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Vida y obra de Don José Francisco de San Martín (página 2)

Enviado por Pablo Britte


Partes: 1, 2

Con su deseo de adquirir experiencia y notoriedad perteneció a diferentes grupos de armas durante su permanencia en la península. Fue infante ligero en el regimiento de Campomayor, comandante de caballería en el regimiento "Dragones de Numancia". Trece meses permaneció, por los años de 1798, a bordo de la fragata "Dorotea", y en ella tuvo un encuentro sangriento con el navío inglés "León" el 15 de julio de aquel mismo año. Tuvo por generales a los mejores de España al comenzar el siglo. Se halló en Bailén el 19 de julio de 1808, mereciendo una mención honrosa por su actuación destacada como ayudante del general Coupigny. Esta victoria fue la primera derrota importante de las tropas de Napoleón, y permitió al ejército de Andalucía recuperar Madrid. En premio por su actuación, San Martín recibió el grado de teniente coronel y una condecoración con una medalla de oro. Luego, el 15 de mayo de 1811, en la batalla de Albufera, por su notable conducta y el brío de su sable, alcanza el grado de comandante efectivo.

El pundonor, el amor patrio, todos los sentimientos dignos que se levantan alrededor de un gran propósito, se exaltaron naturalmente en el americano que llevaba sangre castellana en las venas. Si los franceses eran usurpadores en España, los españoles habían llegado a serlo también en América, y por consiguiente el sentimiento de la independencia adquiría en el corazón de San Martín una fuerza doble al recuerdo de la esclavitud de su patria. De esta manera, cuando se decidió a regresar a América era un militar aguerrido y lleno de experiencia.

Conoció, en unas de sus campañas, a Lord Macduff, un noble escocés que lo introdujo a las logias secretas que conspiraban para conseguir la independencia de América del Sur. En 1811 renunció a su carrera militar en España. Por intermedio de Lord Macduff obtuvo un pasaporte para viajar a Inglaterra, partiendo el 14 de septiembre de ese año para residir en el distrito de Westminster, en Londres. Allí se encontró con compatriotas de la América española. Fue allí que hizo contacto por primera vez con círculos de liberales y revolucionarios, venezolanos y argentinos devotos ardientes de la causa de la emancipación.

Actuación en el Río de la Plata

Estableció con ellos una sociedad secreta para servir con todo género de elementos a aquel generoso y patriótico objeto. Las personas a quienes iba recomendado pusieron empeño en facilitarle medios de trasporte, hasta que logró embarcarse acompañado de Carlos de Alvaer y de Matías Zapiola, a bordo de la fragata "Jorge Cánning", en un día de enero del año 1812.

Al llegar a Bs.As., el 9 de marzo, el gobierno encomendó inmediatamente a San Martín la creación de un cuerpo de caballería, y el 7 de diciembre, San Martín es nombrado Coronel del Regimiento de "Granaderos a Caballos". Esta falange de bravos, formada bajo la más acertada disciplina, tuvo por destino el pasearse victoriosa por la mitad de América, llevando por todas partes la victoria y la honra del nombre argentino.

Ayudado eficazmente por Alvear estableció en Bs.As. la famosa "Logia de Lautaro", sociedad secreta similar a la que en Venezuela tenía como miembros a Francisco de Miranda, Simón Bolívar y Andrés Bello. Su objetivo era "trabajar con sistema y plan en la independencia de la América y su felicidad". Sus miembros principales, además de San Martín y Alvear, eran José Matías Zapiola, Bernardo Monteagudo y Juan Martín de Pueyrredón.

El 12 de noviembre de 1812, a los 34 años, contrajo matrimonio con María de los Remedios de Escalada, de 14 años, mujer joven y bella, que pertenecía a una de las distinguidas familias del país.

Combate de San Lorenzo

Los marinos españoles dueños del puerto de Montevideo, afligían a nuestras poblaciones del litoral con ataques inesperados. La primera acción militar de San Martín estuvo dirigida a frenar estas incursiones de los realistas en las costas del río Paraná, principal afluente del Río de la Plata y vía de comunicación estratégica para la región.

