Descargar

Contradicciones político-militares durante la revolución de 1780 (página 2)


Partes: 1, 2

 

ASPECTOS TEÓRICOS

Si bien es cierto que en la Historia es importante el uso de las fuentes documentales, evidencia, sin la cual no podríamos reconstruir los hechos, también es necesario valorar y juzgar las fuentes a la luz de los mismos hechos y coyunturas que se presentaron para su elaboración. De esta forma podríamos discernir en qué medida las fuentes son útiles para la reconstrucción histórica.

En una sociedad fundamentalmente oral, donde los principales agentes informativos de la revolución no hicieron un planteamiento programático explícito, la única forma de percibir los objetivos y alcances de estos elementos revolucionarios es a través de su praxis, de su accionar.

El tema, materia del presente trabajo, se enmarca dentro de un contexto histórico. Los aspectos sociales y económicos, por lo tanto, son indesligables de él. Lo que no significa que caeremos en la simplicidad del determinismo económico. Pensar que las actitudes revolucionarias son solo un reflejo de la infraestructura económica es ignorar el papel trascendental que tienen otros factores como el político, el militar y el ideológico.

El objetivo de nuestro trabajo es analizar como las contradicciones político-militares al interior del movimiento tupacamarista contribuyeron al fracaso de los fines revolucionarios.

Es importante hacer una disección del proceso revolucionario qué es la revolución y determinar con claridad que fue la revolución y que no lo fue, puesto que el movimiento enfrentó desde el inicio contradicciones internas que estaban ligadas y correspondían a las contradicciones de la sociedad en su conjunto.

Toda revolución implica que los sectores que la persiguen tienen una contradicción antagónica con aquellos que buscan perpetuar el orden existente. En esta medida, las contradicciones que enfrenta el desarrollo de la revolución dependen de las contradicciones en el seno de la estructura social. En este sentido, el proyecto de Túpac Amaru reflejó un punto de contacto entre los sectores no españoles, con el fin de integrarlos en el frente.

Las contradicciones sociales se manifestaron a nivel organizativo, impidiendo que la dirección tupacamarista controle las acciones político-militares. Todo ello fue generado a partir de la masificación del movimiento y a la aparición de líderes autonomistas e inmediatistas que realizaron actos de violencia racista que quebraron las posibilidades del frente.

En el área donde se desarrolló el movimiento encontramos dos hitos fundamentales que servirán para entender la lógica del problema. El primero, es la batalla de Sangarará, que precipitó la ruptura del frente anti-español en el Cusco. El segundo, el cerco de la ciudad de La Paz, que evidenció el accionar del líder autonomista más importante del proceso, como fue el caso de Túpac Catari, y con ello la ruptura del frente en el Altiplano. Por la vastedad del problema no tocaremos sino solo estos dos hechos importantes. Los que omitimos serán objeto de una investigación posterior.

Por contradicciones entendemos aquel proceso de desarrollo de la sociedad que genera la dinámica de cambio y permanencia, representada básicamente por la existencia de diversos sectores, cada uno de ellos con sus intereses, en algunos casos opuestos a los de otros sectores, y con una percepción particular de esta relación, todo lo cual va a generar su propio accionar. Los grupos inmersos en las relaciones de contradicción responden a sus intereses económicos y sociales, por estar inmersos en relaciones concretas.

Las contradicciones se dieron tanto a nivel antagónico como no antagónico. Todo ello se puede apreciar en el hecho de que en la zona del Cusco, no encontramos criollos con un nivel de contradicción antagónica con respecto a los españoles, sino que eran mayoritariamente fidelistas, o en el mejor de los casos, reformistas, Este último fue el caso del obispo Juan Manuel Moscoso.

La relación antagóniaca se dio en cambio en la zona altiplánica, donde encontramos ciudades como Chuquisaca y Oruro. Esta última llegó incluso a conformar un gobierno revolucionario, encabezado por criollos. En la ciudad mencionada, las contradicciones entre españoles y criollos se agudizaron por el control de la propiedad y el comercio, como fue el caso de Jacinto Rodríguez, criollo rico, que pasó a liderar el gobierno revolucionario que se instaló en la ciudad en febrero de 1781(14).

Por contradicciones políticas entendemos aquellas relaciones de poder que se sucedieron al interior del movimiento, caracterizadas por la aparición de líderes locales e incluso regionales, que tuvieron un accionar opuesto al de la conformación del frente político con los criollos, mestizos e incluso negros. Mientras que por contradicciones militares entendemos aquel manejo de la violencia opuesto al de la conformación de un frente político con los criollos, mestizos e incluso negros.

Por contradicciones militares entendemos aquel manejo de la violencia opuesto al logro de los objetivos políticos, básicamente a la conformación del frente anti-español, que permitiera la conformación de un nuevo poder. Tal es el caso de batallas que políticamente eran contraproducentes pero militarmente ineludibles, como fue el caso de Sangarará. De igual manera las matanzas indiscriminadas de elementos sociales no indios, realizada básicamente por líderes autonomistas, que terminó por impedir la conformación de un frente político anti-español.

Las contradicciones políticas y militares se dieron de una forma articulada durante el proceso y encontraron su correlato en la existencia de numerosos liderazgos locales. Estas contradicciones se aprecian, por ejemplo, en el momento en que José Gabriel llegó a Chuquibambilla, estancia de Ayaviri, en la última semana de enero y se percató de la existencia de numerosos liderazgos locales radicalizados y de origen popular, que no habían surgido como delegados de José Gabriel; vale decir, se habían generado contradicciones políticas que se percibieron a nivel de la organización. Sostiene Sivirichi que gran cantidad de dirigentes aimaras, de origen popular, habían emergido y que éstos llegaron a desplazar a los caciques, muchos de éstos "base de la acción política Tupacamarista"(15).

Al parecer Julián Apaza, al igual que otros líderes, había comenzado a abrigar proyectos propios y autonomistas a raíz del fracaso del Inca en su ofensiva sobre el Cusco. Es ahí que algunos líderes comenzaron a trabajar en comunidades de Puna (16).

CAPITULO I

LA SOCIEDAD COLONIAL

I.1 La Economía Colonial.

¿Cuáles son los rasgos fundamentales de la sociedad colonial peruana durante el siglo XVIII? Era una sociedad básicamente nacida del proceso de conquista, que asimiló muchas instituciones prehispánicas, adaptándolas a nuevas relaciones de carácter económico y social (17).

Las relaciones económicas tuvieron un carácter básicamente feudal, tal fue el caso de la Hacienda colonial, pero articuladas con un importante desarrollo de la relaciones mercantiles, que para el siglo XVIII, tenía un importante nivel de desarrollo en el sur andino (18). Este desarrollo mercantil fue favorecido por la extracción de plata de la mina de Potosí, que permitió la aparición de una demanda interna que dio lugar a la expansión de las actividades de tipo mercantil.

Durante el siglo XVIII, se dieron básicamente tres tipos de centros productivos: minas, obrajes y haciendas. Estos centros productivos compartían el hecho que su funcionamiento se sustentaba en la explotación de la fuerza de trabajo indígena y en la apropiación del excedente campesino. Es importante señalar el hecho de que estos centros productivos estuvieron articulados dentro de la red mercantil que incluyó mecanismos como el de reparto de efectos, que impulsó de manera compulsiva a una demanda interna por parte de los indígenas.

La minería fue, desde los primeros momentos de la colonia, una actividad económica estimulada por la corona. Son dignos de mención, por ejemplo, los esfuerzos desplegados por el Virrey Toledo para introducir el método de la amalgamación en el tratamiento de la plata, así como la introducción de la mita para el trabajo en las minas. La política colonial pro-minera, la introducción de nuevas técnicas en el tratamiento de la plata, así como la racionalización de la fuerza de trabajo a través de la mita minera, aunada a la abundancia de éste mineral, permitió que la minería fuera la actividad económica dinamizadora durante la colonia.

La minería, a finales del siglo XVI y prácticamente durante todo el siglo XVII, tuvo una época de auge, destacando los centros mineros de Potosí en la extracción de la Plata y Huancavelica, en la explotación de mercurio.

Durante el siglo XVIII, la extracción minera de Potosí y Huancavelica estuvieron en franco declive. Esto fue compensado con el descubrimiento y explotación de centros mineros en la sierra central y en Cajamarca, como fue el caso de los yacimientos de Hualgayoc, Huantajaya y Huallanca.

La minería, a lo largo del período colonial, pasó por etapas de auge y declive. Esto provocó fluctuaciones en los niveles de producción obrajera y de haciendas. Había una especie de dependencia de estas últimas actividades con respecto a la minería. ¿Qué mecanismo permitió la articulación de estas actividades? Fue la existencia de un mercado interno generado a partir de la producción minera que creó una demanda para la producción de textiles y productos agrícolas, provenientes de los obrajes y las haciendas.

En el sur andino, específicamente en la zona comprendida entre Cusco y Potosí, se dio un circuito comercial de vital importancia, que articuló las actividades económicas más importantes de la zona. Este aparato productivo reposó en gran medida en la apropiación de fuerza de trabajo indígena a través del mecanismo de la mita, para lo cual existía una mita minera, la de obraje y la de hacienda.

O´Phelan ha señalado el hecho que la mita minera fuera más repudiable que las otras porque su cumplimiento suponía que el indio y toda su familia abandonaran sus parcelas de tierra para trasladarse a los centros mineros. Todo esto ponía en riesgo su posición en la comunidad.

Con respecto a las consecuencias de este sistema nos dice:

"?De este modo, alrededor de un tercio de las provincias del virreinato estaban sujetas a la mita, y el sistema, indiscutiblemente, quebraba la capacidad de las comunidades indígenas para la producción y su reproducción económica, ya que no podrían contar en forma permanente con un porcentaje importante de varones adultos" (19).

