El objetivo del presente trabajo es analizar desde los estudios de género y la teoría psicoanalítica de relaciones objetales, los factores socio-culturales y psicodinámicos que intervienen en la estructuración del mundo interno, la personalidad y los modelos de relación tempranos tanto normales como patológicos que posteriormente se re-escenificarán en la vida adulta de la mujer en su elección y relación de pareja.
Algunos patrones de relación psicopatológicos que encontramos en la clínica son: la codependencia, el apego ansioso y la dependencia emocional; patrones que pueden llevar a la violencia en la pareja o a la violencia intrafamiliar.
Aunque éstos no son privativos en la mujer, pues también en el hombre podemos encontrarlos, el objetivo del trabajo será elaborar una explicación teórica y clínica desde la teoría de relaciones objetales, enfatizando el papel que juegan el superyó femenino, el sentido de ser mujer, esto es, su subjetividad e identidad femenina y los procesos de incorporación y excorporación que fundamentan su construcción.
Antes de presentar la clínica de estas relaciones, se definirán algunos conceptos que permitan su comprensión:
Codependencia: se define como "una serie de conductas compulsivas, mal adaptativas, que aprenden los miembros de una familia para sobrevivir dentro de una familia en la cual se experimenta gran dolor emocional y estrés, conductas que pasan de una generación a otra ya sea que esté presente el alcoholismo o no"
Las conductas de la persona codependiente, son conductas autodestructivas aprendidas, que resultan en una incapacidad para iniciar relaciones amorosas estables o participar en ellas. Personas que permiten que la conducta destructiva de otros los afecte, dando como resultado una necesidad obsesiva por controlar la conducta de otras personas.
La codependencia así, se puede entender como una conducta emocional, psicológica y conductual que se desarrolla como resultado de una exposición prolongada del individuo a, y a la práctica de una serie de reglas y mandatos opresivos, tales como "no sientas nada, no hables acerca de los sentimientos; no pienses, no te identifiques con, ni hables de soluciones ni problemas; no seas quien eres, sé buena, correcta, fuerte y perfecta; no seas egoísta, cuida de los demás; no confíes en los demás ni en ti misma; no seas vulnerable; no crezcas, no cambies, etc" Reglas que son un constante ataque a la identidad y a la autoestima.
Apego ansioso: J. Bowlby describe un tipo de apego infantil, viviendo el niño una gran ansiedad ante la separación de la figura materna. El vínculo que estos pequeños forman con la madre no es seguro, por lo que están en un constante estado de alerta ante la temida separación. Esta modalidad de vínculo puede persistir en la vida adulta con manifestaciones de temor a perder el objeto de amor o la persona vincular, búsqueda de proximidad y protesta dolorosa ante la separación.
Las repetidas experiencias de abandono y separación vividas en la infancia, determinan la respuesta de ansiedad posterior a cada separación, permaneciendo así un punto de fijación y un estado de vulnerabilidad en las relaciones objetales que se manifestarán con un apego ansioso posterior. Aquí la necesidad insatisfecha es la de protección y cuidado, por lo que las figuras vinculadas no son una "base segura"
Dependencia emocional: "un patrón persistente de necesidades emocionales insatisfechas que se intentan cubrir desadaptativamente con otras personas". Necesitan excesivamente la aprobación de los demás, sus relaciones suelen ser exclusivas y "parasitarias". Aquí la necesidad principal es la de afecto, el anhelo por preservarlo, no tienen como fin la autodestrucción que se puede encontrar en las personalidades autodestructivas o masoquistas, sino que tienen una autoestima deficiente, un sentimiento continuo de soledad y una insaciable necesidad de afecto que puede llevarles a elegir una pareja que las maltrate o explote, en donde su subordinación es un medio y no un fin, por lo que si realiza conductas semejantes al de la persona codependiente, lo hará únicamente para asegurarse la preservación de la relación y no por una entrega y preocupación por el otro que caracteriza al codependiente.
Estos diferentes patrones de relación patológica pueden llevar a la violencia en la pareja o a la violencia intrafamiliar. Definiremos la violencia en el hogar o violencia doméstica como "todo acto cometido en la unidad doméstica por un miembro de la familia que perjudica gravemente el cuerpo, la integridad psicológica o la libertad de otro miembro de la familia. Si bien sus principales víctimas son niños, ancianos y mujeres, éstas últimas son las más agredidas"
Irene Meler, considera que "la violencia intragénero se relaciona con la asimetría jerárquica existente entre varones y mujeres. En algunos casos es expresión directa de la extremada subordinación femenina, y en otros, una manifestación mediante la cual se pretende reinstalar el dominio masculino amenazado. En última instancia, el sistema sexo género, o la división polarizada entre los géneros, crearía las condiciones de posibilidad de la violencia".