San Martín se instaló con sus tropas en el convento franciscano de San Carlos, punto propicio de la ciudad de San Lorenzo situado por su elevación, desde el cual San Martín vigilaba los movimientos de su enemigo analizando el momento apropiado para dar la voz a sus granaderos. Eran las cinco de la mañana del 3 de febrero de 1813, los 250 infantes desembarcados en el puerto se dirigían hacia el convento y estando a casi cien metros son sorprendidos por dos divisiones de jinetes de sesenta granaderos cada una.

Durante el desarrollo de la acción de San Lorenzo, donde tuvieron su bautismote sangre los "Granaderos a Caballo", el caballo que montaba el coronel San Martín, cae herido de muerte arrastrando en su caída a su jinete e imposibilitándolo incorporarse. Casi fue ultimado por un realista, salvándole la vida tras una rápida intervención un soldado raso que antepuso su cuerpo, tal soldado (Juan Bautista Cabral) fue el que recibió el bayonetazo, al mismo tiempo el granadero Baigorria da muerte con su lanza al agresor. Tras esto San Martín ascendió al correntino post mortem, con lo que es actualmente conocido como el sargento Cabral. Estos valientes soldados cayeron sobre el enemigo con una intrepidez irresistible y con sable en mano. Tal fue su firmeza, que pronto los realistas se vieron obligados a replegarse en fuga hacia la barrancas abandonando sus armas, cañones y estandartes. La flota enemiga retornó derrotada a Montevideo y nunca más volvió a incursionar por el Paraná.

La nueva victoria de San Lorenzo vino a completar en Bs.As. la confianza en la situación y a robustecer el espíritu público como una demostración práctica de nuestra superioridad en el poder de las armas sobre el enemigo, que se aunaba a las fuerzas morales del país.

Ejército del Norte y gobernación de Cuyo

Desde la jornada de San Lorenzo, San Martín pasó de ser un militar valiente para tomar lugar en el catálogo de los hombres prestigios del siglo.

Bajo el peso de dos derrotas y una seria enfermedad contraída por las fatigas de campañas penosas, el virtuoso general Belgrano que mandaba en jefe el ejército del Perú, comenzó a perder el apoyo de parte del apoyo popular. Debido a esto, había solicitado al Gobierno su relevo, fundándose más en razones de conveniencia pública que en su situación personal. En consecuencia de este paso de Belgrano, el Gobierno nombra para subrogarle en el mando, un 18 de enero de 1814, al coronel de Granaderos a Caballos D. José de San Martín. El 30 de ese mes, asume el cargo de Mayor General del Ejército Auxiliar del Perú y decide modificar las viejas tácticas de combate, y levantó el espíritu marcial de los oficiales. Para reorganizar el ejército deshecho por las anteriores derrotas, San Martín pidió contingentes de reclutas a todas las provincias argentinas, especialmente a la de Santiago del Estero; fundó una Academia Militar, a la que asistía personalmente, para instrucción de jefes y subalternos; y también, logró reunir bajo la bandera de aquel ejército que encontró reducido a 1800 hombres, el número de tres mil.

Luego, creo un campo atrincherado en las inmediaciones de Tucumán, que se hizo célebre por las hazañas argentinas, bajo el nombre de "Ciudadela de Tucumán". Éste campo no era sólo para apoyo y punto de reunión del ejército en caso de un contraste, sino para facilitar su pronta organización, dando ocupación a los reclutas, cortando cualquier tentativa de deserción, y adiestrando a la oficialidad en las obras de defensa.

Al poco tiempo de encontrarse San Martín en Tucumán, llegó a la conclusión de que era imposible llegar por el camino del Alto Perú hasta Lima, que en ese momento era el centro del poder realista. Ya que le faltaba la fuerza material para ahuyentar a los enemigos, recurrió a una sorprendente estrategia. Por medio de combinaciones ingeniosas y pudiendo confiar la defensa del norte a algunos valientes comandantes de milicias (entre los cuales se destacó por su constancia y destreza de guerrillero D. Martín Güemes, caudillo de los paisanos de la provincia de Salta), logró persuadir al enemigo de que las avanzadas de caballería al mando de Güemes, eran la vanguardia de un ejército considerable que maniobraba más allá de Salta.

