. Donde el profesor anima al niño a dominar su cuerpo a través de los juegos, y los principios calóricos deben comprenderse más con ejemplos que con la imposición de normas. Estas sólo se dan en la medida que el chico las descubre y solicita su explicación.
Tiempo de educación sin libros pues es la época del juego, sin embargo se pueden establecer principios básicos de lectura y escritura.
El tema del tercer Libro es la adolescencia, de los doce a los quince años, donde no sólo se actúa por necesidad sino que se debe descubrir los principios de la propia utilidad con la elección de un oficio (en el caso de Emilio es la carpintería), apoyado por principios teóricos y elementos intelectuales que permiten descubrir el mundo real (especialmente las injusticias sociales) y a la vez conocer la satisfacción de hacer cosas con sus propias manos.
La lectura de un libro marca el inicio de la lectura formal en este caso es el Robinson Crusoe de Daniel Defoe, fundamental desde la perspectiva de la aplicación del sentido de utilidad.
De los quince a los veinte años trata el Libro IV, que Rousseau describe como la plenitud de la adolescencia. Es el más extenso y a la vez el mejor tratado por los investigadores. Trata del despertar de las pasiones y de la razón. Época especial para tratar el tema de la historia, el pasado humano y los elementos necesarios para juzgarlos. También, según Rousseau, es un buen momento para analizar los temas religiosos, desde una perspectiva racional, como forma para evitar que Emilio (o los futuros Emilios) se conviertan en ateos o intolerantes.
Es un momento que se pasa de la utilidad a la enseñanza por la razón. Emilio puede leer lo que se le ocurra, puede juzgar los libros con absoluta propiedad y cuenta con principios de estética por lo que también está en condiciones de apreciar el mundo que le rodea.
El Libro V marca el inicio de la vida adulta, de los veinte a los veinticinco años. Época marcada por el descubrimiento del amor de pareja, que en este caso es Sophie. El tema central es la educación de la compañera, de menor formación intelectual pues ella está destinada a la casa para servir al marido y a los hijos.
Pero no todo termina allí, Rousseau y Emilio se embarcan en un viaje por Europa por dos años, viaje que le permite descubrir el mundo y en el que se encuentran los fundamentos de la teoría política roussoneana (descritas en El Contrato Social), así la última parte de la educación de Emilio es su educación política. Al final de este período Emilio vuelve para casarse con Sophie y con su profesor se convierte en amigo permanente.
Ahora bien, ¿cuál es el valor del Emilio de Rousseau?, considerar, al igual que Aristóteles, a la educación como un particular camino para formar ciudadanos libres, defensores de sus derechos y articuladores del nuevo mundo que se va creando. Por lo tanto es un crítico de los sistemas educativos que hasta ese momento se estaban desarrollando. Se trata de formar hombres nuevos para una sociedad nueva.
Seguramente el gran aporte radica en la conceptualización del valor de la niñez, sujeto distinto al adulto, con valores distintos, códigos propios, evolución propia, intereses, habilidades, necesidades y capacidades distintivas lo que le permite evidenciar una realidad propia.
"Con Emilio Rousseau establece tres postulados que deben guiar a la acción educativa:
Considerar los intereses y capacidades del niño.
Estimular en el niño el deseo de aprender.
Analizar que y cuando debe enseñarse al niño en función de su etapa de desarrollo.
El pensamiento de Rousseau contenido en Emilio intenta socavar la educación tradicional que en esos tiempos predominaba, una educación en la que al niño: "le acostumbráis a que siempre se deje guiar, a que no sea otra cosa más que una máquina en manos ajenas. Queréis que sea dócil cuando es pequeño y eso es querer que sea crédulo y embaucado cuando sea mayor". Y este tipo de educación no tenía cabida en el nuevo mundo que se estaba forjando, con ciudadanos libres en ascenso"[9].
La inconsistencia radical en Rousseau
Esta se instala como mediadora entre la vida real y lo que escribe Rousseau. ¿En qué consiste? La inconsistencia radical es una amenaza permanente a la propia identidad de las personas que con diversos grados de profundidad se va instalando en su personalidad repercutiendo en las diversas esferas de la vida. Es una suerte de desperfilamiento y distorsiones que surgen por la historia dolorosa y las potenciales heridas derivadas de ella. Más específicamente, en el desarrollo personal y camino espiritual que realizamos, vamos encontrando señales, síntomas de una trizadura en la vasija de barro que constituye nuestra propia humanidad, y que seguramente marcaron la contradictoria existencia de Rousseau.
Según John Powell, sacerdote y psicólogo jesuita[10]para caminar felices por la vida necesitamos tener satisfechas cinco necesidades. Si alguna de estas empieza a quedar no satisfecha se enciende en nuestro interior una suerte de luz roja que nos hace actuar distorsionadamente. Veámoslo en el siguiente cuadro:
NECESIDADES | SENTIMIENTOS QUE INDICAN CARENCIA |
NECESIDAD DE AUTOVALORACION | VERGÜENZA, RABIA |
NECESIDAD DE AMAR Y SER AMADO | TRISTEZA, SOLEDAD |
NECESIDAD DE PERTENENCIA | MIEDO |
NECESIDAD DE AUTOMÍA | RABIA CON LOS OTROS |
NECESIDAD DE SENTIDO Y FECUNDIDAD | FRUSTRACIÓN, DISGUSTO, DESMOTIVACIÓN |
Con estos elementos, estamos en condiciones de preguntarnos en relación a Rousseau: ¿cuáles de los sentimientos señalados son los que más dominaron su vida? La respuesta a esta pregunta nos pone en la pista de la que con cierta probabilidad, fue su inconsistencia radical. Ella tiene que ver con la necesidad que más fácilmente Rousseau se vio desprovisto que como ya hemos visto no fueron pocas: el abandono, la falta de amor, de ser aceptado, de pertenencia, autonomía y de sentido marcaron toda su vida.