Este modelo de extracción de excedentes no afectó a todas las zonas por igual. En el arzobispado de Chuquisaca, de las catorce provincias, seis estaban sujetas a enviar mitayos a Potosí; en el Obispado del Cusco, de las catorce provincias que la conformaban, cuatro enviaban mitayos a Potosí y tres a cumplir la mita minera a Huancavelica; en el Obispado de La Paz, de las siete provincias que la integraban, cinco enviaban trabajadores a la mita minera y la de obraje. Tal fueron los casos de Quispicanchis, Chumbivilcas y Tinta (Cusco).

La actividad mercantil era el nexo entre la economía colonial y la metrópoli, pero al mismo tiempo permitió la mejor apropiación del excedente campesino. No olvidemos el papel que cumplió el reparto de efectos. Consistió en el reparto obligatorio de productos, muchos de escasa o ninguna utilidad, a los indígenas de las distintas provincias. Los corregidores fueron los encargados de efectuar los repartos, los cuales debían cumplir con una cuota mínima, aunque en la mayoría de los casos era excedida.

Los corregidores eran autoridades de tipo regional, encargadas del cobro del tributo y de la asignación de indígenas para la mita. Pero en los hechos ejercían la función de agentes comerciales, de intermediarios, entre los grandes productores y comerciantes y la masa indígena, la cual era obligada a crear una demanda interna que pudiera absorber la producción de los grupos dominantes y les permitiera enriquecerse más.

En este sentido la monetarización de la economía era una necesidad para poder ampliar la extracción del excedente campesino. El pago que los indígenas recibían por su trabajo era la mejor garantía de que tendrían como pagar lo que se les obligaba a comprar.

Gran parte de la producción obrajera era absorbida por las comunidades a través de este mecanismo. En el Cusco existió una élite regional que tuvo el control de actividades económicas diversificadas, ligadas a la explotación minera, obrajera y de haciendas. Ello muestra la conexión entre el sector dominante colonial y el aparato del Estado.

Las reformas Borbónicas constituyeron un factor importante en el descontento de amplios sectores sociales, que iban desde los comerciantes hasta los indígenas. O´Phelan ha esclarecido esta relación, aunque todavía faltan investigaciones sobre los alcances que tuvo.

La recaudación del tributo en la zona que comprendía el Obispado de La Paz, aumentó en un 66% entre 1770 y 1780. Hubo un decreto real en 1777, reforzado por una circular a fin de cortar la evasión tributaria. La creación, en 1777, de una aduana en La Paz aumentó el descontento. A partir de 1778 aumentó el gravamen de aguardiente y en 1779 fue incorporada la coca.

El incremento de la alcabala afectó a la población indígena de La Paz, ya que muchos se dedicaban a la venta de coca y bayetas de Potosí. No se ha esclarecido totalmente la relación entre el impacto de estas medidas en la población indígena y sus actitudes hacia la revolución, pero en 1777 y 1780, hubo protestas contra la aduana, las cuales estuvieron lideradas por indios bayeteros (debe tomarse en cuenta que Julián Apaza era comerciante de coca y bayetas), los cuales lograron que se cobre la tasa del 4%.

I.2 Estructura Social

Desde el punto de vista social, la sociedad colonial del siglo XVIII, era básicamente una sociedad de clase-estamento, con relaciones de casta. Esto supone que intervinieron factores de carácter económico, social e incluso racial en la diferenciación social. Los factores económicos y sociales le imprimieron el carácter de clase y estamento; mientras que los raciales, el de casta.

Los mecanismos de movilización social estaban ampliamente restringidos para los sectores no españoles. Pero existieron ciertos espacios de movilidad social que permitieron a ciertos sectores, como incluso fue el caso de la nobleza indígena, emparentar con familias ricas de la élite dominante. Tal fue el caso de del matrimonio de Don Martín de Loyola, gobernador de Chile, con doña Beatriz Ñusta, "heredera y princesa del Perú"(20), e incluso acceder a una esmerada educación, tal fue el caso de Fray Calixto Túpac Inca, que logró por su estirpe, acceder a un colegio mayor y a una orden religiosa. Todo esto sin embargo, fue más la excepción que la regla (21).

El orden colonial permitió el desarrollo de aristocracias ricas, poseedoras de las tierras, obrajes y minas. Los circuitos comerciales tenían básicamente como centro, las ciudades de Lima y el Cusco, con la preeminencia de la primera, la cual había desplazado a la capital imperial en el ámbito económico, social y político. Sin embargo, el Cusco no de ser el centro económico indiscutible en la zona comprendida entre Cusco y Potosí. Estas aristocracias gozaban igualmente de los beneficios de manejar el estado colonial y tenían una espesa red de funcionarios, que como en el caso de los corregidores, no claudicaban en el esfuerzo de aumentar la exacción de los indios a través de los repartos de efectos.

Los criollos constituyeron un sector bastante heterogéneo en la sociedad colonial del siglo XVIII. Ocupaban diferentes posiciones de acuerdo a su posición económica. Es un hecho conocido que fueron marginados de algunos cargos burocráticos, lo que generó el descontento de un gran sector de ellos.

Estos, mayoritariamente, no apoyaron el movimiento de Túpac Amaru; pero a partir de este hecho, ¿es posible pensar que simplemente existía una total incomunicación entre los criollos y el proyecto nacional tupacamarista?

Al respecto Durand Flores opina lo siguiente:

"El movimiento nacional criollo al que se refiere Macera, o los precursores de la emancipación, como son llamados tradicionalmente, inician un proceso paralelo pero posterior. Túpac Amaru es ya un rebelde, sacrificado al proclamar la unidad de los Americanos de las Indias, cuando Baquíjano- en gesto valeroso y de gran significación no puede pasar mas allá del atrevimiento de la crítica pública en un acto oficial de homenaje al Virrey".

Más adelante nos plantea lo siguiente:

"¿Había en el Perú una incomunicación definida o extrema, como se da entre negros y blancos en África del Sur o en muchos estados de Norteamérica?Porque en ese supuesto caso, la revolución de Túpac Amaru pierde su sentido y la posterior, de 1814, no se hubiera podido dar. Incomunicación que por otro lado, debe llevar consecutivamente a un dualismo insalvable y cuya implicancia política actual es precisa, la negación del Perú como realidad en proceso, como posibilidad histórica" (22).

Juan de Dios y Jacinto Rodríguez son dos ejemplos de criollos que participaron al lado de la propuesta tupacamarista en Oruro. Tendremos que abonar a lo dicho, que los sueños de Gabriel Aguilar como un Inca no serían sino una señal de una compleja red de comunicación que deberá ser esclarecida en posteriores trabajos.

No deberemos, entonces, pensar que los criollos actuaron monolíticamente alrededor del bando español, sino que aquellos criollos que participaron en el movimiento, estarían reflejando esa comunicación difícil, no cuajada, pero real aunque precaria, que nos estaría dando indicios de que los criollos no eran sino un sector fragmentado, sin unidad al interior, y con distintos niveles de contradicción con los españoles y con España,

Todo ello nos permite percibir sin reparo alguno que hubo criollos que participaron al lado de Túpac Amaru en su planteamiento de integrar un frente, sobre todo en la zona del Altiplano. José Gabriel era consciente de todo ello; además no olvidemos que él tuvo un trato frecuente con los criollos por la posición social que ocupaba y por la actividad de comerciante que desarrollaba. Dada esta circunstancia es comprensible su voluntad de incluirlos en un frente anti-español de amplia base. El empeño desplegado durante el movimiento por atraerlos a su causa mediante bandos y proclamas así lo demuestra.

Un sector que perduró durante la colonia fueron los caciques. Descendientes de los antiguos curacas andinos, elementos básicos en el engranaje colonial, tuvieron un importante papel, pues fueron el medio de comunicación entre la llamada República de Españoles y la República de Indios. Permitieron a través de su existencia, legitimar el orden social existente y dar la sensación de continuidad entre la sociedad Inca y la colonial. La colaboración de muchos caciques con la política española permitió mantener la calma social.

Durante el siglo XVIII, se produjo un paulatino y constante debilitamiento de la posición de los caciques, ya que durante la segunda mitad del siglo XVIII, se prohibió que los mestizos- fundamentalmente los caciques lo eran- pudieran estudiar en los colegios Mayores y en la Universidad de Lima (Universidad de San Marcos) (24), lo cual impedirá que los hijos de muchos caciques accedan al clero, una de la posibilidades para conservar el prestigio y las excepciones en la sociedad.

La posición de los caciques se vio aún más debilitada a raíz de la expulsión de los jesuitas (1767). Los jesuitas regentaban importantes colegios para los hijos de los caciques, los cuales vieron restringida su posibilidad de estudiar.

Otro factor que amenazó la posición de los caciques fueron los llamados "caciques intrusos", aquellos que no tenían linaje alguno. Su aparición a partir de la extensión de los repartos de efectos, legalizado en 1746(25), llevó a muchos caciques de linaje a entablar juicios en defensa de sus privilegios.

Todos estos factores habrían generado el descontento en aquellos caciques cuya posición era vulnerable. Estos factores habrían generado o reforzado el llamado "nacionalismo Inca" del siglo XVIII, el cual era una forma de afirmación y defensa ideológica y un medio de establecer las diferencias entre los caciques de derecho y los "intrusos".