San Martín estaba convencido que el centro del poder español debía ser atacado por un camino más corto e inesperado para el enemigo. Tras largo tiempo meditando sobre la ineficiencia de hecho pasados y en como encontrar la solución a este gran problema militar de la revolución, llegó a concebir el plan que constituye su mayor gloria: cruzar la Cordillera de los Andes y atacar la ciudad de Lima desde el Pacífico. Para ponerse en marcha primero dejó brevemente el mando del ejército al general Francisco Cruz, retirándose a la provincia de Córdoba. Desde allí mantuvo conversaciones con unos amigos residentes en Bs.As. y movido por las instancias de ellos, el director supremo Posadas nombra un 10de agosto de 1814 a San Martín Gobernador Intendente de la provincia de Cuyo (que comprendía entonces los territorios de Mendoza, San Juan y San Luís). Una vez conseguido esto, se ultimaron ciertos detalles y comenzaron los preparativos para la campaña al Perú.

La situación de la revolución de Chile no era muy favorable y se hallaba en la víspera de grandes fatalidades. Luego del desastre de Rancagua, en el que Chile perdió su independencia, comenzaron a llegar a Cuyo los jefes derrotados, los soldados dispersos y familias que buscaban seguridad, gentilmente recibidos con mil mulas y abundantes víveres. Entre los patriotas chilenos y a la cabeza de las dos parcialidades en que se dividían, estaban dos hombres importantes y rivales, O´Higgins y Carrera. San Martín debía optar por uno de ellos y acordó rápidamente su confianza y amistad al primero de los ilustres chilenos (cuyos valores, virtudes y propósitos maduros le simpatizaron más); Carrera fue arrestado y luego expulsado de Mendoza.

Mientras un ejército improvisado estaba a espera de un momento propicio para iniciar la campaña, se creaba otro para resguardar contra los realistas los desfiladeros de la cordillera y mantenerse a la defensiva. Asegurado así contra las consecuencias de un ataque imprevisto, San Martín se propuso ganar tiempo distrayendo mañosamente la atención de los principales jefes realistas, Osorio y Pezuela. Estableciendo simulados acuerdos y haciendo circular falsos rumores de que la ciudad de Cuyo acababa de ser invadida y tomada por tropas realistas, logró que estos importantes dirigentes y el virrey de Lima permanecieran inactivos y aquietados mientras se reorganizaba la campaña para librar primeramente Chile y luego continuar hasta el Alto Perú.

A pesar de la oposición del nuevo director supremo, Carlos María de Alvear, a quien había conocido en Cádiz y que lo había acompañado hasta entonces, se dedicó a organizar el Ejército de los Andes. Reunió en un solo ejército a los refugiados chilenos, a las milicias locales de Cuyo, gran cantidad de voluntarios de su provincia, y varios oficiales del Ejército del Norte. También pidió y obtuvo que los batallones del Regimiento de Granaderos a Caballo, desperdigados en varios destinos, le fueran enviados a Cuyo. También recibió gran apoyo por parte de los ciudadanos, quienes acudieron a las necesidades del ejército con su dinero, caballerías, y demás productos agrícolas. Mientras los elementos materiales se acumulaban y se les daba distribución, San Martín estudiaba su próxima campaña, examinando el terreno y tratando de averiguar todos los secretos de la situación del país. También crecían los elementos de fuerza, que por entonces se acrecentaron con 600 plazas del Regimiento de Negros.

A fines de febrero de 1816, San Martín creyó que ya era tiempo de comunicar francamente su pensamiento al gobierno de las Provincias Unidas (al cual se le proporcionaban datos inversos a la realidad sobre lo que sucedía ciertamente en Mendoza). Con este objeto con el de solicitar mayores recursos, despachó a Buenos Aires un enviado especial. El gobierno general al hallarse rodeado de dificultades, escuchó benévolamente al representante del gobierno de Cuyo, y le acordó una fuerte suma de dinero para el equipo de la expedición. Poco después, Balcarce que gobernó interinamente el Estado, remitió a Mendoza armamentos, municiones, artillería de campaña y muchos otros artículos de guerra.

El 23 de agosto de 1816 nació en Mendoza su única hija, Mercedes Tomasa, quien lo acompañaría en el exilio

El Congreso instalado en Tucumán el 24 de marzo de 1816, había nombrado al general Pueyrredón, que era uno de sus miembros, Director Supremo del Estado. Al dirigirse a la Capital a ocupar su puesto debía pasar por Córdoba y allí se encontró con San Martín (quien supo entenderse siempre con los hombre de mérito) para inclinarse a favor de su gran pensamiento. La entrevista tuvo un perfecto acuerdo de miras, por ejemplo, el Gobierno de Bs.As. contribuyó mensualmente con 20 mil pesos fuertes para el mantenimiento y equipo del ejército que se creaba en Mendoza, y luego le nombró a San Martín las facultades de Capitán General de Provincia con tratamiento Excelentísimo.

