En la modernidad las herramientas y las máquinas se encargan de operar sobre la naturaleza, siendo esta el material sobre el cual se materializa un proyecto de mundo moderno, numérico y racionalizado. Crosby, siguiendo a Mumford, ha explicado como el antiguo modelo simbólico venerable fue reemplazado por el modelo pantométrico racional y abstracto de la modernidad. La técnica moderna ovacionó a la máquina, que pasó a ser el modelo perfecto de todo. "Colocar una cosa en un lugar determinado y medir su duración llegó a ser un requisito esencial para comprenderla." ¿Es esto comprender según los griegos y según Heidegger? ¿Es necesaria la medición para comprender lo que se tiene ante los ojos? Que algo sea correcto, no significa que sea verdadero. Para llegar a la esencia del árbol hay que ver eso que todos los árboles tienen pero no es el mismo árbol.
En contraste con el punto de vista heideggeriano de la técnica, Umberto Galimberti piensa en la misma como el ambiente en el cual el hombre moderno está sumergido. La irrupción de la técnica obliga al hombre a repensar al mundo y a repensarse a sí mismo. Galimberti considera que las categorías esbozadas por el hombre pre-técnico ya han pasado su fecha de vencimiento.
¿Es la técnica la esencia del hombre? La técnica para este autor es "nuestro ambiente, donde fines y medios, objetivos e ideas, conductas, acciones y pasiones, e incluso sueños y deseos están técnicamente articulados y tienen necesidad de la técnica para articularse." Mientras que para Galimberti la esencia del hombre técnico es la técnica, para Heidegger no puede decirse semejante cosa. Es más, Heidegger intenta pensar la técnica desde lo no técnico, reconociendo que la esencia de la técnica no es nada técnico y que "nunca experimentaremos nuestra relación con la esencia de la técnica mientras nos representemos y dediquemos solo a lo técnico (…)." Si para Galimberti hay que repensar todo desde lo técnico, para Heidegger es fundamental si se quiere comprender verdaderamente a la técnica y su relación con lo ente, salirse de lo técnico.
El capitalismo y la manía por la utilidad
La técnica moderna intenta encontrarle a todo un uso y utilidad. Si se ha canonizado la eficiencia, la reducción de los costos y la maximización del beneficio, podemos ver como la economía se ha vuelto una ciencia más que preferida, junto con las otras ciencias exactas como la física y la matemática. Entonces Georges Bataille llega a escena para tirar las estanterías. Él postula la necesidad de pasar de una economía restringida, basada únicamente en el intercambio de bienes materiales y monetarios, y en lo que es útil; a una economía general que también ampare el derroche, la donación y la perdida sin ninguna ganancia material. No todo lo que hace el hombre es útil. Es obvio que el hombre no destina todas sus energías a su conservación. Como escribe José Ortega y Gasset, el hombre no pretende únicamente estar en el mundo, sino que intenta estar bien, a gusto, cómodo y confortable.
Para Bataille, la noción de gasto se atiene al gasto improductivo, a lo que la lógica capitalista entiende como desperdicio. El autor piensa entonces en el sacrificio, en el deporte y en la joyería. Toma la figura del potlach como arquetipo. "Los pueblos americanos menos avanzados practican el potlach con ocasión de cambios en la situación de las personas –iniciaciones, matrimonios, funerales (…). Está constituido por un don considerable de riquezas que se ofrecen ostensiblemente con el objeto de humillar, de desafiar y de obligar a un rival." El potlach es la perdida pensada positivamente, la entrega de algo sin pensar en una retribución. El potlach es anticapitalista. En el caso de los pueblos americanos, se trata de una cuestión de jerarquía.
Max Weber supo presentar su tesis, la cual adjudicaba al protestantismo calvinista la concepción capitalista de utilidad. Según esta versión de la historia, el calvinismo con su teoría de la predestinación es el antecedente de la moral que ve el desperdicio con espanto. Las máximas de Franklin constituyen un buen punto de apoyo. Según estas máximas, el tiempo no debe ser desperdiciado, medio día destinado a pasear por los verdes parques significa medio día de paga perdido en el trabajo. También debe el hombre inspirar confianza, guardando apariencia de honrado. El dinero permite obtener más dinero. Todo tiene su función en relación a lo que materialmente puede obtenerse. Se trata de una moral de la productividad, de ver la vida como una inversión, de una vida donde el que trabaja es santo.
