- Ser creativo
- Usar el efecto mariposa
- Seguir la corriente
- Explorar qué hay en medio
- Observar el arte del mundo
- Vivir dentro del tiempo
- Volver a unirse con el todo
- La información ausente y el agujero (lleno) en el centro
En alguna ocasión hemos sentido que nuestras vidas se descontrolaban y se encaminaban directamente hacia el caos. La ciencia tiene hoy, para todos nosotros, sorprendentes novedades. Nuestras vidas están ya en el caos, y no solo de forma ocasional, sino permanente. Y aún más: la nueva ciencia sugiere que la comprensión individual y colectiva del caos puede cambiar radicalmente nuestras vidas.
¿Qué es exactamente el caos? Para empezar, el término científico caos se refiere a una interconexión subyacente que se manifiesta en acontecimientos aparentemente aleatorios. La ciencia del caos se centra en los modelos ocultos, en los matices, en la sensibilidad de las cosas y en las reglas sobre cómo lo impredecible conduce a lo nuevo.
El caos está dejando de ser una teoría científica para devenir en una metáfora cultural. En cuanto a metáfora, el caos nos anima a cuestionar alguna de nuestras creencias más queridas y nos incita a formular nuevas preguntas acerca de la realidad. (Ejemplos de ideas científicas que han florecido como metáforas son: cuando Copernico sostuvo que la Tierra se movía alrededor del sol y la teoría de Darwin de la evolución humana).
Por el momento es demasiado pronto para determinar si la teoría del caos va a acabar teniendo el mismo efecto acusado sobre nuestra conciencia que tuvieron las primeras teorías científicas, pero la teoría del caos como metáfora tiene bastante en común con ellas: la idea del caos favorece nuevos modos de pensar y de vivir la realidad. El caos tiene mucha más que ver con lo que no podemos saber que con la certeza y los hechos propiamente. Tiene que ver con el dejarse ir, con la aceptación de los límites y con la celebración de la magia y el misterio.
A través de las enseñanzas del caos, se filtran tres temas subyacentes: el control, la creatividad y la sutileza
El control: La condición de cualquier vida es la incertidumbre y la contingencia. Los seres humanos apreciamos eso de forma más aguda porque nuestra conciencia nos permite recordar desastres del pasado e imaginar las calamidades del futuro. Las culturas primitivas se enfrentaban a la incertidumbre a través de diálogos rituales con los dioses y con las fuerzas invisibles de la naturaleza. La sociedad industrial occidental ha seguido otro camino. Soñamos con la posibilidad de eliminar la incertidumbre a través de la conquista y el control de la naturaleza. El ideal de tener el control está tan presente en nuestra conducta que se ha convertido en una obsesión, e incluso en una adicción. Los sistemas caóticos están más allá de nuestros intentos de predecirlos, manipularlos y controlarlos. El caos sugiere que, en vez de resistirnos a las incertidumbres de la vida, lo que debemos hacer es aceptarlas. Y aquí es dónde entra el segundo tema: la creatividad.
Desde siempre, los pintores, los poetas y los músicos han sabido que la creatividad florece cuando están inmersos en el caos. Los novelistas se afanan por encontrar ese momento mágico en que ellos dejan de tener el control y sus personajes asumen el control de sus vidas. La lógica clásica y el razonamiento lineal ocupan claramente un puesto importante, pero la creatividad del caos sugiere que el modo actual de vida necesita algo más. Lo que precisa es un sentido estético: un sentimiento apropiado, de lo armónico y de lo que crecerá y morirá. Pactar con el caos nos da la posibilidad de vivir como no controladores de la naturaleza, sino como controladores creativos.
Para sacrificar el afán de control y vivir de forma creativa, es preciso prestar atención a los matices sutiles y a los diferentes ordenes irregulares que nos rodean.
La metáfora del caos nos enseña que más allá de nuestros intentos por controlar y definir la realidad, se extiende el riquísimo, e incluso infinito reino de la sutileza y la ambigüedad, dónde la vida se vive en plenitud. La teoría del caos nos muestra lo aparentemente pequeño e insignificante que pueden acabar siendo las cosas si se asume un papel principal en el modo en que éstas se producen. Si prestamos atención a la sutileza, nos abrimos a dimensiones creativas que vuelven más profundas y armoniosas nuestras vidas.
Capítulo 1:
Ley del Vórtice
La idea de que la verdadera creatividad se limita a unos pocos individuos es uno de nuestros grandes mitos. Muchos de nosotros pensamos que los creadores ejercen un control sobre sus obras. Creemos que una persona solo puede ser creativa si trabaja en uno de los campos creativos conocidos como la música, la pintura, el teatro o la matemática superior. Creemos que el objetivo primordial de un creativo es hacer algo nuevo. La metáfora del caos no ayuda a superar estos conceptos erróneos y, de paso, nos enseña algo creativo acerca de nuestras vidas.
Autoorganización: La magia de la naturaleza.