De regreso a su gobernación, redobló su actividad y aprestos, comenzando por engrosar las filas de sus soldados con esclavos puestos en libertad. San Martín halló un hábil ingeniero de campaña entre los jóvenes capitanes de artillería a quien encargó el reconocimiento facultativo del camino de la cordillera. Mientras tanto, dividió San Martín el ejército en tres cuerpos principales, de los cuales él se reservó el mando de la reserva confiando al mayor general M. Estanislao Soler la vanguardia y le centro al general O´Higgins. Zapiola, Cramer, Las Heras, Alvarado, Plaza, etc., eran los principales entre los valientes que lo acompañaban. La infantería montaba al número de tres mil hombres, la caballería regular a 600 granaderos, la artillería compuesta de diez cañones de a seis, de dos obuses y de cuatro piezas de montaña, la servían 300 hombres. 1200 milicianos montados y algunos hombres destinados a conducir los víveres y forrajes y a despejar el camino, aumentaban el número de estas fuerzas hasta componer un ejército de cinco mil y tantos soldados de las tres armas.

Cruce de los Andes y Expedición Libertadora a Chile

Los Andes Argentinos con desfiladeros, cumbres elevadas, abismos y valles angostos con fuertes torrentes constituyen para el viajero no más que peligros. El 12 de enero de 1817 las tropas se adentraron en la cordillera iniciando el Cruce de los Andes. El Ejército se dividió en seis columnas: cuatro secundarias, cuyo objetivo era distraer a las fuerzas enemigas y provocar movimientos favorables a la Revolución en zonas alejadas de la capital. Las dos columnas principales, que concentraban el grueso del Ejército, eran comandadas por el capitán general San Martín. Para acometer contra las tropas realistas asentadas en el actual territorio chileno, la primera debía atravesar la Cordillera por el paso de Los Patos, al mando del general O'Higgins. La segunda columna estaba bajo el mando del general Las Heras, y debía marchar por el paso de Uspallata (actual Paso de la Cumbre), conduciendo todo el parque y la artillería, cuyo transporte era considerado imposible por el camino más escabroso de Los Patos.

Las dos debían reunirse en el valle del Aconcagua, mientras que efectivos menores dispersaban las fuerzas enemigas, induciéndolas a engaño respecto del avance de la agrupación principal. Después de caminar 18 días más de ochenta leguas, comenzaron aquellos bravos a descender las primeras pendientes occidentales, y el 4 de febrero de 1817, reunidas a la vanguardia de las dos divisiones invasoras comenzaron a batallar al enemigo.

Ante las noticias del avance del jefe realista, Coronel Rafael Maroto, hacia las casas de Chacabuco, San Martín ordenó el avance divididos en dos cuerpos; uno a las órdenes de Soler y el otro a las de O´Higgins, y el 12 de febrero se libró la Batalla de Chacabuco. El Ejército de Los Andes obtuvo la victoria sobre los realistas, y hubo 500 muertos y 600 prisioneros. Los patriotas tuvieron que lamentar sólo 12 bajas.

El 15 de febrero se convocó a un Cabildo Abierto que propuso unánimemente a San Martín como Director Supremo de la naciente república, pero éste era demasiado patriota y discreto para aceptar semejante posición en un país que no era de su nacimiento. Dos días después el cabildo nombra finalmente a O'Higgins como director supremo, designación que San Martín avaló. En obra de pocos días, O'Higgins tomó una serie de medidas para el nuevo gobierno chileno y junto con San Martín, a quien lo nombraron general en jefe del ejército de Chile, comenzaron a reorganizar las filas de soldados para continuar con su gran misión libertadora hacia Perú. Nuevamente la intervención del Director Supremo Pueyrredón era indispensable para la campaña. El cabildo de Santiago había puesto a su disposición una importante suma de dinero en muestra de agradecimiento acompañando este obsequio con palabras sentidas y sinceras. El honorable general se negó a aceptar la dadiva, suplicando al Cabildo que invirtiera la cantidad a la formación de una biblioteca pública en Santiago fundándose en que la educación es primordial para el progreso de los pueblos.