Era básicamente una forma de sobrevivir en el sistema. Mientras que hubo algunos, como Túpac Amaru que tuvieron problemas judiciales para que se le reconozca su título de Inca; existían otros que como los Choquehuanca, los Sahuaraura y los Pumacahua, fueron reafirmados en sus cacicazgos poco tiempo antes de estallar el movimiento. De acuerdo con O´Phelan, estas diferencias entre los caciques y sus linajes para ubicarse en la sociedad fueron determinantes a la hora de tomar posición respecto al movimiento de 1780(26).

Vemos, pues, que las contradicciones sociales entre los caciques va a jugar un papel esencial en la revolución y que su posición favorable o contraria al movimiento va a estar ligada a los diferentes niveles de acceso a los mecanismos de reafirmación social, como por ejemplo, la confirmación de los derechos a cacicazgos.

Encontramos a caciques como Pumacahua, Rosas, Sahuaraura y Choquehuanca en las filas realistas; y otros, como Tomasa Titu Condemayta, dentro del sector revolucionario. Esta contradicción social e ideológica al interior del sector de caciques significó igualmente una real división al interior del sector indígena, que seguía mayoritariamente a sus caciques (27).

La participación de caciques al lado de los españoles se puede ver desde el primer momento. Prueba de esto fue la muerte del cacique Sahuaraura en la batalla de Sangarará (28). Los caciques fidelistas fueron estratégicos para los realistas durante la revolución. Tanto es así que los caciques Pumacahua y Rosas fueron el sostén de la defensa del Cusco, mientras José Gabriel Condorcanqui la tenía cercada desde las alturas del cerro Piccho. También fue importante la participación de Pumacahua y Nicolás Sanca, dirigiendo las mejores unidades quechuas al interior de las tropas del Mariscal del Valle.

Los factores ideológicos jugaron un papel importante, tal es el caso de la percepción de lo español, la cual era distinta entre los diversos sectores sociales. Szeminski sostiene que el concepto de español era ambiguo, siendo a la vez españoles los nacidos en España, miembros de la "república de españoles" en América, clase alta, nobleza, notables de las comunidades indígenas o hasta personas de cultura española, a los cuales había que matar por ser seres malignos (29).

Esta confusa visión fue el reflejo de las diferentes posiciones que ocupaban los diversos sectores movilizados, pero a su vez, ésta constituyó una de las principales causas de que la masificación del movimiento, conformado básicamente por población indígena, cobrara caracteres racistas e inmediatistas. Todo lo cual favoreció el alejamiento de los criollos y mestizos, terminando con la liquidación de toda posibilidad de frente, hacia marzo de 1781.

En la zona donde se desarrolló básicamente el movimiento, entre Cusco y Potosí, había mayoritariamente una población indígena, la cual era explotada a través de mecanismos como la mita, la que permitía el abastecimiento de fuerza de trabajo en minas, obrajes y haciendas.

Esta población a su vez estaba sometida a otros sistemas de explotación, como fue el caso de los repartos de efectos, a manos de los corregidores.

Es conocido el hecho de que para el siglo XVIII existían importantes elementos culturales indígenas. Estos patrones culturales fueron reprocesados por la población indígena a través de la transmisión oral, algunas formas de trabajo y mecanismos de reciprocidad, como el ayni y la minca. Los sectores españoles contribuyeron también a este reprocesamiento mediante diversos mecanismos como fueron las crónicas y el la expresión artística creando su propia visión de lo andino.

Producto del choque de la conquista apareció entre importantes sectores de la población indígena, e inclusive mestiza, una visión cataclísmica de la conquista y una idealización del pasado Inca, la imagen del mundo al revés al cual se debía retornar. Fue una visión anacrónica que representaba la propia existencia social indígena, la de masa explotada y sometida no solo socialmente sino también cultural e ideológicamente.

Ellos planteaban la restitución de lo que creían había sido el Tahuantinsuyu, como mundo homogéneo, y la consideraban posible porque estaban vigentes importantes mecanismos de reciprocidad. En este sentido hallamos una contradicción entre el proyecto político de Túpac Amaru II y el imaginario de amplios sectores indígenas, que anhelaban el retorno al Tahuantinsuyu. Al respecto Flores-Galindo nos dice:

" Las masas anhelaban la vuelta a ese Tahuantinsuyu que la imaginación popular había recreado con los rasgos de una sociedad igualitaria, un mundo homogéneo, compuesto sólo por runas (campesinos andinos) donde no existían ni grandes comerciantes, ni autoridades coloniales, ni haciendas, ni minas y quienes eran hasta entonces parias y miserables volverían a decidir su destino; la imagen clásica de la revoluciones populares como la inversión de la realidad, la tortilla que se voltea, el mundo al revés?"(30).

Los sectores indígenas, teniendo como base este pensamiento mesiánico, explicaban su realidad social a partir del arribo de lo blanco, lo occidental y lo explotador. Las acciones sociales que estos sectores emprendieron durante el proceso revolucionario va a reflejar las propias relaciones sociales concretas en las que estaban inmersos: por un lado, su papel de explotados y por otro, los vínculos que los unían a sus caciques.

Estas relaciones concretas nos permiten identificar básicamente dos tipos de acción: la primera, orientada a la búsqueda por restituir el imperio de los Incas, cobrar venganza contra los españoles o simplemente evadir las cargas por las que se unían a la huestes tupacamaristas; y la segunda, dirigida a mantener los lazos de reciprocidad con sus caciques y adoptar, frente a la revolución, la posición de sus ancestrales autoridades.

CAPITULO II

SANGARARÁ

II.1 Aspecto político:

José Gabriel Túpac Amaru a lo largo del proceso revolucionario buscó aglutinar a diversos sectores en torno a su proyecto libertario y anti-explotador. No es casualidad que comenzara su accionar capturando al corregidor Arriaga el 4 de noviembre de 1780, el cual fue ejecutado el 10 del mismo mes a manos de su propio esclavo, el negro Antonio Oblitas (31). Arriaga significaba, ante la población que José Gabriel quería congregar, la personificación de las relaciones de explotación.

Esta acción correspondió a un cuidadoso manejo político por parte de José Gabriel. Tuvo un enorme poder simbólico el hecho que Oblitas, el explotado, acabara con su propio amo, el explotador. Este hecho fue además un mensaje claro sobre la convocatoria que Túpac Amaru hacía a los negros para que se unan a su movimiento.

El Inca había preparado con antelación las acciones a iniciar, para ello tenía gente en el Cusco, que aguardaba el momento para levantarse y propiciar la rendición y entrega de la ciudad a Túpac Amaru. Por tal razón, luego de la muerte de Arriaga, José Gabriel esperó la manifestación de los confabulados del Cusco.

Desde el estallido revolucionario de Tinta, José Gabriel realizó acciones encaminadas a la implementación del programa político, como fue el caso de la destrucción de obrajes y el reparto del dinero recaudado entre las tropas. La muerte del propio corregidor Arriaga era parte del programa, pues la muerte de estas autoridades era parte del proyecto político revolucionario.

La concreción del proyecto político requirió de un frente social anti-español, conformado por criollos, mestizos, indígenas, negros y las llamadas castas mixtas. Pero el frente no podría constituir el germen de un nuevo poder si acaso no se consolidaban zonas bajo poder revolucionario.

El esfuerzo por construir el frente fue una de las permanentes preocupaciones de Túpac Amaru. Sabía perfectamente que sin el concurso de los criollos las posibilidades de su movimiento no eran buenas, pero también sabía de la renuencia de este grupo, de su temor a perder sus privilegios y del compromiso de muchos de ellos con España; por esa razón José Gabriel envió innumerables bandos, proclamas y edictos en los cuales buscó el apoyo de los criollos en el frente (32).

Túpac Amaru buscó manejar las contradicciones sociales existentes al interior de la sociedad colonial. Para ello lanzó un mensaje ideológico que trató de aglutinar a todos los sectores no españoles, que fuera un punto de contacto entre ellos. La imagen de Inca se convirtió en la principal arma ideológica y simbólica de José Gabriel. En este sentido, Flores-Galindo hizo notar que la imagen de Inca en el siglo XVIII no fue exclusiva de los caciques o los sectores indígenas, sino que estaba extendida a otros grupos no indígenas, como eran los criollos.

Pero no fue la imagen del Inca la única arma simbólica de Túpac Amaru. Durante el siglo XVIII la imagen del Rey era sumamente importante. Era la imagen de la justicia, la piedad, la representación de Dios en la tierra y por tal razón nuestro vínculo espiritual más fuerte con España. La legitimidad del poder español en América provenía del Rey. Pero esta imagen de lo real y lo divino no eran vistas como absolutamente opuesta a la de lo Inca. En muchos sentidos, era vista como complementaria, por tal razón Túpac Amaru solicitó que se le reconozca su título de Inca, pero a la vez hacía muestras de su devoción cristiana y de votos de fidelidad al Rey .

José Gabriel usó el nombre del rey para ganar simpatías y adeptos a su causa. Estableció contacto con muchos caciques del sur andino, entre los que destaca Diego Choquehuanca con el fin que se plagaran al movimiento arguyendo que tenía una orden del Rey para eliminar a las malas autoridades.

Las comunicaciones que estableció con los caciques refleja el manejo político de Túpac Amaru. Buscó aprovechar las propias contradicciones sociales manejando un discurso para cada sector al cual se dirigía. Su discurso sobre su condición de Inca le fue más eficaz entre la población campesina y pobre que entre indígenas de linaje, como fue el caso de los Choquehuanca. Para estos sectores de caciques y de criollos que tenían una probada filiación con España y su gobierno, José Gabriel manejó el discurso de que era fiel representante del Rey, depositario del encargo de eliminar a las malas autoridades, de forma tal que la imagen del Rey resultó ser poco clara (33).