La teoría de caos representa a la naturaleza en su creatividad, abrazando un vasto campo de conductas: desde los modelos meteorológicos del tiempo atmosférico y las cataratas, hasta los disparos neuronales y las repentinas caídas en picadas de las bolsas. Tiene que ver tanto con el modo en que la naturaleza crea nuevas formas y estructuras, como con la impredecibilidad y la confusión de la naturaleza. Ejemplos de sistemas caóticos los constituyen los ríos, el vórtice de un tornado, el vórtice de la mancha roja de Júpiter.
Los teóricos de la complejidad se refieren a estos ejemplos como "autoorganización del caos". Para ver como llega a ese orden que procede del caos, examinemos la formación de vórtices en una olla de agua.
Se enciende el fuego bajo la olla y sucede que el agua caliente es más ligera que el agua fría, el agua del fondo de la olla empuja para abrirse camino hacia arriba. Mientras tanto, el agua más fría y pesada de la parte superior se asienta en el fondo. Estas subidas y bajadas crean una combinación caótica. Los científicos del caos dicen que este sistema está ejerciendo sus máximos "grados de libertad", el más amplio abanico de conductas disponibles del sistema. Dicho más llanamente, el agua está hirviendo.
¿Qué son los grados de libertad? Piensen en una orquesta en la cual cada persona pudiera afinar su instrumento de un modo particular y tocar una melodía diferente en clave y tempo distintos. El resultado sería el equivalente sónico de una olla de agua hirviendo: cuanto mayor es el abanico de conductas dentro de la orquesta, mayor es el grado de libertad.
Los científicos del caos han descubierto que si el agua se calienta en las condiciones adecuadas por debajo del punto de ebullición, se produce una transformación y el agua se autoordena en un modelo de vórtices geométricos. Para que esto suceda, primero ha de alcanzarse lo que se llama punto de bifurcación. En la olla el punto de bifurcación marca el momento en que una de las fluctuaciones azarosas en el agua resulta "amplificada" creando lo que se llama un rizo retroalimentador. Dicho rizo empieza a entrelazarse con otras fluctuaciones hasta que muchos rizos de retroalimentación forman una serie de vórtices hexagonales estables, o "celdas" como un panal dentro de la olla.
Este enlace implica dos clases muy diferentes de retroalimentación. Una de ellas, llamada retroalimentación negativa, amortigua y regula la actividad dentro de determinado rango. Un ejemplo conocido de rizo de retroalimentación negativo es el termostato del aire acondicionado. Una segunda clase de retroalimentación, llamada retroalimentación positiva, amplifica el efecto. Por ejemplo cuando se coloca demasiado cerca un micrófono de un sistema de altavoces. Cuando los rizos de retroalimentación positiva y negativa se acoplan, pueden crear un nuevo equilibrio dinámico, un punto de bifurcación dónde repentinamente se diversifica dentro de un orden.
En el ejemplo del agua en la olla, el punto de bifurcación, los vórtices celulares se forman con el líquido caliente que asciende por el centro y el líquido frío que desciende por la parte exterior (un gran vórtice de retroalimentación negativa). Cuando el vórtice colisiona con otro, se crea una pared de celdas hexagonales que fluyen entre las cascadas descendentes del agua más fría.
Este sistema autoorganizado del agua caliente crea su estructura al abandonar algunos grados de libertad que hubiera podido tener al hervir. Piensen en ello como en una orquesta cuyos miembros deciden tocar en un concierto. Afinan sus distintos instrumentos para el concierto X y todos tocan en la misma clave y con el mismo tempo. El resultado es la armonía, el orden y una estructura clara y definida. En una sinfonía, cuando acaba cada movimiento, la música se reorganiza de un modo diferente, con distintos grados de libertad implicados para incluir una nueva clave y un nuevo tempo.
Los sistemas que se autoorganizan fuera del caos solo sobreviven si están abiertos a un constante flujo de energía y material. Normalmente, los vórtices en los ríos surge de las turbulencias producidas, ríos abajo, por los obstáculos que se oponen a una corriente profunda y rápida. Cada vórtice tiene una forma definida, pero está compuesta en realidad por el material que lo atraviesa. Otro ejemplo, al azar, los gases energéticos del espacio interestelar se autoorganizan en galaxias y sistemas estelares.
Nuestros cuerpos están invadidos por sistemas caóticos abiertos que permiten una respuesta creativa constante a los cambios ambientales. Por ejemplo, nuestro cerebro se autoorganiza al cambiar su sutil capacidad de conexión con cada acto de percepción. Las personas que se dedican regularmente a actividades creativas son muy receptivas a la descripción de cómo del caos surge una forma, porque reconoce que también colaboran con el caos. Observar como trabajan en el caos los creadores profesionales nos permite ver que el proceso está al alcance de todos nosotros, pues la verdad es que todos nosotros somos creativos.
Caos y creatividad: la verdad y la conexión del individuo con lo indivisible
Para el ser humano, la creatividad significa ir más allá de lo que conocemos, llegar a la verdad de las cosas. Y ahí es dónde aparece el caos. La verdad es algo que se vive en el momento y que expresa nuestra vinculación individual con el todo. La verdad y el caos están unidos. Vivir con dudas creativas significa entrar en el caos para descubrir que la verdad no puede medirse con palabras.