Desastre de Cancha Rayada

A su regreso ordenó a sus hombres replegarse hacia el norte, reuniendo unos 8.000 hombres en las afueras de Talca. Al caer la noche del 18 de marzo de 1818, el ejército aliado acampó en dos líneas paralelas dispuesto a pasar la noche. El general y libertador argentino José de San Martín viendo su posición muy comprometida, decidió cambiar de posición antes del amanecer, pero a iniciativa del general José Ordóñez, los realistas decidieron atacar cuanto antes. Allí se produjo el 19 de marzo de 1818 la batalla o sorpresa de Cancha Rayada, donde el ejército unido bajo las órdenes de San Martín fue derrotado cuando realizaba una maniobra nocturna para evitar el inminente ataque.

En la oscuridad se generó una gran confusión, ya que tanto realistas como patriotas equivocaron sus posiciones, aquéllos por desconocer el traslado de tropas ordenado por San Martín, éstos por no haberlo completado. Por el contrario, si la acción se hubiera llevado a cabo a la luz del día o a la claridad de la luna, el ejército realista habría sido ampliamente superado. Recobrando la calma comenzó a tomar disposiciones para salvar el ejército ordenando la retirada hacia el norte, y la división a cargo de Las Heras emprendió rápidamente la retirada hacia el mismo rumbo logrando encolumnar y salvar sus efectivos y su parque de artillería, teniendo 120 bajas. Los españoles perdieron 300 hombres, pero quedaron dueños del campo y capturaron el parque, fusiles y 26 cañones (lo que levantó mucho la moral de sus tropas). Días después, pasando revista, San Martín dio gracias a los jefes y oficiales por su loable conducta en la retirada, con lo cual se alentó el ánimo de aquellos buenos soldados.

Batalla de Maipú

Pero San Martín no se dio por vencido, y pronto estaba listo para luchar nuevamente, especialmente gracias a fray Luís Beltrán, que fabricó decenas de miles de balas en pocos días. El 1º de abril, revistando el ejército pudo atestiguarse que constaba con 4.000 hombres bien armados y equipados, y completamente restablecidos de la impresión moral de aquella infortunada noche. El 5 de abril, ambos ejércitos se vuelven a enfrentar en la batalla de Maipú. La primera operación la realizó San Martín ordenando a la artillería que cañoneasen al enemigo; y luego, mientras los proyectiles impactaban en las posiciones españolas, inició la marcha llevando las columnas patriotas el arma en brazo, para atacar a los realistas alineados en la parte alta de una lomada. Osorio impulsó sus fuerzas por la derecha, pero la izquierda cedió por completo. Los escuadrones de dragones del enemigo que se atrevieron a descender fueron cargados por lo granaderos a caballo, a los inmediatos mandos del coronel Zapiola, y puestos en fuga vergonzosa, retrocediendo en desorden.

El adversario dejaba en el campo de batalla alrededor de 1500 cadáveres, cerca de 2.000 prisioneros, todo su armamento y material de guerra. El general O'Higgins, herido durante la batalla, se acercó sin embargo montado en su caballo para abrazar a San Martín. La victoria de Maipú pasa a la historia como una gran batalla a partir de una maniobra extraordinaria, y con ella se obtiene definitivamente la victoria sobre las tropas realistas asegurando finalmente la independencia de Chile.

Expedición Libertadora del Perú

Luego de la emancipación chilena, el general San Martín no quiso descansar un momento de sus fatigas. Para él, la victoria del 5, no era sino un paso adelante en la trayectoria que se había trazado muy de antemano, y cuyo término era el Perú, centro de los recursos y del poder de los españoles.

San Martín debía organizar una expedición considerable, transportada en numerosas embarcaciones, y darla por apoyo una marina de guerra capaz de secundar las operaciones terrestres sobre el vasto litoral peruano. Este plan era demasiado grande, costoso y arriesgado, para que no tuviera participación en él el gobierno de las Provincias Unidas, del cual obtuvo 200.000 pesos y mayor cantidad de provisiones. También, junto con el gobierno chileno, combinaron las operaciones de las fuerzas que debían atacar los puntos de la costa del Pacífico, con los movimientos del ejército argentino que ocupaba las provincias del Norte. El gobierno chileno contaba con una fuerza naval llena de disciplina y regularizada en su administración económica y militar formada con un navío (el "San Martín"), cuatro fragatas, una corbeta, cuatro bergantines y dos galetas, con un total de 324 cañones.