En la consulta terapéutica con mujeres agredidas física y emocionalmente, es frecuente encontrar: una conducta autodestructiva a través de la aceptación de la conducta agresiva de la pareja, con incapacidad para poner límites. Tensión y ansiedad que las llevan a estar en constante estado de alerta, supervisando la conducta de los demás, y trabajando por que todo esté correcto.
Temor a mostrar sus sentimientos y miedos como temor al reproche, al castigo, a la incomprensión, a la soledad, a ser traicionada, a la enfermedad de algún ser querido, al sufrimiento, a ser egoísta y no poder corresponder a las exigencias de los demás, etc.
Baja autoestima, con sentimientos de vergüenza y desprecio hacia sí misma y una incapacidad para cuidarse, autovalorarse y responsabilizarse de ellas mismas; ofrendando todo sin límites, con una necesidad obsesiva de reparación infructuosa.
Síntomas físicos como pérdida de apetito, alteraciones en el sueño y la memoria, pérdida o poco interés en las relaciones sexuales, fatiga crónica, problemas digestivos, endocrinos y dermatológicos.
Los estudios de género, han permitido profundizar en la estructuración de la subjetividad femnina/masculina que permiten una comprensión de las conductas en ocasiones paradójicas que encontramos en éstas pacientes. En la mayoría de los casos como el antes expuesto, independientemente de la personalidad estructurada, encontramos un conflicto entre los mandatos de género y la satisfacción personal de la mujer que generan intensos sentimientos de culpa. Es decir, un conflicto activado entre el superyó de la mujer y sus necesidades personales.
La teoría de relaciones objetales nos permite comprender cómo se estructura el mundo interno a través de los mecanismos de introyección y proyección. El yo se identifica con algunos de los objetos introyectados, dando lugar a la identificación introyectiva, contribuyendo así a su desarrollo y características. Un yo integrado es capaz de discriminar entre experiencias de diversa índole y valorarlas como parte de la vida. Parte de los objetos buenos y de los objetos malos son disociados del yo hacia el superyó, lo que permite estructurar un superyó con cualidades protectoras y amenazantes. La parte del superyó ligado al objeto bueno se asemeja a la madre buena real que alimenta y cuida, predominando un sentimiento de protección y confianza. La parte ligada al objeto malo frustrador, se convierte en parte en el representante de la madre que frustra, despertando ansiedad con sus prohibiciones y acusaciones, predominando así, el miedo y la inhibición.
La acción del superyó entonces, va desde la limitación de los impulsos destructivos, la protección del objeto bueno y la autocrítica, hasta las amenazas, quejas inhibitorias y persecución.
Los mensajes recibidos por las generaciones que nos anteceden dentro de este mundo interno rico en relaciones, implican la transmisión de legados, ideales, valores, identificaciones y por tanto modelos de relación que estructuran el superyó y el ideal del yo.
Otto Kernberg, señala que "la pareja se vuelve depositaria de las fantasías y los deseos conscientes e inconscientes de los partenaires y de sus relaciones objetales internalizadas. (…) La patología severa del superyó en uno de los partenaires puede generar el empleo de la identificación proyectiva, y esta defensa dificulta la rebelión. La consecuencia puede ser la destrucción del equilibrio de la pareja cuando se apoderan de la relación introyectos superyoicos sádicos"
Nora Levinton, señala que "el incumplimiento del sistema normativo produce culpabilidad cuando se transgrede y sufrimiento narcisista cuando no se alcanzan los ideales. El juicio incide sobre la desaprobación global no por lo que hizo sino por lo que se es (mujer que no cuida la relación, que permite que se deteriore, que no alivia el sufrimiento del otro, etc.)"
"La modalidad de funcionamiento está dada por las reglas de cumplimiento de las normas e ideales. Correspondería al concepto de ‘metaideales’, propuesto por H. Bleichmar, que son creencias inconscientes, no formuladas, que determinan el grado en que al sujeto le es admisible el apartamiento respecto de los ideales. La severidad del superyó se basa en esta condición funcional –ideales sobre el cumplimiento de ideales-, y no en las temáticas de los contenidos de los ideales particulares".