Creación del vórtice, la turbulencia: para ser creativos, necesitamos tener las sensaciones de saber, pero no saber, de lo inadecuado, de la incertidumbre, de lo incomodo, de la alegría, del horror, el descontrol y la aceptación de los rasgos metamórficos y no lineales de la realidad y de sus propios procesos mentales; es decir todas las facetas del caos creativo.
Creación del vórtice, bifurcación y amplificación: Los creadores saben que una gota de pintura en el lienzo, una muesca de cincel en el mármol e incluso un error en un experimento bien planificado, puede crear un punto de bifurcación, un momento de verdad que amplía y da lugar a la autoorganización del trabajo. Esto es bastante distinto de la actitud común, según la cual los errores se desprecian como respuestas erróneas, intentamos prever que nuestros negocios no sufran contratiempos y los fallos se consideran un motivo de vergüenza.
Creación del vórtice, el flujo abierto: cuando somos creativos, en nuestro trabajo o en nuestra vida, inmersos en el caos, a veces se produce una bifurcación. Entonces una semilla germina y se la flor de una creación que fluye sin obstáculos. El flujo es el periodo del proceso creativo en el que la autoconciencia desaparece, el tiempo se desvanece o se llena por completo y la actividad absorbe por completo. Se tiene un intensa clarividencia acerca del momento, un sentido preciso del movimiento y ni la menor preocupación por la posibilidad de equivocarse. Los momentos del flujo creativo y la excitación consiguiente son la recompensa por el descenso previo al caos, la incertidumbre, la incomodidad o el choque por la simple ignorancia
El caos creativo se refiere a cada uno de nosotros
El mayor acto que los hombres hacen del intelecto creativo no se producen en el arte o en la ciencia, sino en los actos espontáneos del día a día que permiten mantener la cohesión social. La teoría del caos nos enseña que cuando nuestra perspectiva cambia, nuestros grados de libertad se expanden y experimentamos la verdad y el ser: entonces somos creativos, y allí se revela nuestro verdadero yo.
Capítulo 2:
Ley de la influencia sutil
Lorenz creo un modelo matemático para la predicción atmosférica. Dada la necesidad de realizar gran cantidad de cálculos, decidió suprimir tres decimales en los cálculos a fin de facilitarlos. Lo que le sorprendió fue la poca semejanza entre lo datos calculados con 6 que con tres decimales. El problema es que cuando los datos de cada fase del cómputo fueron retroalimentados, la pequeña diferencia inicial fue rápidamente ampliada. Por lo tanto este sistema creado por Lorenz es lo que los matemáticos llaman sistema no lineal. Es característico de tales sistemas que diminutas influencias pueden actuar de un modo tal que transformen todo el sistema.
En vez de ver la no linealidad del sistema como un cierto tipo de defecto, Lorenz se percató que lo que estaba sucediendo en su ecuación era muy fiable respecto de lo que estaba ocurriendo con el tiempo real atmosférico. Como el tiempo atmosférico es un sistema caótico lleno de retroalimentaciones reiteradas, es no lineal, lo cual lo hace increíblemente sensible a las pequeñas influencias. Esta sensibilidad procede del hecho que ligeros aumentos de temperatura, velocidad del viento o la presión, crean ciclos a través del sistema y pueden acabar produciendo un gran impacto. Por lo tanto Lorenz, se preguntó ¿provoca el aleteo de una mariposa en Brasil un tornado en Texas?
Cuando observamos en detalle el modelo climático, vemos que el tiempo del día a día está sujeto a los efectos de amplificación, bifurcación y el cambio de sus propias repeticiones.
En un sistema caótico todo está conectado con todo lo demás, mediante la retroalimentación positiva y negativa. Así en algún punto del mundo real, uno de esos aleteos de mariposas está impulsando un frente o cambiando la temperatura de uno u otro modo.
Los humanos pueden seguir albergando sus sueños de control y de poder de predicción, pero la teoría del caos nos enseña que la mayoría de los sistemas autoorganizados están ligados a innumerables mariposas de muchas variedades sutiles y de infinitos colores. Tanto la naturaleza, como la sociedad y en nuestras vidas cotidianas, el caos gobierna a través del efecto mariposa.
El poder de la impotencia
El poder es una importante expresión del arraigado deseo humano de impactar sobre los demás y sentirse en contacto con ellos. Las obsesiones por el poder nos siguen rodeando hoy: el poder del dinero, el poder de la personalidad, el poder de la mente, el poder de los ordenadores, el poder de la organización, el poder político, el poder del amor, el poder del sexo, el poder para cambiar nuestra imagen o nuestros gene, el poder de las armas, el poder de las relaciones entre los grupos. Se nos ha inculcado la idea que solo si tenemos suficiente poder seremos para hacer y ser lo que queramos. Creemos que si tenemos el poder para controlar una situación, nos sentiremos más seguros. La idea de control crea una aparente distinción entre el controlador y aquel que es controlado.