El día 6 de mayo, fue nombrado el general San Martín jefe del ejército y de la expedición libertadora al Perú, se dirigió al puerto Valparaíso a entender en los aprestos últimos y desde allí la empresa se puso en marcha. Finalmente, el 20 de agosto de 1820 partía San Martín junto a la expedición desde allí hacia el Perú. La expedición estaba constituida por alrededor de 4.000 hombres, pertenecientes al Ejército Libertador de los Andes y al Ejército de Chile, de los cuales 1.600 eran marinos. Se embarcaron en ocho navíos de guerra y dieciséis transportes. Tanto entre los soldados como entre los marinos había una amplia mayoría de chilenos, pero la mayor parte de los oficiales de tierra eran argentinos, mientras que los jefes navales eran ingleses.

Independencia y Protectorado del Perú

Dieciocho días después, las tropas de la expedición tomaron tierra en las cercanías del pueblo de Pisco, donde se estableció el cuartel general. Ya en suelo peruano y a no muy lejos de Lima, los valientes soldados se preparaban para realizar esta empresa verdaderamente colosal, teniendo que combatir a 23.000 soldados aguerridos y las inclemencias de la naturaleza extremosa.

San Martín envía al general Arenales al corazón de las sierras, a la ciudad de Jaula al oriente de Lima, con mil hombres de todas armas desde donde privaría a la capital de recursos; mientras que San Martín atacando hacia la parte norte de aquella capital con el resto del ejército se pondría en comunicación con la expedición a la sierra y promovería la sublevación de las provincias altas intermedias entre uno y otro general. Estas disposiciones tenían por objeto insurreccionar a los habitantes de las montañas, con cuya disposición se contaba, bloquear a Lima por hambre y obligar al virrey Pezuela a tomar ciertas medidas.

A la aparición de las fuerzas independientes acudieron las turbas indígenas a recibirlas en triunfo, y formando como la vanguardia cívica del aguerrido Arenales, contribuyendo al buen éxito de la empresa confiada a este general, que se cubrió de gloria, batiendo en Pasco una fuerza de más de dos mil hombres al mando del brigadier español O´Reilly. San Martín sigue con la flota y en los primeros días de noviembre desembarca en la localidad de Huacho, donde fortifica su posición e inicia su estrategia para sitiar definitivamente Lima. Bastó con su presencia y la de su ejército en esas tierras, para que la opinión del país se vaya debilitando, junto con la fuerza y la disciplina de los soldados de Pezuela. De esta manera, batallones enteros abandonaron las banderas reales para ampararse bajo las del libertador. El 29 de enero de 1821 se sublevan altos oficiales realistas contra el virrey Pezuela, quien es derrocado y sustituido por el general José de La Serna, que será nombrado virrey del Perú por la corona. El nuevo virrey propone a San Martín nuevas negociaciones diplomáticas, las cuales finalmente fracasan debido a que la propuesta definitiva del General era la independencia del Perú. San Martín decide iniciar una nueva estrategia y envía dos ejércitos, uno al mando del general Guillermo Miller, para desembarcar en las costas del sur y otra al mando del general Arenales, hacia a la sierra.

Los realistas contaban con soldados desmoralizados y sublevados, como el regimiento de Numancia, y con poco apoyo popular, cada día más inclinado a favor de los independientes. De este modo, se vieron forzados a abandonar la ciudad de Lima, ocupándola inmediatamente las fuerzas patriotas en los primeros días de julio y obligando a La Serna a huir internándose en la sierra.