La revolución proyectada por Túpac Amaru debía encontrar su correlato en acciones concretas; por esta razón, luego de la batalla de Sangarará destruyó obrajes y haciendas e incluso saqueó la casa del Corregidor Cabrera, extrayendo venticinco mil pesos.

Túpac Amaru debía manejar cuidadosamente su imagen de Inca, y por tal razón, de redentor. Él era el libertador que los indígenas estaban esperando desde hacía mucho. Debía mostrarse como tal para con ellos; por esto luego de la victoria militar en Sangarará, precisaba que los conjurados del Cusco se manifiesten a favor de la revolución para propiciar su ingreso a la ciudad como un Inca redentor, en lugar de atacar frontalmente la ciudad desde fuera.

II.2 El aspecto militar:

Desde el momento del estallido revolucionario José Gabriel buscó un ejército con unidades disciplinadas y jerarquizadas, a la vez que procuró darle a sus tropas distinta orientación, pero conformando un todo orgánico (34).

El ejército tupacamarista nació del pequeño arsenal encontrado después del apresamiento de Arriaga. Fueron las primeras armas con las que contaron sus tropas. Desde un inicio se buscó la conformación de un ejército regular, por eso le dio paga a la soldadesca (35), se presentó una estructura de batallones uniformados (36), se pasaron revistas militares (37). Es así que en los primeros momentos, las armas de infantería, caballería y artillería gozaron de niveles diferenciados, con mandos regionales y zonales, a excepción de la artillería, que por razones técnicas, fue manejada por el español Antonio de Figueroa (38).

Este primer ejército revolucionario era, desde su concepción, un elemento básico que cumplía con los objetivos políticos y que necesitaba, por su condición de regular, la participación de criollos y mestizos. La participación de los criollos y mestizos era de gran importancia para Túpac Amaru porque éstos estaban familiarizados con las formas convencionales de lucha, propias de un ejército regular.

Las acciones militares tupacamaristas estaban en relación con el objetivo de lograr el frente; es por eso que no se vio una conducción radicalizada en las primeras acciones, como fueron las incursiones a Quispicanchis, Pomacanchis y Parapuquio, donde no se vieron matanzas, sino una campaña social de tipo redistributivo.

Esta campaña redistributiva buscó revivir ancestrales mecanismos de reciprocidad entre el Inca y el pueblo, reforzando su imagen y legitimando la lucha.

De acuerdo al planteamiento político del frente social anti-español propuesto por Túpac Amaru, conformado por todos los sectores no españoles peninsulares, era importante librar batallas solo contra los españoles, no matar a los criollos y mestizos. Como fue el caso de Sangarará, donde José Gabriel trató, hasta el último momento, de obtener la rendición y salvación de los criollos y mestizos (39).

Desde el primer momento se produjo la conformación de una dirigencia integrada básicamente por sus familiares y allegados, que tuvieron a su cargo la responsabilidad del manejo político y militar. Es así que encontramos a Diego Cristóbal Túpac Amaru, como el principal lugarteniente de José Gabriel, el cual tuvo el nivel de jefe político-militar, a cuyo cargo estuvieron campañas de vital importancia, como las del río Urubamba, fundamental para el ataque y el cerco del Cusco. Micaela Bastidas, su esposa, manejaba el aspecto logístico. Controlaba que no faltaran los abastecimientos para el ejército.

El ubicar a familiares en puestos claves a nivel político y militar era importante por dos factores: el primero, está asociado al hecho que por el lazo de familiaridad que mantenían con Túpac Amaru tendrían una mayor legitimidad frente a sus seguidores; el segundo, está asociado al hecho que de esta manera los lazos de confianza y compromiso eran mayores entre los miembros de la dirigencia.

Pero no todos los delegados y jefes de la revolución fueron familiares de Túpac Amaru, hubo muchos que sin ser familia eran de comprobada fidelidad. Tal fue el caso de Marcelo Calle, quien fue el delegado Tupacamarista en el Collao (40).

II.3 Desarrollo de las contradicciones:

Enterados en el Cusco del inicio de las acciones por parte de Túpac Amaru, se envió una fuerza de aproximadamente ochocientos hombres con el fin de sofocar su movimiento. Esta fuerza estaba compuesta en su mayoría por criollos y españoles. Al divisar a las fuerzas tupacamaristas en Sangarará cundió el pánico entre las fuerzas virreinales escondiéndose dentro de la pequeña iglesia del pueblo. Túpac Amaru ofreció perdón para aquellos criollos que se pasaran a sus filas, mas no para los españoles. Dentro de la iglesia se produjo amenazas por parte de los españoles para evitar la deserción en sus filas. En este momento de desesperación estalló un cañón, el cual generó un incendio al interior de la iglesia, y con ello, la muerte de los criollos que estaban dentro.

Por la fuerza desplegada en esta acción, la batalla de Sangarará estuvo muy lejos de ser una batalla militarmente muy significativa.

Algunos enfoques, como los de Valcarcel y Choy han exagerado la magnitud del triunfo, presentándolo como un gran triunfo que dejó al Inca la posibilidad de tomar el Cusco. Lo cierto es que aún teniendo la posibilidad de ingresar a la ciudad, con un costo humano altísimo, no tenía las condiciones de poder conservarla frente al grueso del ejército virreinal.

El triunfo de Túpac Amaru en Sangarará tuvo más un impacto psicológico e ideológico, ya que elevó la moral de las fuerzas tupacamaristas y reforzó la idea de un Inca invencible.

Teniendo en cuenta las consecuencias que tuvo la batalla de Sangarará, como fueron la pérdida de la capacidad de conformar un frente anti-español en el Cusco, por la excomunión y la tergiversación del mensaje integrador tupacamarista, la batalla de Sangarará constituyó un triunfo militar; pero fundamentalmente un enorme fracaso político.

El desarrollo de las acontecimientos revistió una gran complejidad: no se conformó el frente social anti-español en el Cusco, y por consiguiente, la toma de la ciudad. Estos problemas fueron, el primer lugar, la necesidad de librar batallas que eran militarmente necesarias, pero políticamente contraproducentes, como fue el caso de Sangarará. En segundo lugar, el proceso de masificación por el que pasó el movimiento, generó la aparición de líderes locales, de los cuales muchos de ellos fueron progresivamente quebrando la unidad organizativa del movimiento, lo que provocó actos de violencia que estaban en contradicción con lo propuesto por Túpac Amaru. En tercer lugar, estuvo la división al interior del sector de caciques y de los curas, lo cual motivó la participación indígena en ambos bandos.

Al iniciar sus campañas Túpac Amaru contaba con un ejército de alrededor de tres mil hombres, entre indios y mestizos, conformando tres divisiones de confianza y muy disciplinadas; además de existir una importante proporción de criollos y mestizos con algunas armas de fuego (41).

Conforme se desarrolló el proceso, éste comenzó a masificarse, incluso desde la campaña a Quispicanchis; (aquella que siguió a la ejecución de Arriaga) se pudo apreciar este hecho. El apoyo popular era fundamental para alcanzar los objetivos revolucionarios, pero la masificación conllevó a la pérdida de la capacidad de manejar militarmente el movimiento.

En los primeros momentos de la revolución, el ejército de Túpac Amaru, durante la dirección de José Gabriel, estuvo conformado por hombres de Canas y Canchas, los cuales mantenían una relativa disciplina; pero conforme el movimiento se fue masificando, las tropas se hicieron más indisciplinadas, demostrando su evidente falta de formación militar lo que las llevó a desarrollar acciones que nada tenían que ver con la revolución, sino con opciones reivindicativas de simple saqueo y reparto de bienes.

La masificación generó que, cada día más, los líderes de la corte de Tungasuca, entre los cuales se encontraban Micaela Bastidas y Diego Cristóbal Túpac Amaru estuvieran en la incapacidad de controlar el manejo de la violencia desatada por líderes autonomistas locales. Tal fue el caso de las acciones de Calca, Ocongate y varias de Paucartambo (42), las cuales fueron dirigidas por líderes locales de tipo autonomista y anárquico, que manejaron una ideología racista que cobró una violencia inusitada, al punto que se profanaron los ornamentos del culto religioso, llegándose a efectuar matanzas en los altares (43) y beber la sangre de las victimas en los cálices (44).

Este proceso de masificación conllevó problemas de organización que involucraron acciones de violencia que afectaron tanto a nivel militar como político. Las acciones de Calca y Písac, acaecidos inmediatamente antes de la campaña de Diego Cristóbal sobre el Urubamba, la cual era clave para la ofensiva sobre el Cusco, están llenas de crímenes y destrozos en San Salvador, Písac, Lamay, Calca, Yucay, Urubamba y Pachas, sin orden de Túpac Amaru ni de ningún lugarteniente. Todo esto trajo como consecuencia el debilitamiento de las relaciones con los pobladores de la margen derecha del río Urubamba, importante objetivo que debió ser alcanzado por los revolucionarios, por la importancia que revestía la campaña sobre el Cusco.