Surgiendo de los antiguos monasterios, las primeras personas que se dedicaron a llevar una existencia racional fueron los monjes. De hecho, Mumford al hablar del primer reloj mecánico, habla de monasterios. Fue con la reforma religiosa que tuvo lugar entre los siglos XIV y XVII, que surgió el calvinismo. El dogma de la predestinación sostenido por Calvino es fundamental para entender los orígenes del capitalismo. Según esta doctrina, solo unos pocos hombres estaban destinados por Dios para acceder a las puertas del cielo, mientras la mayoría aguardaba una tormentosa eternidad. El hombre estaba en la tierra para servir y engrandecer la obra de Dios. Los hombres no deben hacer el bien por interés de ser salvados, pues sólo la gracia y la fe en la salvación demuestran si una persona está predestinada al cielo. Este abandono del sujeto restaba importancia a las preocupaciones terrenales. Por el contrario, para engrandecer la obra de Dios era sumo importante tener mesura y hacer cosas útiles. Calvino "se sentía instrumento de Dios y estaba seguro de hallarse en posesión de la gracia." Esta concepción del hombre como instrumento para los fines de Dios está estrechamente vinculada con la instrumentalizad predominante en el Calvinismo. Sin posibilidades siquiera de purgar sus pecados por medio de la confesión, el hombre quedó sumido en una vida metódica. El hombre es el administrador de los bienes de Dios. Así, la actividad del lucro se expandió por occidente, tomando la forma de la mesura, la contabilidad y el criterio de utilidad propiciados por la técnica moderna.
Bataille no piensa que la sociedad toda deba dedicarse continuamente al potlach. Piensa que la sociedad se sostiene entre la satisfacción de las necesidades básicas para la vida y la perdida injustificada de bienes. Se trata de vagar entre lo útil y lo inútil. No se puede tirarlo todo porque eso significa resignar la propia manutención. Pero es evidente que el hombre no siempre puede hacer un uso útil de las cosas. Bataille observa que el gasto inútil sigue existiendo en la edad moderna, pero este es ocultado como si fuera deshonroso. Hay una tensión entre la satisfacción del deseo (que implica el gasto improductivo) y los ojos que se orientan hacia el futuro (implicando el trabajo productivo).
El dinero es ese nivelador que permite medir las mercancías con una misma vara. El dinero no es otra cosa que la cuantificación objetiva de lo que una cosa vale, que facilita su intercambio al establecer un patrón de ordenamiento y de comparación entre cosas cuya naturaleza difiere. Este punto es observado por Mumford como otra forma de abstracción del mundo. Ahora todo es dinero. El hombre, con su fuerza de trabajo, deviene en poseedor de un valor de cambio que es capaz de enajenar por una determinada cantidad de horas. La técnica moderna, junto con el capitalismo, ve a su mundo circundante como lleno de utilidades.
El hombre como recurso
El hombre está provocado a provocar. ¿Es entonces el hombre, en tanto es provocado, parte de lo constante? El hecho de que se trate al hombre como recurso humano da algunas indicaciones a este respecto. En la sociedad moderna en la que vivimos las empresas capitalistas cuentan con departamentos enteros destinados a seleccionar material humano. Estos departamentos seleccionan dentro del constante que es la mano de obra, los elementos más útiles para sus fines. Pero podemos ir más lejos: Las empresas que se hacen llamar "consultoras de recursos humanos", son empresas especializadas en la búsqueda de personal para otras empresas. Algunas llegan a ser incluso internacionales. Al ser internacionales, esto significa que pueden buscar material humano para empresas de casi todo el mundo. Así se logra una búsqueda exhaustiva de mano de obra, rastrillando todos los recovecos que la geografía permite para obtener los mejores materiales. La naturaleza a través de la técnica moderna puede proporcionarlo todo al hombre, incluso hombres. Aún así, surge una diferencia. Si el hombre está provocado a provocar, entonces ese provocar que provoca al hombre es primero ante el provocar del hombre a la naturaleza. Heidegger lo explica mejor: "El hombre está pro-vocado más originalmente que las energías naturales (…)."