Cuando decimos que nos sentimos impotentes, queremos decir que no nos sentimos lo suficientemente fuertes como para luchar por las empresas, la burocracia, el sistema u otras personas con una personalidad fuerte. Yendo a la deriva en un mundo de lo poderoso, ¿cómo debemos actuar?, la respuesta es intentar conseguir algo de ese poder.
Pero la teoría del caos nos da otra respuesta. Dice que los sistemas complejos y caóticos, no pueden predecirse adecuadamente o controlarse de forma exclusiva. Pero existen los vórtices. El caos nos dice que cada uno de nosotros tiene una enorme pero no reconocida influencia sobre la existencia de esos vórtices. El caos nos sugiere que, aunque no poseamos el poder del controlador en un sentido tradicional, todos poseemos el efecto mariposa de la influencia sutil.
En términos del caos, los sistemas que operan en la connivencia y el automatismo, no son obviamente sistemas creativos abiertos. Por el contrario su acción está dominada por un número relativamente pequeño de rizos retroalimentadores negativos. Los pequeños e incontrolables rizos, no son una expresión de los grados creativos de libertad, sino que representan microrizos encerrados juntos de tal manera que crean un gran rizo obsesivo y repetitivo al que los científicos llaman ciclo límite. Los ciclos límites son aquellos que se aíslan del flujo del mundo exterior porque una gran parte de su energía interna está dedicada a resistirse al cambio y a la perturbación relativamente mecánica de los modelos de conducta. Los ciclos límites son aquellos que nos hacen sentir impotentes: los queremos cambiar pero no podemos, porque parecen resistirse a todos nuestros esfuerzos por conseguirlo. Puede darse en las empresas que siguen perdiendo clientes porque no tiene suficiente personal para llevar los pedidos y nadie con autoridad en la empresa quiere oír hablar del tema.
El poder de la influencia sutil
La influencia sutil es lo que cada uno de nosotros afirma, para bien o para mal, por nuestro modo de ser. Cuando somos negativos o deshonestos, esto ejerce una sutil influencia sobre los demás, al margen de cualquier impacto directo que pueda tener nuestra conducta. Si nosotros somos genuinamente felices, positivos, reflexivos, colaboradores y honestos, eso influye sutilmente en aquellos que nos rodean.
La influencia sutil en su sentido negativo (la connivencia), mantiene cohesionado los ciclos límites restrictivos, pero en su sentido positivo es vital para mantener los sistemas abiertos renovados y vibrantes. La sutileza comienza con el hecho de que el poder de la mariposa, por su propia naturaleza, es impredecible. Encerramos los rizos retroalimentadores en la sociedad de formas tan diversas que es tan difícil los efectos a largo plazo de nuestras acciones como lo sería predecir el tiempo atmosférico en los próximos meses. El poder positivo del efecto mariposa implica el reconocimiento de que cada individuo es un aspecto indivisible del todo, y que cada momento caótico del presente representa un espejo del caos futuro.
Respuesta al realista cínico
El efecto mariposa subraya la profunda influencia que pueden ejercer los individuos comunes en la sociedad. Pero también indica la humildad fundamental que es necesaria para ejercer esa influencia de un modo positivo. Igual que sucede con las constantes fluctuaciones debidas al azar en la olla de agua caliente, jamás podemos estar seguros de lo importante que puede ser nuestra contribución individual. Nuestra acción puede perderse en el caos que nos rodea, o puede unirse con uno de tantos rizos que mantienen y renuevan una comunidad abierta y creativa. En ocasiones muy raras incluso puede ser asumida y amplificada hasta que transforme la comunidad entera en algo nuevo. No podemos conocer el resultado inmediato. Tampoco podemos saber si nuestra influencia tendrá un efecto, ni como ni cuando. Lo mejor que podemos hacer es actuar con la verdad, la sinceridad y la sensibilidad, recordando que nunca es una persona la que provoca un cambio, sino la retroalimentación del cambio dentro del sistema completo.
El efecto mariposa deriva del hecho que ningún hombre es una isla. Todos nosotros formamos parte del todo. Cada elemento individual del sistema influye en la dirección del resto de elementos del sistema.
El efecto mariposa permite lo imposible. La teoría del caos nos recuerda que el mundo real fluye permanentemente y cualquier contexto puede cambiar.
Así pues, aunque los realistas cínicos sostienen que la naturaleza humana nunca puede cambiar la conciencia avariciosa, jerárquica y orientada hacia el poder, la teoría del caos abre la puerta a semejante cambio. Sugiere que la conciencia no está confinada en lo que sucede en cada una de nuestras cabezas. La conciencia es un sistema abierto. Está formada por el lenguaje, la sociedad y todas nuestras interrelaciones diarias. Cada uno de nosotros forma parte de la conciencia colectiva del mundo, y los contenidos de esa conciencia se modifican constantemente por las fuerzas del caos que expresa cada uno de nosotros. A través del caos, un individuo, o un pequeño grupo de individuos, puede influir profunda y sutilmente en todo el mundo.
Capítulo 3:
Ley de la creatividad y la renovación colectiva.
Ver ejemplo páginas 70/71.