En el caso de los caciques, que deberían ser la piedra angular de la movilización indígena, no se produjo la proyectada unidad. Unos reprobaron el movimiento colaborando totalmente con los españoles, como Pumacahua; otros apostaron por la revolución dentro del bando Tupacamarista, como Tomasa Tito Condemayta. Con respecto a los caquiques fidelistas, Carlos Daniel Valcarcel menciona lo siguiente:

"Estos caciques fieles desempeñaron un papel decisivo en la relación contra sus propios hermanos de raza, ayudando a las autoridades con hombres, dinero, animales y víveres. Cabe recordar entre los más distinguidos a Mateo Pumacahua, de Chinchero; Diego Choquehuanca, de Azángaro; Pedro Sawaraura, de Kispicanchis; Nicolás Rosas, de Anta; Eugenio Sinanyuca, de Tinta; Antonio Eguiluz, de Paruro, y Joaquín de Zuñiga, de Condesuyos?"(45)

Pumacahua tuvo destacada participación en el bando realista. Fue nombrado coronel de la gente que reclutó en Chinchero. Suparticipación fue clave al lado de las tropas de Del Valle y Francisco Laysequilla durante el asedio al Cusco. Diego Choquehuanca fue uno de los caciques de más distinguido linaje, descendía del Inca Huayna Cápac y mantuvo inquebrantable su fidelidad al rey, a pesar de haber recibido comunicación de Túpac Amaru para que se plagara al movimiento. Pedro Sahuaraura, murió en la batalla de Sangarará, mientras participaba en el bando español. Nicolás Rosas, cacique de Anta, tuvo una destacada participación dentro del bando español, pues hizo posible que el camino entre el Cusco y Lima estuviera libre para permitir la llegada de refuerzos españoles desde Lima.

Entre los caciques que estuvieron al lado de Túpac Amaru destaca Tomasa Titu Condemayta, la cual defendió el puente Pilpinto con un grupo de mujeres.

Otro sector que tuvo importancia gravitante fueron los curas, los cuales tenían una gran capacidad de movilización indígena. Dentro del sector de los curas también se experimentó la división, así encontramos curas realistas y otros que eran tupacamaristas. Dentro de los realistas destaca Pedro Santisteban, cura de Urcos, el cual, por no existir corregidor en Quispicanchis, por la muerte de Cabrera, asumió las funciones de jefe político-militar de la zona, y logró incluso derrotar a fuerzas tupacamaristas (46).

Entre los que abrazaron la causa revolucionaria están los dominicos Fray Isidro Rodríguez, capellán de Túpac Amaru, a quien oficiaba misa en un altar portátil; José Marurí, cura de Asillo, destaca por el auxilio que prestó a Túpac Amaru con hombres, armas y dinero. La participación de los curas en el bando tupacamarista no era oficial, ya que el movimiento fue condenado por la iglesia a través de la excomunión de Túpac Amaru y todos aquellos que estuvieran con él, incluso los curas. (47)

Esta división en el caso de los caciques y curas trajo también la división entre los indígenas. Ha quedado demostrado que los indígenas seguían la causa de sus caciques y curas. Muchos caciques de linaje acomodaban a sus hijos dentro del clero, a pesar de las restricciones. Tal fue el caso de Nicolás Apu Sahuaraura, el cual logró que su hijo, el licenciado Josef Rafael Sahuaraura fuera aceptado como presbítero domiciliario de la diócesis del Cusco. Leandro, otro de los hijos de Nicolás, también llegó a ser presbítero del Cusco. Sahuaraura estaba emparentado con otro importante linaje cusqueño, el de los Titu Atauchi, además de tener lazos de parentesco con los Choquehuanca. O´Phelan dice al respecto:

"?Precisamente fueron varios pueblos donde se resistió a Túpac Amaru los que estaban en manos de curas doctrineros, que pertenecían a los linajes cacicales que rechazaron la rebelión. Los hijos sacerdotes se identificaron y respaldaron las posturas de sus padres caciques?"(48)

Durante el desarrollo de la revolución, se produjeron campañas militares que eran necesarias desde el punto de vista bélico, incluso para la conservación misma del ejército tupacamarista, pero políticamente desfavorables. Tal fue el caso de Sangarará, la cual ocurrió motivada por el ataque que desde la iglesia lanzaron los realistas, los cuales habían partido desde el Cusco, con el fin de sofocar el movimiento (49).

El resultado de la batalla fue militarmente favorable a los tupacamaristas, pero constituyó un enorme fracaso político, ya que al producirse el ataque contra los realistas, que estaban parapetados en una iglesia, murieron muchos criollos y mestizos del Cusco. Luego de la batalla de Sangarará, el pánico se apoderó de la ciudad del Cusco, huyendo muchos de sus habitantes.

La reacción más fuerte que partió del Cusco contra la revolución tupacamarista, luego de acaecidos los sucesos de Sangarará, surgió del clero. Estuvo encabezada por Moscoso y Peralta, Obispo del Cusco. Este excomulgó a Túpac Amaru a propuesta del arcediano español Ximénes de Villalba, la excomunión no solo iba contra el caudillo, sino también contra todos sus partidarios. Esto minó notablemente al movimiento, sobre todo entre los criollos y mestizos, teniendo en cuenta la enorme religiosidad de la antigua capital Inca.

La excomunión no fue el único acto que desde la iglesia fue dirigido contra el movimiento tupacamarista. Hubo también una ofensiva ideológica que incluyó entre los actos concretos contrarrevolucionarios "una procesión ¡solemne de sangre y penitencia". Los templos estuvieron repletos de creyentes arrepentidos, además de un jubileo, confesión y comunión pidiendo por la salvación de sus vidas. (50)

Una prueba de la fuerza que tuvo la excomunión como arma ideológica contra Túpac Amaru está en el hecho que éste ordenó que se arrancara el documento de excomunión de todos los pueblos a donde llegaban las fuerzas revolucionarias.

Esto trajo como consecuencia que los criollos y mestizos rechazaran al movimiento. La excomunión encajaba perfectamente con la muerte de criollos y mestizos en Sangarará, creando pánico ante la idea de lo que las huestes revolucionarias podían hacerles si ingresaban a la ciudad. De esta manera el pequeño triunfo militar implicó, la total imposibilidad de conformar el frente en el Cusco (51).

De poco le sirvió a Túpac Amaru llamar a los criollos y vecinos del Cusco, así como justificar su accionar con el Obispo Moscoso, el arquitecto de la excomunión; pues a partir de ese momento la posibilidad de organizar un frente en el Cusco estaría liquidada. Otros hechos se aunaron, como la muerte de Quispe Tito, la ejecución del cacique Tambohuacso, el apresamiento de Inquill Tupa y otros caciques conjurados, y la vacilación de conjurados como los Ugarte y los Palacios (52)

Cuando Túpac Amaru preparó y desarrolló la ofensiva sobre el Cusco, los preparativos de la defensa ya habían sido realizados, donde destacó la participación de criollos, mestizos y muchos caciques con sus aportes económicos y militares. Estos serían fundamentales, ya que Túpac Amaru no tuvo la posibilidad de tomar el Cusco sin gran mortandad, y lo habría hecho contra la voluntad de sus pobladores lo que le imposibilitaba presentarse como el Inca libertador y redentor, como pretendía.

La campaña sobre el Cusco se ofrecía como una guerra de indios contra indios. En el cerro Picho, las huestes de Túpac Amaru se encontraron con los realistas al mando de Francisco Laysequilla, quien conducía miles de indígenas al mando del cacique Rosas, y otros de Pumacahua (53).

De esta manera, la campaña sobre el Cusco aparecía con una enorme fractura interna, pues el frente no se había conformado. No sólo los criollos y mestizos se habían alineado mayoritariamente con los españoles, sino que también los indígenas estaban divididos en ambos bandos todo o cual constituyó un enorme fracaso político.

CAPÍTULO III

EL CERCO DE LA PAZ

III. 1 La situación en el altiplano:

La masificación del movimiento y la incomprensión del mensaje ideológico de José Gabriel, se reflejó a nivel organizativo, con innumerables lideres locales, algunos de los cuales cobrarían importancia a nivel regional, como fue el caso de Túpac Catari, quien dirigió, como muchos otros, actos de violencia radicalizada en el Collao. Esta violencia radicalizada, anti-blanca y sangrienta hizo fracasar el frente en La Paz, Chuquisaca, Potosí y Oruro.

Fue precisamente en el Alto Perú donde la radicalización alcanzó niveles preocupantes para José Gabriel, quien había dispuesto una ofensiva general aprovechando las festividades de carnavales, pero muchos de sus seguidores no entendieron sino un mensaje racista y masacraron a cuantos no fueron indios, lo cual se conoció como el "carnaval sangriento".

Al parecer, la decisión del Inca de iniciar su ofensiva en el Altiplano no se debió a un simple error de cálculo; al contrario, existieron factores y circunstancias que lo llevaron a tomar tal decisión. La ciudad del Cusco había demostrado ser fidelista, motivada en gran medida por la imagen que el movimiento tuvo luego de la batalla de Sangarará, donde perdieron la vida muchos criollos y mestizos; además de la excomunión que pesó sobre los revolucionarios.

En el Altiplano se ofrecían excelentes condiciones para lograr el frente político en las ciudades más importantes; pero por otro lado, surgían peligrosos radicalismos que amenazaban la posibilidad de conformar el ansiado frente anti- español. Sivirichi sostiene que:

"En suma, el Inca pudo observar que en el Altiplano, si bien no existía peligro de mayores reacciones virreinales (salvo en la ciudad de Puno), en cambio crecían los peligros de una ruptura de las fuerzas patriotas. Vio que se desarrollaron nuevas tendencias anti-quechuas entre ciertos aimaras. A la vez observó que varios dirigentes plebeyos locales, tanto aimaras, quechuas y puquinas querían, erróneamente, contrarrestar al dominio político ejercido por los Túpac Amaru, el cual era necesario para sujetar adecuadamente a cientos de caciques rebeldes, que se sentían nobles, que eran aristócratas indígenas. Por último, notaría el Inca que bullían renovadas tendencias racistas en no pocos de los alzados" (54)

La ciudad de Chuquisaca, la más importante del Alto Perú, presentaba excelentes condiciones, ya que las contradicciones entre los criollos, mestizos y españoles se habían agudizado. El avance de Túpac Amaru estaba en combinación con las fuerzas de Dámaso y Nicolás Catari. Las contradicciones llegaron a su punto más alto cuando Dámaso Catari, desde los altos de Punilla, hizo pedidos al cabildo de la ciudad esperando la respuesta de los criollos, que nunca se produjo, por las matanzas y desmanes generados por los jefes menores, como ocurrió igualmente en Cochabamba, por efecto de las matanzas de Tapacari, Colcha, Suches y Arque (55). La derrota política de Chuquisaca fue coronada por la militar, a manos del ejército virreinal dirigido por Ignacio Flores.