Gobernación de Perú

San Martín tras ocupar Lima, reúne al Cabildo de Lima a los más notables vecinos el 14 de julio. El día 29 se declara solemnemente la independencia y es nombrado San Martín "Protector de la libertad del Perú" con autoridad civil y militar. Pero era indispensable que la nueva Nación, se manifestasen digna de sus destinos, y se pusiese en aptitud de hacer frente a sus enemigos, todavía en armas y numerosos, y de reformar su administración económica en armonía con las ideas de gobierno proclamadas por las otras secciones libres de América. San Martín, vio la necesidad de constituir un gobierno en el que todos los abusos y errores sean suprimidos. En medio de tantas dificultados, dicta el Estatuto provisional que fuese una verdadera constitución reglamentaria de las atribuciones del Protectorado. Según este documento, en el se ofrecía observar y cumplir bajo la lealtad de su palabra y la fe de su juramento, las facultades que iba a ejercer emanaban del imperio de la necesidad, de la fuerza de la razón y de la existencia del bien público. También consideró levantar la dignidad de los individuos hasta allí humillada por los realistas, y abolió la pena de azotes, la horca, y dignificó a las esposas y madres. Por último, el general San Martín hizo hincapié en la reforma de administración, rodeándose de notables ministros y experiencia. Pocos meses después las formas de todos los establecimientos que constituían el régimen antiguo y dio a las ideas del pueblo que nacía a la libertad la dirección que constituía la honra y el progreso. Fue de esta manera como gobernó el Perú desde el 3 de agosto de 1821 hasta el 20 de septiembre de 1822.

Mientras San Martín mostraba sus capacidades acertadas como administrador, el enemigo guarnecido en las sierras, descendió de ellas en número de más de 4000 hombres con el intento de recobrar la capital. Logró derrotar a sus contrarios a fuerza de habilidad y de persistencia en un solo plan concebido de antemano. Haciendo movimientos rápidos e inesperados en virtud de los cuales se apoderaba siempre de las posiciones más ventajosas, acosó al enemigo, los redujo a los extremos de hambre y consiguió preservar Lima. Sin embargo, San Martín no había podido eliminar la amenaza del poder español que seguía en pie sobre aquel territorio. Mientras tanto el general Bolívar se presentaba en aquella escena con un ejército vencedor y rodeado de prestigio ya conocido por San Martín. El general libertador no vio en el guerrero de Colombia un rival ni un usurpador de su gloria, sino un nuevo cooperador, un aliado para completar la gran obra comenzada el día de su desembarco en las costas peruanas. Por otra parte, la comunidad de acción entre las armas argentino-chilenas y las colombianas, había tenido ya su ensayo victorioso en Pichincha, en donde los granaderos de San Lorenzo mostraron una vez más el temple de sus sables. Luego de esto, el general Bolívar fue al encuentro de San Martín, durando por tres días la conferencia. Aunque la plática fue cordial y afectuosa, no pudieron ponerse de acuerdo tanto por diversidad de miras, desarmonía de carácter, etc. De regreso en Lima, ordenó a Arenales que desaloje definitivamente a los enemigos de Arequipa y del Alto Perú.

Luego de una serie de acontecimientos, San Martín renuncia a su cargo dejando dos instituciones creadas por él, dando una prueba más de sus deseos de acertar en el bien y el progreso del país; para esto decidió favorecer los intereses morales del Perú fundando la "Orden del Sol" y la "Sociedad Literaria" (Biblioteca Nacional del Perú) a la cual donó su colección personal de libros.

El retiro

El general San Martín dejó el suelo del Perú para siempre el 21 de septiembre, a bordo de la goleta "Moctezuma" que le condujo a Chile, donde permaneció dos meses por una enfermedad, recibiendo la hospitalidad de su amigo O´Higgins. Pero pronto tuvo que atravesar la cordillera como fugitivo, ya que el pueblo chileno al que tanto había servido, ahora le trataba con tanta ingrata indiferencia. Al llegar a Mendoza recibe la amarga noticia para su corazón del fallecimiento de su esposa. De este matrimonio le quedaba una hija a cuyo cuidado y educación determinó consagrarse en Europa, para hacerla digna heredera de su nombre y apoyo. El general aceleró su viaje, y llegó a Bs.As. el 4 de diciembre de 1823. a mediados del mes un periódico de Bs.As. anunció la presencia entre nosotros del vencedor de San Lorenzo, del libertador de Chile, del pacificador del Perú en términos muy lacónicos.

Los escasos recursos de fortuna con que contaba el ex protector del Perú, le decidieron a fijarse en Bruxelas, país barato y libre, después de haber hecho algunos viajes por Escocia e Italia. Allí pasó una vida llena de privaciones, con ansias de regresar a América y entregarse al cultivo de la tierra, luego de que su hija hubiese terminado su educación. En 1825 redactó las Máximas para Merceditas, donde sintetizaba sus ideales pedagógicos. En 1828, la heredera de su nombre se hallaba ya en estado de ser esposa de un caballero adornado de méritos personales y de un apellido recomendado por muchas virtudes.

En marzo de 1829 intentó regresar a Buenos Aires, aunque no llegó a desembarcar: al saber que había vuelto a estallar la guerra civil, permaneció a bordo del incógnito, aunque fue descubierto. El general Juan Lavalle, antiguo subordinado suyo, había derrocado y fusilado al gobernador Manuel Dorrego. En esos momentos en que los valientes de Ituzaingó sostenían la lucha cruel con el paisanaje de las campañas del litoral, acaudillados por López y Rosas, San Martín reafirma su posición que no se mezclaría en la lucha intestina de los países por cuya independencia había combatido y jamás desenvainar su espada para combatir a sus paisanos, vuelve triste a los lugares en que buscaba su último asilo, y desoyendo proposiciones que hubieran tentado a un militar ambicioso, se resolvió a regresar al viejo mundo. Primero se trasladó a Montevideo, donde permaneció tres meses, para finalmente volver a Europa.

En 1831 se radicó en París, contaba por único caudal dos partidas de tres mil pesos, provenientes de la venta de sus propiedades premiadas por la gobernación de Mendoza y Perú, su salud estaba comprometida por los efectos del cólera y por el reu8matismo adquirido en al intemperie de los campamentos militares. Mientras San Martín había consagrado su vida al triunfo de la causa de América, un amigo y camarada suyo de regimiento, el señor Alejandro Aguado, marqués de Marismas, se encontraba poseedor de una inmensa fortuna y salió al encuentro de las necesidades del ilustre general a quien tenía la dicha de abrazar después de largos años. Aguado conocía la dignidad de carácter de San Martín, y le asoció a sus consejos, depositando la más ilimitada confianza, confiándole la tutela de sus menores hijos, herederos de una fortuna de príncipes. El general San Martín se estableció definitivamente en una finca cerca de París, en una posesión denominada Grand-Bourg. Allí pasó el resto de su vida, rodeado de sus nietas, cuidado de su hija, respetado de cuantos lo conocían, y visitado y acatado por todos los viajeros distinguidos de Sudamérica, a quienes recibía con sencillez y cordialidad. Allí vivió hasta 1848, enterrado en la grave tristeza de sus recuerdos, atributos de gloria y demás adornos ennoblecidos a través se notoria vida.

A principios del año 1844, su estatura fuerte, viril e imponente comenzó a agobiarse, su voz a perder su timbre sonoro, su inclinación al retiro y al silencio a crecer, y considerando su salud en mal estado escribió sus últimas voluntades con entrañas de padre y patriota, legando su corazón a la ciudad de Buenos Aires. Más tarde, se estableció en la ciudad de Boloña, en donde finalmente dio al Creador su grande alma, a las tres de la tarde del 17 de agosto de 1850.

Su cadáver rodeado de deudos y amigos, fue depositado en la Catedral de aquella ciudad en la mañana del 20. Allí descansaron sus restos, hasta que fueron trasladados al cementerio de Brunoy. Bs. As., tiene derecho al corazón del gran hombre, que le fue legado por él mismo. Es una reliquia de gloria, de la cual emanarán las virtudes de humanidad, de heroísmo, de amor puro a la Patria, que deben formar la atmósfera moral de un pueblo republicano que aspira a ser grande por el ejército de la libertad.

Don José Francisco de San Martín, fue grande en las fatigas marciales y en el fragor de los combates. Es más grande en aquel día, cuyo igual no ha vuelto a brillar para la América, en que abdica ante los representantes del Perú el poder de que le invistieron el prestigio de su nombre y la gratitud de los pueblos. Es más grande cuando niega su espada a la guerra civil y su pecho a la ambición. Es más grande, cuando en la víspera de la última lid cede a Bolívar el último laurel. Es más grande, en fin, por sus inmolaciones patrióticas, por su elevación moral, por la virtud de vencerse a sí mismo, y perderlo todo por la patria, menos su gloria por ser nuestra.

Bibliografía

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Autor:

Pablo Britte

Asignatura: Historia

Tema: Vida y obra del Gral. Don José de San Martín

Curso: 4º "B"

Fecha de entrega: 23-04-08

Partes: 1, 2
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