Según la teoría del caos, la organización en el proyecto de reparación del tejado era una autoorganización. Comenzó a partir del caos, toda la charla acerca de las goteras. El joven que se subió al tejado fue un punto de bifurcación que se amplificó. La retroalimentación entre el primer joven y el siguiente inició una cascada que reunió a toda la comunidad alrededor del proyecto, y entonces el sistema consiguió que se hicieras el trabajo. Otro ejemplo de autoorganización social en el campo de la alta tecnología es Internet.
Vida, complejidad y el atractor extraño
Desde la perspectiva del caos, toda la actividad en la sociedad y en la naturaleza es una actividad colectiva. En el caos, los individuos son parte indivisible del todo. El caos ofrece muchas sugerencias sobre la curiosa y paradójica relación entre el individuo y el grupo.
Estructuras creativas colectivas
El caos demuestra que cuando diversos individuos se autoorganizan son capaces de crear formas muy adaptables y resistentes. La selva tropical es un delicado ejemplo de coevolución y cooperación. Todo, desde los hongos que se alimentan de hojas caídas, hasta los pájaros y las hormigas, se desarrolla en una relación constante y en permanente colaboración, de mil modos sutiles que contribuyen a su mutua supervivencia.
Desde la perspectiva de la teoría del caos es menos importante percatarse de cómo compiten los sistemas entre sí, que darse cuenta de cómo los sistemas anidan unos dentro de otros inextricablemente unidos. La competencia es una idea reduccionista y limitada que no puede apreciar la profunda creatividad que opera en la naturaleza.
En un sistema caótico complejo como la selva o el cuerpo humano contiene una dinámica creativa en constante desarrollo, y en cuyo seno lo que nosotros llamamos competencia puede repentinamente convertirse en cooperación y viceversa.
La extrañeza de la colectividad caótica
La actividad de un sistema caótico, compuesto por una retroalimentación interactiva entre sus muchas partes ha recibido el nombre de atractor externo. Cuando se dice que el sistema tiene un atractor, quiere decir que si alteran el sistema, empujándolo para que se aparte de su comportamiento, tiende a volver a él tan rápidamente como puede.
La diversidad y los sistemas caóticos y abiertos.
Uno de los principios vitales de los atractores extraños y el caos colectivo implica la transparente diversidad de todos estos sistemas dentro de los sistemas. La creatividad caótica muestra por qué la diversidad es tan importante. Cuando los individuos se agrupan tienen un tremendo potencial creativo.
Así cuando los individuos se unen, se pierden algunos grados de libertad, pero se descubren otros nuevos. Una nueva inteligencia colectiva emerge, un sistema abierto, absolutamente insospechado y muy lejos de lo que cualquiera podría haber esperado al contemplar a los individuos actuar aislados.
Capítulo 4:
Ley de lo simple y lo complejo
El caos revela que lo que parece increíblemente complicado puede tener un origen muy sencillo, mientras que la sencillez superficial puede ocultar algo sorprendentemente complejo. La teoría del caos sugiere que es posible descubrir una salida si aceptamos la danza dinámica del caos entre la simplicidad y la complejidad.
Intermitencia. la tormenta dentro de la calma
Cuando las interacciones, las repeticiones y las retroalimentaciones están en funcionamiento, la simplicidad y la complejidad se transforman constantemente la una en la otra. La situación se vuelve particularmente sorprendente cuando la simplicidad y la complejidad se alternan en lo que los científicos denominan intermitencia.
Nada parece más regular que el periodo de 24 horas del día de la tierra. En las primeras décadas de este siglo, los astrónomos establecieron un medida estándar para el tiempo observando el tránsito de las estrellas a medida que la tierra rotaba sobre su eje respecto al cielo nocturno. Sin embargo, con la introducción de lo relojes atómicos de gran precisión, se descubrió que la tierra sufría alteraciones en su rotación. El paso del tiempo de la tierra no es perfectamente regular, pues contiene estallidos intermitentes de caos.
Lo mismo sucede con algún equipamiento electrónico. Ciertos amplificadores producen ocasionalmente cortas descargas de electricidad estática. Ello no se debe a una interferencia externa, sino a los resultados de los efectos no lineales dentro del circuito, produciéndose periodos de caos. Repentinos estallidos de conducta aleatoria también ocurren en sistemas como los interruptores superconductores, las cotizaciones de la bolsa, las señales nerviosas o las redes de ordenadores.
La intermitencia no solo implica interrupciones del caos dentro de un orden regular, sino también estallidos de orden medio del caos. Pero se necesitarían ciertos conocimientos matemáticos para verlo. La intermitencia suscita varias preguntas interesantes:¿aparece el caos porque una conducta regular se ha roto temporalmente?, ¿o es el orden regular realmente una ruptura del caos que subyace en la realidad?, ¿o bien es la estable y tranquila intermitencia social una manifestación de la complejidad caótica subyacente?