El caso de Oruro es de fundamental importancia ya que ahí se llegó a plasmar una alianza entre los sectores no españoles. En esta ciudad las contradicciones económicas se habían agudizado ya que la situación de dominio económico la disputaban los españoles y los criollos, éstos últimos con Juan de Dios y Jacinto Rodríguez a la cabeza, los cuales eran mineros y hacendados ricos (56). En este clima de disputa circularon pasquines llamando a las armas. Los mestizos apoyaron a los criollos en cabildo abierto y los tupacamatistas ocuparon la ciudad al mando del líder popular Sebastián Pagador, culminando con la proclamación de Jacinto Rodríguez como líder del movimiento orureño, de forma tal que la contradicción económica alcanzó el nivel político.

Para enero de 1781, la sublevación se había extendido por Paria y Carangas. Indios de esta primera zona ingresaron a Oruro, cometieron saqueos y efectuaron ajusticiamientos, incluso entre criollos, todo lo cual fue agravado con la llegada de grupos aimaras más radicales, que generaron incidentes que acabaron con la vida de Sebastián Pagador. Era e fin del frente orureño; esto llevó a que el mismo Jacinto Rodríguez se pusiera del lado español, lo que significó la derrota político militar de la revolución en la zona.

Para el frente de La Paz, Túpac Amaru había delegado a Marcelo Calle, el cual trató desde el primer momento de establecer el frente con los criollos y mestizos, pero las noticias de los desmanes, indudablemente, debilitaron la viabilidad política del frente. Diego Cristóbal fracasó militarmente en su primer intento por tomar la ciudad de Puno, hacia marzo de 1781. Estos hechos se desarrollaron paralelamente al proyecto de Túpac Catari, líder popular aimara nacido del propio movimiento popular. Este último dirigirá militarmente el ataque a la ciudad de La Paz, para lo cual desplazó como líder a Marcelo Calle (57). De esta forma apareció el líder radical aimara, desconociendo primero las directivas de José Gabriel y luego, desarrollando una conducción militar que acabó con la posibilidad de lograr el frente en La Paz.

III.2 Túpac Catari y los ataques a La Paz

Los ataques a la ciudad de La Paz, fueron puntos culminantes en el desarrollo de las contradicciones entre el aspecto político, de frente anti-español y la situación militar, anti-blanca. Szeminski ha demostrado que una de las cuestiones más importantes del movimiento fue el definir con claridad que era lo blanco, razón por la cual no era de extrañar que se la pudiera utilizar para definir a grupos diversos, como eran los españoles, criollos o mestizos de buena posición social (58). Lo blanco, más que ser un concepto que daba una idea sobre el color de la piel, también hablaba de un sector socialmente dominante y explotador. Todo ello habría sido percibido de diversas formas por los distintos sectores, lo cual podría responder al porque los sectores aimaras y su máximo líder, Túpac Catari, actuaron militarmente en forma radicalizada y en abierta contradicción con el proyectado frente.

Julián Apaza, quien luego adoptaría el sobrenombre de Túpac Catari, apareció por primera vez asistiendo a las reuniones en Tungasuca (59). El desarrolló proyectos propios con el fin de generar un movimiento bajo su propia conducción. Julián Apaza era un arriero iletrado, de origen popular y de gran habilidad para congregar a las comunidades aimaras, lo cual consiguió cuando sostuvo que era la resurrección de Tomás Catari. De este modo logró una adhesión de los aimaras; además aseguró ser comisionado de Túpac Amaru (60)

La ideología del líder aimara difería notoriamente de la de José Gabriel, Al respecto Cornblit, nos dice:

"?la ideología de Katari pretendía principalmente castigar a todos los que no hablaban aymara y usurpar sus tierras, programa que resultaba repulsivo para los moderados tupacamaristas, quienes habían prometido proteger a los 40 españoles de Sorata de todos "los rebeldes traidores que quisieran hacerles daño" (61)

El delegado Tupacamarista para la zona era Marcelo Calle. Este debía consolidar el frente y tomar la ciudad. Túpac Catari manejó el argumento de ser delegado de José Gabriel ante los caciques de Sicasica (62). La consolidación de Túpàc Catari está en gran medida explicada por su radicalismo asumido fácilmente por sectores radicalizados. El surgimiento de Túpac Catari, implica la aparición de un líder que no apareció por delegación de Túpac Amaru, sino de las masas, que no le debía su lugar a José Gabriel, como muchos otros líderes, pero que tuvo la particularidad de proyectarse más allá del nivel local, alcanzando a todo el altiplano aimara.

Desde el punto de vista político-militar, la aparición de Túpac Catari hizo mas compleja la situación del movimiento. Al no ser delegado de Túpac Amaru, coincidió esto con el movimiento más crítico para José Gabriel, ya que cuando el Inca se enteró del asedio a la ciudad de La Paz, estaba en vísperas de los combates de Pucacasa contra el grupo de fuerzas del Mariscal del Valle, quien traía bajo su mando al grueso de los diecisiete mil soldados, el mayor ejército existido en América hasta entonces. La gravedad de la situación política queda gratificada en la siguiente cita:

"Manda el soberano Inga Rey que pasen a cuchillo a todos los Corregidores, sus ministros, caciques, cobradores y demás dependientes, como asimismo a todos los chapetones, criollos, mujeres y niños sin excepción de sexo y edades y de toda persona que parezca ser español o por lo menos esta vestida a imitación de tales españoles"(63)

Túpac Catari tenía, por su extracción plebeya, una posición de rechazo a todos los elementos no indios, a diferencia de Túpac Amaru, que por su posición social estaba habituado a tratar con criollos. Esta fue la razón por la que el líder aimara desarrolló una matanza indiscriminada de todos los blancos o que parecieran como tales.

Túpac Catari, no fue el único que presentó un planteamiento radical frente a la propuesta de Túpac Amaru. También encontramos a líderes de la talla de Pascual Alarapita y Tomás Calisaya, quienes cometieron asesinatos y desmanes; el primero en Pacajes y Sicasica; y el segundo, en Tiquina(64).

Túpac Catari tuvo como objetivo hegemonizar en el movimiento, prueba de ello la podemos encontrar en la proclama que lanzó Pascual Alarapita, pidiendo rendición ante el líder aimara (65). Tomás Calisaya igualmente declaró en Tiquina a Julián Apaza, como el " monarca inga rey Julián (nina) Túpac Catari" (66). Igualmente circularon proclamas suscritas como "Yo el rey Túpac Catari" (67)

Túpac Catari logró controlar la dirección del movimiento convirtiéndose en un líder de gran influencia y poder por el mismo desbande producido que va más allá de la capacidad organizativa de la dirección tupacamarista. Esto es de vital importancia, si tenemos en cuenta que José Gabriel era quien delegaba a sus lugartenientes y que éstos respondían a su mandato.

En este sentido, la autodenominación de "Virrey", por parte de Túpac Catari, debe entenderse mas como una estrategia para lograr el liderazgo en aquellas zonas donde Túpac Amaru tenía un gran influjo ideológico. Prueba de ello es la misma actuación de Túpac Catari durante el asedio a la ciudad de La Paz.

El primer ataque a la ciudad de La Paz por Túpac Catari fue precedido por el desplazamiento del lugarteniente tupacamarista Marcelo Calle, quien debía realizar el cerco a la ciudad ( 68). Siendo el 14 de marzo de 1781, la ciudad estaba cercada por más de catorce mil aimaras. Fue en este ataque donde el gran líder aimara declaró la guerra a muerte a todos los blancos o que perecieran como tales; con esta conducta, sin dudar estaba planteando una línea política y militar opuesta a la del Inca. Mientras Túpac Amaru estaba amenazado por las tropas del mariscal del Valle en Pucacasa, el líder radical aimara Tomás Calisaya, anunciaba en Tiquina a Túpac Catari como rey, incluso mató a Julián Ticona por oponerse a sus matanzas(69).

Ante el peligroso protagonismo del líder aimara, Túpac Amaru mandó a Pedro Obaya a las inmediaciones de La Paz, para reiniciar el frente y retomar la dirección del asedio a la ciudad. El líder tupacamarista le arrebató el poder a Túpac Catari. Obaya intentó reiniciar el frente, para lo cual portaba la carta del Inca, en la cual invocaba la unión con los criollos y mestizos (70). De esta forma Obaya pasó a ser el líder y conductor del asedio a La Paz. La asunción de Obaya significó el intento por recomponer el frente, en reemplazo de la guerra de razas, desarrollada por Túpac Catari. En este contexto, fue que se produjo una reunión entre el líder tupacamarista y altos funcionarios de La Paz, donde el planteó cinco puntos: 1) El reconocimiento del Inca Túpac Amaru como rey; 2) La entrega de los cuatro corregidores; 3) La entrega de los hacendados y aduaneros; 4) La entrega de las armas de fuego; 5) La destrucción de los achincheramientos (71).