La mujer va estableciendo así un código de autocensura conforme al modelo de los metaideales condicionados por el género. Para comprender las influencias externas e internas que llevan a la niña al establecimiento de éste código y a la estructuración de su superyó, que signarán sus posteriores relaciones en su vida adulta, se considerarán algunos factores que propone al respecto Nora Levinton:
La madre al ser la primera figura de apego, es la fuente de identificación, el soporte de especularización, la transmisora de un modelo de feminidad que es prescriptivo por excelencia, dejando su impronta fundamental, estableciendo pautas normativas estrictas sobre lo que está permitido o censurado hacer, pensar y decir. Legisla lo que es bueno o malo y lo que corresponde para ser mujer. Este modelaje configurará la identidad de género, que favorece la no discriminación y refuerza los sentimientos de fusión.
Los mandatos de género se organizan tempranamente en el psiquismo femenino como precursores de lo que configurará la especificidad de su superyó. La madre será la representante del paradigma que valoriza como lo propio del género el cuidado de la vida y de las relaciones. Como consecuencia, su configuración psíquica, su subjetividad y su equilibrio emocional dependerán de este foco de atención y preocupación, cuya amenaza más temida será la pérdida de amor. Sobre este superyó preedípico se asientan las posteriores restricciones y determinaciones.
Al recaer en la madre tanto la sede del apego como el papel de primera figura que genera frustración e insatisfacción, se promueven fuertes sentimientos de ambivalencia, pues esto supone para la propia madre ocupar un lugar donde o se le juzga negativamente por ser en exceso controladora o, se le recrimina no ocuparse debidamente de sus hijos. La hija en la pubertad cuestionará y repudiará a la madre, para poder conquistar la autonomía que siente amenazada en este vínculo. Será ésta una separación forzosa de la relación de la madre/persona pero manteniendo el estereotipo de su modelo y posteriormente en la relación de pareja reclamará un cuidado emocional como una manera de reasegurar su vínculo, el que al no ser satisfecho por un varón al que no se le ha exigido cumplir esta misma tarea, llevará a un desajuste entre las diferentes necesidades de ambos, generando malestar y conflicto.
La identificación primaria a la madre cuidadora, que se reproduce en forma lúdica en el juego con las muñecas, será resignificado en las distintas etapas de la vida. En la relación de pareja este contenido se activará nuevamente, y por mandato de género la mujer se hará cargo del bienestar y la salud de la relación. Si su identidad se basa en su capacidad de relacionarse, estar sola la conduce a la más baja autoestima.
Desde el formato de género se potencia el rol maternal que es transferido a todo tipo de relaciones, ofreciendo casi indiscriminadamente ese único rol. Como consecuencia, la mujer se siente atrapada en vínculos que, por una parte la refuerzan narcisísticamente al sentirse necesitada y por otra, la frustran e irritan, porque paralelamente registra el abuso en términos de explotación e intercambios no correspondidos.
La autocrítica del superyó por infringir los mandatos de género de docilidad, obediencia, complacencia para evitar conflicto, empatía y cuidado de los demás, tiñe el universo subjetivo femenino de culpa. Si sumamos el factor de la desvalorización que codifica la emocionalidad de la mujer que queda asociada a debilidad, descontrol y dependencia, la consecuencia directa será el autoreproche, la culpabilización y descalificación, lo que conlleva una tendencia a la hipervigilancia sobre el estado de bienestar del vínculo, con aprensión y temor siempre presente a la separación y a la pérdida.
La interrelación de todos estos factores impacta la construcción de la subjetividad y el superyó femenino, con sus poderosos efectos sobre el psiquismo de la mujer."
Desde una perspectiva psicoterapéutica, es importante entonces, acompañar a la mujer en el análisis y elaboración de los factores que permitirán la re-estructuración de un superyó más benevolente, con ideales más acordes a su condición de mujer y a su realidad, y por tanto factibles de ser realizados.
De aquí la necesidad de trabajar los siguientes aspectos: reconocimiento y manifestación de los sentimientos ambivalentes; discriminación entre los mandatos imperativos y categóricos como normas incorporadas y los genuinos y muy respetados deseos personales; reconocimiento y aceptación de una natural necesidad de apego, que permita jerarquizar las motivaciones externas al mismo; resignificación de los propios ideales, que pueden ser tan válidos como la concreción de una pareja o la maternidad; buscar nuevos motivos y relaciones que equilibren el compromiso emocional y cognitivo. En suma, que aprenda a valorarse y a relacionarse consigo misma, en todos sus aspectos positivos y negativos.
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MA. ELENA FUENTES MARTÍNEZ.
lic. en psicología clínica.
maestría en psicología profunda.
formación en psicoterapia psicoanalítica.
miembro activo de:
sociedad de psicoterapia psicoanalítica del centro, a. c.
león, gto. méxico.