La interpelación provocante por medio de la cual la técnica "despierta" a la naturaleza refiere a lo que Heidegger denomina lo dispuesto. "Lo dis-puesto significa lo reunidor de aquel poner, que pone al hombre, esto es, lo provoca, a desocultar lo real en el modo de establecer en cuanto lo constante. Dis-puesto significa el modo de desocultar que impera en la esencia de la técnica moderna y que él mismo no es nada técnico." Si estamos hablando de lo dispuesto, estamos hablando de una forma de desocultar que acontece de forma apropiadora.
Bookchin observa que la técnica moderna pone al sujeto en una situación peculiar. Acoplándose con la idea de recurso humano esbozada anteriormente, el autor piensa que la subjetividad del hombre que produce, se disuelve en la mera cosificación. Es decir, el sujeto no es más sujeto. Si no podemos distinguir individualmente entre la masa de objetos que es una cuantiosa producción de sillas, tampoco podemos distinguir individualmente entre una legión de habilidosos ingenieros. Como bien comenta Mumford, "En su afán de adquirir poder el hombre intentó reducirse a sí mismo a una abstracción (…)." A este respecto, Bataille tiene un punto de vista análogo al de Bookchin, ya que admite que el hombre en el reinante capitalismo condenatorio del derroche pierde su condición de sujeto. Gino Germani planteó la contradicción moderna de una manera lúcida: "Por un lado la democracia política requiere hombres entrenados para el ejercicio de la libertad y de la responsabilidad; por el otro los reduce a la condición de cosas, de meros medios, para la mayor parte de las horas útiles de su existencia."
Ortega y Gasset plantea a la técnica como la forma que tiene el hombre para modificar el medio ambiente hostil en el que vive. Se trata de un hombre para el cual es necesario que el mundo se adapte a él. De esta manera se acerca a la concepción de técnica provocante que definió Heidegger. Pero la técnica no remite a lo que el hombre necesita para su mera manutención, sino que remite a que el hombre logre su bienestar. El ser humano no necesita sólo estar, existir; más bien le es urgente estar a gusto, existir de cierta manera confortable. A Ortega y Gasset le interesa la necesidad humana como necesidad objetivamente superflua. "La técnica es la producción de lo superfluo." Como señala Jorge Acevedo cuando comenta las ideas del pensador español, "(…) La técnica está supeditada a ese ser sí mismo del hombre, a su programa vital propiamente humano, (…) a su proyecto de existencia inventado (…)." Ortega y Gasset, a diferencia de Galimberti, reconoce que no todo debe ser visto desde la técnica, y este es su punto de coincidencia con Heidegger. Aún así, Ortega y Gasset aborda la cuestión de la técnica teniéndola en cuenta como hacer voluntario del hombre, destacando su lado puramente humano.
El peligro
La técnica provocante se ha constituido como forma de dar sentido a las cosas, generando la ilusión o la miopía de ser la única, por cierto. Es totalitaria en tanto desprecia otras formas de conocimiento por no ser tan exactas y precisas. La técnica moderna trata de postularse como forma única de desocultar y es eso lo que para Heidegger resulta peligroso. Dice Heidegger que la esencia de la técnica es algo ambiguo. Esa ambigüedad se encuentra entre lo dispuesto que provoca al hombre a una única manera de desocultar. A raíz de esta forma de desocultar el hombre corre el riesgo de no llegar a la esencia de las cosas. "Precisamente en lo dis-puesto, que amenaza arrastrar al hombre al establecer, como modo pretendidamente único de desocultamiento y así empuja al hombre al peligro del abandono de su libre ser, precisamente en este peligro, (…) aparece la pertenencia más íntima e indestructible del hombre a lo confiador, en el supuesto de que nosotros (…) comencemos a prestar atención a la esencia de la técnica." Aunque provocar no se corresponda de ninguna manera con el confiar, lo salvador se encuentra donde está el peligro. Si por una parte lo dispuesto es lo provocante, por otra puede verse lo confiador, "que permite al hombre perdurar en su papel de custodio de la esencia de la verdad." Hertor Schmucler retoma un verso del alemán Holderlin "Allí donde está el peligro nace también lo que salva. La condición es reconocer que allí está el peligro."