Esta presencia de necesidad convertida en carencia llevó a nuestro protagonista a satisfacerla más con compensaciones que con valores sólidos. Así entonces:
Ante la falta de autovaloración la suplió con palabras elegantes, ideas novedosas y relaciones ventajosas.
Ante la falta de ser amado llamó la atención sobre si mismo.
La necesidad de pertenencia lo llevó a practicar diversas estratagemas para ser admitido en el núcleo social como lo fue la adulación y también la grosería.
La autonomía la compensó con la práctica de una total independencia, en el actuar, en el escribir y en el decir.
Y la necesidad de sentido la compensó con el sinsentido entre su vivir y su decir.
Volvamos a la inconsistencia. Ella es como una trizadura en una pared, por la que sutilmente comienza a insinuarse una hierba venenosa, de alguna manera correlativa con dicha inconsistencia y, sobre todo, con las formas compensatorias que utilizamos. Por ejemplo, si la inconsistencia se generó en la necesidad de autovaloración, que compensó dándose aires de superioridad al compararse con los demás, es probable que fueran expresiones de orgullo y/o envidia las que dominaron su ser. Si la inconsistencia se originó en la dificultad de vivir el amar y ser amado, lo compensó con enganches afectivos a través de las diversas amantes que tuvo. Si la inconsistencia se originó en dificultades de pertenencia, puede que buscando seguridad al calmar sus ansiedades llegase a diversas formas de avaricia. Y la inconsistencia de la autonomía, compensada con rebeldías gritadas, le llevó a la ira violenta demostrada en una vida marcada por la violencia verbal.
Fueron muchas las formas de compensación y las formas de acción que pudieron desarrollarse a partir de ellas, fue un límite fruto de una historia nefasta y dolorosa de la que Rousseau no fue nada más que una víctima.
Conclusión
Una eficiente conclusión debe ser una concentración de ideas a partir de la dispersión de ellas. En este caso vida y parte de la obra escrita de Jean Jacques Rousseau demuestran que de una u otra forma la autoría debe ser considerada al analizar lo escriturado. Una es producto de la otra ya sea por acción o reacción.
No cabe duda que se crece por las palabras. Todas las palabras nos dan vida, por lo tanto son fundamentales en el desarrollo de la existencia, de allí la importancia de lo escrito por Rousseau más allá de su propia historia, y más allá si lo realizó honesta o circunstancialmente.
Al final de este trabajo, ¿con qué actitud podemos acoger lo escrito por Rousseau?
dejándonos que nos traspase como espada de doble filo para que cale hondo como expresión de un deber ser y,
dándole la categoría de acción renovadora y liberadora para las nuevas generaciones como un discurso narrativo de permanente vigencia.
Bibliografía
– CARDONA, Estrella. JEAN – JACQUES ROUSSEAU, en http://www.ccgediciones.com
– DIEZ DE LA CORTINA MONTEMAYOR, Elena. SEMBLANZA FILOSÓFICA. En http://cibernous.com
– JOHNSON, Paul. INTELECTUALES. Buenos Aires. Javier Vergara Editor, S.A. 1990
– MORALES ARDAYA, Francisco. SOBRE EL EMILIO DE ROUSSEAU. En Acción Pedagógica, v.11, n° 11, 2002. Universidad de los Andes, Venezuela.
– POWELL, John. PLENAMENTE HUMANO, PLENAMENTE VIVO. Barcelona. Editorial Sal Terrae. 1997.
– ROUSSEAU, Jean Jacques. EMILIO o de la Educación. México, Editorial Porrúa, S.A. 2002
– USHER, Rubin, y Richard EDWARDS. POSTMODERNISM AND EDUCATION. Routledge, London, N.Y.1994, en http://www.cobussen.com
Autor:
José Carrera Núñez
Valparaíso, 2010
[1] CARDONA, Estrella. JEAN – JACQUES ROUSSEAU, en http://www.ccgediciones.com
[2] Ibidem
[3] USHER, Rubin, y Richard EDWARDS. POSTMODERNISM AND EDUCATION. Routledge, London, N.Y.1994, en http://www.cobussen.com
[4] MORALES ARDAYA, Francisco. SOBRE EL EMILIO DE ROUSSEAU. En Acción Pedagógica, v.11, n° 11, 2002. Universidad de los Andes, Venezuela.
[5] JOHNSON, Paul. INTELECTUALES. Buenos Aires. Javier Vergara Editor, S.A. 1990
[6] Ibidem
[7] Ibidem
[8] Sigo a Francisco MORALES ARDAYA, Op. Cit.
[9] DIEZ DE LA CORTINA MONTEMAYOR, Elena. SEMBLANZA FILOSÓFICA. En http://cibernous.com
[10] POWELL, John. PLENAMENTE HUMANO, PLENAMENTE VIVO. Barcelona. Editorial Sal Terrae. 1997.