La complejidad y la casualidad como puerta para el orden
La irracionalidad es una forma de intermitencia dentro de la línea regular de los números. Los números irracionales son estallidos de infinita complejidad, de total aleatoriedad dentro de un sistema regular. La irracionalidad enseña algo muy curioso acerca de la complejidad. Podemos comenzar con un sistema simple y permitir que se desarrolle de modo crecientemente complejo, de tal forma que su orden interno se enriquezca cada vez más, sin embargo, al llegar al límite, cuando la complejidad se vuelve infinita, acaba pareciendo exactamente un sistema casual y aleatorio, esto es, lo contrario de cualquier orden. ¿Cómo puede suceder algo así? Demos una regla a un ordenador y este generará un número racional de una extensión particular. Hagamos la regla más complicada, y el número se hará cada vez mayor. Sin embargo, siempre será posible detectar un orden interno. Demos ese número a un segundo ordenador y éste será capaz de deducir la regla por la que el número ha sido generado. Pero ¿qué sucede cuando la regla se vuelve tan compleja que requiere muchas o infinitas páginas para anotarla? Ahora el número es infinitamente largo y no tiene pautas internas o repeticiones, por lo que el segundo ordenador trabajará durante años sin descubrir ninguna pauta numérica u orden implícito. Un número que carece de un orden interno, es por definición aleatorio. A efectos prácticos, el número a partir de la complejidad infinita es idéntico a un número aleatorio sin orden interno alguno. En ese límite paradójico, el azar y la aleatoriedad son idénticos a la complejidad infinita. Si se lleva la complejidad demasiado lejos deviene pura casualidad. Se comprime lo simple y estalla la complejidad. La pura aleatoriedad es lo mismo que la información infinita, pero a veces esa infinita complejidad del caos divulga un mensaje claro y sencillo.
Sorprendernos la complejidad en el acto de la simplificación
La teoría del caos nos dice que cuando la vida nos parece más compleja, un orden simple parece estar esperándonos a la vuelta de la esquina. Y cuando las cosas nos parecen simples, deberíamos descubrir los matices la sutilidad que acecha escondida. La teoría del caos dice que la complejidad y la simplicidad no están presentes de modo inherente en los propios objetos, sino en el modo en que las cosas interactúan entre sí y nosotros con ellas.
Capítulo 5:
Ley de los fractales y la razón
Los fractales hacen referencia a las huellas, las pistas, las marcas y las formas realizadas por la acción de sistemas dinámicos caóticos. Una forma fractal es la forma única y efímera de un copo de nieve.
Los matemáticos han imitado esos fractales naturales usando varias clases de fórmulas de retroalimentación no lineales. Aunque infinitos en detalles, los fractales matemáticos carecen de la sutileza de su equivalente en la naturaleza. Sin embargo, han aproximado a los científicos a la visualización de los movimientos reales del caos que hacen posible los fractales naturales.
Los fractales naturales y nosotros mismos en la costa
La ilustración clásica de un fractal es la línea costera. Mandelbrot introdujo la idea de los fractales en un papel que formulaba una pregunta inteligente y simple, aunque despiadadamente compleja: ¿Cuan larga es la costa de Gran Bretaña?. Su respuesta proporcionó algunas miradas extraordinariamente curiosas sobre el paisaje del caos. Aten un hilo alrededor de la línea escarpada de la costa, y después mídanlo sobre la escala del mapa. ¿Cuánto mide la costa? La respuesta parece simple. Ahora repitan el procedimiento sobre un mapa de todo el país hecho con mayor detalle. En el nuevo mapa vemos con mayor claridad las bahías y las mellas de la costa real. Si medimos nuestro hilo con la escala del mapa, descubrimos que la medida de la costa es mayor. Ahora inténtelo a pie y con una cuerda y una cinta métrica, haciendo el esfuerzo de abarcar todas las vueltas y revueltas. De esta manera sigue siendo mayor. Por lo tanto cuanto más detalladamente queremos medir la costa, cada vez tiene mayor longitud. Por lo tanto siguiendo esa lógica, Mandelbrot llegó a la conclusión que la costa de Gran Bretaña era infinita. Podríamos añadir que no solo la costa es infinita, sino que, como sufre la acción de la erosión, es una infinitud que cambia permanentemente. Mandelbrot también descubrió que toda línea costera, desde la más pequeña isla desierta hasta las del continente americano, tienen una extensión infinita. Una línea costera se forma por la acción caótica de las olas y otras fuerzas geológicas. Estas actúan a cada escala para generar, formas que repiten, a escalas más reducidas, un modelo aproximadamente similar al que es visible a gran escala. Dicho de otro modo, el caos genera formas y deja huellas que poseen lo que los científicos denominan " autosemejanza a muchas escalas diferentes"
Diremos que el término autosemejante incluye esta idea de las diferencias individuales y la singularidad, así como las similitudes. Como ya hemos dicho, hay un amplio abanico de autosemejanza fractales que se dan tanto en las formas de la naturaleza como en la conciencia humana. En algunas formas fractales, particularmente aquellas generadas por las pantallas de los ordenadores mediante fórmulas matemáticas, la autosemejanza tiene algo de mecánica. En otros fractales, de la naturaleza y del arte, lo que es autosemejante se halla mezclado con lo que es diferente de forma tal que constituye un desafío a la descripción.
Parece apropiado decir que Mandelbrot fue capaz de mostrarnos que los fenómenos fractales del mundo natural se producen entre nuestras tres dimensiones familiares: largo, ancho y alto. Para comprender qué significa que algo se produzcas entre las tres dimensiones, hay que imaginarse una hoja de papel. El papel representa un plano de dos dimensiones, pero si estrujamos el plano formando una bola, ¿cuántas dimensiones tiene ahora? No es propiamente una esfera, pero ya no es un plano. En sus pliegues y arrugas hay un objeto que existe en algún sitio entre dos y tres dimensiones.
De igual manera, una línea costera es diferente de una línea unidimensional corriente. Esto significa, según Mandelbrot, que la dimensión de una línea costera debe hallarse en algún lugar entre uno, de la línea recta, y dos de un plano. La dimensión fractal de un objeto es una medida aproximada de su complejidad, de lo intrincado de sus detalles. Poro no nos dice nada acerca de la naturaleza de los detalles y menos aún de sus relaciones con otros objetos.
Matemática de los fractales
Los fractales matemáticos son impresionantes, pero después de contemplarlos repetidamente desaparece la frescura de esos objetos. Esto no sucede con las creaciones de la naturaleza, que emergen de un proceso caótico holístico en el que innumerables partes están sutilmente interconectadas, o sea, el verdadero caos se opone a la simulación matemática producida por la repetición de un algoritmo. Consecuentemente, los fractales naturales tienen una individualidad, espontaneidad, profundidad y capacidad de misterio que ningún algoritmo lo puede reproducir.
Capítulo 6:
Ley de los rizos fractales de la duración
El tiempo en nuestro mundo moderno se ha convertido en nuestro secuestrador. La esencia del tiempo se ha reducido a mera cantidad, una medida numérica de segundos, minutos y horas. Nunca parece que tengamos suficiente tiempo, pero, cuando disponemos de un poco, lo despilfarramos. Las cualidades del tiempo han desaparecido. Para nosotros, el tiempo ha perdido su naturaleza interior.
En otras sociedades, el tiempo es una energía del universo, un río para navegar el, un seno en el que encontrar descanso. En nuestro mundo postindustrial, el tiempo se ha convertido en algo mecánico, impersonal, externo y desvinculado de nuestra experiencia interior.
Sin embargo, la teoría del caos nos muestra que es posible reconectarnos con el pulso vivo del tiempo. La última ley del caos tenía que ver con el hecho de vivir dentro de una nueva dimensión del espacio fractal.
La naturaleza fractal del tiempo
Mientras creamos que el tiempo es una línea recta, una flecha arrojada desde el pasado hacia el futuro, es difícil recontar muchas de nuestras experiencias. Temporales interiores. Usualmente las menospreciamos como ilusiones, disociaciones, rarezas de la memoria y la percepción, en cualquier caso nada que ver con la naturaleza física y esencial del tiempo.
La teoría del caos reemplaza la línea con una compleja e inacabable figura de dimensión fractal. A cualquier escala de aumento, los fractales revelan nuevos modelos y complejidades. La teoría del caos sostiene que no hay líneas simples en la naturaleza. Lo que a cierta distancia podemos considerar lineal mirando más cerca revela sus giros, curvas y arabescos de infinitos detalles fractales.
Esta noción, la de que el tiempo tiene una dimensión fractal, es congruente con nuestra experiencia inmediata. En medio de un accidente en el que la vida corre peligro, el tiempo parece detenerse. Los acontecimientos suceden en cámara lenta. Disponemos de un mundo de tiempo para decidir si hemos de frenar o acelerar para evitar un choque potencial. Es como si cada acontecimiento dentro del paisaje del accidente se desarrollara según un tiempo individual con su propia medida de ser y de movimiento.
Esta experiencia del tiempo quizás no sea tanto una ilusión producida por una mente sobrecargada de adrenalina, cuanto una clara visión momentánea de cómo son realmente las cosas en la verdadera dimensión del tiempo. En momentos de crisis solemos desconectarnos temporalmente del tiempo del reloj y entrar en un tiempo fractal, experimentando sus matices temporales.
Cuando estamos deseando entrar en una dimensión fractal, nuestra experiencia se expande dentro del tiempo. Exploramos los matices del tiempo y actuamos en consecuencia con nuestros ritmos internos.
Romper la línea científica del tiempo.
Para darnos cuenta de hasta qué extremos el tiempo se transforma en una mercancía sólo tenemos que prestar atención a las frases coloquiales de la lengua: el tiempo es algo que gastamos o ahorramos, dejamos de lado o perdemos, y generalmente nunca tenemos suficiente tiempo. Esta nueva visión del tiempo hizo posible el capitalismo y el florecimiento de las empresas internacionales. El tiempo se había convertido en dinero y el dinero son números. Por lo tanto el tiempo de la ciencia y el comercio empezaron a dominar la conciencia. Y así paso a paso el tiempo se convirtió en algo mecánico y monolítico.
El tiempo es hoy muy parecido a un viaje entre dos estaciones de trenes. Partimos de la estación de nuestro nacimiento y vamos camino de nuestro destino final. Pensamos en nuestra vida y en vivir como esa distancia que queda antes de llegar a nuestro destino final. Pensamos en nuestra vida y en el vivir como esa distancia que queda antes de llegar a la última estación. En vez de considerar el tiempo como nuestro compañero y amigo, lo contemplamos como algo que es devorado rápidamente, igual que el tren engulle los raíles que tiene por delante. Y desesperadamente tratamos de llenar el tiempo que nos queda. Siempre hemos de conseguir alguna cosa en un periodo concreto de tiempo.
Los fractales son autosemejantes, y así lo es también el tiempo fractal. En una obra de arte satisfactoria, cada porción de un cuadro refleja metafóricamente el movimiento de toda una pintura.
Los múltiples relojes elásticos de la naturaleza
La teoría del caos nos dice que los sistemas tienden a autoorganizarse, preservando el equilibrio interno al tiempo que retienen una cierta medida de apertura al mundo externo. Algo semejante sucede con el tiempo. Cada elemento de un sistema posee su propio reloj, su medida singular de su proceso interior que está desarrollando con respecto al entorno exterior. En la autoorganización de un sistema mayor, los relojes internos de los sistemas más pequeños de acompasan. Cada sistema contiene su propia medida del tiempo y, en cuanto sistema conectado con su entorno, el tiempo se enriquece y se llena de dimensiones.
Las actividades electroquímicas del cerebro son una medida del tiempo vital, un tiempo que mantiene un balance equilibrado entre las órdenes restrictivas y el caos excesivo. Los investigadores han clasificado varios estados de nuestra conciencia, (pensamiento activo, sueño profundo, anestesia), en términos de la dimensión fractal de la actividad eléctrica del cerebro. Todo esto sugiere que la actualidad del tiempo, el tiempo de la percepción y del pensamiento, es bastante complejo y multidimensional.
Como ya hemos visto, los sistemas autoorganizados sacrifican algo de la individualidad inherente a sus componentes para permitir que exista lo colectivo. Sin embargo, esos grados ocultos de libertad están siempre presentes para animar el sistema. El cerebro opera con multiplicidad de relojes internos. Somos conscientes de algunos de ellos cuando resolvemos un problema de ajedrez o tratamos de explicar por qué la economía no va a remontar, pero otros, tales como el control de la respiración, la temperatura del cuerpo, la orientación y la memoria, funcionan inconscientemente.
Ver el tiempo como una medida de la actividad en contacto con su entorno se aviene más con nuestra experiencia que la contemplación del tiempo como la sucesión de intervalos idénticos de un reloj mecánico.
Para los habitantes de la Polinesia, la vida se extiende en cámara lenta al amanecer y al anochecer. En lo que, para nosotros, es un relativamente corto espacio de tiempo, la luz cambia y el cielo se muestra a través de un espectro de colores. Para los polinesios, el amanecer y el anochecer son momentos en los que se sacan los botes al mar y comienza la pesca. En consecuencia, durante ese periodo pasan un número de horas, algunas de la cuales sólo duran unos diez minutos de nuestro tiempo. Al mediodía cuando el sol está en lo alto del cielo, la gente duerme o hace el mínimos esfuerzo. Debido a nuestro condicionamiento mecánico, diríamos que las horas de los polinesios tienen una longitud desigual. Ellos sostendrían, a partir de su larga experiencia de vivir en un entorno que cambia rápidamente dos veces por día, que cada hora tuvo una longitud igual a cualquier otra, pues contiene la misma cantidad de actividad. Los polinesios se han sincronizado con el flujo del tiempo en su entorno, y si sus horas variables nos parecen un poco extrañas, ello se debe a que estamos condicionados por la sincronización con el tiempo del reloj mecánico de nuestro entorno industrial. Sin embargo, nosotros nunca tenemos éxito en esa sincronización, porque el tiempo de nuestra experiencia interior rechaza esa precisión de espacios iguales. Nuestro principal problema tiene relación con la ilusión común de que solo el tiempo externo del reloj es real, y que nos iría mejor si nos ajustáramos a el.
El tiempo arrastra cansinamente los pies cuando estamos aburridos, pero una tarde se pasa en un suspiro cuando estamos atareados en algo. ¿En qué situación tenemos más tiempo?. El modelo mecánico convencional nos dice que ambos tiempos tienen igual duración. Sin embargo, cuando la tarde ha pasado, tenemos la sensación de que nos falta tiempo. Tratar de medir el tiempo interior usando un reloj genera confusión acerca de cuanto tiempo tenemos en una situación dada. La perspectiva fractal, sin embargo, nos permite formular una pregunta distinta: ¿qué tiempo tiene significado para nosotros? Nuestro aburrimiento nos deja un tiempo vacío, nuestra pasión y entusiasmo nos lo enriquece y nos lo devuelve polifacético. Por lo tanto, nosotros no necesitamos más tiempo, sino un tiempo pleno, pero no lleno en el sentido de haber hecho un montón de cosas, sino el sentido de comprometernos con la actividad que estamos desarrollando.
Tiempo Creativo
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