Galimberti observa que la técnica ha dado un salto cualitativo, encargándose de trepar desde su estatus de medio hasta el estatus de fin. Al fin y al cabo uno de los puntos de coincidencia de muchos autores es este carácter expansivo de la técnica, que pretende volverse el proyecto primordial de la vida humana. La técnica "se concibe como matriz en la que se gesta la propia naturaleza del hombre." Además de su carácter expansivo la técnica moderna expulsa a los críticos, exclamando que ella es buena y que todo lo que ella hace debe hacerse, pues es progreso humano. Galimberti, contrariamente a Heidegger, termina negando la existencia de lo extratécnico.
Ortega y Gasset, al reconocer la necesidad de un programa pre-técnico reconoce que la técnica no es solo una cuestión que debe cerrarse sobre si misma. La técnica debe funcionar sobre la base del programa vital que el ser humano se forja para sí mismo. Por su parte, Bookchin plantea la gravedad de carecer de una matriz social en la cual la técnica pueda insertarse siendo investida de un significado social. Es necesario que la técnica moderna "no pierda la razón". El problema técnico es plantearse los límites, reflexionar sobre los usos y las necesidades. Se trata de que la técnica no lo haga todo por el simple hecho de que puede hacerlo.
II
El tiempo en rebanadas
En los tiempos actuales estamos acostumbrados a trozar el tiempo como el carnicero troza la res. En los televisores, en las computadoras, en los diferentes lugares públicos y en nuestras propias casas hay aparatos que se encargan de indicarnos cuantitativamente en qué momento del día nos encontramos. Yo, al momento de escribir esto, tengo una rebanadora de tiempo portátil ajustada a la muñeca de mi mano izquierda.
Al hablar de horas, minutos y segundos estamos hablando de una concepción abstracta del tiempo, un tiempo capaz de ser fragmentado hasta en unidades que usualmente no reparamos como los milisegundos, centésimas de segundo y otras. Existe la representación temporal como proporción: un cuarto de hora, media hora, medio día, un cuarto de siglo, etc. El tiempo abstracto hoy en día es necesario. Es necesario porque respetando los horarios hay orden, o al menos en teoría debería haberlo. Se registran horarios de entrada, salida, recreos, tiempos de ocio, duraciones de entretenimientos varios, duraciones de estadías, de temas musicales, de tiempos de lectura y hasta el libro de records Guiness se encarga de registrar cuanto tiempo puede un hombre sostener una plato de porcelana sobre una varilla apoyada en su mentón. Incluso el retraso de una persona puede ser calculado. Uno puede llegar media hora tarde, quince minutos tarde, cinco minutos antes de la hora de llegada. La llegada en punto es valorada muchísimo en la era del tiempo abstracto. Llegar "en punto", o ser puntual, significa estar exactamente en el lugar indicado dispuesto para hacer lo que se tenga que hacer en el momento de hacerlo. Así como el reloj mecánico permite la exactitud del "en punto", podría decirse que para muchas personas se inventó para que simplemente pudieran llegar tarde.