Túpac Catari se integró al asedio de La Paz, bajo las órdenes de Pedro Obaya, pero estaba buscando su propio protagonismo, utilizando la estrategia de presentar a Túpac Amaru como "señor monarca". Esta estrategia se vio favorecida grandemente al ser aprisionado Obaya. Más allá de las misivas donde se presentaba bajo las ordenes de José Gabriel, Marcelo Calle se sublevó en Sicasica contra Túpac Catari; por esta razón, el líder radical aimara fue a Sicasica y tomó a Calle por prisionero, regresando a prisa a La Paz para retomar el asedio.

El nivel de contradicción política llegó a uno de sus puntos más altos cuando Túpac Catari mandó matar a Marcelo Calle el 8 de agosto de 1781(72), posiblemente por congraciarse con los españoles para lograr la liberación de su mujer Bartolina Sisa. Todo esto no fue sino la punta del iceberg en la actuación de Túpac Catari: este apuñaló al cacique de Tiahuanaco, Guacachi, de quien se decía contaba con la confianza de Diego Cristóbal Túpac Amaru.

Para este momento, Túpac Catari había logrado tanto poder, que su eliminación en el mando fue algo que estratégicamente se hizo inconveniente para los Túpac Amaru. La guerra para ese entonces había cobrado características demasiado complejas. El Inca José Gabriel estaba muerto y Diego Cristóbal Túpac Amaru era ahora el conductor político-militar del movimiento. El movimiento se desarrollaba en varios frentes, entre los cuales estaba Puno, Sorata y La Paz; además habían aparecido líderes anárquicos surgidos de un desborde popular, que quebraron la unidad organizativa del movimiento, desarrollando acciones paralelas, racistas, contrarias con la postura político-militar tupacamarista.

En este contexto, Andrés Túpac Amaru buscó arrebatar el liderazgo a Túpac Catari, por esta razón envió a Faustino Tito Atauchi y este apresó al líder radical aimara y lo condujo a Sorata (73). Pero Túpac Catari había logrado demasiado poder, siendo una de las razones que pesaron para obtener el perdón del líder tupacamarista, sin desmerecer el hecho de que tuviera cierta influencia Gregoria Apaza que fuera mujer de Andrés Túpac Amaru.

Pero esto no acabó con los ímpetus del líder aimara, por esta razón retomó el cerco de La Paz el 8 de agosto y empezó a incendiar una parte de la ciudad. Ante esto Tito Atauchi estuvo dispuesto a retomar el poder, pero Túpac Catari lo mató (74), De este modo nuevamente las contradicciones llegaron a un punto crítico que obligó al mismo Andrés Túpac Amaru a ir a los alrededores de la Paz y tomar parte de la conducción del cerco (75). Respecto a la contradicción a nivel organizativo, Cornblit nos dice:

"?Ya en marzo de 1781, los Kataristas habían iniciado el sitio de la ciudad española de La Paz, y en agosto se les unieron los Tupacamaristas bajo el mando de Andrés Túpac Amaru Inca y Miguel Bastidas Túpac Amaru Inca. Las diferencias entre ambos grupos se hacen visibles en la separación de sus acantonamientos militares: los tupacamaristas se situaron en el Alto, a 400 metros sobre la ciudad en la carretera entre Cusco y Potosí, mientras que los Kataristas acamparon en Pampajasi, en la carretera entre La Paz y las Yungas, una zona tropical desde donde los Katari habían antes comerciado con la ciudad en coca y otros productos. Estos campamentos no solo reflejaban la separación física de ambas facciones, sino también simbolizaban el hecho de que la organización Katarista era gobernada por representantes de los 24 cabildos indios de La Paz, algunos de los cuales eran de origen plebeyo, mientras que por su parte los tupacamaristas estaban bajo el mando de élites indígenas y de ladinos (indígenas españolizados) de larga trayectoria tupacamarista en el Cusco" (76)

Una vez que Andrés Túpac Amaru estuvo en La Paz, sujetó a Túpac Catari iniciando un accionar político opuesto, buscando la unidad de los criollos, mestizos, indios y negros. Pero las posibilidades de lograr un frente eran cada vez más lejanas. Sin embargo, los Túpac Amaru, no estaban en capacidad de deponer del mando a Túpac Catari por la posibilidad de enfrentar una ruptura ideológica y estratégica que hubiera creado las condiciones para una ruptura organizativa y con ello la posibilidad de enfrentarse con la existencia de dos movimientos distintos, con una división del espacio geográfico y del apoyo social que habría significado el fin del movimiento. Por dicha razón, durante esta etapa Diego Cristóbal insistió en la necesidad de mantener las mejores relaciones con Túpac Catari, situación que le permitió ser repuesto como conductor del asedio a La Paz.

Así, el proceso revolucionario perdió el norte ideológico, marcado por Túpac Amaru, y se vio arrastrado por un movimiento de tal magnitud y connotaciones que fueron imposibles de ser mantenidas a nivel organizativo, y que acabaron con la posibilidad de lograr un frente en el Altiplano.

CONCLUSIONES

1.- La revolución de 1780 enfrentó básicamente dos niveles de contradicción entre lo político y lo militar. El primero de ellos está referido a la necesidad de enfrentarse militarmente a las fuerzas españolas, aún cuando esto implique una contradicción con relación a los objetivos políticos.

Tal es el caso de la batalla de Sangarará, en la cual Túpac Amaru hubo de enfrentarse a los criollos, dentro del bando español, lo cual precipitó su excomunión y la imposibilidad de conformar el frente en el Cusco y llevar su mensaje político. El segundo, está asociado al surgimiento de liderazgos locales, que iniciaron acciones propias, de corte racista frente a todo lo no indio y autonomista con relación a la dirección Tupacamarista. Estor líderes realizaron matanzas que acabaron con la posibilidad de conformar el frente, sobre todo en el altiplano. Dentro de este segundo nivel destaca la figura de Julián Apaza Túpac Catari.

2.- Los niveles de contradicción anteriormente mencionados, se sustentan en relaciones sociales concretas. La estructura social peruana en el siglo XVIII marcaba fundamentalmente una contradicción de carácter no antagónico entre los criollos y los españoles, lo cual determinó en última instancia la postura fundamentalmente pro española de éstos durante la revolución. Los criollos percibieron claramente que el cariz que había cobrado la revolución les traía más amenazas que posibilidades, por tal razón prefirieron mantener el statu quo.

El caso de los caciques es igualmente importante, ya que las facciones que existían al interior de este grupo derivaron en el divisionismo que cundió entre las masas indígenas, que apoyaron a uno y otro bando, en función de la posición de sus propios caciques. Este fue el caso de los indígenas de Pumacahua.

3.- El movimiento se quedó casi exclusivamente con indios, sin ninguna capacidad militar de tomar el poder, con la muerte de casi la totalidad de sus líderes, y con un programa incumplido.

NOTAS

  1. FLORES GALINDO, Alberto. "Buscando un Inca".p. 122.
  2. FLORES GALINDO, Alberto. Op. Cit.p. 126
  3. SZEMINSKI, Jan "La Utopía Tupacamarista" p. 245
  4. O´PHELAN, Scarlett. "La Gran Rebelión en los andes: de Túpac Amaru a Túpac Catari" p. 26
  5. O´PHELAN, Scarlett. Op. Cit. P. 16
  6. Ibídem. P. 64
  7. Ibíd. p. 86-87
  8. Ibíd.p.38
  9. Colección del Bicentenario de la rebelión de Túpac Amaru (En adelante: CDTA) Tomo II. Pp. 98-99

(10)VALCARCEL, Carlos Daniel. "La rebelión de Túpac Amaru" p. 68

(11) SZEMINSKI, Jan. Op. Cit. P. 25

(12) SIVIRICHI, Atilio y otros. "Continuación de la lucha de los Túpac Amaru (1781-1783). En: Historia General del Ejército Peruano" Tomo IV. Vol 1 p.

(13) SIVIRICHI, Atilio y otros. Op. Cit. p.25

(14) Ibídem. p.12

(15) Ibíd. p.7

(16)Ibíd.p.8

(17) ROEL PINEDA, Virgilio. "Historia Social y Económica de la Colonia" pp. 94-96

(18)TORD, Javier. "Sociedad Colonial y Fiscalidad". En: Apuntes. 1977. pp.3-28

(19) O´PHELAN, Scarlett. "Un siglo de rebeliones anticoloniales" p. 39.

(20) FLORES GALINDO, Alberto. Op. Cit. P.50

(21) O´PHELAN, Scarlett. "Un siglo de rebeliones anticoloniales" p.39

(22) DURAND FLORES, Luis. "Independencia en integración en el plan político de Túpac Amaru" pp.44-45

(23) O´PHELAN, Scarlett. Op. Cit. Pp. 55-56

(24) Ibídem. P.48

(25) Ibíd.. p. 29

(26) Ibíd.. P. 65-66

(27) Ibíd. P. 63

(28) VALCARCEL, Carlos Daniel. Op. Cit. P.83

(29) SZEMINSKI, Jan. ¿Por qué matar a los españoles?. En: Stern, steve: "Resistencia, rebelión y conciencia campesina en los andes" p. 164-165

(30) FLORES GALINDO, Alberto. Op. Cit. P. 127-128

(31) VALCARCEL, Carlos Daniel. Op. Cit. P. 64-66

(32) Colección del sesquicentenario de la Independencia del Perú, (En adelante CDIP) Tomo II, vol 2. Existen innumerables referencias al respecto.