"La aplicación de los métodos cuantitativos del pensamiento al estudio de la naturaleza tuvo su primera manifestación en la medición regular del tiempo, y la nueva concepción mecánica del tiempo surgió en parte de la vida diaria del monasterio." La vida ordenada imperaba dentro del monasterio y recién durante el siglo XIII apareció el reloj mecánico en las ciudades. Por supuesto, los primeros en tener semejante rebanadora temporal fueron las clases más pudientes. El reloj mecánico es el modelo perfecto de la máquina. Si funciona adecuadamente es preciso, siempre sabe cuando es ahora y permite sincronizar las actividades humanas formidablemente. Mumford dice que el reloj rige nuestro tiempo desde que nos levantamos hasta que nos vamos a dormir. Pero, he de agregar: ¿Quién demanda que nos levantemos a semejante hora de la madrugada para ir a trabajar, o a estudiar o a lo que sea? El reloj, precisamente el apellidado "despertador", con su frenético bip-bip-bip. Nosotros podemos entregarnos a nuestras horas de sueño, mientas el incesante reloj sigue trabajando. Incluso las horas de descanso y de ocio están supervisadas por el reloj. "Todo es su justa medida". Si se descansa demasiado se es un holgazán. Si se trabaja demasiado, quedaremos rendidos por no "tener vida".
El tiempo es medido por el reloj mecánico, que nos permite incluso separar una fracción exacta medida del tiempo. El tiempo abstracto puede ser visto pasar de forma más lenta en una repetición de una jugada de un partido de fútbol. Puede ser visto viajando hacia atrás con los trucos de las cámaras cinematográficas. Todo lo que constituyen las tomas televisivas y radiofónicas de archivo son fragmentos de tiempo abstractos que fueron capturados para condenarlos a la repetición. El tiempo orgánico es la percepción de sucesos, como el de hervir un huevo o esperar la llegada del retrasado tren. Se mueve en un solo sentido y no hay forma de detenerlo. El tiempo orgánico es el tiempo que se escurre entre las manos como granitos de arena que jamás podemos retener. El tiempo orgánico sólo puede ser congelado por medios tecnológicos en forma de tiempo abstracto.
El tiempo perdido
La concepción abstracta de tiempo remite a la cuantificación. La cuantificación permite la idea de que el tiempo pueda ser economizado. "Piensa que el tiempo es dinero", decía Benjamin Franklin. Para capitalismo la noción abstracta de tiempo es fundamental, pues como comenta Marx, ha de tener en cuenta el tiempo socialmente necesario para la producción de cualquier mercancía.
En relación a ese tiempo y la cantidad de horas trabajadas por el obrero, se podrá establecer el salario y la plusvalía. El concepto capitalista de productividad se apoya necesariamente sobre la idea de reducción del tiempo socialmente necesario, la minimización de los costos y las maximización del beneficio. Mientras menos se tarde en hacer una silla, más sillas se podrán hacer en una X cantidad de tiempo. Es aquí donde se produce un choque entre la ideología tradicional y la capitalista. Un ejemplo lo constituye el salario a destajo, que como explica Marx, intentó hacer ver a los trabajadores que si trabajaban más podían ganar más, pero ellos invirtieron los términos y pensaron que podían ganar lo mismo que antes y trabajar menos. El tiempo que no es productivo en la vida del capitalista es tiempo desperdiciado, según las leyes morales de Franklin.
También, con respecto a pagar las cuentas es importante el tiempo, pues quien paga puntualmente es respetado por ello. Tomando como base las ideas calvinistas, el hombre no debe mal gastar su tiempo en actividades sin sentido. Debe dedicarse a engrandecer la obra de Dios. El tiempo es tiempo dedicado a la útil obra divina. Los desperdicios son actividades irracionales que sólo desagradan al Señor.
La abstracción del tiempo es funcional al régimen del capitalismo por su utilidad, por su practicidad, por como distribuye y ordena las fuerzas productoras para que sean más eficaces y eficientes. Criticando las nociones económicas vigentes, Bataille da cuenta de la experiencia temporal que tiene el individuo cuya vida pretende regirse únicamente por la utilidad de las cosas y las acciones. La acción útil y el intercambio económico moderno constituyen actividades que miran hacia el futuro. Las acciones que abrazan el deseo son las que tienden a ser satisfechas en el presente, en las que el individuo pretende únicamente el goce en el aquí y ahora, sin preocuparse por lo que después vendrá. Es en relación a este punto donde Sigmund Freud introduce su tesis del Malestar en la Cultura. El fundador del psicoanálisis postuló que la tensión entre el deseo individual del sujeto y los deberes para con el resto de la sociedad son un punto de tensión, que lejos de resolverse solo se agrava. Siendo incapaz de satisfacer sus deseos, se ve dedicado a la sublimación de sus pulsiones y al mantenimiento del orden social. Entonces se gesta esta enemistad entre el hombre y la cultura, que no hace más que privarlo de la satisfacción de sus deseos en el presente, para asegurar la subsistencia de la sociedad en un futuro.
Dice Bataille, que una de las diferencias entre el hombre y el resto de los animales es que los últimos viven en un presente continuo, que no miran hacia al futuro. El animal no humano no es conciente que algún día la muerte le llegará. El animal "sigue viviendo en la inmediatez y la indistinción, sigue experimentando la vida como una continuidad que nada interrumpe." El sujeto humano, cuando ha tomado distancia del mundo que lo rodea, llega a ser conciente del paso del tiempo, de un pasado que vino antes que el presente y mucho antes que el futuro. Y en el futuro, se haga lo que se haga, viene la muerte. Los cálculos de expectativas de vida no son más que intentos de determinar cuanto vivirá aproximadamente un ser humano de tal lugar. Entonces, la conciencia humana, en miras hacia el futuro se prepara para utilizar los medios a su alcance para la consecución de fines.
La afirmación del presente, para Bataille, es el gasto improductivo. En este tipo de gasto, que no presenta recompensa material alguna, tiene por tiempo de realización solo y únicamente el presente. El gasto improductivo se consume en el presente y no tiene futuro. El sujeto entendido psicoanalíticamente, quiere descargar sus energías libidinosas. La retensión y la postergación de esa descarga no produce más que displacer. "El trabajo exige la negación de la satisfacción inmediata del deseo y la subordinación del presente a un fin lejano." El tiempo para el hombre no es eterno, sino que fluye y nunca se puede ir sin dejar un poco de su juventud. A través del gasto improductivo el hombre se libera de la cosificación en la que está sumido por la técnica utilitaria, pero esa liberación como acto de soberanía no se sostiene en el tiempo. En la sociedad moderna, Bataille destaca que la perdida por sí misma sigue estando, pero que las personas la practican de manera oculta, avergonzada y privada. Dice Weber: "El tipo ideal de empresario capitalista (…) aborrece la ostentación, el lujo inútil y el goce consciente de su poder; le repugna aceptar los signos externos del respeto social del que disfruta, porque le son incómodos." La vida que se rige por la técnica moderna de lo útil, es una vida que mira continuamente al futuro, intentando no prestar demasiada atención al presente.
Desde u punto de vista diferente y planteando las cosas en otros términos, Schmucler sostiene que el tiempo en la era del tecnologismo es únicamente la "expansión mimética del presente." Se trata un presente eterno, pues el futuro ya está aquí, con nosotros. Se trata de un presente que es futuro, pues el futuro ya esta establecido. La técnica ya puede decirnos como será el futuro, puede dibujarnos la imagen constantemente, para que sepamos que el futuro no trae más sorpresas que el presente. Tanto Bataille como Schmucler sostienen una predominancia del futuro sobre el presente. Para el primero, el tiempo moderno es un presente que mira constantemente a un futuro. Para el segundo, directamente el futuro sustituye al presente, poniéndose sus ropas y haciéndose llamar por el nombre del que ya no viste.
Breve historia de la concepción del tiempo a través del tiempo
Los antiguos griegos pensaban que el tiempo era cíclico. Se trataba de una concepción circular del tiempo entendido como repetición y sin finitud. Tal como la idea de progreso no podía ser totalmente ajena a las mentes griegas, estas le adjuntaban la idea de debacle. Si bien el hombre podía lograr mejoras en su manera de vivir, la decadencia más tarde llegaría. "El mundo fue creado y puesto en marcha por la divinidad y, al ser obra suya, era perfecto pero no era inmortal y llevaba en si el germen de la decadencia." Si bien una sociedad podía alcanzar su punto máximo, su plenitud y desarrollar todo su potencial, una vez alcanzado ese punto culminante los cambios posteriores serían cuesta abajo. La idea griega de la futura decadencia era incompatible con el ideal moderno de progreso. Creyentes en un orden fijo del universo, no podían concebir que el hombre lograra más mejoras que las alcanzadas por las sociedades en la cumbre de su tiempo.
Los habitantes del medioevo abrazaron la teoría cristiana del tiempo, según la cual la vida ultraterrena en el paraíso debía la verdadera preocupación del hombre, y no su desarrollo en esta vida. El tiempo y la existencia son creación divina. El tiempo tenía un fin, es decir, no era infinito como para los antiguos griegos. El fin de la historia era la salvación divina y el encuentro con Dios. El fin de la existencia del hombre ciertamente no se encontraba en el mundo que lo rodeaba, sobre el cual podía ejercer cierto poder. Si los griegos se mostraban pesimistas con respecto al futuro, los cristianos les ganaban en aquel sentimiento, pues hablaban del fin de todos los tiempos. Si al menos a los habitantes de la antigua Grecia les quedaba el volver a empezar, a los cristianos de la edad media no les quedaba más que la salvación divina de la cual no todos estaban seguros.
En la edad media Dios era el fundamento de la existencia del mundo. El mundo y el hombre eran algo creado por otro, por el creador todopoderoso. El renacimiento (siglos XIV a XVII) implicó un cambio en la percepción del tiempo, la concepción del hombre, del mundo y sobre todo del porvenir. El hombre, ya constituido como sujeto (subjectum) se volvió el gran fundamento. Él es la referencia a través de la cual puede se puede hablar del mundo circundante. Martin Heidegger extiende explicaciones acerca de ese punto fundante que ha llegado a ser el hombre seguro de su existencia en su libro "Caminos de bosque". El mundo (lo ente en su totalidad) es concebible como imagen, es decir, como representación. El hombre constituido en sujeto podía modificar su ambiente. La razón y la técnica lo ayudarían con eso. Las mejoras de condiciones en esta vida adquirieron valor, un valor por si mismos, como obra del hombre y de nadie más. Caemos aquí en un punto de vínculo entre la tesis de Weber y la explicación histórica de Bury. Si Weber, para explicar los orígenes del capitalismo, entiende que el calvinismo promovió las actividades productivas para engrandecer la obra de Dios; Bury piensa en la era moderna como un despertar del hombre, como un abandono de la naiveté y la superstición medievales. Weber entiende que la idea que los hombres tenían de su relación con Dios sufrió un enorme cambio. Bury plantea la emancipación del hombre frente a la presencia divina.
Vivimos una historia sin final
Cuenta Franz Kafka: Los hombres querían dedicar sus esfuerzos a la construcción de la Torre de Babel. Teniendo por objetivo semejante proyecto, planearon que les haría falta para su consecución. Reconociendo que el saber de los hombres adelanta, es decir, progresa y mejora, se pensó que la arquitectura conseguiría adelantos y que esos adelantos harían que las generaciones futuras pudieran construir la torre más rápido y mejor. Teniendo en vistas este futuro, ¿Valía la pena dedicar tanto esfuerzo en ese momento? De empezar a ser construida la torre, seguramente las generaciones futuras la derribaran para comenzar de nuevo. Entonces se optó por construir una ciudad para los obreros, que en el futuro deberían construir la torre. Habiendo barrios más lindos que otros, se generaron envidias, y esas envidias generaron conflictos en los cuales corrió sangre. Aumentó la destreza técnica, y con eso el ansia guerrera.
Dos puntos me interesa recalcar en el breve relato de Kafka. Por un lado el autor da cuenta de cómo los hombres tenían conciencia de que la técnica mejoraba con el tiempo. Creo que en el relato se usa a conciencia plena la palabra "progreso". Es esta conciencia del ser humano como potencia modificadora del mundo que es característica de la modernidad. Por otro lado, un Kafka siempre descreído nos anuncia que la técnica trae consigo el desastre. La técnica es capaz de progresar para variados lados, desde la construcción a la destrucción.
La idea de progreso indefinido y ascendente se popularizo como ideal de la ciencia moderna. "La modernidad surge al mismo tiempo que la idea de progreso, y está indisolublemente unida a ella", dice Eduardo Subirats. El hombre, apoyado en a técnica moderna, se imagina entonces como subiendo una larga cuesta o los escalones de una escalera. La historia y el tiempo, son algo que va hacía adelante. Ir hacia delante es entendido como obviamente bueno, pues atrás se deja el pasado y la frente alta recibe al por venir. Quien sabe donde termina el progreso técnico. Quien sabe si siquiera termina. El ideal técnico se propone como ilimitado y entonces la historia deviene en la continua expansión de la técnica. ¿Qué queda en el futuro si no más técnica? Entonces Schmucler nos acerca una reflexión: "Sólo si se acepta la existencia de algo estable en la naturaleza humana, que permanece a través de la técnica, puede pensarse en nuevos nacimientos, interrupciones de tiempo, comienzos." Si no hay críticas hacia el progreso técnico que promete un tiempo ascendente, entonces si puede hablarse del fin de la historia. Subirats, al igual que Galimberti, piensa que el hombre debe intentar dar cuenta de la nueva era de la técnica replanteando su forma de ver el mundo. Ahora bien, una nueva forma de ver el mundo es para Galimberti asumir que todo lo que nos rodea es técnica, mientras que para Subirats y Schmucler esa nueva forma debe venir de la imaginación crítica que cuestione y revise los ideales del hombre para con la técnica.
John Bury escribió que el futuro es fundamental cuando se habla de tiempo moderno. Hay una obligación para con el futuro, pues debemos pensar en el porvenir. "Esta obligación hacia la posteridad aparece como corolario directo de la idea de progreso." El futuro es el destino de la humanidad. Se presupone que el movimiento de la humanidad es en una dirección deseable, buena; que los estadios o momentos a ser alcanzados serán mejores que los precedentes.
La historia es tiempo que ha adquirido sentido. Según Galimberti, la era de la técnica hace que la historia sea cosa del pasado, pues el tiempo que desprovisto de sentido. "El carácter afinalístico de la técnica (…) termina por abolir cualquier horizonte de sentido (…)."La verdad de la técnica es la eficacia, el producir resultados. No está dentro de sus capacidades dar sentido a las cosas y al mundo. El hombre ya no es más el sujeto de la historia. Ese lugar es en la era moderna tomado por la misma técnica que acciona sobre el mundo, y así el ser humano deviene ahistórico.
Todos los autores pueden tener diferentes interpretaciones y puntos de vista sobre cual es la relación del hombre con la concepción del tiempo moderno. De una forma u otra, anunciando o no el fin de la historia, todos dan cuenta de que para el tiempo moderno el futuro no es poca cosa. Sea viviéndolo como presente, sea viviendo el presente pero mirando al futuro; el tiempo moderno adquiere su sentido en relación al por venir. "La esperanza de lograr una sociedad feliz en este mundo para las futuras generaciones (…) ha venido a reemplazar a (…) a la esperanza de felicidad en otro mundo." Sea como sea, la modernidad no puede hacer más que pensar en el futuro. De la capacidad crítica del hombre depende el salirse de los ideales tecnológicos y técnicos, y pensar el futuro de otras maneras.
Para terminar, le doy la palabra a Charles Dickens, quien en 1859 escribió: "Era el mejor de los tiempos y el peor; le edad de la sabiduría y de la tontería; la época de la fe y la época de la incredulidad; la estación de la luz y la de las tinieblas; era la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación; todo se nos ofrecía como nuestro y no teníamos absolutamente nada; íbamos todos derechos al cielo, todos nos precipitábamos en el infierno. En una palabra, a tal punto era una época parecida a la actual que algunas de sus autoridades mas vocingleras insistían en que, para bien o para mal, se la tratara sólo en grado superlativo." La modernidad fue un tiempo de gran exaltación y promesas en que algunos todavía creen, otros examinan y otros ya han tirado a la basura.
BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA
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Tomás González Canosa
UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES
Facultad de Ciencias Sociales
Carrera de Ciencias de la Comunicación
SEMINARIO DE INFORMÁTICA Y SOCIEDAD
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