(33) CDTA. Tomo II. P.318

(34) VEGA, Juan José. "La dominación española en el Perú" En: Historia general del Ejército Peruano" Tomo III vol. 1. p. 466

(35) SAHUARAURA, J.R. "Estado del Perú". En: CDIP

p. 356

(36) CDTA. Tomo I p. 509

(37) Ibídem. P. 509

(38) CDIP. Tomo II. Vol 2. p 445

(39) VEGA, Juan José. Op. Cit. 385

(40) LEWIN, Boleslao. "La Rebelión de Túpac Amaru y los orígenes de la Independencia de Hispanoamérica" p. 82

(41) VEGA, Juan José. Op. cit. P.7

(42) SIVIRICHI y otros. Op. cit. P.4

(43) Ibídem. p. 9

(44) Ibíd.p9.

(45) VALCARCEL, Carlos Daniel. Op. cit. P.72

(46) Ibídem.p.121

(47) Ibíd. p. 118

(48) O´PHELAN. Op.cit.68

(49) CDIP. Tomo II. Vol 2. p.403

(50) VALCARCEL, Carlos Daniel. Op. cit. pp. 85-86

(51) CDIP. Tomo II, vol 2 p. 435

(52) VEGA, Juan José. Op. Cit p. 388

(53) Ibídem. P.446

(54) SIVIRICHI y otros. Op. Cit. p. 7

(55) Ibídem. P. 10

(56) Ibíd.p.11

(57) Ibíd. p. 20

(58) SZEMINSKI, Jan. ¿Por qué matar a los españoles? Op. Cit. p.164

(59) VALLE DE SILES, Maria Eugenia. "Andrés Túpac Amaru y los criolos de Tuille y Sorata". En: Actas del Coloquio Internacional Túpac Amaru y su Tiempo" Lima- Cusco. 11-16 nov. 1980. Editado por la Comisión del Bicentenario de la Rebelión Emancipadora de Típac Amaru. 1982. p.609

(60) Ibídem p. 17

(61) CAMPBELL, León G. "Ideología y faccionalismo durante la gran rebelión, 1780-1782". En: Stern, Steve. "Resistencia, rebelión y conciencia campesina en los Andes, siglos XVIII al XX". p. 137

(62) VALLE DE SILES, María Eugenia. Op. Cit. 609

(63) SIVIRICHI y otros. Op. Cit.p.20

(64) Ibídem.p.22

(65) CDIP. Tomo II. Vol 2 p. 661

(66)CDIP. Tomo II. Vol 2 p. 802

(67) CDIP. Tomo II. Vol 2 p. 806

(68) LEWIN, Boleslao. Op. Cit. p.812

(69) SIVIRICHI y otros. Op. Cit. p.22

(70) Ibídem.p. 27

(71) Ibíd. p.28

(72) Ibíd. p. 62

(73) Ibíd. p.63

(74) Ibíd.p. 67

(75) Ibíd. p. 68

(76) CAMPBELL. León G. Op. Cit. 137.

BIBLIOGRAFÍA

APARICIO VEGA, MANUEL JESÚS

1981. "JOSÉ GABRIEL Thupa amaro Inga. Verdadero y único nombre del conductor de la 1780". La revolución de los Túpac Amaru. Antología. Lima

BARRAGÁN, ROSSANA.

1996. "Españoles, patricios y españoles europeos: Conflictos intra-elites e identidades en la ciudad de La Paz en vísperas de la Independencia 1770-1809. En: Walter, Charles. (Comp.) 1996

BONILLA, HERACLIO

1981. "Estado y clases populares en el Perú: Las palabras y los hechos": EN: La independencia en el Perú. "2ª. Ed. Lima: Instituto de Estudios Peruanos. 13-69.

BURGA, MANUEL.

1988. "El nacimiento de una utopía". Lima: Instituto de Apoyo Agrario.

CAMPBELL, LEON G.

1990. "Ideología y faccionalismo durante la gran rebelión". En: Stern, Steve. "Resistencia, Rebelión y Conciencia campesina en los Andes. Siglo XVIII al XX". 118-140.

CORNEJO BOURONCLE, JORGE

1949. "Túpac Amaru. La revolución precursora de la emancipación continental" Cusco ( 2ª. Ed.1963)

CHOY, EMILIO

1976."Contradicciones y trascendencia de la revolución" En: Flores Galindo, Ed, 1976

DURAND FLORES, Luis

1973. "Independencia e integración en el plan político de Túpac Amaru". Lima.

FISHER, JHON

1977. "Minas y mineros en el Perú Colonial, 1776-1824". Instituto de Estudios Peruanos. Lima.

FLORES GALINDO, ALBERTO

1976(Ed.) "Túpac Amaru 1780. Sociedad Colonial y sublevaciones populares. Lima: Retablo de Papel.

1987."Buscando un Inca". Lima. Instituto de Apoyo Agrario.

GARZON HEREDIA, EMILIO

1996." 1780: Clero, elite local y rebelión". En: Walter, Charles. (Comp.)

GOLTE, JURGEN

1980. "Repartos y rebeliones: Túpac Amaru y las contradicciones de la economía colonial". Lima: Instituto de Estudios Peruanos.

HOBSBAWM, ERIC

1974. "Rebeldes primitivos". Barcelona

1976. "Las revoluciones burguesas". Seleccionado por la Escuela de Historia, Facultad de Humanidades, Universidad de la Habana. La Habana. Cuba.

HUERTAS, LORENZO

1972. "Lucha de clases en Ayacucho: 1700-1830" tesis UNMSM. Lima.

LEWIN, BOLESLAO

1967. "La Rebelión de Túpac Amaru y los orígenes de la Independencia de Hispanoamérica. Buenos aires.

O´PHELAN, SCARLETT

1982."El movimiento Tupacamarista: fases, coyuntura económica y perfil de la composición social de su dirigencia" En: "Actas del Coloquio Internacional Túpac Amaru y su Tiempo" Cusco.

1980. "Un siglo de rebeliones anticoloniales". Perú y Bolivia 1700.1783. Centro Bartolomé de las Casas.

1995. "La gran rebelión en los Andes: De Túpac Amaru a Túpac Catari". Centro Bartolomé de las Casas.

1996. "Algunas reflexiones sobre las Reformas Borbónicas y las rebeliones del siglo XVIII. En: Walter, Charles (Comp.)

PEASE, FRANKLIN

1982. "Antecedentes mesiánicos en la lucha de los Tupa Amaru". En: Historia general del Ejército Peruano. Comisión permanente de Historia del Ejército del Perú. Tomo IV. Vol 1.

PERÚ

1971. "Colección Documental del Sesquicentenario de la Independencia del Perú"

1980 "Colección del Bicentenario de la rebelión Emancipadora de Túpac Amaru"

ROEL, VIRGILIO

1980. "Historia Social y Económica de la Colonia".

ROSTWOROWSKI, MARIA

1977. "La Estratificación Social y el Hatun Curaca en el mundo Andino". En: "Histórica". Vol 1 nº 2

ROWE, JHON

1954. "El movimiento nacional inca del siglo XVIII". En: "Revista Universitaria" nº 107. Cusco. 17-47. Reimpreso en Flores Galindo, 1976

SILVA SANTISTEBAN, FERNANDO

1964. "Los Obrajes en el Virreinato del Perú". Lima

STAVENHAGEN, RODOLFO

1975. "Las Clases Sociales en las Sociedades Agrarias" México.

STERN, STEVE

1990. (Comp.) "Resistencia, rebelión y conciencia campesina en los Andes, siglos XVIII al XX. Instituto de Estudios Peruanos.

SZEMINSKI; JAN

1976. "La insurrección de Túpac Amaru II". ¿Guerra de Independencia o revolución?. En: Flores Galindo. 1976. 199-258.

1984. "La Utopía Tupacamarista". Lima. Pontificia Universidad Católica del Perú.

1990. ¿Por qué matar a los españoles?. Nuestras perpectivas sobre la insurrección en el siglo XVIII. En Stern, Steve (comp.)

SIVIRICHI, ATILIO Y JUAN JOSÉ VEGA

1979. "Continuación de las luchas de los Túpac Amaru (1781-1783)". En: Historia General del Ejército Peruano". Comisión Permanente de historia del ejército del Perú. Tomo IV. VOL 1.

TAMAYO HERERA, JOSÉ

1980. "Historia del Indigenismo Cusqueño, siglos XVI-XX". Lima.

TORD, JAVIER

1977. "Sociedad Colonial y Fiscalidad". En: Apuntes. pp. 3-28

TRELLES, EFRAÍN

1991. "Modernidad signo cruel: curso y discurso de modernizantes peruanos (s. XVIII-XIX) En: Urbano, Enrique. (Comp.) "Modernidad en los Andes".

VALCARCEL, CARLOS DANIEL

1970 "La Rebelión de Túpac Amaru" ·º. Ed. Lima.

VALLE DE SILES, MARIA EUGENIA

1980. "Andrés Túpac Amaru y los criollos de Tuille y Sorata". En: "Actas del Coloquio Internacional Túpac Amaru y su Tiempo" Lima- Cusco. 11-16 nov. Editado por la Comisión de la rebelión Emancipadora de Túpac Amaru.

VEGA, JUAN JOSÉ

1969. "José Gabriel Túpac amaru". Lima.

1979. "Túpac Amaru y su tiempo, alzamiento y campañas". En: "Historia General del Ejército Peruano.

WALKER, CHARLES

1996. "Entre la retórica y la insurrección: Las ideas y los movimientos sociales en los Andes, siglo XVIII". Centro Bartolomé de las Casas. Cusco.

Este trabajo va dedicado a la memoria de mi padre, Daniel Loayza Silva, y de mi abuelo, Carlos Herrera de la Haza. De igual manera, va dedicado a mi esposa y a mis hijitos Renzo y Fiorella, mi razón de vivir.

 

Daniel Iván Loayza Herrera

Lima 2006

Partes: 1, 2
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente